Es el lugar donde la realidad es despojada de la apariencia, purificando
de lo pasajero y lo reducido a lo esencial, a lo indispensable. En el desierto el hombre se ve obligado a encontrarse consigo mismo. Por eso el desierto fascina y asusta. El desierto entonces se convierte en el lugar de encuentro con Dios. La gran prueba del desierto es definitiva es la fe, sin fe no se puede vivir en el desierto.
Dios te conoce, pero conocer a Dios para un creyente, no significa tanto
tener ideas de Dios, es descubrir que El me conoce, El me mira, El se interesa por mi, El no me pierde de vista, El ha posado su mirada sobre mi desde siempre. En el desierto el Señor viene a tu encuentro, ábrele el corazón, tú tienes que sentir en estos momentos conocido, amado y valorado por Dios. Descubre entonces la raíz de tu propia felicidad. La omnipotencia de Dios no obra sino a través de la debilidad del hombre que ora.
Hacer desierto es hacer un profundo silencio en el corazón, es entrar en
el y escucharse, porque solo el corazón que busca el silencio, se escucha y no se engaña. En el corazón se exige silencio, despojo, abandono, disponibilidad, contemplación, porque solo en la intimidad misma del silencio, se adora a Dios, se vive en Dios. Hacer silencio es darle la oportunidad a Dios de hablarnos, amarnos, de sentarse a nuestro lado y dialogar con El. Contemplar es abrirse a Dios, es disponerse totalmente, es contemplar su rostro, es dejar que Dios sea Dios en nuestro corazón, contemplar es abandonarse en el silencio de Dios. Hagamos nuestro desierto a pie descalzo para que en el amor y en el silencio hagamos contemplación de Dios.
HAGAMOS EL DESIERTO: aquí señor esta nuestras vidas. Aquí esta la
ansiedad y la angustia, aquí esta el eco de una sociedad que sufre, de una sociedad en crisis, el ruido de una sociedad de consumo, el ruido del materialismo degradante, aplastante y destructor de la dignidad humana, el ruido de un vivir para el placer que asquea, el ruido de los que tienen, de los que ostentan, el lamento de los que sufren. Aquí esta señor el corazón del hombre que quiere amar. Que desea buscar su ser en la verdad, aquí esta el hombre joven que espera encontrar una respuesta de la vida, que busca dejar los caminos fáciles del mundo y adentrarse en el camino del amor y la verdad, la espina y el abrojo, la incomprensión y el silencio, el sufrimiento, la entrega y el servicio.