Hitoshi trabajaba en el departamento de contabilidad de una agencia de empleo en Japón. En una ocasión, mientras revisaban una cuenta juntos, su jefe le dijo que debía falsificar el informe. Pero Hitoshi le explicó que no podía hacerlo por cuestiones de conciencia. Entonces, su jefe lo amenazó con despedirlo y, al final, cumplió su amenaza. En los siguientes meses, Hitoshi se desanimó mucho al tratar de encontrar un empleo en el que no tuviera que mentir. Por ejemplo, en una entrevista de trabajo, mencionó que no estaba dispuesto a falsificar datos. Quien lo entrevistaba le dijo: “¡Qué forma de pensar tan rara!”. Su familia y amigos lo animaban a no darse por vencido, pero él ya no estaba tan seguro de que ser honrado fuera lo mejor. Él mismo menciona: “Empecé a preguntarme si me convenía dar a conocer mi postura”. Lo que le pasó a Hitoshi confirma que, lamentablemente, no todo el mundo valora la honradez. De hecho, para algunos es una desventaja, especialmente en el mundo de los negocios. En Sudáfrica, una mujer mencionó: “En mi trabajo estoy rodeada de gente deshonesta. Y la presión para que uno haga lo mismo es muy fuerte”. La mentira es la falta de honradez más común. En un estudio que llevó a cabo hace algunos años el doctor Robert Feldman, psicólogo de la Universidad de Massachusetts, se llegó a la conclusión de que el 60% de los adultos mienten al menos una vez en el transcurso de una conversación de diez minutos. “El resultado nos llamó mucho la atención —comentó el doctor Feldman—. No imaginábamos que mentir fuera algo tan frecuente en la vida diaria”. ¿Por qué será que, aunque todo el mundo odia que le mientan, la mentira es tan común? ¿Por qué se han extendido tanto la mentira, el robo y otras formas de deshonestidad? ¿Qué impacto tiene la falta de honradez en la sociedad? Más importante aún, ¿qué podemos hacer para no comportarnos así?
TEMA DE PORTADA | ¿VALE LA PENA SER HONRADO?
La falta de honradez nos afecta a todos “En muchas ocasiones, mentir un poco te puede sacar de un apuro” (Samantha, Sudáfrica). ¿Está usted de acuerdo? La verdad es que todos nos hemos encontrado más de una vez en un apuro o en una situación comprometedora. Sin embargo, nuestra reacción ante situaciones que nos empujan a ser deshonestos pondrá de manifiesto la clase de persona que somos. Por ejemplo, si lo que más nos interesa es quedar bien ante los demás, quizás excusemos una mala acción pensando que el fin justifica los medios. Pero cuando la verdad sale a la luz, hay que enfrentar las consecuencias de haber mentido. A continuación veremos algunos de sus malos efectos. LA MENTIRA DESTRUYE LA CONFIANZA La confianza es la base de toda relación, pues hace que sea estable y segura. Ahora bien, no surge de la noche a la mañana. Se consigue cuando las personas pasan tiempo juntas, tienen conversaciones sinceras y no son egoístas. Lo triste es que con solo una mentira, o cualquier acción similar, se puede destruir la confianza. Y una vez que se ha perdido, es muy difícil recuperarla. ¿Lo ha engañado alguna vez alguien muy cercano? En ese caso, usted se habrá sentido decepcionado, o hasta traicionado, lo cual es comprensible. Queda claro que la falta de honradez puede destruir hasta las relaciones más estrechas. LA DESHONESTIDAD ES CONTAGIOSA En un estudio realizado por Robert Innes, profesor de Economía de la Universidad de California, se vio que “la falta de honradez es contagiosa”. Es como un virus: cuanto más tiempo pasemos con alguien que miente, más probable es que también nosotros acabemos mintiendo. ¿CómTEMA DE PORTADA | ¿VALE LA PENA SER HONRADO? Ser honrado vale la pena “Confiamos en que tenemos una conciencia honrada, puesto que deseamos comportarnos honradamente en todas las cosas” (Hebreos 13:18). En la Biblia, la palabra griega que en ocasiones se traduce como “honradez” se refiere a lo que es bueno por naturaleza. También da la idea de algo hermoso y muy valioso en sentido moral. Los cristianos se tomaron muy en serio las palabras del apóstol Pablo: “Deseamos comportarnos honradamente en todas las cosas”. ¿Qué significan estas palabras? UNA LUCHA INTERNA Casi todo el mundo se mira al espejo antes de salir de casa. ¿Por qué? Porque quieren verse bien. Pero hay algo que es mucho más importante que ir bien peinado y bien vestido. De hecho, la persona que somos en el interior puede mejorar o empeorar nuestra apariencia. La Biblia declara abiertamente que tendemos a hacer lo malo. “La inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud”, dice Génesis 8:21. Si queremos ser honrados, debemos luchar contra nuestras propias tendencias. El apóstol Pablo hizo una gráfica descripción de su propia lucha contra el pecado: “En mi interior yo estoy de acuerdo con la ley de Dios. Pero veo que aunque mi mente la acepta, en mi cuerpo hay otra ley que lucha contra la ley de Dios. Esa otra ley es la ley que impone el pecado. Esa ley vive en mi cuerpo y me hace prisionero del pecado” (Romanos 7:22, 23, La Palabra de Dios para Todos). Por ejemplo, ante una situación en la que nos sentimos tentados a hacer algo que no es honrado, no tenemos por qué ceder a ese impulso, como si no tuviéramos control sobre nuestras acciones. No somos esclavos de las tentaciones; la decisión de hacer o no lo correcto es nuestra. Cuando rechazamos un mal pensamiento, elegimos ser honrados en esta sociedad deshonesta. SE PUEDE GANAR LA BATALLA La honradez depende de tener fuertes convicciones. Por desgracia, para mucha gente es más importante salvar las apariencias que hacer lo correcto. Acaban justificando su comportamiento poco honrado si es lo que les conviene. El libro The (Honest) Truth About Dishonesty (La [honesta] verdad sobre la deshonestidad) comenta sobre este asunto: “Básicamente, engañamos hasta el grado que podamos seguir creyéndonos personas honestas”. Pero ¿qué nos puede ayudar a decidir si hay alguna justificación para actuar con falta de honradez? Millones de personas de todo el mundo han descubierto que la Biblia es una buena guía. La Palabra de Dios contiene un código moral incomparable (Salmo 19:7). Ofrece guía confiable en temas como la familia, el empleo, la moralidad y la espiritualidad. Sus consejos no han pasado de moda. Sus leyes y principios son válidos para personas de cualquier nación, raza, tribu y pueblo. Si leemos la Biblia, meditamos en lo que dice y seguimos su guía, aprenderemos a ser honrados de corazón. Ahora bien, como vivimos en un mundo que nos presiona para que aceptemos sus normas corruptas, no basta con conocer la Biblia para ser honrados. A fin de ganar la batalla contra la falta de honradez, necesitamos orar a Dios para pedirle que nos ayude (Filipenses 4:6, 7, 13). Entonces tendremos el valor de defender lo que es correcto y seremos honrados en todo. LAS RECOMPENSAS DE SER HONRADOS Para Hitoshi, mencionado en el primer artículo, tener la reputación de ser un trabajador honrado le benefició mucho, pues fue contratado por alguien que aprecia la honradez. “Estoy muy agradecido —cuenta Hitoshi—. Pude encontrar un empleo que me permite tener la conciencia tranquila”. A otros les ha ocurrido lo mismo. Piense en los siguientes ejemplos de personas que se beneficiaron por seguir el principio bíblico de comportarse “honradamente en todas las cosas”. Conciencia tranquila “Abandoné la escuela a los 13 años para ‘trabajar’ con unos ladrones. El 95% de mis ingresos procedían de actividades ilegales. Con el tiempo me casé, y mi esposo y yo empezamos a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Aprendimos que Jehová odia la falta de honradez, así que decidimos dar un giro a nuestras vidas [Proverbios 6:16-19]. En 1990 nos bautizamos y nos hicimos Testigos. ”Antes tenía la casa llena de artículos robados, pero ya no. Ahora que llevo una vida honrada, mi conciencia está tranquila. Cuando pienso en los años en que robaba, le doy gracias a Jehová por la misericordia que me ha mostrado. No hay nada mejor que irme a dormir todas las noches sabiendo que Jehová está contento conmigo” (Cheryl, Irlanda). “Cuando mi jefe se enteró de que había rechazado el soborno de un posible cliente, me dijo: ‘Tu Dios te ha convertido en una persona muy confiable. Es una suerte que trabajes en esta compañía’. Ser honrado me permite tener una buena conciencia ante Jehová. Y también puedo ayudar a mi familia y a otros a hacer lo mismo” (Sonny, Hong Kong). LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA “Solo te pido un año de felicidad y paz” Relatado por Alain Broggio AÑO DE NACIMIENTO: 1971 PAÍS: FRANCIA OTROS DATOS: ERA INMORAL, DELINCUENTE, VIOLENTO Y DROGADICTO MI PASADO. Vivíamos en Tellancourt, un pueblo al nordeste de Francia. Mi padre era francés y mi madre es italiana. Cuando tenía ocho años, nos mudamos a Italia, a un barrio pobre de gente trabajadora en las afueras de Roma. La situación en casa era difícil; mis padres tenían fuertes discusiones por dinero. Con 15 años, mi madre me animó a salir más para hacer amigos. Empecé a pasar cada vez más tiempo fuera de casa y no tardé en tener malas compañías. Cierto día se me acercó un hombre que se veía amable. Acepté las drogas que me ofreció, pues quería parecer adulto. Rápidamente me hundí en el bajo mundo de las drogas y la inmoralidad sexual. Fui violado varias veces. La vida dejó de tener valor para mí; me daba igual vivir o morir. Me sentía terriblemente solo. Cuando tenía 16 años, intenté suicidarme: me bebí una botella entera de whisky y me arrojé a un lago. Estuve tres días en coma. Empecé a valorar la vida, pero me convertí en alguien violento que engañaba a la gente. Me ofrecía para tener relaciones sexuales con las personas, y cuando llegaba a sus casas, las drogaba y les robaba todo lo que tuvieran de valor. Grandes mafias me utilizaban para distribuir droga en Italia. A menudo tenía problemas con la policía. Aunque mi vida era un verdadero desastre, estaba convencido de que debía tener algún propósito. Por eso le oré a Dios: “Solo te pido un año de felicidad y paz”. LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA. A los 24 años decidí mudarme a Inglaterra. Mi vida estaba en peligro ya que unos narcotraficantes querían eliminarme. Antes de irme, visité a mi madre y me sorprendió encontrar a Annunziato Lugarà hablándole de la Biblia. Conocía su pasado como delincuente, así que me asusté y le pregunté qué hacía allí. Me contó los grandes cambios que había hecho en su vida para llegar a ser un testigo de Jehová, y me hizo prometerle que buscaría a los Testigos cuando llegara a Inglaterra. Aunque se lo prometí, una vez allí seguí con mi estilo de vida. Un día vi a un testigo de Jehová ofreciendo las revistas La Atalaya y ¡Despertad! en una calle muy transitada de Londres. Entonces me acordé de la promesa que había hecho y le pregunté si podía tomar clases de la Biblia. Lo que aprendí me impactó. Por ejemplo, me conmovió lo que dice 1 Juan 1:9 sobre Dios: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos”. Aquellas palabras me cambiaron la vida, pues me sentía sucio por todo lo que había hecho. Enseguida empecé a asistir a las reuniones en el Salón del Reino de los Testigos de Jehová, donde me recibieron con cariño. Cuando vi lo bien que se llevaban y lo que se querían —algo con lo que siempre había soñado—, quise ser parte de aquella congregación, de aquella familia. No me costó mucho dejar las drogas y mi estilo de vida inmoral; lo que sí me costó fue cambiar mi personalidad. Vi que debía ser más respetuoso y considerado con los demás. De hecho, todavía sigo luchando por eliminar algunos rasgos desagradables de mi personalidad. Pero gracias a Jehová, he mejorado. En 1997, seis meses después de empezar a estudiar la Biblia, me bauticé y me hice testigo de Jehová. QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO. Después de bautizarme, me casé con una joven llamada Barbara, quien también se había hecho testigo de Jehová recientemente. Uno de mis anteriores amigos empezó a estudiar la Biblia al ver lo mucho que yo había cambiado. Ahora, él y su hermana son testigos de Jehová. Y lo mismo hizo la hermana de mi abuela; tenía más de 80 años cuando estudió la Biblia y con el tiempo se bautizó. En la actualidad soy anciano en una congregación, y mi esposa y yo dedicamos gran parte de nuestro tiempo a predicar en Londres a las personas que hablan italiano. A veces me deprimo al recordar mi vida anterior, pero Barbara siempre me anima. Por fin tengo lo que tanto había soñado: una familia estable y un Padre que me quiere. Le pedí a Dios un año de felicidad y paz, pero me ha dado mucho más. [Nota] Lea el artículo “La Biblia les cambió la vida: No iba a ningún lado sin mi arma”, relatado por Annunziato Lugarà, en la revista La Atalaya del 1 de julio de 2014, páginas 8 y 9. [Comentario de la página 9] Por fin tengo lo que tanto había soñado: una familia estable y un Padre que me quiere