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El problema fundamental es que esto no es una confusión filosófica, sino que está arraigada
en la experiencia cotidiana: ‘Solo yo puedo sentir mi dolor’, ‘solo él puede saber cuánto le
duele’. “Oh, qué difícil es pasar de la metafísica a la gramática aquí” (MS 120, PP. 122-123),
“La filosofía trabaja contra el mito que crea tendencias en nuestra mente” (MS 158, p. 49).
Esto no significa que el enunciado en primera persona no pueda funcionar como una
descripción, sino que no es su única función, ni su función principal.
Contra la idea de un interior oculto [ nunca podemos descartar la posibilidad de que nuestra
interpretación de las otras mentes sea enteramente errónea, de que el otro esté simulando,
porque lo que tenemos no es otra cosa que evidencia indirecta, lo externo, comportamientos,
por lo que estamos condenados a un conocimiento imperfecto, inferior; como si lo externo
fuera un código para el que no tenemos llave]. Lo oculto como una metáfora seductora y
engañosa.
“Uno puede decir: ‘Está ocultando sus sentimientos’. Pero eso significa que no están a priori
siempre ocultos. De nuevo: hay dos enunciados contradictorios. Uno es que los sentimientos
están esencialmente ocultos; el otro que alguien me oculta a mí sus sentimientos” (MS 169,
pp. 55-56). Clarificación lógica: No se puede ‘ocultar’ algo que siempre está oculto,
algo a lo que no se puede acceder.
Hay una relación interna entre nuestros conceptos y nuestras reglas gramaticales, juegos de
lenguaje y formas de vida. Eso significa: nuestro concepto de dolor hunde sus raíces en la
vida. Aprendemos el dolor, aprendemos comportamientos de dolor. Aprendemos juegos de
lenguaje de dolor. Y juegos de lenguaje de fingir dolor. Reconocer evidencias en uno y otro
caso es reconocer que uno está moviendo ficha en el juego de lenguaje del dolor o en el juego
de lenguaje del fingir dolor. ¿Cómo es que se puede actuar?, ¿acaso no reconocemos al
impostor? Preguntar si alguien está fingiendo es preguntar por el tipo de juego de lenguaje
que está siendo jugando. Saber distinguir entre el dolor auténtico y el dolor fingido es una
cuestión de entrenamiento en los juegos de lenguaje.