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Vidas Paralelas: Alejandro y César

Joan Moliner Martí

Historia y Patrimonio

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Opción 10

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En este texto vamos analizar la sección sobre Alejandro III de Macedonia y Cayo Julio César
en Vidas Paralelas de Plutarco. Vidas Paralelas es un libro de carácter historiográfico, ya que
fue escrito con varios siglos de posteridad y con la finalidad de ahondar en la vida de dichos
personajes al compilar todos los recursos a su disposición. Vidas Paralelas fue escrita entre
los siglos I y II, Alejandro vivió en el siglo IV a.e.c. y César en el I a.e.c. siendo la obra
escrita (en el caso de Alejandro) casi seis siglos más tarde, durante el reinado de Trajano.
Como ya ha sido mencionado, Vidas Paralelas fue escrito por un solo autor: Plutarco, nacido
en Queronea, Beocia, alrededor del 46 e.c. Plutarco pertenecía a una familia acaudalada, lo
que permitió que viajara por el mundo y que en el año 67 lo enviaran a la Academia de
Atenas donde estudiaría retórica, filosofía y matemáticas. En los siguientes años trabajaría
como sacerdote de Delfos, magistrado y diplomático, recibiendo la nacionalidad romana de
mano del cónsul Lucio Mestrio Floro, al que honró cambiando su propio nombre a Lucio
Mestrio Plutarco. En su vejez fue nombrado procurador de Acaya por el emperador Adriano.
El objetivo de Plutarco al escribir Vidas Paralelas era determinar cómo era cada individuo a
nivel personal (sus morales, educación…) por lo que le dio prioridad a las anécdotas antes
que a los acontecimientos históricos o políticos.
La primera sección del texto se centra en Alejandro Magno, tras una breve introducción en la
que también encontramos una breve introducción a ambos personajes, Plutarco se centra en el
nacimiento del futuro monarca, presentando las varias teorías sobre su nacimiento (de
relaciones con dioses a orgías serpentinas) y las acciones de Filipo II por esas fechas.
Podemos dividir la vida de Alejandro (y por ende el texto) en cuatro partes: su juventud, su
ascenso al trono (campañas en Grecia), las campañas asiáticas y su incursión en la India (y
triste final).
La primera parte narra la vida de Alejandro como príncipe, su educación y las varias hazañas
que eclipsaron el reinado de su padre, Filipo II. Alejandro fue educado por grandes filósofos,
entre los que destacan: Leónidas, Lisímaco de Acarnia (su pedagogo) y el famoso Aristoteles;
del que recibió una edición de bolsillo de la Ilíada. Alejandro era un joven de gran ambición,
carismático, inteligente y con un atletismo digno de admiración. Entre sus primeras hazañas
destacan la doma de Bucéfalo, la supresión de la revolución media y la fundación de
Adrianópolis.
A pesar de haber gozado de una buena convivencia, la relación entre Alejandro y Filipo
empeoró tras el matrimonio del segundo con Cleopatra y la huida de Olimpiade (madre de
Alejandro) a Epiro y la del propio príncipe a Iliria. Alejandro volvería de Iliria (por orden de
Filipo), pero la relación con su padre quedaría dañada para siempre. Filipo se volvió un

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obstáculo y vergüenza para él, y el mismo Alejandró admitió que preferiría haber hecho
crecer un pequeño estado a heredar un imperio por parte de su padre. Filipo sería asesinado
poco más tarde por Pausianas, convirtiendo a su hijo en Alejandro III de Macedonia.
Tras su ascenso al trono llegó un periodo de legitimación, primero marchó al norte al
Danubio, donde venció a los tribalos, liderados por el rey Sirmo. Poco después de la victoria
ante los tribalos, Alejandro se vio forzado a volver hacia el sur, para sofocar la revuelta
griega, donde arrasaría Tebas; un crimen que intentaría remendar durante el resto de su vida.
En esta etapa de su vida hace su aparición una gran generosidad hacia sus amigos; al
convertirse en rey empezó a enviar regalos a cualquier amigo que lo necesitara, dicha
generosidad muy fácilmente se podía transformar en ira si alguno de sus obsequios era
rechazado.
Poco después cruzó el Cuerno de Oro y marchó a Asia, declarando la guerra a Dario III de la
Persia Aqueménida. Primero tomó el oeste, las provincias costeras de Cilicia y Fenicia,
tomando un camino conocido como la escalera, llegó raudamente al levante. Tras la toma te
Frigia llegó a Gordio y resolvió el acertijo del nudo gordiano, nudo que solo el hombre
destinado a ser el rey del mundo podría deshacer. De esta etapa destaca el sitio de Tiro, que
aceleró como un favor hacia su adivino. También viajó al sur, a Egipto, donde fue nombrado
faraón y fundó Alejandría. Durante la guerra contra Persia las hijas, esposa y madre de Dario
fueron capturadas por Alejandro, quien mostró su carácter caritativo al respetarlas e incluso
darle un funeral real a la mujer de Darío tras su muerte, Darío de hecho le envió una carta
pidiendo paz a cambio de entregarle 10.000 talentos de plata y todas las tierras al este del
Eufrates, Alejandro rechazó la oferta, alegando que sólo le perdonaría la vida al persa si se
entregaba (a lo que se negó). Una vez conquistada Persia, por fin alcanzó a Darío que había
sido asesinado por uno de sus parientes, Beso, que fue descuartizado por el macedonio. De
nuevo mostrando magnanimidad decoró el cuerpo del persa con ropajes reales y se lo envió a
su madre. Durante esta temporada adoptó la moda y cultura persa, lo que le enemistó con
muchos de sus súbditos griegos.
Tras capturar Persia, poco le quedaba al monarca griego por conquistar, así que entre
celebraciones y banquetes se dirigió al este, a la India. Donde acabarían sus campañas de
expansión, ya que su ejército había sido diezmado tras una década de campañas y los
soldados deseaban volver a sus hogares. Durante su regreso conquistó el resto de pueblos y
reinos de los que no se había ocupado durante la ida, celebró innumerables banquetes y
disfrutó de las artes en compañía de sus amistades e incluso se casó con una de las hijas de
Darío (casando a Hefestion, su mano derecha con la otra). Menos de un año después

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Hefestion murió, lo deprimió al soberano macedonico, que solo se recuperó a instancias de
sus oráculos. Hasta ahora Alejandro había sido un creyente diligente, se llamaba a sí mismo
hijo de Zeus, rezaba y sacrificaba en honor del dios Amón diligentemente y atentamente
escuchaba a los oráculos y adivinos; pero tras su vuelta se desilusionó con los augures. Según
Plutarco había sido puesto bajo aviso: debía alejarse de Babilonia, pero el basileus hizo oídos
sordos y se quedó en la ciudad, en la que poco después perecería.
La segunda sección del texto se centra en Cayo Julio César; senador, militar y finalmente
dictador romano. El texto empieza con la huida del joven César de Roma, tras su boda con
Cornelia y su enemistad con Sila. Cuenta la conocida historia de su secuestro a manos de
piratas y su demostración de bravata en sus interacciones con ellos. Tras la pérdida de poder
de Sila, César volvió a Roma (república, no ciudad) y se encaminó hacia Rodas, donde pasó
una corta temporada. De vuelta en Roma, ejerció como abogado para el pueblo Griego,
ganando así su respeto y el de muchos otros. Los banquetes y obras públicas que pagaba de
su propio bolsillo y pidiendo préstamos, también aumentaron su popularidad, su apoyo hacia
Mario (declarado enemigo público) y el funeral de su esposa también le ayudaron a ganarse a
la plebe. Dada su popularidad entre las masas fue elegido Pontifex Maximus, poco más tarde
sería nombrado pretor y al acabar el pretorado gobernador de Hispania. Cerca de su
nombramiento como gobernador pidió ayuda económica a Craso. Desde luego César era un
hombre competitivo y ambicioso, que no soportaba ser el segundo (y preferiría ser el primero
en una aldea de mala muerte) y admiraba e incluso envidiaba a Alejandro. En Hispania pudo
subyugar a innumerables pueblos, como los lusos y pudo reformar la política provincial, entre
otras cosas mejorando relaciones entre los deudores y acreedores. Al salir de Hispania era un
hombre rico y respetado, siendo incluso llamado imperator por sus soldados.
César volvió célere a Roma, para reconciliar a Pompeyo y Cayo y así conseguir su primer
consulado, que utilizaría para aprobar leyes populares (con Catón como oposición). Para
cimentar su relación con Pompeyo; quien le conseguiría las provincias gálicas e Iliria,
organizó una boda entre su hija Julia y el veterano senador. Antes de partir a la Galia hizo
nombrar cónsul al yerno de Pompeyo, Servilio Cepión y tribuno de la plebe al deshonrado
Clodio, forzando el exilio de Cicerón.
Galia era un nuevo capítulo para César, uno que estaba dispuesto a afrontar. Sus hazañas
militares se ganaron los cumplidos de muchos romanos, e incluso Plutarco lo compara con
los grandes conquistadores del mundo, declarando que César podía medirse con cualquiera de
ellos. Era, desde luego, un hombre que inspiraba valor en sus subordinados, que harían
posible cualquier hazaña e incluso llegaron a inmolarse para mantener el honor de su

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imperator. Se trataba también de alguien acostumbrado a la frugalidad, acostumbrado a
dormir en carros y al racionamiento militar. En los primeros años de campaña se ocupó de los
helvéticos y tiuranos, más tarde se desvió camino al Rin para acabar con las tribus germanas,
lideradas por Ariovisto, volviendo victorioso, pese al temor inicial de sus hombres. Durante
este tiempo recibió emisarios y amigos, a los que prestó cualquier favor necesario,
financiando dicha caridad con el oro saqueado de Galia. Tras un silencioso invierno retomó
su campaña, esta vez contra los belgas (quienes estaban arrasando a los aliados romanos) y
los feroces nervios que estuvieron a punto de acabar con todas sus tropas. De nuevo en
invierno, César bajó al Po, donde se renovó el triunvirato. Vercingetorix aparece poco más
tarde, pero César lo derrota en Alesia con poco esfuerzo, capturandolo para un futuro triunfo.
La muerte de Craso enemistó a Pompeyo y Julio, Pompeyo y muchos otros senadores
intentaban por todos los medios arrebatarle las tropas a César, lo que le obligó a cruzar el
Rubicón, dando así comienzo a la guerra civil.
Primero tomó Hispania, para expulsar a Varrón y Afranio, más tarde, tras nombrarse cónsul a
sí mismo, se dirigió a Grecia (tomando Orico y Apolonia). La guerra no iba demasiado bien
para César; estaba falto de fondos y suministros, pero Pompeyo se negaba a atacar, en un afán
de salvar vidas. La batalla decisiva se libraría en Farsalia: donde Pompeyo, tras perder un ala
se replegó a su tienda y más tarde huyó, vestido de esclavo. César por su parte perdonó a gran
parte de los soldados pompeyanos y a muchos de sus seguidores; como Bruto. Siguiendo a
Pompeyo, César viajó a Egipto, donde le presentaron la cabeza de su rival y a muchos de sus
familiares y amigos (a los que trató generosamente), hizo volver a Cleopatra de su exilio, a la
que reconcilió con su hermano. Tras descubrir un complot contra su persona, César empezó
una guerra contra los egipcios, en la que moriría su rey, haciendo reina a Cleopatra. La guerra
no obstante no acabó con la muerte de Pompeyo, César se pasaría los siguientes años
ocupándose de los vestigios pompeyanos.
A su vuelta, por fin victorioso, organizó triunfos, juegos e incluso un censo. Al acabar las
celebraciones sería nombrado cónsul por cuarta vez y se vio obligado a marchar a Hispania,
para acabar con los hijos de Pompeyo.César sería asesinado el 13 de mayo.
Vidas Paralelas de Plutarco es una de las obras históricas más importantes, y aunque solo
parte de sus escritos se han conservado, son de un carácter esencial. En estos textos hemos
podido comparar las personalidades y vidas de Alejandro y César, dos hombres que
revolucionaron el mundo en el que vivían. Ambos conquistadores tremendamente
ambiciosos, magnánimos y amados por la plebe.

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