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UNIDAD

2 ACTIVIDADES DE
SEGURIDAD.
EVALUACIÓN DEL
RIESGO DE
ACCIDENTE
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SEGURIDAD ACTIVIDADES DE SEGURIDAD. UNIDAD 2


EN EL TRABAJO EVALUACIÓN DEL RIESGO DE ACCIDENTE 1

Unidad 2
P.º GRAL. MARTÍNEZ CAMPOS, 5 y PONZANO, 15. 28010 MADRID • GRAN DE GRÀCIA, 171. 08012 BARCELONA • ALBORAYA, 23. 46010 VALENCIA

Legislación básica

• Ley 31/1995, de 8 de noviembre, de Prevención de Riesgos Laborales.

• Real Decreto 39/1997, de 17 de enero, por el que se aprueba el Regla mento


de los Servicios de Prevención.

• Real Decreto 486/1997, de 14 de abril, por el que se establecen las disposicio-


nes mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo.

• Real Decreto 1215/1997, de 18 de julio, por el que se establecen las disposi-


ciones mínimas de seguridad y salud, para la utilización por los trabajadores de
los equipos de trabajo.

• Guías Técnicas del INSHT sobre la reglamentación de Prevención de Riesgos


Laborales.

• Criterios Técnicos NIOSH (National Institute for Occupational Safety and Health).
• Normas Técnicas UNE-EN.

1. RIESGOS LABORALES: CONCEpTOS GENERALES

1.1. IntroduccIón

El concepto de «riesgo laboral» no comienza a utilizarse ampliamente en el ámbito de


la prevención hasta la aprobación de la Ley 31/1995. Anteriormente se utilizaban preferente-
mente los términos: riesgo profesional, en vez de laboral, y prevención de accidentes, en vez
de prevención de riesgos. Se debe distinguir la utilización común del término «riesgo» de la
que se hace en otros ámbitos, concretamente en el de la prevención, donde se ha adoptado la
acepción técnica, no común, de origen anglosajón. Etimológicamente, el término es de origen
árabe (rizq, lo que depara la providencia) y puede resultar tanto en algo beneficioso como en
un perjuicio; riesgo laboral significaría la contingencia de que algo lesivo o dañino le suceda a
alguien trabajando, siempre en sentido desfavorable.

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El artículo 4 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales contempla las dos acepciones


de riesgo, presenta primero la definición común de riesgo, como la «posibilidad de un daño», y
añade, para la calificación del riesgo, la definición técnica anglosajona: «para calificar un riesgo
se valorará conjuntamente la probabilidad de que suceda el daño y la severidad del mismo». La
primera definición es útil en la etapa de identificación del riesgo, muchos riesgos conocidos se
identifican de inmediato (si se trabaja en altura, riesgo de caída), son los denominados riesgos

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inherentes o propios, se asocian a la circunstancia o situación sin necesidad de un análisis o
razonamiento previo; otros riesgos requieren que se identifique la condición de trabajo concre-
ta (peligro) y la forma en que esta posibilita el resultado dañoso o lesivo (la cadena de sucesos
que finaliza en el daño) para reconocer el riesgo asociado. En realidad, salvo asociación inme-
diata peligro-riesgo, lo que se identifica antes es la fuente de riesgo, es decir el peligro, que es
el objeto físico o situación peligrosa observable (un equipo de trabajo sin resguardos o un tra-
bajador en una zanja, por ejemplo) o el hecho anormal que se aparta del proceso seguro y ha-
bitual de trabajo (presencia de aceite en el suelo). El riesgo es un registro o entidad abstracta
que se construye mentalmente a partir de esa información. Por ello es más adecuado hablar de
identificación de peligros que de identificación de riesgos, ya que un peligro puede llevar uno
o varios riesgos asociados.

La segunda acepción de riesgo, la no común, se utiliza en una fase posterior a la identifi-


cación, durante la evaluación de la gravedad del riesgo ya identificado. Sirve para calificar la
magnitud del riesgo con objeto de establecer un orden de prioridad en las actuaciones preven-
tivas necesarias.

Otra confusión lingüística parecida se plantea con el término «peligro» que el común en-
tiende como amenaza inminente, en el tiempo a punto de producir el daño; y en sentido técnico,
de prevención de riesgos, peligro es la situación o condición que es fuente potencial de riesgos,
en sentido etiológico o causal. En el lenguaje actual de la prevención el peligro precede al ries-
go, este emana de aquel tanto en el sentido nominativo (posibilidad) como calificativo de su
gravedad. El peligro, utilizado en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, hay que situar-
lo en el ámbito de las condiciones de trabajo peligrosas y los factores de riesgo. Básicamente
estos son conceptos equivalentes, con la excepción de que los factores de riesgo incluyen, ade-
más de las condiciones de trabajo, al trabajador como agente activo, no solo pasivo (expuesto
al riesgo), y a todos aquellos factores personales del trabajador que influyan en la generación
de riesgos, como su nivel de información, de adiestramiento, de atención, de disciplina y su
estado físico y biológico, entre otros.

Estos diferentes significados de los conceptos manejados en prevención de riesgos labo-


rales surgen principalmente de la traducción y unificación de normas técnicas en el espacio
europeo y, por supuesto, de la necesidad de que los profesionales utilicen un lenguaje común,
preciso y único.

De acuerdo con las definiciones del referido artículo 4, a cualquier actividad o condición
de trabajo (equipo de trabajo o producto) se le puede asociar una peligrosidad potencial, si es
susceptible de generar riesgos en ausencia de toda medida preventiva, es decir se trata de peli-
grosidad per se o inherente. Este filtro, es decir, la capacidad de las cosas para generar riesgos
en ausencia de medidas preventivas, se utilizará de manera sistemática en todas las evaluacio-
nes de riesgos para identificar peligros y sus riesgos asociados.

Sin embargo, esta peligrosidad potencial puede encontrarse en estado latente si ha sido
neutralizada con medidas eficaces, es decir, de forma que no pueda dañar de forma inmediata

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hasta que un acto o suceso la transforme en estado activo. De este modo se puede establecer
que por muy peligrosa que sea una actividad si se neutraliza con fuertes medidas preventivas
puede llegar a anularse o minimizarse su capacidad de generar riesgos.

1.2. EvolucIón tEmporal dE los rIEsgos y pElIgros


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Otro aspecto importante de los peligros y riesgos es su evolución en el tiempo. Normalmen-


te la condición de las cosas (peligros) puede alterarse, en un sentido u otro, hacia situaciones
que impliquen un mayor o menor riesgo. Sin embargo, si se permite que las cosas evolucionen
sin ninguna intervención, de forma natural, la evolución natural de los peligros es hacia peor,
hacia riesgos más probables o de mayor gravedad.

En general, la actividad de la empresa y sus operaciones se realizan en circunstancias (en-


dógenas y exógenas) más o menos cambiantes que modifican las condiciones de trabajo y de-
safían la capacidad de la empresa para tomar decisiones adecuadas y adaptarse al cambio. Este
carácter cambiante de los peligros y riesgos justifica por sí mismo muchas acciones y medidas
preventivas establecidas por la Ley de Prevención de Riesgos Laborales (revisiones, evalua-
ciones y controles periódicos).

La Ley de Prevención de Riesgos Laborales utiliza el concepto de «riesgo inminente»


(véase art. 4) para indicar que el peligro (la condición peligrosa) puede evolucionar a una si-
tuación tal que esté a punto de producirse el desenlace (accidente o sobreexposición a agente
químico, físico o biológico). En esta situación límite no cabe la evaluación del riesgo ni la pla-
nificación de medidas, se necesita una actuación rápida y solo cabe la aplicación inmediata de
medidas eficaces para evitar que se produzca el daño o, si esto no fuera posible, el cese de la
exposición al riesgo mediante la evacuación del personal o parada de la actividad.

Existe pues una evolución temporal del binomio peligro-riesgo, desde más o menos remoto
a inminente, debido a cambios en las condiciones de trabajo y/o de los factores de riesgo. Este
cambio en la evolución del peligro se debe a las denominadas desviaciones. Una desviación
es el resultado de hechos (y/o acciones) que desvían el desarrollo normal del trabajo hacia un
resultado indeseado y dañino (según definición de la Orden TAS/2926/02). En el ejemplo ya
expuesto en la teoría sobre riesgos, un trabajador tiene que desplazarse sobre estructuras metá-
licas, un trabajo en altura que realiza, habitualmente, con todos los medios de protección (arnés
anticaídas, red, calzado de seguridad). Una noche hiela, esto produce una desviación en el sis-
tema normal de trabajo que cambia las circunstancias del trabajo y la condición del peligro, de
manera que durante las primeras horas de la jornada existe un riesgo inminente de caída de al-
tura que no afecta al nivel de protección del trabajador, que sigue siendo alto, pero sí a la pro-
babilidad de que se actualice el peligro mediante un resbalón y posterior caída.

En este caso los medios de protección no pueden evitar el riesgo, que se ha incrementado
con la circunstancia del hielo, aunque limiten las consecuencias de una eventual caída de altura.
Aquí es donde entraría en juego la capacidad de la empresa para adaptarse a la nueva circuns-
tancia peligrosa, mediante esos otros mecanismos (medidas) previstos en la Ley de Prevenicón
de Riesgos Laborales y citados anteriormente (controles periódicos).

Se debe entender asimismo que la desviación no es un hecho ajeno al trabajo, aunque en


este ejemplo concreto la desviación la ocasione una causa externa (exógena); es una condición
de trabajo peligrosa más, imprescindible para el resultado dañoso, antecedente inmediato del

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suceso lesivo y no es única, pueden existir simultáneamente otras desviaciones (como la baja
de un trabajador que tiene que sustituirse por otro menos experto).

Finalmente, una vez producido el incidente, se ha podido alterar la condición de peligro


o permanecer inalterable. En ocasiones la condición peligrosa se disipa durante el incidente y
en otras permanece intacta. Así, en el ejemplo anterior, el incidente no afecta a la condición
peligrosa, pues la presencia de hielo en la estructura metálica permanece durante unas horas

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después de que aquel se haya producido. Sin embargo, si el incidente se hubiera producido por
una rotura del cable que sujeta el perfil, el peligro desaparece tras la rotura pues no queda más
remedio que sustituir el cable roto.

El riesgo normalmente lo expresamos mediante una magnitud, bien sea un valor numéri-
co, como puede ser el valor de la probabilidad de que suceda un determinado daño, o bien una
variable lingüística, como grave o alto. Pero para llegar a asignar ese valor hay que identificar
e integrar como si se tratara de una entidad completa, la fuente de riesgo (peligro o condición
peligrosa), el mecanismo o modo en que se puede producir el daño, la exposición del trabaja-
dor y la forma en que se expone, las medidas preventivas existentes que hacen menos vulnera-
ble al trabajador y pueden incluso neutralizar completamente los efectos del riesgo, sin olvidar
que siempre existirá un cierto margen para el azar. Esta integración se hace de una manera más
o menos meditada o intuitiva en función de los conocimientos y las experiencias de cada uno.

Como una imagen siempre ayuda a fijar las entidades abstractas, una imagen bastante vi-
sual del riesgo, como medida de un valor que afecta al conjunto de la actividad, en cada ins-
tante, sería la de una aguja oscilando sobre una escala, como una consecuencia de los cambios
que se van produciendo en el devenir de la actividad y del control (medidas adoptadas) que
se ejerce sobre dichos cambios. Lógicamente no se pueden contemplar por separado riesgo y
medidas, es decir, no existe un nivel de riesgo con medidas y otro nivel sin medidas. La valo-
ración del riesgo se encuentra indisolublemente unida a las medidas que se hayan adoptado.

Si un cambio de las condiciones de trabajo, previsto o no, no es contrarrestado eficazmente


por el sistema de trabajo, porque este cambio pudo pasar desapercibido, pudo haberse ignorado
o minusvalorado, tanto por los que tienen el control del trabajo como por el propio trabajador
y, si estaban previstas, no se adoptaron medidas eficaces, todo ello hace que el riesgo crezca y
salga finalmente de su estado latente para actualizarse en forma de lesión o patología laboral.
Como se vio en la teoría sobre riesgos, las condiciones peligrosas y factores de riesgo pertene-
cen al nivel de los peligros mientras no suceda nada, o no se haya iniciado el proceso que alte-
ra la salud del trabajador, pero si encuentran un camino hacia el daño cambian al nivel de los
sucesos dañinos, se transforman en desviaciones (antecedentes inmediatos de los accidentes y
de las sobreexposiciones a agentes). En el ejemplo que se expuso en la Unidad 1 para clarificar
la teoría sobre riesgos, se pueden identificar varias desviaciones como la presencia de hielo, el
atasco de la carga y la sustitución del montador. Cuando los riesgos no han podido neutralizar-
se, ciertas condiciones y acciones, que denominamos desviaciones, tienden puentes entre los
riesgos y los daños (lesiones o patologías).

En la teoría sobre riesgos y sobre accidentes es importante diferenciar la secuencia tem-


poral que solo afecta a los hechos, que dan lugar a las desviaciones y finalmente al daño, de
la secuencia causal, causa-efecto (antecedente-consecuente), que motiva hechos y sucesos. La
primera se sustancia en la secuencia de condiciones de trabajo o peligros, hechos o sucesos que
ocurren hasta el incidente. En el ejemplo anterior, en la secuencia tiempo los hechos se produ-
cen de manera tal que primero hiela, luego se produce la sustitución del montador, más tarde se

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engancha el perfil y, por último, se produce la pérdida de equilibrio del sustituto. Sin embargo,
en la secuencia causal, habría que establecer si los procedimientos de recursos humanos para
sustituir la baja de un trabajador (causa) eran adecuados y si lo eran si se siguieron fielmente,
esto indicaría si existió una mala asignación al puesto de trabajo (efecto) o si la dirección fa-
cultativa debió prohibir el trabajo (causa) en aquellas condiciones tan severas que produjeron
el resbalón (efecto) o si la falta de pericia (causa) determinó que se enganchara la carga (efec-
to). En consecuencia, se puede afirmar que la secuencia causal busca establecer nexos lógicos
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del tipo antecedente-consecuente entre los factores causantes de los hechos independientemen-
te del nexo temporal que indefectiblemente une a los hechos. Es decir, el nexo tiempo afecta
a los hechos y el nexo causal afecta a las condiciones y factores de riesgo. Esta idea la resume
en una frase Peter Senge, en La Quinta Disciplina, y expresa una propuesta del pensamiento
sistémico: «causa y efecto pueden no estar próximos en espacio ni en tiempo».

Así como la teoría sobre accidentes se ha basado en el principio de la causalidad, es decir,


en el que mantiene que los sucesos que intervienen en el accidente siguen una secuencia tem-
poral y mantienen una relación causal, siendo unos la causa o antecedente y otros el efecto o
consecuente; la teoría sobre riesgos se mantiene sobre la secuencia temporal de los hechos, es
decir, de las condiciones de trabajo o factores de riesgos, de las desviaciones y de los acciden-
tes –los hechos se suceden siempre unos a otros de manera inequívoca–; sin embargo, entre
las causas o factores se establecen relaciones de dos tipos, según se utilice el método científi-
co o el sistémico:

• Relaciones condicionales, del tipo «si A entonces B», que permiten hacer infe-
rencias del tipo antecedente-consecuente, aplicando el método científico (análisis
por separado de los diferentes elementos); o
• Relaciones de pertenencia que permiten asignar las causas o factores a diferen-
tes clases de una estructura o sistema preventivo, aplicando el método sistémico
(análisis conjunto de los diferentes elementos) en donde las partes interrelacionan
entre sí (dinámica del sistema).

En lo relativo a la relación antecedente-consecuente que mantienen los factores de ries-


go o causas se admiten los dos modelos posibles. Uno, aquel que mantiene que la presencia
del antecedente es condición necesaria y suficiente para explicar la presencia del consecuente
y este solamente se puede eliminar si se elimina el antecedente. El otro modelo, que establece
que la concurrencia de varios antecedentes interactúan y se combinan con diferente grado de
influencia para causar el consecuente; este desaparece cuando se reduce el nivel de influencia
de los antecedentes más importantes aunque sigan presentes. En general, el consecuente puede
ser a su vez otro factor de riesgo o una desviación.

Esta teoría sobre riesgos admite, por consiguiente, que el daño se pueda producir tanto por
la concurrencia (escuelas de seguridad industrial y calidad) de condiciones y factores como por
la secuencia encadenada de condiciones y factores (escuela de seguridad en el trabajo). Estas
son las dos teorías que coexisten sobre accidentes (relación concurrente o secuencial entre los
factores que intervienen), aquí se concilian las dos teorías al admitir la posibilidad de utilizar
ambas o indistintamente una u otra.

La ventaja de disponer de una teoría de los riesgos basada en sistemas o modelos preventivos,
consiste en que la asimilación del modelo permite manejar las diferentes entidades o elementos
con mayor facilidad, al asignarles a una determinada estructura y suponer una dinámica entre ellos.

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Esto permite establecer, a priori, las consecuencias de sus probables interacciones y la respuesta
que debe dar el sistema a un determinado estado de sus elementos. Del mismo modo, a posterio-
ri, al objeto de una posible evaluación de daños, se podría establecer la respuesta que debió dar
el sistema a un determinado estado de sus elementos y las acciones que podían haberse tomado.

1.3. clasIfIcacIón dE los rIEsgos laboralEs

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Los riesgos laborales admiten diferentes clasificaciones. Una primera clasificación puede
basarse en el tipo de daño, lesión o patología a que dan lugar, así se habla de riesgos para la
seguridad de los trabajadores, los que pueden derivar en accidentes y lesiones de desarrollo
rápido, y de riesgos para la salud de los trabajadores, los que derivan en enfermedades pro-
fesionales y otras patologías relacionadas con el trabajo cuyo desarrollo en el tiempo es lento.

Otra clasificación surge de la forma en que se actualiza el riesgo o mecanismo dañino.


Es decir, riesgo de incendio, riesgo eléctrico o riesgo silicótico según se actualicen median-
te un incendio, una descarga eléctrica o la exposición a sílice libre cristalina. Para identificar
correctamente la situación de riesgo, es necesario que se complete esta clasificación mediante
una descripción de la condición o desviación asociadas. Por ejemplo, «riesgo de caída a nivel
(clase de riesgo) por tropezón (forma o mecanismo del daño) con cable eléctrico tendido sobre
el pasillo (desviación y ubicación)».

Otros ejemplos de descripciones de riesgos, por la forma de actualizarse estos, figuran en


la siguiente relación:

• Riesgo eléctrico con resultado de shock eléctrico, explosión o incendio.


• Riesgo químico por fuga, escape, proyección o derrame con resultado de quema-
dura química o asfixia.
• Riesgo mecánico por rotura proyección, derrumbamiento, caída o resbalón.
• Riesgo mecánico por pérdida de control del equipo herramienta material.
• Riesgo mecánico por corte, presión, atrapamiento o golpe.
• Riesgo de esfuerzo por manipulación de carga.

Además de estas clasificaciones, la calificación del riesgo permite indicar la mayor o


menor gravedad del riesgo, a efectos de priorizar la actuación preventiva que elimina o reduce
dicha gravedad. Generalmente, para esta calificación se utilizan variables convencionales del
lenguaje hablado, solo excepcionalmente (riesgo tecnológico) se utilizan variables numéricas.
Es decir, se utilizan términos como insignificante, trivial, leve, medio, alto o muy grave, entre
otras posibles variables lingüísticas.

2. IDENTIFICACIÓN DE pELIGROS Y RIESGOS ASOCIADOS DE


ACCIDENTE

La fase de identificación de los peligros y la de sus correspondientes riesgos asociados, se


caracteriza por un examen exhaustivo y ordenado de todos los elementos –equipos de trabajo,

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materiales, instalaciones, lugares y resto de condiciones de trabajo, incluidas las de carácter


organizativo– que pueden generar riesgos.

También es necesario identificar los factores de riesgo individuales que pueden hacer más
vulnerable a un concreto trabajador. Si dichos factores pertenecen al ámbito privado esta iden-
tificación solo se puede realizar con el consentimiento del trabajador. En cualquier caso, cier-
tos factores de riesgo como los relativos a una condición biológica del trabajador o psíquica,
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se abordarán mediante un equipo multidisciplinar que incorpore a los especialistas competen-


tes en el factor de riesgo evaluado.

Para que la identificación sea eficiente es recomendable utilizar formularios que permitan
una comprobación sistemática de la actividad examinada. El orden más lógico para este exa-
men es seguir el proceso productivo u operativo de principio a fin y, en un puesto concreto, el
orden que marque el formulario utilizado.

FORmULARIO pARA IDENTIFICAR RIESGOS EN UN EqUIpO DE TRABAJO

A. IDENTIFICACIÓN DEL EqUIpO DE TRABAJO


nombre o tipo de equipo ...........................................................................................................................
marca ............................................................................................................................................................
número de serie ..........................................................................................................................................

B. CONDICIONES GENERALES
Incompleta sí no

1. ¿se ha realizado la evaluación de riesgos de este equipo de trabajo? Et-0 Et-1


2. ¿los operadores reciben formación-información sobre los riesgos del
equipo? ....................................................................................................... Et-2
3. ¿se realiza mantenimiento preventivo? ................................................. Et-3

4. órganos dE accIonamIEnto

4.1. ¿Son identificables? ........................................................................... Et-4.1


4.2. ¿Están protegidos contra accionamientos involuntarios?
botonera ..................................................................................... Et-4.2.1
pedal ........................................................................................... Et-4.2.2
4.3. ¿Están situados fuera de zonas peligrosas? .................................. Et-4.3

5. puEsta En marcHa

5.1. ¿se efectúa únicamente a través del accionamiento voluntario del


órgano previsto a tal efecto? ........................................................... Et-5.1

6. parada

6.1. ¿dispone de parada general en condiciones seguras? ................ Et-6.1


6.2. ¿dispone de parada en cada puesto de trabajo? ......................... Et-6.2
6.3. ¿dispone de parada de emergencia? ............................................. Et-6.3
6.4. ¿las órdenes de parada son prioritarias sobre las demás? ........ Et-6.4

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.../...

C. RIESGOS mÁS SIGNIFICATIVOS (Si no existe riesgo, no contestar)


7. ¿dispone de protección contra las proyecciones? ................................. Et-7
8. ¿dispone de protección que impida el acceso a los elementos móviles? Et-8
9. ¿dispone de protección contra contactos eléctricos directos? ............ Et-9
10. ¿dispone de protección contra contactos eléctricos indirectos? ........ Et-10

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11. ¿dispone de medios de extracción para sustancias nocivas o tóxicas? Et-11
12. ¿dispone de medios para limitar la generación y propagación del ruido? Et-12

D. ANEXO: OTRO TIpO DE RIESGOS (Contestar solamente los alto o muy alto)
13. ¿Existe riesgo de caída de personas a distinto nivel? ............................ Et-13
14. ¿Existe riesgo de golpes y/o cortes por partes del equipo? ................. Et-14
15. ¿Existe riesgo de golpes y/o cortes por herramientas manuales? ...... Et-15
16. ¿Existe riesgo de contactos térmicos? .................................................... Et-16
17. ¿Existe riesgo de contacto con sustancias caústicas, corrosivas, etc.? .. Et-17
18. ¿Existe riesgo de exposición a radiaciones? .......................................... Et-18
19. ¿Existe riesgo de explosión? .................................................................... Et-19
20. ¿Existe riesgo de estallido? ...................................................................... Et-20
21. ¿Existe riesgo de incendio? ...................................................................... Et-21
22. ¿Existe riesgo por vibraciones? ............................................................... Et-22
23. ¿la iluminación es adecuada? ................................................................. Et-23
24. ¿Existen las advertencias y señalizaciones indispensables? ............... Et-24

3. EVALUACIÓN DEL RIESGO DE ACCIDENTE

Tras identificar los peligros y sus riesgos, por un lado, y cruzar esta información con las
tareas de los trabajadores el resultado es la exposición de los trabajadores a los riesgos. Las
valoraciones que se puedan hacer de dicha exposición en términos de probabilidad y grave-
dad es, paso siguiente, la evaluación de los riesgos propiamente dicha. En la teoría sobre ries-
gos expuesta en la Unidad anterior, ya se indicaba que los riesgos deben evaluarse teniendo
en cuenta las medidas preventivas adoptadas, esto exige por consiguiente que dichas medidas
sean identificadas y valoradas para una evaluación correcta de los riesgos.

Lógicamente el riesgo eliminado no requiere ninguna evaluación. Tampoco el riesgo in-


minente (activo) requiere evaluación sino una acción urgente. Desde un punto de vista teórico,
los incumplimientos de la normativa preventiva no deberían ser objeto de evaluación hasta que
la situación concreta se hubiera adecuado a norma pero, teniendo en cuenta que la acción nece-
saria puede requerir una inversión costosa y un tiempo largo hasta su implantación, resulta más
práctico incluir dichos incumplimientos en la evaluación, siempre que supongan un peligro.

Para evaluar cualquier situación de riesgo de accidente se ha de considerar conjuntamen-


te la probabilidad de que la situación observada devenga en un accidente y la probabilidad de
que supere un determinado umbral de daño. Una caída a nivel puede producir un simple in-
cidente sin lesión, una lesión leve como una contusión o herida o una lesión más grave como
una fractura o incluso el fallecimiento del accidentado. Si se dispusiera de toda la casuística
de caídas a nivel con los diferentes resultados, se podrían asignar probabilidades o frecuencias

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esperadas a cada gravedad de la lesión, siendo menos probables las sin lesión, luego las leves,
después las más graves. Esta distribución de probabilidad no se mantendrá en todos los tipos
de accidentes ya que en algunos la probabilidad de un daño grave será mayor, como caídas de
altura o contactos eléctricos.

Por consiguiente al hacer la evaluación siempre habrá que valorar las dos clases de probabi-
lidades, por un lado la probabilidad de la ocurrencia, que depende de las condiciones existentes,
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que «a foto fija «es una probabilidad que se puede considerar única en el momento evaluado,
y las diferentes probabilidades de cada uno de los posibles resultados que pueden ocurrir. La
combinación de ambas probabilidades, Po (probabilidad de ocurrencia) y Pr (probabilidad de
cada uno de los posibles resultados) se expresa como: Po × Pr.

Para garantizar la integridad de la evaluación, es decir, que se evalúan todas las situaciones
de riesgo, es muy práctico utilizar listas de comprobación (check lists) que incluyan las exigen-
cias de la normativa preventiva aplicable (véase cuadro de la página anterior).

3.1. valorEs umbralEs dE daño

Teniendo en cuenta las características del cuerpo humano, sus prestaciones anatómicas y
fisiológicas, se puede establecer su comportamiento ante determinados tipos de accidentes. Aun-
que no es habitual referirse a límites seguros de exposición en el ámbito de la seguridad, sí deben
conocerse al menos los más estudiados pues pueden resultar de ayuda para la evaluación de la
probable severidad de la lesión derivada del riesgo correspondiente. Cuando se evalúa cualquier
riesgo, por ejemplo el riesgo de caída de altura o de quemadura, no tiene las mismas consecuen-
cias, en términos de probabilidad, una caída desde una altura de 50 cm que desde 5 m, ni un con-
tacto con un objeto a 50 ºC que a 120 ºC. No siempre es posible establecer límites seguros de
exposición, pero al menos, sí fijar entornos de valores que sirvan como pauta para determinar
las circunstancias que resultan en lesiones leves o menos severas.

3.1.1. Riesgo de caída de altura

Los tres aspectos más importantes que determinan la gravedad de una caída de altura son:
las características del piso u objeto sobre el que se cae (más o menos irregular o duro), la altura
de la caída y la forma de caer. Existen diferentes formas de caerse de una altura; principalmente
se puede diferenciar la caída sobre los pies, que se produce al saltar o caer sin tropezar o des-
equilibrarse previamente, de la caída en cualquier otra postura. La caída sobre los pies acompa-
ñada de flexión de pies y rodillas es la postura más segura y la más peligrosa la caída de cabeza.

Aplicando principios biomecánicos y físicos ha podido determinarse teóricamente la al-


tura máxima desde la que se puede caer sobre ambos pies en un suelo firme y llano sin llegar a
fracturarse los huesos. Dos leyes básicas de la física influyen en la naturaleza y la gravedad del
daño por caída de altura. Cuando un cuerpo, un objeto o una persona, gana altura respecto a una
superficie (suelo, por ejemplo) almacena energía potencial, más cuanto mayor sea dicha altura.

Ep = mgH [1]

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donde Ep es la energía potencial, m es la masa del cuerpo, g es la aceleración constante de


la gravedad (9,81 m/s2) y H es la diferencia de altura ganada. Si posteriormente el cuerpo cae, la
energía potencial almacenada se libera en forma de energía cinética (movimiento) comunican-
do al cuerpo una velocidad que aumenta constantemente. Esta energía viene expresada como:

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Ec = mv2/2 [2]

donde Ec es la energía cinética, m es la masa del cuerpo y v la velocidad del cuerpo al lle-
gar al suelo. Ahora bien, el daño no depende solamente de la altura de la caída H, además de
la postura que condiciona la parte del cuerpo que impacta sobre la superficie y de la superficie
que sea rígida o elástica –si es elástica una parte de la energía es transferida a la superficie du-
rante el choque–, sino también de la velocidad inicial (vo) que incrementa la energía cinética,
al sustituir la expresión [3] en [2].

v = vo + gt [3]

Sin velocidad inicial, como ocurre en la mayoría de las caídas, de [1] y [2] se obtiene la
velocidad del cuerpo al llegar al suelo.

v = √ 2gH [4]

Al chocar contra el suelo, el cuerpo se decelera hasta pararse, su velocidad se hace nula y la
energía cinética desaparece, ¿a dónde va esa energía? La energía acumulada la absorbe el cuerpo
en el momento del impacto. Si se trata de un cuerpo humano, se consume en deformación ins-
tantánea del cuerpo que absorben los huesos y otras partes blandas como tendones, ligamentos,
músculos, articulaciones y otros órganos internos, pudiendo originar lesiones y daños graves.

Para determinar esta deceleración se considera que se produce de manera uniforme. Esto
es una aproximación ya que no se conoce realmente como varía en el tiempo, pero útil para
describir los efectos del impacto. Ahora, la velocidad inicial del cuerpo (vo) durante el impac-
to es la misma con la que llega al suelo, la de la expresión [4] y la velocidad final (v) es cero.
Se cumple que:

v = vo – at [5] => t = vo /a [6]

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En donde a es la deceleración durante el tiempo t que dura el impacto. Normalmente no


sabemos el tiempo que dura el impacto, pero sí podemos establecer diferentes supuestos para
el desplazamiento que debe absorber el cuerpo (x – xo) durante el impacto. Este desplazamien-
to viene expresado por:
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x – xo = vo t – a t 2/2 [7]

Sustituyendo [6] en [7] se obtiene una relación entre el desplazamiento (x – xo) y la de-
celeración a

x – xo = vo (vo /a) – a (vo /a)2/2 = vo2/a [8]

Esta expresión relaciona desplazamiento y deceleración durante el impacto; otra expresión


útil que relaciona la deceleración con variables conocidas es la fuerza de compresión ejercida
sobre el cuerpo durante el impacto y es igual a la masa del sujeto multiplicada por la referida
deceleración (F = ma) [9].

Esta fuerza de compresión se ejerce sobre las partes blandas y los huesos hasta el límite
de su fractura. La resistencia a la compresión P de los huesos es de unos 17 × 107 Pa (N/m2) o
170 N/mm2 (newton, unidad de fuerza en el sistema internacional, y pascal, unidad de fuerza
en el mismo sistema). Cuanto mayor sea la sección S del hueso mayor fuerza de compresión F
soporta de acuerdo a la definición de presión (P = F/S) [10].

Si una persona cae de una altura sobre sus pies, al producirse el impacto transmite un gran
esfuerzo sobre los huesos largos de sus piernas. El hueso más vulnerable, por ser el más del-
gado, es la tibia, y el esfuerzo sobre este hueso es mayor en el punto donde el área transversal
es menor, precisamente sobre el tobillo. La tibia, que tiene una resistencia a la compresión
del hueso de 170 N/mm2 para la sección más delgada en la zona del tobillo (360 mm2), puede
llegar a fracturarse si se aplica una fuerza de compresión superior a 50.000 N, de acuerdo a
la expresión [10], exactamente 61.200 N. Si el impacto se produce simultáneamente sobre
ambos pies la fuerza máxima que puede tolerar es dos veces este valor.

Si la persona que cae no doblara sus tobillos ni sus rodillas, caída rígida, el desplazamien-
to que se produciría durante el impacto sería del orden de 1 cm nada más. De las expresiones
[8] y [9] se podría obtener la altura máxima de caída sobre ambos pies para no fracturar los
tobillos. De la expresión [9] se puede obtener la deceleración durante el impacto.

F = ma => a = 2 × 61.200/75 = 1.632 m/s2

Como la deformación máxima en esa posición es de 1 cm, de la expresión [8] se obtiene


la velocidad inicial que es la que tiene al llegar al suelo.

x – xo = vo2/a => vo2 = 0,01 × 1.632 = 16,32 (m/s)2

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Según la expresión [4], la altura máxima para no fracturar los tobillos en el supuesto de
caída rígida sería tan solo de:

vo2 = 2gH => H = vo2/2g = 16,32/(2 × 9,81) = 0,83 m

Este es un supuesto extremo ya que normalmente al caer se doblan los pies y las rodillas.
Esto deja un margen de deformación o desplazamiento mucho más amplio, puede llegar a 60

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cm. La fuerza de desaceleración se ejerce casi enteramente por los tendones y ligamentos en
vez de los huesos largos; estos músculos solo son capaces de resistir 1/20 de la fuerza necesaria
para la fractura de los huesos, es decir, unos 6.000 N ambos pies. De modo que ahora la altura
H, máxima segura, siempre y cuando se doblen las rodillas y tobillos será:

H = (6.000 × 0,6)/(2 × 75 × 9,81) = 2,44 m

Esta altura máxima puede considerarse incluso un poco mayor si se tiene en cuenta que,
además de los tejidos blandos, las tibias absorben una parte del impacto. Es importante seña-
lar, no obstante, que la resistencia del hueso a la rotura es inferior cuando además de la fuerza
de compresión en el impacto se produce torsión del hueso y ligamentos.

Tanto en el Real Decreto de Lugares de Trabajo como en el de Equipos de Trabajo (anexo


I del RD 486/1997 y anexo I del RD 1215/1997) se establece la obligación de utilizar medios
de protección colectiva (barandillas o redes) para trabajos en altura a partir de 2 m. De acuer-
do con los datos anteriores, el límite de seguridad teórico para una caída sobre ambos pies se
situaría en el mejor de los casos por debajo de 3 m. Para otro tipo de caídas, el choque con el
suelo se produce con una parte de la estructura corporal más débil que las extremidades infe-
riores, como la cabeza, cervicales, lumbares, brazos o manos, por lo que podrían producirse
fracturas y lesiones a alturas inferiores a los 2 m.

figura 1. protección colectiva mediante red

En las caídas por encima de 15 m, las posibilidades de supervivencia son casi nulas. La
normativa técnica europea sobre redes de protección establece que el impacto que sufre el cuerpo

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al frenar sobre la red no debe sobrepasar el umbral de 6.000 N, valor que la referida normativa
considera un límite que no produce lesiones corporales graves al chocar en cualquier postura
con un medio elástico.

3.1.2. Riesgo de caída de objetos


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La mayor parte de los objetos que caen de lo alto lo hacen sobre los pies y la cabeza del
trabajador. Durante la manipulación manual, la altura de la carga respecto al suelo no sobrepasa
1 metro como el límite de carga manual con ambas manos en condiciones ideales y de forma
esporádica se sitúa en 40 kg. La energía que produce dicha carga, al caer en la puntera del pie,
es de 40 julios (unidad de energía en el sistema internacional), suficiente para causar la fractura
de los dedos y metatarsianos. De hecho, cargas superiores a 5 kg pueden producir fracturas, por
lo que, durante su manipulación, debe prescribirse calzado de protección. Si además la carga
tiene aristas el efecto del golpe se asemeja al de una cizalla que podría cortar los dedos del pie.

Existen dos niveles de protección del pie, el calzado de seguridad que soporta el impac-
to de una energía de unos 200 julios sobre la puntera y el calzado de protección que soporta
unos 100 julios. No obstante, dicha protección puede resultar insuficiente en la manipulación
mecánica, pues tanto las cargas como las alturas son, en muchas ocasiones, muy superiores y
pueden resultar en energías mayores.

Si la caída del objeto se produce sobre la cabeza sin protección, la fuerza de un golpe se
transmite a todos los huesos del cráneo, absorbiendo cada una de sus suturas parte del impacto.
La cabeza es una bóveda que puede llegar a soportar deformaciones transversales de hasta 1
cm, sin romperse. En términos teóricos, una energía de tan solo 10 julios puede causar graves
daños en una cabeza sin proteger. Con un buen casco aguantará impactos de 175 julios como
máximo sin riesgos mortales.

Una energía de 10 julios puede corresponder a una amplia gama de caídas de objetos, com-
binación de diferentes masas y alturas, de acuerdo a la conocida relación:

E = mgH = 10

tabla 1. Combinación de masas y alturas

masa (kg) Altura (m) Energía (J)

0,1 10 10
0,2 5 10
0,5 2 10
1 1 10
2 0,5 10
5 0,2 10
10 0,1 10

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3.1.3. Riesgo de quemadura química

La quemadura química se produce por el contacto con agentes químicos con potencial de
Hidrógeno (pH) muy bajos (ácidos) o muy altos (bases). La fuerza de ácidos y bases se esta-
blece usando la escala pH, que por manejar valores numéricos para las concentraciones de ion
de hidrógeno muy pequeños, es una escala logarítmica (factor de 10). La escala creada utiliza

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el logaritmo negativo de la concentración del ion de hidrógeno:

pH = – log [H+]

El pH del agua pura es neutro, es decir, pH = 7. Las soluciones ácidas tienen un pH infe-
rior a 7 y las básicas un pH superior a 7. A una solución 1 M (uno molar) de un ácido fuerte
le corresponde un pH de 0 y a una solución 1 M de una base fuerte un pH de 14, que son los
valores extremos de la escala pH.

El grado de quemadura producida puede graduarse, como las quemaduras térmicas, en


quemaduras de 1.er (efectos superficiales), 2.º (destruyen la epidermis) y 3.er grado (destruyen
la dermis), en función de la extensión y profundidad de la piel destruida. La severidad de la
quemadura depende de otros factores, además del pH, como la concentración y volumen del
agente químico, su forma física y el tiempo de contacto. Para soluciones de pH de 4 a 10 no
llegan a producirse quemaduras aunque sí se pueden producirse irritaciones. Las soluciones
ácidas de pH < 4 y alcalinas (bases) de pH > 10 son las que producen quemaduras en la piel,
aunque la necrosis o destrucción de las capas profundas de la piel se produce con agentes co-
rrosivos, es decir, de pH < 2 o pH > 12,5.

3.1.4. Riesgo de asfixia

La asfixia por exposición a atmósferas tóxicas y/o no respirables tiene la consideración de


accidente. Se debe diferenciar aquellas asfixias que se producen por empobrecimiento del nivel
de oxígeno en el aire, asfixias simples o físicas (este déficit se debe al desplazamiento de oxígeno
que origina la presencia de altas concentraciones de otro gas o vapor no tóxico, generalmente
un gas inerte), de aquellas otras en que la asfixia se produce por la presencia de concentracio-
nes intolerables de un gas tóxico, aunque el nivel de oxígeno sea suficiente, asfixias químicas.

Una atmósfera se considera deficiente en oxígeno cuando la presión parcial de oxígeno


en aire cae por debajo de un mínimo establecido, que según NIOSH (National Institute for
Occupational Safety and Health) es de 132 torr (torricelli, unidad de presión que equivale
a 1 mm de presión de columna de mercurio). Esta presión equivale a un 17,4 % de concen-
tración de oxígeno al nivel de mar y a un 21 % a una altitud de 1.500 m, de acuerdo a la si-
guiente expresión:

P = P0 e –(∆h)/k

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En donde P y P0 son las presiones atmosféricas a la altitud y a nivel del mar, ∆h es la al-
titud respecto al nivel del mar y k es una constante (8.420 m).

tabla 2. Variación de la presión atmosférica con la altitud


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presión atmosférica presión parcial de


Altitud (m)
(mmHg) O2 = Patm / % O2 (mmHg)

0 760,0 159,2
1.000 674,1 141,2
2.000 596,3 124,9
3.000 526,0 110,2
4.000 462,5 96,9
5.000 405,4 84,9
6.000 354,2 74,2
7.000 308,3 64,6
8.000 267,4 56,0

No obstante, se consideran seguras las atmósferas hasta un contenido del 16 % y peli-


grosas por debajo de este nivel. La presión parcial de oxígeno y la cantidad de oxígeno dis-
minuyen al aumentar la altitud del lugar, ya que se reduce la presión atmosférica, no así el
porcentaje de oxígeno que se mantiene constante. Si el contenido de oxígeno desciende por
debajo del 10 % se considera mortal, el trabajador después de 3 minutos podría sufrir daños
irreparables en su cerebro, aunque también podría recuperarse con una actuación rápida y efi-
caz de primeros auxilios.

En la Guía Técnica del INSHT sobre el Real Decreto 1627/1997, de obras de construcción,
se establece que una atmósfera tiene un contenido en oxígeno insuficiente cuando es inferior
al 18 %. Asimismo, en la Guía Técnica del INSHT sobre el Real Decreto 374/2001, agentes
químicos, se indica que se debe utilizar respiración independiente de la atmósfera, autónoma
o semiautónoma, cuando el contenido en oxígeno ambiental es inferior al 17 %.

Por otro lado, se considera enriquecida una atmósfera cuando la concentración de oxígeno
en aire supera el 23,5 % y su mayor peligro radica en la facilidad para producir combustiones
e incendios. Para que se consideren peligrosas por inhalación se necesitan atmósferas muy en-
riquecidas (> 80 %), como respirar oxígeno puro o en espacios reducidos donde se han produ-
cido escapes de oxígeno a alta presión (instalaciones o botellones).

Respecto a la asfixia química, que se produce a partir de diferentes concentraciones para


cada gas tóxico, existen concentraciones inmediatamente peligrosas para la vida o la salud
(IDLH). Las atmósferas IDLH son capaces de causar la muerte, efectos de salud irreversibles,
o causar incapacidad de la de la persona para escapar de una atmósfera peligrosa. Existe una
tabla de NIOSH que recoge las concentraciones IDLH que pueden producir asfixia química
(http://www.cdc.gov/niosh/idlh/intridl4.html).

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También se suelen considerar accidentes por asfixia los ahogamientos en agua u otro lí-
quido cualquiera, y la asfixia por desprendimiento de tierras.

3.1.5. Riesgo de quemadura térmica

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El cuerpo humano tolera temperaturas de hasta 40 ºC; por encima se produce una desna-
turalización de las proteínas y se altera la capacidad de reparación celular. El umbral del dolor
se sitúa a partir de 44 ºC. A partir de una temperatura de la piel superior a 72 ºC se destruye
el tejido de la piel. Esta sería la temperatura límite para que, en un accidente que suponga un
contacto accidental del trabajador con una superficie caliente, dicho contacto no tuviera nin-
guna consecuencia para el trabajador.

La transferencia de calor a través de la piel, también la de tipo accidental como contacto


con llamas o con superficies y líquidos calientes, está condicionada por la tasa de intercambio
calorífico que básicamente depende de la diferencia de temperaturas, de la conductividad tér-
mica de la piel y del tiempo de exposición o contacto. La piel presenta una conductividad más
bien baja, superior a la de la madera e inferior a la del agua, lo que dificulta la transmisión de
calor por contacto. La importancia de las lesiones, como es sabido, guarda relación asimismo
con la cantidad y profundidad de la superficie de la piel expuesta al calor.

Las bajas temperaturas producen quemaduras igualmente. Estas se producen al mantener


una exposición o contacto más o menos prolongado con objetos o gases a temperaturas entre
–6 ºC y –15 ºC e inferiores. Además la piel se congela cuando alcanza los –4 °C.

Las quemaduras se clasifican en quemaduras de primer grado (afectan a la epidermis, capa


más superficial de la piel), quemaduras de segundo grado (afectan parcialmente a la dermis) y
quemaduras de tercer grado (afectan a la piel en todo su espesor).

3.1.6. Riesgo de contacto eléctrico

El cuerpo humano, en un accidente eléctrico, se comporta como un buen conductor eléc-


trico, debido a su elevado contenido de agua, siendo la piel, sin embargo, un tejido resistente al
paso de la corriente eléctrica –piel seca de 100.000 a 500.000 Ω (ohmio, unidad de resistencia
eléctrica en el sistema internacional) de resistencia y piel húmeda unos 1.000 Ω–. Los efec-
tos fisiológicos y la gravedad de un contacto eléctrico vienen determinados por el valor de la
intensidad de la corriente eléctrica que atraviesa el organismo, que a su vez está directamente
relacionada con la resistencia que ofrece el cuerpo al paso de dicha corriente, y por la duración
del paso de la corriente, además del trayecto seguido.

Las posibilidades de establecer un contacto con la corriente eléctrica son básicamente dos:
1) contacto con un conductor activo o parte de la instalación eléctrica que se encuentra bajo
tensión (contacto directo), o 2) contacto con un objeto metálico que no forma parte de la insta-
lación eléctrica pero que se ha cargado accidentalmente por un fallo o defecto (contacto indi-
recto). Tanto en un caso como en otro, el cuerpo no aislado pasa a formar parte de un circuito
eléctrico que se rige por la Ley de Ohm (Ic = Vc/Rc), cuyos efectos fisiológicos dependen de
la intensidad de contacto Ic. Vc y Rc son, respectivamente, la tensión y resistencia de contac-
to. Ambos tipos de contacto pueden resultar igualmente graves.

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figura 2. Contacto indirecto


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Tensiones de seguridad. Teniendo en cuenta los valores de resistencia del cuerpo hu-
mano y los diferentes efectos que produce la intensidad eléctrica se han establecido tensio-
nes seguras:

• 50 V para locales secos.


• 24 V para locales húmedos.
• 12 V para locales mojados.

Estas tensiones harían inocuo cualquier tipo de contacto. No obstante, en el actual Regla-
mento Electrotécnico para Baja Tensión (REBT), aprobado por el Real Decreto 842/2002, no
se incluye la definición de «tensiones de seguridad». Así, en la ITC-BT-36 del actual REBT
se consideran tres tipos de instalaciones a muy baja tensión: Muy Baja Tensión de Seguridad
(MBTS), Muy Baja Tensión de Protección (MBTP) y Muy Baja Tensión Funcional (MBTF).
En los tres casos, la tensión nominal no excede de 50 voltios, en corriente alterna, y 75 voltios,
en corriente continua. En ausencia de otra definición, cabe interpretar la expresión «tensión de
seguridad» como la que corresponde a instalaciones de «MBTS».

Ahora bien, el valor seguro de la tensión de contacto dependerá de las circunstancias que
concurran en cada caso (véase la norma UNE 20572-1:1997). En este sentido, conviene tener
en cuenta, también, las disposiciones particulares contenidas en otras ITC del REBT.

Por otro lado, existe el término de «trabajo sin tensión» para definir aquellas situaciones
en que se trabaja en una instalación eléctrica con ausencia de tensión eléctrica. Esta es también
una situación segura de trabajo pero es necesario comprobar fehacientemente que la ausencia
de tensión es real. Para aceptar que un trabajo en una instalación eléctrica se realiza sin tensión,
deben verificarse las prescripciones contenidas en el anexo II del Real Decreto 614/2001, de 8
de junio, sobre disposiciones mínimas para la protección de la salud y seguridad de los traba-
jadores frente al riesgo eléctrico.

Tanto un trabajo sin tensión como un posible contacto en una instalación alimentada con
una tensión de seguridad no pueden producir lesiones al trabajador.

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por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".

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La intensidad. Respecto a la intensidad de la corriente, algunas partes del cuerpo pre-


sentan una sensibilidad muy elevada como la lengua, por ejemplo, ya que percibe el paso
de corrientes de 0,05 mA (amperio unidad de intensidad eléctrica en el sistema internacio-
nal). Se puede percibir el paso de corrientes de 1 mA a través de la piel. Las normas CEI
479-2:1994 y la UNE 20572-2:1993, Efectos de la corriente eléctrica al pasar por el cuerpo
humano. Parte 2: Aspectos particulares, consideran un valor de 0,5 mA en corriente alter-
na y 2 mA en corriente continua, como umbral de percepción, cualquiera que sea el tiempo

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de exposición (véase zona 1 de la figura 3).

figura 3. Efectos del paso de corriente alterna de 50 Hz

La zona 2 es la zona de percepción, se siente cosquilleo o dolor. A partir de 5 mA se pro-


ducen contracciones musculares pero, para valores de intensidad y tiempo dentro de esta zona,
es posible soltarse. En la zona 3 se produce tetanización o parálisis muscular, si afecta al tórax
se puede producir asfixia. Por último en la zona 4 existe riesgo de fibrilación ventricular, ade-
más de los efectos de la zona 3. La probabilidad de fibrilación ventricular (movimiento incohe-
rente del corazón que no bombea sangre) es del 5 % entre las curvas cl y c2, y luego aumenta
considerablemente de manera que esta probabilidad es inferior al 50 % entre las curvas c2 y c3
y superior al 50 %, a la derecha de la curva c3 de la figura 3.

Aunque la fibrilación ventricular puede producir la muerte, a mayores intensidades se


puede producir parada cardíaca y quemaduras.

La resistencia eléctrica. Las normas UNE 20572-1:1997 y la UNE 20572-2:1993, Efec-


tos de la corriente sobre el hombre y los animales domésticos. Parte 1: Aspectos generales y
Parte 2: Aspectos particulares, establecen los valores de resistencia del cuerpo humano que
varía con la tensión de contacto y la frecuencia de la corriente. Se pueden considerar como

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valores de resistencia del cuerpo humano en función del estado de la piel, para una tensión
de 250 V (voltio, unidad de tensión eléctrica en el sistema internacional), los siguientes:

• 1500 Ω para piel seca.


• 1000 Ω para piel húmeda.
• 650 Ω para piel mojada.
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• 325 Ω para piel sumergida.

Cuando el cuerpo se encuentra aislado o el contacto accidental se realiza en condiciones


de alta resistencia, por ejemplo, calzado o herramienta aislante (superior a 10.000 Ω), o en un
circuito eléctrico protegido por una buena tierra, la intensidad de contacto no llega a alcanzar
valores peligrosos. Ya que la intensidad (V/R) es igual a la relación entre la tensión de contac-
to, que suele ser una cantidad fija y coincidente con la tensión de suministro (220 o 380), y la
resistencia, como se indicó anteriormente.

El trayecto. El camino que sigue la corriente determina los órganos afectados y la resis-
tencia que ofrece el cuerpo al paso de la misma. Desde luego, el recorrido más peligroso es
que pase por el tórax, ya que afecta al corazón directamente. Para determinar la intensidad del
contacto, que circula por el organismo, hay que tener en cuenta todas las resistencias del tra-
yecto seguido por la corriente eléctrica, por ejemplo, para un contacto con entrada por mano
y salida por pie, a la resistencia de contacto (guante-piel) hay que añadir la resistencia interna
del cuerpo que es baja y la resistencia de salida (piel-calzado-suelo), además de la resistencia
del terreno y la del neutro del transformador puesto a tierra, que también es muy baja. Un tra-
yecto de poca gravedad, por ejemplo, es dedo-dedo.

El tiempo. El tiempo o duración del paso de corriente o contacto es igualmente importan-


te, como puede comprobarse en la figura 3, tanto en caso de bajas intensidades, cuando existe
riesgo de fibrilación o parada cardíaca, como de altas intensidades, porque aumenta la grave-
dad de las quemaduras. Cuanto menor es dicha duración menos graves serán las consecuen-
cias del contacto eléctrico.

Es necesario igualmente tener en cuenta que, en instalaciones protegidas mediante con-


ductor de puesta a tierra y dispositivo de corte (diferencial o magnetotérmico), durante el breve
intervalo de tiempo que tardan en actuar los dispositivos automáticos de protección de la ins-
talación, en caso de contacto, el cuerpo soporta una pequeña parte de la intensidad de contac-
to o defecto.

Para evitar lesiones se debe, además de limitar la tensión de contacto a tensiones seguras,
mediante puesta a tierra, lograr que los dispositivos de corte de suministro actúen en 50 o 150
milisegundos para tensiones de 24 o 50 V respectivamente, en caso de contactos indirectos, y
en el caso de contactos directos que el diferencial, por ejemplo de alta sensibilidad (30 mA),
actúe en 30 milisegundos.

En la figura 4 pueden encontrarse los tiempos de corte o disparo necesarios para limi-
tar las tensiones de contacto, caso de contactos indirectos, a valores de 12, 24 y 50 V, res-
pectivamente.

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figura 4. Tiempos de corte para limitar las tensiones de contacto a valores seguros

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3.1.7. Riesgo de atrapamiento

Los atrapamientos pueden producirse entre objetos que se aproximan, fijo/móvil o móvil/
móvil, o entre objetos que se mantienen girando a una distancia fija de otros objetos. Como los
objetos implicados generalmente realizan un trabajo y desarrollan energías mecánicas más o
menos importantes, la parte del cuerpo atrapada puede resultar lesionada de gravedad.

Por consiguiente, en este tipo de accidentes, la parte atrapada tiene pocas posibilidades de
resistir los impactos a que se somete durante el atrapamiento. Generalmente no resulta práctico
ni viable limitar la fuerza de atrapamiento ya que supondría limitar la energía puesta en acción
y esto no lograría ejecutar el trabajo (mecanizar, prensar, cortar, moler, etc.). Por este motivo,
sin embargo, puede ser de mayor interés conocer las dimensiones corporales más importantes
para limitar el riesgo de atrapamiento, reduciendo el tamaño de las aberturas o huecos y aumen-
tando las distancias al punto de operación para evitar que quepa un dedo, una mano o el brazo
según sea el caso. También se reduce este riesgo eliminando de la ropa de trabajo o protección
todo aquello que puede resultar atrapado como mangas o guantes.

Existen dos referencias donde poder consultar las dimensiones seguras de diseño para
evitar atrapamientos. Por un lado, varias normas técnicas como las UNE-EN 292-1 y 2: Segu-
ridad de las máquinas. Conceptos básicos. Principios generales para el diseño y la UNE-EN
294: Seguridad de las máquinas. Distancias de seguridad para impedir que se alcancen zonas
peligrosas con los miembros superiores.

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figura 5. Dimensiones que limitan el alcance de la mano a la zona peligrosa


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También la norma UNE-EN 953: Seguridad de las máquinas. Resguardos. Requisitos ge-
nerales para el diseño y construcción de resguardos fijos y móviles.

figura 6. Dimensiones que limitan el alcance de la mano a la zona peligrosa

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Otra norma técnica establece distancias de seguridad para evitar el atrapamiento de pies,
UNE-EN 811:1997. Seguridad de las máquinas. Distancias de seguridad para impedir que se
alcancen zonas peligrosas con los miembros inferiores.

figura 7. Distancia de seguridad (ds) entre el reborde inferior del resguardo y el suelo para diferentes alturas (h)

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Otra fuente de información es la contenida en algunas Notas Técnicas del INSHT, con-
cretamente la NTP 552.

3.1.8. Riesgo de sobreesfuerzo

Aunque el concepto de sobreesfuerzo se puede aplicar tanto al trabajo físico como al traba-
jo mental, en esta Unidad se refiere exclusivamente al sobreesfuerzo físico, que puede producir
lesiones musculoesqueléticas de todo tipo, por un esfuerzo excesivo puntual o por un esfuerzo
menor pero repetido en el tiempo.

La realización de un trabajo muscular implica la utilización del aparato locomotor para


moverse y adoptar posturas. Esto supone poner en acción huesos, articulaciones, músculos,
tendones y ligamentos y consumir cierta cantidad de energía.

El esfuerzo físico cuando se realizan tareas de manipulación de objetos no depende sola-


mente del peso de la carga, depende de varios factores, entre ellos los relativos a las caracte-
rísticas físicas de la tarea. El esfuerzo depende de la fuerza desarrollada, de las posturas que
adopta el trabajador, de la frecuencia o repetición del esfuerzo, de la rapidez con que la reali-
za, de la duración de la tarea o trabajo, de los tiempos de recuperación o alternancia con tareas
menos exigentes, principalmente, aunque existen otros factores complementarios como la ac-
ción combinada de vibraciones, temperaturas bajas, experiencia previa o formación.

Aunque, como se ha indicado, no se debe establecer un límite por separado para cada uno
de los factores de riesgo que intervienen en la manipulación de cargas, más bien al contrario, se
debe establecer contemplando simultáneamente todos ellos, se intentará hacer una aproximación
a lo que se consideran valores seguros de cada uno de los factores considerados.

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El peso. A los efectos de lesiones dorsolumbares, podrían considerarse como un umbral de


carga solamente aquellos objetos que pesen más de 3 kg (ISO 11228-1:2003. Manipulación ma-
nual. Parte 1: Levantamiento y traslado). La manipulación de cargas menos pesadas difícilmen-
te podrían ocasionar estas lesiones aunque su manipulación se hiciera en condiciones totalmente
desfavorables del resto de factores como volumen, sujeción, distancia al cuerpo, torsión o incli-
nación de la espalda, desplazamientos horizontales y verticales de la carga o repetición.
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Aparte de las lesiones dorsolumbares, como hernias de disco o lumbalgias, se puede pro-
ducir la afectación, como esguinces, distensiones o luxaciones, de otros segmentos corporales.
En realidad para cubrir todas las situaciones posibles de accidentes de trabajo, se requeriría un
límite para cada uno de los segmentos corporales afectados para las diferentes clases de mani-
pulación como levantar, mover, trasladar, empujar y arrastrar o tirar.

En su momento, con diferente criterio se establecieron límites legales para el peso maneja-
do. Así la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estableció en 1967 la Recomendación
R128 sobre el peso máximo de la carga que puede ser transportada por un trabajador varón adul-
to en 55 kg para una operación completa y habitual de levantar, trasladar y colocar.

Sin embargo, la Directiva 90/269/CEE, que fue transpuesta por Real Decreto 487/1997,
sobre manipulación de cargas, estableció que, para una protección adecuada de la zona dor-
solumbar durante el trabajo de manipulación de cargas, el peso de la carga debía considerarse
conjuntamente con el resto de condiciones de riesgo.

La fuerza aplicada. Una cosa es el peso de la carga manipulada y otra la fuerza aplicada
para mover ese peso. En la figura 8 cuanto mayor es el ángulo, mayor es la fuerza que hay que
aplicar para lograr el mismo trabajo. Generalmente a mayor fuerza, mayor grado de riesgo. La
aplicación de grandes fuerzas se asocia con riesgo de lesiones en el hombro y cuello, la espal-
da baja y el antebrazo, muñeca y mano.

figura 8. Relación entre el peso de la carga y la fuerza aplicada

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Todas las tareas que requieren ejercer una fuerza, esta la obtiene el trabajador de la acción
conjunta de sus músculos, tendones y articulaciones. En muy pocos casos, salvo el referido a la
fuerza de compresión del disco L5/S1 (situado entre la 5.ª vértebra lumbar y la 1.ª sacra), se ha
estudiado el valor límite de la fuerza aplicada a un segmento corporal, como brazo, hombro, etc.

Se debe señalar que para establecer el peso máximo recomendado en relación con las le-
siones del segmento dorsolumbar (lumbalgias), en la manipulación manual de cargas, existe un

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criterio biomecánico, universalmente aceptado, que limita a una fuerza de compresión de 3,4
kN (newton, unidad de fuerza en el sistema internacional) el riesgo de aparición de lumbalgias
por compresión del disco L5/S1, que es más importante en levantamientos poco frecuentes que
requieren un sobreesfuerzo. Este criterio se aplica en conjunción con otros criterios fisiológi-
cos, como consumo energético, y un criterio psicofísico, relativo a la percepción individual del
nivel de esfuerzo que requiere la tarea.

Las lesiones en el segmento dorsolumbar pueden aparecer bien por sobreesfuerzo o como
resultado de esfuerzos repetitivos. Al manejar una carga pesada o al hacerlo incorrectamente,
se someten los discos a fuerzas de compresión, torsión y cizalladura, siendo la de compresión
del disco L5/S1 la principal causa de riesgo de lumbalgia. Se acepta que cargas de tan solo 3
kg pueden generar fuerzas de compresión de 3,4 kN, cuando el resto de factores son desfavo-
rables, aunque lo aceptado para una manipulación infrecuente es 25 kg en condiciones más fa-
vorables e incluso 40 kg para personas entrenadas.

Otros segmentos corporales de la propia columna como dorsales o cervicales, o mano,


muñeca, codo u hombro presentan otros límites que no se han estudiado suficientemente aún.
No obstante, se pueden encontrar otras fuerzas máximas en la norma UNE-EN 1005-3 (Se-
guridad de las máquinas. Comportamiento físico del ser humano. Parte 3: Límites de fuerza
recomendados por la utilización de máquinas). Estos límites de fuerzas pueden utilizarse con
un propósito más general, no solamente en la utilización de máquinas, como calcular la fuer-
za recomendable (FR).

tabla 3. Fuerzas máximas isométricas

Actividad Fuerza (N)

trabajo con una mano:


asir con la mano ............................................... 250

trabajo con un brazo (sentado):


hacia arriba ....................................................... 50
hacia abajo ......................................................... 75
hacia fuera ......................................................... 55
hacia dentro ...................................................... 75

Empujar:
con apoyo del tronco ....................................... 275
sin apoyo del tronco ........................................ 62

tirar:
con apoyo del tronco ....................................... 225
sin apoyo del tronco ........................................ 55

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La postura. Se puede hablar de dos tipos de posturas, la postura estática y el gesto o pos-
tura dinámica que el cuerpo va adoptando progresivamente al realizar el trabajo. La postura
puede ser una exigencia de la tarea y del método de trabajo (estirarse para alcanzar y acercar
una pieza en una mesa de trabajo, girar la muñeca al manejar un destornillador o permanecer en
cuclillas para observar debajo de un equipo de trabajo) o del diseño del puesto de trabajo (de pie
o sentado, espacio para las piernas bajo una mesa, situación de los instrumentos en tareas inte-
ractivas, en lugares donde el espacio vertical sea insuficiente se obliga al tronco a inclinarse).
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Existen diferentes niveles de dificultad en las posturas estáticas que se asocian a un au-
mento de riesgo de lesiones como tronco curvado, brazos elevados, posición de rodillas o en
cuclillas. También se considera un riesgo mantener una postura difícil durante un tiempo pro-
longado; por encima de 2 minutos apenas se puede mantener el 40 % de la fuerza máxima de
contracción muscular, MCV. Para mantener una postura periodos más largos se requiere un
relajamiento casi total del músculo, menos del 15 % de su MCV.

Del mismo modo existen amplitudes del gesto que suponen un mayor riesgo de lesiones.
En general se considera que existen posturas neutras para las diferentes articulaciones, estas
serían las posturas seguras; posturas forzadas en las que la articulación se desvía de su posi-
ción neutra y posturas extremas en las que esta desviación se lleva al límite. Siempre que sea
posible, se diseñarán las tareas de forma que las cargas se manipulen sin que las articulaciones
tengan que efectuar giros. Por ejemplo, los giros del tronco aumentan las fuerzas compresivas
en la zona lumbar.

La postura además de valorarla por sí misma, hay que relacionarla con la carga manejada.
Por ejemplo, aunque se admite que en condiciones ideales se pueden manejar cargas de 25 a
40 kg, no se deberían manipular cargas de más de 5 kg en postura sentada, siempre que sea en
una zona próxima al tronco, ya que la mayor parte del esfuerzo debe hacerse con los múscu-
los más débiles de los brazos y el tronco, y aumenta el riesgo debido a que la curvatura lumbar
está modificada en esta postura.

La postura correcta al manejar una carga es con la espalda derecha, ya que al estar incli-
nada aumentan mucho las fuerzas compresivas en la zona lumbar.

La velocidad y aceleración. Otro factor importante en las lesiones musculares relacionado


con el gesto y la ejecución del movimiento es la aceleración, que se aplica al músculo o grupo
muscular en movimiento. Cuanto más brusco sea el movimiento mayor es el riesgo.

La rapidez con que giran las partes del cuerpo en movimiento se puede establecer por la velo-
cidad y la aceleración angular. Por ejemplo, se considera de alto riesgo una flexión o extensión de
la muñeca con una velocidad angular superior a 490º/s y una aceleración angular superior a 820º/s2.
Igualmente las patologías dorsolumbares se asocian a la velocidad angular del tronco.

La repetición. Por último, está el factor de repetición o frecuencia con la que llevamos la
articulación a la postura forzada. La norma UNE-EN 1005-4 establece restricciones para cier-
tas posturas a partir de 2 por minuto.

En tareas repetitivas el esfuerzo que soporta el tejido conectivo, tendones y ligamentos,


poco vascularizado, no guarda relación con el flujo sanguíneo que recibe, sino con sus carac-
terísticas mecánicas sobre las que la frecuencia de la repetición tiene su mayor influencia y es
el factor que puede provocar lesiones en el tejido blando y, en este caso, limitar el tiempo de la
tarea no es tan determinante como limitar la frecuencia de repetición del movimiento o postura.

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El agarre. El agarre o sujeción de una carga o de un objeto, útil o herramienta, hay que
asociarlo con la fuerza necesaria para manipularla y con el tamaño y forma de la carga. Por lo
tanto, el agarre es una combinación de la fuerza, de la manera que se manipula y de los com-
plementos incorporados a la carga para facilitar su manipulación manual (asas, bandas o hue-
cos para los dedos). El agarre con las puntas de los dedos requiere mayor fuerza muscular que
un agarre con una base amplia como la palma de la mano, por tanto, un agarre con los dedos

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tiene mayor riesgo de provocar lesiones. Un buen agarre se caracteriza por una sujeción con-
fortable con toda la mano, permaneciendo la muñeca en una posición neutral, sin desviaciones
ni posturas desfavorables. Un mal agarre es una fuente directa de accidentes e indirecta si pro-
voca que la carga se escape de las manos y golpee otra parte del cuerpo.

La relación entre el tamaño de la mano y del objeto influye en los riesgos de lesiones. En
el mismo sentido opera la utilización de guantes gruesos que pueden proteger de otros riesgos
(corte) pero reducen la fuerza de agarre; en algunos casos, dependiendo del material manejado
y del guante, la adherencia puede mejorar la sujeción de la carga.

En manipulaciones con desplazamiento de la carga es igualmente importante considerar


el estado de adherencia, continuidad e inclinación del suelo, así como las características del
calzado utilizado.

Se puede producir trauma por contacto cuando se genera un esfuerzo mecánico local ex-
cesivo entre el cuerpo y el objeto manejado, por ejemplo asas de poca superficie de contacto
o aristas de objetos pesados.

La posición de la carga. Otro de los factores a tener en cuenta es el alejamiento de la carga


respecto al centro de gravedad del segmento o grupo muscular utilizado, que aumenta los mo-
mentos de la carga sobre las articulaciones. No es posible establecer valores de seguridad para
este factor pero sí indicar que lo más seguro es realizar las tareas de forma que sea posible ma-
nejar la carga pegada al cuerpo, las manos a unos 35 cm del eje del cuerpo, y que la posición
de las manos no debe estar más alejada de 63 cm del eje del cuerpo.

Una fuerza no se aplicará correctamente si se empuja o tira de una carga con las manos
por debajo de la altura de los nudillos, o por encima del nivel de los hombros, ya que fuera de
estos rangos, el punto de aplicación de las fuerzas será excesivamente alto o bajo.

El desplazamiento. En una manipulación de una carga, la posición inicial y final de la carga


define el desplazamiento vertical y horizontal de la misma. Se producirán grandes desplazamien-
tos verticales de las cargas, por ejemplo, en situaciones de manipulación en estanterías que puede
obligar a manipularlas a muy diferentes alturas. El desplazamiento vertical ideal de una carga es de
hasta 25 cm; siendo aceptables los desplazamientos comprendidos entre la altura de los hombros
y la altura de media pierna. Se debe evitar desplazamientos que se realicen fuera de estos rangos.

La distancia a la que se transporta la carga también determina la demanda física para el


trabajador, ya que se producirá un gran gasto energético. Desde el punto de vista preventivo,
lo ideal es no transportar la carga una distancia superior a 1 metro ni acumular más de 10.000
kg × m en una sola jornada.

La duración. Es la medida del tiempo de exposición al sobreesfuerzo. En general a mayor


duración de la exposición mayor es el riesgo, como queda indicado en los comentarios sobre
algunos de los factores analizados anteriormente.

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En esfuerzos dinámicos, la capacidad para realizar un esfuerzo muscular viene fijado por la
capacidad de mantener el aporte de sangre al grupo muscular para alimentar las células, mientras
el organismo sea capaz de mantener dicho aporte la tarea puede continuar durante un tiempo
indefinido. En casos extremos, cuando el trabajo es pesado y continuado, el aporte energéti-
co es insuficiente y la frecuencia cardíaca alta, se puede producir un accidente cardiovascular.

Las pausas en el trabajo tienden a reducir la fatiga porque los músculos se relajan y el or-
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ganismo las utiliza para eliminar el ácido láctico y otros residuos, se reduce el gasto energéti-
co y la frecuencia cardíaca. Durante el trabajo muscular el tejido resulta dañado, el factor más
importante y que determina la rapidez a la que es capaz de regenerarse este tejido dañado es
el flujo sanguíneo. El músculo se recupera del trabajo a corto plazo si tiene un flujo de sangre
adecuado, esto es así también a largo plazo.

El tiempo de recuperación es una medida del periodo de tiempo en que el grupo muscular
correspondiente se encuentra relajado, sin contracción, en reposo o en baja actividad estática
pero no siempre indica inactividad, también se logra alternando tareas de distinta demanda.
Las pausas y alternancias en las tareas son muy importantes para prevenir la fatiga muscular
porque permiten el aporte de nutrientes, la oxigenación y la eliminación del ácido láctico y
otros residuos. No puede establecerse un tiempo de recuperación mínimo con carácter general
pero pueden establecerse algunas pautas, como que el trabajo de contenido dinámico requiere
pausas más bien largas.

Sin embargo cuando el tejido conectivo se sobrecarga y se fatiga, debido a la acumulación


de carga física dinámica de naturaleza repetitiva, tardará más tiempo en recuperarse, no será
suficiente con el descanso entre jornadas y, si la fatiga se acumula, dará lugar a los referidos
trastornos repetitivos. No existen más pautas sobre esto que reducir la repetición o el tiempo
de exposición, mediante pausas o alternancia de tareas combinando componentes dinámicos
con estáticos. Por lo que la estrategia de distribución de las pausas cambia, en este caso, sien-
do más conveniente hacer pequeñas pausas con mayor frecuencia, por ejemplo pausas de unos
minutos cada media hora o cada hora.

También un aumento de la temperatura del ambiente puede causar un incremento de la


frecuencia cardíaca, contrario a cuando disminuye la temperatura. Por lo tanto, para un trabajo
dado, el estrés metabólico puede ser influido por el calor ambiental.

Se entiende como condiciones ideales de manipulación manual a las que incluyen una pos-
tura ideal para el manejo (carga cerca del cuerpo, espalda derecha, sin giros ni inclinaciones),
una sujeción firme del objeto con una posición neutra de la muñeca, levantamientos suaves y
espaciados y en condiciones ambientales favorables.

3.1.9. Otros riesgos de accidente

De manera similar, podría proporcionarse información sobre la gravedad de otros tipos


de lesiones como cortes superficiales, punciones, por ejemplo por clavos, contusiones por gol-
pes contra objetos o heridas causadas por la proyección de materiales diversos o herramientas.
Pero dada la variedad de situaciones que previsiblemente pueden causar estas lesiones y, des-
pués de haber analizado los tipos de accidentes más importantes, es aconsejable no incremen-
tar la información expuesta y darla por suficiente para establecer pautas para la valoración de
la severidad de las posibles lesiones durante la evaluación de riesgos.

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"Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización del Centro de Estudios Financieros, CEF, salvo excepción prevista
por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".

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3.2. calIfIcacIón dEl rIEsgo

Como para calificar un riesgo por su gravedad hay que sopesar simultáneamente probabi-
lidad y severidad, existirán para cada riesgo diferentes combinaciones, tantas como diferentes
niveles de daño se hayan establecido.

Volviendo al ejemplo de las caídas al mismo nivel, en una situación concreta se podría

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estimar que la probabilidad de sufrir una caída es, por ejemplo, de una caída cada dos meses
para el conjunto de trabajadores expuestos. Aceptando como buena la casuística o frecuencia
indicada anteriormente, por ejemplo en un 60 % de las caídas no se produce lesión, en un 30 %
se producen lesiones leves y en un 10 % lesiones graves. Estas probabilidades se podrían ex-
presar como tiempo (meses) que, por término medio, transcurre entre lesiones de diferentes
grados o por números que expresarían la cantidad de lesiones de cada tipo que se espera se
produzcan en el término de un año.

tabla 4. probabilidades de lesiones por caídas al mismo nivel

Severidad de las lesiones

Sin baja Baja leve Baja grave

meses 4 5 20
Lesiones/año 3 2,4 0,6

Es decir, admitiendo los datos de este supuesto, existe la esperanza de que se produzcan 6
caídas al año, de ellas 3 sin consecuencias; 2,4 ocasionarán baja de unos pocos días y 0,6 pro-
ducirán bajas de más de 2 meses de duración. Imaginemos ahora que quien hace la evaluación
no ha manejado datos ni casuística sino que ha hecho una evaluación basada en su apreciación
directa de las condiciones de trabajo existentes y ha llevado el resultado de dicha evaluación a
una matriz de riesgo de dimensión 3 × 3.

tabla 5. Gravedad del riesgo por caídas al mismo nivel

Severidad de las lesiones


probabilidad
de ocurrencia
Baja media Alta

Baja riesgo bajo riesgo bajo x


media riesgo bajo x riesgo bajo
Alta x riesgo bajo riesgo bajo

Casualmente las tres combinaciones de probabilidad y severidad marcadas con una cruz,
en este ejemplo, han resultado con la misma calificación de la gravedad del riesgo, digamos
gravedad media o riesgo medio o moderado. Si una de dichas combinaciones hubiera resul-
tado con mayor calificación que el resto, esa es la combinación de frecuencia y severidad que
habría que considerar como resultado de la evaluación.

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Este tipo de tabla de doble entrada es el formato empleado habitualmente para calificar la
gravedad de los riesgos de accidente, llevando ambos componentes a una matriz de riesgos y
utilizando, para los diferentes niveles de probabilidad y severidad, variables semicuantitativas
utilizadas en el lenguaje común como baja, media-baja, media, media-alta y alta, u otros sinó-
nimos equivalentes. Las evaluaciones basadas en cálculos y valores numéricos también se rea-
lizan pero quedan para aquellos campos de la seguridad que implican riesgos tecnológicos, de
instalaciones industriales, y en el ámbito de los denominados accidentes graves (RD 1254/1999).
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Las matrices de riesgos utilizadas pueden ser de diferentes dimensiones, normalmente


de 3 × 3, 4 × 4 o 5 × 5, y generalmente son simétricas, aunque existen también propuestas
de matrices asimétricas de 3 × 4 o 4 × 5. El INSHT propone un modelo de matriz de riesgos
de dimensión 3 × 3 y cinco clases de gravedad del riesgo.

3.3. vErIfIcacIón y prIorIzacIón dE los rIEsgos Evaluados

Otra cuestión importante es verificar que todos los riesgos significativos han sido evalua-
dos. Esta parte del proceso de evaluación es muy importante ya que no existe peor riesgo que
el riesgo no detectado.

El objetivo último de la evaluación es la neutralización de los riesgos de mayor gravedad


mediante acciones y actuaciones pertinentes que se llevan a la planificación preventiva. Para
permitir establecer unas prioridades en dicha planificación es necesario que los riesgos evalua-
dos se ordenen por su gravedad, se prioricen, para poder atender los riesgos más graves antes
que los de menor gravedad.

3.4. mÉtodo W.t. fInE dE EvaluacIón dE rIEsgos laboralEs

La metodología de evaluación de riesgos, propuesta por W.T. Fine, está encaminada a fa-
cilitar, especialmente a las pequeñas y medianas empresas, la tarea de identificar los peligros
y evaluar los riesgos laborales, a fin de poder realizar una correcta planificación preventiva, a
partir de los resultados obtenidos con su aplicación.

Incorpora y desarrolla la experiencia de aplicación de metodologías simplificadas, basadas


en la estimación de la probabilidad de materialización de la situación de peligro que se anali-
za, la frecuencia de exposición a la misma y las consecuencias normalmente esperadas, en el
supuesto de que llegara a materializarse.

Estos parámetros los tienen en cuenta otras metodologías elaboradas por el INSHT, siendo
también los criterios contemplados por algunas normas armonizadas elaboradas por el Comité
Europeo de Normalización (CEN), entre ellas la EN 1050 y la EN 1127-1.

El método W.T. Fine permitirá cuantificar la magnitud de los riesgos existentes y, conse-
cuentemente, jerarquizar racionalmente su prioridad de corrección.

Para ello se parte de la identificación de las deficiencias existentes en las instalaciones,


equipos, procesos, tareas, etc., aplicándose a continuación la secuencia de análisis y evalua-
ción siguiente:

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1. Se intentará cuantificar la exposición del trabajador, a la situación de peligro iden-


tificada:

tabla 6

Exposición (E) puntuación

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continuo o muchas veces, diariamente ............................. 10
frecuente, aproximadamente una vez al día .................... 6
ocasional, una vez por semana o al mes ........................... 3
Escaso, una vez al mes o al año ........................................... 2
raro, se sabe que ha pasado ................................................ 1
rarísimo, no se sabe que haya pasado, pero es posible ... 0,5

2. Se estimará la probabilidad de que se manifieste el peligro, conocidos los factores


de riesgo existentes y analizados.

tabla 7

probabilidad (p) puntuación

muy probable la ocurrencia ................................................. 10


Posible, probabilidad del 50 % ............................................ 6
no frecuente, pero puede ser .............................................. 3
posibilidad remota, se sabe que ha sucedido .................... 1
posibilidad muy remota, pero posible ............................... 0,5
prácticamente imposible, posibilidad de una entre un
millón ...................................................................................... 0,1

3. Seguidamente se deberán tener en cuenta las posibles consecuencias, esto es, la


gravedad o severidad esperada de los posibles daños:

tabla 8

Consecuencias (C) puntuación

catástrofe: numerosos muertos o pérdidas superiores a


300.506,05 euros ..................................................................... 100
varios muertos y pérdidas entre 60.101,21 y 300.506,05
euros ........................................................................................ 50
un muerto o pérdida entre 6.010,12 y 60.101,21 euros .... 25
lesión grave o incapacidad permanente entre 601,01 y
6.010,12 euros ......................................................................... 15
accidentes con baja, daños hasta 601,01 euros ................. 5
cortes, heridas, ampollas, daños menores ........................ 1

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4. Se evaluará el nivel de riesgo resultante, de acuerdo con la fórmula del método


W.T. Fine.

FR = C × E × P
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FR = Factor de riesgo
C = Consecuencias
E = Exposición
P = Probabilidad

5. Se estimará la importancia del riesgo:

18 < FR < 90 = Riesgo no urgente


90 < FR < 270 = Riesgo urgente
270 < FR < 1500 = Riesgo muy urgente

Como consecuencia de dicha evaluación de riesgos, se llevará a efecto la plani-


ficación preventiva de las acciones de mejora, estimando su coste económico.
Para justificar el coste de la medida correctora, se tendrá en cuenta la evaluación
de riesgo resultante, en relación con el grado de corrección y el coste de la medi-
da, a saber:

FR
J=
CC × GC

FR = Evaluación del riesgo


CC = Coste de corrección
GC = Grado de corrección

La secuencia de análisis, para justificar el coste de la medida correctora propuesta sería


la siguiente:

1. Análisis del valor resultante en la evaluación de riesgos efectuada (FR).


2. Una vez presupuestado el coste de la acción correctora propuesta, determinación
del coste de corrección (CC), mediante la tabla:

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tabla 9

Coste de corrección (CC) puntuación

más de 30.050,61 euros ............................................. 10


Entre 15.025,30 y 30.050,61 euros ............................. 6
Entre 6.010,12 y 15.025,30 euros ............................... 4

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Entre 3.005,06 y 6.010,12 euros ................................. 3
Entre 601,01 y 3.005,06 euros .................................... 2
Entre 300,51 y 601,01 euros ....................................... 1
si menos de 300,51 euros .......................................... 0,5

3. Efectuado el análisis previo, estimación del grado de corrección (GC), de la ac-


ción preventiva propuesta, merced a la tabla siguiente:

tabla 10

Grado de corrección (GC) puntuación

Si la eficacia de la corrección es del 100 % ............. 1


Corrección al 75 % ..................................................... 2
Corrección entre el 50 % y el 75 % ........................... 3
Corrección entre el 25 % y el 50 % ........................... 4
Corrección inferior al 25 % ....................................... 5

4. Para justificar el coste de la medida correctora, la fórmula a aplicar sería:

FR
J=
CC × GC

5. En función del resultado obtenido, las conclusiones finales debería estar en fun-
ción de los criterios:

J > 10 = Corrección justificada

J < 10 = Corrección no justificada

MÓDULO 2

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