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Cada instante nuestra mente capta varios millones de bits de información, pero únicamente presta
atención a aquello que nos interesa o que forma parte de nuestras ilusiones o sueños. Como estamos
expuestos a multitud de estímulos, el SRAA es el encargado de filtrar y priorizar de entre toda esa
información aquello que tiene interés para nuestros objetivos, preocupaciones e incluso nuestra
supervivencia. Si tuviéramos un cerebro que asimilara y tratara todos los estímulos, acabaríamos
agotados. Cuando una mujer está embarazada y pasea por la calle, puede pensar: «¡Qué cantidad de
carritos de bebé hay en mi barrio!». En realidad no hay un boom de natalidad. Lo que ocurre es que
su cerebro está más «sensible» a ese dato. Si algo nos interesa, el cerebro hace lo posible por
localizarlo de entre todos los inputs que recibe. Cuando buscamos pisos que se alquilan, de golpe,
nuestro cerebro ve carteles por doquier. Si estamos interesados en un modelo de coche de pronto
nos lo topamos en todos los semáforos… Probablemente muchos de esos carteles o coches estaban
ahí desde hace tiempo, pero no tenías la intención o capacidad de verlos. Tu cabeza estaba en otros
menesteres
Ello no significa que por el mero hecho de desear algo vaya a ocurrir al día siguiente. De lo que se
trata es de darle al cerebro objetivos e ilusiones para estar abiertos a ellos si pasan a nuestro lado. El
problema es que mucha gente desconoce lo que «ansía»,incluso simplemente se deja llevar. A la
mayor parte de las personas que no le suceden cosas interesantes en su vida es por una razón muy
sencilla: no saben qué quieren que les suceda.
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Es fundamental abrir la mente. Si no activamos nuestra atención —¡y el SRAA!— no veremos las
posibilidades que se despliegan. Si en cambio vamos con actitud receptiva, optimista y con fe,
seremos capaces de entender lo que nos sucede para darle un significado a nuestras experiencias.
Tenemos un problema, y es que… ¡en este mundo ya no prestamos atención a lo que nos sucede y no
nos sorprendemos por nada! La sociedad de hoy precisa volver a mirar la realidad con detenimiento y
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curiosidad; si observas cualquier cosa con atención, al poco rato se convierte en algo interesante.
Esto requiere pararse y ser capaces de escuchar el silencio. ¡El silencio no es la ausencia de sonido! Es
la capacidad de mirar hacia adentro con paz, rompiendo con el barullo exterior. Trata de ir por la calle
con un niño y te darás cuenta de todo lo que activa su atención. Desde mi casa a la guardería de mi
hijo pequeño hay menos de quinientos metros. Cuando le llevo tardo casi media hora y vuelvo en
menos de cinco minutos. ¿La razón? Existen múltiples «distractores» que atraen su atención: coches
de policía, camiones de la basura, gente en moto, aviones, luces de colores, escaparates, música a
todo volumen que sale de un automóvil, personas desconocidas con las que se cruza y a las que
saluda…
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El investigador William Frey estudió hace unos años el componente bioquímico de la lágrima tras
llorar de forma intensa por angustia o tristeza excesiva. Encontró niveles elevados de cortisol. Esta es
la razón por la cual tras un ejercicio de llanto uno se siente liberado. Descarga tensiones y
desasosiegos al deshacerse de cantidades importantes de cortisol