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Cristina Peri Rossi siempre

Cristina Peri Rossi: con el Cervantes, pero sin libros (Luis Alonso
Girgado)

Desde que la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi fue distinguida con
el Premio Cervantes llevo intentando hacerme con alguna de sus obras
para acercársela a ustedes. Un Cervantes no se consigue todos los días;
en cambio, sí es más frecuente de lo deseable que nuestro panorama
editorial –a veces irregular, incoherente– carezca de una representación
siquiera mínima de quien lo recibe. El resultado de mi búsqueda ha sido
prácticamente nulo: un librito de poco más de cincuenta páginas a un
precio superior a los cincuenta euros. Un pastón. Habrá que esperar a
las reediciones para disponer de títulos como La nave de los locos
(Seix–Barral, 1984) su mejor novela; Los museos abandonados (Arca,
1969), su segundo libro de relatos, muy elogiado por Cortázar;
Habitaciones privadas (Menoscuarto, 2010), Premio Vargas Llosa de
relatos con notable acogida crítica o Fantasías eróticas (Temas de hoy,
1991), un ensayo muy representativo de la atención a la mujer, a la
sexualidad y al erotismo, casi omnipresente en sus cuentos y novelas.

Llegados a este punto conviene situar a Peri Rossi como continuadora


del boom narrativo hispanoamericano (amiga y amante que fue de
Cortázar, cercano a ella también literariamente). Escritora plural y
fecunda, sus escritos de todo género –prosa o verso– muestran una
fuerte impronta autobiográfica que pasa a un perceptible primer plano
en los temas y en la escritura. Su compromiso y activismo político la
hacen vanguardista y también su valiente análisis y reivindicación de la

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Cristina Peri Rossi siempre

mujer desde ópticas de un feminismo libertario. En la vida y en el arte


es innovadora, reivindicativa e individualista. La política de
confrontación o de debate de ideas, el amor y las relaciones humanas,
la problemática existencial, el exilio, la literatura y los laberintos de la
intimidad (esto especialmente en su obra poética), la soledad, el
lesbianismo o el deseo son temas y motivos reiterados.

Es una radical adelantada a su tiempo, experimentalista y rupturista,


caótica y fragmentaria en lo formal. Su abierto criticismo le costó varios
exilios (Colombia, Francia, España) y problemas de todo tipo. De
familia modesta, fue lectora de biblioteca, frecuente colaboradora de
prensa y su actitud negativa frente a las grandes editoriales (aunque ella
publicó en Lumen, Plaza y Janés, Monte Ávila, Visor y, sobre todo,
Seix–Barral) la llevó a refugiarse en las modestas y pequeñas como las
palentinas Menoscuarto o Cálamo. Esta circunstancia ha desdibujado
su figura de escritura ante los lectores y tal situación de ostracismo se
debe al violento y radical cambio político de la Cataluña nacionalista y
radicalizada que ha dado, en términos lingüísticos, un giro hostil y
represivo frente a quienes se expresan –en el ámbito de la enseñanza,
del periodismo y de la literatura– en castellano. ¡Qué dirían otros que
residieron en la capital catalana como García Márquez, los Donoso,
Marta Traba (Vargas Llosa no se ha mordido la lengua) y tantos otros
si continuaran allí! Quienes les llevaron el idioma que ello siguen
engrandeciendo, ahora se lo niegan y denigran. ¡Vivir para ver! ¡Qué
cierto es!

(El Correo Gallego, 03/12/21)

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