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EL MUNDO INTERIOR DE

LOS NIÑOS

Gabriel, Paul y
Wool, Robert

Javier Vergara Editor, S.A.


Buenos Aires, 1992
INDICE
3. LA EDAD DE LA EXPLORACIÓN
(De los 14 a los 30 meses)……………………………………………………. 3

4. LA EDAD DE LA COMUNICACIÓN
(De los 30 a los 48 meses)……………………………………………………. 39

5. LA EDAD DE LA SEPARACIÓN
(De los 48 a los 60 meses)…………………………………………………… 55

6. LA EDAD DE LA TEMPRANA INDEPENDENCIA


(De los 60 a los 72 meses)…………………………………………………… 67

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LA EDAD DE LA EXPLORACIÓN
(De los 14 a los 30 meses)
Usted va a escuchar muchas veces en esta etapa el sonido de su propia voz diciendo:
“No, no. Eso no”.
O “No hagas eso… por favor, mi amor, no lo hagas.”
O “Quieto. No toques eso”.
O “Dios, ¿me puedes dar un respiro?”
Es este un período de conflicto. Mas que pronto entenderá por qué se lo llama “llama
“los terribles dos”.

Para empezar la criatura ya camina. Su poder de locomoción es enormemente


regocijante para él; por lo tanto, caminará y se meterá en cualquier parte. La movilidad es su
nuevo placer, y como recordarán del capítulo anterior, a esta edad la criatura está fuertemente
ligada con el principio de placer.

Obviamente, aunque esta novedad sea excitante para ambos, también puede crear
nuevos y serios problemas. Sin quererlo, se puede tornar destructivo. Quizás empuje la pila de
platos chinos que está en un anaquel, y estos terminen en el piso hechos una montaña de añicos.

Peor aún, puede meterse en el armario de abajo de la pileta de la cocina, y mientras


investiga las fascinantes latas, cajas y botellas que se amontonan en ese lugar, beberse algunos
tragos de desinfectante o veneno. Esta es una de las causas mas frecuentes de consulta en las
salas de emergencia de los hospitales.

Usted debe prevenir estos accidentes, lo que significa que tiene que poner límites a las
ansias exploratorias del niño. Algunas de estas precauciones serán “a prueba de bebés”: cambie
las porcelanas de lugar para que estén fuera del alcance, ponga una traba en los armarios donde
hay elementos peligrosos, y cubra con aditamentos plásticos los enchufes a los que él pueda
acceder.

Pero el control debe ser su mayor parte, verbal, y tiene que ser frecuente. Como ya les
dije se encontrarán diciendo todo el tiempo “No, no”. Y por supuesto al hacerlo entrará en
conflicto con el niño, que busca su placer.

A su vez, él empieza a relacionarse con usted de otro modo. Ahora la ve como la figura
que representa la autoridad; autoridad que no obstante es amada. Esto es muy importante ya que
será un acondicionamiento cultural y psicológico con el que deberá enfrentarse a lo largo de toda
su vida.

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Hay algo de paradójico en la lógica de nuestra cultura en lo que se refiere al individuo y
la autoridad; y podemos ver esto reflejado en la lucha del niño con esta idea. Nuestra sociedad
premia a la persona que se relaciona bien con la autoridad; el trabajador que posterga la
satisfacción, respeta las reglas, y tiene habilidades que utiliza para trabajar con otros. Al mismo
tiempo enaltece la individualidad, el ser independiente, el ser su propio jefe y el llegar lo mas
alto posible.

En un individuo sano tienen que estar equilibradas la buena relación con la autoridad y
la autonomía. En el niño vemos la confrontación de estos dos conceptos. Lo ideal es que usted
le cree un entorno en el cual él pueda crecer como individuo, pero al mismo tiempo esté
dispuesto a rescindir algo de su libertad en determinadas circunstancias.

Como consideró Erik Erikson, este es el período en el cual el niño define sus niveles de
autonomía. El modo en que se relacione con la autoridad será ciertamente significativo y
determinante.

En este importante proceso de escamoteos, podrán ver por qué la confianza de la que
hablé en el capítulo anterior es tan importante. Sin ella, es difícil que el niño prescinda de su
principio de placer. ¿Por qué no voy a meter mi cabeza en el W.C., excepto que mami diga que
no tengo que hacerlo? ¿Por qué no poner los dedos en el enchufe si tengo tantas ganas de
hacerlo, excepto que mami diga ¡no!?

Será más fácil para usted poner estos límites si tiene en cuenta que el niño sólo tiene en
mente el placer que una acción le puede proporcionar. No tiene idea de que se puede lastimar, o
dañar a otra persona, o romper algo. No está tratando de desobedecerle deliberadamente, o de
ponerla nerviosa. Simplemente está siguiendo sus impulsos de explorar todo.

Cuando le dice no, o lo aparta físicamente de alguna cosa, comenzará para él el primer
conflicto de su vida. Pero la confianza básica que se ha establecido entre ustedes dos los ayudará
a sobrellevar estos momentos. En un mundo ideal, quisiéramos que la criatura abandonara su
búsqueda de placeres a cambio del amor que le damos. Pero en el mundo real – como veremos
mas tarde en este capítulo – él parece querer algo a cambio de lo que se le niega hacer. Quizá se
diga a sí mismo: “Bueno, si dejo de jugar en el baño, ¿qué me van a dar?”. En otras palabras,
quiere una recompensa; y con algunas salvedades, no estoy en desacuerdo con otorgársela. No
es un crimen darle una galleta o un sorbete, siempre que los límites sean respetados.

De todos modos, no sean tan rápidos con esa recompensa capitalista. Puede ser la
técnica más fácil para usted, pero no necesariamente la mejor. Si el amor solo no lo convence,
traten con el sistema que exponemos mas adelante. El niño aprenderá más con su aplicación.

Algunos de los conflictos que aparecen a esta edad quizá sean menores si usted sigue
los consejos que le di para la primera etapa del bebé; y sin intención de que esto suene cruel, deje
que el niño saboree un poco la frustración. Recordarán que les sugería que no salieran corriendo
cada vez que éste dé unos gritos desde la cuna; que él puede muy bien, a partir de los seis meses,
soportar un poco de demora y empezar a desarrollar una ligera tolerancia a la frustración. La
tolerancia le permitirá sobrellevar mejor la confrontación con incontables situaciones en las que
no obtendrá todo lo que desea.

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Poner límites

Una de sus mayores tareas en esta etapa será el ponerle límites al niño, ¿Cuán lejos
puede ir? ¿Qué es lo que puede hacer? ¿Cuál comportamiento se le aceptará y cuál no? Hasta
hace no mucho tiempo, estaba de moda poner la menor cantidad de límites posible. Fue un error,
creo. Antes bien el desafío debería ser comprender qué límites deben ser importantes, cómo
ponerlos y firmarlos, y cómo presentárselos al niño para que entienda cuáles son los esenciales,
la jerarquía que tiene cada uno.

Restarle importancia a esto, es ignorar una realidad de nuestra sociedad (y también


hacer la vida intolerable para los padres). Volvemos a la relación con la autoridad, que en
nuestra cultura es importante. Para ir bien hay que aceptarla. Esto no significa la supresión de la
autonomía o la individualidad.

Enseñarle al niño a hacer pis en el W.C., cosa que se lleva a cabo entre los dieciocho y
los veinticuatro meses de edad, continúa siendo un problema común. Desde su punto de vista
está ayudándolo a subir un importante escalón en la sociedad civilizada. Para usted es bastante
claro y automático. Después de todo, nadie puede ir permanentemente por la vida usando
pañales.

Pero la criatura nada sabe de esta sociedad civilizada. Para él, usted le está pidiendo
que deje de lado un placer; el placer de defecar en cualquier momento. Le está pidiendo que
abandone esa comodidad y se controle haciendo uso del W.C. Para él este artefacto es una suerte
de elemento ominoso en sí mismo. Una cosa dentro de la cual podría caerse. Algo que le
produce un fuerte miedo. Pueden ustedes imaginar la potencial contienda de deseos que esto
acarrea, lo que consideraremos mas adelante.

Negativas y berrinches

Los dos problemas mas comunes que traen a mi consulta padres de chicos normales,
son durante este período: las negativas – el niño dice que no a todo – y los berrinches.

En cuanto a las negativas, el niño al principio probará todos y cada uno de los límites,
aun los mas peligrosos. Si usted permanentemente cede a que este los trasponga, la resistencia a
cumplir con ellos se afianzará y será cada vez más difícil manejar esta situación.

Los berrinches son una forma de protesta física; algunas veces debido al temperamento
y otras a los límites demasiado severos a los que se somete al niño. Si los padres dan demasiada
importancia a estos arranques de su carácter, los estimularán a seguir este comportamiento.

En general, aunque la conducta de la criatura sea buena deben tener en cuenta que en
esta etapa los berrinches pueden tener lugar. Los utilizará para probar que realmente un no
significa no.

Muy a menudo encontré que los padres no habían establecido prioridades entre los
límites que imponían a la actividad de los niños. Todo es no. Esto es lo único que oye, y no
tiene ninguna autonomía.

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Esa modalidad no funcionará. No solamente deben ustedes establecer una jerarquía en
estas imposiciones, sino que además para que sean efectivas deben ser transmitidas con
determinado tono de voz y expresiones faciales.

Si a un niño de entre catorce y veinte meses de edad se le dice simplemente que no, o se
le grita durante un rato, sin un gesto de disgusto por lo que está haciendo, probablemente no
tomará esto como una orden. Un no debe ir acompañado por una mirada significativa, por una
cara de enojo.

Frecuentemente las madres me dicen que le gritan todo el día a sus hijos, para que
después lleguen los padres a casa y ¡sólo echan una mirada al incontrolable monstruo en que se
ha convertido el niño!

El punto es que la comunicación física, aparte de la verbal, es muy importante. Y


definitivamente no quiero decir con “física” sacudir o abofetear al niño. No creo en el castigo
corporal a esta edad. Llamo no verbal a un gesto de enojo, y esto parece ser utilizado con mayor
naturalidad, por el papá que por la mamá.

Muchos de los problemas con los que me encuentro provienen de niños que no saben
qué comportamiento es el apropiado. Sus padres no establecen los límites ni las reglas con
claridad. O, muchas veces inconscientemente, le imponen tantos que el niño se siente frustrado
al encontrar que prácticamente todos sus actos son atacados.

Tuve una vez el caso de una madre muy ansiosa que se excedía en esa dirección, y esto
era en vano. Tenía muchas dificultades con el niño de cuatro años, que era hiperactivo y con
problemas de aprendizaje. Tanto ella como su esposo eran un poco obsesivos respecto de la
limpieza.

Cuando el hijo normal de dos años entró en su etapa de hacer lío y desparramar cosas
como cualquier niño de esa edad, ella lo metía dentro de la bañera para que jugara ahí sin
ensuciar el resto de la casa con sus dedos llenos de pintura.

Pero a los dos años la criatura está transitando por la separación y la individualidad y su
“práctica”. Por lo tanto, a los tres minutos de haber sido metido en la bañera salía de ella, y
llevaba con él las pinturas con las que estaba jugando mientras buscaba a su mamá por toda la
casa. Era irremediable. Poner límites no significa confinar a una criatura en la bañera; él tiene
que tener algo de autonomía y libertad para explorar.

Hay muchas maneras de resolver estos problemas y satisfacer a todos. En verdad, un


niño de dos años es capaz de provocar un revoltijo terrible, ¿y quién quiere vivir en semejante
desorden? Pero su mamá puede cubrir el suelo del cuarto con periódicos viejos cuando a él se le
ocurra pintar. O tener un trozo de linóleo, que es fácil de limpiar. Incluso, darle únicamente
crayones hasta que sea más grande y pueda manejarse con otro tipo de materiales. También
tiene que expresarle en su tono de voz y con su gesto, que quiere que pinte sólo sobre el linóleo.

Si usted tiene en claro cuáles son las cosas que no quiere que el niño haga – y cuáles
son las más importantes entre ellas – entonces le podrá enseñar. Sus “no” deben ser claros e

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inequívocos, fuertes, y acompañados por la voz y expresión que correspondan al grado de
importancia que usted le otorga.

Por lo tanto, los más severos deben ser para las acciones más peligrosas, como jugar
con las fuentes de electricidad, o treparse a las ventanas. La indulgencia tampoco es aconsejable
si la niña se cruza en su camino cuando usted está llevando una fuente con comida caliente. Eso
es potencialmente peligroso para ambas, aunque no implique un peligro vital. Se supone que
treparse a una silla también debe entrar en esta categoría.

La criatura comenzará a discriminar.


Mientras esté inculcándole estos límites, es aconsejable que disponga las cosas de la
casa de modo tal que el niño pueda explorarla con las mínimas restricciones posibles. Como ya
mencioné, sustancias peligrosas deben estar fuera de su alcance: sacar los líquidos de limpieza,
medicinas o drogas de los estantes bajos; nada de lo que él pueda confundir con comida debe ser
fácil de tomar. Cambie de lugar las cosas que se pueden romper, y coloque defensas en las
ventanas. Todos estos resguardos no sólo protegerán la vida del niño, sino que evitarán también
muchas batallas de gritos entre ustedes dos.

También debe establecer límites fuera de la casa; especialmente para el lugar donde la
mayoría de los niños de dos años son introducidos a la vida social: el supermercado. Los niños
de esta edad quieren sacar cosas de los mostradores; dígale que no, pero no hace falta una cara
feroz. Un no moderado, acompañando la idea de que no se deben tomar las cajas de cereales del
estante, pero diferenciando este no del correspondiente a la prohibición de treparse a una
ventana.

Utilizar estos matices en su repertorio de límites ayudará al niño a su comprensión y lo


hará más obediente. Esto puede discriminar también las probabilidades de que aparezcan
berrinches, aunque, como ya dije, hay que tener en cuenta que pueden ocurrir.

Hay dos modalidades básicas de berrinche: en la primera, el niño se tira al suelo


llorando, pateando, haciendo un escándalo. La segunda es una variedad menos común pero más
terrorífica: la contención de la respiración. Niños con un temperamento muy fuerte pueden
recurrir a esto en algunos momentos.

Enfrente estos dos tipos de berrinche de la misma manera: ignórelos, entendiendo que
ignorar al niño es el último recurso. Primero debe hablarle con firmeza y si advierte que no
obtiene resultado, bueno, no lo va a tener en cuenta hasta que se comporte apropiadamente.

Pegarle al niño bajo estas circunstancias es negativo (aunque en su frustración usted no


lo piense así), y es menos significativo para él que ignorarlo. Si usted le “da la espalda”, esto es
muy doloroso para él; y según mi punto de vista, este método debe ser usado únicamente en los
momentos de muy mal comportamiento, por ejemplo, cuando tiene berrinches. Es una técnica
efectiva. Lo más probable es que la criatura se dé cuenta cuando usted lo ignore, que lo que está
haciendo es inútil ya que no obtiene respuesta suya alguna.

Si el niño tiene su berrinche en un lugar público, yo consideraría una alternativa la


aplicación del tratamiento de “rechazo”. Como último recurso (después de haber tratado de

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argumentar y lisonjear), apelaría a la intervención física. Si puede, álcelo y llévelo a un área mas
privada. Si esto es imposible, entonces una palmada en el trasero podría funcionar. Teniendo
en cuenta que usted no le había pegado antes, si lo sorprende con ese chirlo quizá tenga éxito y le
corte el berrinche en un santiamén; pudiendo los dos ahora salir del lugar y retirarse de una
situación embarazosa y difícil.

La efectividad de esta sorpresiva paliza, depende de que sea realmente sorpresiva. Si


este método se utiliza indiscriminadamente, se volverá carente de significado para el niño, y
como he notado es el menos efectivo para controlar los berrinches, es el peor refuerzo de algo
negativo.

Note que la desesperada palmada se torna necesaria porque sus otras alternativas no son
posibles. Usted no puede irse caminando tranquilamente dejándolo solo en el medio de un
supermercado. Al mismo tiempo, no dispone de un cuarto adonde lo pueda mandar, ni de otro
donde pueda ir usted.

Si le pega, no se sienta tan mal por eso. Unas palmadas en su trasero no le van a
convertir en un ogro. Debe tener en cuenta que durante este período muchas veces, aun con el
amor que usted siente por él, esto le hará perder los estribos y la calma. Los “terribles dos” son
garantía de esto. Pero es absolutamente normal, especialmente cuando está cargando con una
docena de paquetes además del niño, en un negocio lleno de gente.

Aunque gran parte de su función como padres es en este momento poner los límites y
desplegar una larga serie de desaprobaciones, también tienen que expresarle aprobación a la
criatura.

El reforzamiento de las cosas positivas es la otra cara de la jerarquía de los no, y el niño
lo necesita. Déle claras pruebas de aprobación cuando su comportamiento es bueno. Y cuando
tenga éxito en la obediencia de un no, déle un abrazo, un beso, dígale que está contenta por ello.
En esta edad, él necesita sentir que usted está feliz de tenerlo y lo ama. Usted no desea que él
sienta que todo lo que hace está mal, que todas son cosas negativas.

Además de ese tipo de aprobación afectiva, el niño necesita ese tiempo de alta calidad
de juegos del que ya hablamos; montones de dibujos que hacen juntos, sonidos que crean en
ollas y sartenes, pelotas que ruedan. (A esta edad tienen necesidad de estímulo sensorial, y hacer
ruidos les da un enorme placer).

Llegarán finalmente a estar conectados, al momento en que el niño entienda la palabra


“no”. Empieza lo que nosotros llamamos la “identificación con el agresor”. Este es el primer
signo del primitivo superyó, o de la conciencia primitiva.

Comenzará a decirle “no” a usted repetidamente. Y se lo dirá también a algún “objeto


intermediario”: su osito de peluche, su frazadita, algo que siempre lleva consigo cuando está
practicando la separación, como cuando usted lo lleva, por ejemplo, a la casa de la abuela para
que se quede con ella.

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Verán, por ejemplo, cómo cuando usted le niega una galleta, él estará al rato diciéndolo
a su osito: “No, no galleta, no”.

Cuando comience a ver este tipo de imitación, puede estar segura de que el niño
entiende, después de mucho, que ese “no” cumplido lo priva quizá de un placer temporario, pero
a cambio de ello tiene su amor y aceptación. Consideremos ahora algunos ítems del desarrollo
en detalle.

El conflicto anal

La edad de la exploración es un período caracterizado especialmente por las primeras


luchas y conflictos del niño con los límites. No hay prueba mas clara de esto, la lucha anal entre
usted y la niña, conflicto que es particularmente significativo para Freud.

Lo que está sucediendo es que usted le está pidiendo, o diciendo, que deje de lado su
placer de hacer lo que tiene ganas en el momento y lugar que se le ocurra. “No hagas caca en los
pañales. Ya eres una niña grande, no tienes que usar pañales nunca más. Pero cuando te quite el
pañal no hagas en el suelo. Dile a mami cuando tienes ganas de ir, y te pondré en el W.C., y
estarás yendo al baño como una niña grande, igual que mamá”.

Usted apela a la confianza que existe entre las dos, lisonjea, premia. Pero la niña se da
cuenta de que el juego está cambiando. Hay nuevas reglas. Depende de cómo sea la
personalidad de los padres y del niño, este conflicto puede ser una feroz lucha entre deseos
opuestos; o puede ser sobrellevado sin que signifique un enorme esfuerzo.

En la época de Freud, este era un momento tradicionalmente terrible. Comenzaba


prematuramente, a los diez o doce meses de edad; y los padres esencialmente le decían a los
niños “Haz lo que digo” o algo parecido. Englobado en este tipo de relación estaba el concepto
de que el niño debía ceder ante el poder de la autoridad.

Una de las razones por la que ponemos hoy día menor énfasis en el conflicto anal es
que, en general, nuestro modo de criar a los niños ha cambiado. Esperamos cierta adhesión a la
disciplina, pero también admitimos una cuota de autonomía. Redujimos las probabilidades de
que se produzca un profundo conflicto anal. Para empezar, es una práctica aceptada no eliminar
el uso de pañales hasta los dieciocho o diecinueve meses. Antes de esa edad, sencillamente,
ningún niño tiene buen control de sus esfínteres.

Pienso también que ahora estamos más relajados respecto de los resultados. Si no tiene
éxito en los primeros intentos, interrumpa el entrenamiento durante seis semanas, y pruebe de
nuevo. En algún momento lograremos que la criatura se controle, pero pueden ocurrir
ocasionales accidentes.

Algunos padres recibirán ayuda extra de los parvularios. Por supuesto, no todos los
niños comienzan a concurrir a uno a la edad de tres años; pero si entra en sus planes que así sea y
su niña aun no controla totalmente su esfínter lo más probable es que en poco tiempo ella
aprenda a hacerlo por sí sola. Contribuirá a esto el hecho de que sentirá cierta presión. Sus
compañeritos usan el baño; ella decidirá que es hora de hacerlo también.

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No recomiendo dejar deliberadamente la tarea de entrenamiento al prometedor efecto
que esta presión puede producir en la niña; pero esta probabilidad podrá ayudar a que usted se
relaje en el caso de que ella tenga dificultad para dejar sus pañales y su ingreso en el parvulario
esté próximo.

Freud también observó que en este proceso la función defecatoria empieza a cobrar un
nuevo significado para el niño. Se siente atado por la postergación del placer, y también por una
forma infantil de la sexualidad: el placer que siente cuando finalmente puede evacuar.

Asimismo, si lo piensa, Freud estaba tocando algo que también experimenta cualquier
adulto. No por ser burdo, pero ¿no ha estado alguna vez usted durante horas sin aliviar sus
necesidades? ¿Atravesando el país en automóvil en medio de una tormenta, sin que hubiera
ninguna estación de servicio o restaurante abiertos en kilómetros y kilómetros? Y finalmente,
gracias al cielo, un parador; y usted se lanza hacia el baño, deja que su esposo y los niños se
arreglen solos y sale corriendo. Para ser honestos, ¿no hay un cierto placer sexual cuando alivia
sus necesidades, después de toda esa contención y postergación?

Freud pensó que este placer para el niño, la negación de él y el conflicto le


proporcionan a la criatura una nueva conciencia de su aparato excretorio. En el proceso de
aprendizaje de control de sus esfínteres, se concentra mucho más en sus partes sexuales y se
entera de que hay diferencias entre los sexos, al comenzar a ir al baño.

Puede haber tenido antes de esto una vaga noción de que papi tiene pene y mami tiene
vagina; de que papi hace pis parado y mami se sienta para hacerlo. De algún modo, comienza a
tomar conciencia de estas diferencias entre los sexos, al tiempo que desarrolla un sentido mas
avanzado de su propia identidad sexual.

Para Freud y sus seguidores, la identidad sexual básica del niño se establece en esta
etapa, entre los dos y tres años de edad. Es en este momento cuando la identidad sexual
psicológica toma cuerpo. Superficialmente, podemos decir que es aquí cuando una niña sabe que
es una niña y que es diferente de un varón. Que empieza a tener vaga conciencia de que sus
órganos genitales son diferentes a los del varón, aunque no tenga en absoluto idea de la función
de estas dos partes diferentes en la reproducción.

Parte del resultado de todo este batido en la mente del niño, será que quizá tenga más
curiosidad por los hábitos suyos y de su esposo en el baño. Puede ser también que hable mucho
de sus partes privadas, declarándole a usted y al mundo que ella tiene esto, pero papá tiene pene
lo mismo que su hermano, o su amiguito Johnny.

Quizá sea acobardante tener en casa de repente, a una eminencia en sexología de dos
años de edad; pero es perfectamente normal, es su modo inocente de afirmar su identidad como
mujer. Este es el comienzo de ese importantísimo desarrollo del que hablé anteriormente; del
establecimiento de la identidad de los sexos, la que permitirá mas adelante que nuestra especie
siga sobreviviendo y creciendo.

Para Freud, el niño básicamente se siente tironeado al tener que someterse a su


entrenamiento para dejar los pañales. Se concentra en el conflicto de los sí-no; bueno-malo, y

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piensa: “No quiero cambiar, porque hacer pis cuando yo quiero me da placer; pero si no accedo,
mami no me amará”.

Entonces dice que la mala de la película es mami. “Es horrible y la odio”; este es el
nuevo sentimiento de la criatura. Pero al mismo tiempo, la ama y depende de ella. De esta
ambivalencia surge un sentimiento primitivo de culpa.

El manejo que pueda hacer el niño de esta perturbadora sensación y de otros


sentimientos displacenteros, más o menos a la edad de dos años, nos lleva a la extremadamente
compleja área de los mecanismos de defensa.

Básicamente, estos mecanismos son desarrollados por el bebé para habérselas con algo
que le disgusta. Si volvemos un poco atrás, a sus primeros meses, ella parece tener un primer
método que es la negación. Si tiene hambre y no puede satisfacer esa necesidad, llora, patalea;
pero después negará ese sentimiento de displacer durmiéndose.

Cuando es más grande veremos que usa otras formas para hacer frente a sentimientos
más abstractos que la perturban. Alrededor de los tres años puede experimentar sensación de
desamparo. Por lo tanto, empieza a jugar apelando a la fantasía. De repente es la Mujer
Maravilla, corriendo carreras por la casa, capaz de solucionar todos los problemas mundanos que
usted pueda tener. A través de su juego está reemplazando su desvalida realidad. Esto se llama
“formación de la reacción”, y es una forma más sutil de hacer frente a su conflicto.

Un poco antes, digamos un año atrás, quizás haya tenido que soportar una cantidad de
sentimientos, ideas o pensamientos desagradables. Por tomar un ejemplo ajustado, digamos que
usted tuvo otro niño. Lo que ella percibe es que su hermanito ha invadido su mundo. Lo que
ella quiere hacerle a esa criatura que le robó su tiempo y su amor es simplemente matarlo.

Ella sabe, de algún modo, que no puede hacer eso, y que está muy mal tener esa idea.
Aparece entonces en juego un nuevo mecanismo: “represión”. La represión hace que esa mala
idea y los sentimientos negativos que la acompañan, se vayan. Todo ese endiablado lío es
mandado al inconsciente; o por lo menos, esa es la teoría.

Pero la represión parece no ser suficiente. Parece haber todavía feos sentimientos
dirigidos a ese frágil hermanito. La parte consciente de la mente, el ego, debe tener otros
caminos para hacer algo con esa energía destructiva. Se desarrollan entonces nuevos
mecanismos para hacerle frente.

Vemos esto con bastante claridad en referencia al conflicto anal, cuando ella está
luchando con el dilema de bien-mal. Está al mismo tiempo soportando la censura, que le
desagrada. O cuando aproximadamente a la misma edad, encuentra censura cuando le ponen
límites. “No, no, no, nunca pongas los dedos en el enchufe”.

Claramente a ella no le gusta la sensación que le queda, por lo que hace una suerte de
negación: “Yo no soy la niña que está haciendo cosas malas”. Entonces se identifica con el
agresor; se convierte en el desagradable padre que le está diciendo que ella es una niña mala.
Toma el sentimiento desagradable que tiene y se convierte ella en la persona enojada, y muy

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probablemente se descarga en una de sus muñecas. “Desplaza” esos sentimientos a su muñeca,
“proyecta” su mal comportamiento en el objeto. Y la muñeca se convierte en la persona mala.

“Mala, niña mala”, le dice, y le da unos chirlos. Desplazamiento, proyección.


Descarga su ira y se siente mejor. Un buen modo de solucionar su conflicto.

La proyección evolucionará aún más. Un día, usted llegará a casa, y se encontrará que
la niña hizo pis en el suelo. Le preguntará: “¿Por qué hiciste eso? Si tú eres una niña buena que
hace pis en el water” Yo no lo hice – quizá le conteste -; Gulliver (el perro) lo hizo”. O “Baby
Boy (la muñeca) lo hizo.”

Nosotros los adultos también hacemos esto para defendernos, cuando a veces
reflexivamente le decimos a nuestro jefe: “¿El informe?, usted no me pidió ningún informe. Se
lo habrá pedido a otra persona”.

De la confluencia de hechos y sentimientos que se da en este período, y especialmente


desde el momento en que deja los pañales, el niño empieza – según Freud – una contienda
interna entre el bien y el mal.

Freud concibió al primitivo superego, representado en ustedes, los padres. El superego


dice al niño: “Esto está mal. Si no haces lo que papá y mamá dicen, está mal”. Por otro lado, el
Ello, esa desenfrenada fuerza del placer, está diciendo: “Tonterías. Hacer lo que tienes ganas, lo
que te hace sentir bien, está muy, muy bien.”

Forcejeando entre los dos, está su frágil ego; tratando de discernir qué es lo que
realmente está mal y qué está bien. En teoría, todo lo que la niña absorbe: conocimiento,
información, experiencia, se mete en este conflicto. ¿Debo hacerlo? ¿Debo?

Uno de los posibles efectos es la “obsesividad”, “la indecisión que va junto con la
ambivalencia”. El obsesivo no puede decidirse, y esto está asociado al deseo de complacer a los
padres, contrapuesto al deseo de satisfacerse a sí mismo.

Ya adulta, esta será la persona que está preocupada constantemente por las alternativas
de todo. Todo es un problema. ¿Me pruebo este vestido? ¿O ese otro? No, mejor antes voy a ver
al negocio de la otra cuadra, después al de la esquina, y después vuelvo aquí y miro de nuevo.

Obviamente que una cuota de obsesividad es una buena cosa y es perfectamente


normal. Hace que la gente piense mejor sus actos antes de realizarlos, y ello incluye a los
consumidores inteligentes.

Pero el verdadero obsesivo está detenido en su decisión sobre cuál prenda comprar, y
mantiene el control sobre esa decisión, (controlar es muy importante para los obsesivos) hasta
ese maravilloso momento en que se deja ir, y compra la prenda.

Fue en ese contexto que Freud habló de la mezquindad como una característica anal.
La denominación “obsesivo compulsivo” es también probablemente familiar para
ustedes. La obsesión y la compulsión están emparentadas.

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La compulsión va de la mano de las acciones de las personas obsesivas, y es el patrón
de comportamiento de las mismas. Estas personas, impulsadas por un sentimiento de culpa
insconsciente, tratan de exorcizar lo malo y de revalidar lo bueno repitiendo una actividad una y
otra vez.

Las compulsiones se transforman en rituales. Si el niño está enojado con usted,


¿adonde va su ira? Quizá se descargue pegándole, comportamiento que es típico a los dos años
de edad. Más tarde, cuando esté más civilizado, podrá reprimir sus placeres tanto como los
impulsos agresivos. Pero a los dos años aun no puede hacerlo; pegará o incluso dará
mordiscones.

Entre los tres y los cuatro años, manejar su enojo podría llevarlo a actos compulsivos
que entrañan un pensamiento mágico simbólico. Haciendo esto descarga su ira, por lo tanto no
tendrá que pegarle a mamá.

Tuve el caso de un niño de tres años y medio que había estado golpeando a su madre.
Finalmente, esta se cansó y empezó a castigarlo. En el término de dos meses, él adquirió el rito
de tocar cada una de las cosas que había en los cuartos de su casa. Después, se sentía mejor. Un
día le tomó media hora llegar desde su habitación a la puerta de entrada de la casa.

Estaba manejando a todos. Las mañanas eran una agonía. Supuestamente tenía que ir
al parvulario, y eso era parte del problema. No quería hacerlo. Quería quedarse en casa. Casi
inconscientemente, había encontrado la solución perfecta. Tenía una urgencia inconsciente de
agredir a su madre. No podía hacer consciente su ira, y tal como algunos adultos que no somos
conscientes de nuestro enojo, se ponía ansioso. No sabía qué era lo que había entre él y su madre
que le molestaba, quería demorar o eludir su concurrencia al parvulario. Llevando a cabo su
ritual de tocar cada objeto, lograba desplazar su ira y su deseo de golpear, y simultáneamente
hacía irrealizable su asistencia al parvulario.

En la psicoterapia, el niño mostró claramente qué era lo que le molestaba. Elegía


muñecas para jugar, y en cada sesión las golpeaba. No fue muy difícil ver, cómo se sentía con
respecto a su madre. En mi trato con ella, encontré que era una mujer rígida que imponía reglas
estrictas a su hijo, y casi no le permitía autonomía alguna. El niño no podía hacer nada por sí
solo, ni siquiera enojarse con ella. La mujer estaba decidida a criar un gentleman, tal como me
dijo.

Le aconsejé que permitiera al niño enojarse con ella. “Si no le gusta ir a la escuela cada
mañana – le dije – deje que él hable y escúchelo. No le abofetee o le castigue, déjele protestar”.
Mi regla general con ella, así como con otros padres, es que permitan a sus hijos mostrar su
enojo tanto como lo necesiten. Déjenlos enojarse con ustedes, con la escuela, con el mundo real
y con el imaginario. Escúchenlos.

Después, su acuerdo con él deberá ser que tiene que obedecer. En otras palabras: di
todo lo que quieras, puedes estar enojado conmigo. Pero una vez que hayas dicho todo, que
hayas expresado tu enfado, haz lo que yo te indico aunque eso signifique que vayas a la escuela,
que es por lo que estuviste gritando.

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¿Está usted gobernando al niño? ¿Siendo tortuosa y cruel? No, en absoluto. Recuerde,
esta no es la Suprema Corte, donde se da un argumento sofisticado y se estudia en nombre de
elevados ideales de verdad y justicia. Esta es su cocina, donde su hijo, quien todavía no
comprende argumentos sutiles, está desahogando sus sentimientos.

El permiso para protestar, el saber que puede enojarse, el expresar lo que está pasando,
todo esto hará maravillas. (Muchas veces para los adultos, tanto como para los niños.) Por
ejemplo, después que logré que la rígida madre del niño le permitiera sus protestas, el
comportamiento compulsivo disminuyó y mas tarde desapareció. Llevó aproximadamente tres
meses, pero finalmente cesó de tocar cada cosa y también volvió al parvulario.

Como complemento de esa escuela lo integramos a un grupo de juegos para darle salida
a sus energías. Era un niño muy activo físicamente, con las mismas características de su padre
(un hombre grande y fuerte), y necesitaba un escape para sus energías del mismo modo que ya
tenía una para sus sentimientos de enojo.

Con la terapia su madre comenzó a poder ver algunos de sus propios problemas, y
perdió rigidez. Descubrió entre otras cosas, que tenía miedo a los hombres, y una de las formas
que encontró para manejar esto en términos de su hijo, era dominándolo completamente.

Biología y límites

La biología condicionará también la respuesta del niño a los límites. Usted debe
reconocer para empezar dos condiciones:
1. Un niño de dos años tiene un lapso de atención muy corto.
2. Su memoria no es muy buena.

Esto significa que usted tendrá que repetir muchas veces lo mismo. Los padres se
quejan frecuentemente “Le dije a ese niño cien veces ‘NO’, pero sigue haciéndolo”. Esa es la
paridad. Se lo tiene que decir cien veces porque él no recuerda.

Cuando quiere establecer un límite – no jugar con los enchufes, por ejemplo – hágalo
cuando la criatura está hurgando alrededor de ellos. Su advertencia debe acompañar la acción de
él. No espere que asocie la admonición con el acto si usted la hace más de un minuto después
que la acción fue hecha.

Si usted empieza a gritarle cinco minutos después que tocó el enchufe, para él será un
reto por ninguna razón en particular. Hable antes de ignorar ciertas conductas, especialmente los
berrinches, para reforzar los límites. Si usted literalmente se da la vuelta apartándose, él sentirá
el rechazo. “No te voy a hablar hasta que dejes de comportarte de este modo” – le dice -,
mientras se dirige a otro cuarto. El se sentirá sacudido por eso.

Puede dejarlo solo, o si la desobediencia es grave, mandarlo a su cuarto. Esta táctica


tiene que ser usada con cuidado. Si le ordena esto a esta edad, la puerta debe quedar abierta. De
otro modo el niño podría sentirse abandonado y entrar en pánico. Recuerde que en este período
es frágil, y vulnerable a las separaciones. Como mencioné anteriormente, comienza a “practicar”

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haciendo cortas excursiones a otro cuarto y volviendo rápidamente para asegurarse de que usted
está aún ahí.

Cualquier amenaza que le haga de dejarlo porque se porta mal, o aun la concreción de
esta amenaza, pueden servir para que el niño entienda los límites que le están poniendo. Pero no
hay que aterrorizarlo.

Otra técnica que puede aplicar es la de la recompensa, el refuerzo de lo positivo,


algunas veces llamado soborno. Según mi punto de vista, es soborno cuando se le da al niño una
recompensa excesiva por su comportamiento. La vida será más simple si usted lo evita. Pero
una recompensa moderada puede ser efectiva para modelar la conducta (la modificación del
comportamiento, como se llama) propia de un niño de dos años.

Por empezar, a esta edad son sumamente egoístas. Y viven en un mundo minúsculo.
El mundo gira alrededor de ellos, y desistir del placer en él no es una tarea fácil. No hay que
recurrir a los sobornos demasiado rápido. La criatura renunciará a algunos placeres a cambio de
cosas simples que quizá sean las mejores recompensas: un elogio, besos y amor. Usted no puede
darle demasiado de esos dulces elementos.

Para problemas más difíciles o comportamientos mas obstinados, supla ocasionalmente


sus esfuerzos afectuosos, por una manzana o una galleta. Si usa esa técnica, racione la
recompensa, no le dé todo al mismo tiempo. Si usted le da una galletita por haber ido al baño,
pronto se encontrará sobornando a la niña con premios cada vez que lo haga.

Los terapistas del comportamiento emplean un sistema que me gusta: el de la


acumulación de estrellas doradas. Por cumplir varias veces con algo que le estamos demandando
el niño obtiene como recompensa una estrella dorada. Si reúne una cierta cantidad de estrellas –
normalmente no más de siete – obtiene una recompensa especial.

Las estrellas se otorgan porque hace algo, digamos por ejemplo, ir al baño como un
niño grande; o por no hacer algo, como por ejemplo, no tener berrinches durante el día. El
recompensarlo cuando no se comporta de manera desagradable, hará que esta conducta
desaparezca mas rápidamente que si se lo castiga. A medida que crezca, sus recompensas
pueden ser más elaboradas que un trato especial, un sorbete o un postre. Quizás él quiera un
pececito de color o un juguete. Bueno, si junta un número de estrellas superior al acordado, eso
es lo que obtiene.

Dos advertencias:
1. No complique demasiado el proceso. Si el niño tiene que vérselas con veinte
cosas que se supone debe hacer para ganar veinte estrellas, se sentirá abrumado.
2. No use el sistema de las estrellas para todo, sino solamente para
emprendimientos difíciles. Si lo usa excesivamente, será inefectivo.

Comience con este método en algún momento entre los dos y los dos años y medio,
concentrándose en un solo objetivo: el comportamiento que usted considere que es más
importante alentar o desalentar. Incúlquele la idea de que cada vez que haga algo bien (o no
haga lo que está mal), recibirá una estrella.

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De momento que a esta edad no tiene el concepto de los números, use dibujos o láminas
que muestren niños haciendo algo. Después, cuando pase a la segunda fase, agregue otro
comportamiento. Ya logró que use el W.C. No más lamentos. Trate de no sobrecargar al niño.
Use el método únicamente para lograr cosas que importen.

Palabras y lenguaje

Hay palabras y hay lenguaje. Unas llevan a lo otro, pero no son la misma cosa. Su
hijo, poseerá palabras mucho antes de que pueda emplearlas con una sintaxis reconocible para la
gramática. Cómo evoluciona el lenguaje, cuánto de esto es natural y cuánto enseñanza, es
materia de gran controversia en la actualidad.

Sin duda sabemos que los bebés emiten sonidos desde el principio, y que alrededor de
los catorce o quince meses producen una buena cantidad de “cháchara”. La cháchara es una
mezcla de sonidos, algunos de los cuales son interpretados por todos los padres como las
primeras palabras, generalmente “mamá” o “papá”. Entre los dieciséis y los dieciocho meses su
bebé pronuncia sonidos que semejan palabras reales; si bien son claros, las palabras inequívocas
no aparecen mucho antes de los veinte meses.

Algunos niños pronuncian palabras antes. Simplemente tienen facilidad para ello y el
desarrollo muscular necesario. Nunca pensamos en eso, pero una multitud de músculos están
comprometidos en el hablar. Músculos de la lengua, la garganta, la cara y la nariz. Si su hijo
habla antes que otro niño, antes de lo que indican los gráficos, bueno, eso no significa que sea un
genio. Su lenguaje tan sólo está evolucionando rápido.

Si usted, su esposo y la gente que está alrededor del niño son naturalmente
verborrágicos, él tendrá ocasión de absorber más palabras que otro niño que se desarrolla en un
ambiente silencioso. Pero no habrá diferencia en cuanto al momento en que pueda hilar y
organizar gramaticalmente las palabras. Para que eso ocurra tiene que haber (según una
controvertida teoría en boga) un cambio biológico en su cerebro.

Esta escuela de pensamiento (que parece estar ganando posiciones) sostiene que la
secuenciación de palabras depende de la biología del organismo. El niño obtendrá algo de su
gramática natural. Por cierto esta no es la gramática tal como la conocemos, sino una primitiva
forma de ella, que muchos investigadores consideran que es innata. (Esta postura es
considerablemente diferente a las teorías de hace veinticinco o treinta años. En esos días la
creencia en que el lenguaje era aprendido, absorbido de la cultura circundante. Pero la evidencia
parece hoy ser otra).

Observarán que aunque ustedes hablen buen inglés, y en este contexto aun la T.V. lo
hace, cuando el niño empieza a hablar con ilación (dos o tres palabras juntas), tendrá su propia
gramática. Sus palabras no estarán organizadas como en una oración correcta. “Quiero pelota”,
dice. También notarán que usa el sustantivo antes del pronombre. Los sustantivos son
usualmente signos, como opuestos a los símbolos. Un signo es para la criatura un sonido que
está asociado a un objeto específico, concreto. El símbolo aparece después, es una elaboración
del signo, una ampliación mental de su significado.

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Por eso, después que usted le haya dicho docenas de veces, directa e indirectamente,
que la mesa del comedor es una “mesa”, él entiende. Es para él La Mesa, quizá la única como
esa que haya visto. Y cuando dice la palabra “mesa”, esa en particular está en su cabeza.

Mas adelante puede reconocer que una mesa es un objeto de cuatro patas, con una cosa
plana encima, donde se apoyan los platos, los vasos y otras cosas. Ahora tiene un símbolo. Pero
sólo alcanza ese símbolo experimentalmente; mientras crece él ve una mesa en el comedor, otra
diferente en el dormitorio; después las reúne en su mente y puede finalmente definir “mesa”
como un símbolo amplio.

Para tener un real lenguaje, el niño necesita gramática, sintaxis, algunas ideas
simbólicas, y por lo menos, el comienzo de una variedad de palabras de distintas categorías:
verbos, adjetivos, adverbios, etc. Esto sucede en el próximo período, la edad de la
comunicación, de los treinta a los cuarenta y ocho meses.

En la época actual, de los catorce a los treinta meses, el niño adquirirá más y más
palabras y será capaz de comunicarse mas concretamente; pero mayormente lo hará con una
particular modalidad no verbal. El descifrará expresiones y miradas, señalará, la arrastrará y
tironeará, gritará asociando una o dos palabras con cosas.

Llegando al fin de esta etapa, hijos y padres tienen un lenguaje privado de palabras,
gestos y códigos bastante elaborados que la gente de afuera no entenderá demasiado. Después de
los treinta meses, en la próxima etapa, este evoluciona de modo tal que cualquier persona puede
comprenderlo.

Verá que su niño entiende las palabras mejor de lo que puede decirlas. Habrá algo
mágico almacenado para usted cuando este cambio en la comunicación comience a suceder.
Cuando le dice, “toma la pelota”, usted no está segura de que él entienda o pueda responder. La
primera vez que él efectivamente vaya y la tome, usted se sentirá absolutamente pasmada y
maravillada.

Cuánto y cuán pronto él hable dependerá del grado de desarrollo y control de los
músculos de los que hice mención. El inglés, por ejemplo, es particularmente exigente; por sus
palabras y reglas sintácticas complicadas, y requiere que el niño pase de una coordinación
motora elemental a otra mas afinada. Hay algunos sonidos como “r” y “th” que el niño
simplemente no puede emitir.

Algunos niños tienen tal dificultad, que a la edad de cinco o seis años, aun no han
adquirido toda la variedad de sonidos, y necesitan terapia del habla, la mayoría de las veces por
el ceceo. En general, en lo que se refiere al lenguaje yo no me preocuparía a menos que a la
edad de treinta meses el niño no diga algunas palabras y alrededor de los treinta y seis no pueda
armar oraciones de tres o cuatro palabras. En esos casos se lo mencionaría al pediatra en el
próximo chequeo.

Hay niños perfectamente normales que son brillantes, aunque no digan palabra antes de
los dos años. Después, lo dicen todo junto. En algunas oportunidades son niños de activación
lenta, niños que antes de hablar quieren asegurarse de hacerlo bien. No obstante, si su hijo no

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emite sonidos de ningún tipo –excepto para llorar – al momento de tener quince meses, consulte
al pediatra. Podría tener alguna afección auditiva, cosa que es fácil de detectar en los chequeos
corrientes que se realizan durante el primer año de vida.

EL MUNDO REAL

DEJAR LOS PAÑALES SIN TRAUMA

Corrientemente los padres me preguntan sobre los daños psicológicos que podrían
causarle al niño, durante esa batalla que es el entrenamiento para que deje los pañales. Un par de
choques o enfrentamientos no derivan en un trauma. Es necesario que un patrón conflictivo se
repita durante meses, para que se produzcan efectos nocivos en la personalidad de la criatura.

Una manera simple de evitar esto es interrumpir el entrenamiento si fuera necesario.


Esperen para comenzar con él que la niña tenga dieciocho meses, momento en el que ya tiene
razonable control sobre sus esfínteres. Pruebe entonces durante tres o cuatro días sentarla en la
bacinilla. Si no obtiene resultado, y ella le está proporcionando momentos muy difíciles,
interrumpa durante un tiempo el entrenamiento. No es imprescindible que se consume el
objetivo de inmediato.

Podría muy bien suceder, que su ansiedad por ver a la niña sin pañales le sea
transmitida a esta, que se sentirá entonces sobreexigida durante el proceso. No he visto nunca un
caso de criaturas con problemas en su entrenamiento, cuyos padres no fueran ansiosos, muy
tensos o irritables. Esa madre o ese padre querían obtener un triunfo de cualquier modo.

Algunos padres tienen tanto miedo de causar daño psicológico a sus hijos, que como
resultado sus temores se ven cumplidos en ellos mismos. Una pareja me vino a consultar porque
su hija de tres años lloraba cada vez que la sentaban en la bacinilla. Tenían tanto miedo de
traumatizarla que la sacaban cada vez. Como resultado de esto, ellos estaban en un enredo, y la
niña, de tres años, seguía usando pañales.

No hubo nada de lo que me dijeron que me diera la pauta de que realmente estaban
traumatizando a la criatura. Me pareció claro que era el propio miedo que ellos sentían cada vez
que la niña lloraba lo que les hizo cejar en sus intentos.

Algunas veces las técnicas más directas son las más efectivas. “Vayan a casa – les dije
– y díganle a su hija que ya tiene tres años y que por esta razón le darán una recompensa. La
recompensa será que ya no tendrá que usar pañales.” Mas allá de otros motivos, la niña ya tenía
tres años y los pañales comenzaban a escoriarla. “Díganle que ya está demasiado crecida para
usarlos y que, por supuesto, ahora hará sus necesidades en el inodoro tal como lo hacen las
personas mayores”.

Les sugerí que usaran este método audaz durante una semana, y después me llamaron.
Cuatro días después se comunicó conmigo la madre y me dijo que había ocurrido un “absoluto
milagro”. Por supuesto, su hijo puede ser difícil a su propio modo. Puede tener necesidad de
resistirse a usted, o puede ser del tipo “difícil de manejar” o “niño de activación lenta”. Con el

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entrenamiento para quitarle definitivamente los pañales, como para otras cosas, los niños con ese
temperamento requieren una gran cuota de paciencia.

Cualquiera sea la razón, si este entrenamiento va mal y el niño está lleno de


resistencias, declare una moratoria de cuatro semanas. Deje espacio para que todos se relajen.
Si hace esto, trate de no sentenciar al niño, no regañarle diciéndole que es desafiante o malo o
perverso, ya que esto serviría solamente para destruir el propósito de la moratoria.

Durante este período, usted o su sustituta tendrían que estar atentas para observar en
qué momentos la criatura necesita aliviarse, y cuáles son las señales que da. Después de las
cuatro semanas, haga un esfuerzo para seguir ese patrón de horarios, y siéntela gentilmente en el
inodoro.

Dicho sea de paso, considero que son mas convenientes durante este proceso las
bacinillas que el W.C. La bacinilla es algo especial que usted ha traído para ella; una suerte de
recompensa. Y es mucho menos amenazante que el W.C. Muy comúnmente los niños se
asustan de este. Como ya apunté para ella es algo dentro de lo cual puede caerse, y siente miedo
mientras el agua arrastra algo que hasta hace unos instantes era parte de ella.

Control de esfínteres durante la noche

El hecho de que el niño se haya acostumbrado a usar el W.C. durante el día, no implica
que lo haga también durante la noche. Aproximadamente, a la edad de cuatro años debería estar
logrando el control de su vejiga durante la noche. Pero mucha gente no consigue este control
hasta la adolescencia, y esta es una cuestión muy penosa. Esa clase de emeresis es
frecuentemente hereditaria. Si su hijo tiene este problema, trate de recordar en qué momento dejó
usted de hacerse pis en la cama y pregunte a su esposo lo mismo.

El origen del problema se encontró muchas veces en los hombres y a menudo me


resulta difícil lograr que ellos hablen de este tema. Todavía sienten embarazo por haber mojado
sus camas hasta la adolescencia y reprimen un recuerdo que les causa mucho dolor.

Los niños necesitan motivación para vencer esta dificultad. Algunos la encuentran
cuando salen de campamento, al encontrarse en una situación social con otros niños. Hay
tratamientos para la emeresis, pero pueden aplicarse a partir de los ocho años. Para casos
extremos hay una mediación que es bastante efectiva y que el niño deberá tomar durante unos
cuantos meses. Consulte su uso con el pediatra.

Otro sistema que a veces funciona – aunque es un peso para usted – es despertar a la
criatura más o menos a la misma hora todas las noches y sentarla en el W.C. Esta técnica
normalmente la disciplinará, pero significa para usted el tener que levantarse para ponerla en
práctica. Hay otra técnica con la que no estoy de acuerdo, que es privar al niño de líquidos.
Puede ser que de esta manera se junte menos líquido en su vejiga, pero también que él se
resienta con usted por despojarlo de algo. Y esto causará problemas entre los dos.

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Estreñimiento

Así como es prudente evitar las batallas cuando se está enseñando al niño a usar el
baño, también es prudente no insistirle permanentemente para que mueva el intestino. Cuando
comenzó mi práctica era muy frecuente que me trajeran niños estreñidos. En esos tiempos tenía
lugar una clásica batalla.

Los padres insistían a sus hijos para que se sentaran en el W.C., e hicieran sus
necesidades; estos retenían las heces para desafiarlos. Existía también la idea generalizada, de
que los niños tenían que mover el intestino una o dos veces por día. Eso no tenía nada que ver
con la salud, sino con la compulsividad de los adultos. Todo esto se puede evitar, si usted es
paciente y trata de adaptar el entrenamiento al ciclo natural de la criatura.

Los terribles dos

Los niños pueden ser muy testarudos entre los veintidós y los treinta meses; gritando
sus protestas: “No, no, no… No lo haré… ¡Vete! Este es mi cuarto”. Pero es natural. Están
luchando por su autonomía.

De hecho, si su niño nunca protesta o da argumentaciones, obsérvelo durante un


tiempo. No quiero alarmarla, pero una criatura excesivamente pasiva podría estar anémica o
padecer alguna otra dolencia que el pediatra detectará en un chequeo.

Lo tempestuoso que este período pueda ser dependerá en gran parte de usted; de sus
demandas hacia el niño y también de su flexibilidad. Una pareja vino a mi consulta porque
pensaba que su hijo de veintiocho meses se comportaba irrespetuosamente.

Cada vez que ellos le ordenaban algo, les decía: “¡Váyanse, estúpidos!”. Ambos
integrantes de la pareja eran gente de negocios de mucho éxito y, después de un tiempo, se les
hizo intolerable soportar esta falta de respeto.

Pero cuando comencé a indagar las cosas, encontré que, a pesar de que el niño los
llamara “estúpidos” cada vez que podía, terminaba haciendo lo que sus padres le ordenaban. Me
pareció que el niño había encontrado una forma verbal para canalizar la ira y la angustia que
sentía cada vez que un adulto le daba una orden. En verdad, era un niño precoz. Tenía un
vocabulario muy amplio, que contribuía a que pudiera expresar sus sentimientos negativos
verbalmente. Tenía un comportamiento que es más típico en niños de cuatro años.

También era precoz en otro sentido que no agradaba a sus padres, pedía todo el tiempo
ir al dormitorio de ellos. Esa demanda usualmente no empieza hasta los tres años. Parte del
problema (como les tuve que hacer entender a los padres), surgía de que la criatura era precoz, y
de que ellos tenían muchas expectativas sobre el niño y lo trataban como si fuera un adulto de
dos años de edad. Trataban de razonar con él, pero lo máximo que lograban era que los llamara
“estúpidos” y a medida que esta conducta se incrementaba, ellos se sentían más enojados y
frustrados.

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Traté de explicarles que el niño tenía necesidad de protestar y tuvieron que reconocerlo;
y también que no tenían que perder de vista el hecho de que a despecho de las protestas, el niño
terminaba haciendo lo que le ordenaban.

Aprendieron a ignorar los “¡Váyanse, estúpidos!”, y a aminorar el enojo que sentían por
estos estallidos. Escuchaban al niño cuando este tenía sus arrebatos y le decían: “Está bien, está
bien, pero ahora haz lo que te dijimos”.

Frente al otro problema eran mas firmes. “No, no puedes estar en nuestro dormitorio”,
le decían cada vez. Hubo cambios. De todos modos aún soltaba a veces sus duras
contestaciones: “No, no quiero… Me ponen furioso, estúpidos”. Pero llegó a ser más dócil.
Todo esto parece obvio. Pero no lo era para esos padres, que no sabían que su precoz niño de
veintiocho meses sólo actuaba como se describe en los libros.

Un caso muy diferente, muestra qué puede acontecer si durante este período se
desarrolla un trauma crónico. La madre y el niño en este caso, no acudieron a mí hasta que este
tuvo cinco años de edad; pero las raíces del problema se remontaban a cuando él tenía alrededor
de dieciocho meses, al momento en que estaba en plena lucha con su madre a raíz del control de
esfínteres; conflicto que yo tomaría como su normal resistencia al entrenamiento.

La madre lo percibía de modo diferente. Ella era una educadora rígida y tomaba
algunos signos de resistencia como una feroz desobediencia. “Desde que camina – me dijo – es
un niño desobediente.” Su modo de conducirse frente a este circunstancia era golpeando al niño
regularmente. En estos días tomamos esa conducta como un abuso hacia la criatura.

A través de los años prevaleció su voluntad y el niño finalmente se volvió obediente o


por lo menos eso parecía. Aproximadamente a la edad de cinco años comenzó a manifestar su
angustia de una manera extrema. Tomó la costumbre de dejar parte de sus excrementos en los
armarios donde estaba la ropa de su madre.

Llevó varios años de terapia el que cada uno de ellos desenmarañara las cosas. Al igual
que la otra madre autoritaria de la que hablé anteriormente, esta mujer tenía problemas de
relación con los hombres; y los transfería al niño. Su esposo era un ser desamorado y un
alcohólico. En la medida que pudo expresar su ira hacia los hombres en general, aflojó la
presión que ejercía sobre su hijo. Tenía menos necesidad de moderarlo y pudo otorgarle mayor
autonomía. Aplicamos también un plan para que el niño saliera de su casa mas seguido, evitando
así un ambiente que resultaba agresivo para él.

Como dije, este es un caso extremo, pero en los excesos hay también elementos que
pueden ser reveladores para un hogar más normal.

Sea firme pero no discursee

Aunque he hecho hincapié sobre la necesidad de que ustedes sean flexibles, no me


malinterpreten. Por cierto creo en la disciplina disuasoria, en que hay que poner límites y hay
que ser claro y firme con los niños para que entiendan qué les está permitido hacer y qué es lo
que está fuera de los límites.

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En el caso que traté anteriormente (el del niño que contestaba a sus padres) los
progenitores tenían una fuerte tendencia a razonar con él y a explicarle todo. No lo hagan. A
esta edad los niños no están en condiciones de asimilar grandes explicaciones. Si usted desea
que se mantenga apartado de las tomas de electricidad, tiene que comunicarle este mensaje con
un simple “no”. No trate de explicarle que la electricidad pasa por ahí, y que esta puede
lastimarlo seriamente, etcétera. Reserve la física para el colegio secundario. El lapso de
atención del niño es tan limitado a esta edad que él simplemente disociará su dilatada explicación
del objeto peligroso.

Una madre me vino a ver, clamando que su hijo de dos años se metía en todas partes y
no hacía caso a nada de lo que le ordenaba. Según su descripción, la criatura no tenía ningún
sentido de los límites dentro de la relación con su familia. No obstante, cuando me relacioné con
el niño, este respondía apropiadamente a los límites que yo le imponía.

Estuve confundido hasta que los tuve a los dos juntos en mi consultorio. Entonces me
di cuenta de que la madre era una mujer que no podía decir “no”. “Querido, no puedes jugar con
ese cenicero – le decía -, pertenece al doctor Gabriel, y él lo necesita. Si tú juegas con eso vas a
desparramar todas las cenizas y el doctor Gabriel no tendrá dónde apoyar su cigarrillo”.

Todo lo que ella deseaba que el niño hiciera iba acompañado por un discurso. La
criatura no sabía qué era lo que ella realmente quería. Si necesitaba otra pista, la tuve cuando la
mujer me dijo que su hijo no tenía ningún problema con la sustituta. A ella le obedecía, me dijo
con un tono de voz que denotaba cuál era la fuente de su preocupación. Todo esto era muy
penoso para ella, sentía que el niño rechazaba a su verdadera madre.

Pero había más. Era una madre que trabajaba, traspasada por el familiar sentido de
culpa de dejar a su hijo durante horas. Una de las formas que tenía para compensar su ausencia,
era que cuando volvía a casa se sentía incapaz de darle fácilmente órdenes al niño o de decirle
“no” como una verdadera madre. Sentía que le adeudaba algo a la criatura.

No le podía denegar algo que fuera placentero para él, como si quizá no estuviera
plenamente habilitada para imponerle restricciones. No le era fácil superar estos sentimientos.
Comenzó a entender sus mecanismos a través del asesoramiento, pero actuar según su nuevo
discernimiento era algo diferente. Al final, fue su sustituta (con quien había estado tan resentida)
la que la guió a la solución del problema. Esta mujer le mostró cómo desempeñarse con el niño:
cálida pero firme y directamente, camino que la madre pudo finalmente seguir, asumiendo su
natural papel.

PRIORIDADES EN EL COMPORTAMIENTO

Déjenme recapitular y expandirme en algunos señalamientos que ha estado haciendo:


En esta etapa en la que empiezan a poner límites y a asentar los carriles por donde irá la
disciplina, no sepulte al niño bajo una montaña de demandas. No puede absorber todas. Si todo
está pautado y se le exige que cumpla con las normas al mismo tiempo, entonces nada será
importante para él. Todo será una confusión.

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Establezca una jerarquía que ponga de relieve lo más importante en función del
comportamiento que quiere obtener. Y dentro de esta, las cosas preponderantes. Téngalas claras
en su mente y hágalas claras para la criatura, mediante los tonos de voz y la expresión de su cara.
Si usted grita y amedrenta a la niña por el menor motivo, estará restándole importancia a cosas
que sí la tienen.

• Primero en la lista yo ubicaría a las cosas peligrosas. Alejarse de las ventanas,


de las estufas, hornos y tomas de electricidad, tanto como de las escaleras y
barandas de las mismas en los pisos superiores. (Doy por descontado que
ustedes quitarán de en medio los fluidos venenosos tales como desinfectantes,
raticidas y drogas). Fuera de la casa jamás caminará solo.

• La prioridad número dos podría ser la referida al control de esfínteres. Algún


grado de control sobre los intestinos y control diurno de la vejiga.

• La prioridad número tres debería ser referida a la comida y el comportamiento


en la mesa. También se puede poner algún acento en el desaliño, pero entre los
catorce y los veinte meses eso no debería ocupar un lugar preponderante. Puede
esperar hasta que la criatura complete su control de esfínteres.

• Dependiendo de la tolerancia que usted posea, la prioridad número cuatro


podría ser el comportamiento en su higiene diaria. Yo personalmente creo que
el niño debe poder pasar un buen momento en la bañera, cosa que incluye el
chapoteo.

BERRINCHES, CONTENCIÓN DE LA RESPIRACIÓN

La contención de la respiración es una de las causas mas frecuentes por la que los
padres recurren a mí. Creo que en nuestra sociedad esta conducta está desestimada como
problema serio.

Hablé anteriormente de la variedad más común de berrinches. Todos los padres deben
estar preparados para enfrentarse a por lo menos uno; normalmente gritos, explosión de llanto, el
niño arrojándose al suelo, pegar puntapiés, agitar los puños, etcétera. Es intimidatorio.

El modo de abordarlos, como ya dije, es ignorándolos. Esa es la forma de castigo más


amenazante para niños de esta edad. Entonces, literalmente dése la vuelta para irse, y por sobre
el hombro dígale: “No te voy a dar galletas hasta que te calmes y pares de llorar. Cuando lo
hagas podremos hablar sobre qué es lo que te está molestando”.

Usted ignore esta conducta hasta que el niño acabe con ella. Si los berrinches persisten,
puede usar la técnica de la estrella dorada: una estrella cada día y no habrá más berrinches.
Normalmente desaparecen bastante rápido.

Los episodios de contención de la respiración son otra cosa. Psicológicamente son lo


mismo que los berrinches, pero se ven mayormente en niños especialmente intensos, casi

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siempre varones con un carácter fuerte y agresivo. No son niños malos, sólo que se encolerizan
con facilidad y muestran su temperamento.

Cuando tienen uno de estos períodos, inspiran profundamente y contienen el aire en


lugar de llorar. Lo hacen por un rato largo, y entonces se ponen rojos, después azules y por
último se desploman. Es en verdad atemorizador y muy a menudo los padres consultan a sus
pediatras por estos accesos. En verdad esto no es un ataque. No hay pérdida del control
urinario, ni rigidez muscular, ni sueño después. Es parecido a un ligero desvanecimiento.

No hace falta que les diga lo angustiante que puede ser ver al niño en estas condiciones.
Como tratamiento inmediato, procuren ignorar al niño todo lo que les sea posible. Si se
desmaya, tómenlo en brazos y llévenlo a la cama; por lo general se despertará llorando.

Si el niño es afecto a este comportamiento, consulten con el pediatra y asegúrense (para


la propia tranquilidad de ustedes) de que estos arranques no lo dañan. Esta conducta quizá se
prolongue en algunos niños hasta los tres años y medio. Hay tres abordajes que sugiero para
estos casos:

1. Tan pronto como el acceso termine y el contacto racional sea posible, trate de
inducir al niño para que le cuente los motivos de la ira que disparan esos
estallidos. “Dime qué es lo que sucede… no retengas tu respiración. Eso no
ayuda a nadie. Dime por qué estás enojado”. Repita constantemente estas
nociones.
2. Use el sistema de la estrella dorada.
3. Recurra a la rutina “Tú eres demasiado grande para comportarte así”.

Esto a veces funciona, aunque normalmente es más efectivo para problemas de


conducta menos serios.

EL NIÑO MUERDE

David, de dos años, repentinamente tomó la costumbre de morder a sus padres. Ellos
no podían encontrar la razón por la que el niño se había vuelto tan agresivo y no podían poner fin
a esta costumbre. Finalmente, cuando David mordió a otro niño, vinieron a consultarme.

Por qué el niño se manifestaba de este modo pronto fue claro. Sus padres habían
tomado una semana de vacaciones, dejándolo al cuidado de la abuela. Ella era la baby-sitter
habitual del pequeño cuando los padres salían a trabajar, pero no estaba acostumbrada al
esfuerzo que esta tarea requería cuando era mas prolongada. Al atardecer la mujer ya estaba
agotada y no tenía energías para jugar con David tal como hacían sus padres cuando regresaban
del trabajo. Lo mandaba a la cama temprano sin brindarle el tiempo de diversión al que estaba
acostumbrado. Y eso era algo que él echaba de menos.

Para agravar las cosas, los padres se fueron sin preparar a David para esta separación.
No le dijeron adónde iban y lo mas importante, no le aseguraron tampoco que volverían.
Profundizando este error, tanto como la ansiedad y enojo de David, en el tiempo que estuvieron

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lejos del hogar no llamaron por teléfono al niño siquiera una vez. Simplemente un día,
desaparecieron de la vida de la criatura.

Cuando retornaron una semana después, David los mordió. La reacción fue más fuerte
que la respuesta normal que usted esperaría si se va durante unos días después de asegurarle al
niño que volverá. En ese caso el niño, quizá no le hable durante unas horas o incluso días.
Prepárese para eso, y déjelo pasar. Los niños después de todo, también tienen derecho a estar
enojados por la ausencia de sus padres.

El morder no es una conducta poco común en un niño de dos años, especialmente entre
los que son agresivos y muy activos. Es la mejor arma ofensiva que tienen. También es una
extensión de la oralidad de la que hablamos anteriormente. Los bebés – como ustedes recordarán
– usan la boca prácticamente para todo. Se ponen en ella objetos, sus frazaditas, en fin todo lo
que está a su alcance. Es un modo de explorar el mundo que los rodea. Es también una forma de
agresión a un período anterior, un modo de canalizar el enojo y el rechazo que sienten hacia
ellos.

Cuando van creciendo algunos niños utilizan también su boca para atacar. Freud decía
que uno de los motivos que llevan al destete, era que los niños tenían una necesidad inherente de
morder, necesidad que si satisfacían, lastimaba a mamá. Durante la dentición, el hecho de
mordisquear, aunque un poco doloroso, da placer al bebé. La criatura aprende muy pronto que
puede usar su boca y sus dientes como armas.

Muchas veces vemos, que un niño empieza a morder cuando aparece un nuevo
hermanito o hermanita. La nueva presencia amenaza un universo que una vez fue sólo de él; y
esto lo enoja. Como respuesta, ataca la causa y muerde al invasor. Durante la etapa que estamos
describiendo, la oralidad se le está restringiendo. Se ponen límites a ella y al placer que la
misma les proporciona. Se le repite una y otra vez que no debe tomar ni ponerse en la boca nada
de lo que hay en el botiquín del baño o en el armario de la cocina. Sólo debe aceptar la comida
que le da mamá.

Esta represión continúa, aunque la necesidad oral del niño sigue en pie. Quizá siga
chupando su pulgar aun cuando tenga tres años. Por cierto, muchos adultos acarrean esta
oralidad, que se manifiesta en fumadores o gente que se muerde las uñas o mete los dedos en su
nariz. La mayoría de los niños dejan de morder cuando llegan a los treinta meses más o menos si
son recompensados por no hacerlo o si son reconvenidos suficientemente.

Una vez mas el sistema de las recompensas puede ser efectivo, tanto como para otros
comportamientos. Déle una estrella dorada por cada día en que no muerde a nadie.

HONESTIDAD

No le mienta a la criatura. Puede socavar la relación con ella e inducirla a ser una
mentirosa el día de mañana. Frecuentemente, los padres piensan que obrando de esta manera
están protegiendo a la niña de las desagradables y farragosas realidades de la vida. Pero la idea
de aislarla no es buena. Los niños pueden soportar tantas realidades como usted les ofrezca. Las

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mentiras debilitarán la confianza que depositan en ustedes y esto quebrantará la relación. Los
niños aprenderán de ustedes a mentir.

Para mí la mentira es un acto consciente que subvierte la verdad. A menudo comienza


con una cosa pequeña. “Vamos a lo del doctor. Pero no te preocupes, él sólo quiere revisarte.
No te hará nada.” Y mas tarde el médico lo sorprende con una inyección. Hubiera sido mucho
mejor decirle: “No sé qué es lo que él va a hacer. Tiene que revisarte, tal como el doctor de
mami lo hace con ella”. Después, los dos se irían al consultorio a enfrentar esa particular
experiencia de vida.

“No nos llevará mas que un minuto” – le dice a la niña – y treinta minutos mas tarde
aun están en la casa de la vecina. “Esto no te dolerá” – le dice – mientras le aplica yodo a la
lastimadura para desinfectarla. Y la niña comienza a gritar.

“No te vamos a dejar” – le asegura – e inmediatamente se va dejándola con la baby-


sitter. Esto es común y muy perjudicial; cala profundo en el miedo que la criatura siente al
abandono. Hago un considerable trabajo con niños que sufren enfermedades graves o deben
someterse a cirugías importantes, para evitar los profundos efectos traumáticos que estos
conllevan.

He conocido a padres que traían a sus hijos al hospital para que les sometieran a
cirugías a corazón abierto, u otras de gran complejidad; y que les decían a estos: “Sólo vas a un
hotel a hacer una visita”.

En el Tisch University Hospital de Nueva York, no permitimos este tipo de destructivo


engaño. Imaginen el devastador efecto que se produce en el niño, cómo se puede socavar su fe y
la confianza que deposita en los seres que están a su alrededor, si exactamente en el momento
que mas necesita tener deseos de recuperarse y vivir, le mienten. Nosotros preferimos preparar
psicológicamente a la criatura para lo que viene, a través de la verdad.

Recuerdo unos pocos casos en otra institución, de niños que venían desde largas
distancias – uno desde Europa – a los que los padres les habían mentido. A causa de las largas
distancias que habían recorrido, se decidió seguir adelante con las cirugías y no mandarlos de
regreso. Los resultados de las operaciones fueron buenos, pero estos niños sufrieron serios
problemas psicológicos a causa de estas quebrantadoras decepciones.

Las madres divorciadas frecuentemente emplean una mentira en especial: “Papá estará
de vuelta en casa pronto”. ¿Qué es lo que ese niño piensa y siente cuando ve que papá no
regresa? Hablaremos de cómo manejar el tema de la muerte en el capítulo 5. A menudo ante
una situación de muerte no se le dice la verdad a la criatura. “El abuelo se fue lejos… ¿Cuándo
volverá?... Oh, no lo hará por un largo, largo tiempo.”

A esta edad, los niños no pueden aprender el concepto de la muerte, pero pueden
sostener la idea general de que en determinado momento el cuerpo deja de funcionar. El trauma
de la pérdida y la muerte es para ellos infinitamente menor que para los adultos. No incluyo en
las mentiras creaciones tales como Santa Claus, el conejo Peter, los cuentos de hadas o los mitos
populares.

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Con seguridad podemos decir que, cuando esos mitos se disuelven y el niño descubre
que Santa Claus no existe, podrá ser un día triste para él, pero lo superará bastante rápido. Si
creía en Santa Claus, aun si se sentó en su falda, el día que su fantasía se disuelve sentirá el
efecto, pero de ningún modo esto será lesivo como cuando es sometido a deliberadas y dolorosas
distorsiones.

La mentira se convierte en un hábito y establece un patrón. Si usted desea que su hija


sea una buena lectora el día de mañana, tenga muchos libros y léale mucho. Establezca el hábito
de leerle algo cuando ella se va a la cama. Es un ritual compartido. Si usted desea que ella se
convierta en una mentirosa, comience a mentirle con frecuencia y esto se volverá habitual para
ambas. En este punto, lo mismo que en muchos otros, el conocido “Haz lo que yo digo pero no
lo que yo hago” no funciona para los niños.

LAS BATALLAS CON LA COMIDA: BEBÉS REVOLTOSOS

Cuando los padres vienen a verme porque sus hijos hacen un desastre con la comida,
tengo un punto de partida. El problema psicológico es siempre con los padres. El niño entre los
catorce y los veinte meses es revoltoso. Eso es normal. Por supuesto, esa normalidad puede
volver un poco locos a los padres, pero les digo: “Traten de entender la naturaleza de su hijo”

Para empezar, debo admitir que tengo poca paciencia con los padres que esperan
pulcritud en niños de esta edad y pretenden que estos se comporten según esos cánones. Si le
reprochan a la criatura porque el cuarto está desordenado o porque se ensucia en los pantalones,
trato de desengañarlos de tener otras expectativas al respecto.

Les debe resultar difícil vivir en semejante “desorden” pero como les digo, esto es
problema de ellos, no del niño. Desde que trato a los adultos junto con los niños en mi práctica,
muchas veces, los padres más que los niños, se convierten en mis pacientes. Y tratamos de
descubrir por qué esa clase de desorden los afecta tanto.

Por supuesto no estoy diciendo que usted se quede parado allí y permita que su hijo le
arroje desperdicios. Tampoco que algo anda mal en usted si reprende al niño porque desparrama
su comida por todas partes. A nadie le gusta que el niño arroje su comida al suelo, y menos a la
persona que después debe limpiar. Por mas natural que sea esta conducta en las criaturas, no
deja de ser molesto; y como ustedes comprobarán, hay caminos para controlarlo, e incluso para
desterrarlo definitivamente sin destruir las armas del niño.

Para empezar, la comida es algo con lo que también pueden jugar como con tantas otras
cosas. Algo muy placentero. Y el juego es para el niño la forma de relacionarse con el mundo,
de explorarlo y de aprender. La comida es un maravilloso juguete para él. Viene en todo tipo de
formas, medidas, colores y texturas y aun de temperaturas. El la mira y se dice: “Esta cosa es
maravillosa. La puedo amasar y también aplastar. Le puedo dar forma y lanzarla al aire. Y
como ningún otro juguete, además la puedo comer si tengo ganas”.

Por lo tanto, está experimentando un gran placer en un momento en el que trata


continuamente de definirse en muchos aspectos y de manejarse con autonomía. Desde su propio
punto de vista, está logrando hacer algo con sus manos. Mientras tanto, puedo oírla a usted

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decir: “¡La cocina es un desastre!”. Una de las cosas que puede hacer, es darle comida seca.
Puede comerla con sus manos e incluso jugar con ella y por lo menos, un poco de suciedad habrá
desaparecido. Puede comenzar con galletas, cereales secos, panecillos o fruta cortada. También
– y esto es muy simple – puede cubrir el suelo con el papel del periódico alrededor de la silla de
comer del niño. Al menos no parecerá después que tuvo lugar la batalla de Inglaterra en su
cocina. Cuando termine el momento de la comida, retira los papeles, los tira a la basura y su piso
reaparecerá mágicamente.

USANDO LA CUCHARA

Muéstrele cómo lo hace usted y en cuanto le dé una cuchara (más chica), él empezará a
copiarla. Asegúrese de que el piso esté cubierto. La habilidad motora del niño todavía no es la
suficiente como para que maneje la cuchara como a usted le gustaría.

NO PRESIONE DEMASIADO

Sé que usted quiere verlo comiendo bien y si es posible, que lo haga de modo que su
cocina no luzca después como un chiquero. Pero no presione demasiado sobre la limpieza.
Recuerde que en este mismo período lo está entrenando también para que abandone los pañales.
De hecho, si el aún no está capacitado para controlar sus esfínteres completamente, tampoco lo
estará para comer sin armar revoltijo.

Recuerde las prioridades que se impuso. El entrenamiento para que él aprenda a usar el
baño está primero en la lista o en uno de los primeros lugares. El niño no puede acomodarse a
todo al mismo tiempo. Si él está tratando de usar el W.C. y darle a usted una gran gratificación
dejando de lado su propio deseo de hacer sus necesidades cuando quiere y donde quiere,
recuerde que esto es para él un gran esfuerzo. Si además de este esfuerzo usted le impone que
sea pulcro para comer, estará sobrecargando los circuitos del niño.

EL JUEGO DE ARROJAR Y RECOGER

Cuando usted estaba amaestrando a su perro, arrojaba lejos un palo y el retozón Rex lo
recogía, se lo traía de vuelta y lo dejaba a sus pies. A modo de recompensa, usted lo tomaba y lo
volvía a lanzar y él lo recuperaba nuevamente. Ahora, mientras el niño comienza a comer por sí
mismo, ocurrirá probablemente algo parecido. Con la diferencia de que en esta situación su hijo
ocupará el papel del que arroja y usted será Rex.

El niño arrojará su galleta, estallará en una carcajada y le pedirá a usted que se la


devuelva. Si a usted le gusta el papel de Rex, recoja la galleta y devuélvasela. A partir de ese
momento puede esperar lo mismo que el perro; una recompensa. El niño volverá a arrojar la
galleta.

A menos que usted desee pasar el día recogiendo la galleta, no siga el juego. Recójala,
désela al niño y dígale que no la tire más. Según el grado de desarrollo de su hijo, propóngale
jugar este mismo juego pero afuera y con la pelota. Pero dígale que las galletas no son para
arrojarlas al suelo.

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Si él vuelve a repetir su acción, como probablemente lo hará, recoja la galleta y póngala
al borde de la pileta o en la mesada, en cualquier lugar menos en la bandeja de su silla de comer.
El niño probablemente gritará, pero después de un tiempo seguramente habrá entendido el
mensaje y dejará de arrojar la galleta como si esta fuera una pelota que se supone que usted debe
recoger.

Estas son las buenas noticias.


Las no tan buenas noticias es que a esta edad las criaturas no necesariamente
generalizan. Puede suceder que no arroje más su galleta, pero siga haciéndolo con sus cereales.
O puede suceder también que haya comprendido plenamente el mensaje y termine con esta
conducta.

En su momento, le prometo, él abandonará esos modales. Empezará en un 50% de las


probabilidades a utilizar además de la cuchara, el cuchillo y el tenedor. (Lo que no puedo
prometer es su buen comportamiento cuando sea un adolescente; cuando quizás empiece todo
nuevamente – esta vez con más poder – y arroje panes a la cabeza de sus compañeros en el
comedor de la escuela. Pero esa es otra historia, para otro libro seguramente, pero creo que estos
hechos echan luz sobre el término “regresión”.)

LA COEXISTENCIA PACÍFICA

Traten de tener presente lo que dije sobre las prioridades. Antes de recoger esa galleta
y devolvérsela con exasperación, recuerden que si todo es una confrontación, su vida será una
insoportable guerra sin fin de la que ninguno de los dos saldrá ganando. Por supuesto usted
prevalecerá. Usted es más grande. Pero no ganará.

Insisto en que los niños a esta edad son naturalmente desordenados. No estoy tan
seguro sobre lo que Freud sostenía, que este desorden tenía sus orígenes en el control de los
esfínteres, y no sé si esto importa. Lo que podemos observar es que los niños son desordenados
mientras dura este período y que hay una cantidad de formas de controlar este desorden para
mantener la coexistencia pacífica, y que las expectativas que ponemos en ellos y los ejemplos
que les damos hacen que deseen tener mejores modales en la mesa y la edad aproximada de tres
años (si usted necesita aliento y esperanza, piense que no falta mucho para este momento).

Es importante recordar también que estamos hablando de algo que refleja nuestras
pautas culturales. Hay muchas otras sociedades en el mundo donde la gente adulta, tanto como
los niños, comen con sus manos compartiendo el mismo recipiente. Puedo adivinar que los
padres, en esas organizaciones, otorgan poca importancia a lo que para nosotros es un problema.

LAS GRANDES BATALLAS A RAÍZ DE LA COMIDA

CONFLICTOS INNECESARIOS

Los conflictos entre padres e hijos causados por lo que se supone que el niño debe
comer y cuánto debe hacerlo son nocivos para ambos, e innecesarios. Lo primero que debemos
recordar es que la criatura no se dejará morir de hambre. Ella tiene un instinto básico para
sobrevivir y sabe que el modo de hacerlo es a través de su boca. Comerá cuando tenga hambre.

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Puede ser que no coma todo lo que usted desearía y quizás haga problema con el pollo o el
brócoli, pero comerá. Si usted piensa que ella no se está nutriendo suficientemente y el pediatra
está de acuerdo, le puede suministrar vitaminas para cumplimentar la alimentación. Hoy en día
estas se presentan con sabores y colores agradables.

Desafortunadamente, he visto incontables situaciones en las que los padres no


entienden las reglas básicas de la nutrición o las simples motivaciones que activan los patrones
de alimentación de sus hijos. En lugar de eso se tornan muy controladores y hacen de cada
comida una lucha de poderes. “Esta niña va a comer lo que yo le diga, porque yo sé mejor que
ella qué es lo mejor para su salud.” Se dicen esto a sí mismos invocando sus más refinadas
actitudes autoritarias. En realidad, están ignorando las realidades de la nutrición y la naturaleza
de sus hijos.

Si tienen por ejemplo un niño difícil de manejar, tendrán probablemente una criatura
que picotea. Uno va de la mano del otro y no hay nada que puedan hacer para modificarlo.
Además, están creando una gran lucha justo en el momento que la criatura tiene – como ya
apuntamos – sobre sí una cantidad de demandas con las que cumplir y, mas importante aún, está
a la búsqueda de su autonomía. Está tratando de identificarse a sí misma con sus elementos
medios y de asir su identidad sexual.

Todo esto (lo mismo que el abandono definitivo de los pañales) está incluido para el
niño en una pregunta: ¿Cuánto más voy a ceder en beneficio de mami? Sabe que tiene que
hacerlo porque mamá es más grande, más fuerte y más resistente. Sabe también que perderá el
amor de mami si no se adapta.

Al mismo tiempo, comer es su primer gran placer. Probablemente no abandonará ese


placer acomodándose a los gustos de otro (aun al de mami) sin antes presentar batalla. ¿Qué es
lo que usted puede hacer? Ínstela a comer, pero sea amable: “Prueba este vegetal. Es realmente
rico”, y déjela descansar.

Déjela experimentar. No entre en pánico si la niña rechaza uno u otro plato. Los niños
tienen su propia fidelidad hacia alguna comida. Una semana no querrá saber nada con el queso,
excepto quizá para arrojarlo al suelo. Otra semana lo único que comerá será queso. “Prueba un
poco de atún – le dice usted - ; te encanta – le recuerda -.” No hay caso. Ella simplemente niega
con la cabeza y pone en su boca un trozo de queso.

No le imponga dietas de moda para adultos.


Sobre todo, evite una batalla. Ofrézcale comidas sanas, ínstela a comerlas, pero pase
por alto la tentación de alejarse y arrastrarla a una guerra.

Si usted logra hacer esto, habrá ganado. La niña ingerirá lo suficiente para nutrirse, y al
mismo tiempo sentirá que su identidad está protegida. Ella habrá decidido – si usted lo desea –
algo por sí misma. En su mente, es ella la que ha decidido qué es lo que va a comer. En verdad,
es usted la que ha decidido qué poner en su plato, pero ella ha tomado de él lo que quería. Por lo
tanto, en alguna medida, ambas han ganado. Esta experiencia le dejará a la criatura un buen
sentimiento hacia la comida y hacia usted. La otra alternativa – la pelea – lastimará a las dos.

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Algunos investigadores sostienen que la lucha por el poder durante este período, es el
origen de las disfunciones de la alimentación que presentan muchos adultos: la anorexia nerviosa
(dietas compulsivas forzadas y excesivas que llevan a la ausencia de la ingesta), y la bulimia
(orgía compulsiva y destructiva de ingesta, seguida de vómito autoprovocado).

No me parece que haya suficiente evidencia todavía, como para hacer una certera
conexión, pero sin duda sabemos que la anorexia aparece generalmente durante la adolescencia,
momento en el que se produce la lucha por la independencia. He tratado a muchos adolescentes
anoréxicos cuyos conflictos con la comida se remontaban a la primera infancia.

Enemas

Emparentado al problema anterior existe otro – aunque hoy día mucho menos
frecuente -: el de las enemas. Así muchos padres insisten en que ellos son los que mejor saben
cómo manejar el tema de las comidas, hay otros que sostienen lo mismo, pero con respecto a los
movimientos intestinales del niño. Según esta teoría, si la criatura no mueve el vientre dos veces
al día, hay que aplicarle una enema.

Ese mito maltrató a toda una generación de niños. No había sin embargo, ninguna
razón médica para tal práctica y cuando los niños eran sometidos a ella, chillaban y se debatían
odiando amargamente esa cosa.

Aun así los padres insistían y persistían logrando de este modo una suerte de conflicto
neurótico; todos pagaron el precio de semejante práctica. Se dañaron las relaciones humanas,
cosa que creó mas tarde muchos problemas. Por supuesto, no sé de ningún niño que se haya
vuelto loco a causa de las enemas, pero sin duda estas causaron pesar entre padres e hijos y los
niños se llenaron de ira, que se manifestó mas tarde en sus vidas de una manera u otra.

PERMANECER UNIDOS: UN PROGENITOR CONTRA EL OTRO, O LA


NECESIDAD DE COLABORACIÓN.

Llegando al final de este período, cuando el niño se acerca a los treinta meses, ya está
en condiciones de discernir que aquello que le niega uno de ustedes puede ser obtenido del otro.
Puede ser una galleta, un cuento, el permiso de jugar con algo o de trabajar con plastilina en la
sala de estar.

Las pequeñas cosas no importan demasiado, pero con respecto a cosas más importantes,
usted y su esposo deben ser firmes. Si usted no desea que su hijo coma determinadas comidas,
mire algunos programas de televisión o juegue con determinado juguete, la pareja debe acordar
en estos puntos y respetar las decisiones. Llamo a eso “colaboración de dormitorio” porque, la
mayoría de las veces, los padres planean sus estrategias encerrados en su santuario privado.

Una vez mas el niño se está manejando por sus propios principios de placer. El
perseguirá lo que desea y es muy común que ponga a un padre en contra del otro para lograr sus
fines. Desafortunadamente, el esfuerzo del niño puede minar los intentos que usted hace por
disciplinarlo; y también provocar el colapso de un matrimonio ya débil de por sí.

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Recuerdo el caso de una pareja que vino a verme porque el hijo – decían – era
ingobernable. Estaba dominando el manejo de la casa y no escuchaba a nadie. Curiosamente los
padres no trajeron a su pequeño terror con ellos. En veinte minutos se me hizo claro que el
problema residía en ellos y en su matrimonio (cosa que frecuentemente ocurre).

A pesar de que la mujer decía querer que su marido asumiera mas el papel de padre,
clamaba por otro lado que este era demasiado estricto y que no permitía al niño hacer nada. El
padre por su lado manifestaba que la disciplina era necesaria para educar a la criatura, y que eso
era tarea de la madre, no de él. Su trabajo – decía, con familiar lamento – era trabajar durante
todo el día para ganar el dinero que le permitiera mantener a la familia. Al mismo tiempo,
aseguraba que su mujer no cumplía apropiadamente con la tarea de educar al niño y tampoco con
las otras que le correspondían, como por ejemplo mantener al día la cuenta bancaria conjunta,
hacer llamadas telefónicas para él o arreglar la vida social de ambos.

Obviamente tenía una visión convencional del matrimonio. En la mujer no había


claridad respecto de su propia filosofía matrimonial. Era claro para mí, que ellos tenían
diferencias básicas en lo que pensaban que una pareja debía ser. También era claro que nunca
habían discutido sus respectivos puntos de vista sobre el vínculo para llegar a un acuerdo.

El niño, sin saberlo, podía jugar un papel (aprovechando la hostilidad entre sus padres),
que le permitía obtener lo que deseaba. Si recurría a su madre para pedirle algo, esta tenía una
fuerte necesidad de otorgárselo para compensar lo que según su propia percepción, era la
ausencia del padre. Estos sentimientos la entramparon y comenzó a ser excesivamente
indulgente con su hijo.

Si la criatura recurría a su padre, este muchas veces le negaba lo pedido, lleno de enojo
hacia su esposa. ¿Por qué este niño viene a importunarme, por qué diablos no se hace cargo ella
de esto? Cuando se encontraba de este humor, simplemente pronunciaba un fuerte “no”,
cualquiera fuese la cosa que su hijo le demandara. En otras oportunidades, inconscientemente
contradecía a su esposa dándole al niño lo que ella le negaba. “¿Ella no te lo quiere dar? Pero sí,
por supuesto que lo puedes tomar.”

La criatura no ejercía estas manipulaciones con otras personas. Hacía todo lo que su
baby-sitter le ordenaba. Se relacionaba bien con los otros niños de su grupo de juego. Sus
maestras y su pediatra informaron que el niño les respondía muy bien y era absolutamente dócil.
Cuando supe esto, les dije a los padres que su hijo podía responderles a ellos de la misma forma
que a las otras personas, siempre y cuando fueran firmes. Pero para poder lograr esto, antes
debían resolver los problemas que había en su matrimonio. Les recomendé que comenzaran una
terapia de pareja. Una vez que hubiese acuerdo entre ellos, les sería posible coincidir en cuanto
al manejo de la disciplina.

MASCOTAS

Muchas veces los padres me preguntan si deberían adquirir una mascota para sus hijos,
en especial si son hijos únicos. Las mascotas son encantadoras, pero con una condición: que la
pareja desee tener una y estén dispuestos a darle el cuidado que necesite. De otro modo,
olvídenlo.

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No hay forma de que una criatura – aun los que pasan los doce años – esté en
condiciones de asumir un cuidado responsable del animal. Tienen ya demasiado trabajo
cuidándose a sí mismos. Eviten traer a casa una mascota sólo porque “Alice realmente quiere
una”. Si ese es el razonamiento que ustedes utilizan, y no están dispuestos al mismo tiempo a
hacerse cargo de entrenar y cuidar al perro, terminarán enojándose tanto con el animal como con
el niño.

Vi muchos casos donde esto sucede. Compran un perro para la criatura – dicen – y el
niño no lo cuida y aun más, ni siquiera juega con él. Toman una decisión por el niño, y no
deberían hacerlo. Eviten este problema asegurándose antes, de que ustedes están dispuestos a
hacer algo por el animal.

TELEVISIÓN

Voy a hablar mucho sobre los efectos de la televisión en el niño a lo largo de este libro,
por razones obvias. El tema de lo nociva que es la televisión para los infantes, está ampliamente
debatido. En general, no soy de la escuela que piensa que la “caja” licuará el cerebro de la
criatura, pero sí disiento con el uso indiscriminado y excesivo de la misma.

La televisión es una horrible baby-sitter. Sé que muchas madres la dejan andando todo
el día como una especie de pacificadora visual para la criatura. Y, es eso. Pero no es una
sustituta de los padres. No puede tomar el lugar de usted o de la baby-sitter. Y de ningún modo
puede tomar el lugar de la estimulación sana, del juego o del tiempo de alta calidad.

Le da asimismo al niño la equivocada idea de que es bueno gastar todo un día


mirándola: adormecerse con una serie de lisonjas, dibujos animados y shows de juegos. Hay en
la vida cosas mucho mejores que estas, y a los padres les cabe la responsabilidad de introducir a
la criatura en los excitantes placeres físicos e intelectuales de los que puede gozar.

Si a un niño de esta edad se le permite tenderse frente al aparato de televisión durante


horas, sin duda tomará el hábito de hacerlo. Y reemplazará de este modo otras actividades. Creo
que hay que darle al niño una planificación equilibrada para su día. La televisión puede, sin
duda, formar parte de esa planificación, pero también tiene que haber tiempo para jugar, leer,
aprender, para ir a algunos lugares y realizar otras actividades.

La criatura debería comenzar a entender (aun a los dos años), que hay cantidades de
cosas interesantes y divertidas que se pueden hacer con el tiempo disponible, no sólo sentarse
pasivamente frente a una pantalla.

Si usted le da la posibilidad de probar otras cosas, él se comprometerá con el mundo.


No tendrá ganas de pasar seis horas al día mirando televisión. Mas adelante en la vida de la
criatura – cuando usted ya no dirija sus actividades, indicándole qué es lo que hay que ver y qué
no, cosa que estoy seguro será así – esta será capaz de dirigirse a sí misma. Con seguridad
mirará televisión, prefiriendo los mismos programas que sus amigos, pero también hará otras
cosas con su tiempo.

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De otro modo, él adquirirá el hábito de la pereza frente al televisor, ¿y por qué no?, si
eso es lo que usted le estuvo permitiendo hacer. Si, digamos, a los seis o siete años de edad el
niño comienza a tener problemas de aprendizaje o problemas de lectura y usted súbitamente se
da cuenta del motivo, se verá envuelta en una colosal confrontación.

En ese punto empezará a gritarle: “¡Apaga ese maldito aparato! No te puedes pasar el
día entero frente a él. Ve a practicar tu lectura”. Indudablemente, usted ha olvidado por qué y
cómo él ha entrado en esa rutina. El niño se sentirá confundido y enojado porque su madre se ha
vuelto en contra de él y lo ataca por un motivo que no alcanza a comprender. Está haciendo algo
que es rutina desde hace años y aparentemente tuvo la aprobación de su madre: ¿por qué se
enoja, entonces?

TELEVISIÓN Y LECTURA

Es poco el estímulo intelectual que la criatura puede sacar de la televisión. Tengo poca
afección por la andanada de shows de dibujos animados que atestan los canales de televisión los
sábados y domingos por la mañana.

Por otro lado, la distorsionante violencia y la grotesca fantasía de esos mundos que
presentan, pueden perturbar a un niño de dos años. Su comprensión de lo real no empieza hasta
que tiene cuatro o cinco años. Por lo tanto, ver hordas de gatos que saltan por las ventanas,
perros que aterrizan en terrazas y humanoides intergalácticos que habitan en el espacio, le dejan
asustado y confundido.

También durante estas horas frente al televisor el niño será infectado por las tandas
comerciales. Los dibujos animados – no lo olvidemos – son la excusa para la existencia de
productos que pueden atraer al niño. Esos objetos son inteligentemente presentados. Las
agencias de avisos comerciales utilizan las investigaciones de mercado y toda la vergonzosa
psicología que pueden comprar, para descubrir de qué manera pueden vender sus productos a la
ingenua y básicamente indefensa criatura.

Las técnicas son bastante obvias. Tratan de seducir y excitar al niño con un dulce, un
cereal o un juguete que no son buenos para él. Su hijo vendrá corriendo a usted pidiendo esa
basura. Usted dice: “No, eso es sólo basura”, y él le ofrecerá un argumento. Por supuesto, lo
han enganchado a través de un astuto anzuelo. Además, ¿cómo puede ser basura si luce tan bien
en la pantalla? No se le va a ocurrir que ese maravilloso aparato que le ofrece tantos excitantes
personajes e imágenes, le pueda ofrecer también algo que es nocivo para él. Es esta la efímera
inocencia de los niños.

Usted puede ahorrarle a él el abuso de los anunciadores comerciales y a usted misma


los agraviantes argumentos, de una manera muy simple, no lo deje ver esos programas.
Recuerde que a esta edad el niño probablemente ni siquiera sabe poner en funcionamiento el
aparato. Y aunque pudiera alcanzar el interruptor, usted debería tener una severa regla al
respecto: no puede mirar ningún programa que no cuente con la aprobación de mamá.

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Indirectamente, la televisión afectará también la actitud de la criatura ante la lectura.
Muchísimos padres se quejan de que sus hijos no leen. Pero investigando en los hábitos e
historia de la familia veo que en ese hogar se ve mucha televisión y se lee poco.

Si usted quiere que el niño lea, que lo tome naturalmente y lo disfrute, comience a
leerle desde que es pequeñito. Entre veinte y treinta meses ya estará en condiciones de oír
historias, mirar láminas y comprender qué es lo que sucede en ellas. Por lo tanto, si usted lo
anima leyéndole en lugar de sentarlo ante el televisor, tendrá una buena oportunidad de que se
interese en los libros.

También ayudará el hecho de que haya libros en la casa, ya que el niño los tomará
como presencia natural y amistosa de su ambiente. Es importante asimismo que vea a sus padres
leyendo, ya que ustedes son su modelo. Si no los ve leyendo periódicos, revistas o libros, un
elemento importante de su vinculación con la lectura se habrá perdido.

Los modelos estimulantes dirigidos a la lectura y el aprendizaje son fundamentales para


su crecimiento intelectual. Muchos de los problemas de aprendizaje – estoy convencido – se
originan en la falta de motivación: esto los lleva a que no tengan interés en aprender a leer o a
escribir. En sus hogares no se los incentiva, no se otorga importancia a estos valores en sus
familias. En lugar de eso, todo el mundo se sienta a ver televisión.

Leerle al niño antes de que se duerma no solamente va a desarrollar su interés por la


lectura, sino que puede convertirse en un ritual íntimo, algo que ustedes dos comparten y
esperan. Y cuando ya un poco mayor comience a desarrollar algunas fobias como el miedo a la
oscuridad y otros miedos, una breve sesión de lectura ayudará a calmarlo y será terapéutica.

También será terapéutico para usted. Leerle a su hijo es una de las alegrías de la
maternidad. Se establece en ese momento una especie de tranquila afinidad entre ustedes dos, es
un momento en el que comparten algo privado. Una nube de calma en la cual hundirse luego de
un día lleno de tensiones. Saboree este momento, mientras guía a la criatura hacia uno de los
mayores placeres de la vida.

TELEVISIÓN Y VIOLENCIA

Estoy seguro de que ustedes saben que existe una gran controversia sobre los efectos
que causa la violencia de algunos programas de televisión en los niños. Por lo que yo sé, no hay
evidencia suficiente para probar que esta violencia sea nociva para ellos.

Puede afectarles de algún modo, especialmente entre los tres y los cuatro años de edad,
cuando son muy impresionables y comienzan a entender lo que están viendo. Este es un período
en el que se entregan a una variedad de fantasías de violencia y miedos.

La violencia en la televisión puede alimentar estos temores. Puede confundirlos y


asustarlos. ¿Realmente la gente va por las calles matándose unos a otros? ¿Son esos monstruos
reales? Si la niña mira esos programas y ve la horrible violencia física y psicológica con que los
personajes se tratan unos a otros, también puede asustarse. Y a la vez esto puede influir en su
forma de ver la vida.

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Me intranquiliza menos el efecto de la violencia en la televisión, que la pereza que esta
produce cuando la criatura se pasa horas y horas ante ella todos los días, excluyéndose de una
vida más vital llena de actividades.

¿CUÁNTO TIEMPO DE TELEVISIÓN? USTED DECIDE

Usted puede soslayar los problemas de los que hablé anteriormente, simplemente
decidiendo por cuánto tiempo se verá televisión en su casa cada día. Establezca pautas claras.
Junto con su esposo elija qué programas se verán, mantengan el derecho de cambiar de canal y
de poner los límites en cuanto al tiempo que el niño pasa delante de la pantalla y a los horarios en
que lo hace (normalmente hay horarios en la programación dedicados a los niños).

Yo elegiría los programas hasta que la criatura tenga siete u ocho años. Para ese
momento ya tendrá una noción más clara sobre lo que es real o irreal. Y de ahí en adelante la
televisión podrá afectarlo en su percepción de lo real. Pero entre los dos años y los siete, es
mejor prevenir que curar.

Si usted establece estas pautas muy raramente el niño adquirirá el hábito de pasar horas
frente al aparato. No será necesario entonces entablar luchas de poder (digamos a la edad de
siete), cuando usted quiera que el niño apague el aparato y se ponga a leer o a hacer su tarea.

CAMBIO DE SUSTITUTA

Mencioné en el capítulo anterior, los mínimos efectos que produce en el niño el


reemplazo de la sustituta. Hasta los seis u ocho meses la relación entre ellos dos no es muy
estrecha. El bebé quizá pueda distinguir la cara de ella como amigable; ella, en cambio,
probablemente haya desarrollado profundos sentimientos hacia la criatura. Pero el bebé todavía
no tiene las facultades suficientes como para haber forjado una relación tan significativa, que sea
para él dolorosa una ruptura.

No recomiendo estar cambiando continuamente de niñera. La idea básica es tener a


alguien con quien se pueda crear una buena relación entre todos ustedes. Obviamente esto se
logra a través del tiempo. Después de los ocho meses y hasta los doce el bebé sentirá ansiedad si
la niñera se va. Pero de los doce a los catorce él estará experimentando con su propia separación
está un tanto asustado de que mami vaya a otra habitación y no vuelva.

Las cosas se hacen un poco mas difíciles para usted, dado que la criatura aun no sabe
hablar y no le puede explicar qué es lo que la está perturbando y al mismo tiempo, no puede
comprender las explicaciones que usted le puede dar sobre la ausencia de la niñera.

Un niño de dos años percibirá a la sustituta como a alguien de la familia. Si ella se va


después de haber permanecido en la casa por un año o un año y medio durante el cual ha
establecido una profunda relación con el niño, este se sentirá un poco angustiado y hará una
regresión. Usted verá que se comporta cada vez mas como un bebé.

En el próximo período, cuando tiene alrededor de tres años, observaremos una mezcla
de respuesta. La niña estará ansiosa, preocupada por saber quién va a cuidar de ella. También

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observará usted, que tiene reminiscencias de su angustia a lo desconocido. ¿Qué extraño va a
venir a cuidarme, cómo será esa persona conmigo?

Si la niñera que se va, ha permanecido durante un tiempo trabajando en la casa,


veremos que la criatura está triste: gimotea, llora y pregunta por ella. Realmente siente la
pérdida de alguien que estuvo muy cerca de ella. A esta edad de la niña, usted tiene un arma
para aliviarle la tristeza y el dolor, que antes no tenía. Existe ahora el lenguaje entre ustedes dos.
Usted le puede explicar que la sustituta la ama pero… quizá se haya tenido que ir a trabajar a un
lugar que queda mas cerca de su casa. O puede ser que ella únicamente cuide a niños de hasta
tres años, entonces ahora trabaja en una casa donde hay un bebito. Haga la explicación simple:
bríndele algo que ella pueda entender, para que de este modo pueda enfrentar la ausencia.

Cuanto más grande sea el niño, usted oirá más lamentos, pero al mismo tiempo este
estará menos angustiado si la sustituta se va. Puede comprender más y tiene caminos racionales
para aceptar la partida, tanto como para incluir nuevas personas en su vida. También tiene un
gran sentido de su persona y de independencia.

Una vez que su hijo tiene alrededor de siete años y es relativamente independiente, la
relación con la sustituta tiene una calidad diferente. Seguirá siendo cálida y cercana, pero no es
más una cuestión de vida o muerte. A esta edad, el cambio de la niñera no conllevará tanta
angustia. Por supuesto es mejor para todos los integrantes de la familia que la persona que
trabaja en casa cuidando al niño, sea la misma durante una cantidad de años.

Cambios continuos – como sucede en muchos hogares – no contribuyen en nada a crear


un entorno estable. La sensación de equilibrio que el niño debe tener, se ve perturbada. Se
siente inseguro. Sin poder manejarlo, siente que justo ahora que tenía un vínculo con alguien
importante en su vida, esta persona se va.

Si estos cambios se producen dos o tres veces durante los primeros tres años de vida, el
niño se adaptará, pero con las consecuencias que mencioné. Pero si los reemplazos son más
numerosos, ya hay que preocuparse. En parte porque eso indicaría que hay inestabilidad en otros
aspectos de la vida familiar. ¿Por qué los padres de esa casa no pueden hacer un juicio correcto
sobre la persona que eligen para que cuide al niño? Por supuesto, cualquiera puede cometer un
error. Pero es posible hallar a una persona apta para el trabajo, con la que además usted y su
esposo se sientan cómodos.

Los cambios continuos sugieren una cantidad de problemas potenciales en ese hogar,
que no son culpa de la sustituta. ¿El padre y la madre están de acuerdo en las características que
desean en esta persona? ¿Son realistas en sus expectativas? ¿Están de acuerdo en cómo ella debe
conducir a la criatura y en cuáles son sus atribuciones? ¿Acuerdan en algo entre ellos? ¿Es el de
ellos un matrimonio estable? ¿Se siente la madre culpable por abandonar al bebé para volver a su
trabajo, y está proyectando estos sentimientos en la niñera? Como ya dije, una persona que
permanezca durante mucho tiempo al cuidado del niño es lo mejor. Y es posible.

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VACACIONES SIN EL BEBÉ

Haciendo una cobertura del niño desde el nacimiento a los catorce meses, hemos
considerado los efectos que se producen en la criatura si usted y/o su esposo tienen que salir en
viaje de negocios (siempre hay que tratar que uno de ustedes dos quede en casa) Sugerí también
que durante esta etapa, si ustedes sienten la necesidad de unas vacaciones, lo hagan durante un
fin de semana.

Para un niño más grande, la ausencia de los padres puede ser más dificultosa. Es duro
para una criatura de alrededor de tres años, soportar la falta de sus padres por más de cuatro días.
Recuerden que en esta etapa ella es muy sensible a las separaciones. Con esto no quiero decir
que ustedes tienen que renunciar a unas vacaciones solos. Como soy un ferviente creyente de la
calidad del tiempo tanto para hijos como para padres, recomiendo estas vacaciones, pero no más
largas que una semana.

Y no desaparezcan. Puede sonar como un consejo gratuito, pero recuerden a esa pareja
de la que les hablé que hizo exactamente eso: desaparecer. Por increíble que pueda parecer lo
hicieron y cuando regresaron se encontraron con un niño angustiado y enojado que los mordía en
cuanto oportunidad se le presentaba.

Traten de preparar al niño y a la sustituta. Cuéntenle a la niña adónde van a ir, incluso
muéstrenle fotos del lugar o folletos. Explíquenle que la llamarán por teléfono todos los días.
Aunque una criatura de menos de tres años raramente comprenda qué es un teléfono, se sentirá
bien si todos los días a la hora del desayuno – por ejemplo – la niñera atiende y dice: “Son mamá
y papá que te llaman”.

Esas llamadas de paso aligerarán la culpa y preocupación que usted pueda sentir y
además le reasegurarán el hecho de que efectivamente su hija puede sobrevivir sin usted.
Algunos padres sienten tanta angustia al separarse de sus hijos que en realidad no tiene sentido
que lo hagan. ¿Cuán buena puede ser una vacación, si los dos van a estar constantemente
preocupándose por el supuesto lío que dejaron al irse?

Las separaciones de este tipo son mas fáciles, si la sustituta vive en la casa, o hay algún
pariente que se pueda quedar durante el tiempo que ustedes están afuera. Si esto no es así,
asegúrense de explicar bien a las baby-sitter la rutina nocturna. El cumplimiento de esta rutina
ayudará muchísimo a mantener la estabilidad. Indíquenle que mantenga los horarios de la cena y
del baño, también los lapsos de juego y, si el niño está acostumbrado a la lectura antes de dormir,
esto debe ser asimismo cumplido. Recuerden que el niño que comenzó a morder a sus padres
cuando volvieron de las vacaciones se quedó con su abuela. Esta frecuentemente había hecho de
baby-sitter durante el día, pero nunca lo había hecho de noche.

Los padres “desaparecidos” habían olvidado instruirla sobre las rutinas nocturnas, que
incluían un buen rato de juegos. Por lo tanto, ¡pobre abuela!, no tenía idea de las cosas que el
niño esperaba de ella, y de todos modos a la noche ya estaba demasiado cansada como para hacer
cualquier cosa. Se limitaba a alimentar a la criatura y mandarla a la cama, y esto aumentaba la
sensación de angustia del niño.

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Recomiendo un pequeño soborno mientras duren las vacaciones. Una pareja que
conozco inventó uno que se llamaba “El Mensajero Secreto”. Este, misteriosamente cada noche
que los padres estuvieron afuera, dejaba un regalito (un juguetito u otra cosa). Lo dejaba en la
puerta de entrada de la casa y todas las mañanas la pequeña se despertaba y salía corriendo para
ver qué era lo que el mensajero de papá y mamá había traído.

Antes de irse, díganle al niño que le traerán a la vuelta un presente, algo especial del
lugar adonde van. Pero, por favor, no olviden traerlo. Aun con todas las preocupaciones
posibles, lo más probable es que cuando regresen el niño los castigará. Quizá no les hable por un
día o dos. Eso es lo que consiguen por haberlo dejado. Pero aun así, en el 99% de los casos,
ustedes y él sobrevivirá.

4
LA EDAD DE LA COMUNICACIÓN
(De los 30 a los 48 meses)
Llamé al capítulo anterior “La edad de la exploración” porque, como hemos visto,
entre los catorce y los treinta meses su hijo se convierte – por lo menos físicamente – en un
explorador. Ahora que es capaz de trasladarse por sus propios medios, irrumpe en el mundo y se
produce otro tipo de descubrimiento.

La edad de la comunicación, el período que va de los treinta a los cuarenta y ocho


meses, se caracteriza por el descubrimiento y expansión de lo intelectual y lo emocional.
Empieza con el lenguaje. El niño realmente comienza a hablar, de hecho se enamora del
lenguaje. Está ahora lejos de esos sonidos privados que compartía con usted, más allá de los
usos más simples de la lengua: “Quiero pelota”; empieza a completar oraciones para expresar
complejos pensamientos.

También es este un momento en el que está fascinado por saber cómo funcionan las
cosas. Ambas cosas están relacionadas. A medida que su habilidad motora se perfecciona y con
el agregado del habla, él absorbe mas y mas cosas del mundo que lo rodea. Ahora presta más
atención a las cosas y pregunta más. “¿Qué es eso? ¿Por qué? ¿Por qué mis brazos se levantan?
¿Músculos… qué son músculos?” El quiere saber el nombre de las cosas y agregarlos a su
floreciente vocabulario.

Hay en todo esto mucho de “Dime y te muestro”. Usted le dice a la criatura todo lo que
sabe sobre algo y él le muestra todo lo que puede hacer. Lo mágico ocupa a esta edad un lugar
importante. Selma Fraiberg describe esto en su maravilloso libro The magic years. El momento
en que el niño está aprendiendo a discernir qué es real en su mundo y qué no; qué es fantasía y
qué no.

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Su mundo está lleno de duendes, fieras y monstruos; y en su narcisismo (la noción de
que el mundo gira en torno de él), siente que sus pensamientos tienen el poder de dañar o de
hacer que mágicamente las cosas sucedan.

La realidad misma y la información almacenada sobre lo que es real y lo que no irá


paulatinamente dándole “sentido de la realidad. Pero al comienzo de esta etapa, su mundo es
mágico.” Tomemos la televisión por ejemplo, que si lo pensamos es un aparato bastante mágico
para todos en general. El se sienta y ve gente y animales que bailan en esa pantalla y en algún
momento le preguntará sin apartar la vista del aparato: “Mami, ¿cómo funciona?”

Si usted le contesta que hay gente y animales muy pequeñitos dentro de la caja, él se lo
creerá. Pero al final de esta etapa, ya no le creerá eso. Reserve las explicaciones de la física,
ondas y rayos catódicos para cuando él sea adolescente. Será suficiente ahora decirle: “Una
máquina hace que esto funcione”. No sienta que usted debe hacer frente a esta y otras inocentes
complicadas preguntas. Si usted no entiende cómo funcionan un auto o el cuerpo humano, o la
televisión, comparta la información que usted posee y sea honesta sobre el resto: “Realmente no
sé cómo sucede”.

El niño tiene ahora también la sensación de que puede hacer las cosas mucho mejor que
antes, por sí mismo. Tiene sensación de autonomía y se siente orgulloso por las cosas que puede
hacer. Quiere demostrarle que es un niño grande. Ha estado pasando por una etapa en la que los
adultos le decían lo que tenía que hacer. Ahora, con su motricidad mas desarrollada, él mismo
va a decidir qué hacer.

Para Freud, este era el período fálico; el que empieza a los treinta o treinta y tres meses.
Había dos características comunes a los niños en esta etapa que él vio como fálicas. Una es
mostrarse, mostrar que él puede hacer cosas. Y la otra es la curiosidad por saber cómo funcionan
las cosas.

Según su visión, esa curiosidad se emparentaba con los tempranos mecanismos


mentales de comprensión y control. El niño era capaz ahora de controlar los mecanismos de su
cuerpo. No solamente eso, podía además obtener placer al manejar voluntariamente sus
funciones. Freud dedujo entonces que si el niño podía hacer eso iba a querer averiguar cómo lo
hacía.

Subiendo un escalón, el investigador comparó el falo con una herramienta y planteó


entonces que el niño quería saber cómo funcionaba esa herramienta de modo que él pudiera
controlarla. Una parte del desarrollo está dada también, a esta edad, por la conciencia del mundo
en el que vive y su relación con él.

Comienza a comprender que él no es el centro de ese mundo. Hay otras cosas allí
afuera y él desea entenderlas. Esto incluye las cosas sexuales. Habiendo previamente
establecido su identidad sexual, él nota ahora las sutiles diferencias entre los sexos. Observa con
el refinamiento de su aparato sensorial.

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Por supuesto, su interés es todavía simple y primitivo. Quiere averiguar por ejemplo,
por qué los órganos sexuales son distintos y cómo se usan. Quiere saber de dónde vienen los
bebés aunque no cómo se hacen.

A esta edad, los niños de ambos sexos están intrigados por sus propios cuerpos y los
varones especialmente con su genitalidad externa. Tanto niñas como niños quieren jugar con sus
órganos genitales y encuentran placer al hacerlo. Muchos padres se alarman y confunden por
esta infantil masturbación. No saben muy bien qué es lo que deben hacer al respecto o si deben
hacer algo. Hay o hubo, una escuela de pensamiento que afirmaba que si los padres trataban de
impedir esto, estaban reprimiendo a los niños y contribuyendo a la aparición de neurosis de
origen sexual.

De hecho, como veremos mas adelante de este capítulo, se pueden poner límites al niño
de modo tal que este pueda satisfacer su natural curiosidad, pero sabiendo que hay cosas que no
se pueden hacer en público.

El concepto, de que cualquier inhibición de lo sexual durante esta etapa podría


perjudicar al niño, fue realmente una distorsión de lo que los pensadores psicoanalíticos dijeron
alguna vez a una sociedad sexualmente reprimida. Los así llamados padres progresistas
malinterpretaron el intento del mensaje. Decidieron que la desinhibición de su propia desnudez
dentro de la casa o el otorgamiento de permiso a sus hijos para conductas que no son aceptadas
en la sociedad (como jugar con su sexo en público), haría que estos crecieran sin ningún tipo de
prejuicios sexuales. Pero esto no tenía sentido.

Lo que los psicoanalistas estaban diciendo era bastante diferente. En el tiempo en que
parte de la sociedad consideraba cualquier sexualidad como displacentera, como un acto
negativo, los psicoanalistas dijeron no. El sexo puede ser placentero y se puede disfrutar de él.
Uno se puede divertir con él. Y eso es lo que los niños hacen. Por esto es en conjunto, una
posición muy diferente a no tener inhibiciones o restricciones en la sexualidad.

La cultura y la sociedad comienzan ahora a influir sobre el niño como nunca antes.
Como ya apunté, su lenguaje no es más privado. Es el lenguaje que utilizan y entienden todos a
su alrededor. La televisión es un portador de cultura y puede obviamente afectar el lenguaje del
niño. Usted puede sacar provecho de la curiosidad y deseos de aprender de la criatura, guiándolo
para que vea los programas que ya mencioné y apartándolo de la basura.

La cultura circundante tendrá un importante papel en esta etapa para aquellos que
comienzan a concurrir a un jardín de infancia y para aquellos que por primera vez se separan de
sus padres y de su hogar.

Junto con esto aparecerán probablemente las imposiciones de la civilización que usted
quiere aplicar. “No, no debes quitarte la ropa en el medio de tu salón de la escuela” o, “A la hora
del refrigerio no arrebates la comida, espera que tu maestra te la dé”.

Transitar por el mundo y ponerse en contacto con otros niños, a la larga trae nuevos
condicionamientos y con ellos nuevas reglas. Hasta ahora, el niño excepto aquel que tenga
hermanos, habrá estado jugando solo. No tienen el concepto del compartir y mucho menos el de

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perder. No tienen idea de cómo se convive con otros niños. Muy pronto ustedes tendrán que
imponer una nueva regla: “No golpees a otro niño”. Usted tiene que mostrar su desaprobación
ante agresiones tales como patadas, golpes o mordiscones.

Los conflictos de este tipo muchas veces están emparentados con la postergación del
placer que expusimos en el capítulo anterior, pero se presentan en un nivel más alto. En este
caso, su hijo puede decidir, estando en la escuela, que quiere jugar con determinado objeto. Pero
algún otro niño está jugando con él; su pensamiento es: “Quiero eso y lo voy a conseguir ahora
mismo”.

El niño evitará empujar y golpear al compañerito que tiene el objeto que él desea, si
puede entender que ahora lo debe compartir. (Asumo que en la clase hay una persona idónea que
puede manejar este tipo de situaciones controlando a los niños más agresivos.)

La etapa que abarca desde los tres a los cinco años marca el famoso “Período edípico”,
de Freud. Usted sabrá que este momento ha llegado, cuando encuentre a su hijo parado al lado
de la cama matrimonial, en el medio de la madre o dando vueltas por su dormitorio. El quiere
saber qué es lo que ocurre en la habitación de sus padres, porque tiene imaginativas nociones al
respecto.

Un torbellino de cosas se agitan en el niño sobre este punto. Como estuvimos viendo,
está haciendo grandes descubrimientos sobre su propio cuerpo, incluyendo el hecho de que lo
puede controlar. Entre toda la información que obtuvo gracias a las interminables preguntas está
la noción general de que los padres hacen los bebés y de que el bebé estuvo en la panza de mami
durante un tiempo.

El percibe que papi y mami tienen un lugar que es de ellos dos solos – el dormitorio – y
que a él no se le permite entrar allí durante la noche. Se imagina que papi y mami se divierten
mucho allí; que saltan y hacen juegos. Y él quiere ver y aprender más al respecto. Alimentando
sus pensamientos hay infinidad de fantasías. Ha adquirido un considerable crecimiento físico,
pero su intelecto aun no le permite asentarse en la realidad. Entre todos estos eventos, hay
también uno que es nuevo: la escuela. Lo separa de mamá y papá.

En algún sentido, el niño construye su propia teoría respecto de lo que pasa en la


habitación de los padres y el por qué de su exclusión de ella. Es sutil. Los niños nunca hablan
directamente de los misterios que hay entre papá y mamá; pero muchas veces revelan sus
interrogantes mediante el juego.

Ponen a la muñeca mamá y al muñeco papá juntos en una habitación de la casa de


muñecas; y dejan al muñeco bebé fuera de allí. Se descifra con esto de algún modo, lo que le
está sucediendo al niño en la casa y en la escuela. Los están separando de sus padres y ellos
quieren acercarse.

Los principios de la competencia también aparecen en escena. Para el pequeño niño,


sus primeros objetos en la vida han sido su madre y quizá la niñera, y ahora le parece a él que lo
están arrancando del lado de su madre. Hay una sola persona a la que el niño puede reprocharle
esto: su padre. El padre puede convertirse en un ogro.

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Un pensamiento mágico se esparce aquí. Los niños se figuran que pueden leer la mente
de sus padres y ustedes la de ellos. Poco importa lo que ellos sepan en realidad, cuando desean
que papá se vaya lejos o se muera para de tal modo quedarse con mamá, ustedes no pueden leer
esos pensamientos.

La criatura comienza a sentir mucha culpa por su deseo de desembarazarse de papá y lo


que vemos en la interpretación de Freud, es el desarrollo del conflicto edípico. El pequeño
compite con el padre por la atención de la madre, lo que le genera un sentimiento de culpa que
debe resolver. Lo hace en un sentido, admitiendo que pierde frente a los padres, que no puede
tener a su madre y que su padre es el que gana. Inconscientemente, supera este conflicto
diciéndose: si no puedes vencerlos, únete a ellos. Haciendo esto, resuelve la ansiedad que crece
en él a raíz de la competencia con su padre: el miedo a la castración. Entonces se identifica con
aquello a lo que mas teme: su padre; y lo imitará en la esperanza de que cuando crezca
conseguirá una joven igual a aquella con la que papá se casó. Todo este proceso llevará
aproximadamente dos años, y después el niño abandonará la fantasía de ganar a su madre.

Es a través de esta fantasía que él desarrollará el superyó, aprenderá lo que son las
reglas de la sociedad y desarrollará la conciencia, el sentido del bien y el mal. Está mal desear a
la madre. Llegar a la comprensión de cómo la situación edípica afectaba a la niña fue un
problema para Freud y siguió siendo un problema para muchos de sus seguidores. Su
pensamiento no sólo estaba incompleto sino que era fuertemente chauvinista al respecto.

El visualizaba a la niña apartándose del vínculo con su madre. Pero no podía


simplemente separarse de su madre y volverse como su padre, ya que esto imbuiría a la niña de
atributos masculinos. (Cosa que no coincidía con sus teorías). Entonces desarrolló la idea de
que la niña cortaba su vinculación con la madre porque tenía envidia del pene, concepto que le
acarreó a Freud la entendible enemistad de incontables mujeres.

Ella quería obtener (según su teoría) el pene del padre de un modo u otro.
Desarrollando uno o anexándolo a su propio cuerpo. Este deseo la hacía querer seducir a su
padre, lo que en verdad hacen las niñas de tres años y medio a cuatro. Seducen a sus padres y
tienen con ellos juegos con un cierto trasfondo sexual.

Pero, según mi visión, la teoría se desmorona en la actualidad. Freud mantenía que, a


partir de la envidia del pene, las niñas se unían a sus padres, pero descubrían que hicieran lo que
hiciesen, este no les daría el pene. Lo que las llevaba a desistir. Aceptaban la idea de que
solamente serían iguales a sus madres. Y a regañadientes se volvían como sus madres durante
algunos años, hasta que al desarrollarse físicamente se identificaban sexualmente con ellas. Al
llegar a la adolescencia, comienzan a separarse y tornarse independientes de ambos padres.

A medida que atraviesan por esta experiencia, comienzan a percibir lo que está bien o
mal para esta sociedad y desarrollan la conciencia, el superyó. Fijados como estaban a esta idea
de la envidia del pene, tanto Freud como sus seguidores no podían admitir que las niñas pudieran
querer ser mujeres por otras razones, como por ejemplo que esto es tan bueno como ser hombres.

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Este es un período intimidante para los niños, en el que se imponen a sí mismos nuevos
desafíos, en el deseo de satisfacer su curiosidad. En la calle, por ejemplo, se desprenderán de su
mano para salir corriendo a explorar.

Las pesadillas son comunes y están comúnmente ligadas con las intrusiones que hacen
al cuarto de sus padres. Puede aparecer el miedo al padre o el miedo a la separación. A esta
edad se presentan tres fobias muy comunes que son el miedo a la oscuridad, a los perros y a los
ascensores. Estén preparados para esto y recuerden que, cuando estos miedos son leves, son
normales y pasajeros. Una mascota puede ayudarlos a superar el miedo a los perros y una luz
encendida durante la noche servirá para disminuir el miedo a la oscuridad. Si el niño aprieta su
mano o se toma de su pierna cuando suben al ascensor, no hay problema.

Aun cuando estos temores existan, la criatura seguirá teniendo el deseo de experimentar
nuevas cosas, de avanzar. Trepa a lo alto de una escalera deslizante y, cuando experimenta el
vértigo de la altura a la que ha llegado, rompe a llorar. Este tipo de cosas sucederá todos los días
en el patio trasero de su casa y usted tendrá que controlarlo. Por un lado, es lógico que usted
cuide que no sufra ningún accidente, pero también deberá permitirle que se pruebe a sí mismo
sus nuevas habilidades. El niño deberá aprender a no ir más allá de sus límites.

Por lo tanto, hasta cierto punto, déjelo que se meta en problemas. Está descubriendo y
estableciendo sus propios límites. Déjelo que pruebe una hamaca mas alta o que suba a lo alto
de las barras. Déjelo aprender a andar en bicicleta, pero esté siempre cerca de él.

Sobreprotegerlo solo llevará a nuevos problemas cuando se tenga que sumergir en la


sociedad. Ese momento de transición a muchos padres se les hace muy difícil, no quieren
separarse de sus hijos. Esto es frecuente en madres que tienen un hijo único, cosa que no es
difícil de entender, pero en la que hay que tratar de no caer. El niño será el que pagará las
consecuencias de esa tendencia. Veamos cómo esta modalidad aparece en hechos cotidianos.

EL MUNDO REAL

ATENDIENDO A LO MÁGICO

Es importante que usted escuche a su hijo y no confunda las creaciones prelógicas con
mentiras. El vocabulario del niño, como apuntamos, está creciendo, pero su proceso de
pensamiento aun no está afirmado. Ese pensamiento mágico (o lo que Piaget llamó pensamiento
prelógico) es el que causa que la criatura le responda de manera fantasiosa cuando usted le hace
una pregunta perfectamente razonable: “Dime, ¿qué es lo que ha sucedido aquí?”

La criatura no está de ningún modo mintiendo. A menudo, los padres malinterpretan


esto y se enojan por el trueque. En lugar de enojarse, trate de escuchar con atención lo que él le
está comunicando y tradúzcalo a términos lógicos.

Recuerdo una oportunidad en la que llevé a un grupo de estudio a un parque cercano,


con el objetivo de que estudiaran la conducta de los niños en el juego. Había tres madres en un
banco, charlando y una niña pequeña vino hacia ellas corriendo, presa de una gran excitación.

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Había encontrado una oruga peluda y empezó a describirla con el típico estilo fantasioso propio
de una niña de tres años.

“He encontrado una serpiente – dijo – y tiene pelos, y los pelos son venenosos y la
serpiente va a crecer y se va a convertir en el Dragón Mágico.” Y así siguió. La primera mujer,
que no era su madre, simplemente se dio vuelta e ignoró a la niña. La segunda mujer, que
tampoco era su madre, se impresionó visiblemente, se puso pálida y se fue.

La tercera mujer, su madre, se comportó maravillosamente. Escuchó toda la historia


con atención y trató de ayudar a su hija a comprender qué era en realidad lo que la niña había
encontrado. Le dio un nombre, oruga, y le explicó que, aunque pareciera una delgada serpiente,
era en realidad una oruga. No iba a crecer hasta convertirse en dragón, pero sí se transformaría
en mariposa… ¿qué es una mariposa?, oh, una de esas lindas cosas que veía volando por el
parque. Te señalaré una… No, los pelos no son venenosos, no debes asustarte.

Esta mujer era un estupendo ejemplo de madre que realmente escucha e hizo lo que
aconsejo a todos los padres hacer. La respuesta de la mujer que se levantó y se fue también es
elocuente. Si su hija viene a usted con una oruga o alguna otra cosa reptante y usted manifiesta
repulsión, le estará enseñando a la niña esa sensación. Y convertirá su interés hacia el insecto en
miedo a él.

OBSERVE SUS PROPIOS TEMORES IRRACIONALES

Hay diferencia entre miedo y ansiedad.


El miedo es una anulación realista, un sobrevuelo del temor, la respuesta
neurofisiológica a una amenaza real. Alguien la ataca con un arma. Usted está asustada y
escapa o contraataca.

La ansiedad es el temor a una amenaza irreal; por ejemplo, que va a ser atacada por un
asesino si sale de la casa. Usted quiere enseñarle a su hijo a tener temores racionales: No hablar
con extraños… No salir corriendo y cruzar la calle… Tener cuidado de las partes privadas del
cuerpo y no dejar que nadie las toque.

Pero hay una gran diferencia entre esto último y el generar ansiedad en el niño. Las
criaturas se asustan fácilmente a esta edad y usted inconscientemente, puede presentarle
amenazas irreales: Los conejos son malos… La gente que usa anteojos es diferente… La gente
de piel negra (o amarilla) es peligrosa. Las raíces de un comportamiento prejuicioso, son
trasladadas a los niños por padres irracionalmente ansiosos respecto de algunas razas o
religiones.

Algunos niños son traídos a mi consulta por su fobia hacia la escuela. Están asustados
del lugar y no quieren concurrir a él. Pero, a medida que voy hablando con ellos, noto que la
fobia que padecen no se remite a una sola cosa. Tienen una enorme bolsa llena de temores que
inevitablemente les han sido trasmitidos por sus padres, que a su vez también están asustados por
todo.

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Descubrí que la madre de una de estas criaturas pasa treinta minutos cada mañana
explicándole a la niña que debe tener miedo a determinadas cosas una vez que haya salido de
casa. A los autos, por supuesto, a los extraños, a los perros sucios, que son fuente de gérmenes.
“Tienes que estar segura de que el almuerzo que estás tomando es el tuyo; y no cambies tu
bocadillo por el de otro niño, porque de ese modo no sabrás qué es lo que estás comiendo”.

A través de los años estas advertencias van tejiendo una trama, que ciertamente también
incluye a los animales. Los ratones son monstruos, las víboras, reptiles demoníacos. Las
criaturas aplican a esa letanía de horrores su propia fantasía, y pueden llegar a sentir ansiedad por
todas las cosas de la vida. Si prácticamente todo es amenazante, no nos podemos sorprender
porque el niño no quiera ir a la escuela.

A esta edad, para empezar, los niños son un poco fóbicos. Ya hablamos de las
competencias y conflictos edípicos. Desde este temor, inventan para ellos mismos extravagantes
actos de justicia. Entran en el cuarto de sus padres y si a papá no le gusta que ellos lo hagan, lo
matan. Rutinariamente las criaturas tienen fantasías atemorizantes y pesadillas nocturnas.

Si un padre o una madre descargan sus propias fobias sin control en esa enorme
imaginación, el resultado va a ser una criatura absolutamente aterrorizada por todo. Por tanto,
trate de examinar cuáles son sus propias fobias aunque no sea sencillo hacerlo. Por lo general,
cuando un niño fóbico viene a mi consultorio, no es suficiente tratarlo solo. Los padres tienen
que incluirse en el tratamiento.

NO IGNORE AL NIÑO, NO LO RIDICULICE

Hable antes de escuchar al niño y de tratar de entrar en ese mundo mágico junto con él.
El interés que usted demuestre alimentará su natural curiosidad y lo sustentará en la exploración
del mundo. Pero si usted lo ignora, le estará trasmitiendo el mensaje de que él en realidad no
tiene muchos méritos. Si el niño recibe este mensaje repetidamente, acabará por perder la
iniciativa y el interés por seguir descubriendo cosas y esto sucederá aunque la criatura sea
inusualmente inquisitiva e impulsiva.

Aun mas grave es ridiculizar al niño, patrón de comportamiento que encontré muy
común en padres de adolescentes perturbados que acudieron a mi consulta. Esta modalidad tenía
sus orígenes en el momento en que los niños tenían tres o cuatro años. Estos padres
frecuentemente son incapaces de manejar sus propios sentimientos de competencia para con sus
hijos, y entonces los rebajan y ridiculizan permanentemente. “Eso es ridículo, no tiene sentido
alguno… eres un tonto, necio”.

He tratado algunos casos de varones que luchaban con su homosexualidad, en los


cuales la ridiculización era un componente importante dentro del amplio surtido de abusos que
sus padres ejercían hacia ellos.

Recuerdo uno de esos casos, en el cual el padre trataba de vivir a través del hijo, y
quería que este fuera un gran atleta. Pero el niño no lo era y nunca lo sería. El resultado de esto
fue que su padre se abusaba de él poniéndolo en ridículo permanentemente: “Tú no eres un
hombre, eres sólo un bebé. ¿Por qué haces las cosas de ese modo? No puedes hacer nada bien.

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Lo único que sabes hacer son líos. ¡Vamos, llora, ve corriendo a buscar a mamita! El niñito de
mamá, eso es lo que tú eres”. Semejante arremetida es una de las peores cosas que un padre
puede hacer.

Quizás aun más cruel, es el silencio, el rechazo total a la criatura. No es tan común
afortunadamente, pero muchos de los casos severos de depresión que he tratado, tenían su origen
en esa conducta. Estas personas tenían padres que durante la infancia pasaban semanas sin
hablarles.

Tuve una paciente (estudiante de leyes), que no podía soportar que se le hiciese ninguna
crítica. Era una estudiante brillante pero al menor traspié que tuviera en sus calificaciones, se
encerraba en su cuarto durante días. Sus amigos consiguieron finalmente que viniera a
consultarme, y entre otros problemas, detecté que su familia no quería que ella estuviera en la
escuela de leyes. Cuando era niña cada vez que hacía algo que su madre no aprobaba, esta
rehusaba hablarle durante días o semanas.

En contraste con todo lo anterior, usted puede ayudar a su hijo a ser curioso e
inquisitivo, a crecer y a sentir que eso es maravilloso. Y una de las mejores maneras de hacerlo
es escuchándolo y comprometiéndose con él. El niño sentirá la diferencia y tendrá un estímulo
positivo mientras transita por este difícil período.

SUTIL COMPETENCIA

Uno de los sutiles elementos que se presentan en la evolución de este período, es la


competencia entre usted y la criatura. Sucede inconscientemente.

Por ejemplo, la niña comienza a afirmar su personalidad y sus intereses. Quiere pintar
todo el tiempo. Usted desea que ella sea más sociable, que juegue más con otros niños. Desea
que sea mas activa, que se introduzca en la danza. La niña comienza a tomar clases de ballet una
vez por semana; pero es claro para ella y para su profesora que en realidad no está interesada.

Usted crece en su enojo. Le está ofreciendo lo mejor de todo y lo único que la niña
quiere es sentarse en un rincón y dibujar un arco iris. Puede muy bien suceder que cuando usted
era niña no fuese muy buena para la danza y, aunque no recuerde muy bien esos días, haya algo
hoy que la impulsa a forzar a la criatura para que tenga éxito en esa disciplina.

He tenido también casos en los que una infancia de privaciones motivaba a los padres.
Como modelo de una clásica situación, recuerdo a un padre que había crecido en un barrio muy
pobre. Este hombre había empezado a trabajar a los siete años de edad. Se había procurado con
el tiempo educación, y había terminado como un importante hombre de negocios.

Este hombre empezó a empujar a su hijo hacia todas las cosas que él nunca había
tenido, especialmente los deportes, pero al niño no le interesaban. “Quiero para mi hijo todas las
oportunidades que yo no tuve – me dijo – y ese maldito niño no hará lo que yo le digo que haga.”
Se comenzó a gestar entre padre e hijo una gran hostilidad y una fuerte lucha de poderes.

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La competencia surge de las más naturales e inocentes fuentes. En este momento de
enorme curiosidad intelectual para el niño. Continuamente hace preguntas.

Quizá la niña haga preguntas que usted no puede contestar e inconscientemente nazca
un sentimiento de rivalidad. Una madre me dijo que su hija la hacía sentir estúpida, haciéndole
preguntas que ella no podía contestar delante de todo el mundo.

El dinero puede también ser el origen de fricciones. Recuerden que este es un período
en el que los gastos se incrementan. Por primera vez, la niña va al jardín de infancia. Y para
muchos padres esto agrega una carga financiera que hace que apliquen nuevas presiones a la
criatura para moldearla de determinada manera. Es como si ellos estuvieran sudando para
obtener más de su inversión.

El conflicto se intensificará a menos que usted se armonice. Es fácil cruzar la barrera


que separa a la disciplina del hecho de rebajar a la criatura. Hay una gran diferencia entre
gritarle: “¡Tú, mocosa, no aprecias nada de lo que hacemos por ti!”, y reprenderla severamente
por haber cruzado la calzada con la luz roja.

Es muy fácil caer en ese estado de ira. Usted se ve a sí misma y también a su esposo
haciendo todo tipo de sacrificios con el dinero, con su tiempo, con su energía, sólo para que la
niña ni tome en cuenta todo esto.

Sin embargo, no podemos pensar que todo está perdido sólo porque la niña tiene sus
propios talentos e intereses, que son distintos de los que usted tenía en mente. Todavía usted
puede tener gran influencia sobre ella. Pero no puede hacerlo a través de una lucha de poderes
que está basada en su propio pasado y sus inconscientes sentimientos de competencia.

PRIMEROS CONFLICTOS CULTURALES

Algunas veces, este tema viene encabezado como “maneras”. Usted quiere que su hijo
se comporte de determinada manera cuando lo lleva a que visite a un amigo. También quiere
que esté vestido apropiadamente. Quizá lo lleva a un restaurante y quiere que se comporte
acorde a la circunstancia (ni qué hablar que tiene que usar el cuchillo).

No estoy de acuerdo en exagerar esto; pero, si usted comienza a poner en práctica estas
normas a esta edad, espere resistencia. El niño es obligado a hacer algo que muchas veces se
contrapone con sus deseos. Esto por sí solo, ya lo hará sentirse enojado. Pero podrá descargar
su enfado gritando. Trate de no responder del mismo modo. Si él dice que no se va a poner esa
horrible, estúpida cazadora, está bien, siempre y cuando después de las protestas, efectivamente
se la ponga.

Vimos ya este tipo de situación en el niño que llamaba estúpidos a sus padres y
protestaba ante cada directiva que se le daba, pero que después de haberse descargado, terminaba
por cumplir. Esos padres estaban no obstante disgustados porque su hijo era tan “irrespetuoso”.
Perdieron de vista el hecho de que el niño tenía que tener el derecho de protestar verbalmente y
no por ello ser castigado.

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No siempre los niños estarán dispuestos a acatar lo que se les dice. El no quiere ir
periódicamente a lo del pediatra. En este tipo de situación, no lo soborne. Si sus súplicas son
ineficaces, déjelo que continúe con sus quejas, pero tómelo y arrástrelo al consultorio. La
mayoría de los niños a los tres años, quieren demostrarle a sus padres que son buenos. Tratarán
de complacerlos aunque se sientan sobrecargados o aunque lo que ustedes le estén demandando
les resulte atemorizador. Por lo tanto, si la resistencia que presentan es fuerte, ustedes deben
prestar atención.

Deben hacer esto aunque su hijo sea un niño dócil. Puede suceder que repentinamente
este comience a poner obstáculos a todo; en ese caso, obsérvelo de cerca para ver si presenta
signos de resfrío. Quizá simplemente el niño se siente mal.

¿A QUÉ EDAD CONCURRIRÁ AL JARDÍN DE INFANCIA?

En la actualidad, existe una cierta presión de enviar al niño al jardín de infancia cuando
tiene alrededor de tres años. Algunos niños están preparados para esto. Otros que no hayan
estado asiduamente con criaturas de la misma edad, que se hayan relacionado casi
exclusivamente con usted o con la sustituta, o sean niños de difícil activación, pueden llegar a
necesitar más tiempo para llegar al momento de la separación y de insertarse en el mundo de los
niños más grandes.

Si la criatura comienza a concurrir a uno de estos establecimientos y usted nota que


después de una semana o dos aun no quiere que usted se vaya por unas horas mientras él se
queda en clase, piense en la posibilidad de dejar el jardín de infancia para más adelante. Después
de un tiempo pruebe de nuevo y, exactamente como lo hizo durante el entrenamiento de control
de esfínteres, no lo fuerce.

MANIPULACIÓN

El niño puede leer a sus padres. Aun antes de poder hablar, comienza a leer las
expresiones faciales y las respuestas y siente cuál de los padres es más maleable y cuál más
firme. Y por supuesto, en la persecución de su placer, utiliza esta información. El acuerdo entre
usted y su esposo es fundamental porque de lo contrario, el orden y la disciplina pueden ser
saboteados incluso inconscientemente.

Si usted le dice al niño que la hora de ir a dormir es a las ocho, su esposo debe saberlo y
estar de acuerdo con ello. Si el papá vuelve a casa del trabajo y el niño le pide jugar y después
leer una historia y papá acepta, este ha sido manipulado, usted desautorizada y el control
resquebrajado.

Si la regla es: “Toma todo lo que quieras, pero si lo tomas lo comes”, ustedes deben ser
firmes en el momento que el niño empieza a dar vueltas para comer lo que tiene en el plato,
preguntándole a su papá si es que realmente tiene que comer el brócoli.

En nuestra sociedad generalmente la maleable es la madre, más flexible frente a las


súplicas y zalamerías. Pero no me entiendan mal, no estoy argumentando a favor de la rigidez.

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La flexibilidad está bien, pero siempre y cuando ambos padres la practiquen en un todo de
acuerdo.

De otra manera su esposo la estaría socavando, haciéndole un gran perjuicio a la


relación de ustedes con el niño y alentando a este a ser desobediente. Tengan cuidado de no
desautorizarse mutuamente. Papá vuelve a casa y los niños están correteando por todos lados
mientras usted trata de que se calmen, entonces él dice: “Oh, déjalos hacer lo que quieren, son
sólo niños”.

Traten de mantener un frente unido: esto es lo primero que deben demostrar a la


criatura. Si uno de ustedes impone una regla y el otro no está de acuerdo, no lo verbalice ante el
niño. Después lo discutirán en privado.

No siempre es fácil. Quizás un padre tiemble cuando su mujer envíe al niño en


penitencia al rincón, porque él sufrió la misma humillación una y otra vez cuando era pequeño.
Quizá se sienta tan perturbado por su recuerdo de esta situación de su infancia que vilipendie a
su esposa debilitando de este modo los esfuerzos de ella por establecer disciplina. Lo que
logrará con esto (aunque la técnica de la madre sea discutible) será asustar y confundir a su hijo.

Frecuentemente he visto a madres que convierten a su esposo en el villano que hace


cumplir las órdenes: “ya verás cuando llegue tu padre” es la admonición común. Creo que esto
es un error, porque sitúa al padre como enemigo de su hijo.

Una buena disciplina se puede lograr si papá en sus acciones apoya a mamá, si los dos
pueden actuar como equipo y son percibidos como tal por el niño. Cuando esto sucede, la
disciplina funcionará. Los esfuerzos de la criatura para manipularlos no desaparecerán, sin
embargo, pero disminuirán y serán menos destructivos hacia la estructura que usted intenta crear
en beneficio del niño.

MASTURBACIÓN Y DESNUDEZ

Los padres quedan en principio atónitos cuando les hablo de masturbación en relación
con su hijo de tres años. Debería definir el término. La masturbación, que es común a esta edad,
no es la misma que en la adolescencia o la adultez, donde se busca el orgasmo. En el contexto de
la sexualidad infantil, es un juego genital que produce placer.

Puede tomar muchas formas. Los varones pequeños se tocan a través de los bolsillos
de sus pantalones o frotándose contra algo. Las niñitas lo hacen deslizándose por una baranda o
más tarde cuando montan un caballo. Los caballitos-hamaca pueden proveerles placer genital.
A esta edad los varones son especialmente curiosos respecto de sus genitales externos y
encuentran placer jugando con ellos.

Si usted encuentra al niño masturbándose en público, ¿cuál debe ser la reacción? Yo le


diría que no es propio de un niño grande hacer estas cosas a la vista de todos, que los grandes no
hacen esto y ya que este es un cuarto de grandes no lo debe hacer. Si quiere hacerlo, debe ser
únicamente en privado. Usted debe respetar la privacidad del niño; si lo descubre masturbándose
en su habitación, no haga un evento de esto.

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Yo no le gritaría y mucho menos le pegaría.
En el momento de hablar de este tema con el niño, yo usaría los nombres propios de la
genitalidad. La mayoría de las familias tienen un lenguaje propio y privado para los órganos
sexuales, pero a esta edad es adecuado que utilicen los nombres correctos: pene, vagina,
testículos, uretra.

No se sienta mal si le cuesta utilizar estos nombres. Muchos padres que se sienten
como personas liberadas lo hacen. La desnudez en la casa está a esta edad relacionada con lo
anterior. No estoy identificado con el remilgamiento, a pesar de que una vez mas acuerdo con
las reglas del pudor. Entonces: “No puedes andar desnudo por la sala o dando vueltas por la casa
sin ninguna ropa, no es aceptable en los adultos. Cuando vengas a la sala te pones tus pantalones
o el pijama”. (Para que esto sea valedero, los adultos deben cumplir con las mismas reglas).

Como mencioné anteriormente, hubo hace algunos años una mala interpretación de la
teoría psicoanalítica al respecto de los efectos que la represión de la desnudez ocasionaba. Esta
teoría afirmaba que esta restricción llevaba a la neurosis sexual; pero fue una noción equivocada.

RITUALES NOCTURNOS

“No olvides espantar a los monstruos”, gritó la niñita a sus padres cuando estos
abandonaron la habitación. Esto es parte del ritual en casa de una amiga. Quien sea que arrope a
la niña en su cama le lee también un cuento, le trae un vaso de leche, tiene una charla en la que la
niña le cuenta sobre los eventos que tendrán lugar al día siguiente y le hace “monstruos”.

Esto último significa pararse detrás de la puerta cerrada y a los gritos echar a los
monstruos y contar hasta veinte, después de lo cual estos estarán ya entrechocándose en la noche.
“Ya se han ido, todos se han ido”; mamá o papá anuncian esto y la niña ya tranquila dice:
“buenas noches”, y rápidamente cae en el sueño.

Es natural que los niños estén un poco inquietos cuando van a la cama y una rutina
familiar los ayudará a superarla. El miedo a la oscuridad es parte de ella, y el niño puede
experimentarlo en esta etapa aunque antes no lo haya tenido. Los padres muchas veces se
sienten confundidos frente a esto. Vienen a verme a causa de que sus hijos tienen terribles
problemas cuando se apagan las luces. “Pero mi hija siempre durmió sin problemas con las luces
apagadas; ahora debo dejarlas encendidas y aun así tiene pesadillas; ¿qué le sucede?”.

Usualmente no hay una perturbación real. La criatura ha crecido y cambiado. Tiene


ahora un nuevo modo de percibir la oscuridad. Antes lo único que distinguía era si la habitación
estaba iluminada u oscura. Pero ahora, con su pensamiento prelógico, especula sobre todas las
cosas que pueden suceder allí afuera, todas esas extrañas cosas que se entrechocan en la noche.

A los niños les encanta la compañía de ustedes antes de dormirse, porque les
proporciona un momento especial donde ustedes le pertenecen totalmente. Este se vuelve un
momento especial, sobre todo si hay otros niños en la familia. Espacien el momento de acostarse
de cada uno de ellos, para poder brindarles atención individual. Leerles ayuda.

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Puede muy bien aparecer a la hora de acostarse algo de competencia edípica. La niña
quizá quiera retener al papá para ella sola, que él esté lejos de mamá durante un rato. O un varón
hacer lo mismo con mamá.

PESADILLAS

Hay dos tipos de pesadillas nocturnas y cuando ellas ocurren asustan a todos, pero no
necesariamente implican un problema de arrastre.

1. Una pesadilla es un sueño perturbador que causará que el niño se despierte


gritando, frecuentemente recordando fragmentos del sueño.
2. El temor nocturno es un sueño desagradable que provoca agitación en el niño y
hace que este grite sin despertarse. Se produce en un momento en que el sueño
es tan profundo que le impide al niño despertarse. Después no recordará nada.

No hay mucho que se pueda hacer al respecto, salvo tomar al niño en brazos y
confortarlo. Aunque siga dormido, abrazarlo y decirle palabras cariñosas ayudará a que se
tranquilice. Y a usted también. Estos son momentos muy intranquilizadores.

Las pesadillas son muy comunes entre los tres y seis años, y no hay que preocuparse
demasiado a menos que ocurran todas las noches. Cuatro o cinco pesadillas en el término de tres
o cuatro meses es lo normal.

Si esto sigue ocurriendo después de este tiempo y las pesadillas recurren mas
frecuentemente, puede haber algo que esté inquietando a la criatura. El hecho de que él esté
sufriendo estas perturbaciones nocturnas, no nos dice sin embargo en dónde se origina la
ansiedad. Traten de descubrir esto con el pediatra.

INVADIENDO SU DORMITORIO

Ella quiere entrar. A los tres años comenzará a fantasear en sus propios términos
prelógicos, sobre lo que ustedes dos están haciendo dentro del dormitorio, y querrá ser parte de
ello. Sus fantasías, no son fantasías sexuales adultas, pero ciertamente hay un componente
sexual en su deseo de entrar en la habitación en el medio de la noche. Es su etapa edípica y
quiere estar en medio de papi y mami.

No se sorprenda si usted se despierta a las tres de la mañana y ve a la niña parada al


lado de la cama, durmiendo del lado de los pies, o aun en el medio entre ustedes dos. Eso es
muy común. Normalmente el mejor modo de manejar esto, es poniendo reglas claras: No entrar
al dormitorio si la puerta está cerrada. Esta es nuestra habitación y tú tienes la tuya.

Sea firme al respecto o, de lo contrario, en poco tiempo se dará cuenta de que usted y su
esposo no tienen un espacio privado en su propia casa.

En muchos hogares el aparato de televisión está en el cuarto de los padres. Se pueden


hacer acuerdos especiales para que el niño pueda ver programas, que será seguramente el
momento en que toda la familia los compartirá. Puede haber momentos en que la criatura no se

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sienta bien, esté inquieta por algo y necesite un acercamiento mayor y atención especial. Todo
eso estará bien y quizás ayude a disipar su deseo de deslizarse en su dormitorio durante la noche.
El punto es que usted y su esposo decidan cuándo tendrán lugar esas licencias y tengan el control
del ingreso de la criatura a su privacidad.

Si bien ustedes pasaron por un momento en que la criatura debió compartir el


dormitorio, ahora realmente el arreglo debe ser diferente. Para una niña de esta edad, el
intercambio sexual de los padres aparece como un ataque. Se imagina que papá está matando a
mamá a causa de ella. Cuán nocivo esto puede ser para ella es discutible, pero, a mis ojos, no
puede ser de ninguna manera saludable.

Por lo tanto, llévenla a su propio dormitorio y mantengan los límites en cuanto a entrar
al suyo. Por otra parte, los mimos por la mañana (o en cualquier otro momento en que la criatura
lo necesite) están perfectamente bien y el ritual de los sábados a la mañana, cuando toda la
familia se mete en la cama grande, es normalmente un momento feliz para todos.

JUEGOS

A esta edad los niños simplemente quieren ganar. Están en el período fálico o
temprana etapa edípica, cuando tratan de demostrar cosas y competir con ustedes. Los
rompecabezas funcionan bien, ayudan a que él demuestre lo listo que es. Del mismo modo
sirven otros juegos donde tenga muchas chances de ganar, pero no sucede esto con los juegos de
habilidad. El niño no tiene todavía mucho lapso de atención y no puede absorber reglas
complicadas.

No se sorprendan si él quiere obtener mas chances cambiando las reglas del juego o
incluso trampeando. El perder es un concepto doloroso para él, porque si eso sucede no podrá
demostrar que es tan bueno para algo como papá y mamá, no podrá competir.

No es una mala idea introducir la noción de que se puede obtener diversión de un juego
aunque no se gane. Pero a esta edad será difícil que esta idea prenda. Eviten los juegos
complicados, como el de damas por ejemplo. Para una criatura de cuatro años o cinco podría
resultar hostil y ridiculizante.

Muchos padres cuando traen a sus hijos a consultarme dicen que sus hijos son muy
mentirosos y tramposos cuando están jugando. Pero es evidente que estos padres no entienden a
sus hijos y no se dan cuenta de ello. Una de las maneras en que hieren a sus niños es jugando
con ellos juegos complicados de ingenio y habilidad, ganándoles mano tras mano.

Los niños responden a esto tratando de tener más chances de ganar, y por tanto cambian
reglas procurando mantener la autoestima. A menudo reaccionan con furia hacia sus
compañeros de clase. Así como sus padres los azuzan competitivamente, ellos atacan a sus
compañeros arrojándoles objetos (la razón por la que terminan en mi consultorio). Muchas veces
estas consultas se realizan no por iniciativa de los propios padres, sino porque la escuela los
obliga con la amenaza de que si no lo hacen los niños quedarán fuera de la institución. Por lo
tanto, jueguen con las criaturas muchos juegos que les den la posibilidad de ganar, por lo menos
durante un tiempo.

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VISTIÉNDOSE SIN AYUDA

Seleccionar la ropa que ha de ponerse ese día y vestirse sin ayuda, es una forma más
que su hija tendrá para lucirse. Esto está muy bien, pero si usted no organiza el proceso, pronto
se encontrará envuelta en una prolongada sesión de súplicas y negociaciones justo en ese
momento de la mañana cuando no tiene ni el tiempo ni la paciencia necesarios.

Tenga presente que a esta edad, la criatura recién comienza a discernir un color de otro,
y no tiene idea si los zapatos azules combinan con un vestido marrón o no. Enfrentada a un
ropero lleno de vestidos, probablemente para disipar su confusión elegirá uno, después otro y
otro… y otro, contenta de jugar este ritual interminable junto con usted.

Usted puede evitar esto si imita sus elecciones. La noche anterior por ejemplo, déle dos
posibilidades para el día siguiente. Si la niña quiere mas, se puede negociar. “Primero
muéstrame que puedes elegir entre dos conjuntos. Si puedes hacerlo durante una semana,
entonces te dejaré elegir entre tres.”

Difícilmente encontremos en esta área un conflicto de desarrollo, pero he tropezado con


algunas madres intelectuales que mantenían con sus hijos interminables conversaciones respecto
de la vestimenta a las ocho de la mañana. Equivocadamente pensaban que se estaban abusando
de sus hijos si les decían: “No, no te puedes probar toda la ropa que tienes”.

Como dije antes, usted puede ahorrarse todo eso, y además darle a la criatura el sentido
de la organización y la estructura, cosa que es importante. Los niños necesitan y quieren una
vida estructurada, contrariamente a lo que esas madres confundidas creían. Estructura no es
represión ni castigo.

CREANDO SUPERNIÑOS

Si usted decide que ahora quiere enseñarle a la criatura el alfabeto, lectura básica y
números, todos sus esfuerzos y buenas intenciones, pueden dar como resultado que mate las
iniciativas y motivaciones del niño. Simplemente, este aún no tiene las herramientas necesarias.
No tiene la habilidad para conectarse con números o letras, o para sentarse y concentrarse por
mas de cuatro minutos.

Si usted lo sienta y procede con la lección, puede ser que la criatura acepte, pero sólo
por agradarla. En realidad, se cansa y no aprende nada. La imposición de ese tipo de rutinas,
puede sofocar la iniciativa del niño y provocar falta de interés y aburrimiento crónicos. El
aburrimiento es una forma enmascarada de depresión.

Muy diferente será si usted trata de seguir la tendencia natural del niño y le proporciona
estímulos accesibles para él. Los taburetes que vienen acompañados de una pizarra con números
y letras en sus márgenes son ideales. El se puede sentar y dibujar en la pizarra e inclusive copiar
algunos números y letras.

También es bueno proporcionarle buena cantidad de crayones y lápices de colores para


que pueda dibujar lo que tiene ganas. Si muestra un especial interés en aprender las letras del

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alfabeto, es diferente. Quizá si tiene un hermano mayor y este las está aprendiendo se sienta
estimulado a hacerlo también. En ese caso, ayúdelo, siga su tendencia natural. Pero aún así,
tenga en cuenta que sus posibilidades de aprendizaje son en esta etapa limitadas. No exagere.

VIAJES EN AUTOMÓVIL

A los tres años, su hijo no está aun preparado para realizar largos viajes en automóvil.
No es que un viaje de cuatro horas le vaya a causar neurosis, pero para usted será muy pesado.
Un niño que está incómodo se pondrá impaciente y comenzará a protestar y llorar. Si usted tiene
la posibilidad, es mejor que tomen un avión.

Si no tiene esta posibilidad, hagan el viaje realizando varias paradas y así todos podrían
ir al baño, caminar un poco y tomar una merienda. Lleve varios juegos, casetes y libros para
colorear.

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LA EDAD DE LA SEPARACIÓN
(De los 48 a los 60 meses)
Se llama escuela y significa un altísimo escalón para el niño. Este se separará de
ustedes e ingresará en la sociedad.

Es diferente del jardín de infancia, donde se puso en contacto con el principio de la


separación. Aquel fue un escalón de bebé, algunas horas de juego durante la mañana. Ahora
llega lo verdadero. Llega el preescolar, un día entero de escuela, un día completo de separación.

La extendida separación y las nuevas demandas que la sociedad le hará al niño


probarán a la criatura, quien tendrá que luchar con una serie de ajustes. Pero los cambios no
serán solamente para él. Para muchos padres, sobre todo para aquellos que no enviaron a sus
hijos al jardín de infancia, este será un período de ansiedad y depresión. Esto especialmente
sucederá en padres sobreprotectores. No será un buen momento para ellos y,
desafortunadamente, el temor y la sensación de amenaza que sienten por la concurrencia del niño
a la escuela será transmitida a este.

En la escuela aparecen nuevas expectativas de la sociedad. Se espera que el niño


soporte bien la experiencia de día completo. Que se siente y haga su tarea durante un período de
tiempo, y que se relacione con sus compañeros.

La presión de la sociedad para que los niños concurran a la escuela es grande, y muchas
veces por esa causa los padres lo envían a clase durante un día completo. Pero puede ser que el
niño aun no esté preparado.

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Resístanse. Otro año de jardín de infancia quizá sea lo que él necesite hasta que esté un
poco más crecido; hasta que esté en condiciones de manejarse sin sentirse perdido, incómodo y
abrumado en una escuela de tiempo completo. Hay mucho que usted puede hacer para
determinar si la criatura está o no preparada para enfrentar un ritmo de clases más exigente. Lo
puede evaluar en tres áreas generales: midiendo su aptitud biológica, considerando sus
cualidades psicológicas y sopesando las demandas culturales que se le harán. Examinaremos
cada una de ellas.

APTITUD BIOLÓGICA

NIVEL DE ACTIVIDAD

Es un esquema de día completo, el niño deberá sentarse en algunos momentos a realizar


tareas durante diez o quince minutos. Estas podrían ser pintar o alguna otra actividad manual.
Piense sobre esto. Durante el último año, ¿alcanzó él unible de actividad tal que le permitiese
estar sentado durante un lapso igual? Para el momento que tenga cuatro años debiera estar
capacitado para hacerlo.

¿Puede atender durante quince minutos mientras le cuentan una historia? Esta será
también algo a lo que se verá enfrentado en su nueva escuela. ¿Puede soportarlo? Esto es
diferente al jardín de infancia, donde podía moverse y comer y donde se le demandaba menos
que estuviese sentado atendiendo a una tarea por un tiempo.

CONTROL DE ESFÍNTERES

¿Tiene el niño ya dominio sobre ellos? A la edad de cuatro años esto debería ser así, y
muchas escuelas no aceptan niños que no estén en esta condición.

TEMPERAMENTO

El biorritmo del niño tiene incidencia ahora, porque quizá tenga un patrón de sueño
particular y normalmente duerma hasta las once de la mañana. Es posible que usted deba
modificarle este patrón si tiene que concurrir a la escuela en la mañana. El niño puede también
llegar a tener dificultades de adaptación a los nuevos horarios de comida. Si está todo el día en
la escuela, es importante que se acostumbre a almorzar.

A esta edad el niño ya puede ajustarse a nuevos ritmos de sueño y de alimentación.


Usted tendrá que acostumbrarse a nuevos horarios.

MADUREZ FÍSICA

Los bebés prematuros y aquellos que nacieron con bajo peso necesitan mas años para
madurar, tanto física como emocionalmente. A la edad de cuatro su hijo puede tener inteligencia
normal pero quizá sea más pequeño, frágil o tenga menor coordinación que otro niño de la
misma edad. Usualmente esto no es obstáculo para que concurra a la escuela, pero habrá que
tomar la decisión de enviarlo a ella o de hacerle repetir otro año de jardín de infancia.

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Ante estos casos frecuentemente consulto con un pediatra, y tomamos una decisión, no
sobre la base de que el niño pueda fracasar, sino pensando que este cuente con las mayores
posibilidades de tener éxito frente a una circunstancia nueva tal como es entrar en una sociedad
altamente competitiva. La vida se le tornará difícil si no puede competir a nivel físico, si
simplemente no posee aun la coordinación adecuada.

Comprensiblemente, algunos padres encuentran difícil el hecho de dejarlo en el jardín


de infancia. Trato entonces de señalarles que si no lo hacen así la probabilidad es que su hijo
tenga muy bajas calificaciones en la escuela, cosa que lo hará sufrir. Es mejor evitarle esta
experiencia y darle más tiempo para que madure.

COORDINACIÓN

El niño necesita un nivel adecuado de coordinación. Tendrá que utilizar pinceles,


crayones, lápices. Y además se espera de él que ya pueda manejar los cubiertos.

LATERALIDAD

A la edad de cuatro años, probablemente ya esté definido si el niño es zurdo o diestro.


Los niños de dos años son generalmente ambidextros. A los tres años comienzan a definir más
su tendencia hacia una u otra mano. No hace ninguna diferencia cualquiera sea la elección y
usted no debe forzarlo en este sentido. Pero cuando tenga cuatro años esto debe estar ya
definido.

Cuando los padres son una diestro y el otro zurdo, la definición del niño sobre cuál
mano prevalecerá puede ser tardía. Y esto puede provocar mala coordinación. Últimamente
algunos investigadores sostienen que esto puede causar problemas de aptitud. Mantienen que, a
raíz de esto y de otras dificultades en el desarrollo, mas del 20% de los niños que ingresan a
primer grado no están preparados para manejar el proceso de aprendizaje. De ese 20% el 75%
reportó las dificultades durante el primer grado, pero aun resta el 25% (o un total de 5% de la
población escolar) con serios problemas de aprendizaje.

APTITUD EN EL LENGUAJE

¿Su niño habla un idioma que sólo usted puede comprender? ¿Se comunica todavía con
un lenguaje infantil? Esto quedará de relieve enseguida en el preescolar, donde otros niños se
comunican fácilmente y donde su hijo estará expuesto a la mirada objetiva de otro adulto: la
maestra.

He conocido muchos casos de padres que no habían notado ninguna dificultad en la


forma de expresarse de la criatura, hasta que la maestra se los puso de manifiesto. Estos eran
niños perfectamente inteligentes pero que no habían desarrollado habilidades motoras suficientes
como para hablar correctamente. Su lenguaje infantil al que sus padres se habían acostumbrado,
era prácticamente incomprensible. Es probable que necesitaran terapia del habla.

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APTITUD PSICOLÓGICA

Sopesar la aptitud psicológica del niño nos da una buena oportunidad de echar una
mirada atrás y ver cómo funciona otra línea de desarrollo, aquella descrita por Margareth Mahler.
Originalmente como usted recordará, hablaremos de dos fases: la autista y la simbiótica.

La autista toma hasta los dos o tres meses, período en el que no aparece otra cosa
psicológica en el bebé más que “yo, yo, yo”. La siguiente es la fase simbiótica durante la cual de
manera elemental la niña comienza a responder a otra gente. Hay algo más en el mundo que
“yo”. Alrededor de los seis meses, la individualización comienza con lo que llamamos
diferenciación. Desde la cuna, empieza a distinguir entre las caras familiares y las desconocidas,
y aparece en ese momento el desasosiego ante lo extraño: la abuela entra en la habitación y la
niña rompe a llorar. Esta etapa dura aproximadamente de los seis a los diez meses.

Después llega la práctica, desde los diez a los dieciséis meses. La niña comienza a
gatear y explora para ver hasta dónde llega y dónde están las otras personas. Esto lleva al
acercamiento, desde los dos a los tres años. Ahora, en lugar de gatear, ella se separa realmente
de usted yendo hacia otra habitación y volviendo a asegurarse de que usted está donde ella la
dejó.

La extensión de esto es la constancia del objeto. Conservar la imagen o la fantasía de la


persona que no está. Ella se puede ir durante horas pero mantiene la imagen mental de su madre
a la que sabe que volverá.

Fue esa cualidad lo que le permitió separarse de usted y comenzar a concurrir por la
mañana al jardín de infancia. Ahora tendrá que ser capaz de separarse por cinco o seis horas.
¿Lo puede hacer? Si no es así puede recurrir al mismo esquema que puso en práctica en el
momento que empezó el jardín de infancia. Llevarla a la escuela y quedarse allí, y poco a poco
acortar el tiempo de compañía. Pueden pasar de tres a seis semanas hasta que la niña desarrolle
su constancia del objeto, retenga la imagen mental y no sienta miedo por la separación.

Otra línea de desarrollo que usted debería revisar, es la que llamamos mecanismos de
defensa, los que fueron estudiados por Anna Freud. Hemos visto cómo estos evolucionan, a lo
largo del libro. Al comienzo, el bebé sólo tiene una forma de defensa: la negación.

Si tenía hambre y no había comida para ella, la niña negaba su hambre y se dormía. A
medida que se va aproximando la edad escolar, sus mecanismos de defensa le permitirán superar
situaciones sin desfallecer o entrar en una regresión. Por lo tanto, si en clase está jugando con
otro niño y este tiene el juguete que ella desea y la maestra le dice que pertenece al otro niño,
tendrá algunas opciones. Puede apartar la idea de conseguir el juguete e irse a jugar al arenero,
cosa que constituirá un desplazamiento, o puede echarse en un rincón adoptando la posición fetal
mientras se chupa el pulgar, lo que será una regresión.

Los mecanismos de defensa, en otras palabras, son importantes porque le ayudan a


sobrellevar los pequeños contratiempos de todos los días y le permiten evitar actuar motivada por
sus impulsos negativos. La fantasía puede haber sido arrancarle el juguete al otro niño y

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golpearlo con él en la cabeza. Sigue teniendo la fantasía, pero encuentra la manera más
civilizada de manejar el impulso.

Todos nosotros poseemos estos mecanismos. Son la protección de la civilización y nos


permiten transitar el día. ¿Cuántas veces al día usted se siente insultado y aun así aguanta? Los
mecanismos de defensa de los adultos son más variados y sofisticados, aunque sus orígenes
comienzan a aparecer en los primeros años de vida.

Por ejemplo, cuando usted está enojado con su jefe porque este no lo trata
amablemente, ocurre un desplazamiento. Usted tiene la fantasía de gritarle pero, en lugar de eso,
llega a su casa y le grita a sus niños. Los desplazamientos se ponen en funcionamiento en una
criatura de tres años cuando tiene la misma fantasía con respecto a usted, pero se descarga
golpeando a su osito de peluche.

Cuando trato el tema del divorcio señalo que los niños pueden estar enojados con
ambos padres, pero tienden a desplazar su ira al progenitor que tiene la custodia, que
normalmente es la madre. Ella es la que está con ellos y estos saben que es así. Pero les
atemoriza actuar en contra de papá, porque esto podría irse para siempre.

Cuando el niño tiene alrededor de cinco años, deberíamos empezar a ver con él lo que
llamamos la formación de la reacción, y por cierto que si usted nota indicios de que esto está
sucediendo sabrá que su hijo está apto para la escuela. Es la cualidad que aparece cuando la
criatura comienza a identificarse con un padre o con el otro y se dice a sí misma: “Ahora soy una
niña grande”.

Realmente no lo es, pero gracias a esta pretensión inconsciente puede disipar el temor
que le produce empezar la escuela. La formación de la reacción es una especie de opuesto a lo
que ella es en realidad. Si tiene miedo se portará valientemente, actuando inconscientemente o
aun conscientemente en oposición a sus verdaderos sentimientos.

Mas tarde, esto le permitirá obtener una medalla de honor, o ganar una carrera
automovilística. Por ahora, ella está empezando a actuar de modo que denota que quiere ser
grande, siguiendo el modelo de papá o mamá. Ellos salen para ir a trabajar, por consecuencia, la
niña siente que está lista también para salir de casa e ir a trabajar, lo que significa ir a la escuela.

DESTREZAS CULTURALES

Ya hemos hablado de algunas de ellas, tales como empezar a utilizar el W.C., o


comenzar a hablar. También esperamos que el niño tenga una mínima habilidad para comer. La
escuela no le tolerará fácilmente que coma con las manos. Asimismo, sus gestos deberán ser lo
suficientemente amplios como para adaptarse a la comida que le proporcionen en ella.

La organización en la que está entrando espera un determinado nivel de conducta.


Tendrá que respetar la propiedad de los otros niños para poder jugar con ellos. Y también
tendrá que compartir. Cuando la maestra le diga: “No, no puedes jugar con ese juguete”, se
supone que deberá escucharla y entenderla.

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Lo mismo deberá suceder cuando le digan que no debe molestar a otro niño. Deberá
obedecer a un patrón de actividades, lo que significa que debe poder sentarse durante algunos
minutos atendiendo a la sesión de lectura, o quedarse quieto durante la hora de la siesta. Los
niños hiperactivos quizás encuentren difícil adaptarse a este régimen. Examinemos algunos
caminos para sobrellevar las dificultades de este período.

EL MUNDO REAL

FACILITANDO LA TRANSICIÓN

Si su hijo no ha concurrido al jardín de infancia, piensen en enviarlo a una colonia de


verano antes de su ingreso a la escuela. Utilice la técnica gradual de separación. Al comienzo,
espérelo afuera durante la jornada y vaya disminuyendo de a poco este tiempo de compañía.

Si la criatura empieza a manifestar que la escuela no es un lugar al que quiera concurrir,


usted puede recurrir a una sutil campaña de propaganda. Ponerle modelos será útil. Si conoce a
otra niña ligeramente mayor a la que le guste la escuela, trate de poner a su hija en contacto con
ella e inicie una conversación sobre el tema. Después recuérdele: “Joannie tiene mucha suerte de
poder ir a la escuela, y pronto tú serás también grande y podrás ir”. Cuando vean niños yendo
hacia la escuela, coméntele lo afortunados que ellos son.

Por la noche, cuando le está leyendo alguna historia, le puede decir que cuando vaya a
la escuela tendrá una biblioteca llena de libros, entre los que ella escogerá el que quiera. Esta
experiencia que se aproxima es algo excitante y especial que los niños grandes pueden disfrutar.

Es también una buena idea llevarla con usted cuando esté visitando las posibles
escuelas adonde enviarla, pero hágalo tras haber seleccionado dos o tres posibilidades entre las
que haya que elegir. Si la niña va a concurrir a una escuela privada, el proceso puede llegar a ser
mas largo. Con las escuelas del estado usted podrá concertar una entrevista varios meses antes
del comienzo del período lectivo.

Las maestras de los primeros grados son por lo general muy hábiles en el manejo de los
problemas que pueden aparecer ante la separación, por lo tanto, si usted cree que en su caso este
proceso va a ser arduo, coménteselo con anticipación a la maestra. Y prepárese a ser persistente.
Probablemente la criatura se enoje con usted, pero su firmeza no acarreará problemas
permanentes.

TESTS

Los colegios privados usualmente requieren que los aspirantes sean entrevistados y se
sometan a una serie de tests. Obviamente este proceso es más costoso para los padres que para
sus hijos. En general, los niños no tienen demasiado problema con esto. Quizá las criaturas mas
apocadas o aquellos temperamentales encuentren esta experiencia estresante, pero la mayoría la
pasan fácilmente.

El hecho concreto es que los exámenes y entrevistas son parte de nuestra sociedad, y
desde el momento que la criatura entra en ella tiene que enfrentarse a estas pruebas que resultan

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a veces estresantes. Los padres son los que mas ansiosos están cuando se confrontan las
capacidades o incapacidades de sus hijos. Mucho mas aquellos padres competitivos que
invierten mucho de ellos mismos en el éxito o fracaso de sus niños aun en esta temprana etapa.
Si ustedes están ansiosos, el niño lo percibirá y quizá desarrolle fantasías atemorizantes tales
como salir mal de los tests o decir alguna cosa tonta en la entrevista por lo que será reprendido.

Muchos padres mienten a sus hijos sobre este proceso. Quizá le digan que será como ir
a una fiesta y que en realidad no tiene mucha importancia. Mas tarde, el niño comprobará que en
nada se parece a una fiesta y que sí tiene importancia.

No le mientan y no lo sobornen. Explíquenle que tal como ustedes están viendo y


eligiendo escuelas, la escuela quiere ver cómo es él, cómo juega y cuáles son las cosas que puede
hacer. Las maestras probablemente le harán muchas preguntas. El niño podrá manejar esto y no
se asustará. Tampoco lo percibirá como una experiencia de alta competencia. Para él será una
chance de probar algunas cosas junto a otros niños en la sala de clase.

ESCUCHE A SU HIJO

En el capítulo 4 hablé de la importancia de escuchar al niño y de tratar de interpretar su


pensamiento mágico y su percepción del mundo real. En este su nuevo viaje por la sociedad, sus
relatos son aun mas significativos. La criatura empieza a traer novedades del mundo exterior,
noticias reales y fantasías y sus informes quizá le permitan a usted atacar posibles problemas con
rapidez.

Nuevamente usted tendrá que ser capaz de discriminar lo que son pensamientos
mágicos y fantasías, y lo que es realidad. Quizá tenga problemas para compartir o para aprender.
Pienso ahora en perturbadores casos de abuso infantil que fueron señalados por los propios
niños. Estos hechos fueron comunicados a los padres por las criaturas o aparecieron en los
informes de la escuela, pero ellos simplemente no los oyeron o no les creyeron.

Oír lo que las maestras dicen también es importante. He visto a padres que no prestan
atención a lo que les dicen o dejan de lado los reportes simplemente porque no les gusta lo que
ellos exponen. Mas tarde, esto da como resultado que terminen en mi consulta trayendo un
problema que podría haber sido tomado a tiempo si los padres hubieran respetado la visión de las
maestras.

ZURDO + DIESTRO

Como ya señalé, no hay un lado mejor o superior, y usted no debería presionar al niño
hacia la elección de una u otra modalidad. Para la vida no importará cuál sea la mano que
prevalezca. Hay máquinas de todo tipo preparadas para personas zurdas o violines para personas
diestras y por alguna extraña razón hay una gran cantidad de médicos que son zurdos (esto por si
usted tiene en mente esa profesión para su hijo).

Lo que realmente importa es que su hijo tenga hecha la elección al momento de entrar a
primer grado, lo que significa que usted aún tiene dos años para que eso ocurra y debería tratar
de percibir los signos que indiquen cuál es la mano que la criatura privilegia.

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El tiempo de la elección es importante porque, una vez que esté hecha, él podrá
empezar a acopiar información en su cerebro para realizar tareas tales como escribir. Esto no
quiere decir que la criatura no aprende nada hasta que elija la mano que va a usar. Ella está
aprendiendo. Pero la evidencia es que, hasta que no se defina, su habilidad para absorber
algunos conocimientos que la escuela proporciona estará limitada. Los niños ambidextros tienen
normalmente dificultades mayores para almacenar este tipo de información y les lleva mas
tiempo hacerlo.

El aprendizaje que haga en la escuela estará ligado con la información que haya
almacenado en el lado dominante del cerebro, que es el opuesto a la mano que la criatura usa.
Por lo tanto, si utiliza la mano derecha, la información será acopiada en la parte izquierda del
cerebro, pero esto no sucederá hasta que esté definido si es zurda o diestra. El hemisferio no
dominante es probablemente en el que se aloja la vida emocional, la sensibilidad artística y una
cantidad de otras funciones sobre las que aún no estamos seguros.

Aunque usted no debe asediarle, debe sin embargo observar qué lado comienza a
privilegiar y tiene que ayudarla a tomar una decisión y afirmarse en ella. Si la criatura no ha
hecho su elección al momento de ingresar en primer grado, probablemente debiera volver al
jardín de infancia.

EL NIÑO HIPERACTIVO

Las familias normalmente se adaptan tanto a un niño hiperactivo que ni siquiera


perciben que hay algo inusual en él. Algunos de los más severos casos de niños hiperactivos
provienen de ese tipo de familias, que vienen a verme porque esta característica fue descubierta
en la escuela. Estas pobres criaturas no pueden parar ni por cinco minutos. Cuando vienen a mi
consultorio, al instante, mis papeles están desparramados por todos lados, pero no porque ellos
sean destructivos o estén enojados, sino porque simplemente no se pueden controlar. Es como si
su motor estuviese incontrolablemente recalentado.

Pueden ser ayudados en primer lugar reacomodándolos en la escuela que necesitan. Si


vuelven al jardín de infancia tendrán la posibilidad de correr por todos lados y tendrán que
soportar menos demandas. No tendrán que estar sentados durante una sesión de lectura o estarse
quietos durante la siesta.

Después trabajo con los padres para estructurar al niño. Quizá no pueda estar sentado
durante quince minutos, pero sí durante tres mirando en T.V. un dibujo animado. Empezamos
entonces por esto y vamos extendiendo su control gradualmente.

Hay también medicación utilizable, pero yo soy muy conservador al respecto y prefiero
sin duda un año extra en el jardín de infancia complementado por un período de tiempo dirigido.
Algunos de estos niños como consecuencia de su hiperactividad tienen problemas de
aprendizaje, padecen lo que llamamos un déficit en su capacidad de atención. No se pueden
concentrar y necesitan un seguimiento especial en grupos pequeños.

Según la seriedad de su condición, muchos niños hiperactivos pueden cursar la escuela


sin ayuda especial. Son lo suficientemente brillantes como para compensar sus dificultades.

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Quizá se los identifique como la peste de la clase, los que destruyen cosas provocando quejas de
las autoridades; pero finalmente completan su primer grado. Sin ninguna duda, pagan un precio
al ver disminuida su estima personal cuando son considerados el estorbo de la clase, pero
intelectualmente cumplieron con los objetivos fijados.

Otros niños pueden manejar el pertenecer a la clase y aprender, pero con dificultad.
Suelen ser los últimos de la clase y ocasionalmente aparecen en mi consulta.

QUIERO SER POLICÍA…


QUIERO SER LA MUJER MARAVILLA.

Un amigo me contaba sobre su hija de cuatro años. La gran pasión de la niña era
desplazarse por la casa como un tornado vestida con su disfraz de la Mujer Maravilla, gritando:
“¿Cuál es su problema, señor? Escuchaba la respuesta (preferiblemente la de un gato atrapado
en lo alto de un árbol), y prometía resolver la situación de inmediato, mientras agitaba sus
brazos, en gracioso ejemplo de omnipotencia infantil. Los varones a esta edad declaran que
serán policías o bomberos.

Esto está relacionado con un aspecto del desarrollo edípico que consideramos con
anterioridad. En este momento, los varones deciden inconscientemente que no tendrán éxito en
su deseo de reemplazar a papá. Los mecanismos de defensa y la fantasía yacente en el
inconsciente hacen entonces que se identifique con el rival: si no puedo vencerlo, me uniré a él.

Los principios de la culpa, de la noción del bien y del mal comienzan a emerger. Su
conciencia se está expandiendo. El sabe que no puede irrumpir en la habitación de los padres.
La idea es ser bueno, y un policía lo es. El policía sabe lo que es bueno, cuida a la gente buena y
atrapa a los malos. Mas tarde, la identificación será más directa, y si papá es abogado, eso es lo
que el niño querrá ser.

Las niñas siguen la misma progresión, pero el patrón es más sutil. Y a la edad de tres
años pueden sentir cuáles son las expectativas de la sociedad, y decidirán que no quieren ni ser
policía ni bombero. Algunas niñas eligen casarse y tener un montón de hijitos. Mas tarde se
identificarán más directamente con mamá, y si ella es abogada, eso será lo que la niña dirá que
quiere ser.

CURIOSIDAD SEXUAL Y ABUSO

¿Quién no ha jugado de niño al doctor? Este es un juego muy generalizado a esta edad,
que complace su considerable curiosidad sexual. Ellos quieren mirarse a sí mismos y también a
sus amigos de ambos sexos. Y también quieren mirar a sus padres.

A esta edad, a los niños les gusta también tocarse y, como ya expusimos anteriormente,
usted debe enseñarles que eso ha de ser hecho en privado. Debe enseñarles también que ellos
son los únicos que pueden tocarse sus partes privadas. Los niños generalmente son
complacientes con los adultos en los que confían, pero sin aterrorizarlos debe explicarles que sus
zonas íntimas no deben ser tocadas por nadie, ni por sus compañeros de juego ni tampoco por

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adultos, aunque sean conocidos. Es una buena idea aclararle a la criatura que, en el caso de que
alguien quiera tocarlos de ese modo, se lo informe a usted.

No es necesario proporcionarle una extensa o detallada explicación sobre este tema.


Quizá la criatura pregunte si mamá y papá se tocan entre ellos. No hay ninguna razón para
decirle que no es así, pero remárquenle que esto sucede entre personas adultas que están casadas
y no es para los niños.

Hay en estos días gran interés en los casos de abuso sexual hacia niños, dada la
divulgación de ciertos casos recientes. En un porcentaje muy alto (80%) los casos de abuso
involucran a adultos que los niños conocen muy bien y no a desconocidos que los arrebatan de la
calle o a maestros de jardines de infancia o escuelas (aunque en por lo menos dos de los casos
más prominentes de los últimos tiempos, estuvieron involucrados maestros). Mucho más común
es el abuso sexual perpetrado por padrastros, primos, tías o tíos e inclusive padres biológicos.

Inculcándole al niño la conciencia de que sus partes íntimas son privadas se le puede
ayudar a crear un sistema de advertencia, de tal modo que aunque un pariente muy cercano
quiera tocarlo, la criatura puede responder: “No, mami y papi me han dicho que nadie puede
tocarme ahí”.

EL TEMA DE LA MUERTE

El niño comenzará a interesarse en el tema de la muerte alrededor de los cinco años y


empezará a hacer preguntas referidas a ella. Las explicaciones simples serán las apropiadas:
“Cuando la gente muere, sus cuerpos dejan de funcionar y son puestos en la tierra y no regresan
nunca mas”.

Agréguele a la explicación si así lo desea, el contexto religioso que la satisfaga. Cuando


la criatura le pregunte si usted morirá algún día contéstele: “algún día, pero no hasta dentro de
mucho tiempo. La gente normalmente no muere hasta que es muy vieja”. Frecuentemente la
primera experiencia del niño con la muerte, es cuando muere su pececito de colores o alguna otra
mascota de su posesión.

Sea honesta. El animalito se fue. No intente suavizar la verdad con algún cuento
referido al largo viaje que supuestamente Goldie ha emprendido. Esto creará en la mente del
niño preguntas incontestables. El puede aceptar los hechos básicos: que Goldie vivió una vida
feliz pero después se enfermó y ahora está muerto. Tenga en cuenta que su hijo podrá tener
fantasías conectadas con la muerte de la mascota, imaginando su mutilación y desintegración o
inclusive pensando que él es de algún modo responsable de esa muerte.

Unos amigos tuvieron que enfrentar la situación bastante común de sacrificar a su


perra. Estaba vieja y enferma y reiteradas consultas con el veterinario confirmaron que el animal
estaba cada vez peor. Después de cada visita al veterinario tenían que informarles a los niños (de
tres y seis años de edad y enamorados de la mascota), que la situación estaba cada vez peor.
Después de un tiempo, el mayor de los niños empezó a hablar de cómo Ginger estaba muriendo y
a preguntar si una vez que esto sucediese iban a tener otro perro.

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Cuando supieron con seguridad que había llegado el momento de acabar con la vida de
Ginger, hicieron un arreglo especial con el veterinario. Con gran cuidado explicaron a los niños
que el veterinario probaría unos nuevos medicamentos y la perra quedaría entonces internada.
En los dos días que siguieron, dieron a las criaturas informes cada vez más desalentadores.
Finalmente, anunciaron que el veterinario creía que Ginger ya no viviría mucho más.

Fueron entonces todos a despedirse de la perra. Uno de los niños le llevó un trozo de
queso y el otro un hueso; todos le dieron sus regalos de despedida, la acariciaron y besaron. Por
la mañana, les dieron la mala noticia; el veterinario había telefoneado para informar que Ginger
había muerto durante la noche. El niño de seis años lloró, el de tres siguió jugando con sus
animalitos de granja. Los padres les explicaron que la perra sería enterrada en el lugar que está
destinado a los animales en la ciudad de Nueva York.

Durante unos cuantos días, el niño mayor hizo preguntas referidas a la edad que tenía
Ginger, y a la correlación de estos años con los de los humanos. Ambos niños le contaban a
cuanta persona encontraban que finalmente la pobre perra había muerto. Pronto comenzó una
discusión muy seria: ¿Qué tipo de perro sería el que iba a reemplazar a Ginger?

FUNERALES

Frecuentemente me preguntan si se debe llevar a un niño de cinco años a un funeral.


Mi respuesta es sí, pero se deben tomar una serie de recaudos. Yo no lo expondría a la visión del
ataúd abierto y tampoco al acto mismo del entierro. La visión de su abuelo muerto dentro del
ataúd puede ser atemorizante para él y llevarlo a confusión. Si se le ha dicho que su abuelo se ha
ido, para él esto será literal.

En el momento del entierro, cuando se baja el ataúd a la fosa, puede ocasionar la


pérdida de control emocional de los adultos y será muy perturbador para el niño verla a usted en
esas condiciones.

No obstante, el servicio religioso, en sí mismo, puede ser significativo para la criatura.


El abuelo ha muerto y se va, y algo especial se está haciendo por ese motivo. Esto puede
contribuir a poner de relieve una fantasía muy común: que ella tuvo algo que ver con esta
muerte.

Se convierte en un hito para ella, aun sin entender muy bien lo que sucede. Cuando sea
más grande se referirá a él. Habrá sido de algún modo la última vez que estuvo en contacto con
su abuelito. Es mucho mejor que una desaparición misteriosa seguida de llantos y confusión en
los adultos. Y seguida también años mas tarde por preguntas enojosas, especialmente si su
relación con el abuelo era estrecha: “¿Por qué no me diste por lo menos la oportunidad de
despedirme de él?... creo que ha sido muy desleal de tu parte”. El funeral puede asimismo evitar
que se genere miedo en ella al pensar o tener la fantasía de que quizás el abuelo fue enterrado
vivo, miedo que puede aparecer si solamente se le informa que este murió y fue enterrado.

También servirá para que tanto usted como ella pasen por el período de duelo, que para
ella será muy confuso.

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DUELO

La criatura tenderá a confundir la aflicción que usted siente con enojo. Para ella, mamá
repentinamente parece preocupada y está de un humor terrible. Los niños no entienden esto y en
consecuencia se asustan. Sin explicación, se han quedado sin la presencia y atención de sus
padres. Ella tendrá la fantasía de que ha sido mala y por eso usted se aparta de ella, y quizá la
envíen lejos, tal como ha sucedido con el abuelo.

Pero si ha participado del funeral y de ese ritual para despedir al abuelo, usted le podrá
explicar que en absoluto está enojada con ella, pero sí triste porque su padre está muerto y ya
nunca volverá a verlo. El funeral le proporcionará a la niña algo concreto a lo que remitirse.

Así como los niños no comprenden el duelo, los padres no entienden que estos también
lo sufren de diferente manera. Ellos no lo sostienen durante días o semanas. La muerte no
aparece como algo permanente hasta que no llegan a la edad de seis años. Se sienten tristes por
un minuto o dos, pero este sentimiento es insoportable para ellos; por lo tanto se dispersan
rápidamente y se van afuera a jugar. A los padres les irrita esta falta de respuesta, esta aparente
indiferencia.

También puede suceder que al principio el niño esté muy irritable y pregunte día tras
día qué es lo que le ha pasado al abuelo o por qué usted está triste y el papá, rezongón. Y usted
debe tratar de explicarle nuevamente que el abuelo se ha ido y que usted no está enojada con él, y
que papá tampoco está gruñón por su culpa.

Después de este primer periodo, la criatura podrá abrir los canales de su aflicción de
distinta manera en los próximos dos o tres años. Probablemente volverá sobre el tema un año
mas tarde cuando le pregunte: “¿Mami, qué fue lo que sucedió con el abuelito? Hace mucho
tiempo que no lo vemos”.

Cuando usted le recuerde el funeral, recapacitará y volverá a sentirse triste por cinco
minutos y después seguirá jugando. Hay oportunidades en que alguien está muriendo y los niños
son dejados a un lado en medio del caos, y eso lógicamente los aterroriza. Pienso en un caso en
el que el abuelo que vivía con la familia y estaba estrechamente ligado con su nieto fue
atropellado por un automóvil justo enfrente de la casa.

Durante días el hombre estuvo muy grave, en el hospital, y la familia se desorganizó.


La madre pasaba las horas junto a la cama de su padre y una vecina se hizo cargo del niño de
cinco años. El padre, en lugar de brindarle tiempo extra a su hijo, negaba los hechos
concurriendo al trabajo como siempre. La criatura realmente no podía comprender qué era lo
que le había sucedido al abuelo y tampoco lo que ocurría en su propio mundo. Todo lo que sabía
era que todo había estallado de repente. Su fantasía era que su mundo se había partido en dos.

Respondió a la crisis convirtiéndose ella misma en un terror para los demás; era su
forma de llamar la atención sobre su persona y el miedo que sentía. Hasta ese momento había
sido un niño de buena conducta en la escuela, pero se convirtió en un monstruo. Comenzó a
empujar a quien tuviera alrededor y, cuando una de sus víctimas se partió el labio contra un
escritorio, primero el pediatra y después yo fuimos llamados a una consulta.

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No tomó mucho tiempo descubrir qué era lo que estaba sucediendo dentro de la familia
y por consecuencia al niño. En mi primera charla con la madre esta me dijo entre lágrimas: “Mi
padre se está muriendo en el hospital y mi hijo está mal y yo no puedo estar con él”.

Pero tanto ella como su esposo podían ver que algo tenían que hacer. El tuvo que
tomar unos días de licencia para llevar al niño a la escuela y pasar más tiempo con él. No lo
podían dejar en manos de un extraño. Y aun considerando lo doloroso de la situación, la madre
tenía que reasumir su función como tal y proporcionar cierto nivel de normalidad a su hogar.

Ambos padres reaccionaron y pronto el niño se calmó. La vida había vuelto para él, y
aunque el abuelo muriese, cosa que sucedió no mucho tiempo después, los padres habían
recuperado la sensibilidad hacia la criatura lo suficiente como para no dejarlo solo en su
aflicción.

6
LA EDAD DE LA TEMPRANA
INDEPENDENCIA
(De los 60 a los 72 meses)
Las puertas de la sociedad se abren ampliamente, muy ampliamente durante esta etapa,
y su hijo dará los primeros pasos para traspasarla. El estará haciendo una fundamental transición
desde la absoluta infancia hacia un mundo más amplio. Ya no está exclusivamente inmerso en
sus propias necesidades. Ahora se está aventurando, aprendiendo cómo es ser miembro de la
sociedad adulta a la que mami y papi pertenecen y en la que trabajan.

Comienza a lucir como un adulto en tamaño pequeño y quiere fervientemente parecerse


a mami y papi e imitarlos. Quiere conquistar el mundo, tal como ellos, compartir las
aspiraciones de los mayores y trabajar como lo hacen ellos. La escuela en su lugar de trabajo,
hacia donde él va en la mañana, tal como lo hacen sus padres cuando van a la oficina. Y como
en la mayoría de las familias de clase media, él entiende que uno de los valores en la vida es
andar bien en la escuela, sobresalir, y de esa manera proporcionarles placer a mamá y papá. Esta
expansión de su ser y de su mundo le brinda nuevas posibilidades con sus compañeros. Ahora
aparecen niveles más profundos de amistad. Comienza a compartir y a jugar realmente con otros
niños, a diferencia de un tiempo atrás cuando sólo compartía una misma sala con ellos y estaba
enterado de su presencia pero no se involucraba profundamente con ellos.

Las primeras semillas de las reglas y condicionamientos comienzan a brotar y las más
formales provienen de ustedes y las maestras. Como un pequeño miembro de la sociedad, se
espera de él que se comporte bien cuando hay visitas o cuando la familia come en un restaurante.
La identificación con los padres es muy fuerte, especialmente con aquel del mismo sexo. Las
niñas comienzan a imitar a sus madres y los niños a sus padres. La conexión permite a los

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padres y a la sociedad tener gran influencia sobre el niño, influencia que se aplica directa e
indirectamente. Esto es así especialmente en lo que respecta a las aspiraciones. Los padres y los
maestros (estos últimos, figuras también muy influyentes en este período) indican sutilmente lo
que les gustaría que el niño fuese o no.

Las niñas en especial, aproximadamente a la edad de cinco años, reciben mensajes


claros pero indirectos de sus madres, como por ejemplo que no es una gran idea que el día de
mañana sean bomberos o mujeres policías o leñadoras. Adquieren también la idea y el
sentimiento de que ser una mamá es una gran cosa y que inclusive ser mamá y trabajar también
es bueno.

Los niños entienden mucho más de lo que sus padres creen. Siempre nos están
observando, están enterados de lo que decimos, de cómo actuamos, aun en el caso de que no nos
demos cuenta de que están cerca. Esto no significa que usted esté mirando por sobre su hombro
todo el tiempo, pero debe tener en cuenta que un comentario casual puede tener un efecto sobre
el niño que lo escucha: un comentario prejuicioso, una crítica a un amigo o a una figura pública
llega a lo profundo. Y para un niño esas cosas son muy concretas; cuando dice por ejemplo:
“Dios, ojalá nunca tuviera que volver a ese trabajo”, puede modificar la concepción del niño
sobre el trabajo. Esta sensibilidad que poseen, estas antenas, son defensas que permiten que no
sean embaucados. Usted podrá decirle: “Ser médico es una gran cosa”. Pero él lo entenderá de
otra manera: “¿Entonces por qué no lo eres tú si es que es tan bueno serlo?”

En términos de influir en el niño, es mucho mas fácil transmitirle la falta de aprobación


que hacerlo en una dirección positiva. De algún modo ellos no han cambiado. Ellos han estado
siempre más interesados en lo que a usted le provocaba disgusto. Ahora responden mas a lo que
usted desaprueba que a lo que apruebe. Por lo tanto, un comentario cáustico que se filtre sobre el
ser policía tiene mas efecto que cualquier manifestación que usted haga sobre lo maravilloso que
sería llegar a ser doctor, aunque esto último también queda registrado.

Un amigo me contó sobre una circunstancia durante las Olimpíadas de 1984. Estaba
presenciándolas con su esposa y su hija de cinco años. Ellos querían especialmente que la niña
viera las competencias de natación y gimnasia, ya que mostraba talento para estos deportes y se
mostraba interesada en ellos. Vieron también algunas de las otras competencias, entre ellas el
maratón de mujeres. Cuando vieron que la participante suiza tambaleaba en la pista,
prácticamente al borde del colapso por el cansancio, el padre de la niña la incitaba a seguir
corriendo, y la madre la alentaba. Mas tarde estos padres se preguntaban qué efectos habrían
causado en su hija estos comentarios. Mi conjetura es que el mensaje que la niña debe de haber
tomado probablemente haya sido: “Está bien ser una corredora olímpica y tratar de medir nuestra
resistencia”.

Pero ustedes pueden ver que mi amigo y su esposa podrían haberle transmitido a la niña
un mensaje completamente diferente si hubieran dicho: “¿Qué le ocurre a esa mujer, está loca
que no sabe cuándo parar?” En su mente, la niña hubiera podido traducir esto como: “El
atletismo es estúpido y peligroso para una niña”. Hay otro tipo de influencia mas positiva que
los padres pueden ejercer. Descubrir cuál es el talento que yace en el niño y ayudarlo a
desarrollarlo. Durante esta etapa de iniciativas, sus aptitudes comenzarán a revelarse.

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Muchos padres se angustian innecesariamente por las implicancias de lo que ven. Su
varón se interesa por la pintura, por ejemplo. Sin embargo, la vida de un pintor puede ser muy
difícil. ¿Deben alentarlo? Creo que sin duda deben hacerlo, pero si ellos están aún en sus años
jóvenes preocupados porque el día de mañana su hijo pueda morir de hambre en una bohardilla,
no deben sobreestimular esa habilidad.

Cualquiera sea la dirección que tomen los estímulos que brinde a su hijo, hágalo con
calma. Podría estar plantando la semilla de un futuro conflicto de poder entre usted y él para los
años venideros. Algunos padres pierden el control sobre sí mismos, y sofocan en sus hijos
cualquier signo de independencia. Están tan seguros de qué es lo mejor y tan decididos a
imponer sus deseos, que generan una dura batalla que no tendrá ganadores.

Recuerdo a un compañero con el cual crecimos juntos, cuyo padre no deseaba otra cosa
en la vida mas que su hijo fuera médico. La fuerza de este deseo era tan potente que el
muchacho parecía no poder decirle directamente a su padre que él no quería ser médico. Y
entonces lo hizo indirectamente.

En la universidad, haciendo la preparación para la carrera, deliberadamente reprobó tres


materias científicas que lo invalidaban para ingresar a la carrera de medicina. Era un joven
brillante y en ese momento me sentí confundido por lo que estaba sucediendo. Mas tarde
comprendí que este acto desesperado era la única manera que él podía implementar para evadirse
del deseo sofocante del padre. Durante este periodo, debería ser capaz de hacer un retrato claro
de la identidad sexual de su hijo. Como apuntamos anteriormente, este es su sentido del ser
sexual y lo veremos reflejado en la forma que tiene de vestir y actuar.

¿Su hijo se viste y se comporta como un varón, identificándose con el macho? ¿Su hija
se ve claramente a sí misma como una hembra? Si hay confusión, ¿qué es lo que esto significa y
cómo se puede reaccionar al respecto? Esta área es incierta y aun hoy provoca controversia, y
aunque hay tratamientos para la homosexualidad y la transexualidad que a veces funcionan,
también hay desconocimiento sobre algunos aspectos y sobre cómo se desarrolla esta condición.

Pareciera no haber muchas dudas respecto de que una alta proporción de niños que
presentan características afeminadas a los cinco o seis años terminan siendo años después
homosexuales. Pero no todos ellos evolucionan de tal forma y nadie ha sido capaz hasta el
momento de identificar cuáles lo harán y cuáles no. En lo que respecta a la homosexualidad
masculina, hay frecuentemente patrones de una relación especialmente cercana con la madre,
madres muy protectoras, con la correspondiente falta del padre (o la exclusión de él) como figura
fuerte, o la presencia de un padre muy hostil. El resultado es una fuerte identificación del joven
con la madre y el rechazo de la masculinidad.

Pero hay también investigaciones muy serias realizadas sobre la base biológica de la
homosexualidad, que tienen en cuenta la posibilidad de la existencia de alguna disfunción en el
cerebro o en las hormonas que sea la causa de que esta se desarrolle. Por mi parte permanezco
abierto a la posibilidad sin tomar partido. En algún sentido, los varones que usan vestimenta
femenina y están decididos y convencidos de ser del otro sexo, son más alarmantes que los niños
afeminados. Este es el comienzo del travestismo, varones que se visten de mujer e insisten en

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que quieren ser mujeres, presentando de este modo signos de una seria confusión que debe ser
tratada.

En el caso de los varones, esto usualmente emana de una peculiarmente intensa relación
con su madre que se inicia desde el mismo nacimiento y deja al padre afuera. Se desarrolla una
unión real y fantaseada con el progenitor del sexo opuesto. Con las niñas ocurre algo diferente
que no es claro para nosotros. Si tomamos un grupo numeroso de mujeres transexuales, hembras
que quieren ser machos, no encontraremos el mismo sentimiento de intimidad entre ellas y sus
padres. Qué es lo que ocurre con ellas es objeto de continuas investigaciones.

Confusiones menores sobre la identidad sexual a esta edad son de tratamiento más fácil.
Hace no mucho tiempo tuve un caso de características bastante típicas; un niño de cinco años y
medio de edad que no estaba muy seguro de querer ser varón o niña. Se vestía muchas veces con
ropa femenina, jugaba con muñecas y se identificaba con la Batichica y la Mujer Maravilla.

Su madre no había alimentado esa relación tan cercana que yo había observado en otros
casos, pero inconscientemente había alentado las tendencias femeninas del niño. Simplemente le
dejaba jugar con las ropas de mujer y le decía que se le veía muy lindo con ellas. Además le
compraba muñecas y juguetes de niña. El niño tenía que entenderse con fantasías conscientes e
inconscientes de que ser mujer era más gratificante que ser varón.

Al mismo tiempo, su padre también colaboraba al conflicto, puesto que veía muy poco
a la criatura. Regresaba a su casa una vez que el niño estaba dormido y por la mañana apenas
tenía tiempo para decirle hola y nunca realizaba ninguna actividad con él. Afortunadamente los
padres pudieron entender qué era lo que estaba sucediendo y trataron de cambiar. La madre dejó
de alentar conductas poco masculinas y el padre entró en la vida de su hijo. Hizo tiempo para él
a la mañana y a la noche, comenzó a jugar con el niño, y a llevarlo de paseo. Se convirtió en el
modelo masculino que su hijo necesitaba.

Mientras tanto yo trabajaba con el niño en la terapia, y después de seis meses de


esfuerzo de todos nosotros, pudimos ver un gran cambio. Comenzó a dejar sus comportamientos
de travestismo y a identificarse como varón. Entre otros cambios, empezó a jugar con otros
varones; hasta ese momento sólo había tenido una amiguita. En el caso de este niño había
habido una puerta abierta por donde empezar, era que él no sabía que quería ser. Tuve otro caso
de un niño de seis años que estaba absolutamente empeñado en ser una niña y lo había estado
desde que tenía dos años y medio. Un evento dramático lo había perturbado a esa edad y había
torcido su orientación sexual. Había perdido a sus padres o por lo menos eso era lo que él creía.

Su hermanita pequeña había caído gravemente enferma y había sido hospitalizada


durante cinco meses. Durante ese período fue llevado a la casa de su abuela y veía a sus padres
escasamente. En sus primitivas fantasías, decidió varias cosas; sus padres se habían ido; él era
un varón y su hermana, que era una niña, obtenía de sus padres todo su tiempo, amor y atención.
Por lo tanto, era mejor ser niña. No se vestía con ropas de niña, pero todas sus acciones y
modales eran una imitación de su hermana y su madre. El hecho de que su padre no se
relacionaba demasiado con él, se agregó al conflicto del niño. Esta familia decidió poner al niño
en un programa de terapia en un hospital cercano que estudiaba ese tipo de desórdenes sexuales,
un importante programa que casi no les costo nada.

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Mi pronóstico en ese momento no era muy optimista. El niño estaba muy empeñado en
ser una niña y como muchos pequeños con sus mismas características, permaneció en ese
camino. Lo que ocurrió en este caso puede parecer extremo, pero un aspecto es común a muchos
casos y debe ser vigilado. Hubo una emergencia en esta familia. Los padres antepusieron otras
prioridades a las de su hijo y eso tuvo y podría tener en otras circunstancias un profundo efecto
sobre el pequeño. Todo lo que él supo fue que sufrió una abrupta y profunda pérdida. Su intento
de comprender por qué lo llevó a responder de manera radical. Si usted alguna vez se ve
envuelta en una crisis similar trate de recordar a sus otros hijos.

EL MUNDO REAL

UN NUEVO TIPO DE TIEMPO DE ALTA CALIDAD

No he mencionado el tiempo de alta calidad en el tramo anterior, pero creo que podrán
notar que la naturaleza del mismo debe cambiar a medida que la criatura crece y se producen
cambios en él. En esta etapa los juegos que usted juegue con él, podrán ser tanto de habilidad
como de chances. Puede ser el dominó, o juegos simples de palabras, o de memoria, o de naipes.

Ella está lista para aprender de usted a perder. Hasta este momento se le hacía
imposible la idea de perder. Pero ahora, si usted pierde ante ella un poquito más de lo que gana y
le señala que aunque haya perdido no está disgustada, que aun así puede disfrutar del juego, ella
empezará a comprender el mensaje. Le puede trasmitir que eso es algo así como ser “un buen
perdedor”. También está en condiciones de compartir con usted actividades de “adultos”. Quizá
sean simples eventos, pero para ella serán importantes.

La puede llevar a un restaurante, por ejemplo. Puede ser (en realidad debería serlo) un
lugar modesto en el mismo vecindario, o un lugar de comidas rápidas, no su restaurante francés
favorito. Para ella será una gran salida. Ir al cine o al teatro es otra posibilidad, asumiendo por
supuesto que la elección debe ser buena. Nada atemorizante en el cine y probablemente un
musical si se decide por el teatro. Recuerde que Walt Disney construyó un imperio del cine para
niños de esta edad por una buena razón. Si ella comienza a demostrar interés por la música y el
baile, puede probar una función de ballet. “Cascanueces” es un favorito de Navidad en los
Estados Unidos para los niños. El circo por supuesto puede ser cautivante y es apropiado para
niños de todas las edades.

Salir a comprar ropa comienza a tener un nuevo significado para la niña. Ya no


solamente la está acompañando a usted, sino que se la puede dejar tomar algunas decisiones.
Hay límites obviamente, pero puede elegir entre una blusa roja o azul. Está lista para juzgar
algunas cosas y asumir este tipo de responsabilidad.

AUMENTANDO SUS RESPONSABILIDADES

Este es un momento en que la criatura puede empezar a asumir responsabilidades


concernientes a la casa con moderación. No está en condiciones durante los dos o tres primeros
años de hacerlo. Pero usted debe evitar hacer todo por ella porque de este modo le estará
inculcando que ella no tiene obligación alguna o que no es capaz de hacer nada. Si la criatura

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trata cada vez más de arreglar sus juguetes o de ponerse el zapato que corresponde en cada pie,
déjela intentarlo. Si ve que no puede arreglarse sola, entonces propóngale que quizá si lo hacen
juntos será más fácil.

Ahora puede tener voluntad de ser su ayudante. Aliéntela. Déjela participar de algunos
quehaceres específicos. Ella puede imitarla sacando la basura o aun mejor, poniendo en orden su
cuarto. Los cuartos desordenados se convierten en años posteriores en una fuente de batallas que
usted podrá ahorrarse si sigue el proceso con ella.

La ayuda que le presta se convertirá en la ruta hacia una asignación, que normalmente
comienza a otorgársela sobre el final de esta etapa. La asignación es una herramienta muy
efectiva. El niño la gana por asumir algunas responsabilidades específicas como limpiar su
habitación o lavar los platos que utilizó para comer.

ACTIVIDADES EXTRACURRICULARES

A medida que el niño se va integrando a la sociedad, hay cantidad de nuevas


actividades y oportunidades de las que puede participar. Trate de mantenerlas bajo control. Es
una especie de abanico. Usted puede desear empezar a llevar a la niña a la iglesia o al templo.
Quizás haya un programa de lecturas en la biblioteca local que parece atractivo, un curso de
cerámica o una profesora de danzas que empieza sus cursos y de la que le han hablado muy bien.

Evalúe y elija. No todo tiene que ser hecho al mismo tiempo. Me topo con este tema
bastante a menudo en mi consulta. Después de la sesión exploratoria les digo a los padres que
dispongan de un horario programado para las sesiones durante un tiempo. Y muchas veces
descubro que es imposible encontrar un horario libre, que desde las ocho de la mañana hasta las
seis de la tarde esa criatura está simplemente programada para morir. Establezca una jerarquía
para lo que usted realmente siente que la criatura debe desarrollar y deje el resto a un lado.

EDUCACIÓN RELIGIOSA

Esta es una de las actividades que no deben esperar en el caso de que ustedes decidan
que quieren que su hijo tenga educación religiosa. Como apuntamos al principio de este libro, en
el caso de un matrimonio mixto, la decisión sobre qué tipo de educación iba a recibir el niño y en
qué forma sería llevada a cabo, tendría que ser tomada idealmente antes del nacimiento.

Si ambos padres son de la misma religión, se supone que mucho antes que este
momento llegue se han puesto de acuerdo en la forma de encarar el tema. Una preocupación
importante: si ustedes desean que el niño acepte la educación religiosa, también tendrán que estar
comprometidos en alguna actividad acorde.

Esta no es una de esas áreas donde se pueda decir: Haz lo que yo digo pero no lo que yo
hago, por lo menos si desea obtener buenos resultados. Si ustedes son completamente
inobservantes, indiferentes o ateos, están desarrollando un potente conflicto potencial con el
niño. ¿Por qué tendría él que concurrir a la escuela dominical, si usted no cree y no puede
apuntalar lo que le están enseñando?

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Frecuentemente, al crecer, los niños se resienten por tener que pasar ese tiempo en una
escuela extra. Preferirían pasar ese tiempo de los domingos con sus amigos. En la religión judía,
la escuela hebrea tiene un programa de todos los días de la semana y a veces los niños preferirían
pasar esas horas de la tarde practicando algún deporte.

He visto incontables conflictos por este motivo en niños de diez a dieciséis años; están
resentidos porque los obligan a pasar por esa educación religiosa cuando los mismos padres no le
dan demasiado valor a la misma. Si usted desea que su hijo se críe dentro de los parámetros de
la religión, sea un buen modelo para él. Si tiene dudas teológicas, pero aun así siente que su hijo
debe recibir esta educación para que forme parte de su bagaje cultural, entonces trate de incluir
lo religioso en su propia vida cultural. Por lo menos, comparta en las vacaciones los servicios
con él. Muéstrese interesado por lo que el niño está aprendiendo. Déjele ver y sentir que a usted
le importa que él esté involucrado en ese proceso de aprendizaje.

HIJO ÚNICO

Si la suya es hija única, es probable que la encuentre manteniendo conversaciones


imaginarias con amigos invisibles o sus muñecos favoritos. Esto es sólo una extensión del
animalismo de una etapa anterior. (Esta zona de la fantasía de los niños puede también ser muy
atractiva para los adultos). No hay por qué preocuparse, teniendo en cuenta que también se
relaciona con otros niños y va bien en la escuela.

Se discute mucho sobre si es bueno o no tener un hijo único. Puede ser hermoso
tenerlo y, por cierto, no hay nada de malo en ello. Obviamente no es bueno que usted consienta
de tal modo a su único hijo que lo convierta en una persona difícil y haragana. Proveerlos de
absolutamente todo y hacer todo por ellos es peligroso para cualquier niño. Freud sabiamente
apuntó que la normalidad en la vida requiere dos elementos, amor y trabajo. Si usted hace todo
por él, le está eliminando el concepto del trabajo.

Al mismo tiempo le trasmite un mensaje sutil que es extremadamente destructivo: tú


eres incapaz de hacer algo por tus propios medios, incapaz de funcionar realmente. Veo que
muchos padres comunican este tipo de mensaje sin darse cuenta. Piensan, por el contrario, que
son los padres más cuidadosos, amantes y maravillosos.

Como opuesto, el consentir al niño también puede tomar formas positivas. Esto puede
significar la mejor educación que el dinero pueda comprar para su único hijo, cosa que
seguramente no podría hacer si tuviera cuatro o cinco niños. Puede querer decir también que
usted le puede dedicar muchísimo tiempo de alta calidad, sin tener que repartirse y repartir sus
energías con otros hermanos.

En verdad hay algunos informes que indican que los hijos únicos tienden a ser más
ambiciosos y brillantes, o por lo menos más curiosos y afinados intelectualmente que otros niños
con hermanos, los que pueden llegar a estar perdidos en el paquete. De todos modos, hay una
cantidad considerable de cualidades muy deseables que vemos en niños que pertenecen a
familias numerosas, como la capacidad de compartir por ejemplo. Y son más responsables,
menos egocéntricos. Los hijos únicos tienden a ser lo contrario. ¿Hay un tamaño ideal de
familia? No, yo creo que no.

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ABUSO SEXUAL

A esta edad su mensaje de que sus partes privadas deben ser justamente eso, excepto
cuando el doctor debe revisarlos, ya tendría que estar comprendido por el niño. Es un mensaje
que será mejor trasmitido, después de mucho repetirlo con calma y sin causar alarma.

Como apunté anteriormente, usted debe escuchar a su hijo cuando le relata los sucesos
del día en la escuela y de su vida en general y debe tomarlo con seriedad. Si comienza a contarle
que han cometido algún abuso con él, como tocarlo, acariciarlo o jugar con sus partes íntimas,
usted sabrá que no está fantaseando. El describirá los hechos en términos concretos y realistas.
Será detallista. Cuando le cuente sobre semejante experiencia, asuma que esta es real aunque la
tranquilice mas pensar que ha sido de otra manera.

Cuando le advierta sobre esos peligros trate de ser equilibrada. Sin duda la advertencia
es importante. Pero usted desea tener una actitud calma y razonada hacia la sexualidad como
primera medida. No puede presentar el tema y aterrorizar al niño hasta la muerte, diciéndole que
la gente estará esperándolo para asaltarlo ni bien trasponga la puerta de la casa; y este es el
momento en el que él empieza a entender la diferencia entre sus propias fantasías y la realidad.

Las mejores defensas con las que usted cuenta son: evaluar detenidamente la escuela a
la que piensa mandar al niño, tanto como a la gente que allí enseña, antes de tomar su decisión
definitiva. Y escuchar al niño y creerle. La confianza es fundamental en este tipo de
comunicación. El recurrirá con prontitud a usted si algo anda mal, y si piensa que será tomado
en serio. Sospecho que en los recientes casos de abuso sexual de los niños involucrados
guardaron para sí la información de lo que estaba sucediendo por temor a cómo sus padres
reaccionarían hacia ellos.

EL NIÑO QUE NO JUEGA NI SE DIVIERTE

Hay niños que sólo trabajan. Realmente no saben cómo jugar o divertirse.
Intensamente guiados por la necesidad de tener éxito en sus estudios, parecen ser años mas
grandes de lo que en realidad son. Son niños obsesivos-compulsivos, y he tratado muchos casos
que presentan esta característica. Frecuentemente, son hijos de padres profesionales de éxito.
Aunque es posible en ellos que estos rasgos provengan de su temperamento, es claro que el
modelo de los padres y el modo en que estos viven los influya directamente.

Estas criaturas se identifican fuertemente con sus padres, quienes por lo general no son
demasiado abiertos, y conscientemente tratan de modelar a sus hijos como súper-ganadores.
Este es el mensaje que el niño recibe, aunque sus padres vengan preocupados a mi consulta
porque sienten que sus hijos no viven la vida como criaturas que también deben divertirse.

En verdad, lo que muchas veces descubro es que el niño no sabe siquiera cómo jugar.
No ha tenido el estímulo de sus padres en sus primeros años de vida, que por el contrario lo han
sobreprogramado, alimentando la idea de que el juego aparece después que todas las tareas están
hechas. Para estos niños sin embargo, el trabajo parece no acabar nunca. Normalmente en estos
casos hay una gran falta de tiempo de alta calidad dedicado al juego; de hecho, los padres
simplemente no juegan con él.

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En la terapia de estos niños con sus padres, no puedo decirles que terminen con esa
fuerte necesidad de éxito que se respira en la casa. Pero puedo intentar que hagan algunos
ajustes en su forma de vida, para permitirse un tiempo de mejor calidad dedicado a sus hijos.
Les aconsejo también que entiendan que tiene que haber períodos reservados exclusivamente al
juego y otras actividades sociales junto con otros niños. Trato de inculcarles la idea de que hay
otros caminos para tener éxito en la vida además de sacar las más altas calificaciones en la
escuela. Trato de enseñarles a relajarse.

Estos niños siempre tendrán el impulso de tener éxito, lo que obviamente no es malo,
pero tienen que aprender también a moderar la intensidad de su impulso y la sutil infelicidad que
este parece generar. Tienen que aprender a aceptar los fracasos inevitables que se presentan en
la vida, sin sentir que cada uno es un desastre y sacudirse el sentimiento de que la vida es
siempre ominosa o tediosa.

ORDENADORES

Recuerdo que cuando la televisión comenzó a convertirse en una presencia habitual


dentro de los hogares, me entrevistaban a menudo para tener mi opinión sobre las bondades o
maldiciones que esta provocaba en los niños. En el presente lo hacen preguntándome lo mismo
pero sobre los ordenadores personales. No hay diferencia entre ambos en lo que respecta al
control que usted debe ejercer sobre ellos en relación al tiempo que los niños le dedican. Se hace
claro que en los próximos cinco o diez años los ordenadores tendrán aun mas incidencia en
nuestra sociedad, convirtiéndose en herramientas de uso cotidiano.

Un ordenador auténtico es mejor para el niño que los vídeo que se utilizan en conexión
con el televisor. Con un ordenador se pueden utilizar programas diseñados para desarrollar
habilidades tales como dibujar o componer tonadas que forman parte del desarrollo educacional.
Pero los vídeo son repeticiones sin demasiado sentido del mismo esquema, y además son
costosos.

HERRAMIENTAS, JUGUETES, SOBORNOS, VALORES

Estamos rodeados por cosas en nuestra sociedad de consumo y he notado un


generalizado interés en los padres de ahogar a sus niños con ellas. Lo que consiguen es esto, es
deformar su relación con sus hijos y desviar los valores de los mismos.

Pero debemos hacer una distinción. Primero, algunas de estas cosas, como los
automóviles por ejemplo, son herramientas. Las usamos para hacer la vida de todos los días más
eficiente. Cuando llega el momento, alentamos a nuestros hijos a que los usen. Las cucharas,
tenedores y baños también son herramientas. Los ordenadores entran en la misma categoría.

Hay también herramientas para el entretenimiento o juguetes. La T.V. es el primer


ejemplo. El uso de las cosas como soborno materialista es algo muy diferente, un elemento
insidioso en la relación de padres e hijos. Como dijimos anteriormente, no sustituya con las
cosas el amor, no haga de algo material el símbolo de su amor. Llamamos a ese amor
condicional. “Tú haces tal cosa, yo te doy tal otra”.

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Al mismo tiempo sabemos que las recompensas son útiles en el momento de enseñar
algunas cosas a los niños, ya que esto los ayuda a desarrollar determinadas líneas de conducta.
Pero estas recompensas deben ser mesuradas, tal como vimos con el sistema de la estrella
dorada. El otorgamiento de una asignación a esta edad puede ser apropiado, como paralelo a un
salario del mundo adulto. El resultado de esa suerte de refuerzo materialista es una natural
introducción a la ética del trabajo, cosa que creo que todos los padres tienen la obligación de
enseñar. Tienes que hacer algún trabajo antes de obtener una recompensa, ya sea material o
afectiva.

Las recompensas materiales no deben ser de ningún modo las únicas que se
proporcionen. Existen los abrazos y los besos, formas de dar las gracias mas elaboradas, aun por
aquellas cosas que hayan sido intentadas si bien no concretadas. Puede ser un rato dedicado a un
juego. “Estoy tan contenta por lo que hiciste que jugaremos a algo ahora mismo”. O “Has sido
muy bueno. Dejemos todo así y vamos a dar un paseo por el parque”. Una de las maneras de
detener el flujo materialista entonces es cambiar las divisas. En lugar de que estas sean siempre
cosas, haga que su tiempo, su presencia y su amor sean las recompensas.

“El mundo interior de los niños”. Gabriel, Paul y Wool, Robert. Javier Vergara Editor.
Buenos Aires, 1992.

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