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El vínculo que formamos con mamá es de los más importantes, ya que determina el
tipo de relación que tendremos con la vida.
El apego, o vínculo, es un sistema biológico innato que busca mantener al bebé a
salvo ya que hace que éste:
busque la proximidad de la madre.
Acuda a ella cuando siente malestar para que le ayude a regular sus emociones.
Pueda internalizar la relación con ella y le produzca una relación de base segura.
Esta sensación es el resultado de experiencias repetidas de sentirse conectado con
una figura que le proporciona: amor cuidado y protección.
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Características de cómo se manifiesta este apego en las relaciones adultas:
Tiene necesidad de tener pareja, se siente desgraciado cuando no la tiene.
Busca mucha intimidad en la relación, que se convierte en una especie de
dependencia.
Le cuesta expresar sus inquietudes por miedo a que se distancie la pareja, pero
actúa para que le pregunten.
Recurre a juegos para llamar la atención o despertar el interés de la pareja.
Está muy pendiente de los comportamientos de la pareja para intentar saber si hay
algún cambio o todo está bien.
Cree que debe esforzarse mucho para que la pareja siga interesado en el/ella.
Se adaptan a la pareja con una especie de sumisión y esperan que sea la pareja la
que lleve la relación.
Tiene cierta ansiedad por el futuro de la relación, preocupándose de si durará.
Teme que cualquier descuido arruine la relación.
Desconfía de la pareja y cree que le puede ser infiel, por lo que se muestra celoso.
APEGO EVITATIVO
Cuando una madre no está disponible de forma reiterada, o rechaza al niño, o
cuando se acerca al niño y no está emocionalmente equilibrada, éste puede desarrollar
un apego evitativo. El niño se adapta al adulto evitando la cercanía y la conexión
emocional con la madre. La relación emocional madre-hijo suele tener una calidad estéril,
pues es como si la madre no disfrutara del niño y éste siente la no-conexión.
En el apego evitativo inicialmente el niño llora para llamar la atención de su madre y
ésta tarda en acceder, y cuando lo hacen es posible que esté alterada y no trate al bebé
con el cariño que necesita o le proporcione lo que no necesita. Se produce un
desencuentro entre lo que el niño necesita y lo que obtiene. Las madres de estos niños no
estaban emocionalmente disponibles: se retiraban cuando el niño estaba triste y se sentían
a disgusto con el contacto físico. Por ello, aunque la necesita, aprende a no mostrar
necesidad e incluso rechazo
El apego evitativo también se puede llamar “desapego emocional”. Los evitativos
están relajados; no hay necesidad ni de intentarlo, convencidos que no van a conseguir lo
que necesitan. Expresan su malestar descontando o devaluando la importancia de las
relaciones. Inhiben las emociones y expresan su enfado apartando a la gente.
Básicamente evitando la intimidad. No hablan de lo que sienten porque no creen que
vaya a haber alguien para responderles.
Tienen un miedo implícito a la vulnerabilidad en la intimidad. Intentan no mostrar
su propia vulnerabilidad y evitan expresiones de ternura. No les gustan las expresiones
tiernas de afecto y ridiculizan a quienes si las muestran. Rechazan su necesidad de
contacto físico y desarrollan estrategias para las relaciones interpersonales donde no son
conscientes de sus necesidades. No quieren ser dependientes de nadie, pero pueden serlo
de las cosas. Viven la dependencia como algo peligroso.
En el adulto, este patrón está repleto de afirmaciones contradictorias acerca de las
historias de la infancia en las que se refiere a las relaciones con los padres. No se quieren
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acordar. Utiliza la negación y desapropiación. Suelen manifestar autoafirmación intentando
ser dominantes en las relaciones, y si no son dominantes resultarán por lo menos fríos.
Pueden llegar a mostrarse narcisistas y creer que no necesitan de nadie y que todo lo
pueden hacer solos.
APEGO DESORGANIZADO.
Se desarrolla cuando las relaciones con la madre son un foco de miedo y
desorientación y la necesidad de apego no está resuelta.
Este apego refleja una desorientación psicológica profunda causada por un trauma
que no está resuelto y una pérdida del contacto reparativo, que no existe.
El trauma ocurre, pero lo que traumatiza (significa que no está resuelto) es la
ausencia de una acción reparativa. Si un niño entiende que es una mala experiencia, o lo
habla y lo libera, y no se queda con esa carga emocional, entonces no es traumatizante,
hay calidad reparativa.
En el apego desorganizado hay un trauma emparejado con la ausencia de una
relación reparativa. Por ello los niños hacen sus propias conductas de autorreparación.
Otro trauma es el acumulativo, que consiste en pequeñas decepciones, las
pérdidas, la crítica, que ocurren una y otra vez, y todo eso es lo que es traumatizante,
aunque cada una de esas cosas no lo es en sí misma.
Este apego se da cuando la manera de tratar al niño hace que éste sienta más
miedo que confort o esté más a disgusto que a gusto. Cuando se quejan reciben más
malestar. Esto hace que sienta indefenso, lo que le hace tensarse aún más.
El niño siente que la madre no está presente para él y ha deducido que sus
emociones no sólo no le ayudan a conectar con el otro sino que crean una desconexión
mayor, y esto hace que no pueda darle sentido a sus emociones internas. Esta
desconexión hace que el niño tenga miedo de confiar en las relaciones interpersonales
y, sobre todo, en las situaciones de estrés.
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Cuando el niño sabe que al llorar con tristeza no consigue una respuesta, pero que si
se pone alegre o enfadado al menos la madre viene y le grita, aprenden a cerrar un
afecto y activar otro para conseguir respuesta, aunque sea negativa. Esto se llama una
sustitución de sentimientos.
Éstos niños tienen experiencias repetidas de conexión con la madre en las que se
sienten desbordados, asustados por una sensación de caos. Cuando la madre es un foco
de alama y confusión, los niños padecen “una paradoja biológica”. Esto significa que
dependen de quien no solo no les produce confort y cuidado, sino todo lo contrario: les
produce miedo y les hace sentirse a disgusto.
Perciben a sus cuidadores como negligentes y castigadores de forma predecible, y
que van a ser negligentes de una forma que también va a ser predecible.
Son niños supertensos, supervigilantes, a los que no les cubren sus necesidades.
Crecen en medio de peleas familiares. A menudo se convierten en la víctima de esas
peleas. Muchos informan que uno de los padres, o ambos han sido abusivos o violentos.
Estos niños tienen un miedo implícito al abuso.
Para los niños con un apego desorganizado, el hecho de no poder integrar
correctamente una base segura puede ser que no les resulte fácil regular emociones,
tengan problemas en las situaciones sociales, y dificultad con los razonamientos
académicos, así como una predisposición a la violencia o a la disociación.