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QUÉ ES EL RACIONALISMO
3.1.a. Ciencia y opiniones
Me convencí de que realmente no tendría justificación (...) reformar el cuerpo de las ciencias o el orden establecido en las escuelas para enseñarlas; pero que,
respecto de todas las opiniones que yo había recibido hasta entonces en mi creencia, no podía hacer nada mejor que acometer de una vez la tarea de eliminarlas, a
fin de poner en su lugar después, o bien otras mejores, o bien las mismas cuando las hubiere ajustado al nivel de la razón. Y creí firmemente que, por este medio,
lograría conducir mi vida mucho mejor que limitándome a construir sobre viejos cimientos y apoyándome solamente en principios que me había dejado inculcar en
mi juventud sin haber examinado nunca si eran verdaderos.[...] Habiendo aprendido desde el colegio que no se puede imaginar nada tan peregrino y poco creíble
que no haya sido dicho por algún filósofo; y después, viajando, al reconocer que todos los que tienen sentimientos muy contrarios a los nuestros, no por eso son
bárbaros ni salvajes, antes bien, muchos usan de razón tanto o más que nosotros; y habiendo considerado cómo un mismo hombre, con su mismo espíritu, de haber
sido criado desde su infancia entre franceses o alemanes, resulta diferente de lo que sería si hubiese vivido entre chinos o caníbales; y cómo, aun en las modas de
nuestros trajes, lo mismo que nos gustó hace diez años -que acaso no tarde diez años en gustarnos de nuevo-, nos parece ahora extravagante y ridículo: de suerte
que sin disputa es la costumbre y el ejemplo lo que nos persuade, más que un conocimiento cierto, y, no obstante, la pluralidad de votos no es una prueba que valga
nada para las verdades un poco incómodas de descubrir, porque es mucho más verosímil que las haya encontrado un solo hombre que todo un pueblo: yo no podía
elegir a nadie cuyas opiniones me parecieran deber ser preferidas a las de los demás, y me encontré como obligado a decidirme a guiarme por mí mismo.
Descartes, R.: Discurso del método, Buenos Aires, Editorial Losada, 1966, p. 42.
Trabajo práctico 1. Identifique los datos que acompañan el fragmento que va a leer: autor, obra de la que fue extraído, título que hemos dado al fragmento en la
presente selección, notas aclaratorias. 2. Lea atentamente el texto con sus notas y señale en él aspectos que considere importantes así como aspectos que considere
oscuros. 3. Cada texto tiene una estructura propia e identificable. En el caso de este texto, Descartes: a) se propone un objetivo; b) menciona el motivo por el cual
se propone tal objetivo; c) rechaza algunos caminos para alcanzar dicho objetivo; d) concluye cuál será el camino más adecuado. Identifique en el texto cada uno
de estos momentos e indíquelos. 4. Lea la guía de preguntas y, sin responderla, identifique en el texto frases o párrafos que puedan ayudarlo a responder la guía. 5.
Ahora es el momento de discutir con el docente las dificultades y los conceptos señalados en el texto. 6. Finalmente, arme las respuestas al punto 3. y a la guía de
preguntas. Comience por transcribir los fragmentos señalados y luego explíquelos en función de lo trabajado en la clase. Tenga en cuenta, también, que el manual
de Introducción a la filosofía puede ayudarlo en la redacción de sus respuestas. Apele a él indicándolo debidamente.
Guía de preguntas (1) Relacione y diferencie los conceptos de opinión y razón. (2) ¿Qué se propone hacer Descartes con las opiniones que había aceptado hasta
entonces? (3) ¿Cuál/es es/son las fuentes posibles de las opiniones? (4) ¿Cuál es el rasgo de las opiniones que motivan la tarea que se propone (según su respuesta
a la pregunta (2))? (5) ¿Por qué "la pluralidad de votos no es una prueba que valga nada para las verdades un poco incómodas de descubrir"? (6) ¿Usted está de
acuerdo con la afirmación: "es la costumbre y el ejemplo lo que nos persuade, más que un conocimiento cierto"? Fundamente. (7) ¿Por qué dice Descartes que se
encontró "obligado a decidirme a guiarme por mí mismo"? (8) ¿Cuál es la fuente de las «opiniones aceptables»? ¿Cómo denominaría estas «opiniones
aceptables»?
3.1.b. Duda, verdad y criterio de verdad
Como ahora sólo deseaba dedicarme a la investigación de la verdad, pensé que era preciso que (...) rechazara como absolutamente falso todo aquello en que
pudiera imaginar la menor duda, a fin de ver si después de eso no quedaría algo en mi creencia que fuera completamente indudable.
[...] Considerando que todos los mismos pensamientos que tenemos estando despiertos nos pueden venir también cuando dormimos, sin que haya entonces
ninguno que sea verdadero, me resolví a fingir que todo lo que alguna vez me había penetrado en el espíritu no era más verdadero que las ilusiones de mis sueños.
Mas inmediatamente después me fijé en que, mientras yo quería pensar así que todo era falso, era preciso que yo, que lo pensaba, fuera algo. Y advirtiendo que
esta verdad: yo pienso, luego yo soy, era tan firme y segura que no podían conmoverla todas las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que
podía admitirla sin escrúpulo como primer principio de la filosofía que yo buscaba.
Luego, examinando con atención lo que era, y viendo que podía fingir que no tenía cuerpo y que no hay mundo, ni lugar donde yo estuviera, mas que no podía
fingir por eso que yo no fuera y que, por el contrario, del hecho mismo de que yo pensara en dudar de la verdad de lo demás, se seguía muy evidentemente que yo
era, en lugar de que, si solamente hubiese cesado de pensar, aunque todo el resto de lo que alguna vez hubiera imaginado hubiese sido verdadero, yo no tenía razón
alguna para creer que hubiese existido, conocí de ahí que era una substancia cuya total esencia o naturaleza no es sino pensar y que, para ser no necesita lugar
alguno ni depende de cosa material alguna. De suerte que ese yo, es decir, el alma por la cual soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo, y aun que es más
fácil de conocer que él que, aun en el caso de que él no fuera, ella no dejaría de ser todo lo que ella es.
Después de esto, consideré en general lo que se requiere de una proposición para que sea verdadera y cierta, pues como acababa de hallar una que sabía que lo era,
pensé que también debía saber en qué consiste esta certidumbre. Y habiendo observado que en eso: yo pienso, luego yo soy, no hay nada que me asegure que digo
la verdad, sino que veo muy claramente que para pensar es preciso ser, juzgué que podía tomar como regla general que las cosas que concebimos muy clara y
distintamente, son todas verdaderas; pero que hay sólo alguna dificultad para observar bien cuáles son las que concebimos distintamente. Descartes, René:
Discurso del método, traducción de J. Rovira Armengol, Buenos Aires, Editorial Losada, 4ta. edición, 1966, pp. 65-7.
Trabajo práctico 1. Identifique los datos que acompañan el fragmento que va a leer: autor, obra de la que fue extraído, título que hemos dado al fragmento en la
presente selección, notas aclaratorias. 2. Lea atentamente el texto con sus notas y señale en él aspectos que considere importantes así como aspectos que considere
oscuros. 3. Cada texto tiene una estructura propia e identificable. En el caso de este texto, Descartes: a) se propone un objetivo y aclara cuál será el mejor camino
para alcanzarlo; b) relata el camino seguido; c) arriba a un punto que considera firme; d) hace una breve justificación de por qué es un punto firme; e) hace un
breve análisis del mismo; f) hace un breve análisis del concepto de verdad. Identifique en el texto cada uno de estos momentos e indíquelos. 4. Lea la guía de
preguntas y, sin responderla, identifique en el texto frases o párrafos que puedan ayudarlo a responder la guía. 5. Ahora es el momento de discutir con el docente
las dificultades y los conceptos señalados en el texto. 6. Finalmente, arme las respuestas al punto 3. y a la guía de preguntas. Comience por transcribir los
fragmentos señalados y luego explíquelos en función de lo trabajado en la clase. Tenga en cuenta, también, que el manual de Introducción a la filosofía puede
ayudarlo en la redacción de sus respuestas. Apele a él indicándolo debidamente.
Guía de preguntas (1) ¿Por qué rechazar «todo aquello que ofreciera la menor duda» es un camino seguro para alcanzar la verdad? (2) ¿Qué relación hay entre
duda y verdad? (3) ¿Qué argumento le permite afirmar a Descartes «es indudable que soy»? (4) ¿Cómo responde Descartes a la pregunta «¿qué soy?»? (5)
Explique el primer principio de la filosofía cartesiana. (6) ¿Qué problema le plantea a Descartes el haber encontrado una proposición verdadera? ¿Cómo lo
responde? (7) ¿Cuál es el criterio de verdad que formula Descartes?
Por último, como para empezar a reconstruir el alojamiento en donde uno habita, no basta haberlo
2 derribado y haber hecho acopio de materiales y de arquitectos, o haberse ejercitado uno mismo en la
3 arquitectura y haber trazado además cuidadosamente el diseño del nuevo edificio, sino que también
4 hay que proveerse de alguna otra habitación, en donde pasar cómodamente el tiempo que dure el
5 trabajo, así, pues, con el fin de no permanecer irresoluto en mis acciones, mientras la razón me
6 obligaba a serlo en mis juicios, y no dejar de vivir, desde luego, con la mejor ventura que pudiese,
7 hube de arreglarme una moral provisional, que no consistía sino en tres o cuatro máximas, que con
8 mucho gusto voy a comunicaros.
9 La primera fue seguir las leyes y las costumbres de mi país, conservando constantemente la religión en
10 que la gracia de Dios hizo que me instruyeran desde niño, rigiéndome en todo lo demás por las
11 opiniones más moderadas y más apartadas de todo exceso, que fuesen comúnmente admitidas en la
12 práctica por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir. Porque habiendo comenzado
13 ya a no contar para nada con las mías propias, puesto que pensaba someterlas todas a un nuevo
14 examen, estaba seguro de que no podía hacer nada mejor que seguir las de los más sensatos. Y aun
15 cuando entre los persas y los chinos hay quizá hombres tan sensatos como entre nosotros, parecíame
16 que lo más útil era acomodarme a aquellos con quienes tendría que vivir…
R. DESCARTES, Discurso del método III (traducción de Manuel García Morente)
Este (el filósofo especulativo) sigue siendo el exclusivo depositario de una ciencia que es útil a la
2 gente, aunque ésta no lo sepa, a saber, la crítica de la razón. Esa crítica, en efecto, nunca puede
3 convertirse en popular. Pero tampoco lo necesita. Pues del mismo modo que no penetran en la
4 mente del pueblo los argumentos perfectamente trabados en favor de verdades útiles, tampoco
5 llegan a ella las igualmente sutiles objeciones a dichos argumentos. Por el contrario, la escuela,
6 así como toda persona que se eleve a la especulación, acude inevitablemente a los argumentos y a
7 las objeciones. Por ello está obligada a prevenir, de una vez por todas, por medio de una rigurosa
8 investigación de los derechos de la razón especulativa, el escándalo que estallará, tarde o
9 temprano, entre el mismo pueblo, debido a las disputas sin crítica en las que se enredan
10 fatalmente los metafísicos (y, en calidad de tales, también, finalmente, los clérigos) y que falsean
11 sus propias doctrinas. Sólo a través de la crítica es posible cortar las mismas raíces del
12 materialismo, del fatalismo, del ateísmo, de la incertidumbre librepensadora, del fanatismo y la
13 superstición, todos los cuales pueden ser nocivos en general, pero también las del idealismo y del
14 escepticismo, que son más peligrosos para las escuelas y que difícilmente pueden llegar a las
15 masas.
I. KANT, Crítica de la razón pura, “Prólogo de la segunda edición”, B XXXIV- B XXXV (traducción de
Pedro Ribas)
Pues en virtud de los razonamientos que acabo de hacer, para conocer la naturaleza de Dios, hasta 2
donde la mía es capaz de conocerla, bastábame considerar todas las cosas de que hallara en mí mismo 3
alguna idea y ver si era o no perfección el poseerlas, y estaba seguro de que ninguna de las que 4
indicaban alguna imperfección está en Dios, pero todas las demás sí están en Él; así veía que la duda, 5
la inconstancia, la tristeza y otras cosas semejantes no pueden estar en Dios, puesto que mucho me 6
holgara yo de verme libre de ellas. Además, tenía yo ideas de varias cosas sensibles y corporales, pues 7
aun suponiendo que soñaba y que todo cuanto veía e imaginaba era falso, no podía negar, sin 8
embargo, que esas ideas estuvieran verdaderamente en mi pensamiento. Mas habiendo ya conocido en 9
mí muy claramente que la naturaleza inteligente es distinta de la corporal, y considerando que toda 10
composición denota dependencia, y que la dependencia es manifiestamente un defecto, juzgaba por 11
ello que no podía ser una perfección en Dios el componerse de esas dos naturalezas, y que, por 12
consiguiente, Dios no era compuesto; en cambio, si en el mundo había cuerpos, o bien algunas 13
inteligencias u otras naturalezas que no fuesen del todo perfectas, su ser debía depender del poder 14
divino, hasta el punto de no poder subsistir sin él un solo instante. 15
(R. DESCARTES, Discurso del método, Cuarta parte. Traducción de M. García Morente).
Es evidente que Adán con toda su ciencia, nunca hubiera sido capaz de demostrar que el 1
curso de la naturaleza ha de continuar siendo uniformemente el mismo, y que el futuro ha de ser 2
conformable al pasado. De lo que es posible nunca puede demostrarse que sea falso; y es posible que 3
el curso de la naturaleza pueda cambiar, puesto que podemos concebir un tal cambio. Más aún, iré 4
más lejos y afirmaré que Adán tampoco podría probar mediante argumento probable alguno, que el 5
futuro haya de ser conformable al pasado. Todos los argumentos probables están montados sobre la 6
suposición de que existe esta conformidad entre el futuro y el pasado, y, por lo tanto, nunca la 7
pueden probar. Esta conformidad es una cuestión de hecho, y si ha de ser probada, nunca admitirá 8
prueba alguna que no parta de la experiencia. Pero nuestra experiencia en el pasado no puede ser 9
prueba de nada para el futuro, sino bajo la suposición de que hay una semejanza entre ellos. Es éste, 10
por lo tanto, un punto que no puede admitir prueba en absoluto, y que damos por sentado sin prueba 11
alguna. 12
Estamos determinados sólo por la costumbre a suponer que el futuro es conformable al 13
pasado. Cuando veo una bola de billar moviéndose hacia otra, mi mente es inmediatamente llevada 14
por el hábito al usual efecto, y anticipa mi visión al concebir a la segunda bola en movimiento. No 15
hay nada en estos objetos, abstractamente considerados, e independiente de la experiencia, que me 16
lleve a formar una tal conclusión: e incluso después de haber tenido experiencia de muchos efectos 17
repetidos de este género, no hay argumento alguno que me determine a suponer que el efecto será 18
conformable a la pasada experiencia. Las fuerzas por las que operan los cuerpos son enteramente 19
desconocidas. Nosotros percibimos sólo sus cualidades sensibles; y ¿qué razón tenemos para pensar 20
que las mismas fuerzas hayan de estar siempre conectadas con las mismas cualidades sensibles? 21
No es, por lo tanto, la razón la que es la guía de la vida, sino la costumbre. Ella sola 22
determina a la mente, en toda instancia, a suponer que el futuro es conformable al pasado. Por fácil 23
que este paso pueda parecer, la razón nunca seria capaz, ni en toda la eternidad, de llevarlo a cabo. 24
(D. HUME, Compendio de un tratado de la naturaleza humana. Traducción de C. García Trevijano
y A. García Artal).
Me parece que los ejemplos de la matemática y de la ciencia natural, las cuales se han 1
convertido en lo que son ahora gracias a una revolución repentinamente producida, son lo 2
suficientemente notables como para hacer reflexionar sobre el aspecto esencial de un cambio de 3
método que tan buenos resultados han proporcionado en ambas ciencias, así como también por 4
imitarlas, al menos a título de ensayo, dentro de lo que permite su analogía, en cuanto conocimientos 5
de razón, con la metafísica. Se ha supuesto hasta ahora que todo nuestro conocer debe regirse por los 6
objetos. Sin embargo, todos los intentos realizados bajo tal supuesto con vistas a establecer a priori, 7
mediante conceptos, algo sobre dichos objetos -algo que ampliara nuestro conocimiento- 8
desembocaban en el fracaso. Intentemos, pues, por una vez, si no adelantaremos más en las tareas de 9
la metafísica suponiendo que los objetos deben conformarse a nuestro conocimiento, cosa que 10
concuerda ya mejor con la deseada posibilidad de un conocimiento a priori de dichos objetos, un 11
conocimiento que pretende establecer algo sobre éstos antes de que nos sean dados. Ocurre aquí 12
como con los primeros pensamientos de Copérnico. Éste, viendo que no conseguía explicar los 13
movimientos celestes si aceptaba que todo el ejército de estrellas giraba alrededor del espectador, 14
probó si no obtendría mejores resultados haciendo girar al espectador y dejando las estrellas en 15
reposo. En la metafísica se puede hacer el mismo ensayo, en lo que atañe a la intuición de los 16
objetos. Si la intuición tuviera que regirse por la naturaleza de los objetos, no veo cómo podría 17
conocerse algo a priori sobre esa naturaleza. Si, en cambio, es el objeto (en cuanto objeto de los 18
sentidos) el que se rige por la naturaleza de nuestra facultad de intuición, puedo representarme 19
fácilmente tal posibilidad. 20
(I. KANT, “Prólogo de la segunda edición de la Crítica de la razón pura,”(BXVI-BXVII).
Traducción de Pedro Ribas).