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Si bien el parasitismo es uno de los estilos de vida más abundante y antiguo en el

planeta, no obstante, los parásitos han sido subestimados en los estudios


ecológicos sobre la diversidad biológica y el funcionamiento de los ecosistemas a
nivel global según lo han demostrado estudios recientes. Los parásitos, por
definición, son organismos que sobreviven a expensas de otro sin causarle la
muerte. Los parásitos son una parte importantísima de la vida en el planeta.
Pueden desarrollarse en cualquier lugar, se encuentran hasta en los sitios más
inhóspitos. Prácticamente todos los taxones de seres vivos tienen algunos
parásitos entre sus filas hasta el punto que se calcula que aproximadamente la
mitad son parásitos en alguna fase de su ciclo vital; incluso existen parásitos de
otros parásitos. Aunque los virus son la esencia del parasitismo, el espectro de
parásitos es amplísimo y abarca prácticamente todos los grupos de seres vivos:
bacterias, protozoos, invertebrados, vertebrados, hongos y plantas. Durante
mucho tiempo se pensó que la selección natural actuaría favoreciendo una buena
convivencia entre el parásito y el hospedador. Sin duda, esto ha ocurrido en
muchas ocasiones: un ejemplo son las bacterias que colonizan nuestro intestino
que nos permiten digerir el alimento mientras ellas obtienen el suyo. Pero esta
relación no siempre es buena y muchas veces los parásitos son muy virulentos: es
el caso del protozoo que causa la malaria, una enfermedad conocida desde el
tiempo de los faraones y que sigue matando cada año cerca de un millón de
personas en África. Hay estudios que demuestran una relación evidente entre las
infecciones y la probabilidad de ser depredado, lo que confirma la importancia que
tienen los parásitos en las relaciones entre depredadores y presas. Del mismo
modo, las enfermedades podrían haber jugado un papel en la evolución de los
ornamentos sexuales, que indicarían a las posibles parejas que los individuos más
ornamentados o con mayor colorido tendrían una menor cantidad de parásitos y,
por tanto, gozarían de buena salud, un aspecto de suma importancia a la hora de
emparejarse. La enorme influencia de los parásitos en la evolución por selección
natural parece llegar hasta el mismo origen del sexo. Hay ejemplos que evidencian
que la reproducción sexual es beneficiosa frente a los parásitos, lo que lleva a
pensar que el sexo pudo ser una estrategia reproductiva muy importante para
luchar contra el ataque de los patógenos, hasta el punto de que tal vez no habría
sexo si no fuera por esta ventaja. Frente a cualquier ataque hay que plantearse
una estrategia de defensa, lo que nos lleva a hablar de la evolución del sistema
inmune. En el caso de los vertebrados, la respuesta inmunitaria es tan compleja
que los creacionistas opinan que se necesita un diseñador capaz de crear
semejante complejidad. Lejos de tales planteamientos, carentes de todo soporte
científico, lo cierto es que el sistema inmune ha evolucionado muy rápidamente y
es el resultado de la coevolucióngb entre patógenos y hospedadores. Una de las
características de la mayoría de los parásitos es su pequeño tamaño en relación
con el de los hospedadores.

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