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Moda, personalidad mercantil y alienación

Plenaria en la que se intenta explicar por qué el producto más importante de la producción es “la
mercancía con conciencia de sí y capaz de actuar por sí misma... la mercancía humana”, ¿y qué
relación guarda esta “mercancía humana” con la moda y la enajenación?

Por: Mateo Calderón David

Desde la interpretación de Fromm 1 acerca de Marx, los manipuladores de símbolos, entendidos como
hombres-organización, se ven más sometidos a la enajenación que los trabajadores calificados o manuales,
en el sentido de que los primeros tienen la obligación de poner en servicio de la compañía –que hace las
veces de ídolo–, su personalidad, su sonrisa y sus opiniones en pro del consumo del cual ellos mismos hacen
parte, mientras que los últimos no se ven en las condiciones de vender sus cualidades de personalidad, en
tanto que sus funciones son puestas en servicio de fines más concretos. De manera trágica, el hombre-
organización, aun como miembro de la burocracia, hace las veces de mercancía humana y, como tal, debe
ser maleable y dócil en servicio del sistema de consumo. Esto, ciertamente, no es más que una renuncia que
hace este tipo de hombre a sí mismo, en tanto que se olvida de su cuerpo, de su vida y de su humanidad, para
entregarse a fines comerciales irrisorios. Así, pues, en esa evidente enajenación, el hombre mercancía, se
debe comprender débil y atado a su propio cometido, dado que en este no solo se involucran los otros como
manipulados, sino también él como manipulador y como consumidor.
La moda, sin duda, puede considerarse, al menos desde Lipovetsky 2, el lugar donde estriba a todas luces
la mercancía humana. Consecuentemente hemos visto, por ejemplo, cómo el capitalismo, a través de la
moda, se introduce en lo más recóndito del ser del hombre para enajenarlo en sus frivolidades y hacerlo
sentir libre en la atadura a la cual está inscrito. La moda, como se ve hoy, atraviesa a los manipuladores de
símbolos entendidos como mercancía humana, haciendo, por ejemplo, que en los comerciales televisivos nos
vendan un estilo de vida atractivo, tomando como fundamento las supuestas divinidades de diversos
productos, con el fin de que “podamos” encajar en la sociedad moderna de la moda. Esta, así, enajena todo
lo que toca, incluso, como ya se dijo, al mismo manipulador de símbolos. Este último, quien es el que tiene
consciencia de sí mismo, el sistema lo toma como una excelente herramienta para imponer en el consumidor
el consumo despilfarrado de los productos en la medida en que, a través de la venta de su personalidad, hace
ver amigables, eficaces y cercanos todo tipo de superficialidades que reafirmen en el individuo su estar en el
mundo actual. De otro lado, Simmel, G. (1986) 3, contrasta con esto cuando dice que para el hombre “el
deseo de ser otro, de distinguirse y por tanto de hacerse notar… es la única manera de preservar la estima de
sí y la certeza de ocupar un cierto lugar en el seno de la sociedad” (p.7). Dicha postura ratifica el éxito del

Biliografía
Fromm, E. (1962). La enajenación. En: Marx y su concepto del hombre, seguido de los manuscritos económico-filosóficos de Karl Marx.
México: Fondo de Cultura Económica. Pp. 55-69.
2

Lipovetsky, G. (1996) Más allá de las rivalidades de clase. En: El imperio de lo efímero. La moda y su destino en las sociedades modernas.
Barcelona: Anagrama. Pp. 52- 75.
3

Simmel, G. (1986). Las grandes ciudades y la vida del espíritu. Cuadernos Políticos, número 45, México D.F:Era. Pp. 5-10.
hombre mercancía que, a través del uso y y la venta de su personalidad, y de las parciales virtudes la moda,
se enajena a sí y enajena al hombre al gusto y servicio de la producción y el consumo.

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