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Dos cabalgan juntos (1961)

MIÉRCOLES, 26 DE AGOSTO DE 2009 02:22

La identidad del ser humano 


Escribe Arantxa Bolaños de Miguel

Es imposible comentar esta película sin hablar


de Centauros del desierto (The Searchers,1956), (1) su antecesora, una de las obras maestras
de Ford.
Dos cabalgan juntos, aunque trata y analiza la misma conjetura filosófica y moral queThe
Searchers (sobre ese sutil límite que separa a una persona adscrita en una u otra cultura
antagónica y en torno al mismo concepto nebuloso de la identidad), es más tenue en el tono
narrativo y en intensidad dramática. Pero, aún con esta comparación en la que sale
perjudicada, y a pesar de ser menor dentro de la filmografía de Ford, es superior a las
mejores de muchos otros directores.
Dos cabalgan juntos presenta la leve dualidad entre dos personalidades aparentemente
incompatibles: por un lado tenemos al que está del lado de la ley, y por el otro no
necesariamente al que está opuesto, como en este caso (ya que están los dos por profesión
del lado de la ley), sino el que vive según su propio código moral.
Estas aventuras compuestas por parejas de personalidades opuestas han plagado la historia
del cine y han demostrado que funcionan a la perfección; así, este duelo entre el que sigue el
"buen camino" y el que sigue el "suyo propio" ha estado ejemplificado ya no sólo en el cine de
Ford, sino también en toda la historia del cine: Pasión de los fuertes(John
Ford, 1946), Extraño vínculo de sangre (Sean Penn, 1991), Heat (Michael Mann, 1995), El
general (John Boorman, 1998),El buen ladrón (Neil Jordan, 2002), ejemplos donde se perfilan
unos personajes más grises y podemos ver la fina línea que les separa a unos de otros.
En esta ocasión, la pareja protagonista de esta historia al más puro estilo fordiano está
compuesta por James Stewart (Guthrie McCabe) y Richard Widmark (Teniente Jim Gary). Uno
es un hombre honesto con su trabajo, Jim Gary, mientras el otro es un amoral sin complejos
(ambicioso y desvergonzado) que hace uso de su posición (sheriff) para conseguir todo lo que
se propone.
La ironía que destila este personaje es lo mejor del filme, junto con los personajes
secundarios típicos dentro de la filmografía de este director irlandés y, pese a no estar entre
las grandes de este realizador -como El hombre tranquilo (1952), Mogambo(1953), Las uvas
de la ira (1940), ¡Qué verde era mi valle! (1941), El delator (1935), El sargento negro (1960)
o Centauros del desierto (1956)- merece la pena verla por su carácter liviano y carente de
pretensiones.

Comienza presentándonos a los personajes interpretados por James Stewart (un sheriff sin


vocación de servicio a la ley y con una ambición desmedida)  y Richard Widmark (un teniente
del ejército fiel a su deber profesional), para adentrarnos más tarde en la subtrama: la
posguerra de un pueblo al que le han sido raptados varios de sus habitantes por parte de los
comanches.
Por otro lado, Centauros del desierto parte por presentarnos a una familia que es saqueada
por los comanches y de la cual raptan a la más pequeña. John Wayne (su tío) y el apuesto
Jeffrey Hunter (su hermano), que no estaban presentes en el momento del rapto, se
dedicarán a buscar y rescatar a esta niña que con el paso de los años se ha tenido que adaptar
a la vida india.

En un lado está el rescate por motivos personales-


familiares (Centauros del desierto, en la que además nos han presentado a los personajes
antes del rapto, con lo cual empatizamos más con su tragedia), y en el otro están los raptados
como historia subsidiaria a la principal, que es la relación de estos dos amigos que intentan
rescatarlos, por motivos profesionales uno (Widmark), y el otro por motivos económicos. Así,
podemos enlazar los personajes afines de ambas películas: John Wayne y James Stewart con
Richard Widmark y Jeffrey Hunter: los primeros son personas seguras de sí mismas,
independientes e inteligentes, con un conocimiento profundo de la cultura, el idioma y
costumbres de sus enemigos comanches; los segundos son (uno por el deber profesional, otro
por el personal) los que están en esta historia de búsqueda por verdadera pasión (sea ésta
personal en un caso o profesional en el otro).

Pero más allá de esta dualidad psicológica (y a ratos, divertida) que forman el tándem de
amigos Widmark-Stewart, la cinta lanza al espectador una interrogación, en este caso sobre
la identidad. Como todas las películas de Ford, más allá de la historia que se sigue con
naturalidad (ya que es un narrador nato), esconde generalmente una idea más profunda.  Por
eso es un director clásico, porque supo dirigir unas historias que pudiera seguir cualquier
espectador, pero que a la vez tienen una lectura más oculta y que demuestra su autoría y su
complejidad como realizador.

En este caso es: ¿en qué consiste la identidad del ser humano y cómo puede ser transformada
con el paso del tiempo y las influencias exteriores? Es complicado descubrir el porqué somos
lo que somos, no ya por genética, sino por el entorno en el que crecemos, que depende del
carácter, la edad, la capacidad de adaptación, el tiempo, los años vividos en otra cultura...
Como en Centauros del desierto (1956), aquí se analiza las diferencias entre la cultura
americana y la india, ya que la paz después de una etapa beligerante (la etapa de
posguerra),  trae consigo muchos problemas de adaptación, pues si bien se rescatan, el
proceso de adaptación es complejo y nada fácil, y hay todo tipo de casos: desde el total
adaptado al nuevo estilo de vida indio que ha olvidado por completo sus raíces (en estos
casos, la nueva adaptación se hace difícil cuando no imposible, sobre todo si la persona
engendra en su interior un fuerte odio), hasta la que ha sufrido un verdadero trauma porque
ya era mayor cuando la secuestraron y sufre también cuando la intentan reincorporar al
pueblo americano por la repulsa de sus conciudadanos (porque la gente es chismosa e
intolerante y no tolera al que ha vivido con el enemigo, casi siempre por motivos de miedo a
lo desconocido y la intolerancia que produce la ignorancia).
En resumidas cuentas, la cuestión que se plantea es si
existe una identidad pura o si todos somos mezcla del mestizaje cultural. Y es que, dentro de
las dos posibilidades antropológicas de definir la identidad cultural, la esencialista (que apela
al concepto de identidad cultural como algo inmutable y hereditario) y la constructivista (que
ve la identidad cultural no como algo que se nos da, sino como algo que construimos y, por
tanto, dinámico y cambiante con el tiempo), es en ésta última en la que incluiríamos a Ford.
Por todo esto, estamos ante una cinta antirracista que reivindica la mezcla de culturas, el
mestizaje y no la supremacía de una cultura sobre otra. No voy a entrar a defender a Ford de
los que le tachan de racista y machista, porque esos adjetivos me parecen tan infundados y
propios del desconocimiento que sólo aconsejo al que posee este prejuicio que vea más
películas del maestro Ford con una mirada menos simplista.

Estamos ante una amarga reflexión sobre las consecuencias de la guerra, y sobre la dificultad
de dar bienvenida a una persona que haya estado con los comanches. Se establece aquí una
crítica profunda hacia el racismo, la xenofobia, la intransigencia y la intolerancia, y se
vislumbra un feminismo incipiente donde se acentúa la importancia de las mujeres en la
historia, que son los personajes fuertes, tolerantes y luchadores del filme.

La cinta es de 1961 y, por tanto, estamos en la última etapa del director, que ya llevaba
trabajando en el cine casi 40 años, un Ford más maduro y desilusionado con la "conquista del
oeste": porque esa terrible invasión influyó negativamente en las poblaciones de uno y otro
bando, y no sólo entonces, sino en las generaciones posteriores. Y es que John Ford es un
gran director coral que llena sus películas de multitud de personajes secundarios que no sólo
están para acompañar a los principales, sino que tienen entidad propia. Su análisis psicológico
no sólo sirve para mostrarnos el abanico del que se compone la sociedad, sino que son
imprescindibles para entender el relato en  toda su complejidad: para el aristotélico Ford, el
hombre es un ser social que habita, bien sea en un pueblo del Oeste, o en un pueblo irlandés
(El hombre tranquilo,1952), o en cualquier otra localización espacio-temporal.
Por eso, aunque está lejos de la maestría de su predecesora, merece nuestra atención:
contiene buenas dosis de humor, está bien narrada, tiene buena química entre los personajes
principales (aunque ambos estaban lejos de sus caracterizaciones típicas), presenta como
actores secundarios a Shirley Jones y al siempre impactante Woody Strode, entre otros, y
alcanza un desenlace que, aunque premonitorio, no por ello atípico y reconfortante.

(1) Está basada en la novela de Will Cook, Comanches cautives (1959), y cuenta con Frank S.


Nugent como guionista (habitual en la filmografía fordiana). Francisco Javier Urkijo la define
así: "Espléndido western de Ford, concebido como una pequeña pieza complementaria para la
gran  The Searchers (Centauros del desierto, 1956), aunque en un principio se intentó que
filmase un simple remake de aquélla. Ford aceptó el encargo como favor a Harry Cohn y en
atención a los actores elegidos para la empresa. Impuso como condición el poder transformar
el argumento a su gusto y dedicó sus esfuerzos a fortaleceer su particular visión de las
guerras, del racismo y de las raíces del pueblo estadounidense". John Ford (Francisco Javier
Urkijo, ed. Cátedra Colección Signo e imagen/cineastas, Madrid 1996, pág 330).

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