Está en la página 1de 30

Nación

Una nación se ha definido de distintas maneras


en diferentes momentos de la historia y por
distintos autores, sin que exista un consenso.
No obstante, en un sentido actual amplio, es
una comunidad poblacional con un territorio
del cual se considera soberano y que se ve a sí
misma con un cierto grado de conciencia,
diferenciada de los otros. Este sentido moderno
de nación nace en la segunda mitad del siglo
XVIII, tanto en su concepción de «nación
política» o «cívica», como conjunto de los
ciudadanos en los que reside la soberanía
constituyente del Estado, como en su Camino del edificio de las Naciones Unidas en
concepción de «nación orgánico-historicista», Ginebra, escoltado a ambos lados por una fila de
«esencialista» o «primordialista» –vinculada banderas.
por su origen ideológico al romanticismo
alemán del siglo XIX–, como una comunidad
humana definida por una lengua, unas raíces, una historia, unas tradiciones, una cultura,
una geografía, una «raza», un carácter, un espíritu (Volksgeist),… específicos y
diferenciados,1 2 ​o en su concepción «voluntarista», que se define como un grupo humano
con voluntad de constituir una comunidad política y tener un futuro común.3 ​

Por otro lado, en sentido laxo, nación se emplea con variados significados: Estado, país,
territorio o habitantes de ellos, etnia, pueblo y otros. No obstante, desde un análisis
racional, la literatura científica moderna expone en general n 1 ​que la nación no es un ente
objetivo y natural que pueda ser definido en términos objetivos, como lo es por ejemplo
una montaña o un río, sino que se trata por el contrario de una construcción social de
origen moderno, basada en la interpretación subjetiva realizada por parte de unas
personas de una serie de hechos, bajo el prísma ideológico del nacionalismo y su forma
particular de entender las sociedades humanas. De esta manera, los nacionalistas exponen
una visión estereotipada de una comunidad humana y un territorio, que consideran
nación, aunque la realidad sea siempre diferente y mucho más compleja. Esta visión está
constituida por un conjunto de creencias plausibles que acaban siendo integradas por
algunas personas y que pueden ser compartidas o no con otras. Por tanto, la literatura
científica actual descarga la definición de nación en las propias creencias subjetivas del
grupo poblacional nacionalista, en lugar de en hechos objetivos. Así pues, por ejemplo, el
filósofo Roberto Augusto dice que la nación es «lo que los nacionalistas creen que es una
nación», ya que la nación no significa nada fuera de la ideología nacionalista, ni existe
como una realidad natural fuera de la creencia en su propia existencia.4 ​

Con el fin de explicar la naturaleza y el surgimiento de las naciones han existido dos
corrientes de pensamiento dentro de la comunidad académica. Estos son los llamados
primordialistas o perennialistas y los modernistas o constructivistas.5 ​

Índice
Etimología
Definición
Dos formas de explicar la naturaleza y surgimiento de la nación: Perennialistas y Modernistas
Perennistas o primordialistas
Modernistas o constructivistas
Teóricos del constructivismo o modernismo y algunas de sus aportaciones
Comparativa de postulados modernistas frente a perennialistas
Diferentes conceptos de nación
Diversas definiciones de «nación»
Etimología y concepto de «nación» en la Edad Media
El concepto de «nación» en los siglos XVI y XVII
El nacimiento del concepto moderno de «nación» en el siglo XVIII
La «nación política» de la Ilustración y de la Revolución Francesa
La «nación orgánico-historicista» del idealismo alemán
Nación política y nación cultural
Nación política
Nación cultural
La nación cultural y el Estado
La nación cultural y la religión
Otros usos
Historia
Antecedentes
La nación liberal
La nación romántica
El Estado-nación
La nación socialista
La nación fascista y nacional-socialista
La nación poscolonial africana y asiática
Nación en España
Constitución de 1978
Nación en América
Véase también
Notas
Referencias
Bibliografía
Consultada
Otra
Enlaces externos

Etimología
La palabra nación es un préstamo (s. XV) del latín natio, nationis, 'lugar de nacimiento',
'pueblo, tribu, raza'. De la familia etimológica de nacer (V.).
6 ​ En sus orígenes romanos el
término natio significaba 'comunidad de extranjeros', es decir, conjunto de personas unidas
por un mismo origen común, diferente al de la ciudad o país que habitaban. En los barrios
periféricos de la antigua Roma imperial vivían las nationes de comerciantes asirios y judíos
de la diáspora. En las universidades de la edad media el término se aplicaba a los grupos de
estudiantes venidos de distintos países. De esta manera por ejemplo en la universidad de
París estos se dividían en la nación de Francia que incluía italianos e hispanos, la de
Picardie que incluía a picardos y flamencos y la de Germanie que incluía a alemanes,
austriacos e ingleses.3 ​

Definición
Partiendo de la base de que las definiciones y conceptos de términos no versan sobre la
realidad de la naturaleza de las cosas, sino sobre convenciones lingüísticas en el habla
popular, (para intentar definir la naturaleza y origen de la nación existen los postulados
perennialistas y los modernistas) existen tres definiciones distintas del término nación.
Estas son la estatalista, la primordialista y la voluntarista:3 ​

La definición estatalista: Está muy arraigada en el habla popular. Identifica el término nación
con el de estado, es decir, define la nación como una estructura política y administrativa,
aunque para ello el estado se conceptúa en términos poco rigurosos, no como la propia
estructura política, sino como el territorio que cubre y a su población. Es similar a la definición
de país. Este concepto lo recogen las dos primeras acepciones del diccionario de la D.R.A.E.
que dice: «Conjunto de habitantes de un país regido por un mismo gobierno» y «territorio de
ese país».3 ​
La definición primordialista: Muy generalizada también en el habla coloquial. La define como
una comunidad humana dotada de una unidad cultural esencial. Está asociada a la tercera
acepción del término del dicionario de la D.R.A.E: «Conjunto de personas de un mismo origen y
que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común». Se trata de una
visión heredada de Herder y del romanticismo y es dominante en los medios nacionalistas. No
obstante, esta visión plantea problemas si se intenta utilizar para definir la realidad nacional
desde el punto de vista científico, puesto que no es posible delimitar de manera nítida y
objetiva los grupos humanos marcados por rasgos étnicos, ya que en realidad existe una
intrincada red cultural imposible de delimitar e incluso aunque eso fuera posible, esos rasgos
no coinciden con los grupos que mayor conciencia nacional tienen, existiendo países y
comunidades humanas con una innegable conciencia nacional, pero constituidos por
personas con diferéntes culturas, idiomas y religiones. De hecho, la mayoría de los estados no
poseen religiones homogéneas, lo cual no impide que sean definidos por sus habitantes como
naciones y que estos tengan conciencia nacional. Esta definición se diferencia especialmente
de la estatalista en que prescinde de lo político, del estado, asimísmo es coincidente con los
preceptos primordialistas o perennialistas.3 ​
La definición voluntarista: Se define por un grupo humano caracterizado por su voluntad de
constituir una comunidad política. Muchos autores recurren a esta acepción desde que Ernest
Renan observara la importancia de definir la nación en términos de recuerdos comunes,
proyectos de futuro compartido y sentimiento de pertenencia a un grupo. Esta visión no
aparece en el diccionario de la D.R.A.E bajo el término nación, aunque sí en el de patria: «tierra
natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos
jurídicos, históricos y afectivos». Esta acepción prescinde por tanto de la visión en ella de unos
rasgos étnicos nítidos, aunque necesita que en el grupo humano exista una conciencia de
constituir un grupo diferenciado y una voluntad de construir un estado. Desde el punto de vista
científico, según Álvarez Junco, esta acepción parece más adecuada para describir la nación
que cualquier enfoque que vea en ella unos rasgos culturales definidos en términos
objetivos.3 ​
Dos formas de explicar la naturaleza y surgimiento de la
nación: Perennialistas y Modernistas
Al margen de la variedad de definiciones y conceptos del término nación, las cuales versan
sobre convenciones lingüísticas y no de la explicación científica de distintas realidades,
existen dos corrientes que intentan explicar la naturaleza y surgimiento del fenómeno.
Estas son la perennista o primordialista y la modernista o constructivista. Esta segunda
surge en relación a una crítica sobre la primera.

Perennistas o primordialistas

Hasta mediados del siglo XX la única visión consagrada que trataba de explicar el
surgimiento de las naciones y el nacionalismo establecía que estas habían existido desde
siempre, puesto que el sentimiento de pertenencia a una colectividad nacional era natural
en el ser humano. Por ellas se entendía a los pueblos con una determinada lengua, raza,
religión o cultura, de los cuales surgirían espontáneamente unos sentimientos de
pertenencia a una colectividad y solidaridad entre los integrantes, para más tarde con el
moderno despertar de los derechos políticos desencadenar unas reivindicaciones de
autogobierno. 5 ​

De esta manera por ejemplo, el ensayista británico Walter Bagehot escribió en el siglo XIX
que las naciones son «tan viejas como la historia».5 ​

La concepción primordialista cree por tanto que la nación es lo natural e inherente al ser
humano, mientras que el estado, entendido como la estructura política, es lo artificial, una
construcción humana. 5 ​

Estos conceptos primordialistas, heredados de Herder y del romanticismo alemán del siglo
XIX, estaban muy integrados hasta mediados del siglo XX, por lo que el presidente
Woodrow Wilson pensaba que la falta de ajuste entre los estados y las naciones era la causa
de los problemas europeos en los últimos siglos. Por ello, este planteamiento conducía
inevitablemente a adecuar las fronteras de los estados a las realidades étnicas. No obstante,
la universalización de estas ideas y su intento de ponerlas en práctica, supuso multitud de
problemas a lo largo del siglo XX, puesto que los límites culturales son en realidad difusos,
habiendo una abigarrada red cultural humana que no se podía circunscribir a
compartimentos políticos nítidos. Esta imposibilidad práctica, el hecho de que existan
comunidades con una fuerte conciencia nacional pero que están constituidas por
poblaciones con diferentes lenguas, religiones y culturas (EE. UU o Suiza por ejemplo), la
configuración de los fascismos europeos y los horrores de la segunda guerra mundial que
se originaron en parte como consecuencia de las ideas nacionales, llevaron a diferentes
pensadores a cuestionarse si realmente esta concepción explicaba la verdadera naturaleza
del problema. Así pues surgirían diversos autores, los llamados modernistas o
constructivistas, que aportarían una explicación diferente al origen de las naciones y el
nacionalismo. 5 ​

Modernistas o constructivistas

La perspectiva modernista surge a mediados del siglo XX como consecuencia de una crítica
por parte de diversos autores a los postulados primordialistas, ya que consideraban que no
conseguía explicar de manera suficiente el fenómeno nacional.5 ​ Esta perspectiva es
actualmente la compartida por la mayor parte de la comunidad académica, como mejor
explicación científica del fenómeno.7 ​

Los postulados constructivistas, de manera genérica, consideran que las naciones no son
fenómenos naturales existentes desde siempre en la historia de la humanidad e
innherentes al ser humano, sino construcciones sociales, como lo es por otra parte, según
otros autores, todo el conjunto de la realidad social. Las identidades  nacionales, las cuales
tienen como rasgo característico la soberanía de la población sobre un territorio, serían
asimísmo un producto de la modernidad. De esta manera, el sujeto colectivo  de la nación
comenzaría a surgir solamente en el momento de la historia en el cual se empezaran a
generar nuevas libertades sociales y se defina al pueblo como sujeto soberano, lo cual solo
ocurriría en los últimos siglos. Tampoco son las naciones algo permanente en el tiempo,
puesto que el hecho de que sean construcciones implica que en algún momento terminarán
por desaparecer, nada es eterno. Cada nación sería construida en un momento dado, no
fechable ni repentino, tendría vigencia durante un periodo y acabaría por desaparecer,
contrariamente al pensamiento del común de nacionalistas. 8 ​

Las naciones serían producto del nacionalismo y de la modernidad y no el nacionalismo


producto de las naciones, tal y como afirma el primoridialismo. Tampoco serían entidades
objetivas como las montañas o los ríos, sino elementos subjetivos construidos por un grupo
humano y cuya existencia en términos científicos se situaría únicamente en la mente de
sus seguidores. La manera de construir las naciones sería mediante la elaboración de una
serie de relatos, en los cuales se realiza una reinterpretación de la historia o de la cultura
en clave nacional.8 ​ Se crearían asimísmo, de forma intencionada,  símbolos, tradiciones y
elementos culturales, o se le daría un significado nacional a otros ya existentes, lo que
Hobsbawm denominaba la «invención de la tradición».8 9​ ​ Todos estos elementos serían
transmitidos y integrados por la comunidad o en otras palabras, se crearía la nación. No
obstante, estas no pueden ser construidas de la nada, sino que solamente pueden hacerlo
sobre unas características de base que sean plausibles, como una historia o unos elementos
culturales que posibiliten ser reinterpretados en clave nacional.8 ​ Sin embargo, como decía
el antropólogo Frederik Barth, los elementos que definen una identidad colectiva como la
nación, no son el conjunto de características objetivas que diferencian a un grupo de otro y
que este tiene en común, sino solo aquellas que son puestas en valor por el grupo. De esta
manera por ejemplo, un idioma tiene únicamente un valor comunicativo, hasta que con el
surgimiento moderno del fenómeno nacional se le da un valor en estos términos.10 ​ Por
otra parte, los estados que con la llegada de la modernidad no consiguieron crear naciones
han acabado por desaparecer, a pesar de haber tenido una historia muy larga en el
tiempo.8 ​De todo esto se deduce que el historiador es parte activa de la historia y no mero
espectador que se dedica a reflejar el pasado, puesto que con la elaboración de sus trabajos
participa activamente de la construcción de la nación.11 ​ El relato histórico nacional sitúa
al objeto abstracto de la nación como el protagonista de la historia, crea una visión de
determinados personajes históricos como si estuvieran dotados de la idiosincrasia y
caracteres nacionales e interpreta determinados sucesos históricos como si hubiera estado
presente en ellos la idea moderna de nación.11 ​ La nación se visualiza en el relato no como
una idea abstracta solo existente en la mente de los nacionalistas, sino como si fuera un
ente objetivo real, dotado de una esencia invariable que camina y se desarrolla a través de
la historia, como si fuera un ente vivo autónomo. El nacionalismo es esencialista y niega
por tanto la evolución y el cambio que siempre ha ocurrido en la realidad a lo largo de la
historia y continúa sucediendo, así como se opone al mismo cuando este sucede en tiempos
presentes, si va a modificar la esencia de la que los nacionalistas creen dotada a la nación.
Por otra parte, el relato nacional ofrece asimísmo una visión estereotipada de la cultura de
la comunidad humana que vive en un territorio, siendo la realidad empírica mucho más
compleja, rica y diversa.12 ​ Con todos estos relatos se consigue crear en los individuos la
idea y sentimiento de pertenencia a una comunidad humana, lo que el antropólogo
Benedict Anderson denominaba una «comunidad imaginada», algo que para el nacionalista
no es una idea individual, sino que es visualizado como un ente objetivo situado fuera de
su mente.5 ​

Otro argumento aportado por estos autores de manera común es que el ser humano ha
vivido a lo largo de la historia en muy diversas organizaciones políticas (imperios, reinos
etc...) y que ninguna de ellas se correspondía con naciones, entendidas estas como espacios
culturalmente homogéneos y diferenciados nitidamente de otros. Tampoco la identificación
de sus integrantes correspondía con las mismas. Ellos se sentían perteneciéntes a otras
entidades diferentes (parroquias, comarcas, linajes, estamentos...) insertas a su vez en
comunidades más grandes religiosas, de manera que se indetificaban con ellas antes que
con sus respectivos estados políticos. Un ejemplo de ello es que no se consideraba
antinatural que el monarca fuera extranjero, al contrario de lo que sucedería en el mundo
contemporáneo. 8 ​

Las naciones, aunque sean construcciones sociales, no se presentan al público como tales,
sino como elementos esencialistas e intemporales, con una historia muy antigua y ajenos al
individuo, para de esta manera asegurarse una mayor legitimidad, es decir, se muestran
como realidades per se. Sin embargo, aunque se revistan de esencialismo, en todas ellas se
pueden estudiar cuales fueron los procesos mediante los cuales surgieron y por los que se
dio una definición de la realidad en términos de identidad colectiva, quienes fueron sus
impulsores y que elementos son escogidos por el grupo para autodefinirse en términos de
identidad compartida. Por este motivo no hay que evaluarlas bajo criterios de veracidad o
falsedad científica (permanencia histórica, religión homogénea...), sino en como han
triunfado socialmente.8 ​

La nación da autoestima, dice a las personas quien son y las entronca en un marco
territorial que se muestra como eterno, anterior al nacimiento y posterior a la muerte. Por
este motivo es capaz de cubrir problemas emocionales humanos como la debilidad, la
soledad o la muerte. Asimísmo crea un colectivo de personas, una fraternidad, en el que
prima la camaradería, a pesar de haber diferencias importantes entre sus integrantes de
tipo geográfico, social o de clase.8 11 ​ ​ Las naciones son construcciones de naturaleza
contingente y son también un sistema de creencias y adhesión emocional que surten
efectos políticos, de los cuales se benefician ciertas élites locales.7 ​

Las naciones no son algo diferente al resto de identidades colectivas, puesto que todas,
incluidas aquellas que se basan en hechos biológicos palpables, tienen mucho de
construido.8 ​

Estos postulados provocaron una revolución en la comunidad académica y a partir de ellos


han ido realizándose estudios donde se explica como fue creada cada identidad nacional
particular y quienes fueron sus impulsores.5 ​

Teóricos del constructivismo o modernismo y algunas de sus aportaciones

Algunos de sus principales teóricos fueron los científicos sociales Elie Kedourie, Geller,
Anderson, Hobsbawm, George L. Mosse y Billig. Ejemplos de sus aportaciones fueron las
siguientes:

El historiador y politólogo Elie Kedourie en su libro de 1961 llamado Nacionalism,


explicaba que existía una dificultad en determinar de forma objetiva los ingredientes
esenciales que componían las identidades nacionales. Sus conclusiones fueron que no
había ningún factor objetivo universalizable ni suficiente por sí mismo para fundamentar
el hecho nacional. También señaló que si el sentimiento nacional fuera natural, no tendría
que ser inculcado y sin embargo es el estado el que lo inculca mediante la educación u
otros medios, por lo cual es el estado el que crea las naciones y no a la inversa. La
configuración de los estados es imprescindible para el surgimiento de las naciones.5 ​

En parecidos términos hablaba el antropólogo social Ernest Geller en los años 70. Este
definía la nación como un producto moderno consecuencia de la industrialización, es decir,
la sociedad estaba inicialmente compuesta por grupos humanos rurales ligados por
fliaciones familiares y aislados del mundo exterior por falta de comunicaciones y por la
existencia de múltiples dialéctos locales. Con la industrialización y el nuevo modelo
mercantil hubo una necesidad práctica de crear espacios culturalmente homogéneos.
También esto provocó una nueva estratificación social y una nueva organización política.
Los dirigentes encontraron en el nacionalismo el instrumento que facilitaba el crecimiento
económico, la integración social y la legitimación de la nueva estructura de poder.5 ​

El antropólogo Benedict Anderson pensaba que el nacionalismo creaba a las naciones y


que al contrario de lo que pueda parecer, no contribuía a conservar la diversidad cultural,
sino que por el contrario la eliminaba, estableciendo unos cánones de homogeneidad y
uniformidad cultural. Pensaba que las naciones no eran elementos naturales, sino
construcciones sociales humanas inventadas, acuñando en este sentido el término
«comunidades imaginadas», repetido hasta la saciedad en la literatura especializada. Las
naciones solo existen en la medida que las personas creen en ellas y imaginan ser parte de
una comunidad nacional.13 5​ ​ Anderson ha comparado a la religión con las naciones,
porque cubre preocupaciones y problemas emocionales humanos perennes como la
debilidad, la enfermedad y la muerte, en la misma medida que lo hacen estas y también
  porque ofrece un relato sagrado, inserta al sujeto en un marco temporal eterno, que va
más allá de la muerte y es anterior al nacimiento y ofrece una serie de rituales y preceptos
que integran al individuo en un colectivo.8 ​

Por su parte el historiador Eric Howsbawn analizó todas las características en las que dice
sustentarse la nación (lengua, cultura, religión....) para acabar concluyendo que no existe
ninguna que pueda ser aplicada a los distintos casos de nación con un mínimo de rigor y
generalidad siendo todos borrosos. Una nación es algo totalmente subjetivo y no una
realidad susceptible de ser analizada a partir de factores objetivos. Una sociedad que sea
homogénea desde el punto de vista religioso, racial, lingüístico, con permanencia histórica
es un mera entelequia. 5 ​ Asimísmo, este autor junto con Ralph Samuel acuñó el concepto
de «invención de la tradición», proceso este que se da con el fin de construir la nación. Por
ella entendían un conjunto de prácticas y de rituales de carácter simbólico, regidos por
reglas expresas, cuyo objetivo es inculcar valores por repetición. Mediante ese conjunto
ritual se crea una cohesión social en torno a un pasado imaginario y se instruye a las
nuevas generaciones en un sistema de valores y creencias compartidas que se suponen
tradicionales de esa sociedad, a la vez que se refuerza la autoridad de las estructuras
políticas actuales al convertirlas en herederas de otras que se muestran como hundidas
supuestamente en la noche de los tiempos.5 ​

George L. Mosse por su parte acuñó otro término que ha quedado consagrado en la
literatura académica relativa al estudio de los procesos mediante los cuales se construyen
las naciones. Este fue el de la «nacionalización de las masas». Dicho autor estudió y relató
en un libro así titulado el proceso de nacionalización alemán mediante el cual se logró
inculcar en la población un sentimiento de pertenencia a una comunidad alemana,
mediante desfiles, mítines o monumentos patrióticos y el cual desembocaría en el
nazismo.5 ​
Michael Billing en su libro de los años noventa titulado Nacionalismo banal sostenía que
uno de los factores constructores de la nación es la existencia de símbolos nacionales como
banderas o himnos que en sí mismos parecen inofensivos y pasan desapercibidos, pero que
se echan de menos cuando faltan y contribuyen a crear una identidad de grupo.5 ​14 ​

Comparativa de postulados modernistas frente a perennialistas

El concepto de nación ha sido definido de maneras diferentes por los estudiosos sin que se
haya llegado a un consenso al respecto.15 16 ​ 17
​ 18
​ ​ Sobre la naturaleza y el origen de la
nación, lo que implica una determinada definición de la misma, existen dos paradigmas
contrapuestos y excluyentes: el modernista o constructivista, que define la nación como una
comunidad humana que ostenta la soberanía sobre un determinado territorio por lo que
antes de la aparición de los nacionalismos en la Edad Contemporánea no habrían existido
las naciones —la nación sería una «invención» de los nacionalismos—; y el perennialista o
primordialista que define la nación sin tener en cuenta la cuestión de la soberanía y que
defiende, por tanto, que las naciones existieron antes que los nacionalismos, hundiendo sus
raíces en tiempos remotos —así sería la nación la que crea el nacionalismo y no a la
inversa—.19 20
​ 21
​ 22
​ 23
​ ​

Anthony D. Smith ha resumido así las dos concepciones de la nación, la de los modernistas
o constructivistas y la de los perennialistas o primordialistas:24 ​

¿Qué tipo de comunidad es la nación y qué relación existe entre el individuo y


esta comunidad? ¿Tiene la nación un carácter fundamentalmente etno-cultural,
se trata de una comunidad (real o ficticia) cuyos miembros se ven unidos desde
su nacimiento por lazos familiares, una historia común y una lengua compartida
[como defienden los perennialistas]? ¿O se trata de una comunidad básicamente
social y política cuyo fundamento es un territorio común, un mismo lugar de
residencia, derechos de ciudadanía y leyes comunes, siendo así que los
individuos son libres de elegir si quieren pertenecer a ella o no [como defienden
los modernistas]? (…)

¿Debemos considerar a la nación como una comunidad inmemorial y evolutiva


que hunde sus raíces en una larga historia de vínculos y cultura compartida
[como defienden los perennialistas]? ¿O debemos ver en las naciones
construcciones sociales recientes o artefactos culturales, a la vez rígidos y
maleables, los típicos productos de una época histórica y de las especiales
condiciones que se han dado en la Edad Moderna y, por lo tanto, destinados a
desaparecer cuando se haya sobrepasado esta etapa de la historia y ya no se den
las condiciones que le son propias [como defienden los modernistas]?

En un análisis más pormenorizado Anthony D. Smith enumera las siguientes siete


diferencias entre los dos paradigmas:25 ​

1. Para los perennialistas la nación es una comunidad etno-cultural politizada,


una comunidad que comparte ancestros comunes y que busca el reconocimiento
político sobre esta base. Para los modernos la nación es una comunidad política
territorializada, una comunidad cívica de ciudadanos legalmente iguales que
habitan un territorio determinado.

2. Para los perennialistas, la nación es persistente e inmemorial; su historia


abarca siglos, si no milenios. Para los modernos la nación es tanto reciente como
novedosa, producto de condiciones totalmente modernas y recientes y, por lo
tanto, algo desconocido en las era premodernas.

3. Para los perennialistas, la nación hunde sus "raíces" en el tiempo y el espacio y


se encarna en una patria histórica. Los modernos consideran que la nación es
una creación. Ha sido construida "deliberada y conscientemente" por sus
miembros, o algunos segmentos de entre ellos.

4. En opinión de los perennialistas, la nación es una comunidad popular y


democrática, la comunidad "del pueblo" que refleja sus necesidades y
aspiraciones. Para los modernos se trata de algo conscientemente construido por
las elites que buscan influir sobre las emociones de las masas para alcanzar sus
objetivos.

5. Para los perennialistas, pertenecer a una nación significa poseer ciertas


cualidades. Es una forma de ser. Para los modernos significa estar en posesión de
ciertos recursos. Es una capacidad para hacer cosas.

6. Para los perennialistas, las naciones son un todo sin fisuras, con una única
voluntad y un solo carácter. Para los modernos la nación típica tiene fisuras y
está dividida en un número de grupos sociales (regionales, de género, de clase,
religiosos, etc.), cada uno de los cuales tiene sus propios intereses y necesidades.

7. Para los perennialistas, los principios que subyacen a la nación son los de los
vínculos ancestrales y la auténtica cultura. Para los modernos, los principios de
la solidaridad nacional deben buscarse en la comunicación social y la
ciudadanía.

Diferentes conceptos de nación

Diversas definiciones de «nación»

Anthony D. Smith, que defiende una posición intermedia entre modernistas y perennialistas
que denomina etno-simbolismo,26 ​ define la nación de la siguiente forma: «una comunidad
humana con nombre propio, asociada a un territorio nacional, que posee mitos comunes
de antepasados que comparte una memoria histórica, uno o más elementos de una cultura
compartida y un cierto grado de solidaridad, al menos entre sus élites».27 ​

Según el modernista Benedict Anderson, una nación es «una comunidad política imaginada
como inherentemente limitada y soberana».28 ​ Las «comunidades imaginadas» que
constituyen las naciones proporcionarían a los individuos una sensación de inmortalidad
que antes les proporcionaban las religiones.29 ​

El también modernista Ernest Gellner critica a los perennialistas y primodialistas cuando


afirma que «las naciones, al igual que los estados, son una contingencia, no una necesidad
universal. Ni las naciones ni los estados existen en toda época y circunstancia». Para
Gellner, «el nacionalismo engendra las naciones, no a la inversa». Pero Gellner reconoce las
dificultades que plantea la definición del «elusivo concepto» de «nación» y por ello propone
«dos definiciones muy provisionales, hechas para salir del paso»:30 31
​ ​

1. Dos hombres son de la misma nación si y sólo si comparten la misma cultura,


entendiendo por cultura un sistema de ideas y signos, de asociaciones y de
pautas de conducta y comunicación.

2. Dos hombres son de la misma nación si y sólo si se reconocen como


pertenecientes a la misma nación. En otras palabras, las naciones hacen al
hombre; las naciones son constructos de las convicciones, fidelidades y
solidaridades de los hombres. Una simple categoría de individuos (por ejemplo,
los ocupantes de un territorio determinado o los hablantes de un lenguaje dado)
llegar a ser una nación si y cuando los miembros de la categoría se reconocen
mutua y firmemente ciertos deberes y derechos en virtud de su común calidad
de miembros. Es ese reconocimiento del prójimo como individuo de su clase lo
que los convierte en nación, y no los demás atributos comunes, cualesquiera que
puedan ser, que distinguen a esa categoría de los no miembros de ella.

Eric Hobsbawm, también modernista, coincide con Gellner al afirmar que no son las
naciones las que crean el nacionalismo, sino a la inversa, es el nacionalismo quien
«inventa» la nación.32 ​
El historiador español Xosé M. Núñez Seixas, que se define como modernista, ha propuesto
la siguiente definición de la nación:33 ​

Una comunidad imaginada, inherentemente soberana y delimitada


territorialmente, integrada por un colectivo de individuos que se sienten
vinculados entre sí, con base en factores muy variables y dependientes de la
coyuntura concreta, desde la voluntad a la territorialidad o la historia común y el
conjunto de características étnico-culturales relativamente objetivables que
podemos denominar "etnicidad", es decir, que definen una conciencia social y
prepolítica de la diferencia; y que, sobre todo, consideran que ese conjunto de
individuos es el sujeto soberano de derechos políticos colectivos.

Partiendo de esta definición Núñez Seixas concluye «que la nación es una realidad social
que existe científicamente sólo en la medida en que sus integrantes están convencidos de
su existencia». Además afirma que «la aparición de la nación como fenómeno histórico se
vincula plenamente a la irrupción de la Edad Contemporánea, en la fase durante la que los
antiguos principios legitimadores de la soberanía y el poder (lealtades dinásticas y
señoriales, identificación religiosa, criterios de vecindad jurídica...) entran en crisis desde
finales del siglo XVIII y han de ser sustituidos por nuevos principios».34 ​

Por su parte los también historiadores españoles José Luis de la Granja, Justo Beramendi y
Pere Anguera han propuesto la siguiente definición de nación, que concuerda con las
propuestas por los modernistas:35 ​

Sujeto colectivo de soberanía constituido por un grupo humano que se considera


dotado de una identidad singular y legitimado para mantener políticamente
unido un determinado territorio.

El historiador español y experto en el tema José Álvarez Junco, afirma coincidir en mayor
medida con los postulados modernistas que con los primordialistas o perennialistas.7 ​ Este
autor, resumiendo las aportaciones de otros pensadores sobre el tema, explica que en la
actualidad se sabe que las fronteras culturales son difusas y difíciles de establecer, no
siendo posible delimitar de manera nítida y objetiva los grupos étnicos e incluso aunque
esto fuera posible, estos rasgos no coinciden con los grupos que mayor conciencia nacional
poseen, de manera que existe innegable conciencia nacional en comunidades con varias
lenguas, razas o religiones (Estados Unidos o Suiza por ejemplo).3 ​Señala asimísmo que los
estados (reinos, imperios etc...) nunca han coincidido con fronteras culturales en el
transcurso de la historia, tampoco con los sentimientos de pertenencia de sus individuos a
una comunidad. Las identidades nacionales no son hechos objetivos como las montañas o
los ríos, sino elementos subjetivos únicamente existentes en la mente de sus participantes.
Tampoco las naciones son elementos naturales inherentes al ser humano, sino entes de
carácter contingente que se crean, aprenden y se transmiten, es decir, son construcciones
sociales que nacen en algún momento del pasado no fechable ni repentino, que tienen
vigencia durante un tiempo y que algún día terminarán por desaparecer.36 ​ Teniendo esto
en cuenta y que la nación es un aspecto enteramente subjetivo, la define como: «Conjunto
de seres humanos entre los cuales domina la conciencia de poseer ciertos rasgos culturales
comunes y que se haya asentado desde cierto tiempo en un determinado territorio sobre el
cual cree poseer derechos y desea establecer una política autónoma». Indica que los hechos
de poseer unos rasgos culturales comunes o de haber estado asentados sobre un
determinado territorio durante un largo tiempo no tienen porqué ser verdaderos en
términos científicos. Para establecerse una nación solaménte es necesario que exista una
comunidad con dicha creencia. 3 ​ También señala que «las naciones son construcciones
históricas de naturaleza contingente; y son sistémas de creencias y de adhesión emocional
que surten efectos políticos de los que se benefician ciertas élites locales.»7 ​

El filósofo Roberto Augusto expone que una definición para el término nación es «lo que los
nacionalistas creen que es una nación», puesto que la nación es algo totalmente subjetivo y
no una realidad objetiva y natural. Las naciones no existen fuera de la mente de quienes
creen en ellas. La idea de que una comunidad humana es una nación, tiene que ver más
con la fe que con la razón, es una idea más cercana al pensamiento religioso que al
científico. Es asimísmo una creencia individual que puede ser compartida o no con otras
personas. Los nacionalistas realizan una interpretación de la realidad cultural de una
comunidad humana de manera estereotipada, para hacerla encajar bajo en el paradigma
ideológico de la doctrina nacionalista y su particular manera de entender las sociedades,
siendo sin embargo la realidad científica siempre más compleja, variada, rica e
incompatible con las ideas nacionales. Los nacionalistas le dan un valor nacional a aspectos
como un idioma, la historia o una geografía, que en sí mismos no tienen ningún valor
nacional y que no lo tenían hasta el surgimiento contemporáneo de la ideología
nacionalista. El nacionalismo es una ideología que solo funciona bien en el terreno de las
emociones, puesto que no soporta cualquier mínimo análisis racional. Este autor, cree
asimísmo que la única forma objetiva de nacionalismo es la estatalista, que identifica la
nación con el estado, puesto que el estado es un marco jurídico objetivable.37 ​

Etimología y concepto de «nación» en la Edad Media

La palabra nación proviene del latín nātio (derivado de nāscor, nacer), que podía significar
nacimiento, pueblo (en sentido étnico), especie o clase.38 ​ Escribía, por ejemplo, Varrón (116-
27 a. C.): Europae loca multae incolunt nationes ("Son muchas las naciones que habitan los
diversos lugares de Europa").39 ​ En los escritos latinos clásicos se contraponían las nationes
(bárbaros no integrados en el Imperio) a la civilitas (ciudadanía) romana. Dice Cicerón:
Todas las naciones pueden ser sometidas a servidumbre, nuestra ciudad no.40 ​

En la Edad Media el término se continuó empleando en sentido étnico, al margen de que


ahora las naciones estuvieran integradas en diversas entidades políticas como Reinos e
Imperios. También se usaba para designar a grupos de personas según su procedencia,
siguiendo un criterio muy variable (a veces simplemente geográfico), con el fin de
distinguir a unos de otros.

En el año 968, el obispo Liutprando de Cremona, en enfrentamiento con el emperador


bizantino Nicéforo II en pos del patrón Otón I, emperador del Sacro Imperio Romano,
declara en su crónica: «lo que dices que pertenece a tu Imperio, pertenece, como lo
demuestran la nacionalidad y el idioma de la gente, al Reino de Italia».41 ​

En las universidades medievales, cuya lengua académica era el latín, los estudiantes
(provenientes de toda Europa) solían agruparse en naciones, en función de su lengua
materna vernácula o su lugar de nacimiento. En 1383 y 1384, mientras estudiaba teología
en París, Jean Gerson fue elegido dos veces procurador de la nación francesa (esto es, de los
estudiantes francófonos de la Universidad). La división en París de estudiantes en naciones
fue adoptada por la Universidad de Praga, donde desde su apertura en 1349 el Studium
Generale se dividió entre bohemios, bávaros, sajones y en diversas «naciones».

Pero las agrupaciones de los alumnos se hacía siguiendo criterios nada taxativos y bastante
sui generis. Así por ejemplo la Universidad de Bolonia estaba integrada a mediados del siglo
XIII por las «naciones» francesa, picarda, poitevina, normanda, gascona, provenzal,
catalana, borgoñona, española, inglesa, germánica, polaca, húngara... En el siglo siguiente
la «nación» catalana de la Universidad de Montpellier incluía además de los estudiantes
procedentes del Principado de Cataluña, a los del Reino de Valencia y a los del Reino de
Mallorca.42 ​

En los grandes mercados de la Edad Media los comerciantes también se reunían en


naciones, pero al igual que en las universidades los criterios que servían para agruparlos
seguían siendo laxos y arbitrarios. En el Principado de Cataluña, por ejemplo, se
mencionaban «las naciones de Cataluña, de Valencia, de Mallorca y de Perpiñán»,
mezclándose, pues, reinos y principados con ciudades.43 ​

Una prueba de la polisemia del término «nación» en la época medieval sería que del papa
Benedicto XIII se decía que era «español de nación, del reino de Valencia», pero también se
decía que era «valenciano de nación».44 ​

El concepto de «nación» en los siglos XVI y XVII

Según Javier María Donézar, el término «nación» era empleado por los naturales de un
territorio que residían fuera del mismo, mientras que los habitantes del mismo «no solían
considerarse componentes de una nación». «No había conciencia de unidad nacional, y
menos de unidad política, tal como hoy la entendemos; todo quedaba vinculado a la “carta
de naturaleza”, del mismo modo que las relaciones entre los reyes y los súbditos seguían
siendo en todo punto personales».44 ​ Lo mismo afirma Xavier Torres: «nación, por aquel
entonces, apenas significaba algo más que un simple agregado de individuos de una misma
procedencia, radicación o área lingüística».42 ​ Por otro lado, el término nación era de uso
poco frecuente y solo de forma muy indirecta o subsidiariamente formaba parte del
vocabulario político del período.45 ​

El término «nación» hacía referencia, como el de patria, al lugar de nacimiento, pero tenía
un sentido más amplio que el de la localidad de nacimiento y se refería al «reyno o
provincia estendida» y así la define el Tesoro de la lengua castellana o española de
Sebastián de Covarrubias, publicado en 1611. Como elemento identificativo de la
pertenencia a una «nación» no solo se recurría al origen común de sus miembros, a los que
confería un sentido de pertenencia y familiaridad, sino que también se recurría a otros
rasgos culturales distintivos como la lengua o, por ejemplo, un determinado estilo de vestir.
Así, como ha destacado Xavier Gil Pujol, «los límites humanos y geográficos de una nación
no estaban bien definidos, de modo que el término se prestaba a una amplia variedad de
usos».46 ​ Lo mismo afirma Juan Francisco Fuentes cuando dice «que hasta el siglo XVIII el
concepto de nación tiene perfiles muy difusos».47 ​ La imprecisión del término nación se
puede comprobar, por ejemplo, en el caso del jurista de Perpiñán Andreu Bosch (1570-
1628) que cuando enumeraba las «nacions» que formaban «tota la nació espanyola»
mencionaba «les nacions de Castella, Toledo, Lleó, Astúries, Extremadura, Granada»
juntamente con catalanes y portugueses.48 ​ Asimismo la nación también podía abarcar el
conjunto de la Cristiandad. Así el fraile navarro Martín de Azpilicueta afirmaba que «sólo
hay dos naciones en el mundo cristiano: una que combate por Cristo, otra que defiende a
Satanás».49 ​

La imprecisión del término «nación» puede comprobarse en el siguiente texto de 1604 —


fecha en la que el reino de Portugal estaba integrado en la Monarquía Hispánica— del
clérigo y viajero francés Barthélemy Joly referido a «los españoles»:50 ​

Entre ellos los españoles se devoran, prefiriendo cada uno su provincia a la de su


compatriota y haciendo, por deseo extremado de singularidad, muchas más
diferencias de naciones que nosotros en Francia, picándose por ese asunto los
unos de los otros y reprochándose el aragonés, el valenciano, catalán, vizcaíno,
gallego, portugués, los vicios y desgracias de sus provincias, en su conversación
ordinaria. Y si aparece un castellano entre ellos, vedles ya de acuerdo para
lanzarse todos juntos sobre él, como dogos cuan ven al lobo.

Por otro lado, el lugar de nacimiento no era exclusivamente una expresión geográfica, una
mera realidad física, sino que en la sociedad corporativa del Antiguo Régimen comportaba
las leyes, costumbres y franquicias que lo regían. «Por lo tanto, ser barcelonés o castellano
significaba ser partícipe de una condición jurídica determinada (junto al estatus social o
estamental respectivo)», señala Xavier Gil Pujol.51 ​ Esa condición («naturalización») se
alcanzaba por el estatus legal del padre y, a veces, de la madre (ius sanguinis) o por el lugar
de nacimiento nacimiento (ius soli).52 ​ En la Monarquía Hispánica, como monarquía
compuesta que era, no existía una naturaleza española ni una única nación legal española,
sino que la naturaleza de cada súbdito del rey era la del reino al que pertenecía.52 ​«Un rey,
una fe y muchas naciones», así define Xavier Gil Pujol a la Monarquía española de los siglos
XVI y XVII. «Un mismo rey era el factor decisivo compartido por todos los súbditos en los
diferentes reinos y territorios que constituían la Monarquía, el que les relacionaba entre
ellos y el que hacía de ellos, según se solía decir, un “cuerpo místico”», añade Gil Pujol.53 ​Y
el rey tenía tantas naturalezas como reinos y territorios estaban bajo su autoridad, así que
era castellano para sus súbditos castellanos y aragonés para sus súbditos aragoneses.53 ​

Xavier Torres concluye que en la Europa de los siglos XVI y XVII existía, o estaba en ciernes,
un espacio intermedio entre las grandes aglomeraciones de pueblos y gentes y la localidad,
«lo que ocurre es que no se le designaba con el término nación, por lo menos
sistemáticamente o en todas partes. […] Por lo general, otros términos, tales como
provincia, tierra, patria, reino o, simplemente, el corónimo local correspondiente, podían
designar de manera mucho más precisa aquel espacio ["una colectividad a un tiempo
amplia, estable o históricamente sedimentada, y —más importante aún— vertebrada
políticamente"]».54 ​ Pero la identidad de ese «espacio intermedio», a diferencia de las
naciones contemporáneas, no se basaba en los elementos culturales comunes, como la
lengua, sino en los «privilegios» y en las «libertades» convertidas en sus verdaderas «señas
de identidad».55 ​

El nacimiento del concepto moderno de «nación» en el siglo XVIII

En el Diccionario de autoridades de 1726 aún se define la nación como «colección de


habitantes de alguna Provincia, País o Reino», y la voz patria como el «Lugar, ciudad o país
en que se ha nacido», con lo que patria remite a un lugar y nación al conjunto de los que lo
habitan. En ese mismo Diccionario de Autoridades la segunda acepción de la voz nación
recogía el sentido primigenio de la palabra: «Se usa frecuentemente para significar
cualquier extranjero».56 ​

La «nación política» de la Ilustración y de la Revolución Francesa

Sin embargo, a lo largo del siglo XVIII el concepto de «nación» —como el de patria—
experimentó «un definitivo cambio de escala y de contenido», como consecuencia
fundamentalmente de la difusión de los principios modernizadores de la Ilustración. Así se
va definiendo la «nación» y la «patria» de una forma racionalista y contractualista, aunque
sin que desaparezcan los significados anteriores.56 ​

El filósofo ilustrado que ejerció mayor influencia en esta materia fue Jean Jacques
Rousseau al desarrollar el concepto de soberanía nacional. Para Rousseau los ciudadanos
deben anteponer el bien común a sus intereses individuales naciendo así un contrato social
entre todos ellos, como depositarios de la soberanía, del que surgirá un Estado regido por la
voluntad general. Y un elemento clave para su desarrollo será el patriotismo que se deberá
potenciar desde la infancia mediante la educación. Así lo advierte Rouseau en sus
Consdieraciones sobre el Gobierno de Polonia: «Al despertar de la vida el niño debe ver la
patria, y hasta su muerte no debe ver otra. Todo verdadero republicano mama, con la leche
materna, el amor a su patria, es decir, a las leyes y a la libertad».57 ​Por su parte el ilustrado
español Pedro Rodríguez de Campomanes escribía en 1780: «La política considera al
hombre en calidad de ciudadano unido en sociedad con todos aquellos que componen el
propio estado, patria o nación». Y Juan Bautista Pablo Forner incidía aún más en el
significado político de «nación» cuando la definía como «una sociedad civil independiente
de imperio o dominación extranjera». Así la expresión «nación política», que empieza a
usarse a mediados de siglo, cobra un cierto sentido redundante. También empieza a
contraponerse entonces el derecho patrio o nacional al derecho romano o «extranjero».56 ​

Con la Revolución Francesa de 1789 el concepto de «nación» adquirió su pleno sentido


moderno al oponer la soberanía de los ciudadanos (de la «nación», de los franceses) al
poder absoluto del rey. Así la «nación» es definida como el conjunto de los antiguos
súbditos de un monarca absoluto al que han despojado de su poder —y que se han
convertido por ello en ciudadanos— que detenta la soberanía sobre un territorio y, por lo
tanto, es a ella a quien corresponde determinar las leyes que han de regir a los hombres
que lo habitan. Así lo establece el artículo 3º de la Declaración de Derechos del Hombre y
del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente: «El origen de toda
soberanía reside esencialmente en la nación. Ningún órgano ni ningún individuo pueden
ejercer autoridad que no emane expresamente de ella». El abate Sieyès en su opúsculo
¿Qué es el Tercer Estado?, publicado durante las elecciones de los Estados Generales de
1789, ya había definido la nación, a la que identificaba con el Tercer Estado negando su
pertenencia a la misma a los dos estamentos privilegiados (nobleza y clero), de la siguiente
forma: «¿Qué es una nación? Un cuerpo de asociados que viven bajo una ley común y están
representados por la misma legislatura».58 59​ ​Así pues, los revolucionarios franceses, como
ha destacado Pelai Pagès, consideraban «a la nación como el resultado de un contrato
voluntario y del libre consentimiento de los individuos».60 ​

Si antes el rey era el Estado, ahora lo es la «Nación». Surge así el Estado-nación que llaman
Francia, nación «política» que reúne a los ciudadanos de las «provincias» de la Monarquía
(sin distinciones entre ellos), y tras la caída de esta, de toda la República. Durante el
período de la Monarquía constitucional francesa regida por la Constitución francesa de
1791 el lema será «la nación, la ley, el rey» y todas las nuevas instituciones tendrán el
adjetivo de «nacional», empezando por la Asamblea Nacional Legislativa que representa a
la Nación.61 ​

La «nación orgánico-historicista» del idealismo alemán

En estos mismos años surgió en el ámbito germánico una concepción alternativa a la


«nación política» —o «cívica»—62 ​ de los filósofos ilustrados y de los revolucionarios
franceses. Fue formulada por primera vez por el filósofo prerromántico Johann Gottfried
Herder en su obra Ideas sobre la filosofía de la historia de la humanidad. Allí desarrolló un
concepto de nación entendida como una especie de organismo biológico desarrollado a lo
largo de la historia. Su fundamento sería el Volksgeist, espíritu del pueblo o «alma
colectiva» destinada a perpetuarse generación tras generación y que se manifestaría en la
lengua, en la cultura, en las artes, en las tradiciones, etc. De estos, el elemento más
importante en la conformación de la nación, según Herder, sería la lengua. Para Herder la
lengua era «un todo orgánico que vive, se desarrolla y muere como un ser vivo; la lengua
de un pueblo es, por decirlo así, el alma misma de este pueblo, convertida en visible y
tangible».63 ​

El también filósofo germánico Johann Gottlieb Fichte fue el que acabó de definir esta nueva
concepción de la nación que ha sido llamada «orgánico-historicista» o «esencialista».64 ​ En
sus Discursos a la nación alemana, escritos entre 1807 y 1808, y en los que hizo un
llamamiento a la nación alemana (al «pueblo», al Volk) para que se levantara contra las
tropas napoleónicas, Fichte, siguiendo a Herder, concibió la Nación no como el resultado de
la libre voluntad de ciudadanos que han despojado a su rey de la soberanía asumiéndola
ellos (es decir, no como una «comunidad política») sino como algo que está por encima de
ellos, algo que les viene dado, algo que se recibe de las generaciones anteriores y se
trasmite a las siguientes. Por ello la «Nación» viene definida por una lengua, unas raíces,
una historia, unas tradiciones, una cultura, una geografía, una «raza», un carácter, un
espíritu (Volksgeist),... específicos y diferenciados. Así pues, allí donde hubiera personas
que compartieran esos rasgos diferenciados habría nación. Esta idea de nación casaba muy
bien con la fragmentación política de Alemania, entonces dividida en multitud de Estados,
pues allí era imposible que cada príncipe por separado pudiera resistir el empuje
napoleónico. La lucha contra Napoleón debía fundamentarse en el hecho de que los
súbditos de los diferentes Estados alemanes compartían una misma lengua, una misma
cultura, un mismo espíritu... Es decir, formaban una única «nación».65 66​ ​

En cuanto al desarrollo histórico de estas ideas y su popularización, solo muy a finales del
siglo XIX emergieron ideas de naciones étnico-culturales como expresiones de sujetos
colectivos antiguos en búsqueda de su autorrealización en forma de un estado-nación. De
esta manera, antes de la I guerra mundial, solo unos veinte estados europeos tenían algo
parecido a una conciencia nacional, constituida esta por un imaginario colectivo
conformado por un sujeto imaginario que camina por la historia luchando por su
integridad como cuerpo nacional, la invención de una memoria colectiva, de tradiciones,
de héroes y de experiencias vividas, de derechos históricos y de tierras prometidas. No
obstante, desde una perspetiva de conocimiento actual, cualquier análisis histórico y
científico no solo revela estas naciones como construcciones y artefactos inventados, sino
que niega la posiblidad de coincidencia entre una nación étnica y culturalmente
homogénea y un territorio determinado. 67 ​

Nación política y nación cultural

Nación política

La nación política es el titular de la soberanía cuyo ejercicio afecta a la implantación de las


normas fundamentales que regirán el funcionamiento del Estado. Es decir, aquellas que
están en la cúspide del ordenamiento jurídico y de las cuales emanan todas las demás. Han
sido objeto de debate desde la Revolución francesa hasta nuestros días las diferencias y
semejanzas entre los conceptos de nación política y pueblo, y por consiguiente entre
soberanía nacional y soberanía popular. Las discusiones han girado, entre otras cosas, en
torno a la titularidad de la soberanía, a su ejercicio, y a los efectos resultantes de ellos.

Una distinción clásica, con respecto a la mencionada Revolución, ejemplifica en la


Constitución francesa de 1791 la soberanía nacional, ejercida por un parlamento elegido
por sufragio censitario (visión conservadora), y la soberanía popular en la Constitución de
1793, en la que el pueblo es entendido como conjunto de individuos, lo que conduciría a la
democracia directa o el sufragio universal (visión revolucionaria). Sin embargo, estos
significados ya se difuminaron en la misma época revolucionaria, en la que varios autores
emplearon los términos de otra forma. Según Guillaume Bacot68 ​ las diferencias fueron
prácticamente terminológicas y desde 1789 a 1794 hubo en el fondo un mismo concepto
revolucionario de soberanía.

En 1789 el abate Sieyès usó, con un fuerte carácter socioeconómico, nación y pueblo como
sinónimos. Pero poco después modificó su significado, estableciendo una diferencia
fundamental para su idea de la soberanía y del Estado constitucional. Concibió entonces la
nación como propia del Derecho natural, anterior al Estado (Derecho positivo), y al pueblo
como determinado a posteriori. En síntesis, para Sièyes la nación es titular de la soberanía,
esta se ejerce mediante el poder constituyente, y después, tras el "establecimiento público"
(Constitución), quedaría definido el pueblo como titular del poder constituido. Así pues, el
pueblo sería para el abate la nación jurídicamente organizada. Nicolas de Condorcet solo
emplea el término pueblo, pero coincide con Sièyes al hacer énfasis en la distinción entre
poder constituyente y poder constituido como base para el buen funcionamiento del Estado
liberal y democrático.

Para estos dos autores, el papel del titular de la soberanía (llámese nación o pueblo) se agota
tras el ejercicio del poder constituyente. Tan solo quedaría, en estado latente, como
"recordatorio" del fundamento del Estado, y podría manifestarse excepcionalmente para
rebelarse contra la opresión de una eventual tiranía. De los mencionados argumentos de
Sieyès y Condorcet se deriva una idea básica respecto al Estado constitucional, que perdura
hasta hoy, según la cual, como señalan, por ejemplo, Martin Kriele e Ignacio de Otto, en
dicho Estado no hay soberano. Esto se basa en que si consideramos la soberanía como
summa potestas o poder ilimitado (y por tanto con facultad para crear leyes sin ningún
freno a priori), ello es incompatible con la existencia de una norma fundamental que
establezca su supremacía. Otros autores69 ​ sostienen que el proclamar la soberanía
nacional tiene por objetivo propugnar o establecer una estructura constitucional propia del
Estado liberal de Derecho: al atribuir la titularidad (que no el ejercicio) de la soberanía a un
ente unitario y abstracto, se proclaman como no originarios los órganos estatales, evitando
que cualquiera de ellos reclame para sí poderes que considere anteriores a la Constitución,
lo que además favorece la articulación policéntrica de dichos órganos (pues ninguno
prevalecería sobre los demás).

Internacionalmente hablando, la nación no es sujeto de Derecho, característica que sí posee


el Estado.

Nación cultural

El concepto de nación cultural es uno de los que mayores problemas ha planteado y


plantea a las ciencias sociales, pues no hay unanimidad a la hora de definirlo. Un punto
básico de acuerdo sería que los miembros de la nación cultural tienen conciencia de
constituir un cuerpo ético-político diferenciado debido a que comparten unas
determinadas características culturales. Estas pueden ser la lengua, religión, tradición o
historia común, todo lo cual puede estar asumido como una cultura distintiva, formada
históricamente. Algunos teóricos[cita  requerida] añaden también el requisito del
asentamiento en un territorio determinado.

El concepto de nación cultural suele estar acoplado a una doctrina histórica que parte de
que todos los humanos se dividen en grupos llamados naciones. En este sentido, se trata de
una doctrina ética y filosófica que sirve como punto de partida para la ideología del
nacionalismo. Los (co)nacionales(n1) (miembros de la nación) se distinguen por una
identidad común y generalmente por un mismo origen en el sentido de ancestros comunes
y parentesco.
La identidad nacional se refiere especialmente a la distinción de características específicas
de un grupo. Para esto, muy diferentes criterios se utilizan, con muy diferentes
aplicaciones. De esta manera, pequeñas diferencias en la pronunciación o diferentes
dialectos pueden ser suficientes para categorizar a alguien como miembro de una nación
diferente a la propia. Asimismo, diferentes personas pueden contar con personalidades y
creencia distintas o también vivir en lugares geográficamente diferentes y hablar idiomas
distintos y aun así verse como miembros de una misma nación. También se encuentran
casos en los que un grupo de personas se define como una nación más que por las
características que comparten por aquellas de las que carecen o que conjuntamente no
desean, convirtiéndose el sentido de nación en una defensa en contra de grupos externos,
aunque estos pudieran parecer más cercanos ideológica y étnicamente, así como en
cuestiones de origen (un ejemplo en esta dirección sería el de "nación por voluntad"
(Willensnation), que se encuentra en Suiza y que parte de sentimientos de identidad y una
historia común).

Básicamente existen dos tipos de nacionalismos:

- El nacionalismo liberal o "voluntarista" tuvo como máximo de defensor al filósofo y


revolucionario italiano Giuseppe Mazzini (1805-1872), se desarrolló en Italia y Francia,
muy influido por las ideas de la Ilustración. Mazzini consideraba que una nación surge de
la voluntad de los individuos que la componen y el compromiso que estos adquieren de
convivir y ser regidos por unas instituciones comunes. Es pues, la persona quien de forma
subjetiva e individual decide formar parte de una determinada unidad política a través de
un compromiso o pacto. Según este tipo de nacionalismo, cualquier colectividad humana es
susceptible de convertirse en nación por deseo propio, bien separándose de un estado ya
existente, bien constituyendo una nueva realidad mediante la libre elección. La
nacionalidad de un individuo estaría por lo tanto sujeta a su exclusivo deseo.

- El nacionalismo conservador u "orgánico" tuvo como máximos defensores a Herder y


Fichte ("Discursos a la nación alemana", 1808), y fue defendido por la mayoría de los
protagonistas de la unificación alemana. Según este punto de vista, la nación es un órgano
vivo que presenta unos rasgos externos hereditarios, expresados en una lengua, una
cultura, un territorio y unas tradiciones comunes, madurados a lo largo de un largo
proceso histórico. La nación poseería entonces una existencia objetiva que estaría por
encima del deseo particular de los individuos que la forman, es decir, quien pertenece a
ella lo hace de por vida, independentemente del lugar donde se encuentre. Por lo tanto,
esta visión de nacionalismo sería como una especie de "carga genética" a la que no es
posible sustraerse mediante la voluntad.

La nación cultural y el Estado

Un Estado que se identifica explícitamente como hogar de una nación cultural específica es
un Estado-nación. Muchos de los Estados modernos están en esta categoría o intentan
legitimarse de esta forma, aunque haya disputas o contradicciones en esto. Por ello es que
en el uso común los términos de nación, país, tierra y Estado se suelan usar casi como
sinónimos.

Interpretaciones del concepto de nación cultural únicamente por razón de etnia o "raza"
llevan también a diversas naciones sin territorio como la nación gitana o la nación negra en
los EE.  UU. (pese a que los últimos, de origen, pertenecerían a diferentes naciones
africanas, así como existen diferentes "naciones blancas"). Según este punto de vista, sin
embargo, queda claro que una nación cultural no necesita ser explícitamente un Estado
independiente y que no todos los Estados independientes son naciones culturales, sino que
muchos simplemente son uniones administrativas de diferentes naciones culturales o
pueblos, en ocasiones parte de naciones geográficamente más grandes. Algunas de estas
uniones se ven, a sí mismas como naciones culturales, o intentan crear un sentimiento o
historia nacional de legitimación.

Otro ejemplo de nación cultural sin Estado propio es el del pueblo judío antes de la
aparición del Estado de Israel o el del pueblo palestino, cuyos miembros se encuentran en
diferentes países, pero con un origen común, según el sentido de la diáspora. También se
encuentran pueblos como los kurdos o los asirios, que se describen como naciones
culturales sin Estado. Igualmente se puede ver a Estados como Bélgica (valones y
flamencos), Canadá (la provincia francófona de Quebec, ante la mayoría anglófona del
resto de las provincias) o Nueva Zelanda (los maorí) como compuestos por varias naciones
culturales. En España se encuentra esto también, partiendo especialmente de
diversificaciones lingüísticas. No obstante, hay que tener en cuenta que, aunque común, es
erróneo identificar por principio comunidad lingüística con nación cultural, por lo que las
naciones culturales en España, como la vasca, gallega o la catalana, no solo parten de su
diferenciación lingüística, sino también de otros aspectos culturales comunes en tales
naciones como sus tradiciones y su historia, motivo por el cual fueron acuñadas como
"nacionalidades históricas de España" en la Constitución Española de 1978 (para identificar
una realidad nacional propia y diferenciada del resto del Estado o Nación-Estado). El hecho
de que ciertas corrientes políticas identifiquen una comunidad lingüística como nación, así
como que otras corrientes políticas no identifiquen una nacionalidad histórica como
nación, es objeto de estudio como fenómeno político–ideológico, pero no necesariamente
sociológico.

La nación cultural y la religión

El concepto de nación cultural cambia, si para definir a la nación se da mayor relevancia a


la religión. El Estado alemán, en este sentido, tradicionalmente se divide en católicos y
luteranos (religión dada originalmente, de acuerdo a la religión del señor feudal: cuius
regio, eius religio), de facto en más. El Estado español, así como el Italiano, por ejemplo,
tradicionalmente no se subdivide entonces. La interpretación de nación cultural por base
religiosa tuvo una mínima importancia en la formación de los Estados europeos (por
formarse las bases de los Estados antes de la aparición del concepto de nación); estos ven
muchas veces su origen especialmente en las divisiones dadas tras Carlomagno y en las
divisiones romanas clásicas, cuando la religión no tomaba un papel para ello (la
cristianización de la Germania y Alemania no era total en esas fechas e incluso Carlomagno
se dejó bautizar muy tarde) o era clara (en el Imperio Romano tardío, la religión oficial era
la católica). El caso de España, por ejemplo, es más complejo, pues apareció básicamente en
lo que era la Hispania romana, pero tomando la religión un carácter especial, que se
encuentra en el concepto de la Reconquista del Emirato de Córdoba. A diferencia de en
Europa Central, donde apareció tras la caída del Imperio romano un Estado supranacional
(el Imperio Franco) que se dividió a grandes rasgos de manera tal que aparecieran las
futuras naciones, en España aparecieron señoríos y reinos diferentes que más adelante se
unificaron bajo el concepto del Reino de España y del Rey español).
Sin embargo, la religión
toma un papel muy diferente en la aparición de los Estados-Nación de África del Norte y
del concepto de nación de Medio Oriente y del Islam. En estos países, el Estado suele estar
íntimamente relacionado con la religión y los miembros de estos países suelen verse como
parte de una nación islámica, en muchas ocasiones, por sobre diferencias étnicas o
lingüísticas, también de origen histórico de grupos especiales (excepción suele ser hasta
cierto grado Irán, que suele basar su sentido nacional en el origen persa, así como se suele
excluir a Turquía por su origen otomano, cuyo imperio dominó el Medio Oriente y al cual
se suele ver como una razón de inestabilidad actual).
Igualmente se puede encontrar el pueblo judío, que se ve como nación especialmente con
base en la religión común, con o sin la existencia de un Estado propio (que actualmente es
Israel).

Otros usos
Además de los dos usos rigurosos de nación antes expuestos, existen otros latos, y algunos
de ellos son muy frecuentes en el lenguaje coloquial y en el periodístico.

En ocasiones el término nación (política) se equipara, por extensión, a Estado, incluso


cuando este no es democrático. Así, por ejemplo, la llamada Organización de las Naciones
Unidas en puridad hace referencia a Estados. También se emplea como territorio, país, o
«conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno».70 ​

El vocablo nación se encuentra también como sinónimo de grupo étnico, cultural o


lingüístico, pero desprovisto del sentido ético-político que caracteriza a la definición
estricta de nación cultural. En este sentido puede coincidir con alguno de los usos de la
palabra que se daban antes del surgimiento del concepto de nación cultural a principios del
siglo XIX. En tal caso, su aplicación como concepto histórico a dichos grupos anteriores a
las mencionadas fechas sí sería ajustado.

Historia
El concepto de nación (tanto política como cultural) tal como lo entendemos hoy, es decir,
con su intrínseco componente político, no surge hasta fines del siglo XVIII, coincidiendo
con el fin del Antiguo Régimen y el inicio de la Edad Contemporánea. Es entonces cuando
se elaboran las primeras formulaciones teóricas sólidas de la nación y su plasmación en
movimientos políticos concretos. Es decir, las obras de los ilustrados de fines del s. XVIII y
las Revoluciones Americana y Francesa. Desde entonces los dos tipos de nación han ido
evolucionado entrelazadamente hasta hoy.

Antecedentes

Existen antecedentes de la nación a los que se ha otorgado diversa importancia en función


del punto de vista del investigador.

Algunos autores han tratado de buscar unos fundamentos antropológicos primigenios de la


nación cultural, que son inciertos, y las disputas en cuanto a ellos conforman un capítulo
importante de la teoría del nacionalismo. Existen teorías biológicas de sus orígenes que ven
al humano como animal territorial y a la nación como a un territorio en este sentido. Sin
embargo, la mayoría de los teóricos rechazan esta teoría por simplista y tratan a las
naciones como a una agrupación social humana relativamente nueva. El filósofo Avishai
Margalit en La Ética de la Memoria (2002) discute el papel principal de la memoria en
formar naciones: "Una nación", dice acérbicamente, "se ha definido como una sociedad que
alimenta un embuste sobre los ancestros y comparte un odio común por los vecinos. Por lo
tanto, la necesidad de mantener una nación se basa en memorias falsas y el odio a todo aquél
que no lo comparte."

Históricamente hablando, la tardía aparición de la nación se explica por la existencia de


elementos de cohesión infra-estatales y supra-estatales entre las gentes. De los primeros,
por ejemplo, la ciudad-estado, el feudo o la secta. Entre los segundos, la persecución de un
ideal común por encima de entidades políticas separadas. Hasta el siglo XV este ideal fue el
Estado universal y su más importante materialización el Imperio romano, cuyo influjo se
mostró en la Edad Media en los conceptos de Sacro Imperio Romano (Carolingio y
Germánico) y de Res publica christiana ("república" o "comunidad cristiana").

Un síntoma de formación entre ciertas élites culturales del concepto de nación es la


evolución en ellas de la idea de civilización, que pasará progresivamente de tener carácter
de norma cultural universal a vincularse fuertemente a un Estado determinado. En la Edad
Media se consideraba que existía una sola civilización unida básicamente por una religión
y una lengua culta común (p.ej. Cristianismo y latín, Islam y árabe, etc.). Lo mismo ocurría
en el Renacimiento respecto al saber clásico greco-romano. Poco después se tomaba a
Francia como modelo cultural válido para toda Europa. Pero todo esto empezará a cambiar
a partir de finales del siglo XVIII, cuando de la mano de intelectuales y literatos surge un
concepto de civilización ligado a las características culturales preponderantes de un Estado
en particular. Así, por ejemplo, se hace hincapié en el conocimiento y desarrollo de la
lengua madre vernácula como aquella en la que todo individuo debería ser instruido para
alcanzar una formación plena.

Además de estos cambios en el campo de las ideas, e interrelacionados con ellos, se dan los
políticos, económicos y sociales, y todos confluyen en un mismo sentido unificador: El
Estado absolutista, centralizador, sustituye a los regímenes feudales disgregadores; la
secularización de la vida cotidiana y la educación reduce la importancia de los vínculos
religiosos y a la vez fortalece las lenguas vernáculas; el aumento del comercio y la
aparición de la burguesía reclaman una mayor unidad de mercado; etc. El nuevo Estado y
la nueva sociedad serán el germen de una posterior gran transformación política a fines
del XVIII, pues en la cada vez más poderosa alta burguesía calarán nuevas teorías que
reivindican el poder para los gobernados. Así surgirá la nación.

En una vertiente más puramente política, dado su carácter antiautocrático, algunos


estudiosos ven también precedentes en algunos levantamientos populares de la Edad
Moderna guiados a su juicio por principios de equidad, parlamentarismo y rechazo a
residuos discriminadores del feudalismo. Por ejemplo, la guerra de las Comunidades en
Castilla (1520-1521) y la Reforma Protestante en Europa Central, ambas contra el
emperador Carlos V. Sin embargo estos movimientos no lograron crear la fuerza y unión
suficiente ni consolidar una teoría filosófico-política homogénea en este aspecto.

La nación liberal

El Liberalismo, que hunde sus raíces en el siglo XVII con autores como John Locke, será la
amplia corriente filosófica y política de la que se nutrirán las primeras teorías sistemáticas
de la nación y sus realizaciones políticas. Como una oposición a los principios teóricos del
Antiguo Régimen, los liberales del XVIII cuestionaron los fundamentos de las monarquías
absolutas, y esto afectaba especialmente a la soberanía. Frente al concepto de súbdito
introdujeron el de ciudadano, y el sujeto de soberanía dejaba de ser el rey para ser la
nación. Sus criterios estaban basados en el racionalismo, la libertad individual y la
igualdad ante la ley, al margen de consideraciones étnicas o culturales. Se trataba, por
tanto, de nación política.

La Revolución Americana marca un hito en este sentido e influirá notablemente en la


Francesa. La Declaración de Independencia de los Estados Unidos en el primer caso y la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en el segundo, son textos muy
representativos del espíritu que animaba la nueva mentalidad. Como muestra
explícitamente la segunda declaración citada, existía en el ambiente intelectual de la época
una concepción universalista de los nuevos valores liberales y democráticos. Y esto se
traducía en que los requisitos considerados para la formación de naciones eran iguales
para todo el mundo. Bastaba la voluntad de los individuos de constituirse en comunidad
política. La autodeterminación se entendía entonces como el paso de la condición de
súbditos (siervos de un rey) a la de ciudadanos (hombres libres e iguales ante la ley), o
dicho de otro modo, como la instauración de la democracia.

La nación romántica

La expansión militar napoleónica por Europa, que en teoría pretendía extender los valores
heredados de la Revolución Francesa, propició el surgimiento de reacciones nacionalistas
contra el invasor. Resalta el nacionalismo germánico, pues sus características son
justamente las opuestas al liberal estadounidense y francés, configurando así un concepto
distinto de nación: la nación cultural en sentido contemporáneo, es decir, con un
componente ético-político.

Los principales inspiradores del nacionalismo germánico fueron intelectuales y literatos


adscritos a las corrientes idealistas y románticas como Herder o Fichte. Este movimiento se
puede definir en esencia por su contraposición a los valores del anterior: Frente al cambio
racional hacia el progreso y la justicia, el peso de la historia y las tradiciones; frente al
cosmopolitismo, las particularidades de los pueblos; frente a la razón, el instinto.

Para los mencionados teóricos, la nación definida por ellos tiene un derecho inalienable a
dotarse de una organización política propia. Es decir, a constituirse en Estado. Pero a
diferencia del modelo liberal franco-estadounidense, esta nación, en tanto que sujeto
político, no se entiende simplemente como una suma de individuos que ejercen su
voluntad, sino como algo superior. Todo pueblo, según ellos, tiene unos rasgos propios que
le definen, distinguiéndole así de todos los demás. Es esta personalidad cultural
diferenciada, o esencia propia (Volksgeist, "espíritu del pueblo", escribía Herder), la que
permite singularizar al pueblo con vistas a determinar quién es el sujeto político (es decir,
la nación tal como la entendían ellos) con auténtica legitimidad para constituirse en Estado.
Pero dicha identidad no se hace visible por la mera expresión de la voluntad de un
conjunto de individuos en un momento dado. Es algo más trascendente, pues el pueblo que
es base de la nación romántica sería como un organismo vivo y perdurable, y una entidad
moral de orden superior a la simple suma de sus partes. Para los nacionalistas románticos
germanos el Volksgeist, permanente y supraindividual, es objetivo, mientras que el sufragio
es subjetivo. Es decir, inviertien las categorías de los liberales.

El Estado-nación

La identificación fue acelerada por el nacionalismo romántico temprano de esa época,


generalmente en oposición a los imperios multiétnicos (y autocráticos) (un ejemplo es el
nacionalismo que llevó a la disolución del Imperio austrohúngaro). Asimismo, el mismo
movimiento alimentó la idea de Imperio en la población de los Estados alemanes,
esparcidos y parcialmente en guerra hasta mediados del siglo XIX (ver Sacro Imperio
Romano, Federación Alemana) y al renacimiento de la idea de Grossdeutschland (Gran
Alemania), a la cual, por razones principalmente de idioma, pertenecerían Austria más solo
parte de Prusia en el caso ideal (pues Prusia representaba un Estado plurinacional, según
la ideología en cuestión). También parte de Suiza pertenecería a este Estado, debido a los
dialectos alemanes hablados en una zona (y a la mayoría de habla alemana en Suiza).

Asimismo, mientras el concepto de Nación se promulgó primero especialmente en el


sentido de mantener una lengua estandarizada y parte de sus dialectos o lenguas hermanas
como base de la nacionalidad y a poner en especial evidencia las diferencias raciales (en
Europa Central, las cuestiones religiosas tomaron poca importancia en la concepción de la
nación, tras haberse impuesto la religión católica. Sin embargo, la división religiosa seguida
de la Reforma ciertamente llevó a una división de diversos Estados, la cual, empero, no
siguió una concepción meramente nacionalista) y de idioma, se dieron también casos
contrarios, como es el caso de la Confoederatio Helvética o Suiza, que se independizó del
Imperio alemán oficialmente en 1648 (de facto en 1499). La Confederación, formada antes
del advenimiento de los movimientos nacionales, vio como base mantener ciertos
privilegios de las ciudades y regiones confederadas, así como, con el tiempo, promover la
neutralidad como defensa contra los Imperios que la rodeaban y para mantener y
promover una estabilidad interna en relación con los países vecinos. Asimismo, la
Confederación se caracterizó desde un principio por una ideología común de tipo
parlamentaria, federativa y democrática que ya para principios del siglo XIV la
comenzaban a caracterizar y que en los Estados vecinos no dio frutos de manera análoga
hasta tiempo después. El concepto de nación que se creó aquí (con un tipo de nación
conocida como Willensnation -nación por deseo-) se basa en un sentimiento de fuerza en la
unión para mantener las tradiciones e ideas comunes y al no querer pertenecer a los demás
Estados y naciones, pese a que en cuestión de idioma, Suiza puede dividirse por lo menos
en cuatro naciones (los idiomas oficiales en Suiza son el alemán, el francés, el italiano y el
retorromano), tres de ellos en Estados-Nación establecidos (Francia, Italia,
Alemania/Austria, aunque en estos, la diversificación dialectal puede llegar a ser tan
grande que sin ayuda de la lengua estandarizada, de origen cuasi artificial en el caso de
Alemania, con dialectos en ocasiones tan ininteligibles entre sí, los hablantes tendrían
problemas de comunicación).

Un caso parecido en principio es el concepto de nación que puede verse en los Estados
Unidos y que se denota en el lema E Pluribus Unum (1776) y en el concepto de melting pot.
También (aunque menos) en el concepto promulgado por la Unión Europea, con el lema in
unitate concordia.

La nación socialista

Marx y Engels consideraban los Estados-Nación (que llamaban "naciones con historia") un
producto de lo que ellos denominaban revoluciones burguesas, y por tanto un paso
adelante dentro de la lógica de su teoría del materialismo dialéctico. Y para la posterior y
gradual evolución hacia el socialismo que ellos pronosticaban, por su tamaño y desarrollo
las consideraban un punto de partida preferible a las "naciones sin historia", ya que
contarían con una mayor masa proletaria.

En 1917, tras la Revolución rusa, los bolcheviques, con Lenin al frente, tomaron el poder y
frenaron el anterior nacionalismo ruso, en consonancia con su ideología internacionalista.
Lenin abogó por el internacionalismo proletario esperando el apoyo a la Revolución Rusa
por parte de los proletarios de otros países, especialmente de Alemania, que representaba
una potencia económica importante.

Además, Lenin apoyó lo que más tarde se llamaría derecho de autodeterminación de los
pueblos. No con un sentido puramente separatista, sino como una forma de colaboración
entre trabajadores. Por ejemplo, vinculando ideológicamente levantamientos nacionalistas
como los de Polonia con la causa de los trabajadores rusos que vivían las duras condiciones
que el zarismo imponía. Siempre mantuvo una línea de clase al respecto: la única forma de
liberarse del "yugo nacional" es a través de la revolución. La idea leninista sobre la
autodeterminación estuvo basada en aquella que tuvo James Connolly sobre la
independencia de Irlanda: solo el socialismo y la acción internacionalista salvaría a
Irlanda. No obstante, cuando acabó la guerra de independencia los representantes del
nuevo país juraron lealtad a la reina y el capitalismo de origen británico siguió vigente en
Irlanda.
Más tarde, en 1913 Stalin concretó y desarrolló los escritos de Lenin en su obra El
marxismo y la cuestión nacional en los cuales define a la nación como " Una comunidad
humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad de
idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada ésta en la comunidad
de cultura."

En esta obra se aprecian las bases analíticas sobre las revoluciones nacionales que Stalin
utilizaría posteriormente para construir lo que sería denominado "Socialismo en un solo
país" frente a la "revolución permanente" expuesta por León Trotski. Esta propuesta no
consistía en negar la revolución socialista mundial, como apela el Trotskismo sino que
entendía la imposibilidad de exportar la revolución de manera directa, pues solo supondría
un rechazo absoluto del socialismo por la gran parte del proletariado nacional,
intensificando las posturas reaccionarias en su seno. Abogaba pues por la financiación y
ayuda a los partidos revolucionarios de las distintas naciones para acelerar sus propias
revoluciones socialistas.

La nación fascista y nacional-socialista

Tras la Primera Guerra Mundial, y en especial en Italia y Alemania, surgieron ciertos


movimientos políticos que radicalizaron en extremo la ideología nacionalista. Se crearon
estereotipos, especialmente étnicos, para establecer las naciones. La idea de estados
nacionales "étnicamente homogéneos", aun siendo previa, llegó así a su clímax en el siglo
XX con el arribo de la llamada eugenesia y las consecuentes "limpiezas étnicas", dentro de
las cuales el Holocausto de la Alemania Nazi es el ejemplo más conocido.

Los dos políticos más representativos de las ideologías fascista y nacional-socialista son
Benito Mussolini (Italia) y Adolf Hitler (Alemania), respectivamente. Mediante las férreas
dictaduras que establecieron en sus respectivos países, vincularon su idea de nación, y el
camino que según ellos debía seguir, a su voluntad personal. Así pues, para ellos la nación
se encarnaba en su persona.

La nación poscolonial africana y asiática


Véase también: Descolonización

El nacionalismo apareció en África y Asia tras la Primera Guerra Mundial de la mano de


líderes como Mustafa Kemal Atatürk. Pero fue después de la Segunda cuando se constató
realmente su influencia en procesos políticos, especialmente en la formación de Estados
como resultado de la descolonización.

En 1945, año de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas, ocho de sus


miembros eran Estados asiáticos y cuatro africanos. Cuarenta años después, se habían
incorporado a la organización más de cien nuevos países, casi todos ellos de Asia y África.

En cierto sentido, la creación de Estados democráticos africanos y asiáticos es una vuelta al


concepto franco-estadounidense de nación política de fines del XVIII. Esto se debe a que la
mayoría de ellos tienen su origen en antiguas demarcaciones territoriales trazadas en su
momento por las potencias coloniales europeas con criterios geoestratégicos,
independientemente de las diferencias étnicas de la población que habitaba dentro de
ellas. Dada esta heterogeneidad étnica, los nuevos Estados debieron fundamentar la
cohesión política básica de todos sus habitantes prescindiendo de consideraciones raciales,
culturales, religiosas, etc.
Nación en España
La evolución social y política de Europa hacia finales del siglo XIX hace eclosionar en
España multitud de movimientos nacionalistas, la mayoría de ellos basados en razones
históricas, culturales y lingüísticas (por ejemplo, en contraposición con Suiza). Tal es el caso
especialmente del País Vasco y Navarra, Cataluña, Galicia y en buena medida, la
Comunidad Valenciana (denominado País Valenciano por los nacionalistas valencianos) las
islas Baleares y Andalucía, cuyos movimientos nacionalistas surgieron a fines del siglo XIX
y se acrecentaron especialmente tras la dictadura de Francisco Franco con el surgimiento
de la democracia (ver Nacionalismos de España).

Constitución de 1978

Esta Constitución se fundamenta, y así se refleja en su artículo 2, en la indisoluble unidad


de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y del mismo
modo «reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones
que la integran y la solidaridad entre todas ellas», como se amplía a continuación:

El País Vasco, especialmente con base en el euskera, la lengua histórica de la región


(aglutinante y ergativa), más antigua que las lenguas indoeuropeas e incluso aislada,
describe en su estatuto de autonomía en vigor (aprobado en 1979) al País Vasco como a una
nacionalidad en el Estado español:

«El Pueblo Vasco o Euskal Herria, como expresión de su nacionalidad, y para acceder a su
autogobierno, se constituye en Comunidad Autónoma dentro del Estado español bajo la
denominación de Euskadi o País Vasco[…]", (con la lengua vasca y el castellano como
lenguas oficiales)».

Cataluña, por ejemplo, se define análogamente en su estatuto de autonomía del mismo año,
bajo el cual

"«Cataluña, como nacionalidad y para acceder a su autogobierno, se constituye en


Comunidad Autónoma[…]».

Galicia se define también de esta manera en su estatuto de 1981:

«Galicia, nacionalidad histórica, se constituye en Comunidad Autónoma para acceder a su


autogobierno,[…]».

Las Islas Canarias, por su parte, fueron reconocidas como nacionalidad a través de la
reforma de su Estatuto de 1996.

La Comunidad Valenciana se reconoce asimismo como nacionalidad en su estatuto de


autonomía:

«1. El pueblo valenciano […] como expresión de su identidad diferenciada como


nacionalidad histórica y en el ejercicio del derecho de autogobierno que la Constitución
Española reconoce a toda nacionalidad, con la denominación de Comunitat Valenciana».

Con el euskera (lengua prerromana), el catalán, y el gallego (lenguas romances) como


lenguas propias oficiales, respectivamente, junto con el castellano, oficial en todo el Estado
español, como aparece en la Constitución española de 1978, que reconoce en el Artículo 2
del Título Preliminar la existencia de diversas nacionalidades españolas, parte de una
«Nación española indisoluble»:
«La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria
común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la
autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas
ellas».

El concepto de "nación" y "nacionalidad", sin embargo, no se definen (y desde un principio


se utilizan en contraposición con el significado dado en otros países, en los cuales tanto
pertenencia a una nación como nacionalidad se utilizan como equivalentes), aunque se
plantea la Nación española como nación, integrada por diversas nacionalidades y regiones
(en este sentido, Nación también como perteneciente a un territorio). El concepto de
nacionalidad se encuentra de manera general en los estatutos, por ejemplo, de Aragón
(1982) o Andalucía (1981):

"Aragón, en expresión de su unidad e identidad históricas como nacionalidad, en el


ejercicio del derecho a la autonomía[…]."

"Andalucía, como expresión de su identidad histórica y en el ejercicio del derecho al


autogobierno que la Constitución reconoce a toda nacionalidad, se constituye en
Comunidad Autónoma […]"

El significado de nacionalidad se encuentra especialmente entrelazado con la división


política histórica del Reino de España (con excepción especialmente del País Vasco) y el de
nación con el de la raíz latina (sin Portugal), más enclaves fuera de la península ibérica. El
concepto nacionalista se basa o bien en este y a la posible existencia de una única nación
española (con matices), en la existencia de una nación española que se integra por diversas
naciones hasta llegar a la interpretación de la existencia posible de solo un estado español,
plurinacional (afirmando la posible existencia de una nación española de conjunto o
negándola por completo), dependiendo de la postura ideológica y política de los diversos
partidarios y a dónde pongan énfasis en las características definitorias del concepto de
nación.[cita requerida]

En términos jurídicos, en la Constitución de 1978, la Nación española (como nación


política, en la que residen, con carácter exclusivo y excluyente, la soberanía y el poder
constituyente) es el sujeto político que se constituye en Estado social y democrático de
Derecho, y la Nacionalidad (equivalente a nación cultural) el sujeto político que se
constituye en Comunidad Autónoma.[cita requerida]

Nación en América
El concepto de nación en América tampoco es claro. Mientras a nivel oficial se suele utilizar
el concepto como equivalente a Estado territorial, los ideólogos y filósofos promulgan el
sentido de nación americana, así como se encuentra también el de nación iberoamericana
o a mayores generalizaciones, partiendo especialmente de la lengua no española, sino
americana y viendo los países romances como aquellos Estados pertenecientes a una
nación común. En estos se encuentra Perú, Colombia, Venezuela, Panamá, Ecuador, México,
Chile, entre otros.

El concepto de nación promulgado por filósofos americanos suele ser el de ver a las
regiones hispanas en América como parte de una nación, la cual no va seguida por un
Estado. Este concepto se basa en un mismo origen colonial, la lengua y paralelos históricos.
Para diferenciarse de Europa, se promulgó paralelamente con el movimiento nacionalista
étnico en Europa el concepto de la nación iberoamericana como unidad étnica, basada en
el mestizaje (Vasconcelos71 ​) y se intentó demostrar por qué esta debería ser superior a
otras, mientras que en Europa se intentaba demostrar por qué la mezcla de antiguas etnias
sería mala.

Véase también
Estado, Estado nación, País, Estado nacional
Etnia
Patria
Micronación
Nacionalidad
Nacionalidades históricas
Nacionalismo
Benedict Anderson

Notas
1. Benedict Anderson en su libro Comunidades Imaginadas expone que las naciones no son entes
objetivos ni naturales, sino comunidades imaginadas solo existentes en la mente de los que
creen en ellas. Eric Howsbawn llegó a las mismas conclusiones tras analizar todos los
componentes en los que dice sustentarse una nación, como la cultura, la historia o la lengua.
También señaló que no es posible circunscribir nitidamente los límites culturales en
compartimentos bien definidos, ya que en realidad existe una red cultural humana mezclada y
que nunca ha habido una coincidencia entre un grupo culturalmente homogéneo y un territorio
determinado. Álvarez Junco por su parte, tras analízar la literatura científica actual de la
cuestión, señala que las naciones no son entes objetivos y por tanto no son analizables desde
un punto de vista empírico, sino comunidades humanas conformadas por personas con la
creencia subjetiva de poseer unos rasgos comunes y estar establecidos en un territorio sobre
el que creen poseer derechos, sin importar si se trata de una realidad científica o no.

Referencias
problema». Dioses útiles, naciones y
1. Núñez Seixas, 2018, pp. 9-13. nacionalismos. Galaxia Gutemberg.
2. Torres, 2008, p.  38.  "Lo habitual... es ISBN 9788416495443.
contraponer la noción 'francesa', fundada en 6. «nación» (https://dle.rae.es/naci%C3%B3n).
el carácter voluntario o político de la Diccionario de la lengua española.
vinculación nacional, frente a una Consultado el 4 de abril de 2020.
concepción 'germánica', de índole cultural o
7. Álvarez Junco, José (2016). «Introducción».
étnica..."
Dioses útiles, naciones y nacionalismos.
3. Álvarez Junco, José (2016). «1.La revolución Galaxia Gutemberg. ISBN 9788416495443.
científica sobre los nacionalismos. Sobre el
8. Álvarez Junco, José (2016). «Capítulo I. La
uso de los términos». Dioses útiles, naciones
revolución científica sobre los
y nacionalismos. GALAXIA GUTENBERG.
nacionalismos. Fin de la etapa, que creemos
ISBN 9788416495443.
saber hoy sobre naciones y nacionalismos».
4. Augusto, Roberto (2012). «1 ¿Qué es una Dioses útiles, naciones y nacionalismos.
nación?». El nacionalismo ¡Vaya timo! (en Galaxia Gutemberg. ISBN 9788416495443.
españa). Laetoli. p. 19. ISBN 978-84-92422-36-4.
9. Hobsbawm, Eric (2012). La invención de la
5. Álvarez Junco, José (2016). «Capitulo I. La tradición (https://mercaba.org/SANLUIS/His
revolución científica de los nacionalismos. toria/Universal/1%20-%20%C3%89pocas%20
Como cambia la manera de explicar un y%20temas/Europa%20moderna%20y%20co
ntempor%C3%A1nea/La%20invenci%C3%B3 24. Smith, 2000, pp. 37-38.
n%20de%20la%20tradici%C3%B3n.pdf). 25. Smith, 2000, pp. 61-62.
Crítica. ISBN 9788498923735.
26. Smith, 2000, p.  389.  "El etno-simbolismo
10. Barth, Frederik (1978). Los grupos étnicos y pretende descubrir el legado simbólico de
sus fronteras. Mexico D.F. Fondo de cultura las identidades étnicas de naciones
económica. p. 15. concretas y mostrar cómo las naciones
11. Álvarez Junco, José (2016). «Capítulo I. La modernas redescubren y reinterpretan los
revolución científica sobre los símbolos, mitos, recuerdos, valores y
nacionalismos. Consecuencias para el tradiciones de su etno-historia cuando se
historiador». Dioses útiles, naciones y enfrentan al problema de la modernidad"
nacionalismos. Galaxia Gutemberg. 27. SMITH, Anthony D., Nacionalismo, Alianza,
ISBN 9788416495443.
Madrid, 2004, p. 28.
12. Augusto, Roberto (2012). «La 28. ANDERSON, Benedict, Comunidades
sustancialización de la nación». El imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la
nacionalismo !Vaya timo¡. Laetoli. ISBN 978-84- difusión del nacionalismo, Fondo de Cultura
92422-36-4.
Económica, México, 1993, p. 23.
13. Anderson, Benedict (2006). Comunidades 29. Smith, 2008, p. 40.
imaginadas. S.L. FONDO DE CULTURA
30. Gellner, 2001, pp. 18-20; 80.
ECONOMICA DE ESPAÑA.
ISBN 9789681638672. 31. Pueden consultarse una serie de estudios
sobre el pensamiento de E. Gellner,
14. Billig, Michael (2014). Nacionalismo banal.
realizados por diferentes investigadores, en:
CAPITAN SWING. ISBN 9788494287954.
HALL, John A. (ed.), The State of the Nation.
15. Cfr. ÁLVARÉZ JUNCO, José y otros, El Ernest Gellner and the Theory of Nationalism,
nombre de la cosa. Debate sobre el término Cambridge University Press, Cambridge,
nación politica-social-cultural-rural y/o estatal 1998. Traducción española: Estado y nación.
y otros conceptos relacionados'. Ernest Gellner y la teoría del nacionalismo,
16. Pagès, 1991, pp.  7-8.  "Desde aquella fecha Cambridge University Press, Madrid, 2000.
[finales del siglo XVIII y principios del XIX] 32. HOBSBAWM, Eric, "Naciones y Nacionalismo
hasta hoy han sido numerosas las desde 1780", Barcelona, Crítica, 1998, página
definiciones que se han dado de nación, 18
definiciones todas ellas que se vertebran a
33. Núñez Seixas, 2018, p. 10.
teorías precisas, previamente adoptadas y
reflejan más o menos directamente las 34. Núñez Seixas, 2018, p. 10-11.
experiencias concretas, históricamente 35. De la Granja, Beramendi y Anguera, 2001,
diferenciadas según la época y el país, del p. 13.
movimiento nacional" 36. Älvarez Junco, José (2016). «1.La revolución
17. Smith, 2000, p.  391.  "El estudio de las científica sobre los nacionalismos». Dioses
naciones y del nacionalismo sigue marcado útiles. Naciones y nacionalismos. Galaxia
por profundas escisiones" Gutemberg. ISBN 9788416495443.
18. Torres, 2008, p.  38.  "No resulta fácil fijar 37. Augusto, Roberto (2012). El nacionalismo
unos criterios susceptibles de definir con ¡Vaya Timo!. Laetoli. ISBN 978-84-92422-36-4.
exactitud lo que suele llamarse una nación. 38. Eustaquio Echauri Martínez: Diccionario
Los especialistas más diversos.... básico latino-español, español-latino,
acostumbran a demorar, cuando no diferir la Barcelona, 1989, ISBN 84-7153-222-0
respuesta. Y a menudo para acabar
39. Marco Terencio Varrón: De lingua latina (La
concluyendo que no existe en realidad una
lengua latina), V, XXXII, IV, ISBN 84-249-1895-
sola u objetiva definición de nación"
9
19. Fuentes, 2013, p. 169-170.
40. "Omnes nationes servitutem ferre possunt:
20. Núñez Seixas, 2018, p. 9. nostra civitas non potest.", Marco Tulio
21. Smith, 2008, pp. 34-38; 55. Cicerón, Filípicas, ISBN 84-08-01178-2
22. Morales Moya, 2013, p. 129-130. 41. Liutprando de Cremona: Relatio de legatione
23. Torres, 2008, pp. 41-47. Constantinopolitana ad Nicephorum Phocam.
42. Torres, 2008, p. 56. 1985, ISBN 978-2-271-05858-4. Citado en
43. Torres, 2008, p. 57. Ramón Maiz Suárez: Los dos cuerpos del
soberano: el problema de la soberanía
44. Donézar, 2004, p. 100.
nacional y la soberanía popular en la
45. Torres, 2008, p. 79-80. Revolución Francesa [1] (https://web.archive.
46. Gil Pujol, 2004, p. 40. org/web/20091215041747/http://web.uniov
47. Fuentes, 2013, p. 169. i.es/constitucional/fundamentos/primero/p
48. Gil Pujol, 2004, p. 41. df/maiz.pdf), en Fundamentos (https://web.a
rchive.org/web/20070617043249/http://we
49. Gil Pujol, 2004, p. 45.
b.uniovi.es/constitucional/fundamentos/Por
50. Gil Pujol, 2004, p. 45-46. tada.html), Volumen 1 (https://web.archive.o
51. Gil Pujol, 2004, p. 49. rg/web/20070914185125/http://web.uniovi.
52. Gil Pujol, 2004, p. 50. es/constitucional/fundamentos/primero/Ind
ice.html) (Soberanía y Constitución), 1998,
53. Gil Pujol, 2004, p. 52.
ISSN 1575-3433
54. Torres, 2008, p. 66; 349.
69. Por ejemplo, Ramón Punset: En el Estado
55. Torres, 2008, pp. 349-350. constitucional hay soberano (reflexiones para
56. Fuentes, 2013, p. 172. una teoría jurídica de la soberanía nacional)
57. Pagès, 1991, pp. 17-18. [2] (https://web.archive.org/web/200912150
58. Péronnet, 1985, pp. 219-221. 41825/http://web.uniovi.es/constitucional/f
undamentos/primero/pdf/punset.pdf), en
59. Pagès, 1991, p. 18.
Fundamentos (https://web.archive.org/web/
60. Pagès, 1991, p. 20. 20070617043249/http://web.uniovi.es/cons
61. Péronnet, 1985, pp. 219. titucional/fundamentos/Portada.html),
62. Núñes Seixas, 2018, p. 13. Volumen 1 (https://web.archive.org/web/20
63. Pagès, 1991, pp. 21-24. 070914185125/http://web.uniovi.es/constit
ucional/fundamentos/primero/Indice.html)
64. Núñes Seixas, 2018, p. 9.
(Soberanía y Constitución), 1998, ISSN 1575-
65. Pagès, 1991, pp. 24-25. 3433
66. Núñes Seixas, 2018, p. 9-14. 70. Primera acepción de la entrada nación en el
67. Journal, The Economy. «El nacionalismo, la Diccionario de la lengua española de la Real
gran desgracia del mundo actual» (https://w Academia Española (vigésima segunda
ww.theeconomyjournal.com/texto-diario/mo edición, 2001).
strar/1018362/nacionalismo-gran-desgracia 71. José Vasconcelos: La Raza Cósmica. Misión
-mundo-actual). The Economy Journal. de la raza iberoamericana (1926) [3] (http://w
Consultado el 1 de septiembre de 2021. ww.filosofia.org/aut/001/razacos.htm).
68. Guillaume Bacot: Carré de Malberg et
l'origine de la distinction entre souveraineté
du peuple et souveraineté nationale, París,

Bibliografía

Consultada
De la Granja, José Luis; Beramendi, Justo; Anguera, Pere (2001). La España de los
nacionalismos y las autonomías. Madrid: Síntesis. ISBN 84-7738-918-7.
Donézar, Javier María (2004). «De las naciones-patrias a la “nación-patria”. Del Antiguo al
Nuevo Régimen». En Antonio Álvarez-Osorio Alvariño y Bernardo J. García García (eds.), ed. La
Monarquía de las naciones. Patria, nación y naturaleza en la Monarquía de España. Madrid:
Fundación Carlos de Amberes. pp. 93-118. ISBN 84-87369-31-6.
Fuentes, Juan Francisco (2013). «Conceptos previos: Patria y nación en los orígenes de la
España contemporánea». En Antonio Morales Moya, Juan Pablo Fusi y Andrés de Blas
Guerrero (dirs.), ed. Historia de la nación y del nacionalismo español. Barcelona: Galaxia
Gutenberg. ISBN 978-84-8109-997-3.
Gellner, Ernest (2001) [1983]. Naciones y nacionalismo [Nations and Nationalism]. Madrid:
Alianza Editorial. ISBN 84-206-2532-9.
Gil Pujol, Xavier (2004). «Un rey, una fe, muchas naciones. Patria y nación en la España de los
siglos XVI y XVII». En Antonio Álvarez-Osorio Alvariño y Bernardo J. García García (eds.), ed. La
Monarquía de las naciones. Patria, nación y naturaleza en la Monarquía de España. Madrid:
Fundación Carlos de Amberes. pp. 30-76. ISBN 84-87369-31-6.
Morales Moya, Antonio (2013). «La nación española preconstitucional». En Antonio Morales
Moya, Juan Pablo Fusi y Andrés de Blas Guerrero (dirs.), ed. Historia de la nación y del
nacionalismo español. Barcelona: Galaxia Gutenberg. ISBN 978-84-8109-997-3.
Núñez Seixas, Xosé M. (2018). Suspiros de España. El nacionalismo español, 1808-2018.
Barcelona: Crítica. ISBN 978-84-9199-027-7.
Pagès, Pelai (1991). Las Claves del Nacionalismo y el Imperialismo, 1848-1914. Colección “Las
Claves de la Historia”. Barcelona: Planeta. ISBN 84-320-9216-9.
Péronnet, Michel (1985) [1983]. Vocabulario básico de la Revolución Francesa [Les 50 mots
clefs de la Révolution Française]. Barcelona: Crítica. ISBN 84-7423-250-3.
Smith, Anthony D. (2000). Nacionalismo y Modernidad. Madrid: Istmo. ISBN 84-7090-333-0.
Smith, Anthony D. (2008) [1988]. Els orígens ètnics de les nacions [The Ethnic Origins of
Nations] (en valenciano). Catarroja-Valencia: Afers-Publicacions de la Universitat de València.
ISBN 978-84-95916-92-1.
Torres, Xavier (2008). Naciones sin nacionalismo. Cataluña en la Monarquía Hispánica (siglos
XVI-XVII). Valencia: Publicacions de la Universitat de València. ISBN 978-84-370-72630.

Otra
Blas, Andrés de: Enciclopedia del nacionalismo, Madrid, 1999,ISBN 978-84-206-3297-1
Encyclopædia Britannica (15ª edición), Chicago, 1983, ISBN 0-85229-400-X
Nationalism; Macropædia, tomo 12, págs. 851-853, por Hans Kohn.
Kohn, Hans: Historia del Nacionalismo, México y Madrid, 1984, ISBN 84-375-0248-9, ISBN 978-
84-375-0248-9
Michael Metzeltin/Thomas Wallmann: Wege zur Europäischen Identität. Individuelle,
nationalstaatliche und supranationale Identitätskonstrukte. Berlín, Frank & Timme, 2010, ISBN
978-3-86596-297-3
Pastor, Manuel: Fundamentos de ciencia política, Madrid, 1994, ISBN 978-84-481-1909-6
Punset, Ramón (coordinador): Soberanía y Constitución [4] (https://web.archive.org/web/2007
0914185125/http://web.uniovi.es/constitucional/fundamentos/primero/Indice.html), en
Fundamentos (https://web.archive.org/web/20070617043249/http://web.uniovi.es/constituci
onal/fundamentos/Portada.html), Volumen 1, 1998, ISSN 1575-3433
Renan, Ernest: ¿Qué es una nación?, Madrid, 2006, ISBN 978-84-95363-27-5

Enlaces externos
Wikcionario tiene definiciones y otra información sobre nación.
Nación/Nacionalismo en el Diccionario Crítico de Ciencias Sociales de la UCM (http://www.uc
m.es/info/eurotheo/diccionario/N/nacion_nacionalismo.htm)
Nación y nacionalismos en Cholonautas (https://web.archive.org/web/20081121105123/htt
p://www.cholonautas.edu.pe/wordpress/2006/07/25/nacion-y-nacionalismos-abriendo-el-deb
ate/)
Evalúe su nación (https://web.archive.org/web/20170915095448/http://rateyournation.com/)
Qué se entiende por Identidad Nacional, Vídeoconferencia de la Fundación Manuel Velázquez
(https://web.archive.org/web/20080606162556/http://canariasnews.blogspot.com/2007/07/
vdeo-qu-se-entiende-por-identidad.html)

Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Nación.

Obtenido de «https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Nación&oldid=139885074»

Esta página se editó por última vez el 22 nov 2021 a las 10:09.

El texto está disponible bajo la Licencia Creative Commons Atribución Compartir Igual 3.0;
pueden aplicarse cláusulas
adicionales. Al usar este sitio, usted acepta nuestros términos de uso y nuestra política de privacidad.

Wikipedia® es una marca registrada de la Fundación Wikimedia, Inc., una organización sin ánimo de lucro.

También podría gustarte