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Tesis de Licenciatura - Manuel Fontenla-2012
Tesis de Licenciatura - Manuel Fontenla-2012
ÍNDICE
AGRADECIMIENTOS Y PRÓLOGO……………………………….…………..2
INTRODUCCIÓN……………….…………………….…………………………...4
3. A modo de Conclusión……..………………...…………………………..76
BIBLIOGRAFÍA……………………….…………………….…………………....80
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Agradecimientos y prólogo
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Introducción
1 Hegel abre su historia con un capítulo dedicado a la geografía, en donde se pone todo lo no-absolutamente
seleccionable, más todo lo que se declara como no-histórico, donde se coloca todo África, América y las islas
del pacifico.
2 Cfr., Castro Gómez, S, La poscolonialidad explicada a los niños, Ed. Universidad del Cauca, Colombia, 2005, pág.
15.
3 Young, R. “Nuevo recorrido por (las) Mitologías Blancas”, en Mezzadra, S, Estudios poscoloniales. Ensayos
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c) Una interrogación de las relaciones entre poder y conocimiento (por lo tanto, del
archivo en sí y de la historia como forma de conocimiento)‖.
Estas diferencias son las que, para el pensador indio, instalan una nueva manera de
teorizar la agenda intelectual para las historias poscoloniales y por las que
consideramos, resulta viable su tratamiento en esta investigación.
En la línea de las temáticas recién mencionadas, Chakrabarty sostiene la
hipótesis que, ―la historia autorizada por el imperialismo europeo y por el Estado-
nación indio funciona como una disciplina que potencia ciertas formas de
conocimiento a tiempo de debilitar otras‖8. Por lo tanto, se pregunta, si la historia
funciona como una disciplina que convierte ciertas formas de pensamiento y acción
en irracionales y subalternas, ¿no debería extenderse la crítica a las técnicas y
procedimientos que utiliza?, es decir, extender la crítica a la Historia como
disciplina y a la práctica historiográfica.
Si bien, a través de las críticas a la modernidad, las filosofías latinoamericanas9 han
dado cuenta de la primer crítica, la segunda es una cuenta pendiente todavía; por
tanto, nuestra hipótesis podría ser formulada en la siguiente pregunta: ¿Cómo se
reproduce esa crítica a la historiografía, a las técnicas y procedimientos que utiliza,
en la particularidad de los discursos nacionalistas y anticolonialistas, en América
Latina?
Responder esta pregunta nos llevará a analizar en qué medida las narraciones
del pensamiento histórico-político de la ―Izquierda Nacional‖10 se constituyen en el
registro de la ―Historia Universal‖ en los términos de la Filosofía de la Historia
moderno- eurocéntrica. Esto significa, narraciones que pueden concebirse dentro de
una Historia que tiene a ―Europa‖ como sujeto teórico privilegiado y al ―tiempo
histórico moderno‖ como tramas constitutivas. Específicamente en el trabajo se
analiza la inscripción de los discursos de la ―Izquierda Nacional‖, por considerar
México, 1988.
10 Valga como primer acercamiento la siguiente definición: un conjunto de enunciados que proponían una
reinterpretación de la política, y con ella de la historia nacional; esta última se organizaba desde la refutación
tanto a la historiografía liberal mitrista y sus versiones de izquierda como el revisionismo oligárquico,
asumiendo una formulación antiimperialista y recurrentemente latinoamericanista fundada en la dupla
nacional-popular.
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a) Historicismo y Progreso
b) Historicismo y Nacionalismo
Por último, no quisiéramos dejar de aclarar los riesgos y por consiguiente los
desafíos que presenta este trabajo. En primer lugar, las teorizaciones poscoloniales
se encuentran en plena conformación y discusión a pesar de llevar ya casi tres
décadas en circulación. Es decir, si bien alrededor de ellas se han conformado
distintos grupos, como los Subaltern Studies, el Grupo Latinoamericano de Estudios
Subalternos, el grupo ―Modernidad/colonialidad‖12, su utilización debe dar cuenta de
las complejas y a veces problemáticas relaciones que mantienen entre sí. A su vez,
11 Chakrabarty, D, Al margen de Europa. Pensamiento poscolonial y diferencia histórica, Barcelona, Tusquets, 2008.
12 Para una definición del grupo “Modernidad/Colonialidad” ver: El giro decolonial: reflexiones para una diversidad
epistémica más allá del capitalismo global, (Comp.) Santiago Castro-Gómez y Ramón Grosfoguel, Bogotá: Siglo del
Hombre Editores; Universidad Central, Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos y Pontificia,
Universidad Javeriana, Instituto Pensar, 2007.
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en cada autor dentro de un mismo grupo, pueden diferir las herencias coloniales, los
contextos históricos, y las procedencias académicas. Estas diferencias, de vital
importancia para un pensamiento que se considera geopolítica e históricamente
situado, han llevado a muchos autores a desestimar por completo del uso de aportes
como los de Homi Bhabha, Gayatri Spivak, Eduard Said, y cualquier otro pensador
proveniente de una situación colonial diferente a la particular de Latinoamérica. En
el caso de ―lo poscolonial‖ estaríamos lidiando con un problema más grave que el de
la traducción de un autor a otro idioma o de la extrapolación y contextualización de
una teoría a otro contexto socio-histórico.
No obstante encontramos en los distintos estudios poscoloniales, un marco de
crítica a la Modernidad compartido, que nos permite trabajar desde un horizonte en
común. En este sentido, se plantea la comprensión de la ―Modernidad‖ como un
fenómeno de alcance global y no exclusivamente europeo; la centralidad de la
―colonización‖ en la configuración de la Modernidad haciendo referencia al proceso
de la expansión, explotación, conquista, colonización y hegemonía que constituyó la
―fachada‖, el ―afuera‖ constitutivo de la modernidad capitalista europea, y luego
occidental, después de 1492; la ruptura con una forma de pensamiento binario,
universalista y esencialista acompañado y sostenido en una narrativa maestra de la
Historia de Occidente impuesta violentamente y clausurando otras historias y
conocimientos; y por último, la continuidad de formas y dispositivos de dominación
que, transformaciones de por medio, se han perpetuado hasta el presente; y que nos
obligan a continuar una tarea de descolonización.
Además de esta caracterización, los estudios poscoloniales comparten como
herramientas teóricas y perspectivas de análisis, los planteos desarrollados por
Foucault, respecto a las relaciones de saber/poder, las configuraciones de la epistéme
moderna y su concepción del discurso, junto a una forma de análisis centrada en la
idea de genealogía. Desde este suelo en común, intentamos crear-pensar-practicar,
una crítica poscolonial: dislocaciones y desplazamientos desde los que podemos re-
leer nuestras historias desde temporalidades, historicidades y posicionalidades
situadas, diferenciales y específicas.
Sin desconocer las dificultades y complejidades que nos presentan los
estudios poscoloniales, nos parece más productivo y fértil avanzar en una
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CAPÍTULO 1
LAS HISTORIAS DE “LA HISTORIA”
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13 Koselleck, R, Futuro Pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Paidos, España, 1993, pág. 23
14 Ídem, pág. 25
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15 Ídem, pág. 28
16 Ídem, pág. 28
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filosofía de la historia. Por eso es necesario un pronóstico histórico que vaya más
allá de los pronósticos históricos de los políticos y que relativice, como si se tratara
de un hijo legítimo de la filosofía de la historia, el proyecto histórico-filosófico.18
Hasta aquí, se completa la primera parte del recorrido kollesekiano. La segunda,
relativa a la comprensión del proceso por el cual la Historia se convierte en un
―singular colectivo‖, es desarrollada inicialmente en el capítulo II de Pasado Futuro.
Comprender como la ―Historia‖ se convirtió en un ―singular colectivo‖,
implica entender la historia misma del concepto, en su transformación de ―Historie‖
–informe o narración de lo sucedido- a ―historia‖ –geschichte-; esta última se refiere
más bien, al acontecer que a su informe. Esto significa, una convergencia entre la
historia como acontecimiento y como representación, que preparo lingüísticamente
el cambio trascendental que condujo a la filosofía de la historia del Idealismo. En
forma resumida ―la historia como conexión de acciones se fusiono con su
conocimiento‖19.
Esa conexión conduce a un segundo punto de vista, dice Koselleck, ―de repente,
hemos hablado de la historia, de la historia misma, en un singular de difícil
significación sin un sujeto ni un objeto coordinados‖, y remarca, ―esta concentración
lingüística en un concepto no puede infravalorarse en absoluto”20 (cursivas mías)
La transformación que se da en esa concentración lingüística, nos lleva al concepto
que nos interesa llegar:
18 En relación a la preocupación central de los Subaltern Studies por la iniciativa (agency) histórica negada a
los subalternos, es interesante prestar atención a la siguiente afirmación de Koselleck, que acompaña este
punto: la fijación de un estado final por parte de los que actúan (la conciencia de los actores se adhiere a un
“todavía no” finito, que posee la estructura formal de un deber perenne) se muestra como pretexto para un
proceso histórico que excluye la consideración de los participantes.
19 Ídem, pág. 50
20 Ídem, pág. 52
21 Ídem, pp. 52-53
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Este singular colectivo posibilitó, entre otras cosas, que la historia adjudicara a
aquellos sucesos y sufrimientos humanos una fuerza inmanente que lo
interconectaba todo y lo impulsaba según un plan oculto o patente, una fuerza frente
a la que uno se podía saber responsable o en cuyo nombre se creía poder actuar. Este
uso histórico-lingüístico tuvo lugar en un contexto epocal; era el gran momento de
las singularizaciones, de las simplificaciones que se dirigían social y políticamente
contra la sociedad estamental: de las libertades se hizo la libertad, de las justicias la
justicia única, de los progresos (en plural), el progreso, de la multiplicidad de
revoluciones, La Revolución.
En conclusión, no es por casualidad que en el mismo decenio en el que comenzó a
imponerse el singular colectivo de la Historia, surgiera también el concepto de una
filosofía de la historia. Es la época en la que proliferaron las historias conjetúrales,
las hipotéticas, que iban a la zaga histórico-lingüísticamente, preparando la filosofía
de la historia para los investigadores de la historia. ―La historia y la filosofía de la
historia son conceptos complementarios, que hacen imposible emprender un
filosofar de la historia; concepción que desapareció por completo en el siglo XIX‖ 22
Detrás de la separación aparentemente sólo histórico-científica entre la
naturaleza y la historia, se nota decisivamente el descubrimiento de un tiempo
específicamente histórico. Si se quiere, se trata de una temporalización de la historia
que se diferencia de la cronología vinculada a la naturaleza. El descubrimiento de un
tiempo determinado sólo por la historia fue la obra de la filosofía de la historia de la
época mucho antes de que el historicismo usara este conocimiento. El sustrato
natural se fue perdiendo y el progreso fue la primera categoría en la que se abolió
una determinación del tiempo transnatural e inmanente a la historia. La filosofía, en
tanto que transponía la historia al progreso, de una forma singular y concibiéndola
como un todo unitario, privo inevitablemente de sentido al topos de la historia
magistral vitae, de allí concluye Koselleck: ―Tras todo lo que hasta aquí se ha
presentado: tras la singularización de la historia, tras su temporalización, tras su
prepotencia inevitable y tras su productividad, se anuncio un cambio de experiencia
que domina nuestra modernidad‖23
22 Ídem, pág. 59
23 Ídem, pág. 63.
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24 Abellán, J, “En torno al objeto de la “historia de los conceptos” de Reinhart Koselleck”, en Bocardo
Crespo, E, El giro contextual. Cinco ensayos de Quentin Skinner, y seis comentarios, Tecnos, Madrid, 2007, pp. 215-
248.
25 En el texto: Geschichtliche Grundbergriffe.
26 En el texto: Fortschritt.
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30 Ídem, pág. 19
31 Ídem, pág. 19
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32 Mezzadra, S, y Rahola F, “La condición poscolonial. Unas notas sobre la cualidad del tiempo histórico en el
presente global”, en Mezzadra, S, (comp.): Estudios poscoloniales. Ensayos Fundamentales, Ed. Traficantes de
Sueños, Madrid, 2005, pág. 265
33 Hall, S, “Cuándo fue lo poscolonial? Pensar al límite”, en Mezzadra, S, (comp.): Estudios poscoloniales. Ensayos
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reconstrucción parte de la formación del Estado durante los siglos XV al XVIII, y paralelamente del tiempo
especifico de la modernidad, sin salir de ese “global” eurocéntrico y esa “modernidad” eurocéntrica propias
de las narrativas modernas del Estado-nación y la Filosofía de la Historia, que estamos criticando.
39 El concepto de violencia epistémica pose más de un significado según el contexto o el autor que lo use; nos
referimos aquí en términos generales, a la significación inicial dada por Gayatri Spivak, en el clásico “¿Puede
el subalterno hablar?, allí la violencia epistémica se constituye en una forma de ejercer poder simbólico, y que
consiste en: “la alteración, negación y en casos extremos como las colonizaciones, extinción de los
significados de la vida cotidiana, jurídica y simbólica de individuos y grupos.” La violencia epistémica es una
forma de invisibilizar al otro, expropiándolo de su posibilidad de representación: la violencia se relaciona con
la enmienda, la edición, el borrón y hasta el anulamiento tanto de los sistemas de simbolización, subjetivación
y representación que el otro tiene de sí mismo, como de las formas concretas de representación y registro,
memoria de su experiencia.
En nuestra investigación la violencia epistémica toma la forma de la pregunta hecha por Edward
Said “¿quién tiene permiso de narrar?”.
40 Op. Cit. Hall, S (2005), pág. 132.
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41 El poder, como ha demostrado Foucault, no es un atributo que se hallaría vinculado al Estado, sino una
relación de fuerzas que atraviesa tanto a dominantes como dominados. Las relaciones de poder no dependen
de la mala voluntad de nadie en particular pues a partir de la modernidad, el discurso y la verdad han estado
siempre indisolublemente unidos a ellas. Por eso no existe exterioridad alguna entre las formas del saber y las
estrategias de poder.
42 Ídem, pág. 137.
43 Op. Cit. Mezzadra, S, y Rahola F, (2005), pág. 263
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49 Dube, S, “Introducción”, Pasados Poscoloniales, Colegio de México, México D. F, 1999, pág. 20.
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Desde esta comprensión los márgenes no nos remiten solamente o únicamente a los
pueblos desposeídos o los grupos subalternos, son también una interrogación crítica
por los ―planos ur‖52 de la explicación histórica y por las afirmaciones centrales del
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conocimiento dominante y del poder ilustrado. De aquí nuestro esfuerzo, por pensar
y mostrar lo poscolonial, no como una categoría critica, ni una cualidad de sujetos o
pasados, ni una periodización histórica u epistémica, sino, insistir, que en tanto
perspectiva de estudio, que propone desplazamientos críticos, lo poscolonial, se
muestra como una aventura teórica y una empresa estratégica, que pone en juego, la
posibilidad de una relectura y reescritura de nuestros legados históricos, objetivo
principal de esta investigación.
ocasiones, la búsqueda del origen (Ursprung)? Porque en primer lugar [la búsqueda del origen] se esfuerza por
recoger allí la esencia exacta de la cosa, su más pura posibilidad, su identidad cuidadosamente replegada sobre
sí misma, su forma móvil y anterior a todo aquello que es externo, accidental y sucesivo. Buscar un tal origen,
es intentar encontrar «lo que estaba ya dado», lo «aquello mismo» de una imagen exactamente adecuada a sí;
es tener por adventicias toda las peripecias que han podido tener lugar, todas las trampas y todos los disfraces.
Es intentar levantar las máscaras, para desvelar finalmente una primera identidad. Pues bien, ¿si el
genealogista se ocupa de escuchar la historia más que de alimentar la fe en la metafísica, qué es lo que
aprende? Que detrás de las cosas existe algo muy distinto: «en absoluto su secreto esencial y sin fechas, sino el
secreto de que ellas están sin esencia, o que su esencia fue construida pieza por pieza a partir de figuras que le
eran extrañas”.
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donde se ha dirimido la pregunta por la relación entre teoría y política, que nos
formulábamos hace un momento. Por lo tanto, el segundo desplazamiento critico
que proponemos, puede ser presentado bajo la siguiente pregunta, ―Si continuamos
comprometiéndonos con un análisis emancipador, de abajo hacia arriba, y sin
embargo ya no podemos servirnos simplemente de uno de nuestros diversos
modelos interpretativos marxistas, ¿Cuáles son las alternativas? ¿Hay algún otro
modelo que nos pueda ser útil, o tenemos que abandonar la empresa por
completo?‖54.
Esta pregunta, es la que se realiza Florencia Mallon, en su intento por pensar la
relación entre los estudios de la subalternidad y la historia de América Latina, en el
ensayo, Promesas y dilemas de los Estudios Subalternos: perspectivas a partir de la
historia latinoamericana.
A partir de dicha pregunta, Mallon intenta, primero sentar una posición política y
académica sobre los estudios subalternos, para desde allí tratar de describir, analizar
y comprender su campo de acción, sus objetos de estudio y perspectivas de análisis.
En esta investigación hemos elegido el camino contrario. Luego de haber ido
elaborando una idea de cómo entender una perspectiva poscolonial de estudio, a
partir de ella intentamos construir una posición respecto de su relación con la
historia de América Latina, y el lugar que ocupamos los que la estudiamos, política
y académicamente. Puede parecer, a primera vista, que esta forma de presentar el
problema, vuelve a caer en la oposición dicotómica que criticamos y a la que hacía
referencia Homi Bhabha. Sabemos que a la hora de construir perspectivas de
estudio, este proceso es simultáneo, que no hay ni teoría pura, ni política pura. Pero
al privilegiar primero la construcción de la perspectiva de estudio por sobre la toma
de posición, queremos remarcar el punto, de que la perspectiva de estudio está
siendo ya una toma de posición; en especial frente a filosofías y teorías que se
piensan en su desarrollo y práctica ajenas a las relaciones de saber/poder que cruzan
los espacios académicos, los institucionales y sociales.
54
Mallon, F, “Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: perspectivas a partir de la historia
latinoamericana”, (1995) en Rodríguez, Ileana, Convergencia de Tiempos. Estudios subalternos / contextos
latinoamericanos. Estado, cultura, subalternida, Rodopi, Ámsterdam, Atlanta, EEUU, 2005, pp. 117-118.
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Como hemos dicho, la forma que ha tomado la pregunta por esta tensión
entre teoría y política, se resuelve en la transformación que ha sufrido la categoría de
subalterno, debemos detenernos pues sobre esta transformación.
La problemática central de la historiografía de la India colonial, que dio inicio a los
estudios de la subalternidad versaba, según Guha, sobre ―el fracaso de la nación para
hacer valer sus propios derechos‖ frente al colonialismo y ―la inadecuación de la
burguesía así como de la clase obrera‖. En sus primeras posturas, se seguía el intento
de Gramsci de ―descubrir a través de una comprensión de las prácticas e historias
subalternas, un potencial para construir un partido de izquierda que de verdad
condujera más que simplemente dominara, encauzando, comprendiendo e
incorporando energías y creencias populares‖ 55. Este intento de reconstruir un futuro
poscolonial, emancipador y hegemónico, era mas factible si se comprendían mejor
las tradiciones y prácticas subalternas, capaces de servir de base para construir
comunidades políticas alternativas que liberaran de verdad al ―pueblo‖. Para llevar
adelante esta alternativa ―se necesitaba saber, a través de la investigación, con qué
tradiciones contaban y no deducirlas simplemente de categorías marxistas‖. Por la
tanto, el grupo se dio a la tarea de recuperar prácticas, creencias y acciones
subalternas, a través del uso de nuevos documentos y especialmente de nuevos
métodos para interpretar los viejos documentos. Esta recuperación implicaba, como
subraya Gyan Prakash, una noción de ―recuperación del sujeto‖, en el intento de
restaurar la iniciativa histórica insurgente, ―pero con la dificultad de que, como
mostraban los estudios iniciales de Guha, la búsqueda subalternista de un sujeto-
agente humanista condujo con frecuencia al descubrimiento del fracaso de la
iniciativa histórica [agency] de los subalternos: el momento de la rebelión contiene
siempre dentro de sí al momento de la derrota‖56. Esto se daba tanto porque la
subalternidad, por definición, es la imposibilidad de autonomía, y porque al mismo
tiempo, la resistencia subalterna no sólo se opone al poder sino que también es
constituida por el poder. Ante estas dificultades, al igual que Mallon Prakash explica
que en el ―afán por recuperar al sujeto‖ los estudios de Guha se apoyaron en las
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57 Gayatri Spivak a dicho al respecto: Las identidades y la conciencia subalternas siempre estarán un poco
fuera de nuestro alcance, resistiendo los intentos de encajarlas dentro de una narrativa lineal. Pero los
historiadores tienen que persistir en sus esfuerzos por recuperar la subjetividad subalterna, aunque sepan que
es una tarea en último término imposible.
58 Op. Cit. Mallon, F, (2001), pág. 133
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los paradigmas políticos y académicos existentes?‖ 59. Con estas preguntas se llegaba
al mismo punto al que habían arribado los estudios de la subalternidad en su
vertiente india, una tensión entre técnica y política, entre teoría y política, donde ni
siquiera técnicas como la ―lectura a contrapelo‖ inauguradas por el equipo de Guha
y practicada también por el GLES, podían resolverla. Tensión, que se acentuaba
cada vez mas entre un interés más literario, posmoderno, en los documentos como
textos construidos, frente a un interés más historiográfico de leer los documentos
como ―ventanas‖ a la vida de la gente.
Este extenso recorrido por la historia del GLES y de los Subaltern Studies,
nos sirve para comprender la actualidad de la tensión entre teoría y política, entre
técnica y política, que todavía nos sigue interrogando. En el contexto de esta tensión,
es donde ubicamos nuestro segundo desplazamiento crítico, con la intención de
seguir preguntándonos por lo subalterno, pero no ya, en la búsqueda de un sujeto y
una agencia subalterna como hemos dicho párrafos atrás, sino en una reformulación
donde se presta más atención a la emergencia de la subalternidad como un efecto
discursivo, ―donde la subalternidad ya no aparece fuera del discurso de elite como
dominio separado, incorporado en una figura dotada de voluntad que los dominantes
suprimen y dominan, pero no constituyen‖60. Se refiere en cambio ―a la
subalternidad como una posición de crítica, como una recalcitrante diferencia que
surge no fuera sino dentro del discurso de la elite para ejercer presión sobre las
fuerzas y formas que la subordinan‖.
Esta transformación nos permite pensar la pertinencia y el interés de esta
investigación en los estudios de la subalternidad y en la actualidad de lo poscolonial
para América Latina, ya que esta reubicación de la subalternidad en el accionar de
los discursos dominantes, en sus intersticios y laberintos 61, conduce necesariamente
a una crítica del Occidente Moderno, en la medida en que comprendemos que, si la
marginalización de ―otras‖ fuentes de conocimiento e iniciativa ocurrió en el
caracterizar este desplazamiento como si fuera un abandono de la búsqueda de grupos subalternos, en aras
del descubrimiento de discursos y textos. Pese a que algunos estudiosos han rechazado la posibilidad de un
rescate positivista de los subalternos, la noción de una heterogeneidad radical –ya no que no autonomía- de
los subalternos con respecto al mundo dominante, continua siendo decisiva. Es sin embargo evidente que los
estudiosos localizan esta heterogeneidad en los discursos que se entretejen con las estructuras dominantes y se
pone de manifiesto en el propio funcionamiento del poder”.
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d) Que la relación entre los estudios subalternos y la crítica poscolonial debe ser
ubicada en este proceso complejo y forzado de reelaboración del conocimiento,
atendiendo a que la crítica poscolonial surge en los intersticios de las disciplinas de
poder/conocimiento, como una posición intermedia, híbrida, de práctica y
negociación62.
62 Como referencia se menciona el concepto de “catacresis”: reversión, dislocación y apropiación del aparato
codificación del valor.
63 Op. Cit. Bhabha, H (2011), pág. 45.
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En este sentido, a lo largo de este capítulo hemos trazado un diálogo crítico entre lo
poscolonial y la Filosofía de la Historia, a partir de dos desplazamientos críticos que
podemos resumir de la siguiente manera.
Lo primero es el giro y desplazamiento que hemos marcado en un amplio abanico de
críticas a la ―Historia Universal‖ de Occidente, con el cual la crítica poscolonial
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chinas, kenyanas, etc. Hay un modo peculiar en el que todas estas otras historias
tienden a convertirse en variaciones de una narrativa maestra que podía ser llamada
la historia de Europa‖66.
Atendiendo a las dificultades que han tenido las primeros estudios de la
subalternidad que hemos comentado, y el recaudo que plantean tanto Prakash como
Chakrabarty, es que creemos necesario, en primera instancia, este trabajo crítico y
deconstructivo sobre la Historia y la Historiografía, desde la subalternidad entendida
como la posición crítica que hemos venido desarrollando.
Los párrafos que siguen apuntan a trabajar sobre ―el reconocimiento de que la
historia del tercer mundo está condenada a conocer Europa como el hogar original
de lo moderno, mientras que la historia europea no comparte una situación
comparable en relación a los pasados de la mayor parte de la humanidad‖ 67, tal
reconocimiento sirve ―como condición para un pensamiento deconstructivo de la
historia‖, en el marco de una estrategia que aspira a encontrar en el funcionamiento
de la historia como disciplina la fuente para otras historias.
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CAPÍTULO 2.
ESCRITURAS COLONIALES-LECTURAS POSCOLONIALES
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68F. Devoto y N. Pagano, Historia de la Historiografía Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 2009.
69 Ídem, pág. 287.
70 Kohan, N, De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino y Latinoamericano, Ed. Biblos, Bs As, 2000.
71 Galasso, N, Aportes críticos a la Historia de la Izquierda Argentina. Socialismo, peronismo e izquierda nacional, 1T,
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72 En Bigiani, H y Roig, A (directores) El pensamiento alternativo en la argentina del siglo XX, Tomo II, Ed. Biblos,
Buenos Aires, 2006, pp. 77 – 100.
73 Acha, O, Historia critica de la historiografía argentina. Vol. 1: Las izquierdas en el siglo XX, Buenos Aires,
Prometeo, 2009
74 Ídem, pág. 14.
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76 Ídem, pág.17
77 Ídem, pág. 17
78 Ídem, pág. 19
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para prácticas de la historia en las izquierdas que asumen desde el inicio una
configuración que pretende derivaciones practicas‖79.
Con estas consideraciones en mente podemos dar una caracterización posible
de lo que designamos como Izquierda Nacional para continuar adelante; la misma se
centrará en las tesis generales respecto al nacionalismo y al marxismo, y las
categorías de nación y progreso, en sus registros historiográficos. Nos servimos para
ello de las ―Tesis Básicas‖ del nacionalismo de izquierda, que define Hugo
Chumbita, en su artículo ya citado:
1-Una aplicación de la filosofía y la metodología marxistas, basadas en la dialéctica
de la lucha de clases y los fenómenos económicos para interpretar la realidad social,
asumiendo como presupuesto la misión universal emancipadora del proletariado e
incorporado la concepción leninista sobre la liberación nacional de los pueblos
originarios.
2-La recuperación de la tradición y las formas de conciencia nacionales y populares
como fundamentos de una revoluciona nacional, dirigida a superar la dependencia
económica, política y cultural del imperialismo capitalista y cuyo desarrollo debía
orientarse hacia el socialismo, rechazando la sumisión al satelismo comunista.
3-Un punto de vista americano, señalando la inversión del sentido de las ideologías
trasplantadas a nuestros países e impugnando la visión eurocéntrica y el
―colonialismo mental‖ en la cultura de elite, en el sistema educativo y universitario
y en los partidos políticos de izquierda, con la intención de abrir causes a un ―nuevo
pensamiento‖.
4-Una renovación de la revisión histórica, centrada en los intereses y la lucha de las
masas trabajadoras, oponiendo a la historiografía liberal la interpretación de la
continuidad de la revolución incumplida de la independencia y los levantamientos
federales del siglo XIX con las causas democráticas y populares del siglo XX.
5-La postulación de una nación sudamericana, concibiendo la integración de las
republicas del continente como imperativo histórico, objetivo estratégico y
dimensión necesaria para su plena emancipación.
79 Ídem, pág. 18
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80 Galasso, N, Los nombres que escribieron la historia, Cooperativa Punto de Encuentro, Bs As, 2010, pág. 40
81 Ídem, pág. 41
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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla
definiciones del ser nacional que venían siendo difundidas por la ensayística de la
intelectualidad nacionalista tradicional, más bien de los años 30, que definía al ser
nacional como una especie de ente metafísico, que estaba por allí colgado de alguna
galaxia. Arregui logra bajar esa conceptualización de ser nacional al definirlo como
la lucha anticolonialista de las masas. Le da un claro sentido histórico-temporal‖82.
Los giros teóricos de su pensamiento tienen gran repercusión en la militancia de
Arregui, el cual, luego del histórico 17 de octubre, entra en contacto con Arturo
Jauretche quien le abre las puertas para ingresar como funcionario público al
gobierno peronista bajo el entusiasmo de la ―revolución justicialista‖ en marcha.
Luego de este ingreso de lleno a la vida política y a la corriente intelectual del
peronismo (dentro de la izquierda siempre) la vida de Arregui se vuelve convulsa y
sinuosa como la de todo el país atravesado por el golpe del 55. De aquí en adelante,
la biografía de Arregui amerita una reconstrucción meticulosa, por tanto, nos
quedaremos en las líneas generales por las que continuó su pensamiento hasta llegar
a Nacionalismo y Liberación.
Siguiendo nuevamente a Molocznik, lo que se proponía Arregui, era ―la
utilización creadora de las herramientas teóricas del materialismo histórico, pero
aplicadas a la realidad nacional (…) Es decir, una explicación, utilizando
herramientas teóricas de un pensamiento que era básicamente europeo, pero
aplicados a un contexto nacional‖83. Esta postura se ve claramente en las
definiciones del grupo Cóndor que se reúne en 1964, integrado, además de Arregui,
por Ricardo Carpini, Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde. Las definiciones de este
grupo son importantes, porque como veremos, las últimas páginas de Nacionalismo
y Liberación, están dedicadas exclusivamente al manifiesto del grupo; en términos
historiográficos, allí expresan formar parte de un revisionismo histórico socialista,
federal y provinciano. A su vez que postulan la adopción de un marxismo abierto y
creador para las investigaciones teóricas, el cual ―utilizan sólo como instrumento
teórico y como guía de acción política de las masas no como factor de identidad
política‖.
82 Ídem, pág. 54
83 Ídem, pág. 54
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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla
En torno a esta postura, se da la disputa con Puiggrós y Cooke, respecto a cuál sea
el camino para la revolución, y si se puede o no se puede congeniar la identidad
política (peronismo) con el instrumento teórico (marxismo), y cuál sea el camino, si
de lo nacional a lo internacional o lo contrario.
Entonces, en 1965, se publica Nacionalismo y Liberación, con estas problemáticas
centrales que hemos mencionado recién, y que tienen como discusión general, qué
tipos de nacionalismos presenta la realidad argentina de ese momento y cuál es la
posible relación entre marxismo y nacionalismo.
El libro divido en dos partes, presenta en el primer gran apartado, titulado ―¿Qué es
el Nacionalismo?‖, una génesis teórica del concepto; para luego contrastarla con las
―objetivaciones‖ que ha tomado en la historia, así el resto del libro aparece divido
en seis capítulos, ordenados históricamente, que abarcan el nacionalismo del siglo
XIX y XX; para finalizar con el manifiesto del grupo Cóndor.
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Desde esta perspectiva, la hipótesis que articula este capítulo, sostiene que
Nacionalismo y Liberación, es un texto histórico-político, escrito en una época
posterior al colonialismo, pero que suscribe a una forma conceptual de pensar el
problema del nacionalismo típicamente colonial, en la medida en que su
comprensión parte de la división binaria entre colonizado/colonizador, reproducida
en su análisis en la contraposición, por un lado, del nacionalismo de las colonias
frente al nacionalismo de las metrópolis, y por otro, del nacionalismo ―cipayo‖ o
―extranjerizante‖ frente a la postulación de un ―verdadero‖ nacionalismo argentino e
iberoamericano.
A este análisis en términos dicotómicos, se suma una forma binaria y
universalizante típicamente moderna de concebir la historia y la política, cuyo mejor
ejemplo, se encuentra en la concepción Historicista que articula Nacionalismo y
Liberación, sobre la cual nos detendremos en las páginas que siguen.
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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla
Esta extensa cita, nos sirve para aclarar, en pos de la exposición de los argumentos,
que en primer lugar, los tres ejes que hemos mencionado se encuentran relacionados
en este párrafo de manera tal que resulta imposible pensarlos sin ponerlos en
relación. Y efectivamente, lo que le interesa a Chakrabarty, es ver cómo estos
distintos aspectos se van intercalando y entretejiendo. Nuestra distinción en tres
ejes, es tan sólo una clave hermenéutica dentro de esta investigación para orientar la
lectura a través de los distintos niveles que componen la problemática.
Por otro lado, el planteo de este autor nos permite comprender y justificar, porque es
necesario el pasaje a través de las teorizaciones poscoloniales, para releer
críticamente las tradiciones intelectuales de las cuales es heredero nuestro
pensamiento político, más aún, teniendo en cuenta que para Chakrabarty, ―la
erudición poscolonial se ve comprometida, casi por definición, a trabajar con los
universales que fueron forjados en la Europa del siglo XVIII y que subyacen a las
ciencias humanas‖86.
En esta línea, la historia de la politización de los pueblos que no forman parte de las
democracias capitalistas occidentales (Chakrabarty está pensando aquí en la historia
85Chakrabarty, D, Al margen de Europa. Pensamiento poscolonial y diferencia histórica, Barcelona, Tusquets, 2008, pág.
30
86 Ídem, pág. 31(Cursivas mías)
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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla
política de la India, es decir, de las naciones independizadas pero ―en tránsito‖ hacia
la ―democratización‖) nos desafía a pensar legados conceptuales de la Europa
decimonónica, esenciales para la idea de modernidad. Uno, es el historicismo y el
otro es la idea misma de lo político.
En este marco y frente a esta necesidad de trabajar con-tra nuestras
tradiciones intelectuales tiene lugar la crítica al Historicismo. Desde una definición
inicial podemos decir que el ―Historicismo‖ es un modo de pensar acerca de la
historia en el que se asume que todo objeto de estudio retiene una unidad de
concepción a lo largo de su existencia y alcanza una expresión plena mediante un
proceso de desarrollo en el tiempo histórico y secular.
Para el historiador indio, las críticas occidentales a este historicismo, como la
―historia desde abajo‖ inglesa y las historias marxistas anticoloniales, que se
fundamentaban en una determinada caracterización del capitalismo avanzado,
pasaron por alto los profundos vínculos que unían al historicismo como modo de
pensamiento con la formación de la modernidad política en las antiguas colonias
europeas, más aún, para Chakrabarty ―el historicismo posibilito la dominación
europea del mundo en el siglo XIX‖. Ya que como ideología del progreso y del
desarrollo, hizo que la ―modernidad o el capitalismo parecieran no simplemente
global, sino más bien algo que se transformo en global a lo largo del tiempo,
originándose en un sitio (Europa) y expandiéndose luego fuera de él. Cuando
hablamos de ―estructura del tiempo moderno‖, nos referimos precisamente a la
temporalidad de este historicismo, a una estructura del tiempo histórico global del
tipo ―primero en Europa, luego en otros sitios‖. Como sabemos por nuestra historia
colonial, este historicismo planteo el tiempo histórico como una medida de la
distancia cultural que, se suponía, mediaba entre Occidente y lo que no es
Occidente, y que funciono como gran legitimador de las idea de civilización en las
colonias. Este historicismo, asume una forma concreta en las narrativas, de los
discursos nacionalistas y anticoloniales del siglo XIX, que se expresaba en un
―todavía no‖. Una conciencia historicista que recomendaba a los colonizados ―la
espera‖. Pero si esta es la característica de los discursos y de la historia en el siglo
XIX, en el transito al siglo XX, lo que caracteriza a los movimientos nacionalistas
anticoloniales, es el apremio del ―ahora‖, como horizonte temporal de acción. Sobre
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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla
ese tránsito, ponemos los interrogantes en busca de las líneas de continuidad, de los
efectos, de este ―Historicismo‖, en Nacionalismo y Liberación.
En la visión de Hernández Arregui, hay un gran parte aguas como punto de
partida del análisis. Teniendo en cuenta la ambigüedad del concepto político de
―nacionalismo‖ en la época, propone ―para desentrañar su esencia [que] es
indispensable partir de una oposición crucial (…) y que la resume en una doble
distinción, el contexto histórico según se trate de una nación consolidada o un país
colonial, y por el otro, la pertenencia a una u otro clase social desde la que se lo
proclame o rechace‖87
El resultado de esta oposición, es mostrar que la ―comprensión de la acepción
verdadera está dada, como teoría practica de la revolución nacional liberadora del
coloniaje, que únicamente puede encarnarse en las masas, con su conciencia
histórica y su potencia numérica‖88.
Un segundo punto de partida que se desprende, es pensar contra el
―nacionalismo cipayo‖ en la Argentina y contra los ―nacionalismos
extranjerizantes‖, una acepción diferente de ―nacionalismo‖ apelando a la
interpretación marxista.
Esto significa que ya en la primerísima presentación del problema,
Hernández Arregui reproduce dos de las líneas centrales del historicismo como lo
acabamos de definir, por un lado, la conceptualización en un ―antes y un después‖,
una temporalidad del ―todavía no‖, que separa entre los nacionalismos de una
―nación consolidada‖ contra un ―país colonial‖, es decir, un país no consolidado, o
en otras palabras, una ―nación‖ en tránsito a ser tal. Y por el otro, la
contextualización del interrogante, o la posibilidad de su diferencia, en el
asentamiento sobre la tradición europea, al mismo tiempo que la disposición del
planteo en oposiciones binarias. Es decir, considerar la ―nación‖ como una unidad a
lo largo del tiempo que alcanza su desarrollo pleno en un proceso histórico, y una
idea de ―historia‖ que se nutre de la tradición europea marxista.
En las páginas siguientes a esta definición inicial, Hernández Arregui se
pregunta: ―Nuestro objetivo es el replanteo de la teoría nacionalista, renovándola, no
87 Hernández Arregui, J, J, Nacionalismo y Liberación, Contrapunto, Buenos Aires, 4ed, 1987. pp. 9
88 Ídem, pág. 9
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desde Europa, sino desde las perspectivas peculiares de un país colonizado. ¿En qué
consiste esta rotación de la mirada histórica? O de otro modo ¿Qué es el
nacionalismo?‖89 El camino es claro, en el transcurso de la delimitación y discusión,
no sólo está en juego el ambivalente significado del ―nacionalismo‖, sino la
posibilidad, la necesidad de ―la rotación de una mirada histórica‖, sobre esta mirada
histórica que corre tras el problema conceptual, se asienta nuestro interrogante;
puesto que, si como afirma Arregui, ―el conocimiento del pasado es indispensable al
pensamiento crítico y revolucionario del presente‖90, es capital entender, preguntarse
si este conocimiento histórico se dio dentro de los términos del Historicismo tal
como lo hemos definido.
A través de la discusión, casi siempre explícitamente con Hegel, Arregui comprende
la Historia, no como monumento ejemplar o pasado sacro, sino como:
89 Ídem, pág. 14
90 Ídem, pág. 18
91 Ídem, pp. 18-19.
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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla
base son las masas‖, por ende, lo que atraviesa los dos siglos es la pregunta por la
historia de este sujeto de masas.
En la misma línea, Chakrabarty sostiene que los movimientos nacionalistas y
anticoloniales del siglo XX se caracterizaron por el apremio del ―ahora‖, eso
significaba la búsqueda de una base de masas, que introdujo en la esfera política
―clases y grupos que, de acuerdo a los estándares del liberalismo europeo
decimonónico, no podían gobernarse a sí mismos, es decir, campesinos, tribus,
trabajadores industriales, hombres y mujeres pertenecientes a grupos subordinados,
en resumen, las clases subalternas‖. De esta situación se siguió un rechazo practico,
que no teórico, a cualquier tipo de distinción etapista o historicista entre lo
premoderno y lo moderno, que Chakrabarty reconoce, primero, en el rechazo por
parte de las elites nacionalistas de la versión ―sala de espera‖ de la historia, cuando
los europeos le negaban el autogobierno; y segundo, la plena participación del
campesino en la vida política de la nación. De allí que para los integrantes del
Subaltern Studies, ―la adquisición de conciencia política por parte de los campesinos
ha hecho del siglo XX la centuria mas revolucionaria de la historia‖. Al intentar
escribir la historia de este sujeto de masas campesino, comienza el camino crítico
iniciado por Guha, con la intención de mostrar cómo el pensamiento político y social
europeo concibió la modernidad política de las clases subalternas recurriendo a una
teoría de la historia etapista. El ejemplo más claro es la categoría de ―pre-político‖
con la cual intentaba explicar estas clases el historiador inglés Eric Hobsbawm. En
el mismo sentido, pero con mayor fuerza, Chakrabarty sostendrá que es imposible
pensar una historia del poder plural y dar cuenta del sujeto político moderno en la
india, sin ―cuestionar al mismo tiempo radicalmente la naturaleza del tiempo
histórico‖. Sin clases subalternas y sin la búsqueda de un sujeto plural, la critica vale
por igual para la postura historiográfica que sostenía H. Arregui de pensar el
proletariado, la clase obrera peronista como sujeto de masas, sin cuestionar esa
naturaleza del tiempo histórico, que crítica Chakrabarty.
En el nivel de este eje, que atiende a la relación entre el conocimiento y la historia es
interesante observar dos síntomas que se presentan en Al margen de Europa,
Pensamiento poscolonial y diferencia histórica, que conciernen al discurso
académico sobre la historia. El primero, del cual Arregui es claro ejemplo, que en
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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla
dichos discursos, más allá de haberse alcanzado una conciencia crítica respecto al
papel de ―Europa‖, esta sigue siendo el sujeto teórico soberano de todas las historias.
Es decir, que hay ―cierta versión de ―Europa‖, deificada y celebrada en el mundo
fenoménico de las relaciones cotidianas de poder como escenario del nacimiento de
lo moderno, que sigue dominado el discurso histórico‖ 92. Y en segundo lugar, que el
predominio de esta Europa hiperreal, como sujeto de todas las historias ―es parte de
una condición teórica mucho más profunda bajo la cual se produce saber histórico en
el tercer mundo, que recalca sobre nuestra condición subalterna y se refiere a la
naturaleza misma de los asertos de las ciencias sociales‖. 93
Estos dos síntomas, se ven perfectamente reflejados, en las historiografías del ―tercer
mundo‖, que se redactan dentro de las problemáticas planteadas por el ―relato de
transición‖, en el cual los temas preponderantes son: el desarrollo, la modernización
y el capitalismo. Tres temas privilegiados que recorren, y articulan la discusión en el
texto de Hernández Arregui.
Uno de los aportes que mencionamos al comienzo, como parte de nuestra
perspectiva poscolonial de estudio, es la reinterpretación del colonialismo, no visto
como una empresa monolítica, como un proyecto sin fisuras y homogéneo, sino en
las diversas formas de intercambio y producción entre metrópoli y colonia en los
proyectos imperiales, cómo se dieron paralelos, conexiones y complicidades, en el
intento por disciplinar y normalizar las poblaciones de las colonias. A mitad de
camino entre la descripción del nacionalismo europeo y el americano, Arregui nos
da su caracterización del Mundo Colonial. Si bien la definición ocupa unas pocas
páginas, hay mucho en ellas para analizar, vayamos por tanto, línea a línea.
Comienza con una cita de Linton, ―las sociedades no han seguido una misma línea
de evolución coincidente en todas ellas, sino una multitud de líneas divergentes‖ 94;
punto con el cual nuestros poscoloniales estarían de acuerdo, no obstante, agrega
Arregui ―pero dentro del trazado general del imperialismo, el colonialismo es uno
solo‖. Aquí ya un primer problema. Para Arregui, no interesa, en esta configuración,
―las diferencias de los países coloniales entre sí, su desigual desarrollo y sus
desemejanzas -las existentes, verbigracia, entre la Argentina, Brasil, El Congo o
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Indonesia-, y si en cambio, pese a esas diferencias, las similitudes globales que los
ensamblan como piezas de un mundo aparte concebido como un ancho cordón
periférico de las grandes metrópolis‖95.
Es inevitable preguntarse, por qué si a lo largo de más de trescientas páginas,
minuciosamente por momentos, se describen y caracterizan las diferencias entre las
naciones coloniales y las naciones de las metrópolis y las diferencias entre el
―colonialismo mental‖ de las elites antinacionalistas u oligárquicas de las colonias,
con la ―genuina conciencia nacional‖, Hernández Arregui decide pasar por alto las
radicales diferencias del colonialismo argentino con el del resto de América Latina,
y las de este con la historia de Asia y África. Si justamente su reclamo y crítica al
pensamiento de la época, es no poder entender las especificidades del nacionalismo
argentino, la composición de sus masas, el rol del peronismo, a merita preguntarse,
por que este ―descuido‖, y cuáles son sus consecuencias. Al interior del relato que
construye Arregui, esta unificación le sirve para afirmar que ―el colonialismo crea y
transfiere cualidades comunes a todos los pueblos que lo sufren‖, y por tanto, que la
lucha debe ubicarse en un contexto antiimperialista mundial. Pero desde nuestra
crítica epistemológica podemos marcar la necesidad que se imponía a la hora de
crear un relato histórico hacia la liberación, hacia el socialismo, donde debían
confluir ―etapas del desarrollo histórico‖ que se tomaban de la situación europea en
particular.
En el texto, esta linealidad histórica que le permite separar por un lado la América
Colonial de los centros metropolitanos que dirigen la economía mundial, se puede
rastrear con claridad:
95 Ídem, pág.171
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De la misma manera, que los diferentes sujetos son unificados bajo un solo signo, y
esa diferencia puesta tan sólo como mera ―cuestión de desarrollo técnico‖, las
naciones son llamadas a la unidad y la borradura de sus diferencias: ―Un país
colonial debe desechar las teorías políticas extranjeras y aprovechar las pugnas de
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Hernández Arregui que antes de ―entrar‖ a la Historia, ya tenía África unas historias
propias, al igual que Iberoamérica? ¿Podría haber intuido que esa ―Historia‖
obturaba no sólo otros pasados, sino otras formas de conocimiento y otros sujetos?
¿Podría haber pensando Hernández Arregui una historiografía nacionalista y
anticolonialista, por fuera de esta matriz epistémica, de este registro discursivo, de
estas dicotomías políticas? No, puesto que la revolución nacional, la unidad africana
y la iberoamericana, en tanto lucha hacia la liberación y el antiimperialismo, eran un
hecho ―inevitable de la Historia Universal‖. Y dentro de ese hecho inevitable
también el papel de las masas:
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Althusser hay una concepción historicista común que las atraviesa, y que para
nosotros se hace extensiva tanto a la interpretación de Hernández Arregui, como del
resto de los pensadores de la Izquierda Nacional. Es decir, el papel que jugó el
marxismo en los nacionalismos antiimperialistas y anticolonialistas del siglo XX en
la India como en América Latina, remiten a los mismos presupuestos de la
modernidad eurocéntrica, en cuanto a historias subsumidas en una historia
universal, en este caso bajo el signo de la Lógica del Capital.
En estas concepciones historicista del marxismo, Chakrabarty encuentra en la
interpretación de las ideas de Marx de la Critica de la economía política, como la de
las ―tasas desiguales de desarrollo‖, concepto retomado por Lenin y Trotski,
―sincronicidad de lo no sincrónico‖ de Ernest Bloch o de la ―causalidad estructural‖
de Althusser; estrategias que conservan elementos de historicismo en la dirección de
su pensamiento, en la medida en que todas ellas adscriben cuanto menos a una
unidad estructural subyacente al proceso histórico y al tiempo; frente a estas lecturas
la propuesta del historiador indio es retomar y releer una distinción que Marx
estableció entre dos clases de historias: las historias ―propuestas por el capital‖ y las
historias que no pertenecen a los ―procesos vitales‖ del capital. A la primera la
denomina Historia 1 y a la segunda Historia 2.
La pregunta que nos ocupa, es por la relación entre capital e historia,
entiendo que la categoría filosófica marxista de ―capital‖ es global en sus
aspiraciones históricas y universal en su constitución. En este sentido la hipótesis,
sostiene que hay una lógica temporal del capital, que entiende al capitalismo, como
una fuerza que sale al encuentro de la diferencia histórica, pero lo hace como algo
externo a su propia estructura. A este encuentro sigue una lucha en el curso de la
cual el capital finalmente elimina o neutraliza las diferencias contingentes entre
historias particulares. Esta lógica se concibe no sólo como la única y homogénea,
sino también como algo que se desarrolla a lo largo del tiempo (histórico) de
manera que cabe producir un relato de un capitalismo supuestamente único. Lo que
Chakrabarty encuentra, es que ―Marx opone a la Historia 1 otro tipo de pasado que
llamaremos Historia 2. Los elementos de la Historia 2, señala Marx, constituyen
―antecedentes‖ del capital, puesto que el capital se encuentra con ellos en tanto que
antecedentes; pero –y aquí está la distinción fundamental que pretendo subrayar-
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―no como antecedentes establecidos por sí mismo si no, como formas de su propio
proceso vital‖105.
La Historia 1 según Marx, debe someter o destruir las múltiples posibilidades que
pertenece a la Historia 2. Nada garantiza, sin embargo, que la subordinación de las
historias 2 a la lógica del capital sea completa.
El descubrimiento, si la argumentación de Chakrabarty es correcta, ―es reconocer en
la explicación histórica cierta indeterminación […] si toda historia empírica del
modo capitalista de producción es la historia 1 modificada, de maneras múltiples y
no necesariamente documentales, por las historias 2, una cuestión fundamental en
torno al capital habrá de permanecer históricamente indecidible‖ 106.
Antes de avanzar sobre las conclusiones de esta afirmación, veamos la comprensión
que propone Hernández Arregui de la relación entre marxismo e Historicismo, para
ir atando cabos.
En el apartado VI de la presentación de Nacionalismo y Liberación, Arregui
introduce la cuestión con estas alegóricas palabras: ―y ahora es preciso nombrar la
palabra maldita: marxismo‖. Vale la pena la cita en extenso de la primera
descripción del marxismo que encontramos en el texto:
A través de esta afirmación, Arregui intenta situar al marxismo, más bien por
fuera de la discusión técnica de su definición, llevándolo al acertó general e
indiscutible, de que el marxismo, es una filosofía viva, de la época. Y como tal, el
marxismo es la filosofía que explica el estado de cambio, de transformación y crisis
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En la división entre las causas económicas y las demás formas del espíritu, Arregui
encuentra una constante económica, que no cambia, y que será la que le permita
mostrar el marxismo como la teoría más adecuada a la hora de comprender el
imperialismo, la explotación del proletariado y el funcionamiento de la burguesía
económica; y un aspecto cambiante, las formas del espíritu, política, cultura e
ideología, que son las que justificaran el nacionalismo. Y eso, como muestran sus
citas, está en el mismo Marx.
Resumiendo entonces, que es lo que aporta el marxismo, ―¿En donde reside, pues,
la innovación del marxismo?‖; primero, que son los hombres los que hacen la
historia, bajo un conjunto de causas económicas que le vienen del pasado,
mostrando que en la vida social los distintos factores están entrecruzados. ―En la
historia no hay necesidad, ni leyes inmutables o de repetición como en la naturaleza,
en la historia las leyes son de tendencia, debiendo entenderse por tales el curso de
un proceso encaminado en determinada dirección. Pero en la dilucidación del rumbo
de la historia, Marx y Engels, se sostuvieron sobre dos premisas iníciales: ―el
carácter transitorio del sistema capitalista de producción –en rigor de todo sistema
histórico. Y la aplicación del método dialéctico, a la investigación de la naturaleza y
de la Historia‖112.
Hemos llegado al paso decisivo. En la parte constitutiva del marxismo, y de su
relación con el historicismo, hallamos una comprensión del Capitalismo como
sistema histórico, mas fuerte aún, el marxismo, dirá Arregui, ―es junto a una
concepción del mundo, una crítica a toda la filosofía anterior. Pero el eje de esta
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nunca la lógica universal del capital […] El capital es una categoría histórico-
filosófica, esta es, la diferencia histórica no es externa, sino esencial en ella. Sus
historias son la historia 1 esencial pero irregularmente modificada por historias 2,
más numerosas pero menos fuertes‖114.
Esta interpretación, nos permite abrir la lucha por colocar en el lugar,
siempre vacío, de la Historia 1 otras historias con las que tratamos de modificar y
domesticar la historia universal postulada por la lógica del capital, a su vez, que
movernos de esa historia universal a otras prácticas diversas. La conclusión de
Chakrabarty nos lleva a uno de los difíciles e indispensable temas que hemos tenido
que eludir, dejar por fuera, de esta investigación: la traducción. Por que al momento
crítico, a esta confrontación entre la historia 1 y la historia 2, le sigue el proceso
―que los historiadores suelen describir como la ―transición del capitalismo‖. Esa
transición, a contramano de todo el registro historiográfico sostenido en el
historicismo que hemos venido discutiendo, ―es también un proceso de traducción
de diversos mundos vitales y horizontales del pensamiento ilustrado inherentes a la
lógica del capital‖115. Pensar la historia de Latinoamérica, en función de categorías
marxistas supone traducir a tales categorías los archivos existentes del pensamiento
y de prácticas relativas a las relaciones humanas en sus países; pero también
comporta modificar estos pensamientos y prácticas con el auxilio de aquellas
categorías. Esta relación, resultaba imposible de concebir, en la historiografía de la
Izquierda Nacional, donde más que practica de traducción, la relación con las
categorías marxistas se daba como, ensamblaje con la realidad.
La política de la traducción implicada en ese proceso, funciona en ambas
direcciones: ―la traducción hace posible la emergencia del lenguaje universal de las
ciencias sociales. Pero, de igual modo, debe posibilitar el proyecto de acercamiento
a las categorías de las ciencias sociales desde ambos lados del proceso de
traducción, a fin de dejar espacio a dos géneros de historia‖ 116. En el caso estudiado
de Nacionalismo y Liberación, se hace patente la falta de una crítica al lenguaje
universal de las ciencias sociales, que posibilitara el proyecto de acercar las
categorías utilizadas a contextos latinoamericanos.
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―El rasgo fundamental de una nación es una política propia. Un pueblo, aunque
tenga territorio, no es una nación sino la posee (…) No es, pues, el orgullo el que
da vida al nacionalismo de los pueblos coloniales. Es una demanda histórica y
una exigencia de justicia. Y este es el más certero criterio para desollarle la piel
al nacionalismo injusto de los fuertes (…) el nacionalismo de las colonias a
diferencia del nacionalismo de las naciones opresoras, no tiende a encerrarse a sí
mismo, sino a proyectarse fuera de sí como reclamo de libertad (…) no
ambiciona superioridad, como las naciones opresoras, sino la igualdad de todos
los pueblos (…) el nacionalismo de los países oprimidos levanta la bandera no de
un destino predestinado e inmutable sino su divisa a la vida histórica sin grilletes,
(…) el nacionalismo de los pueblos oprimidos, no es ―el nacionalismo‖ de las
oligarquías indígenas cuyos intereses de clase esclavizan al país entero bajo
directivas foráneas (…) no inmola en la pira funeraria de su propio altar, a negros
africanos, amarillos asiáticos o mestizos hispanoamericanos (…) no venera el
fetiche de una nación inexistente, sino que concentra su energía, que es la energía
de las masas, en la nación a construir‖118.
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CAPITULO 3.
EL PRESENTE DE NUESTROS PASADOS
3. A modo de conclusión
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Bibliografía:
PRINCIPAL
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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla
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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla
SECUNDARIA
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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla
~ 83 ~
Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla
-SPIVAK, G, ―Can the Subaltern Speak‖ en Larry Grossberg y Cary Nelson (Eds.).
Marxist Interpretations of Literature and Culture: Limits, Frontiers, Boundaries,
Urbana, University of Illinois.
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