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Por otro lado, en sentido laxo, nación se emplea con variados significados: Estado, país,
territorio o habitantes de ellos, etnia, pueblo y otros. No obstante, desde un análisis
racional, la literatura científica moderna expone en general n 1 que la nación no es un ente
objetivo y natural que pueda ser definido en términos objetivos, como lo es por ejemplo
una montaña o un río, sino que se trata por el contrario de una construcción social de
origen moderno, basada en la interpretación subjetiva realizada por parte de unas
personas de una serie de hechos, bajo el prísma ideológico del nacionalismo y su forma
particular de entender las sociedades humanas. De esta manera, los nacionalistas exponen
una visión estereotipada de una comunidad humana y un territorio, que consideran
nación, aunque la realidad sea siempre diferente y mucho más compleja. Esta visión está
constituida por un conjunto de creencias plausibles que acaban siendo integradas por
algunas personas y que pueden ser compartidas o no con otras. Por tanto, la literatura
científica actual descarga la definición de nación en las propias creencias subjetivas del
grupo poblacional nacionalista, en lugar de en hechos objetivos. Así pues, por ejemplo, el
filósofo Roberto Augusto dice que la nación es «lo que los nacionalistas creen que es una
nación», ya que la nación no significa nada fuera de la ideología nacionalista, ni existe
como una realidad natural fuera de la creencia en su propia existencia.4
Con el fin de explicar la naturaleza y el surgimiento de las naciones han existido dos
corrientes de pensamiento dentro de la comunidad académica. Estos son los llamados
primordialistas o perennialistas y los modernistas o constructivistas.5
Índice
Etimología
Definición
Dos formas de explicar la naturaleza y surgimiento de la nación: Perennialistas y Modernistas
Perennistas o primordialistas
Modernistas o constructivistas
Teóricos del constructivismo o modernismo y algunas de sus aportaciones
Comparativa de postulados modernistas frente a perennialistas
Diferentes conceptos de nación
Diversas definiciones de «nación»
Etimología y concepto de «nación» en la Edad Media
El concepto de «nación» en los siglos XVI y XVII
El nacimiento del concepto moderno de «nación» en el siglo XVIII
La «nación política» de la Ilustración y de la Revolución Francesa
La «nación orgánico-historicista» del idealismo alemán
Nación política y nación cultural
Nación política
Nación cultural
La nación cultural y el Estado
La nación cultural y la religión
Otros usos
Historia
Antecedentes
La nación liberal
La nación romántica
El Estado-nación
La nación socialista
La nación fascista y nacional-socialista
La nación poscolonial africana y asiática
Nación en España
Constitución de 1978
Nación en América
Véase también
Notas
Referencias
Bibliografía
Consultada
Otra
Enlaces externos
Etimología
La palabra nación es un préstamo (s. XV) del latín natio, nationis, 'lugar de nacimiento',
'pueblo, tribu, raza'. De la familia etimológica de nacer (V.).
6 En sus orígenes romanos el
término natio significaba 'comunidad de extranjeros', es decir, conjunto de personas unidas
por un mismo origen común, diferente al de la ciudad o país que habitaban. En los barrios
periféricos de la antigua Roma imperial vivían las nationes de comerciantes asirios y judíos
de la diáspora. En las universidades de la edad media el término se aplicaba a los grupos de
estudiantes venidos de distintos países. De esta manera por ejemplo en la universidad de
París estos se dividían en la nación de Francia que incluía italianos e hispanos, la de
Picardie que incluía a picardos y flamencos y la de Germanie que incluía a alemanes,
austriacos e ingleses.3
Definición
Partiendo de la base de que las definiciones y conceptos de términos no versan sobre la
realidad de la naturaleza de las cosas, sino sobre convenciones lingüísticas en el habla
popular, (para intentar definir la naturaleza y origen de la nación existen los postulados
perennialistas y los modernistas) existen tres definiciones distintas del término nación.
Estas son la estatalista, la primordialista y la voluntarista:3
La definición estatalista: Está muy arraigada en el habla popular. Identifica el término nación
con el de estado, es decir, define la nación como una estructura política y administrativa,
aunque para ello el estado se conceptúa en términos poco rigurosos, no como la propia
estructura política, sino como el territorio que cubre y a su población. Es similar a la definición
de país. Este concepto lo recogen las dos primeras acepciones del diccionario de la D.R.A.E.
que dice: «Conjunto de habitantes de un país regido por un mismo gobierno» y «territorio de
ese país».3
La definición primordialista: Muy generalizada también en el habla coloquial. La define como
una comunidad humana dotada de una unidad cultural esencial. Está asociada a la tercera
acepción del término del dicionario de la D.R.A.E: «Conjunto de personas de un mismo origen y
que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común». Se trata de una
visión heredada de Herder y del romanticismo y es dominante en los medios nacionalistas. No
obstante, esta visión plantea problemas si se intenta utilizar para definir la realidad nacional
desde el punto de vista científico, puesto que no es posible delimitar de manera nítida y
objetiva los grupos humanos marcados por rasgos étnicos, ya que en realidad existe una
intrincada red cultural imposible de delimitar e incluso aunque eso fuera posible, esos rasgos
no coinciden con los grupos que mayor conciencia nacional tienen, existiendo países y
comunidades humanas con una innegable conciencia nacional, pero constituidos por
personas con diferéntes culturas, idiomas y religiones. De hecho, la mayoría de los estados no
poseen religiones homogéneas, lo cual no impide que sean definidos por sus habitantes como
naciones y que estos tengan conciencia nacional. Esta definición se diferencia especialmente
de la estatalista en que prescinde de lo político, del estado, asimísmo es coincidente con los
preceptos primordialistas o perennialistas.3
La definición voluntarista: Se define por un grupo humano caracterizado por su voluntad de
constituir una comunidad política. Muchos autores recurren a esta acepción desde que Ernest
Renan observara la importancia de definir la nación en términos de recuerdos comunes,
proyectos de futuro compartido y sentimiento de pertenencia a un grupo. Esta visión no
aparece en el diccionario de la D.R.A.E bajo el término nación, aunque sí en el de patria: «tierra
natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos
jurídicos, históricos y afectivos». Esta acepción prescinde por tanto de la visión en ella de unos
rasgos étnicos nítidos, aunque necesita que en el grupo humano exista una conciencia de
constituir un grupo diferenciado y una voluntad de construir un estado. Desde el punto de vista
científico, según Álvarez Junco, esta acepción parece más adecuada para describir la nación
que cualquier enfoque que vea en ella unos rasgos culturales definidos en términos
objetivos.3
Dos formas de explicar la naturaleza y surgimiento de la
nación: Perennialistas y Modernistas
Al margen de la variedad de definiciones y conceptos del término nación, las cuales versan
sobre convenciones lingüísticas y no de la explicación científica de distintas realidades,
existen dos corrientes que intentan explicar la naturaleza y surgimiento del fenómeno.
Estas son la perennista o primordialista y la modernista o constructivista. Esta segunda
surge en relación a una crítica sobre la primera.
Perennistas o primordialistas
Hasta mediados del siglo XX la única visión consagrada que trataba de explicar el
surgimiento de las naciones y el nacionalismo establecía que estas habían existido desde
siempre, puesto que el sentimiento de pertenencia a una colectividad nacional era natural
en el ser humano. Por ellas se entendía a los pueblos con una determinada lengua, raza,
religión o cultura, de los cuales surgirían espontáneamente unos sentimientos de
pertenencia a una colectividad y solidaridad entre los integrantes, para más tarde con el
moderno despertar de los derechos políticos desencadenar unas reivindicaciones de
autogobierno. 5
De esta manera por ejemplo, el ensayista británico Walter Bagehot escribió en el siglo XIX
que las naciones son «tan viejas como la historia».5
La concepción primordialista cree por tanto que la nación es lo natural e inherente al ser
humano, mientras que el estado, entendido como la estructura política, es lo artificial, una
construcción humana. 5
Estos conceptos primordialistas, heredados de Herder y del romanticismo alemán del siglo
XIX, estaban muy integrados hasta mediados del siglo XX, por lo que el presidente
Woodrow Wilson pensaba que la falta de ajuste entre los estados y las naciones era la causa
de los problemas europeos en los últimos siglos. Por ello, este planteamiento conducía
inevitablemente a adecuar las fronteras de los estados a las realidades étnicas. No obstante,
la universalización de estas ideas y su intento de ponerlas en práctica, supuso multitud de
problemas a lo largo del siglo XX, puesto que los límites culturales son en realidad difusos,
habiendo una abigarrada red cultural humana que no se podía circunscribir a
compartimentos políticos nítidos. Esta imposibilidad práctica, el hecho de que existan
comunidades con una fuerte conciencia nacional pero que están constituidas por
poblaciones con diferentes lenguas, religiones y culturas (EE. UU o Suiza por ejemplo), la
configuración de los fascismos europeos y los horrores de la segunda guerra mundial que
se originaron en parte como consecuencia de las ideas nacionales, llevaron a diferentes
pensadores a cuestionarse si realmente esta concepción explicaba la verdadera naturaleza
del problema. Así pues surgirían diversos autores, los llamados modernistas o
constructivistas, que aportarían una explicación diferente al origen de las naciones y el
nacionalismo. 5
Modernistas o constructivistas
La perspectiva modernista surge a mediados del siglo XX como consecuencia de una crítica
por parte de diversos autores a los postulados primordialistas, ya que consideraban que no
conseguía explicar de manera suficiente el fenómeno nacional.5 Esta perspectiva es
actualmente la compartida por la mayor parte de la comunidad académica, como mejor
explicación científica del fenómeno.7
Los postulados constructivistas, de manera genérica, consideran que las naciones no son
fenómenos naturales existentes desde siempre en la historia de la humanidad e
innherentes al ser humano, sino construcciones sociales, como lo es por otra parte, según
otros autores, todo el conjunto de la realidad social. Las identidades nacionales, las cuales
tienen como rasgo característico la soberanía de la población sobre un territorio, serían
asimísmo un producto de la modernidad. De esta manera, el sujeto colectivo de la nación
comenzaría a surgir solamente en el momento de la historia en el cual se empezaran a
generar nuevas libertades sociales y se defina al pueblo como sujeto soberano, lo cual solo
ocurriría en los últimos siglos. Tampoco son las naciones algo permanente en el tiempo,
puesto que el hecho de que sean construcciones implica que en algún momento terminarán
por desaparecer, nada es eterno. Cada nación sería construida en un momento dado, no
fechable ni repentino, tendría vigencia durante un periodo y acabaría por desaparecer,
contrariamente al pensamiento del común de nacionalistas. 8
Otro argumento aportado por estos autores de manera común es que el ser humano ha
vivido a lo largo de la historia en muy diversas organizaciones políticas (imperios, reinos
etc...) y que ninguna de ellas se correspondía con naciones, entendidas estas como espacios
culturalmente homogéneos y diferenciados nitidamente de otros. Tampoco la identificación
de sus integrantes correspondía con las mismas. Ellos se sentían perteneciéntes a otras
entidades diferentes (parroquias, comarcas, linajes, estamentos...) insertas a su vez en
comunidades más grandes religiosas, de manera que se indetificaban con ellas antes que
con sus respectivos estados políticos. Un ejemplo de ello es que no se consideraba
antinatural que el monarca fuera extranjero, al contrario de lo que sucedería en el mundo
contemporáneo. 8
Las naciones, aunque sean construcciones sociales, no se presentan al público como tales,
sino como elementos esencialistas e intemporales, con una historia muy antigua y ajenos al
individuo, para de esta manera asegurarse una mayor legitimidad, es decir, se muestran
como realidades per se. Sin embargo, aunque se revistan de esencialismo, en todas ellas se
pueden estudiar cuales fueron los procesos mediante los cuales surgieron y por los que se
dio una definición de la realidad en términos de identidad colectiva, quienes fueron sus
impulsores y que elementos son escogidos por el grupo para autodefinirse en términos de
identidad compartida. Por este motivo no hay que evaluarlas bajo criterios de veracidad o
falsedad científica (permanencia histórica, religión homogénea...), sino en como han
triunfado socialmente.8
La nación da autoestima, dice a las personas quien son y las entronca en un marco
territorial que se muestra como eterno, anterior al nacimiento y posterior a la muerte. Por
este motivo es capaz de cubrir problemas emocionales humanos como la debilidad, la
soledad o la muerte. Asimísmo crea un colectivo de personas, una fraternidad, en el que
prima la camaradería, a pesar de haber diferencias importantes entre sus integrantes de
tipo geográfico, social o de clase.8 11 Las naciones son construcciones de naturaleza
contingente y son también un sistema de creencias y adhesión emocional que surten
efectos políticos, de los cuales se benefician ciertas élites locales.7
Las naciones no son algo diferente al resto de identidades colectivas, puesto que todas,
incluidas aquellas que se basan en hechos biológicos palpables, tienen mucho de
construido.8
Algunos de sus principales teóricos fueron los científicos sociales Elie Kedourie, Geller,
Anderson, Hobsbawm, George L. Mosse y Billig. Ejemplos de sus aportaciones fueron las
siguientes:
En parecidos términos hablaba el antropólogo social Ernest Geller en los años 70. Este
definía la nación como un producto moderno consecuencia de la industrialización, es decir,
la sociedad estaba inicialmente compuesta por grupos humanos rurales ligados por
fliaciones familiares y aislados del mundo exterior por falta de comunicaciones y por la
existencia de múltiples dialéctos locales. Con la industrialización y el nuevo modelo
mercantil hubo una necesidad práctica de crear espacios culturalmente homogéneos.
También esto provocó una nueva estratificación social y una nueva organización política.
Los dirigentes encontraron en el nacionalismo el instrumento que facilitaba el crecimiento
económico, la integración social y la legitimación de la nueva estructura de poder.5
Por su parte el historiador Eric Howsbawn analizó todas las características en las que dice
sustentarse la nación (lengua, cultura, religión....) para acabar concluyendo que no existe
ninguna que pueda ser aplicada a los distintos casos de nación con un mínimo de rigor y
generalidad siendo todos borrosos. Una nación es algo totalmente subjetivo y no una
realidad susceptible de ser analizada a partir de factores objetivos. Una sociedad que sea
homogénea desde el punto de vista religioso, racial, lingüístico, con permanencia histórica
es un mera entelequia. 5 Asimísmo, este autor junto con Ralph Samuel acuñó el concepto
de «invención de la tradición», proceso este que se da con el fin de construir la nación. Por
ella entendían un conjunto de prácticas y de rituales de carácter simbólico, regidos por
reglas expresas, cuyo objetivo es inculcar valores por repetición. Mediante ese conjunto
ritual se crea una cohesión social en torno a un pasado imaginario y se instruye a las
nuevas generaciones en un sistema de valores y creencias compartidas que se suponen
tradicionales de esa sociedad, a la vez que se refuerza la autoridad de las estructuras
políticas actuales al convertirlas en herederas de otras que se muestran como hundidas
supuestamente en la noche de los tiempos.5
George L. Mosse por su parte acuñó otro término que ha quedado consagrado en la
literatura académica relativa al estudio de los procesos mediante los cuales se construyen
las naciones. Este fue el de la «nacionalización de las masas». Dicho autor estudió y relató
en un libro así titulado el proceso de nacionalización alemán mediante el cual se logró
inculcar en la población un sentimiento de pertenencia a una comunidad alemana,
mediante desfiles, mítines o monumentos patrióticos y el cual desembocaría en el
nazismo.5
Michael Billing en su libro de los años noventa titulado Nacionalismo banal sostenía que
uno de los factores constructores de la nación es la existencia de símbolos nacionales como
banderas o himnos que en sí mismos parecen inofensivos y pasan desapercibidos, pero que
se echan de menos cuando faltan y contribuyen a crear una identidad de grupo.5 14
El concepto de nación ha sido definido de maneras diferentes por los estudiosos sin que se
haya llegado a un consenso al respecto.15 16 17
18
Sobre la naturaleza y el origen de la
nación, lo que implica una determinada definición de la misma, existen dos paradigmas
contrapuestos y excluyentes: el modernista o constructivista, que define la nación como una
comunidad humana que ostenta la soberanía sobre un determinado territorio por lo que
antes de la aparición de los nacionalismos en la Edad Contemporánea no habrían existido
las naciones —la nación sería una «invención» de los nacionalismos—; y el perennialista o
primordialista que define la nación sin tener en cuenta la cuestión de la soberanía y que
defiende, por tanto, que las naciones existieron antes que los nacionalismos, hundiendo sus
raíces en tiempos remotos —así sería la nación la que crea el nacionalismo y no a la
inversa—.19 20
21
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23
Anthony D. Smith ha resumido así las dos concepciones de la nación, la de los modernistas
o constructivistas y la de los perennialistas o primordialistas:24
6. Para los perennialistas, las naciones son un todo sin fisuras, con una única
voluntad y un solo carácter. Para los modernos la nación típica tiene fisuras y
está dividida en un número de grupos sociales (regionales, de género, de clase,
religiosos, etc.), cada uno de los cuales tiene sus propios intereses y necesidades.
7. Para los perennialistas, los principios que subyacen a la nación son los de los
vínculos ancestrales y la auténtica cultura. Para los modernos, los principios de
la solidaridad nacional deben buscarse en la comunicación social y la
ciudadanía.
Anthony D. Smith, que defiende una posición intermedia entre modernistas y perennialistas
que denomina etno-simbolismo,26 define la nación de la siguiente forma: «una comunidad
humana con nombre propio, asociada a un territorio nacional, que posee mitos comunes
de antepasados que comparte una memoria histórica, uno o más elementos de una cultura
compartida y un cierto grado de solidaridad, al menos entre sus élites».27
Según el modernista Benedict Anderson, una nación es «una comunidad política imaginada
como inherentemente limitada y soberana».28 Las «comunidades imaginadas» que
constituyen las naciones proporcionarían a los individuos una sensación de inmortalidad
que antes les proporcionaban las religiones.29
Eric Hobsbawm, también modernista, coincide con Gellner al afirmar que no son las
naciones las que crean el nacionalismo, sino a la inversa, es el nacionalismo quien
«inventa» la nación.32
El historiador español Xosé M. Núñez Seixas, que se define como modernista, ha propuesto
la siguiente definición de la nación:33
Partiendo de esta definición Núñez Seixas concluye «que la nación es una realidad social
que existe científicamente sólo en la medida en que sus integrantes están convencidos de
su existencia». Además afirma que «la aparición de la nación como fenómeno histórico se
vincula plenamente a la irrupción de la Edad Contemporánea, en la fase durante la que los
antiguos principios legitimadores de la soberanía y el poder (lealtades dinásticas y
señoriales, identificación religiosa, criterios de vecindad jurídica...) entran en crisis desde
finales del siglo XVIII y han de ser sustituidos por nuevos principios».34
Por su parte los también historiadores españoles José Luis de la Granja, Justo Beramendi y
Pere Anguera han propuesto la siguiente definición de nación, que concuerda con las
propuestas por los modernistas:35
El historiador español y experto en el tema José Álvarez Junco, afirma coincidir en mayor
medida con los postulados modernistas que con los primordialistas o perennialistas.7 Este
autor, resumiendo las aportaciones de otros pensadores sobre el tema, explica que en la
actualidad se sabe que las fronteras culturales son difusas y difíciles de establecer, no
siendo posible delimitar de manera nítida y objetiva los grupos étnicos e incluso aunque
esto fuera posible, estos rasgos no coinciden con los grupos que mayor conciencia nacional
poseen, de manera que existe innegable conciencia nacional en comunidades con varias
lenguas, razas o religiones (Estados Unidos o Suiza por ejemplo).3 Señala asimísmo que los
estados (reinos, imperios etc...) nunca han coincidido con fronteras culturales en el
transcurso de la historia, tampoco con los sentimientos de pertenencia de sus individuos a
una comunidad. Las identidades nacionales no son hechos objetivos como las montañas o
los ríos, sino elementos subjetivos únicamente existentes en la mente de sus participantes.
Tampoco las naciones son elementos naturales inherentes al ser humano, sino entes de
carácter contingente que se crean, aprenden y se transmiten, es decir, son construcciones
sociales que nacen en algún momento del pasado no fechable ni repentino, que tienen
vigencia durante un tiempo y que algún día terminarán por desaparecer.36 Teniendo esto
en cuenta y que la nación es un aspecto enteramente subjetivo, la define como: «Conjunto
de seres humanos entre los cuales domina la conciencia de poseer ciertos rasgos culturales
comunes y que se haya asentado desde cierto tiempo en un determinado territorio sobre el
cual cree poseer derechos y desea establecer una política autónoma». Indica que los hechos
de poseer unos rasgos culturales comunes o de haber estado asentados sobre un
determinado territorio durante un largo tiempo no tienen porqué ser verdaderos en
términos científicos. Para establecerse una nación solaménte es necesario que exista una
comunidad con dicha creencia. 3 También señala que «las naciones son construcciones
históricas de naturaleza contingente; y son sistémas de creencias y de adhesión emocional
que surten efectos políticos de los que se benefician ciertas élites locales.»7
El filósofo Roberto Augusto expone que una definición para el término nación es «lo que los
nacionalistas creen que es una nación», puesto que la nación es algo totalmente subjetivo y
no una realidad objetiva y natural. Las naciones no existen fuera de la mente de quienes
creen en ellas. La idea de que una comunidad humana es una nación, tiene que ver más
con la fe que con la razón, es una idea más cercana al pensamiento religioso que al
científico. Es asimísmo una creencia individual que puede ser compartida o no con otras
personas. Los nacionalistas realizan una interpretación de la realidad cultural de una
comunidad humana de manera estereotipada, para hacerla encajar bajo en el paradigma
ideológico de la doctrina nacionalista y su particular manera de entender las sociedades,
siendo sin embargo la realidad científica siempre más compleja, variada, rica e
incompatible con las ideas nacionales. Los nacionalistas le dan un valor nacional a aspectos
como un idioma, la historia o una geografía, que en sí mismos no tienen ningún valor
nacional y que no lo tenían hasta el surgimiento contemporáneo de la ideología
nacionalista. El nacionalismo es una ideología que solo funciona bien en el terreno de las
emociones, puesto que no soporta cualquier mínimo análisis racional. Este autor, cree
asimísmo que la única forma objetiva de nacionalismo es la estatalista, que identifica la
nación con el estado, puesto que el estado es un marco jurídico objetivable.37
La palabra nación proviene del latín nātio (derivado de nāscor, nacer), que podía significar
nacimiento, pueblo (en sentido étnico), especie o clase.38 Escribía, por ejemplo, Varrón (116-
27 a. C.): Europae loca multae incolunt nationes ("Son muchas las naciones que habitan los
diversos lugares de Europa").39 En los escritos latinos clásicos se contraponían las nationes
(bárbaros no integrados en el Imperio) a la civilitas (ciudadanía) romana. Dice Cicerón:
Todas las naciones pueden ser sometidas a servidumbre, nuestra ciudad no.40
En las universidades medievales, cuya lengua académica era el latín, los estudiantes
(provenientes de toda Europa) solían agruparse en naciones, en función de su lengua
materna vernácula o su lugar de nacimiento. En 1383 y 1384, mientras estudiaba teología
en París, Jean Gerson fue elegido dos veces procurador de la nación francesa (esto es, de los
estudiantes francófonos de la Universidad). La división en París de estudiantes en naciones
fue adoptada por la Universidad de Praga, donde desde su apertura en 1349 el Studium
Generale se dividió entre bohemios, bávaros, sajones y en diversas «naciones».
Pero las agrupaciones de los alumnos se hacía siguiendo criterios nada taxativos y bastante
sui generis. Así por ejemplo la Universidad de Bolonia estaba integrada a mediados del siglo
XIII por las «naciones» francesa, picarda, poitevina, normanda, gascona, provenzal,
catalana, borgoñona, española, inglesa, germánica, polaca, húngara... En el siglo siguiente
la «nación» catalana de la Universidad de Montpellier incluía además de los estudiantes
procedentes del Principado de Cataluña, a los del Reino de Valencia y a los del Reino de
Mallorca.42
Una prueba de la polisemia del término «nación» en la época medieval sería que del papa
Benedicto XIII se decía que era «español de nación, del reino de Valencia», pero también se
decía que era «valenciano de nación».44
Según Javier María Donézar, el término «nación» era empleado por los naturales de un
territorio que residían fuera del mismo, mientras que los habitantes del mismo «no solían
considerarse componentes de una nación». «No había conciencia de unidad nacional, y
menos de unidad política, tal como hoy la entendemos; todo quedaba vinculado a la “carta
de naturaleza”, del mismo modo que las relaciones entre los reyes y los súbditos seguían
siendo en todo punto personales».44 Lo mismo afirma Xavier Torres: «nación, por aquel
entonces, apenas significaba algo más que un simple agregado de individuos de una misma
procedencia, radicación o área lingüística».42 Por otro lado, el término nación era de uso
poco frecuente y solo de forma muy indirecta o subsidiariamente formaba parte del
vocabulario político del período.45
El término «nación» hacía referencia, como el de patria, al lugar de nacimiento, pero tenía
un sentido más amplio que el de la localidad de nacimiento y se refería al «reyno o
provincia estendida» y así la define el Tesoro de la lengua castellana o española de
Sebastián de Covarrubias, publicado en 1611. Como elemento identificativo de la
pertenencia a una «nación» no solo se recurría al origen común de sus miembros, a los que
confería un sentido de pertenencia y familiaridad, sino que también se recurría a otros
rasgos culturales distintivos como la lengua o, por ejemplo, un determinado estilo de vestir.
Así, como ha destacado Xavier Gil Pujol, «los límites humanos y geográficos de una nación
no estaban bien definidos, de modo que el término se prestaba a una amplia variedad de
usos».46 Lo mismo afirma Juan Francisco Fuentes cuando dice «que hasta el siglo XVIII el
concepto de nación tiene perfiles muy difusos».47 La imprecisión del término nación se
puede comprobar, por ejemplo, en el caso del jurista de Perpiñán Andreu Bosch (1570-
1628) que cuando enumeraba las «nacions» que formaban «tota la nació espanyola»
mencionaba «les nacions de Castella, Toledo, Lleó, Astúries, Extremadura, Granada»
juntamente con catalanes y portugueses.48 Asimismo la nación también podía abarcar el
conjunto de la Cristiandad. Así el fraile navarro Martín de Azpilicueta afirmaba que «sólo
hay dos naciones en el mundo cristiano: una que combate por Cristo, otra que defiende a
Satanás».49
Por otro lado, el lugar de nacimiento no era exclusivamente una expresión geográfica, una
mera realidad física, sino que en la sociedad corporativa del Antiguo Régimen comportaba
las leyes, costumbres y franquicias que lo regían. «Por lo tanto, ser barcelonés o castellano
significaba ser partícipe de una condición jurídica determinada (junto al estatus social o
estamental respectivo)», señala Xavier Gil Pujol.51 Esa condición («naturalización») se
alcanzaba por el estatus legal del padre y, a veces, de la madre (ius sanguinis) o por el lugar
de nacimiento nacimiento (ius soli).52 En la Monarquía Hispánica, como monarquía
compuesta que era, no existía una naturaleza española ni una única nación legal española,
sino que la naturaleza de cada súbdito del rey era la del reino al que pertenecía.52 «Un rey,
una fe y muchas naciones», así define Xavier Gil Pujol a la Monarquía española de los siglos
XVI y XVII. «Un mismo rey era el factor decisivo compartido por todos los súbditos en los
diferentes reinos y territorios que constituían la Monarquía, el que les relacionaba entre
ellos y el que hacía de ellos, según se solía decir, un “cuerpo místico”», añade Gil Pujol.53 Y
el rey tenía tantas naturalezas como reinos y territorios estaban bajo su autoridad, así que
era castellano para sus súbditos castellanos y aragonés para sus súbditos aragoneses.53
Xavier Torres concluye que en la Europa de los siglos XVI y XVII existía, o estaba en ciernes,
un espacio intermedio entre las grandes aglomeraciones de pueblos y gentes y la localidad,
«lo que ocurre es que no se le designaba con el término nación, por lo menos
sistemáticamente o en todas partes. […] Por lo general, otros términos, tales como
provincia, tierra, patria, reino o, simplemente, el corónimo local correspondiente, podían
designar de manera mucho más precisa aquel espacio ["una colectividad a un tiempo
amplia, estable o históricamente sedimentada, y —más importante aún— vertebrada
políticamente"]».54 Pero la identidad de ese «espacio intermedio», a diferencia de las
naciones contemporáneas, no se basaba en los elementos culturales comunes, como la
lengua, sino en los «privilegios» y en las «libertades» convertidas en sus verdaderas «señas
de identidad».55
Sin embargo, a lo largo del siglo XVIII el concepto de «nación» —como el de patria—
experimentó «un definitivo cambio de escala y de contenido», como consecuencia
fundamentalmente de la difusión de los principios modernizadores de la Ilustración. Así se
va definiendo la «nación» y la «patria» de una forma racionalista y contractualista, aunque
sin que desaparezcan los significados anteriores.56
El filósofo ilustrado que ejerció mayor influencia en esta materia fue Jean Jacques
Rousseau al desarrollar el concepto de soberanía nacional. Para Rousseau los ciudadanos
deben anteponer el bien común a sus intereses individuales naciendo así un contrato social
entre todos ellos, como depositarios de la soberanía, del que surgirá un Estado regido por la
voluntad general. Y un elemento clave para su desarrollo será el patriotismo que se deberá
potenciar desde la infancia mediante la educación. Así lo advierte Rouseau en sus
Consdieraciones sobre el Gobierno de Polonia: «Al despertar de la vida el niño debe ver la
patria, y hasta su muerte no debe ver otra. Todo verdadero republicano mama, con la leche
materna, el amor a su patria, es decir, a las leyes y a la libertad».57 Por su parte el ilustrado
español Pedro Rodríguez de Campomanes escribía en 1780: «La política considera al
hombre en calidad de ciudadano unido en sociedad con todos aquellos que componen el
propio estado, patria o nación». Y Juan Bautista Pablo Forner incidía aún más en el
significado político de «nación» cuando la definía como «una sociedad civil independiente
de imperio o dominación extranjera». Así la expresión «nación política», que empieza a
usarse a mediados de siglo, cobra un cierto sentido redundante. También empieza a
contraponerse entonces el derecho patrio o nacional al derecho romano o «extranjero».56
Si antes el rey era el Estado, ahora lo es la «Nación». Surge así el Estado-nación que llaman
Francia, nación «política» que reúne a los ciudadanos de las «provincias» de la Monarquía
(sin distinciones entre ellos), y tras la caída de esta, de toda la República. Durante el
período de la Monarquía constitucional francesa regida por la Constitución francesa de
1791 el lema será «la nación, la ley, el rey» y todas las nuevas instituciones tendrán el
adjetivo de «nacional», empezando por la Asamblea Nacional Legislativa que representa a
la Nación.61
El también filósofo germánico Johann Gottlieb Fichte fue el que acabó de definir esta nueva
concepción de la nación que ha sido llamada «orgánico-historicista» o «esencialista».64 En
sus Discursos a la nación alemana, escritos entre 1807 y 1808, y en los que hizo un
llamamiento a la nación alemana (al «pueblo», al Volk) para que se levantara contra las
tropas napoleónicas, Fichte, siguiendo a Herder, concibió la Nación no como el resultado de
la libre voluntad de ciudadanos que han despojado a su rey de la soberanía asumiéndola
ellos (es decir, no como una «comunidad política») sino como algo que está por encima de
ellos, algo que les viene dado, algo que se recibe de las generaciones anteriores y se
trasmite a las siguientes. Por ello la «Nación» viene definida por una lengua, unas raíces,
una historia, unas tradiciones, una cultura, una geografía, una «raza», un carácter, un
espíritu (Volksgeist),... específicos y diferenciados. Así pues, allí donde hubiera personas
que compartieran esos rasgos diferenciados habría nación. Esta idea de nación casaba muy
bien con la fragmentación política de Alemania, entonces dividida en multitud de Estados,
pues allí era imposible que cada príncipe por separado pudiera resistir el empuje
napoleónico. La lucha contra Napoleón debía fundamentarse en el hecho de que los
súbditos de los diferentes Estados alemanes compartían una misma lengua, una misma
cultura, un mismo espíritu... Es decir, formaban una única «nación».65 66
En cuanto al desarrollo histórico de estas ideas y su popularización, solo muy a finales del
siglo XIX emergieron ideas de naciones étnico-culturales como expresiones de sujetos
colectivos antiguos en búsqueda de su autorrealización en forma de un estado-nación. De
esta manera, antes de la I guerra mundial, solo unos veinte estados europeos tenían algo
parecido a una conciencia nacional, constituida esta por un imaginario colectivo
conformado por un sujeto imaginario que camina por la historia luchando por su
integridad como cuerpo nacional, la invención de una memoria colectiva, de tradiciones,
de héroes y de experiencias vividas, de derechos históricos y de tierras prometidas. No
obstante, desde una perspetiva de conocimiento actual, cualquier análisis histórico y
científico no solo revela estas naciones como construcciones y artefactos inventados, sino
que niega la posiblidad de coincidencia entre una nación étnica y culturalmente
homogénea y un territorio determinado. 67
Nación política
En 1789 el abate Sieyès usó, con un fuerte carácter socioeconómico, nación y pueblo como
sinónimos. Pero poco después modificó su significado, estableciendo una diferencia
fundamental para su idea de la soberanía y del Estado constitucional. Concibió entonces la
nación como propia del Derecho natural, anterior al Estado (Derecho positivo), y al pueblo
como determinado a posteriori. En síntesis, para Sièyes la nación es titular de la soberanía,
esta se ejerce mediante el poder constituyente, y después, tras el "establecimiento público"
(Constitución), quedaría definido el pueblo como titular del poder constituido. Así pues, el
pueblo sería para el abate la nación jurídicamente organizada. Nicolas de Condorcet solo
emplea el término pueblo, pero coincide con Sièyes al hacer énfasis en la distinción entre
poder constituyente y poder constituido como base para el buen funcionamiento del Estado
liberal y democrático.
Para estos dos autores, el papel del titular de la soberanía (llámese nación o pueblo) se agota
tras el ejercicio del poder constituyente. Tan solo quedaría, en estado latente, como
"recordatorio" del fundamento del Estado, y podría manifestarse excepcionalmente para
rebelarse contra la opresión de una eventual tiranía. De los mencionados argumentos de
Sieyès y Condorcet se deriva una idea básica respecto al Estado constitucional, que perdura
hasta hoy, según la cual, como señalan, por ejemplo, Martin Kriele e Ignacio de Otto, en
dicho Estado no hay soberano. Esto se basa en que si consideramos la soberanía como
summa potestas o poder ilimitado (y por tanto con facultad para crear leyes sin ningún
freno a priori), ello es incompatible con la existencia de una norma fundamental que
establezca su supremacía. Otros autores69 sostienen que el proclamar la soberanía
nacional tiene por objetivo propugnar o establecer una estructura constitucional propia del
Estado liberal de Derecho: al atribuir la titularidad (que no el ejercicio) de la soberanía a un
ente unitario y abstracto, se proclaman como no originarios los órganos estatales, evitando
que cualquiera de ellos reclame para sí poderes que considere anteriores a la Constitución,
lo que además favorece la articulación policéntrica de dichos órganos (pues ninguno
prevalecería sobre los demás).
Nación cultural
El concepto de nación cultural suele estar acoplado a una doctrina histórica que parte de
que todos los humanos se dividen en grupos llamados naciones. En este sentido, se trata de
una doctrina ética y filosófica que sirve como punto de partida para la ideología del
nacionalismo. Los (co)nacionales(n1) (miembros de la nación) se distinguen por una
identidad común y generalmente por un mismo origen en el sentido de ancestros comunes
y parentesco.
La identidad nacional se refiere especialmente a la distinción de características específicas
de un grupo. Para esto, muy diferentes criterios se utilizan, con muy diferentes
aplicaciones. De esta manera, pequeñas diferencias en la pronunciación o diferentes
dialectos pueden ser suficientes para categorizar a alguien como miembro de una nación
diferente a la propia. Asimismo, diferentes personas pueden contar con personalidades y
creencia distintas o también vivir en lugares geográficamente diferentes y hablar idiomas
distintos y aun así verse como miembros de una misma nación. También se encuentran
casos en los que un grupo de personas se define como una nación más que por las
características que comparten por aquellas de las que carecen o que conjuntamente no
desean, convirtiéndose el sentido de nación en una defensa en contra de grupos externos,
aunque estos pudieran parecer más cercanos ideológica y étnicamente, así como en
cuestiones de origen (un ejemplo en esta dirección sería el de "nación por voluntad"
(Willensnation), que se encuentra en Suiza y que parte de sentimientos de identidad y una
historia común).
Un Estado que se identifica explícitamente como hogar de una nación cultural específica es
un Estado-nación. Muchos de los Estados modernos están en esta categoría o intentan
legitimarse de esta forma, aunque haya disputas o contradicciones en esto. Por ello es que
en el uso común los términos de nación, país, tierra y Estado se suelan usar casi como
sinónimos.
Interpretaciones del concepto de nación cultural únicamente por razón de etnia o "raza"
llevan también a diversas naciones sin territorio como la nación gitana o la nación negra en
los EE. UU. (pese a que los últimos, de origen, pertenecerían a diferentes naciones
africanas, así como existen diferentes "naciones blancas"). Según este punto de vista, sin
embargo, queda claro que una nación cultural no necesita ser explícitamente un Estado
independiente y que no todos los Estados independientes son naciones culturales, sino que
muchos simplemente son uniones administrativas de diferentes naciones culturales o
pueblos, en ocasiones parte de naciones geográficamente más grandes. Algunas de estas
uniones se ven, a sí mismas como naciones culturales, o intentan crear un sentimiento o
historia nacional de legitimación.
Otro ejemplo de nación cultural sin Estado propio es el del pueblo judío antes de la
aparición del Estado de Israel o el del pueblo palestino, cuyos miembros se encuentran en
diferentes países, pero con un origen común, según el sentido de la diáspora. También se
encuentran pueblos como los kurdos o los asirios, que se describen como naciones
culturales sin Estado. Igualmente se puede ver a Estados como Bélgica (valones y
flamencos), Canadá (la provincia francófona de Quebec, ante la mayoría anglófona del
resto de las provincias) o Nueva Zelanda (los maorí) como compuestos por varias naciones
culturales. En España se encuentra esto también, partiendo especialmente de
diversificaciones lingüísticas. No obstante, hay que tener en cuenta que, aunque común, es
erróneo identificar por principio comunidad lingüística con nación cultural, por lo que las
naciones culturales en España, como la vasca, gallega o la catalana, no solo parten de su
diferenciación lingüística, sino también de otros aspectos culturales comunes en tales
naciones como sus tradiciones y su historia, motivo por el cual fueron acuñadas como
"nacionalidades históricas de España" en la Constitución Española de 1978 (para identificar
una realidad nacional propia y diferenciada del resto del Estado o Nación-Estado). El hecho
de que ciertas corrientes políticas identifiquen una comunidad lingüística como nación, así
como que otras corrientes políticas no identifiquen una nacionalidad histórica como
nación, es objeto de estudio como fenómeno político–ideológico, pero no necesariamente
sociológico.
Otros usos
Además de los dos usos rigurosos de nación antes expuestos, existen otros latos, y algunos
de ellos son muy frecuentes en el lenguaje coloquial y en el periodístico.
Historia
El concepto de nación (tanto política como cultural) tal como lo entendemos hoy, es decir,
con su intrínseco componente político, no surge hasta fines del siglo XVIII, coincidiendo
con el fin del Antiguo Régimen y el inicio de la Edad Contemporánea. Es entonces cuando
se elaboran las primeras formulaciones teóricas sólidas de la nación y su plasmación en
movimientos políticos concretos. Es decir, las obras de los ilustrados de fines del s. XVIII y
las Revoluciones Americana y Francesa. Desde entonces los dos tipos de nación han ido
evolucionado entrelazadamente hasta hoy.
Antecedentes
Además de estos cambios en el campo de las ideas, e interrelacionados con ellos, se dan los
políticos, económicos y sociales, y todos confluyen en un mismo sentido unificador: El
Estado absolutista, centralizador, sustituye a los regímenes feudales disgregadores; la
secularización de la vida cotidiana y la educación reduce la importancia de los vínculos
religiosos y a la vez fortalece las lenguas vernáculas; el aumento del comercio y la
aparición de la burguesía reclaman una mayor unidad de mercado; etc. El nuevo Estado y
la nueva sociedad serán el germen de una posterior gran transformación política a fines
del XVIII, pues en la cada vez más poderosa alta burguesía calarán nuevas teorías que
reivindican el poder para los gobernados. Así surgirá la nación.
La nación liberal
El Liberalismo, que hunde sus raíces en el siglo XVII con autores como John Locke, será la
amplia corriente filosófica y política de la que se nutrirán las primeras teorías sistemáticas
de la nación y sus realizaciones políticas. Como una oposición a los principios teóricos del
Antiguo Régimen, los liberales del XVIII cuestionaron los fundamentos de las monarquías
absolutas, y esto afectaba especialmente a la soberanía. Frente al concepto de súbdito
introdujeron el de ciudadano, y el sujeto de soberanía dejaba de ser el rey para ser la
nación. Sus criterios estaban basados en el racionalismo, la libertad individual y la
igualdad ante la ley, al margen de consideraciones étnicas o culturales. Se trataba, por
tanto, de nación política.
La nación romántica
La expansión militar napoleónica por Europa, que en teoría pretendía extender los valores
heredados de la Revolución Francesa, propició el surgimiento de reacciones nacionalistas
contra el invasor. Resalta el nacionalismo germánico, pues sus características son
justamente las opuestas al liberal estadounidense y francés, configurando así un concepto
distinto de nación: la nación cultural en sentido contemporáneo, es decir, con un
componente ético-político.
Para los mencionados teóricos, la nación definida por ellos tiene un derecho inalienable a
dotarse de una organización política propia. Es decir, a constituirse en Estado. Pero a
diferencia del modelo liberal franco-estadounidense, esta nación, en tanto que sujeto
político, no se entiende simplemente como una suma de individuos que ejercen su
voluntad, sino como algo superior. Todo pueblo, según ellos, tiene unos rasgos propios que
le definen, distinguiéndole así de todos los demás. Es esta personalidad cultural
diferenciada, o esencia propia (Volksgeist, "espíritu del pueblo", escribía Herder), la que
permite singularizar al pueblo con vistas a determinar quién es el sujeto político (es decir,
la nación tal como la entendían ellos) con auténtica legitimidad para constituirse en Estado.
Pero dicha identidad no se hace visible por la mera expresión de la voluntad de un
conjunto de individuos en un momento dado. Es algo más trascendente, pues el pueblo que
es base de la nación romántica sería como un organismo vivo y perdurable, y una entidad
moral de orden superior a la simple suma de sus partes. Para los nacionalistas románticos
germanos el Volksgeist, permanente y supraindividual, es objetivo, mientras que el sufragio
es subjetivo. Es decir, inviertien las categorías de los liberales.
El Estado-nación
Un caso parecido en principio es el concepto de nación que puede verse en los Estados
Unidos y que se denota en el lema E Pluribus Unum (1776) y en el concepto de melting pot.
También (aunque menos) en el concepto promulgado por la Unión Europea, con el lema in
unitate concordia.
La nación socialista
Marx y Engels consideraban los Estados-Nación (que llamaban "naciones con historia") un
producto de lo que ellos denominaban revoluciones burguesas, y por tanto un paso
adelante dentro de la lógica de su teoría del materialismo dialéctico. Y para la posterior y
gradual evolución hacia el socialismo que ellos pronosticaban, por su tamaño y desarrollo
las consideraban un punto de partida preferible a las "naciones sin historia", ya que
contarían con una mayor masa proletaria.
En 1917, tras la Revolución rusa, los bolcheviques, con Lenin al frente, tomaron el poder y
frenaron el anterior nacionalismo ruso, en consonancia con su ideología internacionalista.
Lenin abogó por el internacionalismo proletario esperando el apoyo a la Revolución Rusa
por parte de los proletarios de otros países, especialmente de Alemania, que representaba
una potencia económica importante.
Además, Lenin apoyó lo que más tarde se llamaría derecho de autodeterminación de los
pueblos. No con un sentido puramente separatista, sino como una forma de colaboración
entre trabajadores. Por ejemplo, vinculando ideológicamente levantamientos nacionalistas
como los de Polonia con la causa de los trabajadores rusos que vivían las duras condiciones
que el zarismo imponía. Siempre mantuvo una línea de clase al respecto: la única forma de
liberarse del "yugo nacional" es a través de la revolución. La idea leninista sobre la
autodeterminación estuvo basada en aquella que tuvo James Connolly sobre la
independencia de Irlanda: solo el socialismo y la acción internacionalista salvaría a
Irlanda. No obstante, cuando acabó la guerra de independencia los representantes del
nuevo país juraron lealtad a la reina y el capitalismo de origen británico siguió vigente en
Irlanda.
Más tarde, en 1913 Stalin concretó y desarrolló los escritos de Lenin en su obra El
marxismo y la cuestión nacional en los cuales define a la nación como " Una comunidad
humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad de
idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada ésta en la comunidad
de cultura."
En esta obra se aprecian las bases analíticas sobre las revoluciones nacionales que Stalin
utilizaría posteriormente para construir lo que sería denominado "Socialismo en un solo
país" frente a la "revolución permanente" expuesta por León Trotski. Esta propuesta no
consistía en negar la revolución socialista mundial, como apela el Trotskismo sino que
entendía la imposibilidad de exportar la revolución de manera directa, pues solo supondría
un rechazo absoluto del socialismo por la gran parte del proletariado nacional,
intensificando las posturas reaccionarias en su seno. Abogaba pues por la financiación y
ayuda a los partidos revolucionarios de las distintas naciones para acelerar sus propias
revoluciones socialistas.
Los dos políticos más representativos de las ideologías fascista y nacional-socialista son
Benito Mussolini (Italia) y Adolf Hitler (Alemania), respectivamente. Mediante las férreas
dictaduras que establecieron en sus respectivos países, vincularon su idea de nación, y el
camino que según ellos debía seguir, a su voluntad personal. Así pues, para ellos la nación
se encarnaba en su persona.
Constitución de 1978
«El Pueblo Vasco o Euskal Herria, como expresión de su nacionalidad, y para acceder a su
autogobierno, se constituye en Comunidad Autónoma dentro del Estado español bajo la
denominación de Euskadi o País Vasco[…]", (con la lengua vasca y el castellano como
lenguas oficiales)».
Cataluña, por ejemplo, se define análogamente en su estatuto de autonomía del mismo año,
bajo el cual
Las Islas Canarias, por su parte, fueron reconocidas como nacionalidad a través de la
reforma de su Estatuto de 1996.
Nación en América
El concepto de nación en América tampoco es claro. Mientras a nivel oficial se suele utilizar
el concepto como equivalente a Estado territorial, los ideólogos y filósofos promulgan el
sentido de nación americana, así como se encuentra también el de nación iberoamericana
o a mayores generalizaciones, partiendo especialmente de la lengua no española, sino
americana y viendo los países romances como aquellos Estados pertenecientes a una
nación común. En estos se encuentra Perú, Colombia, Venezuela, Panamá, Ecuador, México,
Chile, entre otros.
El concepto de nación promulgado por filósofos americanos suele ser el de ver a las
regiones hispanas en América como parte de una nación, la cual no va seguida por un
Estado. Este concepto se basa en un mismo origen colonial, la lengua y paralelos históricos.
Para diferenciarse de Europa, se promulgó paralelamente con el movimiento nacionalista
étnico en Europa el concepto de la nación iberoamericana como unidad étnica, basada en
el mestizaje (Vasconcelos71 ) y se intentó demostrar por qué esta debería ser superior a
otras, mientras que en Europa se intentaba demostrar por qué la mezcla de antiguas etnias
sería mala.
Véase también
Estado, Estado nación, País, Estado nacional
Etnia
Patria
Micronación
Nacionalidad
Nacionalidades históricas
Nacionalismo
Benedict Anderson
Notas
1. Benedict Anderson en su libro Comunidades Imaginadas expone que las naciones no son entes
objetivos ni naturales, sino comunidades imaginadas solo existentes en la mente de los que
creen en ellas. Eric Howsbawn llegó a las mismas conclusiones tras analizar todos los
componentes en los que dice sustentarse una nación, como la cultura, la historia o la lengua.
También señaló que no es posible circunscribir nitidamente los límites culturales en
compartimentos bien definidos, ya que en realidad existe una red cultural humana mezclada y
que nunca ha habido una coincidencia entre un grupo culturalmente homogéneo y un territorio
determinado. Álvarez Junco por su parte, tras analízar la literatura científica actual de la
cuestión, señala que las naciones no son entes objetivos y por tanto no son analizables desde
un punto de vista empírico, sino comunidades humanas conformadas por personas con la
creencia subjetiva de poseer unos rasgos comunes y estar establecidos en un territorio sobre
el que creen poseer derechos, sin importar si se trata de una realidad científica o no.
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definiciones que se han dado de nación, 18
definiciones todas ellas que se vertebran a
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teorías precisas, previamente adoptadas y
reflejan más o menos directamente las 34. Núñez Seixas, 2018, p. 10-11.
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Enlaces externos
Wikcionario tiene definiciones y otra información sobre nación.
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Evalúe su nación (https://web.archive.org/web/20170915095448/http://rateyournation.com/)
Qué se entiende por Identidad Nacional, Vídeoconferencia de la Fundación Manuel Velázquez
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