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P.

Pablo María Pabst sds


Codo a codo con Lüthen y Pfeiffer

P. David Restrepo R. SDS


2021
Editado por
Gustavo A. Ruiz Cano SDS
La Estrella, mayo de 2021

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Salvatoriano de relieve

En la galería de importantes salvatorianos se situó en los inicios de la Socie-


dad, muy cercano al Fundador y defensor de sus ideales el P. Pablo María
Pabst SDS, “codo a codo con Lüthen y Pfeiffer”. En la Casa Madre de Roma
pasó casi toda su vida, vivió muchos años al lado del Fundador y conservando
su recuerdo perenne. Testigo presencial de la avanzada de la Sociedad por el
mundo.

Él fue una de esas voces escuchadas acerca de que el P. Pancracio Pfeiffer


SDS era quien regía la Sociedad. El P. Bernward Meisterjahn SDS afirma: “Es
cierto que el P. Pablo Pabst SDS se expresó de esta manera… Él era cierta-
mente un hombre muy cuidadoso. Jordán lo apreció mucho. Él estuvo muy
preocupado siempre, hasta su muerte, de forma muy celosa, por de ser con-
siderado como el hijo más fiel del Fundador, como el celador de su herencia.
Hasta el final de su vida creyó poder defender a todo pulmón, que él había
sido nombrado de forma vitalicia por el Fundador como confesor y Padre es-
piritual de los escolásticos ” (LL30).

El Padre Pabst entró a la comunidad salvatoriana en la ciudad eterna, cuando


ésta solo contaba con cinco años de fundada por Francisco Jordán y él apenas
cifraba en sus 14 años de edad. Corría entonces el mes de octubre de 1886.
El Fundador de los Salvatorianos muy contento de recibir en la única casa que
entonces poseía para su nueva familia, esa clase de jóvenes que llenos de
entusiasmo abandonaban familia y patria para buscar al Salvador y su servi-
cio.

Pasó el P. Pablo 76 años en la familia Salvatoriana, 74 de profesión religiosa y


67 de sacerdocio. Alcanzó a vivir 90 años de edad y falleció en la Casa Madre
de la Sociedad, en Roma, donde trascurrió casi toda su vida.

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Memoria de sus glorias

Gratas estas memorias regocijantes de su vida: haber superado a muchos en


fidelidad, haber sobrevivido a tantos y por encima de ello, haber vivido mu-
chos años al lado del Fundador, gozando tantas primicias y conviviendo “co-
do a codo con Buenaventura Lüthen y Pancracio Pfeiffer!”

En efecto, haber estado con el P. Francisco Jordán a lo largo de muchos años,


sin duda un recuerdo perenne en las memorias del P. Pablo. En aquellos años
junto al Fundador vio su vida, contempló su ejemplo, escuchó sus consejos,
admiró sus virtudes. Y le sobrevivió 44 años para leer nuevamente y meditar
las “Exhortaciones” que el Fundador dejó a su Sociedad, al P. Pablo le parecía
estar escuchando la voz del Padre que repercutía.

Hay entre los muchos recuerdos de este Padre uno que merece especial re-
lieve y que hace regresar al año de 1887, a los 3 meses de su ingreso. En la
fiesta del Nombre de Jesús, el P. Francisco Jordán procedió al exorcismo del
hermano salvatoriano Félix Bucher SDS, quien se encontraba poseído por el
demonio. El P. Pablo miraba cómo el espíritu malo, arrojaba por el suelo al
pobre religioso que a la vez desarrollaba fuerza como para no dejarse domi-
nar por cuatro escolásticos juntos. En febrero de 1888 el maligno espíritu re-
gresaba y el P. Fundador repetía el exorcismo. El P. Pablo recordaba cómo el
poseso, coaccionado, escribió en la pared con letra clara y elegante, el nom-
bre del espíritu maligno: “Yo soy Lucifer”.

Cargos de responsabilidad

El P. Pablo desempeñó varios cargos de responsabilidad en la Sociedad del


Divino Salvador. Después de Buenaventura Lüthen SDS fue socio del Maestro
de Novicios siguiente el P. Crisólogo Raich SDS, cuando la Sociedad sólo tenía
una casa de novicios (Roma). Luego le sucedió y fue nombrado Maestro de
Novicios, oficio que cumplió durante varios años consecutivos en la casa Sal-
vatoriana de Hamberg (Austria).

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Muchos novicios estuvieron bajo su cuidado y fueron formados por él. De
tales años conservó el comentario de las Constituciones y tres volúmenes in-
titulados “Scientia Sanctorum” (la Ciencia de los Santos) que él escribió poco
a poco, pero que aún se encuentran inéditos. Sobre la evolución del nombre
de la Sociedad hasta el hermoso de “Sociedad del Divino Salvador”, lo mismo
que sobre la historia de las Constituciones de la Sociedad, escribió interesan-
tes artículos que también permanecen inéditos.

Consultor General SDS

ICG1902 IICG 1908

De sus años en el Generalato conservó además innumerables recuerdos e


interesantes memorias. Participó en los siete primeros Capítulos Generales
en Roma y Friburgo: I Capítulo Ggeneral de 1902, cuarto Consultor General; II
Capítulo General de 1908, Delegado de Roma y Maestro de Novicios; III Capí-
tulo General de 1915, Superior en Hamberg; IV Capítulo General de 1921,
Delegado de provincia austrohúngara; V Capítulo General de 1927, III Consul-
tor General y Secretario; VI Capítulo General de 1933, II Consultor General;

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VII Capítulo General de 1947, III Consultor General. Hasta 1953. Un recorrido
de 51 años batiendo el récord. Así pudo darse cuenta del desarrollo de la
Comunidad y preocuparse vivamente por la familia Salvatoriana que rápida-
mente se iba extendiendo por el mundo.

La revisión de las Constituciones estuvo encomendada a su cuidado. Este


nuevo oficio le puso en relación con Mons. Antonio Augusto Intreccialagli,
Visitador Apostólico de los Salvatorianos, muerto en olor de santidad, y del
actual Cardenal Arcadio Larraona. De ambos fue muy buen amigo; ante am-
bos representó a cabalidad la Sociedad que le había confiado tal trabajo.

El P. Pablo Pabst SDS nació el 3 de octubre de 1872 en Niederselters (Alema-


nia). Fue religioso desde la edad de 16 años. La ordenación sacerdotal la re-
cibió en Roma cuando contaba 23 años.

Sus 67 años cumplidos de sacerdocio fueron lección de aquilatado amor a la


vocación. Sus 76 años de vida religiosa Salvatoriana una prueba de alta fide-
lidad a la Sociedad en que vivió. Observar los tres votos de pobreza, castidad
y obediencia a lo largo de tantos años, significa constante lucha y permanen-
te cooperación a la gracia divina.

IV CG de 1921 V CG de 1927

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VI CG de 1933 VII CG de 1947

Hasta el fin de su vida se le vio solícito en asistir a los diversos actos de co-
munidad: en la capilla, en el comedor, en la sala de recreo, se le vio cumpli-
damente. Bastón en mano, se le encontraba por los corredores de la casa
como una predicación viva. Entonces o ya rezaba el Rosario o se dirigía a la
Capilla a orar por la Sociedad y sus bienhechores.

Memoria de “historia SDS”

Su cuerpo envejeció, no así su corazón y su memoria. Siempre pronto a dar


un consejo cuando se le pedía. Confesor por muchos años, aún para peniten-
tes que desde diversos puntos de la ciudad venían a buscarle. Sus conferen-
cias al Escolasticado romano, salpicadas de reminiscencias salvatorianas, co-
mo fui testigo aún en consulta personal. Conservó de él en especial su alocu-
ción primera sobre la “Madre del Salvador”. Digiérase que era la historia vi-
viente de la Sociedad. Él la guardaba viva en sus recuerdos desde que ésta se
meció en su cuna en Roma. Dificultades, progresos, evolución, cambio de
nombre, revisión de Constituciones, miembros que ingresaban poco a poco,

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tantas cosas al lado de Superiores Generales. Fechas y acontecimientos que
recordaba con facilidad. Tenía muy presente el día de agosto de 1893 cuan-
do salieron de la Ciudad Eterna los tres primeros salvatorianos con destino a
la República del Ecuador, que luego en 1895, habrían de ser los primeros en
llegar a Cartagena de Indias.

Y así tantas fechas más de sucesos que se hilvanaban poco a poco, de los cua-
les se constituía emocionado testigo ocular y presencial. Un verdadero salva-
toriano fiel que contó siempre con el aprecio del Fundador, “codo a codo con
Lüthen y Pfeiffer”. Y qué preciosa longevidad hasta su noventa bien vividos
1872-1962.

Valga la pena su recuerdo! Día tras día celebraba la Eucaristía, que en ocasio-
nes pude acolitarle. En ella su corazón se rejuvenecía. Cuando yo le veía subir
las gradas del altar, se me antojaba pensar que en él el sacerdocio no enveje-
cía. Sí, sacerdote anciano sin vejez sacerdotal…

He ahí un modelo de edad postrera, un ejemplo de fidelidad a la vida religio-


sa salvatoriana, una vida sin claudicaciones. Loor al mérito; loor al sacerdote
religioso que tan distante nació de su tumba y tan bien ha recorrido su ca-
mino hacia una vida más larga todavía.

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