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BioCuan

CAPACIDAD DE ATENCIÓN, EL SISTEMA RETICULAR ACTIVADOR


ASCENDENTE (SRAA)

Cada instante nuestra mente capta varios millones de bits de información, pero únicamente presta
atención a aquello que nos interesa o que forma parte de nuestras ilusiones o sueños. Como estamos
expuestos a multitud de estímulos, el SRAA es el encargado de filtrar y priorizar de entre toda esa
información aquello que tiene interés para nuestros objetivos, preocupaciones e incluso nuestra
supervivencia. Si tuviéramos un cerebro que asimilara y tratara todos los estímulos, acabaríamos
agotados. Cuando una mujer está embarazada y pasea por la calle, puede pensar: «¡Qué cantidad de
carritos de bebé hay en mi barrio!». En realidad no hay un boom de natalidad. Lo que ocurre es que
su cerebro está más «sensible» a ese dato. Si algo nos interesa, el cerebro hace lo posible por
localizarlo de entre todos los inputs que recibe. Cuando buscamos pisos que se alquilan, de golpe,
nuestro cerebro ve carteles por doquier. Si estamos interesados en un modelo de coche de pronto
nos lo topamos en todos los semáforos… Probablemente muchos de esos carteles o coches estaban
ahí desde hace tiempo, pero no tenías la intención o capacidad de verlos. Tu cabeza estaba en otros
menesteres

Ello no significa que por el mero hecho de desear algo vaya a ocurrir al día siguiente. De lo que se
trata es de darle al cerebro objetivos e ilusiones para estar abiertos a ellos si pasan a nuestro lado. El
problema es que mucha gente desconoce lo que «ansía»,incluso simplemente se deja llevar. A la
mayor parte de las personas que no le suceden cosas interesantes en su vida es por una razón muy
sencilla: no saben qué quieren que les suceda.

Sueña en grande, actúa en pequeño.


Usa de forma sana tu imaginación. Si deseas algo —con cierto realismo— de verdad y lo imaginas con
fuerza, puedes conseguirlo. Deja tu corazón volar, haz un plan de acción y ejecútalo. El plan es
fundamental: sin plan ni objetivos a corto plazo, las cosas buenas no se logran. No pasa nada por
hacer castillos en el aire, siempre y cuando seas capaz de construir cimientos bajo ellos. Usa tu
imaginación. Sueña. Neurobiológicamente, suceden cosas impresionantes en el cerebro cuando
imaginas algo con fuerza y con ilusión. Tu cerebro experimenta un cambio, ya que induces un estado
emocional que tiene la capacidad de modificar el normal proceder de tus neuronas.

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Uno atrae lo que le va sucediendo en la vida.


Enfócate en lo que deseas de verdad, usa tu pasión para ilusionarte en un proyecto grande —¡o
pequeño!— pero que despierte lo más profundo de tu ser, y comenzarás a sentir que algo sucede en
tu interior. Ganas en seguridad, en confianza, en alegría… Y, algo más sorprendente aún, tu cerebro
cambia. Estados de ilusión mantenidos a lo largo de unos días activan un proceso de neurogénesis:
células madre acuden al hipocampo — zona de memoria y aprendizaje— y se transforman en
neuronas. Conocemos pocas maneras de regenerar nuevas células neuronales, ¡la pasión y la ilusión
son una de ellas!

Tu mente y tu cuerpo se transforman cuando perciben que algo bueno


puede acontecer.
No se trata de obsesionarte con lograr un objetivo exacto —la vida no siempre te lleva por donde tú
quieres—, sino en conseguir un estado mental que te dirija a sacar TMV —Tu Mejor Versión—.
Recuerda que obcecarte con una meta puede conllevar el efecto contrario, es decir, no visualizar
alternativas interesantes que surgen en tu vida porque únicamente estás enfocado en lograr algo
muy específico y concreto. A veces hay que tomar distancia, obtener una visión más global y, quizá,
apuntar hacia una meta distinta. En la vida recibimos constantemente «señales» —cada uno puede
denominarlas como más le convenga— para encontrar un camino adecuado y poder entonces
desarrollar nuestra mejor versión.

Es fundamental abrir la mente. Si no activamos nuestra atención —¡y el SRAA!— no veremos las
posibilidades que se despliegan. Si en cambio vamos con actitud receptiva, optimista y con fe,
seremos capaces de entender lo que nos sucede para darle un significado a nuestras experiencias.
Tenemos un problema, y es que… ¡en este mundo ya no prestamos atención a lo que nos sucede y no
nos sorprendemos por nada! La sociedad de hoy precisa volver a mirar la realidad con detenimiento y
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curiosidad; si observas cualquier cosa con atención, al poco rato se convierte en algo interesante.
Esto requiere pararse y ser capaces de escuchar el silencio. ¡El silencio no es la ausencia de sonido! Es
la capacidad de mirar hacia adentro con paz, rompiendo con el barullo exterior. Trata de ir por la calle
con un niño y te darás cuenta de todo lo que activa su atención. Desde mi casa a la guardería de mi
hijo pequeño hay menos de quinientos metros. Cuando le llevo tardo casi media hora y vuelvo en
menos de cinco minutos. ¿La razón? Existen múltiples «distractores» que atraen su atención: coches
de policía, camiones de la basura, gente en moto, aviones, luces de colores, escaparates, música a
todo volumen que sale de un automóvil, personas desconocidas con las que se cruza y a las que
saluda…

¿QUÉ PRODUCE LLORAR?


No olvidemos que la única especie que llora por motivos emocionales es el ser humano. Cuando
alguien observa a otro llorar, es frecuente que se activen en el interior del observador emociones o
conductas prosociales que le llevan a empatizar con la otra persona. Por lo tanto, cabe pensar que en
algún momento de la historia, en la evolución del Homo sapiens, las lágrimas se transformaron en
una forma de expresión del estado emocional de la mente. El cuerpo produce más de cien litros de
llanto al año de media. Si pensamos en todas esas personas que no recuerdan la última vez que
lloraron, existen para compensar otros que lloran litros y litros de lágrimas. Existen tres tipos de
lágrimas: las basales —sirven para mantener la hidratación del ojo —, las protectoras —brotan ante
agresiones físicas, motas de polvo, gases…— y las emocionales. El llanto de tipo emocional se activa
cuando el organismo percibe un estado de alerta —tristeza, angustia, peligro— y envía las lágrimas a
los ojos como reacción ante ello. De igual modo, se produce un aumento del ritmo cardiaco y un
sonrojo de las mejillas.

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El investigador William Frey estudió hace unos años el componente bioquímico de la lágrima tras
llorar de forma intensa por angustia o tristeza excesiva. Encontró niveles elevados de cortisol. Esta es
la razón por la cual tras un ejercicio de llanto uno se siente liberado. Descarga tensiones y
desasosiegos al deshacerse de cantidades importantes de cortisol

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