malentendidos e incluso a un riguroso rechazo. No debería, pues, considerarse superfluo que aborde una vez más los fundamentos de este concepto. Es un hecho notorio que los acontecimientos físicos pueden ser contemplados desde dos puntos de vista: el mecanicista y el energético1. La visión mecanicista es puramente causal y concibe el acontecimiento como consecuencia de una causa, de tal manera que las substancias invariables cambian sus relaciones mutua' en virtud de unas leyes fijas. La visión energética, por el contrario, es esencialmente finalista 3 y concibe el acontecimiento partiendo de la consecuencia * Publicado originalmente en Sobre la energética del alma (Tratados psicológicos II), Fascher, Zúrich, 1928. Ligeramente revisado en Energética psíquica y esencia del sueño. Rascher, Zúrich, 1948. 1- T Transformaciones y símbolos de la libido, pp. 120 ss. (Nueva edición: Símbolos a-, transformación [OC 5, § 190 ss.]) 2. C.'. Wundt, Grundzüge der physiologischen Psychologie III, pp. 692 ss. Con respecto al i unto de vista dinamicista, cf. v. Hartmann, Die Weltanschauung der modernen Physi;, pp. 202 ss. 3. No Jtilizo el término «teleológico» para evitar el malentendido inherente al uso habitual cel concepto de teleología, a saber, la suposición de que la teleología implica la noci ón de una finalidad anticipadora. 5 LADINÁMICADELOINCONSCIENTE hacia la causa, de tal modo que una energía sirve de base a los cambios de los fenómenos, se mantiene constante precisamente en esos cambios y, por último, provoca entrópicamente un estado de equilibrio general. El desarrollo energético tiene una di- 5 rección determinada (un objetivo), ya que obedece invariablemente (irreversiblemente) a la caída de potencial. La energía no es una visión de una substancia que se mueve en el espacio, sino un concepto abstraído de las relaciones del movimiento. Sus bases, por lo tanto, no son las propias substancias, sino sus relaciones, mientras que la base del concepto mecanicista es la substancia que se mueve en el espacio. 4 Ambos puntos de vista son indispensables para comprender el acontecimiento físico y, por ello, gozan de un reconocimiento general, de tal modo que, gracias a la coexistencia de la concepción mecanicista y de la energética, ha ido surgiendo paulatinamente una tercera forma de visión mecanicista y energética, si bien, desde una consideración puramente lógica, el ascenso de la causa a la consecuencia, el efecto causal progresivo, no puede ser al mismo tiempo la elección regresiva de un medio para lograr un fin4. No cabe la posibilidad de que una misma concatenación de hechos pueda ser al mismo tiempo causal y finalista, puesto que una determinación excluye a la otra. Se trata precisamente de dos concepciones diferentes, una de los cuales es la inversión de la otra, ya que el principio de finalidad es la inversión lógica del principio de causalidad. La finalidad no es sólo lógicamente posible, sino que además es un principio indispensable de explicación, dado que ninguna explicación natural puede ser sólo mecanicista. Es más, si a nuestro punto de vista sólo se le proporcionaran substancias en movimiento, únicamente habría explicación causal. Sin embargo, 4. «Las causas finales y las causas mecanicistas se excluyen entre sí, porque una función unívoca no puede ser al mismo tiempo equívoca» (Wundt, op. cit. III, p. 728). Me parece inadmisible hablar de «causas con un objetivo», ya que éste es un concepto híbrido que parte de una mezcla de las concepciones causal y finalista. En Wundt, la serie causal es bimembre y unívoca, a saber, causa M y efecto E; sin embargo, la serie final es trimembre y equívoca, a saber, fijación de un objetivo A, medio M y cumplimiento del objetivo E. Considero esta construcción asimismo una imagen híbrida, dado que el concepto de la fijación de un objetivo es un suplemento causalmente concebido de la verdadera serie final M-E, que a su vez es bimembre y unívoca. En tanto que la concepción finalista es sólo la inversión de la causal (Wundt), M-E es simplemente la relación causal inversamente observada. La finalidad no conoce una causa que.haya sido fijada al principio, ya que la concepción finalista no es causal y, por lo tanto, no tiene ningún concepto de causa, de la misma manera que la concepción causal tampoco tiene ningún concepto de cumplimiento de un objetivo. 6 SOBRELAENERGÉTICADELALMA también se le proporcionan las relaciones del movimiento, las cuales le obligan a una concepción energética5. Si no fuera así, no habría sido necesario inventar el concepto de energía. 5 El predominio de una u otra concepción depende menos de la conducta objetiva de las cosas que de la actitud psicológica del investigador o pensador. La identificación conduce a una concepción mecanicista, y la abstracción a una energética. Ambas orientaciones tienden a cometer el error intelectual de hipostasiar sus principios mediante los denominados datos objetivos de la experiencia, y de suponer que la visión subjetiva es idéntica a la conducta de las cosas y que, de este modo, la causalidad —por ejemplo—, tal y como la encontramos en nosotros, también se halla objetivamente en la conducta de las cosas. Este error es muy frecuente y da lugar a conflictos permanentes con el principio contrario, pues, como ya se ha dicho, no cabe la posibilidad de que la determinación sea al mismo tiempo causal y final. Esta insostenible contradicción, sin embargo, sólo tiene lugar por la ilícita e irreflexiva proyección de la mera concepción en el objeto. Las concepciones sólo carecen de contradicción cuando se mantienen dentro de la esfera de lo psicológico y sólo se proyectan hipotéticamente en la conducta objetiva de las cosas. El principio de causalidad admite sin contradicción su inversión lógica, pero los hechos no; de ahí que la finalidad y la causalidad se excluyan en el objeto. Con arreglo a la conocida costumbre de empequeñecerlo todo, se suele hacer una componenda —deficiente desde el punto de vista teórico— que consiste en contemplar tal fragmento desde una perspectiva causal y tal otro desde una perspectiva finalista6, con lo que se obtiene una mezcla de productos teóricos de toda clase que, no obstante, en honor a la verdad, dan por resultado una reproducción relativamente fiel de la realidad7. No podemos olvidar 5. La polémica entre energetismo y mecanicismo es un caso paralelo al viejo problema de los universales. Ciertamente, a la percepción sensorial sólo se le proporciona la cosa individual y, en ese sentido, el universal es sólo nomen, una palabra. Pero al mismo tiempo también se le proporcionan las similitudes o relaciones entre las cosas y, en ese sentido, el universal es una realidad (el «realismo relativo» de Abelardo). 6. La finalidad y la causalidad son dos posibilidades antinómicas de la comprensión. Son «intérpretes» (Wundt) progresivos y regresivos y, como tales, contradictorios. Este axioma, naturalmente, sólo es exacto si se parte de la base de que el concepto de energía es una abstracción que expresa relación. «La energía es relación» (v. Hartmann, Weltanschauung, p. 196). Este axioma, sin embargo, no es exacto si se parte de la base de un concepto de energía hipostasiado (como, por ejemplo, en Ostwald, Die Philosophie der ’Werte). 7. «La diferencia entre la concepción teleológica y la causal no es una diferencia objetiva que divida los contenidos de la experiencia en dos ámbitos dispares, sino que 7 LADINÁMICADELOINCONSCIENTE nunca que, aunque los hechos coincidan perfectamente con nuestro punto de vista, los principios de explicación sólo son ej concepciones, es decir, fenómenos de la actitud psicológica y de p, las condiciones a priori del pensamiento. UJ B. La posibilidad de la determinación psicológica tc DE LA CANTIDAD te C< 6 De lo dicho hasta ahora debería deducirse que todo aconteci- rr miento requiere tanto la concepción mecanicista-causal como la T energético-finalista. La oportunidad, es decir, la posibilidad de P1 éxito, por sí sola, será la encargada de decidir si es preferible tc una u otra concepción. Si lo que entra en consideración es, por n ejemplo, el lado cualitativo del acontecimiento, entonces se des- ir carta la concepción energética porque no tiene nada que ver 10 con las substancias, sino sólo con sus relaciones cuantitativas de tc movimiento. n 7 Mucho se ha discutido ya sobre si el acontecimiento psíqui- c< co podría ser asimismo sometido a una concepción energética o si no. A priori no existe ninguna razón por la que esto no sea o posible, puesto que no existen razones para exceptuar el acón- n tecimiento psíquico de los datos objetivos de la experiencia, ya c: que lo psíquico, por sí mismo, también puede ser un objeto de y la experiencia. Tal y como indica el ejemplo de Wundt8, se v puede dudar de buena fe sobre si el punto de vista energético es n aplicable a los fenómenos psíquicos, y, en caso afirmativo, so- p bre si la psique puede ser contemplada como un sistema relati- ti vamente cerrado. v 8 En lo que respecta al primer punto, me adhiero por comple- o to a la opinión de von Grot —uno de los primeros en postular c la energética psíquica—, cuando dice: «El concepto de energía 1< psíquica está tan fundamentado en la ciencia como el de energía s: física, y la energía psíquica tiene tantas medidas cuantitativas y F formas diferentes como la física»9. u 9 En lo que respecta al segundo punto, me diferencio de los c que hasta ahora han tratado esta cuestión en que no me ocupo c c las dos concepciones sólo son diferentes desde el punto de vista formal, de tal manera * * que a toda relación finalista le corresponde como complemento una vinculación cau- t. sal, del mismo modo que, a la inversa, toda relación causal puede adoptar, en caso necesario, una forma ideológica» (Wundt, op. cit. III, p. 737). 8. Cf. nota 4, al principio. 9. v. Grot, Die Begriffe der Seele und der psychischen Energie in der Psychologie, p. 290.