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CUARTA CLASE SEMANA DEL 27 DE ABRIL/ TEXTO CLASE TEORICA.

1) Visualizar y tomar apuntes del video: Historia de la Clase Media. Ezequiel Adamovsky.
https://unlzhistoriasocialgeneral.blogspot.com/2020/04/cuarta-clase-semana-del-27-de-abril.html

2) Leer y tomar apuntes del texto: Génesis de la Clase Obrera


https://unlzhistoriasocialgeneral.blogspot.com/2020/04/cuarta-clase-semana-del-27-de-
abril_26.html 

3) Visualizar y tomar apuntes del video: Orígenes del movimiento obrero


https://unlzhistoriasocialgeneral.blogspot.com/2020/04/capitulo-6-origenes-del-movimiento.html 

4) Guía de preguntas RESOLVER LA GUÍA Y ENTREGARLA ANTES DEL JUEVES 07/05/2020


https://unlzhistoriasocialgeneral.blogspot.com/2020/04/cuarta-clase-guia-de-preguntas-s-del.html 

Génesis y desarrollo de la clase obrera en Argentina


Su génesis hacia el último cuarto del siglo XIX
En la década de 1850, y probablemente en la de 1860, el sector manufacturero tenía aún escasa
importancia. El grueso de los establecimientos existentes eran pequeñas panaderías, carpinterías,
mueblerías, herrerías, caldererías, talleres de zapateros o sastres. La mayoría combinaba la
fabricación con la reparación, la producción con la venta. Escasamente mecanizados, solían reunir
a un grupo de artesanos, cada uno de los cuales realizaba una tarea completa. Sólo existían en
esos años algunos establecimientos grandes: los saladeros algunas curtiembres, la fábrica de
cerveza Bieckert, un aserradero mecánico, una fundición y varios molinos de vapor (Sábato Hilda
y Romero Luis A. 1990)

Serán tres sectores los que confluirán para satisfacer dicha demanda de mano de obra. Un primer
sector, mayoritario, compuesto por inmigrantes desocupados provenientes de distintas regiones
de Europa, que resultaban más económicos que importar esclavos. Otro componente de
trabajadores agrícolas, provenientes en general de la zona del Norte y Cuyo, mestizos e indígenas
con una relación semi servil que no conocían el salario en dinero (trabajaban por el alimento o la
vivienda) y un último sector integrado por negros. Un historiador señala sobre estos últimos: En la
segunda mitad de los años cincuenta, en Buenos Aires, algunos negros letrados serán
responsables de la aparición de periódicos con un claro sesgo de reivindicación étnica e incluso
autopostulantes de la representación de los trabajadores del sector... En 1858 aparecen la Raza
Africana y El Proletario dirigido por Lucas Fernández (Falcón, Ricardo 1999.)

Junto a esto, la existencia del trabajo a destajo y largas jornadas de labor, no sólo eran moneda
corriente; sino que en estas primeras décadas contaban con cierto beneplácito de los propios
sectores del trabajo. Los primeros socialistas y anarquistas se quejaban de dichas actitudes y lo
atribuían a cierto “deseo individualista” o afán de enriquecimiento (no perdamos de vista que en
verdad a eso venían aquéllos que cruzaban el Atlántico) que luego la realidad, demostraría
injustificados, irrumpiendo conflictos de cierta envergadura.

Creación de organizaciones que expresan su grado de conciencia

Como veíamos en la introducción teórica, un avance en la conciencia de una clase se expresa


cuando aquélla se plasma en diversas organizaciones. La primera de éstas que se dieron los
asalariados en Argentina fue la Sociedad Tipográfica Bonaerense, fundada en 1857 con los
objetivos de “propender al adelanto del arte tipográfico, auxiliar a los miembros enfermos y
garantizar el cobro efectivo de los jornales”. La propia experiencia de los operarios,
conjuntamente a la influencia de aquellos que bregan por ello; irán conformando las primeras
mutuales, sociedades de resistencia y por último sindicatos por oficio que elevarán sus demandas
con un fuerte criterio clasista. Éstos son típicos de la manufactura, en donde el trabajo manual
está aún muy presente y requiere cierto grado de calificación del trabajado

Dicho sindicato realizará en 1878 la que parece ser la primer huelga de la historia argentina, en
donde la exigencia para su reconocimiento legal junto a la demanda de jornadas y salarios dignos,
conforman las principales d No es un dato menor, cuando trabajadores alemanes forman el
Comité Internacional Obrero en la sociedad alemana llamada Vorwarts, y empiezan a plantear la
necesidad de organizar un acto en conmemoración del 1º de Mayo tal cual lo estipula la
recientemente creada II Internacional de trabajadores. La crisis también empujaba a la protesta.

La situación interna, retroalimentada por la crisis económica y financiera que vivía el viejo mundo,
conocida como Gran Depresión; se dejaba ver en los siguientes datos: En 1890, un obrero
carpintero cobraba, en términos reales, el 54% de su salario de 1886. La caída era aun mayor en
el caso de los peones rurales. Entre 1886 y 1896, el arroz y el asado registraron un alza del
133,33%, el azúcar del 86,1%, el bife del 150%, el café del 137,5%; en tanto los alquileres
subieron a razón de un 7,5 5 anual (Panettieri 1982).

El Primero de Mayo el acto que convocaba a “todos los trabajadores de la República” realizado en
la Plaza Lorea de la Capital, contó con la presencia de las corrientes predominantes en el
movimiento obrero: socialistas y anarquistas y se escucharon discursos en varios idiomas. Lo
mismo sucedía en Bahía Blanca y Rosario. Semanas más tarde, en el convulsionado mes de Julio
de 1890, llega por primera vez a la Cámara de Diputados de la Nación, un petitorio obrero
acompañada por 8000 firmas, que fue luego “silenciosamente” archivado.

Las 8 horas y la prohibición del trabajo a destajo, estaban entre sus principales puntos. Sin
embargo, y pese al desinterés legislativo, en 1895 gremios como los yeseros, los pintores y los
constructores lograrán dichas reivindicaciones en sus respectivas actividades; hecho que era
presentado por sus protagonistas como “resultado de la unidad en la lucha y la constancia por
reclamos justos, en aras de la dignidad humana y en contra de toda explotación”, según lo
aseveraban muchas páginas y volantes que éstos editaban.

En el otro polo social, la recientemente creada UIA (Unión Industrial Argentina) realizaba en sus


reuniones y boletines internos un sombrío panorama sobre la oleada huelguística, y pedía a las
demás corporaciones patronales sudamericanas la atención sobre la entrada de “agentes
perniciosos” provenientes de Europa y su limitación o expulsión si cupiese.

Decían sin ambages: Apreciando de urgente necesidad una providencia rápida en atención a los
inmensos perjuicios que las huelgas ocasionan, el Consejo de Administración de la UIA nombra
de su seno compuesta de cinco miembros para que, en cada caso, arbitre los medios de
solucionarlas (Boletín de la UIA 1896). El pedido de actuación estatal para garantizar el
disciplinamiento social ya está en marcha y las futuras leyes de Residencia y Defensa Social -
sancionadas en la primera década del siglo XX - intentarán dar respuesta a dichos requerimientos.
Socialistas y Anarquistas

En el invierno de 1896, alrededor de veinte centros socialistas y 15 organizaciones gremiales


decidieron fundar el partido Socialista y en una conferencia populosa redactaron los estatutos y
programa del mismo. Viejos militantes del movimiento obrero como el alemán Avé Llallemant,
intelectuales como el doctor Juan B. Justo y los escritores Leopoldo Lugones y José Ingenieros,
se encuentran entre sus más importantes impulsores. Hubo disputas sobre la declaración de
principios del mismo, que ya dejaba ver distintas opiniones y métodos que también sacudían al
mayor partido socialista europeo, el alemán, alrededor de una corriente
reformista/revisionista y aquélla que se adjudicaba los principios revolucionarios.

Con un difícil consenso, se estipuló redactar como parte final de la declaración lo siguiente: Que
esta revolución, resistida por la clase privilegiada, puede ser llevada a cabo por la fuerza del
proletariado organizado. Que éste es el camino por el cual la clase obrera puede llegar al poder
político y el único que la puede preparar para practicar con resultado otro método de acción si las
circunstancias se lo imponen (García Costa, Victor)
La crucial importancia que contiene dicho proceso de creación y consolidación del PS, adquiere
toda su dimensión cuando la cotejamos con los desarrollos de otros sectores obreros en el resto
de América Latina, los cuales estaban muy lejos aún de plasmar su independencia política por
medio de un partido, que a su vez los insta a organizarse en sindicatos y a luchar por
reivindicaciones propias.
A esto se agregaron la fundación de bibliotecas barriales y las denominadas Casas del Pueblo, las
cuales permitieron alfabetizar y ser un complemento de la escuela pública, como también
continuar con tareas de ayuda social, capacitación en oficios y hasta tareas de primeros auxilios
en algunos casos.

Los anarquistas son la otra parte constitutiva de la clase obrera que emerge en estas tierras a
partir de la segunda mitad de siglo. Como ya dijimos, en su actuación junto a los socialistas,
dejaron vislumbrar las diferencias que los separaban y que llevaron por ejemplo a la disolución de
la Primera Internacional (organización mundial de trabajadores). Estos eran más fuertemente
individualistas y opinaban que cualquier tipo de organización o agrupamiento permanente,
resultaban atentatorios contra la libertad de la persona.

Quizás un poco esquemáticamente, podemos inferir que esto tenía que ver con sus orígenes. Los
artesanos, ex campesinos jornaleros y trabajadores domiciliarios; se encontraban entre sus
primeros adherentes. Reivindicaban la pequeña propiedad, criticaban al socialismo como otra
forma de opresión estatal y defendían un difuso federalismo político, en una línea política que se
puede extender desde los sans culottes de la gran revolución francesa, pasando por Proudhon y
terminando en Bakunin.

Un historiador especializado en esta corriente señala: El anarquismo pretendía ser algo más que
una agrupación político - ideológica representativa de los trabajadores y de su discurso emergía
una clara heterodoxia clasista. Sin negar que apelaba esencialmente a los trabajadores en tanto
éstos eran los sectores más oprimidos de la sociedad y que sus prácticas alentaban la lucha de
clases, el mensaje libertario pretendía ser universalista y no clasista. El clasismo implica para
ellos subordinar al individuo a otra clase y esta idea era percibida como autoridad y atentatorio de
las libertades individuales. En términos generales la doctrina anarquista era vagamente anti
clasista y negaba la idea de conciencia de clase marxista al sustentar su tesis de la participación
política en la voluntad de cada individuo. En la base de esa idea se hallaba fuertemente arraigada
la idea de libertad absoluta, una libertad que tenía como objeto excluyente hacer feliz al individuo
en tanto era un derecho natural del hombre (Suriano, Juan 2003).

Digamos también que hacia los primeros años del siglo XX, Buenos Aires se había convertido en
un centro anarquista de importancia mundial, sólo equiparable a Barcelona. La edición de
materiales de propaganda, el dictado de cursos y seminarios por distintas personalidades
libertarias venidas desde distintos lugares del mundo y la cantidad de locales de dicha tendencia,
así lo certifican.
La clase madura: se constituye la FOA
La última década del siglo presencia un alto grado de conflictividad de la clase, lo que le permitirá
dar un salto en su conciencia y empezar a ligar los planos político y económico. La acción, si
bien no conjunta, de socialistas y anarquistas impulsa dicho proceso.

A comienzos de 1901 deciden impulsar la formación de una federación que agrupe las distintas
sociedades de resistencia y proto sindicatos de oficio a nivel nacional. Su resultado es la creación
de la FOA (Federación Obrera Argentina) que en un comienzo albergó a cerca de treinta
organizaciones obreras de diversos puntos del país. La FOA estableció que la huelga general
sería la principal arma de lucha contra la patronal y entre sus principales reivindicaciones
figuraban la lucha contra las agencias de colocación y el establecimiento de bolsas de trabajo, la
abolición del trabajo nocturno, del trabajo a destajo, el antimilitarismo y la educación
obrera (Lobato 2000). Pero la “convivencia” de anarquistas y socialistas se demostró efímera y ya
al año siguiente la FOA conoció su primera ruptura, aunque no se cuestionó la necesidad de tener
una organización madre que representará a la clase en todo el territorio.

En este momento histórico parece culminar el proceso de formación de la clase obrera en un


periplo, que como observamos no fue lineal ni evolutivo, sino teñido por infinidad de disrupciones.
La particularidad del proletariado argentino, en relación a sus hermanos latinoamericanos, radica
en que a diferencia de aquellos, su formación no devino de una proletarización del campesinado
expulsado de su tierra; sino que fue hija de la inmigración, lo que a su manera lo beneficia. Le
permite “ahorrar” un siglo de historia en las concepciones y experiencias políticas de la clase;
produciendo también, una asimilación cultural y social rápida de extranjeros y criollos por medio
de los sindicatos y federaciones, hecho que no realizaban las asociaciones por colectividad.

Entre divisiones por arriba y unidades de acción por abajo

Como decíamos líneas más arriba, con la creación de la FOA se produce la primera huelga de
carácter nacional: “la cuestión social” - tal cual gustaba denominarla el bloque gobernante - se
manifiesta en toda su extensión. La relación de la clase obrera con el sistema institucional, se da
por fuera de éste; aunque algunas fracciones obreras se propongan formar parte del mismo y lo
logran incipientemente.

Cuando dicha organización se fractura, los socialistas conforman un llamado Comité de


Propuesta Gremial que al año siguiente devendrá en la UGT (Unión General del Trabajo).
El sector anarquista, que hacía de la huelga general “una escuela de guerra revolucionaria”
terminará creando la FORA en 1904, que pasará a la historia con el rótulo de FORA V
Congreso, aglutinando en su seno a los comunistas anárquicos y los sectores más intransigentes.
No obstante esto, ambas centrales harán causa y acción común en contra de la recientemente
sancionada Ley de Residencia y la posterior de Defensa Social. Incluso también le niegan
reconocimiento a la Ley Nacional del Trabajo que el régimen pretendía sancionar - en un intento
por combinar la represión con la concesión - a pesar de que ésta sentaba jurisprudencia sobre
demandas sentidas por el conjunto de los asalariados. Existe un hiato, como vimos, entre las
acciones de la clase con sus organismos y las instituciones políticas oficiales.

Muy especialmente la FORA, llega a manifestar actitudes de rechazo a todo tipo de política que no
sea la meramente económico-corporativa, asumiendo una conducta que podríamos denominar
sectaria.
Sin embargo confluirán en las acciones directas, tanto con la central socialista como con la CORA
(Confederación Obrera Región Argentina) en la cual militaban fracciones socialistas y
sindicalistas revolucionarios que seguían los lineamientos, entre otros autores, del pensador
francés George Sorel.

Entre 1901 y 1904 la huelga general se constituye en forma de lucha de la clase obrera argentina
y, a la vez, surge una de sus modalidades: la huelga con movilización de masas, que presenta
como uno de sus rasgos el choque armado con la policía, con muertos de ambos bandos. Así
ocurre el 1ro de mayo de 1904, de 1905 y de 1909 (Semana Roja) y en agosto de 1907. (Iñigo
Carrera, Nicolás 2000).

La casa no está en orden: el Grito de Alcorta

Los conflictos agrarios eran moneda corriente. Los chacareros - pequeños productores que en su
mayoría empleaban mano de obra familiar - realizan desde 1910 reclamos por el desmedido
aumento del canon de arrendamiento que había aumentado del 15 % de la cosecha hacia 1903, al
54 % de la misma ocho años después. En la localidad de Alcorta (provincia de Santa Fe) se
produce un gran levantamiento - no es nuestra intención hacer un pormenorizado análisis del
mismo - del cual nos interesa resaltar dos consecuencias importantes que el mismo ocasiona:
ganan la solidaridad del pequeño comerciante y los sectores obreros, obligando a nuevas
negociaciones y la baja del arriendo por parte de los terratenientes, y por otro lado dan vida a una
organización del campo que representará sus intereses: la FAA (Federación Agraria Argentina).
Hacia fin de esta década, dicha institución participará de manifestaciones y firmará acuerdos de
asistencia mutua con la FORA.

En la superestructura obrera, los senderos se bifurcan

El surgimiento de la llamada Primera Guerra Mundial acelera la recesión que parecía cernirse
sobre la economía argentina ya desde 1911. Un autor corrobora: La guerra, hizo que la agricultura
decayera y provocó el cierre o la disminución de la producción en muchas fábricas y talleres. De
modo que el desempleo, que en 1914 afectaba ya a más de 300.000 trabajadores, llegó en 1917,
a afectar a 455.870, casi un 20% de la población activa (Del Campo 2005). Y las consecuencias
son un reflujo en la combatividad obrera, que no hace más que seguir una tendencia histórica: el
aumento de la desocupación muchas veces “aplaca” el espíritu de lucha por el entendible temor a
la pérdida del empleo de aquéllos que sí están ocupados.

La superestructura sindical, mientras tanto, tampoco encuentra un cauce unificador. Tres grandes


agrupamientos la constituían: la FORA anarquista, la CORA sindicalista y socialista y los
grandes gremios autónomos que no adherían a ninguna de las dos.
Los intentos de unidad están condenados al fracaso. La FORA “quintista” anarquista intransigente
- y ahora minoritaria - se encuentra en un parte del espectro sindical; y por el otro, la FORA IX
Congreso que resulta de la fusión mencionada (sindicalistas revolucionarios y
socialistas) y que entre otros aspectos, señalará en su Declaración de principios: es una
institución eminentemente obrera, organizada por grupos afines de oficio, cuyos componentes
pertenecen a las más variadas tendencias ideológicos y doctrinarias, que para mantenerse en
sólida conexión necesitan la más amplia libertad de pensamiento, aunque sus acciones es
imprescindible que se encuadren dentro de la orientación revolucionaria de la lucha de clases, de
la acción directa, y con absoluta prescindencia de los grupos y partidos que militan fuera de la
organización de los trabajadores genuinos. Esta organización será en realidad, la primera en tener
alcance nacional y mucho de esto tiene que ver la afluencia de sindicatos de mayor peso
específico que la integran, relacionados con actividades funcionales al modelo agroexportador
como estibadores, marítimos, ferroviarios, etc.

La UCR en el gobierno: entre el consenso y la represión

Un objetivo “doctrinario” de la UCR en relación a su accionar para con el movimiento obrero, es la


idea - como veremos no siempre con éxito - de “arbitrar” en el conflicto social. La respuesta
variaba según fuese la fracción obrera que impulsaba sus reivindicaciones: aquellos sectores
cuyas actividades estaban vinculadas al “centro nervioso” del capitalismo agrario como marítimos
o ferroviarios, veían satisfechas sus demandas de manera más pronta, hecho que no ocurría con
gremios que no se hallaban en dicha situación.

Pruebas al canto: decenas de huelgas rurales en La Pampa entre 1917 y 1922, la huelga de La
Forestal en el noroeste y paros de actividades parciales en Córdoba y Santa Fe ya bien entrado el
año1928 - por no mencionar los
sucesos de enero de 1919 y la Patagonia en 1921/2 - con la existencia de muertos y heridos, son
prueba palmaria de que la faz represiva no estuvo ausente, sino por el contrario constituyó un
sesgo determinante en el largo interregno radical (Bilsky, Jorge 1984)

El contexto mundial iba a presentar la emergencia de un proceso político-social, que marcará la


relación de fuerzas a nivel mundial en las próximas décadas: el triunfo de la revolución
bolchevique en la ex Rusia zarista en octubre de 1917. La fuerza de su “ejemplo” fue apabullante.
Nuestro país no será la excepción y esta influencia a grosso modo dicho se efectuará en dos
niveles. En las superestructuras sindicales, la corriente llamada comunista y “tercerista” - ya que
se acababa de crear la Tercera Internacional - cobrará mayor influencia; mientras que en el nivel
político el viejo partido Socialista sufre la escisión del sector internacionalista (PSI) que luego ya
adoptará el nombre de partido Comunista, quien mantendrá lazos cada vez más estrechos con
Moscú. También el “síndrome soviético” fue agitado por los propios sectores dominantes. Esto dio
pie al surgimiento de cuerpos paramilitares - la Liga Patriótica fue su máximo exponente, pero no
el único - que colaboraban en la represión física o actuaban directamente como “carneros”
saboteando medidas de fuerza, bajo afirmaciones de tipo nacionalista en el peor sentido del
término (antisemitismo, autoritarismo, etc).

Señalábamos con anterioridad que junto al año del Centenario, 1919 era el otro punto de mayor
efervescencia del conflicto social. La génesis del mismo es la que sigue. Hacia fines de 1918, un
taller metalúrgico de una barriada obrera de la Capital - Vasena en Parque de los Patricios - vive
una huelga protagonizada por sus 2500 operarios en reclamo de mejoras salariales. La empresa
contrata reemplazantes y matones provocando escaramuzas físicas entre ambos sectores: en uno
de ellos muere un cabo de la policía y el 7 de enero un piquete de huelguistas es ametrallado por
las fuerzas del orden, con un saldo de cinco muertos y veinte heridos. La reacción popular no se
hizo esperar: solidaridad espontánea, cese de actividades, multitudinario cortejo fúnebre de las
víctimas, etc.

Los sucesos acaecidos en enero de 1919 - como asimismo la huelga general de 1936, el 17 de
octubre de 1945 o el Cordobazo de fines de los 60 - conforman un mojón importante en la
formación de la clase obrera argentina.
Se manifiestan en ellas aspectos que dan cuenta de un salto cualitativo (al menos de una fracción
importante de la misma) en su conciencia y organización: sus demandas “exceden” el mero marco
corporativo y se elevan a un cuestionamiento de la totalidad del régimen político social y algunas
de sus principales instituciones (tres poderes del estado, fuerzas armadas y de seguridad, etc) son
fuertemente cuestionadas. Logran también la adhesión de una amplia franja no proletaria de la
sociedad - pequeños comerciantes, estudiantes - conformando una alianza que está potenciando
el surgimiento de una hegemonía económica-social y planteándose en forma embrionaria la
conquista del poder político.

La terrible represión y muerte de los trabajadores en la Patagonia - quizás por la menor


importancia geográfica de su ámbito territorial - apuntaban en la misma dirección. No
ahondaremos en ellos, la bibliografía que acompañamos es un buen referente para aquellos que
quieran profundizar sobre los mismos.

Fin del radicalismo y aparición de la CGT

Observemos nuevamente el cuadro que nos precede. Si comparamos la cantidad de conflictos


obreros que se sucedieron durante los seis años del primer presidencia de Yrigoyen con el
sexenio siguiente gobernado por Alvear, podremos verificar que éstos se redujeron en un 50 %
aproximadamente. Los motivos son dos: fin de la guerra y cierto reanimamiento de la economía
agroexportadora argentina lo que le permite al ejecutivo reforzar su tutela arbitrarial, y por otro
lado - en un acción retroalimentada por ésta - la política más dialoguista de las centrales
sindicales en esa breve coyuntura, no sin “cortocircuitos” entre las corrientes ideológicas que
conocemos.

Los sindicalistas menospreciaban la labor parlamentaria de los socialistas por considerarla inocua
- en cuanto a la resolución de los intereses obreros - y perniciosa porque favorecía a las
instituciones burguesas. Esta crítica la lanzaban afirmando que mientras los dirigentes de la FORA
IX Congreso estaban presos en la isla Martín García, los diputados socialistas se sentaban
cómodamente en sus bancas afelpadas. A su turno los socialistas les replicaban acusándolos de
ser agentes políticos del gobierno radical, crítica que por otra parte también les formulaban los
anarquistas y los comunistas. La FORA IX, ya en crisis profunda, cederá su lugar a una nueva
federación, en marzo de 1922, la USA. (Falcón 1999).

Los articulados del estatuto de esta recientemente creada nueva organización obrera permiten
vislumbrar las agrias disputas que se daban en su interior. El mismo rechaza “la intervención en la
central de los partidos políticos”, aunque se postula la necesidad de la libre expresión de ideas en
su seno. Se incluye también una de las tesis fundamentales del sindicalismo resumida en la
fórmula Todo el poder a los sindicatos, a la vez que proclama la acción directa como arma
primordial contra el capitalismo. Expresión de lo anterior son los rechazos a la participación en el
congreso de la entidad de Francisco Perez Leirós - municipal - y de José Penelon - gráfico - por
ser el primero, diputado nacional por el PS y concejal de la Capital por el partido Comunista, el
segundo.

La organización sindical terminó reflejando la división del movimiento obrero en cuatro tendencias
ideológicas: sindicalistas revolucionarios y anarco sindicalistas (USA), socialistas (COA),
comunistas anárquicos (FORA) y comunistas (CUSC).
Para concretar el objetivo de fusionar a las organizaciones obreras se constituyó un Comité
Nacional Sindical, con quince representantes de cada central, a los que se sumarían lo que
designasen los autónomos. Pasadas las bases acordadas a referéndum de los diversos
gremios, tanto los integrantes de la USA como los de la COA las aprobaron por gran
mayoría. Finalmente, el 27 de setiembre de 1930 se reunieron los comités de ambas
centrales y resolvieron dejar constituida la Confederación General del Trabajo. Con ella se
iniciaba una nueva etapa del movimiento obrero.
El período que comienza va a presenciar entre otros aspectos - no el menor, sin dudas - la
irrupción del peronismo y la “ciudadanización” de los sectores obreros (“integración vertical”) y su
preocupación por problemas “nacionales”. Ese proceso ya está en germen con la creación de la
CGT. Otro minucioso investigador de esa época afirma: La fundación de la CGT en el año 1930
tiene ese sesgo decididamente sindicalista que también obligaba a una definición nacional. Si
usted consulta los periódicos sindicales de la época va a encontrar que la mayoría de los
sindicatos - y por cierto la CGT - izaban en sus plenarios la bandera argentina junto a la roja de los
socialistas o la negra de los anarquistas. (Matsushita, Hiroito 2002)

El duro interregno del movimiento obrero (1930-1943)

La acción sindical debía remitirse al terreno económico, mantenerse independiente de los partidos
y de los mismos conflictos políticos. Esta “prescindencia” comenzó teniendo éxito a nivel de los
sindicatos locales, donde hizo posible la coexistencia de militantes opuestos ideológicamente y
permitió que prevaleciera la idea de una organización gremial única por actividad o profesión.
(Torre, Juan Carlos 1990).

Eso ocurría cuando el panorama social era el siguiente: Según los propios datos oficiales, el
número de desocupados llegaba en 1932 a 334.000, de los cuales 264.000 lo estaban en forma
total y 70.000 en forma parcial. Un 44% del total eran trabajadores agrícolas y jornaleros sin
especificación de tareas, y un 37% obreros industriales y del transporte; más de la mitad de los
desocupados estaban en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires - lo que muestra la
incidencia de la construcción, la industria y el comercio - y casi un 30 % en las otras provincias
agrícolas más importantes (Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos)... La ocupación sólo había
aumentado en algunas actividades improductivas (hotelería, 74%, espectáculos públicos 4%), los
transportes (7% los terrestres y 6% el resto) y unos pocas industrias (textiles 17%, gráficas 7%,
confecciones en taller 8%). (Del Campo 2005)

Este verdadero “ejército industrial de reserva” provocó un efecto tijera que se retroalimentaba:
permitió un marcado descenso del salario obrero y del presupuesto de consumo familiar y por el
otro ofició de freno a las luchas que tuvieron el piso más bajo de toda la historia de la clase
trabajadora. Será recién a partir de fines de 1933 y comienzos de 1934 cuando la curva se
revierta. Recuperación económica, baja del desempleo y reanimamiento de las batallas
reivindicativas son sus coordenadas. Hacia mitad de la década, promovido por políticas públicas
emanadas desde el estado, comienza un sostenido fomento de la industria local liviana asentada
en un crecimiento de naturaleza extensiva, es decir, caracterizado por una masiva incorporación
de mano de obra antes que por inversión de capital.

Dicha mano de obra disponible que el proceso de “sustitución de importaciones” requería, a


diferencia de la etapa anterior, va a provenir mayoritariamente del interior del país. Podemos
distinguir tres grandes grupos, a saber: 1) contingentes provenientes de las zonas cerealeras en
declinación como Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y La Pampa que aportaron casi la
mitad de la migración 2) un grupo de las llamadas provincias “pobres”: San Luis, La Rioja,
Catamarca y Santiago del Estero y 3)oleadas migratorias que arriban desde economías regionales
afectadas por la crisis como Mendoza, San Juan, Tucumán y Chaco. Agreguemos que ya hacia
1935 la población urbana - en especial en la Capital Federal - aumentó del 53 % al 62 % y que
este territorio junto a la provincia de Buenos Aires reunían el 60 % de los establecimientos
industriales del país con un 71 % de los obreros ocupados de toda la Argentina.

Demás está decir que las condiciones de trabajo eran más que precarias y constituyen un
elemento central de la “Década Infame”. Démosle la palabra a un investigador del período: Las
condiciones de trabajo, en la mayoría de los casos, eran fijadas unilateralmente por la parte
patronal. Aunque la práctica de los convenios colectivos se fue extendiendo lentamente durante la
segunda mitad de la década, la mayoría de los trabajadores no llegó a gozar de sus beneficios...
La falta de convenios dejaba un amplio margen para la arbitrariedad patronal, que las
organizaciones sindicales - no siempre reconocidas por las empresas - trataban de limitar con
éxito variado. Aun en el caso de que existiera un convenio, no era raro el incumplimiento de sus
cláusulas por parte de los propietarios, y lo mismo ocurría frecuentemente con respecto a la
legislación laboral. En ambos casos era también la organización sindical la encargada de bregar
por que se pusieran en práctica las disposiciones, ya que, si los convenios no tenían carácter
obligatorio, el estado no se mostraba tampoco muy interesado ni eficaz en asegurar el
cumplimiento de las leyes que dictaba. En cuanto a la jornada de trabajo, fue reduciéndose a lo
largo de la década - gracias a la paulatina imposición del sábado inglés - de un promedio de 48
horas semanales al principio a no de 44 al final. En 1935, los obreros se repartían
aproximadamente por mitades entre ambos tipos de jornada y eran muy pocos los gremios que
gozaban de vacaciones pagas. (Del Campo 2005)

Esta nueva clase trabajadora proveniente de las migraciones internas ya mencionadas, fue objeto
de estudio pormenorizado por parte de las ciencias sociales. El corte entre la “nueva” y la “vieja”
clase trabajadora mereció al investigador italiano Gino Germani primero y al argentino Torcuato Di
Tella después, una jerarquía interpretativa considerable. Para ellos, dichos sectores recientemente
desplazados de sus tareas agrícolas habían sido esquivos a las organizaciones de clase y
constituían una “masa en disponibilidad” para el ejercicio de proyectos autoritarios y demagógicos
- emanados de su supuesta “virginidad” política -, que luego empalmarían con el discurso y la
práctica del coronel Perón.

Será una nueva camada de investigadores - fundamentalmente Miguel Murmis, Juan Carlos
Portantiero y Juan Carlos Torre – quien relativice dicha caracterización, sosteniendo -
resumidamente dicho - que: a) en la segunda mitad de la década del 30 y en los albores del
peronismo, tuvieron una intensa participación organizaciones y dirigentes del sector de obreros
antiguos: la “vieja guardia sindical” b) que la acción de la nueva clase obrera no fue para nada
pasiva ni heterónoma, sino de participación cada vez más creciente y c) esta interacción conjunta
entre “nuevos” y “viejos” llevaba implícito un proyecto social de cierto alcance y tenía como
componente importante la continuidad programática con reclamos previos de las organizaciones
gremiales, del mismo modo que la posibilidad de participación obrera en una alianza policlasista
era ya una tendencia con importantes antecedentes en el sindicalismo anterior. Ya volveremos
sobre ello.

La exclusión en el plano político, su condición de cuasi “no ciudadano” - problema que como
vimos en otro apartado, no interesaba al proletariado extranjero residente aquí - comienza a
plantearse como tarea política clave de este período de transición. Pensamos que sin él la
aparición del peronismo sería mucho más difícil de interpretar. Precisamente el acto del 1ero de
Mayo de 1936 es un buen ejemplo de ello. En una ocasión pocas veces vista, comparten el palco
conducciones sindicales y dirigentes partidarios de toda la oposición: radicales, socialistas,
comunistas y demócrata progresistas. Un Frente Popular como el que comenzaba a gobernar en
Chile, aparecía como plausible dentro del arco opositor al régimen fraudulento comandado por
Justo y el bloque dominante por él encarnado.

Despunta una nueva dirección obrera: comunistas y sindicalistas


Como señala Del Campo la corriente sindicalista compartió la hegemonía del movimiento obrero
prácticamente hasta mediados de los treinta, aunque su influencia aún en forma indirecta llega
hasta 1943. Sus raíces doctrinarias - al igual que el anarquismo y el socialismo - procedían de
Europa. Los franceses Georg Sorel y Fernand Pelloutier al igual que el italiano Arturo Labriola,
quienes son sus figuras más importantes, elaboraron “una concepción de la sociedad futura
basada en los sindicatos: la federación de éstos constituiría en el ámbito local, la administración
comunal, y las comunas así formadas se federarían a su vez en unidades más complejas”. No
renegaban como los ácratas de las luchas por una legislación favorable, pero a diferencia de los
socialistas sólo confiaban en la acción directa y la movilización callejera para obtenerla.

La aparición de dicha corriente - que no careció de diversos matices en su interior - es


fundamental para entender la estrategia de la clase obrera en la década infame y como ésta
entroncará con el peronismo en los años siguientes. Al familiarizarme con las ideologías,
mentalidades y formas de organización del movimiento obrero de la época, traté de rastrear en su
historia algunas tendencias que facilitarían su vinculación con el peronismo: burocratización;
reformismo pragmático; apelación al arbitraje favorable del estado; apoyo político a quien
sostuviera sus reivindicaciones; desconfianza y hostilidad frente a los partidos obreros.

De no menor importancia será el auge que otra tendencia política tuvo en esta etapa, nos
referimos a los comunistas. Cuando comentábamos el origen de dicho partido señalábamos la
influencia de la Revolución Rusa en su constitución. Esto se mantuvo por largo tiempo y es por
ello que los propios cambios que aquélla sufría repercutían en su línea política. Un trabajo reciente
confirma esa relación. En la coyuntura que a grosso modo se extiende entre 1928 y 1934 llamada
del “tercer período” de la Internacional Comunista, la línea estratégica es la de “lucha de clase
contra clase” bordeando el ultraizquierdismo más extremo y aboliendo toda distinción entre
países metropolitanos y periféricos.

El PC argentino apoya y participa a fondo en la lucha y creación de organismos de los


trabajadores de la madera, construcción y metalúrgicos por nombrar sólo algunos; manteniendo
una actitud intransigente y no acuerdista con ninguna otra agrupación política (Camarero, Hernán.
(En la CGT) Las nuevas autoridades tampoco recibirían con los brazos abiertos a los comunistas.
Los socialistas que predominaban entre ellas no habían recibido una cuota menor de injurias y de
ataques que los sindicalistas, ni temían menos que aquéllos a los manejos de sus flamantes
aliados.
Sólo en el Primer Congreso ordinario (1939) los comunistas participaron con plenos derechos,
obteniendo 17 de los 45 cargos en el Comité Central Confederal y uno en la Comisión de Acción.
Hasta entonces su convivencia con los socialistas no había provocado mayores problemas, pero
las posiciones divergentes frente a la guerra serían el inicio de nuevos enfrentamientos que
terminarían por llevar a la central a una escisión. (Del Campo 2005). 2006).
Los avatares de la Segunda Guerra mundial (1939-1945) horadarán aún más esa precaria unidad
de la central sindical y empujarán a la ruptura. Juan Carlos Torre explica los por qué. Los
comunistas y los representantes de los empleados de comercio, los municipales y los gráficos
proponen el respaldo de la CGT a los partidos de la oposición (al régimen de Castillo, presidente
entre los años 1940-1943)) en tanto, la Unión Ferroviaria y el resto de los sindicatos se
pronuncian por la participación de los sindicatos mismos en el recién creado frente electoral.
Esto lleva a una conclusión importante: el ciclo de la politización sindical culmina, así, con un
rechazo a la tutela de los partidos obreros y con la afirmación de una estrategia de grupo de
presión independiente, en condiciones de tratar en primera persona con las demás fuerzas
políticas la defensa de los intereses del trabajo (...) Este movimiento sindical débil agudiza sus
enfrentamientos que termina por fragmentarse en dos centrales rivales a comienzos de 1943.
(Torre 1990).
Éstas serán la CGT 1 y la CGT 2 junto a la minoritaria USA y son ellas las que encontrará el
movimiento militar de junio cuando logre desplazar al gobierno de Castillo tomando las riendas del
estado para abrir así, el último de nuestros períodos de estudio.

Continuidad y ruptura: la clase obrera y los orígenes del peronismo

Producido el golpe, tanto la CGT 1 como la CGT 2 expresan cierta expectativa hacia el gobierno
surgido. Uno de sus comunicados lo dice con claridad: “el apoyo a las medidas de gobierno
tendientes a poner término a la especulación y al agio en los artículos de consumo popular y a
resolver el problema de los alquileres de las viviendas, teniendo en cuenta las buenas
disposiciones del PEN al encarar estos problemas”. Dirigentes importantes de la segunda como
Pérez Leiros y Borlenghi se reúnen con el ministro del Interior para hacerle conocer estas
posiciones.

Para los integrantes del gobierno, la denominada “cuestión social” no tenía una lectura única.
Rawson el primero de los militares que ocupa la presidencia señala que “el comunismo amenaza
sentar sus reales en un país pletórico de posibilidades por ausencia de previsiones sociales”.
Ramirez, que lo sucede en el cargo, muestra otro matiz cuando afirma “el ejército se ha movido no
para hacer una revolución, sino para dar una solución al angustioso problema en que se hallaba el
pueblo, sobre todo la masa trabajadora, convulsionada ya por la desesperación a que la llevaba la
imposibilidad de vivir, víctima directa como era de la especulación de gente sin conciencia”.

En ambas afirmaciones se pueden visualizar dos líneas de acción claras del nuevo gobierno. Por
un lado, tener en cuenta la precariedad de la situación social que de alguna manera planteará una
política estatal que hasta allí había estado ausente. La revitalización de la Secretaría de Trabajo y
Previsión obrará en ese sentido. Por el otro, la estigmatización del Partido Comunista, quien
sufrirá una represión sistemática y la persecusión de sus dirigentes y militantes, en perfecta
sintonía con los gobiernos anteriores. Se privilegia entonces la relación con la CGT 1, más
acuerdista, pero siempre con la premisa de que “los sindicatos no deben moverse en vista de
finalidades políticas ni, por medio de pretextos ficticios, provocar huelgas ni originar movimientos
que puedan causar desconcierto en la opinión, sino que, antes bien, deben confiar en la constante
y patriótica preocupación del estado para atender y hallar la solución adecuada del problema
social”. Veamos ahora qué transformaciones estructurales ha sufrido la clase obrera.

Polémica latente: obreros “viejos” y “nuevos”

Como ya habíamos señalado, el flujo de migraciones internas producto de la baja de las


actividades agrícolas en el campo y la necesidad de mano de obra para el proceso de desarrollo
industrial que el país comenzaba a realizar - sin redistribución alguna del ingreso, vale aclararlo -
planteó la irrupción de un nuevo sujeto social: los trabajadores del interior, los “nuevos”, que más
tarde el antiperonismo más virulento calificaría de “cabecitas negras”.

En el ámbito de los estudios sociales, Germani quien había vivido de cerca la experiencia fascista
en Italia, esgrimió una hipótesis que tuvo fuerte peso explicativo. El surgimiento de ese “híbrido”
que resultaba ser el peronismo se entendía a partir del rol pasivo, como “masa de maniobra” que
dicho sujeto social había cumplido. O sea, hay una visión de un corte abrupto dentro del
movimiento obrero a nivel estructural y también superestructural o institucional: Perón sería el
“demiurgo” ( intérprete) de la conciencia de clase que éste adquiriría y de sus propias
instituciones. Los ya citados, Del Campo, quien ve el corte pero también lazos concretos de
continuidad en especial con todo un sector: la denominada corriente sindicalista, como Torre que
enfatiza el rol de la llamada vieja guardia sindical en el entronque con el peronismo junto a
Murmis/Portantiero quienes son en verdad los primeros (1971) que revisan a fondo la tesis
germanística. Detengámonos un poco aquí.

Ellos llegan a la conclusión que en la génesis del peronismo tendrán activa participación dirigentes
y organizaciones gremiales “viejas”, la CGT y el Partido Laborista (ya en otro apartado nos
referiremos a él). Estos actores confluirán con los sectores “nuevos” porque más allá de las
existentes diferencias políticas, padecían un cuadro económico social idéntico. Dicho en forma
exhaustiva: más que destacar la división interna de la clase obrera, toma como punto de partida
su opuesto: la unidad de ésta, como sector social sometido a un proceso de acumulación
capitalista sin distribución del ingreso bajo control conservador que tiene lugar durante la década
del treinta.

Y precisamente la estructura sindical que conformó la base de sustentación del peronismo fue la
resultante de una alianza entre los sindicatos que habían formado la CGT nro 1, los que
integraban la USA y los autónomos, a los que se sumaron los gremios nuevos y aquéllos
organizados paralelamente a los sindicatos que habían dado vida a la CGT nro 2 y que mantenían
una vinculación estrecha con el comunismo y el socialismo.

¿En dónde radicará efectivamente lo “nuevo” y totalmente inédito en la historia argentina en


general y de la clase obrera en particular? Es bueno ir develándolo porque nos acerca a la
práctica política y sindical del peronismo. Los autores no vacilan en afirmar: Lo importante a
señalar, de cualquier manera, es el hecho, absolutamente nuevo y, como se vio rápidamente,
circunstancial, de que la satisfacción de las reivindicaciones obreras acumuladas en la primera
fase del crecimiento sustitutivo coincidía con el proyecto de desarrollo económico de un sector
propietario. Esta situación es la que hace viable una alianza interclases como la expresada en el
peronismo. (Murmis/Portantiero 2004). Pero esta confluencia “ïnterclases” no se daría sin
sobresaltos, como veremos a continuación.

El sol del 17 viene asomando

Otra vez dicho: el gobierno de facto surgido el 4 de junio de 1943 toma muy en cuenta la “cuestión
social” y el Coronel Peón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, será el máximo exponente
de esta política social e integracionista
Pero lo que es más importante es que acompañando la práctica discursiva, hay toda una serie de
respuestas a la ausencia de política social de los gobiernos conservadores - como muestra este
mismo volumen en otro capítulo - y que entre otros aspectos significó la celebración de 900
convenios de trabajo, la extensión del beneficio de la jubilación y la propia conformación de
gremios en donde antes no existían como la FOTIA, la Unión Obrera Molinera, los fidereros, el
Sindicato de la Industria Vitivinícola, etc. Esto le merece a un estudioso la siguiente
reflexión: Salvo las organizaciones dirigidas por los comunistas - y unas pocas que lo eran por
socialistas o sindicalistas intransigentes -, prácticamente la totalidad del movimiento obrero había
manifestado su apoyo a la política de la Secretaría de Trabajo y Previsión. En casi todos los casos
seguían al frente de esas organizaciones los mismos dirigentes que las venían conduciendo
desde antes de 1943, algunos por lustros o por décadas. (Del Campo 2005).

El desplazamiento del gobierno y la posterior detención de Perón el 9 de Octubre de 1945 van a


terminar desatando una de las movilizaciones populares más importantes de la historia argentina.
Sobre este suceso se han escrito infinidad de páginas. Repasemos sucintamente los hechos. En
la reunión del Comité Central Confederal de la CGT del mismo día, se aprueba por 16 votos a 11
la huelga general a partir del jueves 18. El 17 se subleva la Policía Federal y varias del interior, el
Ejército se pronuncia a favor de Perón.

La concentración en Plaza de Mayo repuso a éste en el poder en una manifestación de


características inéditas en varios sentidos. Por su masividad, en primer lugar, pero también por su
comportamiento. El diario de la Curia que apoyaba a Perón señalaba que “la multitud se muestra
respetuosa. Esas turbas parecían cristianas sin saberlo, un eco lejano, ignorante y humilde, de
nuestros Congresos Eucarísticos. Si bien no revelaban mucha cultura, tenían por lo menos un
sano sentido de respeto por la propiedad, por los bienes y por la honra ajena”. Paralelamente el
PS y el PC se negaron a reconocer que era la mayoría de la clase obrera la que se estaba
movilizando y calificaban a ésta de “manifestantes de la esclavitud”, “turbas borrachas
compuestas por maleantes y desclasados”, y otras lindezas por el estilo.

¿Qué expresaba semejante movilización obrera? Un historiador sostiene: Perón reflejaba los


nuevos tiempos y una nueva política para los nuevos tiempos. En lugar de la Ley de Residencia,
en lugar de la Semana Trágica, en lugar de la represión brutal y desembozada, la
parlamentarización de la lucha de clases. Los términos no eran reforma o revolución, sino reforma
o crisis. Y por eso los militares se encaminaron, muy a su pesar, hacia la reforma. Toda la política
del GOU (y ésta se defendió el 17 de Octubre), se reduce a su política social: a la legalización del
movimiento obrero, a reconocer la legitimidad de parte de sus viejas banderas; en suma, a
reconocer que en la república burguesa los proletarios eran ciudadanos. (Horowicz, Alejandro
2005).

Dentro de ese contexto, el 17 de Octubre se vuelve un hecho trascendente. Permite entender,
además, el por qué de la “elección” que tanto “viejos” y “nuevos” obreros y sus respectivas
direcciones sindicales hicieron por la política que expresaba Perón. Apoyo que permanecerá
incólume en las siguientes décadas.

CUARTA CLASE SEMANA DEL 27 DE ABRIL GUIA DE PREGUNTAS


Génesis y desarrollo de la clase obrera en Argentina

Su génesis hacia el último cuarto del siglo XIX

1) De dónde provienen  los primeros trabajadores que se organizan en nuestro país.

2) Entre la fundación de la Sociedad Tipográfica hasta los años 1890-1895 ¿qué demandan las
organizaciones sindicales?

3) ¿Cuál es la esencia doctrinaria del anarquismo?..

4) El texto nos dice que a pesar de as diferencias entre anarquistas y socialistas, se unen para
enfrentar la Ley de Residencia y la Ley de Defensa Social. Investigue de qué tratan ambas y
desarrolle.

5) ¿Qué diferencia a los anarquistas de los socialistas y sindicalistas desde finales del SXIX hasta
1922, que provocaron varias rupturas y diferentes centrales sindicales.?.

6) Describa la situación económica y social de la clase trabajadora durante la Década Infame.


7) En esa misma Década, el autor nos habla del sindicalismo (como ideología y organización
obrera) y sus vínculos con el futuro peronismo. ¿A qué se refiere?. Desarrolle.

8) En varias partes del texto cuando se menciona a la Década Infame se habla de “obreros
nuevos” y “obreros viejos” o “vieja guardia sindical”. Explique estas definiciones y a ¿qué
movimiento político en la década del ’40 del SXX se hace referencia?

FECHA DE ENTREGA LIMITE: MIERCOLES 6 DE MAYO 20 HS.


QUIEN PUEDA HACERLO ANTES BIENVENID@

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