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PENSAMIENTO POLÍTICO
.reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte,
una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.
E HISTORIA
Ensayos sobre teoría y método
Traducción de:
Sandrá Chaparro Martínez

Título original
Political Thought and History. Essays on Theory and Method

©J. G. A. Pocock, 2009

©Ediciones Akal, S. A., 2011


para lengua española

Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España

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ISBN: 978-84-460-3105-5
Depósito legal: M-39.837-2011

Impreso en Cofás, S. A.
Móstoles (Madrid)
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aparece en los procesos de creación y difusión de lenguajes en muchos VII
contextos diferentes.
Como ya he señalado, el historiador de la creación y difusión de los
lenguajes políticos, recrea la interacción entre parole y la Langue. Le inte-
resa la paro/e en la medida en que influye sobre la langue, porque contri-
buye a gestar cambios en la langue entendida como una estructura insti-
LOS TEXTOS COMO ACONTECIMIENTOS:
tucional del discurso público a disposición de actores muy diversos que se REFLEXIONES EN TORNO A LA HISTORIA DEL
enfrentan en el universo del discurso con propósitos muy diferentes. Sé PENSAMIENTO POLÍTICO*
que esto no satisface ni satisfará nunca a quienes creen que el historiador
de la parole debe ser capaz de demostrar cómo actúa en y sobre situacio-
nes muy concretas compuestas de relaciones sociales y actos históricos.
Pero no debemos caer en la falacia de lo indirecto allí donde nos basta con
lo directo. Los actos de habla se ejercen sobre la gente y los textos influ-
yen sobre sus lectores. El proceso puede ser sincrónico, cuando las reac-
ciones de oyentes y lectores se producen casi de inmediato, o diacrónico
porque la paro le resulta muy eficaz para lograr que se acepten cambios en
los usos, las reglas e implicaciones expresas o implfcitas, de la langue. Al
estudiar la creación y difusión de lenguajes nos implicamos en procesos
1 El dramaturgo Tom Stoppard dio una vez una conferencia titulada
«¿El teatro como evento o como texto?». En ella afirmaba que escribía sus
diacrónicos por mucho que consten de actos que tienen lugar sincrónica- obras para que fueran representadas por actores y que, cuando los acadé-
mente. Los lenguajes son estructuras mediadoras muy poderosas y para micos descubrían todo tipo de estratos de significado en los textos publi-
actuar en y sobre ellos hay que actuar sobre la gente de manera directa. cados, sentía como si unos funcionarios de aduanas estuvieran registran-
Pero para ello hay que alterar sus canales de mediación, aunque este sea do su equipaje y él estuviera diciendo: «Tengo que admitir que está ahí,
un proceso lento e indirecto. Estudiamos los cambios que se producen en pero no recuerdo haber metido eso en mi maleta.>> De acuerdo, pero al
el discurso y las alteraciones que se generan en la práctica. Pero siempre publicar un texto hay que dar por sentado que la obra se va a representar
hay un intervalo de tiempo suficiente para garantizar la heterogeneidad de más de una vez y que el texto no desaparece cuando no está siendo repre-
los efectos. sentada la obra. Además, uno de los principios básicos del método histó- 1 ~" •rJ
rico implica que podemos encontrar significados no busca.do~ por.el autor 1
en cualquier texto o documento. Es, de hecho, lo que (stgUiendo con la
analogía dramática) nos permite representar la obra una y otra vez, atribu-
yéndole una serie de significados de los que carecía antes.
De modo que cuando Stoppard insiste en que no tiene sentido pregun-
tar a un autor: «¿Qué significa esto?», el corolario obvio es que el actor al
representar y el crítico al leer, siempre pueden hallar significados que el
autor ignoraba que estuvieran ahí y que no se habían representado o dis-
cernido antes. El texto se convierte en una matriz o patrón en el que pue-
den ocun·ir y ocurren toda una serie de eventos. Esta es una de las muchas
razones por las que autores, actores y críticos suelen odiarse mutuamente
de todo corazón. El autor que ha dado pie a que los eventos tuvieran lugar,
tiene todo el derecho a sorprenderse (aunque no siempre a objetar) ante
cualquier evento que pueda tener lugar en el seno de su texto. Habrá casos

• [Puhlicado en Kevin Sharpe y Steven N. Zwickcr (eds.). Politics of Discourse: the litera-
'"'~ amllu.ltory of seventeenth-century England, Berkcley y Los Angeles, University of Califor·
111:1 Prc••. 19R7, pp. 21-34.]

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en los que pueda y de?a decir: «Esto pasa de castaño oscuro y no puede las acciones de Jos autores producen textos que modifican los contextos Y 1 ~
usted hacer eso con mt texto», pero son casos límite y tampoco está claro las estructuras con las que entran en contacto, pues es el nivel más opera-
que el a~tor tenga más derecho a decirlo que el actor o el crítico. tivo para la historia y la literatura. ·
, ~pltcaré algu~as. d~ estas reflexiones a la historia del pensamiento A este nivel, el texto es tanto un acto como un suceso. En palabras de
pol1t1co. En esta diSCiplina estudiamos, sobre todo, textos más 0 menos Skinner, para construir una historia histórica del pensamiento político,
coherentes, escritos o impresos, que recogen y conservan una tradición debemos encontrar la forma de averiguar lo que hacía el autor cuando b ~
oral durante periodos de tiempo largos e indefinidos. Conocemos 0 cree- escribía un texto; algo que no es tan sencillo como parece. En primer lu-
mos conocer a muchos ~no todos) de los autores, sobre los que sabemos gar no llega al nivel de profundidad al que aludía s.toppard cuan~o afirma-
mucho ~ poco. Al estud1o del pensamiento político se dedican académi- ba que el autor mismo no sabía lo que estaba hac1end~ y que, SI se_ lo re~
cos de d1v~r~as disci~linas : críticos, filósofos, teóricos, historiadores, et- cardaban después, ni se acordaba de haberlo hecho m se recon.octa a s1
cét~ra. Qutstera refenrme aquí a Jos historiadores como yo, si bien debo mismo haciéndolo. Saber no es hacer y saber lo que estaba haciendo un
d~cn· algunas palabras sobre su relación con los estudiosos de otras disci- autor (incluso saberlo él mismo) no es lo mismo que hacerlo.
plm.as. ~nmarcaré la discusión en las nociones de texto y evento que para Se me podría objetar que el dramaturgo escribe un texto para que s~a
~1 h1stonador, que entiende que el texto es un evento y un marco en el que representado por actores mientras que el teórico escribe un texto exclusi-
ttencn lugar otros sucesos a la vez, son prácticamente idénticas. vamente para que lo lean los que se dedican a la vida contemplativa. Pue-
En su Foundations of Modern Politica! Thought, Quentin Skinner afir- de que no haya tanta diferencia entre ambas actividades. Yo escribo trata-
m~ q~e.los h.isto1:iadores buscan una historia política basada en auténticos dos teóricos e historias largas y complejas y experimento exactamente lo
pnnctpt?s htstón~os. Se refiere a que, por lo general, las historias del mismo que Stoppard cuando afirma que un autor descubre lo que está
pensam1ento polítiCO no se basan en principios históricos; volveré sobre escribiendo cuando lo está escribiendo y que, a menudo, no sabe lo que va
este aspecto en las frases finales de este ensayo. Por Jo pronto reflexio- a escribir hasta que no se sienta a hacerlo. Mientras escribía estas frases
nemos sobre lo que debería ser una historia genuinamente histórica. Diga- solo tenía una ligera noción de lo que vendría a continuación. La expe-
mos que, aunque haya excepciones, para el historiador la historia está riencia del autor parece ser idéntica en ambos casos y siempre he pensado
for'!lada por actos, sucesos y procesos. Los sucesos son el resultado de la que la distinción entre escritura «creativa» (~entrada en imágenes ~ fic-
acctón de las personas. Las acciones se realizan y los sucesos ocurren en ciones) y la escritura «crítica» (siempre refenda a hechos) era ~lgo m~e­
contextos q~e los hacen posibles e inteligibles (para los historiadores). nua e inducía a error. Además no sé hasta qué punto se puede d1ferenc1ar
Pero las ac~10nes y sucesos modifican estos contextos de forma que se entre el actor que representa y el lector que lee. Como estudiantes de lite-
puedan realtzar otros actos y tener lugar en ellos mros sucesos inteligibles ratura, sabemos que la lectura de un texto puede ser una acción compleja
para nos~tros. E!.to es parte (no todo) de lo que queremos decir cuando y, espero poder demostrar que, como estudiantes de histori~, d~be~os 1 '
~os refen~110s a procesos .. A ~os historiadores franceses, lo anterior fes pensar que el lector es un actor que actúa en la misma secuencia htstónca
~onar~ ev identemente a Justotre événementiel/e y les gustaría llamar la que el autor.
atención sobre la longue durée, ese tipo ele infraestructura en la que ocu- De manera que saber lo que hacía el autor cuando escribía el texto no
rr~~ su.cesos pero el cambio es tan lento que verdaderamente cabe pregun- es repetir la experiencia del autor cuando lo hacía. Evidentemente, e~ au-
tatse SI son lo~ sucesos los que lo provocan. A esto se puede replicar ue tor no reconstruye la expetiencia en términos diseñados para hacerla mte-
l ·' cuando se escnbe una historia de textos se está escribiendo una historiide ligible a los ojos del historiador. No he conocido nunca a nadie, ni creo
't~H>1 •1 1'' actos orales sofisticados que, sin duda alguna, son sucesos Ahondar más que llegue a conocerlo, que afirmara que escribía para comunicarse con
Nt·~" \t supone entrar en la historia de los lenguajes y las mentalité~· que no d los historiadores del futuro. Si reconstruimos las acciones del autor, no es
~ ,,,, basarse en textos porque hay textos como la Biblia el Co á L puse .e para repetirlas, sino para observarle realizándolas. Hablamos e~ terce~a .
CH ,· · • rno os e1s
• st~os que se mcrustan en ella dando Jugar a profundas mod'fi , · persona, no en primera, y puede que sea eso lo que marca la d1ferenc1a
Para tr más allá, habrfa que entrar en el universo de las gram~ti~:~wnles. entre lo creativo y lo crítico. Podría usar palabras como Entfremdung o
estructuras profundas b · Y as alienación, pero prefiero no hacerlo. Reconstruir las acciones del autor en
Y compro ar st esas estructuras tienen historia 0
1
so o ~~n longue dt~rée. La auténtica /ongue durée consta de una se · d tercera persona nos obliga a analizarlas y a decir cosas sobre ella~ que ~1 _...
c.ondtcJOnes maten a les y geofísicas que pueden ser parte o no d 1 hn.e e autor, que tal vez ni siquiera fuera consciente de ellas, nunca hub1era d~- ......-
na de 1 · · N' . e a Jsto-
a. conc te~cta. 1 stquiera Marx pudo ahondar más allá del acto de cho, podido o querido decir. De esta forma encontramos c~sas en su eq_m~ .
producción. Ast que volvamos a ese mundo sofisticado y elitista en el que paje, por decirlo en palabras de Tom Stoppard, que no hab1a puesto ah1 m
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sabía que tenía. Si pudiéramos leer lo que dirán los historiadores de noso- decir las cosas y realizarse actos ilocucionarios. De hecho, Jos actos de-
tros probablemente estaríamos más sorprendidos, aunque menos indigna- ben realizarse (y este el paso siguiente) en su seno. Debemos situar al \
dos, de lo que solemos estar cuando leemos reseñas de los libros que es- orador, al autor y a su texto o discurso en el contexto del lenguaje en el ~
cribimos. Y eso ya es decir mucho porque la reseña es un punto de partida que se expresan. En este punto se puede argumentar éle muy diversas for-
(solo uno) de la historia del libro. mas. Podría aparecer un vulgar marxista y señalar (con toda razón) que el
/ ., Reconstruimos la actuación del autor para estudiar el texto como lenguaje se forma en un contexto de relaciones sociales de forma que
evento (algo que sucede) y como acción (algo que se hace). La recons- (añade erróneamente) podemos inferir el carácter del lenguaje del contex-
trucción en tercera persona nos ayuda a encontrar coordenadas, a situar la to de las relaciones sociales. El marxista dirá que estudiar el lenguaje
acción en un conjunto de condiciones y circunstancias que nos ayuden a como si fuera una realidad autónoma es idealismo o algo igual de perver- ,
entender, por un lado lo que fue la acción real y, por otro, por qué y cómo so. La réplica es que evidentemente el lenguaje se forma en un contexto \ ~
se llevó a cabo. Puede que al autor no le interese pero a nosotros sí. Y es social, pero a estas alturas ya sabemos que no se limita a ser un espejo. El 1
al resaltar esta circunstancia cuando pasamos del texto al contexto y, en truco está en saber discernir cuándo el lenguaje nos dice algo del contexto
palabras de Skinner, de la intención a la ilucoción y la perlocución. Sabe- en el que surgió y cuándo no, en saber encontrar los signos que nos llevan
mos en primera (Stoppard/autor) y en tercera (Skinner/historiador) perso- directamente al fenómeno de las relaciones sociales y los que nos condu-
na que el autor no empieza fijándose ciertas
1
metas y adquiriendo una serie cen al mismo destino pero de forma indirecta, sin olvidar aquellos sig-
de palabras que le permitan alcanzarlas. Aprendió lo que era escribir, es- nos que indican a los historiadores que están ante un distanciamiento del
cribiend(J, lo que sitúa a la ilocución en el centro del escenario y a la fenómeno de las relaciones sociales En ese momento el historiador debe
perlocución en segundo plano. Estudiamos el texto para ver lo que dice y decidir qué hacer pues, el historiador orientado hacia el lenguaje, se en-
comprobar los efectos reales que tuvieron esas palabras (o, siendo cautos, frenta al problema del huevo y la gallina. Para saber qué nos dice el len-
que pudieron haber tenido). Lo que significa que sabemos más de las in- guaje sobre la sociedad debemos fijarnos en él y averiguar cómo funcio-
tenciones que llegaron a plasmarse en actos que de aquellas que, aun sien- na, qué decía a quienes lo usaban sobre su sociedad y qué no. Y si lo que
do viables, no se hicieron realidad. queremos averiguar es qué tipo de relación existe entre el acto ilocuciona-
Si esto fuera todo, tendríamos que admitir que solo podemos conocer rio del orador o el autor y la sociedad en la que vivían, debemos atravesar
al autor a través del texto. No siempre es así, aprendemos mucho sobre él la misma estructura mediadora: el contexto lingüístico. Lo que seguiría
en otros textos, en su correspondencia, los escritos que guardan sus ami- diferenciando al historiador orientado hacia el lenguáje de un marxista
gos, las fichas policiales y, como historiadores, nos son de gran ayuda inteligente (dejamos al marxista vulgar a solas con su autocompasión) es
nuestros conocimientos sobre el universo histórico y social en el que vi- que al segundo le interesará la relación existente entre lenguaje y socie-
vía; un conocimiento que no es idéntico al que el autor tiene de sí mismo dad y, al primero la relación entre lenguaje e ilocución. Querrá debatir
porque solo lo podemos adquirir gracias a una labor de reconstrucción. sobre el lenguaje en tanto que fenómeno histórico con la suficiente auto-
Toda esta información nos permite formular hipótesis sobre: 1) las inten- nomía como para fijar la serie de condiciones primarias (no las únicas) en
ciones y acciones que pudo haber realizado y se nos escaparon en una las que debe desarrollarse la ilocución. Así, la historia del pensamiento \
primera lectura; 2) las intenciones y acciones que pudo haber realizado político se convierte, sobre todo aunque no exclusivamente, en la historia
( \e. ~t-.,.,) inconscientemente; 3) las intenciones y acciones que pudo haber realiza-
11 1
de Jos juegos de lenguaje y sus efectos.
. do y no llevó a cabo; 4) las intenciones y acciones que, en ningún caso La reconstrucción del contexto que lleva a cabo el historiador para
1JAit ..1,\'''' pudo haber realizado o intentado realizar, por mucho que a nuestros cole- lograr que el texto sea inteligible como acción y como suceso, se convier-
gas les guste ignorarlo. te en una reconstrucción de los lenguajes en Jos que se expresan ciertas
Sabemos que, para reconstruir el texto ·en tanto que suceso histórico, ilocuciones (las pensadas con propósitos políticos_), que nos permita ?is- \ '"
debemos situar al texto (y al autor) en un contexto. Como tenemos mucha cernir lo que hicieron el texto, el autor o su .actua~tón con las opo~tumda- •
1
información sobre él y su universo disponemos de diversas opciones a la des existentes y las constricciones que les 1mpus1eron los lenguaJeS a su
hora de reconstruir el contexto, de decidir qué elementos vamos a selec- disposición. Y aquí surge todo un rosario de interesantes problemas, algu-
cionar de entre toda la información histórica a nuestra disposición. A los nos de carácter histórico y otros teóricos. En primer lugar, ¿qué son esos
historiadores de la Escuela a la que pertenecemos Skinner y yo mismo «lenguajes» a los que me refiero en plural y cómo se reconstruyen? Hace
(entre otros), nos parece evidente que el elemento primario del contexto unos treinta años escribí un libro, The Ancient Constitution and Feudal
es el lenguaje. No hay solo un lenguaje, sino varios, en los que se pueden Law, que puso de moda un método similar a este que yo no he dejado de

122 123
poner en práctica desde entonces E 1 d 1 . . sucesos temporales? Y ésta fue la respuesta que obtuve: tres, el de la Cos-
co ( 1500- 1800) 1 , . . n e caso e Renacimiento y el Barro-
resu La muy utll saber que el . tumbre, el de la Gracia y el de la Fottuna. Como profesionales podemos
expresaba en un único le . . . pensamie nto político no se
kv. aristotélica cristianizada ~;~~~esp:cJal:~ado p~recido al de la filosofía
buscar las diferencias entre ellos. «Costumbre» es un · término jurídico,
«Gracia», teológico y «Fortuna» pertenece al ámbito de la retórica. Pero
..- ríos. Se gestaron e n el s~no d uc os e el~guaJe supremo), sino en va-
nada de lo anterior me resultaba de mucha utilidad puesto que yo quería
caso de Inglaterra, no solo los~!~;~~ts/rofes~~nales ~specializad?s, e n el demostrar la presencia de los tres en las obras de un Maquiavelo que se
mantuvieron vivo el aristotelismo me/ les? ,~cadé~l~os escolástiCOS que dedicaba más a la retórica que al derecho o la teología, de ahí que se encon-
clero, Jos puritanos radicales siem leva 'sm~ ~stmtsmo los juristas, el trara más cómodo con el concepto de Fortuna que con cualquiera de los
retórica a los que Thomas H~bb . pre e~ opoSICIÓn, los especialistas en
otros dos . En ese punto me creí en condiciones de poder demostrar que
Civil, e tcétera. Hasta donde o ~~ a~usa a de haber desatado la Guerra Maquiavelo pertenecía a una cultura que disponía de esos tres idiomas para
atención sobre la importancia\i;tó;·ic~ed;ld~u~d :urke el q_ue atrajo la resolver sus problemas pero seleccionó y reordenó las modalidades de dis-
blaran de sus libertades en un le . e 10 e que los mgleses ha-
referido a la propiedad de los b'~guaJ_e: el deLI co~mOt~ law, e n principio curso de una forma que suscitó grandes cambios.
· 1 nes 1aJees os h1ston adores d 1 Es bastante frecuente que los lenguajes que descubrimos aplicando
miento polít.co, al me nos Jos de la Edad M . d . .' e pensa- estos métodos tiendan a volverse implícitos e nfrentando al historiador al
su tiempo a reconstruir estos len . ~ o el na, dedican gran parte de grave problema de demostrar que real.mente estaban ahí. Un «lenguaje
los tex tos señalando C]ue .se real · guaJes y rehacer los actos realizados por
. '. 1zaron en este lenguaje en . 1 institucional» se detecta mucho más fácilmente gracias a la existencia y
combm aclón de ellos. Solo ahora em e ' . aq ue 'o en una actividades de la institución en la que se habla. Su uso será relativamente
nica arqueológica y por lo tanto , p zamos a petfecclonar nuestra léc-
. . ' , aun no es tan raro que haga d consciente y puede que haya incluso literatura secundaria sobre cómo
bnmlentos tan excitantes como qu H bb . . .. 'mos escu- debería hablarse. Será mucho más difícil verificar la existencia implícita
logfa John Lock . . ~ o es estuviera escnbJendo escato-
Edm~md Burke ~ec~~~~~~~d~{u~lsprude~lcia en torno al de recho natural, de algún tipo de sublenguaje o idioma en el seno de un «lenguaje ordina-
rio» más general. En El momento maquiavélico tuve que demostrar que
papel moneda, e tcétera. y puede q~~1~~ h ~~.common law y la teoría del aquellos idiomas y formas de hablar, basados en la costumbre, la gracia o
p_ues no hemos aplicado complicadas téc ~ a~1~0s pasado _d e la superficie
Siempre es oscuro en el uso del 1 _meas e excavaCIÓn. El autor no la fortuna, que posteriormente contribuyeron a generar una retórica de la
forma clara y explícita Pued engu~Je, a veces recurre al alguno de virtud, la corrupción y el comercio, ya se hallaban recogidos en los escri-
· · e que a qu1enes lo pasa 0 tos de los autores que yo estudiaba y que estos los utilizaban coherente y
Interesara encontrar formas de pe . r n por a1to solo les conscie ntemente (es decir, en coherencia con las características que yo les
razones que a veces no tl' enen ndsamlento consideradas importantes por
' ' na a que ver con 1 h' · adscribía). Para poder hacerlo hay que aprender a hablar el lenguaje en
la técnica que describo es que obli a al . a IStona. El mérito de
lenguajes que de verdad hablaba la g estudioso a preg untarse por los cuestión y luego demostrar que algún otro autor también lo usó. Obvia-
pensamiento a las que daban im o ~ent~ e n e l p_asado y por las formas de mente habrá quien pregunte cómo se puede saber que el historiador no se
¿ puesta a la cuesti ón skinnerian·t~ 3a~c~a h_as ta mtent~r formular una res- ha inventado el lenguaje y luego lo ha leído en el texto alegando que, si
Evidente mente estos «le n :;a~~ .u actan e n reahdad?». bien otros lectores pueden permitírselo, un historiador profesional no. Ese
latín o el ing lés si~o idiomas!~/>;. n~ son lenguajes e n el sentido del es el momento de presentar las pruebas que indiquen que tu lenguaje ha
y, a veces, trad'ucibles los unos a ;a l.la os e n el seno del latín o el inglés llevado una existencia autónoma en la historia. Cuantos más autores pue-
«vocabulmios» porque es un tér . osdotros .. M e de~agrada denominarles das demostrar que hicieron uso de él, mejor. Y si puedes demostrar que
realidad sigo a Burke al llamar! m mol ern~sJado léxico para mi gusto. En Jos debates produjeron diversos resultados y cambios en el uso, mejor
bl d . . es « e nguaJeS» pero q . , h b , aún. Y cuando en tu historia aparece .algún Monsieur Jordan que dice:
ar e «Idiomas» o «retóricas» A los ' . UIZa a na que ha-
podría denominar «lenguajes ins~·t . que he descnto hasta ahora, se les «Parece que hablamos en este o aquel idioma que tiene estas y aquellas
idiomas que utilizaban corporaci~n~~IOn~les» en el ~entido de que eran los características», y resultan ser justo las que querías demostrar, te levan-
7-ados: escolásticos rétores o J'uristas ppo erosa~ de mtelectuales especiali- tas y bailas por la habitación. No es algo que suceda a menudo y, a ve-
s · d • . ero tamb1én se puede deL ces, habrá que enfrentarse al hecho de que, cuando uno está ante esa línea
enc1a e un lenguaje por otros d' ectar 1a pre- divisoria que separa a los historiadores de otro tipo de lectores, tie ne que
de vista. En los primeros ca )Ítul:ed lOS y contemplarlos_ desde otros puntos
blematizar una situación de ~onflictoe ;:.momento maqutavélico intenté pro- tener mucho cuidado con lo que dice.
liemos pasado de afirmar que los textos son sucesos, a decir que los \ /
bao para resolver cieltas cuestiones i;lteii:C~eg~nta era; ¿Qué idiom~s se usa- lenguajes son matrices en las que ocurren los textos y que nuestra historia
ua es como las secuenctas de los
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es menos una historia de realizaciones individuales de actos de habla y auto- me criticarían alegando que no hago justicia a la importancia de los gran-
ov
ría que una historia de los lenguajes; en palabras de David Hollinger, des maestros del pasado y sus obras maestras. No cabe duda de que es
buscamos la historia de las continuidades del discurso. Reconstruimos un bastante difícil reducir a Thomas Hobbes o a Jonathan Swift al nivel de
contexto o una serie de contextos en los que resulte inteligible el texto otros actores en un número finito de pistas de circo. No podemos escribir
como suceso, porque hacerlo nos permite hallar nuevos significados, tan~ la historia basándonos exclusivamente en los grandes textos, pero tampo-
tos como idiomas o lenguajes en los que se haya redactado. Cuando un co es fácil reducir a historia los textos más importantes porque los Icen y
texto es muy complejo y forma parte de una situación histórica realmente utilizan personas que no son histori adores.
complicada puede cumplir funciones polivalentes. En ese caso no es ya Los textos también hacen historia debido a que sus lectores sobreviven
que haya diversas continuidades en el discurso (también podríamos ha- a los autores. Cuando el autor crea un texto crea una matriz en la que le
blar de niveles de significado) en cuyo seno podamos leerlo y desde cuyos leerán y replicarán otros. Sin embargo, se puede aplicar a Jos lectores la
presupuestos podamos actuar. A medida que nos desplazamos de un nivel misma analogía teatral que aplicábamos a actores y críticos al principio
a otro comprobamos que también se realizan movimientos que forman de este ensayo. De hecho, es fundamental que convirtamos al lector en un
parte de todo tipo de juegos de ingenio. Los estudiantes de literatura no actor porque no deja de ser un actor en medio de un proceso histórico. ' (
precisan rn'lyor aclaración de este último aspecto. Si logramos demostrar Ningún texto se Ice nunca exactamente como pretendía el autor pues todo
que hubo continuidades históricamente reales en el discurso, que se trata- lector reinterpreta el texto y nunca lo hacen de la misma forma. El drama- '
ba c;ie recursos lingüísticos a disposición de los autores que se vieron mo- turgo tiende a escribir de manera que los. actores puedan representar su
dificados por su uso a lo largo de las épocas históricas, podremos eludir el texto en diversas ocasiones, pero aquellos a los que Malvolio denomina
reproche de que nos limitamos a leerlos para archivarlos, y también la «autores políticos» quieren influir directamente sobre las conciencias de
crítica de que solo somos clientes deshonestos, que queremos colocar en otros actores de la sociedad política y recurren a la retórica: .la fonna tradi-
el equipaje del autor de Tom Stoppard los bienes ocultos que decimos cionalmente más relacionada con el discurso político. Puede que el dra-
haber encontrado en sus textos. Lo único que decimos al autor (si es que maturgo persiga las mismas metas, pero lo hace de forma mucho más
sigue vivo) es que su lenguaje ejercfa influencia en más continuidades del compleja. La conciencia del lector no es menos activa que la del autor. Le
discurso de las que creía en su momento. Si nos dice que no tiene ni idea replica (lo que explica que haya caído en desuso el concepto de «intluen- ) }'¡ <"l
de en qué continuidades de discurso se mueve, lo que está afirmando es cia») y preserva la autonomía leyendo el texto a su manera, que pude
que no sabía nada de lo que le acabamos de contar. Evidentemente no era coincidir o no con la forma en que el autor esperaba que se leyera. Todo
necesario que, en su momento, supiera Jo que estaba haciendo (por decir- estudiante de literatura sabe que la relación entre el texto y el lector es
.. lo en términos de Skinner) para hacerlo. No tenía necesidad alguna de ir compleja e impredecible. Puede que haya que recordar a los estudiantes
mirando por encima de su hombro como la lechuza de Minerva. Lo sabe- de «historia de las ideas» que son una parte importante de lo que estudian.
mos porque nosotros somos las lechuzas pero, en cuanto el autor realiza Se podría decir que el acto de lectura es un esfuerzo de traducción:
su acto, se convierte en uno de los nuestros, como Monsieur Jordan. traduzco un mensaje a mi forma de entenderlo. Pero si lo hago sin modi-
€J Los textos parecen ser sucesos y hacer historia en dos sentidos. En ficar el lenguaje que utilizó el autor no se alterará la matriz en la que
primer lugar se trata de acciones realizadas en contextos de lenguaje que ambos actuamos. Ahora bien, la cosa cambia cuando realizo actos ilocu-
las posibilitan, condicionan y limitan y que el acto modifica a su vez. Los cionarios que modifican la matriz. En ese caso prosigo, no interrumpo, la
textos actúan, individual y acumulativamente, sobre los lenguajes en los historia del lenguaje en el que el autor escribió el texto. Podría asimismo
que se expresan. Al realizar un acto de habla se introducen nuevas pala- traducir el texto a otro de los idiomas o lenguajes en los que nuestra so-
bras, datos, percepciones y reglas del juego. La matriz se modifica, gra- ciedad acostumbra a expresar el discurso, algo muy frecuente, en situa-
dualmente o de forma catastrofista, en el mismo momento en que se rea- ciones de polivalencia. Algunos idiomas son tremendamente resistentes a
liza un acto en su seno. Un texto es un actor en su propia historia y un la traducción pues se supone que es su impenetrabilidad la que les sitúa
texto polivalente afecta a una multiplicidad de historias concurrentes. por encima de otros idiomas. Resultaba realmente complicado intentar
Parece complejo pero es una de las formas más sencillas de entender expresar el pensamiento de los juristas en un idioma que no fuera el de la
la historia del discurso público. Si alguna vez me propusiera escribir una common law. A esto se refería Sir Edward Coke cuando instruía a un com-
historia a largo plazo del pensamiento político en Gran Bretaña, tendría prensiblemente sorprendido Jacobo J en la naturaleza de la «razón artifi-
que organizarla en torno al auge, declive y cambio de Jos diversos idiomas cial». Aún así, a veces podemos realizar un acto de traducción. Desde que
en los que, en ocasiones, se ha realizado este tipo de actividad. Sin duda tuve ocasión de leer Foundations ele Skinncr me ha venido interesando,

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cada vez más, la relación existente entre el lenguaje retórico-humanista tenté formular alguna. Existe una interesantísima. categoría de. textos qu.e
basado en el concepto de virtud y el lenguaje jurídico-escolástico basado han sobrevivido en matrices lingüísticas que mod1fican las acciOnes reali-
en el concepto de derecho. Había puntos en los que no cabía volcar un len- zadas en su seno y que, aún así, siguen introduciendo cambios gracias a
guaje en el otro porque la «Virtud» no formaba parte ·de la noción de su capacidad para erigirse, por sí mismos, en matrices para la acción.
«derecho» y viceversa. De modo que Francesco Guicciardini, doctor en Consideramos clásicos a algunos de estos textos porque han prolonga- h •
leyes, nunca usó un lenguaje jurídico para referirse al vivere civile. Pare-
1 cen haber sido los jesuitas españoles los que difundieron la idea de que
do sus tradiciones de interpretación hasta nuestro presente. No quiero en-
trar en la discusión sobre cuál es la mejor forma de seleccionar los clási-
Maquiavelo había inventado la ratio status (a la que no hace referencia cos. Lo único que quiero recalcar aquí es que la per~ivencia.del texto Y la
jamás) traduciéndole al idioma de la ley natural basado en la idea de recta arqueología textual garantizan que nuevos textos re~1én escntos o .recupe-
ratio. Al contrario que Leo Strauss y Harvey Mansfield e n nuestros días, rados, se conviertan rápidamente en clásicos, y podna':los poner eJemplos
los jesuitas creían que Maquiavelo hablaba el idioma de la ley natural y de diversas disciplinas. Cuando se lee un texto, se opma sobre ~1 Y se le
asumían que había decidido deliberadamente y con mala fe no hablar de utiliza para llevar a cabo cierto número de ilocucion~s en cualqUJe.r «p~e­
ella, de lo que se deducía que, en realidad, solo hablaba de la ley natural, sente» posible. Habrá quien comparta las preoc~pacwnes de un .histona-
sobre todo cuando no lo hacía. El idioma de la ley natural era el lengua- dor y quiera reconstruir las acciones del autc:>r (st es que las reahzó) Y de
je hegemónico en la sociedad en la que vivían tanto Maquiavelo como los los lectores en diversos momentos del pasado. Otros se contentarán con
jesuitas. Los segundos no se equivocaban al llamar la atención sobre la realizar acciones en el seno de la matriz que abre. Al tratarse de acciones
fuerza ilocucionaria que ejercían los escritos del florentino sobre sus llevadas a cabo en el presente, puede que no sea necesario sa~er lo que
lectores. Lo único cuestionable es que realmente tuviera esa intención otros hicieron en el pasado o, en su caso, saber lo que está hac1endo uno
il ocucionaria que se le atribuye. He aquí un excelente ejemplo de la mismo en el mismo sentido en el que nos consta Jo que hacían otros tras
transformación de un texto gracias a la traducción que hace de él el lector: reconstruir sus actos. Es difícil obtener un conocimiento histórico de los
un problema al que nos tendremos que e nfrentar a la hora de acometer la propios actos porque es un saber que se adqu~ ere .re.construyendo un.a
reconstrucción histórica. Leo Strauss fue el primero en hablar de algo a lo acción en un contexto diseñado para hacerla mteltgtble, y no es fác1l
que denominaba «las leyes puras y despiadadas de la necesidad logográ- reconstruir una acción mientras se realiza por primera vez. En el estreno
fica», según las cuales había textos que realizaban todas las ilocuciones se puede ser actor y autor a la vez, pero es prácticame?te imposible ejer-
que se pudieran leer en ellos y que los autores hubieran pretendido reali- cer simultáneamente de crítico y dramaturgo (aunque SI S toppard no es.tu-
zar. En realidad Strauss intentaba explorar los conceptos de traducción e viera dispuesto a aceptar críticas no hubiera publ~cado sus ob~·as). qUJen
historia. reacciona ante un texto clásico usándolo para reahzar un acto !locuci~na­
Los actos de traducción más interesantes son los anacrónicos. Los rea- rio original se parece al actor; aquel cuyo acto consiste en reconstruir la
lizan lectores que viven en épocas en las que ya se han modificado las ilocución de otro, se parece más al crítico. Creo que es desafortunado que
matrices, los idiomas y los juegos de lenguaje de manera que los textos, empleemos la palabra <<Crítico» en referencia al primero y se recurra al
aún vigentes y en activo como matrices que permiten la acción, ya no se término «historiador» para aludir al segundo. . ,.
ven limitados por las ilocuciones buscadas en un primer momento; de Entre las personas de la primera categoría que.anahzan textos ~ohttcos
hecho puede que algunas de aquellas ilocuciones ya no sean viables. se encuentran, sobre todo, aquellos a los que les mteresan la.teon~ Y filo-
Como la palabra impresa conserva los textos de manera duradera, muchos sofía políticas. Si lo que tenemos entre manos son textos hteranos ten-
textos sobreviven a sus autores y a la modificación de sus contextos ini- dríamos que incluir a aquellos críticos a los qu~: en su momento: se defi-
ciales. Algunos adquieren un tipo de autoridad que permite a los indivi- nió bajo la denominación común de «Nueva Cnttca». Huel~~ dec1r a estas
duos que viven en estos contextos modificados recurrir a ellos para definir alturas que las acciones de los filósofos y los « nuev~s cntlcos». ~on. tan
la base de lo que denominamos tradiciones de interpretación: una historia legítimas como las de los historiadores, y que ambos tipos d.e le~Itmudad
continua de traducciones anacrónicas o, si se prefiere, diacrónicas. Las no interfieren entre sí. Aún así, hay frecuentes peleas ent~e h1~tonad~res Y
tradiciones pueden regirse por leyes previsibles. En un ensayo titulado los que no lo son. Creo que es algo superfluo y, como htstonador, t1e?do
«Time, lnstitutions and Action» 1 («Tiempo, instituciones y acción>>) in- a pensar que estamos libres de culpa (excepto cuando hacemos estuptde-
ces) y solo discutimos con representantes de otras disc.i~li~as cuando son
lo suficientemente estúpidos como para negar la l~giti01Id~d ?e lo que
1 !Caphulo 10 de esle volumen. pp. 199·228.] estamos haciendo, o cuando nosotros consideramos Imprescmd1ble negar

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legitimidad a sus acciones. Si A quiere emplear el texto Z para realizar el ~¡ué ser históricos en este momento pero serán historia en unos pocos
acto P y afirma: «Z significa P» sé que es una forma abreviada de decir: Instantes. La lechuza de Minerva no vive nunca en el presente pero siem-
«Z me permite realizar P». No digo «Z no significa P» y mucho menos: pre emprende el vuelo de vuelta.
«Si Z significa P, Z está mal». Puedo constatar que «hasta donde yo sé
nadie (incluido el autor de Z) ha usado Z para expresar P» antes de que lo
hiciera A. También que «resulta muy interesante saber que A encuentra a BIBLIOGRAFÍA
P en Z porque sugiere que, tal vez, otros usaran Z para real izar P antes que
A debido a que, como sabemos, la acción de A puede ser históricamente En las últimas décadas hemos asistido a una gran proliferación de Iite-
continua o discontinua en relación a las acciones que otros llevaron a cabo ratu_ra e~pecializada en torno a los métodos adecuados para el estudio de
antes que él.» Puede que A agradeciera saber si su acción se inscribe en la h1stona del pensamiento político. He aquí un listado de obras especial-
un contexto continuo o discontinuo, pero saberlo no le ayudaría a llevar a mente relevantes en relación al contenido de este ensayo2.
cabo la ilocución P. Eso sí, sabría qué tipo de acto realizaba en el momen-
to de su ejecución. Desde el punto de vista del historiador lo único que BOUCHER, ~-· Texts in Contexts: revisionist methods for studying the his-
nos haría pensar que la afirmación de A sobre el «significado» de Z era tory of 1deas, Doordrccht, Martinus Nijhoff, 1985.
falsa o verdadera, sería que P fuera ese tipo de acto que requiere que se CON?~EN. C., Th~ Status and Appraisal o.f Classic Texts: an essay 011 po-
aluda a la historia de las acciones realizadas previamente en el seno de la llltcal theory, Lis inherita!lce, and the history o.f ideas, Princeton Prin-
matriz a la que pertenece Z. ceton University Press, 1985. '
La palabra significado tiene más de un significado. Tras escuchar mu- DUNN, J., Politica~ Obligation in lts Historical Context: essays in political
chos discursos de los estudiantes de pensamiento político he formulado theory, Cambndge, Cambridge University Press, 1980.
una regla de oro que supone que cuando alguien dice: « Hobbes dijo ... », GUNNELL, J. G_., Political Theory: tradition and interpretation, Cambrid-
r' ge, MA, Wmthrop Publishers, 1979.
y en realidad quiere decir: «Thomas Hobbes ( 1588-1679) dijo o quería
decir. .. », piensa como un historiador. Mientras que quien dice. «Hobbes HOL~INGER, D., I.n the Americc:n Province: studies in the history o.f histo-
dice ... » y, en realidad quiere decir: «Para mí Hobbes significa o me per- nography of tdeas, Bloommgton, Indiana University Press, J 985.
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mite decir ... », piensa como un teórico o un filósofo. Al menos debería ser KING, P. (ed.), The History of Ideas: an introduction to method, Totowa,
así pero, desafortunadamente, evitar el presente histórico me cuesta inclu- NJ, Barnes and Noble, 1983.
so a mí. Es evidente asimismo que el estatus de la palabra «Hobbes» varía RORTY, R., SCHNEF-WIND, J.B. y SKJNNER, Q. (eds.), Philosophy in His-
mucho de una versión a otra. Imaginemos un pequeño cambio de escena- to?; essa~s on_ the historiography of philosophy, Cambridge, Cam-
rio: en 1976 asistí a dos conferencias celebradas con motivo del aniversa- bndgc Umvers1ty Press, 1984 [cd. cast.: La filosofía en la historia,
rio de la muerte de Hume y era evidente que los filósofos usaban la pala- Barcelona, Paidós, 1990].
bra «Hume» como un mero catalizador de los juegos lingüí:,ticos a los
que querían hacer referencia. No les interesaba saber nada del David
Hume histórico nacido en 1711 y muerto en 1776 que realizó muchos
actos de habla entre esas dos fechas. Para los historiadores presentes la
palabra «Hume» era una expresión histórica que hablaba de la vida y ac-
ciones de un individuo y que usaban solo para introducir argumentos his-
tóricos. La diferencia entre ambos usos era tan abismal que ni siquiera
generaba confusión, únicamente la más perfecta ausencia de comunica-
ción. Las cosas podrían haber sido peor si alguien hubiera supuesto que
los filósofos hablaban de historia o que los historiadores estuvieran ne-
gando los argumentos de los filósofos. En ese caso habría surgido una
especie de ficción histórica, una historia del pensamiento político cons-
truida sobre cimientos ahistóricos, en la que se hablaría de verdad históri-
ca por motivos no históricos. Lo único que el historiador ha de decir a los 2
[Confccdoné esta lista en 1_9!!7.)
filósofos o a los «nuevos críticos» es que sus argumentos no tienen por

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