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FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES

TRABAJO FINAL DE TESIS


MANUEL FONTENLA

HISTORIA, HISTORIOGRAFÍA Y FILOSOFÍA DE LA


HISTORIA DESDE UNA PERSPECTIVA POSCOLONIAL
Narraciones de la Izquierda Nacional
Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS Y PRÓLOGO……………………………….…………..2

INTRODUCCIÓN……………….…………………….…………………………...4

CAPÍTULO 1. LAS HISTORIAS DE “LA HISTORIA”

1. Filosofía de la Historia y modernidad eurocéntirca.….....………............ 11


1.2 Filosofía de la Historia y crítica poscolonial…...........….….………… 21
1.3 Crítica poscolonial y otras historias………………......................…….. 34

CAPÍTULO 2. ESCRITURAS COLONIALES-LECTURAS POSCOLONIALES

2. Definiciones y problemas en la ―Izquierda Nacional‖………………...... 43


2.1 Juan José Hernández Arregui en Nacionalismo y Liberación…………. 50
2.2 Hernández Arregui y Dipesh Chakrabarty. Una lectura poscolonial de
Nacionalismo y Liberación:
a) Historicismo y Progreso.………………..….. 55
b) Historicismo y Nacionalismo.……………... 66

CAPÍTULO 3. EL PRESENTE DE NUESTROS PASADOS

3. A modo de Conclusión……..………………...…………………………..76

BIBLIOGRAFÍA……………………….…………………….…………………....80

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

Agradecimientos y prólogo

El primer trabajo que escribí y sentí como propio en mi carrera de estudiante,


fue el trabajo final para la materia Filosofía Argentina y Latinoamericana, en el año
2007. De ese trabajo titulado ―Discurso de un Hombre Invisible‖ a este Trabajo
Final de Licenciatura, podría decir que no hay un trecho tan largo. Y no sólo por la
similitud temática (aquel trabajo se interrogaba sobre la construcción de un
―nosotros‖ latinoamericano, tratando de hacer dialogar la idea de ―doble conciencia‖
de Arturo Roig, con los trabajos de Homi Bhabha sobre la identidad
colonizador/colonizado), sino más bien, porque aquel trabajo, era el primero en
cuatro años de estudiar filosofía (uno en la Universidad Nacional de La Plata, dos en
la Universidad de Buenos Aires, y el primero en la Universidad Nacional de
Córdoba) que se preguntaba desde y por la realidad argentina y latinoamericana,
haciendo hincapié en la historia del colonialismo. Seguramente no lo hacia con una
idea clara de que significara pensar ―para y desde‖ Latinoamérica, pero lo hacia
genuinamente, poniendo de relieve por primera vez la relación entre un problema
filosófico y una historicidad propia.
Este Trabajo Final de Licenciatura, es una forma mucho más elaborada y
acaba de esa misma intención, la pregunta por un problema filosófico cruzado,
intervenido por una historicidad especifica. Pero los cuatro años que median entre
ese trabajo y este, no significan un perfeccionamiento en la capacidad de elaborar,
comprender y presentar un problema filosófico, como tampoco el aprendizaje y la
posibilidad de definir con mayor o menor exactitud qué y cuál sea nuestra
historicidad propia. Lo que media en esos cuatro años, es la explicación de porque
se presentan juntos los agradecimientos con el prologo.
Se podría decir, que uno de los conceptos más relevantes que cruza mucho de
los contenidos de la materia Filosofía Argentina y Latinoamericana es el de ruptura.
Luego de cuatro años de formar parte de esa cátedra, de sus clases, de sus jornadas,
de su grupo de investigación, puedo decir, que esa cátedra fue, en el mayor y mejor
sentido de la expresión, una ruptura en mi carrera, y por continuidad inevitable, en
mi persona. Y por tanto, el primero y mayor de mis agradecimientos no puede ser
para otras personas que para Paola Gramaglia y Cristina Liendo. Pero no por

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haberme formado como estudiante, como investigador, como compañero de trabajo,


como docente (o algo camino a ello), sino como algo más fundamental y
trascendental, y que la manera más simple de llamarlo seria: un pensador
comprometido.
Eso es lo que media entre ese primer trabajo y este, entre el estudiante de hace 4
años y el de hoy. Entre el estudiante que sólo iba de la clase a su casa, y de la casa a
rendir, y del que hoy puede contar haber sido consejero de la Escuela de Filosofía,
militante de la Asamblea de Filosofía, militante del Centro de Estudiantes, y
consejero en el ―Honorable Consejo Directivo‖ de la Facultad, por la agrupación
estudiantil Desde Abajo y a la Izquierda.
Desde el momento en que uno decide estudiar filosofía hasta recibirse (y
supongo que hasta el fin de sus días) escuchará mil veces las preguntas ¿Para qué
estudias filosofía? ¿Qué haces con eso? ¿Para qué sirve? La primera vez que yo me
creí una respuesta a esas preguntas, fue cuando pasé por la cátedra de
Latinoamericana; y que luego fue madurando a través de la militancia estudiantil-
gremial y la académico-institucional, complementarias la una de la otra. No creo que
sea indispensable para todos pasar por estas experiencias, ni siquiera que a todos les
interese encontrar una respuesta a esas preguntas. Pero para mí, este trabajo, esta
investigación, sobre la historia de América Latina, sobre la Izquierda Nacional,
sobre las comprensiones del pasado y la interrogación del presente, desde distintas
perspectivas filosófico-políticas, no tendría ningún valor, ningún sentido, sin eso que
me ensañaron esas profesoras, esos compañeros de militancia, esas personas para las
cuales pensar, es siempre, actuar, participar, tomar posición, por esta realidad y su
futuro.
A ellos está dedicado este trabajo.

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Introducción

La investigación que desarrollamos a continuación, intenta poner en diálogo,


un objeto de estudio, a saber, la historiografía de la ―Izquierda Nacional‖ argentina,
con una perspectiva teórica de estudio, denominada perspectiva poscolonial.
Nuestra investigación se presenta entonces, dividida en dos partes, comenzando por
analizar la propia perspectiva de estudio elegida centrándose en las problemáticas
contemporáneas de la Filosofía de la Historia, para luego, en una segunda parte
proponer una relectura crítica de un clásico texto histórico-político como es
Nacionalismo y Liberación de Juan José Hernández Arregui, desde una perspectiva
poscolonial de estudio.
La primera parte se focaliza sobre la constitución de la Filosofía de la
Historia Moderna, entendiendo por ella, la concepción hegeliana, anclada en los
conceptos centrales de ―Historia Universal‖ y ―Progreso‖. Nos referimos al
tristemente célebre comienzo de las Lecciones sobre filosofía de la historia
universal, donde Hegel sentencia: ―La Mnemosine de la historia no dispersa su
gloria a los ingratos‖1. Es decir, para Hegel, América Latina se encontraba todavía
―fuera de la historia‖, por no haber desarrollado unas instituciones políticas y un
pensamiento filosófico que le permitieran insertarse en el movimiento progresivo
hacia la libertad, característico de la ―Historia Universal‖.2
Criticando esta concepción hegeliana, las perspectivas poscoloniales
conciben la Historia como el ―mayor mito de Occidente‖ 3, en su relación
constitutiva con la Razón y la racionalidad propia de la modernidad. Partimos por lo
tanto, de preguntarnos por la relación entre la Razón como Historia, la Historia
como ―Historia Universal‖, y las consecuencias de su proyección eurocéntrica en las
narraciones históricas de las colonias.
En este contexto, Ranajit Guha, integrante destacado en la formación de los estudios
poscoloniales, ha mostrado, ―a través de una confrontación critica con la filosofía de

1 Hegel abre su historia con un capítulo dedicado a la geografía, en donde se pone todo lo no-absolutamente
seleccionable, más todo lo que se declara como no-histórico, donde se coloca todo África, América y las islas
del pacifico.
2 Cfr., Castro Gómez, S, La poscolonialidad explicada a los niños, Ed. Universidad del Cauca, Colombia, 2005, pág.

15.
3 Young, R. “Nuevo recorrido por (las) Mitologías Blancas”, en Mezzadra, S, Estudios poscoloniales. Ensayos

fundamentales, Traficantes de Sueños, Madrid, 2005, pág. 199.

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la historia hegeliana, que la representación del proceso de globalización del espíritu,


que, para el filósofo alemán, constituye el criterio de racionalidad de la propia
historia se fundamenta en la institución de una frontera absoluta a la vez temporal y
espacial‖4. Esto significa que la línea de separación entre historia y prehistoria es al
mismo tiempo la línea de separación entre espacio de la civilización –Europa- y
espacio de la Barbarie –los pueblos por colonizar‖5.
Desde esta perspectiva, al cuestionar la relación constitutiva entre Filosofía
de la Historia y Modernidad, la crítica poscolonial que trabajamos, sitúa en el centro
de la discusión la ―historia de la expansión colonial”, no como una categoría de
episodio ―periférico‖, sino en su función constitutiva de experiencia de la
modernidad. Se pone en discusión así, por un lado la posibilidad de articular en
torno al espacio-tiempo de la ―Historia Universal‖ una imagen lineal y progresiva
del tiempo histórico. Y por otro, la confrontación entre la Historia y las historias,
como rasgo estructural del tiempo moderno que remite esta crítica a la práctica
historiográfica.
En esta dirección, nuestro análisis se sostiene en la delimitación de una
particular perspectiva poscolonial de estudio, que trata la dislocación o
desplazamiento epistemológico en la comprensión de la historia y la historiografía.
La condición de posibilidad de realizar estas dislocaciones y desplazamientos, está
sujeta a que nuestro recorrido contemple, las clausuras operadas hacia los saberes,
las historias y los sujetos, que están ligados a la gramática y la epistemología de la
Modernidad, a la disciplina histórica, a los discursos anticoloniales y nacionalistas; y
que se proyectan todavía sobre nuestra actualidad.
El diagnóstico compartido por estas distintas perspectivas, da cuenta que ―el
capitalismo global contemporáneo resignifica, en un formato posmoderno, las
exclusiones provocadas por las jerarquías epistémicas, espirituales, raciales/étnicas y
de género/sexualidad desplegadas por la modernidad. De este modo, las estructuras
de larga duración formadas durante los siglos XVI y XVII continúan jugando un rol
importante‖6. Teniendo estos presupuestos y discusiones como referencia, en este

4 Ídem, introducción, pág. 18.


5 Ídem, pág. 18.
6 Grosfoguel, R - Castro-Gómez, S, El giro decolonial: reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo

global, Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2007, pág. 14.

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trabajo sólo nos limitaremos al problema de la Historia, donde también se comparten


líneas similares. Primero, en la idea de que en la revisión de los discursos
anticolonialistas y nacionalistas de las elites nativas de los países colonizados, la
historiografía producida por esos sectores es continuadora del discurso colonial y
deudora de los mismos supuestos iluministas. Y segundo, que en términos generales
los discursos dominantes del Occidente Moderno generaron la marginalización de
otros conocimientos en el funcionamiento del colonialismo, y de su discurso
derivativo, el nacionalismo. A partir de este marco teórico es que intentaremos llevar
a cabo el estudio y análisis de Nacionalismo y Liberación de Juan José Hernández
Arregui, en la segunda parte de esta investigación.
En esta segunda parte, trabajamos específicamente sobre la propuesta de
Dipesh Chakrabarty, filósofo e historiador indio, cuya perspectiva, nos sirve como
hilo conductor, que conecta el planteo de la crítica poscolonial con los Estudios de la
Subalternidad; ya que para Chakrabarty los estudios de la subalternidad: ―bien
podrían ser vistos como un proyecto poscolonial de escritura de la historia‖ 7.
Para entender este punto, nos debemos remitir a los Estudios de la Subalternidad,
donde se presenta la confrontación entre dos tipos de historiografías: por un lado la
tradición historiográfica marxista inglesa, también llamada ―la historia desde abajo‖
y por el otro, una primera generación de historiadores indios de tradición también
marxista, pero en la cual el nacionalismo y el colonialismo son considerados como
principales categorías de investigación. No obstante, en la historiografía de esta
última tradición, Guha señala, cómo la elite política india había internalizado y
usado el lenguaje de la modernidad política, en una tendencia democrática, pero que
interactuaba al lado de relaciones no democráticas de dominación y subordinación.
Contra ambas perspectivas se opone la generación iniciada por Guha, que
Chakrabarty llama historiografía subalternista y que supuso necesariamente:
a) una separación relativa de la historia del poder desde cualquier historia
universalista del capital,
b) una crítica de la forma de la nación,

7Chakrabarty, D, “Una pequeña historia de los Estudios de la Subalternidad”, Anales de desclasificación.


Documentos complementarios, pág. 2 www.desclasificacion.org

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c) Una interrogación de las relaciones entre poder y conocimiento (por lo tanto, del
archivo en sí y de la historia como forma de conocimiento)‖.

Estas diferencias son las que, para el pensador indio, instalan una nueva manera de
teorizar la agenda intelectual para las historias poscoloniales y por las que
consideramos, resulta viable su tratamiento en esta investigación.
En la línea de las temáticas recién mencionadas, Chakrabarty sostiene la
hipótesis que, ―la historia autorizada por el imperialismo europeo y por el Estado-
nación indio funciona como una disciplina que potencia ciertas formas de
conocimiento a tiempo de debilitar otras‖8. Por lo tanto, se pregunta, si la historia
funciona como una disciplina que convierte ciertas formas de pensamiento y acción
en irracionales y subalternas, ¿no debería extenderse la crítica a las técnicas y
procedimientos que utiliza?, es decir, extender la crítica a la Historia como
disciplina y a la práctica historiográfica.
Si bien, a través de las críticas a la modernidad, las filosofías latinoamericanas9 han
dado cuenta de la primer crítica, la segunda es una cuenta pendiente todavía; por
tanto, nuestra hipótesis podría ser formulada en la siguiente pregunta: ¿Cómo se
reproduce esa crítica a la historiografía, a las técnicas y procedimientos que utiliza,
en la particularidad de los discursos nacionalistas y anticolonialistas, en América
Latina?
Responder esta pregunta nos llevará a analizar en qué medida las narraciones
del pensamiento histórico-político de la ―Izquierda Nacional‖10 se constituyen en el
registro de la ―Historia Universal‖ en los términos de la Filosofía de la Historia
moderno- eurocéntrica. Esto significa, narraciones que pueden concebirse dentro de
una Historia que tiene a ―Europa‖ como sujeto teórico privilegiado y al ―tiempo
histórico moderno‖ como tramas constitutivas. Específicamente en el trabajo se
analiza la inscripción de los discursos de la ―Izquierda Nacional‖, por considerar

8Chakrabarty, D, “Una pequeña historia de los Estudios de la Subalternidad”, Anales de desclasificación.


Documentos complementarios, pág. 3 www.desclasificacion.org
9 Véase por ejemplo, Roig, A, Teórica y critica del pensamiento latinoamericano, Fondo de Cultura Económica,

México, 1988.
10 Valga como primer acercamiento la siguiente definición: un conjunto de enunciados que proponían una

reinterpretación de la política, y con ella de la historia nacional; esta última se organizaba desde la refutación
tanto a la historiografía liberal mitrista y sus versiones de izquierda como el revisionismo oligárquico,
asumiendo una formulación antiimperialista y recurrentemente latinoamericanista fundada en la dupla
nacional-popular.

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que en la construcción de tales discursos encontramos ambas tramas histórico-


filosóficas: ―Europa‖ como sujeto teórico privilegiado y al ―tiempo histórico
moderno‖ como estructura temporal de esa Historia.
La perspectiva epistemológica de Dipesh Chakrabarty que utilizamos,
presentada principalmente en Al margen de Europa. Pensamiento poscolonial y
diferencia histórica11, nos sirve para mostrar las problemáticas mencionada en dos
relaciones específicas que se desenvuelven en torno a la tensión entre historia y
política:

a) Historicismo y Progreso
b) Historicismo y Nacionalismo

La intención de ubicar ―Europa‖ como sujeto teórico privilegiado de la


Historia y al ―tiempo histórico moderno‖ como tramas constitutivas en los discursos
propuestos nos desafía, primero, a poder delimitar una perspectiva de análisis, un
modo de abordaje y unas herramientas teóricas que nos permitan analizar los
discursos propuestos dando cuenta de su profunda conexión con la modernidad
eurocéntrica; segundo, sostener a través de la crítica poscolonial, que no se puede
simplemente abandonar los conocimientos ligados a la Modernidad, sino habitarlos,
y problematizarlos en sus contradicciones, ambivalencias e intersticios, como
fundamento para su re-escritura.

Por último, no quisiéramos dejar de aclarar los riesgos y por consiguiente los
desafíos que presenta este trabajo. En primer lugar, las teorizaciones poscoloniales
se encuentran en plena conformación y discusión a pesar de llevar ya casi tres
décadas en circulación. Es decir, si bien alrededor de ellas se han conformado
distintos grupos, como los Subaltern Studies, el Grupo Latinoamericano de Estudios
Subalternos, el grupo ―Modernidad/colonialidad‖12, su utilización debe dar cuenta de
las complejas y a veces problemáticas relaciones que mantienen entre sí. A su vez,

11 Chakrabarty, D, Al margen de Europa. Pensamiento poscolonial y diferencia histórica, Barcelona, Tusquets, 2008.
12 Para una definición del grupo “Modernidad/Colonialidad” ver: El giro decolonial: reflexiones para una diversidad
epistémica más allá del capitalismo global, (Comp.) Santiago Castro-Gómez y Ramón Grosfoguel, Bogotá: Siglo del
Hombre Editores; Universidad Central, Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos y Pontificia,
Universidad Javeriana, Instituto Pensar, 2007.

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en cada autor dentro de un mismo grupo, pueden diferir las herencias coloniales, los
contextos históricos, y las procedencias académicas. Estas diferencias, de vital
importancia para un pensamiento que se considera geopolítica e históricamente
situado, han llevado a muchos autores a desestimar por completo del uso de aportes
como los de Homi Bhabha, Gayatri Spivak, Eduard Said, y cualquier otro pensador
proveniente de una situación colonial diferente a la particular de Latinoamérica. En
el caso de ―lo poscolonial‖ estaríamos lidiando con un problema más grave que el de
la traducción de un autor a otro idioma o de la extrapolación y contextualización de
una teoría a otro contexto socio-histórico.
No obstante encontramos en los distintos estudios poscoloniales, un marco de
crítica a la Modernidad compartido, que nos permite trabajar desde un horizonte en
común. En este sentido, se plantea la comprensión de la ―Modernidad‖ como un
fenómeno de alcance global y no exclusivamente europeo; la centralidad de la
―colonización‖ en la configuración de la Modernidad haciendo referencia al proceso
de la expansión, explotación, conquista, colonización y hegemonía que constituyó la
―fachada‖, el ―afuera‖ constitutivo de la modernidad capitalista europea, y luego
occidental, después de 1492; la ruptura con una forma de pensamiento binario,
universalista y esencialista acompañado y sostenido en una narrativa maestra de la
Historia de Occidente impuesta violentamente y clausurando otras historias y
conocimientos; y por último, la continuidad de formas y dispositivos de dominación
que, transformaciones de por medio, se han perpetuado hasta el presente; y que nos
obligan a continuar una tarea de descolonización.
Además de esta caracterización, los estudios poscoloniales comparten como
herramientas teóricas y perspectivas de análisis, los planteos desarrollados por
Foucault, respecto a las relaciones de saber/poder, las configuraciones de la epistéme
moderna y su concepción del discurso, junto a una forma de análisis centrada en la
idea de genealogía. Desde este suelo en común, intentamos crear-pensar-practicar,
una crítica poscolonial: dislocaciones y desplazamientos desde los que podemos re-
leer nuestras historias desde temporalidades, historicidades y posicionalidades
situadas, diferenciales y específicas.
Sin desconocer las dificultades y complejidades que nos presentan los
estudios poscoloniales, nos parece más productivo y fértil avanzar en una

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comprensión de los pasados coloniales, donde lo importante no es tanto la


denominación de ―poscolonialismo‖, ―posoccidentalismo‖ o ―decolonialismo‖, sino
un proyecto más amplio de reflexión crítica sobre el colonialismo y los legados
coloniales, que no sólo afecte a los llamados países del Tercer Mundo, sino a todo el
planeta.
A esa reflexión se dedica este trabajo.

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CAPÍTULO 1
LAS HISTORIAS DE “LA HISTORIA”

1.1 Filosofía de la Historia y modernidad eurocéntrica.

Al comienzo de la introducción, dijimos que de la confrontación critica con la


―Historia Universal‖, cuya máxima expresión encontramos en la Filosofía de la
Historia hegeliana, se seguían dos confrontaciones, una con la imagen lineal y
progresiva del tiempo histórico y otra con la frontera temporal y espacial que
imponía esa ―Historia Universal‖. Estas dos consecuencias ponen en discusión, en la
narrativa lineal de la historia moderna, la posibilidad de resolver la tensión entre
Historia/historias y el origen de un ―movimiento de hibridación‖ al interior de esa
narrativa.
La intención de este apartado, es trabajar sobre el problema específico de la
temporalidad de la modernidad, en la narrativa histórica maestra de Occidente,
cuyos fundamentos son la idea de una ―Historia Universal‖, lineal y progresiva,
donde no queda lugar para ninguna otra/s historia/s. Ello lo haremos en los
siguientes pasos: a) la reconstrucción y problematización del planteo desarrollado
por Reinkhart Koselleck sobre la especificidad del tiempo moderno; b) el análisis de
las tesis sobre la filosofía de la historia de Walter Benjamin; y por último, c) el
análisis que presenta la crítica poscolonial, sobre las características que han definido
tanto a la Historia (disciplina) como a la Historiografía (saber y practica) modernas.
El punto de partida para el análisis de la temporalidad de la modernidad, es el
ensayo Futuro Pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, de R.
Koselleck, reconstruido brevemente y discutido a continuación. El desarrollo que
debemos comprender comienza por las ideas de ―fin del mundo‖ en el contexto de la
Reforma, que nos lleva a través de las categorías de ―espacio de experiencia‖ y
―horizonte de expectativas‖, a la conformación de una nueva temporalidad en el
Estado-Nación y la idea de Progreso como génesis de la Filosofía de la Historia, y
por el otro, la conformación de la Historia como ―singular colectivo‖.

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La pregunta inicial que nos brinda Koselleck es la siguiente: ―¿Qué nueva


cualidad ha adquirido el tiempo histórico que ocupaba aproximadamente el espacio
entre 1500 y 1800, y que además lo ha caracterizado como un espacio de tiempo
especifico?‖13 La pregunta apunta a develar un proceso que produce una
temporalización de la historia en cuyo final se encuentra aquel tipo peculiar de
aceleración que ―caracteriza a nuestros modernos‖; al decir del autor, estamos
preguntando, por la peculiaridad de lo que se ha denominado el principio de la
modernidad.
Para responder la pregunta es necesario un recorrido que tiene en cuenta los sucesos
socio-políticos desde la caída del Imperio Romano hasta la Revolución Francesa,
deteniéndose con particular interés en la época de la Reforma. A través de los
cambios que suceden a la largo de este periodo se hace comprensible la
particularidad que se busca en la transformación del tiempo histórico.
Hasta el siglo XVI, indica Koselleck, la historia de la cristiandad es una historia de
esperanzas, o mejor una espera continúa de los últimos tiempos por una parte y, por
otra, de la demora constante del fin del mundo, donde las figuras fundamentales del
tiempo final permanecían constantes, aun que cambiaran las situaciones. Koselleck
advierte que la Reforma trae consigo, en tanto que movimiento de renovación
religioso, todos los signos del fin del mundo. Los discursos de Lutero son el ejemplo
de la época, para él, el acortamiento del tiempo era un signo visible de la voluntad
de Dios de hacer irrumpir el juicio final. A este discurso, se contrapone el de
Robespierre, trescientos años después, en el cual Koselleck encuentra una
fraseología providencialista, donde el horizonte de esperanza, es decir, aquello que
definía la historia de la cristiandad, ha desaparecido: ―Ha llegado el tiempo de
llamar a cada uno a su verdadero destino. El progreso de la razón humana ha
preparado esta gran revolución y es precisamente a vosotros a quienes se os impone
el deber especifico de activarla‖ 14. La aceleración del tiempo para Robespierre es
una tarea de los hombres para llegar hasta el futuro dorado, la era de la liberta y la
felicidad. Ambas posiciones, aunque la revolución provenga de la Reforma, marcan

13 Koselleck, R, Futuro Pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Paidos, España, 1993, pág. 23
14 Ídem, pág. 25

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el principio y el fin del espacio temporal por el cual nos preguntábamos al


comienzo.
Para llegar a la pérdida del ―horizonte de esperanza‖ que encuentra Koselleck en las
palabras de Robespierre, debemos entender que la Reforma funciono como
destrucción de una tradición de la Iglesia, para la cual, el fin del mundo ha sido
siempre incluido en el tiempo como constitutivo para la Iglesia, se puede concebir el
fin del tiempo, sólo porque esta conservado desde siempre en la Iglesia. Y así, la
historia de la Iglesia es la historia de la salvación. Pero, ―…ni la iglesia ni los
poderes mundanos eran capaces de sujetar las energía que irrumpieron en el mundo
de Europa con Lutero, Zuinglio y Calvino‖ 15. Lo que había comenzado como una
guerra civil religiosa de los estamentos del imperio romano finalizo con la firma de
la paz por príncipes soberanos, antiguos señores de territorios emancipados. A la luz
de estas transformaciones, se pregunta Koselleck, ―¿Qué consecuencias tuvo la
nueva coordinación entre religión y política para la formación de la experiencia
moderna del tiempo?16 Un futuro nuevo y una concepción completamente diferente,
que se resume en los siguientes cuatro puntos: a) A partir del siglo XV se aplazará
cada vez más el esperado fin del mundo, b) La importancia del papel que desempeño
la astrología. El cómputo astrológico del futuro desplazó calculándolas, las
esperanzas escatológicas hacia un futuro cada vez más lejano. Finalmente, en las
expectativas respecto al fin se infiltraron determinantes aparentemente naturales, de
modo que le descubría al lector moderno un futuro enormemente interesante; c)
Separación de la historia sagrada, la humana y la historia natural. La historia
humana, considerada como tal, no tiene ninguna tarea, sino que es el campo de la
probabilidad y de la inteligencia humana. Salvaguardar la paz es tarea de los
Estados, no misión de un imperio. El descubrimiento de una historia humana que
prescinde de la historia sagrada y la legitimación del Estado moderno que sabe
moderar a los partidos religiosos ciertos de la salvación son uno y el mismo
fenómeno; d) la génesis del Estado absoluto va acompañada por una lucha sostenida
contra las profecías poéticas y religiosas de cualquier tipo. El Estado consigue, a la

15 Ídem, pág. 28
16 Ídem, pág. 28

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fuerza, convertirse en monopolio del dominio del futuro reprimiendo las


interpretaciones apocalípticas astrológicas.
En conclusión, es característico del siglo XVIII que se destruyeran las
interpretaciones del futuro, cualquiera que fuera su motivación. El Estado las
perseguía donde tuviera poder para ello; a la par, el cálculo político y la reserva
humanística trazaron un nuevo horizonte de futuro; en vez del esperado fin del
mundo se había abierto, de hecho, un tiempo nuevo y distinto. Al finalizar las
expectativas respecto a los últimos tiempos, surge entonces la pregunta contraria por
los proyectos de futuro, en dos tipos distintos, por un lado, el pronóstico racional, y
por otro, la Filosofía de la Historia. Llegamos así a la afirmación que nos interesa
comprender, dirá Koselleck:

―Quien liberó el comienzo de la modernidad de su propio pasado y también


abrió con un nuevo futuro nuestra modernidad fue, sobre todo, la filosofía de
la historia. Desde las sombras de la política absolutista se formo, primero
ocultamente y luego de forma abierta, una conciencia del tiempo y del futuro
que surgió de una arriesgada combinación entre política y profecía. Se trata
de una mezcla propia del siglo XVIII, entre pronostico racional del futuro y
esperanza cierta de la salvación, que forma parte de la filosofía del
progreso‖17

La cita nos acerca a la comprensión de la afirmación inicial según la cual decíamos,


que el tiempo especifico de la historia moderna es el tiempo homogéneo y vació,
secular, en el cual ―caben‖ todos los acontecimientos. Koselleck nos muestra ese
camino de secularización iniciado con la reforma, y que termina, con esta nueva
conciencia del tiempo y del futuro, producto de la reciente filosofía de la historia y
filosofía del progreso. Gracias a la expectativa de futuro creada por el progreso, el
―fin del mundo‖ no llega mas; es decir, el progreso despliega un futuro que va mas
allá del espacio de tiempo y experiencia natural, pronosticable y tradicional. El
futuro de este progreso, se caracteriza por dos momentos: primero, por la
aceleración con la que viene a nuestro encuentro y, segundo, por su carácter
desconocido.
El punto que nos importa es que el tiempo que se acelera priva al presente de la
posibilidad de ser experimentado como presente y se escapa hacia un futuro en el
que el presente, convertido en inexperimentable, ha de ser alcanzado mediante la

17 Ídem, pág. 36 (cursivas nuestras)

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filosofía de la historia. Por eso es necesario un pronóstico histórico que vaya más
allá de los pronósticos históricos de los políticos y que relativice, como si se tratara
de un hijo legítimo de la filosofía de la historia, el proyecto histórico-filosófico.18
Hasta aquí, se completa la primera parte del recorrido kollesekiano. La segunda,
relativa a la comprensión del proceso por el cual la Historia se convierte en un
―singular colectivo‖, es desarrollada inicialmente en el capítulo II de Pasado Futuro.
Comprender como la ―Historia‖ se convirtió en un ―singular colectivo‖,
implica entender la historia misma del concepto, en su transformación de ―Historie‖
–informe o narración de lo sucedido- a ―historia‖ –geschichte-; esta última se refiere
más bien, al acontecer que a su informe. Esto significa, una convergencia entre la
historia como acontecimiento y como representación, que preparo lingüísticamente
el cambio trascendental que condujo a la filosofía de la historia del Idealismo. En
forma resumida ―la historia como conexión de acciones se fusiono con su
conocimiento‖19.
Esa conexión conduce a un segundo punto de vista, dice Koselleck, ―de repente,
hemos hablado de la historia, de la historia misma, en un singular de difícil
significación sin un sujeto ni un objeto coordinados‖, y remarca, ―esta concentración
lingüística en un concepto no puede infravalorarse en absoluto”20 (cursivas mías)
La transformación que se da en esa concentración lingüística, nos lleva al concepto
que nos interesa llegar:

―la abundancia de significado y la novedad en aquel momento de la palabra


―historia‖ se basan en que se trata de un singular colectivo (…) Así pues, en
el ámbito de la lengua alemana estaban, en primer lugar, la historia y las
historias, formas plurales que remitirán a una cantidad correspondiente de
ejemplos individuales. Es interesante perseguir como se ha condensado la
forma plural de la ―historia‖ en un singular colectivo, de forma inapreciable
e inconsciente, y finalmente con la ayuda de numerosas reflexiones
teóricas‖21

18 En relación a la preocupación central de los Subaltern Studies por la iniciativa (agency) histórica negada a
los subalternos, es interesante prestar atención a la siguiente afirmación de Koselleck, que acompaña este
punto: la fijación de un estado final por parte de los que actúan (la conciencia de los actores se adhiere a un
“todavía no” finito, que posee la estructura formal de un deber perenne) se muestra como pretexto para un
proceso histórico que excluye la consideración de los participantes.
19 Ídem, pág. 50
20 Ídem, pág. 52
21 Ídem, pp. 52-53

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

Este singular colectivo posibilitó, entre otras cosas, que la historia adjudicara a
aquellos sucesos y sufrimientos humanos una fuerza inmanente que lo
interconectaba todo y lo impulsaba según un plan oculto o patente, una fuerza frente
a la que uno se podía saber responsable o en cuyo nombre se creía poder actuar. Este
uso histórico-lingüístico tuvo lugar en un contexto epocal; era el gran momento de
las singularizaciones, de las simplificaciones que se dirigían social y políticamente
contra la sociedad estamental: de las libertades se hizo la libertad, de las justicias la
justicia única, de los progresos (en plural), el progreso, de la multiplicidad de
revoluciones, La Revolución.
En conclusión, no es por casualidad que en el mismo decenio en el que comenzó a
imponerse el singular colectivo de la Historia, surgiera también el concepto de una
filosofía de la historia. Es la época en la que proliferaron las historias conjetúrales,
las hipotéticas, que iban a la zaga histórico-lingüísticamente, preparando la filosofía
de la historia para los investigadores de la historia. ―La historia y la filosofía de la
historia son conceptos complementarios, que hacen imposible emprender un
filosofar de la historia; concepción que desapareció por completo en el siglo XIX‖ 22
Detrás de la separación aparentemente sólo histórico-científica entre la
naturaleza y la historia, se nota decisivamente el descubrimiento de un tiempo
específicamente histórico. Si se quiere, se trata de una temporalización de la historia
que se diferencia de la cronología vinculada a la naturaleza. El descubrimiento de un
tiempo determinado sólo por la historia fue la obra de la filosofía de la historia de la
época mucho antes de que el historicismo usara este conocimiento. El sustrato
natural se fue perdiendo y el progreso fue la primera categoría en la que se abolió
una determinación del tiempo transnatural e inmanente a la historia. La filosofía, en
tanto que transponía la historia al progreso, de una forma singular y concibiéndola
como un todo unitario, privo inevitablemente de sentido al topos de la historia
magistral vitae, de allí concluye Koselleck: ―Tras todo lo que hasta aquí se ha
presentado: tras la singularización de la historia, tras su temporalización, tras su
prepotencia inevitable y tras su productividad, se anuncio un cambio de experiencia
que domina nuestra modernidad‖23

22 Ídem, pág. 59
23 Ídem, pág. 63.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

Este cambio de experiencia es el que conforma, a través de los puntos puestos


de relieve, el tiempo vacío y homogéneo, especifico de la modernidad, que se
inaugura junto a la filosofía de la historia, y a la idea de progreso.
Para complementar esta génesis desarrollada por Koselleck, podemos detenernos en
el articulo ―En torno al objeto de la ―historia de los conceptos‖ de Reinkhart
Koselleck‖, de Joaquín Abellán24, donde se dedica una sección al concepto de
progreso en el Diccionario ―Conceptos Básicos de la Historia‖ 25 . La acuñación del
concepto como tal, introduce Abellán, fue el resultado de un profundo cambio en la
experiencia (el que hemos explicitado párrafos atrás) en el que se incorporo una
referencia temporal explicita que no tenían los conceptos anteriores de progreso.
Esta dimensión de la temporalidad, de un antes y de un futuro distinto, está en el
núcleo del concepto de Progreso 26. Los textos de las fuentes que investiga Koselleck
le llevan a afirmar que el nuevo concepto abarca un conjunto de estructuras
modernas:
1-El progreso se refiere a una única humanidad (Menschheit) como sujeto que hace
su propia historia, convirtiéndose el progreso en un concepto de la filosofía de la
historia universal.
2-El progreso sigue estando referido, de todos modos, con frecuencia a algunos
sectores concretos o algún tipo de acciones concretas, en donde se pone de
manifiesto una tensión temporal: a cada ―antes‖ le corresponde un ―después‖ o algún
postulado para recuperarlo o superarlo. Progreso se convierte en un concepto de
partido o de acción.
3-El progreso mismo se llega a convertir en sujeto de sí mismo, con lo que el
movimiento queda referido a sí mismo. De esta manera, la expresión se sitúa en un
plano superior de abstracción y puede utilizarse ideológicamente por distintos
grupos que recurran al mismo concepto.
4-Aunque el término describa a veces un proceso hacia algo peor, por regla general
progreso significa un movimiento hacia algo mejor. Progreso se convierte casi en
un concepto religioso, de esperanza religiosa.

24 Abellán, J, “En torno al objeto de la “historia de los conceptos” de Reinhart Koselleck”, en Bocardo
Crespo, E, El giro contextual. Cinco ensayos de Quentin Skinner, y seis comentarios, Tecnos, Madrid, 2007, pp. 215-
248.
25 En el texto: Geschichtliche Grundbergriffe.
26 En el texto: Fortschritt.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

5-El progreso apunta hacia un movimiento que no se piensa en términos circulares,


al contrario que los modelos antiguos, que presuponían su repetibilidad. En el
lenguaje, el progreso tiene su concepto contrario en el retroceso, para la teoría
moderna del progreso afirma que los retrocesos siempre son más cortos que los
avances. El progreso tolera ciertamente discontinuidades, pero siempre se mueve en
una dirección lineal.
6-El objetivo final del progreso oscila entre conseguir la perfección final, que es
algo inalcanzable, o una permanente posposición en el tiempo, porque los objetivos
que el progreso tiene que alcanzar se conciben a su vez como progresivos. El
progreso se convierte en un concepto con una perspectiva temporal, y, hablando más
estrictamente, en un concepto para orientar o planear el futuro.
7-Progreso indica frecuentemente una aceleración que, a diferencia de la aceleración
física, sólo puede ser desencadenada y sólo puede hacerse consciente por fuerzas
históricas concretas. Cuando estas fuerzas se definen como ―progresistas‖, el
progreso se está convirtiendo en un concepto de legitimación histórica. 27

Estas características del concepto de progreso, están directamente


relacionadas con el tipo de Historia que se construyo en la modernidad, y que nos
interesa analizar. Desde la perspectiva poscolonial, este progreso de la ―humanidad‖
y de un ―sujeto que hace su propia historia‖, es entendido como la humanidad
europea del hombre blanco, y el sujeto privilegiado de la Historia Occidental. El
progreso como sujeto de si mismo que se sitúa en un plano superior de abstracción,
es el progreso ―universalizado‖ de la explotación colonial, su posibilidad de ser
trasladado a cualquier geografía sin perder legitimidad. El progreso que siempre se
mueve en una dirección lineal y hacia la perfección final, es el que permite marcar el
―atraso‖ de las otras culturas y la justificación de su conquista, ya que ―siempre se
va hacia adelante‖. Por último, cuando esta humanidad, este sujeto Europeo se
define como la encarnación de lo ―progresista‖, el progreso se convierte en un
concepto de legitimación histórica. Legitimación entonces de la Historia Moderna
Eurocéntrica y su superioridad frente a cualquier otra historia. Es justamente esta

27 Ídem, pp. 228-230

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

legitimidad de la Historia Moderna, lo que intentamos poner en cuestión, desde la


crítica poscolonial, a lo largo de esta investigación.

Del otro lado de la disciplina y la escritura, otro gran conceptualizador de la


especificidad del tiempo moderno, fue Walter Benjamín. En la mayoría de los
autores que recorren la perspectiva poscolonial, Benjamín aparece como referencia
ineludible para comprender la filosofía de la historia moderna y la idea de progreso.
La más famosa y certera de sus intuiciones, es seguramente, la plasmada en la tesis
XIII sobre el concepto de historia, en la cual afirma: ―La concepción de un progreso
del género humano en la historia es inseparable de la concepción del proceso de la
historia misma como si recorriese un tiempo homogéneo y vacío. La crítica de la
idea de este proceso debe construir la base de la crítica de la idea del progreso como
tal‖28.
Pero allende a esta consagrada afirmación, nosotros podríamos arriesgar otras más.
Por ejemplo, la tesis VI, donde Benjamin discutiendo la definición de Ranke sobre
la tarea del historiador, según la cual articular históricamente el pasado significa
conocerlo ―como verdaderamente ha sido‖, él contrapone que articular
históricamente el pasado significa ―adueñarse de un recuerdo tal como éste
relampaguea en un instante de peligro‖, lo que para Benjamin ha hecho
precisamente el materialismo histórico, ―fijar la imagen del pasado tal como ésta se
presenta de improviso al sujeto histórico en el momento de peligro. El peligro
amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a aquellos que reciben el
patrimonio. Para ambos es uno y el mismo: el peligro de ser convertidos en
instrumento de la clase dominante‖ 29. (Esta clase de peligro veremos más adelante,
es precisamente la que encontraremos en la crítica de Arregui a la ―historiografía en
letras de molde‖ que es siempre la de una clase social)
Para finalizar, lo que nos interesa de este recorrido genealógico, es ver cómo
se da en la constitución de la temporalidad moderna, la génesis simultánea de la idea
de Progreso y de una Filosofía de la Historia. Y más aún, las consecuencias que
tiene esta conjunción para la comprensión de la historia. Porque si la perspectiva

28 Benjamin, W, Conceptos de filosofía de la historia, Terramar, La Plata, 2007, pág. 73


29 Ídem, pág. 66

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

poscolonial pone el énfasis en la crítica a la filosofía de la historia de Hegel y su idea


de ―Historia Universal‖, lo hace, entendiendo que en este momento histórico
descripto por Koselleck, en el cual se da la conjunción del Estado junto a la idea de
progreso, es que tiene lugar la posibilidad de una Filosofía de la Historia que se
define junto a una Filosofía del Progreso, principalmente como Universal.
Hegel es el punto más acabado de esa filosofía de la historia, pero el comienzo, el
modo en el cual se construyo esta forma de pensar la historia, la temporalidad propia
de la modernidad, constitutiva de la ―Historia de Occidente‖ por venir, se constituyo
en relación a un otro, que fueron y son las colonias, y por tanto, la crítica no puede
quedar, como sucede en el mismo Benjamin o en el resto de la filosofía posmoderna
europea, en la crítica a la Filosofía de la Historia o la Historia Universal. Sino a la
relación entre la temporalidad de la modernidad proveniente de la conjunción
Progreso-Filosofía de la Historia, con la historia de la colonización.
De allí que el paso, necesariamente posterior, sea la discusión,
problematización y construcción de una perspectiva poscolonial, que ponga ―la
historia de la colonización‖ y su configuración, como eje de la crítica epistemológica
de los discursos históricos del nacionalismo. Sobre ello tratará el próximo apartado.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

1.2 Filosofía de la Historia y crítica poscolonial.

Comprender el planteo que realiza la perspectiva poscolonial, implica partir


de la siguiente premisa, la necesidad de romper con una forma de análisis centrada
en las oposiciones binarias y dicotómicas, y que a su vez, proponga una
comprensión distinta a la partición del tiempo entre un antes y un después del
colonialismo; y cambiarla por una perspectiva que nos permita releer el problema
del nacionalismo en otras coordenadas. En este sentido, nuestra afirmación central
sobre la que articularemos nuestra perspectiva, sostiene que: lo poscolonial, no
marca el fin del colonialismo, sino una época posterior al colonialismo, entendiendo
que el colonialismo es la división binaria entre colonizados y colonizadores. No se
trata del ―fin histórico‖ del colonialismo, sino de una época donde la comprensión
del colonialismo es posterior a la dicotómica entre colonizado-colonizador. Si bien
damos cuenta que las diferencias entre culturas colonizadoras y colonizadas siguen
siendo profundas, nunca funcionaron de un modo puramente binario, ni mucho
menos lo hacen ahora.
Dicho de otra manera, lo poscolonial, nos obliga en la actualidad a reinterpretar las
divisiones binarias como formas de transculturación, de traducción cultural,
abocadas a perturbar para siempre las divisiones binarias culturales del aquí y el allí.
Lo que intentaremos mostrar entonces es que el concepto de lo poscolonial
contribuye en enorme medida a poner en primer plano justamente esta doble
inscripción., que desmonta el interior/exterior claramente demarcado del sistema
colonial en el que se desarrollaron durante tanto tiempo las historias del
imperialismo y las narraciones del nacionalismo.
Se plantea entonces, una mirada retrospectiva del surgimiento de las
cartografías y fronteras modernas, que como hemos dicho, tiene su punto más alto,
en la filosofía de la Historia de Hegel. En ella, se fundamenta el principio temporal
que divide a la ―historia‖ de la ―pre-historia‖, y que permitía distinguir tanto a los
pueblos ―con historia‖ como a los pueblos ―sin historia‖, a su vez que calificarlos
entre ―atrasados‖ y ―adelantados‖, cultural, social y políticamente. A estas
distinciones sirvieron las cartografías espaciales y temporales, de cuya formación se
siguen dos consecuencias que debemos poner en su justo balance: a) la imagen

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

lineal y progresiva graficada en la idea ―primero en Europa y luego en el resto del


mundo‖; y b) Si la modernidad es el tiempo de la ―Historia Universal‖ la
confrontación entre ―historia‖ y ―pre-historia‖, no puede pensarse sino en términos
globales30.
Estas tensiones, son el núcleo de análisis de esta primera parte, cuyo
objetivo es definir y problematizar los lineamientos de una perspectiva poscolonial
de estudio y de una crítica poscolonial, que construimos a partir de dos
desplazamientos críticos. En este sentido, como afirma Sandro Mezzadra en la
introducción a Estudios Poscoloniales. Ensayos fundamentales, ―algunos estudios
poscoloniales, invitan a complejizar el propio marco analítico, considerando las
colonias como auténticos laboratorios de la modernidad y, por tanto, afinando
nuestra mirada sobre el movimiento inverso, de retroacción desde las propias
colonias sobre el sistema mostrando el carácter constitutivamente híbrido de éste‖31.
Para Mezzadra, la ―reclusión‖, verdadera clave ―epistémica‖ del proyecto colonial
de occidente, y de la resistencia a él, ya no organiza una cartografía capaz de
distinguir las metrópolis de las colonias, éstas estallan y se recomponen
continuamente a escala global. En este sentido lo poscolonial, marca también, la
discontinuidad poderosa, radical, y subversiva que introdujeron las luchas
anticoloniales haciendo añicos el tiempo ―homogéneo y vacío‖ que Benjamín
indicaba como la dimensión constitutiva del discurso histórico de Occidente, y desde
esta crítica, también del discurso Colonial.
Situarnos en una perspectiva poscolonial de estudio, desde esta
complejización y desde esta mirada de retroacción, implica partir de la afirmación
del fin de la era de los códigos binarios, que organizaba el espacio, el tiempo, y la
experiencia de las colonias, la cual ha sido sustituida gradualmente por un tiempo
―en el que lo distintivo es la mezcla y la hibridación‖. De esta hibridación parte la
concepción del tiempo poscolonial, en el cual, ―la experiencia colonial parece estar,
de manera simultánea, consignada al pasado y precisamente, debido a las

30 Ídem, pág. 19
31 Ídem, pág. 19

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

modalidades en las que se produce esta ―superación‖ instalada en el centro de la


experiencia (social) contemporánea‖32.
A través de la confrontación con la Filosofía de la Historia de Hegel, que
mencionamos párrafos atrás, Mezzadra, sostiene que dicha confrontación crítica,
aísla a la historia de la expansión colonial de una categoría de episodio periférico.
Este es el primer desplazamiento crítico, que configura nuestra perspectiva de
estudio: la narrativa de lo poscolonial, sitúa y entiende la ―colonización‖ de una
manera diferente.
Nos centramos a continuación, en dos comprensiones de lo poscolonial, que nos
permiten pensar el primer desplazamiento que hemos propuesto: la idea de que la
perspectiva poscolonial propone una relectura y una reinterpretación de la
Colonización y de la Modernidad.
Una primera compresión de lo poscolonial, parte del texto ―¿Cuándo fue lo
poscolonial? Pensar al límite‖; allí Stuart Hall, teórico cultural y sociólogo
jamaiquino, intenta despejar algunas dudas respecto de ciertas críticas al concepto de
―lo poscolonial‖. La primera apunta a la ambigüedad de lo poscolonial, entre marcar
la ruptura entre dos epistéme de la historia intelectual, o más bien si se refiere a ―las
cronologías estrictas de la historia tout court‖. La respuesta de Hall frente a esta
crítica, apunta a poder diferenciar una ―periodización poscolonial‖ de una
periodización poscolonial histórica. Respecto de esta última, señala que, no sólo que
definitivamente no es una periodización basada en ―etapas‖, sino que tampoco es la
preocupación por un tiempo de postdescolonización o de postindependencia. Pero,
en contraposición, tampoco se avanza mucho con decir que la periodización
poscolonial ―marca la proliferación de historias y temporalidades, la intromisión de
la diferencia y la especificidad en las grandilocuentes narraciones generalizadoras y
eurocéntricas posteriores a la Ilustración, la multiplicidad de conexiones culturales,
movimientos y migraciones laterales y descentrados, que forman el mundo en la
actualidad, a menudo sorteando los antiguos centros metropolitanos‖33. La cuestión
apuntaría más bien a no confundir en la crítica una categoría descriptiva con una

32 Mezzadra, S, y Rahola F, “La condición poscolonial. Unas notas sobre la cualidad del tiempo histórico en el
presente global”, en Mezzadra, S, (comp.): Estudios poscoloniales. Ensayos Fundamentales, Ed. Traficantes de
Sueños, Madrid, 2005, pág. 265
33 Hall, S, “Cuándo fue lo poscolonial? Pensar al límite”, en Mezzadra, S, (comp.): Estudios poscoloniales. Ensayos

Fundamentales, Ed. Traficantes de Sueños, Madrid, 2005, pág. 130.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

valorativa. Es decir, no se trata de utilizar lo poscolonial como una categoría


(histórica) con la cual pudiéramos clasificar/valorar sociedades ―coloniales‖ y
sociedades ―poscoloniales‖, o sociedades coloniales blancas y sociedades coloniales
negras, sociedades coloniales de periferia y sociedades coloniales de metrópoli. Sino
recordar que ―lo poscolonial‖, no opera independientemente, ―es de hecho un
constructo internamente diferenciado por sus intersecciones con otras relaciones en
desarrollo‖34.
En este sentido, es que lo poscolonial nos interesa, en tanto que mirada sobre los
discursos históricos, para la perspectiva de estudio que intentamos delimitar. Al
igual que Mezzadra en Hall, lo poscolonial, ―reinterpreta la ―colonización‖ como
parte de un proceso global esencialmente transnacional y transcultural -y produce
una reescritura descentrada, diaspórica o global de las grandilocuentes narraciones
imperiales de antes, centradas en la nación‖35. En la narración reorganizada de lo
poscolonial, la colonización toma el lugar y la importancia de un gran
acontecimiento histórico-mundial rompedor y de amplio alcance. Por tanto, lo que el
concepto podría ayudarnos a describir o a caracterizar es el cambio en las relaciones
globales que marca la transición de la época de los imperios a un momento de
postindependencia o postdescolnizacion; ayudarnos a identificar cuáles son las
nuevas relaciones y disposiciones del poder que están emergiendo en la nueva
coyuntura, teniendo en cuenta siempre que se trata de procesos en movimiento.
Ahora bien, la posibilidad de estas re-lecturas y re-localizaciones de la
colonización, no se da a partir de una actualidad histórica, en la cual lo poscolonial
nos situaría cronológicamente más allá de lo colonial. No es ―gracias‖ a esta
actualidad, según la cual viviríamos un tiempo pos-colonial, más allá de lo colonial,
que podemos reinterpretar ―globalmente‖ y por ende ―criticar‖ las narrativas
coloniales. Lo poscolonial, en la forma que lo presenta Hall, y que nos permite
pensarlo como un desplazamiento crítico, articula, siempre en tensión, un sentido
cronológico y otro epistemológico del término. La idea, es que en ninguna de sus
dos formas reducidas, sea en lo ―poscolonial‖ como periodización histórica o
epistemológica, la noción nos brinda su utilidad analítica. Por el contrario, lo que

34 Ídem, pág. 126.


35 Ídem, pág. 128.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

proponemos, es que diferenciar la noción de ―lo poscolonial‖ de los ―tiempos


poscoloniales‖, no debe llevarnos a la trampa de repasar la misma forma binaria en
la que el encuentro colonial ha sido representado durante tanto tiempo. En este
sentido, ―tiempos poscoloniales‖ no estaría marcando la división entre un
―antes/después‖, ni un ―aquí /allá‖, ni que lo ―global‖ es lo universal, sino que
marcaría, como hemos dicho, que lo ―poscolonial‖ no opera independientemente, y
por tanto, no todas las sociedades son poscoloniales en el mismo sentido, como
tampoco lo son sus temporalidades, sus historicidades, sus geografías, etc. Incluso
asumiendo la ambigüedad del término que algunas críticas ponen de relieve, Hall
defiende que no se trata, justamente, de señalar el cambio ocasionado por las luchas
anticoloniales en un ―antes‖ y un ―después‖, sino de reinterpretar estos binarios
como formas de traducción. El valor teórico de lo ―poscolonial‖, se encuentra,
precisamente, en su negación de esa perspectiva del ―aquí‖ y ―allí‖ y ―antes‖ y
―después‖, ―nacional‖ y ―extranjero‖, se trata de cómo las relaciones laterales y
transversales, suplementan y simultáneamente desplazan la oposición centro-
periferia, se refiere ―a las distintas maneras de ―poner en escena‖ los encuentros
entre las sociedades colonizadas y sus ―otros‖, en sus distintas maneras‖ 36. Lo
poscolonial marca así, una ruptura con la narrativa colonial de la modernidad, en la
cual lo temporal y lo epistemológico se entrecruzan, conformando la particularidad a
la que hacíamos referencia como eje de estas relecturas.
En esta periodización de lo poscolonial el elemento realmente distintivo,
sostiene Stuart Hall, ―es esta reformulación retrospectiva de la modernidad dentro
del marco de la ―globalización‖ en todas sus formas y momentos de quiebre; y en
donde a su vez, lo poscolonial ―marca una interrupción crítica en toda esa
grandilocuente narración historiográfica que en la historiografía liberal y en la
sociología histórica weberiana, así como en las tradiciones dominantes del
marxismo occidental, ha dado a esta dimensión global una presencia subordinada en
una historia que, en esencia, podía ser contada desde dentro de sus parámetros
europeos.‖37.38

36 Ídem, pág. 137.


37 Ídem, pág. 132.
38 En esta critica encontramos los puntos por los cuales, la revisión del concepto de “Progreso”, que hemos

realizado a partir de la reconstrucción histórica que desarrolla Koselleck sobre la “temporalidad de la


modernidad”, es necesario realizarla desde una perspectiva poscolonial, en la medida, en que esa

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

Además de esta mirada o reformulación retrospectiva, esta configuración


particular de ―lo poscolonial‖, que reconstruimos a través del texto de Stuart Hall,
posee otro aporte a este primer desplazamiento crítico que configuramos, pero
ahora situado sobre el eje de la ―violencia epistémica‖ 39.
Frente a la estructura temporal de modernidad que hemos definido, constituida por
las ideas de Progreso, de linealidad histórica, y las características del tiempo vacío y
homogéneo, el pensador jamaiquino, señala que desde el siglo XV en adelante no
hay ―ningún tiempo (occidental) singular, homogéneo y vacío‖, sino unas
temporalidades e historias diferenciales que han sido uncidas de manera irrevocable
y violenta, a través, de la tradición historiográfica occidental. Frente a ello, ―la re-
narrativización de lo poscolonial desplaza la ―historia‖ de la modernidad capitalista
de su centramiento europeo a sus dispersas ―periferias‖ globales‖40.
Ambas relecturas, nos sugieren nuevamente, la distinción entre lo ―poscolonial‖
como una categoría descriptiva y no una valorativa. En este sentido, lo poscolonial
describe el cambio en las relaciones globales que marca la transición de la época de
los imperios a los estados nacionales y postindependentistas y el cambio entre las
luchas anticoloniales y el presente, que como decíamos, ya no puede ser
representado dentro de una estructura binaria.
Si bien la narración de la historia en los términos de lo colonial se refiere a un
momento histórico especifico, la óptica en que nos sitúa lo poscolonial, advierte que
también fue ―una forma de orquestar o narrar una historia, y su valor como
descripción siempre estuvo enmarcado dentro de un paradigma distintivo teórico y
definicional‖.

reconstrucción parte de la formación del Estado durante los siglos XV al XVIII, y paralelamente del tiempo
especifico de la modernidad, sin salir de ese “global” eurocéntrico y esa “modernidad” eurocéntrica propias
de las narrativas modernas del Estado-nación y la Filosofía de la Historia, que estamos criticando.
39 El concepto de violencia epistémica pose más de un significado según el contexto o el autor que lo use; nos

referimos aquí en términos generales, a la significación inicial dada por Gayatri Spivak, en el clásico “¿Puede
el subalterno hablar?, allí la violencia epistémica se constituye en una forma de ejercer poder simbólico, y que
consiste en: “la alteración, negación y en casos extremos como las colonizaciones, extinción de los
significados de la vida cotidiana, jurídica y simbólica de individuos y grupos.” La violencia epistémica es una
forma de invisibilizar al otro, expropiándolo de su posibilidad de representación: la violencia se relaciona con
la enmienda, la edición, el borrón y hasta el anulamiento tanto de los sistemas de simbolización, subjetivación
y representación que el otro tiene de sí mismo, como de las formas concretas de representación y registro,
memoria de su experiencia.
En nuestra investigación la violencia epistémica toma la forma de la pregunta hecha por Edward
Said “¿quién tiene permiso de narrar?”.
40 Op. Cit. Hall, S (2005), pág. 132.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

Desde este paradigma, intentamos explicitar el alcance y sentido de las narrativas


históricas de la Izquierda Nacional a las que analizamos. Este carácter distintivo
teórico y definicional, indica que ciertos términos como ―imperialismo‖,
―colonialismo‖, ―dependencia‖, ―Tercer Mundo‖, tienen una carga de poder
epistemológico, conceptual y político, que nos advierte que cada uno debe
entenderse discursivamente, es decir, dentro del campo del Saber/Poder 41. No para
separar la colonización como sistema de gobierno, de poder y de explotación, de la
colonización como sistema de conocimiento y representación, otra forma de caer en
la trampa del binarismo, sino para mostrar que ―es debido a que estas relaciones, que
caracterizaron lo ―colonial‖, ya no están en el mismo lugar ni en la misma posición
relativa, que podemos no sólo resistirlas sino también criticarlas, reconstruirlas e
intentar ir ―más allá‖ de ellas‖42.
Una segunda comprensión de lo poscolonial, como aporte al análisis que
desarrollamos, con el objetivo de abordar distintas críticas a la Filosofía de la
Historia moderno-eurocéntica, lo encontramos en el artículo ―La condición
poscolonial. Unas notas sobre la cualidad del tiempo histórico en el presente global‖,
en el Federico Rahola y Sandro Mezzadra, proponen (así como Hall marcaba una
distinción entre lo poscolonial cronológico y lo poscolonial epistemológico) una
distinción entre la condición poscolonial, y el poscolonialismo, entendiendo este
último como un ―archivo foucaultiano en el que se depositan las imágenes, los
conceptos y las palabras, permitiendo una reconstrucción critica de los contornos de
nuestro presente‖43.
En este sentido, lo poscolonial produce al menos dos importantes aportes:
a) El primero consiste en mostrar en distintas variables la continuidad y
relación, entre anticolonialismo y poscolonialismo, o más bien, como por ejemplo,
los dispositivos de dominación coloniales se infiltran en los espacios metropolitanos
actuales, en procesos de hibridación característicos de este tiempo entre colonial y
poscolonial;

41 El poder, como ha demostrado Foucault, no es un atributo que se hallaría vinculado al Estado, sino una
relación de fuerzas que atraviesa tanto a dominantes como dominados. Las relaciones de poder no dependen
de la mala voluntad de nadie en particular pues a partir de la modernidad, el discurso y la verdad han estado
siempre indisolublemente unidos a ellas. Por eso no existe exterioridad alguna entre las formas del saber y las
estrategias de poder.
42 Ídem, pág. 137.
43 Op. Cit. Mezzadra, S, y Rahola F, (2005), pág. 263

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

b) El segundo, pone el acento sobre las rupturas, es decir, el poscolonialismo


sirve para marcar ―el carácter irreversible de la ruptura operada por las luchas
anticoloniales, con su dimensión inmediatamente global, en la historia
contemporánea‖, rupturas que han ―desarticulado la idea de que el tiempo y el
espacio de las colonias son cualitativamente ―otros‖ con respecto de la ciudad
metropolitana‖44.
Es importante en este punto, no confundir la crítica con la descripción.
Por un lado, se crítica en las narrativas coloniales, la idea de un tiempo distinto
entre las colonias y las metrópolis, tiempo conceptualizado ante todo en un ―antes‖ y
un ―después‖, utilizado para justificar el atraso cultural y el proyecto ―civilizatorio‖
de la conquista.
Por otro lado, se describe las características del tiempo de la globalidad, un tiempo y
un espacio compartidos, imaginados en la unidad del mundo de la globalización
neoliberal, distinto del ―mundo compartimentado‖ del colonialismo 45.
Frente a esta comprensión de lo poscolonial, la condición poscolonial,
aparece a nuestro entender como una toma de posición política que afirma el
“descubrimiento de la igualdad‖ como motor de cualquier insurrección. Esta
metáfora utilizada por Fanón en Los condenados de la tierra, daría cuenta para los
autores, que ―sólo se puede hablar de una condición poscolonial si se apuesta por la
persistencia, por el trabajo subterráneo, de este descubrimiento sobre la textura de la
globalización contemporánea‖46, que para ellos claramente sigue alimentando el
nuevo tipo de movimientos sociales en lo que solía llamarse el ―Tercer Mundo‖.
Ahora bien, desde esta toma de posición, según la cual, la condición poscolonial, es
la condición de una posibilidad de resistencia con las luchas vigentes del
anticolonialismo, en sus distintas formas actuales, los estudios poscoloniales nos

44 Ídem, pág. 266


45 Esta no-diferencia entre el tiempo y el espacio de las colonias con las metrópolis, nos puede permitir hacer
el paso de autores que piensan la metrópolis a autores que piensan la “colonia”. Puesto que esa “no-
diferencia” como problema epistemológico es producto de la hibridación en los tiempos históricos y los
espacios de experiencia, es justamente en los estudios poscoloniales donde podemos hacer las preguntas, por
un lado por la particularidad de las “colonias”, y por el otro, por los procesos de hibridación que muestran esa
continuidad a la que hacía referencia entre una experiencia colonial y nuestro presente. Esta perspectiva nos
abriría la posibilidad de pensar la situación de los Estado-nación poscoloniales, no como un después del
colonialismo, sino en estas continuidades y rupturas, que lo sitúan en un conjunto similar de problemáticas,
con los Estado-nación producto del imaginario del mundo globalizado neoliberal. Esto esta trabajado en el
articulo “Estados poscoloniales: litigio y sociedad política. Un dialogo entre Jacques Rancière y Partha
Chattarjee”.
46 Ídem, pág. 266.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

permiten volver sobre la herencia de las luchas anticoloniales. Pero no para


encontrar allí modelos acabados de teoría y acción política, sino para lograr un
conocimiento de la historia más allá de la ―historia de los ganadores‖ de la
―desdichada linealidad de la sucesión victoria y derrota‖. Entendiendo, que la
posibilidad de la liberación ya no depende más del funcionamiento secreto de unas
leyes históricas necesarias, que por tanto, es momento para poder abordar "los
materiales de desecho y los puntos ciegos, que proporcionan el legado que en la
actualidad tenemos que recuperar en los proyectos anticoloniales‖ 47.
Junto a esta distinción, ubicamos en estos autores también las problemáticas
de la violencia epistémica y la mirada retroactiva, en la medida en que comprenden
que desde la perspectiva poscolonial es ―imposible concebir la modernidad sin hacer
referencia a la violencia originaria, constitutiva de las colonias‖. Todos los intentos
de trazar una genealogía de las categorías a través de los cuales el discurso de la
diferencia se fija en la ciencia-raza-etnia-cultura conducen a esta relación
problemática entre violencia epistémica y modernidad.
Pero, nuevamente, no es solamente en la ―vuelta hacia atrás‖ en la mirada hacia el
pasado, donde se constituye lo poscolonial, como afirman Rahola y Mezzadra

―La importancia definitiva y decisiva del concepto de poscolonialismo sale a la


luz justamente al considerar la cualidad del tiempo histórico de nuestro
presente (…) [en un] doble gesto, hacia el pasado de la dominación colonial
que puebla el presente. Hacia el presente, sitiándolo con una crítica del
historicismo centrada en la posibilidad de ordenar de forma cronológica los
estratos de los que está compuesto el tiempo global (…) la imagen del presente
según la crítica poscolonial: una época en la que el conjunto de pasados con los
que el capitalismo moderno se topo en su camino reaparece de manera
desordenada, en una especie de ―exposición universal‖ 48.

En la cita encontramos, en su justa medida, el punto central del desplazamiento


crítico que queremos marcar, por un lado, en cuanto que la crítica de la Historia, nos
permite comprender los efectos del historicismo en los legados históricos recientes,
como el que constituye Nacionalismo y Liberación de Hernández Arregui; y por
otro, en cuanto que esos caminos, llamémoslos, pasados, culturas, sujetos,

47 Ídem, pág. 267.


48 Ídem, pág. 277.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

reaparecen en el presente obligándonos a una mirada crítica hacia la invisibilización


perpetuada por la modernidad sobre ellos, y a un análisis que ponga de relieve sus
relaciones de continuidad.
El último aporte, para comprender este primer desplazamiento crítico, nos
remite a la excelente introducción de Saurabh Dube al libro Pasados Poscoloniales.
Dube presenta la extensa introducción a Pasados Poscoloniales a través de los
siguientes apartados que pueden ayudar a orientarnos en las diversas aristas desde
las que se construye la perspectiva poscolonial. La división se realiza en: a)
momentos críticos, b) pasados en su lugar, culturas en su tiempo, c) categorías
críticas, d) lecturas del colonialismo, e) revisión de las naciones, f) refundición de
los márgenes, g) en casa y afuera, y por último, h) pasados poscoloniales.
No hace falta seguir este orden o división en particular, pero si nos parece,
interesante mencionarlos para complementar la perspectiva particular que venimos
construyendo, y a su vez, no dejar de mostrar las distintas direcciones, temáticas,
perspectivas, etc. que puede adquirir lo poscolonial.
Uno de los elementos sobre los que hemos hecho hincapié son las lecturas
retrospectivas y retroactivas, las interpretaciones que desde la perspectiva
poscolonial se realiza sobre la modernidad y el colonialismo, y cómo a su vez, esas
miradas nos posibilitan pensar la escritura de la historia desde otros presupuestos, o
más bien, sin pre-supuestos. En el apartado ―Lecturas del colonialismo‖ Dube,
explica cómo los trabajos presentados en el libro, realizan precisamente eso: ―una
revisión de las culturas coloniales, y relee las imaginaciones imperiales,
reconociendo que las complejas herencias –de complicidad conceptuales e
imperativos categóricos- de colonia e imperio forman parte en gran medida del aquí
y ahora (…) hablo aquí de las imaginaciones imperiales y construcciones coloniales
que perduran en las historias y en la histeria del nacionalismo hindú en la india, que
modulan los mitos y modelos de la hombría mestiza en México, que definen los
sueños y deseos del Eurocentrismo de los colonos en Argentina y que animan la
magia y los misterios de la nación multirracial en Brasil‖ 49.
Haciendo un poco de historia por los primeros desarrollos académicos que
empezaron a trabajar el colonialismo, tanto desde la antropología como desde la

49 Dube, S, “Introducción”, Pasados Poscoloniales, Colegio de México, México D. F, 1999, pág. 20.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

historia, nos damos cuenta cómo, en estas primeras investigaciones, el colonialismo


era visto ―como un paquete‖, una estructura sumamente articulada y un sistema
inherentemente coordinado de explotación económica, control social y dominación
política. En consecuencia, en estos análisis, sostiene Dube, la irrevocable trayectoria
del poder colonial impulsaba las acciones de los colonizadores en una dirección
definitiva, y la lógica forzosa de los procesos coloniales gobernaba la condición de
agente de las poblaciones colonizadas que se veían como colaboracionistas de la
autoridad imperial o que reaccionaban en contra de esta. En Pasados Poscoloniales
por el contrario, el colonialismo aparece más bien, como un ―proceso cultural
contradictorio, contestado y contingente –inherentemente modulado por el poder –
que se construye en el tiempo, caracterizado por intereses encontrados, energías en
lucha, agendas múltiples y recursos aportados en común por los agentes
coloniales‖50. Pero esto es sólo el comienzo de la torsión en la perspectiva de lo
colonial, que al día de hoy se ve entrelazada por nuevas historias, etnografías,
etnohistoria, antropologías, etc. Esto no para sostener la idea, a esta altura ya
familiar, de que el colonialismo no puede ser visto como una empresa monolítica,
como un proyecto sin fisuras y homogéneo; sino para mostrar las diversas formas de
intercambio y producción, entre metrópoli y colonia en los proyectos imperiales,
cómo se dieron paralelos, conexiones y complicidades, en el intento de disciplinar y
normalizar los grupos de súbditos en la nación de origen y los intentos por civilizar
y controlar las poblaciones de súbditos en las colonias.
Lo que nos interesa señalar es que estas lecturas sobre el colonialismo, no
vuelven para quedarse sólo en la crítica del ―colonialismo‖ y la ―modernidad‖, sino
que al hacerlo abren un abanico completamente nuevo de estudios, que abarcan
estudios de la colonización del espacio, la lengua y el cuerpo, análisis de escritos
europeos, discursos coloniales y representaciones imperiales; en temáticas tan
variadas como la sexualidad, la raza, el deseo, etc.
Esta descripción nos ayuda a profundizar y aclarar la idea presentada en
nuestra introducción que diferencia entre una perspectiva poscolonial de análisis de
una crítica poscolonial. Retomando lo trabajado, podemos decir que, si muchas de
las críticas realizadas contra la categoría de ―lo poscolonial‖, la entienden como una

50 Ídem, pág. 23.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

categoría critica, que ella sola, en el paroxismo de la ambigüedad y las múltiples


formas, pudiera dar cuenta de la relaciones de dominación en la actualidad de la
globalización, sean estas entendidas en tanto dispositivos disciplinarios,
normalización, imaginarios hegemónicos, etc.; o en su capacidad de deconstruir el
lenguaje y la teoría moderna eurocéntrica, junto a todas sus formas de ―violencia
epistémica‖, ―clausuras de sentidos‖, ―homogenización de discursos‖, etc., etc.
Cuando lo que nos interesa, y resulta provechoso, es una mirada que en su ―volverse
critica‖ produce los desplazamientos que nos permiten analizar y pensar, el
colonialismo y sus discursos históricos, a través de distintos registros e intersticios.
De estos desplazamientos y torsiones trata justamente el apartado, central a nuestro
juicio, titulado ―Refundación de los márgenes‖. La definición de ―márgenes‖ merece
ser citada en extenso por su sencillez y claridad:

―Los márgenes comportan designaciones geométricas y supuestos lógicos. Los


márgenes también son terrenos en disputa y categorías encontradas. Los
márgenes son atributos del espacio social, sus fines (…) En estas páginas, los
márgenes no se refieren solamente a pueblos desposeídos y grupos subalternos,
sino también a ámbitos de conocimiento humano y arenas de la empresa
histórica que han quedado subordinados por los esquemas académicos de las
ciencias sociales y normalizados por diferentes disciplinas en las humanidades
—estrategias y planos de conocimiento que de varias maneras han convertido
la diferencia crítica en una uniformidad atolondrante y transformado una
humanidad común en una alteridad exótica. En este libro, los márgenes son
terrenos fluidos que han llegado a ser plasmados como arenas cerradas —
calificadas de periféricas por estados de erudición, y postuladas como
incuestionables por razones de gobierno— pero también son fronteras porosas
que interrogan las afirmaciones centrales del conocimiento dominante y del
poder ilustrado (…) Pensar mediante los márgenes es a la vez una aventura
teórica y una empresa estratégica. Lo que está en juego aquí es la importancia
de leer y escribir en contra de planos ur (primordiales) de la explicación
histórica, que presentan el pasado —sucesos y épocas, edades y tiempos,
pueblos y lugares— como a la vez inherentemente irreversibles e
intrínsecamente repetibles.‖51.

Desde esta comprensión los márgenes no nos remiten solamente o únicamente a los
pueblos desposeídos o los grupos subalternos, son también una interrogación crítica
por los ―planos ur‖52 de la explicación histórica y por las afirmaciones centrales del

51Ídem, pág., 33.


52El sentido de esta expresión, en entiende a partir de las consideraciones de Foucault, M, en Nietzsche, la
Genealogia y la Historia. Dice allí Foucault: “¿Por qué Nietzsche genealogista rechaza, al menos en ciertas

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

conocimiento dominante y del poder ilustrado. De aquí nuestro esfuerzo, por pensar
y mostrar lo poscolonial, no como una categoría critica, ni una cualidad de sujetos o
pasados, ni una periodización histórica u epistémica, sino, insistir, que en tanto
perspectiva de estudio, que propone desplazamientos críticos, lo poscolonial, se
muestra como una aventura teórica y una empresa estratégica, que pone en juego, la
posibilidad de una relectura y reescritura de nuestros legados históricos, objetivo
principal de esta investigación.

ocasiones, la búsqueda del origen (Ursprung)? Porque en primer lugar [la búsqueda del origen] se esfuerza por
recoger allí la esencia exacta de la cosa, su más pura posibilidad, su identidad cuidadosamente replegada sobre
sí misma, su forma móvil y anterior a todo aquello que es externo, accidental y sucesivo. Buscar un tal origen,
es intentar encontrar «lo que estaba ya dado», lo «aquello mismo» de una imagen exactamente adecuada a sí;
es tener por adventicias toda las peripecias que han podido tener lugar, todas las trampas y todos los disfraces.
Es intentar levantar las máscaras, para desvelar finalmente una primera identidad. Pues bien, ¿si el
genealogista se ocupa de escuchar la historia más que de alimentar la fe en la metafísica, qué es lo que
aprende? Que detrás de las cosas existe algo muy distinto: «en absoluto su secreto esencial y sin fechas, sino el
secreto de que ellas están sin esencia, o que su esencia fue construida pieza por pieza a partir de figuras que le
eran extrañas”.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

1.3 Crítica Poscolonial y otras historias

¿Por qué releer la historia de la ―Izquierda Nacional‖ desde una perspectiva


poscolonial? ¿Por qué volver nuevamente sobre el tema del colonialismo, para
entender una historia que se escribió casi un siglo y medio después de la
independencia y el fin de las experiencias de conquista en Argentina? O en términos
más generales, ¿Por qué volver sobre el pasado haciendo hincapié en la historia del
colonialismo, su devenir y su presente? ¿En tanto que modelo interpretativo, que
aporte puede realizar la perspectiva poscolonial?
A través de las siguientes preguntas, nos interesa finalizar este capítulo,
reflexionando sobre la coherencia y fertilidad que nos puede brindar la perspectiva
poscolonial, además de en la critica a la filosofía de la historia moderna, en el
análisis de distintas narraciones históricas de América Latina. Nos interesa pensar en
los compromisos tanto teóricos como políticos y en la utilidad de dicha perspectiva
para este tipo de investigaciones.
En el indispensable y clásico ensayo titulado El lugar de la cultura, Homi
Bhabha, se pregunta:

¿Estamos atrapados en una política de combate donde la presentación de los


antagonismos sociales y las contradicciones históricas no pueden tomar otra
forma que un binarismo de teoría versus política? ¿El objetivo de la libertad de
conocimiento puede ser la mera inversión de la relación de opresor y oprimido,
centro y periferia, imagen negativa e imagen positiva? ¿El único camino que nos
queda para salir de ese dualismo es la afiliación a una oposicionalidad
implacable o la invención de un contra mito originario de pureza radical? (...) ¿El
lenguaje de la teoría es sólo otra treta de la élite occidental culturalmente
privilegiada para producir un discurso del otro que refuerce su propia ecuación
poder/conocimiento?53

A lo largo del desarrollo de los Estudios de la subalternidad, se han


producido cambios, tanto en lo temático como en lo metodológico y epistemológico,
que han girado principalmente, en torno a la re-definición de la categoría de
―subalterno‖ y su accionar en los discursos. Desde nuestra perspectiva, en estas
variaciones y reinterpretaciones que ha tenido el concepto de ―subalternidad‖ es

53 Bhabha, H, El lugar de la cultura, Manantial, Buenos Aires, 2011, pp. 39-41

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

donde se ha dirimido la pregunta por la relación entre teoría y política, que nos
formulábamos hace un momento. Por lo tanto, el segundo desplazamiento critico
que proponemos, puede ser presentado bajo la siguiente pregunta, ―Si continuamos
comprometiéndonos con un análisis emancipador, de abajo hacia arriba, y sin
embargo ya no podemos servirnos simplemente de uno de nuestros diversos
modelos interpretativos marxistas, ¿Cuáles son las alternativas? ¿Hay algún otro
modelo que nos pueda ser útil, o tenemos que abandonar la empresa por
completo?‖54.
Esta pregunta, es la que se realiza Florencia Mallon, en su intento por pensar la
relación entre los estudios de la subalternidad y la historia de América Latina, en el
ensayo, Promesas y dilemas de los Estudios Subalternos: perspectivas a partir de la
historia latinoamericana.
A partir de dicha pregunta, Mallon intenta, primero sentar una posición política y
académica sobre los estudios subalternos, para desde allí tratar de describir, analizar
y comprender su campo de acción, sus objetos de estudio y perspectivas de análisis.
En esta investigación hemos elegido el camino contrario. Luego de haber ido
elaborando una idea de cómo entender una perspectiva poscolonial de estudio, a
partir de ella intentamos construir una posición respecto de su relación con la
historia de América Latina, y el lugar que ocupamos los que la estudiamos, política
y académicamente. Puede parecer, a primera vista, que esta forma de presentar el
problema, vuelve a caer en la oposición dicotómica que criticamos y a la que hacía
referencia Homi Bhabha. Sabemos que a la hora de construir perspectivas de
estudio, este proceso es simultáneo, que no hay ni teoría pura, ni política pura. Pero
al privilegiar primero la construcción de la perspectiva de estudio por sobre la toma
de posición, queremos remarcar el punto, de que la perspectiva de estudio está
siendo ya una toma de posición; en especial frente a filosofías y teorías que se
piensan en su desarrollo y práctica ajenas a las relaciones de saber/poder que cruzan
los espacios académicos, los institucionales y sociales.

54
Mallon, F, “Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: perspectivas a partir de la historia
latinoamericana”, (1995) en Rodríguez, Ileana, Convergencia de Tiempos. Estudios subalternos / contextos
latinoamericanos. Estado, cultura, subalternida, Rodopi, Ámsterdam, Atlanta, EEUU, 2005, pp. 117-118.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

Como hemos dicho, la forma que ha tomado la pregunta por esta tensión
entre teoría y política, se resuelve en la transformación que ha sufrido la categoría de
subalterno, debemos detenernos pues sobre esta transformación.
La problemática central de la historiografía de la India colonial, que dio inicio a los
estudios de la subalternidad versaba, según Guha, sobre ―el fracaso de la nación para
hacer valer sus propios derechos‖ frente al colonialismo y ―la inadecuación de la
burguesía así como de la clase obrera‖. En sus primeras posturas, se seguía el intento
de Gramsci de ―descubrir a través de una comprensión de las prácticas e historias
subalternas, un potencial para construir un partido de izquierda que de verdad
condujera más que simplemente dominara, encauzando, comprendiendo e
incorporando energías y creencias populares‖ 55. Este intento de reconstruir un futuro
poscolonial, emancipador y hegemónico, era mas factible si se comprendían mejor
las tradiciones y prácticas subalternas, capaces de servir de base para construir
comunidades políticas alternativas que liberaran de verdad al ―pueblo‖. Para llevar
adelante esta alternativa ―se necesitaba saber, a través de la investigación, con qué
tradiciones contaban y no deducirlas simplemente de categorías marxistas‖. Por la
tanto, el grupo se dio a la tarea de recuperar prácticas, creencias y acciones
subalternas, a través del uso de nuevos documentos y especialmente de nuevos
métodos para interpretar los viejos documentos. Esta recuperación implicaba, como
subraya Gyan Prakash, una noción de ―recuperación del sujeto‖, en el intento de
restaurar la iniciativa histórica insurgente, ―pero con la dificultad de que, como
mostraban los estudios iniciales de Guha, la búsqueda subalternista de un sujeto-
agente humanista condujo con frecuencia al descubrimiento del fracaso de la
iniciativa histórica [agency] de los subalternos: el momento de la rebelión contiene
siempre dentro de sí al momento de la derrota‖56. Esto se daba tanto porque la
subalternidad, por definición, es la imposibilidad de autonomía, y porque al mismo
tiempo, la resistencia subalterna no sólo se opone al poder sino que también es
constituida por el poder. Ante estas dificultades, al igual que Mallon Prakash explica
que en el ―afán por recuperar al sujeto‖ los estudios de Guha se apoyaron en las

55Op. Cit, Mallon, F, (2001), pág. 124.


56Prakash, G, “Los estudios de la subalternidad como crítica poscolonial”, en Rivera Cusicanqui, S –
Barragán, R, (Et. Al.) Debates Post Coloniales: Una introducción a los estudios de la subalternidad, Ed.
Historias/Sephis/Aruwiyiri, Bolivia, 2003, pág. 299.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

lecturas de Saussure, Lévi-Strauss, Roman Jakobson, Roland Barthes y Michel


Foucault, a la hora de trabajar los registros coloniales.
Para ambos autores, las conclusiones son las mismas. El énfasis, el viraje hacia la
interpretación de textos, la semiótica, la crítica literaria y la deconstrucción de
textos, llevo a cuestionar dos suposiciones centrales para el propósito político del
grupo: a) que las prácticas subalternas tuvieran cierta autonomía respecto de la
cultura de elite; b) que la política subalterna tuviera unidad y solidaridad propias.
Esta situación deriva en la encrucijada que va desde los estudios de la
subalternidad a las perspectivas poscoloniales actuales, referida a la posición política
y académica que se debatía entorno a darle mayor énfasis al análisis de texto y la
relatividad de todo conocimiento, o privilegiar el estudio de la conciencia y acción
subalternas a fin de promover la lucha por una sociedad socialista y centrarse en la
política y en las interacciones de las elites y los subalternos a través del tiempo 57.
Este mismo problema, se dio en la recepción latinoamericana, que Mallon ubica en
algunas publicaciones de la Latin American Research Review entre 1990 y 1993, en
artículos de Gilbert Joseph, Richard Slatta y Patricia Seed entre otros. Sumado a su
vez el problema respecto ―al tipo de préstamo conceptual y metodológico que trae
consigo la aplicación de los Estudios de la Subalternidad en otros lados‖ 58.
Para Mallon muchos de los trabajos provenientes de esta primera recepción, tendían
a caer en la trampa metodológica, que se daba al desechar las tradiciones y obras
más tempranas como irrelevantes y anticuadas, pasando por alto importantes
indicios referidos al poder explicativo de la etnicidad, la raza, etc.; sólo porque la
corrección teórica que se acababa de descubrir decía que todo se reducía a la clase
social y el modo de producción. (Valga como ejemplo, la aparición e importancia en
esas décadas de la Teoría de la Dependencia).
El intento de pensar a través de las confrontaciones locales llevó a estas
generaciones latinoamericanas, a los mismos interrogantes que iniciaron los estudios
de la subalternidad en India, ―¿Había una alternativa frente al método de deducir la
conciencia subalterna de categorías teóricas? ¿Qué alternativas podían remplazar a

57 Gayatri Spivak a dicho al respecto: Las identidades y la conciencia subalternas siempre estarán un poco
fuera de nuestro alcance, resistiendo los intentos de encajarlas dentro de una narrativa lineal. Pero los
historiadores tienen que persistir en sus esfuerzos por recuperar la subjetividad subalterna, aunque sepan que
es una tarea en último término imposible.
58 Op. Cit. Mallon, F, (2001), pág. 133

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

los paradigmas políticos y académicos existentes?‖ 59. Con estas preguntas se llegaba
al mismo punto al que habían arribado los estudios de la subalternidad en su
vertiente india, una tensión entre técnica y política, entre teoría y política, donde ni
siquiera técnicas como la ―lectura a contrapelo‖ inauguradas por el equipo de Guha
y practicada también por el GLES, podían resolverla. Tensión, que se acentuaba
cada vez mas entre un interés más literario, posmoderno, en los documentos como
textos construidos, frente a un interés más historiográfico de leer los documentos
como ―ventanas‖ a la vida de la gente.
Este extenso recorrido por la historia del GLES y de los Subaltern Studies,
nos sirve para comprender la actualidad de la tensión entre teoría y política, entre
técnica y política, que todavía nos sigue interrogando. En el contexto de esta tensión,
es donde ubicamos nuestro segundo desplazamiento crítico, con la intención de
seguir preguntándonos por lo subalterno, pero no ya, en la búsqueda de un sujeto y
una agencia subalterna como hemos dicho párrafos atrás, sino en una reformulación
donde se presta más atención a la emergencia de la subalternidad como un efecto
discursivo, ―donde la subalternidad ya no aparece fuera del discurso de elite como
dominio separado, incorporado en una figura dotada de voluntad que los dominantes
suprimen y dominan, pero no constituyen‖60. Se refiere en cambio ―a la
subalternidad como una posición de crítica, como una recalcitrante diferencia que
surge no fuera sino dentro del discurso de la elite para ejercer presión sobre las
fuerzas y formas que la subordinan‖.
Esta transformación nos permite pensar la pertinencia y el interés de esta
investigación en los estudios de la subalternidad y en la actualidad de lo poscolonial
para América Latina, ya que esta reubicación de la subalternidad en el accionar de
los discursos dominantes, en sus intersticios y laberintos 61, conduce necesariamente
a una crítica del Occidente Moderno, en la medida en que comprendemos que, si la
marginalización de ―otras‖ fuentes de conocimiento e iniciativa ocurrió en el

59 Ídem, pág. 137


60 Op. Cit. Prakash, G, (1997) pág. 303
61Sobre este punto, Gyan Prakash hace la siguiente aclaración: “Resulta tentador, aunque inexacto,

caracterizar este desplazamiento como si fuera un abandono de la búsqueda de grupos subalternos, en aras
del descubrimiento de discursos y textos. Pese a que algunos estudiosos han rechazado la posibilidad de un
rescate positivista de los subalternos, la noción de una heterogeneidad radical –ya no que no autonomía- de
los subalternos con respecto al mundo dominante, continua siendo decisiva. Es sin embargo evidente que los
estudiosos localizan esta heterogeneidad en los discursos que se entretejen con las estructuras dominantes y se
pone de manifiesto en el propio funcionamiento del poder”.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

funcionamiento del colonialismo y de su discurso ―derivativo‖, el nacionalismo,


entonces el arma de la crítica debe apuntar contra Europa y contra los modos de
conocimiento que Europa instituyó.
Es en este contexto que surge cierta convergencia entre los Estudios de la
Subalternidad y la crítica poscolonial, y que particularmente sirve a esta
investigación, en la medida en que nos permite sostener que la relectura que
haremos de Nacionalismo y Liberación, no se asienta en la intención de rescatar
ninguna historia, agencia o sujeto subalterno, sino más bien, mostrar que la
subalternidad como posición de crítica también se ejerce al interior de los discursos
de la elite. En otras palabras, trabajar con y sobre la subalternidad, no implica
necesariamente volcarse a registros, archivos o fuentes ―marginales‖, con la creencia
de que allí podría encontrarse una suerte de voz oprimida y clausurada del
subalterno. Esto es lo que hemos intentado demostrar en el recorrido trazado por los
estudios de la subalternidad, por la tensión entre técnica y política, entre
deconstrucción e historiografía.
Sostenemos, por tanto, que comprender la subalternidad como un efecto discursivo,
nos permite, en tanto que desplazamiento crítico, reconocer que las críticas hacia el
Occidente Moderno ―no se limitan a señalar la trayectoria colonial de explotación y
enriquecimiento, se extiende a sí mismo al conocimiento disciplinario y sobre todo a
los procedimientos que autoriza la disciplina de la historia‖.
Profundizando en esta línea, podemos marcar cuatro aspectos que se ponen
de relieve desde esta posición de subalternidad, respecto del conocimiento en
general, y que han estado entre líneas a lo largo de todo este capítulo:

a) Que la crítica a las diversas disciplinas, se dio en el marco de repensar


radicalmente el conocimiento y las identidades sociales autorizadas y creadas por el
colonialismo y el dominio occidental;
b) Que el propio aparato crítico de la crítica poscolonial se encuentra comprometido
luego de haber sido trabajado por el colonialismo;
c) Que los esquemas históricos marxistas universalizaban la experiencia histórica
europea y;

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

d) Que la relación entre los estudios subalternos y la crítica poscolonial debe ser
ubicada en este proceso complejo y forzado de reelaboración del conocimiento,
atendiendo a que la crítica poscolonial surge en los intersticios de las disciplinas de
poder/conocimiento, como una posición intermedia, híbrida, de práctica y
negociación62.

Como sostiene Homi Bhabha, ―un discurso crítico no produce un objeto


político nuevo ni un nuevo objetivo ni un nuevo conocimiento, lo cual es
simplemente un reflejo mimético de un principio político a priori o compromiso
teórico (…) El idioma político de la crítica es efectivo no porque mantenga por
siempre separados los términos del amo y el esclavo, el mercantilista y el marxista,
sino en la medida en que supera los campos dados de la oposición y abre un espacio
de traducción‖63
En los términos de nuestra investigación, esto significa que no se trata de encontrar
ni una política nueva, ocultada y oprimida en algún discurso histórico
subalternizado, ni una teoría nueva capaz de revelarnos el axioma crítico con el cual
depurar la Historia y la Filosofía de la Historia, de sus supuestos epistemológicos
eurocéntricos.
Entonces, ¿Por qué releer la historia de la Izquierda Nacional desde una
perspectiva poscolonial? ¿En tanto que modelo interpretativo, que aporte puede
realizar la perspectiva poscolonial?
Si nuestro análisis ha sido valido podemos afirmar que los desplazamientos
realizados por la perspectiva poscolonial desarrollada, nos permiten, por un lado
ubicar las narraciones históricas del nacionalismo y el anticolonialismo, por fuera de
la oposición dicotómica fundante entre colonizado/colonizador en las cuales han
sido comprendidas e interpretadas; y por el otro, estudiarlas en contraposición a la
universalización de ―Europa‖ mediante la representación de las historias como una
única ―Historia Universal‖.

62 Como referencia se menciona el concepto de “catacresis”: reversión, dislocación y apropiación del aparato
codificación del valor.
63 Op. Cit. Bhabha, H (2011), pág. 45.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

En este sentido, a lo largo de este capítulo hemos trazado un diálogo crítico entre lo
poscolonial y la Filosofía de la Historia, a partir de dos desplazamientos críticos que
podemos resumir de la siguiente manera.
Lo primero es el giro y desplazamiento que hemos marcado en un amplio abanico de
críticas a la ―Historia Universal‖ de Occidente, con el cual la crítica poscolonial

―excava en la historia del colonialismo no sólo para documentar la crónica


de su dominación sino también para identificar sus fracasos, silencios e
impasses; no sólo para registrar la trayectoria de los discursos dominantes
sino para encontrar aquellas posiciones (subalternas) que podrían no estar
siendo debidamente reconocidas ni nombradas, tan sólo normalizadas. El
objetivo de tal estrategia no es desenmascarar los discursos dominantes
sino explorar sus fallas geológicas con el fin de brindar recuentos
diferentes, describir historias que se revelan en las grietas de la arqueología
colonial del conocimiento‖. 64

En segundo lugar, que la crítica poscolonial, en tanto que efecto discursivo, se


convierte en una práctica ambivalente ―entre la historiografía tradicional y sus
fracasos (…) que se aferra a los silencios y a los momentos aporéticos del discurso,
pero no para celebrar la polifonía de las voces nativas ni para privilegiar su
multiplicidad. Antes bien, su argumento central es que el funcionamiento del poder
colonial era heterogéneo con respecto a sus oposiciones fundantes (…) Los
discursos coloniales funcionaron como la estructura de la escritura, pero la
estructura de su enunciación siguió siendo heterogénea con respecto a las
oposiciones binarias que dichos discursos instituyeron‖ 65.

Por último, como veremos en la segunda parte de la investigación, si bien los


discursos coloniales a los que se refiere Prakash, caen bajo la misma crítica que la
elaborada por Dipesh Chakrabarty. Ambos coinciden en que es algo prematura la
celebración de los Estudios de la Subalternidad como caso exitoso de
descolonización del conocimiento. Para Chakrabarty ―en lo que concierne al
discurso académico de la historia, es decir, la historia como discurso que se produce
en el espacio institucional de la universidad- Europa continúa siendo el sujeto
teórico soberano de todas las historias, incluyendo aquellas que llamamos indias,

64 Ídem, pág. 307


65 Ídem, pág. 310 (Cursivas mías)

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

chinas, kenyanas, etc. Hay un modo peculiar en el que todas estas otras historias
tienden a convertirse en variaciones de una narrativa maestra que podía ser llamada
la historia de Europa‖66.
Atendiendo a las dificultades que han tenido las primeros estudios de la
subalternidad que hemos comentado, y el recaudo que plantean tanto Prakash como
Chakrabarty, es que creemos necesario, en primera instancia, este trabajo crítico y
deconstructivo sobre la Historia y la Historiografía, desde la subalternidad entendida
como la posición crítica que hemos venido desarrollando.
Los párrafos que siguen apuntan a trabajar sobre ―el reconocimiento de que la
historia del tercer mundo está condenada a conocer Europa como el hogar original
de lo moderno, mientras que la historia europea no comparte una situación
comparable en relación a los pasados de la mayor parte de la humanidad‖ 67, tal
reconocimiento sirve ―como condición para un pensamiento deconstructivo de la
historia‖, en el marco de una estrategia que aspira a encontrar en el funcionamiento
de la historia como disciplina la fuente para otras historias.

66 Chakrabarty, D, “Una pequeña historia de los Estudios de la Subalternidad”, Anales de desclasificación.


Documentos complementarios. www.desclasificacion.org
67 Op. Cit, Prakash, G, (1997), pág. 313.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

CAPÍTULO 2.
ESCRITURAS COLONIALES-LECTURAS POSCOLONIALES

2. Definiciones y problemas en la “Izquierda Nacional”.

Comencemos esta segunda parte recordando el objetivo, la pregunta, que nos


propusimos en la introducción y que será el eje de las líneas que siguen: ¿Cómo se
reproduce la crítica a la historiografía, a las técnicas y procedimientos que utiliza,
en la particularidad de los discursos nacionalistas y anticolonialistas, en América
Latina? Para responder esta pregunta, nos fue necesario el recorrido por la primera
parte de esta investigación, donde cuestionamos y analizamos la Historia como
disciplina, y los supuestos epistemológicos de la modernidad en los que esa
disciplina se funda. La intención ahora, será mostrar las implicaciones de ese
análisis sobre el registro de la historiografía argentina de la Izquierda Nacional. Ver
en qué medida la herencia colonial latinoamericana, en especial los discursos del
pensamiento político latinoamericano pueden concebirse dentro de una Historia que
tiene a ―Europa‖ como sujeto teórico privilegiado y al ―tiempo histórico moderno‖
como tramas constitutivas. Y a su vez, analizar cómo a través de ambos elementos,
se determinan unas categorías, metodologías y tensiones, propias tanto del discurso
del colonialismo y del nacionalismo, definidas en torno a esa Historia. Nos
centramos para realizar este objetivo, en dos tensiones específicas: historicismo-
progreso e historicismo-nacionalismo.

No podemos comenzar, sino por preguntarnos como se compone la Izquierda


Nacional y cuál es su registro historiográfico. Pero la pregunta por una
caracterización de la Izquierda Nacional, tiene más de un inconveniente y varios de
ellos, muy serios. En casi toda la bibliografía especializada consultada, el único
acuerdo gira en torno a la improductividad y la dificultad de comprender a la
Izquierda Nacional como una corriente demarcada y unificada. A partir de allí, que
lo necesario antes de abordar la pregunta por el qué, sea proporcionar un criterio
para trazar las contornos de aquello que denominaremos ―Izquierda Nacional‖.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

Un primer criterio refiere a la participación de los distintos pensadores en la vida


política y cultural de su tiempo. Desde esta perspectiva, se trataría de separar no
tanto entre las diferencias de escritura y temáticas historiográficas, sino de la
participación en distintas revistas de la época, agrupaciones políticas e incluso
partidos y cargos en el Gobierno. En este sentido, se podría dar una definición
inicial, en los términos que la realizan F. Devoto y N. Pagano, en Historia de la
Historiografía Argentina68; para estos autores, la izquierda nacional es ―una dilatada
y compleja corriente político-intelectual en la que convergen diversas vertientes
conformadas a su vez por grupos y subgrupos que han diseñado diversas
interpretaciones del pasado, no infrecuentemente antagónicas entre si‖ 69. Pero de la
cual, más allá de las distintas autopercepciones de sus integrantes, es posible
identificar algunos factores objetivos tales como marcos conceptuales, tópicos,
problemáticas, que delinean los albores de una tradición reconocible más allá de
climas políticos intelectuales, influjos, trayectorias individuales y fragmentaciones
sectoriales. Es decir, se trataría de separar por el lado de las diferencias político-
biográficas, para unificar por el lado de los componentes teóricos, en especial, un
factor constitutivo central relacionado específicamente con la vertiente marxista,
que cruzaría a toda la Izquierda Nacional.
Otro criterio, es el elegido por Néstor Kohan, en De Ingenieros al Che. Ensayos
sobre marxismo argentino y latinoamericano 70, donde se propone entender a este
recorte de la izquierda en contraposición a la izquierda tradicional del revisionismo
de los años 30, identificada con el anarquismo, el comunismo y el trotskismo. En
este caso la ―nueva izquierda‖ de los años 60, abarcaría indistintamente a Jorge
Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrós, Rodolfo Ortega Peña, L. Eduardo Duhalde,
Juan José Hernández Arregui, John William Cook y Alicia Eguren. Una
comprensión similar propone Norberto Galasso, en su Aportes críticos a la historia
de la izquierda argentina71, al definir un ―sentido amplio‖ de la izquierda nacional,
que incluiría a todos los recién mencionados por Kohan.

68F. Devoto y N. Pagano, Historia de la Historiografía Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 2009.
69 Ídem, pág. 287.
70 Kohan, N, De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino y Latinoamericano, Ed. Biblos, Bs As, 2000.
71 Galasso, N, Aportes críticos a la Historia de la Izquierda Argentina. Socialismo, peronismo e izquierda nacional, 1T,

Buenos Aires, Ed. Nuevos Tiempos, 2007

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

Una perspectiva distinta propone Hugo Chumbita en ―Patria y Revolución: la


corriente nacionalista de izquierda‖72, donde nacionalismo de izquierda es sinónimo
de izquierda nacional. En este caso la delimitación se hace en base a los autores que
se reconocían como marxistas, y cuyo pensamiento se inscribe en la confluencia de
dos tradiciones ideológicas diferentes, el nacionalismo y el marxismo.
Ante esta problemática, una solución, nada maravillosa, pero efectiva, consiste en
definir primero el objetivo al cual responde nuestra delimitación, y avanzar sobre la
caracterización desde ese objetivo.
Como hemos propuesto líneas más arriba, la intención de nuestra investigación, se
dirige a cierta estructura temporal y a unas tramas constitutivas y categoriales, que
vayan más allá de ciertas particularidades de la vida política de los autores que
estamos pensando. Esto no significa que esa vida, y esas determinaciones políticas,
culturales y biográficas no influyan en la construcción de los relatos y discursos
históricos que nos interesan, nada más alejado de la verdad. Pero lo que si
podríamos decir, es que, al enfocar nuestro análisis en las temáticas de la
―linealidad de la historia‖ y la categoría de progreso, estamos apuntando a una
generalidad que cruza la producción historiográfica de toda la izquierda.
A la luz de esta intención, nuestros criterios sobre qué sea la Izquierda Nacional,
podrían ser otros, que no precisamente quienes la integran o que participación
política han tenido esos integrantes. En este sentido, nuestro criterio parte de un
primer problema que responde a la construcción de la historia universitaria posterior
a 1984, que se priva de un escrutinio real del pasado historiográfico reciente. Desde
este punto, compartimos la estrategia llevada adelante por Omar Acha, en Historia
Crítica de la Historiografía Argentina. Vol. I: Las Izquierdas en el siglo XX 73; para
el cual, los años ―setenta‖ son ―totalizados como testimonios de los excesos de la
política revisionista o marxista sobre la historiografía‖, razón de la ―ausencia de una
obra integral de historia de la historiografía‖ sobre este periodo 74. Para Acha,
construir esa historia de la historiográfica implicaría una nueva perspectiva crítica.
Creemos que esta investigación, más que resignificar la obra de un autor, o dar una

72 En Bigiani, H y Roig, A (directores) El pensamiento alternativo en la argentina del siglo XX, Tomo II, Ed. Biblos,
Buenos Aires, 2006, pp. 77 – 100.
73 Acha, O, Historia critica de la historiografía argentina. Vol. 1: Las izquierdas en el siglo XX, Buenos Aires,

Prometeo, 2009
74 Ídem, pág. 14.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

nueva mirada sobre la Izquierda Nacional en cualquiera de sus variantes, intenta


contribuir a la creación de esa nueva perspectiva crítica. De allí, nuevamente, el
paso por alto de una definición estricta sobre la ―Izquierda Nacional‖.
Desde esta mirada general sobre las condiciones de una historiografía escrita desde
las izquierdas, es interesante ver como al margen de interpretaciones especificas
sobre el Yrigoyenismo, el Peronismo, el ingreso de los inmigrantes y con ellos las
perspectivas comunistas, anarquistas y trotskistas, el viraje político de ciento
ochenta grados en la realidad nacional a partir de los distintos Golpes de Estado,
etc.; se puede notar que el cambio histórico-social argentino promueve perspectivas
históricas, imponiéndoles un encuadre a los interrogantes históricos a destacar. Es
decir, como sostiene Acha, ―en el mediodía del siglo XX, el peronismo instituye una
nueva estación del pensamiento histórico, pues la peronización de la clase obrera
refigura la imaginación de la historia en una zona de lo político que concentra su
esperanza activista en la movilización emancipatoria del proletariado‖ 75. Toda la
izquierda se hará eco de esta estación del pensamiento histórico a la hora de
preguntarse en qué sentido y cómo transformar la realidad argentina. En esta línea,
quien más ha profundizado en el vínculo entre izquierda y peronismo es justamente
Juan José Hernández Arregui. Quien no casualmente suele estar en el grupo de los
que entran y salen de las clasificaciones de la Izquierda Nacional.
Falta poco para ingresar de lleno a la obra de Hernández Arregui, pero es
extremadamente necesario detenernos cuanto haga falta en estas consideraciones
metodológicas y críticas sobre la historiografía de la izquierda.
Otro de los problemas que cruza a toda esta corriente es la ausencia de una
práctica historiográfica en términos estrictos. Este es el punto donde más difícil se
vuelve separar la práctica política de la escritura historiográfica. Nos referimos al
hecho de que casi todos los autores que hemos mencionado, utilizaban distintos
registro de escritura, que incluían manifiestos políticos, notas periodísticas,
discusiones literarias, producciones académicas; donde la filosofía, la historia, la
política y la cultura, se mezclaban sin mucha precaución. Una ensayística
difícilmente analizable con un mismo criterio. Y que presenta dos caras de un
mismo problema, primero, como se destaca en la introducción de Historia Critica

75 Ídem, pág. 16.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

de la Historiografía Argentina, que ―son minoritarias las narraciones históricas de


las izquierdas que hacen de la investigación del archivo un aspecto crucial de su
elaboración‖76, y segundo, que ―la experiencia del archivo y el campo de la escritura
de un texto histórico, no pertenecen a la misma instancia político-cultural‖77.
La cuestión entonces es cómo abordar los textos históricos de la izquierda que no se
confinan a los estudios fundados en lo que la epistemología dominante en la
historiografía designa como ―fuente‖, sino que por el contrario, responden al género
de ensayo.
La estrategia propuesta en Historia critica…, para cubrir conceptualmente este
amplio arco de prácticas, es ―observar los productos de la imaginación histórica
antes que un enfoque más estrecho dedicado a las obras históricas‖ 78. Esta elección,
no es meramente un criterio de análisis discursivo, creemos por el contrario, que en
ella se juega la posibilidad de poner de relieve la tensión epistemológica que
atraviesa a la disciplina Histórica que hemos trabajado a lo largo de este trabajo.
Tensión que se da entre una forma de ensayística por fuera de los criterios estrictos
de la historiografía pero que, ¿responde a los lineamientos generales de unos
discursos fundados en la epistemología moderna y eurocéntrica? ¿Da cuenta de su
historicismo latente o manifiesto? ¿Problematiza la idea de sujeto que subyace a sus
caracterizaciones del ―peronismo‖, el ―proletariado‖, ―los inmigrantes‖, etc.?
Estas preguntas son las que cruzan el umbral de nuestro análisis, y según las cuales
daremos nuestra definición de ―Izquierda Nacional‖. Pero al mismo tiempo, si
creemos (y lo hacemos) que el ―análisis discursivo es insuficiente para captar el
drama de la relación entre historia y deseo político‖ y sostenemos que ―lo
interesante no es la ―construcción‖ del sentido de los relatos a través de retóricas o
epistéme, sino la irreducible distancia entre las aspiraciones de cambio y las
múltiples formas que la historia contada puede adoptar‖, se hará necesario aplicar,
como lo intenta hacer Acha, una perspectiva materialista donde la escritura se
encuentre permanentemente acosada por las exigencias de la praxis política, de
donde ―la pregunta por los contextos e intenciones político-ideológicos de las
construcciones textuales toma su legitimidad indiscutible, e incluso imprescindible

76 Ídem, pág.17
77 Ídem, pág. 17
78 Ídem, pág. 19

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

para prácticas de la historia en las izquierdas que asumen desde el inicio una
configuración que pretende derivaciones practicas‖79.
Con estas consideraciones en mente podemos dar una caracterización posible
de lo que designamos como Izquierda Nacional para continuar adelante; la misma se
centrará en las tesis generales respecto al nacionalismo y al marxismo, y las
categorías de nación y progreso, en sus registros historiográficos. Nos servimos para
ello de las ―Tesis Básicas‖ del nacionalismo de izquierda, que define Hugo
Chumbita, en su artículo ya citado:
1-Una aplicación de la filosofía y la metodología marxistas, basadas en la dialéctica
de la lucha de clases y los fenómenos económicos para interpretar la realidad social,
asumiendo como presupuesto la misión universal emancipadora del proletariado e
incorporado la concepción leninista sobre la liberación nacional de los pueblos
originarios.
2-La recuperación de la tradición y las formas de conciencia nacionales y populares
como fundamentos de una revoluciona nacional, dirigida a superar la dependencia
económica, política y cultural del imperialismo capitalista y cuyo desarrollo debía
orientarse hacia el socialismo, rechazando la sumisión al satelismo comunista.
3-Un punto de vista americano, señalando la inversión del sentido de las ideologías
trasplantadas a nuestros países e impugnando la visión eurocéntrica y el
―colonialismo mental‖ en la cultura de elite, en el sistema educativo y universitario
y en los partidos políticos de izquierda, con la intención de abrir causes a un ―nuevo
pensamiento‖.
4-Una renovación de la revisión histórica, centrada en los intereses y la lucha de las
masas trabajadoras, oponiendo a la historiografía liberal la interpretación de la
continuidad de la revolución incumplida de la independencia y los levantamientos
federales del siglo XIX con las causas democráticas y populares del siglo XX.
5-La postulación de una nación sudamericana, concibiendo la integración de las
republicas del continente como imperativo histórico, objetivo estratégico y
dimensión necesaria para su plena emancipación.

79 Ídem, pág. 18

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

6-La caracterización del peronismo como un movimiento nacional y popular de


potencialidad revolucionaria, que expresaba los intereses de la clase obrera a pesar
de las distorsiones de la capa burocrática.
Con esta caracterización como horizonte, podemos adentrarnos en las
particularidades de Hernández Arregui y su Nacionalismo y liberación de 1965,
dentro de la Izquierda Nacional.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

2.1 Juan José Hernández Arregui en Nacionalismo y Liberación.

Adentrarse a las complejidades del pensamiento de Hernández Arregui es a


su vez adentrarse a la complejidad de la vida de Hernández Arregui, cuya
trayectoria política e intelectual, a lo largo de 70 años, no está exenta de giros y
cambios, las más de las veces conflictivos y problemáticos.
Los inicios de su formación política e intelectual podemos ubicarlos en el
radicalismo cordobés, en Villa María, bajo la conducción de Amadeo Sabattini,
continuador de las banderas nacionales y federales de Hipólito Irigoyen. De estos
comienzos en Córdoba, es importante su relación con Deodoro Roca, una de las
figuras principales de la Reforma del 18, y Gregorio Berman, un socialista que le
sirve de ingreso al ámbito cultural de la reforma. En esta primera etapa, Arregui, ―se
nutre de un pensamiento básicamente historicista, culturalista y antipositivista,
acompañado de una noción de antiimperialismo, que conservara en el transcurso de
toda su obra‖80.
De Berman toma también los rudimentos del materialismo dialéctico e histórico.
Esta primera aproximación, a través de la óptica de la Reforma, es a un marxismo
―básicamente antidogmático, antideterminista, un marxismo que se propone tomar
aquellas categorías de análisis centrales del pensamiento de Marx, pero tratando de
aplicarlas a la realidad política Latinoamericana‖81. Veremos luego, como va
variando la concepción marxista de Arregui a medida que empieza a dialogar con el
nacionalismo, en lo que será el principal eje teórico de madurez del pensamiento de
Arregui, la confluencia del nacionalismo y el marxismo, por un lado, y por el otro,
del peronismo y el socialismo.
De entre los pocos estudios historiográficos críticos sobre la obra de Arregui,
podemos tomar unas notas importantes, del pequeño capítulo dedicado a él, en Los
hombres que reescribieron la historia, a cargo de Maximiliano Molocznik; allí, a la
hora de evaluar la primer gran obra de Arregui, La formación de la conciencia
Nacional, ya dentro del giro hacia el peronismo, Molocznik entiende que se
produce ―un verdadero salto epistemológico, por que logra alejarse de las

80 Galasso, N, Los nombres que escribieron la historia, Cooperativa Punto de Encuentro, Bs As, 2010, pág. 40
81 Ídem, pág. 41

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

definiciones del ser nacional que venían siendo difundidas por la ensayística de la
intelectualidad nacionalista tradicional, más bien de los años 30, que definía al ser
nacional como una especie de ente metafísico, que estaba por allí colgado de alguna
galaxia. Arregui logra bajar esa conceptualización de ser nacional al definirlo como
la lucha anticolonialista de las masas. Le da un claro sentido histórico-temporal‖82.
Los giros teóricos de su pensamiento tienen gran repercusión en la militancia de
Arregui, el cual, luego del histórico 17 de octubre, entra en contacto con Arturo
Jauretche quien le abre las puertas para ingresar como funcionario público al
gobierno peronista bajo el entusiasmo de la ―revolución justicialista‖ en marcha.
Luego de este ingreso de lleno a la vida política y a la corriente intelectual del
peronismo (dentro de la izquierda siempre) la vida de Arregui se vuelve convulsa y
sinuosa como la de todo el país atravesado por el golpe del 55. De aquí en adelante,
la biografía de Arregui amerita una reconstrucción meticulosa, por tanto, nos
quedaremos en las líneas generales por las que continuó su pensamiento hasta llegar
a Nacionalismo y Liberación.
Siguiendo nuevamente a Molocznik, lo que se proponía Arregui, era ―la
utilización creadora de las herramientas teóricas del materialismo histórico, pero
aplicadas a la realidad nacional (…) Es decir, una explicación, utilizando
herramientas teóricas de un pensamiento que era básicamente europeo, pero
aplicados a un contexto nacional‖83. Esta postura se ve claramente en las
definiciones del grupo Cóndor que se reúne en 1964, integrado, además de Arregui,
por Ricardo Carpini, Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde. Las definiciones de este
grupo son importantes, porque como veremos, las últimas páginas de Nacionalismo
y Liberación, están dedicadas exclusivamente al manifiesto del grupo; en términos
historiográficos, allí expresan formar parte de un revisionismo histórico socialista,
federal y provinciano. A su vez que postulan la adopción de un marxismo abierto y
creador para las investigaciones teóricas, el cual ―utilizan sólo como instrumento
teórico y como guía de acción política de las masas no como factor de identidad
política‖.

82 Ídem, pág. 54
83 Ídem, pág. 54

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

En torno a esta postura, se da la disputa con Puiggrós y Cooke, respecto a cuál sea
el camino para la revolución, y si se puede o no se puede congeniar la identidad
política (peronismo) con el instrumento teórico (marxismo), y cuál sea el camino, si
de lo nacional a lo internacional o lo contrario.
Entonces, en 1965, se publica Nacionalismo y Liberación, con estas problemáticas
centrales que hemos mencionado recién, y que tienen como discusión general, qué
tipos de nacionalismos presenta la realidad argentina de ese momento y cuál es la
posible relación entre marxismo y nacionalismo.
El libro divido en dos partes, presenta en el primer gran apartado, titulado ―¿Qué es
el Nacionalismo?‖, una génesis teórica del concepto; para luego contrastarla con las
―objetivaciones‖ que ha tomado en la historia, así el resto del libro aparece divido
en seis capítulos, ordenados históricamente, que abarcan el nacionalismo del siglo
XIX y XX; para finalizar con el manifiesto del grupo Cóndor.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

2.2 Hernández Arregui y Dipesh Chakrabarty. Practicando una lectura


poscolonial de Nacionalismo y liberación.

Este es el apartado, a nuestro juicio, central de esta investigación; en él a


través de la crítica a la Historia como disciplina y a la Historiografía como práctica
académica, señalamos algunos problemas y contradicciones, que se pueden leer
especialmente en Nacionalismo y liberación, en su intento por utilizar herramientas
teóricas de un pensamiento europeo para aplicarlas a un contexto nacional, sin tener
en cuenta, la violencia epistémica 84 y el Eurocentrismo, que la misma ―Historia‖
trae de suyo.
La hipótesis de Chakrabarty en relación con la historiografía de Hernández Arregui,
parte del siguiente planteo:
a) Que la historia autorizada por el imperialismo europeo y por los Estado-nación
coloniales funciono como una disciplina que potencio ciertas formas de
conocimiento a tiempo de debilitar a otras.
b) Que hay muchas ―Europas‖, reales, históricas, imaginadas, de las cuales, interesa
la Europa que ha presidido históricamente los debates sobre las tensiones surgidas
de las desigualdades y opresiones cotidianas tanto en la India para Chakrabarty,
como en América Latina para nosotros.
c) Lo que permitió postular una Europa de ese género, es decir, que funciono como
un mito fundador para el pensamiento y los movimientos emancipadores
nacionalistas, es una corriente concreta de pensamiento desarrollista denominada
―historicismo‖.
d) Que las denominadas ideas universales que los pensadores europeos produjeron
durante el periodo que va desde el renacimiento hasta la Ilustración y que, desde
entonces, han influenciado los proyectos de modernidad y modernización de todo el
mundo, nunca pueden ser conceptos completamente universales y puros. Pues el
propio lenguaje y las circunstancias de su formulación deben de haber importado

84 Ver nota a pie de página N° 26.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

elementos de historias preexistentes singulares y únicas, historias que pertenecían a


los múltiples pasados de Europa.
Estas características de la historiografía deben ser entendidas en el marco de tres
ejes problemáticos en los que se asienta nuestro análisis crítico:
 1-La Historia como Disciplina, y en relación a los modos de conocimiento
que instituyeron las ciencias sociales eurocéntricas. (Analizado en el Cap. 1)
 2-La Historia en tanto que práctica historiográfica. El lugar que ocupa
―Europa‖ como sujeto teórico privilegiado y el ―tiempo histórico moderno‖
como tramas constitutivas, de las historias del ―Tercer Mundo‖.
 3-Las categorías del pensamiento político europeo que articulan los
discursos de estas y aquellas historias.

Desde esta perspectiva, la hipótesis que articula este capítulo, sostiene que
Nacionalismo y Liberación, es un texto histórico-político, escrito en una época
posterior al colonialismo, pero que suscribe a una forma conceptual de pensar el
problema del nacionalismo típicamente colonial, en la medida en que su
comprensión parte de la división binaria entre colonizado/colonizador, reproducida
en su análisis en la contraposición, por un lado, del nacionalismo de las colonias
frente al nacionalismo de las metrópolis, y por otro, del nacionalismo ―cipayo‖ o
―extranjerizante‖ frente a la postulación de un ―verdadero‖ nacionalismo argentino e
iberoamericano.
A este análisis en términos dicotómicos, se suma una forma binaria y
universalizante típicamente moderna de concebir la historia y la política, cuyo mejor
ejemplo, se encuentra en la concepción Historicista que articula Nacionalismo y
Liberación, sobre la cual nos detendremos en las páginas que siguen.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

2.3. Historicismo y Progreso

Según sostiene Chakrabarty:

―El fenómeno de la modernidad política –en concreto, del demonio ejercido


por las instituciones modernas del Estado, la burocracia y las empresas
capitalistas- no puede concebirse de ninguna manera a escala mundial sin tener
en cuenta ciertos conceptos y categorías, cuyas genealogías hunden sus raíces
en las tradiciones intelectuales, incluso teológicas, de Europa. Conceptos como
los de ciudadanía, estado, sociedad civil, esfera pública, derechos humanos,
igualdad ante la ley, individuo, la distinción público y privado, la idea de
sujeto, democracia, soberanía popular, justicia social, racionalidad científica,
etc., cargan con el peso del pensamiento y la historia de Europa […] Estos
conceptos suponen una inevitable visión universal y secular de lo humano. El
colonizador europeo del siglo XIX predicaba esta humanismo de la ilustración
a los colonizados y, al mismo tiempo, lo negaba en la práctica. Pero la visión
ha sido poderosa en sus efectos, ha suministrado históricamente un fundamento
sólido sobre el cual erigir críticas a prácticas socialmente injustas. El
pensamiento marxista y el liberal son legatarios de esta tradición intelectual‖ 85.

Esta extensa cita, nos sirve para aclarar, en pos de la exposición de los argumentos,
que en primer lugar, los tres ejes que hemos mencionado se encuentran relacionados
en este párrafo de manera tal que resulta imposible pensarlos sin ponerlos en
relación. Y efectivamente, lo que le interesa a Chakrabarty, es ver cómo estos
distintos aspectos se van intercalando y entretejiendo. Nuestra distinción en tres
ejes, es tan sólo una clave hermenéutica dentro de esta investigación para orientar la
lectura a través de los distintos niveles que componen la problemática.
Por otro lado, el planteo de este autor nos permite comprender y justificar, porque es
necesario el pasaje a través de las teorizaciones poscoloniales, para releer
críticamente las tradiciones intelectuales de las cuales es heredero nuestro
pensamiento político, más aún, teniendo en cuenta que para Chakrabarty, ―la
erudición poscolonial se ve comprometida, casi por definición, a trabajar con los
universales que fueron forjados en la Europa del siglo XVIII y que subyacen a las
ciencias humanas‖86.
En esta línea, la historia de la politización de los pueblos que no forman parte de las
democracias capitalistas occidentales (Chakrabarty está pensando aquí en la historia

85Chakrabarty, D, Al margen de Europa. Pensamiento poscolonial y diferencia histórica, Barcelona, Tusquets, 2008, pág.
30
86 Ídem, pág. 31(Cursivas mías)

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

política de la India, es decir, de las naciones independizadas pero ―en tránsito‖ hacia
la ―democratización‖) nos desafía a pensar legados conceptuales de la Europa
decimonónica, esenciales para la idea de modernidad. Uno, es el historicismo y el
otro es la idea misma de lo político.
En este marco y frente a esta necesidad de trabajar con-tra nuestras
tradiciones intelectuales tiene lugar la crítica al Historicismo. Desde una definición
inicial podemos decir que el ―Historicismo‖ es un modo de pensar acerca de la
historia en el que se asume que todo objeto de estudio retiene una unidad de
concepción a lo largo de su existencia y alcanza una expresión plena mediante un
proceso de desarrollo en el tiempo histórico y secular.
Para el historiador indio, las críticas occidentales a este historicismo, como la
―historia desde abajo‖ inglesa y las historias marxistas anticoloniales, que se
fundamentaban en una determinada caracterización del capitalismo avanzado,
pasaron por alto los profundos vínculos que unían al historicismo como modo de
pensamiento con la formación de la modernidad política en las antiguas colonias
europeas, más aún, para Chakrabarty ―el historicismo posibilito la dominación
europea del mundo en el siglo XIX‖. Ya que como ideología del progreso y del
desarrollo, hizo que la ―modernidad o el capitalismo parecieran no simplemente
global, sino más bien algo que se transformo en global a lo largo del tiempo,
originándose en un sitio (Europa) y expandiéndose luego fuera de él. Cuando
hablamos de ―estructura del tiempo moderno‖, nos referimos precisamente a la
temporalidad de este historicismo, a una estructura del tiempo histórico global del
tipo ―primero en Europa, luego en otros sitios‖. Como sabemos por nuestra historia
colonial, este historicismo planteo el tiempo histórico como una medida de la
distancia cultural que, se suponía, mediaba entre Occidente y lo que no es
Occidente, y que funciono como gran legitimador de las idea de civilización en las
colonias. Este historicismo, asume una forma concreta en las narrativas, de los
discursos nacionalistas y anticoloniales del siglo XIX, que se expresaba en un
―todavía no‖. Una conciencia historicista que recomendaba a los colonizados ―la
espera‖. Pero si esta es la característica de los discursos y de la historia en el siglo
XIX, en el transito al siglo XX, lo que caracteriza a los movimientos nacionalistas
anticoloniales, es el apremio del ―ahora‖, como horizonte temporal de acción. Sobre

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

ese tránsito, ponemos los interrogantes en busca de las líneas de continuidad, de los
efectos, de este ―Historicismo‖, en Nacionalismo y Liberación.
En la visión de Hernández Arregui, hay un gran parte aguas como punto de
partida del análisis. Teniendo en cuenta la ambigüedad del concepto político de
―nacionalismo‖ en la época, propone ―para desentrañar su esencia [que] es
indispensable partir de una oposición crucial (…) y que la resume en una doble
distinción, el contexto histórico según se trate de una nación consolidada o un país
colonial, y por el otro, la pertenencia a una u otro clase social desde la que se lo
proclame o rechace‖87
El resultado de esta oposición, es mostrar que la ―comprensión de la acepción
verdadera está dada, como teoría practica de la revolución nacional liberadora del
coloniaje, que únicamente puede encarnarse en las masas, con su conciencia
histórica y su potencia numérica‖88.
Un segundo punto de partida que se desprende, es pensar contra el
―nacionalismo cipayo‖ en la Argentina y contra los ―nacionalismos
extranjerizantes‖, una acepción diferente de ―nacionalismo‖ apelando a la
interpretación marxista.
Esto significa que ya en la primerísima presentación del problema,
Hernández Arregui reproduce dos de las líneas centrales del historicismo como lo
acabamos de definir, por un lado, la conceptualización en un ―antes y un después‖,
una temporalidad del ―todavía no‖, que separa entre los nacionalismos de una
―nación consolidada‖ contra un ―país colonial‖, es decir, un país no consolidado, o
en otras palabras, una ―nación‖ en tránsito a ser tal. Y por el otro, la
contextualización del interrogante, o la posibilidad de su diferencia, en el
asentamiento sobre la tradición europea, al mismo tiempo que la disposición del
planteo en oposiciones binarias. Es decir, considerar la ―nación‖ como una unidad a
lo largo del tiempo que alcanza su desarrollo pleno en un proceso histórico, y una
idea de ―historia‖ que se nutre de la tradición europea marxista.
En las páginas siguientes a esta definición inicial, Hernández Arregui se
pregunta: ―Nuestro objetivo es el replanteo de la teoría nacionalista, renovándola, no

87 Hernández Arregui, J, J, Nacionalismo y Liberación, Contrapunto, Buenos Aires, 4ed, 1987. pp. 9
88 Ídem, pág. 9

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desde Europa, sino desde las perspectivas peculiares de un país colonizado. ¿En qué
consiste esta rotación de la mirada histórica? O de otro modo ¿Qué es el
nacionalismo?‖89 El camino es claro, en el transcurso de la delimitación y discusión,
no sólo está en juego el ambivalente significado del ―nacionalismo‖, sino la
posibilidad, la necesidad de ―la rotación de una mirada histórica‖, sobre esta mirada
histórica que corre tras el problema conceptual, se asienta nuestro interrogante;
puesto que, si como afirma Arregui, ―el conocimiento del pasado es indispensable al
pensamiento crítico y revolucionario del presente‖90, es capital entender, preguntarse
si este conocimiento histórico se dio dentro de los términos del Historicismo tal
como lo hemos definido.
A través de la discusión, casi siempre explícitamente con Hegel, Arregui comprende
la Historia, no como monumento ejemplar o pasado sacro, sino como:

―historia escrita por hombres. Y como la historiografía escrita en letras de


molde es siempre la de una clase social, -en el caso argentino la oligarquía
terrateniente- la revisión de la historia es de vital relevancia en su articulación
con la liberación nacional. O lo que es lo mismo, en su conexión intrínseca con
las masas argentinas. Ya que solo una revisión de la historia que muestre el
meollo, la esencia de clase de esa historia oficial, puede darle al pensamiento
nacional, un instrumento critico de primer orden para elevarse racionalmente a
la conciencia histórica del papel de las masas como protagonista de la historia
(…) A la historia oficial de la oligarquía hay que oponerle la revisión
revolucionaria que desvista el contenido clasitas de esa fabula canonizada de
nuestro pueblo‖91.

A su vez, la revisión de la historia es una ―actividad corrosiva previa a la


liberación nacional‖, que Arregui ve iniciada ya en la búsqueda de los historiadores
revolucionarios hacia la cuestión del caudillaje, donde, cuyo significado histórico
real, no es otro, que el problema del atraso del país y las provincias bajo Buenos
Aires, y donde se ve los inicios de un reclamo de la conciencia nacional en
desarrollo. No obstante, si bien Arregui aclara que no son la misma cosa las
montoneras aplastadas del siglo XIX y la clase obrera argentina del siglo XX, si son
dos etapas interligadas de la formación del proletariado nacional. La conexión toma
toda su dimensión si se tiene en cuenta que ―la revolución comienza por la base, y la

89 Ídem, pág. 14
90 Ídem, pág. 18
91 Ídem, pp. 18-19.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

base son las masas‖, por ende, lo que atraviesa los dos siglos es la pregunta por la
historia de este sujeto de masas.
En la misma línea, Chakrabarty sostiene que los movimientos nacionalistas y
anticoloniales del siglo XX se caracterizaron por el apremio del ―ahora‖, eso
significaba la búsqueda de una base de masas, que introdujo en la esfera política
―clases y grupos que, de acuerdo a los estándares del liberalismo europeo
decimonónico, no podían gobernarse a sí mismos, es decir, campesinos, tribus,
trabajadores industriales, hombres y mujeres pertenecientes a grupos subordinados,
en resumen, las clases subalternas‖. De esta situación se siguió un rechazo practico,
que no teórico, a cualquier tipo de distinción etapista o historicista entre lo
premoderno y lo moderno, que Chakrabarty reconoce, primero, en el rechazo por
parte de las elites nacionalistas de la versión ―sala de espera‖ de la historia, cuando
los europeos le negaban el autogobierno; y segundo, la plena participación del
campesino en la vida política de la nación. De allí que para los integrantes del
Subaltern Studies, ―la adquisición de conciencia política por parte de los campesinos
ha hecho del siglo XX la centuria mas revolucionaria de la historia‖. Al intentar
escribir la historia de este sujeto de masas campesino, comienza el camino crítico
iniciado por Guha, con la intención de mostrar cómo el pensamiento político y social
europeo concibió la modernidad política de las clases subalternas recurriendo a una
teoría de la historia etapista. El ejemplo más claro es la categoría de ―pre-político‖
con la cual intentaba explicar estas clases el historiador inglés Eric Hobsbawm. En
el mismo sentido, pero con mayor fuerza, Chakrabarty sostendrá que es imposible
pensar una historia del poder plural y dar cuenta del sujeto político moderno en la
india, sin ―cuestionar al mismo tiempo radicalmente la naturaleza del tiempo
histórico‖. Sin clases subalternas y sin la búsqueda de un sujeto plural, la critica vale
por igual para la postura historiográfica que sostenía H. Arregui de pensar el
proletariado, la clase obrera peronista como sujeto de masas, sin cuestionar esa
naturaleza del tiempo histórico, que crítica Chakrabarty.
En el nivel de este eje, que atiende a la relación entre el conocimiento y la historia es
interesante observar dos síntomas que se presentan en Al margen de Europa,
Pensamiento poscolonial y diferencia histórica, que conciernen al discurso
académico sobre la historia. El primero, del cual Arregui es claro ejemplo, que en

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

dichos discursos, más allá de haberse alcanzado una conciencia crítica respecto al
papel de ―Europa‖, esta sigue siendo el sujeto teórico soberano de todas las historias.
Es decir, que hay ―cierta versión de ―Europa‖, deificada y celebrada en el mundo
fenoménico de las relaciones cotidianas de poder como escenario del nacimiento de
lo moderno, que sigue dominado el discurso histórico‖ 92. Y en segundo lugar, que el
predominio de esta Europa hiperreal, como sujeto de todas las historias ―es parte de
una condición teórica mucho más profunda bajo la cual se produce saber histórico en
el tercer mundo, que recalca sobre nuestra condición subalterna y se refiere a la
naturaleza misma de los asertos de las ciencias sociales‖. 93
Estos dos síntomas, se ven perfectamente reflejados, en las historiografías del ―tercer
mundo‖, que se redactan dentro de las problemáticas planteadas por el ―relato de
transición‖, en el cual los temas preponderantes son: el desarrollo, la modernización
y el capitalismo. Tres temas privilegiados que recorren, y articulan la discusión en el
texto de Hernández Arregui.
Uno de los aportes que mencionamos al comienzo, como parte de nuestra
perspectiva poscolonial de estudio, es la reinterpretación del colonialismo, no visto
como una empresa monolítica, como un proyecto sin fisuras y homogéneo, sino en
las diversas formas de intercambio y producción entre metrópoli y colonia en los
proyectos imperiales, cómo se dieron paralelos, conexiones y complicidades, en el
intento por disciplinar y normalizar las poblaciones de las colonias. A mitad de
camino entre la descripción del nacionalismo europeo y el americano, Arregui nos
da su caracterización del Mundo Colonial. Si bien la definición ocupa unas pocas
páginas, hay mucho en ellas para analizar, vayamos por tanto, línea a línea.
Comienza con una cita de Linton, ―las sociedades no han seguido una misma línea
de evolución coincidente en todas ellas, sino una multitud de líneas divergentes‖ 94;
punto con el cual nuestros poscoloniales estarían de acuerdo, no obstante, agrega
Arregui ―pero dentro del trazado general del imperialismo, el colonialismo es uno
solo‖. Aquí ya un primer problema. Para Arregui, no interesa, en esta configuración,
―las diferencias de los países coloniales entre sí, su desigual desarrollo y sus
desemejanzas -las existentes, verbigracia, entre la Argentina, Brasil, El Congo o

92 Op. Cit. Chakrabarty, D, (2008), pág. 58


93 Ídem, pág. 59
94 Op. Cit. Hernández Arregui, J, (1987), pág. 171

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

Indonesia-, y si en cambio, pese a esas diferencias, las similitudes globales que los
ensamblan como piezas de un mundo aparte concebido como un ancho cordón
periférico de las grandes metrópolis‖95.
Es inevitable preguntarse, por qué si a lo largo de más de trescientas páginas,
minuciosamente por momentos, se describen y caracterizan las diferencias entre las
naciones coloniales y las naciones de las metrópolis y las diferencias entre el
―colonialismo mental‖ de las elites antinacionalistas u oligárquicas de las colonias,
con la ―genuina conciencia nacional‖, Hernández Arregui decide pasar por alto las
radicales diferencias del colonialismo argentino con el del resto de América Latina,
y las de este con la historia de Asia y África. Si justamente su reclamo y crítica al
pensamiento de la época, es no poder entender las especificidades del nacionalismo
argentino, la composición de sus masas, el rol del peronismo, a merita preguntarse,
por que este ―descuido‖, y cuáles son sus consecuencias. Al interior del relato que
construye Arregui, esta unificación le sirve para afirmar que ―el colonialismo crea y
transfiere cualidades comunes a todos los pueblos que lo sufren‖, y por tanto, que la
lucha debe ubicarse en un contexto antiimperialista mundial. Pero desde nuestra
crítica epistemológica podemos marcar la necesidad que se imponía a la hora de
crear un relato histórico hacia la liberación, hacia el socialismo, donde debían
confluir ―etapas del desarrollo histórico‖ que se tomaban de la situación europea en
particular.
En el texto, esta linealidad histórica que le permite separar por un lado la América
Colonial de los centros metropolitanos que dirigen la economía mundial, se puede
rastrear con claridad:

―los problemas simétricos, estrechamente emparentados, que unifica al mundo


colonial en una totalidad, con su consecuencia, la situación de cambio y el
―tempo‖ revolucionario por todos percibido, de la época actual, la disputa de
los monopolios nacionales sobre las zonas atrasadas, la uniformidad sin
banderas de la opresión imperialista, que reagrupa en un todo revolucionario el
mundo colonial, las luchas crecientes en los países coloniales, encaminadas a
sacudir el yugo extranjero, la crisis en las naciones imperialistas, acompañada
del levantamiento anticolonialista, agravado por el surgimiento y consolidación
de los países que logran en sangrientas epopeyas nacionales como la de Argelia
y avanzan hacia el socialismo, apoyadas de uno u otro modo, por las
superpotencias comunistas de nuestro siglo, Rusia y China o por las naciones
agrupadas en el llamado Tercer Mundo, la lucha de las colonias que aspiran a

95 Ídem, pág.171

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

convertirse en naciones, y cuyo desarrollo interno, aunque totalmente


contrahecho, ha evolucionado a saltos, junto a la conciencia política, en tales
países, de que la independencia nacional exige la expulsión del dominador
extranjero‖96

Este contexto histórico, ubicado en una idea de linealidad y progreso, es el que le


permite afirmar el ―amanecer de un nuevo y grandioso fenómeno histórico: el
nacionalismo de las colonias‖97.
No es entonces, que Arregui allá pasado por alto la importancia que podían tener
para el nacionalismo otras luchas de la época (las indígenas por ejemplo) o el papel
de otros sujetos políticos (como aquellos que constituían las grandes masas de
trabajadores rurales de todo el país, los inmigrantes desclasados, las mujeres, etc.),
pero si estas otras historias, no entran en la ―Historia del Nacionalismo‖, es porque
la conciencia historicista de Arregui y de la Izquierda Nacional, dictaba construir un
relato histórico que tuviera, como sujeto privilegiado de la historia al proletariado
industrial, es decir, al movimiento obrero peronista. Podemos verlo expresado
claramente en este fragmento, donde Arregui discute con Gino Germanni, la
caracterización de las masas argentinas:

―Los patrones culturales que rigen el pensamiento colectivo del minero


boliviano, del peón argentino, del guajiro, del roto, son los mismo en relación
con la vida campesina iberoamericana. Pues se trata de clases explotadas, no de
diferencias raciales o nacionales. Lo mismo debe decirse de los proletarios
industriales de Argentina, Brasil, Méjico, etc. la mayor población urbana e
industrial de la argentina no la aísla, por eso, de Hispanoamérica. He aquí un
hecho sociológico bien estudiado…omitido. El intercambio entre la ciudad y el
campo modifica tanto al tipo urbano como al rural. Las diferencias, en este
aspecto, entre las masas latinoamericanas obedecen a una cuestión de mero
desarrollo técnico‖98.

De la misma manera, que los diferentes sujetos son unificados bajo un solo signo, y
esa diferencia puesta tan sólo como mera ―cuestión de desarrollo técnico‖, las
naciones son llamadas a la unidad y la borradura de sus diferencias: ―Un país
colonial debe desechar las teorías políticas extranjeras y aprovechar las pugnas de

96 Ídem, pág. 172


97 Ídem, pág. 174
98 Ídem, pág. 212

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

los grandes bloques mundiales al servicio de la propia emancipación‖ 99, a través de


la industria nacional y la burguesía nacional, que es lo mismo que decir, a través del
Estado-Nación.
La preponderancia que articula el texto, entre proletariado, sindicalismo, industria
nacional y burguesía nacional, pone de relieve las características de una práctica
historiográfica, profundamente hundida en el Eurocentrismo de la disciplina
Histórica, y de su configuración a través de las dos tramas constitutivas que hemos
marcado:
1-―Europa‖ como sujeto teórico de la Historia, en tanto que a) el Estado es el
principio de acción, explicación y articulación de la historia, es decir, no se pueden
pensar ningún sujeto por fuera de la relación con el Estado; b) el sujeto de la
revolución es pensando en los términos de ―proletariado‖ que imponía la tradición
marxista europea.
2- La estructura de tiempo moderna, fundamentada en las ideas de Linealidad
y Progreso, en las cuales es pensada la nación en las coordenadas de un ―transito‖ a
su realización.

Nacionalismo y liberación, se presente entonces, como un discurso histórico,


en los términos de una historiografía historicista, en el sentido epistemológico en
que lo hemos propuesto. A falta de dudas, Hernández Arregui nos brinda un
apartado contundente al respecto, el mismo se titula ―El Panafricanismo como
historia‖. En él, retoma el diálogo con Hegel para criticarlo por primera vez: ―Los
genios se equivocan. Nada menos que Hegel negó en su época que el África pudiese
ingresar a la vida histórica. África ha entrado en la Historia. Ha sido éste, el más
potente golpe sufrido por el imperialismo del siglo XX. Iberoamérica será el
definitivo‖100.
Las preguntas pueden pasar por obvias, ¿A qué historia ha entrado África? A la
historia del ―Nacionalismo‖, es decir, de la nación moderna: estado, sociedad civil,
ciudadanía, lo público y lo privado, los derechos del hombre, etc. ¿Y qué Nación es
esta? La Nación moderna, eurocéntrica, universal. ¿Podría haber pensando

99 Ídem, pág. 225


100 Ídem, pág. 226

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

Hernández Arregui que antes de ―entrar‖ a la Historia, ya tenía África unas historias
propias, al igual que Iberoamérica? ¿Podría haber intuido que esa ―Historia‖
obturaba no sólo otros pasados, sino otras formas de conocimiento y otros sujetos?
¿Podría haber pensando Hernández Arregui una historiografía nacionalista y
anticolonialista, por fuera de esta matriz epistémica, de este registro discursivo, de
estas dicotomías políticas? No, puesto que la revolución nacional, la unidad africana
y la iberoamericana, en tanto lucha hacia la liberación y el antiimperialismo, eran un
hecho ―inevitable de la Historia Universal‖. Y dentro de ese hecho inevitable
también el papel de las masas:

―A las masas coloniales la voluntad revolucionaria les ha venido de afuera,


impuesta con el signo inverso, por la voluntad colonizadora. Esa conciencia
revolucionaria, a la que no escapa Iberoamérica, no es gratuita, no ha nacido ni
se ha desarrollado como un odio irracional hacia los conquistadores (…) Es la
barbarie histórica del opresor la que ha sublevado al oprimido. Este odio –en
términos políticos, las resistencias nacionales- no es una inferioridad de los
pueblos atrasados, sino la superioridad embrionaria del hombre alienado,
condenado a rebelarse en el más elevado acto moral de que es capaz el ser
esclavizado decidido a recobrar su esencia universal. Es la condición humana
la que se subvierte sobre el infierno de la tierra, y a la vez, se autotransforma a
sí misma, al comprender que la adversidad absolutizada del colonialismo, no es
tal, sino un hecho históricamente provisorio (…) Esta revolución mundial de
los pueblos coloniales, es pues, la comprensión de una incompletud que se hace
consciente de su miseria colectiva, no individual, y se convierte, por tanto, en
razón revolucionaria. Esta miseria que deshumaniza a todas las clases sociales,
vale decir, a la totalidad del hombre en tanto hombre se encarna como
racionalidad en la historia universal, en las masas, pues ellas mismas, son la
negación real del hombre mutilado, del hombre parcializado, del hombre
desposeído‖101

Si bien el texto es contundente, la conclusión puede ser esquiva. Pues no se trata de


decir, (como han hecho la mayor parte de las críticas historiográficas) que para
Hernández Arregui la historia es como un encadenamiento progresivo de eslabones,
donde cada suceso se ordena tal como si existiera una unidad superior que los
acomodara, y que, reproduciendo un sentido hegeliano, interpreta que el espíritu
absoluto es el que establece la serie lógica de la historia de las naciones, en el
desarrollo de la ―Historia Universal‖. El punto, es que incluso en los momentos en
que Hernández Arregui quiso ser crítico de esta postura, en los momentos en los que
101 Ídem, pág., 223. (cursivas nuestras).

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

intento impregnar esa ―Historia Universal‖ con la historia de las masas de


Iberoamérica, en su intento por repensar los pueblos coloniales y su papel en la
historia, lo hacía desde una estructura temporal, una matriz epistemológica y unas
categorías políticas, que constituidas en intima relación con la modernidad
eurocéntrica, esencialista y universalista, le impedía pensar, escribir, situar, una
historia argentina, que no fuera, una más de las muchas historias dentro de la única
Historia de Europa.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

2.4 Historicismo y Nacionalismo.

Al margen de Europa, dedica un extenso capitulo a una lectura del Capital de


Marx, entendiendo que en la crítica marxista del capital, se juegan dos
importantísimos momentos del proyecto crítico de Provincializar Europa. El
primero, que ataña directamente a esta investigación, entiende que las ―obras de
Marx constituyen uno de los momentos fundacionales de la historia del pensamiento
antiimperialista [por lo tanto] regresar a ellas supone revisar la relación entre el
pensamiento poscolonial y los legados intelectuales del racionalismo, el humanismo
y el historicismo postilustrado‖ 102. Si en la recepción y discusión sobre la obra de
Marx, se juega el punto central de la batalla de toda la izquierda del siglo XX, ese
―regreso‖ que propone Chakrabarty es fundamental para nosotros.
Y en segundo lugar, que dicha crítica marxista introduce ―dos aspectos del
pensamiento decimonónico europeo que han resultado centrales en la historia de la
modernidad intelectual en Asia Meridional: el sentido de lo humano abstracto
propio de la Ilustración y la idea de la historia‖103. Sobre este último aspecto, a
saber, la introducción de la idea de la historia, es fundamental detenerse.
Si pensamos en el proyecto de ―Provincializar Europa‖104, es decir, en la
posibilidad de la escritura de una historiografía subalternista, este diálogo con Marx,
le sirve a Chakrabarty para preguntarse por la posibilidad de un registro de escritura
de historias que sean alternativas a los relatos del capital, alternativas a la Lógica
del Capital, que se entiende según la imagen de una unidad que surge en una parte
del mundo en una época particular y se desarrolla después globalmente a lo largo
del tiempo histórico, encontrando y afrontando diferencias históricas en el proceso.
Se trata de ver la ―relación necesariamente inestable entre toda idea abstracta y su
instanciación concreta‖; pero teniendo en cuenta que ese ―encontrando y
afrontando‖, significa, eliminando las diferencias contingentes entre historias
particulares.
El capitulo mencionado, que se titula ―Las dos historias del capital‖, intenta a su
vez, mostrar que en la historia de las interpretaciones marxista, de Lenin a Trotski o

102 Op. Cit. Chakrabarty, D, (2008), pág. 81


103 Ídem, pág. 81
104 Véase, Op. Cit. Chakrabarty, D, (2008) “Introducción: la idea de Provincializar Europa”, pp. 26-57.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

Althusser hay una concepción historicista común que las atraviesa, y que para
nosotros se hace extensiva tanto a la interpretación de Hernández Arregui, como del
resto de los pensadores de la Izquierda Nacional. Es decir, el papel que jugó el
marxismo en los nacionalismos antiimperialistas y anticolonialistas del siglo XX en
la India como en América Latina, remiten a los mismos presupuestos de la
modernidad eurocéntrica, en cuanto a historias subsumidas en una historia
universal, en este caso bajo el signo de la Lógica del Capital.
En estas concepciones historicista del marxismo, Chakrabarty encuentra en la
interpretación de las ideas de Marx de la Critica de la economía política, como la de
las ―tasas desiguales de desarrollo‖, concepto retomado por Lenin y Trotski,
―sincronicidad de lo no sincrónico‖ de Ernest Bloch o de la ―causalidad estructural‖
de Althusser; estrategias que conservan elementos de historicismo en la dirección de
su pensamiento, en la medida en que todas ellas adscriben cuanto menos a una
unidad estructural subyacente al proceso histórico y al tiempo; frente a estas lecturas
la propuesta del historiador indio es retomar y releer una distinción que Marx
estableció entre dos clases de historias: las historias ―propuestas por el capital‖ y las
historias que no pertenecen a los ―procesos vitales‖ del capital. A la primera la
denomina Historia 1 y a la segunda Historia 2.
La pregunta que nos ocupa, es por la relación entre capital e historia,
entiendo que la categoría filosófica marxista de ―capital‖ es global en sus
aspiraciones históricas y universal en su constitución. En este sentido la hipótesis,
sostiene que hay una lógica temporal del capital, que entiende al capitalismo, como
una fuerza que sale al encuentro de la diferencia histórica, pero lo hace como algo
externo a su propia estructura. A este encuentro sigue una lucha en el curso de la
cual el capital finalmente elimina o neutraliza las diferencias contingentes entre
historias particulares. Esta lógica se concibe no sólo como la única y homogénea,
sino también como algo que se desarrolla a lo largo del tiempo (histórico) de
manera que cabe producir un relato de un capitalismo supuestamente único. Lo que
Chakrabarty encuentra, es que ―Marx opone a la Historia 1 otro tipo de pasado que
llamaremos Historia 2. Los elementos de la Historia 2, señala Marx, constituyen
―antecedentes‖ del capital, puesto que el capital se encuentra con ellos en tanto que
antecedentes; pero –y aquí está la distinción fundamental que pretendo subrayar-

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

―no como antecedentes establecidos por sí mismo si no, como formas de su propio
proceso vital‖105.
La Historia 1 según Marx, debe someter o destruir las múltiples posibilidades que
pertenece a la Historia 2. Nada garantiza, sin embargo, que la subordinación de las
historias 2 a la lógica del capital sea completa.
El descubrimiento, si la argumentación de Chakrabarty es correcta, ―es reconocer en
la explicación histórica cierta indeterminación […] si toda historia empírica del
modo capitalista de producción es la historia 1 modificada, de maneras múltiples y
no necesariamente documentales, por las historias 2, una cuestión fundamental en
torno al capital habrá de permanecer históricamente indecidible‖ 106.
Antes de avanzar sobre las conclusiones de esta afirmación, veamos la comprensión
que propone Hernández Arregui de la relación entre marxismo e Historicismo, para
ir atando cabos.
En el apartado VI de la presentación de Nacionalismo y Liberación, Arregui
introduce la cuestión con estas alegóricas palabras: ―y ahora es preciso nombrar la
palabra maldita: marxismo‖. Vale la pena la cita en extenso de la primera
descripción del marxismo que encontramos en el texto:

―El marxismo, dentro del vocabulario específicamente filosófico, conocido


como materialismo histórico, materialismo dialéctico, humanismo voluntarista,
y según sus enemigos, como ―determinismo económico‖, ―teoría económica de
la historia‖, etc. ha resistido briosamente los embates de la crítica. Y esta es la
mejor demostración dejando las objeciones parciales, a veces justas, que se
hayan hecho a algunos textos un tanto ambiguos de Marx y Engels, que el
marxismo es una interpretación coherente de la historia. Más tampoco tal cosa
seria riesgosa. De entrañar sólo esto, el marxismo no importaría nada más que
un progreso en la conciencia filosófica y científica de la humanidad. El
marxismo mismo en este último sentido no es otra cosa que un momento de la
filosofía entendida como historia de la filosofía. Y sin embargo, jamás filosofía
alguna ha levantado tan iracundos rechazos‖ 107.

A través de esta afirmación, Arregui intenta situar al marxismo, más bien por
fuera de la discusión técnica de su definición, llevándolo al acertó general e
indiscutible, de que el marxismo, es una filosofía viva, de la época. Y como tal, el
marxismo es la filosofía que explica el estado de cambio, de transformación y crisis

105 Ídem, pág. 101.


106 Ídem, pág. 108
107 Op. Cit. Hernández Arregui, (1987), pág. 30

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del mundo actual, el ―marxismo es la conciencia acusadora de un mundo que se


derrumba‖.
Pero el marxismo también es un método para la investigación de la historia y la
cultura, y tal es su función en Nacionalismo y liberación; ahora bien, ―la utilidad de
un método –que es una herramienta del pensamiento- consiste en apropiarse de él
sin dejarse dominar por su esquemática superposición a realidades históricas
distintas entre sí, por traslados teóricos mecanografiados de un país a otro‖ 108. Esto
es lo que han hecho las izquierdas extranjerizantes en la argentina, y para Arregui,
el marxismo debe recrearse en las colonias más que en Europa, como él mismo
afirma, el método depende siempre de una situación temporal y no ésta del método.
Lo cual significa, que el ―marxismo es un acontecimiento condicionado por la
historia humana (…) Es, repetimos, un hecho histórico [e] histórico es todo aquello
que ejerce o ha ejercido alguna influencia. La consideración histórica es la que
convierte un hecho aislado, destacándolo sobre la masa infinita de los demás
proceso contemporáneos suyos‖109. En tal sentido, Arregui se jacta de la ―plena
conciencia historicista‖ con que escribieron Marx y Engels, más aún, ―Marx y
Engels son retoños maduros de ese inédito, hasta entonces, periodo del pensamiento
europeo conocido como historicismo‖110.
La comprensión del marxismo que propone Arregui, en este primer
momento, lo conecta directamente con el historicismo, con el objetivo de
contrarrestar las críticas a cierto determinismo económico, a su vez que poder hacer
hincapié en las particularidades histórico-culturales que Marx resalta como
importantes; ese es el clivaje del cual se sirve Arregui, para relacionar y justificar el
marxismo, con el nacionalismo de estas latitudes. Volvamos nuevamente al texto de
Arregui, para ver esto:

―El historicismo, rastreo tanto en la naturaleza orgánica como en la inorgánica,


su desarrollo histórico, mezcla de pasado y de presente con sus sucesivas
mutaciones. Esta herencia es particularmente recognoscible en el hombre,
cuyos productos culturales, las instituciones sociales, son seres históricos. Pero
jamás sostuvo Marx que entre la economía y las creaciones culturales existiese
una correlación causal rígida: hay que distinguir entre los cambios materiales
ocurridos en las condiciones económicas de producción, que pueden apreciarse

108Ídem, pág. 31.


109 Ídem, pág. 32.
110 Ídem, pág. 44

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con la exactitud propia de las ciencias naturales y las formas jurídicas,


políticas, religiosas, artísticas o filosóficas en una palabra, las formas
ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan
por resolverlo. (…) La historia es, pues, tanto conservación como cambio –y
ahí hincaría en gran parte, la concepción histórica del marxismo-, lo cual obliga
a pensar ambas ecuaciones en su interpenetración reciproca (…) Es en la justa
relación de ambos términos, y en la superación permanente de ellos, donde
reside el enriquecimiento del conocimiento histórico. El avance del
pensamiento humano responde a este impulso de las oposiciones dialécticas
que marcan el decurso social‖111.

En la división entre las causas económicas y las demás formas del espíritu, Arregui
encuentra una constante económica, que no cambia, y que será la que le permita
mostrar el marxismo como la teoría más adecuada a la hora de comprender el
imperialismo, la explotación del proletariado y el funcionamiento de la burguesía
económica; y un aspecto cambiante, las formas del espíritu, política, cultura e
ideología, que son las que justificaran el nacionalismo. Y eso, como muestran sus
citas, está en el mismo Marx.
Resumiendo entonces, que es lo que aporta el marxismo, ―¿En donde reside, pues,
la innovación del marxismo?‖; primero, que son los hombres los que hacen la
historia, bajo un conjunto de causas económicas que le vienen del pasado,
mostrando que en la vida social los distintos factores están entrecruzados. ―En la
historia no hay necesidad, ni leyes inmutables o de repetición como en la naturaleza,
en la historia las leyes son de tendencia, debiendo entenderse por tales el curso de
un proceso encaminado en determinada dirección. Pero en la dilucidación del rumbo
de la historia, Marx y Engels, se sostuvieron sobre dos premisas iníciales: ―el
carácter transitorio del sistema capitalista de producción –en rigor de todo sistema
histórico. Y la aplicación del método dialéctico, a la investigación de la naturaleza y
de la Historia‖112.
Hemos llegado al paso decisivo. En la parte constitutiva del marxismo, y de su
relación con el historicismo, hallamos una comprensión del Capitalismo como
sistema histórico, mas fuerte aún, el marxismo, dirá Arregui, ―es junto a una
concepción del mundo, una crítica a toda la filosofía anterior. Pero el eje de esta

111 Ídem, pp.44-45.


112 Ídem, pág. 48.

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concepción, no es específicamente filosófico. El nódulo es la historificación del


capitalismo, de sus orígenes y acabamiento final‖113.
La comprensión de esta definición del marxismo, en relación al capitalismo
como sistema histórico, es bastante clara al interior de la obra de Arregui. En la
medida en que el capitalismo es un hecho histórico, y como tal depende de la
actividad del hombre que hace la historia, entonces en el hombre está el poder de
cambiar el capitalismo por el socialismo. Esto dicho de manera muy sencilla. Pero
en pos de esa justificación es que Arregui pasa por alto, las intrínsecas conexiones
entre historicismo, marxismo y capitalismo a luz del Eurocentrismo y la filosofía de
la historia. En este espacio vacío es donde se cuelan nuestros interrogantes: ¿Cómo
comprender las afirmaciones de Arregui en torno al marxismo a la luz de las críticas
al historicismo en el pensamiento de Chakrabarty? ¿Qué consecuencias se
desprenden de esta reconstrucción historicista del marxismo? ¿Cómo afecta al
nacionalismo la crítica al historicismo? ¿Son las mismas temporalidades las que
definen al marxismo y al nacionalismo? ¿Hasta qué punto la dialéctica histórica
entre los factores económicos y las formas del espíritu, no podría ser vista como una
subsunción total de la Lógica del Capital por sobre cualquier otra historia del
nacionalismo?
A través de la lectura de Chakrabarty, intentamos mostrar como Hernández
Arregui, a pesar de recalcar la cualidad histórica del marxismo, no puedo considerar
ese marxismo por fuera del registro histórico universal, donde el capitalismo se
impone como una única historia por igual para Europa como para América Latina, y
entonces le resulta ―imposible‖ ver las particularidades de la historia del marxismo
en el contexto nacional, aquello que justamente está intentando. En los términos de
Chakrabarty, Nacionalismo y liberación, se queda en la Historia 1 del capital,
subsumiendo allí, todas las historias 2, que podrían darle la dimensión específica, la
diferencia histórica, para releer el marxismo desde su situación latinoamericana y
argentina.
En el planteo de Chakrabarty, la diferencia entre la Historia 1 y las historias 2, nos
permite pensar que ―ninguna forma histórica del capital, por más global que sea su
alcance, puede ser nunca un universal. Ningún capital global puede representar

113 Ídem, pág. 57. (cursivas nuestras)

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nunca la lógica universal del capital […] El capital es una categoría histórico-
filosófica, esta es, la diferencia histórica no es externa, sino esencial en ella. Sus
historias son la historia 1 esencial pero irregularmente modificada por historias 2,
más numerosas pero menos fuertes‖114.
Esta interpretación, nos permite abrir la lucha por colocar en el lugar,
siempre vacío, de la Historia 1 otras historias con las que tratamos de modificar y
domesticar la historia universal postulada por la lógica del capital, a su vez, que
movernos de esa historia universal a otras prácticas diversas. La conclusión de
Chakrabarty nos lleva a uno de los difíciles e indispensable temas que hemos tenido
que eludir, dejar por fuera, de esta investigación: la traducción. Por que al momento
crítico, a esta confrontación entre la historia 1 y la historia 2, le sigue el proceso
―que los historiadores suelen describir como la ―transición del capitalismo‖. Esa
transición, a contramano de todo el registro historiográfico sostenido en el
historicismo que hemos venido discutiendo, ―es también un proceso de traducción
de diversos mundos vitales y horizontales del pensamiento ilustrado inherentes a la
lógica del capital‖115. Pensar la historia de Latinoamérica, en función de categorías
marxistas supone traducir a tales categorías los archivos existentes del pensamiento
y de prácticas relativas a las relaciones humanas en sus países; pero también
comporta modificar estos pensamientos y prácticas con el auxilio de aquellas
categorías. Esta relación, resultaba imposible de concebir, en la historiografía de la
Izquierda Nacional, donde más que practica de traducción, la relación con las
categorías marxistas se daba como, ensamblaje con la realidad.
La política de la traducción implicada en ese proceso, funciona en ambas
direcciones: ―la traducción hace posible la emergencia del lenguaje universal de las
ciencias sociales. Pero, de igual modo, debe posibilitar el proyecto de acercamiento
a las categorías de las ciencias sociales desde ambos lados del proceso de
traducción, a fin de dejar espacio a dos géneros de historia‖ 116. En el caso estudiado
de Nacionalismo y Liberación, se hace patente la falta de una crítica al lenguaje
universal de las ciencias sociales, que posibilitara el proyecto de acercar las
categorías utilizadas a contextos latinoamericanos.

114 Op. Cit. Chakrabarty, D, (2008), pág. 109.


115 Ídem, pág. 110.
116 Ídem, pág. 110.

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En los términos explicados por Chakrabarty, la traducción-transición al


capitalismo en el modo de la historia 1 implica el funcionamiento de tres términos,
de los cuales el tercero expresa la medida de equivalencia que posibilita el
intercambio generalizado. Pero explorar esta traducción-transición en el registro de
la historia 2 supone concebir tal traducción como una transacción entre dos
categorías sin que otra tercera categoría se interponga.
Como lo indica el mismo título de la obra de Chakrabarty, lo que nos interesa
pensar, es el espacio ambivalente, opaco, indeterminado, llamado “diferencia
histórica” y que a través de la crítica poscolonial hemos intentado analizar y
problematizar en las relaciones entre filosofía y conocimiento, conocimiento e
historia, nacionalismo y marxismo.
En dos puntos, podríamos encontrar una ―intuición‖ cercana a esta
concepción de traducción o una emergencia de la diferencia histórica, en
Nacionalismo y Liberación de Hernández Arregui. Primero, en la discusión que
propuso sobre el concepto de ―nacionalismo‖, en la triada que componen el
nacionalismo de las metrópolis europeas, los nacionalismos de derecha o coloniales,
y el delineado por él mismo y la Izquierda Nacional, como nacionalismo
revolucionario. Y segundo, en su comprensión de la que la historia es tanto
conservación como cambio lo cual obliga a pensar ambas ecuaciones en su
interpretación recíproca, es decir, ―es en la justa relación de ambos términos, y en la
superación permanente de ellos, donde reside el enriquecimiento del conocimiento
histórico. El avance del pensamiento humano responde a este impulso de las
oposiciones dialécticas que marcan el decurso social‖ 117.
No obstante, como hemos sostenido, esa intención se pierde en el momento en que
el ―nacionalismo‖ entra en diálogo con el marxismo, en el marco de un modo de
pensamiento historicista, bajo las tramas de la estructura del tiempo moderno y de
―Europa‖ como sujeto teórico de la Historia. Y segundo, al vaciar la posibilidad de
un pensamiento situado, desde la diferencia histórica, para y desde la realidad
argentina y latinoamericana, en la aplicación sin crítica, de las tradiciones europeas
y las categorías universales del pensamiento político de la modernidad eurocéntrica.

117 Op. Cit, Hernández Arregui, J, (1987), pág. 45.

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Reconociendo la importancia de la obra de Hernández Arregui, como la


trascendencia de sus escritos, tanto en su época como para la actualidad, nos
parece
justo remarcar, que a pesar de los problemas, contradicciones e imposibilidades que
hemos marcado en las tensiones entre historia, nacionalismo y marxismo;
encontramos en las últimas páginas de Nacionalismo y Liberación, un posible
acercamiento a la ―diferencia histórica‖ en relación al nacionalismo. En la definición
de lo que podríamos llamar su propuesta y apuesta política por un nacionalismo
―genuino‖ de las colonias, dice Arregui:

―El rasgo fundamental de una nación es una política propia. Un pueblo, aunque
tenga territorio, no es una nación sino la posee (…) No es, pues, el orgullo el que
da vida al nacionalismo de los pueblos coloniales. Es una demanda histórica y
una exigencia de justicia. Y este es el más certero criterio para desollarle la piel
al nacionalismo injusto de los fuertes (…) el nacionalismo de las colonias a
diferencia del nacionalismo de las naciones opresoras, no tiende a encerrarse a sí
mismo, sino a proyectarse fuera de sí como reclamo de libertad (…) no
ambiciona superioridad, como las naciones opresoras, sino la igualdad de todos
los pueblos (…) el nacionalismo de los países oprimidos levanta la bandera no de
un destino predestinado e inmutable sino su divisa a la vida histórica sin grilletes,
(…) el nacionalismo de los pueblos oprimidos, no es ―el nacionalismo‖ de las
oligarquías indígenas cuyos intereses de clase esclavizan al país entero bajo
directivas foráneas (…) no inmola en la pira funeraria de su propio altar, a negros
africanos, amarillos asiáticos o mestizos hispanoamericanos (…) no venera el
fetiche de una nación inexistente, sino que concentra su energía, que es la energía
de las masas, en la nación a construir‖118.

Al margen de la reiteración de ―la nación por construir‖, podríamos arriesgar a


encontrar, en estas páginas finales, una preocupación de Hernández Arregui, por
nutrir su nacionalismo, de dos elementos centrales y pendientes, en los discursos de
la nación y la emancipación, a saber, una preocupación por el Otro (los negros
africanos, amarrillos asiáticos, mestizos hispanoamericanos e indígenas) como parte
integral de un proyecto amplio de nacionalismo; y una apertura de esa misma nación
que en su aspiración a la emancipación se pensaba mas allá de sí misma, en términos
Latinoamericanos o Hispanoamericanos; ambos elementos bajo la divisa de una
reapropiación sobre el derecho de cada de pueblo, de construir su propia historia.

118 Op. Cit Hernández Arregui, J. J, (1987) pp. 330-331.

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CAPITULO 3.
EL PRESENTE DE NUESTROS PASADOS

3. A modo de conclusión

Dos conclusiones nos interesa haber podido demostrar a lo largo de esta


investigación, dejando mucho de lo dicho para discusiones e investigaciones por
venir.
Primero, que la perspectiva poscolonial representa un intento valido, de dar
respuesta a una auténtica necesidad, la necesidad de superar una crisis de
comprensión producida por la incapacidad de antiguas categorías y formas de
análisis, para leer nuestras historias e historiografías.
Hemos sostenido, que a modo de respuesta, la perspectiva poscolonial,
propone una dislocación o desplazamiento epistemológico en la comprensión de la
historia y la historiografía a través de diversas formas; nos hemos centrado
principalmente en las críticas a la configuración de la Filosofía de la Historia, a la
categoría de Progreso, y a la idea de ―Historia Universal‖ en el paradigma de la
Modernidad Eurocéntrica.
Creemos, y hemos intentado demostrar, que en la crítica a la genealogía de estas
ideas, categorías e historias, se encuentra la posibilidad de una comprensión de
nuestro pasado, principalmente, desde la diferencia. Diferencia histórica y diferencia
colonial, a partir de las cuales, articular la posibilidad de releer y rescribir nuestros
pasados marginales, plurales, obturados, violentados y desconocidos.
En el mismo sentido, sostuvimos que la relación entre Estudios de la
Subalternidad y Estudios Poscoloniales, nos ofrece un conjunto de problemáticas y
herramientas apropiadas para la crítica de la ―historia‖ que desarrollamos en esta
investigación; no obstante su utilización implica avanzar sobre una discusión
ineludible, que ha quedado al margen de este trabajo, y en la cual se asienta el futuro
de este tipo de investigaciones. Discusión que se ha dado en el debate de estas
teorías con sus versiones latinoamericanas, en el llamado diálogo Sur-Sur, que
problematiza la relación entre sistemas abstractos, globalización y conocimiento; y
cómo las Ciencias Sociales construyeron un objeto de conocimiento llamado

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―Latinoamérica‖ y el modo en que este tipo de construcciones discursivas se


inscriben en la dinámica global de la occidentalización, tomando el modelo de la
crítica poscolonial. En el contexto de este diálogo Sur-Sur y de la configuración de
los distintos tipos de proyectos críticos de la modernidad, y de sus diferencias
críticas, metodológicas y epistemológicas, se inscribe la posibilidad de un
pensamiento latinoamericano poscolonial, que nos permita avanzar más allá de
análisis historiográficos, en temáticas complejas e interdisciplinarias en ámbitos tan
diversos como la política, la cultura, la identidad, la sexualidad, la economía, la
etnicidad, etc.
En la línea de este diálogo Sur-Sur, queremos inscribir esta investigación que
ha tratado, de manera escueta pero cuidadosa y esforzadamente, mostrar la fertilidad
teórica de planteos desarrollados por pensadores de diferentes latitudes y geografías,
como lo son Stuart Hall, Gyan Prakash o Dipesh Chakrabarty, para repensar
nuestros discurso históricos y nuestras formas de comprender la historia. Esto
siempre, sin desconocer, las importantes diferencias de sus pasados coloniales, pero
reconociendo una preocupación e intención en común por avanzar en la
descolonización de nuestras sociedades actuales.
En segundo lugar, desde la perspectiva discutida, nos hemos preocupado por
el cruce de las problemáticas que hacen a la relación marxismo-nacionalismo,
nacionalismo-colonialismo e historia-progreso, mostrando como allí se jugaron
interpretaciones de la historia, la política y la cultura nacional desde perspectivas
revolucionarias, americanistas y socialistas, que si bien intentaban cuestionar la
visión liberal eurocéntrica predominante y su influencia tanto en la izquierda
tradicional como en el resto de las izquierdas, fracasaban al estar asentadas en
supuestos epistemológicos estrictamente modernos y eurocéntricos. Siguiendo esta
línea, quisimos mostrar, a través de la crítica poscolonial, las consecuencias,
contradicciones y ambivalencias, de los conocimientos históricos generados a partir
de la modernidad eurocéntrica entorno al problema de la historia y sus re-escrituras,
atendiendo a las relaciones saber/poder, modernidad/colonialidad, Historia/historias,
en el pensamiento binario, dicotómico y universalista de la tradición occidental.
Desde esta perspectiva y lectura crítica, creemos que se pueden pensar los
elementos necesario para pensar la posibilidad de una Historiografía Subalternista,

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que nos permita en su configuración y reescritura, primero, una comprensión distinta


de categorías políticas como: nación e historia; segundo, una relectura del papel que
jugó el eurocentrismo y el historicismo en la construcción de los discursos históricos
de la Izquierda Argentina en la segunda mitad del Siglo XX; y tercero, la posibilidad
de repensar la articulación entre marxismo y nacionalismo; y su actualidad y
fertilidad para una historia de los tiempos presentes.
Sobre esta posibilidad es que nos gustaría extraer una segunda conclusión.
Hemos dicho que el pensamiento histórico de las izquierdas fue dominado por el
señalamiento de anomalías, justificadas por la hetero-normatividad teórica, y por lo
que es su complemento lógico: la rareza de asumir la historia adecuando los
conceptos o sustituyendo las nociones recibidas desde los centros mundiales de
saber. Con la metodología crítica de la perspectiva poscolonial, mostramos las
dificultades que se presentaban en Nacionalismo y Liberación a la hora de intentar
una recepción contextualizada del marxismo tanto como teoría del cambio histórico,
como teoría de la revolución social; de relacionar e inscribir las luchas nacionales
en el contexto de las luchas europeas del siglo XX; los problemas que se daban a la
hora de caracterizar y pensar la nación fuera de un discurso etapista, centrado en la
idea de progreso y linealidad histórica, que pudiera sumarse al devenir de los
pueblos europeos. A su vez, nos focalizamos en el pensamiento histórico de la
izquierda por sus prácticas de escritura, sus conceptos y categorías y su influencia
en los distintos imaginarios históricos sobre la nación y la emancipación. Todo
esto, no para mostrar la impertinencia e improductividad de Nacionalismo y
liberación, o de la producción historiográfica de la Izquierda Nacional. Más bien, es
justamente lo contrario, lo que quisiéramos, más que concluir, es empezar a pensar,
no sólo la confluencia de dos tradiciones ideológicas diferentes, como son el
nacionalismo y el marxismo, sino una serie de problemas, de total actualidad para el
pensamiento de izquierda.
Los tiempos actuales muestran que el colonialismo, se ha perpetuado de
distintas maneras hasta la actualidad, que la independencia y la descolonización son
todavía tareas pendientes, por tanto, teorías como el marxismo y el nacionalismo;
categorías como nación y progreso; y discursos e imaginarios históricos, como el
de la Izquierda Nacional ameritan seguir siendo pensados e interrogados, desde

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perspectivas filosóficas, históricas y políticas, que posibiliten un trabajo crítico


desde la superficie de los discursos hasta la profundidad de los presupuestos
epistemológicos de las modernidades e historicidades que forman parte activa de
nuestros pasados y presentes.

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Trabajo Final de Licenciatura –2012- Manuel Fontenla

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