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UNIDAD DIDÁCTICA

LIBROS PROFÉTICOS DEL


ANTIGUO TESTAMENTO

Mensaje Cristiano

Nº manual
Unidad 2. Libros Proféticos del Antiguo Testamento

CONTENIDOS
1. Introducción a los libros proféticos.
2. Lectura del libro de Isaías (Is 1,1 – 2,5)
3. Jeremías: la Nueva Alianza (Jr 31,31-34)
4. Ezequiel: un nuevo corazón (Ez 36,22-32)

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Unidad 2. Libros Proféticos del Antiguo Testamento

RESUMEN

En este tema presentamos el género literario propio de la literatura profética del Antiguo Testamento
(el rîb). Mostramos los tipos de rîb, el significado de las imágenes que emplea, su estructura y
significación teológica. Finalmente, aplicamos estas cuestiones generales al estudio del contenido de
tres profetas particularmente importantes: Isaías, Jeremías y Ezequiel.

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Mensaje Cristiano

BIBLIOGRAFÍA

Sagrada Biblia, versión oficial de la CEE, BAC, Madrid 2012.

Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación de Editores del Catecismo, Madrid 1992.

YOUCAT, Catecismo joven de la Iglesia Católica, Ediciones Encuentro, Madrid 2011.

S. Ausín, La Ley y el hombre en el Antiguo Testamento. Reflexiones en torno al Decálogo,


enÉtica y Teología ante la crisis contemporánea, Eunsa, Pamplona, 1978, 323 337; La
tradición del Éxodo en los profetas, en Biblia y Hermenéutica, Eunsa, Pamplona 1986, 423
438; La composición del Pentateuco. Estado actual de la investigación crítica, en “Scripta
Theologica” 23 (1991) 171 183; La tradición de Jacob en Oseas 12, en “Estudios Bíblicos”
49 (1991) 5 23; La promesa y la Alianza. El Pentateuco en los estudios recientes, en La
Palabra escrita y Jesucristo, su Verbo Eterno, Memorias, Bogotá 1994, 86-99.

J.P. Bagot & J. Dubs, Para leer la Biblia, Verbo Divino, Navarra 1998.

J. Blenkinsopp, El Pentateuco. Introducción a los cinco primeros libros de la Biblia, Verbo


Divino, Estella, 1999.

E. Charpentier, Para leer el Antiguo Testamento, Verbo Divino, Navarra 1992.

F. García López, El Pentateuco, Verbo Divino, Estella, 2003; El Deuteronomio, una ley
predicada, Verbo Divino, Estella, 1989; De la antigua a la nueva crítica literaria del
Pentateuco, en “Estudios Bíblicos” 52 (1994) 7-35.

J. González Echegaray, El creciente fértil y la Biblia, Verbo divino, Estella, 1991


P. GRELOT, Sentido cristiano del Antiguo Testamento, Desclée de Brouwer, Bilbao, 19952
F. VARO, El marco histórico del Antiguo Testamento. Perspectivas actuales, en “Scripta
Theologica” 27,3 (1995) 751-788; Dios entra en la historia. La Revelación, en J. Chapa
(ed.),Historia de los hombres y acciones de Dios. La historia de la salvación en la Biblia,
Rialp, Madrid, 2000, 17-32; Exégesis bíblica, teología y formación en la fe, en J. Chapa
(ed.), Signum et testimonium, Eunsa, Pamplona, 2003, 235-255.

J. Loza, La dignidad y responsabilidad del hombre: perspectivas del Antiguo Testamento, en J.


Mª Casciaro y otros (ed.), Esperanza del hombre y revelación bíblica, Eunsa, Pamplona,
1996, 45-66.

J. Monforte, Conocer la Biblia, Rialp, Madrid 2009.

M. A. Tábet, Introducción al Antiguo Testamento. I. Pentateuco y Libros Históricos, Palabra,


Madrid, 2004.

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Unidad 2. Libros Proféticos del Antiguo Testamento

F. Varo, Naturaleza, trabajo y dignidad del hombre. Gen 2, 4b-6 y su inserción en el canon
judío,en J. Mª Casciaro y otros (ed.), Esperanza del hombre y revelación bíblica, Eunsa,
Pamplona, 1996, 333-350; El libro de los Números en la reflexión teológica sobre la Iglesia,
en J. R. Villar (ed.), Communio et Sacramentum, Servicio de Publicaciones de la Universidad
de Navarra, Pamplona, 2003, 311-329.

F. Varo, La “Historia del pueblo de Dios” en el Antiguo Testamento, en J. I. SARANYANA y otros


(dir.), Qué es la Historia de la Iglesia, Eunsa, Pamplona, 1996, 707-724.

J.L. Vázquez, Las religiones del libro (Judaísmo, Cristianismo e Islam), San Pablo, Madrid 2002.

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Introducción a los libros proféticos

El concepto de profeta

Los libros proféticos de la Biblia lo forman los libros de los XII profetas menores, Isaías,
Jeremías, Baruc (Baruc 1-5), Lamentaciones, Carta de Jeremías (Baruc 6), Ezequiel, Daniel,
Susana (Dn 13), Bel y el dragón (Dn 14). De ellos, Baruc, la Carta de Jeremías, Daniel, Susana y
Bel y el dragón son deuterocanónicos. El resto son protocanónicos.

Hay que decir que en la Escritura judía hay que añadir a los protocanónicos: Jos, Jue, 1,2 Sam y
1,2 Re, que para nosotros son libros históricos.

El Antiguo Testamento apela de varias maneras a los profetas:

1. En 1Sam 9,6-11 se usa el nombre varón de Dios (ish elohîm) en 76 ocasiones, vidente
(ro’eh) en 11 ocasiones y profeta (nabî) en 310 ocasiones.
2. En 1Cr 29,29, se refiere a Samuel como ro’eh, a Natán como nabî e introduce un
nombre nuevo, visionario (hozeh), que usa 16 veces.

Los apelativos ro’eh o hozeh, usados pocas veces, la mayor parte de las cuales están en los
profetas menores, subrayan la función del profeta de conocer cosas ocultas. Por su parte, el
término ish elohîm aparece sobre todo en los libros históricos y es un término muy vago. El
término más usado para referirse al profeta clásico y el que aparece más frecuentemente con
diferencia en los libros proféticos es nabî. De hecho, esta es la raíz hebrea que se traduce al
griego como προϕήτης.

La palabra nabî no identifica un personaje bueno que viene de parte de Yahveh. En efecto, al
apelativo nabî es empleado para designar malvados o falsos profetas.

El rasgo característico que va asociado a nabî es el de estar encargado de comunicar la


palabra de otro. Por ejemplo, en Ex 7,1 se dice que Aarón será el profeta de Moisés. El nabî
clásico es el encargado de comunicar la palabra de Yahveh. Por tanto, no asume un papel
meramente pasivo, sino un papel activo.

Los profetas son la voz contemporánea de Dios para su pueblo. Dios habla en las
circunstancias históricas concretas a través de los profetas. Dios muestra su propia naturaleza
incidiendo en la historia a través del juicio que hace (expresado por boca del profeta) de las
cosas que acontecen.

Verdaderos y falsos profetas

La figura del profeta es difícil de delimitar porque, por su propia naturaleza, no está ligada a
una casta específica, como la sacerdotal, o a una unción, como es el caso de los reyes. Surge
entonces la cuestión de ver si una profecía es verdadera o falsa.

El camino de comprensión acerca de las dimensiones del verdadero profeta comienza con la
división entre los reinos del Norte y del Sur. En el Sur se mantiene la dinastía davídica,

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Unidad 2. Libros Proféticos del Antiguo Testamento

mientras que en el Norte se suceden diferentes dinastías. Una de ellas es la dinastía de los
Omrí. El hijo de Omrí, Ajab, se casa con Jezabel, la hija de Et Baal, rey de los sidonios. Los
sidonios adoraban a Baal, el cual tenía sus propios profetas.

El criterio de distinción entre el verdadero y el falso profeta lo podemos leer en 1Re 18,17ss.
Jezabel ordena la matanza de los profetas de Yahveh. Sólo queda el profeta Elías. Los profetas
de Baal son 450. Elías propone un sacrificio sin fuego, de forma que cada uno invoque a su dios
y el que responda por el fuego, ese es el verdadero Dios. Se está expresando que el Dios
verdadero es el que incide en la historia, en las causas naturales y se expresa a través de
ellas.

Después, la Escritura comienza a describir la fenomenología del culto a los ídolos. En el mundo
de la idolatría abunda la idea de que dios habla a través del profeta en la medida en que la
conciencia del profeta queda anulada, lo cual puede ocurrir por medio de ciertas bebidas,
inhalación, pérdida de sangre… En el caso de los profetas de Baal, no hubo respuesta por parte
de éste. Dios actúa con y a través de las potencias naturales del profeta.

Más concretamente, podemos recoger de la Escritura algunas características de la falsa


profecía (sobre todo del libro de Jeremías):

- Profetizan con mentira (Jr 5,30-31: “Algo pasmoso y horrendo se ha dado en la tierra:
los profetas profetizan infundios, mientras los sacerdotes aplauden. Pero mi pueblo lo
prefiere así”).
- El Señor no les ha enviado (Jr 23,21: “Yo no envié a esos profetas, pero ellos corrieron;
tampoco les hablé, pero ellos profetizaron”).
- El origen de la falsa profecía es el delirio del corazón, las fantasías, los sueños… (Jr
14,14: “Me respondió Yahveh: Mentira profetizan esos profetas en mi nombre. Yo no
los he enviado ni dado instrucciones, ni les he hablado. Visión mentirosa, augurio fútil
y delirio de sus corazones os dan por profecía”).
- Consecuencias de sus profecías:
 Confirman al que camina en pecado (Jr 23,17: “Dicen a los que me desprecian:
Yahveh dice: Paz tendréis. Y a todo el que se conduce con corazón obstinado:
No os sucederá nada malo”).
 Hacen errar al pueblo (Jr 23,13: “En los profetas de Samaría he observado una
locura: profetizaban por Baal y hacían errar a mi pueblo Israel”).
 Provocan rebelión contra el Señor (Jr 28,16: “Por eso esto dice Yahveh: He
decidido arrojarte de la faz de la tierra. Este año morirás (por haber predicado
rebelión contra Yahveh)”).
 Hacen olvidar el nombre de Yahveh (Jr 23,27: “¿esos que piensan hacer
olvidarse a mi pueblo de ni Nombre por los sueños que se cuentan cada cual a
su vecino, como olvidaron sus padres mi nombre por Baal?”).

- Contenido de las profecías:


 Vanas esperanzas y falsas seguridades (Jr 6,14: “Han curado la llaga de mi
pueblo por encima, predicando paz cuando en realidad no había paz”).

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La literatura profética

La literatura profética nace en el siglo VIII a.C. Israel está dividida en dos reinos: el Norte
(Israel, diez tribus, no sigue la línea davídica) y el Sur (Judá, dos tribus, se sigue la línea
davídica). Oseas y Amós son los primeros profetas del Norte y Miqueas e Isaías los primeros
del Sur. Esta división dura dos siglos enteros. En el reino del Norte penetran los cultos
idolátricos, fruto de las relaciones con Fenicia que se van estableciendo por las diversas
dinastías que se suceden en el poder. Esta situación de culto idolátrico es denunciada por los
profetas.

Además, el siglo VIII es un siglo de gran crecimiento económico, que no redunda en una justa
distribución de la riqueza. Comienza una época de desigualdad entre los israelitas, lo cual va
en contra del elemento de cohesión que los ha unido desde la liberación de Egipto: la
conciencia de ser pueblo elegido, “comprado” por Dios. Los profetas también denuncian esta
tendencia, siendo el primero de ellos el profeta Amós.

Políticamente, el dominio del concierto internacional corresponde a Asiria, que ejerce un


control muy agresivo de sus territorios. Su rival potencial es Egipto. De este modo, Israel se
divide entre quienes prefieren la estabilidad del sometimiento a Asiria (pese a la presión, los
impuestos,…) y quienes abogan por la rebelión mediante una alianza con Egipto, de cuya
tiranía huyeron en otro momento. Oseas utiliza la imagen esponsal para explicar que Israel es
como la mujer adúltera que quiere refugiarse en otros brazos pese a todos los beneficios que
el marido le ha proporcionado.

La literatura profética utiliza principalmente el género literario Rîb. El rîb es un discurso de


denuncia de los males realizados por el pueblo que utiliza vocabulario e imágenes de los
procedimientos jurídico-penales (pleitear,…). No se trata exactamente del proceso penal que
nosotros conocemos (mishpat), en el que hay un juez que hace de árbitro entre dos partes. En
el rîb la acusación no se dirige a un juez, sino directamente la víctima al acusado. Es un sistema
bilateral. El contexto vital propio de este género es el contexto familiar, por ejemplo la
relación entre padre e hijo (rîb paterno-filial) o entre el varón y la mujer (rîb esponsal). En
todos ellos, se usa esta imagen para expresar las relaciones entre Yahveh y su pueblo. Yahveh
es la parte ofendida (el padre o el marido) e Israel de hijo rebelde o de esposa adúltera.

Lo que domina en esta imagen es la alteridad: se trata de dos seres diferentes y dos seres
libres. Pero la relación que se establece entre ellos no es paritaria. Esto se expresa mediante la
diferencia de derechos y deberes entre el marido y la mujer o entre el padre y el hijo. La
asimetría es manifiesta: el segundo debe seguir y obedecer al primero y el primero debe
defender y proteger, sustentar y alimentar al segundo. Además, el rîb esponsal lleva consigo la
idea de exclusividad. Para la mentalidad de Israel, el matrimonio supone una propiedad en
exclusiva. Por eso se emplea la terminología de la compra.

Lectura del libro de Isaías (Is 1,1 – 2,5)

Primera requisitoria (Is 1, 2-9): abandono de Yahveh y consecuencias

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Estamos ante un rîb familiar. Yahveh es el padre, Israel es el hijo. La acusación del padre al hijo
es de rebelión (Is 1,2b: “Hijos crie y saqué adelante, pero ellos se rebelaron contra mí”). Tal
acusación ocurre tras la convocatoria de testigos, lo cual es muy habitual (Is 1,2a: “Oíd, cielos;
escucha, tierra, que habla Yahveh”).

La rebeldía supone un rechazo de la filiación en cuanto vínculo jurídico y, más aún, afectivo.
Obsérvese que a la hora de hablar de filiación dice “hijos crie” y no “hijos di a luz”. En efecto,
Dios da a luz toda la creación. La filiación de Israel es adoptiva, en el sentido de que responde a
una elección singular posterior al dar a luz.

En el versículo 3 encontramos la imagen sapiencial: “Conoce el buey a su dueño y el asno el


pesebre de su amo; Israel no conoce, mi pueblo no discierne”. Estos animales, que son tontos,
sin embargo, conocen quién les da de comer. En cambio, Israel no conoce (signo de la
irracionalidad del pecado de abandonar a Dios). Esta irracionalidad que sufre Israel es
culpable, como queda manifestado en el versículo 4: “gente pecadora, pueblo tarado de culpa,
semilla de malvados, hijos de perdición”. Han vuelto la espalda a Dios, en un gesto contrario a
la conversión, de manera culpable y no por desconocimiento o engaño.

En Is 1,5-8 habla de las consecuencias de la rebelión de Israel. Del nivel figurado de la


metáfora (Is 1,5a: “¿Dónde golpearos ya, rebeldes contumaces?”) pasa al nivel real (Is 1,7:
“Vuestra tierra está desolada, vuestras ciudades, calcinadas; vuestros campos, ante vosotros,
se los comen extranjeros; todo ha quedado en desolación, como devastación de extranjeros.”).
Puede estar haciendo referencia a la invasión asiria o a la guerra siro-efraimita.

Israel interviene por primera vez en Is 1,9: “De no habernos dejado Yahveh Sebaot un residuo
minúsculo, como Sodoma seríamos, a Gomorra nos pareceríamos”. El residuo minúsculo o
resto (sarîd o she’ar) es una figura específica de Isaías. Dios no hará perecer a todo Israel, sino
que dejará un resto del que brotará el nuevo Israel. Isaías apela a este resto como semilla
santa (Is 4, 2-3; 6,13; 10,20-22) o como raíz de Jesé, recogida de entre las naciones (Is 11,10-
16). Pablo retoma esta imagen en Rm 9, 27-29. En Rm 11,5 identifica este resto con la Iglesia:
“Pues bien, del mismo modo, también ahora subsiste un resto elegido por gracia”.

Segunda requisitoria (Is 1,10-20): contra el culto vacío y llamada a la conversión

El vínculo de unión con la requisitoria anterior es la imagen de Sodoma y Gomorra. Dios


interviene identificando ciertamente a Israel con Sodoma y Gomorra en cuanto a su vida
moral (Is 1,10: “Escuchad la palabra de Yahveh, regidores de Sodoma; oíd la instrucción de
nuestro Dios, pueblo de Gomorra.”).

Dios rechaza el culto de Israel. Es un rechazo que cubre exhaustivamente todas las acciones
cúlticas: holocausto, novilunio, sábado, solemnidades. Pero no es un rechazo de la naturaleza
del culto, sino de la vacuidad del culto que hace Israel. Usa el verbo “estar saciado”, lo que
muestra que no hay un rechazo radical de la naturaleza del alimento, sino que se está
manifestando hartazgo.

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Al final del versículo 15 se expresa el origen de este rechazo: “Vuestras manos están llenas de
sangre”. Lo que provoca el rechazo de Dios no es el culto material, sino la falta de limpieza de
corazón del oferente. Este deseo de pureza interior de corazón del oferente es manifestada en
Mt 5 23-24: “Entonces, si al momento de presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas de que
tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a
reconciliarte con tu hermano. Luego vuelves y presentas tu ofrenda.”

A partir del versículo 16 se lleva a cabo la primera llamada a la conversión que realiza Isaías (Is
1,16-17: “Lavaos, purificaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer
el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia
al huérfano, abogad por la viuda”.

- Se pide reconocer que la ofrenda no es adecuada porque el corazón no es puro. Este


reconocimiento redunda en una disposición de cambio. Una vez dada esa disposición,
se está en condiciones de hablar con Dios (Is 1,18a: “ Venid, pues, y disputemos”).
- Ese cambio que Dios pide no es fruto de las fuerzas mismas de Israel. El cambio es don
de Dios (Is 1,18b: “Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve
blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán”).
- Dios renueva su oferta de salvación (Is 1,19-20: “Si aceptáis obedecer, lo bueno de la
tierra comeréis; pero si rehusáis y os oponéis, por la espada seréis devorados. Ha
hablado la boca de Yahveh”). Esta oferta se hace en términos del Deuteronomio (Dt
11,26-28: “Mira, yo pongo hoy ante vosotros bendición y maldición: bendición si
escucháis los mandamientos de Yahveh, vuestro Dios que yo os prescribo hoy;
maldición si desoís los mandamientos de Yahveh vuestro Dios, si os apartáis del
camino que yo os marco hoy y seguís a otros dioses que no habíais conocido”).

Is 1,21-31 establece la Tercera requisitoria: contra Jerusalén. No lo detallaremos, porque


recoge los mismos elementos teológicos que la segunda.

Oráculo de salvación (Is 2,1-5)

El oráculo de salvación brota sin solución de continuidad de los oráculos de condena


precedentes. En el versículo 1 lo presenta como una “visión”. Es, por tanto, una profecía de
algo que se va a realizar. No es, por tanto, un sueño o una utopía (Is 2,2a: “Sucederá en los
días futuros (…)”).

La visión, dice en Is 2,1, es “tocante a Judá y Jerusalén”. Se está queriendo expresar que la
salvación viene de Judá y Jerusalén, por tanto de la casa de David, es decir, del núcleo íntimo
del judaísmo.

Is 2,2: “El monte de la Casa de Yahveh está asentado en la cima de los montes y se alzará por
encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones”. Hace referencia a un Templo nuevo,
por encima de todos los pueblos y hacia el que confluirán todas las gentes. En 1Re 8,12-53
podemos leer la consagración del Templo por Salomón. El Templo es tenido por el lugar de la
presencia de Yahveh, por eso Salomón implora que Dios habite el Templo. Es en virtud del

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Templo que Sión se establecerá en la cima de los montes y es a causa de la presencia de


Yahveh en el templo que confluirán las naciones dispersadas en Babel a causa de la
disposición del hombre de ser como Dios (en referencia al pecado, Gn 11,1-9). Isaías anuncia
un Templo nuevo, definitivo, que congregará a todos (por tanto, de carácter universal) y que,
por tanto, vencerá al pecado, origen de la dispersión.

Los apóstoles de Jesús reconocen el cumplimiento de la profecía de Is 2 en Pentecostés (Hch


2,1-12): en Cristo confluyen todas las naciones, lo que se expresa diciendo que hablarán una
sola lengua.

La manera en que los límites de Israel se ensancharán aglutinando a todas las naciones en
torno a Yahve es explicada en Is 2,3: “Acudirán pueblos numerosos. Dirán: ‘Venid, subamos al
monte de Yahveh, a la casa del Dios de Jacob, para que Él nos enseñe sus caminos y nosotros
sigamos sus senderos, pues de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra de Yahveh”. Se está
manifestando un doble movimiento:

- Movimiento centrífugo: del núcleo, de Jerusalén, saldrá la ley (en clara referencia al
Mesías esperado, que es reconocida como Cristo en Pentecostés).
- Movimiento centrípeto: esa ley es la razón de la confluencia de los pueblos.

A partir del versículo 4 se describen las características del Mesías. El Mesías tiene un papel de
Juez (Is 2,3-4) entre las naciones. Juzga con justicia a los débiles y sentencia con rectitud a los
poderosos. En Hch 17,31 se muestra la Resurrección como la garantía de que Cristo es Juez
(“porque ha fijado el día en que va a juzgar al mundo según justicia, por medio del hombre que
ha destinado y del que ha dado garantía ante todos al resucitarlo de entre los muertos”).

Del Mesías también se espera la proclamación de la paz (Is 2,4: “(…) Forjarán de sus espadas
azadones y de sus lanzas podaderas. No levantará la espada pueblo contra pueblo, ni se
ejercitarán más para la guerra”). La proclamación de la paz debe entenderse como el fin del
pecado que, como explicó antes el profeta, es la causa de los conflictos.

Al final del oráculo se invita al mismo Israel a incorporarse a este nuevo pueblo reunido en
torno al Templo nuevo y definitivo, porque él mismo tiene aún camino que recorrer (Is 2,5:
“Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz de Yahveh”).

Jeremías: la nueva alianza (Jr 31,31-34)

Contexto histórico

Jeremías comienza su predicación en el año 627 a.C. (con el reinado de Josías) y termina en
587 a.C. (con la gran deportación a Babilonia). Jeremías es el actor protagonista de la reforma
religiosa llevada a cabo por Josías durante su reinado tras el descubrimiento del royo de la ley
en el Templo. Durante este reinado de Josías ocurren hechos significativos para la historia de
Israel: la caída del reino del Norte, las caídas de Asur y Nínive (614 y 612, respectivamente) y el
triunfo de Babilonia sobre Asiria y finalmente la primera deportación a Babilonia en 597 y el
exilio definitivo en 587.

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La Nueva Alianza (Jr 31,31-34)

En Jr 31,31-32 se explican los contenidos de la Antigua Alianza, aunque sin emplear este
nombre (pero se entiende, porque también habla de Nueva Alianza):

Van a llegar días – oráculo de Yahveh – en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa
de Judá) una nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando los tomé
de la mano para sacarlos de Egipto, pues ellos rompieron mi alianza y Yo hice estrago en
ellos – oráculo de Yahveh –.

Claramente, se trata de un oráculo profético, lanzado al futuro (“vienen días…”). Por otra
parte, es la primera vez que aparece en la Biblia el adjetivo “nueva” aplicado a “alianza”. Esta
novedad que anuncia en Jr 31,31 remite a Jr 31,22: “¿Hasta cuándo darás rodeos, díscola
muchacha? Pues Yahveh ha creado una novedad en el país: la mujer rondará al varón”. La
novedad que se está indicando es, por tanto, la fidelidad del pueblo a Yahveh. El tema de la
novedad es recurrente en la literatura profética. Isaías habla de la nueva creación (Is 43,18-19:
“(…) he aquí que yo creo algo nuevo (…)”; Is 65,17-18: “He aquí que yo creo un cielo nuevo y
una tierra nueva (…)”); Ezequiel habla del corazón y espíritu nuevos (Ez 36,24ss: “(…) y os daré
un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo”).

Hasta ahora, en la historia de Israel, la infidelidad del pueblo se ha traducido en ruptura de la


alianza, a la que se ha vuelto con la conversión de la fidelidad de Israel. Por ejemplo, la
reforma de Josías es una reforma desde dentro de la ley. Jeremías empieza a comprender que
hay algo en el mismo corazón de Israel que no funciona, lo que exige una alianza nueva, más
profunda.

En la descripción de la alianza antigua encontramos el rîb más corto de la Biblia: “cuando les
tomé de la mano para sacarlos de Egipto, ellos rompieron mi alianza y yo hice estragos con
ellos”. Encontramos tres partes:

- Tiempo fundacional, inicial u original: “cuando les tomé de la mano para sacarlos de
Egipto”. Expresa el tiempo de la fidelidad, del amor. La expresión “Tomar de la mano”
indica la acción de Dios de sostener a Israel en el tiempo de esclavitud en Egipto.
- Tiempo de la historia o momento de infidelidad: “ellos rompieron mi alianza”. Ese
“mi”, referido a la alianza, indica que Israel no acaba de hacerla suya.
- Tiempo presente o momento del castigo divino: “y Yo hice estrago en ellos”. El
profeta ve en la ruptura con Dios el origen, culpable, de todas sus desgracias externas.
Los contenidos de la Nueva Alianza son explicados en Jr 31,33-34:

Sino que esta será la alianza que Yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días –
oráculo de Yahveh –: pondré mi ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré
su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que adoctrinarse entre sí, unos a otros
diciendo: “Conoced a Yahveh”, pues todos ellos me conocerán, del más chico al más grande
– oráculo de Yahveh –, cuando perdone su culpa y de mi pecado no vuelva a acordarme.

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Extraemos tres características fundamentales de la Nueva Alianza, en paralelo con los tres
momentos del rîb:

- La escritura de la ley en el corazón. Dios sabe que la ley no acaba de anidar en el


corazón del pueblo. La ley, escrita en piedra, debe ahora ser profundamente
interiorizada para que no haya fractura entre la ley (el deseo de Dios) y el deseo del
corazón del hombre. Se trata de conformar la voluntad a la voluntad de Dios, lo cual
es, a su vez, don de Dios (“pondré mi ley en su interior”).
- Conocimiento de Dios. Al contrario de lo que sucedía en la antigua, la Nueva Alianza
traerá consigo un conocimiento profundo de Dios (“Ya no tendrán que adoctrinarse
entre sí, unos a otros diciendo: “Conoced a Yahveh”, pues todos ellos me conocerán”).
Antes, el conocimiento de Dios obligaba al adoctrinamiento, a la enseñanza. La Nueva
Alianza, en su carácter performativo, da el conocimiento desde el principio. Ya no está
caracterizada por la mediación humana: es don de Dios. Ese conocimiento es, además,
universal, como se pone de manifiesto en la expresión “del más chico al más grande”,
que indica independencia del estrato social y del conocimiento de la ley.
- Perdón. Es una iniciativa divina con carácter gratuito (“cuando perdone su culpa y de
su pecado no vuelva a acordarme”). Se está manifestando que este perdón mueve a la
acción del pueblo, pues exige una respuesta acerca de su acogimiento. El acto de
verdadera creación nueva es este perdón gratuito que transforma a la persona que
lo acoge.

Ezequiel: un nuevo corazón (Ez 36,22-32)

Contexto histórico

En Ez 1,1-3 se sitúa históricamente la predicación de Ezequiel: tiene lugar en el año quinto de


la primera deportación (año 593 a.C.). Él mismo dice encontrarse entre los deportados. El
oráculo de salvación objeto de nuestro estudio (Ez 36) se refiere a la caída de Jerusalén
mientras parte del pueblo está en la primera deportación. En Ez 36,16-21 se explica el pecado
de Israel y su consecuencia: la dispersión por las naciones. Se explica, además, que esta
dispersión tiene como consecuencia la profanación del nombre de Yahveh, pues las
diferentes naciones ligan la grandeza de Dios a la grandeza del pueblo correspondiente.

Un corazón nuevo (Ez 36,22-32)

En Ez 36,22-23 se explica la motivación del oráculo:

Por tanto, di a la casa de Israel: Así ha dicho Yahveh: No lo hago por vosotros, casa de Israel,
sino por causa de mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las naciones adonde
habéis llegado. Y santificaré mi gran nombre, profanado entre las naciones, el cual
profanasteis vosotros en medio de ellas; y sabrán las naciones que yo soy Yahveh – oráculo
de Yahveh –, cuando me sirva de vosotros para manifestar mi santidad.

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Yahveh se ha ligado de tal forma a Israel que el destierro de Israel supone la profanación del
nombre de Yahveh y, por tanto, su descrédito. La intención, por tanto, es hacer algo nuevo
para que todas las naciones lo reconozcan como Dios, para que todos lo reconozcan como
Dios. Dice también que esta novedad está mediada por los hombres (“cuando me sirva de
vosotros para manifestar mi santidad”). En último término, se está preparando la dinámica de
la Encarnación.

La nueva creación es explicada en Ez 36,24-28:


24
Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro
suelo.

Esta es la primera de las acciones y condición necesaria para empezar a hacer el resto:
devolver al pueblo a su tierra (restituir el orden natural). Se consigue con la victoria persa y el
posterior edicto de Ciro. Pero no basta con esto. Dios sabe que el pueblo volverá a caer en las
viejas inclinaciones, de modo que debe crear algo nuevo para que no se repita la historia
antigua.
25
Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas
vuestras basuras os voy a purificar.

Una vez en la propia tierra, comienzan tres grandes acciones de recreación:

1. Lava al pueblo de su culpa. El término “basura” se liga a la idolatría. Como se verá


después, esta purificación no deja intacto el carácter externo de la ley, sino que
constituye un verdadero cambio ontológico.
26
Y os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; quitaré de vuestra carne un
corazón de piedra y os daré un corazón de carne.

2. Un corazón nuevo y un espíritu nuevo. La limpieza anterior no es una justificación


externa que deja igual a la persona, sino que cambia la mente y el corazón, la misma
naturaleza del pueblo. Consiste en la interiorización de la ley. Se juega con la
contraposición entre piedra y carne. La piedra es lo esclerotizado, incapaz de afecto. La
ley, escrita hasta ahora en tablas de piedra, pasará a estar escrita en el corazón (Jr
31).
28
Y habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré
vuestro Dios.

3. Se obrará el milagro de hacer que el pueblo se conduzca según los preceptos de


Yahveh. Ocurrirá en virtud del corazón nuevo / espíritu nuevo que habitará en el
hombre.
En Tito 3,3-6 se muestra la conciencia clara de que el Bautismo impetra en nosotros el nuevo
corazón del que habla Ezequiel:

Porque nosotros también en otro tiempo éramos necios, desobedientes, extraviados,


esclavos de deleites y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y
odiándonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y
su amor hacia la humanidad, Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos

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Unidad 2. Libros Proféticos del Antiguo Testamento

hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del Bautismo de la regeneración y la


renovación por el Espíritu Santo, que El derramó sobre nosotros abundantemente por medio
de Jesucristo nuestro Salvado.

El oráculo de salvación continúa explicando los signos de la promesa de fecundidad: la


prosperidad.
29
Os salvaré de todas vuestras impurezas, llamaré al trigo y lo multiplicaré y no os someteré
más al hambre. 30Multiplicaré los frutos de los árboles y los productos de los campos para
que no sufráis más el oprobio del hambre entre las naciones.

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