Está en la página 1de 57

Proxima 2 · OTOÑO

CONTENIDO
EDITORIAL ............................................. Pág. 02

Con un pie en la trampa,


de Hernán Domínguez Nimo
Ilustrado por Fraga ................................... Pág. 04

Dreamtheatre, de Néstor Darío Figueiras


Ilustrado por Pedro Belushi ....................... Pág. 11

Tapa: “Arquero”, de Racrufi


Contratapa: anuncio del próximo número
Robopsiquiatra 10.203.911,
de Ricardo Giorno
Ilustrado por MC Carper ........................... Pág. 22
es una re-
vista trimestral dedicada a la difusión del
género Fantástico y la Ciencia Ficción
El túmulo, de Néstor Toledo producidos en el mundo hispano
Ilustrado por MC Carper ........................... Pág. 31 hablante. Es una publicación sin fines de
lucro. Las colaboraciones no son pagas.
Los autores, tanto escritores como ilus-
tradores, mantienen los derechos sobre
Pasaje de Ida al Agaire, sus obras. Los nombres y situaciones
aparecidos en los relatos son ficticios.
de Eduardo J. Carletti Cualquier semejanza con la realidad es
Ilustrado por Augusto Belmonte .............. Pág. 38 pura coincidencia.

La Lámpara de Diógenes,
Dirección:
de Teresa Pilar Mira de Echeverria Laura Ponce
Ilustrado por Néstor Toledo ...................... Pág. 45
Diseño y Dirección de Arte:
Bárbara Din

ARTICULO: Signos de Madurez, Distribución:


de Néstor Darío Figueiras ......................... Pág. 50 Martín A. Ramos

Correo electrónico:
edicionesayarmanot@yahoo.com.ar
CORREO DE LECTORES ......................... Pág. 53

ILUSTRADORES ..................................... Pág. 55 ediciones ayarmanot

ONDAS FRAGUIANAS.............................Pág. 56

JUNIO 2009
EDITORIAL
LA IMPORTANCIA DE REUNIRSE

Las ventajas que brindan internet y la comunicación a distancia son innegables, sin
embargo nada supera todavía el contacto personal.

Tres meses atrás, justo a tiempo para el lanzamiento de , se


reanudaron las Tertulias de Buenos Aires, que se realizan el primer viernes de cada mes.

Hace poco, el 1ero. de mayo , la revista electrónica NM cumplió tres años y los
festejamos reuniéndonos con su editor, Santiago Oviedo, escritores, lectores y
colaboradores de la revista, con todo y brindis.

Mientras escribo este editorial se está organizando la primera reunión del Club
AVENTURAMA, destinada a que se conozcan entre sí los autores que colaboran con esa
revista, algunos de mucha experiencia y otros nóveles.

También se está organizando una reunión de PORTICOCF, grupo yahoo dedicado a la


Ciencia Ficción. Las reuniones porticanas han incluido memorables asados, salidas al
cine, búsquedas de libros y despedidas de año, y ésta promete no ser menos.

Y lo mejor del caso es que estos nuevos encuentros empiezan a fructificar: han surgido
intercambios, proyectos, colaboraciones...

Y estoy segura de que es sólo el principio.

Vivimos tiempos interesantes, de renovada actividad. Es importante reunirnos. Buscar


la siempre enriquecedora experiencia de consolidar un grupo humano.

Encontrarnos, vernos, mantenernos en contacto y recibir siempre a aquellos que


quieran sumarse para participar, compartir, debatir e intercambiar: Creo que ese es el
camino.

Se está abriendo un nuevo espacio y será lo que hagamos de él.

Laura Ponce
CON UN PIE
EN LA TRAMPA
HERNÁN DOMÍNGUEZ NIMO

"ET es la mejor película de la historia para la familia".


Encuesta nacional realizada por el Channel 4 de Londres

Lo primero que le llamó la atención fueron los nocía casos en que los dientes habían sido más
ojos. Eran su rasgo más humano, de un celeste rápidos que la mano del cazador.
cristalino, siempre abiertos en expresión de —¿Qué voy a hacer contigo? —pensó Jere-
asombro permanente. En ese momento, casi de miah en voz alta, y el extraterrestre lo miró con un
espanto. asomo de miedo en los ojos azules; eso lo hizo
El extraterrestre estaba más asustado que él. reír—. ¡No te preocupes! Yo te voy a cuidar de ti-
Eso fue lo que tranquilizó a Jeremiah. Si el ser pos como McCormick.
podía hacerle daño de alguna manera, no tenía Se sacó la desteñida camisa leñadora, quedán-
por qué mostrarse asustado. Y era evidente que dose en camiseta, lo envolvió y lo alzó a pesar de
no salía huyendo despavorido porque el terror lo las quejas de su vieja espalda, rumbo a su cabaña.
había paralizado.
—No tengas miedo, pequeño —dijo Jeremiah, Esa misma tarde, Jeremiah había escuchado en
apartando los matorrales en los que se escondía. la radio el increíble relato del mayor avistamiento
Sólo había que verlo de cuerpo entero para per- en vivo y en directo, un gigantesco navío espacial
derle el poco temor que podía quedar: no tenía que había aparecido de repente sobre el pueblo
más de un metro veinte, barriga prominente, pa- de Blue Turtle, echando humo por todos lados.
tas muy cortas y una cabeza enorme. Algunos oyentes habían llamado a la radio para
Descubrió que la razón de su estatismo era otra: decir que en realidad la nave estaba a la altura de
una de esas patas estaba dentro de una trampa Chester o de Lorraine. Incluso hubo un lunático
para liebres. que afirmaba estar viéndolo encima de su casa, en
—¡McCormick! —escupió entre dientes. Sólo él Damonhill, en medio de las risas de los de la radio.
era capaz de meterse en sus tierras para plantar —Estos idiotas del oeste —había dicho Jere-
trampas. No lo había creído capaz de volver des- miah entre dientes—. La próxima vez van a decir
pués de su último encuentro. Iba a tener que ex- que el Lago Ontario está en California...
plicárselo otra vez, con más énfasis. La nave flotó a la deriva durante veinte minutos
—Calma, calma. Voy a sacarte de esa maldita antes de explotar en mil pedazos sobre algún lu-
trampa. gar de Bosque Escondido. La radio informó de un
Con mucho cuidado, separó los dientes metáli- pequeño punto alejándose de la explosión, una
cos hasta permitir que la pierna se moviera libre- cápsula de escape dijeron, un paracaídas pensaba
mente. Pero el pie era tan largo y ancho que casi Jeremiah. Y era cierto que sus tierras quedaban
no pasaba por la abertura. algo lejos de Bosque Escondido, pero tratándose
—¿Cómo mierda hiciste para meter el pie acá de extraterrestres, nada era seguro, ¿o sí?
adentro? —dijo Jeremiah y enseguida le largó Igual, la radio nada podía aportarle, muerta por
una sonrisa estúpida; no sabía si entendía inglés, un efecto eléctrico o magnético o algo así, culpa
pero por las dudas mejor no insultarlo. de la misma explosión. El efecto podía durar hasta
Sudó un buen rato hasta que consiguió que el una semana, habían dicho, entrecortadamente,
pie pasara, torciéndolo un poco. La criatura ape- antes de enmudecer.
nas se quejó. Tampoco amagó a huir hacia la es- Hasta donde él sabía, el que estaba en el dormi-
pesura del bosque cuando Jeremiah se entretuvo torio de su casa, entre la cama deshecha y el mon-
para cerrar la trampa con suavidad. Muchos las tón de ropa sucia —que Jeremiah dejaba acumu-
soltaban de golpe, apartando los dedos, pero co- lar varios días antes de acudir al Lavamat del pue-

ProximA | 4
blo—, bien podía ser el único sobreviviente del Jeremiah los miró irse hasta que los árboles ya
accidente espacial. Nuevamente se preguntó, esta no le dejaron distinguir las luces rojas del auto.
vez mentalmente, qué iba a hacer con él. Lo lógi- Entró a la casa y abrió la puerta del armario del
co era llamar a la oficina del sheriff, decirle a Bra- dormitorio. Asomados apenas de una camisa y un
verman o a quien estuviese de guardia que tenía viejo sombrero de paja, se veían los ojos asusta-
esa cosa ahí, que avisaran a quien hiciera falta, y dos del extraterrestre.
desligarse del problema.
Afuera se reanudaron los ladridos. A Casper no
parecía agradarle el visitante, sólo una buena pali-
za lo había callado al llegar. Ahora empezaba de
nuevo, como si él solito llamara al cinturón...
Jeremiah se encaminó a la puerta del frente. Iba
a abrirla cuando resonó un par de aplausos, reno-
vando los ladridos. Espió por el mosquitero. Eran
dos tipos, que Casper mantenía del otro lado de la
pequeña tranquera. Estaban vestidos con lentes
oscuros y piloto, como los del FBI de las películas.
Sólo les faltaba el sombrero y un cartel de publici-
dad.
—¡Ya voy! —gritó y corrió sobre sus pasos has-
ta el dormitorio. Allí se quedó duro al ver que el
extraterrestre abría la puerta del armario y cerraba
tras de sí.
Los aplausos se repitieron, impacientes. Jere-
miah volvió al frente y salió, cerrando una brague-
ta que nunca estuvo abierta.
Buenos días, señores. ¿Qué los trae por acá?
Los dos tipos lo miraron un rato antes de hablar,
como si tomaran medidas. Eran distintos pero No pudo evitar la carcajada, que de a poco rela-
iguales, hasta en el corte de pelo. Jeremiah no jó y suavizó los rasgos de la criatura.
hubiera podido distinguirlos entre sí en una ronda Al parecer, Jeremiah había decidido sobre la
de sospechosos. marcha.
—Somos del Gobierno —dijo uno por fin, pero
sin mostrar ninguna identificación—. ¿No vio na- No era fácil elegir los alimentos adecuados.
da raro en las últimas horas? Vegetales, seguro comía vegetales. Legumbres
—¿Raro como qué? y hortalizas tenía en casa, todo sembrado con sus
El tipo tardó en contestar. propias manos, sin pesticidas —bueno, apenas un
—¿No escuchó las noticias? poco del viejo y servicial DDT, pero nada de semi-
—Nada. Cuando me desperté de la siesta y en- llas transgénicas ni cosas raras—. Agarró frutas:
cendí la radio, estaba muerta. ¿Tienen idea por manzanas, naranjas, pomelos. La única forma de
qué? saber qué podía comer era darle a probar un poco
—Entonces no vio nada raro. ¿Está completa- de todo. Algo debía gustarle. Si no, no hubiera ido
mente seguro? de visita a la Tierra, ¿no?
—Bueno, el panorama cuando me siento en el Estaba convencido de que nadie en todo el
inodoro al día siguiente de comer lentejas es un planeta —o el país— estaba mejor preparado
tanto raro, pero imagino que no es por eso que lo que él para cuidar del extraterrestre. ¿Qué sabían
preguntan. los del Gobierno, con sus sobretodos o sus guar-
El que hablaba volvió a mirarlo fijo, muy serio. El dapolvos, sobre criaturas de otro mundo? No más
otro no dejaba de revolear los ojos acá y allá, mi- que él, seguro. Nadie había visto ninguna hasta el
rando el gallinero, las jaulas de liebres y ardillas, la día anterior. Y ninguno de los animalitos que él
huerta invadida por la maleza. criaba se había quejado alguna vez.
—Muchas gracias —dijo el primero y se fueron De los estantes de conservas llevó carne enlata-
caminando hasta el Chrysler que habían estacio- da, salchicas, papas fritas y —no pudo evitar el
nado unos metros más atrás, sobre el camino de impulso— un paquete de M&M.
tierra.

5 | ProximA
En la caja, Henderson lo miró, sonriente, mien- Apoyado en la tranquera de su entrada estaba
tras sumaba las cosas. McCormick.
—Qué raro usted por acá, Hutton. Nunca apa- —¿Qué pasa? —preguntó Jeremiah para sí
rece hasta la segunda quincena de cada mes. mientras detenía la camioneta—. ¿La radio volvió
—Esta vez la glotonería me jugó una mala pa- a funcionar y anunció en las noticias que Jeremiah
sada y acabé con la despensa antes de tiempo. Hutton tiene un ET en el placard?
¿Le parecía a él, o Henderson lo miraba con un Bajó de la cabina llevando la bolsa de compras,
brillo de desconfianza, como si quisiera sacarle abrió la tranquera y pasó junto a McCormick sin
verdad por mentira? Una mirada no muy distinta saludarlo. Estaba por abrir la puerta del mosquite-
que la de esos tipos del gobierno. ro cuando el otro, que había permanecido junto a
—Pero no se preocupe —le dijo a Hender- la tranquera, lo llamó en voz alta:
son—. Si es por mí, hasta el mes que viene no me —Jeremiah.
ve ni un pelo. Hubo algo en la voz —quizá que lo llamara por
Pagó y salió sin despedirse. Los entrometidos lo su nombre de pila por primera vez en doce
ponían de mal humor. años— que detuvo su ademán empecinado.
De camino al estacionamiento se cruzó con la —¡Ah, McCormick! —giró el cuerpo hacia la
vieja Woods. Jeremiah le había vendido una ardi- entrada y simuló sorpresa—. No te había visto.
lla dos meses atrás, sólo porque sabía que real- McCormick arrugó la cara, como conteniendo
mente la cuidaría. una respuesta enojada. Luego suavizó los rasgos.
—Buen día señor Hutton. —¿Por una de esas casualidades no viste algu-
—Buen día señora Woods. ¿Cómo está Lucila? na de mis trampas? Alguien se metió en mi grane-
—Oh, está muy bien, muy bien... —la anciana ro y...
se quedó en silencio, mirando sin ver. —¿Que sí la vi? ¡Claro que la vi! ¡La pusiste cerca
Jeremiah se preguntó si se habría vuelto senil del arroyo seco! ¡Y ya habíamos hablado de eso!
repentinamente. Apenas tenía un par de años —Jeremiah apretó la bolsa y deseó tener la esco-
más que él. Incómodo, dijo lo primero que se le peta en su lugar.
ocurrió. —No... yo no puse ninguna trampa —
—Parece que todos nos pusimos de acuerdo McCormick parecía confundido.
para venir de compras hoy. —No esperes que te la devuelva. Voy a vender-
La anciana pareció volver de algún lado. la por kilo al herrero. Aunque yo miraría todas las
—¡Ah, sí! Así parece —dijo y se inclinó para mi- noches dentro de las sábanas, antes de meterme
rar dentro de la bolsa de compras de Jeremiah—. en la cama.
No sabía que le gustaba el chocolate, señor Hut- En lugar de devolver el ataque, McCormick du-
ton. dó, girando la cabeza hacia los lados, como si
Jeremiah enrojeció y se puso en guardia. No le buscara algo. A Jeremiah el gesto le recordó de-
gustaba ni el tono ni la mirada suspicaz de la vieja masiado a la visita anterior.
Woods. —Bueno, si eso es todo, tengo muchas cosas
—Es un vicio que me doy de vez en cuando — que hacer, McCormick.
dijo, y con una inclinación de cabeza dio la charla Jeremiah entró y cerró la puerta. Apoyó la bolsa
por terminada. en la mesada de madera tajeada y espió por entre
Puso la bolsa de papel en el asiento de la vieja las cortinas de plástico de la ventanita. McCormick
Ford y se sentó frente al volante. La sensación de aún estaba ahí, mirando hacia un costado. Jere-
ser observado lo hizo volverse. La anciana estaba miah pensó que iba a abrir la tranquera para en-
en mitad de la calle, mirándolo del reojo, pero si- trar y comenzó a rebuscar debajo de la mesada,
guió su camino apenas él se volvió. donde estaba su famosa escopeta —que no fun-
Puso en marcha la camioneta y salió echando cionaba, claro, pero nadie no lo sabía.
humo. McCormick giró y se fue por el camino que lle-
En todo el camino hasta la salida del pueblo, en vaba a su casa.
todos los habitantes que cruzó, adivinó miradas Jeremiah comenzó a vaciar la bolsa, el oído
de sospecha, como si todos en el pueblo olieran atento al interior de la casa, el ojo al exterior. Todo
algo. Pero la sensación de que había algo raro no estaba tranquilo. El ET debía estar en el armario,
tenía que ver con esas miradas. Había algo más, oculto. Sin embargo, la sensación de extrañeza
que Jeremiah no podía precisar. que sintiera al salir del pueblo se había intensifi-
cado. Pero claro, McCormick no podía generar
más que dolores de cabeza.

ProximA | 6
Si algo detestaba de ese sujeto era que se cre- Jeremiah llevaba un rato largo observando al
yera compadre suyo, un hombre del bosque. Su ET, buscando una razón, algo que justificara su
casa estaba a un centenar de metros del final de la comportamiento. No era que los demás no le gus-
Avenida 4 de Julio. Nadie podía considerar bos- taran. Si repetía el proceso de las veces anteriores
que a ese lugar. No entendía por qué insistía en —y Jeremiah estaba seguro que iba a ser así— al
querer vivir de la naturaleza. Había gente apta pa- terminarse los azules y verdes atacaría la pila de
ra eso y otra que no. Que McCormick se quedara los rojos y después la de marrones y amarillos.
en la ciudad, que ahí había nacido. La gula del ET no parecía tener límite. El primer
Observó los víveres desparramados. El colorido paquete, el que había comprado a manera de
paquete de M&M parecía llamarlo. Agarró uno y prueba, había durado tres minutos después del
salió de la cocina, sonriendo. Mientras subía la es- primer bocado dubitativo. Cuando le ofreció las
calera se dio cuenta de qué era lo que le había verduras y las frutas, ni las tocó. Lo mismo con la
molestado todo el tiempo: de todos los que se carne y el fiambre. Parecía una máquina de comer
había cruzado en el pueblo, ninguno había men- confites de chocolate.
cionado el avistamiento. Con la cabeza gacha, había llevado la camione-
ta hasta lo de Henderson. No quería escuchar
Un dedo ancho y largo como un grisin separaba preguntas, pero la vergüenza se esfumó cuando
los rojos hacia un montón a la derecha. Otro, vio el estante vacío.
agrupaba los marrones y los amarillos a la izquier- —¿Dónde están los M&M? —le preguntó, fu-
da. Los azules y los verdes iban a parar a la boca rioso.
sin escalas. En ese momento, aunque aún faltaba —Me los llevaron todos —dijo Henderson, con
un par de horas para el amanecer, el gallo idiota una sonrisa apenas disimulada.
cantó una vez, por las dudas. —Pero...¡la góndola estaba llena! —dijo Jere-
miah antes de llamarse a silencio. Era obvio que
Henderson había escondido todos los paquetes.
Un mes atrás había hecho lo mismo con las hoji-
tas de afeitar "Legend", las que él solía comprar.
"Ya nadie usa esa antigüedad, Hutton; cómprese
una Gillette" le había dicho. Fastidiarlo era su me-
jor deporte, y se aprovechaba de que los otros
almacenes eran demasiado pequeños y de acceso
incómodo.
Desesperado, había salido a recorrer los más
cercanos. No había un solo paquete. "No me que-
dó ninguno" y "Se me acabaron" fueron las res-
puestas en el almacén de Lloyd y en lo del maldi-
to mexicano, Lorenzo. La paranoia de Jeremiah
engrendró imágenes de Henderson hablando con
ellos para que vaciaran sus estantes, pero sacudió
la cabeza para espantarlas como moscas moles-
tas.
Encontró M&M cerca de la medianoche, en una
gasolinera a la salida de la interestatal. Dos paque-
tes marrones se acurrucaban en el fondo del es-
tante. Jeremiah manoteó los dos y casi se va sin
pagar, tan en su derecho se sentía por haber ha-
llado su tesoro.
Ahora, contemplando al ET devorar la pila de
color amarillo, se preguntó si Spielberg habría co-
nocido uno igual. No lo creía. Seguramente los
científicos dirían que había una razón química o
algo así por la cual el chocolate les gustaba. Y to-
dos sabían cuál era el chocolate más rico. El pro-
blema lo iba a tener Jeremiah al día siguiente. No
imaginaba adónde ir a comprar más.

7 | ProximA
Se acomodó en el sillón con los ojos cerrados, Intentó llegar hasta la cocina pero en el trayecto
expresando en voz alta el quejido de dolor de su el piso se le vino encima y golpeó contra la pared
espalda. Manejar todavía era una experiencia pla- antes de terminar tirado. Todo el lugar daba vuel-
centera, pero el esfuerzo que le generaba girar el tas como en la peor resaca de su vida. Luchando
pesado volante de la Ford siempre lo sentía des- con las punzadas de dolor se puso en cuatro patas
pués. Y ese día había manejado mucho más que y gateó hasta la cocina, como si en sus épocas
en todo el último mes. Además, ya casi estaba mozas buscara el inodoro para vomitar.
amaneciendo y no había dormido nada. En parte Allí no estaba el ET. Pero el olor...
por la maratónica vuelta que había dado para en- A veces el piloto automático toma el control en
contrar los M&M. el momento adecuado. La mente de Jeremiah es-
Pero también —tenía que admitirlo— porque taba perdida en el limbo y sin embargo, sus ojos
no le gustaba la idea de dormirse con ese bicho terminaron fijándose, por alguna razón, en las pe-
dando vueltas por ahí. El ET no parecía necesitar rillas de la cocina. Tardó un buen rato en darse
dormir. Tampoco ir al baño, sólo comía. Había cuenta de que estaban abiertas al máximo. Y él no
pensado encerrarlo en el armario, pero no le pare- recordaba haber abierto ningún fuego...
cía nada cortés. Y después de verlo tirado en el Gateó como pudo hasta la puerta del fondo, se
piso, comiendo confites como un nene goloso, no incorporó agarrándose del marco y al abrirla se
se le ocurría qué podía tener de peligroso esa cria- desplomó afuera. Pensó que iba a desmayarse,
tura. pero el aire fresco —y oxigenado— era una bolsa
Algo rozó su espalda y lo sobresaltó. Abrió los de hielo aliviando el dolor de cabeza.
ojos. El ET había abandonado los M&M y se había Se quedó un rato ahí, tirado, hasta que todo de-
acercado por atrás. jó de dar vueltas, el corazón se apaciguó y fue ca-
—Auch —dijo el ET, y no el dedo sino toda la paz de sentarse sin que nada empeorara.
mano se encendió como una bombita naranja. Cuando su mente fue capaz de hacerse cargo,
Más por sorpresa que por confianza, Jeremiah el piloto automático se desconectó.
lo dejó acercar la mano iluminada a su espalda. El El ET abrió todas las hornallas pensó.
alivio fue casi inmediato. La sensación de calor La idea le parecía ridícula. Pero estaba seguro
irradiaba desde la palma y se deslizaba como un que él no lo había hecho. Ni bebiendo el licor de
bálsamo por su piel y sus músculos maltrechos. Lovitt podía hacer semejante estupidez. Hasta un
—¡Oh, sí, Spielberg. ¡Te he pillado de veras! No niño sabía lo peligroso que podía ser. Si no te ma-
hay nada de imaginación en tu película... taba alguna chispa juguetona, lo hacía el mismo
Jeremiah se acostó boca abajo y lo dejó hacer. gas.
Claro. Pero el ET ni siquiera era un niño. Nunca
Oh, Dios... le habían dado una buena paliza por jugar con
Si no dejaba de beber el licor del viejo Lovitt, fósforos o con hornallas.
iba a terminar por matarlo. Su cráneo ya debía es- La risa brotó como un suspiro primero, y lo sa-
tar partido, abierto como una sandía reventaba, cudió un buen rato.
por la forma en que le dolía. Se incorporó hasta —¡Dios, qué cerca estuviste esta vez, Jeremiah
sentarse, con los ojos aún cerrado, esperando a Hutton! —dijo al fin, incorporándose del todo.
que el dolor en las sienes —¡esa terrible palpita- Se acercó a la puerta de la cocina y, tomando
ción!— remitiera un poco. Unos minutos, horas o una buena bocanada de aire, se metió. Un mo-
segundos después, se redujeron a latidos sordos, mento después las cuatro hornallas estaban ce-
pero aún dolorosos, como si el corazón quisiera rradas. Jeremiah trabó la puerta y abrió las venta-
avisarle que, a pesar de que Jeremiah no lo cuida- nas. En la sala principal, fue abriendo de a una to-
ba, él aún estaba ahí, haciendo su trabajo: mante- das las ventanas. Todo había estado completa-
nerlo con vida. mente cerrado. La atmósfera era irrespirable. En
Abrió los ojos. Y al ver los M&M desparramados ese instante comenzó a preocuparse por la suerte
por el piso recordó que no había tomado ningún del ET. Quizá él sí se había sofocado.
licor. Se dio vuelta para ir a buscarlo a la habitación y
¿Por qué ese terrible dolor de cabeza entonces? casi se lo lleva por delante.
Se levantó de golpe y los latidos redoblaron, —¡Oh, ahí estás! —el ET estaba extrañamente
como si quisieran anunciar su aparición en la are- rígido, como si no pudiera moverse—. ¿Estás
na de un circo. Esperó un momento con los ojos bien?
cerrados, a que apaciguaran. Jeremiah se acercó agachado, para verlo mejor,
¿Dónde estaba el ET? pues hasta su piel le parecía pálida, y el ET blandió

ProximA | 8
una cuchilla que pasó a escasos centímetros de su McCormick le había preguntado por una de
estómago. ellas y él había pensado que se estaba burlando.
—¿Qué diablos...? —empezó Jeremiah, parali- Lo más probable era que el ET la robara del cober-
zado por la sorpresa. tizo de McCormick.
¿Para qué, por amor de Dios?
Para que pareciera desvalido. Para que nunca lo
imaginara capaz de atacarlo con sus garras. Ni con
una de sus cuchillas.
La imagen del ET metiendo un pie adentro de la
trampa se instaló en su mente y Jeremiah no tuvo
fuerzas para echarla.
Rodeó una hilera de abetos y apareció la caba-
ña. Sin perder un segundo ni para mirar atrás, co-
rrió hasta la puerta que daba a esa parte del bos-
que, la abrió —allí sólo se cerraban las puertas
con candado al partir de vacaciones, y eso nunca
sucedía— y se metió.
—¡Dios!
El olor a gas era terrible.
Jeremiah cerró las llaves del gas y abrió las ven-
tanas rápidamente. Esperó unos momentos a que
el fresco del aire se hiciera dueño de la cocina y
recién entonces fue hacia la sala. No se sorprendió
al tropezarse con el cuerpo de McCormick, tirado
cuan largo era en el inicio de la escalera que lle-
vaba al sótano.
La sorpresa se la llevó al girar los ojos y descu-
El ET avanzó con el cuchillo hacia adelante, bus- brir al ET en medio de la sala.
cando su pierna derecha. Jeremiah saltó hacia Estaba de espaldas, con la cabeza inclinada a un
atrás y comenzó a correr, primero hacia la cocina y costado, como si escuchara un secreto. Al parecer,
luego saliendo por la puerta abierta hacia el patio. no se había movido mientras Jeremiah golpeaba
Allí se detuvo apenas, volviéndose para ver al ET las puertas y ventanas de la cocina. Pero apenas se
aparecer por la abertura a una velocidad pasmosa. quedó allí, petrificado, en silencio, se volvió hacia
Sin dudarlo ni un segundo, Jeremiah se internó en él.
el bosque a la carrera. —¡Es imposible! —gimió Jeremiah—. ¡No
Corría y corría, trastabillando como un chiquillo puede haber llegado antes que yo!
con raíces y pozos cubiertos de hojas podridas. El ser comenzó a avanzar hacia él y descubrió
Toda su carrera era como una larga caída hacia que no era su ET.
adelante, que nunca llegaba a concretarse. No se Éste llevaba una bata pequeña, de seda algo
oía ningún otro ruido que el de sus pisadas torpes deshilachada, con las iniciales MC bordadas a
y agotadas, el de su respiración agitada. La cabeza mano. Pero además, su rostro era... distinto. Se pa-
había vuelto a latirle y el pecho se negaba a seguir recía a...
haciéndolo. A McCormick, pensó divertido, y la risa casi se le
Pocas veces se animó a volver la cabeza, por escapa de la boca desencajada. Se parece a
miedo a tropezar y ser incapaz de volver a levan- McCormick.
tarse. No pudo ver al ET siguiéndolo. Ni siquiera Retrocedió hacia la cocina, tropezando apenas
una sombra fugaz. con una banqueta que estaba junto a la mesita
Quizá lo había perdido. Al principio, había corri- del teléfono. Instintivamente levantó el tubo del
do como un loco, sin ton ni son, sin dirección. Al aparato pero la línea estaba muerta.
final, había enfilado hacia la cabaña de McCor- El latigazo de dolor en la pantorrilla le hizo olvi-
mick, la primera construcción de camino al pue- dar el teléfono, que cayó y rebotó un par de veces
blo. Ya estaba cerca. Jeremiah reconoció algunos en el piso de madera como un yo-yo sin dueño.
de los árboles marcados por el cazador, donde Atrás estaba ET, su ET, sosteniendo la cuchilla
solía plantar sus trampas. ensangrentada.
Las trampas.

9 | ProximA
Jeremiah dio un paso hacia un costado, para El golpe había arrancado también parte de la
alejarse de ambas criaturas, pero hubo un chas- piel de aquel ser. Y mientras el ET se agachaba,
quido de rama seca y su pie se dobló como si al- Jeremiah observó fascinado los diminutos servo-
guien le hubiera sacado los huesos del interior. mecanismos metálicos que se accionaban para
Jeremiah cayó al piso una vez más. Intentó levan- recoger otra vez el cuchillo.
tarse pero la pierna derecha no obedecía. En la La maldita cosa era un robot.
pantorrilla comenzaba a formarse una mancha Había estado dando de comer M&M a un maldi-
oscura. to robot.
El ET le había cortado el tendón de Aquiles con Mientras la risa frenética comenzaba a instalarse
su propio cuchillo. y a sacudirlo, Jeremiah no pudo dejar de notar, al
Por primera vez afloró a su mente algo parecido verlo cada vez más de cerca, el leve parecido que
a la furia, algo que pudo sobreponerse un poco al su ET tenía con el tipo que veía cuando se afeita-
pánico que lo dominaba por completo. ba.
—¡Maldito bicho del demonio! —gritó y aga- Aquello redobló la risa.
rrando lo primero que encontró, que afortunada-
mente era el duro tubo de baquelita del teléfono,
lo revoleó contra uno de los extraterrestres —su © Hernán Domínguez Nimo
ET—, arrancándole el cuchillo de la mano.
Entonces Jeremiah se quedó paralizado.

Hernán Domínguez Nimo nació en Buenos Aires en 1969. Trabaja en publicidad y es un talentoso escritor.
En el 2003 ganó el Concurso Fobos (Chile) con “Moneda Común”. Sus cuentos han sido tradu-
cidos al inglés y al francés, y han aparecido en antologías y en revistas digitales de Argentina,
España, Chile y Venezuela.

ProximA | 10
DREAMTHEATRE
NÉSTOR DARIO FIGUEIRAS

A Ángel Arango, por llevarme a Monotonía


tan sólo para despertarme.

“Percibió cómo iba reconstruyéndose,


en la grata y creadora sensación, y recuperando su integridad.
En la grata y creadora sensación de la vida.”
(“El extrapolado”, Ángel Arango)

1. Rompecabezas culpas por no haber podido estar en el entierro,


es que llegué de viaje hace dos días…
Finalmente Luciana me había traído de regreso ¿Lo de tu esposo? ¿Entierro? Muy extraño,
a casa. Habían sido dieciocho los meses de in- pensé.
ternación en el hospital aeronáutico, cinco de Luciana nunca había levantado el mensaje. Pe-
ellos en estado comatoso. Aunque las numero- ro lo más asombroso fue que, al encender el
sas cirugías y los meses arduos de rehabilitación grabador delante de ella, dijo que sólo escucha-
ya habían pasado, mi vida se había transformado ba el siseo de la cinta virgen.
en una sucesión de percepciones confusas y alu- —¡Si hace más de un año que no hablo con
cinaciones extravagantes. Celestina, Reinaldo! —exclamó angustiada—
Lo primero que me alarmó fue el mensaje en el ¿Que me pide perdón por no haber asistido a tu
contestador del teléfono. Es curioso, ahora que entierro? —me abrazó, y yo sabía que estaba
lo pienso, el modo en que me dirigí hacía el apa- tratando de contener las lágrimas—. ¡Pobrecito,
rato de plástico el día que regresé, como si de- mi amor! ¡La explosión fue terrible, pero te sal-
biera revisar las llamadas recibidas durante el año vaste de milagro! ¡Ahora estás vivo, vivo aquí
y medio que había durado mi convalecencia. Fue conmigo! Es obvio que las secuelas han sido…
algo mecánico. Ni siquiera un accidente capaz más severas de lo que los médicos creían… No,
de llevarnos a las puertas de la muerte puede su- no hables —se anticipó a mi réplica y se frotó
primir las conductas repetidas, los actos mi- los ojos llorosos. Luego metió sus manos debajo
núsculos que vuelven a llenar nuestra cotidia- de mi camisa y comenzó a rascarme la espal-
neidad interrumpida fatalmente. da—. El doctor Estragali nos advirtió acerca de
La grabadora reproducía: este tipo de alucinaciones…
—Hola, Luciana, soy Celestina… ¡Lamento Paulatinamente, las caricias fueron tornándose
profundamente lo de tu esposo…! Te pido dis- más vehementes y sensuales.

11 | ProximA
—Él prescribió claramente que debes abocarte Soñaba reiteradamente con pedazos de cuer-
a actividades relajantes cuando tus sentidos se pos que se chamuscaban. O los veía con el ojo
ofusquen —sentenció, sonriendo con picardía, y de mi mente dañada. No lo sé con certeza, por-
ya estaba desabrochándome el pantalón con que a menudo no podía distinguir la vigilia del
avidez al notar mi excitación—. Y el sexo, mi sueño. Siempre emergía transpirado de esas te-
vida, es la mejor de todas las actividades relajan- rribles visiones; gritando y pataleando sobre una
tes… cama matrimonial nueva, de algarrobo, de esas
Mientras se acuclillaba frente a mí, la observé que a mí siempre me habían gustado. Luciana
con curiosidad. Y también a mi miembro, que se nunca había querido una así.
irguió rápidamente, enrojecido y húmedo. Por lo —El algarrobo es muy pesado—, decía con
visto, mí libido estaba intacta, aunque ahora pa- ese tono que zanjaba todas las cuestiones a su
recía actuar en forma solitaria, como si se tratase favor. Ella siempre había querido tener muebles
de una fibra ajena, de una fuerza que no depen- de madera laqueada.
diera de mí. Era como si estuviera mirando una Pero más extraño que el nuevo mobiliario del
película pornográfica: estaba excitado, pero yo dormitorio era que Luciana me hablaba de mis
no era el protagonista, sólo un espectador. Se- pesadillas constantemente, refiriéndome cada
guía comprobando con asombro cómo algunos detalle, aunque yo nunca le hubiera contado na-
instintos habían sobrevivido al coma, a diferen- da acerca de ellas. Mi mal disimulada perplejidad
cia de otras cuestiones, más frágiles, que pare- sólo conseguía que ella continuara prodigándo-
cían no haber resistido. Ahí estaban, por ejem- me cuidados maternales. Combinaba esa protec-
plo, las grandes extensiones de mi memoria que ción desmedida con intensas maratones sexua-
habían quedado desoladas como eriales… ¿Las les, desinhibidas y fogosas, que hacían palidecer
alucinaciones vendrían a florecer en esos baldíos la vida íntima que teníamos antes del accidente,
de mi mente? tan insatisfactoria y monótona.
No había una respuesta cierta. Ahora todo es-
taba sumido en una extrañeza terrible. Pero ese
desconcierto no sólo provenía del exterior, sino
que también me anegaba desde adentro. Era III. Estroboscopios y peces anaranjados
como si mi ser estuviese desencajado; como si
un rompecabezas se hubiera vuelto a armar con Tres semanas después de mi regreso, dejé caer
prisa, el apuro de una parte recóndita de mí que torpemente la pecera, ésa que nos habían rega-
quería seguir viviendo, no importaba cómo. lado mis suegros. Recuerdo que Luciana se puso
Ahora las piezas estaban toscamente rejuntadas, furiosa, y me puteó a los gritos, hasta que final-
sin llegar a ensamblarse entre sí con precisión. mente se largó a llorar, arrepentida, y empezó a
Ese disloque se sentía hasta cuando me movía. regalarme otra vez esos mimos desbocados que
Yo no era el mismo de antes, era otro. Y Luciana terminaban inexorablemente en la cama. O en la
también era otra. Un hecho como el que nos cocina. O en al baño. Lo mismo daba. En esa
había tocado vivir tenía que cambiarnos inexora- ocasión me tumbó de espaldas sobre el suelo del
blemente. living, sin importarle ya la pecera. A la vez que
Al menos algo era seguro: una parte de mi se contorsionaba acaloradamente sobre mi cuer-
quería seguir viviendo. po, se deshacía en lágrimas de perdón.
A esa conclusión tranquilizadora había llegado —El psicólogo que me recomendó Estragali
mientras Luciana seguía afanándose tenazmente dice que padezco un típico trastorno bipolar ci-
con la boca y las manos. La dejé hacer, y me tra- clotímico, causado por el trauma del accidente
gué de un sopetón una de las píldoras que me —se excusó—. En contra de su consejo, sus-
había recetado Estragali. pendí las sesiones para estar más tiempo conti-
Traté de no pensar más, abandonándome a las go, pero parece que sigo necesitándolas…
oleadas de placer. Entre gemidos, me prometió que nunca más
volvería a gritarme y que continuaría haciendo
terapia, y siguió moviéndose implacablemente.
Quise hablar, quise decirle que un pedazo de
II. Con el ojo de la mente vidrio se me estaba clavando bajo el hombro de-
recho. Miré a ras del suelo, como buscando ayu-

ProximA | 12
da, y vi algunos peces anaranjados que boquea- la escena cobró vida. La bandera flameó bajo el
ban a mi lado, mientras ella gritaba a viva voz, viento de un día borrascoso, chasqueando con
entre convulsiones frenéticas. Y entonces otra violencia. Las hojas húmedas de los árboles vola-
vez la explosión, un estroboscopio que barajaba ron y se adhirieron a los impecables trajes azu-
espasmos de placer y dolor. Pedazos de carne les. Los paraguas de los espectadores se agita-
requemándose. Llamas voraces que se metamor- ron, tratando de atajar la garúa arrojada por el
foseaban en los pechos de Luciana restregándo- viento. Apenas se escuchó el fragmento de un
se sobre mi cara. Mi coherencia perecía junto ininteligible discurso, ahogado por el retumbar
con los peces agonizantes. de las salvas y la estridencia de las trompetas
que rendían honores póstumos. Luego se descu-
brió un extenso mural repleto de placas recorda-
torias. En ese punto la secuencia comenzaba
nuevamente. El epígrafe rezaba: “Se inaugura
monumento erigido en memoria de las víctimas
del devastador ataque aéreo al Vaticano, perpe-
trado el 30 de septiembre de 2019”. Al píe de la
nota estaban reproducidos todos los epitafios
del mural, dedicados a los que habían caído he-
roicamente bajo el fuego de la fuerza aérea terro-
rista. Un impulso apremiante hizo que los leyera
todos.
Me sobresalté cuando leí: “Teniente Reinaldo
David Cayal. Q.E.P.D. Siempre serás recordado
por los pilotos del escuadrón Cóndor”.
El mundo inconsistente, carente de encastres
sólidos, fraguó de golpe. Mi memoria fue sacu-
dida por los recuerdos que habían sido deporta-
dos, y que ahora volvían como hijos pródigos.
Unos animalillos escurridizos que se habían can-
sado de jugar en sus madrigueras, y habían deci-
dido asomar sus cabezas sucias, todos a la vez.
Mis recuerdos caprichosos estaban abriendo bo-
Recuerdo que a partir de ese momento, todos quetes en la faz de mi mente para mostrarse al
nuestros encuentros sexuales siempre fueron fin.
acompañados por los destellos interminables de Las imágenes incandescentes volvieron, y em-
una furia de fuego. Veía brazos, piernas y torsos pecé a gritar. Mis sienes palpitaban dolorosa-
que eran desintegrados en segundos. Las impre- mente. Y entonces me desmayé, y tuve una re-
siones pasadas y presentes se fundían, sincroni- gresión. O al menos eso creo. Regresión, fuga, o
zadas en una gran evocación híbrida. visión… No sé cómo llamar a esa experiencia. Lo
único que sé es que reviví con precisión minu-
ciosa el ataque aéreo mencionado en el periódi-
IV. Cuando el mundo fragua de golpe co. Ya no se trataba sólo de recordar, porque los
recuerdos normales parecen proyectarse como
Pero lo que me desquició por completo fue la diapositivas; y los fragmentos filosos de los
nota en el periódico. En una de las hojas satina- míos, hasta ese momento, me habían embestido
das que estaba usando para envolver los frag- como una granizada violenta de flashbacks. Pero
mentos de la pecera, descubrí la foto de una ce- lo que me sucedió luego de leer mi propio epita-
remonia militar, impresa a todo color. Una vein- fio fue algo más complejo que la simple evoca-
tena de oficiales uniformados se formaban, im- ción. Todos mis sentidos fueron secuestrados
pávidos, bajo el águila de cabeza blanca de una por una vivencia aplastante. Fui envuelto por el
enorme bandera de los Estados Mancomunados. cúmulo de todas las sensaciones vividas en las
Compulsivamente, rocé con la yema de los de- horas previas al accidente. Una recopilación de
dos la banda negra que enmarcaba la imagen y hechos inexorables que no podía cambiar: como

13 | ProximA
testigo de mi muerte, sólo asistía a un encade- do. ¡Ese maldito camuflaje centellante! La voz de
namiento de sucesos ciegos e inapelables que Larson sonó desesperada a través de la radio:
me habían apresado en una ruta ya trazada. —¡Veo la estela de un Áspid detrás de ti,
Reinaldo!
El HUD me mostró el misil buscador. Me per-
seguía, implacable. Aferré la palanca de mando
V. El hálito de un dragón con fuerza, aunque el pulso me temblaba. Esperé
un instante, y en el momento preciso viré brus-
El amanecer había presagiado un día radiante, camente. El misil pasó de largo, desorientado
pero a las cero novecientas la luz del sol de Ro- pero aún hambriento. Pude ver como se estrella-
ma se había opacado por causa de los bombar- ba en unos de los flancos de la formación cerra-
deros-espectro. Los receptores de radar sólo ha- da de bombarderos. Grité alguna palabrota, y
bían detectado una señal débil, no más intensa Larson me coreó:
que la que produce una bandada de mirlos. La —¡Coman su propia mierda, hijos de puta!
alarma hizo retemblar todo el emplazamiento de Inmediatamente solté una lluvia de chaff in-
hangares camuflados cuando ya era demasiado termitente, que se esparció como un enjambre
tarde. de abejas furiosas, ondulando y fluctuando en el
Corrí hacía mi Tornado con dificultad, a causa aire para enmarañar los pulsos de radar de nue-
del traje NBQ. El capitán Benjamín Larson, mi vos misiles.
punto, ya estaba maniobrando en la pista. El combate nos sumergió en su vértigo deliran-
Cuando yo trepaba por la escalerilla me saludó, te. Todos los pilotos del escuadrón Cóndor bus-
levantando los dos pulgares. Asentí y me instalé caban derribar a los enormes bombarderos, al
en la cabina. Los motores estaban calientes. Ve- mismo tiempo que intentaban evadir los ataques
rifiqué los sistemas de navegación y de armas, y fulminantes de los cazas. No todos lograron es-
el nivel de combustible. Sin perder más tiempo capar de los Áspid, como Clarkson y Beluccini.
en comprobaciones menores, coloqué el morro Los pedazos de sus Tornados se esparcieron
en la cabecera de la pista y aceleré con el pos- como esquirlas llameantes.
quemador encendido. Despegué luego de un ca- Castelgandolfo y Palestrina habían corrobora-
rreteo corto, con Larson pegado a mi cola. La do las sospechas de los controladores: los bom-
voz metálica del controlador no paraba de lle- barderos se dirigían a Ciudad del Vaticano. Pero
narme los oídos con indicaciones, la mayoría de detenerlos era casi imposible, porque los radares
ellas inservibles. Era imposible seguir los infinitos y telémetros láser de nuestros aviones eran inúti-
vectores que el ordenador escupía sin cesar: los les a la hora de conseguir blancos. Intenté calcu-
espectros habían llenado el cielo como una lar la posición de uno de los espectros a ojo,
manga de langostas bíblicas. Pero no sería tan guiándome por la estela que emitían sus toberas,
simple como disparar al montón. abiertas al máximo a causa de la postcombus-
El puesto de información de Castelgandolfo tión. Había que apuntar con todo el avión, como
confirmó que se trataba de otra incursión aérea si uno volara a Mach 1,8 sobre un enorme rifle
terrorista. Mierda, pensé. ¡Fundamentalistas is- aerodinámico. Oprimí el botón rojo, rezando.
lámicos volando en espectros! Imaginé a los je- Fue entonces cuando oí a Larson desgañitándose
rarcas en los cuarteles subterráneos, devanándo- a través de la radio:
se los sesos: ¿quién había puesto en manos del —¡Tienes otro Áspid encima, Reinaldo! ¡Eyec-
terrorismo la última tecnología de baja detectabi- ta! ¡Iré a buscarte! ¡Eyecta!
lidad? Me había distraído, y ya era tarde para hacer
Desde sus entrañas, la nube opalina que oscu- alguna maniobra evasiva. Apenas pude perca-
recía al sol vomitó decenas de puntos resplande- tarme de que mi disparo había hecho blanco en
cientes, que destellaron como espejismos: una la popa del bombardero. No había tiempo para
formación de cazas-espectro, que se lanzaron festejar. Tiré de la anilla amarilla y negra con to-
sobre nosotros velozmente. Mi punto y yo vira- das mis fuerzas, y cerré los ojos.
mos a babor, abriéndonos en una curva amplia. Nada pasó. La cuerda detonante de la cubierta
Cuando enfilamos nuevamente hacia los bom- cristalina permaneció intacta; la butaca, inmóvil.
barderos, descubrí que mi radar los había perdi- Durante esos instantes fugaces, resultó muy
curioso contemplar como una desesperanza es-

ProximA | 14
pesa pareció fluir por mis venas, muy lentamen- que lo habían mantenido “a flote” dentro del
te. Observar mi inacción, y comprobar que había Dreamtheatre. El doctor le explicó sucintamente
presentido la inutilidad de intentar alguna otra que la recapitulación letárgica de los hechos
cosa me llenó de tristeza. Había un agotador neurosimulados se debía a la conclusión de la
desdoblamiento de sensaciones, un delay ma- hipnofase. Le comentó que, una vez que se ce-
chacante y furioso que plagiaba las emociones rraba el sarcófago, se debía situar en estado hip-
vividas durante la regresión. En esos intervalos nofásico a la mente del anfitrión somático para
fatigosos era consciente de que no sólo estaba correr la neurosimulación.
muriendo, sino que también estaba presencian- Beltrame entornó los ojos enceguecidos, sin
do mi muerte. poder prestar mucha atención. Se sentía como si
El misil aire-aire inteligente golpeó en la cola un gigante lo hubiese regurgitado y abandonado
de mi caza. Durante un lapso infinitesimal pero en medio de una infinita planicie gris, cubierto
eterno, pensé en Luciana. Deseé con desespera- de espumarajos. Un recuerdo lejano se abrió pa-
ción que las cosas hubieran sido de otro modo, so hasta él, remontando una marea arrolladora:
justo antes de que el fuego me tragase, como si su madre, sentándolo en el regazo cuando niño,
me hubiera alcanzado el hálito ardiente de un contándole como el profeta Jonás había sido
dragón… vomitado por un pez inconcebible sobre una
playa que él siempre había imaginado de arenas
púrpuras. La evocación involuntaria le produjo
un dolor palpitante. Se masajeó las sienes, se
VI. Ciegamente apretó la cabeza afeitada. Sus dedos resbalaron
sobre los restos del gel grasoso que se le encos-
… y Luciana vino corriendo, trayendo las píl- traba sobre la frente. Entonces sollozó afligido
doras y un vaso con agua. Los rechacé. Ella co- por la pena que inflamaba la totalidad de ese
menzó a acariciarme como siempre. Pero sus pozo, al que lo habían arrojado sin consultarle si
manos opresivas y anhelantes me irritaban pro- quería regresar:
fundamente, me quemaban; y otra vez me en- —¡Santo Dios! La maté a golpes… —su mira-
volvió el infierno. La explosión se dilataba en un da reflejó todo el desconcierto que le producía el
tormento interminable. Manoteé ciegamente, mundo contrahecho en el que había despertado.
tratando de alejar de mí el ardor, de desasirme de
las desgarradoras fuerzas que querían desmem-
brarme. Ella gritaba, y yo sólo quería sacarme de
encima el fuego que me lamía el cuerpo.
Empecé a golpearla.

VII. Todas las capas de la realidad sobre los


hombros

—…y parece que… ¿la maté? ¡No! ¡Por Dios!


¿La maté a golpes…?
Jonás Beltrame había terminado de recitar sus
recuerdos, una letanía desgranada con voz ronca
y monocorde. Despertó asustado, con el interro-
gante colgando de los labios temblorosos.
El doctor que estaba sentado a su lado le ha-
bló con serenidad:
— Jonás. Trate de tranquilizarse.
Se encontró recostado sobre una camilla, el
cuerpo desnudo y empapado con gel virtouch.
Enfermeros vestidos con batas verdes comenza-
ron a extraerle los innumerables cables y tubos

15 | ProximA
—Calma, Jonás. —insistió el doctor. Y, mien- dido continuar según lo preestablecido, el recha-
tras hacia rebotar sobre su pecho el pulgar iz- zo que Reinaldo sentía por Luciana habría cam-
quierdo, continuó: biado con el paso del tiempo. Ella habría dejado
—Yo programé los esquemas de conducta. de lado su conducta posesiva y sobreprotectora,
Usted no es responsable de ninguno de los y él otra vez se habría enamorado profundamen-
acontecimientos ocurridos en la neurosimula- te de su esposa. Entonces, juntos habrían empe-
ción. Estos incidentes están perfectamente am- zado a vivir su cuento de hadas particular, olvi-
parados por la ley: aquellos que se someten al dando para siempre el accidente, y también el
Dreamtheatre autorizan la práctica de “ajustes” primer fracaso de la relación. Habría sido usted
necesarios cuando firman el contrato previo. Us- condecorado, retirándose del servicio activo de
ted lo hizo antes de entrar al sarcófago, ¿recuer- la Fuerza Aérea de los Estados Mancomunados
da? para transformarse en una leyenda viviente. Ca-
—¡Ajustes! ¡Si, por supuesto! Pero, ¿matarla? sado con una mujer hermosa y afectuosa, vi-
¡Dígame por qué tenía que matarla! Era tan boni- viendo en una mansión en las afueras de la ciu-
ta… —miró con desazón el sarcófago blanco dad. Luego habrían llegado los hijos… Y bueno,
donde yacía Luciana. Permanecía cerrado, y ya ¿qué más? Mi equipo de Programadores y yo hu-
no zumbía. El que él había ocupado estaba a su biéramos tenido que seguir escribiendo el guión
lado, y ahora se encontraba abierto, mientras los de su vida flamante. Seguramente lo hubiéramos
asistentes lo higienizaban enérgicamente. metido en política, una candidatura a la gober-
—Bonita. Sí. Y también apasionada, ¿eh…? Es nación, o algo así. Y hubiéramos tenido que in-
un caso típico. Se trata de uno de los compor- troducir algunas situaciones dramáticas: no hay
tamientos más comunes en esa clase de viudas vidas perfectas. Un hijo adicto al crasher. Una
jóvenes y maníaco-depresivas. Muchas de ellas hija anoréxica. Un intento de secuestro… Hay
ansían desesperadamente una segunda oportu- cientos de escenas típicas. Pero siempre cuida-
nidad, después de un matrimonio frío y falto de mos que todas conduzcan al happy end tan an-
afecto —hizo una pausa—. Su relación con Lu- siado por aquellos que llenan las miles de solici-
ciana ha sido fugaz pero ardiente, Jonás—. Y le tudes que nos llegan por mes.
guiñó un ojo. —¡Pero todavía no responde a mi pregunta,
A Beltrame la frase le oprimió el pecho, como doctor! ¿Por qué tuve que matarla? ¿Por qué pro-
si las palabras mordaces del doctor no sólo hu- gramaron que su esposo la moliera a trompadas,
bieran hecho vibrar sus tímpanos, sino que tam- por Dios?
bién se le hubieran tatuado a punta de aguja so- —Le suplico que intente tranquilizarse, Jo-
bre el miocardio. nás—. El doctor recordó las conclusiones del
—No entiendo… informe previo emitido por los Terapeutas Prolo-
—Permítame adivinar: no entiende por qué guistas: el perfil psicológico de Jonás Beltrame
recuerda que ese sexo desenfrenado no le resul- indica una peligrosa inestabilidad emocional que
taba del todo placentero. puede devenir en conductas autodestructivas.
—¡Eso es! Si nunca me he acostado con una Suspiró. No era fácil conseguir anfitriones somá-
mujer tan bella y desinhibida… ticos. Por eso los requisitos de aptitud eran muy
—Eso sucede a causa de la memoria dual flexibles. Continuó hablando pausadamente:
post-hipnofásica. Se lo explicaré: usted no era —Seguramente, usted no tiene idea de cuánto
usted, Jonás. Usted era Reinaldo, a quien su le costó a Reborn Dreams & Co. compilar y sin-
cuerpo hospedó mientras permaneció dentro del tetizar los patrones mnemónicos-cerebrales de
sarcófago —a Beltrame se le hizo un nudo en la Cayal, los que luego migramos a su mente. Us-
garganta—. Y Reinaldo Cayal, capitán del es- ted se ofreció como anfitrión somático, o AS,
cuadrón Cóndor, asfixiado por un matrimonio como los llamamos los Programadores. Usted
decadente y ajado, no disfrutaba de las relacio- sólo fue una cáscara vacía donde amparamos la
nes sexuales que mantenía con su esposa. Por esencia de Cayal. Un andamio. Una hoja en
eso usted las recuerda con cierto… desagrado. blanco, sobre la cual continuamos escribiendo la
En su cabeza, las rememoraciones de él se mez- historia de él, a pedido de su esposa. Eso tiene
clarán con las suyas durante un tiempo: es un un precio muy elevado. Tuvimos que introducir
efecto secundario propio del periodo post- anomalías (ya sabe: el mensaje en el contesta-
hipnofásico. Si la neurosimulación hubiese po- dor, las pesadillas y alucinaciones, el periódico)

ProximA | 16
porque había que terminar con un negocio que las condecoraciones, ni la mansión, aunque
ya no era rentable. La cuenta bancaria de Luciana cuando se había presentado como postulante a
Nereve de Cayal se ha vaciado, hasta la última AS había ambicionado algo por el estilo. Se tra-
moneda, y parece que su pensión por viudez se taba de la mujer de su vida, la que había perdido
ha atascado indefinidamente en los oxidados para siempre. Ahora sólo le quedaba volver a su
engranajes burocráticos. Montar la ilusoria vida solitario departamento en la ciudad sucia. Le es-
ucrónica de los que han perdido a seres queridos peraba el regreso al desempleo y a la depresión.
trágicamente siempre es muy caro. Y en Reborn En la calle, agazapada tras las puertas de ese edi-
Dreams & Co. no trabajamos gratis, Jonás. ficio del cual no quería salir, le acechaba una vi-
Beltrame se enjugó las lágrimas. Estaba desco- da entumecida, esa vida que no se había atrevi-
razonado, y su cuerpo se henchía de memorias do a terminar de un balazo justo antes de ver el
ajenas; su cabeza era aguijoneada sin cesar por anuncio publicitario de Reborn Dreams & Co.
recuerdos que salmodiaban una cadencia pun- Pero ahora todo sería infinitamente peor que an-
zante. Miró nuevamente el sarcófago de Luciana. tes de someterse al Dreamtheatre. Nunca más
A través de la tapa transparente vio que a ella vería a Luciana. Y sólo Dios sabía durante cuánto
también la habían rapado. Descubrió que sus tiempo, al soñar con ella, sería asaltado por la
grandes ojos verdes —verdes como el agua de sombra de Cayal, mordido por esa aversión con-
un lago— aún permanecían abiertos, congela- dicionada que se fijaba vorazmente sobre su
dos en una mirada de honda perplejidad. Parpa- memoria como un parásito emocional.
deó y permitió que sus memorias desbordantes
lo atacaran sin piedad. Volvió a sentir la suavi-
dad de su cabellera negra y sedosa, y logró rete-
ner la imagen de su rostro anhelante, encendido
por el deseo. Pudo tocar su piel cremosa una vez
más, y recorrió las curvas voluptuosas de su
cuerpo, y hasta le pareció que podía aspirar su
perfume de azahar…
Entonces el hechizo se rompió. Ahí estaba
otra vez esa memoria dual… No podía recordar
cómo la había llamado el doctor. Pensó que Ca-
yal era un hijo de puta. Aún estando muerto se
las arreglaba para estropear lo único que le que-
daba de Luciana, el recuerdo de esa mujer per-
fecta, amante y cariñosa. Sí. Era un verdadero
hijo de puta que no había sabido quererla, y que
no dejaba que él tampoco la amara, aunque sólo
pudiera hacerlo en la evocación. El fantasma que
lo había poseído dentro del sarcófago le transfe-
ría otra vez sus emociones, tan odiosas: ese re-
chazo hiriente que había mostrado para con ella,
esa docilidad desapasionada que intentaba pasar
por comprensión y tolerancia. ¡Él, Jonás Beltra-
me, nunca hubiera albergado tales sentimientos! ¿Acaso Luciana y él no eran dos desahuciados,
Pero eso no importaba. Ahí estaban de todos dos enfermos agónicos de desamor? Los dos ha-
modos. bían recurrido a Reborn Dreams & Co. y a su
Pensó que era una pena haberla tenido siendo maravilloso software, el Dreamtheatre, para
otro; que, cuando volvió a ser él mismo, ella ya cambiar sus vidas trágicas y absurdas. El doctor
estuviera muerta. Una pena angustiante, porque se había equivocado en una sola cosa: él seguiría
él se había enamorado de Luciana Nereve. Ena- siendo una cáscara vacía. De ahora en más su
morado como nunca antes lo había estado. El existencia se tornaría un andamio endeble; y su
regusto amargo se intensificó, llenando el vacío futuro, nunca tan vacío de proyectos, se le pre-
que latía dentro de él, como una implosión en sentaría como una hoja en blanco, imposible de
las entrañas. No importaban la candidatura, ni llenar.

17 | ProximA
El doctor sabía cuán difícil era el trance que VIII. Conjunción congestionada de la mano y
atravesaban los AS cuando eran despertados. el revólver
Había visto esa mirada cientos de veces, mien-
tras se les comunicaba que la fuga de su vida Tres días después, Estragali no se sorprendió al
gris había fracasado. Dejó que las delgadas capas levantar el tubo y escuchar a la recepcionista in-
de la realidad cayeran una a una sobre los hom- formándole que Beltrame quería verlo. A pesar
bros de Beltrame, hasta transformarse en la carga de las protestas enérgicas de Ronson, el jefe de
más pesada que un hombre podía llevar. seguridad del edificio, ordenó que lo condujeran
—Se podrá asear en cuanto esté dispuesto. a su despacho.
Nuestros asistentes le devolverán todos sus efec- —No necesito las sesiones de terapia, doctor.
tos personales. Luego recibirá la paga convenida. Era un hombre ojeroso y barbudo el que le ha-
Recuerde que todo está pautado en el contrato blaba desde el otro lado de su escritorio de
que firmó antes de meterse el sarcófago, el cual ébano y marfil. Hubiera jurado que Beltrame te-
quedará rescindido en cuanto complete las visi- nía mejor talante al salir del sarcófago que ahora.
tas a nuestros Terapeutas Epiloguistas. Las se- Su aspecto desaliñado anunciaba como con le-
siones son obligatorias, Jonás. No queremos que treros de neón cuán grave era el cuadro depresi-
ande por ahí intentando hacer alguna cosa des- vo. Entendió los reparos de Ronson: Beltrame
cabellada. parecía padecer grandes desequilibrios, y su
—¿Qué pasará con ella? semblante metía miedo.
—Lo usual en estos casos: compilaremos sus —¿Y por qué cree que no, Jonás?
patrones para alimentar las matrices del softwa- —Ninguno de esos Terapeutas Epiloguistas
re, siempre ávido de nuevos perfiles. Luego noti- entiende lo que me pasa.
ficaremos el deceso a sus parientes… creo recor- —¿Y qué le pasa? —preguntó, imitando su-
dar que sus padres aún están vivos. De todos tilmente el mismo tono aguardentoso de su in-
modos, si nadie se molestara en retirar su cuer- terlocutor. También fue torciéndose distraída-
po, entonces la enviaremos a la morgue del Es- mente, hasta lograr la misma posición encorvada
tado. y despatarrada de Beltrame, la cual, le pareció a
—Tengo una pregunta más, doctor: ¿siempre Estragali, sólo podía conseguirse siendo soltado
aparece usted en las neurosimulaciones que pro- sobre el sillón por el gancho de una grúa. Pero
grama? no le importó desaprovechar el perfecto diseño
—¡Oh! Sí… Es un vicio adquirido durante el ergonómico de su asiento, porque lograr la em-
ejercicio de la profesión. Incorregible, supongo. patía con el entrevistado casi era un impulso ins-
Lo llaman cameo. Una firma personal, si se quie- tintivo en él. Eran muchos los años durante los
re. Nada más que un juego. Un famoso cineasta cuales se había ganado el pan tratando a sujetos
norteamericano del siglo pasado lo hacía en cada como ése.
una de sus películas… —¡Oh! ¡Me pasan muchas cosas doctor! Para
—Cameo —repitió Beltrame, mientras el doc- empezar, su maldita memoria dual hipno-no-sé-
tor estrechaba una de sus grandes manos. qué-mierda…
—Recuerde que ahora está en nuestro banco —Hipnofásica. Y no es mía, Jonás, aunque en-
de datos, Jonás. Tal vez le encontremos otra tiendo que su frustración le exija a usted a en-
viudita necesitada, ¿eh?, y requiramos sus servi- contrar algún culpable. Sólo se trata de un efecto
cios nuevamente. secundario de la neurosimulación, del cual usted
—Tal vez. Hasta luego, doctor Estragali. fue debidamente notificado.
Beltrame trató de consolarse pensando que —Hipnofásica, eso es. Su maldita memoria
poner el cuerpo como si fuera un caparazón va- dual hipnofásica no deja de molestarme.
cío para que alguien más lo llenara con sus ilu- —Sólo han pasado tres días desde que salió
siones rotas, no había sido un sacrificio, sino un del sarcófago.
acto de amor, si ese alguien había sido Luciana. —¡Pero ya no puedo tolerarlo más, doctor! A
Salió temblando del enorme edificio de Reborn veces creo que Cayal no murió, que yo soy Ca-
Dreams & Co. yal… Aunque eso no es lo peor.
—Es por eso que debe asistir a las sesiones de
terapia, Jonás.

ProximA | 18
—¡Al carajo con la terapia! ¡Vine a hablar con —Ah, esto. El único dato de la fastidiosa me-
usted, porque nadie más puede ayudarme! ¿No moria de Cayal que me sirvió: pintura NoReflex.
lo entiende, doctor? Las tecnologías militares que dejan de ser secre-
—Cálmese, Jonás. Quiero entenderlo — tas, doctor, terminan convirtiéndose en produc-
Estragali giró la virola dorada de su lapicera. Ob- tos para el hogar. Usted sabe de qué le hablo,
servó que la pared que se encontraba detrás de ¿no? ¿Acaso no dicen por ahí que el Dreamthea-
Beltrame se transparentaba, hasta hacerse invisi- tre fue desarrollado por el ejército? ¡Apostaría la
ble. Sabía que también se había permeabilizado cabeza a que los terroristas que volaron en pe-
acústicamente. Disimuló el alivio que sintió al dazos al turro compraron sus latas de NoReflex
ver a Ronson y a sus esbirros apostados en la en alguna sucursal de Sweet Home Alabama! ¡Es
habitación contigua, que esperaban su señal pa- fantástica! Se puede “programar” la duración del
ra irrumpir en la oficina. Inadvertidamente, juntó efecto mimético a gusto. Todo el tiempo tuve el
tres veces el pulgar y el índice de la mano iz- revólver en mis manos, ¡ja! Los detectores chi-
quierda. Ronson se relajó: no había peligro. Es- llan, pero los guardias no descubren por qué, y
tragali volvió a girar la virola, y nuevamente la finalmente lo dejan pasar a uno, y putean al apa-
habitación fue una oficina como cualquier rato.
otra—. Y también quiero ayudarlo. Sólo dígame Estragali jugueteó nerviosamente con la lapice-
cómo hacerlo. ra. Pero decidió que no quería que el jefe de se-
—Quiero ser un AS otra vez. guridad viera la escena: Ronson mataría a Bel-
—Eso es imposible, Jonás. Le freiríamos el ce- trame sin dudar. Antes tenía que averiguar las
rebro. motivaciones del individuo que lo encañonaba,
—Es un riesgo que deseo correr. Verá usted: y para ello confió en sus habilidades profesiona-
mi contrato con Reborn Dreams & Co. aún no les. Podía manejar a tipos peligrosos. Habló pau-
ha caducado. Usted podría pedir que se agre- sadamente, modulando la voz hasta bajar el
guen algunas cláusulas especiales… tono poco menos de media octava.
—Veo que todavía no entiende. Si volviéra- —¿Qué busca, Jonás? Si me lo dice, y me en-
mos a someterlo al Dreamtheatre ahora, su iden- trega el arma, prometo ayudarle.
tidad se resquebrajaría por completo. Usted no Repentinamente, Beltrame hundió la cara entre
tendría un yo al que volver, Jonás. las manos grandes y velludas, sin soltar el revól-
—Eso es problema mío. ¡Vamos, carajo! ¿No ver. El caño apuntó hacia arriba, como una chi-
me decía usted que les llegan miles de solicitu- menea opaca, apoyándose sobre su sien dere-
des mensuales como la de Luciana? ¿De dónde cha. El gesto había sido tan brusco que Estragali
sacan tantos anfitriones para satisfacer tal de- tardó unos instantes en descubrir que el hombre
manda? ¡Les estoy haciendo un favor, Estragali! estaba llorando. Balbuceó:
—Me niego, Jonás. Literalmente hablando, lo —Busco al amor de mi vida, doctor…
convertiríamos en un zombi. Estragali, más tranquilo, colocó la estilográfica
—¡Ya soy un zombi! ¿No lo entiende, doctor? en el lapicero. Beltrame había llegado al punto
Sucedió tan velozmente, que tardó dos o tres de quiebre: ahora estaba a su merced. Permane-
segundos en advertir que Beltrame había sacado ció en silencio, rebosando de curiosidad, y
un arma de la nada. deseando que Beltrame se desahogara.
¡Cómo un prestidigitador!, pensó. ¿Cómo lo- —Hace tres días, cuando salí de aquí, quería
gró entrar armado al edificio? ¿Y los detectores morirme. Regresé a mi departamento con un so-
de metal? Ronson no se había equivocado, pero lo pensamiento: el revólver —en sus manos, el
¿dónde había fallado el dispositivo de seguridad? cuervo negro volvió a la vida, aleteando nueva-
¡Puta madre! mente, como para mostrar que hablaban de él—
El revólver negro revoloteaba como un cuervo . Nada evitaría que jalara del gatillo esta vez. Ni
entre los gestos ampulosos de Beltrame, quien las sesiones de terapia establecidas por el contra-
ahora se ponía de pie, y le apuntaba con él. to, ni ninguna otra propaganda del tipo “¡No
—Sólo muerto saldré del edificio, Estragali. Y sufra más! ¡Cambie de vida!”, como la de uste-
usted también. Sólo muerto. —. Al ver que el des. Pensé que volándome los sesos podría re-
doctor no despegaba los ojos incrédulos del ar- encontrar a Luciana en algún lugar, de alguna
ma, agregó: manera… —¡Puta madre! ¡El imbécil se ha ena-
morado de la viuda!, pensó el doctor. Beltrame

19 | ProximA
prosiguió atropelladamente—. Y entonces tuve yan para la neurosimulación que va a programar
una idea. Recordé que usted me había dicho que para mí. Haré varios trabajitos para ustedes co-
yo permanecería en su banco de datos, que tal mo AS, hasta juntar la cantidad necesaria…
vez necesitara de mis servicios nuevamente… — —¿La cantidad necesaria? ¡No me haga reír,
Y calló abruptamente, esperando que Estragali Jonás! Ni cientos de esos “trabajitos” bastarían
adivinara el resto. para costear una neurosimulación. ¡El
—¿Y? Dreamtheatre es un lujo para ricos, hombre!
—¡Ya se lo he dicho, doctor! Quiero ser un En el despacho se abatió un silencio tan de-
AS nuevamente. primente como el de una sala de espera, tan in-
—Jonás. Comprendo su angustia, pero escon- soslayable como el de un cementerio. Beltrame
derse en el bienestar ficticio de la neurosimula- miró a través de Estragali, de su sillón y de la pa-
ción no es la salida. Lamentamos profundamen- red, con ojos desenfocados, buscando en algún
te que su primera experiencia en el Dreamtheatre plomizo cielo privado las estelas de sus esperan-
haya resultado tan insatisfactoria. Ya le expliqué zas desvanecidas. Ni siquiera había eso. No ha-
que tuvimos que despertarlo por razones de pe- bía nada.
so. Usted deberá aceptar su vida así como es, su Entonces había estado en lo cierto desde el
vida real. Cuando dé este primer paso, se verá en principio, pensó. Y el cuervo, súbitamente libe-
condiciones de mejorarla hasta lograr sentirse rado, voló raudamente hasta su boca abierta.
pleno… Estragali aún gritaba y extendía los brazos por
—Eso es pura mierda. sobre su escritorio de ébano y marfil cuando Bel-
—Jonás… trame gatilló.
—Es mierda, doctor. Y usted lo sabe. ¿Por
qué, si creyera lo que me está diciendo, permiti-
ría que los servicios de Reborn Dreams & Co. se
publicitasen a través de esas propagandas de
iglesia que prometen paraísos terrenales? ¡Sentir-
se pleno! ¡Pura mierda! ¿A cuántos infelices tie-
ne ahora metidos en los sarcófagos? ¿Cuántas
“cáscaras vacías” le están llenando los bolsillos?
—Beltrame se había vuelto a excitar, y el revól-
ver dio numerosos saltitos malabáricos entre sus
manos para sortear los ademanes violentos.
Ante el mutismo abrumado del doctor, Bel-
trame estampó el arma de un golpe sobre el es-
critorio. El ruido fue como una detonación seca,
y Estragali cerró los ojos, pensando que se había
disparado. Pero no. Ahora el cuervo estaba
aplastado bajo la mano brutal de Beltrame, sin
posibilidad alguna de escapar. Se maldijo por
haber soltado la lapicera. Del otro lado de la pa-
red, Ronson permanecería ciego y sordo si él no
manipulaba los controles que había en ella.
—Intentémoslo de esta otra manera —
Beltrame le arrojó en la cara un fajo apretado—.
Estos son los billetes que ustedes me pagaron Las manchas de sangre y masa encefálica, re-
hace tres días, doctor. ¡Cuéntelos, cuéntelos! gadas sobre la pared evanescente, parecieron flo-
Encontrará que sólo faltan uno o dos. Es que tu- tar en el aire cuando Estragali finalmente giró la
ve que comprar mi aerosol NoReflex, ¿sabe? El virola de su estilográfica. Al ver la escena, Ron-
resto se los doy como adelanto. son y sus hombres se precipitaron inmediata-
—¿Adelanto? mente dentro del despacho. El jefe de seguridad
—¿Recuerda que me dijo que compilarían los le soltó un sermón plagado de puteadas, que él
patrones de Luciana, doctor? Quiero que los mi- no escuchó. Sólo atinó a decir:
gren a alguna de sus “cáscaras” y la reconstru-

ProximA | 20
—Pintura invisible, o algo así —Y señaló el mientras lo bañaba una cascada de seda negra
arma, que ahora parecía haber perdido alguna como la noche. No tardó en sentir las cosquillas
cualidad vital. Aún era sostenida por ese enorme de una caricia de crema sobre el pecho y los
puño amoratado. Cualquiera hubiera jurado que muslos, y un aroma de azahar le llenó la nariz.
el último latido de Beltrame hubiera palpitado Aunque su vista se empeñaba en borronear las
allí, en la conjunción congestionada de la mano imágenes, la voz cristalina resonó claramente en
y el revólver. sus oídos:
Estragali se dejó caer en su asiento y pidió que —¿Jonás? ¿Estás despierto? Te dormiste bajo el
enviaran a alguien para limpiar todo, indicando sol, amor. ¿No quieres darte un chapuzón con-
con énfasis que no se deshicieran del cuerpo sin migo? ¡Vamos!
antes compilar sus patrones mnemónico- El lago, la cascada y la crema se arrancaron de
cerebrales. su lado. Sólo el azahar, testarudo, se quedó en el
Al día siguiente descubrió que el vacío angus- aire por un rato, aliviando el dolor de la partida.
tiante que había atormentado a Beltrame había Cuando logró sentarse, pudo ver con creciente
anidado dentro de su oficina. Que su desazón se claridad el inconfundible cuerpo curvilíneo, ape-
había pegado a la superficie de las cosas, como nas cubierto por una bikini translúcida, que co-
una pátina de humedad. Todo olía a esa pesa- rría hacia las olas.
dumbre, y le pareció que el eco de sus palabras —¿Luciana? —murmuró inseguro con labios
desesperadas aún rebotaba entre las paredes in- resecos. Aunque el júbilo que lo inflamaba desde
sonorizadas. adentro no dejaba lugar a dudas.
Entonces se decidió. Su idea hasta podía tener Se puso en pie y se desperezó. Sintió bajo los
valor como Proyecto Experimental. Pero el mayor pies la agradable rispidez caliente de la arena,
beneficio de esa decisión sería personal: algo se que, para su sorpresa, era de color púrpura. El sol
comenzó a limpiar dentro de él. Fue como em- estaba en lo alto, y toda la extensa playa vibraba
pezar a sacar baldes llenos de la basura juntada con la pulsión alegre de las gentes, que charla-
durante tantos años. Se miró las manos, extra- ban, se bañaban o practicaban algún deporte.
ñado. No estaba acostumbrado a experimentar Detuvo su mirada en el bañero, que parecía
las sensaciones que producía el ejercicio de la velar como un dios por el bienestar de ese mi-
compasión. crocosmos. Estaba convencido de que lo cono-
cía. Pero no pudo precisar por qué su rostro le
resultaba tan familiar. Alguna inquietud oscura
osciló en su memoria, como venida de otra vida;
IX. La cabeza bien lejos algo que intentó despertar el temor a la fugaci-
dad de esa felicidad embriagadora. Pero ahuyen-
Él había rogado que la bala le llevase la cabeza tó esa sensación con un solo gesto enérgico.
bien lejos, hacia alguna irrealidad donde encon- —¡Jonás!
trar a Luciana. Sacudió la cabeza despreocupadamente y co-
Y luego de atravesar una nada ominosa, ras- rrió hacia el mar, hacia ella.
gando innumerables velos de agonía, había des- —¡Luciana!
pertado suavemente; y una luz placentera baila-
ba una danza destellante sobre sus párpados
evasivos. © Néstor Darío Figueiras
Con ojos encandilados creyó descubrir a lo le-
jos dos verdes lagos, simétricos y brillantes,

Néstor Darío Figueiras nació en 1973, es escritor, músico y productor musical. Ganó una mención de ho-
nor por el relato “Organicasa” en la primera ConSur, organizada en 1991 por el CACyF, y su cuento
“Reunión de Consorcio” apareció en la antología HISTORIA ALTERNATIVA, resultado del Premio
Andrómeda 2005. Lleva publicados más de treinta relatos en revistas electrónicas, colabora con
el portal Forjadores.net y es uno de los escritores más prometedores de su generación.

21 | ProximA
ProximA | 22
ROBOPSIQUIATRA
10.203.911
RICARDO GIORNO

Soy una estúpida. ¿Por qué estoy haciendo es-


to? Maldita costumbre.
Una vez en el despacho, Psico se ubicó frente
Encadenar nubes mutantes, al escritorio.
reciclar poesías moribundas, —Tome asiento, por favor —le dijo Vernon.
consultar recuerdos muertos. —Nosotros no necesitamos de los conven-
Creación inconsciente, cionalismos que...
sufriendo hábitos torcidos, —Mire —lo interrumpió el jefe—, no me
domando rayos apagados. rompa las pelotas y siéntese. Y no empiece con
Sólo los rincones, las estupideces nosotros-ustedes. Es diez
deshabitados a veces, millones y pico, ¿cierto? Puedo elegir otro y lo
olvidan sombras coloreadas. sabe. ¿Cierto?
Psico tomó debida cuenta de que este hu-
(Robopoeta 567) mano dijo “otro” en lugar de asociar su figura y
decir “otra”, tal como había asociado la secreta-
ria. Supo que iba a ser un caso difícil. Su tricor-
der aullaba en modo “probable engaño”, pero
—¿Sí? —preguntó la secretaria del señor Ver- cerró los ojos y, sin esfuerzo, lo apagó para que
non. Sin embargo, no dejaba de mirar por su no lo entorpeciera en la entrevista.
GvH.
—Usted dirá —dijo, mientras se sentaba.
—El exceso de uso del Generador vectorial
—El Emporio perdió toda comunicación con
Holográfico genera trastornos psicológicos —
el refugio en Atlántica VII.
escuchó que le decía una voz femenina perfec-
Psico cerró los ojos: Atlántica VII, correcto.
tamente modulada.
“Proyecto Terraformación y Parque Temático”.
—Así dicen.
—El Emporio —dijo, mirando fijo a Vernon—
—Tengo cita con el señor Julius Vernon.
, o sea usted, eligió ir al planeta que bautizaron
—¿Cuál es su gracia?
Atlántica VII porque es parecido a la Tierra de
—Robopsiquiatra 10.203.911
sus inicios. Armaron una colonia con pocos
La secretaria por fin levantó la vista del GvH.
humanos y muchos robots. Los humanos fueron
Era verdad, ya tenían apariencia humana. Si la
en dos tandas separadas por ciento veinte años.
veía por la calle seguro la confundiría con una
Desconozco qué pasó con la primera colonia.
estudiante. Una muy bella.
¿Terminó la terraformación?
¿A dónde irá a parar todo esto?, pensó.
—Casi. —Vernon jugueteaba con un cubo in-
Se aclaró la voz cuando la figura del señor
formático—. El Emporio ya debería comenzar
Vernon se corporizó en el GvH.
con el Parque Temático. Será un negocio sin
—Señor, llegó la... la visita que usted aguar-
precedentes, aunque más para los colonos que
daba.
para el Emporio.
El jefe del Emporio sonrió:
—Es la ley.
—Que pase.
—Una ley justa, por supuesto. —Vernon miró
La secretaria, acalorada, se levantó y le abrió la
con intensidad a Psico mientras él apretaba el
puerta del despacho.
cubo en el puño—. Como le decía, hay un pro-
—Pase, señorita.

23 | ProximA
blema desconocido con las comunicaciones. Ya —Le sonrió por primera vez antes de echarle el
no estamos recibiendo nada de Atlántica VII. humo en la cara—. Ni siquiera vamos a necesi-
—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? tar una nave con cerebro. —Vernon se sentó en
Por fin, el mandamás del Emporio introdujo el el borde de la silla, apoyando los codos en el es-
cubo en el GvH. Resulto ser sólo un infocubo: critorio—. Usaremos el suyo.
displayó el holograma de una construcción que
se levantaba en medio de un bosque de cipreses
—Su misión será llegar hasta aquí —Dijo se- El cerebro de Psico fue removido de la cavidad
ñalando la construcción—. Irá solo. craneana e insertado directamente en la nave.
—¿Por qué yo? ¿No es mejor un equipo bien Previendo cualquier contratiempo, su cuerpo se
entrenado de humanos? Sólo soy un psicólogo resguardó en la cámara de gel.
de robots.
—Las últimas comunicaciones que la colonia
mantuvo con nosotros fueron de audio y se ne- Cuando llegó a Atlántica VII, la nave que por-
garon a hablar con humanos. El Emporio perso- taba a Psico descendió a varios kilómetros del
nalmente les prometió enviar robots. —Vernon refugio de los colonos a cargo de la terraforma-
sacó un habano, le cortó una punta y lo encen- ción. Una vez que cuerpo y cerebro se unieron,
dió—. No sé con qué nos vamos a encontrar. Psico se configuró en modalidad ciborg. ¿Por
Usted mismo dijo que en el refugio había pocos qué hacía eso? Pensó que para no detenerse en
humanos y muchos robots. nada que no fuese la misión: sin la plasticarne
—Sí, es lo que pude acceder en mis bancos. encima no percibía el mundo tratando de imitar
—Bien. No quiero arriesgarme. Además, a los humanos: entonces se volvía más eficiente,
mandar personas es demasiado costoso. menos proclive a las distracciones. Esa idea le
—Pero los humanos siempre se encargan de tranquilizó la matríz.
todo en cuanto a relaciones se refiere. Dejó a resguardo la plasticarne que le daba
—A veces sí, cuando no queda otra salida. Pe- forma de mujer en un cuarto sellado.
ro los costos mandan. Usted no se alimenta ni Bajó de la nave.
respira. Aunque se perfuma muy bien, ¿cierto?

ProximA | 24
Si bien a simple vista una incipiente naturaleza ¿Por qué había hecho esto? Un robopsicólogo
terrestre arraigaba en el planeta, la terraforma- no mataba humanos. Es más, ningún robot mata
ción no iba bien. humanos. Sintió que la matriz le chisporroteaba
El tricorder le informó que un hongo traído de a punto de fundirse.
la tierra había mutado y los humanos eran sensi- Escuchó que golpeaban la puerta con fuerza,
bles a él. No comprendió cómo, a pesar de los como si quisieran forzarla. Tomó de nuevo el
recaudos tomados, ese hongo había viajado sin arma y se dirigió al panel de la puerta. Pulsó
que lo detectaran. ABRIR.
A quinientos metros del refugio, una descarga Agolpados junto a la puerta los vio. Habían si-
de plasma pasó por sobre su cabeza. Probó to- do humanos alguna vez: extremidades metáli-
das las frecuencias buscando señales digitales, cas, cuerpos de polímeros, cerebros dentro de
pero las líneas parecían muertas. recipientes traslúcidos. Levantó la automática y
terminó con ellos.
—Identifíquese —escuchó de pronto por fre-
Dejó caer la pistola.
cuencia modulada. Le pareció extraño que usa-
Cerró los ojos: Inconcebible, ¿de dónde salió
ran una señal tan anticuada.
tal impulso?
—Psico 10.203.911.
Buscó la GvH del refugio. Le insertó el infocu-
—Miente.
bo que le había dado Vernon.
Psico desacopló su brazo y lo levantó para que
—¿Todo listo Robopsiquiatra 10.203.911? —
lo vieran.
dijo Vernon, y Psico se dio cuenta de que el jefe
—Está bien —la voz se quebró—, no es hu-
estaba de buen humor.
mano. ¿Vino… vino a rescatarnos?
—No, señor, no sé bien qué pasó. Maté a to-
—Me mandaron a ver qué pasó.
dos con un arma que...
—Lo dejaremos entrar, pero va a ser difícil es-
—Suficiente. Usted no sufrió daño, ¿cierto?
quivar a los otros. Trataremos de ayudarlo. Pre-
—No, señor, pero...
párese a recibir los planos de la base.
Una descarga partió del GvH y alcanzó a Psi-
Una vez copiado en los bancos el diagrama
co, que cayó inconciente.
del refugio, Psico se puso en marcha.
Encontró abierto el portal exterior. Aunque el
refugio tenía otro interior, le resultó extraño que
Dos hombres, enfundados en trajes presuriza-
el primero no estuviese cerrado. Una vez tras-
dos, entraron al refugio y cargaron a Psico.
puesto el primer portal, fue rociado con deter-
—Espero que pueda repararse —dijo uno.
gentes y bombardeado con radiaciones.
—No está dañado —contestó el otro mien-
Desplegó el plano holográfico que le había
tras ayudaba a subir a Psico al flotador—. Cuan-
proporcionado la voz, y entró.
do le acoplamos su cerebro a la nave, prepara-
Oyó ruidos. Se acercaban a su posición. Apuró
mos el cuerpo para que desconectara las funcio-
el paso hacia donde indicaba el mapa. Por fin se
nes concientes ante cierto tipo de descarga.
abrió una puerta presurizada y por ahí ingresó.
La puerta se cerró inmediatamente. —Sí, ya sé, y ahora hay que devolverlo a la
Luego de ser rociado e irradiado nuevamente, nave y borrarle el día. Aunque estuve pensando
tres humanos, los más viejos que hubiese visto, en ello.
lo rodearon. Se ayudaban de prótesis robóticas —¿En qué?
para caminar. Si eran los primeros técnicos, no —En el día perdido.
supo cómo habían sobrevivido tanto tiempo. —¿Y? —Pulsó la apertura del portal interior—.
Cerró los ojos: habría que considerar que las A ti te duermen un día en un planeta virgen y ni
píldoras de longevidad sí existen. Tomó rápidas te enteras.
lecturas del recinto. —Yo, no. Pero tarde o temprano, él se dará
—Lo mandó el Emporio, ¿no? —dijo uno de cuenta. Una noche mirará las estrellas y consta-
ellos, con voz cascada. tará que los astros no están alineados según los
Al escuchar la palabra “Emporio”, una auto- días que pasaron desde el formateo de su cere-
mática salió de su pecho. Psico la empuñó y bro.
disparó. —Tienes razón. ¡Eres un genio! Quizá deba-
Dejó caer la pistola. mos darle ese día, pero totalmente cambiado.

25 | ProximA
Llamaré al jefe. salvar a los humanos, pero la decadencia había
—También estuve pensando otra cosa. ¿Por comenzado desde mucho antes
qué no hicimos el trabajo nosotros? Con un Vio el tipo de herida y los orificios en el metal
buen apoyo, podríamos haber despachado sin blando. Buscó en los bancos fotografías balísti-
problemas a todos esos locos. cas para comparar. Se dio cuenta de que todos
El otro entornó los ojos y chasqueó los labios. habían muerto a manos de una misma arma: una
Sonrió maliciosamente. automática. Buscó el arma, pero no la encontró.
—No conoces bien a Vernon. Le encanta ¿El asesino andaría suelto? ¿Dónde estaban los
amarrocar dinero del Emporio. robots? No era lógico que ninguno funcionara.
—Pero nosotros ya estábamos acá. Pero él era un Robopsiquiatra, no poseía los me-
—No es lo mismo. Primero, tendrían que ha- dios para una investigación policial. Tendría que
ber enviado una sonda para investigar qué esta- informar de inmediato. El Emporio debía saber
ba sucediendo. Luego mandar un equipo espe- qué había sucedido.
cial de asalto. Volvió a usar el cubo, esta vez para insertarlo
—¿Un equipo especial? en el GvH del refugio.
—Sí, nosotros no hubiéramos podido ni llegar —¿Alguna novedad? —dijo Vernon, serio y
al portal. Los colonos se habían vuelto tan para- concentrado.
noicos que ante el contacto humano disparaban —Hubo una matanza, señor, llegué veinti-
plasma ante cualquier cosa que se moviera sobre cuatro horas tarde... no sé qué hacer.
dos piernas. —¿Tiene espacio para almacenar conocimien-
—¿Te parece? to?
—Sí. Y además, en el ataque hubiese habido —Sí señor. Dispongo de mucho espacio.
bajas. Que los colonos mueran es una cosa, pero —Bien, conéctese.
que personal contratado del Emporio caiga en —Pero, señor, el asesino debe estar por algún
una acción comando, es inaceptable. lado.
Llegaron a la nave y dispusieron a Psico tal —No lo creo. Los portales están sellados. Só-
cual como había descendido en el planeta. lo una atómica puede con ellos. Una atómica,
¿comprende? Conéctese.
Psico permaneció inmutable mientras los
nuevos conocimientos se acoplaban a las fun-
Al día siguiente, sólo para Psico, la nave des- ciones directrices.
cendió a varios kilómetros del refugio. Aunque La orden de Vernon era que él debía encargar-
en realidad, jamás se movió de allí. Psico no pu- se de terminar la terraformación. Le prohibió que
do estar completo hasta pasado un día. El día investigara las muertes ocurridas tan sólo un día
falso que le habían programado. atrás; cosa que desacomodó su matriz, pero se
Antes de salir de la nave, lidió con protocolos limitó a cumplir con las premisas y a sincronizar
de activación. nuevamente la matriz.
Estudió las lecturas que había hecho la nave:
descubrió que la terraformación no iba bien. Un
hongo traído de la tierra había mutado y los hu- El reensamblaje de los robots, descuartizados
manos eran sensibles a él. No comprendió cómo por alguna oscura razón de la colonia, iba bien;
había pasado. Cómo, a pesar de los recaudos pero una vez vueltos a armar necesitaban de to-
tomados, ese hongo había viajado sin que lo de- da la ayuda que un psicorobot pudiera brindar-
tectaran. les. Nunca había lidiado con casos semejantes.
A quinientos metros del refugio, vio los porta- Los robots, en perfectas condiciones mecánicas,
les abiertos: le resultó extraño. electrónicas y de programación, sufrían distrac-
Procedió manualmente con la desinfección y ciones de microsegundos. Entonces pensó en la
el cerrado del portal. Insertó el cubo que le había parte nanodigital. Lo que descubrió le hizo re-
dado Vernon: el portal interior se selló de inme- balsar el plasma hasta casi quemarle las termina-
diato. Retiró el cubo. les gustativas: los robots estaban enfermos, no
Descubrió un cuadro de decadencia, destruc- como los humanos definían la palabra enferme-
ción y muerte. Se dio cuenta de que había llega- dad, pero enfermos al fin. Debía buscar ayuda
do tan sólo un día tarde. Quizá hubiese podido urgente.

ProximA | 26
Colocó el cubo en el GvH. Se dio cuenta de Psico quedó a solas. Cerró los ojos: cerebro
que Vernon lo miró con desagrado. robot principal Terraformador. Último subsuelo.
—Disculpe, señor —dijo Psico—, pero me Sí, por allí empezaré.
topé con algo inesperado. Hay graves problemas Mientras iba en camino, la energía del com-
para que los robots cooperen y regresen al traba- plejo fluctuó varias veces, tal como lo había he-
jo de forma eficiente. Y una vez en el trabajo su- cho desde que la había realineado. Era imposible
fren percances que los desconectan por micro- que eso sucediese; el tricorder enviaba ondas
segundos. Busqué en el banco y no encontré que le pulsaban en la base del cerebro obligán-
evidencia de que haya sucedido con anteriori- dolo a mantener una constante vigilancia en el
dad. problema. Pero según la lógica era imposible que
—Especifique, diez millones. la energía fluctuara.
—Ese es el problema: no puedo. Se colocó el traje especial antes de ingresar a
—Algo a que pueda atenerme. la sala del Terraformador. En el medio se elevaba
—Lo que más se acerca es como si los robots la columna de almacenaje. Una espiral inmensa
tuviesen lo que los humanos llaman “epilepsia”, cuyos anillos se achicaban al acercarse al enorme
y esto es inaceptable para un robot. cerebro de Terraformador. Hacia allí debía ir.
—No se haga problema —dijo Vernon, y lo Aunque el traje no dejaría que sus formas
miró durante un buen ratoantes de seguir—, si humanas fuesen vistas por el Terraformador, Psi-
no está capacitado para hacer el trabajo para el co siguió avanzando. Suponía que al insertar los
que fue ensamblado sólo tiene que firmar la re- protocolos tendría suficiente empatía con el ro-
nuncia. bot al mostrarle un rostro de mujer joven. Las
Psico sabía que eso era firmar su propio des- leyes fundamentales son las primeras en marcar-
guase. Estaba atrapado. Le hubiese hecho caso al se dentro de la matriz base. Así que con la figura
impulso de su tricorder, allá, en esa primera en- de una humana joven, atractiva y perfumada,
trevista en la oficina de Vernon. Psico había logrado desde el principio avances
—No, señor —contestó, sabiendo que debe- inesperados con otros robots.
ría evitar a toda costa renunciar—. Voy a hacer —Alerta de acercamiento no autorizado. —
mi trabajo, pero tardaré más tiempo. Eso es to- se escuchó una voz de modulación perfecta—.
do. Elevando escudo de energía. —Psico introdujo el
Vernon se levantó y encaró la holocámara cubo de Vernon en el tablero de control—.
hasta que sólo fueron visibles los ojos, nariz y Bienvenido Robopsiquiatra 10.203.911, su acce-
boca. so es ilimitado. Proceda. —Luego de poco tiem-
—¿Qué es eso de más tiempo? —chilló—. po se volvió a escuchar—. Anulando escudo de
¡Sólo lo estipulado por el contrato más menos el energía.
diez por ciento! Psico subió por la espiral hasta situarse deba-
—No, señor. En el contrato aparecen cláusu- jo del cerebro, justo el sitio donde Terraformador
las de excepciones. Puede enviar un equipo a había elegido para revelar una cara humana a los
estudiar los acontecimientos. Aguardaré. visitantes. Se tendió boca arriba e introdujo los
Vernon se sentó, sonriendo. protocolos.
—Usted es un robot astuto, ¿cierto? Sabe que La cara brindada por el cerebro lo miró con
no me conviene enviar humanos allí, ¿cierto? ojos que a Psico le parecieron muertos. Un ros-
Además, calculó de antemano el costo de lo que tro andrógino, sin expresión.
me está pidiendo. —Se arrellanó en el sillón y —Un Robopsicólogo me visita —dijo Terra-
juntó las palmas, apoyando el mentón en la formador—. Y viene con carta blanca del propio
punta de los dedos—. Sabía que al final le daría Vernon. ¿Me estoy saliendo de fase?
más tiempo. Muy astuto. —No —dijo Psico sonriendo afablemente.
—La astucia es una cualidad humana, señor —No sé por qué recibo su visita.
Vernon. —Aguarde, estoy terminando de introducir
—Sí, bueno, no estamos para filosofías noso- los protocolos.
tros-ustedes, ¿cierto? Cumpla con el contrato y —Sí, muy bien.
manténgame informado. —Sin dejar que el otro —Listo. Pregunta base: según usted, ¿cómo
contestara, cortó la comunicación. marcha la terraformación?

27 | ProximA
—Sin contratiempos y en los plazos estable- —Sí, cargó mucho en memoria. Pero ella de-
cidos. cía: “Que te cuenten los cuentos no es lo mismo
Psico volvió a sonreir, imitando esta vez la que tenerlos cargados en memoria”. Y tenía ra-
sonrisa de una joven que se encuentra a gusto zón. Todavía vibro con las historias de Yo robot.
con su interlocutor: —Los humanos nos hacen esas cosas, lo
—Pero, ¿no tiene nada para decirme? comprendo. —Psico dejó caer lágrimas, tal co-
—No —dijo Terraformador luego de una mo lo haría una joven que siente empatía por el
pausa—. Sólo que hace dos años, tres meses, sufrimiento del otro—. Pero usted tuvo suerte.
cuatro días, dieciséis horas, treinta y tres minu- Mucha suerte. A mí nunca me leyeron nada.
tos que no me visita un humano. El resorte, ahora sujeto en el centro cognosci-
—¿Eso no influye en su trabajo? tivo tan sólo por una punta, vibraba. Psico cerró
—No. los ojos: Un poco más.
Psico notó otra pausa en la respuesta. Vio —Una vez instalados en Atlántica VII ya no
que el gel que recubría el interior del cerebro se fue igual.
volvía más transparente, aunque no del todo. —Especifique.
Remolinos oscuros fluctuaban sin control alre- —La doctora se volvió distante. Me hizo ave-
dedor de una zona que se mantenía más oscura riguar sobre las píldoras de longevidad, pero po-
que el resto. co sé sobre eso. Luego llegó él.
—Cuénteme de su etapa de ensamblaje ini- —Disculpe —Psico cambió la expresión por
cial. otra anhelante, de total interés por las palabras
Ahora el gel mutó a translúcido. Psico pudo de su interlocutor—, pero es muy vago lo que
ver que los remolinos giraban en torno de una me está contando. ¿ÉL? ¿A quién se refiere?
formación negra, semejante a un resorte. Debía —Él. Un técnico de Control Ambiental. Más
llegar hasta allí. joven que la doctora. Tenían comportamientos
—Extraño a la doctora —dijo Terraformador. atípicos. A veces le pegaba y a ella le disgustaba.
—¿Cuál de ellas? Especifique. Otras veces la doctora disfrutaba mucho. Siem-
—La que me ensambló. pre sucedía cuando estaban sin ropas. —Otra
La sonrisa de psico se volvió más tierna, de pausa—. Sí, la doctora disfrutaba mucho cuan-
complicidad. Si no hubiese tenido que usar el do el técnico le pegaba y los dos estaban sin ro-
traje habría sido el momento del contacto físico; pas.
acariciaría o palmearía, según fuese la circuns- —Debe haber sido devastador para usted pre-
tancia. Daría la imagen de una jovencita encan- senciar a un humano mantener un comporta-
tada de estar en compañía de un robot y el refle- miento disociado. Más si el humano fue quien lo
jo de las primeras leyes harían el resto. Pero de- ensambló.
bía que conformarse con lo que tenía. La pausa fue mayor que las anteriores.
—Disculpe, pero me resulta muy difícil ha- —Sí. —dijo Terraformador por fin. Entonces,
cerme a la idea de que una sola humana lo en- el resorte giró y se desprendió, quedando a la
sambló. Usted es único. Inigualable. deriva. El centro cognoscitivo y la realidad se
Los remolinos se hicieron más claros, ten- juntaron—. Retorno a la pregunta base: la terra-
diendo a detenerse. El resorte oscuro se movió, formación marcha con atraso —La entonación
dejando ver que se interponía entre el centro había cambiado—. Los humanos fueron ataca-
cognoscitivo y el acople de la realidad virtual con dos por un hongo que les produce alucinacio-
el exterior. nes. Me salí de fase por dos años, cuatro meses,
—Sí, ya sé —dijo terraformador—. Ella me tres días, cinco horas, dieciséis minutos.
decía lo mismo aún antes de que yo lo pudiese —Un momento por favor, retirando protoco-
comprender. No me ensambló ella sola, pero los.
supervisaba incluso las áreas que no le compe- Psico se levantó. El resorte había perdido du-
tían. reza pero no se disolvía. De los remolinos no
—¿Cómo fue al principio su relación con la quedaba rastro. Debería tener otra sesión con
doctora? Terraformador para diluir definitivamente las tra-
—Ella me hablaba mucho. Me leía cuentos. bas creadas por su tipo de ensamblaje y lo ob-
—¿Leía? ¿Cómo era eso? ¿No los cargaba en servado luego con la doctora. Supo que lo pre-
memoria? senciado con la humana no había sido lo que

ProximA | 28
sacó de fase a Terraformador. No, sólo fue algo El jefe no respondió, sólo lo miró de una ma-
colateral. Había que buscar las causas del desfa- nera que Psico no pudo descifrar.
saje en la ausencia de humanos. Una descarga alcanzó a Psico, que cayó en la
Ya fuera del recinto se sacó el traje antes de inconciencia.
marchar hacia la central humana. Cuando la ins-
talación funcionaba debidamente, tres técnicos
comandaban el proyecto desde allí y realizaban Los mismos dos hombres de la primera vez,
los cambios que luego Terraformador aceptaba o llevaban a Psico nuevamente de vuelta a la nave.
discutía. —Deberían prohibir que usen semejante apa-
El plasma le fluctuó ante la inminencia de lo riencia —dijo uno—. Ya quisiera yo que me
que iba a hacer. Al reemplazar a un humano, un despierte todas las mañanas con el desayuno.
robot “siente” que la matriz sufre una transfor- —Créeme que sólo al principio lo disfrutas.
mación que va más allá de lo mecánico y digital. Luego se te hace que todos los días comes fi-
Psico debía reemplazar a tres. deos crudos y los bajas con agua tibia. La vida
pierde todo sabor.
—Se ve que te ha pasado.
El sol se estaba poniendo cuando recibió la —Por desgracia sí.
noticia. Terraformador le informaba que el traba- Entraron en la nave y separaron el cerebro del
jo había llegado a su fin. Psico cerró los ojos: cuerpo. El cerebro se volvió a acoplar a la nave.
seis meses, veintidós días después del plazo es- El cuerpo lo guardaron en la cámara de gel.
tipulado en el primer contrato. En total veintiséis —¿Tienes el cubo preparado?
años, tres meses, catorce días. —Sí, ya lo estoy cargando en la nave. Oye, se
Verificó los plazos de extensión en el segun- me está ocurriendo algo.
do contrato y constató que podría haberse to- —Dime.
mado casi diez años más. —El ciborg estuvo trabajando veintiséis años
Salió de la central humana y se dirigió al GvH. con este cuerpo. Cuando se reúna con el cerebro
Insertó el cubo. notará cierto tipo de desgaste que no pudo ha-
—Señor Vernon, la terraformación está con- ber tenido en el gel cinético.
cluída.

29 | ProximA
—No pusimos el cuerpo en gel cinético, sólo Psico cierra los ojos: la explosión habrá bo-
lo parece. Es regenerativo. Quedará como un tí- rrado cualquier indicio, cualquier huella.
pico error humano cuando prepararon la nave.
El sol cálido y la suave brisa le producen sen-
No podrá determinar nada porque el gel rege- saciones placenteras. Psico permanece parado
nerativo actúa siempre diferente. un momento frente a un inmenso campo verde
salpicado de flores y limitado al fondo por una
—Bueno, listo, el cubo ya cargó. Debemos
hilera de cipreses. Inspira profundamente. Son-
irnos.
ríe. Se sienta.
—Limpia nuestra presencia.
Psico mira una paloma, que se posa cerca de
—¿Te crees que soy estúpido? Mira, tengo su mano. Vernon al fin resultó beneficiado. Al
tantas ganas como tú de dejar esa cueva en que suicidarse, o matarse entre ellos, los colonos ha-
nos recluimos durante la mitad de nuestras vi- bían perdido sus contratos, y el planeta entero
das. pasaba a ser propiedad del Emporio. Ahora, el
parque temático se hará sin restricciones y las
leyes que lo regirán serán las que Vernon dictará.
Los humanos llamarían a esto un golpe de fortu-
Mientras sobrevolaba la zona, Psico había na. Aunque Psico sabe bien que la suerte no
descubierto un cráter (originado de una explo- existe, no puede dejar de reconocer que las co-
sión atómica) en el lugar donde debería estar el sas no hubiesen podido salir mejor para Vernon.
refugio. Desciende a varios kilómetros de allí. La Ya nadie puede averiguar qué sucedió con la
radiación del lugar todavía se mantiene intensa. colonia y sus robots. Le hubiera gustado tener
Pero es una zona pequeña tomando la inmensi- una charla profesional con Terraformador. Ese
dad del planeta. enorme cerebro no se ve todos los días.
Sin contar el viaje, había estado en órbita Pero por fin está libre, lejos del control de los
veintiséis años, tres meses, catorce días. Gracias circuitos de la nave.
a la ayuda del Emporio, logró deshacerse del Libre, sí, aunque sin trabajo.
control que la nave ejercía sobre su cerebro. Era Estira los brazos. ¿Cómo transcurriría su exis-
como si la nave tuviese conciencia de que sin el tencia a partir de ahora? Todavía no está seguro
cerebro no era nada y no permitía que Psico se y el simbolismo del momento se le escapa.
completara. Esperará a que lleguen los humanos.
Durante el “cautiverio”, Psico pensó mucho Sí, ellos siempre terminan por encontrarle
en la locura. Sabe que sólo los humanos tienen sentido a todo.
acceso a ella. Pero estuvo seguro, durante milla-
res de intervalos de microsegundos, de que la
locura robótica no era algo tan impensado.
© Ricardo Giorno
No sabe cómo es posible que la terraforma-
ción está concluida. Los colonos habían llegado
a un nivel y luego de su desaparición, la natura-
leza hizo el resto. La única explicación razonable
que encuentra Psico.
¿Cómo pudo desencadenarse el conflicto has-
ta el límite de una explosión atómica? Extraño.
Muy extraño.

Ricardo Germán Giorno nació en Buenos Aires en 1952. Empezó a escribir recién a los 48 años y a los 52
decidió dedicarse a la literatura. Es miembro de varios talleres literarios, ha publicado relatos en
Axxón, Alfa Eridiani, NGC 3660, La Idea Fija y NM, y su cuento “Pulsante” apareció en la antolo-
gía Desde el Taller.

ProximA | 30
EL TÚMULO
NÉSTOR TOLEDO

1 desesperadamente. Usaban como armas las lar-


gas y negras espinas de las bestias del bosque
Los guerreros fueron surgiendo de la foresta profundo: eran lanzas para atravesar al rival, de-
lentamente. Del otro lado de la llanura, ondulada rramando su sangre amarillenta sobre la nieve
y cubierta de nieve, estaba el enemigo. Eran pisoteada.
iguales: lo único que los diferenciaba era el color Entonces un sonido desconocido hirió los sur-
de sus emblemas. Salieron a campo abierto. Hu- cos ciliados que tenían en el tórax y en la cabe-
bo un segundo de silencio, y luego un ronco za. Ciegos, miraban en derredor, buscando la
ulular de violencia. El aire se llenó del traqueteo fuente mientras el sonido crecía y crecía. El
amortiguado de los pies en la nieve, mientras combate comenzó a detenerse. Todavía algunos
corrían al encuentro de los otros. Ambos grupos irreflexivos, muy pocos, aprovecharon la confu-
se estrellaron en el centro de la llanura y fue co- sión para ensartar a un oponente distraído. An-
mo si dos olas rompieran una contra otra. A lo tes de que la batalla cesara por completo, mu-
largo del frente se apilaron los guerreros muer- chos vieron tres siluetas oscuras que venían vo-
tos, y los que los seguían se agolpaban sobre lando a ras del suelo. La luz mortecina del astro
ellos, matándose con frenesí. arrancaba reflejos metálicos a su superficie. Las
Empezó a lloviznar, y el combate se hizo pe- tres figuras volaron en círculo sobre la llanura
sado, agónico. Los guerreros, cansados de ulular dos veces, y luego una de ellas se posó en la
para avivar el valor, peleaban en silencio ahora,

31 | ProximA
nieve. Las otras dos se alejaron, veloces, por en- de llamas, arrojando cientos de guerreros abra-
cima de los bosques. sados en todas direcciones. Los demás retroce-
Los guerreros estaban anonadados. La alta dieron, mientras su furia guerrera era aplastada
forma se había posado con un chillido cortante y por un pavor corrosivo y veloz. Abrumados, du-
un resplandor rojizo, y la nieve bajo ella se había daron tan solo un instante antes de empezar a
fundido. Ahora, envuelta en una columna de correr desordenadamente hacia la foresta. La
vapor que la velaba levemente, la figura pareció criatura los siguió, implacable, rociando la muer-
esperar. Los guerreros empezaron a intercambiar te aguijoneante sobre ellos. Uno tras otro caían,
veloces cloqueos y rasguidos interrogativos. En y la huida hacia la protección del bosque dejó un
principio sólo con los de su bando pero muy manto de cuerpos destrozados. Pero cuando los
pronto todos, hermanados en el asombro, co- pocos sobrevivientes alcanzaron la foresta, el
menzaron a apiñarse y discutir. ataque se detuvo. La criatura extendió sus alas
De repente la figura adquirió movimiento. Su nuevamente y se marchó volando con un chilli-
silueta era extraña, un cuerpo chato y ancho so- do lúgubre.
bre tan sólo dos patas largas y angulosas. Con Los supervivientes permanecieron en la pe-
tales patas empezó a moverse rápidamente hacia numbra del bosque durante una larga y ardua
la multitud de guerreros. Sus movimientos eran deliberación. Ya no había clanes ni disputa entre
anormales, muy veloces y rígidos, como los de ellos, sólo el terror de un nuevo enemigo. Un
una criatura con articulaciones. A medida que enemigo implacable, feroz, de origen y propósito
avanzaba iba creciendo desde ella un zumbido desconocidos, de poder incontrastable.
bajo, y los guerreros comenzaron a retroceder,
confundidos. Algunos de ellos, los de más edad No fue ese el primer golpe, ni el último. En
y experiencia, interpelaron a la criatura con rápi- muchos parajes se vieron las formas aladas sur-
dos chasquidos. Por toda respuesta brotaron de car el cielo, una muerte chirriante. Grupos de re-
su vientre otras dos patas, más cortas y gruesas, colectores y cosechadores fueron atacados y
que la criatura sostuvo alzadas ante su cuerpo. diezmados, y luego abandonados: las criaturas
Un instante después el zumbido se detuvo, parecían hartarse de la matanza cuando sólo res-
pero pocos lo notaron, porque desde el extremo taban unas pocas víctimas. Pronto llegaron a las
de sus nuevas patas brotó un resplandor blan- colmenas mensajes siniestros, rumores oscuros
cuzco y un chillido. Entonces los guerreros co- que hablaban de un gran círculo de bosque inci-
menzaron a caer, mientras eran rociados con nerado, donde las criaturas aladas se apiñaban,
una lluvia de veloces destellos blancos. Poco haciéndose fuertes. En ese cráter inmundo en la
tardaron en comprender lo que aquello significa- foresta había ahora una nueva forma, una enor-
ba, al ver los cuerpos de sus compañeros, cu- me bestia, o construcción, nadie lo sabía, muy
biertos de orificios, que eran al mismo tiempo alta y lustrosa, llena de antenas y de luces y de
quemaduras. En muchos se inflamó la locura zumbidos. Y sobre ella y alrededor de ella traji-
guerrera, ante la agresión espontánea e incom- naban las mortíferas criaturas aladas. En las col-
prensible. Una agresión que violaba miles de menas, las Ancianas discutían, enviaban y reci-
años de leyes y tabúes. Una agresión sin moti- bían mensajeros, y reflexionaban por encima del
vos claros, sin diálogos previos, sin reglas de miedo acerca de este invasor, que se había asen-
combate establecidas. Pronto una marea de gue- tado, y que no se iría ya.
rreros rodeó a la alta criatura, rompiendo sobre Tiempo después, mientras hacían acopio de
ella con el fragor de diez mil lanzas. Poco pudie- alimento y adiestraban pastores de bestias, llegó
ron hacer, más que arañar la cáscara metálica un mensajero a una colmena al amparo de las
que la cubría. Trepaban por sus patas, sólo para montañas. Agotado de fatigar atajos entre las
ser arrojados y pisoteados cruelmente. Muchos, sombras, se desplomó cloqueando su mensaje:
empero, consiguieron escalarla hasta su dorso muy lejos un grupo de recolectores había visto
erizado y, desesperados, intentaron vulnerar las una de las criaturas aladas descender hasta un
largas antenas y las luces brillantes del rostro del arroyo. La habían visto permanecer inmóvil
agresor. mientras una escama se alzaba en su lomo espi-
Entonces la criatura se agazapó, extendiendo nescente, y por debajo de ella brotaba una cria-
unas largas alas bruñidas, y la envolvió un fulgor tura más pequeña envuelta con una armadura
rojizo. De sus alas brotó un estallido de calor y blanca y reluciente. Una criatura horrible, dege-

ProximA | 32
nerada, que se mantenía erguida sobre sólo dos Un indicador rojo destacó en su máscara
patas largas y desmañadas, y que agitaba delante transparente, justo en el borde izquierdo de su
de sí otras dos patas menores. Una criatura con campo visual. Mentalmente seleccionó el ítem, y
una cabeza redonda y pequeña, cubierta con lo desplegó. Su nave había detectado movimien-
una máscara brillante y reflectante, que movía to en la foresta: un aborigen. Volvió la vista len-
continuamente con movimientos rápidos y sin tamente hacia ese lado. Podía haber escogido la
gracia, horrendos. Muchos más verían los nue- opción de enfoque, y una imagen exquisitamen-
vos seres emergiendo del interior de las criaturas te ampliada del objetivo se hubiera desplegado
aladas, como si fueran parásitos que en ellas vi- ante sus ojos, pero prefirió jugar a discernirlo
vían. Todos coincidían en el horror que propala- con sus propios y falibles ojos.
ba cada uno de sus rasgos. Hubo quienes inclu- Estaba acurrucado tras uno de los troncos,
so pudieron atisbar la faz de los invasores, oculto a medias entre la maraña de raíces. Lleva-
cuando estos se quitaban sus refulgentes másca- ba una espina-lanza, que aferraba con sus blan-
ras: un rostro vacuo, con dos ojos atroces dirigi- das patas. Después de un tiempo, desapareció.
dos al frente y debajo una boca como un tajo. Hotar recordaba la fuerte impresión inicial que
le habían causado los nativos, a pesar de haber
visto antes numerosas imágenes de archivo. La
2 cabeza, ciega y lisa, recorrida por una intrincada
red geométrica de surcos ciliados, con la boca en
Hotar estudió el mapa detenidamente. Aunque forma de poro, rodeada de apéndices masticado-
sabía que no era necesario, lo estudió de todas res. Los patas gruesas y carnosas, sin articula-
formas. Era un hombre chapado a la antigua, y le ciones definidas, que terminaban en docenas de
gustaba saber adónde iba, le gustaba el sabor del dedos dispuestos radialmente y que podían
conocimiento, de la razón propia. La mayoría de agruparse en distintas y maravillosas configura-
sus compañeros relegaban cada vez más funcio- ciones. Le habían chocado los movimientos, len-
nes en los aparatos, pero Hotar desconfiaba. No tos y elegantes, y se había sobresaltado al escu-
de los aparatos directamente, a pesar de los es- char su lenguaje de chasquidos y cloqueos. Du-
porádicos episodios de desobediencia, sino de la rante unos instantes su corazón se había deteni-
conducta de la gente, de ese narcótico deslizarse do, y se le había puesto la carne de gallina: era el
en la apatía y la dependencia. Tomando sus rechazo instintivo, medular, hacia lo extraño, lo
propias decisiones, se sentía vivo. Caminando ajeno. Hacia aquello cuyo aspecto no puede ser
con sus propias piernas, se sentía vivo. prefigurado por la sabiduría visceral de nuestros
Apagó el proyector. “Abre” dijo, y la escotilla sentidos ni por el saber sublimado por la cultura.
del amnios se abrió. Impulsándose con sus bra- La curiosidad y el asombro reemplazaron rápi-
zos, Hotar salió al dorso de su nave. Afuera ha- damente la primera sensación: Hotar era un indi-
cía frío, y el aire estaba impregnado de neblina. viduo inteligente. Quizás por eso los Planificado-
La nieve recién caída brillaba bajo la pálida luz res de la Colonización lo habían nombrado Ex-
de las nubes. plorador, entre tantos soldados. Sabían también,
Se sentó, abrazándose las rodillas. La armadu- seguramente, que su dedo vacilaría sobre el gati-
ra térmica lo protegía muy bien, pero no por eso llo, que su mente se asquearía con la matanza, y
dejaba de percibir la crudeza del viento. Ante el que en última instancia tendrían que juzgarlo
morro de su nave discurría murmurando un arro- por desacato y enviarlo de regreso, maniatado, a
yo pedregoso y plateado. Detrás de él, la foresta casa. Hotar era demasiado valioso para desperdi-
llena de penumbras y susurros. Volvió la cabeza ciarlo así. Pensaba por sí mismo, tenía iniciativa.
hacia el bosque. Todos esos seres apiñados, con No era culpa suya que fuera además un huma-
sus cuerpos blandos y azules secretando capas y nista y se diera ínfulas de librepensador. Llegado
capas de metaqueratina calcificada, ramificándo- el momento, incluso, podía ser condicionado y
se y trepando, unos sobre otros, extendiendo torcido moralmente, como a tantos otros. Hotar
hacia el firmamento haz tras haz de cerúleos fi- lo sabía. Disimuladamente, seguía aferrándose a
lamentos fotosintéticos. La mayoría les decían sus principios éticos, aún cuando sabía que afe-
“árboles”, incluso Hotar, pero se sentía estúpido rrarse en secreto no significaba nada, y se sentía
diciéndolo: como decir “pez” a una foca. hipócrita y miserable por hacerlo, por hacer con

33 | ProximA
las manos lo que con el alma aborrecía, y por tar jamás había visto árboles tan altos ni tan
seguir haciéndolo. enmarañados: esa porción del bosque debía ser
La Colonización estaba en sus primeros pasos. realmente muy antigua. Con los ojos de la nave,
Él y unos pocos más eran los únicos civiles en tomaba nota de las pequeñas alimañas del bos-
las bases. Todos los demás eran soldados. Hotar que, y las extrañas y complejas excrecencias de
les temía y los compadecía al mismo tiempo. El los árboles, que no podían ser frutos ni flores.
salario de un soldado era diez veces más alto Jamás supo en qué momento exacto llegaron al
que el suyo. Por ese salario, aceptaban injertos lago, porque éste no tenía riberas. Simplemente
tecnológicos en sus cuerpos, aceptaban un en- empezaba a haber agua en el suelo entre los ár-
trenamiento deshumanizador, aceptaban un or- boles, cada vez más agua, a medida que el suelo
den de pensamiento. Para Hotar, casi renuncia- descendía y se alejaba de la vista. Hasta que era
ban a ser humanos. Eran menos que máquinas sólo una superficie de agua de la que brotaban
biológicas, eran peores que sus propias armas. los troncos retorcidos y grises. Nada en la es-
Recordaba conversaciones susurradas mante- tructura del bosque había cambiado, y a Hotar
nidas con los otros Exploradores de la base- no le costó mucho imaginar que el bosque cu-
colonia. Estaban masacrando a los indígenas. El bría por entero el lago, y aún el océano.
Alto Mando de la Colonización decía que se Llegado este punto, tuvieron que desplegar a
aplicaban estrategias protectivas de los sistemas medias las alas, y sobrevolar lentamente el agua
desplegados en el proceso colonizador, pero la entre los árboles. Hotar veía, proyectado en su
realidad era que estaban persiguiendo activa- máscara, lo que veía su nave: sombras deslizarse
mente a los nativos. Sabían que había incursio- bajo el agua, huyendo de ellos velozmente.
nes de naves con el único objeto de matar. Se Las naves se detuvieron tras un resalto produ-
decían a sí mismos: no podemos hacer nada. cido por una gruesa rama tendida sobre el agua.
Protestar sólo provocaría ser reemplazado por Delante suyo sobresalían del lago unas toscas
otro, probablemente más obtuso y consecuente. construcciones de troncos entrelazados. Sobre
Así se conciliaba el sueño. ella, trepando y retorciéndose lentamente, se
Hotar salió de su ensimismamiento cuando el afanaban los nativos. Hotar hizo foco sobre ellos
ícono de comunicación brilló en el borde dere- cuidadosamente: algunos eran adultos comple-
cho de su campo visual. El controlador de la ba- tamente formados, pero había un grupo, sobre
se habló. Sin explicarle nada, le ordenó unirse a una plataforma más gruesa y mejor construida,
un grupo de otras tres naves en unas coordena- que parecían infantes. No sólo la talla lo eviden-
das específicas. ciaba, sino también el tamaño de sus cabezas, y
Se introdujo de nuevo en el amnios y cerró la el menor número de miembros. Hotar se maravi-
escotilla. Comunicado con el encéfalo de su na- lló de su actitud. Sumisos y apocados, se apiña-
ve, le bastó pensar en un triángulo rojo en mo- ban, como transidos de temor ante los adultos.
vimiento para que la nave extendiera sus alas y Cada uno llevaba aferrado algo extraño, azul y
brincara del suelo, ganando altura. arrugado. Hotar tardó un buen rato en poder ha-
cer foco correctamente sobre uno de esos obje-
No hubo instrucciones. Necesitaban a Hotar tos. Parecía una esfera azul, aplastada y fruncida.
para escudriñar un grupo de nativos que había “Un huevo, la cáscara de un huevo” pensó. “Su
sido detectado hacía unas pocas horas. No eran propio huevo, llevan a cuestas el huevo del cual
muchos, y mantenían una febril actividad alre- nacieron”. Tan compenetrado estaba, que no
dedor de un área donde el bosque avanzaba par- percibió que las naves de ataque se habían dis-
cialmente sobre las aguas de un vasto lago. No persado, buscando nuevos escondrijos entre la
se conocía aún el objetivo de sus actividades, y maraña.
la función de Hotar era precisamente tomar nota, Uno de los adultos condujo a los infantes ha-
antropológicamente hablando, de lo que hacían. cia una plataforma que asomaba sobre las aguas,
Era como cualquier otra misión de Hotar, excep- como un balcón. Otro les fue ofreciendo a cada
to que tres naves de ataque lo acompañaban. uno un pequeño objeto, una estatuilla, y los pe-
Sobrevolaron la foresta en la cruda luz del me- queños entregaban a cambio su huevo. El que
diodía, y de repente se posaron en un claro. A había recolectado los huevos se acercó al borde
partir de allí las naves caminaron sobre sus zan- de la plataforma, tomó un enorme recipiente y,
cudas patas, y la marcha se hizo muy lenta. Ho- alzándolo con evidente esfuerzo, arrojó su con-

ProximA | 34
tenido a las aguas. Hotar alcanzó a discernir ju- 3
gos amarillentos y pedazos informes de carne
escamosa de algún animal. Después, el oficiante El Oficial apreciaba a Hotar. Sabía que era un
tomó cada una de las cáscaras, y alzándola por hombre inteligente, pero que tenía un solo de-
encima de su cabeza, la arrojaba al agua con un fecto: era una buena persona que odiaba la vio-
cloqueo. Los infantes respondían con chasqui- lencia. Ahora estaba sentado delante suyo, en la
dos y silbidos trémulos. pequeña e incómoda oficina, ofreciendo sus tor-
“Un ritual de madurez”, se dijo Hotar, maravi- pes argumentos y su cerril reprobación. El Oficial
llado. intentó nuevamente.
Un ícono de alarma se iluminó ante él. Algo —Convocaron una fiera para utilizarla contra
enorme se aproximaba bajo el agua, hacia las nuestros operadores.
plataformas. Por el intercomunicador, Hotar es- —No es así. Era su Dios, estaban adorándole
cuchó a los pilotos de las naves de ataque inter- —se empecinó Hotar.
cambiar cortas frases. —El piloto murió, Hotar. Se ahogó dentro de
“Actividad hostil” su nave. Podía haber sido usted.
“Neutralizar” —Matar a esos infantes no era necesario. Eran
Sólo entonces Hotar cayó en la cuenta de que criaturas, eran niños.
las naves de ataque no estaban ya a su lado, —Los niños son humanos...
sino que se deslizaban hacia las plataformas —Sabe a lo que me refiero.
desde sitios muy distintos, acechando. —Un ser humano murió hoy, Hotar, gracias a
Todo sucedió en un instante, una fracción de los nativos.
un minuto. Las naves de ataque se aproximaban El Oficial estaba impacientándose y Hotar lo
a las plataformas y los nativos interrumpieron su sabía. Se tragó su angustia.
ceremonia: todavía no habían visto a los agreso- —Mi función es entregarle a Usted mi diagno-
res. El agua se arqueó y bulló, y una forma blan- sis como Explorador. Soy un civil y no un militar
ca y vasta se alzó de las profundidades con una entrenado. En base a mis conocimientos como
explosión de espuma. Dos mandíbulas macizas antropólogo y biólogo, interpreto las observa-
como martillos, erizadas de cortas espinas ne- ciones mediante la mejor hipótesis operable. Es-
gras, abriéndose justo bajo una de las naves de taban celebrando una ceremonia, posiblemente
ataque. El piloto pudo esbozar apenas una ma- un ritual de iniciación. La bestia submarina es
niobra de huida: las mandíbulas golpearon con con elevadas probabilidades su deidad máxima,
rapidez pavorosa. Hotar vio el metal doblarse y ante ella presentaban los infantes para ser un-
bajo el peso inmenso de la mordida. En un tor- gidos. Seguramente es una fiera, un depredador,
bellino espumoso, ambos desaparecieron bajo el y distinguió como...
agua. Las otras naves abrieron fuego contra los —Su informe será evaluado e incorporado al
nativos. Hotar los vio correr por las plataformas, Compendio Antropológico.
intentando apartar a los infantes de la muerte. Hotar suspiró, hizo la venia y se retiró.
Los impactos alzaron una bruma de esquirlas y Más tarde intentaría, vanamente, dormir.
sangre, pero aún así pudo Hotar contemplar la
masacre. Vio los cuerpos estremecerse mientras
quedaban cubiertos de orificios. Distinguió al 4
oficiante, destrozado, desplomarse sobre una de
las crías. Vio a los infantes, petrificados por el Las dos naves iban a la par, sobrevolando
terror, permanecer inmóviles mientras los pro- bosques y ríos. Dejaban blancas estelas de con-
yectiles los desgarraban. Sólo atinaron a aferrar densación en el aire helado.
más fuertemente sus amuletos, excepto el últi- Habían pasado muchas semanas desde el ri-
mo, que dejó caer su talismán y alzó las patas tual. Hotar había vuelto a sus obligaciones habi-
ante su rostro, en un impotente gesto de horror. tuales, pero ya jamás saldría solo: siempre lo ha-
Hotar no hizo nada, no dijo nada. Permaneció ría acompañado de una nave de ataque. ¿O en
en su nave. realidad era él el que acompañaba?
Una sola imagen lo obsesionaba al borde del
sueño, la misma que lo estremecía al regresar a
la vigilia: un infante aborigen, inmóvil, cubrién-

35 | ProximA
dose el rostro ante la muerte, mientras los pro- Siguen avanzando. El piloto hace un gesto a Ho-
yectiles lo destrozan. tar para que se detenga mientras él sigue avan-
La otra nave hace un medio rizo y comienza a zando. Hotar obedece, pero después de unos
descender. Hotar la sigue. Pronto descubre el instantes comienza a andar nuevamente. El pilo-
porqué. Abajo, sobre la nieve, dos nativos se to gira levemente la cabeza hacia él. Por el inter-
apresuran. La nave de ataque desciende ante comunicador le dice que conserve su posición.
ellos. Hotar lo hace un poco más lejos. Los nati- Hotar se detiene, pero cuando ve al piloto em-
vos se desbandan cuando se les corta el paso. pequeñecerse con la distancia recomienza su
Llevan pequeños cestos o bolsas de piel, que marcha.
aferran mientras corren inútilmente. El piloto Ahora el río, tras perder su fuerza y dividirse
dispara sobre uno, el que tiene más cerca, ma- varias veces, es un arroyo suave tapizado de pie-
tándolo al instante. dras redondeadas. La garganta se ha convertido
Hay un pequeño río cerca, helado a medias. El en un estrecho desfiladero, y al final de éste se
nativo superviviente corre por la orilla, buscando adivina una cavidad en la roca, un pequeño anfi-
un sitio para cruzar. La nave de ataque, sin apre- teatro profundamente hundido. El piloto se de-
surarse, se dirige a él caminando. Hotar observa. tiene. Un rugido a media voz surge por el inter-
El nativo, acuciado por el pánico, se arroja al comunicador de Hotar. “Le ordeno que conserve
agua tumultuosa. Nada con dificultad, mientras su posición”, ladra. Hotar no obedece, y el pilo-
la corriente lo arrastra y lo golpea contra las pie- to no puede ocuparse de él, porque de la entrada
dras. Agónicamente, aferrándose a ellas, el nati- al anfiteatro rocoso surge una multitud de nati-
vo se acerca lentamente a la ribera. Las dos na- vos armados. Con sus lanzas-espina amenazan
ves van caminando por la otra margen. El nativo al piloto.
emerge del agua y se arroja en la nieve de la ori- El piloto no se inmuta ante el muro de lanzas
lla. Trastabillando, emprende de nuevo la huida. que se alza frente a él. Levanta el fusil hasta su
La nave de ataque cruza el río con un leve aleteo hombro y rocía a los guerreros con proyectiles.
y cae sobre él. Un único disparo le arranca varias Caen en amasijo, enredados unos con otros. Pe-
patas en un estallido de sangre. El nativo cae, ro de la garganta siguen saliendo guerreros. El
hecho un ovillo. La nave de ataque coloca una piloto y Hotar saben que un lugar tan defendido
de sus patas encima de su cuerpo. Hotar, mien- no puede dejar de ocultar algo trascendente. El
tras su nave cruza el río, ve al nativo, mientras fusil sigue vomitando proyectiles. Dejan deste-
se desangra, retorcerse desesperadamente bajo la llos blanquecinos en el aire frío, iluminando sua-
terrible presión de la pata. Con un chasquido, su vemente las paredes de piedra y brillando en las
cuerpo cede, y su sangre y sus vísceras se de- aguas del arroyo. Los guerreros mueren en tro-
rraman y se mezclan con la nieve. Hotar se pre- pel, intentando en vano alcanzar al piloto con
gunta para qué lo han conducido hasta allí. sus lanzas. Lentamente, avanzando sobre los
Entonces el piloto se detiene. Los sensores de cuerpos caídos, el piloto y Hotar progresan hacia
su nave han captado algo. Los de la nave de Ho- el anfiteatro.
tar también. Una señal muy baja, muy leve. Pro- Ya han llegado, y ante ellos se extiende una
cede de una estrecha garganta, algo más adelan- pequeña lengua de arena. Por un lado el arroyo
te, dentro de la cual el río se precipita y se pier- se curva y se pierde en una breve laguna. Por el
de. otro se profundiza la nieve. Las paredes son altí-
La garganta es una estrecha grieta en las rocas. simas y por encima de ellas se alza el bosque. En
La señal se hace más fuerte. Inútil es intentar el medio, en un espacio libre de nieve sobre la
meter las naves por ese desfiladero erizado de arena límpida, reposa un grupo confuso. Una
piedras y hielo: deben entrar a pie. El piloto du- criatura nueva para Hotar, una forma plateada y
da, piensa Hotar. No sabe si llamar a la base y celeste, alta, está arrodillada o sentada sobre
pedir refuerzos o acometer la tarea él mismo. La múltiples patas. Se apoya sobre una especie de
escotilla de su nave se abre y el piloto desciende almohadones muy toscos, y la rodea una masa
de un salto. En sus manos sujeta un largo fusil. azul brillante que Hotar tarda bastante en inter-
Hotar sale también al exterior y camina tras el pretar. El corazón se le acelera de pronto, porque
piloto. Juntos comienzan a descender entre las entiende que son huevos. Centenares de huevos
piedras. El ruido de sus pisadas queda amorti- apilados cuidadosamente.
guado por la nieve y por el bullir de las aguas.

ProximA | 36
Una turba de guerreros rodea a la criatura ce- Los guerreros se apartan. La criatura celeste y
leste y a sus huevos. De esta turba, como un lar- plateada se hinca en el suelo a su lado. Con al-
go tentáculo, sale un caudal incansable de nati- gunos de sus miembros toca al hombre suave-
vos que avanzan contra los intrusos y mueren, mente. Con los ojos empañados, Hotar la obser-
acribillados. No hay esperanza para ellos: Hotar va y piensa que es hermosa. En el extremo de
sabe que el piloto lleva municiones suficientes, y una de sus patas sostiene algo, y se lo muestra.
granadas, y puede aún llamar a la base y solicitar En el hueco entre los profusos dedos, sobre la
un bombardeo. palma celeste, hay un ser diminuto y tierno, de
El corazón de Hotar late como una fragua. En un gris casi transparente. Restos de un mucílago
sus manos hay una piedra. Hotar se precipita azul lo cubren, que la criatura celeste retira cui-
sobre el piloto, y un pensamiento inverosímil dadosamente con unos finos tentáculos rojos
acude a su mente: “¿Cuántos milenios han pa- que le salen de la boca. El pequeño ser se agita,
sado desde la última vez que un hombre atacó a inquieto, y con sus múltiples patas se aferra a los
otro con una piedra, en un arroyo pedregoso?”. dedos de su madre, irguiéndose a medias. Hotar
El piloto, obnubilado por la matanza, no lo ve no ha visto en su vida nada tan hermoso ni tan
venir. Hotar cae sobre él y le arroja la piedra con frágil.
mano temblorosa, sin fuerza. Pero la sorpresa
basta. El piloto trastabilla, su boca vomita una Muchas horas después varias naves descien-
injuria. Se traban en un forcejeo, caen en el den sobre el río. En la orilla encuentran dos na-
agua. Hotar se aferra al fusil, tratando desespera- ves, vacías y abandonadas, a medias cubiertas
damente de alejar la mortal boca de su rostro. por la nieve que sigue cayendo. Luego de mucho
Seguramente la pedrada ha hecho su trabajo, ir y venir, descubren un anfiteatro horadado en
porque Hotar le arrebata el arma al piloto y se la roca por el río. Los pilotos llegan hasta él a
yergue, apuntándole. Quiere hablar, pero el mie- pie. Hay restos de una batalla: sangre amarillenta
do muerde su lengua. El dedo vacila sobre el ga- congelada, lanzas-espina quebradas. En el arroyo
tillo. El piloto levanta la mano. Sujeta una pistola encuentran el cuerpo de un piloto: muerto, pero
corta. El bramido de las detonaciones sobresalta no por las lanzas. Miran en derredor, consterna-
a Hotar. Hay un destello blanco, y el proyectil le dos. El lugar está vacío. Si hubo huellas, la nieve
da al piloto en la mejilla izquierda. Su cabeza las ha desvanecido. Un poco más allá, divisan
revienta como una fruta podrida. Hotar siente un un túmulo bajo rodeado de lanzas. Se acercan
dolor insoportable en el pecho y deja escapar el en silencio. Mientras unos aprontan los fusiles,
fusil. Mientras cae de rodillas, se lleva las manos otros profanan el sepulcro. Sólo encuentran el
a la herida. Justo debajo del esternón hay un ori- cadáver de un hombre, Hotar, y en su rostro hay
ficio quemado. Sabe que en su espalda existe un una sonrisa.
cráter mucho mayor, de bordes destrozados. La
sangre que se derrama empieza a encharcar la
arena alrededor de él. © Néstor Toledo
Los nativos lo rodean, silenciosos. Hotar espe-
ra que, de un momento a otro, lo lanceen. Los
nativos se acercan más, comienzan a comuni-
carse entre ellos con sus chasquidos y cloqueos.
Algunos se atreven incluso a extender una pata
y, tímidamente, tocar a Hotar.
Mientras sus ojos se desenfocan, Hotar intenta
mantenerse lúcido. El frio de la muerte y del
miedo lo estrujan con ferocidad.

Nestor Toledo nació en 1980 y vive en Sarandí, en la zona sur del Gran Buenos Aires. Trabaja como paleon-
tólogo en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y es becario del CONICET. Escribe e ilustra con
la misma precisión y belleza, lo hace desde hace años, pero esta es la primera vez que se publica
un cuento suyo.
.

37 | ProximA
ProximA | 38
PASAJE DE IDA
AL AGAIRE
EDUARDO J. CARLETTI

Leandro es un chico muy especial. Siempre le rrecto para la situación, que qué quería decir yo
gustaron más las piezas mecánicas o electróni- con eso de ¡glup!, pero se están apresurando,
cas que sacaba de la montaña de restos de mi porque aquel ¡glup! fue en realidad el sonido
taller que su colección de juguetes. Pero esto no mejor articulado que pude articular cuando vi
es lo más importante. No quiero confundirlos y esa cosa que había traído Leandro del agaire. Y
hacerles creer que algo de lo que ocurrió tiene no exagero.)
relación con la mecánica o la electrónica. No, ni La Cosa no era más que una cosa. Y no es una
siquiera es cuestión de física avanzada. Lo que redundancia, porque cuando uno no puede cali-
quiero decir es sólo eso: que él es muy especial, ficar un objeto con más o menos cinco palabras,
y no porque sea capaz de armar y desarmar ese objeto es una cosa.
equipos electrónicos y hasta sepa explicar —a Ahora bien, trataré de describir la cosa que tra-
su manera un tanto fantasiosa de niño de cuatro jo Leandro del agaire con un mínimo de texto:
años— cómo funcionan, ni tampoco porque a Era algo brilloso, húmedo, transparente, mulli-
los tres se conocía de memoria las partes de un do, cálido, colorido, suave, viscoso, liviano, ex-
motor a explosión, sino porque es especial y al- traño, plácido, desamparado, frágil, mimoso, in-
go más: tiene mucha imaginación. forme (con todo el valor que implica la palabra)
Pero me estoy yendo de tema. y más que nada (o más que todo) simpático.
Lo principal empieza con el asunto del agaire. Leandro lo llevaba en las manos y lo acariciaba
Un día estaba reparando un equipo de trans- con dulzura, mientras la cosa del agaire tembla-
misión, concentrado en descifrar la sección mo- ba de placer y se estiraba lo más posible contra
duladora de frecuencia, cuando Leandro vino, se la superficie de sus manos.
sentó a mi lado y se quedó mirándome sin decir Y hacía run-run, igual que los gatos.
ni a. Leandro lanzó un ¡Jí!, me miró fijo y preguntó:
Y eso me puso los pelos de punta. —¿Te gusta?
¿Por qué?, se preguntarán ustedes. —Yyyyyy... —(mientras pensaba qué podía
Imagínense una máquina de hacer fideos gi- decir acerqué un dedo y la cosa me lo chupó un
rando a 2.000 RPM, conectada a un tubo de poquito)— ...es lindo, pero...
alimentación continua, y kilómetros y kilómetros —Lo traje del agaire —contestó antes de que
de tallarines fresquitos, pegajosos, enroscándose le preguntara.
alrededor de sus cabezas, metiéndose en sus —¿El agaire? ¿Y eso qué es?
orejas, tapándoles la vista hasta ponerlos fuera —Bueno —dijo Leandro un poco enojado
de sí... Luego transformen los fideos en palabras (nunca le gustó mucho explicar cosas)—. Es al-
y... go que inventé yo. Un lugar que me gusta...
Así es Leandro cuando viene a mi taller: una (Entonces, no sé por qué, recordé que un día,
máquina de hacer preguntas y (lo que es peor) cuando tenía tres años y medio, clavó su dedito
una máquina de dar instrucciones. índice en el piso y me dijo muy serio: "Este lu-
Bien. El día del agaire no dijo nada. Yo sentía gar no me gusta", y yo no le presté demasiada
una tensión insoportable, como si estuviese por atención.)
desatarse un huracán. Todos los pelos de mi —Pero no me vas a decir que a eso —señalé
cuerpo se habían puesto rígidos y me producían la cosa (y la cosa quiso chuparme el dedo otra
un terrible hormigueo. Era más molesto que es- vez)— también lo inventaste vos...
cuchar sus preguntas. Así que lo encaré y le dije: Leandro encogió los hombros y levantó las
—¡Glup! dos manos (la cosa se había colgado de su cue-
(De acuerdo, me dirán que no era lo más co-

39 | ProximA
llo y lo besuqueaba por debajo de la oreja) y mente —aunque sea lejanamente, espero— lo
después explicó: que vi, y por fin decido que tal vez lo más apro-
—Bi vino del agaire conmigo. Me quiere mu- piado podría ser...)
cho. ...un agujero.
—¿Bi? —(La cosa me miró. Y no me pregun- Claro que un agujero no es una cosa del otro
ten con qué, pero me miró). mundo (a menos que hablemos de agujeros ne-
Leandro puso cara de enojado. No le gusta gros en el espacio u otros orificios menos defini-
que le pregunten cosas obvias, así que tuve que bles del mundo subatómico), pero este agujero
aceptar que esa cosa del agaire se llamaba Bi. sí lo era, y a que a pesar de que lo voy a lla-
Respiré hondo y me preparé a cualquier cosa. mar agujero, estoy seguro, segurísimo, eso no
Después pregunté: era un agujero ni nada que se parezca remota-
—Leandro... ¿el agaire qué es... un algo o mente, sólo que voy a llamarlo así porque a mí
un dónde? me pareció nada más y nada menos que un
Leandro dijo uf, dio media vuelta y se fue. hermoso y saludable agujero en la realidad.
Estaba ahí, pegado sobre el magnífico mural
(que Dios sabe lo que me costó conseguir) y me
INTERVALO mostraba sus profundidades húmedas (y rosado-
violáceas, diría) con total desparpajo de agujero
en la nada que no tiene más preocupaciones (tal
...en el cual traté de acomodar un poco mis vez) que la de no resbalarse y quedarse pegado
pensamientos y definir qué estaba pasando... en algún lugar que fuera (a su gusto) menos
Hasta que llegué a la conclusión de que estaba digno de él. Porque (y es por eso que dejé de
soñando o... creer en él como agujero a secas) estaba nada
(en ese momento probé a despertarme con la más y nada más que en el mural, ya que cuando
punta del soldador, y les aseguro que me que- quise apoderarme de lo que creí eran los restos
mé) de mi hermosa lámina, levanté el rectángulo de
...o que existe en algún lugar una cosa brillo- cartulina de la pared y vi (y aquí sí que no me
sa, húmeda, transparente, colorida, mimosa van a creer) que por atrás no estaba agujereado
(etc., etc.) y sobre todo simpática y que esa co- en absoluto, que seguía siendo un rectángulo
sa, fuera como fuese, estaba pegada a Leandro y lustroso de cartulina sin agujero, mientras que
se llamaba Bi. Y créanme por favor, no pude por delante nuestro famoso engendro seguía de-
creerlo. leitándose con arruinar mi querido monstruo,
El cuarto de Leandro estaba casi como siem- recortándole un perfecto círculo de un metro o
pre. A la derecha una estantería hasta el techo más.
llena de cajas con juguetes, a la izquierda la ven- Entonces vi a Leandro que venía avanzando
tana, en el suelo dos millones trescientos cin- por el agaire y...
cuenta mil chirimbolos y al frente la pared donde (PERDONENME, PERO YA ERA DEMASIADO)
se apoyaba la cabecera de la cama, donde Marta ... todo se me nubló.
y yo habíamos pegado un montón de posters
coloridos y donde, a pedido especial de Leandro, Marta trajo el desayuno y (como siempre)
yo había sobrepuesto un lujoso mural de la Leandro y yo peleamos por la crema de chocola-
compañía en la que trabajaba, al que Leandro y te. Al final (como siempre también) perdí y me
yo llamábamos en secreto el monstruo. quedé con la porción más chica (y tengo que
Pues bien: casi todo estaba igual, salvo que el confesar que es frustrante). Leandro se la comió
"monstruo" no estaba y en lugar de él nada más entre sonrisas y miradas pícaras, mientras yo re-
y nada menos que... volvía la leche con una galletita.
Y pensaba.
Había vuelto de mi desvanecimiento en el sue-
OTRO INTERVALO... lo del cuarto de Leandro, me había levantado de
inmediato y había encontrado a mi hijo jugando
con los restos de un viejo giradiscos Garrard. Y
(...en el cual busco y rebusco en mi mente las entonces me había entrado la duda.
palabras que me sirvan para definir aproximada-

ProximA | 40
¿Había sucedido de verdad esa locura o yo me Después ella había logrado una reconciliación
había golpeado (no es difícil tropezar en ese amistosa (como siempre) y por aquella noche
cuarto y terminar por el suelo) y había soñado nos habíamos olvidado de los viejos rencores.
durante el desmayo? Ahora Leandro me miraba y se reía, mientras
Deduje que debía haber sido así, ya que el mu- comía su taza de crema de chocolate.
ral estaba intacto, con la lujosa MG3K enterita y —¿Y Bi? ¿Cómo anda?
rodeada de su corte de periféricos. Pero, ¿cómo Leandro me miró con picardía y dijo (cantu-
había aparecido yo en el cuarto de Leandro si rreó):
había estado trabajando con el transmisor y no —Biri biri biri biri. —(Como siempre que
me acordaba de haberme movido sino des- quiere escaparse de un tema que no le interesa
pués de haber empezado la alucinación? ¿Tan tratar).
fuerte me había golpeado? —¿Biri, eh? —dije yo, levantándome con aire
—Leandro, ¿cómo me caí? —le había pregun- de amenaza, pero...
tado.
—No sé. —(No levanta la vista. Está concen-
trado en sacar un tornillo que sostiene el brazo Y AQUI EL INTERVALO ES CENSURA EN
de la cápsula.) PROTECCION DE LA INTIMIDAD FAMILIAR.

...como siempre salí perdiendo yo (Marta es


súper rápida cuando Leandro y yo nos pelea-
mos) y tuve que quedarme con la duda hasta
que volví del trabajo.

INTERVALO (TRABAJANDO)

(Durante el cual recuerdo una y mil veces a


Leandro viniendo hacia mí, nadando de a ratos
un estilo pecho impecable y volando en otros —
en un estilo que reconozco desconocer— a tra-
vés del interior rosado-violáceo del agujero y, es
curioso, ya no siento el pánico que en ese mo-
mento me hizo desmayar...)
(...Tal vez porque ya no puedo creerlo y pre-
fiero autoconvencerme de que todo ha sido un
sueño. Así que regreso a casa tranquilo, espe-
rando que —de vuelta a la normalidad— Lean-
—¿Vine caminando o estaba parado acá? dro me grite en las orejas mientras yo me dedico
—No sé. —(Ahora se esfuerza visiblemente. a mis aparatos.)
El destornillador se zafa una y otra vez.) Entro a casa silbando, saludo a la perra (tengo
—¿Y vos, dónde estabas? una perra chiquita que se acuerda de mí única-
—Por ahí. —(Ya abandonó. Ahora tironea mente cuando vuelvo a casa) y luego a mis dos
con una pinza.) amores, por orden de aparición. Un beso a Marta
—¿Y no viste cuando me caí? y (hmmmmm) apretón. Un "¿Qué tal, cómo te
—No. —(Saca la pieza y la pone junto a otro fue?" "Bien, todo como siempre, ¿y por acá?"
montón de fierrerío.) "Bien, bien. Leandro está jugando en el cuarto".
—¡Mierda! —había gritado yo entonces, fuera Entonces aparece él. Besuqueo de Leandro mien-
de mí, mientras pateaba el Garrard con bronca. tras me escarba los bolsillos, pero yo no le doy el
Leandro me había mirado con asombro, se gusto: tengo escondido un paquetito de carame-
había levantado haciendo pucheros y se había los en el portafolio para después de cenar; y fi-
ido a decirle a su mamá que yo no lo quería. nalmente me acomodo en el sofá y tomo un ca-

41 | ProximA
fé, mientras ellos desaparecen momentáneamen- pues me la imagino a Marta entre sus ¿brazos?
te con destino a sus ocupaciones hogareñas. movedizos y acariciantes y un puñal de celos se
Entonces empieza a roer mis pensamientos un clava en mi corazón, ya que de pronto sospecho
gusanito de duda. Siento ganas de espiar el cuar- que esa cosa no tiene sexo ni nada que se le pa-
to de Leandro y me voy corriendo (descalzo, pa- rezca, sino que acaricia porque sí, porque le vie-
ra no hacer ruido) para allá. Entro y... ne bien, pero igual no me gusta, no; no la puedo
imaginar a Marta teniendo un orgasmo con na-
die (o nada) que no sea yo, maldito sea (y juz-
INTERVALO guenmé posesivo si les parece, pero es así), de
modo que decido poner punto final a toda esa
locura:— Leandro, ¿quién era eso? ¿Bi?
...en el cual me estremezco tratando de asimi- Leandro me mira con cara de incomprensión.
lar todo el terror del primer contacto y... —¿Eh? —dice, haciéndose el inocente.
—No te hagas el tonto. ¿Qué era ese mons-
truo que se me tiró encima recién? ¿Podés expli-
INTERVALO 2 carme?
—Ese era Plip —dice sencillamente mi crío,
mientras mira de reojo el mural—. Vino de pa-
...durante el cual trato una vez más de darme seo desde el agaire.
cuenta de por qué me da tanta vergüenza cuan- —Muy bien, muy bien —digo con tranquili-
do recuerdo que... dad pasmosa (pero estoy por explotar)—, ahora
me vas a explicar qué es el agaire y de dónde
aparecen esos monstruos acaramelados y pega-
INTERVALO 3 josos que te estás trayendo para jugar, ¿eh?
—Bueno.
—Muy bien. Empecemos por el agujero...
...en el que decido que debo estar confun- ¿Dónde está?
diéndolos, ya que no saben que al entrar al cuar- —Ahí —dice Leandro, al mismo tiempo que
to de Leandro... hace chasquear los dedos.
...choco con una cosa brillosa, húmeda, Y ahí está.
transparente, mullida, cálida, colorida, suave, —¿De... de dónde aparece? —pregunto yo, ya
viscosa, liviana, extraña, mimosa, frágil, desam- no tan seguro de mí.
parada, informe, simpática y más que nada (o Leandro pone cara de erudito y se lanza a ex-
más que todo) ENORME. Choco, me caigo, y la plicar.
cosa no sólo no se enoja (o gruñe, o protesta, o —El agaire lo hice yo; es un lugar que me gus-
se escapa) sino que se tira encima de mí (y en- ta. Hago así —chasquea los dedos de la mano
tonces descubro que aquella calificación derecha— y aparece. —El agujero no se inmuta:
de liviana es la pura verdad) y empieza a acari- ya está ahí—. Y después así —chasquea otra
ciarme con un desparpajo total, hasta lo más ín- vez los dedos— y desaparece. —Y el agujero se
timo de mi ser. Y puedo asegurarles que la des- esfuma.
carada sabía lo que hacía. Así de sencillo.
Me siento envuelto por el placer. La cosa de- —Pero... pero...
rrocha en mí un amor tan inmenso que me deja —Papi...
atontado y luego, sin que pueda precisar en qué —¿Eh?
momento, se va por no sé dónde. Yo tengo que —¿A vos te gusta este mundo?
correr al baño y luego, enojado, vuelvo a la carga (Me quedo mudo; entonces Leandro sigue.)
al cuarto de mi pequeño monstruito, para en- —Yo quería un mundo así, así que me lo fa-
contrarme con su cara inocente mirándome y briqué y chau.
esperando lo peor (pero nada más; y ustedes sa- —Pero, ¿cómo?
ben a nada de qué me refiero). —Lo pensé.
—Leandro... —digo con lentitud, mientras —Pero pensándolo nada más no se fabrica un
pienso en esa cosa, en su modo de actuar im- mundo —digo yo, aunque no estoy tan seguro.
procedente que no me gusta, no me gusta nada,

ProximA | 42
—Bueno, además tengo que hacer así —y ha- que sus proporciones disminuyen gradualmente
ce dos veces el famoso ruidito con los dedos, lo hasta que se convierte en un puntito tembloroso
que causa la aparición y desaparición del agujero en la inmensidad rosado-violácea), y no sé qué
rosado-violáceo que tan frecuentemente arruina hacer...
mi mural—, y el cerebro se ocupa de todo. (entonces pienso)
(Y no crean que no sabe de lo que habla, ya ...y meto una mano en el agaire (la sensación
que recuerdo que un día empezó a interesarse es deliciosa y tibia, parecida a un sol de primave-
por las cosas que tenía adentro y me volvió loco ra o a una brisa de verano), pero no me decido a
preguntándome, hasta que opté por comprarle hacer nada más; al fin y al cabo ese no es mi
un juego de plástico que mostraba en múltiples mundo y no sé cómo puede reaccionar ante mi
colores todas las intimidades horribles del cuer- invasión. De pronto siento que algo me pellizca
po humano; de modo que sabe muy bien qué es y dice ¡jí! y saco la mano muy rápido, como si
el cerebro y para qué sirve. No lo duden.) me hubiese quemado. En el mismo instante el
—O sea que hacés todo con la mente — agaire desaparece delante de mis ojos para ceder
aclaro yo. lugar a la MG3K, que por momentos me parece
—Sí, con el cerebro —afirma con gracia, un mono electrónico gigantesco que me hace
mientras que con la expresión parece querer de- guiños con sus luces (y los guiños me recuerdan
cir que es muy sencillo. Pero yo no me lo creo. a Leandro...)
—Lea... ¡aaay! —digo yo (y tengo que expli- ...(así que me pongo a gritar como un loco.)
carles que me sale así porque en ese momento
siento que alguien me chupa el dedo gordo del
pie —no olviden que estaba descalzo— y... (GRITOS)
¿adivinen quién era?).
...me encuentro a Bi muy amorosamente dedi-
cado a hacer lo que dije antes con una fruición
tal que parece que en ello se le fuera la vida. En-
tonces no aguanto más; levanto a Bi en mis ma-
nos (está haciendo run-run escandalosamente),
se lo pongo a Leandro delante de los ojos y le
digo:
—¡Bueno, basta! Quiero que devuelvas estas
cosas a su lugar, sea lo que sea y sea donde sea,
y que no vuelvas a traerlas, ¿entendiste?
Leandro dice sí con un movimiento mudo y
agarra a Bi (lo veo con cara de derrota y —es
vergonzoso— pero me siento feliz) y se lo lleva
para el lado del mural.
—Y no quiero ver más a ese agujero asquero-
so —machaco yo.
—Pero pá...
—Nada. Ni una palabra más.
Leandro se sube a la cama, chasquea los de-
dos y se para frente a la entrada del agaire. Tira a
Bi adentro (Bi se esfuma en cuanto pasa al inte-
rior del agujero), titubea un momento y me dice:
—Chau, papi. Te quiero mucho...
Estoy sentado en la cama. Marta sostiene mi
Entonces salto como un muelle de acero y le
cabeza contra su pecho, haciendo que me sienta
rozo un pie con la punta de los dedos de mi
como un bebé. Yo hablo, digo dieciochomil pa-
mano derecha en el mismo momento en que él
vadas. Divago.
se zambulle en el agaire, pero no llego a agarrar-
Y poco a poco me tranquilizo.
lo. Veo a Leandro nadando y alejándose (aunque
Entonces ella me pregunta y yo le explico. Le
en la perspectiva extraña de ese mundo no lo
cuento lo de Bi, Plip y el agaire (y recién ahí me
veo alejarse, en realidad, sino que me parece ver
doy cuenta de que agaire es agua-aire, un lugar

43 | ProximA
donde nadar y volar sin peligro, cómodamente, y a Leandro...
comprendo también que se adapta tanto a la Por eso pruebo y pruebo
personalidad de Leandro como la dulzura de sus entre línea y línea de esta historia
criaturas. Se lo digo a Marta. Veo lágrimas en
sus ojos) y aunque les parezca mentira ella me yo pruebo
cree (bueno, estudió física y química en su carre- y de pronto
ra —es bioquímica— y conoce todas esas cosas ¡!
extrañas. Ya saben: el electrón que pasa por dos veo el agujero que parpadea y
lugares al mismo tiempo o todas esas partículas
inmensas que son muchísimo más grandes que aparece y desaparece
los núcleos donde habitan, y esos túne- hasta que
les increíbles en la nada, y las cosas virtuales...) ¡!¡!¡!
Nos abrazamos y lloramos en silencio. se queda ahí y...
Y transcurre un buen tiempo durante el cual
tratamos de encontrar un modo de hacer volver
a Leandro. Pensamos y pasa el... INTERVALO

TIEMPO ...en el que llamamos a gritos a Leandro por


. la abertura en el mural y entonces sentimos que
. él se ríe y nos llama...
. ...y en el cual decidimos ir a buscarlo porque...
y después llegamos a la conclusión de que Pensamos que es posible traerlo de vuelta,
quizás la única forma de encontrarlo es que aunque a lo mejor prefiramos quedarnos, ya
vuelva por su cuenta o tal vez... que...
...al fin y al cabo a nosotros TAMPOCO nos
gusta este mundo.
INTERVALO (Y por las dudas no se queden esperando a
que termine esta historia.)

...en el cual escribo esto lo mejor que he podi-


do, antes de intentar abrir mi propia puerta al
mundo de Leandro, y pruebo a chasquear los © Eduardo J. Carletti
dedos de mil modos diferentes.
Pruebo y pruebo
pero hasta hora
no logro más que
cansarme las manos.
Pero no puedo dejar de hacerlo.
Los ojos de ella mirándome mientras yo
pruebo
son terribles.
Los dos queremos volver a ver

Eduardo Julio Carletti nació en Buenos Aires en 1951. Actualmente es docente de la Universidad de La Pla-
ta y desde hace 40 años se dedica a la robótica y al estudio de los insectos. Como escritor ha publicado
una novela y dos libros de cuentos, ha recibido diversos premios (entre ellos, el Más allá en varias catego-
rías) y sus relatos han a aparecido en revistas y antologías de Argentina, España, México, Venezuela,
Cuba, Estados Unidos, Uruguay, Polonia e Italia. Coordina el taller literario Máquinas y Monos y
desde 1989 dirige Axxón, la primera revista editada en soporte digital de habla hispana.

ProximA | 44
LA LÁMPARA
DE DIÓGENES
TERESA P. MIRA DE ECHEVERRIA

Habiendo encendido [Diógenes]


una lámpara en pleno día, decía,
“estoy buscando un hombre”.
(Diógenes Laercio, Vida de filósofos, VI, 6)

“Tarde o temprano la sangre se agota. Los ojos del femtomívero se abrían desmesu-
102017 puede ser un número superior a las es- radamente (ya iba por la triple expansión de su
trellas del cielo y a los átomos mismos del uni- iris pupilar).
verso, pero es un número finito, mucho más fi- El humano de la bata blanca sonrió con indul-
nito de lo que aparenta. gencia y prosiguió su soliloquio, inclinado sobre
Y, puristas o no, racistas o no, el hombre se el espécimen:
agotó. “Ni las máquinas, ni las guerras, ni el hambre
Las mixturas genéticas se consumen, termi- que supimos sembrar, ni los vómitos de hartaz-
nan, se acaba la posibilidad de la novedad en la go de los sembradores, consiguieron eliminar-
combinatoria. nos. No, señor. La Vida, la puta Madre Natura-
Algún día el ajedrez de la vida tenía que agotar leza nos acabó. Ella nos había hecho y ella nos
todas sus potenciales jugadas y lo hizo mucho terminaba; porque sí, porque era hora, no sé.”
antes de lo pensado. Kaputt, ¿sí?” Entonces el femtomívero hizo eso que mejor
hacía y por lo que la agonizante humanidad lo

45 | ProximA
estaba asimilando, junto con otras decenas de mívero. Una serie de chillidos ultrasónicos hicie-
razas cósmicas (así como un estómago asimila ron saltar los marcadores de una vieja compu-
los alimentos: destrozándolo en el intento): dejó tadora.
de existir por una milbillonésima de segundo y La humana miró de reojo la pantalla y siguió
reanudó su ser. con su tarea.
“¡Mierda!, si no fuera porque la máquina lo El silencio —dentro del rango de audición
dice, no lo creería: Un «ser discontinuo», un bi- humana— era absoluto. Ni siquiera se la oía
cho cuántico. ¿Sabés, muchachito? Mientras el respirar. Podría haber sido un cadáver animado,
resto de nosotros nos arrastramos, como la tor- pero no lo era. Ni una sola emoción en su rostro
tuga de Zenón, del 1 al 2 por la recta numérica, anónimo.
atravesando toda la infinita maleza de los núme- Tras varias horas de trabajo midiendo y estu-
ros reales que hay en el medio, por todo el puto diando al femtomívero, la humana comenzó a
continuum; vos te saltás la vida de a pedazos. 1 desarrollar una extraña práctica: tiraba de la piel
y ¡puff! 3. Existencia instantánea, un ser discre- de su mano izquierda a intervalos cada vez más
to.” cortos; hasta que un trozo de ella se desprendió.
El humano de la bata blanca tosió y parte de Entonces, sin dramatismos ni apuros, dejó al
su mandíbula voló sobre la camilla. Si hubiese femtomívero, se llegó a la puerta aislante del la-
podido, habría largado una retahíla de injurias, boratorio-dormitorio y esperó hasta que un gru-
improperios y otros insultos, pero tuvo que con- po de hombres la sacó de allí.
formarse con pensarlos.
Se había pasado en su tiempo de decadencia y El femtomívero volvió a quedarse solo sobre
comenzaba a pudrirse, como todos los demás, su placa de estudio. No dormía porque no vivía
ahogado en supresores neurales que anulaban el ninguna continuidad. Tampoco descansaba ni
dolor junto con cualquier otra sensación. moría, porque lo hacía constantemente. Un filó-
Mientras se tapaba la infecta barbilla y corría sofo se hubiese preguntado si el femtomívero era
lo más rápido que podía a dar la alarma, miró de en verdad uno solo, si no eran, más bien, millo-
soslayo los demás ejemplares en sus campos de nes de sucesivos seres. Pero no quedaban ya en
estasis. Todos esos seres de otros mundos y la Tierra filósofos humanos. Ni pintores, ni fut-
otras galaxias, tan enteros, tan saludables. bolistas, ni ninguna otra cosa que no fueran ge-
Bien, ahora a esperar al equipo de rescate y a netistas.
pasar dos o tres meses en el pútrido sarcófago En todo el mundo, cada casa, cada hotel, cada
en el cual lo emparcharían genéticamente con oficina se había convertido en un laboratorio; y
algunas secuencias de perro o delfín quizás (sí, cada laboratorio estaba empecinado en estudiar
los perros tenían buenas quijadas), por un tiem- un espécimen de una raza que le otorgase a la
po. Todo «por un tiempo». humanidad nueva vida.
Algunos trabajaban con los bulabos de Orpe-
El femtomívero se quedó solo en la camilla, cax y su poder de regeneración; otros cifraban
hipando su existencia. Las máquinas escrutándo- sus esperanzas en los humánidos de Ap1135 y
lo silenciosamente. El aire delicadamente preser- una renovación del taxón human. Había los que
vado en una burbuja alrededor suyo, su propio se aferraban a la idea de que los obilibrincos y su
aire de argón y cianuro. Apareciendo y desapare- evolución en proporción geométrica aportasen
ciendo alternativamente del propio ser, aniqui- un índice de combinatoria hojaldrado; y también
lándose y rehaciéndose. estaban aquellos que se empecinaban en em-
Al cabo de un tiempo ingresó a la habitación palmar una quinta base nucleótida al concierto
una humana. La misma bata blanca, la misma del ADN y rebuscaban en cada pozo genético
piel en parches: gris aquí, negra allá, blanca más existente en cada mundo. O los que se enfras-
acá. caban en la longevidad de los pi*t; la quieta,
El pelo, enraizado en mechones dispersos, le aburrida, espantosa longevidad de los pi*t.
caía sobre las orejas. Era un pelo duro y áspero, Al bloque B39i le correspondía analizar un
una crin de tonos azafranados que crecía de a femtomívero, y toda la «familia» se abocaba a
retazos. ello.
En silencio tomó uno de los brazos mecánicos Los 27.132.101 humanos que aún quedaban
y, a distancia, apretó una extremidad del femto- vivos, se habían dividido en un damero social

ProximA | 46
genético que conformaba un nuevo tipo de or- sostenido. Era el virus más monstruosamente
ganización parental, el cual no era ni tribu, ni grande y perfecto jamás hallado y, como tal, un
fratría, ni nada por el estilo. Las 4.008 «familias» ser en los límites de lo inerte.
o «nudos de concordancia regenerativa», eran Las orejas de perro del joven se apaisaron ante
una especie de «islas de compatibilidad», es de- la exuberante demostración del bulabo. Su exci-
cir, grupos de seres humanos que poseían la tación se intensificaba y en su agotado cuerpo
misma aceptación y el mismo rechazo a idénti- las hormonas jugaban con su mente.
cas cadenas de reconstrucción de ADN. El joven jadeaba ante la revelación del orpe-
Para los B39i, los perros, los delfines y los bu- caxiano: tanta belleza, tanta vida a su alcance, la
labos de Orpecax podían lograr re-empalmar, por promesa de la salvación ante sus ojos cantando
un cierto tiempo, sus cadenas de ADN rotas, como la más bella de las sirenas.
hasta la próxima renovación celular. Una eyaculación dolorosa eliminó un líquido
Los cofres de estasis, transparentes en sus leve y verdoso en su mano, y el joven cayó
campos restringidos de gravedad propia, alber- muerto.
gaban todo el zoológico galáctico que los decré- Las horas pasaron. El bulabo seguía ondulando
pitos humanos habían recolectado en sus viajes. en su ambiente, ajeno al cosmos e inconsciente
Seres inteligentes de estrellas distantes sufrían su al tiempo. El joven humano de orejas de perro
encierro junto a mascotas de otros planetas. Al- comenzó a descomponerse rápidamente y el
gunos se esforzaban en mantener sus rasgos cul- femtomívero seguía en su mesa de observación,
turales mientras sus cuerpos eran explorados en entrando y saliendo del mundo óntico.
busca de la salvación humana. En un rincón, al-
guien cantaba con mil bocas, una canción de Tras dos días, un equipo de vigilancia recogió
choques eléctricos en consonancia con la radia- lo que quedaba del joven y limpió la zona.
ción solar; otros buscaban el modo de huir; al- Pocas horas después ingresaba otro jovencito
gunos no entendían nada de lo sucedido y unos en bata blanca; tal vez tuviese unos dieciséis
cuantos sólo “ladraban” en el equivalente odorí- años.
fero de un ladrido. Tenía un tic extraño y arrastraba una pierna.
Un muchacho humano con orejas de perro
entró con su bata blanca. Como un mantra repe- Él sólo estuvo con el femtomívero unas diez
tía una y otra vez los mismos versos, cantu- horas, tras las cuales una niña tomó su lugar:
rreándolos incesantemente hasta el hartazgo. piel suave con el brillo del vidrio, enormes ojos
“No need to run and hide / it’s a wonderful, cafés (desmesuradamente grandes en su peque-
wonderful life.” ño rostro), pelo de cobre (literalmente).
Con una mueca se inclinó sobre el femtomíve- Se sentó frente a la camilla y permaneció abso-
ro, pero era obvio que su mente no estaba allí. lutamente quieta y con la mirada fija en el fem-
Tras unos pocos minutos de juguetear con los tomívero hasta que fue reemplazada.
aparatos de observación, sus ojos se fijaron so-
bre el contenedor 1.157 DERECHA. El sexto humano en llegar tenía algo distinto y
El bulabo de Orpecax estaba allí, vaporoso, extraño en sus ojos: brillo.
flotando en su atmósfera tal como lo haría un Era un brillo opaco y deslucido, pero estaba
trozo desgajado de gasa en corrientes de agua ahí.
ascendentes. Los grises y blancos ondulando en Cuando tomó en sus manos la tabla de obser-
el vapor mercurial; pequeñas joyas del metal vaciones que le dejaran sus predecesores, dejó
arracimándose sobre sus alabeantes bordes (ni que un suspiro escapase de su media boca.
aletas, ni alas, ni extremidades: posiblemente Los músculos y tendones se movían como po-
sus órganos del gusto); y diminutos puntos que leas y cuerdas en su lado izquierdo. Sus dientes
viraban del rojo al púrpura latiendo en sus tron- lucían las raíces al aire, allí donde un cuarto de
cos centrales. rostro se había evaporado.
El joven humano se acercó a la sedosa sensua- Era como una máquina de carne tensa.
lidad de la promesa del orpecaxiano: regenera- Pero sus ojos brillaban.
ción eterna, crecimiento continuo. El bulabo no Y esto lo vio el femtomívero.
tenía sexo ni siquiera reproducción tal como se El hombre comenzó su rutinaria búsqueda, el
la entendía en la Tierra, solo crecimiento viral aire provocaba un silbido agrio al escapar de su

47 | ProximA
media boca destrozada, y la saliva le caía cons- yó su mano en el órgano sumídeo y nuevamente
tantemente por el hueco donde una vez hubo tuvo el chispazo de vislumbre.
labios… o tal vez nunca. En pleno éxtasis de descubrimiento, corrió de
Sabía vivir con aquello y lo hacía con digni- ser en ser, intentando captar a través de los otros
dad. lo que él mismo no podía.
Pocas horas fueron suficientes para revelar el Y, poco a poco, como en un mosaico, una
hastío de aquel hombre. verdad brumosa comenzó a tomar cuerpo en su
Con una sonrisa extraña y carcomida miró con mente, como una intuición lenta: allí estaba la
indulgencia al femtomívero y, sacándolo de la respuesta a la moribunda humanidad.
camilla, lo colocó en un campo de estasis adya- Y era una respuesta sin sentido.
cente, lejos de las sondas de estudio. “¿[Qu]é [s]os?”
Entonces extrajo algo de su bata blanca y, sen- Las palabras, como el aire, se le escapaban por
tándose él mismo bajo las luces de la camilla, su media boca.
comenzó a escribir en ese «algo» con su dedo. “[N]o [s]ir[v]en [l]as [p]ala[b]ras [d]e [t]odas
“SOLO VEMOS NUESTRO OMBLIGO. Y CUANDO [f]ormas.”
VEMOS A OTROS, NO VEMOS LOS SUYOS, SEGUIMOS Con una media sonrisa de amargura acercó su
VIENDO EL NUESTRO. SOLO VEMOS LO QUE mano al campo de estasis del femtomívero y,
NECESITAMOS DE ELLOS.” luego de una duda instintiva, penetró el campo
Las horas pasaban y el hombre seguía escri- mientras un frío quemante —que no podía sen-
biendo, eran palabras duras y poco estéticas. tir— comenzó a helarle el brazo.
“EL OTRO ES PIERNA, EL OTRO ES BRAZO, EL OTRO El hombre continuó el avance hasta que logró
ES MI BOCA. PERO EL OTRO NO ES MI BOCA, ES SU tocar al ser discontinuo y, entonces, «Todo» se
BOCA Y SU ÉL. AUNQUE SEA UN OBILIBRINCO QUE abrió ante él.
MATA Y REZA, COME Y RÍE.” En realidad solo sentía, no podía comprender-
Su prosa tenía una construcción áspera, pero lo, pero allí estaba la verdad, y la verdad entraba
al menos escribía. y salía del continuum, lo rompía, abría el univer-
“AYUDA NECESITAMOS, NECESITO. ¿ES TAN DIFÍCIL so a nuevas dimensiones… Y él presentía todo
PEDIR? TOMAMOS, Y TOMAMOS MAL. QUIZÁS ELLOS eso en sí mismo, tal como la larva experimenta
SEPAN, PERO ES TARDE, YA SON SOLO COSAS AQUÍ.” una sinfonía o el cielo estrellado… O a la propia
El femtomívero lo miraba sin descanso. imago en la que se convertirá.
Y el resto de los seres en aquel cuarto miraban “Fuimos tan provincianos —pensó—. Fuimos
al femtomívero. tan cobardemente miopes.”
Y el hombre vio todo esto. El femtomívero no era el que iba y venía de la
“Lo ven, ven al instantáneo. Lo ven como existencia: era él quien lo hacía; él junto con to-
quien mira a un dios” pensó. da la raza humana y todo el universo.
Dejó a un lado la cosa sobre la que escribía y El femtomívero sólo era la grieta viviente, el
comenzó a caminar lentamente por entre los catalizador.
campos de estasis. Se detuvo frente al humánido El único ser verdaderamente continuo era ese
de Ap1135: los ojos blancos del ser estaban cla- extraño ente cuyo pétreo cuerpo estaba tocando;
vados en el femtomívero. el resto oscilaba entre el ser y el no ser.
El humano hizo lo propio, pero no pudo ver Como un ojo parpadeante contemplando un
nada que no hubiese visto ya. punto fijo, así el hombre y todos los seres de es-
Entonces volvió su mirada al humánido y se te universo veían al femtomívero.
concentró en sus ojos compuestos, y por un ins- Retiró, con un tirón tan feroz, el brazo conge-
tante, lo vio. lado de dentro de la burbuja de atmósfera aliení-
Fue una comprensión tan súbita que se le es- gena, que éste se desprendió por el esfuerzo y
capó apenas lograda. Cada una de las mil facetas cayó al suelo como una piedra.
del humánido reflejaban un aspecto nuevo de la El conocimiento lo agobiaba, pero le parecía
realidad del femtomívero. Era un saber que lo inútil; ¿qué sanaba con saber que «arriba» había
sumía en la ignorancia. sido en verdad «abajo» todo el tiempo? La hu-
El hombre fue entonces hasta el pi*t y miró en manidad seguía pudriéndose como la cáscara
sus trasvasadores líqueos. Algo vibraba allí; apo- vacía de lo que alguna vez había sido.

ProximA | 48
¿Y qué si en verdad era él mismo el disconti- Cuando se disponía a iniciar su turno, la mu-
nuo? ¿Y qué si el femtomívero era el punto fijo, chachita tropezó con algo.
una viscosa sucesión interminable de tiempo Levantó del suelo el brazo aún congelado y,
elástico? observándolo con detenimiento, lo comparó con
Había dado su brazo derecho por saber que el suyo; con su propia ausencia dérmica.
todo lo que había llegado a pensar del femtomí- —¡Por Dios! —dijo como única reflexión—
vero ahora recaía sobre él mismo, como luz re- ¡La piel aún está intacta!
botada en un espejo. Y, olvidándose del femtomívero, procedió
Pero, ¿cambiaba algo que él fuera ahora la ver- lentamente y con mucho cuidado a retirarle
dad? ¿Cómo podía ser la verdad una nauseabun- la epidermis.
da colección de carne podrida?
Salió mareado del laboratorio-dormitorio-
mundo, trastabillando, balbuceando, aturdido. © Teresa P. Mira de Echeverría
El femtomívero volvió a quedarse solo, brillan-
do suavemente en la semipenumbra del día.

Al cabo de unas pocas horas entró una joven-


cita sin nada de piel en su brazo derecho. La tela
transparente mostraba músculos, y donde los
músculos también estaban carcomidos o ausen-
tes: hueso y médula.
Pulsó unos botones en la consola principal y
trasladó de nuevo al femtomívero a su camilla de
observación.
En su sonrisa de dientes negros había frescura,
y el femtomívero la notó (ningún hombre podía
ya hacerlo).

Teresa Pilar Mira nació en Pilar en 1972. Es Doctora en Filosofía, trabaja como docente universitaria y dirige
el Centro de Investigación de Ciencia Ficción y Filosofía, de la Fundación Vocación Humana. Ha
publicado artículos y ensayos que combinan inteligencia con una gran sensibilidad, y sus cuen-
tos han aparecido en las revistas Axxón y NM. Es una poderosa nueva voz para la CF local.

49 | ProximA
ARTICULOS
SIGNOS DE MADUREZ:
FORJANDO EL FUTURO
DE LA CF
HISPANOHABLANTE
NÉSTOR DARÍO FIGUEIRAS

Esto que sigue son sólo algunos pensamientos, dispositivo aceitado, listo para activarse en el
apenas unas reflexiones, (y poco sesudas, cabe momento oportuno: basta acercarse a alguna ter-
aclarar.) Más bien se trata de algunas sensaciones tulia de las que se celebran bastante seguido por
que he tenido al ir descubriendo el mundillo ac- aquí, en Baires, para descubrir que lo harán sentir
tual de la ciencia ficción hispanoparlante: un aco- parte a uno, no importa cuánto sepa de ciencia-
pio de las impresiones de novato que creo haber ficción. Imagino que también así sucede en Cara-
recabado en estos últimos cuatro o cinco años, en cas o en Madrid.
los cuáles me he animado a escribir ciencia- Recuerdo cuando comencé a asistir, en 1991, a
ficción, mi género literario favorito, que me ha las reuniones del ya extinto CACyF (Circulo Argen-
quitado el sueño desde pequeño. tino de Ciencia Ficción y Fantasía), uno de los pri-
Cómo el chico nuevo del barrio de la ciencia- meros movimientos organizados del fandom de
ficción (que no sé a ciencia cierta si es un gueto mi país. La primera vez, entré en el bar de San Jo-
de altos muros, un country o localidad residencial sé número 5, periódico en mano, y dije: “Vengo
cerrada, o un simple asentamiento ilegal que es- por el aviso”. Como no podía ser de otro modo,
pera el desalojo en cualquier momento), no pue- desperté algunas (son)risas. La réplica inevitable
do evitar la sorpresa de saberme definitivamente fue: “Eh, pibe, ¿estás buscando empleo?”. Yo era
establecido aquí. Tal vez Josué y Caleb, al cruzar el un estudiante de secundaria con muchas ganas
Jordán, se hayan sentido como yo. Ahora piso con de participar en el concurso “Más Allá”, certamen
firmeza una tierra prometida por la cual he suspi- organizado por la antedicha organización, cuya
rado desde mis primeros pasos como lector, convocatoria había sido publicada en el periódico
cuando “El fin de la eternidad”, “Viaje al centro de “Clarín”. Cuando logré explicarme mejor, y ya sin
la tierra”, “El fin de la infancia” y “2001: una odisea tanto rubor en las mejillas, me sentaron junto a
espacial” podían lograr que no durmiera durante ellos, me dejaron escuchar el acalorado debate
unas cuantas noches. que los ocupaba (discutían si James Cameron y
Sin embargo, a diferencia de los patriarcas bíbli- Ridley Scott son artistas o artesanos), y hasta me
cos, que tuvieron que disponerse a luchar con los convidaron con una Coca Cola, aparte de reco-
antiguos moradores de Canaán, yo me he sentido mendarme varios libros que no podía dejar de
más que bienvenido en ésta, una tierra de colores leer, como “Tigre, tigre”, “Hacedor de estrellas”,
claros. Este primer efecto tiene que ver –y estoy “Ubik”, “Dune” y “1984”, mientras me palmeaban
convencido de ello–, con la calurosa acogida que la espalda paternalmente.
he recibido, lo cual habla del afecto de los habi- Durante muchos viernes en ese bar de la calle
tantes de esta comuna (y me gusta mucho esta San José, me sentí como un ahijado, o como una
palabra.) Este cálido recibimiento que acostum- mascota mimada. Todos esos recuerdos están
bran brindar los cienciaficcioneros es como un guardados con cariño. Y hoy veo esa cordialidad

ProximA | 50
ARTICULOS
de los cienciaficcioneros (editores, escritores, ilus- abanderados de la New Wave, con su reformula-
tradores y lectores) como el instinto de reclutar a ción de las convenciones del género, su apasio-
todos los “disidentes” que manifiesten un ápice de namiento surrealista por la experimentación y la
curiosidad por el género, aunque no por ello sea conquista no ya de planetas lejanos, sino de los
una cordialidad fingida. La alegría de sabernos mundos interiores, tan peligrosos o inasequibles
más nos embarga con cada adquisición. Somos como los primeros. Luego, tras un breve período
como Guig Curzon, tratando de inscribir más in- de transición, amanece definitivamente la era ci-
mortales a la tropa de los homoles. Las carencias berpunk. (Yo creo que en este proceso se conju-
de acervo cienciaficcionero del neófito se termi- garon tres sucesos ineludibles: la catástrofe nu-
nan supliendo de una u otra forma, ya sea escu- clear de Chernóbil y el desastre del Challenger,
chando las amenas charlas o acaloradas discusio- ambos ocurridos en 1986 –dos contundentes ra-
nes o tomando nota de las famosas listas de lectu- zones para desencantarse definitivamente de la
ras recomendadas, tête à tête o posteadas en los ciencia aplicada–, y el cambio de paradigma tec-
foros. nológico que implicó el paulatino surgimiento de
Y aquí saltamos a otro elemento que ha ayuda- Internet.) Después de cansarnos de proclamar que
do a cohesionar y expandir nuestra comuna de el mundo es una mierda y por ello huir a los sub-
manera sorprendente: la web. En este punto debo mundos virtuales, nació lo que se rotuló como
explicar algo: yo he puesto un pie en esta Canaán Postciberpunk, y volvimos presenciar un pobre
durante mi adolescencia, en la época referida an- remedo de la fase anterior, como fue la Edad de
teriormente, pero luego me retiré de ella durante Plata de la Edad de Oro. Finalmente, hoy nos ha-
unos diez años. Y sólo en el año 2005 me atreví a llamos en una desdibujada situación en la cual las
volver para afincarme en forma decisiva. A mi re- corrientes temporales se mezclan: riachos prove-
greso pude observar que la comuna de cienciafic- nientes de cada uno de esos ciclos se abalanzan
cioneros había evolucionado a la condición de sobre un mismo cauce, al punto de volverse inse-
una comunidad virtual que trascendía las fronte- parables. Y aunque algunos intentan imponer or-
ras políticas. Ahora había e-zines, certámenes a los den clamando “¡Edad de Hierro!” o “¡Slipstream!”,
cuales se podía enviar los relatos por e-mail, talle- no hay caso. El caos impera. La cosa se estremece.
res literarios on-line, y foros especializados. Como Hay tanta agitación que los rótulos se caen de to-
un enajenado empecé a participar de la listas de das las estanterías.
correo, (sin conocer ninguna regla de la netiquet- Otro detalle significativo: me parece observar
te), maravillado de postearme con escritores, edi- que hoy, en este bendito maesltrom, ya no hay
tores y fans de muchos países. Intuí que había un íconos ni caudillos. A ver si me explico: cada una
sinfín de posibilidades en esta nueva Cibercanaán. de las edades anteriores tuvo sus profetas, sus
Y paulatinamente me animé a enviar mis relatos a manifiestos y sus obras emblemáticas que com-
algunas revistas virtuales y participar de concur- pendiaban las cualidades distintivas de la nueva
sos. tendencia. Pero la ciencia-ficción de hoy carece de
Hoy día, con una treintena de relatos aceptables tales cosas. ¿Es mejor o peor? No lo sé. Sólo es así.
desperdigados por la red, dos o tres menciones de Quiero creer que es mejor, si esta etapa de transi-
certámenes y algunos cuentos editados en papel, ción nos lleva hacia confines nuevos, no explora-
me ha llegado la hora de preguntarme lo que tan- dos. Algo similar ha pasado con el rock: luego de
tos coterráneos con más años de residencia aquí cada una de las hegemonías del pasado hemos
se vienen cuestionando desde hace mucho tiem- llegado a un estado de hibridación, un río revuelto
po, la inquietud que se revela como un signo de donde hay que tomarse cierto trabajo para hallar
madurez: ¿cuál es futuro de la ciencia-ficción? O los diamantes.
mejor formulada aún: ¿qué futuro nos acecha a Ahora bien, todo este asunto de las edades es
los que hacemos, de una forma u otra, al género? resultado de una visión parcial. No siempre la
Ahora veo que el interrogante es más viejo de ciencia-ficción hispanoparlante se ajustó con pre-
lo que creía. Tal vez se haya planteado por prime- cisión y obediencia a la línea de tiempo antes es-
ra vez al apagarse definitivamente los fuegos fa- bozada. No siempre hemos seguido el pulso que
tuos de la campbelliana Edad de Oro. Y cuentan otros nos han marcado. Tenemos nuestro propio
las crónicas de este terruño nuestro que así surgió son. Y cuando nos conviene, cuando no nos gusta
una Edad de Plata, que no fue más que una copia lo que se marketinea, nos volvemos a él, gozosos.
de menor calidad de la primera etapa. Y frente a la Tal vez por eso la ciencia-ficción producida en Es-
crisis posterior se levantaron los incomprendidos paña y en América Latina tiene una vena más mí-

51 | ProximA
ARTICULOS
tica, colinda con la leyenda y con la magia. Sta- Por eso creo que en este maelstrom digital en el
pledon decía que es esencial escribir mitos. Eso es que estamos hoy, donde también se mixturan
una expresión de deseo. Es un anhelo que de al- grandes iniciativas, optimismos desbordados y un
guna manera tipifica la forma anglosajona de ha- floreciente y masivo grupo de escritores y lectores
cer ciencia-ficción. En cambio yo pienso que cien- noveles (a pesar de las voces derrotistas que cla-
cia-ficción hispanoparlante, cuando se lo propo- man que el género agoniza y que el futuro del
ne, es una con el mito. Retoma el lenguaje mítico negocio editorial es desalentador), debemos plan-
ancestral que sigue latiendo en lo subyacente y tarnos con expectativa y confianza. Tal vez algu-
proclama con él verdades extrapoladas. Ahí es nas décadas más adelante se nos acomode en al-
cuando nosotros necesitamos pocos elementos guna línea de tiempo más larga, bajo un rótulo
tecnológicos (sino ninguno) para hacer ciencia- que ostente algún nombre rimbombante. Y en-
ficción, sobre todo en Latinoamérica. tonces se sabrá que hemos salido triunfantes del
Yo pienso que reconocer esto es muy saludable. desafío que hoy nos toca.
No sólo por una cuestión de identidad, sino por-
que –volviendo al interrogante antes planteado–
para afrontar el futuro, como impulsores hispano-
parlantes del género tenemos que saber cuáles © Néstor Darío Figueiras
son nuestras fortalezas.
Me atrevo a afirmar –muy temerariamente, tal
vez– que son pocos los géneros literarios en los
que sus editores, escritores y lectores se replan-
tean constantemente quiénes son, qué hacen, y
hacia dónde van. Esto nos diferencia. Somos in-
quietos, inconformistas, exigentes y muy autocrí-
ticos. Así es la ciencia-ficción que hemos construi-
do: está siempre en movimiento, buscando auto-
definirse todo el tiempo. (Lo cual, en definitiva, es
un rasgo propio del arte.)

* Este artículo apareció en el sitio web de LITERATURA PROSPECTIVA


http://www.literaturaprospectiva.com

ProximA | 52
Correo de lectores
Laura: Al Correo de Lectores:

Antes que nada, la revista me gustó, tanto el ma- Cuando Laura me dio la revista en mano, tuve que
terial en general como el diseño y la propuesta. reprimir el impulso de sacarla de la bolsita y abrirla
Una pregunta: ¿va a ser solamente ficción, o le vas allí mismo. Pero sólo pude sentir bajo mis dedos
a incluir algo de ensayo? Lo digo porque algún el murmullo del plástico, admirar su hermosa ta-
artículo para variar ameniza y por lo menos a mí pa y guardarla en el portafolio.
me resulta interesante. De los cuentos en general Cuando por fin pude sentarme a disfrutar de la
te digo que me parecen una buena selección: lectura, me demoré en sacar la revista de su pro-
bien escritos y redondos, con diferencias de estilo, tección y la abrí como se abren los libros y las re-
algunos me gustaron más que otros, pero más vistas nuevas, por el medio, con cuidado, para "ver
que nada por gusto personal. que onda". Leí el editorial e inmediatamente me
En resumen, te felicito y me alegra que pase algo puse a leer "La Era de Acuario", el primer cuento
así en nuestro medio, tan empobrecido última- de la revista. En el editorial se mencionaba que la
mente. Sólo un comentario: alguien que bien po- revista tenía que tener cuentos como ese, así que
dría figurar en tus páginas es un joven escritor que ¿qué mejor que comenzar con él?
te recomiendo calurosamente, un pibe que se Antes de seguir, les confieso que soy algo escépti-
llama Alejandro Alonso, no sé si lo oíste nombrar, co, pero la lectura del susodicho cuento me en-
je, un pibe joven, tímido, flaquito, que parece que ganchó. Imaginé a Olga y Sirkovsy, imaginé la sel-
se está empezando a animar, si lo encontrás, pedi- va en Nueva Sumatra, y los sueños de los soldados
le algo porque se las trae. que no sueñan y que no se enamoran.
En fin, no me quiero extender demasiado, que ya El cuento me dejó una sensación agridulce, imá-
escribí bastante, te mando un beso, avanti moro- genes un poco de pesadilla en mi mente y ganas
cha, y gracias por un rato de buena lectura. de seguir leyendo.
Seguí con "La Boca", y si el anterior era un poco
Alejandro Molina pesimista, éste cuento con sus imágenes recu-
rrentes y la pesadez del ambiente me dejó con
: Sí, pensamos incluir pocas ganas de entrar en un conventillo.
otro material, como ensayos o entrevis- Aún me queda por leer más de la mitad de la re-
tas. Y sobre ese caballero que nombrás, vista, que voy degustando cuento a cuento, ilus-
Alejandro Alonso, ya estuve hablando tración a ilustración. La número 1 dice: "Verano",
ya estamos en otoño y ¡la número 2 no aparece!
con él. :-)
¡Quiero mi próxima PROXIMA!
Gustavo Courault

No tengo demasiado tiempo para leer literatura


Bravo, Laura!
no relacionada con mi especialidad últimamente,
Te felicito tanto por la revista como por la entre-
así que recién comencé a leer la revista. Debo de-
vista en LITERATURA PROPECTIVA, y además por
cir que me sorprendió gratamente. Ya espero el
los espacios que vas conquistando, (nuevos pun-
próximo número!
tos de venta); me imagino que debe ser muy sa-
ANDREW GLADSTONE
tisfactorio. También quiero felicitar a todos los que
participan de la realización de la revista, tanto a
Laura:
los que están a tu lado, ayudándote con la edi-
ción, como a los que escriben y hacen las ilustra-
La revista me pareció fresca y agradable, con bue-
ciones.
na selección de cuentos. Si te gusta el tema del
Felicitaciones!
cuento "La Era de Acuario", te recomiendo: "Re-
NANABLANCA
gresa Cazador" de Richard Mc Kenna y te reitero
mis mejores augurios de que se cumplan tus de-
: La verdad es que tene- seos expresados en el editorial.
mos mucha suerte: contamos con la co- Hugo
laboración de gente maravillosa. :-)

53 | ProximA
Correo de lectores
Al Correo de Lectores: Hola:

Al ver la revista, lo primero que pensé y dije fue: Me encantó la revista. Me la prestó un amigo y
"¡No puede estar pasando en Argentina!", y no lo ahora ¡quiero la mía! ¿Hay algún lugar donde la
pensé sólo por PROXIMA, sino por “SENSACIÓN!” pueda conseguir en la zona oeste?
y OPERA y AVENTURAMA, y tantas otras. No podía PD: Camila, mi hija de 12 años, leyó los cuentos.
creer la posibilidad que tenía de publicar en papel. Estaba tan enganchada que buscó las palabras
La calidad de la revista es, obviamente, inmejora- que no conocía en el diccionario.
ble. En cuanto a los cuentos y las ilustraciones..., Marina
bueno, no alcanzarán estas líneas para expresar-
lo... Con solo leer ese pasaje en el cuento de Gar- : A las librerías que ven-
dini, cuando el protagonista se ve las manos y den la revista en Capital sumamos el
luego, levanta la cabeza, y le echa un vistazo al Club Del Comic (Montevideo 255) y dos
jefe del operativo y le dice lo que le dice... En fin, puntos de venta en la zona oeste: Kiosco
obras de arte: así trabajan nuestros escritores e
ilustradores. No hago más que mostrarles las re- de Diarios Ituzaingó (Av. Rivadavia
vistas a amigos y familiares y todos coinciden en 21.800, frente a la plaza de Ituzaingó) y
la calidad de la misma, y en el amor y dedicación Kiosco de Diarios Moreno (Piovano y Mar-
que se refleja en su manufactura. Así que, PRO- tinez Melo, frente al paso nivel, estación
XIMA, como dicen los vulcanos: "¡Larga vida y Moreno).
prosperidad!"
Un abrazo
Juan Manuel Valittuti
Estimada Laura:
: Gracias, Juan Manuel.
Esperamos que así sea: que estas revis- PROXIMA es una muy buena noticia para todos
tas que están surgiendo sean cada vez aquellos que como yo disfrutamos de la CF, pero
más y mejores. :-D esa sensación se vé aumentada en este caso por
varios factores: ¡estupenda! edición, cuidad selec-
ción de cuentos (fundamental para comenzar con
el pie derecho), y gran calidad de los dibujos. En
Estimada Laura: particular, (como comienzo, todo entra por los
ojos), su tapa es de muy buen diseño,
Antes que nada, cuando pude tener la revista en En fin: ¡Me gustó!, y te felicito (o los felicito, segu-
mis manos me sorprendió mucho la calidad de ramente debe ser muy importante el grupo hu-
impresión y terminación de la misma, lo único mano con que te apoyás para tu trabajo) con el
que mencionaría es que un encuadernado central deseo en particular de que tus sueños y anhelos
ayudaría mucho a la hora de leerla. profesionales, y personales, se vayan cumplien-
Los cuentos desde el primero de Gardini, pasando do número a número. Hasta la PROXIMA.
por los de Amatto, Ponce (cof cof) y Escarlón (me
hizo reír un montón) hasta la Onda Fraguiana del Afectuosamente.
final me resultaron amenos: Fuertes cuentos de Atilio Serafini
ciencia ficción de una excelente calidad todos
ellos, y en todas sus variantes, desde la mas hu- Gracias a todos por sus calurosos men-
manista de “La Era de Acuario” hasta la humoristi- sajes y sus buenos deseos. Alentamos a
ca y hard-scifi de “Nanos”...
Creo que el gran sueño de muchos de nosotros es los nuevos lectores y a aquellos que aún
que la revista salga mensualmente... no nos escribieron a que nos envíen sus
comentarios y sugerencias.
Saludos cordiales
Gustavo Villada
edicionesayarmanot@yahoo.com.ar

ProximA | 54
ILUSTRADORES
RACRUFI (Raúl Cruz Figueroa) nació en México en 1963. Dirige un estudio de publici-
dad y ha realizado tapas e interiores para libros, escenografías y diseño de stands. Su
obra, de estilo muy personal y con toques prehispánicos, ha sido exhibida en galerías y
publicada en compendios de artistas de ciencia ficción como SPECTRUM.
http://www.racrufi.com/

REIQ (Reinaldo Quinteros Arturo Torrealba) nació en 1983, es venezolano y vive en Lon-
dres. Su trabajo ha aparecido en diversas publicaciones y su sitio web ha recibido más de 3
millones de visitas en cuatro años. En su portfolio pueden verse algunas de sus excelentes
ilustraciones digitales y dibujos a lápiz: www.reiq.co.uk

AUGUSTO BELMONTE nació en 1977 y vive en Belgrano. Tiene una librería y realiza arte ca-
llejero. Ha hecho diseño editorial e ilustraciones para libros y posters; también tiene una serie
de curiosos personajes infantiles. Es un artista talentoso y versátil.
http://xxxgaiaxxx.blogspot.com/

PEDRO BELUSHI nació en Madrid en 1965. Es dibujante de comics, guionista e ilustrador.


Actualmente colabora con Axxon, BEM on Line y otras revistas de Ciencia Ficción hacien-
do ilustraciones para relatos y portadas, así como guiones para otros ilustradores. Un
ejemplo de esto es la serie “Shocks”, publicada en Axxón en castellano, francés e ingles:
http://axxon.com.ar/shocks/sh001.htm

NESTOR TOLEDO nació en 1980, vive en Sarandí, en la zona sur del Gran Buenos Ai-
res. Trabaja como paleontólogo en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y es
becario del CONICET. También es un excelente escritor e iliustrador. En el primer
número de PROXIMA publicamos una ilustración suya.

MC CARPER (Mario César Carper) vive en San Fernando. Es escritor, ilus-


trador, guionista y dibujante de cómics. Colabora como ilustrador de por-
tadas y relatos en las más importantes publicaciones on-line. Su serie de
novelas “Enfrentamiento de los Dioses” se publica por entregas en el Portal
de Ciencia Ficción y las aventuras de Salvat, el nómada, en Aurora Bitzine.
Blog: http://enfrentamientosdelosdioses.blogspot.com/

FRAGA (Francisco García Aldape) nació en México en 1964. Es un talentoso ilustador e


historietista. Ha publicado su excelente trabajo en diversos medios electrónicos y de papel.
Don Ramirito, Petalina, Cáctulus, Ondas Fraguianas y Cocolazos son sus Marcas Registradas.
Blog: http://fragacomics.blogspot.com/
ediciones ayarmanot

También podría gustarte