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EXPERIENCIAS CON FAMILIAS

En el presente relato narro mi vida como una experiencia de las diversas problemáticas
que a diario debí enfrentar.

En el llamado Valle del Espíritu Santo, Pamplona, Norte de Santander, Colombia; una
fría madrugada del jueves 5 de noviembre de 1993, nació un bebé, el tercero de su
familia, el primer y único varón de la misma; lo llamaron Juan Carlos Carvajal Quintana.
Su vivienda se ubicaba en un barrio popular de la ciudad, rodeado por escasez y
sobreviviendo con lo necesario.

María la madre de aquel pequeño, mujer trabajadora, humilde y amorosa. Gonzalo el


padre, trabajador, con problemas de alcoholismo y mujeriego. La mamá siempre mostró
apoyo incondicional a todos sus hijos, pero el papá nunca manifestó afecto o empatía
con aquel pequeño niño, sólo lo hizo con las seis hermanas que habían además de él.
La pobreza y el desempleo era el diario vivir de esta familia, la cual deambulaba de
casa en casa alquiladas, al no tener la capacidad a la vez de pagar un arriendo y
mantener la familia que estaba conformada por mamá, papá, 6 hijas y un hijo. Sumado
a lo anterior la violencia intrafamiliar que se vivía a causa de los problemas de
alcoholismo del padre, hacían cada día más complicada la situación.

Al ser de una familia de escasos recursos, además de numerosa, el ingreso al sistema


educativo fue un poco difícil, pues el dinero que había no alcanzaba para cubrir la
totalidad de lo requerido en la escuela, gracias al apoyo de las docentes que allí
laboraban, quienes gestionaban con fundaciones y cajas de compensación para que
sus estudiantes no desertaran y salieran adelante, en dicha institución y con un sin
número de situaciones familiares, se logró aprobar la primaria.

Al llegar la secundaria, conocer nuevas personas y despertar en la conciencia de la


verdadera realidad, al ver tantos compañeros con recursos, dinero y que sencillamente
no sabían que era lo que se sentía al acostarse a dormir en ocasiones sin comer. A raíz
de lo anterior se inicia un cambio en los esquemas de mentalidad, en pensar que en
algún momento de la vida se podría presentar la oportunidad de cambiar ese estilo de
vida de pobreza, por uno donde se logre uno mejor que garantice la supervivencia y
bienestar de toda la familia.

Fue así como aquel niño, ya hecho adolescente se esmeró por obtener las mejores
calificaciones en cada uno de los grados de secundaria, para el día de su graduación
lograr obtener un estímulo adicional como lo fue ganarse la beca para estudiar los dos
años adicionales de formación en la Escuela Normal Superior y así obtener el título de
Normalista Superior. Al poseer un título con el cual podía trabajar, se presentó al
concurso docente y lo aprobó sin complicación, obteniendo así estabilidad laboral y
mejoramiento de la calidad de vida de sí mismo y su familia. Hoy ya es Licenciado en
ciencias sociales y continua su formación, sin olvidar siempre de donde viene y las
dificultades que afrontó para llegar a donde hoy está.

Al pasar de los años la sociedad negaba la idea de que un pequeño de familia pobre,
lograra estudiar o incluso llegara a tener un empleo estable. Hubo muchas voces de
rechazo, desprecio, humillación y negación; donde la mayoría coincidía con el hecho de
que “su mamá y papá son pobres, eso para que estudia”, pero la voluntad y deseo de
superación fue mayor, hoy se puede decir con orgullo que aquel pequeño con
problemas de pobreza, maltrato y desigualdad; hoy es una buena persona, docente de
profesión y que cada día mejora su calidad de vida. Además, rompió ese estigma de la
sociedad de ser conformistas y no tratar de hacer las cosas diferentes.

Un hecho importante en la vida de este joven fue el momento cuando decidió


enfrentarse a su padre, como consecuencia del constante maltrato que había sufrido su
madre, hermanas y él mismo a causa del alcoholismo que padece. El resentimiento,
desprecio y malos momentos vividos hizo que al cumplir los 16 años se enfrentara
violentamente con su padre, defendiendo a su madre y hermanas. Aquel hecho
conllevó a motivar a su madre a la separación de su padre maltratador. La acción de
resolver la situación de violencia intrafamiliar vivida con más violencia no fue la
indicada, a pesar que las razones eran suficientes para hacerlo, la estructura de respeto
de hijo a padre debía ser mayor. Se debió buscar mejores alternativas para solucionar
la situación, tales como un tratamiento para el problema de alcoholismo que padecía el
padre, acompañamiento psicológico familiar y soluciones alternativas desde hace más
tiempo que pudo tomar la madre, tal como separarse cuando hubo el maltrato o buscar
ayuda ante las autoridades.

En conclusión, vivimos en un mundo de constante cambio, donde las estructuras


sociales se modifican cada día, a partir de las circunstancias o momentos que se vivan
en cada contexto. Somos seres protagonistas de nuestra propia realidad, capaces de
generar cambio, innovación, comunicadores de formas no violentas de resolver
situaciones propias o ajenas que se presentan en diferentes ambientes y que colocan
en juicio nuestra capacidad como una persona crítica, reflexiva, analítica y que siempre
se esmera por elegir deliberadamente lo correcto y hacer lo correcto.

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