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La noción del obstáculo epistemológico

El primer concepto construido por Bachelard, y que sostiene todo su edificio, es el de


obstáculo epistemológico. Este concepto se hizo célebre a partir de su texto “La formación
del espíritu científico”. El obstáculo se presenta como una traba al pensamiento para
seguir pensando. Los obstáculos son mecanismos de la psiquis del investigador que lo
llevaría a privilegiar el facilismo, la apariencia por encima de la abstracción y la
construcción de conceptos, que es en lo que consiste la tarea propiamente científica.
Si bien el obstáculo es primordial en su aparición expresa una trama de errores que son
resistentes a la superación.

LAS CARACTERÍSTICAS DE LOS OBSTÁCULOS.

Como característica de los obstáculos mencionaremos que son confusos y poliformos, es


decir, que aparecen en múltiples formas y trabando la ruptura con el sentido común. Los
obstáculos no se eliminan de una vez y para siempre, sino que son recurrentes y nunca se
eliminan por completo. Pueden surgir tanto en el momento de constitución del
conocimiento (primer momento) como en una etapa de finalización.
En el trabajo científico se va dando un proceso de adaptación científica entre la teoría y la
apariencia. No se trata de considerar obstáculos externos como la complejidad, la
fugacidad de los fenómenos, sino que es en el acto mismo de conocer donde aparecen los
entorpecimientos y las confusiones. Es ahí donde el pensamiento se estanca o retrocede.
Debemos considerar que el conocimiento de lo real jamás es inmediato y pleno, por el
contrario es muy trabajoso.
Para Bachelard, se conoce en contra de los conocimientos anteriores, es decir,
destruyendo conocimientos mal adquiridos o superando obstáculos. No obstante, es
imposible desentenderse por completo de los conocimientos usuales, y sólo una vigilancia
epistemológica constante podrá controlarlo. La vigilancia para superar obstáculos no
cesará nunca.
Para llevar a cabo una tarea realmente científica hay que aceptar desde el comienzo la
posibilidad de un cambio brusco con respecto de los conocimientos anteriores, lo cual
implica que los resultados puedan contradecir los conocimientos que el investigador
recibió en el pasado. Y esta tarea no se realiza de una vez y para siempre.
Los obstáculos a la cultura científica se presentan por pares opuestos (bipolaridad). Esto
quiere decir que tratando de no caer en un obstáculo se caen en el extremo opuesto.

EJEMPLOS DE OBSTÁCULOS.

La observación básica es siempre el primer obstáculo al conocimiento científico. Esta


observación se presenta como un derroche de imágenes: es pintoresca, concreta,
atractiva, fácil (etc.); pareciera que sólo describiéndola podemos conocerla o
comprenderla. Sin embargo, el espíritu científico debe formarse en contra de lo que llama
la atención por el colorido y la variedad. El verdadero espíritu científico no busca la
variedad sino la “variación”. Y ya que la variedad arrastra al científico de un objeto a otro,
en cambio la variación enfoca un fenómeno en particular y lo analiza, tratando de
objetivar todas las variables. Por lo tanto la ciencia se hace “en contra” de la observación y
la teoría es una construcción racional que no deriva de los datos.
Para Bachelard nunca hay observación pura, siempre está orientada por el punto de vista
teórico del investigador. La opinión, basada en el sentido común, también es un obstáculo
y, por lo tanto, ningún conocimiento científico puede partir de ella. Debe ser eliminada
por completo. En toda actividad científica siempre es la razón la que ubica los hechos en
determinado lugar. La razón es la que pone en marcha la investigación. Es desde ella que
surgen las preguntas y la necesidad de hallar respuesta.
Otro de los obstáculos muy frecuentes es el verbal, es decir, la falsa explicación lograda a
partir de una palabra explicativa donde en lugar de ver cómo se relaciona un concepto
particular con otros en una síntesis racional se trata de desarrollar el pensamiento
analizado en un concepto. El obstáculo verbal nos conduce a otro muy difícil de superar: el
substancialista.
La idea de substancia es tan clara, simple, poco discutida, que normalmente no se
cuestiona. Que los objetos tengan una sustancia se acepta rápidamente.
Otro obstáculo es el animista (que se mueve), tan frecuente en las Ciencias Físico-
Naturales. La palabra vida es mágica y se la relaciona inmediatamente con el movimiento.
La idea de substancia y vida, concebida ambas de manera ingenua, ha conducido a
innumerables valoraciones erróneas.
El cuantitivismo en cuanto se le otorga a la cuantificación un valor en sí mismo. Sin
embargo, sostiene Bachelard, “es tan inútil medir lo que no es necesario como no medir
aquello que hace falta”.
Sólo una constante vigilancia permite al científico controlar los obstáculos y hace posible
la ruptura con el conocimiento común. Implica un trabajo permanente del investigador y
es más posible de efectivizar si el control no es sólo llevado a cabo por el investigador sino
también por sus pares. La vigilancia se impone por la familiaridad que el investigador tiene
con lo que estudia. El investigador como sujeto social es parte también de lo que estudia;
y los prejuicios y prenociones sobre los hechos sociales son tan frecuentes que el mismo
deberá tener la firme decisión de romper con esos prejuicios, y de tomar la distancia
necesaria con el sentido común para poder construir hechos científicos. El hecho social,
por el sólo hecho de ser inmediato, no es transparente no es evidente ni simple si no hay
una elaboración teórica construida en contra de las primeras opiniones. No habrá
conocimiento científico sino simplemente conocimiento vulgar disfrazado.

"Bachelard: del cientifismo a la imaginación de la materia"

Introducción

La obra de Gastón Bachelard se resiste a las clasificaciones. Y por la misma razón,


probablemente, sea difícil considerarlo cabeza de una escuela filosófica –pese a que su
influencia haya sido muy amplia–. Habría muchos seguidores de Bachelard, pero no
sabríamos identificar ‘bachelardianos’ estrictos.
La razón estriba en una rasgo de su obra, cuál es una aparente dispersión, una aparente
falta de sistematicidad. Se diría que, como ocurre con la imaginación o la ensoñación –que
son objeto de su investigación–, la materia de su obra se resiste a fijarse en una rígida
retícula, en un método fijado de antemano que permitiera a sus seguidores fáciles
trasposiciones. Su obra, pues, está hecha más bien de meandros, de muy ricas
sugerencias, que obligan a nuevos derroteros que no sean simples aplicaciones del
original.

Esta aparente falta de método la hemos reflejado en la cita que encabeza estas líneas, cita
que Bachelard había destacado en el encabezamiento de una de sus últimas obras, La
poética de la ensoñación (La poétique de la rêverie, 1960). Y, sin embargo, visto desde el
significado original del término "método", o sea camino, sí hay un camino que contiene su
propia coherencia. Como tantas veces se ha destacado, el "método" es el camino una vez
recorrido –contra la pretensión de una previa determinación de él–; por eso, tantas
metodologías son malas construcciones retóricas a posteriori.

La coherencia del recorrido de Bachelard no es, pues, la coherencia de un designio previo,


sino el despliegue de unas ideas que van trazando nuevos campos de aplicación, nuevos
objetos de reflexión. Concretamente, y para decirlo muy resumidamente, Bachelard
avanza desde el ámbito de la filosofía de la ciencia, de una epistemología, al ámbito de la
poética, de una filosofía de la imaginación. Ciencia y poesía son ámbitos tan distintos que
parece que hubiera dos Bachelard, pero justamente el esfuerzo y la contribución de
Bachelard consiste en ponerlos en relación.
 
La reflexión sobre las mutaciones de la ciencia

Bachelard, licenciado en Matemáticas en 1912, profesor de Física y Ciencias Naturales, y


licenciado en Filosofía en 1920, se interesa en primer lugar por la historia y la filosofía de
la ciencia. Sus tesis doctorales y sus primeras publicaciones tratan de esas cuestiones. Así
por ejemplo, en El nuevo espíritu científico (Le nouvel esprit scientifique, 1934) y sobre
todo luego en La formación del espíritu científico (La formation de l’esprit scientifique,
1938) profundiza en las consecuencias epistemológicas de la que ha sido una mutación
fundamental en la ciencia del siglo XX. La física relativista de Einstein ha sustituido a la
newtoniana, los esquemas mentales extraídos del mecanicismo (filosóficamente
formulados en la epistemología cartesiana) ya no son válidos. En este contexto, Bachelard
acuña la noción de ‘corte’ o ‘ruptura’ epistemológica: los avances en la ciencia no sólo
requieren una acumulación, requieren una ruptura con los hábitos mentales del pasado.
Los avances se producen, pues, venciendo resistencias y prejuicios, aquellos que
pertenecen al cuadro conceptual y a las imágenes dominantes en la configuración
epistemológica que ha de superarse. Esta noción se corresponde aproximadamente a lo
que dirá luego Kuhn sobre los cambios de paradigma.

Pero la reflexión de Bachelard va más allá de la identificación de los sucesivos paradigmas


desde el punto de vista de su aparición histórica. En cierto modo, al profundizar en las
condiciones del pensamiento científico su reflexión se hace meta histórica. La intención la
formulará netamente en su Psicoanálisis del fuego (La psychanalyse du feu, 1938), al decir
que pretende encontrar "la acción de los valores inconscientes en la base misma del
conocimiento empírico y científico".

Tal intención venía anunciada ya al reflexionar sobre las implicaciones de la nueva física.
Por ejemplo, la pretensión de un sujeto observador independiente del objeto observado
ya no es un supuesto válido a la luz del principio de indeterminación formulado por
Heisemberg. Inevitablemente, según tal principio de la física cuántica, el observador
modifica lo observado. Lo mismo cabría decir respecto a la caducidad del supuesto de la
filosofía mecánica que pretende reducir todo a figura y movimiento. Pero esta
constatación no es sólo el resultado de un episodio histórico en el desarrollo de la ciencia
de este siglo. Bachelard la generaliza más allá de ese contexto histórico. De ahí, esa
derivación desde lo más particular –la caducidad de la filosofía mecánica– hacia lo más
general –descubrir los rasgos inconscientes en el propio conocimiento científico–.

El estudio de ese inconsciente va más allá de un mero psicologismo, del psicologismo que
consistiera en describir las condiciones o limitaciones psíquicas en que se mueve el
científico en su ambiente intelectual. La derivación es más profunda: parte de la
convicción de que ha de romperse con la idea tan extendida de una neta separación entre
un sujeto contemplativo y un universo indiferente o independiente de esa mirada. La
convicción es de orden ontológico: la imagen crea realidad, la imagen es anterior al
pensamiento. Hay, pues, un continuum entre lo que llamamos ‘real’ y lo que llamamos
‘irreal’; la llamada realidad es también una construcción realizada desde las imágenes.

Y ese programa, el de una filosofía de la imaginación, es el que desarrolla ese otro


Bachelard, un otro que no deja de ser el mismo.
 
La filosofía de la imaginación

Que es un mismo Bachelard, el epistemólogo y el filósofo de la imaginación, lo indica un


dato relevante: en 1938 publica La formación del espíritu científico, con el significativo
subtítulo Contribución a un psicoanálisis del conocimiento objetivo ; y en el mismo año
también publica el ya citado Psicoanálisis del fuego. Esta última obra inaugura el ciclo de
sus estudios sobre la imaginación de la materia. Luego en años posteriores seguirán
cruzándose las obras de filosofía científica y epistemología con las obras sobre el
imaginario –aunque ciertamente este segundo tipo destacará sobre el primero–.

De estos estudios sobre el imaginario, destacan el citado ciclo sobre la imaginación de la


materia a través de los cuatro elementos. Iniciándose en el elemento fuego, se completa
con otras obras sobre los restantes elementos: el agua en El agua y los sueños: ensayo
sobre la imaginación de la materia (L’air et les songes: essai sur l’imagination de la
matière, 1942), el aire en El aire y los sueños: ensayo sobre la imaginación del movimiento
(L’air et les songes: essai sur l’imagination du mouvement, 1943), y la tierra en La tierra y
los ensueños de la voluntad (La terre et les rêveries de la volonté, 1948) y en La tierra y los
ensueños del reposo (La terre et les rêveries du repos, 1948).

Una primera indicación de la intención de Bachelard nos viene dada ya en el uso de los
términos "songe" y "rêverie". El primero no sólo significa ‘sueño’: en francés es también
un modo del pensar y del recordar ("songer à quelqu’un" es ‘pensar en alguien’). El
segundo, traducido por ‘ensoñación’ o ‘ensueño’, quiere subrayar también ese estado
intermedio entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo real y lo imaginado, o sea un
estado de duermevela. En ese intermedio se revela el valor productor de las imágenes. Al
analizar, pues, el imaginario (songes y rêveries) de los cuatro elementos se ponen de
relieve todo un encadenamiento de figuras, de lo que Bachelard llama complejos, de
imágenes poéticas, de construcciones mentales inconscientes, en lo que es la percepción-
construcción de la realidad. Son las diversas pautas del pensar y del imaginar que
organizan el mundo.

Un ejemplo será esclarecedor. Al analizar el elemento agua, Bachelard considera su


relación con el elemento tierra, la mezcla de ambos: es la noción de pasta moldeable,
ejemplificada en la arcilla. Y entonces Bachelard subraya la diferencia esencial entre lo que
sería la mirada exterior a esa masa, que conduce al punto de vista contemplativo y
geométrico, y lo que sería la intervención manual en esa pasta. Es la diferencia entre el
punto de vista de la mano ociosa y el punto de vista de la mano trabajadora. El primero
subraya esa distancia que Bachelard quiere abolir. La convicción en clave epistemológica –
contra una ciencia supuestamente exterior al objeto– viene ejemplificada en esa imagen
del modelar de la arcilla, aquí en clave de filosofía de la imaginación.

Y como ésta, hay multitud de otras imágenes, de encadenamientos, de resonancias, que


visualizan las disposiciones ante la realidad. Para descubrirlas hay que seguir esas
ensoñaciones de la materia. Tal es el programa que se desarrolla en este ciclo sobre los
cuatro elementos. Lo que sobresale en esta línea seguida por Bachelard es el nuevo
énfasis puesto justamente en la materia, frente a lo que era más habitual, es decir el
tomar la forma como supuesto objeto de la imaginación. Parecería que la materia es un
ámbito que pertenece más propiamente a la "realidad", mientras la forma sería el ámbito
propio de la imaginación. Bachelard subvierte esta clasificación, declarando por ejemplo
que "la materia es el inconsciente de la forma". Es decir, si se quiere indagar en las
imágenes hay que reconducirlas a su constitución material.

En resumen, hay que ver a Bachelard como una de las contribuciones más profundas y
originales a la filosofía de este siglo, particularmente en la situación de la filosofía europea
de entreguerras –cuando entra en escena una nueva consideración de los aspectos
inconscientes, de las variables míticas, de la referencia al imaginario–. Todo eso supone
una pequeña revolución en los ámbitos de la simbología, de la estética. Pero el mérito
añadido de Bachelard es el de haber relacionado este ámbito con el de la filosofía de la
ciencia, rompiendo una barrera que parecía insalvable.
Gastón Bachelard (27 de junio de 1884- 16 de octubre de 1962) fue un filósofo francés y
crítico francés. Autor inclasificable, estuvo interesado por la historia de la ciencia,
moderna o contemporánea, y al mismo tiempo por la imaginación literaria.

Pensamiento

En sus obras El nuevo espíritu científico (1934) y La formación del espíritu científico (1938)
exponen sus ideas sobre la Filosofía de la Ciencia. Su obra más importante en este terreno
es El materialismo racional (1953). Supone su planteamiento una superación del debate
empirismo/racionalismo, combatiendo a cada uno de ellos por separado. Para Bachelard,
el materialismo racional se halla en el centro de un espectro epistemológico cuyos
extremos son el idealismo y el materialismo. El hecho científico se construye a la luz de
una problemática teórica, y se prosigue con un materialismo racional.

El acceso al conocimiento como la historia de las ciencias está marcado por un corte
(«coupure épistémologique»), que separa lo pre-científico. Bachelard consideraba que la
ciencia progresaba a través de la superación de obstáculos epistemológicos (todo
conocimiento, decía, es aproximado). En este sentido, se conoce "en contra del
conocimiento anterior, destruyendo conocimientos mal adquiridos o superando aquello
que, en el espíritu mismo, obstaculiza la espiritualización". Algunos de los obstáculos que
deberá superar la ciencia son, entre otros, la opinión y la observación básica, que deben
sustituirse por el ejercicio de la razón y la experimentación.

Según Bachelard, la ciencia no puede producir verdad. Lo que debe hacer es buscar
mejores maneras de preguntar a través de rectificaciones. Él usa para ejemplificar el caso
una metáfora: "el conocimiento de lo real es una luz que siempre proyecta alguna
sombra". Cada superación de algún obstáculo epistemológico conlleva necesariamente
otro obstáculo más complejo. “Poseo el mundo tanto más cuanta mayor habilidad tenga
para miniaturizarlo. Pero de paso hay que comprender que en la miniatura los valores se
condensan y se enriquecen. No basta una dialéctica platónica de lo grande y de lo
pequeño para conocer las virtudes dinámicas de la miniatura. Hay que rebasar la lógica
para vivir lo grande que existe dentro de lo pequeño”.

En una segunda, muy importante y vasta, parte de su obra, Bachelard se consagrará a


profundizar sobre el problema de la imaginación poética. Sus estudios sobre psicología de
los elementos, el agua, el aire, la tierra, en sus relaciones con la literatura son hoy clásicos:
Psicoanálisis del fuego (1938), El agua y los sueños (1942), El aire y los sueños (1943), La
tierra y la ensoñación de la voluntad (1948). En estas obras se refleja cierta influencia de
Carl Gustav Jung, Marie Bonaparte y el surrealismo. Sus últimos libros, desde 1938,
muestran una búsqueda más poética, acaso culminada con La poética del espacio (1957) y
La poética de la ensoñación (1960).

La influencia de Bachelard es clara en pensadores posteriores que han abordado la misma


temática, como Gilbert Durand o James Hillman.
 27-VI-1884: Gastón, Louis, Pierre, nace en Bar-sur-Aube (Champagne); es hijo de
artesanos.
 1895-1902: Estudia la secundaria en Bar-sur-Aube.
 1902- 1903: Da clases en el colegio Sézanne.
 1903 - 1905: Entra en Correos y Telégrafos en Remiremont.
 1906 - 1907: Servicio militar, como telegrafista, en Pont-à-Mousson.
 1907 - 1913: En el servicio de Correos y Telégrafos de París
 VII-1914: Matrimonio con Jeanne Rossi, joven profesora de su tierra.
 Movilizado: de 2-VIII-1914 a 16-III-1919. Croix de guerre 1914-1918.
 1919-1930: Profesor de física en el Colegio de Bar-sur-Aube.
 20-VI-1920: Al enviudar se queda solo con su hija Suzanne.
 1920: Licenciado en filosofía.
 1922: Agregado de filosofía, que enseña en Bar-sur-Aube. También enseña
ciencias.
 23-V-1927: Doctor (Sorbona), con directores Abel Rey y Léon Brunschvicg.
 Octubre 1927: Hace cursos en Letras, en Dijon.
 1930 - 1940: Profesor de filosofía, en la Faculté des Lettres de Dijon.
 1940 - 1954: Profesor en la Sorbonne (historia y filosofía de las ciencias, como
sucesor de Abel Rey): Director del Institut d'histoire des sciences et des
techniques.
 1951: Le nombran oficial de la Legión de Honor francesa.
 1954-1955: Profesor honorario en la Sorbona, para la cátedra por un curso.
 1955: Miembro de la l'Académie des sciences morales et politiques.
 1960: Comendador de la Légion d'honneur.
 1961: Gran Premio nacional de las Letras.
 16 de octubre de 1962: Muere en París. Fue inhumado el día 19, en Bar-sur-Aube

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