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La Arquitectura de Las Teorías
La Arquitectura de Las Teorías
P 439: The Monist I (Enero 1891): 161-76. [También publicado en CP 6. 7-34] Este es el
primero de los cinco artículos publicados en la Monist Metaphysical Series, en los que
Peirce aplica por completo la filosofía evolutiva, desarrollada en "Una conjetura para el
acertijo", a las cuestiones metafísicas. Aquí se explica y se defiende el enfoque
arquitectónico de la "Conjetura" y Peirce examina algunas concepciones para determinar
cuáles de ellas "deben formar el ladrillo y cemento de un sistema filosófico". Luego revisa
bastantes ideas esenciales de la "Conjetura" usando, de nuevo, sus categorías para
organizar el examen de las diferentes ciencias y demuestra que la filosofía necesita de un
evolucionismo completo, que los fenómenos mentales se dividen en tres clases
(sentimientos, sensaciones de reacción, y concepciones generales), que la ley fundamental
de la acción mental es aquella de que los sentimientos y las ideas tienden a propagarse, y
que "la única teoría inteligible acerca del universo es la del idealismo objetivo, que la
materia es mente desvirtuada [effete mind]". Peirce concluye que el azar y la continuidad
son dos de las ideas fundamentales sobre las que ha de construirse una teoría filosófica
que sea compatible con la ciencia moderna.
Para averiguar mucho más acerca de las moléculas y los átomos, debemos
buscar una historia natural de las leyes de la naturaleza que pueda cumplir
aquella función que la presunción a favor de las leyes simples cumplió en los
primeros tiempos de la dinámica, al enseñarnos qué tipo de leyes tenemos que
esperar y al respondernos preguntas tales como ésta: ¿Podemos o no, con
razonable certeza de no estar perdiendo tiempo 5, probar la suposición de que la
atracción de átomos entre sí es inversamente proporcional a sus distancias
elevadas a la séptima potencia? El suponer leyes universales de la naturaleza
capaces de ser aprehendidas por la mente, a pesar de no tener ninguna razón que
explique sus formas especiales, sino manteniéndose éstas inexplicables e irr
acionales, es difícilmente una posición justificable. Las uniformidades son
precisamente el tipo de hechos que necesitan ser explicados. El que una moneda
que se lanza salga unas veces cara y otras cruz no demanda una explicación
particular; pero si todas las veces sale cara, entonces queremos saber cómo se ha
ocasionado este resultado. La ley es por excelencia el hecho que necesita una
razón.
La ley del hábito presenta un contraste sorprendente con todas las leyes
físicas en cuanto al carácter de sus mandatos. Una ley física es absoluta. Lo que
requiere es una relación exacta. Así, una fuerza física introduce en un
movimiento otro movimiento integrante que tiene que ser combinado con el resto
por el paralelogramo de fuerzas; pero el movimiento integrante debe, de hecho,
darse exactamente como la ley de la dinámica requiere. Por otro lado, la ley
mental no requiere ninguna conformidad exacta. Más aun, la conformidad exacta
estaría en total conflicto con la ley, ya que cristalizaría instantáneamente el
pensamiento y prevendría toda formación de hábito posterior. La ley de la mente
sólo hace que un sentimiento sea más propenso a surgir. Así, ésta se asemeja a
las fuerzas "no-conservadoras" de la física, tales como la viscosidad y otras
parecidas, que se deben a uniformidades estadísticas en los encuentros por azar
de trillones de moléculas.
(B) la ley psíquica como derivada y especial, y sólo la ley física como
primordial, lo que es materialismo; o
(C) la ley física como derivada y especial, y sólo la ley psíquica como
primordial, lo que es idealismo.