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Sujeto y objeto

Se debe definir conceptualmente al sujeto y al objeto como un fenómeno, para ello los
desarticulamos, aunque esta separación es imposible. Ambas instancias se mediatizan
mutuamente
una a la otra, existe cada una, porque es su propio otro, existe solo y exclusivamente
porque es su
propio otro. Expresan la condición humana en cuanto a la lucha entre las dos, frente a lo
cual ni se
puede claudicar, a favor de la otra, ni se puede desertar o renunciar.
Al aceptar a separación entre sujeto y objeto destruiríamos esta unidad. Pero si no
realizamos diferenciación entre ambos, en lugar de unidad, se lograría el caos y la dilución.
Solo la
diversidad puede crear la unidad.
El hombre es sujeto en cuando a su proyección y participación en el objeto.
Existen dos sujetos. El sujeto trascendental, por un lado, aquel constituido a través de la
elaboración de experiencias, formas de pensar, conciencia, abstracción. Y el sujeto
concreto, por el
otro, sujeto componente del mundo empírico, mediante su función, su capacidad de generar
experiencia. El hombre empírico debe su posibilidad de convertirse en sujeto trascendental,
a su
posibilidad de generar conciencia, generación que no se vale de un pensum ya existente.
Un objeto pensado ya es sujeto. El sujeto es el cognoscente, el objeto es lo conocido. El
sujeto debe
apoderarse del objeto para llegar a ser tal y , a través el proceso que lo lleva a convertirse
en
constructor del mundo objetivo, se construye a sí mismo. Si el sujeto no se reconoce como
parte del
mundo objetivo se reduce directamente, se elimina su condición de sujeto. Si en la instancia
del
objeto estuviera ausente lo subjetivo, se convertiría en algo sin sentido, en algo inexistente.
No
existe el mundo objetivo sin el sujeto, quien debe pensarlo, nombrarlo, poseer o recrearlo,
trasmitirlo.
Cuando el hombre trascendental –metafísico- realiza aquello por lo que obtiene su
condición, genera pensamientos y categorías de pensamientos, es decir, conceptos,
trascendiendo a
su individualización, llega a ser parte de la condición universal de la existencia humana. El
poder
enfrenta la condición empírica y también la condición trascendental del sujeto. Es tan temido
por el
poder, la particularización completa como la posibilidad de su universalización. Los medios
para
evitar esto y para reiterar ininterrumpidamente situaciones empíricas –por parte del poder-
son

infinitos. El poder genera una falsa trascendencia, con la que se logra que el hombre
renuncie a su
propio camino para elaborar su propia subjetividad trascendental.
La verdad es el movimiento de atravesar una y otra vez por lo ya establecido. La verdad
objetiva es el resultado temporal, en un determinado contexto temporal y espacial, de las
búsquedas y movimientos, categorizados, conceptualizados y convertidos en un código
social. La
verdad se hace y se rehace permanentemente.

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