Está en la página 1de 2

Si mi vida fuera como yo quisiera, ¿Cómo sería? Ni siquiera eso sé.

La mayor parte del tiempo


tengo miedo, siento dolor y angustia. Miedo ¿De qué? De quedarme sola, de no poder amarme,
de perder algo que no tengo, o peor aún de perder algo que realmente no quiero. Suena loco pero
cuando te acostumbras a lo malo, hasta te da miedo perderlo, porque sentís que es lo único que
tienes y que lo debes cuidar celosamente aunque no lo quieras o te haga daño. Eso hacemos los
desesperados. Nos aferramos a lo poco que tenemos, así sea malo.

Siento dolor, no físico, dolor al sentir el rechazo, la soledad y la falta de reconocimiento. Es un


dolor en el espíritu que después de tanto tiempo se termina quedando en el cuerpo. El solo hecho
de levantarme por las mañanas y sentir que mi día comienza, termino sintiéndome enferma. Sin
ganas, ni ánimos, y pienso ¿Qué lugar más seguro que tu cama? Ninguno.

Y esa angustia, ¿Cómo olvidarme de esa angustia? Clavada en mi pecho por el hecho de querer
complacer a todos sin lograr hacerlo nunca. Esa angustia que siento al no saber qué hacer, cuando
no tengo apoyo. O al tomar una decisión, es inevitable sentir esa electricidad, llamada
incertidumbre. Es tanta la angustia, que prefiero no arriesgar. Quedarme donde estoy, aún si en
ese sitio la esté pasando mal. Mejor malo conocido, que malo por conocer. Así de simple.

Sigo pensando que a veces es más fácil darme por vencida. ¿Luchar? ¿Contra qué ó quién? A esa
pregunta hay una sola respuesta. YO… yo soy mi peor enemigo. Soy mi verdugo. Pero no adrede,
no por capricho. Simplemente sucede. Me lastimo o dejo que me lastimen. Me autolímito o
permito que me repriman. Soy la única responsable de mi vida.

Ya pasaron dos años de este escrito ¿Qué cambió? Ya no siento dolor, tal vez angustia y miedo. El
miedo ya no es por quedarme sola, sé que mis amigos y Dios no defraudan. Recién estoy
empezando a amarme, si se puede llamar así, mínimamente me respeto. El miedo a perder por
momentos desaparece, muchos dijeron “perdiste la oportunidad de estar en el sistema público”
yo digo “ellos perdieron la oportunidad, de que yo esté en el sistema público”. Sí, un poco de sano
narcisismo no daña. También dicen que perdí a un lindo chico… ¿Qué hago con la lindura? Nada,
si esa belleza no está acompañada de amor mutuo, respeto y compañerismo. Pero llegar a este
punto me costó mucho, perdí dignidad, amor propio y tiempo. Hasta que por fin lo entendí. Dejé
de ser la desesperada, solté lo poco e inútil que tenía, mejor dicho lo solté, me arriesgué. Y
sobreviví.

El dolor al rechazo aún lo tengo encarnecido, si es la verdad. Necesito esa aceptación implícita casi
tacita y el reconocimiento. Este último me gustaría que fuera a nivel profesional, pero cada vez es
más distante. A veces sangra y más a medida que pasa el tiempo, porque pasan los años y me veo
estancada en esta profesión poco grata. Muy diferente pasó con la angustia que sentía al no poder
complacer a los demás, esa falsa culpa, que me ahogaba. Pude poner límites, pude decir que no.
Increíble, pude decir que no, mi nueva palabra favorita. Me saqué mochilas ajenas. Me libre de un
peso que dolía. Estoy liviana, empezaré un nuevo año, un nuevo viaje, con equipaje ligero. Sin
culpas.

Seré honesta, la incertidumbre no se fue, sigue ahí, clavada, enterrada y causando, tal vez en
menor medida mi falta de progreso. Pero no será por mucho tiempo. No más, no me limitará.
Empezaré por cambiar el refrán, no va más “mejor malo conocido, que malo por conocer”, me
sienta mejor “el que no arriesga, no gana”. Y la única cosa cierta que escribí hace dos años fue, YO
SOY LA UNICA RESPONSABLE DE MI VIDA.

También podría gustarte