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Los tiempos
están cambiando
Bob Dylan
Por otro lado, ¿qué es el tiempo? Hay quienes suponen tener cierto dominio sobre
él, en loca obsesión controlando atentos un reloj o celular que sólo marcan lapsos
iguales, fragmentos de algo que nadie sabe qué es, creyendo saber entonces que
de tiempo se trata y poder así manejarlo. Los estudios de física cuántica nos dicen
que no sería una propiedad del mundo exterior, sino de la percepción que se tiene
del mundo. Una de las primeras asociaciones que me produjo esta cuarentena es
el título (y solo el título) del film “El día en que la tierra se detuvo”. Efectivamente
comparto la sensación que la tierra, es decir la modalidad de funcionamiento y
relación que caracterizaba previamente a la humanidad y su relación con el
ambiente, “se detuvo”. Esto despertó interrogantes respecto al manejo de la
temporalidad durante este período de aislamiento social obligatorio.
Por otro lado, Lacan (1972) el discurso capitalista menciona que el discurso
capitalista es muy astuto pero que avanza demasiado rápido, que tiene entropía.
Este genera un manejo y conceptualización de la temporalidad más cercano a la
descripción que citamos recientemente referida a la adolescencia. El rechazo a la
castración que promueve el discurso capitalista, se manifiesta en una
temporalidad sin dilaciones, ya que no admite la falta ni siquiera en su
característica provisoria, asume la urgencia de lo ya logrado antes que la
postergación propia del por-venir.
Byung-Chul Han (2015) plantea que habitábamos la sociedad del trabajo, una
“vida activa”, del rendimiento, que acentúa una autoexplotación. El tiempo se ve
afectado por una disincronía y una falta de “aroma”.
El “tiempo sin aroma” hace referencia a que la atomización del tiempo lo convierte
en puntos dispersos sin narración, es decir que sin relaciones entre cosas y
acontecimientos que le den sentido al tiempo. Las cosas no tienen ningún sostén,
o referencia que ordene el tiempo. En este contexto los intervalos vacíos suelen
llenarse con estimulación sensorial. Predomina el acceso a “información” que tiene
la característica de ser efímera, está en un disco duro, en la red.
En los adolescentes podemos ubicar dos trabajos psíquicos que se podrían ver
obstaculizados o influidos por el aislamiento y el encierro. El trabajo de
desasimiento de la autoridad de los padres, y el incremento de la vida social
exogámica con la pertenencia al grupo de pares. Así, se acentuación o reactiva el
trabajo de duelo propuesto por Freud (1905), angustia ante “lo real”, ante la
irrupción conmocionante de lo irreductible de lo real según una formulación de
Lacan al referirse al porqué del despertar de la angustia.
Los jóvenes experimentan una temporalidad inusitada, en la cual no solo ellos sino
también sus progenitores experimentan una temporalidad detenida. El fenómeno
del aislamiento ante la amenaza de un “virus”, como un “real” lo enfrenta a la
angustia. Al mismo tiempo experimentan el tiempo como una constante repetición,
de lapsos breves y cuya duración en incierta. Es decir, “todos los días lo mismo y
no sé hasta cuándo”, una sensación de encierro en lo endogámico en un contraste
con los horarios y el manejo del tiempo de sus progenitores. Se experimenta la
convivencia constante como intrusiva, en tanto los padres no salen de su casa y
están todo el tiempo “del otro lado de la puerta”. Además, esto se ve acentuado
por la imposibilidad temporal de experimentar presencialmente el intercambio con
el grupo de pares, sostén e identificación en la salida exogámica. Esto, al decir de
un adolescente en análisis, “no es lo mismo”.
Bibliografía
Byung-Chul Han. (2015) “Aroma del tiempo”. Herder Editorial. Buenos Aires