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Una aclaración respeto del concepto “producto informativo” tal como lo desarrollan Nieto e
Iglesias y como vamos a trabajarlo nosotros (al que también denominamos “bien
informativo”). Si bien ellos afirman en el capítulo XIV que no se puede escindir el soporte
material (el producto propiamente dicho, en los términos que utilizan) del servicio informativo
que presta (lo intangible) y que, de hecho, lo que tiene valor para el consumidor es el servicio,
Nieto e Iglesias trabajan el producto informativo como la unidad que es objeto de comercio: la
revista, el periódico, el portal, el programa de televisión.
Nosotros utilizaremos el mismo concepto para referirnos también a cada unidad de contenido
que compone el bien. Una noticia, un informe, una sección son a su vez productos
informativos, resultan de un proceso de producción: fuentes que proveen insumos a los
periodistas (la información como materia prima), relaciones informativas asimétricas entre
ambas en las que también se pone en disputa el poder de informar, “cosas producidas” (las
noticias) que se ven afectadas por una serie de condicionantes de orden productivo. En el bien
que es comercializado se sincretizan (lo veremos más abajo) todas esas voces y unidades de
contenido.
De acuerdo con el contexto, cada vez que hagamos referencia a “producto informativo” o
“bien informativo” podremos estar refiriéndonos al soporte, a la noticia o a ambos.
La elaboración del producto informativo cuenta con una serie de condicionantes objetivos,
propios de la actividad, que impactan en diversos grados sobre el resultado. En su texto, Carlos
Campolongo nos dice que podemos clasificarlos en:
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Planificación de la Actividad Periodística 1 – 08 Teórico – Carlos Cánepa
Desde una concepción tradicional, el producto se materializa en un soporte (el bien tangible):
la prensa gráfica utiliza el dispositivo de impresión; la audiovisual, el dispositivo de generación,
transmisión y recepción de audio o video; la digital, la arquitectura de cliente-servidor en una
red, que incluye el contenido (lado del servidor) y su búsqueda y presentación (lado del
cliente).
El producto puede ser adquirido (se adquiere su propiedad) y consumido; de acuerdo con
Kotler, «puede ofrecerse a la atención de un mercado para su adquisición, uso y consumo, y
además puede satisfacer un deseo o necesidad».
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Planificación de la Actividad Periodística 1 – 08 Teórico – Carlos Cánepa
El bien informativo comparte esta característica con otros bienes culturales, como los libros,
los discos o los blu-ray, todos ellos comercializados por el contenido (el servicio) que portan.
Esta característica es propia del periodismo que surge a principios del siglo XIX, lo que en el
documento 1 denominamos etapa del periodismo negocio. De hecho, el modelo de ingresos
histórico de la prensa, que ahora sufre cambios estructurales como mencionamos en la unidad
2, se ha apoyado en tal característica.
Por una parte, vende al consumidor el servicio informativo: es el precio de venta al público o
del abono al servicio.
Por otra, vende a los anunciantes contactos con potenciales clientes de sus productos, el
servicio publicitario (que es un servicio informativo).
El bien informativo comparte esta característica de precio subsidiado con algunos bienes
culturales y de consumo. El precio del hardware de la Play o la Xbox está subsidiado porque
sus fabricantes ganan más dinero con la venta de los juegos; las proveedoras de telefonía
celular venden sus equipos a precio subsidiado a cambio de comprar abonos más caros o a
más largo plazo.
De acuerdo con nuestro Código Civil y Comercial, «son cosas fungibles aquellas en que todo
individuo de la especie equivale a otro individuo de la misma especie, y que pueden sustituirse
las unas por las otras de la misma calidad y en igual cantidad».
Por ejemplo, dos billetes de la misma denominación legal (mismo valor) emitidos por el BCRA
son fungibles: un billete de cien pesos vale lo mismo que otro de cien pesos, y nos da lo mismo
que nos den uno u otro. Algo similar ocurre con dos unidades de muchos bienes
industrializados: un cartón de leche u otro de la misma marca y presentación, dos prendas de
ropa de igual marca, modelo, talle y color. Entre ellas son estrictamente intercambiables.
Cuando vamos a un puesto de diarios, todos los ejemplares de una edición de una misma
publicación tienen la misma información y valen lo mismo. Por ende, son fungibles.
Sin embargo, cada día el puesto de diarios no ofrece el mismo diario de ayer, sino una nueva
edición que conserva ciertas propiedades de la anterior (materiales, como cantidad de páginas
y diseño, e inmateriales, como línea o estilo editorial). Como dicen Nieto e Iglesias, varían
dentro de un estándar (material y de estilo).
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Planificación de la Actividad Periodística 1 – 08 Teórico – Carlos Cánepa
Podemos considerar que cada jornada una empresa informativa ofrece un producto
absolutamente nuevo que, sin embargo, comparte características con los de otros días. Esto
es, si para Nieto e Iglesias una revista o un diario es un producto informativo, cada edición
también lo es, y este segundo producto es diferente del primero, no es fungible, no nos da lo
mismo que nos vendan hoy el diario de ayer.
De acuerdo con el tipo de demanda que satisfaga (que veremos más abajo), el bien puede
tener una vida útil muy breve. Por lo general, el período del ciclo de producción (diario,
semanal, mensual) da una idea aproximada de la vigencia del bien.
El bien informativo tiene altos costos fijos de producción y bajos costos variables
Una empresa asume una serie de costos propios de la estructura que requiere para realizar su
emprendimiento: inmuebles, maquinarias, insumos, personal, seguros. Produzca la empresa o
no, produzca mucho o poco, asume esos costos de manera invariable. Por eso se los denomina
costos fijos.
Decimos que el bien informativo tiene altos costos fijos y bajos costos variables porque crear
una sola unidad de producto (un contenido en particular o un bien materializado como un
diario) cuesta casi tanto como producir múltiples unidades del bien (el costo marginal es
cercano a cero): asignar a un periodista para una cobertura cuesta lo mismo si luego esta llega
a uno o a un millón de consumidores; imprimir un ejemplar de diario cuesta casi lo mismo que
imprimir miles. El solo hecho de iniciar el proceso de producción (de “encender la máquina”)
es muy alto, lo cual alienta a la mayor multiplicación posible (llegar a la mayor cantidad de
consumidores) para amortizar (recuperar) esos costos.
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Planificación de la Actividad Periodística 1 – 08 Teórico – Carlos Cánepa
Esta es una característica sobre la cual siempre hizo énfasis Rubén Levenberg. En el proceso de
producción de otros bienes, el compromiso de los participantes se reduce a la instancia del
proceso de la cual participan: hacer bien la propia tarea en la cadena de producción (o lo
suficientemente bien como para conservar el empleo). Con el bien informativo no ocurre eso:
los participantes del proceso productivo (en lo que nos interesa, propietarios, periodistas y
fuentes) están involucrados intelectual y políticamente con el resultado. Su compromiso e
interés exceden la posición que ocupan en la cadena de producción, llegan hasta el consumo y
experiencia del bien por parte de los consumidores: que reciban uno con determinadas
cualidades y contenidos.
El uso del concepto “bien público” que hacemos aquí tiene su origen en la economía, tal como
fue formulado en 1954 por Paul Samuelson y adoptado después por el vocabulario de la
planificación pública.
Bajo tal concepción, por público no nos referimos a la propiedad del bien (por oposición a uno
que pertenece a una persona privada, una noción jurídica del término publicidad, recuerden la
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Planificación de la Actividad Periodística 1 – 08 Teórico – Carlos Cánepa
polisemia del término cuando vimos Habermas en la unidad 1). Para la economía, el carácter
público está determinado por la accesibilidad al bien y responde a dos principios:
A esto se suma que el costo marginal de suministrarlo a una persona más es cero (o
insignificante).
Alguien podrá afirmar que el bien informativo no cumple con alguno de los principios, en
particular el de no exclusión: pueden existir restricciones por precios de venta o de abono, por
obligación de registrar datos en un portal o por ejercicio abusivo del poder de informar. Sin
embargo, una vez que el bien llegó al mercado, no se puede impedir que alguien lo comparta
con terceros: un amigo nos invita a ver el fútbol codificado, nos presta su usuario de Netflix (o
de otro servicio con login), nos pasa la revista que ya leyó. Y el consumo de uno no impide el
del otro, no hay competencia por el bien, como sí ocurriría con la cerveza que pueden beber
mientras miran el partido codificado: recordemos que, como vimos más arriba, el servicio se
experimenta.
También dijimos más arriba que los costos variables de producción de la noticia (el costo
marginal por multiplicar el resultado) son bajos, lo cual facilita que ambos principios del bien
público, no rivalidad y no exclusión, estén presentes en el bien informativo.
McManus nos dice que, de acuerdo con el conocimiento que requieren del consumidor para
elegirlos, los bienes se pueden clasificar en:
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Planificación de la Actividad Periodística 1 – 08 Teórico – Carlos Cánepa
cual hablamos en el documento anterior): el modelo asume que cada actor es un maximizador
de la utilidad que espera como resultado de sus decisiones.
En los términos que vimos en el documento anterior, las acciones racionales no serán tanto
paramétricas (como ocurre en el intercambio con sentido públicos-empresa informativa) como
estratégicas, sean juegos cooperativos o competitivos (como ocurre especialmente en ambos
sentidos en la relación fuentes-periodistas).
A continuación, pueden ver una versión simplificada del modelo de McManus tal como lo
presenta Klaus Bruhn Jensen en el libro La comunicación y los medios (p. 154); en el artículo de
McManus tienen la versión original, ponemos aquí la simplificada por razones de espacio.
ropietarios
atención
pública erentes ingresos
económicos
uentes nunciantes
información
eriodistas atención pública
(insumo)
información atención
entretenimiento ingresos económicos
úblicos
Fuente: Jensen, K. B. (ed.). (2014). La comunicación y los medios. Metodologías de investigación cualitativa y cuantitativa.
Fondo de Cultura Económica.
Donde nosotros ubicamos a los propietarios, McManus también identifica a los inversores. Ya
hicimos referencia al asunto propietarios/inversores en el documento 3 cuando hablamos de
los productores. La racionalidad del aporte de capital que hacen está en el lucro que esperan
obtener (capital económico) o la influencia/prestigio que aspiran conseguir (capital simbólico);
en ambos casos hay una inversión y una utilidad esperada.
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Planificación de la Actividad Periodística 1 – 08 Teórico – Carlos Cánepa
Como dijimos más arriba, los periodistas pueden tener un compromiso e interés por el
contenido a publicar que excedan las posiciones que ocupan en el proceso productivo, con lo
cual pueden no limitarse a cumplir con las directivas de los gerentes. Claro que, si no las
cumplen, pueden perder su empleo. Ellos aportan su arte, su téchnē, a cambio de un salario.
En el caso de los públicos, nos referimos a los consumidores directos del bien. Entre estos y su
comunidad, McManus establece un límite relacionado con el consumo directo, pero un límite
poroso, porque la información que los consumidores reciben puede llegar a los no
consumidores (en tanto bien público, como vimos arriba), así como generar externalidades
positivas o negativas sobre el resto de sociedad. El concepto externalidad, que es mencionado
por Hamilton, pertenece al vocabulario de la economía y refiere al impacto que un intercambio
produce sobre quienes no participan de manera directa de él. La OCDE define “impacto” como
«efectos de largo plazo positivos y negativos, primarios y secundarios, producidos directa o
indirectamente por una intervención (…), intencionalmente o no». El bien informativo puede
impactar positiva o negativamente sobre quienes no lo consumen, como veremos más abajo
cuando hablemos de fallos de mercado y en la unidad 4 cuando trabajemos sobre operaciones
de prensa.
Más arriba dijimos que cada intercambio vertical se sustenta en la delegación de una acción o
autoridad a cambio de una utilidad: los propietarios delegan en los gerentes el logro de los
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Planificación de la Actividad Periodística 1 – 08 Teórico – Carlos Cánepa
objetivos y estos delegan en los periodistas la creación de los contenidos. ¿Sucede algo similar
entre la empresa informativa y los públicos? Sostenemos que sí, aunque en sentido
ascendente: los consumidores delegan en la empresa la provisión de la información que
necesitan en lugar de buscarla ellos mismos. Por ello más arriba dijimos que la mayoría de las
veces el bien informativo es un bien de creencia (confían que les van a brindar la información
que necesitan, eligen con información incompleta, la ratificación o decepción de la confianza
es ex post) y diremos más adelante que la relación públicos-empresa informativa puede ser
analizada en los términos del enfoque principal-agente que trabaja Napoli.
En sentido horizontal encontramos dos tipos de relaciones utilitarias (por ello, racionales),
aunque no hay delegación de autoridad, sino contraprestación de servicios y búsqueda de
mayor productividad.
Las fuentes son proveedoras del principal insumo del bien a producir: la información. La
utilidad que esperan es atención pública sobre aquello que proveen; su acceso como fuentes
les permite ser más productivas, maximizar el impacto que desean lograr con la información
que proveen al menor costo posible. Para los periodistas, el acceso a fuentes también les
permite ser más productivas, acceder a más información de la que podrían obtener por propia
experiencia. Esta mutua necesidad nos permitirá analizar económicamente la relación
periodista-fuente que trabaja Miquel Rodrigo Alsina, juegos competitivos o cooperativos como
dijimos más arriba.
Los anunciantes proveen el principal ingreso de la empresa informativa, la paga por espacios
publicitarios. La utilidad que esperan es atención pública sobre aquello que publicitan; su
acceso como anunciantes les permite ser más productivos, maximizan el conocimiento de sus
ofertas al menor costo posible (lo que hacen mediante el plan financiero de medios o media
planning).
McManus se pregunta: ¿quién tiene más poder en cada intercambio? Analicemos brevemente
los intercambios que tiene la empresa con los actores externos a ella (fuentes, anunciantes y
públicos, dejaremos de lado aquí a los inversores), relaciones que el autor analiza con la lógica
de los fallos de mercado.
En economía se dice que hay fallos de mercado cuando, como resultado de los intercambios
(sin intervención externa), los recursos se distribuyen de manera ineficiente, no hay eficiencia
de Pareto; algunos actores reciben de más o de menos, los bienes y recursos se pueden
redistribuir mejor o de manera más equilibrada. Las externalidades negativas o la lógica del
parásito (free riding, tema del que habla Hamilton) ante ciertos bienes públicos son fallos de
mercado. Gran cantidad de políticas públicas tienen por fin compensarlos: por ejemplo, las que
garantizan el acceso a la salud o la educación o las que procuran cerrar la brecha digital
entregando tablets y conexión gratuita a internet.
McManus identifica a partir de su modelo los siguientes fallos, que permiten analizar el grado
de desequilibrio en cada intercambio que impedirían lo que él denomina el “beneficio social”
(el resultado óptimo):
• asimetría de información: que dependerá del tipo de bien que sea para cada parte, de
observación, de experiencia o de creencia;
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Podemos presentar ambas variables (relaciones y fallos) en una matriz de doble entrada con
los siguientes resultados.
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