Está en la página 1de 57

PRÓLOGO

El paisaje es hoy objeto de una atención que podríamos


calificar de desmesurada, lo que se ha manifestado con
la firma de un documento político, la Convención Euro­
pea del Paisaje, que obliga al desarrollo de legislaciones
nacionales y regionales en todos aquellos países que han
aceptado las recomendaciones de la Comisión Europea.
Esta Convención se justifica dado el interés que el paisaje
suscita en cuestiones tan diferentes como la identidad na­
cional, la industria turística, la ordenación del territorio,
el desarrollo inmobiliario o los propios ámbitos académi­
cos y profesionales de distintas disciplinas que ven en el
paisaje un campo de expansión lógica para sus áreas de
conocimiento y actividad.
Sin embargo, frente a la tupida red de cadenas de inte­
reses económicos y políticos que se cierne sobre el paisaje,
llama la atención el escaso esfuerzo que, en comparación, se
está realizando en «pensar» el paisaje. Pero el paisaje, aun­
que esté «en la realidad de las cosas», no puede ser reducido
a mera mercancía ya que no es un ente objetual sino que se
trata de una relación que se establece entre un sujeto que
contempla y un medio o entorno que lo rodea y que, desde
luego, no le es ajeno. Ese sujeto que percibe y siente, en
cuanto persona inteligente, es capaz, además de experimen­
tar placer, de elaborar juicios estéticos.
Ese proceso de percibir, sentir y valorar (o apreciar) se
aproxima al pensamiento, pero, como indica Augustin Ber­

11
EL PENSAMIENTO PAISAJERO PRÓLOGO

que, para pensar Se necesitan las palabras. Ese proceso de manera característica de mirarlo de la que es deudora el
argumentar sobre lo que se ve, de generar una poética y paisaje occidental. En Oriente, el mundo y la naturaleza
una iconografía sobre la mirada proyectada en el territorio se han entendido desde otros paradigmas que han prima­
se inició, en nuestra cultura occidental, durante el Rena­ do una visión cosmológica que ha mantenido la presencia
cimiento, alcanzando en los últimos lustros altas cotas de continuada de un pensamiento paisajero en acto desde el
producción intelectual que Contrastan paradójicamente con siglo IV.
la intensidad y rapidez con las que la humanidad está des­ El interés de Berque por las culturas del Lejano Oriente
truyendo el paisaje heredado, aquel paisaje construido desde le ha permitido superar los paradigmas de la nuestra para
la necesidad durante siglos en el que reconocemos hoy una in[entar comprender los mecanismos de los lenguajes y del
sabiduría paisajera que, sin embargo, carece de pensamien­ ~1t.'nsamiento orientales. Así, la manera o, si se quiere, el mé­
to articulado con palabras, una sabiduría que ha sido desa­ todo de razonar de Berque sobre el paisaje intenta separarse
rrollada desde la experiencia del hacer. de ese paradigma occidental, etnocéntrico y anacrónico, que
Como se ha señalado tantas veces, el paisaje es un con­ él resume con las siglas POMC, alejándose de la neutralidad
cepto que surge en el ámbito de la cultura y, por tanto, de lo geométrico, mecánico y cuantitativo para enfrentarse
posee todas las condiciones para llegar a ser materia del J una visión cosmológica y totalizadora de la complejidad
pensar, para convertirse en objeto de la reflexión filosófica. fenoménica del paisaje.
Augustin Berque lleva ya 30 años trabajando en este cam­ Dentro del campo de la teoría del paisaje, Augustin Ber­
po. A él le debemos no sólo el haber centrado y aclarado que es un personaje bien conocido en España ya que acude
algunos conceptos fundamentales en la teoría paisajera sino con frecuencia a cursos y encuentros de expertos y ha pu­
haber desarrollado unos métodos de investigación que han hlicado en español algunos artículos cuya importancia que­
dado origen a una terminología específica desde la que se ha da demostrada por las veces que son citados; sin embargo,
podido desarrollar y expandir el pensamiento sobre el pai­ como sucede con tantos otros autores, no había visto publi­
saje. Estas nuevas «palabras» utilizadas por él (en algunos cado hasta ahora ningún libro completO en español. Para
casos simple recuperación de antiguos términos que cobran cumplir con la deuda intelectual que tenemos con él quienes
nuevos sentidos) son necesarias para poder empezar a «pen­ en España nos dedicamos a los estudios sobre el paisaje,
San> en la multiplicidad de cuestiones que atañen al paisaje; hemos elegido la que, hasta el momento, es su última pu­
entre ellos, el propio sentido del calificativo «paisajero» que [)llcación, no porque quisiéramos editar una novedad sino
aparece en el título de este libro. porque en este libro se resume la trayectoria de su «pensa­
El pensamiento occidental moderno que dio origen a la . .
mIentO palsaJero».
física se basa en unos paradigmas, construidos por Bacon, Ese pensamiento y sus aportaciones teóricas se han ido
Galileo, Descartes y Newton, que han conducido al de­ torjando en diferentes momentos de su dilatada vida profe­
sarrollo de un tipo de ciencia que atiende por un lado a la sional en los que ha atendido a problemas de distinta enti­
abstracción y por otro al conocimiento de elementos cada dad que ahora son recogidos y sintetizados en un discurso
vez más reducidos y ensimismados. Esa manera «física» dialéctico y paradójico en el que introduce momentos de su
de explicar el mundo y sus fenómenos ha generado una propia experiencia personal. Así, habla desde los tres nive­

12
13
PRÓLOGO
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

les del paisaje: el de la naturaleza, el de la sociedad y el de nifjcados, está plagado de desplazamientos metafóricos de
la persona que contempla el paisaje que en este libro queda difícil traducción, y a Augustin Berque, que conoce nuestro
encarnada por el propio Berque desde la recuperación de los idioma, por la generosa ayuda que nos ha brindado para la
lugares de su infancia en el valle del Seksawa, junto al Alto cotrecta interpretación de sus palabras y para su adecuada
Atlas, hasta las experiencias acumuladas en la vida profe­ versión de ellas al español.
sional transcurrida en China y Japón, que son aquí repre­
sentadas por medio del Nanshan, el pico sur del Lushan,
JAVIER MADERUELO
entre los que el autor establece analogías.
Augustin Berque (Rabat, 1942) es geógrafo y orienta­
lista, director de estudios en el Centre de recherches sur
le Japon contemporain de la École des Hautes Études en
Sciences Sociales de París, pero hay una serie de datos más
personales que nos pueden ayudar a entender mejor la pro­
fundidad de su formación pluridisciplinar y la amplitud de
sus intereses, ya que él forma parte de una saga familiar
de intelectuales en la que destaca la figura de su abuelo, de
quien toma el nombre de Augustin, eminente historiador
del mundo musulmán; su padre, Jacques, también historia­
dor y sociólogo del Magreb, que ejerció importantes cargos
en la Administración de Marruecos, y su madre, Lucie Lis­
sac, con formación artística, de la que muestra en este libro
algunos dibujos.
Pero hay, tal vez, un dato que resulta decisivo para com­
prender cómo Berque ha podido dar un salto desde el pa­
radigma occidental moderno clásico (POMC) a un pensa­
miento holista que pretende la integración del sujeto en el
mundo; ese dato es que domina una amplia gama de idio­
mas, tanto antiguos como actuales, entre los que se encuen­
tran el chino y el japonés. Es precisamente ese dominio fi­
lológico de las «palabras», contextualizadas en sus culturas
y en sus épocas, lo que le permite «pensaD' y expandir el
pensamiento sobre el paisaje.
Por último, quiero agradecer a Maysi Veuthey la minu­
ciosa recreación al español que ha realizado de un texto
que, siendo complejo en sus contenidos e intenso en sus sig­

15
I4
1
LAS OLEADAS DE LA HISTORIA

1. PAISAJE y PENSAMIENTO

¿No existe cierta antinomia entre paisaje y pensamiento?


En principio, el paisaje está allí fuera, a mi alrededor o de­
lante de mí, y el pensamiento, aquí dentro) en algún lugar
.Jctrás de mi frente. Entre los dos hay como una frontera.
Es difícil decir en dónde se sitúa exactamente, pero pare­
ce indudable que la contemplación no es la meditación. El
ensador de Rodin no tiene la actitud de alguien que está
irando un paisaje.
Sin embargo, tampoco hay duda de que el paisaje invita
a pensar de determinada manera e incluso que algunas ideas
os vienen precisamente del paisaje. En Occidente, una de
as primeras experiencias paisajeras de la que conservamos
indicios, la de Petrarca en la cima del monte VeIltoux, en
L336, da paso a consideraciones propiamente filosóficas.
No wdo el mundo, es verdad, lleva las Confesiones de san
Agustín en el bolsillo para sacarlas jusw en el momento
oportuno y caer como por azar en el famoso pasaje en que
el rexto evoca 10 que más tarde se llamará paisaje;

Et eunt homines mirari ... (Viajan los hombres para


admirar las alturas de los montes y las ingentes olas del
mar y las anchurosas corrientes de los ríos, y la inmensi­

17
EL PENSAMIENTO PAISAJERO LAS OLEADAS DE LA HISTORIA

dad det océano, y el giro de los astros, y se olvidan de sí o san Eusebio que
mismos) ... et relinqunnt se ipsos.
.oo prohibió a sus ojos mirar este campo (cerca de Atep­
... Pero Petrarca sí se los había llevado a su excursión, y po), así como gozar del placer de considerar la belleza del
tuvo una buena idea, pues san Agustín le devolvió inmedia­ cielo y de los astros y uo les permitió en ningún momento
tamente al buen carnina, e! de una moral según la cual más extenderse más allá de un peq ueño sendero de una palma
vale escrutar la propia conciencia que disfrutar del paisaje. de la anchura, que tomaba para ir a su oratorio. Vivió
En esta escena, hay una especie de inversión: el joven se así d uraute más de cuarenta años (... ), ciñió sus riñones
embriaga de entusiasmo ante la belleza del paisaje que des­ con un cinturón de hierro, se puso un gran collar en el
cubre al final de su ascensión, pero la cosa es tan nueva que cuello y lo ató a esta encina con otro trozo de hierro para
rápidamente recupera el dominio de sí mismo y, siguiendo obligarse a mirar siempre al suelo (oo.)
el consejo del obispo de Hipona, se entrega a la meditación
en lugar de al paisaje. ... corno relata devotamente la Historia de los monjes de
Aquí la antinomia está clara, esquemáticamente: para Siria, que cita Jacques Lacarriere en Los hombres ebrios
san Agustín admirar la naturaleza es mirar hacia fuera (fo­ de Dios. No, entonces estarnos en el siglo XIV y Europa va a
ris), hacia el lado opuesto de! que llama el deber, dentro (in­ empezar a mirar el paisaje. La ascensión de Petrarca al mon­
tus). La ortodoxia cristiana exige mirar en sí mismo, en la te Ventoux es prácticamente contemporánea de los Efectos
propia memoria (más tarde a esto se 10 llamará conciencia), del buen gobierno en el campo (Effeti del Buon Caverna in
porque es allí donde habita Dios: manes in memoria mea, campagna), que Ambroggio Lorenzetti pintó de 1338 a 1340
Domine. Casi mil años después, en la época de Petrarca, en el Palazzo Pubblico de Siena. En esta casi simultaneidad,
sigue reinando esta misma ortodoxia, la que ha hecho que Raffaele Milani ha visto la primera manifestación de una
durante todo este tiempo Europa no se haya atrevido ni a conciencia del paisaje en la acepción moderna. Podría ser
mirar ni a concebir el paisaje; ahora bien, el texto en el que discutible -según [os autores, es ésta o aquélla la obra que
Petrarca relata su experiencia es una de las primeras mani­ manifiesta el nacimiento del paisaje en Europa-, pero por
festaciones de su derrumbamiento. el momento eso no importa. Lo que cuenta es que, a partir
En 1336 ya no estamos, desde luego, en Jos tiempos en del Renacimiento, el paisaje como tal empieza a existir para
los que, incluso en la situación de Petrarca, los Padres del los europeos.
desierto debían dedicarse a cosas muy distintas a mirar Sin embargo, que exista el paisaje -que se mire, que se
el paisaje, como san Elpidio, que represente- no es en sí mismo prueba de que haya pensa­
miento paisajero, es decir, de que haya identidad entre el
... no se volvió jamás hacia occidente, auuque la entrada hecho de pensar y el hecho de que baya paisaje. Respecto
de su cueva estuviera en la cumbre de la montaña (el a esto, la lengua francesa nos obliga a precisar las cosas,
monte Luca, cerca de Jericó), así como tampoco miró pues esta lengua tiene la costumbre de emplear los adjetivos
nunca el Sol ni las estrellas que aparecen cuando se pone (aquí paysagere) de forma ambigua, donde sentido y gramá­
aquél, de las que nunca vio una sola en veinte años. tica están en contradicción. Si, por ejemplo, se habla de la

18 19
EL PENSAMIENTO PAISAJERO LAS OLEADAS DE LA HISTORIA

circulación automobile" no se pretende decir que la circu­ saplms que nosotros- de tal manera que hacían paisajes
lación se mueva por sí misma (es decir, que sea automóvil), harllOSos. Hacían cosas como el Mont Saint-Michel, Véze­
sino que son los automóviles los que circulan, aunque el la v, ROLl<;sillon, los viñedos de Borgoña, Rocamadour, etc.
adjetivo automobile se refiera a circulación. Sería más apro­ E~ rt'surnen, daban indiscutiblemente muestras de un pen­
piado hablar de la circulación de los automóviles. Entonces, samiento paisajero.
cuando hablo del pensamiento paysagere"', ¿de qué se trata oc el contrario, no está nada claro que nosotros sea­
exactamente? ¿De un pensamiento que sería de tipo paisa­ 11105 capaces de ello. Jamás se ha hablado tanto de paisaje
jera o de un pensamiento (sujeto) del paisaje? En principio, COIllO en nuestra época, nunca ha habido tantos paisajis­
de los dos, sin duda, pero aquí preferentemente mejor del taS (aquí en el sentido de profesionales de la ordenación de
primet término que del segundo. Y no es lo mismo. paisajes), nunca se han publicado tantos libros de reflexión
Un pensamiento (sujeto) del paisaje es un pensamiento sobre el paisaje (éste es uno más), es decir, jamás hemos
que tiene por objeto el paisaje. Una reflexión sobre el paisa­ conocido un florecimiento semejante del pensamiento del
je. Para que exista tal cosa, hay que ser capaz de represen­ aisaje... y jamás hemos asolado tanto los paisajes. Somos
tarse el paisaje, es decir, particularmente, de representarlo llllOS charlatanes, grandes habladores del paisaje en total
por medio de una palabra que permita hacer de él un objeto cOltrl'adicción con nuestros discursos; pues nuestros actoS
de pensamiento. Un noema de la noesis, que diría la filo­ van en sentido opuesto. Cuanto más pensamos el paisaje
sofía. Es cierto que se pueden sentir las cosas con medios más lo masacramos.
distintos a las palabras, pero para pensarlas verdaderamen­ Podemos admitir -se trata de un punto de vista genera­
te se necesitan las palabras. Precisamente esto es [o que se li7..<tdo- que nos preocupamos por el paisaje en la misma
manifiesta en Europa durante el Renacimiento: empieza a C'd,da en que éste se ve amenazado. Lo mismo es válido
haber un pensamiento del paisaje. para d medio ambiente. De la Revolución industrial en 1n­
Un pensamiento de tipo paisajero, sin embargo, no exige atcrra datan, aproximadamente, las primeras inquietudes
necesariamente palabras Prueba de ello es que en Europa, eguiddS de las primeras medidas de protección del paisaje,
desde los primeros poblamientos llegados de África hasta el yeso claramente es porque la civilización industrial -la
Renacimiento, se vivió de una manera tan paisajera que nos tluestra- es adversa a la calidad de los paisajes. Sólo hay
ha dejado paisajes admirables, y ello en ausencia de todo que ver lo que sucede actualmente en China, Pero consta­
pensamiento del paisaje. Las personas actuaban sobre los tar esta relación no resuelve el problema; ¿cómo es posible
paisajes con acertado gusto; tenemos, en todo caso, la hue­ que nuestros antepasados, que no se ocupaban del paisaje,
lla objetiva, material, de ese gusto y tenemos que inferir de hayan gozado de un pensamiento paisajero tan destacable y
ello que esas gentes pensaban -puesto que no eran menos no~,olros, que rebosamos de pensamiento del paisaje, este­
mos tan manifiestamente desprovistos de él?

" En francés, los adjetivos anromovilístico y automóvil se expresan


con la misma palabra: automobile. (N. de la TI.
•• Pensamiento paisajero/paisajístjco. [N. de La TI­

2.0 2.1
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
LAS OLEADAS DE LA HISTORIA

posmoderno en arquitectura, pero sobre todo se apasiona­


2. PAISAJE SIN PAISAJISTAS
ría en masa por las formas de hábitat de tipo premoderno.
Respecto a lo que nos concierne a nosotros, este fenóme­
Ésta es la cuestión objeto de este libro. Se trata de pre­
no ilustra el problema que acabo de plantear en un campo
guntarse si el hecho de pensar el paisaje no podría a fin de vecino (pues el entorno construido es lo que por excelencia
cuentas ser adverso al paisaje o, lo que es lo mismo, si hacer hace evolucionar el paisaje). Lo que guió la «arquitectura
del paisaje un objeto de pensamiento no es algo contrario a sin arquitectos» de la que hablaba Rudofsky es lo que yo
un pensamiento paisajero. Sin olvidarse, eso por supuesto, he llamado pensamiento paisajero, el de esa consecución
de evaluar esta cuestión a su escala en el marco general de la innumerable de generaciones que no tenían pensamiento
vida social; el paisaje, nacido en el pensamiento de una élite
del paisaje. Y la duda que aquél expresaba en cuanto a la
letrada, ¿no se destruiría a sí mismo al evolucionar hacia ideología reinante en arquitectura es el interrogante que yo
objeto de representación habitual?
formulo en cuanto a la relación entre estas dos formas de
Plantear una cuestión como ésta no es tan tortuoso como pensamiento.
pueda parecer a primera vista. Las personas familiarizadas Precisemos esta primera aproximación. La homología
con la arquitectura recordarán un libro todavía célebre, y que acabamos de ver no significa que, tomando los sínto­
que tuvo en los años 60 una importancia histórica decisi­ mas por la causa, vaya a convertir a los paisajistas en el
va, pues fue el que desencadenó los primeros interrogantes chivo expiatorio del desastre de nuestros paisajes. Sería
masivos sobre el fundamento de las tesis del movimiento absurdo. La causa es mucho más general. Es la resultante
moderno en arquitectura. Hasta entonces, estos interrogan­ del conjunto de nuestros comportamientos. Los paisajistas
tes se limitaban a querellas entre tendencias de arquitectos están ahí como los médicos frente a una pandemia de tipo
o a los happy lew capaces, por ejemplo, de entender algo en nuevo, hacen lo que pueden y puntualmente a menudo lo
las declaraciones de Heidegger en Construir habitar pensar hacen muy bien, pero por sí mismos no pueden hacer nada
(Bauen wohnen denken, conferencia impartida el5 de agos­ COntra la generalidad de la causa.
to de 1951 en Darmstadt, en un coloquio sobre «El hombre Por ello, el título de esta sección, «Paisaje sin paisajis­
y el espacio»). Más allá de esas élites casi nadie osaba plan­ tas», debe entenderse en el nivel más general de un cuestio­
tear la cuestión: «En el fondo ¿por qué esta arquitectura?». namiento histórico. Las épocas de las que heredamos estos
Después, este libro desató las lenguas. Me refiero a Arqui­ paisajes que amamos y admiramos, aunque los masacremos
tectura sin arquitectos, de Bernard Rudofsky (Architecture (excepto algunos iconos), no conocen el paisaje ni a fortio­
without architects, 1964). Sus magníficas ilustraciones de­ ri los paisajistas, pero objetivamente tenían un gusto muy
cían más que cualquier argumentación especializada, pues fiable en el acondicionamiento de lo que nosotros llamamos
hablaban directamente al alma de la mayoría de los lectores, el paisaje. En nuestro caso es al contrario; nuestra época es
una generación que ya tenía la experiencia a escala 111 de 10 la dd paisaje, la de los paisajistas, pero también la época de
que acarreaban las tesis del movimiento moderno en su tra­ lo que un libro, que ha dejado huella, ha llamado Muerte
ducción concreta en el entorno construido. Esta generación del paisaje.
es la que, como contrapartida, inventaría, entre otros, lo

22
23
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

Merece fa pena preguntarse cómo es posible esta contra­


dicción. No únicamente para aguzar nuestro pensamientQ
del paisaje sino sobre todo para saber por qué no tenemos
ya la capacidad del pensamiento paisajero y, por tanto, a
la escala global de nuestros territorios, de acondicionar un
paisaje en el que sea agradable vivir. Pues, como escribe Ja­
vier Maderuelo en las últimas líneas de una obra colectivll
sobre Paisaje y pensamiento (Paisaje y pensamiento, 2006):
«Si el paisaje que estamos construyendo no es satisfactorio
entonces es que nos estamos equivocando»
Esta equivocación no es otra que la insostenibilidad de
nuestra manera de ser, de pensar y de actuar en la "ierr<1
-un asunto que va mucho más allá del pasiajismo pero del
que el paisaje es un fiel reflejo.

3. EL ROMPIMIENTO DE LA HISTORIA

Si han mirado ustedes el mar, saben que las olas rompen


y, si es geólogo, usted sabe que las montañas también. En
las grandes orogénesis, aquéllas producen lo que se llama
mantos de corrimiento, es decir, el deslizamiento de algu­
nas capas de terreno por encima de otras; así se invierte la
estratigrafía (una capa más antigua se encueutra entonces
superpuesta a otra más joven). Lo que más a menudo suce­
de es que capas demasiado violentamente plegadas pueden
romperse y deslizarse a trozos las unas por encima de las figura 1. Las oleadas de la historia. Fotografía de F. Adaro
otras. Esto, cuando ha ocurrido recienremente (en la escala
geológica), produce en general hermosos paisajes. Hay un
ejemplo en la figura 1, Las oleadas de la historia. Una es­
cama de calizas jurasicas se ha deslizado sobre las margas
subyacentes formando un espolón en la entrada al valle del
Seksawa, en el Alto Atlas occidental. Este espolón estuvo
antaño ocupado por un fuerte, puesto avanzado del poder
de la llanura y destinado a contener a las poblaciones be­

2.4
LAS OLEADAS DE LA HISTORIA
¡ EL PENSAMIENTO PAISAJERO

: cómo, quizá, en tanto que humanos sobre la Tierra, po­


ligerantes de la montaña. Ya sólo quedan huellas, alguno'~
vestigios de la muralla.
~rlarnOS reavivarlo por nuestro propio interés -para que el
ocaso de la modernidad no sea sencillamente el ocaso de la
En la región, las leyendas difieren a este respecto; algu
nos ven en él, por el contrario, una defeusa de la montaña htlmanidad.
contra la llanura. Es probable que el fuerte cambiara de ma­
nos en varias ocasiones, pues la historia ha conocido aquí
oleadas e incluso rompimientos, algunos de los cuales han Retorno: lo que era el pensamiento paisajero
llegado hasta España. Historia que no está menos plegada
Las láminas que siguen han sido extraídas de la primera
que la montaña, en sus dos escalas de tiempos respectivos.
edición de la tesis de mi padre,Jacques Berqne (1910-1995),
Y, como siempre en el paisaje, interfiere también la escala de
Structures sociales du Haut Atlas, publicada en 1955 en
tiempo de una vida humana, con sus oleadas y los meandros
Press es Universitaires de France. Son dibujos de mi madre,
de un itinerario personal. Aquí tenemos los tres niveles de
Lucie Lissac (1909-2000). La tesis se preparó en la época
la vida de un paisaje: el de la naturaleza (1a geología, la evo­
(1947-1953) en la que Jacques Berque era inspector civil de
lución, los ciclos estacionarios ... ), el de la sociedad (la his­
la circunscripción de Imintanout, que comprendía la región
toria de los acontecimientos humanos) y el de una persona,
de los seksawa. Los dibujos son de la misma época.
la que contempla este paisaje presencialmente o a través de
una representación: usted, yo. Por mi parte, este lugar lo
frecuenté yo durante un tiempo en el siglo pasado, en los
años 40 y al principio de los 50, para volver aproximada­
mente 60 años más tarde. Por esta razón verán en este libro
varias imágenes de la región. Las otras se deben a mi itinera­
rio profesional, que me ha llevado hasta Asia oriental.
Esta historia, como vemos, se rompe bastante de un ex­
tremo a otro del planeta, pero en el fondo está tan enraizada
en la Tierra -nuestra biosfera y nuestro planeta, que me­
rece la mayúscula- como 10 está este paisaje, Las oleadas
de la historia, en la estructura interna de la cadena atlásica.
Lo mismo vale tanto para todos los paisajes, como para el
paisaje, al menos esto es lo que yo querría demostrar en este
libro. Creo, en efecto, que trazar las oleadas de la historia
que permiten comprender un paisaje o, mejor aún, com­
prender lo que es el paisaje es exactamente lo que, en el
ocaso de la modernidad, puede permitirnos imaginar qué
era el pensamiento paisajero (véase más adelante Retorno:
lo que era el pensam.iento paisajero), por qué lo necesitamos

27
26
II
LA TIERRA, POR SU PROPIO MOVIMIENTO

4. EL ALMENDRO, LA CEBADA Y EL OLIVO

La figura 2, La linde del mundo Seksawa, muestra la


desembocadura del asif (el torrente) i ySeksawan en la lla­
nura del Dir (la palabra dir significa: «petral del caballo
enjaezado»; el cabal10 es el Atlas). Al fondo, las cumbres
tienen el tamaño de las más altas cimas de los Pirineos
(3.206 metros el Tabgurt, a la derecha; 3.349 metros el
Ras Moulay Ali, a la izquierda -quizá me equivoque,
pues mis recuerdos son antiguos-l. El campo del primer
plano está plantado de olivos y de almendros (éstos sin
sus hojas, estamos en enero). Trabajado con las lluvias de
octubre, dará la cebada.
Del ciclo de estos cultivos, aparte de algunas aportacio­
nes de la historia moderna (el maíz, por ejemplo), todavía
se dicen aquí en bereber cosas que Hesíodo, hace más de
tres mil años, habría podido escribir en Los trabajos y los
días (Erga kai hbnerai); porque es una historia muy lenta
la de este paisaje que en otros tiempos cubría todo el área
mediterránea. El arado antiguo, sin vertedera ni ruedas,
tirado todavía por una vaca o un burro: potencia irrisoria
pero mucho, mucho trabajo humano. No es difícil enten­
der por qué Los trabajos y los días se apoya en el mito de
la Edad de Oro, esa época feliz en la que el trabajo no era
necesario:

35
EL PENSAMIENTO PAISA]ERO

Chruseon men protista


D'or fut la tace premiere
[genos [... ]
[... ] Karpon d'ephere La terre donneuse
lzeid6ros arouta [d'épeautte portait fruit
automate pollon te kai D'eUe-meme, en nombre et
laphthonon. [a satieté.
[De oro fue la raza primera / la tierra generosa de
escanda daba fruto / por sí sola en abundancia y hasta
la saciedad.)
Sin embargo, esta célebre evocación es curiosamente
contradictoria (lo que no revela, en sus glosas, la traduc­
ción de Paul Mazan, «D'or fut la premiere race (... ]. Le
sol fécond produisait de lui-meme une abondante et géne­
reurse récolte») [«De oro fue la raza primera [... ]. El suelo
fértil producía por sí mismo una abundante y generosa
cosecha»]. Hesíodo escribe, en efecto, que la tierra daba
sus frutos «por su propio movimiento», automate, pero lo
que yo traduzco por «la tierra» (y Mazan por «el suelo»)
es en el texro griego aroura, lo que, de hecho, quiere decir
«tierra cultivada». Esta palabra es de la misma familia que
al'aire, are o arable; familia que procede de una ra.íz indo­
europea, ara, que significa <<laborar». Este último verbo, a
su vez, procede del latín laborare (trabajar), que ha dado,
como se sabe, en francés, junto al vocabulario agrícola
(labour, laboureur)... [labranza, labrador. .. ] la palabra
La linde del mundo Seksawa. Fotografía de A. Berque
labeur [labor]' que representa por excelencia la idea de Figura 2.
un cometido fatigoso. Por otra parte, el adjetivo zeid8ros,
ep.íteto de aJ'oura, evoca con toda evidencia una planta
cultivada, zeia (la escanda, Llna variedad de trigo rústico
con espiguillas espaciadas).
Es imposible no ver en todo esto la marca del trabajo
humano, y, sin embargo, Hesíodo nos dice claramente que
es automate, es decir, naturalmente, como la tierra alimen­
ta a la raza de oro en los tiempos de Cronos. Como si el

36
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
LA TIERRA, POR SU PROPIO MOVIMIENTO

campo que vemos en la imagen se hubiera labrado solo ...


iIncreíble! nO es un trabajo; sólo hay que molestarse en recibir esos do­
Además, Hesíodo, campesino él mismo, sabía perfecta_ nes de la naturaleza. Y, si Hesíodo refiere esta imagen a un
mente lo que era el trabajo de la tierra; y sin duda por eso pasado que no se puede verificar, Virgilio -y para los siglos
sitúa la Edad de Oro en el insondable pasado del mito. Pero, posteriores- hace de ella una realidad presente.
precisamente gracias a él, ese mito no ha hecho más que cre­
cer y embellecerse en el mundo antiguo. Siete siglos después,
en la época de Augusto, inspira hasta tal punto a Virgilio 5. LAS DISTRACCIONES DE LA TIERRA

que la misma incredibilidad ya ni siquiera se acentúa con


el distanciamiento del tiempo; es en los mismos tiempos de Vista la evidente dureza del trabajo de la tierra para
Augusto, ahora, cuando las Geórgicas [Georgicon} preten­ guien se haya dedicado a él aunque sólo sea un poco (es
den que se crea eso: decir, para la aplastante mayoría de las personas de aquellos
tiempos), un mito como éste no podía convencer más que a
o fortunatos nimium, ¡Oh afortunados,
una mínima fracción de la sociedad: la de la élite cultivada,
Sua si bona norint concentrada en la ciudad pero formada por grandes terrate­
agricolas! si conocieran su felicidad
nientes, para la que el campo era el lugar del otium, ese es­
los campesinos!
tado de disfrute ilustrado que negaban [negare} los asuntos
Quibus ipsa, procul discordibus {negotium} de la ciudad (negocio viene de negotium). Tal
[armis, A los que por si misma, lejos
[de las luchas fratricidas, como muestra esta negación, para ellos el tiempo normal
Fundit humo facilem era el otium. No se trataba de un farniente; se dedicaban
la muy justa tierra esparce por el
[victum Justissima teihls! efectivamente al cultivo, pero no al de la tierra, sino al de
[suelo el fácil alimenro.
lo escrito, lo que les hacía allegados de Hesíodo y de Vir­
En esta versión arcádica se supone que los agricultores
gilio. Y, como los frutos del trabajo de sus esclavos no les
viven como en los tiempos de Cronos, en la Edad de Oro;
suponía en realidad más trabajo que el de recogerlos, no
pero ese bendito tiempo, en el que «por sí misma» (ipsa) que
tenían por qué admitir que no era por sí misma (ipsa), por
aquí es el homólogo de automate en el texto de Hesíodo) la
su propio movimiento (automate), como la tierra los había
tierra les provee de un «alimento fácil», ies el mismo de Au­
producido.
gusto! Cierto que las Geórgicas es una obra de propaganda Desde luego, no estaban ciegos; aunque no hicieran el
que había encargado Mecenas expresamente a Virgilio para trabajo, ¡seguro que lo veían!, diríamos nosotros; pero eso
alabar los méritos del regreso de los veteranos a la tierra tras seria olvidar que la visión humana no es sólo una cuestión
la victoria de Octavio (Augusto) sobre Antonio y Cleopa­ de óptica; es también en gran medida cuestión de construc­
tra en Actium (31 a.c.), pero estas circunstancias, aunque ción social. En efecto, en el mundo al que se pertenece, se ve
pudieran explicar la exageración del mito, no cambian en sólo lo que conviene ver, y lo que no pertenece a ese mundo
nada su significación profunda. La idea que éste transmite a - lo que es im-monde- no se ve. Se pone fuera del mundo,
través de los tiempos es que cosechar los frutos de la tierra fuera (foris), y se le cierra la puerta (claudere), o, mejor di­
cho, los ojos: es decir se deja fuera, se forcluye (locks out).

38
39
LA TIERRA, POR SU PROPIO MOVIMIENTO
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

Esta forclusión del trabajo de la tierra es un rasgo funda­ mundo. sino del otro -un paraíso perdido o futuro, poco
mental en las sociedades lo suficientemente complejas -en importa. pero en todo caso en un más aHá-, sin embargo,
términos de división del trabajo social- como para de­ par(l los happy few, es decir, para la dase ociosa, podía per­
sarrollar ciudades y una "clase ociosa» (Veblen) apta para fectóUl1cnte pertenecer a este mundo; bastaba para eEo con
contemplar la naturaleza en lugar de transformarla laborio­ hacer trabajar a los demás.
samente con sus manos. Es una condición qne debe cum­ Hacer trabaj ar a los demás fue esencialmente y durante
plirse para que nazca, eventualmente, un pensamiento del milenios hacerles trabajar la tierra. De ahí surgieron las ciu­
paisaje, y éste implica que la naturaleza o lo natural estén lo dades Yfue, por tanto, a partir de las ciudades desde donde
suficientemente diferenciados de lo humano o de lo social se pudo dirigir una mirada desinteresada -surgida del frui,
nO del uti- al entorno; se suscitaron de ese modo represen­
como para que exista, precisamente, una palabra para decir
(da naturaleza)). Sin embargo, por natural que nos parezca taciones de «la naturaleza» que permitieran hacer de eUa un
a nosotros actualmente, no es en absoluto algo obvio; la objeto de conocimiento (de esto nace la ciencia) o de pura
historia y la antropología son testigos de ello. contemplación (de esto nace el pensamiento del paisaje).
Esta mirada nacida del trabajo y de su división no podía,
El trabajo es lo que transforma la tierra para que pueda
dar los frutos que no sería capaz de dar por sí misma. La sin embargo, verse a sí misma como tal, puesto que su mo­
esencia de esta relación es la de «utilizar para)), uti en latín. tor era precisamente reencontrar la Edad de Oro anterior
Esto supone una revolución, una inversión ontológica de al trabajo. Esta contradicción no sólo yace en el corazón de
la relación entre lo humano y lo natural. Antes del traba­ todo sentimiento de la naturaleza Y de todo pensamiento
del paisaje, sino, en primer lugar, en el corazón de nuestra
jo, la existencia humana dependía, como la de todos los
seres vivos, totalmente del frui, el « disfrute de los frutos» de propia humanidad, puesto que, acabamos de entreverlo (y
la naturaleza o de la tierra (en esta relación, da exactamente volveremos sobre ello), la naturaleza humana, la del Homo
lo mismo). Después del trabajo, el mundo cambió. faber, está precisamente en haber nacido del trabajo. Es a la
vez naturaleza y transformación de la na turaleza; lo que vie­
Ahora bien, por lo que nosotros sabemos, la humanidad
ne (l decir que es a la vez trabajo y forclusíón del trabajo.
no puede disociarse del trabajo puesto que la emergencia
Por eso, a los ojos de la clase ociosa -la única apta para
de nuestra especie -sigo los pasos de Leroi-Gourhan­
habría comenzado con los primeros útiles, es decir, con el escribir esta historia, ya que es eHa la que posee a la vez las
tierras y las letras- se supone que la naturaleza por sí mis­
uti. Podemos concebir que la Edad de Oro sea un tiempo
ma~ ipsa, por su propio movimiento, automate, otorga sus
muy antiguo ... e incluso imposible de imaginar claramente,
como demuestran las contradicciones del texto de Hesíodo. frutos a la humanidad.
Efectivamente, el frui no ha sido desde entonces más que un
mito, un estado de la naturaleza tan imposible de reencon­
trar como el seno materno después del nacimiento. Por la
misma razón, esta nostalgia imposible de saciar se ha con­
vertido en un poderoso resorte de la dinámica social; pues,
si para la mayoría de la gente, el frui nunca ha sido de este

41
40
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

6. EL CAMPO Y LA HEMBRA OSCURA

En la figura 3, Remontando el valle, la vista está tornada


desde abajo de Tigemmi y-Iggiz (aerualmente en ruinas) ha­
cia arriba del Seksawa. Más allá del promontorio, a la dere­
cha, llegamos al pueblo de Zinit, que conserva el santuario
de LaIla Asisa. Estamos en invierno. Más arriba todavía,
siguiendo el valle, en la blancura de las cimas y de las nu­
bes, se perderá el paisaje. Efectivamente, si seguimos dos
tres días en esta dirección, acabaremos por llegar al <dugar
donde uno se pierde», el Tichka.
Del lugar donde uno se pierde desciende la vida, en for­
ma de agua. En su momento, la trashumancia trae aquí sus
rebaños y es motivo de festejos. En invierno, los caminos
que llevan a Tichka están cerrados debido a la nieve y la
vida regresa abajo. Éstos son los tiempos de la naruraleza y
éste es el ritmo de la existencia.
Remontar el valle hacia el lugar donde uno se pierde es
una pulsión humana análoga a la búsqueda de la Edad de
Oro, del paraíso perdido o del seno materno de la naturale­
za. Yo doy aquí un ejemplo paisajístico, pero también puede
representarse, como hizo Courbet en L'Origine du monde,
por una vulva. Las vulvas son valles al igual que los valles
son vulvas. De ahí surgió la vida, pero también ahí está el
trabajo de la mujer parturienta: el trabajo del nacimiento. Figura 3. Remontando el valle. Fotografía de F. Adam
Abajo está este mundo, arriba la Edad de Oro.
Estas relaciones las dibujan mejor otras culturas que la
nuestra. El taoísmo las reconoce. Así, en el capítulo VI del
I.aozi:

42
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
LA TIERRA, POR SU PROPIO MOVIMIENTO
i§f$~9E Gu shen bu SI El espíritu del valle nunca mnere
~~t!ft Sh¡ wei Xuanptn mistas que buscan la inmortalidad practicaron la «entrada
Se lo llama la Hembra OScura en la montaña», rushan, antecámara -si todo iba bien­
~!ft¿r~ Xuanpin zhi men La puerra de la Hembra oscura del «deambular por la inmortalidad», youxian. Como la in­
~~}¿±é,m Shi wei tian di gen Se llama la raíz del cielo y de la mortalidad se caracteriza por el olvido del tiempo que pasa,
tierra este dear:nbular podía no tener límite; era como una edad de
ML~~# Continua como un hilo que se oro, y muy paisajera según Wang y Yu:
Mianmian rua am
hilvana
ffl¿~JJJ Yang zhi bu ¡in Gozaban plenamente de la naturaleza, hacían excur­
Su uso no la agota
siones a las estrechas gargantas de la montaña profunda,
recorriendo las orillas de los lagos, jugando al ajedrez en
El genio del valle, la Hembra Oscura, es el poder engen­ el bosque, bebiendo y cantando bajo la luna, plantando
drador de la naturaleza, encarnado en el curso del agua. sus propias verdnras en el campo del sur, levantando su
En China, Se sitúa hacia el oeste, puesto que las montañas vaso al seto del este ...
están al oeste; en particular en el Kunlun, que llega hasta
el Pamir, superando los 7.000 metros de altitud. En la mi­ .. , forma de vida que es, efectivamente, la de los invento­
tología china, el Kunlun es la residencia de la reina de los res de la estética paisajera, esos mandarines anacoretas que
Inmortales, la que posee los melocotones de la inmortalidad veremos más adelante, y que aquí evoca en particular Tao
(busi): Xiwangmu, la «Reina Madre de Occidente», que un Yuanming (365-427), el «poeta de los campos» [tianyuan
reciente estudio de Masako ha comparado con las diosas de shirenj.
la fecundidad más occidentales, como Ishtar (Astarté). Kun­ N6tese: «poeta de los campos», en absoluto «poeta del
lun está etimológicamente relacionado con hundun, el caos paisaje» [shanshui shiren] como lo fue, por el contrario,
primordial, que evoca el huevo original de los mitos sume­ el más joven Xie Lingyun (385-433). La historia de la litera­
rios (Lewis Carrol1 se inspiró en ellos para el personaje de tura marca claramente la diferencia. Y, sin embargo, desde
Humpty Dumpty, en Alicia en el país de las maravillas). El el punto de vista que nos ocupa, ambos se reencuentran en
Kunlun es también el origen del qi, el soplo vital que circula lo esencial: que rechazan la ciudad, el mundo urbano, para
irse a vivir a su antítesis, fLÍera de los muros.
en el mundo chino y que está en el principio del fengshui.
Como veremos más adelante, todo esto está concretamen­ Pero ¿qué es la antítesis de la ciudad? ¿El campo o la
te ligado y tiene una relación directa con el pensamiento naturaleza?
palSajero. Pues bien, para la mirada urbana -la que nos ha legado
Contentémonos por ahora con señalar que la Hembra os­ b historia de las grandes civilizaciones- no hay diferencia.
CUra tiene mucho que ver con el relieve; por tanto, con el pai­ Para las personas dotadas de urbanidad, es decir, ante todo
saje. Es inútil escalar el Kunlun en busca de Xiwangmu; en para la clase ociosa, es lo mismo el campo, acondiciona­
principio, remontar cualquier valle será suficiente para do por milenlos de laboriosidad campesina, y la naturaleza
enCOntrar el origen de la vida. Por eso, en China, los alqui. salvaje, inviolada. Ambos, efectivamente, se identifican por
el hecho de no ser urbanos. Ustedes mismos pueden com­

44
4.5
LA TIERRA, POR SU PROPIO MOVIMIENTO
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

hasta el punto de convertirlo en lo cotidiano de nuestros


probarlo cuando ante un bello paisaje rural dicen que aman habitantes de las afueras. Pero este juego se ha reproducido
«la naturaleza». El mundo contemporáneo nos da multitud a otras escalas; hoy se practica por toda la extensión del
de pruebas de ello, como veremos, con el fenómeno de lo planeta, e incluso ya por el espacio para quienes tienen de
urbano difuso. Y nuestras lenguas nos dan pruebas literales. verdéJ\d mucho dinero. Su motivo esencial no ha cambiado:
En chino, el carácter ti significa a la vez «rural» y «salvaje». despojarse del artificio urbano, volver a encontrar el gran
En composición, servirá, por ejemplo, tanto para nombrar lo seno de la naturaleza, volver a encontrar la Edad de Oro.
que nosotros llamamos una villa como para nombrar al Yeti Y, como sucediera ya en tiempos de Hesíodo, es un mito.
(el abominable hombre de las nieves). En inglés, admiren Es un sueño. Siempre con la misma contradicción en el co­
con qué naturalidad escribió Horace Walpole (1717-1797), razón que, por forc1usión, nos hace confundir el producto
a propósito de William Kent (a quien atribuye la invención del trabajo con el movimiento de la propia naturaleza. Ex­
del haha, ese foso que, para permitir agradables perspecti­ cepto que este sueño hoy no es ya en absoluto el símbo­
vas, suprimía la barrera entre los jardines y su entorno): lo, sino sobre todo -con una forclusión mucho peor del
trabajo realizado, es decir, tanto de la energía consumida
He leaped the lence, and saw that al! nature was a como de la huella ecológica que comporta- la máquina
garden (Saltó la barrera y vio que toda la naturaleza era que, automate, lo realiza por nosotros. Su Land Rover, por
un jardín). ejemplo, es su máquina para soñar esa vuelta a la Edad de
Oro, al fondo de «la naturaleza». Además, ¿sabían ustedes
cuando todo lo que podía verse era la campiña inglesa, ese que to rove significa «vagar», que es el primer sentido de
capital legado por cinco mil años de trabajo campesino...
rever [soñar)?
Más importante: en un pasaje de Fado (1935) de Watsuji
Tetsura en el que se trata de la repulsiva falta de hospitali­
dad, del salvajismo absoluto de las montañas de Aden, en
la traducción española se emplea el calificativo agreste. De
hecho, en castellano, agreste superpone (según la definición
del diccionario de la Real Academia) los tres sentidos si­
guientes: «l. Campesino o perteneciente al campo; 2. Áspe­
ro, inculto o lleno de maleza; 3. Rudo, tosco, grosero, falto
de urbanidad». No hay mejor conclusión: se trata, efectiva­
mente, de f;J.lta de urbanidad. Es la ciudad la que instaura
el mundo. Al atravesar los muros de la ciudad, sea hacia el
campo o hacia el desierto de la montaña profunda, se pasa
al antimundo.
En determinada época de la historia, la de Augusto, por
ejemplo, con el otium, este paso se convirtió en un juego de
(buena) sociedad; después los siglos lo privaron de sentido

47
46
III
EL TERCER DÍA DEL TERCER MES

7. LA GRUTA DEL PIES DE CABRA

Como en el cuento de Tao Yuanming, La fuente de los me­


locotoneros en flor (Taohuayuan-ji), los auténcicos valles con­
ducen a una gruta, pasaje estrecho por el que se desemboca en
la Inmurtalidad. Pero, si por desgracia no se guarda el secreco,
entonces, se perderá el camino para siempre jamás y de nada
servirá «inquirir sobre el vado» (wen jin, alusión a los Analec­
tas de Confucio y símbolo de la búsqueda del conocimiento).
¿Cómo funciona una gruta -ese paso, ese vado hacia
la Edad de Oro-? Para tener el paisaje tranquilo, vamos a
verlo en griego, donde se llamaba antron. De ahí procede
el francés antre [antro]. El Robert, Diccionaire historique
de la langue fran(:aise [Diccionario histórico de la lengua
francesa], nos explica que esta palabra, al igual que ame y
animal, tiene el mismo origen que anemos (viento). Todas
ellas proceden de la raíz indoeuropea ani, que expresa una
idea de soplo (efr. el sánscrito áni-ti, soplar), y de la imagen
inicial de «lugar de donde salen las emanaciones», como la
grieta sobre la que se sentaba la Pitia, en Delfos. De igual
modo, el antro de Xiwangmu, en Kunlun, está también re­
lacionado con el origen del soplo vital, el qi. Para noso[ros,
stas cosas expresarán las profundidades del inconsciente,
donde el soplo del símbolo moldea a la vez el alma y el
cuerpo, pero también dan sentido al paisaje.

49
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
EL TERCER DÍA DEL TERCER MES

En la Grecia anrigua, los seres de la naturaleza -las ser.


pienres, los leones, las ninfas, Polifemo, los dioses campes. y fue así, porque Hermes le había «enseñado lo que era"
tres ...- habitan en antros. Es su morada natural, lo qUe (phusin ...edeixe) esa planta medicinal (pharmakon), como
les hace las veces de palacio. Tenemos esta idea, aunque a Ulises pudo escapar al encanto de Circe, que lo hubiera
menor escala: transformado en cerdo igual que a sus compañeros.
Con la escuela de Mileto (Tales, Anaximando, Anaxime­
Del palacio de un joven conejo
oo ... ), hacia el siglo VI antes de nuestra era, por primera vez
La comadreja, una mañana,
en el mundo el pensamiento jónico separará la mitología de
Se amparó; es astuta [... ]
los fenómenos naturales, y así empezará a pensar la phusis
Llevó Sus penates a su casa
coo el sentido que, poco a poco, engendrará la «ciencia de
Un día que él había ido a cortejar a la Aurora la naturaleza»: la física. Esta separación del mito es decisi­
Entre el tomillo y el rocío. va. Sin ella nunca habría existido, más tarde, la revolución
científica moderna. En efecto, como ha señalado Asano
'" pero ahora, remontaremos la historia hasta más allá de Jean Yuicbi, precisamente porque esta separación fue incomple­
de La Fonraine (1621-1695) para comprender mejor la relación ta en China, donde surge el pensamiento de la «naturaleza»
entre las grutas y la naturaleza o, más bien, <da naturaleza". casi al mismo tiempo que en la Jonia, es por lo que allí no
y no es sencillo, pues, si es evidente que las grutas son pudo nacer la física moderna. Tanto el Dao como el Tian
un fenómeno natural, sin embargo, el hecho de que ellas mantuvieron un cierto carácter divino, que tenían de sus
puedan represemar «la naturaleza" no cae por su propio orígenes religiosos, y debido al cual nunca se apartaron del
peso. Primero hay que tener la idea de representarse esto: campo moral y poHtico. Así, ni e! Cielo (Tian) ni el «por­
<da naturaleza», y ésta es una idea muy reciente en la his­ sí-misma-así" (ziran) propio de la Vía (Dao) fueron mm­
toria humana. En Grecia, se remonta sólo a los presocráti­ ca «la naturaleza» en el sentido de la física moderna: ese
cos. Ames, la palabra phusis (naturaleza) tenía otro sentido, objeto neutro establecido en Europa en el siglo XVII por el
bastante próximo aún a su raíz indoeuropea bhu: brotar, paradigma occidental moderno clásico (en adelante POMC)
crecer como los vegetales; de ahí la idea de desarrollarse en construido por Bacon, Galileo, Descartes, Newton y algu­
el tiempo, que enContramos en francés en (je) fus [yo fui]. nos otros después de la revolución copernicana.
En la Odisea, la palabra phusis tiene todavía el significado Pero, aunque los filósofos de Jonia fueran los anteceso­
de «lo que es una plama»: res de! pOMe, faltaba mucho para que «la naturaleza» vis­
ta así por la mirada de los griegos fuera ese objeto abstracto
Hos ara ph6nesas pore pharmakon Argeiphontes en que la convertiría dos milenios más tarde nuestra física.
Ek gajes erusas, kai moi phusin autou edeixe Para el común, siguió siendo durante mucho tiempo algo
concretamente asociado al culto del dios Pan, originario de
Habiendo hablado así el dios a los luminosos rayos la Arcadia, región salvaje y retrasada donde éste era un dios
Arrancó una hierba del suelo, que antes de dármela, de los pastores, protector de los rebaños, de los que sólo se
[me enseñó a reconocer. dtferenciaba a medias (por eso tiene pies de cabra). Si Pan
deja de tener este papel y pasa a simbolizar esta idea nueva,


51
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
EL TERCER DÍA D EL TERCER MES

"la naturaleza», es debido a los atenienses y a la siguiente A estO es a lo que yo llamo el principio de la gruta de Pan,
razón.
lil suril mmsformación, por la ciudad -que es astuta ...- ,
En el año 490 a.c., Darayavush (Darío) acomete la in. de algo que en origen procedía del mundo campesino y de
vasión de Grecia. Toma Eretria y desembarca cerca de Ma.
lo que "e apropia para convertirlo en lo que simbólicamente
ratón. Atenas envía al mensajero Fi1ipides para que pida
eS su propio reverso: "la naturaleza».
ayuda a Lacedemonia (Esparta), que se hace de rogar. De­ De este principio arranca el pensamiento del paisaje.
cepcionado, Filipides, en el camino de vuelta, atraviesa los
montes de Arcadia cuando oye a Pan que 10 llama desde
lejos y le promete que ayudará a los atenienses. y así lo 8. EL DESCENSO DEL TICHKA
hace; sembrando el pánico en las filas de los persas, asegura
la victoria de los griegos en Maratón. En agradecimiento, He recorrido muchas montañas, del Atlas al Tianshan e
los atenienses llevaron Con gran pompa su estatua desde la incluso los Andes; he visto el Pequeño Lago del Cielo occi­
Arcadia hasta Atenas, donde la instalaron en una gruta en dental, donde se bañaba Xiwangmu, pero jamás he conse­
el lado noroeste de la Acrópolis.
guido llegar a la Fuente de los melocotoneros en flor. Pero
Como han señalado Philippe Borgeaud y Nicole Loraux sí he ido al Lugar donde uno se pierde, el Tichka, y volví a
después de él, ¿por qué en una gruta si en la Arcadia se le bajar. Como todavía era joven, no tomé notas de esta baja­
construían templos como los de los otros dioses?
da, pero puedo rememorarla en los escritos paternos:
Pues bien, porque durante el transporte (metaphora), se
produjo una metáfora (más exactamente una metonimia): Una noche de agosto, un pueblo bajaba los escarpes
simple divinidad pastoril a la partida, a la llegada el pies de Tichka. La fiesta, durante todo el día, había llegado
de cabra había pasado a simbolizar el estado salvaje de su a su apogeo. Pero a partü de la cena se dio la señal de
región de origen, la Arcadia; es decir, "la naturaleza». Yuna volver, pues era mejor hacer con el fresco la difícil etapa
gruta resulta más natural que un templo.
del Tabgurt, seis horas de camino. Un visitante francés
Pero faltaba aún entender cómo estas gentes llenas de se confiaba a su montura por una increíble pendiente en
urbanidad (de aticismo, más bien), los atenienses, podían zigzag sumergida en las tinieblas que hada más espesas
representarse una cosa así. Pues precisamente porque ellos aún el tembloroso resplandor de los pabilos. No se po­
contemplaban la phusis desde lo alto de sus murallas, mien­ día hacer otra cosa. Era una mula elefantina que, con
tras que los arcadios, que vivían inmersos en ella, carecían precavidas sacudidas en la oscuridad, descendía por algo
de la distancia necesaria. Y a partir de Atenas y, después, de tan empinado como las escaleras del Sacré-Coeur. Esa
Alejandría, en absoluto de la Arcadia, fue Como debía ex­ oscuridad estaba llena de gritos: una muchedumbre im­
tenderse el culto de Pan (ha Pan) por el mundo grecorroma­ precisa saltaba por el camino. Al pasar, apenas se entre­
no con un sentido que finalmente se convirtió en el del Todo veían algunas manchas móviles: blancura de un atuendo
(to Pan), es decir, del Universo. Antes de que una voz, como fugitivamente iluminado. Griros que rebotaban caían en
reI::1ta PI utarco, anunciara sobre el mar: ,,¡ El gran Pan ha cascada por las rocosas paredes. Repentinamente todo
muerto!». Muerto como debía morir el paganismo.
se callaba y se oía una frase melódica: estancia o letanía.

52 53
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

y de nuevo, a 1.500 metros en vertical, se desencadena. ."


" .
ba el clamor: «ha, ha, ha, a, a, a. oO>'. La muchedumhre
se reconocía en sus gritos. El visitante se volvió haCIQ
su compañero musulmán, con el estupor de la marc.ha
hacia las tres de la mañana. «Tienen miedo», le dijo d
otro. «¿Miedo de qué? -De las criaturas de la montañ
-¿Dónde están? -Debes saber que la noche está !lcn
de ellas.»

Esto era la montaña antes de que la modernidad la con­


virtiera en paisaje. En Europa, la transformación comienza
en el siglo XVIII y, aunque sea incluso más antigua en China,
(allí comienza en el siglo IV) hace poco tiempo, desde qu
existen los humanos, que las criaturas de las montailas han
dejado de reinar en ellas. Sobre todo por la noche.
¿Quiénes son estas criaturas que reinaban antes del pai·
saje? Eso depende de las culturas. Por ejemplo, al este de la
cadena llamada Macdonnell en el idioma de los Lagarto~
blancos (los europeos, para los aborígenes), en el Centr
Rojo de Australia, el paso de Anthwerrke (figura 4) es ellu­
gar de donde salieron las orugas antepasados de los arrern­
te. Anthwerrke es el paraje de la Hembra oscura, del o rige,
del mundo al estilo aborigen; no hay ni que decir que es u
lugar sagrado (pero la vista que yo he tomado es profana).
Las orugas-antepasados se encaminaron después hacia po­
niente, nombrando-creando las cosas a su paso, para va·
dear el Lhere Mparntwe por donde más tarde se construiría
Mparntwe (Alice Springs). Eran de tres especies -las Yepc­
renye, las Ntyarlke y las Utnerrengattye:

These creatures can be faund taday, in seasan, on


their respective plant hosts in the region, though Arrern­
te people say they have declíned in numbers since many
af the sustaining rituals that used to take place in the
town area have had to be abandoned.
El paso de Anthwerrke. Fotografía de A. Berque
Figura 4.
54
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

Un poco como pasa con los geranios de nuestros balco.


nes, esas criaturas no existen, o casi, sin un culto que las cul.
tive. Exigen los cuidados que sin duda han recibido durante
innumerables generaciones antes de que la modernidad l(ls
suspendiera, y entonces ya sólo quedó paisaje.
No es necesario precisar que, en su entorno, los arr
me no ven o veían paisaje, sino su p1'Opio mundo, con 1
términos pertinentes para expresarlo (figura 5: Lo que s
percibe en el mundo aborigen. Los círculos concéntricos son
pozas, los hemiciclos encajados son grutas. Los otros moti­
vos pormenorizan la vegetación). Esto es lo que simbolí
el hecho de que las cosas de ese mundo fueron creadas }'
nombradas de un mismo trazo por las orugas-antepasados.
Lo mismo se puede decir de todos los pueblos de la Tierra
antes del nacimiento del paisaje: cada uno, en su mundo
tuvo las palabras necesarias para decirlo. Y muchas mitolo­
gías, como ésta de los arrernte, especifican que la creación
de las cosas fue al mismo tiempo la nominación de las cosas
En la Biblia, por ejemplo, es precisamente esto lo que cuent
el principio del Génesis:

Dios dijo: «Que exista la luz>!. Y la luz existió (... j.


Dios llamó a la luz «día» ya las tinieblas «noche» (... ). Dios
hizo el firmamento (... ) y Dios llamó «cielo» al firma­
mento (... ). Dios dijo: «Que se reúnan en un solo lugar
las aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el suelo
firme». Y así sucedió. Dios llamó tierra al suelo firme y
mar al conjunto de las aguas. Y Dios vio que esto era
bueno.

«Bueno», efectivamente, porque las palabras de cada


mundo son buenas para ese mundo; y, correlativamente, las
palabras de otro mundo no son buenas. Pretender que lo
que todos los pueblos ven o veían en su mundo fuera «pai­
saje» es, sencillamente, cosmicidio: por etnocentrismo y por Fil'"um 5. Lo que se percibe en el mundo aborigen. Pintura de Rayleen Carr

.5 6
EL TERCER DÍA DEL TERCER MES
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

la invitación hecha al anacoreta (Zhao yinsi shier shou). El


anacronismo, es matar su mundo en provecho del nuestro , verso en el que aparece esta palabra, shanshui you qing yin,
puede traducirse por "las aguas d~ la montaña tienen un
que se caracteriza por la existencia de! paisaje.
Por eso no es anodino apegarse a la terminología que toda sonido puro» (y por eso no se necesitan, diCe el versa prece­
cultura pone de manifiesto para decir lo que ve en su enromo.
dente., ÍI1srrumentos musicales).
En realidad es e! único medio que tenemos para aprehendtr Con respecto al tiempo en que e! shanshui no era más
la cosmofanía que le es propia, es decir, cómo se le presenta que uo nido de genios de la naturaleza, se ha producido una
su propio mundo, que no es e! nuestro. Así pues, como de lo revolución: este entorno se percibe ya desde un punto de
que tratamos aquí es de! paisaje, describiremos brevement vista estético. Desde luego el shanshui tiene todavía clara­
lo que sucedió en China en el largo camino que, por primera mente el sentido de "tas aguas de la montaña», pero ya se
vez en la historia, llevó al nacimiento del paisaje.
está en vísperas del nacimiento del paisaje.
Entre los múltiples términos que en chino quieren decir
"paisaje», el más determinante ha sido shanshui, c;omo lo
confirma e! minucioso estudio filológico al que, en relación 9. Los TESTIMONIOS DEL NACIMIENTO DEL PAISAJE
con esto, se ha dedicado Gato Akinobu. Este término está
formado por dos sinogramas 0..1 y 7.k. El primero (shan) sig­ ¿Por qué «nacimiento» en lugar de, por ejemplo, in­
nifica "montaña» y e! segundo (shui), «agua» o «corrieo­ vención del paisaje? Porque no me gusta ese vocabulario
te de agua». Ni que decir tiene que cada uno de estos dos constructivista que induce a pensar que el paisaje sería pura
términos tiene, respectivamente, una larga historia en la creación de la mirada humana. El paisaje no está en la mi­
lengua china, pero antes de los Qin (221-207 a.c.) se en­ rada sobre los objetos, está en la realidad de las cosas, es
cuentran rara vez unidos. Uno de esos ejemplos precoces; decir, en la relación que establecemos con nuestro entorno.
en Mozi (aprox. 478-392), es shanshui guishen, a primer Precisaremos esto más adelante. Aquí, sencillamente invo­
vista, <dos demonios y espíritus del/de los shanshui» , lo que. caré a Platón, que, en el Timeo, llama génesis (nacimiento)
en su contexto, significa evidentemente «los genios de los a la realidad del mundo sensible (kosmos aisthétos) en el
montes y de las aguas». En suma, primos de esas criaturas que estamos sumergidos. Esto resulta muy apropiado para
de la montaña en la noche de! Tichka ... Nada paisajístico la realidad del paisaje, realidad que, efectivamente, nació en
en todo esto.
un determinado momento de la historia.
A partir de los Qin y hasta e! siglo IV de nuestra era, Pero ¿cómo fechar una cosa así? Sin hablar de aquellos
shanshui aparece muy a menudo, pero es una palabra cuyo par<l quienes el paisaje ha existido siempre yen todas partes,
significado es «las aguas de la montaña». Sobre todo la em­ hay grandes desacuerdos a propósito de su aparición; par­
plean los técnicos en relación con la irrigación y con la pro­ ticularmente en cuanto a saber si los romanos tenían o no
tección frente a las crecidas de los torrentes. La poesía la este concepto. A falra de testimonios objetivos que permitan
ignora, lo que deja ver que es todavía extraña al campo de comparar entre cosmofanías diferentes, sin ernocentrismo
la estética y, por tanto, al sentimiento paisajero. ni anacronismo, estos desacuerdos son a menudo diálogos
El primer poeta en emplear la palabra shanshui fue 2uo
Si (aprox. 250-305), en e! primero de sus Dos poemas de dt sordos.

59
58
EL TERCER DÍA DEL TERCER MES
/
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

que significa esta disociación! Lo mismo que ta famosa ex­


Había que salir de este atolladero. Para ello, he adop_ resión de una carta de Phmo el Joven (Eplstulae, V, 6, 7),
tado primero cuatro, después cinco, después seis critetios ;'eaionis forma pulcherrima, no puede traducirse con todo
(incluso siete, porque el primero se desdobla), sin los qUe, a ri~or más que por «la comarca es soberbia», pero no por
mi entender, no se puede hablar, en el momento OPOrtuno "el paisaje es muy beHo» (al menos no se puede suponer que
de paisaje a propósito de esta o aquella cultura. Son los si~ sea ésta la intención de Plínio). Respetemos a los romanos
guientes, por orden de discriminación creciente: y la len~ua latina, ¡qué diabtos! No hay duda de que tenían
una sensibilidad paisajera, un pensamiento paisajero, pero
1. una literatura (oral o escrita) que cante la helleza de nO tenían un pensamiento del paisaje, empezando por una

los lugares, lo que incluye (1 bis) la toponimia (en francés, palabra para nombrarlo y que hubiera englobado los topia

por ejemplo, Bellevue, Mirabeau, Belceil, etc.); 2. jardines de la pintura (o de los jardines) y los loó o las formae del

de recreo; 3. una arquitectura planificada para disfrutar entorno. Seamos, pues, precisos: en el mundo romano no

de hermosas vistas; 4. pinturas que representen el entorno;


hubo nacimiento del paisaje.
5. una o varias palabras para decir «paisaje»; 6. una n: Este nacimiento, en la medida en que podemos fecharlo
flexión explícita sobre «el paisaje». El último criterio que con documentos, se produjo en China. Et criterio 6, el más
he adoptado (aquí el número 3) lo hice después de la leen discriminatorio de rodas, se cumple hacia el 440 con Intro­
de Javier Maderuelo, quien se ha ceñido particularmente al ducción a la pintura de paisaje (Hua shashui x u ), de Zong
lado arquitectónico del asunto, pero las obras de Toriumi Bing (375-443). El criterio 5, casi un siglo antes:
Motoki respecto a la invención del balcón en París, durant!: Fue bajo el reinado de un emperador que tenía d mismo
el Renacimiento, ya me habían puesto la mosca detrás de nombre, Mu, que Mu el hijo del Cielo (Mu Tianzi), cuan­
la oreja. do ese rey, hacia el principio de los Zhou cid oeste (1122­
El mundo romano (la cosmofanía romana), por ejemplo, 770 a.c.), se dirigió a las regiones occidentales y allí fue
satisface los criterios 1,2 y 4 pero no los criterios 3 (inclu­ huésped de Xiwangmu. Así pues, bajo tos Jin del este, el
so en parajes soberbios, la arquitectura se vuelve hacia el tercer día del tercer mes lunar de Yonghe IX (353), Wang
atrium), 5 y 6. Varios autores opinan que los romanos sa­ xizhi. el inmortal calígrafo (303-361), invitó a una cuaren­
tisfacían el criterio 5, pero yo considero este juicio abusivo. tena de amigos a su villa, el Pabenón de las orquídeas (Lan­
Los topia o topiaria opera, esas «obras topiarias» de las que ting, hoy en las afueras de Shaoxing, en Zhejiang). Como
habla Vitruvio (en Architectura, V, 5, 2) son motivos pictó­ era costumbre en la buena sociedad de aqueHos tiempos,
ricos derivados del arte de los jardines. El Gaffiot traduce (costumbre inaugurada seis sigtos antes por el rey Zhao de
topia por "paisajes al fresco» (está en plural, el singular no Qin), se trataba de un banquete de liu shang qu shuí: reuni­
está recogido, y esto no es insustancial: no hay concepto dos para un picnic campestre en el ampho jardín de ta villa,
tras esas figuras). Además, la lengua latina nunca ha rela­ que adornaban los meandros (qu shui) de un arroyo muy
cionado estos motivos de las amoenia (o loó amoeni, loca aisajístico, los convidados debían componer un dístico an­
amoena, amoenitas locorum, expresiones que se aplican a tes de que les llegara una copa de vino (shal1g) llevada por
los encantos del entorno) para integrarlos en una verdade­ b corriente; sotamente entonces podían beberla. En otras
ra noción de paisaje. ¡Sin embargo, hay que preguntarse lo

61
60
,...­

EL PENSAMIENTO PAISAJERO

versiones eran los perdedores quienes estaban condeUttdos


a bebet (figura 6: El banquete de Lanting, en la pared úeUtl
albergue de Isé).
En varios de los poemas recogidos en esta ocasión, Ut Pa.
labra shanshui está indudablemente empleada en el seotido
de «paisaje». Por ejemplo, de Wang HLlizhi:

*tm¡lpk San huai shanshui


DistIayant mon CO':ur
Distrayendo mi cora7.ón
dans le paysage can el paisaje
~?!.\~u Xiaoran wang jo
Amoj~meme absent, Ausente de mí mismo,
j'oubli mon licou olvido mi ronzal

o también, de Sun Tong:

tlB .3:: ilh1.J 7)< Dizhu guan shanshui


Le maltIe de céans SCrute
El señor de la casa escruta
le paysage el paisaje
{rD~~A.tl* Yang xun you ren zong
VeIS les hauteurs
Hacia las altnras, buscan­
cheIchant traces
do hueJJas de anacOretas
d'anachoIetes

donde se ve tan claramente que el paisaje no tiene que ver con


la dimensión mundana ordinaria, ese «ronzal» del que habla el Figura 6. El banquete de Lanting. en la pared de un albergue de Isé
primer distico. Efectivamente, para nacer, el paisaje exigió que
una parte de la sociedad rechazara el mundo; es el movimiento
eremítico del que hablaremos en el capítulo siguiente.
Pero antes, este codicilo: el 3. er dia de13. er mes era origi­
nalmente una fiesta religiosa durante la cual, a orillas de los
ríos, se llevaba a cabo un sacrificio de lustración (fuxi) para
alejar a los espíritus malhechores.

62

EL PENSAMIENTO PAISAJERO

Encontramos vestigios de esto en la fiesta de las niñas


hina matsuri (que hoy se celebra el 3 de marzo de nuestr¿
calendario), en Japón. Con esta ocasión, se exponen mufiecas
(hina ningyó) en trajes tradicionales (figura 7: Hina ningyo),
pero en algunas regiones subsiste el rito primitivo: se suelta
una muñeca de papel (nagashi bina), simbólicamente car­
gada Con el espíritu del mal, para que la lleve la corriente
del agua. Así, cada año, sin saberlo, las niñas en kimon
de fiesta, al borde del agua, conmemoran el nacimiento de,
paIsaJe ...

Figura 7. Hina ningyo. Fotografía de F. Adarn

64
IV
ELLOS NO SABEN VER

10. DÉ/EUNER SUR L'ASQQIF"

Tomamos el askif en el Clsqqif. El askif es un desayuno


como el siguiente: sopa de sémola con azafrán, dátiles, pan,
aceite de oliva, y té a la menta, por supuesto. El asqqif es, se­
gún los casos, una especie de logia (una terraza semicubierta
como en este caso; la palabra parece que, en efecto, procede
del árabe «tejado») o una estancia con un vano abierto o un
corredor. La vista es tan soberbia que podríamos hablar de un
mirador (figura 8: Vista desde el asqqi(). El empleo de cemento
permite que éste esté más despejado que el de las construc­
ciones antiguas, como en la que, en otra época en una casa
vecina, el cheikh Lahsen recibía a mi padre, pero el principio
es el mismo: la arquitectura lleva la mirada hacia el exterior.
Sin embargo, no tiene nada que ver Con un quiosco o con un
mirador; la vista va en una sola dirección, la de la comarca. Se
trata, sobre todo, me explicaban, de poder vigilar los campos.
La casa nueva de Fulano, quien ha vuelto al país, da que ha­
blar porque su amplio asqqif da directamente sobre el pueblo,
lo que le permite observarlo. Eso va en contra de la costumbre.
Pero la costumbre está menoscabada. Mengano, que también

Desayuno en el asqqif. Hace referencia, sin duda, al célebre Déje­


uner sur /'herbe de Manet. [N. de la T].

67
EL PENSAMIENTO PAISATERO

ha vuelto de Francia, ha ampliado su casa invadiendo la plaZa


de baile, y hay pocos espacios planos en A.i'r Mhand...
Salimos a la parte descubierta; a la sombra hace demasiado
frío. Yo devoro el paisaje. La vida me ha formado una mirada
contra la que no puedo luchar. No hay nada hasta las lavan.
deras en la orilla del torrente que no me evoque la conmemo­
ración del nacimiento del paisaje (figura 9: La colada en A
Mhand). Pero ¿cómo no pensar que también ellos, a su
nera, tenían, tienen todavía, un profundo sentido del paisa'
Incluso el pueblo de enfrente (figura 8), que sólo tenía una ca
hace 60 años y que, por tanto, se ha construido recientem
te, está perfectamente integrado en el paraje. Se puede c:r
que esta integración, como en otro tiempo en todas las regí
nes atrasadas, la ha impuesto la necesidad de hacerlo todo con
los medios locales: materiales, técnicas, dirección y mano
obra, valores sociales ... Pero sería no considerar que todo este
paisaje está, permanentemente, alimentado por una mirada,
una mirada consciente de sí misma; los asqqif son prueba ue
ello. En Alt Mhand, como en todos los Seksawa, se lee en aeto
un pensamiento paisajero en la morfología de la región, en la
arquitectura, y en la conciencia de la gente; basta con escuchar
10 que, cuchicheando, se dice del asqqif de Fulano ...
Me hubiera gustado profundizar en el asunto, pero 11'
hablo la lengua tachelhit. Por tanto, volvamos a las generali­
dades. El asqqif del Alto Atlas ofrece una indudable analogía Vista desde el asqqíf. Fotografía de A. Berque
con el balcón (aquí cubierto); los dos materializan una mi­ Figura 8.
rada dirigida hacia el exterior. Esa mirada no se manifiesta
en una villa romana ni en una casa árabe: la arquitectura,
en esos casos, hace converger la mirada en un patio interior.
Otra cultura, otra especialidad, otro pensamiento ... Pero no
infiramos demasiado deprisa. La casa china clásica, el sihe­
yuan, es también un modelo de vivienda con patio interior,
pero sin embargo, en este caso, estamos por excelencia en una
cultura donde existe un pensamiento del paisaje; es incluso la
r;-imera y, con el fenghsui, la más sistemática. ¿Tenernos que

68
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

cOIlduir que eso no tiene nada que ver con la arquitectura?


No, por supuesto que no, porque, además, China da muestra
de un gran número de formas arquitectónicas con vocación
abiertamente paisajera. Los ting, por ejemplo, esos pabello­
nes (como en Lanting) que sirven, ante todo, para disfrutar
de la vista.
Esa mañana de abril en Ait ~1hand, en el asqqif, me convencí
de una cosa: el pensamiento paisajero es primordial respecto al
pensamiento del paisaje. Es el sentido profundo del paisaje.

11. LA BÚSQUEDA DE LA AUTENTICIDAD

Con la caída de los Han del este (220 d.C.), China se


sumerge en un período de guerras incesantes que deja exan­
güe el imperio. Su población cae a menos de una veintena
de habitantes, estiaje histórico. Varios reinos semibárbaros
o claramente bárbaros, hasta 16 en el norte, desgarran el te­
rritorio. En el sur, más tranquilo, se suceden las Seis Dinas­
tías. Después, el imperio se reunificó con los Sui (581-618),
a quienes sigue la gran dinastía Tang (618-907).
En este contexto, las élites tuvieron que hacer elecciones
difíciles: ¿a quién reconocerle el mandato del Cielo (ming)?
Para manifestar su desacuerdo con los nuevos jefes o sim­
plemente para salvar sus vidas, muchos letrados decidieron Figura 9. L.a colada en Ai't Mhand. Fotografía de F. Adam
retirarse a sus tierras, imaginándose a sí mismos como ana­
coretas; pues en China, el eremitismo goza de una larga y
prestigiosa historia. De este movimiento es de donde nació
el pensamiento del paisaje. En efecto, los letrados vieron su
entorno con una mirada -la del (mi- diferente a la de sus
siervos y sus esclavos, incorregibles del uti.
Desde el final de las Seis Dhlastías, el eremitismo se ha­
bía puesto de moda, un must para la clase ociosa. Eso no
impide que permitiera la eclosión de una corriente literaria
y artística de extremada riqueza y de no menos notable du­

EL PENSAMIENTO PAISAJERO

raci ón. La poesía, la pintura, el arte de los jardines san los

campos a los que especialmente atai'1e (figura 10: Ermitage

en Rikugien, Tokio), pero actualmente, como veremos, es

toda nuestra forma de vida la que está impregnada de ella.

Entre estas obras destacan la de Tao Yuanming, el cantor

de la vuelta al campo. El poema a la Bebida (Yinjiu), el quinto,

que compuso hacia 402, alcanza una envergadura cósmica:

IL'mtt8 ~~ Xin yuan di zi AC(Eur distant, Con corazón

pian
terre elle-meme distante, la

eloignée, ,.
tierra también

lejana

1**1*.~ Caí ju dong ti


Cueillant un Recogiendo un

xia chrysantheme crisantemo bajo

sous la haie de
el seto del este

I'est

P~MJtWJ~ Youran jian .le vois Ii loisir le Miro con gusto

Nanshan
mont Sud la montaña del

sur

~1K S .91i 5han qi ri xi jia JI exhale un


Exhala un
accord au soleil acorde en el
couchant crepúsculo
fit~H§~~ Fei niao xiang Des vals Las bandadas
yu huan d'oiseaux de pájaros se
s'assemblent au reúnen en la 'il!lHa 10. Ermitage en Rikugien, Tokio. Fotografía de A. Berque
retour vuelta a sus
hogares
Ltt ¡:p ~~J! Ci zhong you C'est dans cela En esto esrá

zhen yi qu'est le sens el verdadero

véritable significado

J»., tMa;::¡ 'C ;;:


l1A:fr¡: L....J I~¡\ ~ Yu bian yi UJang Voudrais-je le Pero, cuando

yan dlTe, déjli me quiero expresar­

dé(aut la parale lo, me [aIran las

palabras

72
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
ELLOS NO SABEN VER

En esta escena se conjugan en un solo movimiento varios iffl:l~~ Qmgyong Le sentiment, El sentimiento,
niveles de significación. El movimiento del Sol que vuelve shang wei mei par le goút, fait por el gusto,
a la Tierra se liga al movimiento de la vida -la vuelta de la beauté genera la belleza
los pájaros a los nidos-, movimiento que por metáfora es $~~~fHn Shi mei ¡ing shei Chose obscure Cosa oscura
también el del poeta que ha vuelto a su país natal, y todo bian avant qu'on la antes de decirla
esto se hace perceptible (jian, en el verso 3) en un solo ges­ dise
to: recoger una flor. En esta unidad cósmica, el poeta siente )I!I9Jj¡j Cuan ciyi wu Oub/iant asa Olvidando con
una verdad (zhen, en el verso 6) tan profunda que no puede lü vue les soucis su visión las
expresarla (últÍlno verso). preocupaCIOnes
mondains
Este sentido demasiado profundo para ser expresado e~ mundanas
la autenticidad de un paisaje en el que la vida de un hombre
- ffi '8 -JT''''
~1'fP ~ Yi wu de SilO L'avoir saisi El haberla
está en armonía con la naturaleza. Ella está «aquÍ dentro» qian vous motive aprehendido os
(ci zhong, en el verso 6), en el ambiente de la escena que motiva
el poeta tiene ante sus ojos. Tao Yuanming, en este senti­
do, expresa un pensamiento paisajero en el más alto grado, El segundo verso nos dice, palabra por palabra, que «la
pero él no es precisamente un poeta paisajero. Nunca ha cosa (la belleza del paisaje) es oscura, (pero) al final alguien
hablado del paisaje como tal. No lo ha llevado del silencio
la discierne (bian)>>. Este bian es el mismo carácter que el
a la palabra, diría yo inspirándome en el subtítulo de una
que figura en el último verso del poema de Tao Yuanming.
reciente obra de Kioka Nobuo sobre el paisaje, Fukei n
En ése como en éste, yo lo he traducido por «decir». En
romi. Chimmoku kara katari e (La lógica del paisaje. Del
silencio al relato, 2007). efecto, aunque su sentido fundamental sea realmente el de
distinguir, discriminar, diferenciar -está construido con
Sin embargo, quien llevó el paisaje a la palabra fue Xie
a clave 18 en el centro, la del cuchlllo-, este sinograma
Lingyun, que era veinte años más joven (nacido en el 385,

h~l adquirido con el tiempo el sentido de discutir, debatir,


muerto en el 433 decapitado por insubordinación). Aun­

argumentar, palabras hábiles, propósito conmovedor ... ,


que hoy sea menos apreciado que Tao Yuanming, conoció

de modo que en Japón ha servido para formar la palabra


la gloria de los letrados y sigue siendo el «poeta paisaje­

«abogado», bengoshi.
ro», shanshui shiren, por excelencia. No solamente cantó
Se trata, pues, de un discernimiento inseparable de la
mucho al paisaje en tanto que tal, sino que fue también
palabra: justamente lo que el poema de Tao Yuanming
un pensador del mismo con fulgurantes intuiciones. Prue­ rechaza para preservar la unidad primera del sentimiento
ba de ello, los últimos versos de un largo poema en el que
de las cosas. Xie Lingyun, sin embargo, lo profiere. A lo
narra un paseo Por crestas y valles de Jinzhujian (en los
largo de todo el poema ya ha hablado mucho de la be­
alrededores de Shaoxing, donde estaba su inmensa pro­
piedad de Shining). lleza del paisaje. Incluso ha aprovechado esta excursión
para dar, de paso, el golpe de gracia a los genios de la
montaíia, lamentando con elegancia no haber encontra­
do entre ellos a la shangui, genio femenino de la montaña

74
75
.EL PENSAMIENTO PAISA]ERO
ELLOS NO SABEN VER

que se menciona en el canto IX de las Elegías de Chu .;t~.g* Wo zhi shei yu AlJec rnoi Comprendería
(Chuci, una recopilación de poemas de la época de los /iang comprendrait conmigo clara­
Reinos Combatientes, siglos V-m a.c.), la cual, dice él, ciairement Otl me01e a lo que
¡desgraciadamente, no era más que una ilusión! Y, para (aspire aspIro
terminar, anticipa la estética kantiana, incluso la teoría ,L.\1I~~ Shangxin we¡ Et seul aurait le y solo rendría
de la artealización de A1ain Roger. El primero de los Cua­ liang zhi gout de bien le el gusiO de
tro versos que se reproducen aquí juzga, en efecto, y de reconnaitre reconocerlo
manera que no puede ser más clara, que la belleza no está
en la naturaleza en sí misma; quien la hace (wei) ¡es el
propio sentimiento del observador! 12. EL PRINCIPIO DE XIE LINGYUN
A partir de Tao Yuanming, ya se ha franqueado una Pero, por otra parte, sabemos que este gran señor salía
frontera. Xie Lingyun no sólo lleva el sentimiento paisajero de excursión con un séquito de decenas de personas, inc1uso
a la palabra, sino que pretende que 10 que él siente es lo que
más. Un famoso episodio le hace pasar el pico de! Medio­
hace que el paisaje sea bello. Desde luego, estamos en Chi­
dLa de Shining a la cabeza de un grupo de varios cientos de
na, y no debernos pensar que el mencionado «sentimiento»
c¡1balleros, haciendo abatir árboles para disfrutar de una
(qing) sea exclusivamente esa COsa subjetiva que el dualismo
vista más hermosa y sorprendiendo de tal manera al gober­
del POMC nos ha impuesto que veamos en él. Asia orien­ oIdor de la provincia vecina que éste creyó que se trataba
tal posee, por el contrario, una rica panoplia de conceptos
del ataque de una banda de saqueadores ... Este mismo Xie
para expresar que el sentimiento nos liga imprecisamente ingyun que se quejaba tanto de su soledad ante el paisaje
al paisaje. Sin embargo, Xie Lingyun avanza mucho en di­
que dejó esta imagen, retornada por Obi K6chi en el sub­
rección de la moderna subjetividad frente al mundo como
'tulo de un libro sobre este tema: ¡el poeta solitario del
objeto de descripción (hasta el punto de que la exactitud
paisaje (kodoku no sansui shijin)!
de su terminología botánica ofrece un interés científico, ¿Dónde está este séquito de vasallos y de siervos mien­
como ha destacado Mark Elvin). Pues ese sentimiento que
tras Xie Lingyun se proclama solo -tan solitario, parece­
«hace la beI1eza» (wei mel) 10 atribuye a su «gusto» perso­
ría, como e! Wanderer de Frieclrich por encima de su mar de
nal (aquí shang, en otros sitios shangxin), y otros poemas
nubes-? Pues bien, está forc1uido, y es normal, puesto que
nos muestran qne tiene una concepción muy exclusiva de Xie Lingyun es el único que posee el shangxin, que permite
la misma. Es su autenticidad intrínseca, muy diferente de la
que se vea paisaje en el entorno.
que Tao Yuanming sentía en la armonía cósmica entre los A esto yo lo llamo el principio Xie Lingyun. Es un prin­
fenómenos de la naturaleza y su propia elección de vida.
cipio doble. Por una parte, consiste en afirmar que se posee
Xie Lingyun lleva ese gusto en sí mismo, al tiempo que se
la clave del paisaje, en virtud de un gusto distinguido, in­
lamenta de no tener cerca la electiva afinidad de quien po­
accesible a las masas que, por ello, no saben ver el paisaje.
dría, Con él, compartirlo ante el paisaje: uno de esos happy
lew como él mismo que: Por otra parte, consiste en forc1uir el ttabajo de la masa
que ha hecho posible el paisaje -tanto si se trata, como ya
hemos visto, del trabajo de los campesinos que han mode­

76
77
ELLOS NO SABEN VER
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

que han sucedido. En primer lugar, fue necesario que naCle­


lado el campo, como, más inmediatamente, del trabajo de ra la ciudad, puesto que aHí nace una clase ociosa (aunque
esas centenas de caballeros que escoltaban a Xie Lingyun [la se sabría decir si no fue a la inversa); después, que ésta
hasta el pico del Mediodía de Shining, a menos que se trate , inventara ,da naturakza» (esto está fechado, lo que sigue
también, del mismo número de caballos pero disimulados también); después, que, por forclusión del trabajo campesi­
en este caso bajo el capó del Land Rover (o Land Cruiser, lo nO, la viera a las puertas de la ciudad, en el campo: después,
mismo da)-. Gracias a lo cual, uno puede sentirse ante el que los intelectuales, jugando a anacoretas como María
paisaje como el Wanderer, solo frente a la naturaleza. Antonieta jugaba a la pastora, inventaran "el paisaje». El
Como vemos, se trata de un principio muy actual. No ha reSto es difusión o repetición, poco importa aquí. De todos
dejado de difundirse desde las Seis Dinastías, puesto que, al modos, cada historia de cada paisaje es un casO particular,
menos en lo urbano difuso de los países ricos, todos somos pero el árbol no debe impedir ver el bosque.
ahora pequeños Xie Lingyun. Desde «el final del campe­
sinado» (Mendras) han desaparecido los duros de mollera
por excelencia, esos palurdos que Cézanne compara igual­
mente con perros:

Mire, con los campesinos a veces dudo que sepan lo


que es un paisaje, un árbol, sí. Le parecerá extraño. A ve­
ces, paseando, he acompañado a un granjero detrás de
su carreta cuando iba a vender patatas al mercado. Él
nunca había visto la Sainte-Victoire. Ellos saben lo que
hay sembrado, aquí, allí, a lo largo del camino, el tiem­
po que hará mañana si Sainte-Victoire tiene toca o no,
lo presienten como los animales, como un perro sabe lo
que es un trozo de pan, sólo por necesidad, pero que los
árboles sean verdes y que ese verde es un árbol, que esta
tierra es roja y que esos rojos derrnrnbados son colinas
no creo que la mayoría lo sienta, que lo sepa, a parte de
su inconsciente utilitario.

No tenemos la costumbre de reconocer en estas declara­


ciones recogidas por Joachim Gasquet, el amigo de Cézan­
ne, el principio de Xie Lingyun. Se vería más bien, a lo me­
jor, un principio de Cézanne o un principio de la autopista
A7, porque ésta exige mirar la Sainte-Victoire en tanto que
paisaje, pero más vale establecer las cosas en el orden en

79
78
V
AUN TENIENDO SUSTANCIA, TIENDE AL ESPÍRITU

13. EL PRINCIPIO DEL ZONG BING

No habrá pasado inadvertida una doble incoherencia en


las anteriores declaraciones. En primer lugar, ¿no he habla­
do yo de «nacimiento» del paisaje y después de «invención»
dd paisaje? ¿Y no he fechado este fenómeno tan pronto en
el banquete de Lanting (355) como en Xie Lingyun -sin
contar la Introducción a la pintura de paisaje de Zong Bing
(440), de la que hablaremos inmediatamente-? Con un
margen de casi un siglo ... ¡Y yo que, un poco antes, recla­
maba precisión al hablar de los romanos!
Tiene su explicación: este fenómeno no sólo es que sea
complejo y multiplexo (atañe a varios aspectos y a varios
niveles de la realidad), sino que precisamente es ésta mi te­
sis. Desde un determinado punto de vista -descentrado, el
de las ciencias de la naturaleza-, el paisaje no ha tenido ni
que nacer ni que inventarse; siempre ha estado allí (o casi),
orque es la forma de determinada porción de superficie
errestre. Desde otro punto de vista, esta vez centrado en
la percepción humana, tiene desde luego una historia. Los
autores que optan por este último punto de vista pueden
acentuarlo concentrándose en determinadas representa­
ciones en lugar de en las demás. Entonces, por ejemplo, se
hace posible fechar con precisión la primera de estas repre­
sentaciones (en genera! se piensa más en la pintura). Y, si

8r
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
~lJN TENIENDO SUSTANCIA, TIENDE AL EspíRITU

se tiene temperamento cOnstructivista, se puede muy bien


decir que esta forma de representación se ha «inventado,>. En esa época, los tres primeros criterios ya se cumplen pero
Yolaine Escande habla incluso de «creación del paisaje e~ el cuarto todavía no (pinturas que representen el entorno),
China». Es estrictamente cierto: antes no existía. En un seu_ aunque apenas tardará en cumplirse, puesto que se consi­
tido cercano escribo yo que se ha inventado «la natural~a. dera a Gu Kaizhi (aprox. 345-406) como el primer pintor
y «el paisaje»; las comillas significan aquí que la casa apa.­ de shanshui. Sus obras originales han desaparecido, pero
reció como tal en tanto que representación (verbal, mental algunas nos han sido transmitidas a través de copias. En
pictórica ... ). , todo caso, no hay duda de que pintaba paisajes, y lo sabe­
moS con conocimiento de causa puesto que es autor de una
Pero la idea que yo quiero defender no se limita ni al
uno ni al otro de estos dos puntos de vista; por el COntra_ clasificación en la que, por orden de dificultad, clasifica el
rio, pretende sintetizarlos para comprender en su pleninld shal1shui en segundo lugar, tras los personajes y antes de los
la realidad del paisaje. Realidad que, es evidente, comporta animales, después las construcciones y, por último, los obje­
al mismo tiempo estos dos aspectos del paisaje: uno que no toS usuales. A partir de esto, faltaba verificar cómo los chi­
implica la mirada humana, el otro que, por el contrario, nos de esos tiempos concebían lo que es el paisaje, y Zong
hace de ella su principio (en general hacia las obras: una his­ Bíng (375-443) presenta la primera verdadera reflexión a
roria de las representaciones). En este sentido ambivalente es este respecto.
en el que, a mi entender, ha habido nacimiento del paisaje; En las primeras líneas de su Introducción a la pintura
es decir, que ha habido, con el paisaje, manifestación -cos­ de paisaje, que redactó poco antes de su muerte, Zong Bing
mofanía- de una nueva forma de realidad. También otros escribe:
autores emplean el término «nacimiento», especialmente
Michel Baridon en su notable Naissance et renaissance du ?HhlpJ<, ~;ij jñj ~~ Zhi yu shanshui, zhi yau er qu /ing
paysage. Por mi parte, yo hablé inicialmente de los «mil na­
cimientos del paisaje» con motivo de la Misión fotográfica Quant au paysage, tout en ayant substance, il tend vers ['esprit.
de la DATAR, hace ahora una veintena de años. En cuanto al paisaje, aun teniendo sustancia, tiende al espítitu.
Esta problemática se presentará en el último capítulo.

Aquí nos ceñiremos al final del largo y complejo proceso


Esta frase se ha traducido o glosado de maneras diferen­
del mencionado nacimiento: el texto de Zong Bing, o más
tes según los autores. Veamos algunos ejemplos. Por Nicole
exactamente una de sus primeras frases, que prefigura con
Vandier Nicolas: «Quant aux montagnes et aux eaux, tout
exactitud mi idea y que adopto como principio: el principio
en possedant un forme matérieJ1e, elles tendent vers le spi­
de 20ng Bing. rituel [En cuanto a las montañas y las aguas, aun teniendo
Aclaremos antes las fases precedentes can la ayuda de los una forma ma teríal, tienden a lo espiritual]». Por Hubert
seis criterios que hemos visto en el epígrafe 9. El banquete Delahaye: «Prenons le cas des paysages: bien qu'ils soienr
de Lanting marca la fecha a partir de la cual estamos segu­ constitués d'une substance physique, leur portée es spiritue­
ros de que se satisface el criterio 5 (es decir, la existencia de \le [Tomemos el caso de los paisajes: aunque estén constitui­
una palabra para decir «paisaje», shanshui en este caso). dos por una sustancia física, su alcance es espiritual]». Por
Yolaine Escande: «Quant aux shal1shui, leur substance [ma­

82
83
EL PENSAMIENTO PAISAJERO AUN TENIENDO SUSTANCIA, TIENDE AL ESPÍRITU

térielle] (zhi) est ce que [nous en percevons] (you), et pOUr­ WiiiLJ:¡¡mZ~, %ffijT-'¡~Z~ Xing er shang zhe wei zhi Dao;
xing er xia zhe wei zhi Qi
tant ils tendent vers l'efficacité spirituelle (ling)>> [En cuanto
a los shanshui, su sustancia [material] (zhi) es lo que noso­
tros [percibimos de ellos] (you), y, sin embargo, tienden al El Gran Ricci traduce así xing er shang: más arriba de
provecho espiritual] (paréntesis en el texto de Escande). Un las larmas visibles: lo que compete al Cielo, al Tao, los pro­
comentarista chino contemporáneo considera, por su parte, cesos constitutivos de los seres; en el neoconfucionismo, lo
que you (tener allí) adopta aquí el sentido de <<numerosos» que compete al Príncipe Li. y xing er xia: por debajo de las
(you, duo ye), lo que da a zhi you el sentido de: (el paisaje) formas visibles: las representaciones determinadas, concre­
tiene diversas formas materiales. tas y particulares, que competen a la Tierra. Siguiendo esta
No vaya entrar aquí a hacer un verdadero comentario interpretación, traduzco ta frase en cuestión por «Lo que
de esta frase porque eso exigiría una contextualización que esr.i por encima de la forma se llama la Vía; lo que está por
no tiene razón de ser en este pequeño libro. Esta contextua­ dl:bajo de ella, el Recipiente».
lización en el seno del mundo de las Seis Dinastías puede Añadamos que, durante el período Meiji, Inoue Tetsujiro
encontrarse en los autores que acabo de citar. Digamos sim­ mpleó xing er shang para traducir del alemán Metaphysik.
plemente que las palabras de Zong Bing se deben al taoísmo De donde en japonés keijiógaku, que los chinos reintroduje­
y al budismo. Lo que aquí cuenta es el principio en juego: el ron después para hacer xingershangxue (mismos caracteres,
paisaje tiene dos vertientes, una que concierne a sustancias mismo sentido). El empleo, en Taiwan, lo abrevia en xings­
materiales y visibles y otra que atañe a relaciones inmate­ hangxue: la metafísica.
riales e invisibles. El principio de Zong Bing es esta ambiva­ Efectivamente, el principio de Zong Bing no puede no
lencia. Mutatis mutandis, la asociaremos con la que hemos hacernos pensar en el par física/metafísica que nos legaron
visto más arriba: el paisaje posee a la vez una existencia físi­ los discípulos de Aristóteles, pero esta comparación nos lle­
ca, que en sí misma no supone necesariamente la existencia varía demasiado lejos. Lo que cuen ta aquí es la idea encar­
humana, y una presencia en el espíritu humano, que supone n<1da por er, y que en francés podría traducirse por mais
necesariamente una historia y una cultura. GU5si [pero también]. En suma, el paisaje concierne a lo visi­

No pretendo en absoluto que lo que quería decir Zong hle pero también a lo invisible. A lo material pero también
Bing sea lo que yo acabo de enunciar. Repito: aquí sólo nos lu espiritual. Es esta ambivalencia lo que es esencial, y lo
concierne la ambivalencia que él afirma. Ésta se encarna en que hace la realidad del paisaje.
la conjunción ero El Grand Ricci, Dictionnaire de la langue JvIás allá de Zong Bing, en conclusión, veremos qué sen­
chinoise, nos da la siguiente etimología para esta palabra: tido dar a este principio en una interpretación verdadera de
«Raíces de una planta que se extienden en todos los sentidos a realidad.
o barba que cuelga del mentón; de donde: carácter adoptado
como partícula de nexo, de transición» (cursiva en el Ricci).
Citémosla en un caso famoso, que me parece pertinente a
propósito de Zong Bing, y que se encuentra en el Gran co­
mentario de Confucio al Libro de las mutaciones, el Yijing:

84 85
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
AUN TENIENDO SUSTANCIA, TIENDE AL ESPÍRITU

14. LA ARMONÍA, ¡AL MARGEN! por la fotografía, el cine y la televisión; sin. ha blar ~e los
estudios espeCIalIzados. El problema es la dIvergencIa en­
Uno de los problemas -y aquí es el principal_ qUe tre esta capacidad de apreciar, de decir y de pensar el paisa­
plantea la modernidad es la pérdida de ese sentido profundo je, por una parte, y, por otra, los comportamientos habitua­
del paisaje que caracterizaba a las sociedades tradicionales les, que lo destrozan. Esta divergencia es lo que no existía en
y que, por ejemplo, como ya hemos visto, sigue existiendo otro tiempo, cuando se manifestaba en acto un pensamiento
ampliamente en Aú Mhand. En esas sociedades, es deCir, paísajero.
en todas las sociedades humanas antes de que suceda en Esta divergencia no habría sido posible si un día no se
ellas algo que es la modernidad, la práctica habitual engen. bubiera producido el nacimiento del pasaje como tal. En
dra bellos paisajes. Las personas implicadas se encuentran este sentido, la cuestión tiene su origen en lo que sucedió en
o se encontraban bien en eHos y nosotros los encontramos China bajo las Seis Dinastías y que, a su manera, se repitió
bellos. En las sociedades modernas, sin embargo, sucede en Europa en el Renacimiento. Digamos, como hemos su­
exactamente lo contrario; la práctica ha bitual engendra la gerido en el primer capítulo, que hay algo de adverso hacia
fealdad, y por eso nos OCupamos de preservar el paisaje Con el paisaje en el hecho mismo de poder pensarlo como tal.
medidas especiales. Recordemos la mítica serpiente Ouroboros que se engulle a
Respecto a esto, se oyen todo tipo de discursos, incluido sí misma por la cola; hay algo de esto en esa paradójica re­
el argumento de que los paisajes engendrados por la mo­ lación que provoca que la capacidad de disfrutar del paisaje
dernidad tendrían como único defecto el ser todavía insó­ acabe engendrando un paisaje repugnante. Todo esto tiene
litos y que, por tanto, no dejaremos un día de encontrarlos mucho que ver con el fenómeno sociológico de la distin­
también bellos. Yo niego el valor de este argumento; no ción, tal como ha destacado Bourdieu. El principio de Xie
únicamente porque los comportamientos efectivos de nues­ Lingyun participa de esto: inicialmente, no todos poseen el
tra sociedad -lo que la gente busca es un entorno en el shang (gusto) necesario para apreciar el paisaje. Del mis­
que se manifieste todavía un cierto sentido del paisaje- lo
mo modo, el motor del arte moderno, y más especialmente
niegan masivamente cada vez más, sino también por razo­
el del movimiento moderno en arquitectura, ha sido la vo­
nes más profundas que expondré en el capítulo siguiente.
luntad deliberada de romper con las formas tradicionales,
Quedémonos aquí con el hecho de que, en las sociedades
apreciadas sólo por los necios (el pueblo); posición elitista y
modernas, la gente generalmente encuentra feo o insípido
dugmática cuyo resultado fue, en las ciudades yen el cam­
su marco de vida y busca en otros lugares -temporalmente
a, la descomposición del paisaje. Como consecuencia, esas
o para instalarse allí- paisajes más bellos. Ésta es una de mismas élites acapararon las formas más tradicionales en
las razones que provocan, en los países ricos, los fenómenos Provenza o en las Landas, cuando no en Taroudant...
masivos del turismo y de lo urbano difuso. Desde luego, en la descomposición del paisaje hay en
Es evidente que estos fenómenos Suponen una sensibi­ juego otros factores, y veremos algunos, pero el shang dis­
lidad hacia el paisaje como tal, la cual se nutre de un pen­ tinguido de las élites es un factor desencadenante que, arras­
samiento del paisaje, encarnado e inculcado especialmente trando necesariamente tras de sí la imitación de las capas
sociales inmediatamente subordinadas (y así sucesivamen­

86
87
EL PENSAMIE.\;TO PAISAJERO
AU:--l fENIENDO SUSTANCTA, TIENDE AL ESPÍRITU

te), acaba por difundirse por todo el territorio, acarreando


discurso elitista ha acusado regularmente a las masas,
no menos necesariamente la distinción inversa. Al acelerar
la modernidad este proceso, la armonía necesaria para la Impermeabilidad a la estética de ruptura moderna,
¡¡lit!: :,ll

belleza del paisaje es la primera víctima. ~fc /lO haber entrado todavía culturalmente en el siglo x,"{

El principio de Xie Lingyun actúa también por su segun. ¡IlO hablemos ya de! XXI!). Es un mal pleitO porque, en acto,
do asrecro: la forc1usión del trabajo de masas que ha hecho 1,15 masas han seguido fielmente los preceptOs de la ruptura
posible el paisaje, esta forc!usión se ve exacerbada por el jl10dl'rna -pero a su manera, masivamente-o El resultado
5011 paisajes de los que, efectivamente, ha desaparecido toda
individualismo moderno. En este caso, consiste en consumir
el paisaje exclusivamente en provecho propio, sin tener en JrnlOnía (figura 11: Vista desde la pasarela).
consideración el Coste socia l y medioam bien tal de este con.
sumo. Se muestra en acción en esa publicidad de una nueva
n 15. LA DESCOSMIZACIÓN MODERNA
mansho (inmueble residencial señorial de gran altura), en
Kioto, que alaba la vista soberbia que se üene desde allí so­
bre d I'nachinami (el paisaje urbano tradicional, caracteriza_ Pero, ante un espectáculo como éste, ¿por qué inSistir
do por sus machiya, casas urbanas de un solo piso). Y, si se en hablar de paisaje? Nadie llamaría ya espontáneamente
considera que este ejemplo es demasiado nipón, recuérdese aisaje a lo que se ve aquí, a menos que se ajustara a una de­
que Le Corbusier esgrimía exactamente la misma ventaja 'nieión puramente física de la cosa. No, aquí, en realidad,
pata el bloque de gran altura que proponía edificar en el I p~Jisaje está bien muerto, Ha sido asesinado por lo que un
lugar que ocupa la estación de Orsay, frente al Sena, a las roer.! de la dinastía Tang, Li Shangyin (813-859), llamaba
Tullerías y al Louvre. sahfengjing, «el mata-paisaje», es decir, la falta de gusto.
Lo posmoderno magnificó lo moderno para embau­ No tanto en el sentido de «mal gustO" (como lo entendía Li
camos Con la idea de que la armonía habia prescrito, que Shal1gyin), sino en el sentido más general de falta de res pero
actualmente la belleza se nutre de Contrastes, de tensiones, ror el gusto común, y, por tanto, de desmembramiento del
de rupturas; en resumen, que es dinámica (pien80 aquí, por Dmsamiento paisajero, donde cada uno sólo hace lo que le
ejemplo, en el libro de André Corboz, Le Territoire conune a la gana, es decir, según su propio shang.
palimpseste) , Fue este tipo de argumentos el que, hace aho­ Aunque en China el nacimiento del paisaje haya prece­
ra casi medio siglo, se alegaba para hacer pasar una auto­ dido a Europa en más de un milenio, sólo recientemente
pista por encima del puente Nihonbashi, en el corazón de pero sobremultiplicado- se ha extendido allí el mata­
Tokio -el equivalente al POnt Neuf que fuera también la rai'>ajes moderno. ¿A qué se debe ese retraso si el argumen­
explanada de Notre-Dame, porque es a partir de allí des­ to adelantado anteriormente tiene algo de fundamento?
de donde se miden las distancias en Japón-. Después ha A que en China, como se ha visto en el epígrafe 7, el pen­
llovido mucho sobre el Nihonbashi, pero la felonía sigue samiento de la naturaleza, y por tanto del paisaje, nunca
siendo sorprendente. Digo bien fe/onta, porque, en este tipo se ha despojado de su fundamento religioso. Ésta no es la
de rupturas, hay una violación de la fe común que mantenía razón solamente de que alH la física moderna no haya visto
los paisajes COn vida. la luz; es, al mismo tiempo, la razón por la que allí se ha
mantenido hasta hoy un pensamiento paisajero en actO, en

88
89
EL VENSAMIENTO PAISAJERO

particular bajo la imagen del {engshui. El fengshui es Un


conjunto de teglas relativas a la localización y a la disposi_
ción de! hábitat de los vivos y de los muertos (o, más bien,
en orden inverso: de los muertos y de los vivos), que se basa
en la idea de que un soplo vital, el qi recorre no sólo a los
seres animados, sino en primer lugar a la Tierra. Por es{.,
este término se trad uce con frecuencia por geomancia; a un­
que esta palabra no reproduce bien el carácter integrador,
cósmico del {engshui.
El {engshui funciona efectivamente como una cosmolo­
gía en acto, dando sentido, orden y unidad al mundo chino
en el espacio y en el tiempo. Aplicado en particular a la mo­
rada de los muertos -esa «casa de la sombra», yinzhai-,
es inseparable del culto a los antepasados y de la idea corre­
lativa de que el soplo salido de su tumba influye en la suerte
de los vivos actuales y por venir (10 que nosotros llamamos
las «generaciones futuras»). Así, por la moral presente, el
futuro y el pasado se sitúan en una línea de continuidad.
En concreto, también en el espacio, los detalles del {engshui
a nivel doméstico están armoniosamente conectados con
la regulación del paisaje a escala local y regional, y de allí
a todo el conjunto del territorio, puesto que se considera
que el qi nace en Kulun y después, por las «venas del dra­
gón» (longmai), recorre la Tierra, irriga China y toda Asia
oriental. A escala del cuerpo hun'ano, los meridianos (jin­ Vista desde la pasarela. Fotografía de A. Berque
gluo) de la acupuntura son los que a escala del territorio las figura 11.
venas del dragón; hay correspondencia y homología entre el
microcosmos y el macrocosmos, la medicina y la geografía.
Sin entrar a discutir sus principios, el {engshui apela aquí
a una doble constatación: en primer lugar, que es irreduc­
tible a la ffsica (excepto en algunos de sus efectos psico­
lógicos, nadie ha conseguido identificar el qi, del que no
hay ninguna prueba de que se corresponda con la red de
Hartmann y otros fenómenos electromagnéticos); además,
que es un maravilloso regulador del paisaje: donde las cons­


EL PENSAMIENTO PAISAJERO
AUN TENIENDO SUSTANCIA, TIENDE AL ESPÍRITU

trucciones modernas no 10 han puesto patas arriba -du.


{ecto contrario de un paisaje. La cosmología newtoniana
rante todo el maoísmo fue violentamente proscrita como
iustaur:1 el principio de un espacio absoluto, es decir, des­
superstición-, engendra una indiscutible armonía entre las
formas construidas y su entorno. centrado, homogéneo, isótropo e infinito: el espacio univer­
sal y puramente mesurable de las coordenadas cartesianas.
Este doble aspecto no es una casualidad; indica específj.
por el contrario, el paisaje entrega a nuestros sentidos un
camente que el gran mata-paisaje es el POMe (epígrafe 7):
el paradigma occidental moderno clásico. esp,tcio siempre singular, centrado, heterogéneo, orientado,
limitado por un horizonte -que sólo puede ser relativo e
A este respecto es conocida la tesis de Joachim Ritter: la
irreductible a la medida puesto que es intangible.
aparición de una estética del paisaje en Europa habría COlU­
La antinomia es perfecta; en su sustancia objetual, el en­
pensado el establecimiento de este paradigma al restaurilr
torno físico no puede decididamente' «tender hacia el espí­
la unidad cósmica deshecha por el dualismo. En realida(..,
ritu" como consideraba, por el contrario, Zong Bing que
esta tesis es groseramente anacrónica: el desplazamiento del
era. uno de sus principios. Por tanto, ya no puede haber un
«mundo ptolomeico" (como dice Ritter, es decir, la visión
pensamiento paisajero en acto; sólo queda la posibilidad de
del mundo premoderno) por el «mundo copernicano» no
un pensamiento del paisaje, antinómico, de hecho, al curso
fue anterior a la aparición del paisaje, fue todo lo contrario.
de las cosas (o bien puro cinismo, como hemos visto en la
Además, este desplazamiento no se hizo de un día para otro.
pll bEcidad inmobiliaria).
En el entorno concreto, se manifestó, por el contrario, muy
Pero este universo no sólo niega el paisaje; niega tam­
progresivamente (al menos en Europa, puesto que fue en
bién, y más generalmente, toda posibilidad de mundo, en el
Europa donde se concibió este paradigma, al principio de
semido de kosmos: esa cosa a la vez supremamente cualita­
modo muy abstracto). Fuera del cenáculo, su traducción en

tiva y totalmente unitaria que está, explícitamente, plantea­


términos medioambientales no se produjo hasta después de

da por Platón al final del Timeo, e implícitamente supuesta


la Revolución industrial. No se sistematizó hasta el movi­

pot todas las visiones del mundo premodernas. La última


miento moderno en arquitectura, en el siglo XX e, incluso, a

frase del Timeo afirma que el mundo es «uno» (heis) y que


gran escala, hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

es «muy grande, muy bueno, muy bello y muy perfecto (me­


Hasta Haussmann incluido, por lo menos, el entorno se

gis.tos kai aristos kallistos te kai teleótatos)). Esta unidad la


mantuvo concretamente regulado por un pensamiento pai­

quiebra el dualismo moderno, que opone un mundo interior


sajero en acto. Ha pasado mucho tiempo desde Copérnico

(1473-1543). subjetivo al mundo exterior objetivo. Además, este último


-que no es otro que el Universo- está, como tal, despro­
Aunque la tesis de Ritter sea falsa, sin embargo identificó
visto de toda cualidad. No se puede ni siquiera decir que sea
el problema: se trata ciertamente de la incompatibilidad en­
«muy grande", puesto que, para enunciar un superlativo
tre paisaje y POMe. Fundamentalmente porque, en su prin­
así, sería necesario un punto de vista -justamente lo que
cipio, el POMC no reconoce más que un universo objetual
recusa la ciencia moderna, la cual es un punto de vista de
(un objeto que existe en sí mismo, sin vínculo con nuestra
mnguna parte.
propia existencia), geométrico, mecánico, puramente cuan­
Así, en su principio, el POMC es completamente ami­
titativo y, por tanto, totalmente neutro; en resumen, el per­
mundano. Adverso, pues, a toda cosmofanía, tiende a des­

92
93
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

cosmizar el entorno humano para hacer de él un objeto


neutro, abstraído de nuestra existencia. Esta acosmía -eSta
incoherencia de las cosas Con nuestra existencia_ se mul­
tiplica por el hecho de que una posición así, realmente, no
se puede Sostener: la existencia humana es un hecho, y este
hecho en sÍ tiende necesaria e incansablemente a recalificar
el entorno desde su propia perspectiva, es decir, a recosrni_
zarlo en un mundo. VI
COSA OSCURA ANTES DE DECIRLA
La modernidad no ha superado todavÍa esta contradic_
ción. Por eso, a medida que la modernidad se expresa cada
vez más concretamente en nuestro marco de vida, produce
cada Vez más su propio contrario: este entusiasmo creciente
16. A PARTIR DE LA TIERRA

de los pueblos contemporáneos por las Cosas y las creencias


heredadas de los mundos premodernos, o directamente elu­ La figura 12, Geocosmología de los Seksawa, es Mna
cubradas por el rechazo del racionalismo moderno (cuando vista tomada desde las laderas del Jbel Taissa en dirección
no su desvío cínico por el charlatanismo). a Ait Mhand. A nuestra espalada, el Taissa coronado por
una escarpa de calcáreas jurásicas de color rojizo; más aI1á,
La propia reivindicación paisajística está minada por
esta Contradicción: se hace ampliamente en nombre de una está la llanura del Dir. Por delante de nosotros, se suceden
subjetividad que no encuentra ninguna medida común con capas geológicas cada vez más antiguas. Aquí estamos en el
el entamo objetivo (como la realidad ecológica o económi­ nivel de las margas blanquecinas del Lías. Después están las
ca); a menos que sea al contrario, la ecologÍa o la economía capas areniscas del Permotrías, con esa roca rojiza violácea
que, por cientificismo, quieren reducir el paisaje a sus pro­ que llaman tafzza. Más allá, y constituyendo lo esencial del
pios sistemas (los ecosistemas yel mercado), los cuales, en país Seksawa, el macizo negto de los esquistos cambrianos
sí mismos, no tienen nada gue ver ni con la estética ni con la y ordovicianos --con intrusiones graníticas más claras, pero
moral ni, por tanto, con el pensamiento paisajero. están ocultas por la nieve-o La línea de cumbres, al fondo,
alcanza los 3.000 metros, y estamos en enero
De ahí la tentación de ahogar el problema en lo irra­

cional. Prueba de ello, entre otros, es el fengshui, que tiene


Para el visitante, ¡esto es paisaje! Pero para el habitante, es,
el viento de popa no sólo en Asia oriental, sino hasta en
en primer lugar, su medio vital. Se ordena entre los recursos
Occidente, donde no tiene ni siguiera la justificación de una
de la tierra y los humores del cielo, y este orden es su mundo.
realidad tradicional. Sabe, en su propia carne, que esto se sustenta en la tierra.
Pero, para el paisaje como para todo lo demás, nuestros Ante un paisaje como éste, el visitante también experimenta
problemas no se solucionarán con un rechazo semejante de lo mismo. Como es normal en la montaña, estratigrafía y
la modernidad, sino can una verdadera superación de la tectónica se dejan ver directamente, tanto más cuanto que
modernidad. el clima semiárido desvela las rocas y sus colores de forma
muy distinta a como lo hace en zonas temperadas. Es casi di­
dáctico ... Y ¿qué leemos nosotros en todo esto? El retazo de

94

95

EL PENSAMIENTO PAISAJERO

geología que acabamos de entrever nos recuerda que antes de


la historia humana está la de la Tierra, nuestro planeta, pero
no sólo antes, está bajo nuestro pies en este mismo momento'
es ella la que nos sostiene, como es de ella de donde hemo~
salido. Los atenienses se distinguían de los otros griegos de­
nominándose autóctonos, procedentes del suelo mismo, es
decir, indígenas. Era su mito fundador, pero indígenas de la
Tierra lo somos todos, y es nuestra realidad.
Respecto a esto, la modernidad tiene un doble discurso:
el uno materialista, el otro no -lo que resulta bastante
difícil de calificar-; por mi parte hablo de metabasismo;
vamos a ver por qué. El discurso materialista es el que
domina. Tiende a reducir lo humano a 10 viviente y lo vi­
viente a lo físico. Está ilustrado por el mecanicismo del
POMe. Desde su primera versión, la de Descartes, este
mecanicismo se ha compensado haciendo de la subjetivi­
dad humana un área aparte, irreductible a las leyes de la
materia. La tendencia dominante es, sin embargo, hacia el
reduccionismo, con el proyecto de desembocar en una fí­
sica del espíritu. Este imperialismo físico, que absolutiza
las leyes universales del objeto, nutre en razón directa a
su inverso simétrico: el absolutismo del sujeto individual.
Las ciencias humanas 10 han extendido, en cierto modo, a
las culturas como fenómeno social irreductible a la física.
Pero la polaridad sigue siendo la misma, es decir, funda­
mentalmente dualista. En este contexto, unos, los reduc­ 1. ~
Geocosmolog ía de los Seksawa. Fotografía de F. Adarn
cionistas, dirán que la naturaleza dirige la cultura; es lo Figura 12.
que se llama determinismo. Los otros, que la cultura es
autónoma, y que, por el contrario, es ella la que se proyec­
ta en la naturaleza; eso es lo que yo llamo el metabasismo;
dicho de otro modo, la forc1usión de ese fundamento que
es la Tierra. Un ejemplo reciente: el cierre del signo sobre
sí mismo en la filosofía de un Derrida.
Actualmente es patente que este doble discurso no lleva
a ninguna parte, pues su efecto es la acosmía. Se trata de

9 6

EL PENSAMIENTO PAISAJERO
COSA OSCURA ANTES DE DECIRLA

descosmizar la existencia. De forma más sencilla: se trata de ó do por Watsuji Tetsura en su famosa obra Fúdo (1935). Yo
privarnos de la unidad cualitativa que forma un mundo
traduda y sigo traduciendo ese título por "Milieu [Medio]»
-un medio vital donde se alían la tierra y el cielo, y qUe _más bien en plural que en singular (que en japonés son
se experimenta a la vez como verdadero, bueno y bello_
Todo esto lo ha disociado la modernidad y cada Vez lo djso~
indistintos)-, pero con el tiempo fui viendo cada vez más
cia más. Sin hablar siquiera del Bien y de lo Bello, es d~cir;
daru que este lihro era una manifestación de lo que yo llamo
aquí «pensamiento paisajero», tanto en su propio método
ni de moral ni de estética, somos incapaces de conciliar lilS como en lo que intentaba comprender: lo que Watsuji lla­
dos dimensiones por las que hoy concebimos 10 Verdadl,!. mó (lidosei y que yo traduzco por medianza. Este término se
ro: la dimensión ecológica y la dimensión económica. La
puede definir, en una primera aproximación, como el sentido
primera nos dice que nuestro mundo va a la perdiciónj J
de un medio humano. Sin embargo, la profunda relación de
segunda, que tenemos que mantener el rumbo.
la medianza con el paisaje me condujo pronto a consagrarle
Por su parte, lo que nos dice esta imagen, Geocosmologfa
otro libro. La confirmación de este lazo la dio -por prueba
de los Seksawa, es que el Mundo se basa en la Tierra, y qUe
de doble ciego, por llamarlo de algún modo- recientemente
solamente a partir de ahí pueden adquirir sentido y unirse d título que eligieron los traductores españoles del libro de
en un medio humano el Bien, 10 Bello y lo Verdadero.
Watsuji: Antropología del paisaje.
Éste es el ideal que deberíamos al menos ser capaces de Sin embargo, Watsuji no trata sobre el paisaje como tal.
concebir y, a partir de eso, esforzarnos en realizarlo. Es (;1
Su libro no es una reflexión sobre el paisaje. No es un pen­
objetivo que se fijó un médico del siglo XIX, Louis-Adolph
samiento del paisaje; es, en acto, un pensamiento paisajero,
Bertillon (1821-1883) cuando fundó lo que hacia 1860 lla­
y da a conocer a la vez su potencial y sus riesgos.
mó mesología: una ciencia de los medios humanos. Conoció
algún favor académico y después la palabra despareció de
los diccionarios. Al exhumarla, hace ahora una veintena
17. EL SENTIDO PROFUNDO DEL PAISAJE
de años, por necesidades de un libro que estaba preparando
entonces sobre la actitud de los japoneses ante la naturale­
El libro de Watsuji empieza por plantear una distinción
za, me pareció que ahora teníamos los medios para cons­
entre el medio (fúdo) y el entorno natural (shizen kanf<.yó).
truir esta mesología (mésologie) que el positivismo un poco
entorno, según él, es el resultado de una objetivación, la
demasiado simple de Bertillon no le dejó consolidar. En mi
cual necesariamente lo separa de ese otro objeto de pensa­
libro, y no es casualidad, la cuestión del paisaje tenía un
miento: la sociedad. Esta separación oculta la relación entre
Jugar central; el ángulo hermenéutico bajo el que ahordaba
los dos términos, que es un medio, y que supone el hecho
la cultura japonesa llevaba necesariamente a él.
de que lo humano viva su propio mundo en tanto que suje­
Es cierto que, en el plano léxico, no fue a partir del concep­
to. La medianza -el sentido del medio- es el modo según
to de paisaje, sino por un acercamiento a la noción de medio
el cual se establece esta relación, en una relación dinámica
en la escuela geográfica francesa (1a de Vida! de La Blache y
(como el momento de dos fuerzas) que estructura funda­
sus discípulos) como me vi conducido a traducir por «méso­
mentalmente la existencia humana. Esta concepción está
logie [mesología]» el término fúdogaku, neologismo introdu-
expuesta en las primeras líneas de la obra:

98
99
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
COSA OSCURA ANTES DE DECIRLA

Lo que ptetende este libro es dilucidar la mcdianza en


tanto que momento estructural de la eXIstencia humana.
el método experimental una distinción revolucionaria en-
re el entorno tal como puede ser objetivado por la ciencia
La cuestión no es, por tanto, saber en qué pUntos rige el
moderna, y que él llama Umgebu ng, por una parte y, por
entorno la vida humana. Lo que gene talmente entende_
otrJ 1 el mundo ambiente (Umwelt) propio de esta o aquella
mos pOt entorno natutal es una casa que, para convertir.
la en objeto, la bemos separado de su suelo concreto, la
esp"óe. En el nivel ontológico de lo humano, la distinción
establecida por Watsuji entre entorno y medio es homóloga
medianza humana. Cuando se piensa en la relación entre
esta COsa y la vida humana, ésta está en sí misma ya oh
dt: esta distinción, y no es menos revolucionaria.
jetivizada. Por tanto, esta posición consiste en examinar
Así, el medio humano es al entorno natural lo que la
la relación de dos objetos; no concierne a la existencia
Umwelt es a la Umgebung. Esta homología puede represen­
humana en su subjetidad. En cambio, para nosotros ést<
tarse de la sigujente manera, en una disposición vertical se­
es la cuestión. Aunque Jos fenómenos mediales se pong, gún una escala ontológica:
aquí constantemente en tela de juicio, es así en tanto que
expresjones de Ja existencia humana en su subjetidad, no Nivel ontológico Espacio Tiempo Modo existencial

en tan to que lo llamado entorno natural. Recuso por ade­ Humano Fúdo Historia Formador de
lantado cualquier confusión sobre este punto. (la ecúmene) mundo (median­
za e histonalidad)

Watsuji pensó en la medianza como reacción a su lectura Ser vivo Umwelt Evolución Pobre en mundo
(la bíosfera)
de Ser y tiempo) de Heidegger. La medianza es, efectiva­
mente, en términos de espacio, el equivalente de lo que en fíSICO Umgebung Proceso Sin mundo
(el planeta)
términos de tiempo es la historicidad (o más exactamente,
la historialidad heideggeriana, Geschichtlichkeit, es decir, la
estructutación de la existencia humana por el hecho de vivir
Es fundamental empaparse de la idea de que [os lllve­
su propia historia, distinta de la historicidad como cons­
les ontológicos inferiores forman los cimientos de los niveles
tatación objetiva del historiador). Así, sin saberlo, Watsuji
superiores: el planeta sustenta la biosfera que sustenta la
estuvo directamente influido por UexküH, quien había ins­
ecúmene (el conjunto de medios humanos); y que éstos
pirado a Heidegger (como ha señalado Giorgio Agamben)
los preceden cronológicamente. En esto hay un sentido: la
uno de los rasgos fundamentales de su filosofía: su concep­
ecúmene presupone la biosfera, que presupone el planeta,
ción de la mundanidad (Weftlichkeit) como hecho de tener mientras que lo inverso no es cierto, pero este sentido no es
un mundo y de estar en ese mundo. En efecto, según Heide­ una simple orientación fÍsica, sino que depende de la mane­
gger, 10 humano se caracteriza como «formador de mundo» ra como el ser vivo interpreta el planeta y, a partir de alli, de
(weltbidend), mientras que lo animal es «pobre en mun­ la manera como lo humano interpreta la biosfera. Por ello,
do» (weltarm) y la piedra, «sin mundo» (weitlo ). Jakob hay un sentido que va de lo menos específico (lo físico) a lo
s más específico (10 humano).
van Uexküll, uno de los fundadores de la etología, había
establecido al nivel ontológico de lo viviente y siguiendo Esto significa que el doble discurso moderno es falso:
ni es posible, como pretende el determinismo, reducir los

IOO
ror
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
COSA OSCURA ANTES DE DECIRLA
niveles superiores a los niveles inferiores (lo humano a lo vi­
viente y esto a lo físico), ni, como pretende el metabasislUo gase, u otra cosa. No es ni el azar, pues (3) procede de (2)
hacer lo humano autónomo de lo natural. , que procede de (1), ni la necesidad, porque de (1) puede
Aquí es donde empiezan verdaderamente las dificlll_ ceder otra cosa distinta que (2), y de (2) otra cosa dis­
tades, pues la posición resumida en el cuadro anterior no tiIlta que (3).
puede concebirse en el marco epistemológico del dualismo. 'ste modo que no es ni el azar ni la necesidad es la contin­
Para éste, todo se reduce a la distinción entre el objeto y el gencia propia de la realidad; eso en el nivel ontológico de la
sujeto. Pero lo que distingue los tres niveles ontológicos an­ biosfera y a {ortiori en el nivel ontológico de la ecúmene.
teriores no se corresponde con esta binariedad. Por ejemplo, El problema es que cada ser tiende a absolutizar esta
en el nivel físico (el planeta) existen ondas electromagnéti_ realidad que no es otra que la de su propio mundo. Al no
cas de diferentes longitudes (A) y entre ellas, A = 700 nm sa ber que es contingente (puesto que no tiene otro punto de
(nanómetros). En el nivel de los seres vivos (la biosfera), vista), la cree necesaria, tan natural (para nosotros pero no
esta longitud de onda la percibe la especie humana Como para las vacas) como que A =700 nm =rojo. Éste es el error
rojo, lo que no sucede entre los bovinos. En el nivel de lo fundamental del determinismo: confunde la contingencia
humano, este color tiene diferente sentido según la cultura con la necesidad.
y según la época de la historia; por ejemplo, «deténgase» El metabasismo comete el error simétrico: al descubrir
para un automovilista cualquiera, pero «adelante» para un que podía haber otros puntos de vista, concluye que todos
guardia roja en tiempos de la Revolución cultural. Para el son arbitrarios. Por ello, confunde la contingencia con el
dualismo moderno, estos últimos hechos dependen de con­ azar, de donde puede haber cualq uier cosa en cualquier sitio
venciones arbitrarias, singulares y subjetivas, sin relación y en cualquier momento, mientras que, en realidad, todo
con las leyes objetivas y universales de la física. Entonces,
depende siempre de una determinada historia y de un deter­
¿qué pasa Con el hecho de que A = 700 nm = rojo para los
minado medio.
humanos pero no para los bovinos? Entre lo subjetivo y lo
Concretamente encarnado en un determinado lugar, en
objetivo, no se sabe dónde poner exactamente este hecho.
una determinada época, el sentido profundo del paisaje no
No se sabría decir si es una realidad o una ilusión. Es, a
es más que la relación dinámica (el momento estructural)
la vez, singular desde un determinado pUnto de vista (si se
que se establece entre la ecúmene y la biosfera, así como
parte de lo físico), y universal desde otro punto de vista (si
entre la biosfera y el planeta. Es la medianza como la de­
se parte de lo humano). fine Watsuji: «El momento estructural de la existencia hu­
La mesología a la que yo recurro, en cambio, dirá aquí mana». y el pensamiento paisajero es la forma como cada
que la realidad se despliega o emerge haciéndose cada vez ser humano, con su carne y con sus acciones, traduce esta
más específica a medida que se sube en los niveles ontoló­ medianza.
gicos. En el nivel de lo físico, hay (1) A = 700 nm, punto
final. En el nivel del ser vivo, a partir de (1) puede haber (2)
A ::: 700 nm = rojo, u otra Cosa. En el nivel de lo humano,
a partir de (2), puede haber (3) A = 700 nm = rojo = detén­

r02
10 3
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
COSA OSCURA ANTES DE DECIRLA

18. AQuÍ ESTÁ NUESTRA AUTENTICIDAD actitud similar no haría más que ilustrar que seguimos es­
tancados en la alternativa moderna entre el sujeto y el obje­
to. La moda del fengshui en Francia, por ejemplo, no es más
Pero la modernidad, al reducir el mundo exterior a un
que un camelo de consumo mercantilista, en las antípodas
objeto, ha forcIuido esta medianza. El individualismo subje_
de la verdadera superación de la modernidad ---en las antí­
tivista, que se desarrolló como Contrapartida a esta amputa_
ción de una parte de nuestro ser, ha tendido simétricament~,
podas de la medianza, puesto que, en Francia, la historia y
el medio no tienen nada que ver con China-o En China, la
sea por las maneras de ver o por los acondicionamientos
cuestión se plantea de otra manera porque la historia y el
materiales, a reducir el paisaje a una proyección arbitra­
medio son diferentes.
ria de uno mismo sobre este objeto. ¿En qué piensa, por
Superar la alternativa moderna es reconocer que el mo­
ejemplo, el Wanderer de Friedrich si no en él mismo en la
mento estructural de nuestra existencia -nuestra median­
ecuación de sí mismo y del paisaje? La revolución está COm­
za- hace que cada uno de nosotros sea «mitad» (en latín
pletada ya a partir de san Agustín, que, por el contrario,
medietas, de donde procede medianza) su cuerpo animal
oponía el espectáculo de la naturaleza (el fuer, foris) a las
profundidades de la conciencia (el dentro, intus). individual y, al mismo tiempo, la otra «mitad» ese sistema
eco-tecno-simbólico que es nuestro medio vital. Por ejem­
En ambos casos -la objetivación o la subjetivación_ es
plo, yo, que les hablo, soy al mismo tiempo «mitad» esta
trocear el sentido del paisaje. O bien ya no se considerarán
lengua (el francés) que nos es común y que ustedes entien­
más que procesos físicos, o bien sólo sistemas de signos abs­
den porque también lo son por «mitad» (las comillas es­
traídos de su fundamento en los ecosistemas: una historia

tán para recordar que los sistemas simbólicos no se miden,


humana desvinculada de la historia natural. El pensamiel1to

puesto que son por definición a la vez una cosa y otra, que
del paisaje no ha dejado de oscilar entre los dos extremos de

representa a la primera; es decir, de pasada, la inanidad de la


esta alternativa, desinteresándose del lazo estructural que

reducción del sentido a una cantidad de información). Por


los une. Así fue como se abolió el pensamiento paisajero, en

el contrario, en términos de la alternativa moderna, usted


el que, como había advertido Zong Bing, había una conti­

está solo(a) ante este objeto '~, que sólo es tinta sobre papel.
nuidad entre la materia (1a orientación de un determinado

En rigor, usted no puede salir de esta binariedad.


entorno en el espacio yen el tiempo), la carne (una manera

Resulta curioso pero revelador -también aquí se trata


de sentir ese entorno) y el espíritu (una manera de represen­

társelo). ASÍ, pues, fue como se instauró el reino del mata­


de una prueba de doble ciego- que con total ignorancia de
paIsaJe. las tesis de Watsuji, como, por otra parte, sin relación con
la ontología heideggeriana (que habla de «estar fuera de sí»
¿Podemos pensar en restablecer el pensamiento paisajero?
aufter sich sein, etc.), André Leroi-Gourhan haya destacado
Para ello, en primer lugar, debemos superar el marco
en la emergencia de la especie humana una complementarie­
mental que nos impone el dualismo. Pero esto no significa
en absoluto, como a menudo se cree, rechazar el rigor meto­
dológico, la objetividad, la razón, en general, para entregar­
nos a la subjetividad individual. Muy al Contrario, pues una " Con "este objeto» Betque se refiere al libro que tiene usted en las
manos. [N. de la T.J.

r04
ros
....

EL PENSAMIENTO PAISAJERO
COSA OSCURA ANTES DE DECIRLA

dad estructural entre cuerpo animal y cuerpo social, habién_


surdos (figura 13: La casa de los 4 x 4 x 4). ¿No le obliga
dose constituido este último por exteriorización de las fUIl­
la publicidad, corno hemos podido ver en la prensa francesa
ciones del primero en sistemas técnicos y simbólicos, curo
en otoño de 2003, a oponer precisamente «la naturaleza» a
despliegue a su vez transformó el cuerpo animal haciéndolo
la naturaleza:
evolucionar hacia 10 que se convirtió en el Horno sapiens.
Es como decir que éste nUnca habría existido, y que ningu_
Vous aimez la nature? ProulJez-le-lui!

no de nosotros podría vivir, sin un cuerpo social que sobre­


Mitsubishi Pajero 7 places

pasara su individualidad -yo prefiero decir cuerpo medial,


pues los mencionados sistemas, técnicos o simbólicos, se
¿Le gusta la naturaleza? ¡Demuéstreselo!
combinan necesariamente en los ecosistemas, formando COn
ellos nuestro medio. Mitsubishi Pajero 7 plazas

La medianza es esa complementariedad constitutiva y di­ al comprar ese gran modelo de 4 x 4, o sea, lo característi­
námica -ese momento estructural- entre las dos vertientes
camente inverso de un comportamiento ecológico?
del ser humano: su mitad animal, que es individual (excepto
Es cierto que, en el marco de la alternativa moderna, no
que es ella la que genéticamente lo liga a la especie), y su
puede reunirse sin llegar a lo absurdo el ideal reduccionista
mitad medial, que es colectiva: transindividual e intersubje­
de las ciencias de la naturaleza (por ejemplo, el integrismo
tiva, tanto en el espacio como en el tiempo. Esto es válido
ecológico), por una parte, y, por otra, el ideal metabasista
tanto a escala de una persona como a la de la humanidad
de las leyes del mercado de la economía liberal. Este imposi­
(en el segundo caso, se trata, como ya hemos visto, del mo­
ble absurdo sólo podemos forcluirlo: expulsarlo de nuestra
mento estructutal ecúmene/biosfera). Que la hayamos for­
conciencia y cerrarle la puerta.
cluido, por ejemplo en lo que se llama el individualismo
Pero hemos visto que esta forc!usión está ligada a la his­
metodológico, no puede llevar más que a un desequilibrio
toria del pensamiento del paisaje. Ha cambiado de escala
cada vez más grave -a término, una acosmÍa generaliza­
con la modernidad, en particular con la Revolución indus­
da; dicho de otro modo, al caos- puesto que, en realidad,
trial que el POMC ha hecho posible. Actualmente el traba­
nuestro cuerpo medial no deja, a la vez, de desarrollarse y
jo garantizado por nuestro cuerpo medial está doblemente
de hacerse autónomo por la técnica. Esto se manifiesta, por
forcluido. En primer lugar, porque, cada vez más mecánico,
ejemplo, en la antinomia de las dos verdades rivales que se
no se queja ni se subleva; por tanto, es fácil ignorarlo. Des­
disputan el mundo actual: la ecología, que insiste en nuestro
pués, porque transforma la naturaleza -es 10 propio del
fundamento terrestre (por ejemplo, en términos de huella
trabajo- muchísimo más de 10 que nunca 10 había hecho
ecológica) y la economía, que cuenta cada vez más con el
el trabajo humano directo (el del cuerpo animal), y que se­
consumidor individual, al que abstrae de su medio (es decir,
de su cuerpo medial). guir ignorándolo es, pues, estar enormemente más ciego que
antes.
En cuanto al individuo, obnubilado por una y otra ver­
Así se explica que ver (da naturaleza» ella misma (ípsa)
dad a La vez, es decir, presa de una doble coacción (double
y por su propio movimiento (automatf~) en los medios hu­
bind), se ve empujado a comportamientos cada vez más ab­
manos actuales sea inmensamente más mítico de lo que 10

r06
r07
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

era en la época de las Geórgicas y, con mayor razón, en los


Trabajos y los días. Una buena ilustración de este mito es ,
por ejemplo, coger el avión y después un 4 x 4 para «hacer»
Ushuaia o los oasis del Draa.
Sin embargo, es precisamente esto lo que buscan cada vez
más masivamente nuestras sociedades, como manifiestan
tanto la explosión del turismo como la de lo urbano difuso
(esa forma de vida surrealista en la que una sociedad funcio­
nalmente urbana y sobremecanizada pretende vivir en una
aparente naturaleza-campo). En esto precisamente es en lo
que la forclusión es más burda y cuando nuestro modo de
vida es insostenible; no duradero ecológicamente, injustifica­
ble éticamente (pues se acompaña de crecientes desigualda­
des) e inaceptable estéticamente (pues destruye el paisaje).
Convertido en objeto de consumo de masas tanto en el
turismo como en lo urbano difuso, el paisaje desempeüa
actualmente un papel al mismo tiempo central y alarmante.
Encarna un {mi generalizado en el que el trabajo de la tierra
nos ha sido estructuralmente ocultado por nuestra propia
mirada, igual que en otro tiempo el trabajo de la tierra por
los campesinos fue forcluido por el mito de la Edad de Oro.
Referido a la tierra -la Tierra-, en esta Edad de Oro pu­
tativa que es el modo de vida contemporáneo, las máquinas
no han suprimido el trabajo; muy al contrario, no han deja­
do de incrementarlo.
Ya es hora de que reconozcamos que lo que pone en
práctica esta relación es el momento estructural de nuestra La casa de los 4 x 4 x 4. Fotografía de F. Adam
Figura 13.
existencia misma: nuestra medianza, y de que por fin lo asu­
mamos sin cerrar más los ojos. Para una revolución del ser,
tenemos que repudiar el mito ontológico moderno: no, no
somos sólo ese cuerpo animal individual frente a un mundo
objeto; la mitad de nuestro ser es nuestro cuerpo medial, es
decir, justamente ese mundo, que no es una Umgebung sino
una Umwelt. Que no es un simple entorno físico sino un
medio humano.

108
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

Asumü' nuestro cuerpo medial -por tanto, dejar de fo ­


r
duirlo- será ipso (acto dejar de forcluir el trabajo de la Tie­
rra, que sabemos pertinentemente que ésta no puede seguir
manteniendo, pues al menos este hecho puede medirse: la
huella ecológica de la humanidad supera aproximadamente
un tercio la biocapacidad de la Tierra y esta desproporción
no hace más que agravarse.
Es decir, que nuestro ser común es can mucho el paisaje
(y que se extiende también más allá del horizonte). Corno
quizá lo hubiera escrito Tao Yuanming -en chino, eso no
cambia nada:

U-J~8.9fi Shan qi ri xi jia Le Mont souffle La montaña


un accord au silba un acorde
coucher du soled al atardecer
(... ) (... ) ( ... ) (oo.)
Jtt~~~~ Ci zhongyou Dans ce paysa­ En este paisaje
zhen yi ge est notre está nuestra
authenticité autenticidad

Esto es al menos, como entrenamiento a la revolución


del ser, lo que todavía se podrá leer en este paisaje, vela­
do, sin embargo, por el recuerdo: Sol del atardecer sobre el
Waffagga (fignra 14).
Figura 14 Sol del atardecer sobre el Waf(agga. Fotografía de F. Aclaro

rro
CODICILO

PARA USO DE QUIEN DESEE SUPERAR LA MODERNIDAD

PAISAJE y REALIDAD

Las últimas líneas precedentes establecen un lazo entre


dos montañas. Una, la que aparece en el poema de Tao
Yuanming, es el pico sur (Nanshan) del Lushan, un macizo
montañoso que se encuentra en el ]iangxi (China central).
La otra, el ]beJ Waffagga, se encuentra en el Alto Atlas oc­
cidental, en Marruecos. Ni por su localización, ni por su
constitución geológica, ni por su forma, ni por su vegeta­
ción tienen nada en común estas dos montañas. En sí mis­
mas, en sus respectivas sustancias, no tienen relación.
Entonces ¿cuál es el lazo?
En este caso, es lo que eventualmente podemos leer -es­
tas cosas son contingentes- en cada uno de estos dos pai­
sajes; a saber, tt¡:P~Jt~, «en este paisaje está nuestra au­
tenticidad". Hay otras lecturas posibles, pero nosotros nos
atendremos a ésta para no dispersar nuestra atención.
Ahora, esbocemos un acercamiento con la lógica. Tene­
mos dos sujetos diferentes (Sl y 52, es decir, el Nanshan y
el Waffagga) respecto de los cuales se enuncia un predicado
P: «Allí está nuestra autenticidad». Es decir, la identidad del
predicado P subsume (devora) la no identidad de los sujetos
51 y 52.
Si se es geólogo, una cosa así es imposible. En tanto que
científico moderno, se está, efectivamente, movido o mudo

II3

EL PENSAMIENTO PAISA,JERO
CODICILO

por la lógica de la identidad del sujeto (en adelante IgS) qUe


heredamos de Aristóteles y que sostiene al POMe. Esta ¡g~
del pensamiento paisajero, es esclarecer la esencia de la rea­
no permite que se confunda la Sustancia del Nanshan cOlll lidad humana en la Tierra.
del Waffagg a , y tanto mejor para la ciencia. a )~ ~¡. ;¡.

Precisemos, de pasada, que, cuando Aristóteles inventó


la IgS, tuvo también que inventar la noción de sujeto (hu­
En la historia de la estética jClponesa hay un concepto inte­
pokeimenon, 10 que el latín tradujo por subjectum). Lo hizo
resante para nuestro propósito, mitate, que se puede traducir
a partir de la imagen de algo que yace debajo y que Sostiene.
por ver en tanto que. Este concepto se utiliza en numerosos
Esto es lo que tradncen, en su etimología, lCls palabras hu­
campos pero particularmente en materia de paisaje. Consiste
pokeimenon, subjectum y sujeto. Por otra parte, la misma
en ver un paisaje cualquiera como si fuera otro; por ejemplo,
imagen engen dró el concepto de sustancia (en griego hu­
ver el Waffagga como si fuera el Nanshan. Tomo este ejem­
postasis) en latín substantia): «Lo que se mantiene debajo»,
plo porque es este el que tenemos delante, pero es exactamen­
Efectivamente, en la historia del pensamiento europeo, hay
te lo mismo que, en la historia efectiva del paisaje de Asia
homología entre la relación sujeto/predicado en lógica y la
relación sustancia/accidente en metafísica. oriental, una montaña determinada de Japón (por ejemplo,
el Hieizan) se hubiera visto como si fuera otra montaña cual­
Si, por el contrario, se es poeta (la forma poétesse [poe­
tisa] ha caído en desuso), se puede perfectamente cOfilcebir qlllera (por ejemplo el Lushan) de China.
¿Cómo era posible esto si la gente sabía perfectamente
que la visión de estas dos montañas pueda despertar un mis­
que no se trataba de las mismas montañas?
mo sentimiento de autenticidad. De esta manera, se decla­
Pues bien, porque lo que contaba a sus ojos no era la
rará a favor de otra lógicCl: nna lógica de la identidad del
predicado, en adelante ¡gP. identidad física de esas montañas sino la esencia de la rela­
ción que se podía establecer entre ellas por medio de deter­
Con los términos de la alternativa moderna, sólo se pue­
minadas referencias culturales. Por ejemplo, por medio de
de remitir la IgS a la objetividad y la IgP a la subjetividad.
Llna conocida obra literaria o pictórica (en el caso mencio­
Lo que es el sujeto para el lógico es homólogo a lo que es
nado, un determinado poema de Bai Letian), Era, en resu­
el objeto para el físico (es decir, eso de lo que se trClta), y
men, disfrutar de un juego pata personas cultivadas en el
precisamente fue en la trampa de la subjetividad (colectiva,
que se trataba de demostrar el conocimiento de las referen­
pero eso poco importa aquí) donde cayó el filósofo japonés
Nishida Kitaro (1870-1945), inventor y promotor de la 19l~
cias en cuestión. Se dedicaban a él con gusto yeso motivó
notables obras artísticas y literarias (entre ottas, en el men­
como Aristóteles lo había sido de la IgS. Sin embargo, si se
cionCldo caso, un famoso pasaje de las Notas de cabecera de
quiere evitar la trampa a la que lleva a nuestro mundo la
modernidad, es decir, al desastre ecológico en el que se han Sei Sh6nagon).
Es el mismo juego que yo les he propuesto al relacionar
hundido tantas civilizaciones anteriores a la nuestra, se debe
el Waffagga con el Nanshan por medio de un poema de
-debemos- buscar más allá. y, puesto que la ocasión se
Tao Yuanming, que ahora ya conocen. Aquí, el Waffagga se
presta, hacerlo en términos paisajeros; ya que esclarecer los
principios de la relación paisajera, y por tanto de la esencia convierte en un mitate del Nanshan. Dicho de otro modo, el
Waffagga se ve en tanto que Nanshan. '

114
II5
CODICILO
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

(el de la ecúmene Y ya no sólo el de la biosfera); por ejem­


Pero aquí se trata de ir más allá de este juego remontán_ plo, la que hemos visto más arriba: «el rojo» (S) quiere decir
donos a su principio. parar (P). Es decir, que lo que era un predicado en el nivel
~. ~. ~.
ntológico del ser vivo ((700 nm (S) es rojo (P)>> (válido
para la especie humana pero no para otras) se convierte en
un sujeto en el nivel ontológico de lo humano: "el rojo (S)
Desde un punto de vista lógico, ver el Waffagga en tanto significa parar (P)>> (válido para una determinada cultura,
que Nanshan consiste en efectuar la siguiente predicaóón:
«el Waffagga (S) es el Nanshan (P)>>, es decir, S es P. na para otras).
La alternativa moderna está totalmente superada en este

En este caso, esta predicación es un juego, al que uno punto. Ella, que asimilaba S a la sustancia Y P al objeto,

no se presta si no está dispuesto. Pero se trata exactamente tiene que constatar que, según el nivel ontológico, P puede

del mismo principio de predicación -a saber S es P- por convertirse en S, lo subjetivo se convierte en lo objetivo, Y

el que el automovilista identifica un semáforo en rojo como


una señal de ,,¡Pare!». Efectivamente, en nuestro mundo, el recíprocamente.
En resumen, estas calegOrlaS ya no dan cuenta de la rea­
rojo (S) significa "parar» (P).
lidad. O, más bien, hay que relativizarlas.
Desde el punto de vista de la alternativa moderna, S es
aquí una realidad física objetiva (un semáforo en rojo), y P, ~} ~1- ~.

una convención cultural arbitraria, fundamentalmente sub­


jetiva incluso aunque esté más extendida que la convención slo
Retomemos el caso del mitate y relacionémo con la
inversa establecida por las guardias rojas; "el rojo signifi­ percepción del rojo. En los dos casos, tenemos la predica­
ca ¡adelante!». Sólo S es real, o sustancial, como planteaba ción S es P. El problema es que un lógico, que se ocupa casi
Aristóteles. exclusivamente de sistemas simbólicos (e incluso, en filoso­
Donde la alternativa moderna ya no funciona es cuando Ha analítica, casi exclusivamente de la lengua inglesa), no
se llega a esto: aceptará nunca hablar de predicación a propósito de estos
Cuando el ojo humano percibe el rojo, efectúa material­ fenómenos. ¡No mezclemos las sustancias (las churras con
mente la operación lógica: «una longitud de onda de 700 merinas)! Entonces, para no mezclarlas, necesitamos adop­
nm (S) es roja (P)>>, que no es más que la predicación S es
tar una terminología más específica. ó
P. Pero P es aquí una realidad fisiológica objetiva y uni­ En materia de paisaje, desde un punto de vista mesol ­
versal, común a toda la especie humana (excepto si hay un gico, llamo a la anterior operación una trayección. Efectuar
defecto como el daltonismo). Sin embargo, esta realidad no un mitate o percibir un color es efectuar una trayección. En
es válida para los bovinos ni para otras muchas especies. su principio, la trayección es análoga a la metáfora: lleva
Efectivamente, a partir del mismo sujeto A = 700 mn, cada a S en dirección de P, la sustancia (S) más allá de ella misma
una efectúa una predicación sui generis. Es decir, cada una y en dirección de la percepción que se tiene de eHa, i. e., la
lo percibe a su manera. interpretación que hace de ella (P), que no debe confundir­
Por otra parte, a partir de esta predicación, las socieda­ se con una pura representación (un puro fantasma), pues,
des humanas efectúan otras de un nivel ontológico superior

II7
rr6
EL PENSAMIENTO PAISAJERO CODICILO

concretamente, eso supone a la vez esta Sustaucia y nuestra Sean como sean las realidades últimas, nosotros nos
propia existencia.
ocupamos aquí del paisaje, cuya sustancia se somete nece­
Éste no es otro que el principio de Zong Bing: en CUan­ sariamente a una trayección en dos etapas: una efectuada
to al paisaje, aun teniendo sustancia, tieude al espíritu. Por en el nivel ontológico de la biosfera (en el que percibimos
ejemplo, la Sustancia del Waffagga (una entidad fíSica) es el color rojo, etc.), la otra en el de la ecúmene (el que nos
percibida en tanto que Naushan (uua entidad mental); o hace interpretar de esta o aquella manera el rojo, etc.). La
tam bién, la longitud de onda A =: 700 um (una realidad fí­ relación concreta entre estas dos dimensiones de nuestro ser
sica, en el nivel outológico del planeta) se percibe en tamo es precisameute la esencia de la trayección: ese vaivén -en­
que color rojo (una realidad fisiológica, en el uivel ontoló­ tre nuestro cuerpo animal y nuestro cuerpo medial, entre
gico de la biosfera).
nuestro espíritu y las cosas que nos rodean ...- de donde
El resultado de estas dos trayecciones (del Waffaga al nace la realidad. De donde nace el paisaje, puesto que para
Nanshan, o de una longitud de onda a un color) es en am­ nosotros, ésa es hoy la realidad.
bos casos una realidad concreta: una realidad trayectiva Sólo entonces podemos decir, con Cézanne:
contingente; es decir, ni «la realidad» (es decir, esta abstrac­
ción que sería uu puro S) ni uua ilusión. Trayectiva significa ... pero que los árboles sean verdes y que ese verde es un
que esta realidad concteta está entre los dos polos teóricos árbol, que esta tierra es roja y que esos rojos derrumba­
de lo subjetivo y 10 objetivo, que sOU abstractos. dos son colinas (... )
La fórmula de esta realidad es r =: S / P, que se lee: la
realidad es S percibida en tanto que P. Esto quiere decir que ... o que ese día, al declinar el sol, el Waffaga era un poco el
no es una pura sustancia, no un simple entorno físico, sino Nanshan -los dos reunidos en una existencia humana.
un paisaje: un determinado entorno (S) percibido en tan­
to que paisaje (P). Uua Umgebung percibida eu tanto que
Umwelt, habría podido decir Uexki.iI1 ... Y, a fin de cuentas, Maurepas, 28 de agosto de 2007
la Tierra (S) percibida en tanto que mundo (P). ¿No enseña
Nishida que el mundo es un predicado (pero por Otras razo­
nes que las que yo sostengo aquí)?

* ~. ~:-

Desde el punto de vista mesológico, esta fórmula r =: S / P


no es sólo la de la realidad de Un paisaje; es la de toda la
realidad. En efecto, desde el momento en que existimos, no
puede ser de otra manera. Incluso las realidades más obje­
tivas de la física se someten necesariameure a predicados
humanos, aunque sea uua fórmula matemática pura.

rr8 Il9
CAPÍTULO Ir

AUGUSTIN (saim), Confessions, París, Les BelJes Lettres, 1994 y


1996. Las citas remiten a los pasajes X 8-15, X 25-36 Y X
27-38. Hay edición en español: san Agustín, Las confesiones,
Madrid, Tecnos, 2007, 2. a ed.
BERQUE, Augustin, Etre humains sur la Terre. Principes d'éthique
de {'écoumime, París, Galliroard, 1996.
BERQUE, Jacques, Struetures sociales du Haut-Atlas, París, PUF,
1955 Y 1978 (la 2: edición ya no incluye los dibujos de Lu­
cie Lissac, pero está ampliada con un estndio de Paul Pascon,
Retour aux Seksawa, seguido de un posfacio de de Jacques
Berque).
BOULOUX, Nathalie, "A propos de l'ascension du roont Ventoux
par Pétrarque: réf1exions sur la perception du paysage chez les
humanistes italiens au XIV siecle", Pages paysages, núm. V,
1994-1995, págs. 126-137.
CONAN, Michei, «Le paysage découvert du roont Ventoux», Urbi,
núm. VIII, otoño de 1983, págs. 33-39.
DAGOGNET, Franc;ois (dir.), Mort du paysage. Philosophie et es­
thétique du paysage, Seyssel, Champ Vallan, 1982.
HEIDEGGER, Martin, «Batir habiter penser", en Essais et conféren­
ces, París, Gallimard, 1958, págs. 170-193. Hay edición en es­

( En todo este libro, los nombres chinos y japoneses se dan en su


orden normal: patronímico en primer lugar corno, por ejemplo, MAO,
Zedong (no a la inversa) o WATSUJI, Tetsuro (no a la inversa).

12 3
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
BIBLIOGRAFíA

pañol: Martin Heidegger, «Construir, habitar, pensan', en Con.


VIRGILE, Les Géorgiques, texro establecido y traducido por E. de
ferencias y artículos, Barcelona, Odós, 1994, págs. 127-142.
Saint-Denis, París, Les Belles Lettres, 1957 y 1995; pasaje cita­
LACARRIERE, Jacques, Les Hommes ivres de Dieu, París, Fayard,
1975; pasajes citados: págs. 182 y 183. do: ll, versos 458-460. Hay edición en español: Virgilio, Bucó­
licas, Geórgicas, Madrid, Gredas, 1990, págs. 113-245.
MADERUELO, Javier (dir.), Paisaje y pensamiento, Madrid, Abada
Editores, 2006; pasaje citado: pág. 251. WALPOLE, Horace, The History of the Modern Taste in Garde­
ning, introducción de John Dixon Hunt, Nueva York, Ursus
MILANI, Raffaele, «Estética del paisaje», en Javier Maderuelo
Press, 1995; cita extraída de la pág. 46. Hay edición en espa­
(dir.), Paisaje y pensamiento, Madrid, Abada Editores, 2006,
págs. 55-82. ñol: Horace Walpole, «Ensayo sobre la jardinería moderna»,
en Pauta Martín Salván (ed.), El espíritu del lugar. jardín y pai­
RUDOFSKY, aBernard, Architecture sans architectes, Paris, Chene,
saje en la Inglaterra moderna, Madrid, Abada Editores, 2006,
1977 r1.ed.: Architecture without architects, Nueva York,
págs. 71-110.
Museum of Modern Art, 1964].
WANG, Yonghao y Yu, Haomin, Chúgoku yúsen bunka {La cultu­
ra de la inmortalidad en China], Tokio, Seidosha, 2000 (Zhon­
gguo youxian wenhua, 1997); cita extraída de la pág. 74.
CAPÍTULO JI
WATSUJI, Tetsura, Fudo. Ningengakuteki kósatsu [Milieux. Étude
humanologiquej, Tokio, Iwanami, 1935 y 1979. En la traduc­
BERQUE, Augustin, «La forc1usion du tra vail médiaJ", L 'Espace
géographique, núm. 1,2005, págs. 81-90. ción española, por J. Masiá y A. Mataix (Salamanca, Sígueme,
2006), el título pasa a ser Antropología del paisaje. Climas,
HÉSIODE, Les Travaux et les jours, texto establecido y traduci­
culturas y religiones; pasaje referido en la pág. 55 de la edición
do por Paul Mazan, París, Les Belles Lettres, 1928 y 2001;
de 1979; pág. 70 en la traducción.
pasaje citado: versos 109 y 117-118. Hay edición en español:
HeSÍodo, Los trabajos y los días, Santiago de Chile, Editorial
Universitaria, 1995,2: ed.
CAPíTULO III
LEROI-GOURHAN, André, Le Geste et la parole, París, Albin Mi­

chel, 1964,2 vols. Hay edición en español: André Leroi-Gour­

ASANO, Yuichi, Kodai Chúgoku no uchuron [La cosmología chi­


han, El gesto y la palabra, Caracas, Universidad Central de

Venezuela, 1971. na antigua], Tokio, Iwanami shoten, 2006.


BERQUE, Jacques, Structures sociales du Haut-Atlas, París, PUF,
MORI, Masako, Seióbo no genzó [La figura original de Xiwangmuj,
Tokio, Kei6 gijuku daigaku shuppankai, 2005. 1955 y 1978; extracto de la pág. 309 en la edición de 1955.
BROOKS, David for Mparntwe people, The Arrernte landscape.
Róshi (Laozi), texto establecido y traducido por Ogawa Kanju,
A guide to the dreamings tracks and sites of Alice Springs, Alí­
Tokyo, Chúkü bunko, 1973; pasaje citado, pág. 16.
ce Springs, lAD Press, 1991; cita extraída de la pág. 6.
VEBLEN, Thorstein, Théorie de la classe de loisir, París, Gal1imard,
BORGEAUD, Philippe, Recherches sur le dieu Pan, Ginebra, Droz,
1970 [Theory of the leisure class, 1899J. Hay edición en es­
1979.
pañol: Thorstein Veblen, Teoría de la clase ociosa, Madrid,
Alianza, 2004 (prólogo de Carlos Mellizo). GOTO, Akinobu y MATSUMOTO, Hajime (dirs.), Shigo no imeji.
Tósh¡ wo yomu tame ni [Las imágenes del vocabulario poé­

12 4
12 5
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
BIBLIOGRAFíA

tico. Para leer la poesía Yang}, Tokio, Taha shoten, 2000; en CAPÍTULO IV
particular, el estudio de Gota sobre shanshui, págs. 75-93, en el
que los dísticos citados se encuentran en las págs. 81 y sigo
ELVIN, Mark, lhe Retreat o/ the Elephants. An Environmenta/
HOMERE, Odyssée, texto establecido y traducido por Victor Bé­
History of China, New Haven y Londres, Yale University
rard, notas de Silvia Milanezi, París, Les BeJ1es Lettres, 2002,
Press, 2004.
3 vals.; pasaje citado: canto X, versos 302-303. Hay edición en GASQUET, ]oachim, Cézanne, FOllgeres, Encre marine, 2002; ex­
español: Homero, Odisea, Madrid, Editora Nacional, 1983,
2.' ed. tracto de las págs. 262-263. Hay edición en español: Joachim
Gasguet, Cézanne. Lo que vi lo que me dijo, Madrid, Gadir,
LA FONTAINE, Jean de, Fables, illustradas por Phi1ippe Mignon,
2005. El párrafo citado aparece traducido por Carlos Manza­
París, Nathan, 1995. La fábula «Le Chat, la Be1ette et le pe­
no en las págs. 173-174.
tit Lapin» se encuentra en las págs. 36 y sigo Hay edición en
KIOKA Nobuo, Púkei no romi. Chimrnoku kara katari e [La ló­
español: Jean de la Fontaine, Pábulas, Buenos Aires, Losada, gica del paisaje. Del silencio al relato], Kyato, Sekai shisa sha,
2005.
2007.
LORAUX, Nicole, Né de la terre, Mythe et politique a Athenes,
MENDRAS, Henri, La Pin des paysans, Aries, Hubert Nyssen y
París, Seuil, 1996. Hay edición en español: Nicole Loraux,
Actes Sud, 1984 (1967).
Nacido de la tierra. Mito y política en Atenas, Buenos Aires, Om, K6ichi, Sha Reiun. Kodoku no sansui shijin [Xie Lingyun. El
El cuenco de plata, 2007.
poeta solitario del paisaje}, Tokio, KyCJko shoin, 1983; extrac­
MADERUELO, Javier, El Paisaje. Génesis de un concepto, Madrid,
tos de poemas reproducidos en págs. 179 y 254.
Abada Editores, 2005, 2006, 2.. ed.
ROGER, Alain, Nus et paysages. Essai sur la fonction de l'art, Pa­
TAO, Yuanming, CEuvres completes (Y6 Enmei zenshú), texto es­

rís, Aubier, 1978.


tablecido y traducido por Matsueda Shigeo y Wada Takeshi,

TAO, Yuanming, CEuvres completes (Y6 Enmei zenshú), Tokio,


Tokio, Iwanami bunko, 1990, 2 vals. En francés las CEuvres

Iwanami bunko, 1990, 2 vals. Aquí reproduzco los últimos


completes, París, Gallimard, 1990, han sido traducidas (en la­

siete versos del poema citado, págs. 208 y sig., vol. 1.


boriosas aleluyas) por Paul Jacob. El cuento de «La fuente de

los melocotoneros en flor» está en el vol. 11, págs. 152 y sigo

en la edición japonesa (bilingüe, por supuesto) y págs. 245

CAPÍTULO V
y sigs., en la edición francesa (que no incluye el original en

chino).
BARlOON, Miche1, Naissance et renaissance du paysage, ArIes,
TORIUMT, Motoki, Les Promenades de París de la Renaissance
Actes Sud, 2006.
el l'époque haussmannienne. Esthétique de la nature dans
BERQUE, Augustin, «Les mille naissances du paysage», en Paysages
l'urbanisme parisien, tesis defendida en la École des hautes
photographies. En Prance les années quatre-vingt. Mission pho­
études en sciences sociales, 2001.
tographique de la DATAR. París, Hazan, 1989, págs. 21-49.
BOURDTEU, Pierre, La Distinction. Critique sociale du jugernent,
París, Minuit, 1979. Hay edición en espaI1ol: Pierre Bourdiell,
La distinción, Taurus, Madrid, 1988.

126
12 7
EL PENSAMIENTO PAISAJERO
BIBLIOGRAFÍA

CORBOZ, André, Le Territoire comme palimpseste et autres es­


BERQUE, Augustin, Médiance. De milieux en paysages, París, Be­
sais, Besanc;:on, Les Éditions de l'lmprimeur, 200l.
linfRECLUS, 1990 y 2000.
DELAHAYE, Hllbert, Les Premieres peintures de paysage en Chi­
a
_ Écoumime. Introduction l'étude des milieux humains, París,
ne: aspects religieux, París, École franc;:aise d'Extreme-Orient,
1981; pasaje referido: pág. 84. Belin, 2000.
BERQUE, Angustin; BONNIN, Philippe y GHORRA-GOBIN, Cyntbia
ESCANDE, Yolaine, Montagnes et eaux. La culture du shanshul~
(dirs.), La Ville insoutenable, París, Belin, 2006.
París, Hermann, 2005 j pasaje referido: pág. 81.
LEROI-GouRHAN, André, Le Geste et la paro/e, París, Albin Mi­
PAN, Yungao (dir.), Han Wei Liuchao shuhua lun {Sobre la ca­
cbel, 1964, 2 vols.
ligrafía y la pintura en las épocas Han, Wei y de las Seis Di­
LORAVX, Nicole, Né de la terre, Mythe et poli{ique a Athenes,
nastías}, Cbangsba, Hllnan meishu cbnbanshe, 1997; pasaje
referido: pág. 289. París, Seuil, 1996.
UEXKÜLL, Jacob von, Mondes animaux et monde humain, París,
PLATÓN, Timée, Critias, París, Les Belles Lettres, 1985; pasaje re­
Denoel, 1965 {Streifzüge durch die Urmuelten von Tieren und
ferido: pág. 228. Hay edición en español: Platón, Diálogos.
Menschen, 1934].
Filebo, Timeo, Critias, Madrid, Gredos, 1992.
WATSUJI, Tetsuro, Fado. Ningengakuteki k6satsu [Milieux. Étude
RITTER, ]oacbim, Paysage. Fonction de l'esthétique dans la société
humanologique}, Tokio, Iwanami, 1935 y 1979; pasaje extraí­
moderne, Besanc;:on, Les Éditions de l'lmprimeur, 1997 {Land­
do de la pág. 3 en la edición de 1979.
schaft. Zur Funktion der lEsthetischen in der modernen Ce­
seLlschaft, 1963]. La edición francesa Contiene también una tra­
ducción de la carta de Petrarca mencionada en el capitulo 1. Hay
OBRAS CORRELATIVAS
edición en español: ]oachim Ritter, "Paisaje. Reflexiones sobre
la función de lo estético en la sociedad moderna», en Subjetivi­
BERQUE, Augustin (dir.), Écournime, Logique du lieu et dépasse­
dad. Seis ensayos, Alfa, Barcelona, 1986, págs. 125-158.
ment de la modernité, vol. 1: Nishida: la mouvance philoso­
VANDIER-NICOLAS, Nicole, Esthétique et peinture de paysage en
phique, vol. 2: Du lieu nishidien vers d'autres mondes, Bruse­
Chine, des origines aux Song, París, Klincksieck, 1982; pasaje
referido: pág. 64. las, Ousia, págs. 390 y 292.
_ «Raison trajective et dépassement de la modernité. En bom­
mage El Nakamura YCljiro», Furansu tetsugaku shiso kenkyú
(Revue de philosophie fran~aise), núm. 5, 2000, págs. 29-48.
CAPÍTULO VI
- «Overcoming modernity, yesterday and today», European Jour­
nal of East Asian Studies, vol. 1, núm. 1, 2001, págs. 89-102.
AGAMBEN, Giorgio, L'Ouvert. De l'hom me et de l'animal, París,
- «La logique du ¡ien dépasse-t-elle la modernité?», en Livia
Payot et Rivages, 2002 [L'Aperto. L'uomo e l'animale, 2002J.
Monnet (dir.), Approches critiques de la pensée japonaise
Hay edición en español: Giorgio Agamben, Lo abierto. El
au XX, siecie, Montreal, Presses de I'Université de Montréal,
hombre y el animal, Valencia, Pre-textos, 2005.
2002, págs. 41-52.
BERQVE, Angustin, Le Sauvage et l'artífice. Les japonais devant la
«Du prédicat san s base: entre mundus et baburu, la moderni­
nature, París, Gallimard, 1986 y 1997.
té", en Livia Monnet, Approches critiques de la pensée japo­

128
129
EL PENSAMIENTO PAISAJERO

naise au XX. siecle, Montrea1, Presses de l'Université de Mo ­


tréaI, 2002, págs. 53-62. n
BERQUE, Augustin (dir.), Mouvance JI. Soixante-dix mots Pour le
paysage, París, Édiüons de la Villette, 2006.
- « Versune tnéso1ogie - au dela du topos ontologique mode »,
rn e
en Miche1 Wiewiorka (dir.), Les Sciences sociales en mr-ttatio ,
n
Auxerre, Éditions Sciences humaines, 2007a, págs. 149-154. íNDICE DE ILUSTRACIONES
- « Trayección y realidad del paisaje», en Francesc Abad y cols.,
Trajeccions. Paisatges en mutació constant, Gerona, Fundació
CA.PÍTULO 1
Espais d'Art Contetnporani, 2007b, págs. 7-17.
Fig. 1. Las oleadas de la IJ·istoria. Fotografía de F. Adam. Retor­
no: lo que era el pensamiento paisajero. Dibujos de Lucie
Lissac: láminas I, II, III, IV YV.

CAPíTULO Il

Fig.2. La linde del mundo Seksawa. Fotografía de A. Berque.


Fig.3. Remontando el valle. Fotografía de F. Adam.

CAPíTUl.O III

Fig. 4. El paso de Anthwerrke. Fotografía de A. Berque.


Fig. 5. Lo que se percibe en el mundo aborigen. Pintura de Ray­
leen Carr, Les grottes de Ngarnarlkuru. Documento del
autor.
Fig. 6. El banquete de Lanting, en la pared de un albergue de
lsé.
Fig.7. Hina ningyo. Fotografía de F. Adam.

130
131

,j

También podría gustarte