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Nuestra radicalidad está cada vez más descolocada del movimiento del
sistema internacional
Después de una ardua batalla, porque yo tengo mujer médico e hija médico,
después de una ardua batalla y de la promesa mía de que no me iba a quitar el
nasobuco, que no iba a tocar algo, echar un líquido ahí para lavarme las manos
cada hora… después de todo eso, por fin salí. Lo que te quiero decir es que,
efectivamente, me has dado la coartada para salir (…) No te puedes imaginar.
Y cómo ocurre el cuento, yo me enfermé antes del coronavirus, vino el
coronavirus después, entonces ahora tengo algo de vulnerabilidad, pero no
tanto, la gente te ama tanto que ya tú no puedes ni contigo mismo…
Bueno, más o menos tú me habías explicado una parte de eso que me has
expuesto ahora en la conversación telefónica y traté de imaginar en qué cosa
podía ser útil en la exposición. Tengo que hacer una exposición larga, a pesar
de que voy a minimizar los aspectos a los que me voy a referir. Voy a tratar de
hacer una mezcla, porque al principio pensé hacerlo de una manera muy
diferenciada, pero no me salió del todo. Tú sabes que yo soy un tipo serio y
escribo las exposiciones que voy a hacer, por costumbre de maestro, respeto
por los alumnos…
Hay, digamos, un diagnóstico del escenario cubano, del cual todos sabemos
mucho. Quien sabe más, quien ha oído a Marino Murillo, sabe dos cosas: lo
que Marino Murillo te dijo y lo que Marino Murillo no te dijo y el otro que está
detrás del palo, igual a antes de que hablara… O el ministro de Economía, el
único ministro de Economía que no dice ni un número, entonces, se hace muy
difícil, realmente, para mí (…) El común de los mortales quedarán conformes,
pero para mí, que no me den un número, hablando de economía, me hace
pensar que es intencionado, obviamente. Entonces, tenemos el problema de
que hay un escenario actual, al cual me voy a referir sucintamente, pero del
cual todos sabemos mucho.
Después está lo que podríamos llamar las tendencias, que nos advierten, en
virtud de las políticas que ya existen y se están implementando. Para mí, esto
de la implementación de las políticas siempre tiene un grado de error, de
insuficiencia, de que no acaba de implementarse, etcétera, según nuestra
tradición histórica; de manera que, evaluar las tendencias que podemos
esperar de las políticas en curso, o que están implícitas en ellas, me parece
también importante para el diálogo entre nosotros.
Eso es más o menos. Con esas ideas del escenario, las tendencias y un
imaginario escenario para 2025, traté de construir lo que voy a exponer ahora.
Bueno, de estas constricciones externas que son muchas, son –igual que
decimos de los sistemas internos de la sociedad cubana– constricciones
políticas, económicas, ideológico culturales, civiles, de todo tipo, voy a
comentar nada más que dos grupos: constricciones políticas y constricciones
económicas. Bueno, todos intuimos o sabemos algo de eso, ¿no? Yo
simplemente quiero recordarlas.
Pero, vuelvo a la idea de que nosotros somos los que estamos en el jardín,
nosotros somos las flores del jardín en el que están produciéndose esas
broncas. Y terminaría diciendo, al respecto, que en ese proceso de pérdida de
hegemonía, de decadencia imperial etcétera, la última fortaleza, la retaguardia,
el top yard es América Latina, por tanto, las peores tendencias mundiales se
van a reflejar con más fuerza en América Latina, la disociación del sistema
internacional –ya estamos viendo que es más fuerte en América Latina– y
todos los conflictos y contradicciones se van a exacerbar en América Latina. Y
nosotros, por acción u omisión, seremos de todas maneras los culpables de
todo eso, es decir, no hay posibilidad ninguna de que los gringos «nos
perdonen» en ese escenario. Igual siempre vamos a ser culpables. De hecho la
propaganda lo dice: somos culpables de lo que pasa en Venezuela, somos los
culpables de lo que pasa en todas partes, los médicos cubanos son agentes,
todo eso forma parte de la parafernalia de enclaustrarnos lo más posible,
aislarnos lo más posible, para desplegar una política de abierta de división de
la región y no van a tener freno moral ninguno para dar golpes de Estado,
quitar a Morales, hacer trampas electorales, corromper a las instituciones,
comprar a la burguesía, a las clases políticas, como está ocurriendo, como
estamos viendo.
Esto que estoy describiendo ¿es un efecto Trump? ¿Los demócratas, Biden,
van a hacer una política diferente? Van a utilizar, quizás, un estilo diferente
para la misma política y, por último –no, no por último, lo último es mucho más
tarde– en esto de las constricciones políticas que tenemos que prever están
dos cosas que quería agregar: primero, el caso Venezuela, ustedes recordarán
que quien estrenó la política contra Venezuela fue Obama. Al mismo tiempo
que declaraba a Venezuela «un peligro extraordinario para la seguridad
nacional de Estados Unidos», hacía el pacto con nosotros, establecía
relaciones, una nueva política para Cuba y relaciones diplomáticas. No son dos
hechos desconectados, porque no hay nada desconectado cuando se hace
política, y mucho menos cuando la hace una gran potencia, con miles de
expertos y de instituciones, y de consejos y reuniones… Entonces, el caso
Venezuela va a ser, es, para Estados Unidos prioridad… Hay una variante que
siempre existe en la historia, que es el papel de los pueblos, cuánto va a resistir
el pueblo venezolano, cuánto va a respaldar la opción liberadora, etcétera. Eso
siempre es una incógnita y una combinación de muchas cosas: cultura,
liderazgo, identidad nacional, etcétera. No me detengo en eso porque ustedes
lo están viendo igual que yo. Lo que yo quería decir era que Venezuela es para
Estados Unidos un test face, ellos tienen que resolver el problema de
Venezuela, porque si después de Cuba, a la que no ha podido derrotar,
Venezuela se convierte en otro foco progresista en la región, ellos no pueden
resolver el problema regional. Estarían amenazados en su retaguardia. Eso es,
de entrada, digamos, la dirección política del problema, pero rápidamente
quiero recordar que la primera reserva mundial de petróleo está en Venezuela,
y si los gringos están tirando tiros en Medio Oriente por el petróleo del Medio
Oriente, ustedes me dirán qué harán por el petróleo que está a 100 millas, 200
millas.
Eso me hace entrar en lo interno. Para comentar lo interno voy a usar la figura
que estoy usando hace cierto tiempo en todos mis trabajos, que es una
perspectiva sistémica. La sociedad cubana es un sistema social, y dentro de él
hay subsistemas: subsistema político, subsistema económico, subsistema civil,
subsistema ideológico cultural y otros que se puedan identificar. La idea es que
un tratamiento sistémico nos permite ver a estas dimensiones como
totalidades, no solamente como pedacitos de medidas o de acontecimientos,
sino como totalidades. Hay una totalidad que es el sistema económico, una
totalidad que es el sistema político, o lo político, etcétera. La perspectiva
sistémica ayuda mucho a entender y ayuda mucho al análisis. Lo que voy a
comentar en el marco de cada uno de esos subsistemas: el político, el
económico, el civil, el ideológico cultural; son comentarios sobre una totalidad,
la que no tengo ninguna pretensión de agotar. De cada una de estas cosas que
voy a decir me he callado cien más y ustedes tienen otras cien, que a mí no se
me ha ocurrido tener en cuenta. De manera que es, simplemente, una
incitación a que retengamos esa visión sistémica porque tenemos que
encontrar cuáles son todos los componentes del sistema, cómo está, cuál es la
estructura de relaciones del sistema, cuál es la dinámica del sistema, etcétera,
con todas las cosas que se dicen en la teoría de sistemas de un sistema. Pero
yo creo que nos ayuda un poco y es una perspectiva que nos devuelve al
marxismo, el marxismo es una visión de totalidad, también la teoría de
sistemas es una visión de totalidad y es la visión de totalidad que preconizó
siempre el marxismo.
Yo creo que esa es una cosa muy importante: asumir que estamos en un
escenario de reformas, y ese escenario de reformas va a convivir con algo que
dije antes, que es los niveles de normalización de las interrelaciones con los
Estados Unidos. Nosotros tenemos muchos problemas con el mundo y hasta
con el vecino, pero nosotros tenemos un principal problema que se llama los
Estados Unidos de Norteamérica, porque es el que tiene la capacidad de
destruir a la Revolución, y con el que tenemos una contradicción fundamental
que es de carácter geopolítico. Nos podemos poner de acuerdo, nos podemos
normalizar y hasta podemos llegar hasta una serie de amoríos… pero, ellos
serán siempre una gran potencia, ellos son el capitalismo, ellos son el imperio
en este hemisferio, etcétera, y nosotros somos la piedra en el zapato… porque
eso no tiene solución objetiva. Nosotros podemos llegar a un nivel de acomodo,
pero esto es importante que los cubanos lo retengamos porque, para decirlo de
una manera poética, hubo muchas piernas flojas aquí durante el proceso de
negociación del 2014, hubo mucha pierna floja. Entonces, hay que saber, no
solamente tenemos anexionistas, sino también tenemos piernas flojas…
tenemos muchos socialdemócratas: «al final el imperio no es tan malo, hay que
resolver, eso es inevitable, hay que ser objetivos, hay que ser realistas…» y
empieza a aparecer un discurso a nombre del «realismo» y aquí no hay nada
realista y hay una cosa que es la nación cubana, que no tiene solución frente a
Estados Unidos tal como la concebimos nosotros: independiente, soberana,
que se autodetermina. Esa nación, en los últimos 200 años no tiene solución
frente a Estados Unidos, ni la tendrá. Bueno, ¿llega la revolución socialista a
Estados Unidos? Ya veremos cómo es la cosa… Esto lo digo anticipándome a
una de las cosas que tendré que decir cuando hable de lo ideológico cultural.
Este es un gran telón de fondo del problema. Además, el imperialismo no
siempre se acerca a ti mordiéndote los calcañales… puede ser hermoso, puede
ser bello, puede venir en colores y envuelto, viene con música… el
imperialismo tiene dimensiones muy agradables, no todo es que te pisan los
pies… tentadores, con una buena compañía. Y, entonces, hechas estas
advertencias, que estando en un escenario de reformas, los Estados Unidos
harán una política… ¿cómo lo veo yo? Yo creo que una de las diferencias
sustanciales entre la política de Obama y la política de Trump –o dicho de otra
manera– en lo que coinciden las dos, antes de hablar de las diferencias, es que
las dos ven, en este escenario de reformas, perciben el escenario de reformas
como un proceso en la Revolución cubana que la puede hacer viable… es
hacer una política para que nosotros nos autoextingamos o nos destruyamos,
pero cuando estamos hablando de reformas, quiere decir que nosotros somos
flexibles, que estamos en una nueva situación, nos estamos adecuando,
estamos tratando de superar nuestras contradicciones, entonces nos
podríamos hacer viables para Estados Unidos, que está lleno de think tanks
que estudian esto que estamos diciendo mejor que nosotros. Ese proceso de
reformas… ¡un socialismo que se reforma!, que ninguno lo ha hecho… bueno,
el chino, ustedes me dirán si esa es la reforma que podríamos asumir nosotros.
Es decir, ellos ven un peligro en el proceso de reformas en curso. Obama dijo:
«bueno, el proceso de reformas va a permitir penetrar en la sociedad cubana
como no hemos podido hacerlo hasta ahora, no los hemos podido vencer por la
fuerza”. Y Obama puede hacer esa política y declarar públicamente que hacen
una política con los mismos objetivos, con otros medios, e inclusive decir que la
política de ellos está orientada –tomen nota de esto por algo que voy a
mencionar después– a los jóvenes, los negros, las mujeres y los
cuentapropistas. Ellos han identificado ya sobre qué grupos sociales actuarían.
Llega Trump, unido a la derecha de Miami, como ya saben y dice: «no, no, no,
si nosotros aceptamos esa política, aunque hagamos alguna ventaja, esto es
para el siglo XXII y nosotros queremos resolver el problema cubano ya, porque
Cuba es Venezuela, Venezuela es Cuba, América Latina»… y aparece una
propuesta contraria, que es: hay que impedir las reformas, es decir, en una
lectura de lo que parece salvaje, la lógica es impedir las reformas. Yo creo que
esta es una de las cosas que tendríamos que tener en cuenta. Y eso me
permite ahora entrar a algunos comentarios por sistemas, de la sociedad
cubana, al menos como yo lo veo.
Ahí hay un problema serio, que nos tendrá que volcar a dos tendencias que
hoy no queremos. Yo me moriré y ustedes se acordarán de esta conversación.
Una, es abrazar a la emigración cubana, que regrese, que vaya y venga, que
sea un actor interno, primero económico y, si es económico, terminará siendo
político. Dos, la inmigración caribeña, que ya nos sacó del aprieto en nuestra
historia, como ustedes recordarán en los años ´20 con la explotación
azucarera, la inmigración haitiana. Sí, tenemos la otra solución que es la
inmigración, pero, obviamente, es muy problemática. Todavía meterse en los
cañaverales del norte de Camagüey y descubrir una aldea de haitianos, casi
100 años después da una idea de cómo es eso cuando metes una inmigración
de otra cultura, cómo la integras, eso es muy, pero muy complicado, como
todos sabemos, pero lo pongo ahí porque acuérdense que dijimos que íbamos
a decir algunas cosas del escenario del 2025.
Hay que tener en cuenta las consecuencias de todo tipo de la pobreza para
toda la sociedad. Por eso, yo he colocado el comentario en la sociedad, en el
sistema social, eso atañe a todo el sistema social. Por último, quería
mencionar, porque es un problema que regresa, y que, además, es una base
del enemigo, y que ha creado aquí muchas confusiones, es el problema racial,
porque los negros y mulatos están sobrerrepresentados en esa franja de
pobreza, están sobrerrepresentados en los peores indicadores: el menor
ingreso, la pobreza, la falta de vivienda, los peores empleos, etcétera. Por
tanto, hay tendencias objetivas para que el tema de la racialidad se nos vuelva
un problema socialista a nosotros y una base al enemigo sobre la que está
actuando con mucha energía. Yo sé que en Luther King, yo sé que nosotros
preferimos no hablar del problema racial, precisamente porque estamos contra
eso, pero nos entra por la ventana, y tiene una dimensión ideológico cultural
terrible. Por eso quiero mencionarlo como un problema del conjunto de la
sociedad, porque es un tema transversal, que nos aparece en la economía, que
nos aparece en la política, que nos aparece en la vida civil y en la esfera
ideológico cultural cada vez con más fuerza, y sobre la cual los enemigos
trabajan, y también los criollos trabajan, los propios negros y mulatos se
sienten que tienen que reivindicar su situación de desventaja, y no está mal,
porque yo estoy porque todos los grupos defiendan sus intereses. Eso de que
hay un gran padre, un big brother que nos va a proteger a todos… descarten
eso. Hay que hacer los espacios para que los grupos de intereses defiendan
sus intereses, sean las mujeres, sean los LGTBI, sean los negros, sea
cualquiera. Si no empoderamos a los grupos de intereses, no podemos
defender sus intereses y estarán siempre bloqueados. Ahora bien, en el caso
nuestro, hay algo, me parece a mí, ideológicamente terrible, que es que
muchos de los compañeros que están aquí en la lucha por el tema racial se
han comprado un término que vino. Tiene otras razones, fue aceptado por las
Naciones Unidas, y ha entrado en Cuba y hasta el discurso oficial lo ha
aceptado –para mi sorpresa–: es el tema de los afrodescendientes. Es decir,
hemos entrado en un tema de identidades y la identidad de los negros y de los
mulatos, ustedes me dirán que hay 16.000 variantes de la mulatez, como
también, por supuesto, hay un racismo negro, y mestizo… es un problema de
mucha complejidad este problema de la racialidad. Y nosotros teníamos eso
resuelto, creo yo, ideológicamente hablando, con Martí: «cubano es más que
blanco y más que negro…». Es decir, la misma identidad, que era la del
cubano, resolvía el problema y nos daba un techo ideológico para colocar esas
contradicciones mientras las resolvían. Y resulta que hay que volver a África,
hay que montar el barco en dirección contraria. A mí que reivindiquemos la
cultura africana, como un componente, ¡un componente! del ajiaco… pero
¿volver ahora a la africanización?, y que somos afrodescendientes, yo creo que
nos estamos metiendo en un callejón ideológico cultural que en vez de
resolver, o ayudar a resolver, de crear un marco de solución ideológico cultural
al problema de las contradicciones raciales –que son objetivas– lo que lo
estamos es enquistando como un problema insoluble, porque cuando creemos
o recreemos la identidad negra o mestiza, lo cubano no se sabe lo que quiere
decir. ¿Qué quiere decir ser cubano con mi identidad? Tengo que poner la
nacionalidad, en un pasaporte, en un carnet… y este es un problema que
nosotros teníamos resuelto, ideológico, entonces llamo la atención sobre esta
contradicción.
Hay dos problemitas más de carácter global que quiero mencionar ahora: uno
es el problema generacional. Yo sí creo que a nosotros nos falta lo que se
llamaba imaginación sociológica y hay una cantidad inmensa de problemas.
Nosotros nunca los problemas los colocamos en una perspectiva sociológica –
no digo ustedes, obviamente es parte de su oficio– sino digo la población, los
cuadros, los cuadros políticos, los decisores. El compañero Marino Murillo
puede hablar durante dos horas de cualquier cantidad de problemas sin
mencionar ninguna implicación social. Lo social nunca aparece cuando los
economistas hablan. Bueno, el quid de lo que quiero explicar ahora es que la
Revolución comenzó con dos generaciones y llegamos al Período especial con
cuatro. Se formó en el Período especial una quinta generación. En los 2000, en
los cuales llevamos ya 19 años, se creó una sexta generación y ahora, sobre
todo de aquí al 2025 vamos a tener una séptima generación sociopolítica. Es
decir, que la Revolución, que convivía con dos generaciones, se las tiene que
ver con siete, de las cuales yo siempre digo: las tres primeras vivieron mejor
que sus padres, la cuarta vivió igual que sus padres, y todas las demás, peor
que sus padres, para decirlo rápido. Pero no es esa la connotación única, no,
las connotaciones de todo tipo: memoria histórica, experiencia revolucionaria,
niveles de participación… el que ahora arriba a la séptima…
Ya dejo eso, lo que quería era decir, que es lo que estoy diciendo ahora, y es
que hay un problema generacional, hay un corte generacional y hay que tener
en cuenta que tiene implicaciones políticas muy fuertes. Todavía estas nuevas
generaciones no son oposición, veremos si logramos evitar que lo sean, pero
son cada vez más críticas. «Esto es un negocio de ustedes, esto es un negocio
de los viejos, esto es un negocio de papá, que estuvo en el barco que dirigió mi
abuelo, a lo sumo es un negocio de papá, pero esto no es un negocio mío». No
pasan a ser la contrarrevolución y quizás ni la oposición, pero no les importa.
Luego, en grandes números –percibo yo– cada cual tiene su visión de la
realidad porque, por supuesto, una vez más, no está estudiado. Y los dirigentes
cubanos creen que la información es lo que les informa la Seguridad del Estado
y el aparato ideológico del Partido, y creen que así están enterados de cómo
está Cuba. Entonces, este es un problema que está muy falto de estudio, todas
son percepciones indirectas que tenemos todos, si somos padres, si somos
abuelos, si tenemos vecinos pequeños o adolescentes, pero hay un corte y no
hay política para eso. No tengo que decir que los dispositivos que hay para eso
–Juventud comunista, Pioneros, Federaciones estudiantiles, etcétera– no
pueden mascotear ese problema todavía.
Ustedes aquí están forzados a tener en cuenta al resto de las instituciones que
los están limitando y jodiendo todo el tiempo, y no debe ser un tema muy raro
para ustedes. Pero el hombre común, las personas, los individuos sociales
etcétera, nadie está suelto, la vida cotidiana transcurre en instituciones, desde
que te levantas hasta que te acuestas. Entonces, estas redes institucionales,
en las que no me voy a meter, es el núcleo duro de la sociedad. La sociedad se
institucionaliza. La sociedad está siempre institucionalizada. Puedes concebirla
como una suma de instituciones: instituciones jurídicas, instituciones políticas,
instituciones económicas, instituciones civiles, instituciones ideológico
culturales, etcétera, pero instituciones. ¿Qué quiere decir? ¿Qué cosa es una
institución en Sociología? Un conjunto de relaciones sociales de carácter
permanente y duradero que tiene, como núcleo constitutivo, una norma
constitutiva que define las funciones, lo que hacen y los poderes que tiene esa
institución. De ahí se desprende todo lo demás. Los estudios institucionalistas
lo primero que aprenden es que, tal como está pintado el pájaro es una cosa y
cómo funciona el pájaro, es otra, que nosotros, los sujetos y actores desviamos
la Constitución, hacemos que la institución se comporte con cierta desviación
respecto a lo previsto, a la norma constitutiva… a esto le llaman macro teoría
que les digo para explicar lo que quiero decir ahora: la institucionalidad cubana
tiene una serie de graves, graves desviaciones. Toda sociedad tiene
desviaciones. La desviación es un concepto sociológico. La desviación de la
norma… pero las nuestras son muy graves, y, de paso, voy a mencionarlas: el
hecho de que el socialismo nuestro sea un socialismo de Estado, es decir, el
dominio que tiene el Estado sobre toda la vida social, la alta desviación de las
normas, que ya mencioné, la alta centralización de las instituciones nuestras,
que ha derivado en burocratización, que digamos que es un rasgo de la
modernidad que el socialismo real ha multiplicado por 100, la corrupción como
un componente socialistamente no previsto, pero que acompaña
históricamente a todas las instituciones y que, en el caso nuestro, tiene muy
bajo control democrático sobre ese proceso y la baja eficiencia de las
instituciones. Eficiencia… la institución tiene prevista una serie funciones, las
nuestras las hacen, las ejercen con bastante ineficiencia. Es un grupo de
rasgos que yo creo que el proceso de reformas irá mejorando –vamos a ser
optimistas– de aquí al 2025, pero que, como no se habla de eso, como no está
puesto eso en claro, como no se dice cuáles son las políticas para que eso se
resuelva y que las instituciones mejoren, por ejemplo, el área de la burocracia,
parece que hemos decidido resolver el problema de la burocracia con la
computación… Lo único que vamos a hacer es darle a los burócratas, además,
una computadora. Bueno, lo dejo ahí como un problema macro de toda la
sociedad que quería enunciar como una problemática a resolver en la reforma,
pero que, a diferencia de otras problemáticas, no está suficientemente
visibilizada. No aparece en el discurso oficial y no tenemos ciencias sociales
que se ocupen de eso. Por tanto, Valdés Paz sigue hablando mierda cada vez
que puede.
Ahora entro en el sistema político. Hay mucho que decir del sistema político,
porque todos lo vivimos –políticamente hablando–. Yo quería mencionar
algunos problemas que son decisivos en este intervalo que va del escenario
actual al año 2025, es decir imaginario año 2025. Primero, doy por sentado que
lo que llamamos la sucesión política habrá avanzado considerablemente. En
seis años se mueren los que tienen más de 80, pero los que tienen 70 ahora
tendrán 80. La sucesión política es algo que tiene que ser resuelto
políticamente. Actualmente eso transcurre bajo reglas naturales: fulano
envejece, muere, y lo sustituye uno que tiene 5 o 10 años menos que él y así
sucesivamente. No hay política de que se vaya para su casa, no hay política de
retiro, como estamos viendo, como correctamente estamos viendo. Hay un
cierto grado de sucesión con el presidente de la República, que agarró con 56,
tiene 60 años, en fin, y se supone que él arrastre consigo una mayor sucesión
generacional. Uno dice: la generación histórica va a desaparecer en este
intervalo. Pero no sabemos cuándo, por cuánto tiempo. Voy a decirlo de una
manera rápida: es verdad que el compañero presidente tiene 60, pero es
verdad que el vicepresidente tiene 80 años; es verdad que Raúl tiene 90, es
verdad que Machado tiene 91; es verdad que el Jefe de la Fuerzas Armadas
tiene 78… Hay una renovación que transcurre ahora por vía natural. No está
claro que hay una política, aunque hay un potencial, que las investigaciones
que yo conozco dan que la edad promedio, por ejemplo, de los cuadros a nivel
de provincia de Partido y Gobierno está entre 50 y 55. De hecho, el Comité
Central quedó en 52 y la Asamblea Nacional quedó en 53, como promedio, con
todos esos viejos. Sobreviviendo. Hay un potencial de renovación, pero no hay
una política de renovación todavía… eso que tú y yo esperamos, que en los
próximos seis años se desencadene. Es más, yo quiero creerlo, pensé que iba
a suceder en el 6to. Congreso del Partido, pensé que iba a suceder en el 7mo.
Congreso del Partido y me quiero creer ahora que va a suceder en el 8vo.
Congreso del Partido. Ahora fíjate… Estamos en la sucesión política
generacional. No que quitaron a Pedro y pusieron a Pablo… porque tenemos el
sistema de generación. El primer problema que tenemos es que las
generaciones más jóvenes no tienen representación en el poder político,
ninguna, es decir, aquí el que está por debajo de 30 años… salvo que tú me
quieras decir que el secretario de la Juventud está en el poder. Tenemos un
problema de representación generacional, no hemos logrado tener una
representación de todas esas generaciones en las estructuras del poder
político. Ese es el problema, que introduce una disfunción. No tengo eso
estudiado, no puedo medirlo, pero lo advierto como un problema.
Otra, si quieres que te hable de contradicciones que tiene que tener en cuenta
el Luther King, no hemos vivido con eso, no sabemos vivir con eso. Te voy a
poner dos ejemplos, dos consecuencias probables, ya estamos viviendo parte
de eso, déjame decirte que parte de eso ya se está viviendo, pero no quiero
entrar en eso, porque a lo mejor yo soy más pesimista que ustedes.
La circulación de las élites, ese era un término acuñado sobre todo por los
italianos, Mosca, Michels, Pareto, que crearon la teoría. Incluso Pareto creó
una teoría que se llamó así: la circulación de las élites. Es más, reducía toda la
política a eso, lo cual ya era una exageración, pues dejaba por fuera las masas,
la población, pero no dejaba de tener un cierto viso de verdad, de que en las
élites políticas hay ciertas reglas de circulación, y nosotros vamos a entrar en
eso. Eso tiene su propia objetividad. Bueno, lo dejo ahí, la sucesión política
generacional.
Quiero llamar la atención acerca de que, sobre el sistema político, parece que
estamos haciendo una reforma económica, y no hemos reparado
suficientemente en que, con la nueva Constitución, hemos hecho la reforma
política. Todas estas cosas que estoy diciendo están en la Constitución ya, es
decir que, hay que mantener un ojo sobre la implementación de la Constitución,
porque la nueva Constitución modifica el sistema político cubano
sustancialmente y le introduce nuevas dinámicas, como ya he estado tratando
de explicar. Bueno, dicho eso, quiero detenerme un momentico en algunos de
los cambios de las instituciones políticas que están implicados. Hay muchas
más, cosas gruesas que quiero mencionar que están resueltas
institucionalmente. Está la separación de funciones que todos queríamos, que
era un presidente o un jefe de Estado y un jefe de Gobierno. Esa separación,
que nosotros creíamos que iba a ser… incluso como estaba... quiero recordar
que en el socialismo real –menos en el cubano– siempre han estado separadas
las jefaturas de Estado y de Gobierno. Hicieron un sistema político ad hoc para
el compañero Fidel, perfecto, no tengo problemas con que lo hayan hecho para
él, pero, era para él. Cuando el compañero Fidel desapareció y empezamos a
hablar de reformas, todo el mundo entendió que se tenía que producir una
separación de las jefaturas de Estado y de Gobierno, y había algunas
preguntas y al menos unas propuestas de qué se debía hacer con el Consejo
de Estado, que a todo el mundo le suena como la quinta rueda del carro, y lo
que es peor, el carro gira con esa rueda. Ustedes recordarán, por cada ley que
hizo la Asamblea el Consejo de Estado emitió 24 Decretos-ley, es decir, que,
estamos gobernados por el Consejo de Estado. Ahora, con los cambios
institucionales políticos planteados por la Constitución, hay dogmas. Se han
separado las estructuras del Estado y el Gobierno, pero se le dio al jefe de
Estado la atribución de presidir el Consejo de Ministros cuando lo estimara.
¿Qué hemos visto, por ejemplo, en el coronavirus? El primer ministro es un
amanuense, el presidente preside todos los Consejos de Ministros. Es decir,
que eso, que parecía ser una regla de excepción, pues se ha convertido en la
práctica cotidiana. Cuando, como ya dijo el compañero Raúl, le demos la
condición de primer secretario del Partido a Díaz Canel, habremos reproducido,
en gran medida, una concentración enorme de poderes en una sola persona,
que no está en el espíritu de la reforma, y que tampoco está en la Constitución.
La Constitución dice que el Partido es el dirigente superior de la sociedad y del
Estado. Entonces, cuando sea secretario general, está claro, que es bastante
más que jefe de Estado. Ahí está esa pequeña incongruencia.
Pero hay una segunda incongruencia no declarada, que es la siguiente: sin
decirlo, hemos creado un poder Ejecutivo, porque si tú miras bien que hay un
jefe de Estado, que subordina al primer ministro… el primer ministro lo que
tiene ahora en provincias son gobernadores, y los gobernadores lo que tienen
en los municipios son intendentes. Se ha creado, sin decirlo, un poder
Ejecutivo, una línea ejecutiva completa, directa y autónoma. No sé si lo
pensaron así o no, pero no era lo que esperábamos. Lo que esperábamos era
la única virtud que tenía el esquema anterior, que era que, todas las decisiones
eran colegiadas. Es decir, la única virtud que tenía aquella maraña que
teníamos nosotros, era que el Consejo de Ministros nada más que tomaba
decisiones colegiadas, el Consejo de Estado tenía que tomar decisiones
colegiadas, la Asamblea tomaba decisiones colegiadas, y así era gobernado el
país. Sabemos que nadie iba a decir lo contrario de lo que dijera Fidel Castro,
ya sabemos eso, pero el poder era colegiado. Cuando Fidel Castro quería
hacerse el gracioso decía: «…pero yo no sé por qué dicen que yo, si yo no
puedo nombrar ni un embajador». Lo cual es verdad, lo nombraba el Consejo
de Estado, es decir, que la única virtud que tenía aquella mierda, era que
estaba diseñada sobre la base de la decisión colegiada. Ya no, ya tenemos una
línea ejecutiva que rendirá cuentas y todo lo que tú quieras, y tú me dirás qué
quiere decir rendir cuentas en Cuba, está bien, está puesta ahí como un
derecho de tales o mascuales de la Asamblea, que le rindan cuentas, ya
veremos cómo se hace, pero los distintos poderes están adscriptos no al primer
ministro, sino al comandante en jefe que ahora es jefe de Estado. En fin, que
yo creo que hemos tenido una reforma política, que resuelve algunos de los
problemas que teníamos, pero que nos deja otros, porque, hay que hacer
abstracción de las personas, hoy está Pedro, y mañana está Pablo, y hay que
pensar institucionalmente cuál es el potencial de conflictos que puede haber.
Bueno, lo dejo ahí.
Pero a ver, a ver, por eso yo empleé el término filosofía. No tenemos todavía
una concepción clara de lo que es un municipio ni de lo que queremos como un
municipio, y como no tenemos eso claro, hacemos cosas, avanzamos un poco,
hay una sed de institucionalidad, que se supone que permite más participación,
etcétera, pero sabemos que eso no funciona, cuando tú le des al municipio,
cuando pongas el centro de gravedad del sistema político en el municipio, se
deben crear dinámicas, y se debe crear una institucionalidad nueva y distinta
para esa idea distinta, porque la institucionalidad que hay ahora es una
institucionalidad subordinada, está subordinada a la provincia, es decir, es una
réplica en el municipio, es una homología de lo que se decidió centralmente, se
homologa cada vez con menos facultades y recursos hasta que llega al
municipio donde no hay nada.
Puede echar a funcionar mejor, puede suceder que, al tener cierta autonomía
administrativa, lo que es en la administración pública puede funcionar mejor.
Ahora, tú has dicho, que rinda a la Asamblea; si eso es mentira, volvemos a
que el pájaro que está pintado no vuela. Ahora, en la institucionalidad que hay
–y me anticipo a algo que iba a decir después– en la actual, como ha sido
diseñada no hay espacio para el movimiento comunitario. Un movimiento
comunitario es algo que ocurre en el marco territorial de un Consejo Popular, o
en el marco de la circunscripción, o en el marco del municipio. Eso es lo que es
una acción comunitaria, una actividad comunitaria, un proyecto comunitario,
nunca un movimiento comunitario. La autonomía, la espontaneidad que se le
supone sociológicamente a lo comunitario no tiene lugar, no tiene espacio en la
institucionalidad esa de la que estamos hablando. Entonces, tú tienes que
persuadir, porque si no convences al del Consejo Popular no vas a hacer nada,
olvídate… y por ahí para arriba. Entonces, una cierta concepción del municipio,
de lo local, una cierta concepción del poder político local crea una cierta
institucionalidad y cierra otra. Por ejemplo, ustedes, que giran sobre la
concepción implícita –aunque se callen, porque es mejor no menearlo– de lo
comunitario, tienen que emplear las tres cuartas partes de su energía en
conciliar con el poder político real, y que no te cierren… por no hablar de los
poderes fácticos que no ves, porque tú vas a terminar discutiendo con el
Consejo Popular, pero tú y yo sabemos que, antes de que tú llegaras vino la
Contrainteligencia o la Seguridad del Estado a ver al del Poder Popular, y «esto
aquí no puede ser». Es decir, que hay poderes fácticos que no están sentados
ahí contigo, pero que están diciendo si va a haber un proyecto comunitario o no
va a haberlo. Entonces, todo eso hay que pensarlo, por dónde puede romper,
yo creo que cuando la Revolución se compromete con un mayor desarrollo de
lo municipal, crea una dinámica que queremos conquistar, es como todo, que
tenemos que conquistar… Bueno, eso no es la reforma, pero vamos a ver
cómo le pedimos más al ámbito comunitario y ese negocio, etcétera.
Voy a decir algunas figuras, por ejemplo, entre los socialistas, los que están por
el socialismo: están los fidelistas y guevaristas, que no es lo mismo, pero los
voy a meter en el mismo saco; están los socialistas convencionales, digamos
pesepistas y soviéticos; están los socialistas críticos, que tienen una marca
generacional muy fuerte, que le pasan a la Revolución por la izquierda –aunque
la Revolución no los reconozca– porque la critica porque no es suficientemente
socialista, suficientemente revolucionaria, suficientemente igualitaria,
suficientemente participativa, la critican, usan el discurso socialista para
confrontar la Revolución. Eso me lo dijo a mí un compañero proveniente de la
Contrainteligencia, me lo definió de la siguiente manera: ponen el indicador
para la izquierda, pero giran para la derecha; al cual yo le dije, pero ustedes
¿clasifican a la gente por la intencionalidad? La clasificación de ustedes de la
gente ¿es por intencionalidad? Un panel que había propuesto yo en la UNEAC
–con tu amigo Julito [Fernández Estrada], con tu amigo Ariel [Dacal]– y no lo
querían. Si te sabes esa parte de la historia no te la cuento, pero me vinieron a
ver y a dar explicaciones. Para que vean con qué estamos tratando. Después
tenemos lo que podríamos llamar, creo yo, los libertarios, que son anárquicos,
anarcoides, anarcobolcheviques, cuyo carácter principal… para ellos lo
atractivo es que un socialismo y una sociedad tan estatizada como la cubana
es una contradicción, y aspiran a una sociedad no estatizada. ¿Cuáles son las
doctrinas que critican el Estado? El anarquismo, entonces son filoanarquistas,
anarcosindicalistas, pero hay un componente ahí antiestatista que, en Cuba, es
darle una patada en los cojones al régimen. Vamos a estar claros de cómo es
la cosa. Bajo el umbral del socialismo, hay esa diversificación, y se va a
agudizar, no hablo de proporciones, porque es muy difícil estimar eso.
Tenemos después una franja que son, lo que el régimen ha llamado los
centristas, que quieren ser políticamente leales, pero no están de acuerdo con
el socialismo, no están de acuerdo con el socialismo real que tenemos, y no
están de acuerdo ni con el socialismo porque eso es una mierda que fracasó.
Ahí, en ese grupo, en esa corriente, tenemos los que son socialdemócratas,
que se colocan en esa tradición socialdemócrata, de Estado capitalista para
que sea eficiente, de redistribución de los ingresos para que la gente tenga un
estado de bienestar, etcétera, cosas a las cuales ya la socialdemocracia
realmente existente ha renunciado, ya, se fueron por el capitalismo.
Y tenemos los socioliberales, es decir, los que son liberales, pero no quieren
ser neoliberales, sino liberales que para fines del siglo XIX entienden que debe
haber un componente social en la gestión económica, habría que ayudar a los
pobres y los abandonados que están en los callejones del hambre y después
hay que redistribuir un poco la riqueza. Esa es una franja.
Y hay otra franja que son francamente anexionistas, con distintos matices que
van desde «yo quiero ser un estado de la Unión» hasta que «los gringos no son
tan malos», o «¿por qué no somos realistas?», o «¿por qué no aceptamos que
ellos son los grandes y los fuertes?» No sé si ustedes conocen un libro que se
llama El idiota latinoamericano escrito por el hijo de Vargas Llosa, Montaner, y
el colombiano este, Apuleyo. Se llama el Manual del idiota latinoamericano:
aspirar a la soberanía, la independencia económica, etcétera, por fuera de
Estados Unidos, es el signo supremo de la idiotez. Pero tenemos una franja de
eso aquí, esa corriente está instalada aquí y tiene una expresión también entre
los medios intelectuales ya, no quiero decir que entre los medios políticos
porque todavía hay algún mecanismo de depuración, pero, «Cosa veréis Mío
Cid», porque la transición del socialismo en Europa al capitalismo la hizo, en
todos los casos, la mitad del Partido Comunista; de manera que hay que
curarse en salud.
Por supuesto, hay dos tipos de reacción, la reacción brutal, que es cargarle a
eso la Seguridad del Estado, la Contrainteligencia y que ponga orden; y otra,
que es la que se supone que le toca al Partido, que es ver cómo va a
administrar esas contradicciones. Y administrar las contradicciones es admitir
que va a existir, en el seno de la Revolución y del país, un sector crítico que le
pasa a la política del Partido y del Gobierno por la izquierda y otro que le pasa
por la derecha, y que están aquí, y que son leales, y que aceptan la
Constitución.
Hay una nueva Ley electoral, no voy a comentarla, voy a decir que en este
proceso de reforma apareció con más fuerza que nunca antes el componente
plebiscitario del sistema político, es decir, la idea de que hay política, y
decisiones, y leyes que deben ser sometidas a plebiscito. Hay que echarle aire
a eso, hay que echarle aire, no podemos dejar en una representación
exclusivamente electoral que tiene todas las limitaciones que sabemos,
etcétera. Baste decir que el que manda, que es el Partido, no es elegido por la
sociedad, para saber todos los problemas que eso implica. Todo lo que sea
plebiscitario o todo lo que podamos poner bajo plebiscito, en mi opinión,
reforzaría la condición socialista o movería al socialismo real cubano en el
sentido de un mayor desarrollo democrático. Llamo la atención sobre ese
problema que, por supuesto tiene muchas implicaciones. Cuando
plebiscitemos, ahí todas las fuerzas y todas esas corrientes enemigas, entran
al juego; pero obliga al poder revolucionario a debatir y a enfrentar a la opinión
pública a su favor para todas sus políticas. Bueno, lo dejo ahí.
El otro comentario que quería hacer acerca del sistema político es que
pongamos a revisión lo que voy a llamar la evolución del consenso. Yo creo
que la Revolución ha transitado con un consenso mayoritario, creo que ese
consenso se ha estrechado, pero que sigue siendo un consenso mayoritario a
favor de la Revolución. Ahora ese consenso tiene, en mi opinión, en lo que he
podido estudiar, dos manifestaciones nuevas: no es un consenso total, no es,
como era para la primera generación, un consenso sobre todo lo que dice,
sobre todas las políticas, sobre todas las manifestaciones de la Revolución, no,
es más selectivo. Hay consenso sobre «A», pero no sobre «B»; sobre «A» y
sobre «B», pero no sobre «C», empieza a ser selectivo. No tengo ningún
consenso sobre la cola del pan, pero tengo total consenso sobre PRECISAR.
Entonces, empieza el consenso, que para los más viejos no tenía ninguna
diversidad ni grieta, ni diferenciación durante los casi primeros 40 años, y que
ahora entra en una dinámica de un consenso más selectivo, primer problema.
Y, segundo problema, el consenso –la definición de consenso es los que
aprueban y los que no se oponen– cuando Joel en la reunión te dice «bueno,
como tenemos consenso», es que nada más que hablaron dos, como los
demás no se opusieron, tenemos consenso. Así funciona en política el término,
por eso gran parte de la dinámica real es que me calle, de manera que se
cumplió el consenso con los que no se oponen. Ahora, este es un tema de
proporciones. Yo creo que la Revolución ha transitado por lo que pudiéramos
llamar un consenso pasivo pequeño y un gran consenso activo. Yo tengo la
impresión de que, aún en el seno de ese consenso mayoritario, se están
produciendo variaciones en esas proporciones y que se está llevando el
consenso pasivo, el componente pasivo del consenso, es decir, los que no se
oponen. ¿Me explico? Pero, evidentemente, eso es una debilidad del
consenso, un debilitamiento del consenso, lo que debemos apuntar como una
problemática que, en mi opinión, se va a hacer manifiesta a la altura del 2025 y,
por supuesto, esto tendría que ser reforzado por las muchas vías que solemos
emplear, pero que no las asociamos a este fenómeno: más participación, más
representación, más debate, en fin, hay una serie de instrumentos que existen,
que nosotros usamos muy limitadamente y que son los que permiten reproducir
el consenso. Lo dejo ahí con ese comentario.
Apunto otro problema para el 2025: la legitimidad. Un concepto que tiene
muchas escuelas, pero que es muy importante en la perspectiva gramsciana
porque la hegemonía lo que tiene de contrapartida en política es la legitimidad
que te concede la PRECISAR y yo asiento frente al poder porque me parece
legítimo, si no me pareciera legítimo no asentiría. Entonces, el tema de la
legitimidad, que nunca se ha puesto en discusión, porque es obvio, «la
Revolución es fuente de poder, es legítima, representa los intereses de las
grandes mayorías, trabaja para ellas». Hasta a Marino Murillo no le queda más
remedio que decir: «esto es en favor de las grandes mayorías, esto es en favor
del pueblo». No le queda más remedio que decir y repetir eso, y el otro, y el
otro, y yo creo que es verdad, no creo que están mintiendo, pero es una de las
fuentes de la legitimidad. Ahora, en mi libro que tú has visto yo me di el trabajo
de descomponer lo que yo llamé las fuentes de legitimidad, para quitarle la
subjetividad. La legitimidad era algo subjetivo que nos ocurría corazón adentro,
no, no, no, debía también haber algunas razones objetivas para que yo me
enamorara de la Revolución y la siguiera y la defendiera. Lo que llamé después
fuentes de legitimidad: identifiqué la fuente histórica, identifiqué las obras de la
Revolución, las expectativas que la Revolución había creado y que hoy son, la
jurisdicidad, que la Revolución era legítima jurídicamente, el liderazgo, el
liderazgo es cardinal como fuente de legitimidad, etcétera. Yo no quiero decir
que hay que estar de acuerdo con esa propuesta mía, lo que quiero es llamar
la atención sobre que hay fuentes objetivas de legitimidad, que la legitimidad no
es solamente el discurso, aunque también el discurso. El discurso va a incidir
en esa legitimidad, pero no solo. Hay otras fuentes de legitimidad, y yo advierto
que algunas de esas fuentes se están estrechando, y que otras fuentes están
ganado cada vez más peso. Voy a poner un ejemplo: con la desaparición de la
generación histórica la legitimidad histórica –la Revolución, la Sierra Maestra,
se encaramó, se comió un león en la esquina– todo eso se va minimizando, no
desaparece nunca, pero va perdiendo peso en la construcción de esa
legitimidad. Por supuesto, la obra de la Revolución sigue teniendo gran peso,
pero como hemos advertido, estamos de crisis en crisis, de manera que, para
un sector importante de la población, a veces nosotros mismos, los viejos,
porque esto es transversal, estoy cansado de ver gente de mi generación que
están cansados y hasta me han dicho: «pero yo, empecé por aquí y ¿voy a
terminar por aquí? ¿Cómo es esto? Se me fue la vida». Y si estoy de dirigente
a lo mejor no me he dado cuenta, pero si pasé a jubilado, me acabo de dar
cuenta de que dejé el carro, la gasolina, el comedor, el viaje al extranjero y la
playa en el verano. Es decir, y a lo mejor estoy dispuesto porque soy un duro,
un comecandela, un guevarista como José Luis y estoy dispuesto a renunciar a
todo, pero la mujer ¿qué dice? «¿Qué tú estás diciendo? ¿Qué te vas a
jubilar?» Y los hijos le dicen «¿cómo? ¿papi? ¿Y yo, que estoy terminando la
carrera, cómo me vas a dejar colgado a mí aquí?». Todas esas artimañas
están transitando en el escenario real. Bueno, pero lo que quería decir yo es
que observemos, de cara al 2025, que las fuentes que van ganando más peso,
en mi opinión, es la jurisdicidad. Cada vez será más fuente de legitimidad lo
que se atiene a la ley, lo que se atiene a la Constitución, lo que se atiene a la
norma, el cumplimiento de la ley y «te voy a reclamar a los tribunales», y la
independencia del poder judicial, etcétera. Todo eso va a ganar en peso en la
legitimidad de la Revolución.
Está bien que lo digan todo, lo que pasa es que, curiosamente, ¿qué está
ocurriendo?, ¿qué ha ocurrido? Ese burócrata existe desde el sesenta y estaba
la película La muerte de un burócrata y estaba 44 luchas contra la burocracia,
etcétera. Ya no hacemos ninguna, ya lo peor es que no hacemos ninguna, no
hay una campaña contra la burocracia. Hay quejas, nos quejamos, nos
quejamos, pero en los sesenta ya eso era un problema. En el ´64 se publicó un
artículo en Granma, el Che habló de eso varias veces, Fidel también se
pronunció, de eso hablan el capitalismo, las ciencias sociales, pero antes,
como yo lo he percibido en esta historia, y yo soy un observador participante de
esta historia… este es un burócrata, y un cabrón que estaba afectando a la
Revolución, pero la Revolución se separaba de ese burócrata, el burócrata era
una perversión local, personal, casuística, que no afectaba la imagen, el
compromiso, la grandeza de la Revolución. Ya no es tanto, ya el tipo que no le
dan el pan, y tiene un problema en la Oficoda, y choca con la burocracia, y ahí
mismo se caga en la Revolución. Hay una evolución de apreciación del costo
que tiene, efectivamente, este encuentro con la burocracia, pero, otra cosa que
he dicho en mi libro –y que voy después a escribir un ensayo sobre el asunto–
es que el problema es de un tipo o de otro según la definición que tú des de
burocracia. Si tú dices que la burocracia se refiere a los supernumerarios, es
decir, que hay demasiada gente, hay un tipo de solución, que es la que tú
quieres. Si tú dices que la burocracia es el funcionariado que funciona
deficientemente hay otra definición y hay otro enemigo. Pero si tú llegas a
decir, que es como dicen los trotskos, que la burocracia es la capacidad de
tomar decisiones sin control democrático, entonces puede ser un burócrata el
presidente de la República, todos los dirigentes entran en la posible
burocratización de su gestión y de su manera de dirigir, porque toma
decisiones discrecionales que la sociedad no puede controlar, que no tienen
control democrático, etcétera. Es decir, que también la definición de la que tú
partes cuando se hace la crítica. Y se dice que el socialismo es un régimen
burocrático, están apuntando a esta última definición del problema, que es que
la dirección del poder político se hace burocrática en el sentido de que la
sociedad pierde todo control sobre él. Eso es lo burocrático del poder, además
de los funcionarios. Están todas las otras excrecencias. Yo creo que esta
dimensión del problema burocrático va a hacerse más clara en los años por
venir: «no me jodas más, y dame cuentas». Además, ese poder Ejecutivo que
hemos creado ahora hasta el intendente, si no le ponemos control democrático,
si, por ejemplo, en primera instancia la Asamblea no lo controla, y después los
ciudadanos no tienen voz… prepárate. Bueno, eso lo dejo ahí.
Dicho eso, ya después habría que referirse a la vida interna partidaria. En fin,
me preocupa mucho la relevancia del 8vo. Congreso, del cual,
desgraciadamente, por el coronavirus, ni hemos hablado todavía. Es más, le
estamos pasando al 8vo. Congreso la agenda incumplida del sexto, la agenda
incumplida del séptimo y, de las 270 leyes que implementaron para su
ejecución, no menos de 250. Y es el Congreso en que se supone que la
generación histórica se despide… se supone y se ha dicho, y desarmará todas
las dinámicas correspondientes, como decían los antiguos, la naturaleza tiene
horror al vacío. Bueno, les voy a decir, con más razón de la política, quien sí le
tiene horror al vacío es la política, en política sí no hay vacío; cuando la
generación histórica diga «me voy», entonces, me parece, que ustedes deben
contemplar muy atentos a las tendencias. Porque, bueno, ustedes son una
brizna de paja en la tormenta, son una hoja en el viento, en medio de un
vendaval en el país. El 8vo. Congreso: eso se va a poner con mucho ruido de
aquí a allá y ustedes tienen que ver cuál es la corriente más favorable al
proyecto del Centro [Martin Luther King].
Bueno, me quedan dos sistemas que quería comentar. Me queda mucho por
comentar. Quería comentar el sistema económico, voy a tratar de abreviarlo
por razones obvias. Lo primero que hay que decir es que hemos estado, hasta
el coronavirus, en una tendencia cercana a la recesión económica, una tasa de
crecimiento muy baja. El propio discurso oficial declara que hay que poner en
cuatro y medio de crecimiento del PIB para desarrollarse y, bueno, muchas de
las aperturas y políticas que se diseñaron desde el 2011 eran precisamente
porque había que enfrentar esa tendencia recesiva. De todas maneras, no
hemos pasado del 1.0, el 2.0, el 2.2, esa era la tasa sin coronavirus. Con el
coronavirus se dice que vamos a caer al 8.0, menos 8.0, no es que no vayamos
a crecer, es que vamos a decrecer en 8.0. Si decrecemos el 8.0 y no logramos
una tasa de crecimiento por sobre 4.0 y seguimos creciendo al 2.0,
demoraremos los próximos cuatro o cinco años recuperándonos del
coronavirus.
Dos ejemplos concretos. Yo le he echado para atrás y lo que dijo Raúl Castro
en el 2014, hace cinco años en la Asamblea Nacional sobre la unificación
monetaria es que había que hacerla, y que está bueno ya… Bueno, estamos
discutiendo eso mismo, está Marino Murillo explicándonos cómo es que la va a
hacer. Por cierto, quiero hacer un comentario, está bien lo de Marino Murillo,
está bien lo del ministro, etcétera. No dan un número, parece que la economía
cubana no tiene números. Te voy a hacer una anécdota: estuve en un evento
de la Sociedad cubana económica de Amigos del país, y ahí fueron Triana y
una economista joven que habían estado estudiando el problema, traían los
resultados del grupo «X» que estaba dedicado a eso, y bueno, lo traían y
empezaron allí a explicar. De la explicación –en la que no me detengo– voy a
rescatar tres cosas interesantes. Una: había siete propuestas en la mesa, no
una, siete; dos: cómo se hace una unificación monetaria lo saben hasta en
Burundi, porque todo el mundo ha hecho unificación monetaria, todo el mundo
ha tenido que hacer cambio de moneda, todo el mundo ha tenido que hacer
ajustes, etcétera y todos los organismos internacionales tienen experiencia y
asesores, es decir, que cómo hacer la unificación monetaria no era realmente
el problema que dilataba su aplicación, y había siete propuestas, hechas por
expertos cubanos.
Eso mismo que dicen ahora «vamos a apoyar a las personas», «no vamos a
subsidiar las cosas, los productos».Todo eso lo dijeron desde el 2011, el mismo
Marino Murillo, pero nadie se lo creyó. Ahora, en medio de la crisis, nos lo
tenemos que creer. No vayas a creer tú que no hay preocupación. Y la acción
enemiga en las redes sabe eso, y nos tienen al parir, cada vez que el gobierno,
un funcionario del gobierno dice algo. Y si es Marino Murillo, que lo dice todo
tan enredado, lo que viene en las redes es de truco. Dejo eso como la primera
preocupación del sistema económico.
Este tema, del que vamos a llegar a un nuevo modelo de una manera
vergonzante, es un problema, en mi opinión, que va a tener repercusiones en lo
político y en lo ideológico cultural al que me referiré finalmente.
Dejo esto como lo más relevante, para decir lo último, que tiene un pie en la
economía y un pie en la sociedad: si uno examina cuál ha sido el principal
mecanismo de igualación social, el núcleo duro del consenso político de la
Revolución, la expresión suprema del carácter socialista de la Revolución,
etcétera –después que le quitamos todo lo malo que tiene: estatismo,
burocracia, colusión del partido y el Estado; después que quitamos todo eso
que sabemos que acompaña al socialismo real– lo que nos queda es la política
social de la Revolución, la inmensa e increíble, imprevisible obra de un país
pobre del Tercer Mundo que es la obra social de la Revolución.
Yo, desde que salieron los lineamientos, dije –de voz y por escrito– y sigo
diciendo que –cosa que con ironía dijo Murillo en algún momento–: «lo que
algunos llaman salvaguarda». No, no, no, salvaguarda dije yo, porque la
pregunta es ¿dónde están las salvaguardas socialistas de todo esto? Y como el
socialismo cubano termina siendo la educación, salud, cultura, deporte, la
seguridad social, la asistencia social, todo ese paquete, la vivienda, que no se
ha logrado resolver, el pleno empleo, todo eso es la política social de la
Revolución, eso tiene que tener salvaguarda, tenía que haberse comprometido
que todo lo que hiciera el nuevo modelo económico iba a salvaguardar eso. No
frases, la teoría, el pueblo, protegeremos a los más vulnerables… no, no, no, la
política social de la Revolución. Cuando en la Constitución del 40 se discutía,
una de las cosas que logró el Partido Comunista de entonces imponer en la
Constitución es que la educación, por ejemplo, tuviera no menos del cinco por
ciento del presupuesto asignado a la educación, le aseguró a la educación un
porcentaje obligatorio del presupuesto, la ancló, para decirlo en lenguaje
técnico. Entonces, nosotros no hemos anclado la política social, la política
social es la que es, y mañana aparecen los liberales aquí y la recortan, y la
disminuyen, y siempre hay un argumento de necesidad. Entonces, una de las
cosas que más me preocupa a mí es que la política social no está anclada ni
en el modelo, ni en los Lineamientos; y la Constitución de la República volvió a
reconocer que la política social son derechos, pero casi siempre tienen una
coletilla «donde es posible» o «según las circunstancias permitan». Una cosa
así, es un derecho, pero… Entonces, esa es una gran preocupación y, de
hecho, ya estamos percibiendo recortes en la política social que teníamos. No
sé si está claro que la economía nuestra no sostiene la política social que
tenemos. O resolvemos lo económico para poder aplicarla o tenemos que
recortarla. Ahí hay un drama político económico o económico político, y yo creo
que ese drama nos va a acompañar económica y políticamente de aquí al
2025. Sectores y fuerzas presionando para delimitar la política social y sectores
luchando por sostener la política social de la Revolución. O yo me he vuelto
viejo y loco y me estoy engañando con cosas que no existen ni van a existir,
porque la Revolución es invencible, o este es un peligro real que habría que
tener en cuenta. Yo creo que una de las cosas, hablando de valores que tiene
que –no en abstracto, sino en concreto– defender este Centro, es la política
social de la Revolución, en concreto.