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Un iv e r s id a d Au t ó n o m a d e Nu e v o Le ó n
Este libro -ganador del "Premio Nacional de Ensayo Alfonso
Reyes 2004"- versa sobre uno de los escritores mexicanos
más importantes de nuestros días: Carlos Monsiváis, testigo
infatigable que por casi medio siglo se ha dedicado a registrar
los cambios, quiebres y renovaciones de la vida cultural del
país, conformando una verdadera radiografía literaria de la
historia nacional. Este ensayo explora su escurridiza obra a
partir de un pretexto sustancial: el amor de Monsiváis por
la ciudad de México. Heredero de la lucidez crítica de Alfonso
Reyes y de la sensibilidad heterodoxa de Salvador Novo, el
autor de Los rituales del caos ha elaborado un retrato detallado
de la megalópolis de fin de siglo. A partir de este mural de
sensaciones que es también enciclopedia del recuerdo y
minuciosa crónica de una mirada, Monsiváis ha establecido
una relación íntima con el espacio que habita. Gracias a ella
ha inventado nuevos modos de imaginar una urbe a la vez
desolada e hiperpoblada, de modo que, más allá del caos y
la violencia que recorren las calles del Distrito Federal, sea
posible elaborar estrategias que le den coherencia al desorden
urbano y reestablezcan la fascinación que la ciudad de México
siempre ha provocado en propios y extraños.“Los vínculos
entre modernidad y cultura popular, la relación entre proyecto
estético y espacio público, así como entre literatura crítica
y ficción política, son los ejes del debate que atraviesa estas
páginas.”
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LA CIUDAD COMO TEXTO:
La crónica urbana de Carlos Monsiváis
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JEZREEL SALAZAR
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José Antonio González Treviño
Rector
ISBN 970-694-337-4
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Esta obra fue reconocida con
el Premio Nacional de Ensayo “Alfonso Reyes” 2004
otorgado p or el Consejo Nacional p ara la Cultura y las
Artes, el Consejo p ara la Cultura de Nuevo León,
la Universidad Autonóma de Nuevo León
y el Municip io de Monter rey.
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Para Nely
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Digamos que uno no tiene por qué amar
aquel lugar al que pertenece,
sino que uno pertenece a los lugares que ama.
José Manuel Fajardo
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ADVERT ENCIA
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habitarla es p osible verla de otra manera y volver accesible
aquella belleza oculta detrás de las cosas más cotidianas y
que dejamos de ver p or una ceguera inaudita.
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P RESENTACIÓN : CIUDAD Y LITERATURA
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Constituye un territorio p rivilegiado sobre el que giran los
debates, los deseos y los miedos cotidianos. A p artir de ella,
se construyen modelos culturales y p royectos estéticos. Y
en torno a su existencia se organiza el sentido de la escritura.
De ahí que la ciudad p ueda ser leída como un texto. Es un
lenguaje, un medio de comunicación, un sistema se signos,
un discurso que se construye todos los días.
La escritura urbana remite a la ciudad real en un implícito
reconocimiento de que existe un mundo más allá del texto.
No obstante, la ciudad literaria no constituye solamente una
representación de la ciudad real. Propone a su vez imaginarios
distintos en los que se cruza el afán reformista, la fantasía
modernizadora, el desencanto anticipado. La ciudad literaria
es una forma de la imaginación a partir de la realidad. La
literatura configura ciudades imaginarias; es un espacio donde
ese otro espacio (la ciudad) adquiere forma: la ciudad como
escritura, el texto urbano como tema literario. Es un paisaje
en el que se inscribe la historia, pero también los compromisos
—estéticos, políticos, éticos— del artista. Beatriz Sarlo lo dice
de esta manera: “la ciudad es el teatro por excelencia del
intelectual, y tanto los escritores como su público son actores
urbanos”. La lectura que el escritor —en este caso Monsiváis—
realiza sobre el entorno urbano y la manera en que lo trabaja
en el plano de la ficción es uno de los elementos que se destaca
a lo largo de este texto.
En su ensayo “Pequeño p royecto de una ciudad futura”,
el escritor Ricardo Piglia nar ra la historia de un fotógrafo
que en la soledad de su p rop ia casa esconde la rép lica de
su ciudad. Esto le p ermite reflexionar en torno al p roblema
de la rep resentación de la urbe a través del arte. Debido a
lo significativo de su reflexión, lo cito en extenso:
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El hombre ha imaginado una ciudad perdida en la memoria y
la ha repetido tal como la recuerda. Lo real no es el objeto de
la representación sino el espacio donde un mundo fantástico
tiene lugar […] El arte no copia la realidad, la anticipa y la
altera y hace entrar en el mundo lo que no estaba. El fotógrafo
actúa como un arqueólogo que desentierra restos de una
civilización olvidada. No descubre o fija lo real sino cuando es
un con jun to d e ruin as […] Está em p aren tad o con esos
inventores obstinados que mantienen con vida lo que ha dejado
de existir […] La ciudad trata entonces sobre rép licas y
representaciones, […] sobre la presencia de lo que se ha perdido.
En definitiva trata sobre el modo de hacer visible lo invisible y
fijar las imágenes nítidas que ya no vemos pero que insisten
todavía como fantasmas y viven entre nosotros […] el artista es
un inventor que fabrica réplicas imaginarias y sobre esas réplicas
se modela luego la vida […] lo que podemos imaginar siempre
existe.
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formales para aquellos dilemas que en la realidad nos parecen
aún insolubles. En suma, la literatura como anticipación de
otro mundo posible, como un discurso que busca restituir la
ligazón de ese “montón de palabras rotas” que es la ciudad
que a diario habitamos.
Puesto que me interesa abordar la ciudad no sólo como
una temática, sino como un esp acio donde se construyen
narraciones y donde se imagina el porvenir, haré un análisis
d e algu n as cr ón icas d e Mon siváis sobre la ciu d ad d e
México, y en p articular sobre aquellas con ten id as en su
últim o libro d e crón icas: Los rituales del caos, p ues a m i
p a re ce r e st e t ex t o e s e l q u e m e jo r re t r a t a la visió n
monsivaiana en torno a la urbe.
Por lo demás, la elección de dicho autor no ha sido casual.
No sólo su obra cronística constituye una de las p rop uestas
estéticas mejor formuladas de la literatura latinoamericana
actual, como bien lo ha señalado Jean Franco, es también
su conocimiento de la vida cultural mexicana lo que lo ha
convertido en el gran crítico de la cultura p op ular de la
ciu d a d d e M é x ico . Su t a le n t o ú n ico , a sí co m o su
m ord acid ad cr ítica ofrecen un a d e las m ás fr uctífer as
miradas en torno a la exp eriencia citadina, ese ritual caótico
que a diario viven millones de p ersonas en un mismo lugar
casi inconcebible.
Me interesa destacar aquí una p articularidad de estas
p ágin as. Bajo la p rem isa d e qu e “la ciu d ad n o es el
con ten id o d e un a obra, sin o su p osibilid ad con cep tual”
(Beatr iz Sar lo dixit), esta in vestigación realiza un cor te
tr an sve r sal a la obr a d e Mon siváis, d e sd e la ciu d ad
concebida como objeto cultural, gran teatro del conflicto y
del encuentro estético, ideológico y p olítico. Así, más que
p ensar en la ciudad como unidad de análisis, la concibo
como un medio p ara indagar en torno a las relaciones entre
ar te y cu ltu r a, en tre p royecto estético y m od er n id ad
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cu ltu r al. Escoger u n a obr a com o la d e Mon siváis m e
p er m ite exp lor ar librem en te tal p reocup ación : p or sus
características es un discurso ideal p ara delinear los signos
de un tipo de crítica que se basa en transgredir la separación
entre el análisis de la forma y el contenido de las obras. No
se tr ata d e estu d iar exclu sivam en te las h er r am ien tas
estilísticas d e Mon siváis p ara d escribir la ciud ad , n i d e
extraer de la descrip ción que realiza de México aquellos
elementos que den cuenta de los p rocesos sociales, como
quisiera una lectura “histórico-social” de las obras literarias.
Se trata de analizar el vínculo entre ambos niveles: de qué
manera se hallan inscritas en la forma ciertos imp lícitos,
ciertas actitudes delatoras de sentidos y ciertas insep arables
conexiones entre realidad y escritura.
Resalta p or ello la imp ortancia de exp lorar la condición
social y el sentido p olítico del discurso literario. Como lo
afirma Néstor García Canclini, “los cruces multiculturales
y la industrialización de lo simbólico han llevado a que la
teoría literaria exp anda su objeto de análisis p ara abarcar
p rocesos de significación en los que se textualiza y se nar ra
lo social de maneras diversas”. De ahí que no centre mi
atención en el análisis exclusivamente literario del discurso,
sin o en la m an er a en qu e lo extr atextu al (la ciu d ad )
adquiere consistencia y sentido al interior del texto literario
(la crónica). De este modo rastreo el sentido de la ciudad
en uno de los discursos que, al mismo tiempo que la describe
y la in terp reta, la recon figura im agin án d ola: la crón ica
urbana, cuya revaloración como género fronterizo no sólo la
vu e lve ca p a z d e r e cr e a r la ciu d a d e n su r iq u e za ,
fragmentación y heterogeneidad, sino también la p ostula
como una forma de escritura legítimamente estética.
Como se verá, otra p reocup ación que guía mi análisis es
el p roblema de la modernidad. Aquí quiero aclarar tanto la
importancia como el sentido con que utilizo este escurridizo
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con cep to. U n a d e las gr an d es p reocu p acion es d e los
escritores modernos ha sido la ciudad. Una larga lista de
im a g in a cio n e s e n t o r n o a l e sce n a r io u r b a n o n o lo
d esm ien te: d esd e la od isea d el Ulises joycean o y las
in ap re ciable s ciu d ad e s d e Calvin o , p asan d o p o r lo s
laberintos metafísicos de Borges o el castillo abigar rado de
Kafka… una serie de imaginarios urbanos afirma la manera
en que la literatura moderna hizo de la ciudad un p ersonaje
central. En este sentido la relación entre ciudad y literatura
e s h ija d e la m o d e r n id a d . Q u ie n p u d o ve r t a l
co r r e sp o n d e n cia d e fo r m a ilu m in a d o r a fu e Wa lt e r
Be n ja m in . Al h a ce r a q u e lla le ct u r a e m b le m á t ica y
heterodoxa de la escritura de Baudelaire que p odemos leer
en sus Iluminaciones, Benjamin unió la p rofundidad cultural
de la transformación urbana con la dimensión social que
la p oesía m od ern a sup on ía. Desd e en ton ces, la ciud ad
constituye no sólo un tema o un escenario: es sobre todo
un esp acio de la imaginación donde entran en conflicto
distintos p royectos de modernidad.
Según Jürgen H abermas, el término moderno exp resa “la
conciencia de una ép oca que se mira a sí misma en relación
con el p asado, considerándose resultado de una transición
desde lo viejo hacia lo nuevo”. De ahí que la novedad y la
fe e n u n m e jo r a m ie n t o so cia l y m o r a l co n st a n t e s
con stituyan p rin cip ios esen ciales d el p royecto m od ern o.
En ese sen tid o, la m od er n id ad se exp resa fren te a la
tradición transformándola o mejor, reformándola. Si esta
definición es indisp ensable no es p recisa. A lo largo de este
ensayo indago en otros elementos que p ermiten concebir
la m od ern id ad d e un m od o m ás am p lio y m ás flexible,
siguiendo sobre todo la p rop uesta de Marshall Berman de
comp render a la modernidad no sólo como el conjunto de
fuerzas (sociales, cultur ales, h istór icas) que h an tr aíd o
consigo un ráp ido desar rollo dinámico en todas las esferas
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d e la vid a social d esd e p rin cip ios d el siglo XVI (lo que
en tien d o com o modernización), sin o tam bién com o el
un iverso d e id eas, valores y vision es (lo que d en om in o
modernidad cultural), que p retenden “darle” a los hombres
“el p oder de cambiar el mundo que está cambiándoles”.
En este sentido la modernidad constituye un p roceso
de ambigüedad extrema, p ues al mismo tiemp o que crea
nuevos escenarios humanos destruye los antiguos. Exp resa
valores que delinean un p royecto cada vez más democrático
e incluyente, con el cual entra en contradicción constante
p or su ir refrenable imp ulso modernizador, cuyo eje es el
crecimiento y la exp ansión continuas. La actitud del artista
frente a esta contradicción es uno de los asp ectos que me
interesa resaltar. Obviamente con este análisis no agoto las
posibilidades múltiples de interpretación que la obra merece.
Sin embargo, me detengo en las que considero ayudan a
exp lorar un modo distinto de p ensar como simbióticas, a
la ciudad y a la literatura, y que p ermiten dar cuenta de esa
analogía entre escritura urbana y texto citadino.
Por último, este ensayo busca saldar la deuda que tiene
su a u t o r co n su p r o p ia ciu d a d . Escr ib ir so b r e u n a
megalóp olis como ésta no es una tarea sencilla. Requiere
un d ifícil trabajo d e im agin ación n ar rativa. Fren te a la
conflictiva relación que se p uede tener con una urbe a la
vez tan seductora e imp onente, he intentado escribir las
p áginas que siguen como quien busca resarcir aquello que
la exp eriencia urbana le ar rebata. Pensar la ciudad es ante
todo buscar entablar una relación íntima con el esp acio que
nos vio nacer. Somos los esp acios que habitamos, p or ello
he querido imaginar esta urbe como si imaginarla fuera el
método p ara ap rop iarme de una ciudad más p lena, menos
ajena, más íntima. Estoy convencido de que imaginar al
otro es una manera de reducir su lejanía. Por ello, imaginar
la ciud ad , esp acio p or excelen cia d e los otros, p ued e
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p ermitir un acercamiento a todo aquello que a p esar de ser
distinto comp arte mi p rop io esp acio. Esta es la razón de
que me interesara tanto resaltar de la escritura cronística,
su cap acid ad p ar a en ar bolar un p royecto d e coh esión
social, de emp atía hacia el otro, y el modo en que p uede
llegar a constituirse como una sutura ante la sep aración de
los h om bres, h abitan tes d e un a m ism a urbe im agin ad a.
¿Como decirlo de otra manera? Escribir: exp loración que
p or obra d e la ausen cia, n om bra lo existen te. Escritura
urbana: esp acio en que la ausencia de los otros se vuelve
p resencia.
“¿Quién se atreve a buscar la felicidad entre un montón
d e e sco m b r o s?”, se p r e g u n t ó a lg u n a ve z Bá r b a r a
H uningtham p ensando en el deterioro de la ciudad que
habitaba. H aciendo uso de una frase de Pasolini, Monsiváis
afirm a, com o si d elin eara un a resp uesta, que “es en la
ciudad y no contra ella, donde hay que cambiar la vida”.
Confío que las p áginas que siguen hayan refrendado en
algo el comp romiso contenido en esa frase.
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P RIMERA PARTE
ESCRITURA DEL ESPACIO: LA
CIUDAD COMO RELATO
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MONSIVÁIS Y LA CIUDAD
Demasiado viejo para empuñar las armas y pelear como otros
bondadosamente me dieron el grado inferior de cronista
registro no sé para quiénes la historia del asedio...
se supone que debo ser exacto pero ignoro
cuándo empezó la invasión...
todos aquí perdieron el sentido del tiempo
cuanto nos queda es el lugar y el apego al lugar
aún gobernamos ruinas de templos espectros de jardines y casas
si perdemos las ruinas nada quedará
escribo como puedo al ritmo de interminables semanas...
José Em ilio Pach eco, “In form e sobre la ciud ad sitiad a”
a r lo s M o n sivá is e s u n a d e la s fig u r a s
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en el sentido de un organismo al que se p ueda p ertenecer
y p or el que se p uede sentir orgullo, sino como Catálogo,
Vitrina, Escap arate”. Es p osible, p or ello, comp render ese
sentido de ubicuidad que lo caracteriza y del cual se ha
escrito tanto. Se ha dicho que p osee muchos dobles y es
que Monsiváis se encuentra en todas p artes: es p artícip e
con stan te d e m u ltitu d d e even tos, fiestas p op u lares,
con feren cias, m esas red on d as, foros d e d iscusión , y está
p resente de manera continua en la mayoría de p eriódicos
y revistas del p aís, además de sus p articip aciones televisivas
a través de breves op iniones y entrevistas. Resp ecto a esa
relación p ública omnip resente que Monsiváis tiene con la
ciudad, Juan Villoro escribió:
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que […] algunos le profesan o le han profesado […] Como en
el melodrama, la ciudad, ese concepto cada vez más arbitrario
y agónico, vive y se sobrevive en sus amantes (Amor perdido).
Este amor por la ciudad tiene que ver con el interés que
Monsiváis ha mostrado por todo aquello que se desarrolla en
el espacio público y con el sentido moralista que es posible
hallar en todo su proyecto literario. De ahí que éste sea uno de
los rasgos que la crítica ha resaltado de su obra: el ser un lector
y crítico de la conducta pública. Así lo afirma Álvaro Enrigue:
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Al in gresar en 1996 a la Acad em ia Mexican a d e la
Lengua, Gonzalo Celorio rindió homenaje a la escritura
urbana afirmando que la ciudad de México es una “ciudad
de p ap el”: “la ciudad no dice su p asado, lo contiene como
las líneas de una mano, escrito en las esquinas de las calles,
en las rejas de las ventanas […] cada segmento surcado a
su vez p or arañazos, muescas, incisiones, comas”. Una de
las p rop osiciones fundamentales de la literatura moderna
es el p ap el p rep onderante que tiene la escritura frente al
entorno urbano. La soledad y la alienación, el colap so de
la comunidad y de las tradiciones, el imp acto del p rogreso,
el materialismo de la vida moderna, así como el conflicto
entre el artista y la sociedad son las temáticas esenciales de
la literatura urbana. Todas ellas p ueden ser rastreadas en
la obra de Monsiváis, de ahí que sea p osible considerar su
crón ica com o escritura esen cialm en te urban a: en ella la
cap ital ap arece como obsesión continua. De ahí también
que su lenguaje sea tan vigoroso y variado como la ciudad
que describe con inigualable amor.
Según Raym on Davis Weeter, la escr itur a ur ban a se
caracteriza p orque “la ciudad está p resente de tal forma
q u e sin e lla la su st a n cia d e la n o ve la q u e d a r ía
ir remediablemente alterada”. No es exagerado afirmar que
Monsiváis no existiría sin su ciudad. Si bien es cierto que
existe una consolidada nar rativa urbana en México, p ocos
escritores han recor rido y nar rado sus calles, y descrito a
sus h abitan tes con tal p asión . N ovo y Car los Fuen tes
hicieron de la ciudad una divisa de su escritura, una realidad
trad ucible a p alabras. En tre los p oetas, Efraín H uerta y
Octavio Paz deletrearon los signos que ese corp us hecho
de p alabras hacía p osible. Pero ninguno la convirtió en el
hilo conductor central de sus p reocup aciones. Frente a la
tradición, la escritura de Monsiváis se caracteriza p or ser
un p royecto literario en cuyo centro se encuentra el interés
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p or la historia cultural de la ciudad de México y p or la
forma en que se ha ido transformando y renovando.
A p esar de que escribir la historia de la ciudad de México
sea tan to com o llevar a cabo “un a em p resa totalm en te
p a r a n o ica y ca si im p o sib le ” —co m o so st ie n e Se rg e
Gruzinski—, Monsiváis ha dedicado su vida y talento a tal
labor: reseñar con detalle la vida cotidiana así como los
m om en tos extr aord in ar ios d e la h istor ia d e la ciud ad .
Influido p or el Nuevo Periodismo norteamericano 1 y lector
p untual de las distintas corrientes de la H istoria Cultural,
Mon siváis d efin ió d esd e sus in icios el tip o d e escritura
crítica que lograría exitosamente establecer en México: un
género h íbrido y flexible (la crónica), cap az de situar la
realidad urbana como eje simbólico de la narración y la
historia.
E n u n t ex t o e scr it o h a ce ve in t e a ñ o s, t it u la d o
“Testimonio de la ciudad”, Monsiváis reflexiona sobre su
actividad de cronista; al hacer un recuento del recor rido
que sobre la ciud ad h a h ech o, Mon siváis con fiesa: “Me
informaron sobre la ciudad, la recorrí con ánimo cronicante,
la tr ad u je a p alabr as, obsesivam en te”. Gr acias a esta
obsesión Monsiváis lleva a cabo una innovadora descripción
contemp oránea de la ciudad de México y p ara ello recurre
a manifestaciones p úblicas de toda índole: lugares en que
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la m argin ación se h ace p resen te, celebracion es que son
salid as al laber in to ur ban o, con cier tos m ultitud in ar ios
donde las voces citadinas toman la forma de los referentes
de identidad que la canción p op ular emite, p ersonajes que
en su actuar d om in ad o p or la volun tad d e esp ectáculo
resumen la fuerza y vitalidad de las multitudes, así como
sus desgracias y esp eranzas. Lo que busca Monsiváis con
su cr ón ica es u n d oble registro: el caos qu e h a sid o
generado p or la emergencia de nuevos p rocesos sociales
(entre ellos, la globalización), así como la energía de las
n u evas gen er acion es p ar a con tr ar restar lo. Con ello,
p reten d e n ar rar lo que p od ría en ten d erse com o historia
cultural del espacio urbano en su dimensión popular.
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LA CIUDAD COMO ESPACIO SIMBÓLICO
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de significados. De ahí que la atención de Monsiváis ap unte
siemp re hacia el modo en que los imaginarios sociales se
configuran en función de la ap rop iación y uso cultural de
d istin tos esp acios. La con vicción d e que el esp acio se
con str u ye socialm en te, es el su p u esto d el qu e p ar te
Monsiváis p ara describir y descifrar los distintos subsistemas
culturales a los que se adhieren los habitantes de una ciudad
como la nuestra. Recordando a Wallace Stevens, Monsiváis
a fir m a q u e “u n o n o vive e n u n a ciu d a d sin o e n su
d e scr ip ció n ”. Así, “las vive n cias ín tim as, e l flu jo d e
com en tar ios y n oticias, los recuen tos d e viajeros y las
leyen d as n acion ales e in tern acion ales a p rop ósito d e la
urbe” (Monsiváis, “Ap ocalip sis y utop ías”), constituyen el
imaginario que da vida al esp acio que habitamos. Sin él, la
urbe no existiría.
Pero si la ciudad es un lugar a la vez real e imaginario,
que se con str uye y tr an sfor m a d e acuerd o a d istin tos
modelos culturales, ¿qué imp ortancia tiene la literatura en
esa construcción simbólica? Según Monsiváis, el p ap el de
la escr itu r a es vital en la p rod u cción esp acial, en la
definición cultural de la urbe y en el imaginario que se
construye a su alrededor. Por p rincip io, la literatura que
gira en torno a la ciudad hace evidente el conflicto entre la
urbe y los p rocesos destructivos que la acosan. Según Ángel
Ram a, cuan d o “la ciudad real cam bia, se d estr uye y se
reconstruye sobre nuevas p rop osiciones, la ciudad letrada
encuentra una coyuntura favorable p ara absorberla en la
escritura”. Al hacerlo, quienes han descrito a la ciudad y le
han dado p ermanencia en la literatura, de algún modo han
reinventado su p asado y delineado una ciudad futura, un
espacio posible. Al hablar sobre Gutiérrez Nájera, Monsiváis
define la crónica como esp acio de la utop ía. Desde Bernal
Díaz del Castillo, la utop ía ha sido un signo y un sino, un
rasgo ligado a la crónica de la urbe. Los cronistas mexicanos
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han sido fieles a ese origen y a esa tentativa utóp ica de la
escr itu r a: la ciu d ad real p u ed e siem p re volver a ser
imaginada.
Por otra p arte, la invención de la ciudad p or la literatura
es esencial p orque al hacer una nar ración de la historia
citadina, da cuenta de su continuidad y sus rup turas, p ero
al mismo tiemp o construye una sensibilidad crítica en torno
a ese p roceso. Para Monsiváis la ciudad es un lugar donde
se nar ra y la literatura es un lugar donde se reinventa esa
nar ración. Cada ciudad es un texto colectivo que almacena
una cultura. Es p or ello un dep ósito de la memoria social,
pues provee un conocimiento, resguarda un saber y permite
una narración de su historia. En la literatura, p or lo demás,
la ciud ad ap arece com o un texto p osible. Dice Rolan d
Barthes que “escribir es, en cierto modo, fracturar el mundo
(el libro) y rehacerlo”. La escritura de Monsiváis recrea la
ciud ad com o texto: la lee y la reescr ibe. Y con ello le
conferirá —como veremos más adelante— un orden al caos
citadino.
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EL EDÉNSUBVERTIDO: DE LA NOSTALGIA AL
DESENCANTO
Dios mío,
y de todo este desastre
sólo unos cuantos pedazos
blancos,
de su recuerdo,
se me han quedado entre las manos.
Man uel Map les Arce, “Urbe”
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ciudad: “Los días de la ciudad se alargan y se contaminan,
se imp regnan de la torp eza y la densidad de los sueños
ir recup erables”. Con ello Mon siváis reafirm a un a d e las
tradiciones literarias de más vigor en torno a la ciudad: la
añoranza ante la ciudad perdida. En una entrevista reciente,
an te la p regun ta d e “¿Y qué te p arece el cam bio a un a
ciudad que ap arentemente está más liberada?” Monsiváis
resp onde:
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Y a n ad ie le im p orta: d e ese h or ror quién p ued e ten er
nostalgia”.
N o obstan te, h ay un a d iferen cia en la escr itur a d e
Mon siváis resp ecto a esta tr ad ición . Si bien es p osible
rastrear una ciudad de la memoria en su obra, también es
p osible descubrir un cambio de signo resp ecto a la tradición
p revia que leía a la ciudad como zona cronológica, de modo
que p royectaba en ella una añoranza idealizada 2. Según
Monsiváis la mitificación citadina fue el resultado de un
m om en to d e auge que p erm itió vivir la ciud ad d e un a
m an er a d istin ta, d e m od o que las liber tad es p arecían
accesibles a todos. Monsiváis lo describe de forma clara en
el p rólogo al ejemp lar libro que Salvador Novo dedicó a la
ciudad, N ueva Grandeza Mexicana:
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m ejor h on r ar al títu lo d e su libr o, N ovo in cu r sion a
resueltamente en la utop ía. A él corresp onde enseñar la
ciudad aliviada de conflictos y vicisitudes […] Nadie llegó
más lejos que Novo en la presentación de una ciudad mítica
que, con él como ‘guía de turistas’, se vuelve la ciudad intensa
en que los lectores hubiésemos querido vivir.
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un sentido afirmativo: “Este es el op timismo sin el cual el
p esim ism o ter m in ar ía en autocom p lacen cia”, asegur a
Monsiváis en una entrevista. Tal afirmación encuentra su
p ersonalidad a través de una estrategia escritural y vital: la
ironía y el humor. “El sentimiento de lo cómico libera del
odio”, escribió André Maurois. La ironía como crítica redime
y exorciza la nostalgia ante la inocencia p erdida y de ese
modo mitiga la tragedia de la urbe extraviada. Dice en su
Autobiografía: “La derrota y la rep resión de julio de 1952
rep resentan mi ingreso al escep ticismo y el desencanto”.
En otra entrevista esclarece el sentido de su humor frente a
tal desencanto:
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comunista. Me emocionaba la ciudad mítica y yo creía vivir
la ciudad p olítica”.
Como afirma Sandra Lorenzano, “Todos los habitantes
d e México tien en u n a ciu d ad , otr a en el recu erd o”.
Consciente de que la nostalgia se construye a p artir de una
mitificación de los tiemp os idos (“todo p asado fue mejor”)
y de que la ciudad de la nostalgia es una ciudad que nunca
existió, Monsiváis toma distancia resp ecto a una escritura
que busque la mitificación citadina:
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La cap ital de la Rep ública, la Ciudad p or antonomasia en
nuestro p aís, ha dejado de ser (si de veras lo fue) la entidad
equip arable a mujeres yacentes y tierras que exp lotadores
intrép idos sojuzgan. El Distrito Federal es ya una entidad
ajena, inexpropiable.
41
42
LA OPRESIÓN SIN SALIDA: EL FIN DE LA
UTOPÍA URBANA
43
con secuen cias in h eren tes. “La ciud ad d e México es un a
evid en cia d e lo que el ur ban ista Rem Koolh aas afir m a
d el siglo XX: h a sid o u n a batalla p erd id a con tr a la
can tid ad ”, afir m a García Can clin i. Ya en 1978, Peter
Wa r d so st e n ía q u e d e co n t in u a r la t e n d e n cia d e
crecim ien to d e las m egaciud ad es, ser ía en México d on d e
se m an ifestar ían p r im ero sus con secuen cias som br ías.
Con p oco m ás d e un m illón y m ed io d e h abitan tes en
1950, la ciud ad creció con un a r ap id ez d esm ed id a: si en
1960 con taba con 5 m illon es, en el 2000 se acercaba ya a
los 20 m illon es.
Ante este contexto, uno de los p rop ósitos de la obra de
Monsiváis consiste en realizar la crónica de la monstruópolis
m exican a y su cotid ian a barbarie. Al h acerlo, Mon siváis
remarca las figuraciones op resivas que genera la ciudad de
México. Un ejemplo de ello es la crónica que hace del Metro,
en Los rituales del caos:
44
ecológica y sup resión de los derechos básicos y, sin desviar
la inercia del legado, la vivifican a su manera. ‘El humanismo
del apretujón’.
45
presenta como el resultado lógico de la expansión continua
de los habitantes, de manera que la imagen de la ciudad aparece
como algo que todo lo devora, incluso al sueño:
46
Y al restringirse la libertad de movimientos, el esp acio se
acorta y se vuelve más op resivo. Q uien no ha sido asaltado
se sabe al borde del p recip icio de las estadísticas y, en el
r eacom od o d e p r ácticas d el d esp lazam ien to y h aber es
p sicológicos, la gran ciud ad ad quiere grad ualm en te la
iluminación y los tonos exp resionistas del film noir, donde
cualquier recorrido es una incursión en la amenaza, y la
angustia es la guía del conocimiento (“No les des el gusto
de que nomás te asesinen”).
3 Ejem p los p rototíp icos d e ello son La vorágine y Doña Bárbara, n ovelas d e José
Eustasio Rivera y Róm ulo Gallegos resp ectivam en te. En este m od elo cultural,
la ciu d ad ap ar ece com o im p u lso d e la exp an sión m od er n a, la avan zad a
civilizatoria p or excelencia. Como en el cuento de Borges, “H istoria del guerrero
y d e la cautiva”, la ciud ad rep resen ta la cultura, el ord en y el p rogreso: fascin a
in cluso a los bárbaros.
47
entre la ciudad y el campo ha dejado de tener relevancia, sin
embargo la dicotomía sigue existiendo y ha adquirido un giro
significativo de modo que ahora la ciudad incluye en su interior
la idea de lo bárbaro y encarna los elementos de irracionalidad
caótica. De ahí que sea ya concebida como selva de concreto.
En palabras de la crítica Rosalba Campra:
48
LA DESAPARICIÓN DE LO URBANO : LA CIUDAD
POSAPOCALÍPTICA
49
que se reflejan 2 mil años de enfermedades y miseria y
d egr ad ación y estu p id ez y esclavitu d y br u talid ad y
ter rorismo físico y sicológico”. Desde Beyond the Mexique
Bay de Aldous H uxley (1934) hasta México Bárbaro de John
Ken n eth Tu r n er (1969), p asan d o p or los escr itos d e
Grah am Green e, D. H . Lawren ce o Malcolm Lowry, las
rep resentaciones de México y sus h abitantes h an tenido
como hilo común la idea del otro como amenaza, la visión
de un mundo p remoderno e incivilizado, lugar donde ha
irrump ido el infierno sobre el p osible p araíso.
De igual modo es significativa la manera en que el cine ha
reforzado esta mirada, regida por el caos, en torno al país. En
1931 Sergei Eisen stein film ó ¡Que viva México!, p elícula
inconclusa en donde es posible ver una mirada exógena en
torno a las fiestas y tradiciones mexicanas. Ya antes, durante
la segunda década del siglo, se filmaron una serie de películas
norteamericanas que tenían como eje narrativo la violencia
criminal de los caudillos revolucionarios, entre ellos Pancho
Villa, cuya representación es un claro ejemplo de la imagen de
México en el cine norteamericano. Entre ellas destacan The
Greaser’s Revenge (1911) y Life of Villa de D. W. Griffith (1914).
Recientemente, también desde el celuloide mexicano se ha
refrendado y actualizado esa mirada en torno a la barbarie, en
este caso citadina. Ejemplos de ello son Principio y fin (1993)
de Arturo Ripstein, El callejón de los milagros (1995) de Jorge
Fons, Todo el poder (1998), de Fernando Sariñana, Amores perros
(2000) de Alejandro González Iñárritu, Perfume de violetas
(2001) de Maryse Sistach y De la calle (2001) de Gerardo Tort.
Gran fan ático d el cin e 4 , Mon siváis recuerd a, d e un a
com ed ia d e Laurel y H ard y, un a p rem on itor ia escen a
situada en la ciudad de México de los años treinta: “quieren
50
abordar un taxi común y cor riente y ven que de él salen
m ás d e cuaren ta p asajeros. Se alejan asom brad os”. Así
Mon siváis legitim a y n o p u ed e escap ar a esa m ir ad a
p revaleciente sobre la ciudad: el caos demográfico da lugar
a un im agin ario n o p rop icio p ara el d eseo sin o p ara el
desencanto y la catástrofe.
En el p asado literario del p aís p odemos rastrear ya las
p r o fe cía s d e e st a co n d ició n a n t i-u t ó p ica d e l p a ís y
esp ecíficamente de la urbe. En el siglo XVIII, la Inquisición
con fiscó un a n oveleta an ón im a d e cuya existen cia sólo
quedan algunas referencias y un título: Ciudad de Méjico,
año 2004. Tal relato p royectaba ya “una visión del futuro
im agin ad a con veh ícu los tir ad os p or m otores, n aves
voladoras, luces intensas, y muchedumbres sin corazón ni
alm a. Par a en ton ces, los d ioses h an m uer to y gr an d es
banderas cubren un cielo sin estrellas” (Antonio García de
León, “Las razones secretas del D. F.”). No cabe duda que
d esd e su n acim ien to la ciud ad d e México gen era tales
im agin ar ios situad os en el m ed io d e la catástrofe y la
op resión . Distop ía o utop ía n egativa, la ciud ad , p ar a
Mon siváis, n o sólo p osee un a h eren cia fun esta sin o que
augura, en su monstruosidad, un p orvenir catastrófico:
51
d e h allar se en tr e los afor tun ad os que se libr ar án d el
inminente diluvio, de ese fin de las esp ecies chilangas en
que, por otra parte, no se cree. (Al menos que el apocalipsis
sea, en efecto, el espectáculo por excelencia y se garantice el
asiento de p rimera fila). (“Seis de sep tiembre. Cada hora
vuela”).
52
tanque de oxígeno, y en las p uertas de las estaciones del
Metro se elegía p or sorteo a quienes sí habrían de viajar.
53
resp ecto a la ciudad. En él, Monsiváis aún no p odía p rever
las paradojas que ésta traería consigo, a grado tal que realizó
la crónica de la muerte del Distrito Federal:
54
[…] Y p r e g u n t é : ¿q u é h a su ce d id o co n p r o fe cía s y
p rosp ectivas? ¿Dón d e alm acen áis el lloro y el crujir d e
dientes […] y la luna toda como de sangre, y las estrellas
caídas sobre la tierra? […] ¡No p retendáis escamotearme el
ap ocalip sis […], y uno se acercó y con voz de trueno que
murmura me advirtió: ‘¡H ombre de demasiada fe! ¿Q ué
aguardas que no hayas ya vivido? La esencia de los vaticinios
es la consolación p or el fraude: el envío de los p roblemas
del momento a la tierra sin fondo del tiemp o distante.
O bserva sin asp avientos el futuro: es tu p resente sin las
in term ed iacion es d el autoen gañ o’. […] Los m ortales se
sublevarían de no creer en su trasfondo que lo venidero es
siempre peor.
55
p laga letal, el terremoto de 11 grados, la guerra civil. La
única certeza es que estamos del otro lado de la desgracia
[…]. Vista desde fuera, la ciudad bate todos los récords del
esp anto. Desde dentro el p aisaje se p ercibe de otro modo:
ningún apocalipsis es para nosotros, aunque vivimos rodeados
d e sus sign os. Se trata p or sup uesto d e un a in ven ción
colectiva, p ero no p or ello menos real.
56
LA CAP I TAL D EL MI ED O : VI O LEN CI A Y
SEGREGACIÓN
57
En el ciclo de conferencias “Ap ocalip sis y utop ía de la
ciud ad d e México” (llevad a a cabo en el m arco d el XV
Festival d el Cen tro H istór ico), Mon siváis, en for m a d e
p arodia, hizo exp lícito lo anterior:
58
falsa tran quilid ad y la m ala n oticia” (“Rad iografía d e la
imp unidad”). Para Monsiváis la inseguridad es el resultado
de “las conductas límite p rop iciadas p or la crisis del estado
d e d erech o, el p erp etuo estallid o —econ óm ico, social y
demográfico— de las ciudades, y la imp osibilidad de una
efectiva seguridad p ública, sea p or la ineficiencia de los
cuerp os encargados o p or la ‘feudalización’ imp erante en
barrios y colonias”. De ahí que describa la violencia urbana
como “el amp lio esp ectro de situaciones delincuenciales,
ejercicios de sup remacía machista, ignorancia y desp recio
d e los d erech os h um an os, tr ad icion es d e in d iferen cia
a t e r r a d a a n t e lo s d e sm a n e s, a n a r q u ía sa lva je y
desconocimiento de la norma”.
Monsiváis, con ácido humor, describe la violencia urbana
resaltando cómo en la lógica del crimen, la deshumanización
de las víctimas constituye el p rimer eslabón en la cadena
d e la im p un id ad . Ad em ás, al h acer un a p arod ia d e las
d iferen tes for m as d e rom p er la ley y con ayud a d e la
exager ación , bu sca evid en ciar la atm ósfer a d e tem or
crecien te que la violen cia gen era y las p osibilid ad es d e
teatralización de tal fenómeno social:
59
“el map a de la ciudad transitable”, también ha contribuido
de manera notable a la descomp osición del tejido social.
De este modo, al mismo tiemp o que generaliza “la idea de
ciu d ad co m o bo tín o áre a abie r ta”, la co n se cu e n cia
p rincip al de la violencia ha sido el desp ojo imaginario y
real del esp acio p úblico:
60
Al extenderse la ciudad, se circunscriben sus habitantes, cada
residencia necesita de un pequeño ejército para mantener su
dignidad que es sinónimo de funcionalidad, los departamentos
son más pequeños y los techos más bajos, las multitudes más
compactas, las masas se precipitan en un metro cuadrado, las
colas se alargan. Se reduce el ámbito a la disposición de cada
uno y se engrandece el recuerdo de lo que casi nadie ha vivido:
las casas amplias, el tiempo sin prisa, las calles vacías. […] En
la megalópolis todo tiende a comprimirse. […] El ensueño
secreto es la obtención de espacio.
61
co m o u n p ro ce so co n t r a d ict o r io o p a r a d ó jico d e la
modernización. La recomposición de espacios tales como
Santa Fe, Xochimilco, el Centro H istórico y algunos otros
fenómenos son claro ejemplo de ello.
Al r e fe r ir se a la s t r a n sfo r m a cio n e s q u e la s u r b e s
modernas han sufrido en la segunda mitad del siglo XX,
Marshall Berman, en su libro Todo lo sólido se desvanece en el
aire, afirmaba la creación de esp acios aislados que buscaban
ordenar las ciudades heredadas del siglo XIX: “En el nuevo
medio urbano […] la antigua calle moderna, con su voluble
mezcla de p ersonas y tráfico, negocios y viviendas, ricos y
p obres, ha sido ordenada y dividida en comp artimentos
sep arados, con entradas y salidas estrictamente vigiladas y
con trolad as”. Esto im p licaba al m ism o tiem p o que un
p roceso de ordenamiento, un p roceso de exclusión social
muy p roblemático donde la vivencia y el disfrute urbanos
se veían seriamente limitados. Resp ecto a estas zonas del
exclusivismo, Monsiváis dice así: “La élite se resigna, da
p or concluido su libre disfrute de las ciudades y se adentra
en los ghettos del p rivilegio: ‘Aquí todo funciona tan bien
que p arece que no viviéramos aquí’. Y lo exclusivo quiere
comp ensar p or la desap arición de lo urbano” (Los rituales).
La p rivatización de lo p úblico revela el miedo a lo distinto,
el rechazo material y simbólico de las masas. De tal modo,
la obra cronística de Monsiváis p uede ser leída como un
catálogo de los disp ositivos de inclusión y exclusión que la
socied ad gen era: la crón ica m on sivaian a es tam bién la
crónica de los modos de p rohibir y censurar en la sociedad
mexicana.
62
N UEVA B ABEL: DESTERRITORIALIZACIÓN Y
MULTICULTURALISMO
63
p úblico (p lazas, p arques, teatro, cine) p or la intimidad del
hogar (televisión, video, teléfono, internet) o p or esp acios
de tránsito como los medios de transp orte o los medios
m asivos d e com u n icación . A d iferen cia d e la ciu d ad
trad icion al, en la “m egalóp olis p osm od ern a” el uso d el
esp acio h ace referen cia a form as n oved osas d e h abitar,
creando esp acios de rasgos muy distintos. Según Susana
Velleggia este p roceso de dester ritorialización consiste en
la p érdida de una de las funciones p rincip ales de la urbe:
ser esp acio de identidad, en aras de convertirse en ámbito
de cruce y circulación de flujos. Lo anterior induce a p ensar
que la ciudad cada vez p ierde más su cap acidad de integrar
un comunidad socio-p olítica.
En p rincip io hay una p érdida del uso p úblico de lugares
antes rep resentativos o emblemáticos, al mismo tiemp o que
hay una tendencia a p rivilegiar lo que Marc Augé llamó
‘no lugares’, esp acios del anonimato, dester ritorializados y
deshistorizados como son los centros comerciales o el metro,
lugares creados con la finalidad de dinamizar la circulación
de las p ersonas y de los bienes. En suma, lugares aislados,
con menores referentes de sentido que los distingan unos
de otros y que constituyen los nuevos esp acios rituales de
la sociedad moderna. Lo anterior p uede verse muy bien
d escr ito en la d r am atización que Mon siváis h ace d e la
exp eriencia de viajar en metro:
64
muchacha, p ero no p or eso me van a ceder el asiento. Así
son los feos de envidiosos.
65
e n co n flict o . En u n a é p o ca e n q u e lo s p ro ce so s d e
mundialización económica transforman las identidades y
gen er an n uevos con flictos in tercultur ales, lo p rop io se
construye de forma cada vez más urgente a p artir de cómo
imaginamos a los otros.
En un p oema de Árbol adentro, O ctavio Paz definía la
con d ición urban a d e esta m an era: “h ablo d e la ciud ad
inmensa, realidad diaria hecha de dos p alabras: los otros,/
y en cada uno de ellos hay un yo cercenado de un nosotros,
un yo a la deriva”. La ciudad de la que Monsiváis habla es,
como en el p oema de Paz, una ciudad en la que el otro no
es algo lejano y ajeno, sino que nos rodea a toda hora y de
cuyo contacto cercano no p odemos librarnos. Con ello, el
con flicto d e la alterid ad y el m ulticulturalism o ap arece
como constitutivo de la realidad urbana.
Si algo car acter iza a la ciu d ad es su d iver sid ad y
multiculturalidad, p or ser un lugar en el que la hibridación
es p rop icia. En Los rituales… este sentido de la mezcla está
rem arcad o p or algun os d e los tem as que abord a en sus
crónicas: el sincretismo religioso, el mestizaje cultural, la
forma en que se mezcla lo nacional y lo global, lo tradicional
y lo moderno, lo p op ular con lo artístico. No obstante, la
escritura de Monsiváis ap unta a mostrar las contradicciones
qu e p revalecen en la ciu d ad en tre la d iver sid ad y la
tolerancia, entre la exclusión y el resp eto a la diferencia. La
megalópolis
66
juguetes o klínex, o baterías de cocina o navajas suizas.
Mientras el cliente se decide, los esquineros tragan fuego o
p ractican acrobacia; incluso, y p ara matizar el show, asaltan
con revólveres y p uñales. La desesp eración cubre la ciudad
de esp ectáculos comp ulsivos.
67
m o d e r n o e sp a cio p ú b lico d e m o cr á t ico (p e r m it ir la
m ulticultur alid ad , resp etar la alter id ad y p rop iciar la
circulación de la diversidad) se ven cuestionadas y ap arecen
como casi inexistentes.
68
EL NUEVO ESPACIO PÚBLICO: FRAGMENTACIÓN ,
DESCENTRAMIENTO Y SIMULTANEIDAD
Una ciudad dentro de otra ciudad que contiene a otra ciudad.
José Em ilio Pach eco
Las ruinas son lo más viviente de la historia, pues sólo vive históricamente
lo que ha sobrevivido a su destrucción.
María Zam bran o, El hombre y lo divino
69
se p r ueba com o su catástrofe”. El fin al d e sus ap un tes
titulados París, Capital del siglo XIX, remite a tal visión: “Antes
de que se desmoronen, empezamos a reconocer como ruinas
los monumentos de la burguesía en las conmociones de la
economía mercantil”. De algún modo, Monsiváis comp arte
esta visión trágica en torno a las ruinas. Según él, la primera
y última definición de la ciudad —hacerse sobre ruinas—
p roviene de su origen violento. Construida sobre las ruinas
de Tenochtitlan, cap ital del imp erio azteca, la ciudad de
México ha sido edificada a costa de otras ciudades, sobre
la destrucción de otros esp acios simbólicos. Como afirma
Gonzalo Celorio:
70
mostrar un rostro que tuvo siemp re oculto. El ter remoto
de 1985 es p or ello uno de los momentos históricos que
marcarán un cambio en la concepción de lo urbano, el inicio
p ara algunos de la ciudad p osmoderna; o cuando menos,
la evid en cia d e la cr isis d e la m od er n id ad ur ban a en
México 6 . En Entrada libre. Crónicas de la sociedad que se
organiza Monsiváis habla sobre ese cambio radical:
6 Son varios los autores que ven a la ciud ad d e México d e los añ os n oven ta
com o un esp acio d e rasgos rad icalm en te d istin tos a la ciud ad im agin ad a añ os
atrás. Para José Em ilio Pach eco p or ejem p lo, la ciud ad “p ost-ap ocalíp tica” es
“la ciud ad p ost-terrem oto d e 1985 y p ost-Cristóbal N on ato”.
71
ciudad en términos tradicionales. Con ello, la ciudad deja de
ser unidad para volverse fragmentos difíciles de ser restituidos.
Las ruinas causadas por el terremoto —que Monsiváis asume
com o revelad or as d e la verd ad er a con d ición ur ban a—
exp resan d e for m a feh acien te la visión d e un a ciud ad
fragmentada y hecha p edazos. Causadas p or un desastre
natural representan, sin embargo, una violencia que prevalece
como efecto de las transformaciones del progreso, como signo
de una modernidad contradictoria.
De este modo, la mirada p anorámica que sobre la ciudad
n os ar roja la crón ica m on sivaian a es el resultad o d e los
cambios que la ciudad ha vivido en las últimas décadas, de
acuerd o con las p rin cip ales ten d en cias y efectos que la
globalización ha ejercido sobre la realidad urbana. En primer
lugar puede decirse que la globalización ha desestructurado
en varios sentidos la forma de concebir la ciudad, así como
la m a n e r a e n q u e se le h a b it a b a . En p r in cip io , h a
tr an sfor m ad o la id ea m ism a d e ciu d ad en tan to qu e
totalidad. Éste, sin embargo, no es un efecto solamente de
la globalización. El p ensamiento llamado p osmoderno, al
p lantear “el fin de los grandes relatos”, ha trastornado la
p osibilid ad d e p en sar la realid ad social com o ú n ica,
h om ogén ea y com p leta. De este m od o, la ciu d ad h a
adquirido una faz heterogénea, fragmentaria y disp ersa.
“Tan to es así qu e la ciu d ad p u ed e ser vista com o u n
caleidoscop io enloquecido en el cual se mueven graffiti,
collages, m on tajes, br icolages, p astich es, vid eoclip s,
d escon str uccion es, sim ulacros, vir tualid ad es” (O ctavio
Ian n i).
Otro de los rasgos de este fenómeno es la pérdida de un
so lo ce n tro p a r a la u r be . En u n a cr ó n ica so bre la s
transformaciones simbólicas que ha sufrido el Zócalo y el
centro histórico, Monsiváis afirma: “el Zócalo ya no es el centro
de la ciudad, México ya no tiene centro, sólo interminables e
72
inabarcables kilómetros que es preciso recorrer antes de ir a
cualquier parte”. La idea sobre el centro en una ciudad global
se ha transformado para dar paso a una multiplicidad de
centros; y por tanto de unidades sociales que giran en torno a
cada uno de ellos: de ahí se deriva la existencia de múltiples
ciudades al interior de la metrópoli.
Al h ablar d e su libro La guerra de las imágenes. De
Quetzalcóatl a Blade Runner, Serge Gruzinski afirma: “Este
libro es un intento de exp licación de las distintas ciudades
q u e h a n exist id o a q u í: ciu d a d p re h isp á n ica , ciu d a d
renacentista, ciudad bar roca, ciudad ilustrada, la del siglo
XIX, la d e la Revolución , la d e la m od ern id ad —h asta
1985— y p or último la ciudad p osmoderna —a p artir de
1985”. En ese mismo sentido, la ciudad monsivaiana no es
u n a, sin o m u ch as: “Don d e cu p o u n a ciu d ad , cabr án
cincuenta”, afirma. La ciudad monsivaiana tiene el sentido
del rizoma descrito p or Deleuze y Guattari. Esta ciudad
rizomática se halla construida con base en los p rincip ios
del rizoma: la conexión, la heterogeneidad, la rup tura, la
m ultip licid ad y el m ap eo. La ciud ad con cebid a com o
laberinto rizomático no tiene p rincip io ni fin; se rep roduce
hacia el infinito, es la tor re de Babel p or excelencia, cuyo
p ro ye ct o e s in t e r m in a ble y su s id io m a s ex p re sa n la
multip licidad de mundos contenidos en ella.
Por otra p arte, la diversidad y heterogeneidad urbanas
se exp resan también como simultaneidad de tiemp os. Este
asp ecto es uno de los rasgos elaborados continuamente p or
la literatura urban a d e la cap ital. La ciud ad d e México
confunde sus ép ocas, que se sup erp onen y cohabitan en el
m ism o esp acio. A d ecir d e Mon siváis, tal es un a d e las
sin gular id ad es d e un a ciud ad que se d ebate en tre “lo
moderno y lo p remoderno”: “¿Qué es entonces lo distintivo
d e la cap ital? Si qu erem os p rom over sin gu lar id ad es,
diremos que la coexistencia p acífica y violenta de lo Antes
73
y lo de Ahora, que se enfrentan, se emp arejan, se fusionan,
se distancian, sin darse tregua, sin admitir las semejanzas
de la contigüidad”.
Respecto a esta contigüidad de tiempos, resulta interesante
concebir a la urbe en su dimensión temporal. El sentido de la
ciudad como unidad de tiempo sólo puede ser explorado en
las diversas relaciones y vivencias que se dan en un mismo
territorio. En una crónica de Los rituales… Monsiváis describe
la convivencia de tiempos en un solo espacio, lo cual se concibe
como sincretismo temporal:
74
neocolonial. En forma simultánea, un minuto expresa todas
las épocas, todas las sensaciones históricas. Quizás por eso sea
tan exigua, tan precaria la vitalidad contemporánea en México,
porque la presión de lo no resuelto […] se interpone siempre,
inexorable (Días de guardar).
75
76
CIUDAD DE DOBLE SIGNO: HORIZONTE POPULAR
Y MODERNIZACIÓN CULTURAL
77
en el dominio de las ambigüedades”. En Monsiváis hallamos
a la vez un amor p rofundo p or la ciudad y una aversión
total hacia sus realidades irrisorias. Cómo amar a una ciudad
en la cual es casi im p osible cam in ar sin la certid um bre
(urdida en p aranoia) del p osible asalto. “Yo te amo, ciudad,/
p orque la m uer te n un ca te aban d on a” escr ibió Gastón
Baquero en su “Testam en to d el p ez”. Y Borges h izo lo
p rop io resp ecto a Buenos Aires: “No nos une el amor sino
el esp an to/ ser á p or eso que la quiero tan to”. ¿Cóm o
en ten d er este r asgo am bivalen te p resen te en tod a la
literatura citadina?
Existe un doble movimiento característico de la literatura
urbana, una exp eriencia dual que exp resa la contradictoria
relación de los escritores (y los habitantes) con su ciudad:
e sta am big ü e d ad su p o n e u n re co r r id o q u e va d e la
seducción al odio, del rechazo, al amor desmedido. Según
Ma r sh a ll Be r m a n : “To d a s la s fo r m a s d e l a r t e y e l
p ensamiento modernistas tienen un carácter dual: son a la
vez exp resiones del p roceso de modernización y p rotestas
co n t r a é l”. La ciu d a d g e n e r a e n su s h a b it a n t e s u n
sentimiento ambiguo que reúne las afrentas de su sordidez
con la seducción de su bizarra belleza, el temor ante sus
anuncios ap ocalíp ticos en conjunción con la atracción que
esas mismas p remoniciones causan. Así, afirma Berman,
78
Esta am bigüed ad exp resa n o sólo un con flicto d e quien
describe a la ciudad, sino también respecto a la posición que
el escritor asume frente a la cultura popular. Tal posición es
uno de los aspectos relevantes para entender qué sentido
político se propone al interior de un texto narrativo. En la
obra de Monsiváis existe una actitud doble frente al mundo
popular que va del desencanto a la fe. Tal ambivalencia aparece
en muchas crónicas como un juego en la voz narrativa:
79
De igual modo, el conflicto se hace p resente resp ecto al
p ap el del cronista. El p ersonaje que Monsiváis describe es
una esp ecie de alter ego que se encuentra indeciso durante
toda la crónica entre la p articip ación y el mantenerse al
margen de la fiesta interp retando su sentido:
80
con un a socied ad cuyas tr ad icion es en su m ayor ía n o
reconoces o no te interesan?” Y él mismo se responde:
81
Contra el elitismo en torno a la ciudad, Monsiváis confiesa
que su p rop io p roceso d e urban ización le p erm itió un a
actitud distinta en torno a la urbe:
82
del realismo grotesco. Esto es visible en una crónica de Escenas
de pudor y liviandad. En “Dancing: El Salón Los Ángeles”,
Mon siváis d escr ibe la m an er a en qu e u n a h ord a “d e
investigadores, […] estudiantes de posgrados, […] periodistas,
jóven es fun cion ar ios, h istor iad ores fr an ceses y gr in gos
eruditos, actrices, socialistas alivianados, críticos y directores
de cine, […] seguidos por las cámaras del canal 13”, acuden a
la colonia Guerrero para presenciar “el baile popular” y así
“reencontrar sus raíces”. Conforme la crónica avanza, es
p osible entender el sentido irónico que Monsiváis busca
producir en sus lectores. En el primer apartado de la crónica,
constituido por frases sueltas escuchadas al interior del salón
de baile, Monsiváis hace decir a dos personajes:
83
Tal desenmascaramiento critica la “invasión académica de
los sitios p op ulares” y ridiculiza a esta ciudad letrada, cuyo
“abuso antrop ológico” viene acomp añado de una hip ócrita
sensibilidad p op ular:
84
un r esultad o d el ch oque d e la in d ustr ialización y las
costumbres, entre la modernización social y la cap acidad
individual p ara adecuarse a su ritmo, entre la oferta (las
ap etencias) y la demanda (las carencias). Es una cultura, en
el sentido de modo de vida o comp rensión generalizada y
n o d iscutid a d e la realid ad , que em erge a p artir d e la
conversión de la sociedad tradicional en sociedad de masas
y que, p or lo mismo, imp lica el sometimiento y reducción
de las clases populares, la ofensiva ideológica de los medios
masivos, el muy rentable caos del crecimiento cap italista.
85
d estr uccion es ur ban as”. Tam bién tien e un sign o p ositivo
p ues rep resen ta “la utop ía en el sen tid o d r ástico […] La
m od er n id ad es el com p or tam ien to que se in icia en el
d e sd é n o e l a b o r r e cim ie n t o d e la s t r a d i ci o n e s
in op er an tes”. En este sen tid o, lo qu e le p reocu p a a
Mon siváis n o es sólo la m od er n ización econ óm ica sin o
la m od er n id ad com o p roceso cultur al, com o estilo d e
vid a, que va p en etr an d o el tejid o social, las esfer as d e la
vid a tan to p úblicas com o p r ivad as.
E l im p a ct o d e lo s p r o ce so s d e m o d e r n iza ció n
econ óm ica y social tr ae con sigo cam bios en la for m a en
q u e se p e r cib e la ciu d a d y e n q u e se la vive . L a
m od er n ización alter a la ecología ur ban a, las referen cias
cotid ian as, la exp er ien cia d e vivir en la ur be. Por ello,
Mon siváis con cibe la ur ban ización com o un p roceso d e
refor m a cultur al y d e for m ación d e la con cien cia cívica.
Según Mon siváis,
86
“al masificarse, ninguna costumbre o creencia p ermanece
in tocad a”. En un a cr ón ica d e Los rituales… , Mon siváis
r a st re a e st a co n ce p ció n d e la cu lt u r a u r b a n a co m o
modernización de las tradiciones en el lenguaje: “Con todo
resp eto. La frase, una de las más oídas en el México actual,
es en verdad la gran disculp a que los cambios forzados le
dirigen a lo tradicional. Sé que serás desp lazado, p ero te
dimos tu lugar. Me ap ena hacerte a un lado, p ero así son
las adap taciones”.
La m ism a p re o cu p a ció n p u e d e o bse r va r se e n la s
cr ón icas que d escr iben a la ciud ad n octur n a com o “el
san tuar io d e liber tad es y escen ar ios m itológicos”. Según
Mon siváis, p or la n och e, la ciud ad d e México es un a
ciu d a d d ist in t a , a d q u ie r e u n a m o r a l d ife r e n t e q u e
p er m ite gr ad os d istin tos d e ap er tur a y visibilid ad n o
p osibles d ur an te el d ía:
87
p úblico a tr avés d el cual p ued e d ecir se la verd ad con
franqueza y sin tap ujos:
88
La escritura urban a m an tien e en ton ces un a relación
ambigua frente a los cambios que la modernización produce
en la ciudad y frente a la cultura p op ular que le da vitalidad.
Es lo que ha llevado a plantear a muchos analistas la relación
d e am or /od io que los escr itores tien en con su p rop ia
ciudad. El ejemp lo más claro es el p oema “Declaración de
odio” de Efraín H uerta, donde el rencor es un fermento
del amor sólo p osible en un futuro ideal: “Son las voces,
los brazos y los p ies decisivos,/ y los rostros p erfectos, y los
ojos de fuego,/ y la táctica en vilo de quienes hoy te odian/
para amarte mañana cuando el alba sea alba/ y no un chorro
de insultos, y no río de fatigas,/ y no una p uerta falsa p ara
huir de rodillas”. Al hablar sobre esta actitud de H uerta,
Mo n sivá is d e scr ib e la n o st a lg ia co m o sa ld o d e la s
transformaciones urbanas, como señal del recor rido que
va de la esp eranza al desencanto. “Te odio con el odio de la
ilusión marchita”, escribió Amado Nervo.
Según Monsiváis la relación antitética con la ciudad ha
dejado de tener sentido. “Declarar odio o amor ya da lo
mismo” afirma como un p reámbulo a su visión de futuro.
Lo im p or tan te es en fren tar esa con tr ad icción con un
p royecto d istin to p ar a la ciud ad . Así, n o obstan te las
calamidades que habitan a la ciudad de México, la obra de
Monsiváis intenta vislumbrar salidas y alternativas al caos
y la op resión urbanas. Frente a la violencia, la denuncia es
una forma de resistir y p or ello la escritura de Monsiváis
adquiere una condición esencial: ir en contra del deterioro
urban o. En tod o caso, Mon siváis busca con sus crón icas
establecer un a d isp uta p or el esp acio p úblico. Por un a
p arte, afirma la cada vez mayor desap arición de la vivencia
en las calles frente al avance de la modernización y las nuevas
formas en que se construye simbólicamente lo público: sobre
todo desde los medios. Por otra p arte, frente a los signos
negativos de la modernidad, reconoce las consecuencias
89
p ositivas de la modernización cultural, y nos p resenta, a
través de la crónica, un modo de recup erar cierto sentido
de comunión en medio de una socialidad contemp oránea
cada vez más fragmentada. Lo dice así en entrevista:
90
SEGUNDA PARTE
ESPACIO DE LA ESCRITURA: LA
CRÓNICA URBANA
91
92
LA CIUDADINABARCABLE: UNA ESTÉTICA DEL
FRAGMENTO
Mis palabras,
al hablar de la casa, se agrietan.
O ctavio Paz, “Pasad o en claro”
9 Bajo el supuesto de que era imposible para un solo escritor dar cuenta de la
totalidad de una ciudad tan gigantesca como ésta y que la crónica debía ser colectiva,
se volvió necesaria la creación de un ‘Consejo de la Crónica de la Ciudad de
México’: “A una ciudad de muchos millones de habitantes y miles de colonias
corresponde, pues, una legión de cronistas; […] la realización individual de la
crónica total no es realizable en una ciudad inabarcable, […] sólo puede ser colectiva”.
(Guillermo Tovar). Durante el Primer Encuentro de Cronistas de la Ciudad de
93
Es claro que, p ara la literatura mexicana, la ap arición
imborrable de La región más transparente (1958) de Carlos
Fuentes marcó el imaginario literario en torno a la ciudad.
No obstante, a diferencia de los años cincuenta en que fue
p osible la rep resentación citadina a través de una mirada
totalizadora como la que ap arece en la novela de Fuentes,
en las d écad as siguien tes se volvió im p osible volver a
intentar una mirada mural que diera cuenta de la totalidad
urbana. En su momento, La región más transparente fue un
intento logrado p or abarcar a la ciudad en su conjunto, la
ciudad como totalidad. Con su novela, Fuentes convirtió a
la ciudad de México en p rotagonista de nuestra nar rativa
m od ern a. Com o afirm a Gon zalo Celorio, La región más
transparente fue:
Era una ciudad segura. […] Los crímenes eran tan anónimos
como un grabado de Posada o tan célebres como el asesinato
94
de la Chinita Aznar. No nos tocaban a ‘nosotros’. La ciudad
era exp lorable, libre, circunscrita. Se la p odía tomar, en su
acotación, como p ersonaje central de una novela. […] H oy,
el escritor ap enas si p uede conocer la cuadra en la que vive
y los novios primero se preguntan ‘¿Dónde vives, en el norte
o en el sur?’, antes de comp rometerse, no con el amor, sino
con la distancia.
95
La crónica de Monsiváis responde de otro modo a tal
circunstancia. Con la desaparición de La región más transparente,
ya no fue posible abarcar con la mirada un espacio público
cada vez más fragmentado, menos visible y en crecimiento
perpetuo. De ahí que la crónica y la narración breve aparecieran
como formas narrativas que permiten hablar de la ciudad a
partir de sus fragmentos. Con persistencia inusitada, Monsiváis
ha creado alrededor de la ciudad de México una obra que a la
par de la urbe se revela como dispersa, multitudinaria, y antes
que nada, inabarcable.
Una revisión atenta de Los rituales… confirma lo anterior.
A pesar de que el libro en su contrato extratextual se anuncia
como un compendio de ensayos (véase la portada), es sin duda
un recuento más de escritos cronísticos: textos h íbridos,
viñetas, parábolas y breves ficciones. La escritura del libro se
caracteriza por su condición esencialmente fragmentaria.
Escritos al am p aro d el p eriod ism o, los textos in cluid os
resp onden a acontecimientos disímiles, temas diversos y
múltiples estilos. Libro heterogéneo en que se mezclan distintos
discursos (la crónica y el ensayo, lo culto y lo popular, la teoría
y la historia, la escritura y la oralidad), Los rituales… posee un
carácter fragmentario que se halla remarcado por el carácter
fracturado de cada uno de los textos. A través de constantes
interrupciones dadas por subtítulos, enumeraciones, breves
diálogos, referencias intertextuales (como las citas a otros textos
o a películas) e interdiscursivas (como la inserción de elementos
orales y fotografías), así como una serie de acotaciones y
elementos tip ográficos que hacen discontinua la lectura,
Monsiváis busca crear un montaje de voces donde discursos
m últip les ch ocan en tre sí y qued an un id os en la m ism a
superficie textual.
Escritura de fragmentos, la obra de Monsiváis admite,
no obstante, una lectura de conjunto, una lectura unitaria
en la cual, tod as las crón icas se relacion an en tre sí. La
96
heterogeneidad de su escritura ap arece como un esp ejo de
la ciudad. De ahí que su crónica permita abordar a la ciudad
en su comp lejidad y multip licidad. La crónica resulta ser
una alegoría de la ciudad: es fragmentaria, heterogénea,
disp ersa y caótica. Al sintetizar los rasgos de la metróp oli,
la crónica no sólo exp resa la imagen de la ciudad en tanto
texto (se convierte en su símbolo), sino que configura un
esp acio p úblico a p artir del cual la urbe se vuelve legible.
Al trabajar con los restos urbanos y sus lenguajes, Monsiváis
consigue un collage, un registro fragmentario que conforma
un ensamblaje parecido al del periódico: lugar de encuentro
d e la socied ad . Gran p arte d e la obra m on sivaian a está
constituida de ese modo: a manera de textos tentativos,
p arciales, inconclusos.
A pesar de la imposibilidad de abarcarlo todo, Monsiváis
n o d eja d e p roclam ar ciertos fin es. A d iferen cia d e sus
con tem p orán eos, Mon siváis n o se cen tra, a causa d e la
desaparición de la totalidad, en la crónica de uno de sus barrios
o colonias. Por el contrario, Monsiváis busca dar cuenta de
una totalidad, aunque lo haga a través de sus fragmentos. Si
esto se responde en buena medida a que nace del periodismo,
la fragmentación de sus textos expresa antes que nada una
actitud. Así lo confirma en una entrevista:
97
cr isis d e la vid a so cia l q u e a n u n cia la lla m a d a
“posmodernidad”. Me parece interesante incluir al respecto
u n a r e flex ió n d e Ma r ía Lu isa Pu g a a l h a b la r d e la
imp ortancia que ha ido adquiriendo el p eriodismo en la
ciudad de México, debido a su carácter fragmentario:
98
h o y (d ice Eh r e n h a u s) la su st it u ye u n co n ju n t o d e
“fr agm en tos d iscu r sivos d e con texto”. Por ello, en la
actualidad, “la única forma de ‘decirlo todo’ en nuestra
cultura fracturada es dar a los lectores/p úblicos fragmentos
d en sos, trun cad os, que les sugieran a ellos un d iscurso
terminado”. A esto es a lo que p odemos llamar una estética
de la fragmentación, visible en la obra de Monsiváis.
Frente a la imp osibilidad de construir relatos unívocos,
Mo n sivá is p r o p o n e la e scr it u r a d e t ex t o s a b ie r t o s,
segmentados y p arciales. En su crónica no es p osible ya la
narración del Orden como tal. Ahora sólo p odemos esp erar
un montaje de imágenes sup erp uestas y discontinuas. No
la totalización sino la asociación libre, la creación de notas
intep retativas y el trabajo sobre la contingencia, con el fin
de descifrar esta urbe inasible. Sus crónicas son así intentos
de ordenar y darle sentido al fragmentario map a de las
identidades que siguen vivas en medio del desastre urbano.
Si la ciud ad se h a vuelto in abarcable y se h a escin d id o,
Mon siváis busca, m ed ian te un a estética d el fragm en to,
restituir cierta legibilidad p ara la urbe. Al hablar sobre la
obra in com p leta d e Ben jam in , Beatriz Sarlo d efin e esta
estética h erid a: “Su m irad a es fragm en taria, n o p orque
renuncie a la totalidad, sino p orque la busca en los detalles
casi invisibles”. Los textos de Monsiváis p ueden leerse a
p artir de esta noción. Parecieran encontrarse inacabados,
se r p ie za s, se g m e n t o s, p o r cio n e s, d e u n a t o t a lid a d
extraviada. Representan así fragmentos provisorios pero que
se p resentan a sí mismos como “todo lo que hay”. Pero si lo
que se ha p erdido es la totalidad, el centro de atención
entonces se ha trasladado a lo fugitivo.
99
100
U NA ESCRITURA TENTATIVA: EL SENTIDO DE
LO FUGAZ
101
cierta p rovision alid ad en el d iscurso, así com o un ton o
subjetivo y p arcial. Puesto que “es muy difícil o imp osible
la cronología definitiva de los hechos” (lo dice en Días de
guardar), la obra de Monsiváis se concibe como una escritura
de lo p rovisional: está marcada p or la incomp letud 10 . Como
afirma Álvaro Enrigue: “H ay en la elección vocacional de
la reseña de lo p uramente actual […] la p osibilidad feliz de
r e co n o ce r q u e la b ú sq u e d a d e a lg u n a fo r m a d e la
trascendencia —en el sentido clásico de la p alabra— no es
sólo odiosa, sino inútil”.
Al hablar del proyecto literario de Salvador Novo, Monsiváis
afirma la importancia de cualquier tema por inmediato que
sea, y rechaza la actitud desdeñosa que la “gran literatura”
tiene contra el periodismo, al concebirlo como una escritura
de lo efímero. De ese modo asume estas palabras de Novo
como una apología de lo provisional:
10 Al igual que Ben jam in , Mon siváis es con ocid o p or ser un gran coleccion ista.
H a sid o llam ad o “coleccion ista d e coleccion es” p or la varied ad d e sus gustos.
Y en esta con d ición irregular se atisba ese sen tid o in scrito en la crón ica: com o
en un a colección , en la cr ón ica “el or d en está siem p r e am en azad o, […] la
p asión d el coleccion ista se alim en ta p recisam en te d el d eseo d e com p letud y
d el saber que ella es, en el m ejor d e los casos, p rovisoria” (Beatriz Sarlo). El
p en últim o texto d e Los rituales… trata justam en te sobre el coleccion ism o. En
él afirm a que el coleccion ism o es, en tre otras cosas, “la aven tura que com ien za
d e m od o tím id o y se am p lía al r an go d e p asión d evor ad or a, d e ur gen cia
inacabable d e p rop ied ad es exclusivas”.
102
Así, la crónica se desp liega como un discurso antagónico
al que p royecta la creación de la “obra total” o definitiva (y
en algú n sen tid o u n ívoca). Fren te a la p er m an en cia,
Monsiváis ap uesta p or lo fugaz, p or lo p erentorio:
103
mirada objetiva y subjetiva del cronista, la amalgama entre
ambas p ersp ectivas:
104
sectar ism o), cr iticaba la rep resen tación objetiva d e la
realidad que en todo caso consideraba engañosa.
¿Cuál es la relación entre este sentido de p rovisionalidad
qu e ad op ta Mon siváis y la m ir ad a sobre la u r be? En
p rincip io tiene que ver con la p ersp ectiva que imp onen las
dimensiones urbanas: la crónica de esta ciudad infinita es
“una emp resa imp osible p orque ni siquiera si uno se reduce
a su modesta recámara acaba haciendo una crónica eficaz,
siem p re faltarán d atos” (“In stan tán eas d e la Ciud ad d e
México”). Por lo demás, el tamaño de la ciudad hace de
todo acontecimiento una nimiedad. En su monstruosidad
ca d a a ct o a d q u ie r e u n a exist e n cia in sig n ifica n t e ; e l
gigantismo lo nulifica todo. Por ello, el p ap el de la crónica
es rescatar el detalle, lo que queda al margen de la p rimera
columna, o p or lo menos así es como lo concibe Monsiváis:
“U n a m an ifestación d e p rotesta en los añ os cin cuen ta
trastornaba a la ciudad, era la noticia a sup rimir; ahora, en
un día de 1993 se efectúan cien marchas de p rotesta; el
tr áfico se d esqu icia, p ero a la m añ an a sigu ien te los
p eriódicos ap enas si consignan el hecho”.
Relator d e lo casual, lo con tin gen te y lo coyun tural,
Monsiváis busca en los detalles la forma de resarcir lo que
el gigantismo urbano oculta: “Ante el p eso abrumador de
la ciud ad , los fotógr afos d eben p arcelar sus in tereses.
Imp osible cap tarlo todo, imp osible rehusarse a la ‘cacería’
que será arte, testimonio, documento”. “H abituado más a
d escu br ir las bellezas escon d id as y esp ú reas qu e las
manifiestas e indiscutibles” (Italo Calvino), el cronista asume
una mirada p arcelada como único medio p ara atisbar la
imagen de la ciudad. Con ello p areciera decir que sólo es
p osible ver el todo a través de sus p artes; sólo en las ruinas
se cap ta la totalidad p erdida: “El conjunto es inabarcable,
p ero la ciudad —dócil, levantisca— se deja rep resentar p or
105
el detalle y p or la contingencia, p or el dato simbólico. […]
Todos volvemos selectiva la mirada, y a lo largo de un día
sólo vemos p orciones de lo que está al alcance de los ojos”
(“Seis de sep tiembre”).
Entre cada tarde y cada mañana ocurren hechos que es
una vergüenza ignorar, escribió Borges en El libro de arena.
Como si fuese consciente de este hecho, Monsiváis atiende
una esfera menosp reciada tanto p or la historia tradicional
com o p or la literatura cron ística: el ám bito cotid ian o y
anónimo. Podemos rastrear el antecedente directo de la
elaboración de Los rituales… en un texto escrito p ara una
an tología sobre México a fin es d e siglo. En su título se
resume de cierto modo esa voluntad de hacer la “crónica
múltip le” del universo anónimo de la ciudad: “Los esp acios
d e la s m a sa s” (1 9 9 3 ). A d ife r e n cia d e la s cr ó n ica s
modernistas que hacían el recuento de la vida en las esferas
de la alta sociedad, de las “gentes que imp ortan”, Monsiváis
se in teresa p or la vid a cotid ian a d e las m ayor ías que
defienden su rostro en el anonimato: “Lo cotidiano, negado
o ignorado p or muchísimo tiemp o, es ahora con frecuencia
el marco de la disidencia”. El interés de Monsiváis p or dar
cuenta de lo ignorado, lo perentorio y lo aún no canonizado,
tiene que ver con una concep ción en torno a lo p olítico
que subyace a su escritura.
Para Monsiváis, la p olítica es un ámbito que más allá de
la esfera estatal tiene consecuencias en la vida p rivada: “el
PRI h a sid o el gran in strum en to m old ead or d e la vid a
íntima”, afirma en una entrevista. De ahí que no sea cap az
de concebir la democracia como un ámbito simp lemente
institucional. Busca entonces definir lo p olítico como algo
que atiende e imp orta a nivel p ersonal: “sobre todo a p artir
de 1968, se establecen p rocesos que marcan enormes saltos
cualitativos, social y culturalmente. Pero lo que se vive como
p roceso comunitario, se entiende p oco como exp eriencia
106
p ersonal”. En su texto sobre la Manifestación del Silencio,
incluido en Días de Guardar, ya estaba planteada esa posición
que hace énfasis en la microp olítica: “la H istoria, desertaba
de su condición ajena y abstracta p ara convertirse en una
manera concreta y p ersonal de ordenar, vivir, p adecer, amar
o abominar de la realidad. Puesto que la H istoria existía, la
realidad se volvía modificable”.
Al resp ecto, Joh n Kr an iau skas —u n o d e los p ocos
traductores de sus textos a otros idiomas—, afirma que en
la escritura de Monsiváis existe una p roximidad crítica y
un a in stan cia d e p roxim id ad extrem a a los sucesos que
relata. De ese modo, se acerca a los personajes y a los motivos
de sus acciones, así como a los elementos a través de los
cuales ejercen su voz. Las pancartas y consignas intercaladas
en los textos, p or ejemp lo, o el uso de canciones y refranes,
h acen referen cia n o sólo a las d irectr ices y fer m en tos
id e ológicos q u e su byace n en u n a m ovilización o u n
concierto, sino que rep resentan “acotaciones directas de
las d em an d as, n ecesid ad es y estad os d e án im o” d e la
socie d ad . De igu al m od o, e sa p osición n ar r ativa d e
p roximidad es visible en sus textos sobre historia cultural:
107
aqu ello qu e rep resen ta lo n u evo y la actu alid ad d el
momento, su ap ego p or la H istoria no lo ha alejado de una
actitud retrosp ectiva: su p rogr am a d e escr itur a n o h a
abr azad o in gen uam en te la ban d er a d el p rogreso y la
modernidad sin una visión crítica que las acomp añe. La
crónica monsivaiana resulta así un tip o de exp erimentación
d iscu r siva q u e resp on d e a la fr agm en tar ied ad d e la
exp eriencia urbana cotidiana. De igual modo, tiene que ver
con el d iscu r so fr agm en tad o d e los m ed ios m asivos,
esp ecialmente de la televisión, y con la condición efímera
del esp ectáculo.
108
CIUDAD VIRTUAL, CIUDAD DEL ESPECTÁCULO
109
En Amor perdido, Monsiváis atestigua, nostálgico, cómo se
h a r e co n fig u r a d o lo p ú b lico e n d e t r im e n t o d e la s
interacciones p ersonales. Esto se vuelve más exp lícito en
Los rituales… : “Sin tecnología no salgas a la calle. Los ligues
hoy se hacen de celular a celular”. Al resp ecto, Jean-Marc
Fer r y, en un en sayo sobre “Las tr an sfor m acion es d e la
p ublicid ad p olítica”, d efin e lo p úblico a p ar tir d e los
imaginarios que los vínculos mediáticos han reinventado
en los últim os añ os: lo p úblico es “el m arco ‘m ed iático’
gracias al cual el d isp ositivo in stitucion al y tecn ológico
p rop io d e las socied ad es p osin d u str iales es cap az d e
p resentar a un ‘p úblico’ los múltip les asp ectos de la vida
social”. En las formas de imaginar a la urbe, la centralidad
de los medios masivos es definitiva.
La ciudad resulta así un territorio cada vez más invisible,
un espacio desterritorializado y virtual. Néstor García Canclini
h a h ech o in vestigacion es d e cam p o que con firm an esta
hipótesis: “El desequilibrio generado por la urbanización
irracional y esp eculativa es ‘comp ensado’ p or la eficacia
com un icacion al d e las red es tecn ológicas. La exp an sión
territorial y la masificación de la ciudad, que redujeron las
interacciones barriales, ocurrieron junto con la reinvencion
de lazos sociales y culturales en la radio y la televisión. Son
estos medios los que ahora, desde su lógica vertical y anónima,
diagraman los nuevos vínculos invisibles de la urbe”. La urbe
se vuelve así un escenario construido sobre todo a través de
las imágenes y la rapidez, formas demasiado endebles para
sostener lazos comunitarios. Dice Monsiváis:
110
en las exp losion es d el vid eo, aquietam os la n ostalgia p or
el ejer cicio d e la calle, y la tecn ología n os globaliza. […]
Lo ur ban o es tam bién , y en gr an m ed id a, lo televisivo, y
la t e le visió n e s la O t r a C iu d a d , d o n d e lo s va lo r e s
com un itar ios se an ulan o se r elativizan , el m elod r am a ya
n o teatr aliza la vid a sen tim en tal d e sus esp ectad or es, la
fam ilia tr ibal (p or r azon es d e esp acio) le ced e el sitio a la
fam ilia n uclear (“Ap ocalip sis y utop ías”).
111
de las sensaciones”, arrasa con un concep to fundamental
en la con strucción d e la id en tid ad y la n acion alid ad : la
noción de p ueblo. En otro texto reafirma esta convicción:
“Para la década del cuarenta, la exp losión demográfica y
los medios masivos han eliminado, o casi, el concep to de
P u e b lo , su st it u yé n d o lo p o r e sa fo r m a p e cu lia r d e
m u ch ed u m bre, el Pú blico” (Cultura urbana y creación
intelectual). Ad em ás, la tecn ología tran sform a y a veces
disuelve uno de los asp ectos que definen de forma radical
la relación con la ciudad: la distancia entre lo p úblico y lo
p r iva d o . En “L a h o r a d e l co n su m o d e o r g u llo s.
Protagonista: Julio César Chávez”, Monsiváis afirma esta
transformación luego de observar lo que sucede no en el
ring, sino entre el p úblico:
112
¿H asta qué punto es reverente a la antigua una muchedumbre
cuyo alborozo también le viene de su condición televisable?
Cómo saberlo, los tiemp os devastan los usos de la p iedad
antigua, no es lo mismo rezar a secas que rezar ante la cámara.
[…] Alguien se pregunta: ¿terminarán viendo el aparato como
si vieran misa? Y el escéptico responde: ¿acabarán inmersos
en la misa como si vieran tele?
113
La sociedad del esp ectáculo que critica Monsiváis es el
resultado de un fenómeno de fin de siglo bien descrito p or
García Canclini:
114
grup os y las tendencias sociales reivindican el derecho a la
d ive r sid a d , la s in d u st r ia s cu lt u r a le s e n t r o n iza n la
un ifor m id ad ”. In tercalad os en tre cad a texto, se h allan
breves descrip ciones sobre los “ritos instantáneos” que la
sociedad p roduce en ocasiones masivas (los encendedores,
la Ola, el grito de ¡Mé-xi-co/Mé-xi-co!). Estos breves textos
le p erm iten reflexion ar en torn o a la h om ogen eización
p romovida p or los medios: “un p úblico sólo lo es en serio
y en gran d e, si h ace lo m ism o al m ism o tiem p o”. Pero
tam bién le ayud an a cuestion ar ese n uevo valor que la
ciudad virtual p royecta: la globalización está casada con
una p olítica y una dinámica de lo efímero, donde el único
sentido es el cambio dado p or el mercado.
Para Monsiváis, la sociedad del espectáculo es la sociedad
d e la im agen y la p risa, la socied ad d e lo tran sitorio y
fugitivo, del flujo mercantil. “Lo moderno es lo provisional”.
Las rep ercusiones que el exceso de tecnología trae sobre la
urbe p lantean serios cuestionamientos resp ecto al futuro
d e u n a co m u n id a d d o m in a d a p o r la fu g a cid a d y la
evanescencia de la imagen, donde la identidad y el esp acio
se hallan fracturados: ¿hay alguna manera de renovar las
resp onsabilidades p olíticas y cívicas del esp ectador, ante la
ca d a ve z m a yo r d ism in u ció n d e la vid a p ú b lica , e l
crecim ien to d el aislam ien to p erson al, d e la atom ización
p rivada de la sociedad y la disolución de la comunidad a
favor de una mirada ausente frente al televisor? Monsiváis
busca resp onder esta p regunta a través de una estrategia
de escritura, fundada en un sentido transgresor.
115
116
T RAS UNA CIUDAD ALTERNATIVA
Cuando lo real se vuelve imagen, cuando la mentira chorrea de las pantallas,
¿no es la fantasía escrita la que vuelve a abrir las puertas de lo real
inmediato?
Regis Debray
Sitios abandonados,
sitios abandonados donde el polvo y la yerba se acarician mutuamente,
burlándose entre susurros de los grandes templos derruidos
y de los grandes festines.
José Carlos Becerra, “Señ al n octurn a”
117
cotidianos. En buena p arte de las crónicas de Los rituales…
ap arecen este tip o de escenarios: el estadio Azteca, lugar
en que se lleva a cabo una p elea p rotagonizada p or Julio
C é sa r C h á ve z; d ive r so s e st a d io s d o n d e se r e a liza n
co n cie r t o s y e sp e ct á cu lo s a r t íst ico s; e l Án g e l d e la
In d ep en d en cia d ur an te las celebr acion es futboler as; la
Basílica de Guadalup e cada 12 de diciembre; las arenas de
lucha libre; los salones de baile y el metro. Así, lo que más
le interesa retratar a Monsiváis no son los esp acios p rivados
que la ciudad genera, sino aquellos en donde lo p úblico
alcanza un significado colectivo. Incluso cuando retoma la
exp eriencia de esp acios p rivados sólo lo hace si es p osible
leer en ellos p rocesos que atañan a una colectividad mayor.
Si el p roceso d e m od er n ización h a cread o esp acios
periféricos, marginándolos de todo interés oficial, Monsiváis
buscará rescatarlos en su escritura, p ues con stituyen “la
versión más favorecida —la brutalmente masificada— del siglo
venidero”. Estas zonas obsoletas creadas por la modernización
—sus escombros, por decirlo de algún modo—, carecen de
signos de pertenencia, no funcionan ya como referentes de
una colectividad; en suma, no son ya el depósito de alguna
identidad: se presentan como no lugares. No obstante, para
Monsiváis esta ausencia de peso simbólico es sólo temporal.
De hecho, los no lugares revelan de forma efectiva la forma de
vivir la ciudad pues no están deshistorizados por completo,
sino que se los incorpora a nuevas formas de significar lo
urbano. Si algo, la ciudad genera una y otra vez significados
(a veces parodias de sí misma) que le dan sentido a todos sus
espacios. El sólo ser la evidencia de la catástrofe provee de
fuerza semántica a esos espacios. Describir la manera en que
cambian esos espacios —que establecen una tensión entre el
pasado y la modernidad— es otra más de las funciones del
cronista. Las crónicas sobre los lotes que dejó el terremoto,
por ejemplo, o sobre el tianguis del Chopo, atestiguan cómo
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Monsiváis rastrea zonas simbólicas en que la ciudad organiza
sus restos de otro modo. Esos vacíos que la definen, que
anuncian el lenguaje que tomará cuerpo en sus calles, son los
huecos donde opera el lado oscuro de la ciudad visible:
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No habrá salidas aceptables a sus demandas. Pues entonces,
y mientras las p atrullas sigan al acecho, que hagan lo que
quieran con su horrible asp ecto.
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ap rendizaje de la resistencia civil, que se inicia en la defensa
d e la legalid ad , an te la ilegalid ad p racticad a d esd e las
esferas del p oder económico y p olítico”.
En efecto, p ara Monsiváis todo aquello que se encuentra
al m argen es un a evid en cia d el autor itar ism o y d e la
op osición a éste. Los sujetos que retrata Mon siváis son
p ersonajes que se encuentran en conflicto con la cultura
d o m in a n t e , co n lo s va lo r e s y je r a r q u ía s sim b ó lica s
establecidos p or ella. Las p osiciones marginales detentadas
p or los excluidos del sistema “son las cor reas transmisoras
d e un a actitud : son la d em ostración ad m irable d e que
ninguna enajenación, ningún sistema totalizador triunfa
del todo”. Ya desde su autobiografía afirmaba tal convicción:
“la id ea d e vivir d efen d ien d o p osicion es abier tam en te
m in or itar ias m e com p lacía”. Así, p arecier a qu e p ar a
Monsiváis sólo desde el margen se puede reclamar el derecho
a la p olítica, la formación de una conciencia ciudadana, así
como la p articip ación en la discusión del esp acio p úblico.
En u n p aís en qu e la p r ivatización d e d ich o esp acio
m u lt ip lica y co m p le jiza la s fo r m a s t r a d icio n a le s d e
segregación, el tratamiento e interés p or esp acios excluidos
y sectores m argin ales (can tan tes, lu ch ad ores sociales,
en m ascarad os, actores d el cin e n acion al, ch avos ban d a,
boxead ores o in cluso p erson ajes in trascen d en tes d e las
clases medias), resulta un intento de restaurar la convivencia
y la imagen de la sociedad, p ero a la vez constituye ya un
acto de denuncia. Si la ciudad ha venido desar rollándose y
se transforma de acuerdo con una modernización dictada
desde arriba, Monsiváis busca un modo alternativo de ver
y dar cuenta de la ciudad desde abajo. El intento por colocar
“lo marginal en el centro” es p arte de una p referencia p or
d ar cuen ta d e cier tas tem áticas o n úcleos usualm en te
con sid erad os m argin ales p or el p od er y tam bién p or la
crítica (culturas p op ulares, m ovim ien tos sociales, m itos
121
nacionales, medios e industria cultural, la izquierda), una
inclinación p or aquello no anquilosado o “canonizado” p or
las lecturas académicas. Pero es también una estrategia que
le p ermite a Monsiváis situarse en una p osición distante
d e los d iscursos h egem ón icos, con el fin d e cuestion ar,
desde la marginalidad de su p rop io discurso (la crónica),
las estructuras centralizadas y autoritarias del país, al mismo
tiemp o que reivindicar a los sectores excluidos del p royecto
de nación dominante.
Al reconocer a la cultura p op ular como ámbito legítimo
p ara criticar a la cultura p olítica d om in an te, Mon siváis
p romueve un cambio de signo p ara todo aquello que se
encuentra en el margen. De igual modo, al situarse fuera
del centro, Monsiváis logra hacer de la marginalidad un
elemento de imp ugnación. Eso le p ermite transgredir las
p autas autorizadas y romp er el contexto de subordinación
en que se halla tanto el sujeto de su discurso (lo marginal,
lo otro), como su p rop io discurso: la crónica, que funciona
fundamentalmente p or su p osición resp ecto al canon.
Frente a la “gran literatura” —representada por la novela
y la p oesía—, la crónica es una escritura marginalizada p or
la cr ítica. Esto p osibilita q u e p u ed a h acer se u n u so
estratégico de este género como imp ugnador de la cultura
dominante. Así lo cree Linda Egan: “Una p arte p rimordial
del p royecto ideológico de los autores contemp oráneos es,
p recisamente, ar rasar las divisorias que tradicionalmente
definían el “centro” canónico y arrastrar adentro todas las
formas que languidecían en la p eriferia”.
En su A ustedes les consta. Antología de la Crónica en México,
Monsiváis hace el recuento de la imp ortancia de un género
co m o la cr ó n ica p a r a la lit e r a t u r a y la h ist o r ia
hisp anoamericanas. En otro ensayo sobre las funciones de
la cr ón ica en n uestro p aís, Mon siváis con tin úa con su
122
r e ivin d ica ció n d e e st e g é n e r o y h a ce ex p lícit a su
imp ugnación al canon literario dominante:
123
El problema ahora es entender las jerarquías naturales y no
las jerarquías im p uestas. Yo sigo creyen d o que existen
distancias jerárquicas entre […] Lezama Lima y La familia
Burrón, p or así decirlo. El p roblema es que son jerarquías
naturales y que no tienes que subrayarlas con desp recios o
prepotencias porque se dan naturalmente.
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FRONTERAS DE LA ESCRITURA, ESCRITURA DE
LAS FRONTERAS
La crónica o la novela sin ficción dependen de la noción de ‘frontera’,
pero, sobre todo, del arte de cruzarla. A medida que la mentalidad de fortaleza
se arraiga en los territorios que temen a los bárbaros,
pocos estímulos pueden ser tan sugerentes como la mezcla de géneros y
culturas.
Juan Villoro, “La fron tera d e los ilegales”
125
textos en p rosa, más que la disolución de estos géneros, son
su conjunción. Un nuevo lenguaje aparece en Monsiváis —el
lenguaje del muchacho callejero de la ciudad de México, un
muchacho inteligentísimo que ha leído todos los libros, todos
los comics y ha visto todas las películas. Monsiváis: un nuevo
género literario…
126
for m a sim ultán ea recur sos d el p er iod ism o y la liter atur a.
En la lectu r a d el N u evo Per iod ism o n or team er ican o,
Mon siváis h alló la p ied r a d e toque d e su escr itur a: la
cr ón ica d e h ech os elabor ad a con técn icas d e la ficción .
Escr itur a fron ter iza que reún e a la vez am bos elem en tos,
la obr a d e Mon siváis p osee, com o d ice Lin d a Egan , un
“alm a d esd oblad a”. Según esta autor a que h a estud iad o
a p rofu n d id ad la cr ón ica, “el gén ero q u e Mon siváis
d efien d e es un a for m a ‘bastard a’ que n o sólo n o in ten ta
o cu lt a r su m it a d ilit e r a r ia , sin o q u e se u fa n a d e
osten tar la; sus vín culos con el p er iod ism o for m an p ar te
d e su r azón d e ser. Tam bién son el p retexto p or el que se
la con d en a”. Resp ecto a la cr ón ica, existe un p rejuicio
ex t e n d id o q u e la sit ú a fu e r a d e t o d a co n sid e r a ció n
estética d ebid o a su car ácter n o-ficcion al. U n a d e las
car acter ísticas d e la cr ón ica es que d ebe estar elabor ad a
en tor n o a un referen te p úblico verd ad ero y com ún a los
le ct o r e s. M o n sivá is e st á co n scie n t e d e e llo : “U n a
exigen cia d el gén ero: la exactitud com o m ater ia p r im a
d e la fan tasía. […] Por el d etalle, según esta liter atur a,
se llega a la esen cia”.
Esta condición factual de la escritura monsivaiana no
imp ide, sin embargo, crear textos con autonomía estética y
de condición artística, así como hacer uso de estrategias
p rovenientes del camp o de la ficción 12. Si p ensamos en una
de las tradiciones más antiguas de la escritura en América
127
Latina como es la exp resión cronística, es p osible afirmar
que desde la Conquista la elaboración del p ensamiento en
torno a la sociedad se h a llevado a cabo a través de un
le n g u a je ce rca n o a la ficció n . Ex ist e d e h e ch o u n a
imp ortantísima tradición de textos que mezclan hechos y
ficción desde antes de Bernal Díaz del Castillo. “Ficción de
h ech os” o “literatura sin ficción” h an sido fórmulas con
que se ha intentado definir a la crónica, debido a la manera
en que conjuga esos dos discursos que en ella concilian
sus diferencias (el literario y el periodístico). De ahí el debate
en torno a su residencia p rincip al: ¿género p eriodístico o
literario? Debate por lo demás anquilosado. Si bien es cierto
q u e la cr ó n ica se d e se n vu e lve e n d o s ca m p o s
contradictorios, resulta infértil tratar de encap sularla en
sólo uno de ellos.
A pesar de su inmediatez, la de Monsiváis es una escritura
excesivam en te cuid ad a. Con stan tem en te se m en cion a la
cap acidad autocrítica del autor que, resp ecto a la infinidad
d e t ex t o s q u e p u b lica se m a n a lm e n t e , p o se e p o co s
volúm en es p ublicad os com o libros. Mon siváis valor a y
corrige de forma atenta aquellos textos que merecen el paso
del periódico al libro. Esto responde a un principio: revalorar
la crónica en tanto que contiene cualidades estéticas. Su
obra demuestra que a p esar de tratar elementos de la vida
cotidiana, de p oseer antes que nada un referente real, la
crónica puede ser arte. Como afirma Susana Rotker respecto
a las crónicas modernistas:
128
que, p erdida con los años la significación p rincip al que las
crónicas p udieron tener p ara el p úblico lector de aquel
entonces, son discursos literarios p or excelencia.
E n va r ia s o ca sio n e s M o n sivá is h a d e fe n d id o la s
p osibilid ad es liter ar ias d el p er iod ism o y cr iticad o las
p o sicio n e s “a r ist o cr á t ica s” q u e su p r im e n t o d a
consideración estética p ara esa “literatura bajo p resión”,
que p or lo demás ha alimentado “de modo p rimordial” la
“comp rensión múltip le de la realidad”. Un claro ejemp lo
es el ar tículo titulad o “Per iod ism o y liter atur a: ‘com o
hermano y hermana…’”, en el que —además de transgredir
el tradicional carácter masculino y femenino que se le da al
p eriodismo y a la literatura, resp ectivamente— argumenta
que la “ausencia de p reocup aciones literarias tiene que ver,
e n g r a n m e d id a , co n la ca r e n cia d e t r a d icio n e s
d em ocráticas”.
Además de revalorar estas formas de exp resión como
literatura, evitar el p rejuicio de que la literatura equivale a
ficción (a irrealidad) p ermite romp er con la idea tradicional
de que existen “géneros menores”. Frente a la “tenacidad
d e la Acad e m ia p ar a se g u ir su je tan d o u n a lín e a d e
demarcación literaria que injustificadamente destier ra los
discursos no-ficticios de la arena p rivilegiada conferida a
la alta cu ltu r a” (Lin d a Egan ), Mon siváis legitim a la
recup eración de un género marginal como la crónica y con
ello busca transgredir la validez de las jerarquías establecidas
p or el discurso rígido de la Academia y la crítica literaria.
Par a en ten d er la in ten ción qu e su byace al tip o d e
escritura transgenérica que p ractica Monsiváis, es necesario
entender lo que son los géneros. Según la teoría bajtiniana,
los géneros constituyen “un sistema histórico de regulación
de las relaciones literarias”, el cual p rop orciona las normas
a p artir de las cuales es p osible definir “lo que es literatura
129
y lo que n o lo es”. Si los gén eros rep resen tan n or m as
literarias que establecen el contrato entre un escritor y un
p úblico esp ecífico, la escritura m on sivaian a, guiad a p or
una voluntad de transgredir las normas, busca romp er con
tales con tr atos tr ad icion ales. Sus cr ón icas resultan ser
relatos que desafían de manera constante la estabilidad del
canon recibido.
La hibridación genérica funciona así como un modo de
in fr in gir o violen tar las reglas, lo establecid o. Si algo
ca r a ct e r iza a la o b r a d e M o n sivá is e s su vo lu n t a d
transgresora. De ahí que su escritura sea ambigua, “desde
el p unto de vista genérico”, p ero coherente “desde el p unto
de vista p olítico”, como afirma Kraniauskas. Podría decirse
que en la cr ón ica m on sivaian a h ay un tr aslad o d e las
p reocup aciones temáticas a las p reocup aciones formales,
d e m o d o q u e e l se n t id o d e vie n e fo r m a . La cr ó n ica
monsivaiana constituye un esp acio escritural que rebasa las
fronteras tradicionales de la escritura y se forja como una
forma cultural esencialmente dialógica. La crónica conjuga
d istin tos elem en tos en un p royecto d ialógico que busca
vincular la cultura nacional con la cultura popular, el análisis
p olítico y cierta voluntad ensayística con la literatura.
Según Monsiváis, a la p ar de constituirse como creación
estética, la crónica p osee un afán ir renunciable: “cump lir
deberes cívicos y morales”. H eredada de Altamirano, una
con vicción zurce su obr a: “Por la liter atur a México se
regen er ar á” 13 . La fu n ción d e la cr ón ica —el relato y
d escrip ción d e los h ech os—, vien e acom p añ ad a d e un a
130
voluntad ensayística. La división tradicional entre crítica y
ficció n q u e d a así re basad a. La cr ó n ica q u e p r actica
Mon siváis h ace p osible con jugar am bos h or izon tes: un
p royecto de reforma a través de la creación de un universo
artístico. La crónica se vuelve así un medio estético cap az
de crear una totalidad autónoma p erdurable al tiemp o de
ejercer una función crítica.
Así se p uede ver cómo la crítica social y la p reocup ación
estética ap arecen ín tim am en te ligad as y se sostien en
mutuamente en la obra monsivaiana. La crónica p osee una
doble función, p roveniente de su existencia desdoblada: la
crítica social insep arable de la creación artística. La estética
un id a a la m oral. La reform a d e la socied ad en am bos
sen tid os: el social y el esp iritual. Pod ría d ecirse que su
discurso nar rativo se iguala a su proyecto ideológico. Ambos
se encuentran en el mismo p lano; uno a otro se sostienen.
Por lo demás, la forma del relato supone cierta definición
an te d os p roblem áticas en cor relación : el len guaje y la
sociedad. La forma híbrida y fragmentaria de la crónica
sup one la existencia multicultural y fracturada de la vida
so cia l, a sí co m o d e l d iscu r so q u e la ex p r e sa . Su
h eterogeneidad escindida rep roduce en la nar ración los
conflictos que fracturan a su comunidad. Así, la crónica
con stituye un a escritura d e fron tera, un a escritura que
busca rep resen tar la crisis y el con flicto cultural que la
ciudad vive.
131
132
CIUDAD Y MEMORIA: LA CONQUISTA DEL
ESPACIO PÚBLICO
N o, no era quizá la vida lo que estaba hoy en las calles, sino sólo la historia.
[… ] Las calles, las ciudades, los recintos planificados por la estética,
la asepsia, la política. También por las ideas, la represión, la policía,
la competición y la muerte.
H éctor Tizón , La casa y el viento
d e m á s d e d e t e n t a r se co m o e sp a cio d e
133
autodestrucción como desinformación), tragafuegos, mimos,
boleros, la p edagogía de la violencia que se inicia en la
crueldad contra los animales… La calle, el esp ectáculo que
comp ite, gloriosamente y en vano, contra la televisión.
134
el coraje de brigadas y manifestaciones, la cap ital p arece
dar, en tanto sede de multitudes con p rop ósitos y destino,
algunos signos de vida.
El 6 8 in a u g u r a u n n u e vo e sp a cio , p r o p o r cio n a e l
d in am ism o ausen te en un a socied ad cuya m ovilid ad se
había p etrificado en los años p revios. En 1968 se inventa
un nuevo rumbo p ara la urbe. En esta transformación los
sign os d el m ied o h icieron d e la ciu d ad u n ter r itor io
imp reciso e inseguro, p ero en el cual formas alternativas
de concebir la ciudad p odían vislumbrarse:
135
se anulan ante esa estridencia de las ambulancias, ante el
frío anudado en la contemp lación de las fuerzas p oliciales.
En el vacío de las calles, en el p erfecto oxígeno del ter ror,
en la p remura con que todo arriba a la inmovilidad, en la
agitada lentitud hipócrita de los transeúntes, se recogen los
ecos y el desafío de un desp lome de consignas de mármol.
136
H imno Nacional unía a los presentes, abandonaba su ‘fulgor
abstracto’ y relacionaba este momento con el inventario de
los restos del orgullo cívico.
137
p lataforma, como comp añera. H asta entonces, la calle les
había p arecido el enemigo informe y deforme, o un mero
tr ám ite u r ban o. Ah or a, se tr an sfor m aba en esp acio
infinitamente valioso y conquistable.
La re cu p e r a ció n d e la ca lle p o r lo s p a so s d e lo s
m an ifestan tes im p licaba la obten ción d e un a p resen cia
pública. Al mismo tiempo significaba la creación imaginaria
138
de una ciudad que ya no es sólo un esp acio sin sentido; es,
p or el contrario, un esp acio que p osee un valor en sí y que
se h a con ver tid o p or fin en p erson aje. Al d escribir las
brigad as estud ian tiles, Mon siváis exp resa lo an terior al
m ism o tiem p o que cor p or iza a la ciud ad : las br igad as
constituyen “la ideología vital de quienes han creído en los
muros de la ciudad, en los ojos de la ciudad, en el oído de
la ciudad, en la inasible conciencia de la ciudad”.
Mon siváis recup er a d el m ovim ien to la volun tad d e
democratizar al p aís, la cual tuvo su mejor exp resión en las
marchas y las brigadas estudiantiles. Esto es claro cuando
Monsiváis contrap one dos esp acios del movimiento, lo cual
le p erm ite afirm ar la liberación que la ciud ad p rop on e
incluso frente al dogmatismo de la izquierda:
139
estud ian tes er an d eten id os y golp ead os y vejad os y los
sold ad os ir r um p ían en los d ep ar tam en tos”. Ad em ás d e
vo lve r a ex p r o p ia r la ciu d a d a l d isp a r a r so b r e lo s
m a n ife st a n t e s, la s fu e r za s a r m a d a s in va d ie r o n lo s
d ep ar tam en tos d e las un id ad es h abitacion ales d on d e se
efectuaba el m itin estud ian til. De ese m od o —violen tan d o
la s g a r a n t ía s in d ivid u a le s d e su s o cu p a n t e s—, lo s
d ep ar tam en tos se volvieron un a exten sión d e la p laza:
d ejaban d e ser esp acios p r ivad os p ar a con ver tir se en
em p lazam ien tos d on d e la rep resión se p rolon gaba.
El efectivo car ácter d e m asas d e la p rotesta d e 1968
tuvo com o p r in cip io básico la volun tad d e d em ocr atizar
al p aís, la cual fue d im en sion ad a y con cretad a a tr avés
d e la p ar ticip ación m asiva. Eso exp lica la im p or tan cia
que T latelolco tuvo p ar a la h istor ia d el p aís. La m atan za
d el 2 d e octubre p osp uso la p osibilid ad d e h acer d e la
ciud ad un esp acio abier to y d em ocr ático. La cer r azón
d el gobier n o y su n egativa a h acer d el esp acio p úblico
un lugar p ara el d iálogo, clausuró un a etap a d e la h istoria
u r b a n a . Co m o a fir m a Mo n sivá is, la ciu d a d vivió la
p é rd id a d e la in oce n cia. A p ar tir d e en ton ces n ad a
volvería a ser igual: “El 2 d e octubre, el asesin ato d irigid o
p or la van id ad h er id a cier r a un ciclo y clausur a, p ar a
siem p re, la con fian za en un a sola, gen erosa, solid ar ia y
co rd ial ciu d ad d e Mé xico . Se re in stala e l án im o d e
vecin d ar io aglom er ad o y tr iste” (Amor perdido).
Tal es el motivo de que Tlatelolco sea un hito p ara la
narrativa urbana del p aís, un lugar casi mítico. En “2 de
octubre/ 2 de noviembre. Día de muertos”, Monsiváis inicia
esa mitificación en aras de p reservar del olvido esa fecha.
H aciendo una analogía entre la tradición del Día de Muertos
y la m asacre ocur rid a un m es an tes, Mon siváis vuelve a
Tlatelolco un esp acio de la conmemoración:
140
Más aguda y ácida que otras muertes, la de Tlatelolco nos
revela verd ad es esen ciales que el fatalism o in útilm en te
p rocuró ocultar. Permanece el Edificio Chihuahua, con los
relatos del estup or y la humillación, con los vidrios recién
instalados, con el residuo aún visible de la sangre. […] H ay
silencio y hay el p avor monótono del fin de una ép oca. […]
El Edificio Chihuahua se erige como el símbolo que en los
próximos años deberemos precisar y desentrañar, el símbolo
que nos recuerda y nos señala a aquellos que, con tal de
p erm an ecer, susp en d ieron y d ecap itaron a la in ocen cia
mexicana (Días de guardar).
141
d e los h ech os, Mon siváis bu sca p rod u cir u n tip o d e
significación ya no unívoca e incontestable. Por ello afirma
la multip licidad y el no determinismo de las alternativas,
d e m od o qu e la toler an cia se vu elve sin ón im o d e la
in clusión y p osibilid ad d e relecturas con tin uas: “n o h ay
m ás ruta que la m últip le” (Entrada libre). El fin al d e su
autobiografía es en este sentido ejemp lar. Ahí, afirma de
manera exp lícita su “ter ror” p or terminar, p or cer rar el
relato 14 . La contingencia del discurso tiende a remarcarse
al llevar a cabo múltip les versiones de un mismo texto o
diversos enfoques frente a un mismo tema. La reescritura
p resente en sus crónicas funciona así como un elemento
m ás qu e n o sólo h abla d e la fr agm en tar ied ad d e los
discursos, sino que p romueve distintas versiones p ara una
misma realidad.
Uno de los elementos más interesantes de la crónica es
la recup eración de la memoria frente a la modernización y
fren te a los relatos oficiales. En n u estr a ép oca d e la
aceler ación tecn ológica y el crecim ien to d esm ed id o, la
p reocup ación central tiene que ver con lo borrado p or el
tiemp o. Monsiváis ha trabajado p or muchos años en contra
d el p od er d e la am n esia colectiva, en con tr a d e los
o cu lt a m ie n t o s q u e la h ist o r ia o ficia l p r o m u e ve . La
d estrucción y la sup lan tación d e la m em oria suelen ser
for m as atroces d e d om in ación . De ah í que Mon siváis
14 Com o afirm a H ayd en Wh ite, “la crón ica a m en ud o p arece d esear querer
con tar un a h istoria, asp ira a la n arrativid ad , p ero característicam en te n o lo
con sigue, […] la crón ica suele caracterizarse p or el fracaso en con seguir el
cierre n arrativo. Más que con cluir la h istoria suele term in arla sim p lem en te.
Em p ieza a con tarla p ero se quiebra in media res, en el p rop io p resen te d el
autor d e la crón ica; d eja las cosas sin resolver”. Lo que p ara Wh ite es d efecto,
p ara Mon siváis es in ten ción d isrup tiva: la ap ertura d el relato n o com o an om alía
sin o com o ten tativa an tiau tor itar ia, com o im p osibilid ad d e exclu ir otr as
version es d e la h istoria, otras form as tam bién válid as d e n ar rar.
142
busque hacer el relato de la memoria p erdida, el registro de
las d iscon tin uid ad es que la ciud ad y la vid a p ública d el
p aís han sufrido. “Recordar el p asado es un acto p olítico”,
escribió Geoffrey H artman. Frente a la negativa p or develar
la verdad p or p arte de los distintos gobiernos p osteriores
al 68, Monsiváis ha buscado a través de la crónica ejercer
un trabajo de contramemoria: crear esp acios p rop icios en
que la memoria p ueda ser ejercida y comp artida 15.
Según Monsiváis, en la ciudad “desde hace años rige el
d esd én p or los valores d e la p erm an en cia”, p or ello la
ciudad se ha convertido en un esp acio donde “lo típ ico es
lo olvidado p or las demoliciones” (“Ap ocalip sis y utop ías”).
Frente a una tradición en p roceso de disolución, Monsiváis
con cibe el rescate d el p asad o com o un ejercicio d e la
con ser vación u r ban a. La arqu itectu r a u r ban a resu lta
entonces el lenguaje p úblico donde la ciudad p reserva su
memoria a p esar de las transformaciones:
143
efím ero, el olvid o d elezn able”. En un a ép oca en que la
velocidad hace de lo fugaz un ter reno fértil p ara el olvido,
el cron ista d eja h uellas d e la ciud ad p erd id a. Es en la
escritura donde la memoria p erdura, donde lo transitorio
p erm an ece. El cron ista se con vierte p or ello en la otra
memoria de la nación. Como afirma Fabrizio Mejía Madrid:
144
LA CALLE Y LA MIRADA: DEL FLÂNEUR AL
VOYEUR URBANO
Esta página
también es una caminata nocturna.
O ctavio Paz, “Nocturn o d e San Ild efon so”
145
autoritarismo, Monsiváis se desplaza por la ciudad como un
desarraigado. El flâneur representa a aquel que ya no pertenece,
que ha perdido su espacio, su hogar natural. Pero en su pasear,
también representa la búsqueda de un lugar, el deseo de arraigo,
la necesidad de eliminar la precariedad del no lugar y de
encontrar otro espacio donde lo social deje de ser disolución.
Frente a la primacía actual del auto sobre el peatón, y frente a
la privación de la ciudad política, caminar se constituye como
un acto de resistencia cultural.
Monsiváis recor re la ciudad, recoge sus voces, realiza la
cr ón ica d e sus m ultitud es. Es, a la m an er a d el flâneur
decimonónico, “un autor que no se siente solitario entre la
gente” (J. J. Blanco). A través de su recor rido, Monsiváis
reter ritorializa la urbe: le p rovee d e sen tid os, y es que
cam in ar crea un “esp acio d e en un ciación” en el cual es
p osible d arle a la ciud ad el len guaje que le h abía sid o
su p r im id o. Esto es m u y claro en su cr ón ica sobre la
Man ifestación d el Silen cio. Al d escifr ar su sign ificad o
Monsiváis no sólo hace una clara defensa del derecho a la
libertad de expresión, también le otorga al hecho de caminar
un significado político: “El silencio existe como una llamada
d e aten ción : n uestra m arch a es un d iscurso. El silen cio
existe como un castigo: denunciamos y liquidamos décadas
de verbalismo inep to” (Días de guardar).
Si a tr avés d e la cam in ata Mon siváis reap rop ia los
espacios allanados, también cumple otro propósito: ordenar
el caos de la ciudad. Deambular p or las calles es un modo
de construir relatos, orientaciones p ara viajar p or la ciudad,
m ap as. Mon siváis tr aza coord en ad as im agin ar ias qu e
p er m iten reu n ir los p u n tos d isp er sos en u n esp acio
fr actur ad o. Al cam in ar, logr a establecer p uen tes en tre
esp acios d esarticulad os, articulan d o d e otro m od o a la
ciu d ad . De ese m od o, la cr ón ica m on sivaian a bu sca
renarrativizar aquello que en la realidad está fragmentado.
146
A esta estrategia Julio Ramos la ha denominado ‘retórica
del p aseo’. Si bien es cierto que las transformaciones de la
ciudad imp iden una lectura totalizadora, Monsiváis ensaya
un simulacro de sutura. Si toda escritura crítica restaura
de un modo u otro, las fracturas, escisiones y conflictos de
una sociedad, la crónica restaura el tejido fragmentado de
la ciu d ad m ed ian te u n a totalid ad im agin ar ia, es u n
simulacro, un ensayo, una alegoría de la ciudad imaginada.
En Monsiváis, la crónica viene a ser una simulación en la
que se p resenta una comunidad fragmentada, p ero en la
cual la elaboración textual restituye tal fragmentación. La
misma “flexibilidad formal del género” se p resenta como
“una p uesta en orden” del ámbito cotidiano y los p rocesos
d e con viven cia aún ‘in clasificad os’, o in cluso ign orad os,
p or las formas instituidas de p oder. Así, la crónica, como
un a m an era d e rep resen tar y recom p on er la d isolución
social existente en la realidad, tiene como fin reconstruir
un ámbito comunicativo integral u “orgánico”, de modo
que es cap az de ofrecer una visión de la totalidad social
p erdida —así como otro modo de leer la historia nacional.
Si Monsiváis es una esp ecie de flâneur “p osmoderno”,
n o p osee las m ism as características que ten ía el flâneur
descrito p or Benjamin y rep resentado p or Baudelaire. Esta
transformación del p ap el del cronista está intuida en Los
rituales… en referencia a la masificación urbana: “caminar
es imp osible, dejarse arrastrar es lo conducente”. Como ya
lo anunciaba p remonitoriamente el Duque Job hacia finales
del siglo XIX en “La novela del tranvía”, la ciudad ha ido
desarrollándose en torno a los medios de transp orte y en
d etr im en to d el d isfr ute a p ie. El p aso d e las ciud ad es
tradicionales a las megalóp olis globales ha transformado el
deambular que antes ejercía el escritor sobre la ciudad. En
ese sentido el p aseante se ha convertido en un p asajero y la
m irad a h a ad quirid o un a relevan cia m ayor. Dice García
147
Canclini: “Todas las ciudades p resentan una tensión entre
lo visible y lo invisible, entre lo que se sabe y lo que se
sosp echa, p ero la distancia es mayor en la megalóp olis”. Es
posible afirmar que en la megalópolis, el flâneur se ha vuelto
cada vez más un voyeur. Como el fotógrafo de Piglia que
esconde una rép lica de la ciudad en un rincón de su casa,
Mon siváis con cibe al cron ista com o un com p ilad or d e
imágenes: “¿quién captará el conjunto y los márgenes, quién
será el dep ositario fiel de las incontables imágenes a su
alrededor?” (“Seis de sep tiembre”). Monsiváis flanea p or
la ciudad, p ero el fundamento de su escritura se centra en
la rep resen tación urban a a través d e la m irad a. Pod ría
decirse que es esencialmente un voyeurista cultural. Al final
de su ensayo sobre las funciones de la crónica en México,
la voz d el cron ista con fir m a lo an ter ior : “Mud o esp ío,
mientras alguien voraz a mí me lee”.
H acien d o referen cia a Calvin o, Castañ ón h abla d e
Mon siváis com o un “arqueólogo d e las ciud ad es visibles
e in visibles”. Y es que si algo le im p or ta a Mon siváis es la
m an er a en que la m ir ad a d efin e los lím ites d e la ciud ad :
las fron ter as en tre lo p ú blico y lo p r ivad o, en tre lo
p er m itid o y lo p roh ibid o. Por eso p on e tan ta aten ción a
la for m a que ad quiere el esp acio p úblico en d istin tos
con textos. Es ah í d on d e se exp resan la h eterogen eid ad
social y la d iferen cia, la p osibilid ad d el en cuen tro o el
d esen cuen tro, la n or m a y las exclusion es, así com o las
tr an sgresion es que ren uevan la cultur a ur ban a. Recor rer
la calle es estar al cen tro d e un tian guis d e m irad as. Com o
a fir m a M a r sh a ll Be r m a n , la ca lle “e s e l sím b o lo
fun d am en tal d e la vid a m od er n a”; su p rop ósito esen cial
es la sociabilid ad : “las p er son as acud en a ella a ver y ser
vistas y a com un icar se sus vision es un as a otr as, n o con
un p rop ósito ulter ior, p or cod icia o án im o com p etitivo,
sin o com o un fin en sí”. Esp acio d el en cuen tro vis a vis,
148
la esfer a p ública es el lugar d on d e la ciud ad se h ace
p len am en te visible. La m ir ad a d el voyeur vuelve visible a
la ciud ad .
¿Qué otras funciones conlleva hacer de la mirada una forma
de enunciación? En principio, a través de sus ojos, Monsiváis
intenta transformar la rutina urbana en una aventura llena de
asombros y espectáculos. Existe en esta tentativa un sentido
de teatralidad que le imprime a todo lo que ve:
149
Ap arece así la urbe como un set de esp ectáculos, lugar de
escenificaciones colectivas en que los habitantes del caos
exorcizan su condición de hijos del desastre:
150
lista es interminable y denota propósitos escénicos, exigencias
d ram áticas y un culto p aroxístico a la com bin ación d e
simbología y sátira. Las realidades urbanas no son inferiores
en dramatismo o eficacia narrativa a los hechos artísticos,
desde luego, p ero así como el arte y la cultura se benefician
de la intensidad citadina, también a la descrip ción de las
ciudades se añaden atmósferas y descargas creativas del arte
nuevo.
151
p op ular ap arece como un lugar donde lo kitsch p ermite
a sim ila r e l d e sa st r e u r b a n o m e d ia n t e d e co r a cio n e s
determinadas p or un p resup uesto limitado y la falta de un
ap ren d izaje cu ltu r al. Al in ten tar d efin ir lo, Mon siváis
p arodia el romanticismo p oético de Bécquer y alude a esta
forma de identidad urbana: “¿Qué es el kitsch? ¿Y tú me lo
p reguntas, tú que has visto la monumental cabeza de Juárez
y la serie de conjuntos escultóricos en la Rep ública donde,
gracias a la costumbre, el desastre artístico se vuelve señal
hogareña?” (“Los esp acios de las masas”).
Además de crear imágenes donde la ciudad se erige con
pautas provenientes de la lógica mediática y la vanguardia
artística, y donde la modernización representa el fin del buen
gusto, Monsiváis pretende con su visión teatral sobre la urbe
darle consistencia a la incoherencia urbana. “Librada a su
propia dinámica, la calle es abigarrada y confusa: el deber de
la élite es buscar su contramodelo”, escribe Beatriz Sarlo.
Monsiváis está consciente de ello. Su crónica representa la
realidad social como escenificación porque de ese modo puede
reorganizar a la ciudad: le provee un sentido de espacio donde
se puede actuar. Y si la ciudad es teatro y en ella se actúa es
porque, aun en medio del caos, existen ciertas reglas. Tales
normas —y sobre todo su quiebre— son lo que buscará la
crónica monsivaiana hacernos mirar.
A p artir de las p rácticas que la ciudad genera en sus
h abitan tes, Mon siváis busca resp on d er un a in ter rogan te
que hace referencia a la relación entre lo público y lo privado:
“¿Cómo se deslinda lo p ersonal de lo social, lo íntimo de lo
urbano?”. En sus incursiones a “la noch e p op ular”, a la
ciu d a d n o ct u r n a y p r o le t a r ia , Mo n sivá is a t isb a u n a
resp uesta. Al hacer la crónica de antros, cantinas, lugares
de table dance y bares donde se lleva a cabo el “Sexo en
vivo”, da cuenta de dos p rocesos novedosos. El p rimero se
refiere a la p érdida de la ciudad nocturna:
152
La violencia urbana y la delincuencia le han puesto sitio a la
Noche. […] Encerrados a siete llaves y cuatro sistemas de alarma
en sus hogares, los perdedores de la Noche la mitifican y la
satanizan alternativamente. […] Y nada ha sustituido a la Noche,
porque fue la zona por excelencia del riesgo voluntario, del
placer de lo desconocido. Y su epitafio es la televisión prendida
hasta el amanecer (Monsiváis, “La noche popular”).
153
“¿cuál es la relación entre la ap ariencia y la ciudad?”. Y
nuevamente busca en el Metro, esp acio de la mirada p or
excelencia, estímulos visuales que le den una resp uesta:
154
la conducta urbana: la mirada censora del otro. En cada
una de las crónicas que ha escrito sobre los salones de baile
da cuenta de esto de forma evidente. En Escenas de pudor y
liviandad —cuyo título exp resa ya el juicio d e la m irad a
p ública— d escribe d el siguien te m od o al baile, en d os
crón icas d istin tas:
155
Mientras en la p rimera mitad del siglo XX la intolerancia
fren te a la d iversid ad era el sign o d e la urbe, com o lo
m uestran las n um erosas crón icas d e Mon siváis sobre la
h om ofobia (“Cr ím en es d e od io”, “La gr an red ad a”),
con for m e la ciud ad crece y las tr ad icion es cam bian , la
tolerancia también se extiende, aunque sea a través de una
“estética de la indiferencia”:
En los cuaren tas o en los cin cuen tas, los trám ites eran
inflexibles: las jóvenes aguardaban al galán, los jóvenes se
convertían en galanes durante el baile, el know-how dancístico
generaba círculos de ap lauso, el ligue era moderado y las
reacciones del cuerpo ajeno determinaban la fe en el cuerpo
p rop io. Ahora, el refinamiento y las habilidades p op ulares
son muy similares a los de hace cincuenta años, p ero lo
156
nuevo es la tolerancia. H ace todavía treinta años, una ‘Vestida’
hubiese arriesgado literalmente la vida en un dancing.
157
delinea un cambio cultural, donde la Vestida es p arte de
un imaginario más p lural e incluyente:
158
LA CIUDAD COMO CUERPO (GROTESCO )
159
y el ap retujamiento de los cuerp os: “¡Ay, p rofeta Moisés!
No se han de ap artar en mi beneficio las aguas del Mar
Rojo. ¡Q uién tuviera un cuerp o p ara la vida cotidiana y
otro, más flexible y elástico, sólo p ara el Metro!”. De este
modo, Monsiváis nos muestra una p aradoja: si la ciudad
ha crecido en términos reales de forma inusitada, se ha
a ch ica d o sim b ó lica m e n t e . En e l im a g in a r io d e su s
h abitan tes, la gr an ur be está con str uid a p or esp acios
red ucid os.
En “Parábola de las imágenes en vuelo” este conflicto
entre el cuerp o y el esp acio es evidente. Constituida p or
una p arábola breve y una serie de fotografías, esta crónica
visu al d a cu en ta d e cóm o lo cor p or al con stitu ye u n
elemento esencial p ara descifrar la condición masiva de la
megalóp olis:
160
diferencias raciales de la ciudad 19 . La siguiente imagen es
la de un p articip ante en un concurso de belleza masculina,
un ‘Ap olo ur ban o’ que m uestr a sin p ud or algun o sus
atributos an te la m irad a en vid iosa d e otro con cursan te.
En se g u id a ve m o s d o s r e t r a t o s d e l n iñ o Fid e n cio ,
rep resen tan te d e la “m ística d e la m argin alid ad ”, cuyas
curaciones consistían en martirios corp orales. En la misma
p ágina una instantánea de Rodolfo Guzmán, “El Santo”,
celebr an d o el tr iu n fo en br azos d e otros lu ch ad ores.
Parecida a ésta se encuentra más adelante una fotografía
de Julio César Chávez, también con el torso descubierto y
alzando los brazos, que se sup erp onen a una bandera de
modo que p areciera que la sostiene con las manos. Además,
una rep roducción del “calentario” de Gloria Trevi donde
ap arece un “ten d ed ero d e con d on es y Glor ia con d os
p reser vativos-globitos a m an er a d e orejas d e bunny d e
Playboy”. En seguid a, d os estam p as d e la religiosid ad
p op ular: el viacrucis en Iztap alap a (bajo los p ies de Cristo,
susp endidos en el aire, se observa a la muchedumbre) y los
p eregrinos en la Basílica (ar rodillados con una imagen de
la Virgen y una bandera nacional). Además, las fotografías
de: un p ersonaje bañado en lodo durante la ‘celebración
futbolera en el Ángel’, la alberca de un balneario donde no
queda esp acio p ara uno más, el metro atestado, Luis Miguel
durante un concierto, María Félix en el Zócalo y una redada
donde la p olicía registra a jóvenes que tienen los brazos
contra la p ared.
161
En Los rituales… la ciudad ap arece como un lugar donde
los cuerp os conviven, se contemp lan, sufren y se celebran:
luchan p or un lugar. La idea de cuerp o que p revalece en la
o b r a m o n siva ia n a e st á lig a d a a l r e a lism o g r o t e sco ,
con cep ción estética p roven ien te d e la cu ltu r a cóm ica
p op ular y que Bajtín ha estudiado con referencia a François
Rabelais. El p rin cip io corp oral y m aterial d el realism o
grotesco, además de estar situado en el p ueblo y no en el
ser biológico aislado, se caracteriza p or detentar imágenes
donde “la fertilidad, el crecimiento y la sup erabundancia”
son las manifestaciones dominantes. En efecto, la ciudad
descrita p or Monsiváis está habitada p or cuerp os que no
dejan de rep roducirse, creando una urbe hip ertrofiada y
en perenne crecimiento. Así, una de las mejores definiciones
de la ciudad como cuerp o es aquella contenida en “La hora
del p aso tan chévere”, donde se une la metáfora del baile y
e l t e m a d e l cr e cim ie n t o d e m o g r á fico : “D a n za d y
m ultip licaos. Calor y h um ed ad , turbon ad as d e cuerp os
p egajosos, luces y sombras, risas congeladas”. La ciudad
ap arece como un universo regido p or la atracción de los
cuerp os, donde la sexualidad es un motor p rofundo de la
vivencia que la ciudad p osibilita:
L a vo z d e l ca n t a n t e se e x t ie n d e co m o o t r o g o lp e
in str u m e n tal, d on d e lo ‘sabr osón ’ e s an u n cio d e la
resurrección de la carne gracias a la orquesta, eres mi alada,
rasgas las inhibiciones de las chavas, nos p ones al mero
p unto, nos obligas a rep egarnos; véngase, mi negra, que la
seduzca el antiguo humor grueso y el ap ogeo (acurrucadito
así) de la vulgaridad ¿Y p ara qué seguir hablando, si ya la
música hizo p rescindible el formalismo de la invitación al
hotel?
162
Ese es también el tema del texto “La hora del lobo. Del
sexo en la sociedad de masas”, donde Monsiváis exp lora la
relación entre cuerp o, sexualidad y esp acio p úblico a través
de las reflexiones de varios p ersonajes juveniles en p roceso
de adap tación a los riesgos y atractivos de la urbe:
163
estética de la sexualidad, generaciones de rep rimidos y
desposeídos hacen del danzón. […] y ven en el bailar cuerpo-
a-cuerpo su primera orgía permitida.
20 En la reed ición d e Los rituales… Mon siváis elim in ó esta crón ica sobre Gloria
Trevi y sustituyó la p or tad a y un a fotogr afía en la que su figur a ap arecía,
d ebid o al escán d alo en qu e se vio in volu cr ad a tiem p o d esp u és d e h aber
ap arecid o la p rim era ed ición d el libro. Según el p rop io Mon siváis la im agen
d e m ujer liberad a d escrita en el texto n o corresp on d ía con la realid ad que las
d en un cias en con tra d e Gloria Trevi h icieron evid en te.
164
gobier n o y d e los m ed ios m asivos) o d on d e la esfer a
p ública p ued e ser recon figur ad a. El cuer p o es así un
ám bito p olítico, esp acio d e d isp uta fren te a los otros:
“El cuer p o ajen o es un cam p o d e batalla”.
Remitirse al principio corporal es una forma, entre otras,
d e la resisten cia p olítica. La in ten ción m on sivaian a d e
op onerse a las convenciones establecidas se erige contra la
concep ción de la estética clásica del cuerp o. Frente a la
éstetica de la belleza moderna que concibe al cuerp o como
p er fecto y acabad o, el cu er p o grotesco es an te tod o
in com p leto y abier to. El asp ecto cor p or al es así u n a
e st r a t e g ia d e o p o sició n a lo s d iscu r so s d o m in a n t e s.
Mon siváis rem arca la sustan cialid ad d el cuerp o en un a
crónica cuyo subtítulo, “Lo que se hace cuando no se ve
tele”, hace evidente su op osición a la ligereza y fugacidad
del discurso de los medios de comunicación masiva: “si la
velocidad es el criterio de lo visible, aquí se intuyen los
cuerp os”. La m ism a esfera d e im p ugn ación se p rod uce
resp ecto al d iscurso estatal en Días de guardar, d on d e el
cuerp o es el sitio que hace evidente la violencia. Es en él
donde queda inscrita:
165
el cuerp o rep resivo de la ciudad, sino que p one el acento
en el valor ético de la vida p rivada:
166
En la exacerbación olfativa hay pánico, sospecha de hedores
inminentes, certeza de que […] la ciudad no es ya la misma,
p orque uno está consciente, ávidamente consciente, de la
terrible variedad de sus olores.
Fue pavoroso ver cómo se revolvían cadáveres de animales y
humanos, […] ver aquel cuadro de brazos y p iernas. […]
H abía huellas de sangre p or todas p artes.
167
d e la m uerte y d el n acim ien to, d el crecim ien to y d e la
evolución”, d ice Bajtín . El cuer p o ur ban o, d escr ito en
Entrada libre, se car acter iza p or su am bivalen cia, p or
rep resen tar “d os cuerp os en un o: un o que d a la vid a y
desap arece y otro que es concebido, p roducido y lanzado
al mundo”. El cuerp o grotesco de la ciudad “es un cuerp o
simultáneamente en el umbral de la tumba y de la cuna”.
Los dos p olos de este p roceso de transformación serían la
ciudad desp olitizada luego del 68, que rep resenta el cuerp o
antiguo, el cuerp o que muere y la ciudad solidaria que se
alza exp resando lo nuevo, el cuerp o que nace de las ruinas.
El p royecto de Monsiváis p ara la urbe se materializa en
el nuevo cuerpo cívico surgido de los escombros: la sociedad
civil, “el esfuerzo comunitario de autogestión y solidaridad,
el esp acio in d ep en d ien te d el gobiern o, […] la zon a d el
antagonismo” (Entrada libre). Frente a la desap arición de la
esfera p ública y la incap acidad del gobierno p or evitar el
d eter ioro u r ban o, Mon siváis p ostu la la n ecesid ad d e
construir desde abajo los cimientos de un nuevo p aís. Si
“parte considerable del desastre urbano se debe a la patética
desvinculación de grup os, sectores y clases, y a la falta de
un idioma común”, Monsiváis intentará dar forma a ese
idioma a través de sus crónicas que en la imagen del cuerp o
instituyen una de sus metáforas más vigorosas.
168
FESTEJAR ES TERRITORIALIZAR : EL CARNAVAL
URBANO
Todas las cosas volverán al caos primitivo.
Lucan o
169
totalidad escindida. Monsiváis afirma, gracias a la fiesta,
un modo más de recup erar la ciudad. Como alternativa de
reapropiación urbana, Monsiváis hace uso de una estrategia
alegórica: la carnavalización de la vida urbana, que consiste
en concebir a la ciudad como un carnaval continuo. Esta
concep ción carnavalesca del esp acio urbano está ligada a
la idea de relajo que Monsiváis utiliza continuamente.
El relajo es uno de los elementos que Monsiváis rescata
del 68 y de la lectura de la Fenomenología del relajo del filósofo
mexicano Jorge Portilla. El relajo p ara Monsiváis consiste
en una resp uesta colectiva frente al inmovilismo del orden
social; es una manera de ir en contra de la crisis urbana y
de op onerse al conformismo a p artir del desmadre. En ese
m ism o se n t id o , Ro g e r Ba r t r a e scr ib ió q u e m á s q u e
encontrarnos en la p osmodernidad nos hallamos imbuidos
en la d esmothern id ad , refirién d ose n o sólo a la serie d e
com p en sacion es cotid ian as que causan un ord en p oco
estable (el desmadre), sino también a la capacidad de resistir
los cambios promovidos por los procesos de modernización,
es decir, a una estrategia sui generis de deconstrucción de
la modernidad.
En Los rituales… Monsiváis describe a la ciudad como
una suma de elementos que ap untan al relajo entendido
como caos. Este caos es definido “no [como] la alteración
de las jerarquías sino la gana de vivir como si las jerarquías
n o estuviesen aquí, sobre un o y d en tro d e un o”. Par a
Monsiváis el relajo no constituye un simp le desorden, sino
un “orden alterno” al que se verifica en la ciudad. En una
cr ón ica sobre los d iálogos en bu sca d e la p az tr as el
comienzo del conflicto armado en Chiap as, a p rincip ios
de 1994, Monsiváis exp one una definición sobre el relajo
que atiende a esta concep ción:
170
Reconocer los p oderes vivificantes del relajo, ese orden
alterno tan eficaz en la vida mexicana. […] Este relajo no es
el desorden, aunque no lo evita, ni es la confusión, aunque
no la elimina; es, en tiemp os de guerra y de tregua, un
elemento que efectivamente distiende y organiza el panorama
y, sin faltarle el resp eto a muertos y heridos y desp lazados,
h ace que se d esp liegue sin tan tos ar r ep en tim ien tos el
temp eramento social. Y, agradeciblemente, este relajo es
típicamente laico, no cree en la teocracia ni en la burocracia,
y no desacraliza p ara no caer en la tentación op uesta: el
im p u lso sacr alizad o r. Y n ad ie re baja a fr ivo lid ad o
in con scien cia los d on es d el relajo, equilibrio in tern o y
externo en horas de angustia irreductible.
171
lo m ás in te r e san te e r a la id e o lo g izació n o cu lta d e l
comp ortamiento: evadir la norma era el mayor erotismo a
nuestro alcance.
172
nos sale p or la garganta”), ap arece como un esp acio donde,
gracias a la masificación, se diluyen las normas así como el
control estatal sobre el esp acio p úblico: “Los chavos bailan
sobre el told o d e los cam ion es, […] se en cuen tran y se
felicitan p or ser m exican os, le p ierd en el resp eto a la
autoridad que mejor se ausenta… Por estas horas las turbas
[…] han tomado el control de la ciudad”.
Además, la ciudad festiva abre una vía de escap e de la
realid ad , es un esp acio en que el p eso d e la H istor ia
desap arece y es p osible disfrutar la actualidad:
173
Se asombró de la ferocidad inconsciente o maligna de los
jóvenes que se arrojaban en oleadas contra los guardianes
del orden (o del desorden), se dejaban golpear módicamente
y volvían a la carga porque sus cuerpos eran intercambiables,
a unos les p uede ir del carajo, p ero a todos juntos el dolor
les hace los mandados.
174
m un d ial d e fútbol d e 1986, el cron ista h ace evid en te el
recobro de lo urbano p or la fiesta:
175
heterodoxas. No sólo p or el manejo del tiemp o ritual a
p artir del cual se organizan los textos (“La hora de…”),
sino también en los títulos de las crónicas es ya visible el
contenido religioso del libro: “Teología de las multitudes”,
“Las mandas de lo sublime”, “La hora de las convicciones
alternativas”, “¡Ya tengo mi credo!”, “Todos los caminos
llevan al éxtasis”, “La hora de las adquisiciones espirituales”.
Reafirmando este sentido religioso se halla el tono bíblico
que las “Parábolas d e las p ostrim erías” con tien en , m uy
cercano al de su libro de fábulas N uevo catecismo para indios
remisos.
Incluso cuando aborda diversos esp ectáculos civiles, la
carga religiosa está p resente y es que el esp ectáculo está
ligado a la idea de la fiesta, del relajo. Como el relajo y la
fiesta, la religión exp resa un modo de escap e y recreación
de la ciudad. Ligada a la p obreza (en “Protagonista: el Niño
Fid en cio. Tod os los cam in os llevan al éxtasis”), o a los
sueños de la clase media (en “La hora del ascenso social”),
la religión p uede ser a la vez liberadora o p or el contrario,
el esp acio d el fan atism o. N o obstan te, Mon siváis busca
resaltar su car ácter d e d iscu r so con tr ah egem ón ico y
creativo:
176
cotid ian as d e la ciu d ad y u n a m an er a d e restitu ir la
comunidad p erdida:
177
178
CRÓNICA E IDENTIDAD: EL ORDEN (DIALÓGICO)
DEL CAOS
179
descrip ción más justa de lo que ocurre equilibra la falta
aparente de sentido con la imposición altanera de límites. Y
en el caos se inicia el p erfeccionamiento del orden.
E n Días de gu ardar se e n cu e n t r a p r e se n t e ya e st a
con cep ción d el caos com o p osibilid ad d e ren ovación
lu e g o d e la ca t á st r o fe . Al d e scr ib ir la fig u r a d e l
‘Provocad or ’, afir m a: “Él sólo es feliz an te la p er sp ectiva
d el d esastre. El d esastre, o sea, la rep ar ación d e la falta,
e l r e g r e so d e lo s va lo r e s a su ve r d a d e r o sit io . E l
p rovocad or es ap ocalíp tico”. Al un ir las n ocion es d e caos
y se n t id o r it u a l, M o n sivá is le o t o r g a u n se n t id o
un ificad or a la ciud ad en la m ed id a en que ésta sigue
gen er an d o r ituales festivos aun que caóticos: “Y el caos
(en el sen tid o d e m arejad a d el relajo y su eñ o d e la
tr ascen d en cia) usa tam bién d e esas fijezas en el tum ulto
que llam am os r ituales: […] son los r ituales, esa últim a
etap a d e la p er m an en cia, los que in sisten en la fluid ez
d e lo n acion al; […] ap or tan las últim as p r uebas d e la
co n t in u id a d ”. En Mo n sivá is la ciu d a d , si bie n e s e l
ter r itor io d e la bar bar ie y el d esord en , tam bién es el
esp acio d on d e el r itual rein staur a el ord en y la id en tid ad .
Al n ivel d e la escr itur a esta fun ción la realiza la cr ón ica.
La disolución de fronteras formales de la escritura que
la crónica monsivaiana exp resa es el anuncio de cierto caos
(el citad in o). No obstan te, este m ism o tip o d e escritura
busca releer la ciudad a p artir de sus rituales, lo que vuelve
a darle un sentido y unidad a la disp ersión. Así como en
ciertos relatos míticos las víctimas devuelven el orden que
en principio habían roto, la crónica es un género transgresor
que si bien rom p e lím ites, ter m in a p or con ver tir se en
m ecan ism o restaur ad or d el ord en p erd id o. El p rop io
Monsiváis está consciente de ello. Al hablar sobre la función
d e los cron istas fren te a la urbe afirm a: “d e los n uevos
180
cronistas demanda intensidad, humor, fantasía, el desmadre
que ordena el universo postapocalíptico”. Gracias al sentido
utóp ico y el carácter religioso que la obra m on sivaian a
p osee, la crónica ap arece con un sentido de restauración,
de comunión 21.
La relación en tre crón ica e id en tid ad es en ton ces el
centro clave p ara entender la imp ortancia de este género
h íbr id o en la con str ucción d e lo n acion al. U n a d e las
funciones que la crónica ha tenido desde Guillermo Prieto
es la d e con formar cierta nacionalidad e indagar en las
formas que ésta asume. En Los rituales… es evidente que el
cron ista busca d ar cuen ta d e las tr an sfor m acion es d el
n acion alism o:
21 Al resp ecto, las p alabras con que se cierra Días de guardar son ejem p lares:
“Doy fe”, com o qu er ien d o d ecir : ad em ás d e testim on iar, d ejo abier ta la
p osibilid ad d e seguir creyen d o, p roveo la p osibilid ad d e la esp eran za.
181
de la sociedad, como fragmento, como versión incomp leta,
quiebra la lógica del discurso oficial que se p lantea como
único p royecto de lo nacional. En la medida en que es cap az
de p roducir una resp uesta p olítica no totalizante (y en este
sen tid o es m u y cercan a al testim on io), la cr ón ica se
convierte en un género formalmente ambiguo, p ero p or lo
m ism o, altam en te crítico d e las form as y con ven cion es
establecidas en lo literario, y las interp retaciones cer radas
y unívocas sobre el p aís. Esta ap uesta p or una escritura no
monolítica de los hechos, considera a la H istoria ya no como
una estructura estable, sino como un ter reno p roblemático
y un discurso sujeto a revisión y relectura. Tal renuncia a la
construcción de grandes explicaciones totalizadoras —además
de restituir la presencia de los actores sociales individuales
que la h istoria trad icion al om ite—, p resen ta al p roceso
histórico como algo no dado de una vez por todas, y por lo
mismo como algo posible de construir únicamente con la
participación de todos.
U n a d e las estr ategias qu e u tiliza Mon siváis p ar a
conformar una identidad inclusiva consiste en “dar voz a
los sectores tradicionalmente p roscritos y silenciados, las
m in orías y m ayorías d e tod a ín d ole que n o en cuen tran
cabid a o rep resen tativid ad en los m ed ios m asivos”. N o
obstante, p ara hacer legítimo tal objetivo debe evitar caer
en un m on ólogo sup lan tad or. Posee, en ese sen tid o, la
“conciencia de que no se p uede hablar de los otros desde
un centro lingüístico”, como afirman Carlos Altamirano y
Beatriz Sarlo. Por ello es que Monsiváis introduce tantas
frases, d ich os, letras d e can cion es, elem en tos d el h abla
p op ular. Como dice Kraniauskas, Monsiváis:
182
así un entorno dialogado (una ciudad) de voces y sociolectos,
cuyo efecto incluye la vernaculización de su propia voz. Esta
técnica sirve para destacar los conflictos culturales y políticos
evocados en el texto, así como p ara entrelazar otros p untos
de vista sobre su materia de trabajo.
183
crep uscular del Valle de México, gracias a lo que resiento
como santa alianza de sirenas de ambulancia, alaridos de
manifestación exasp erada, descarga de locutor dep ortivo,
[…] concierto de mil grupos de heavy metal en un solo cuarto
de hosp ital…
184
p or hacer de la p alabra escrita no un medio de op resión
(com o lo h a sid o d esd e las en com ien d as al tr an sm itir
fundamentalmente la historia oficial), sino un medio de
transgresión p olítica. En ese sentido, el traslado o absorción
del universo oral a la escritura representa un tipo de práctica
significante y alternativa, con la cual Monsiváis busca eliminar
el carácter clasista de la escritura y hacer de ella un bien común.
Lo que intenta es recobrar para sus lectores y para aquellos
sectores marginales que retrata, un espacio al interior del
discurso escrito, al interior de la literatura. Su obra representa
la conquista del espacio de la escritura para aquellos que
habían sido excluidos o marginados de ella.
Vista así, la de Monsiváis es una obra fundamentalmente
abierta. Abierta a otras voces (los sectores marginales que
no detentan el p oder), abierta a otras centros nar rativos, a
otras versiones o interp retaciones (a través de las citas) y a
otros discursos (al oral con las consignas, canciones y dichos
p op ulares, a la im agen con la fotogr afía); su escr itur a
constituye un diálogo constante con lo otro. Este sentido
dialógico de su obra p ermite ver cómo la ciudad da forma
a su escritura. La crónica de Monsiváis requiere de la ciudad,
n ecesita in cluir en su in terior la p alabra ajen a, p recisa
establecer una relación con la voz de otro para que su propia
voz tenga sentido. La crónica se vuelve así una forma de
reconocimiento: la otredad da sentido a la existencia propia;
uno mismo es otro. Por ello es que concibe la crónica como
un a obr a p ública. El título d e un texto sobre N ovo es
sign ificativo al afirm ar la con cien cia d el cron ista com o
aquella donde la voluntad no solamente es individual: “Los
que tenemos unas manos que no nos p ertenecen”.
“Leemos novelas p ara salir de la p risión del yo”, escribió
José Emilio Pacheco. La ap uesta de la escritura es también
p ara Monsiváis una ap uesta colectiva en donde la identidad
es una construcción que se relata. Para Monsiváis la crónica
185
exp lora la identidad y la funda. Lo que ap arece como un
rom p ecabezas d esar m ad o, es p ar a la cr ón ica un tod o
multicultural. La disgregación sin sentido de la ciudad se
vuelve entonces heterogeneidad cultural y también textual.
En p rimer lugar, en la crónica la identidad se exp lora de
forma múltip le. La identidad que es cap az de ofrecer la
cr ón ica es un a id en tid ad p ulver izad a, escin d id a. U n a
identidad múltiple en sus voces, dispersa en sus fragmentos.
Una identidad híbrida y p rovisional: no suma, sino reunión
de identidades y diferencias. De esa manera la Babel no
deja de ser p olifonía de voces, p ero abandona su condición
de estertor caótico.
Ante los cambios globales que disuelven y cercenan cada
vez más a la ciudad, y en los que ésta ap arece reducida a un
engranaje más del mercado internacional, la crónica de
Monsiváis apuesta por recuperar la ciudad no sólo mediante
una visión integradora, sino como una resistencia local a
esos cam bios. U n m ed io p ar a h allar n uevas for m as d e
a r r a ig o e n co n t r a d e la d e sh ist o r iza ció n y d e la
d ester r itor ialización cu ltu r al tr an sn acion al. Tal es la
p rop uesta de Monsiváis. Ante la heterogeneidad, la unidad
fr a g m e n t a d a d e la e scr it u r a : la cr ó n ica . An t e la
deslocalización, la restitución de cierta identidad.
Así como los rituales urbanos que describe y critica, la
escritura d e Mon siváis p ued e en ten d erse tam bién com o
una estrategia de cohesión social. Frente al caos urbano, el
cron ista n o sólo d a cuen ta d e la con viven cia citad in a;
también reúne en el orden de la cotidianidad los discursos
disp ersos e ilegibles de la ciudad, de modo que se convierte
en un reinstaurador de la comunidad. La tarea del cronista,
p u e st a a sí, e s la d e q u ie n re co n st r u ye id e n t id a d e s,
subjetividades sociales. Tarea acaso monumental: inventar
identidades en la sustancia huidiza de la sociedad moderna.
Reestablecer, a con tr ap ar tid a d el caos, un a id ea d e lo
186
nacional, el sentido de comp artir un mismo esp acio y vivir
juntos. En medio de la confusión, el cronista anuncia la
transformación de los referentes sociales, las señas de lo
que fue y ya no es, p ara convertirse en lo que aún no es
p ero comienza a ser.
187
188
N ARRAR LA CI U D AD : D EL ESPACI O A LA
ESCRITURA (N OTAS A MANERA DE CIERRE)
Vivimos en el mundo cuando lo amamos.
Rabin d ran ath Tagore
***
189
seis ep ígrafes que abren su p rimer libro de crónicas, Días de
guardar, refieren de forma directa a ella. La condición urbana
d e su lit e r a t u r a e s p o r e llo u n o d e lo s a sp e ct o s
fundamentales que he resaltado a lo largo del texto, así
como la p osición que tiene frente a la tradición literaria
urbana. La escritura citadina se ha debatido siemp re entre
seguir dos direcciones disímiles y contradictorias, p ero que
guard an un a esp ecial relación en cuya am bigüed ad la
ciudad se p ercibe como contradicción constante: el amor
y el esp an to, la esp er an za y el m ied o, la u top ía y el
apocalipsis. Espacio distópico insalvable o lugar para pensar
el futuro, la ciud ad liter ar ia es a la vez un a for m a d e
exaltación de la modernidad cultural y una p rotesta contra
el in cesan te d eterioro que el p roceso d e m od ern ización
p rovoca. La id ea d e ritual caótico resum e la p arad ójica
mirada de Monsiváis, que se debate y comp romete frente a
una ciudad bifronte. No obstante, en Monsiváis hallamos
una mirada crítica e irónica frente al desencanto urbano.
Esta con stituye un a d e sus in n ovacion es fun d am en tales:
ver a la ciudad como esp acio aún p osible de ser imaginado
desde una p ersp ectiva realista. Si en la obra cronística de
Monsiváis la imagen sobre la ciudad va de la utop ía p osible
al desencanto, la nar rativa que subyace a esta imagen marca
una dirección contraria: de la urbe bajo signo autoritario a
la democratización del esp acio p úblico.
***
190
con stituye la con d en sación sim bólica y m ater ial d e los
cambios imp ulsados p or el p royecto moderno: p rogreso
con stan te acom p añ ad o d e fracturas sup erp uestas. Sarlo
afirma que “la noción de la ciudad organiza los sentidos de
la cultura”. Parafrasean d o la tesis d e Ben jam in , p od ría
decirse que la ciudad es el documento de nuestra barbarie
cu lt u r a l. E n la o b r a d e M o n sivá is, m o d e r n id a d ,
m od ern ización y ciud ad ap arecen en trem ezclad as com o
nociones descrip tivas, como referentes valorativos y como
formas de la escritura.
***
***
191
otras cosas, de la crónica como esp acio de interp retación
de los hechos colectivos, lugar donde la comp osición de
atm ósferas verbales h ace p osible d iversas lecturas d e lo
cotidiano y lo p úblico, de modo que la crónica resulta un
juego de esp ejos donde la comunidad atisba su rostro y sus
máscaras. En ese sentido, la crónica ha cump lido una nueva
función en los últimos años: hacer legible a la ciudad, darle
en la medida de lo p osible orientación y coherencia. Una
de las intenciones de este ensayo consiste en revalorar esta
condición de la crónica: ser el género que en las últimas
décadas ha sido cap az de hacer inteligible y descifrable el
fen óm en o ur ban o. Los gén eros tien en un r asgo p oco
estudiado: su continua adap tabilidad a contextos nuevos.
En la teor ía bajtin ian a d e los gén eros se rem arca la
ca p a cid a d q u e d e t e r m in a d o s g é n e r o s t ie n e n p a r a
rep resentar lo contemp oráneo en determinado momento
h istór ico, es d ecir el tip o d e relación que cad a gén ero
establece con el presente. Según Altamirano y Sarlo, “a cada
género corresponde una determinada conciencia lingüística
y, e n co n se cu e n cia , u n t ip o p a r t icu la r d e p r á ct ica
significante”. En el caso de la crónica de Monsiváis, esta
relación resu lta esen cial p ar a com p ren d er la m an er a
novedosa en que la ciudad es rep resentada en sus escritos,
así como la forma en que adquiere una realidad singular:
“La ciud ad p rod uce los gén eros y el tr abajo sobre los
géneros” (Sarlo).
***
192
Esta p érdida de la totalidad exp resa o sup one un tránsito
d e la ciud ad m od ern a a la m egalóp olis global, y d e la
sociedad tradicional a la sociedad de masas. Si antes era
posible narrar la ciudad a manera de una totalidad acabada,
p ues existían a la vez un esp acio común abarcable y ciertos
referen tes com p ar tid os, d escr ibir h oy la ciud ad en su
con ju n to resu lta im p osible. Los ejes sobre los qu e se
estructuraba la identidad urbana han ido desap areciendo.
El sueño moderno de la ciudad como ordenamiento de la
in ce r t id u m b r e , q u e d e t e n t ó p o r m u ch o t ie m p o Le
C o r b u sie r, h a p e r d id o vig e n cia e n e l m u n d o
con tem p or án eo. El d esord en se h a vuelto así el sign o
característico de la urbe: “la estética del caos y la lógica del
d e so rd e n ” d o m in an “co m o le n g u aje s d e lo u r ban o”
(Rossana Reguillo). La fragmentación, la heterogeneidad y
e l ca o s a h o r a só lo p e r m it e n a ce r ca m ie n t o s n o
omniabarcadores, sino más reducidos a la ciudad. Por ello, el
único modo de cap tar la vida de la cap ital mexicana es a
p artir del fragmento, de una estética del fragmento.
***
193
la crónica de Monsiváis funciona como un organismo que
sintetiza en sí mismo los desórdenes y maravillas citadinas.
Es, al igual que la ciud ad , fr agm en tar ia, h eterogén ea,
disp ersa, incomp leta y caótica; hecha de p edazos. A través
de distintas estrategias discursivas, Monsiváis no sólo da
cuen ta d e la con viven cia citad in a, sin o d e aquello que
define la vivencia urbana: habitamos no sólo ese esp acio,
sino la rep resentación múltip le de ese esp acio construido
p or la imaginación colectiva. Así, la ciudad existe sólo en la
medida en que los múltip les imaginarios urbanos que la
co n st r u ye n , la h a ce n u n t ex t o le g ib le , sie m p r e e n
construcción y p or lo tanto p osible de renovarse.
***
***
194
su forma textual. Como fragmento provisional, el texto abre
sus p uertas al sentido p osible: lo fugaz como única forma
de acceder a la verdad. De igual modo, la crónica p osee
imp ortancia, p ues consiste en una estrategia simbólica de
coh esión social. La crón ica d isip a la d istan cia en tre los
habitantes de una ciudad que p ueden verse congregados
en un mismo esp acio p úblico: el p rop io texto cronístico.
La cr ón ica restitu ye la fr actu r a social a tr avés d e la
fr agm en tación textu al. Al p resen tar se com o su m a d e
discontinuidades, el lector debe unir los fragmentos y con
ello, conferirle un sentido a la imagen urbana que se le
p resenta. Así, la crónica otorga a quien la lee la p osibilidad
d e crear u n sen tid o d e con tin u id ad p ar a la u r be. La
escritura rechaza y en cierta medida cor rige a la ciudad: la
imagina distinta.
***
***
195
Así, el cronista es la voz de los otros; y la suya, entre tantas,
sólo es el medio —irónico, crítico, voluble— p or el que la
ciudad adquiere forma. Ap enas es p osible distinguirla entre
las p alabras, p ero sólo ahí, en la escritura de su texto, p uede
aprehenderse, ser vista y hallar existencia plena. La crónica,
en relación con la ciudad, constituye el testimonio de la
otra historia, la versión de los hechos que se op one a la
oficial. Se p resenta como la p osibilidad de configurar el
p asado de manera distinta, p ues es la crónica uno de los
lu gares d esd e los cu ales la “op in ión p ú blica” actú a y
confronta al poder. En ese sentido, la crónica tiene un efecto
d e d en u n cia. Fren te a los cam bios p rod u cid os p or la
modernización y como resp uesta a los ocultamientos que
la historia oficial congrega, la crónica se erige como un
modo de dejar memoria, huellas del cambio. Un esp acio
donde la memoria de la ciudad se conserva.
***
196
d iscu r sivas: liter atu r a-p er iod ism o, teor ía-fabu lación ,
historia-ficción, y escritura-oralidad). Es p osible encontrar
ahí evocaciones que funden lo sentimental con lo p olítico,
lo vulgar con lo d octo; existe la ten tación p or un ir lo
in d ivid ual con lo m ultitud in ario. Tam bién , son visibles
tonos que van de lo bíblico a lo evanescente, trazos de relatos
en que la ficción halla su guarida, viñetas que conjugan el
e n sa yo co n la fa bu la ció n , re cu e n t o d e d ía s p a sa d o s
(nostalgia), recuentos de días p osibles (sentido utóp ico).
Mon siváis busca restituir y con tin uar aquella tr ad ición
literaria, p roveniente del Modernismo H isp anoamericano
de fines del siglo XIX, que concebía la literatura como un
discurso al mismo tiemp o literario e histórico; que lograba
conciliar el análisis de la realidad social y p olítica, con la
creación de un lenguaje cap az de ser valorado en términos
estéticos. De este modo, Monsiváis busca una escritura que
combine el análisis p olítico y una mirada sociológica con la
literatura, de modo que sea p osible el cruce de discursos y
p rácticas, de objetos materiales y simbólicos. Todas estas
características hacen de sus textos construcciones híbridas,
textos transculturales, esp acios dialógicos de escritura.
***
M o n sivá is e st a lla la s fr o n t e r a s fo r m a le s y ex p lo r a
ter r itor ios d e la liter atur a ajen os al can on . Su escr itur a
com bin a la n ar rativa con el en sayo, el recuen to d e h ech os
co n la so cio lo g ía . Al m ism o t ie m p o , in va d e o t r o s
d iscur sos: ap rovech a tan to recur sos p er iod ísticos, com o
p roced im ien tos liter ar ios y fr agm en tos d e d isquisicion es
teór icas. La cr ón ica m on sivaian a es extr ater r itor ial:
for m u la u n d iscu r so qu e tr asp asa las bar rer as d e los
gén eros y que al m ism o tiem p o refor m ula y ren ueva los
r e cu r so s d e la cr ó n ica t r a d icio n a l vo lvié n d o la m á s
197
flexible, otorgán d ole m ás liber tad . La cr ón ica tien e un
r asgo sin el cual su p oten cial cr ítico qued ar ía lim itad o:
sus fron ter as son fr ágiles, tan sólo se h allan in sin uad as,
n o son p recisas. En tér m in os for m ales su escr itur a es
am bigua e in estable: a d iferen cia d e la n ovela o el cuen to,
carece d e n or m as estr ictas. Es un a escr itur a p or esen cia
tr an sgresor a, n o resp on d e a un ord en d efin id o y p or ello
es in estable y fr ágil. La escr itur a m on sivaian a d esp ier ta
un a atr acción p roven ien te d e un a d e sus car acter ísticas
esen ciales: el ser fron ter iza. De ah í su accesibilid ad y
atr activo, d e su falta d e r igid ez. De ah í tam bién su
m a rg in a ció n e n la h ist o r ia lit e r a r ia . Pro vie n e d e la
d ificu ltad d e d e fin ir su esp ecificid ad , d e situ ar la al
in ter ior d el can on .
***
E l g é n e r o q u e p r a ct ica M o n sivá is e s u n g é n e r o
subver sivo: p osee un a volun tad an tican ón ica. Se quiere
tr an sgen ér ico. Al resp ecto es n ecesar io ap un tar que la
n o ció n d e g é n e r o e s u n a ca t e g o r ía ca d a ve z m á s
cu estion ad a. Existe u n a su stitu ción d e la n oción d e
gén ero p or la n oción d e texto, lo que h a llevad o a “la
re e m e rg e n cia d e u n a m e d it a ció n so bre lo s t ip o s d e
d iscu r so h a st a e n t o n ce s m a r g in a liza d o s” (Fr e d e r ic
Jam eson ). Esto tien e que ver, en el caso d e Mon siváis,
con un a estr ategia d e quiebre d e las for m as in stituid as a
p ar tir d el rescate d e gén eros an tes m argin ales, com o la
cr ón ica. Por ello, la tr an sgresión d e Mon siváis n o se
refiere ún icam en te a la h ibr id ez gen ér ica, sin o al rescate
d e lo que la Acad em ia y la Rep ública d e las Letr as h a
con sid er ad o un gén ero m en or.
***
198
No exenta de artificios, la crónica está anclada al mismo
tiemp o en la realidad de la que da cuenta y en la ficción,
cuyas técn icas utiliza p ar a crear un un iver so sim bólico
veraz.
***
***
199
también como una p roducción de sentidos sociales. Beatriz
Sar lo h a d ich o qu e “u n a socied ad h abla, en tre otros
discursos, con el de la literatura”. De ese modo la escritura
ap arece como un sistema de signos interp retables cap aces
de otorgar sentido.
***
***
***
200
Y que las rep resentaciones que se hagan de la urbe, de la
misma manera, afectan y guían su uso social y modifican
la concep ción del esp acio”. La imp ortancia de imaginar y
con str uir relatos en tor n o a lo ur ban o r ad ica en esta
afirmación. “En todo realismo hay una veta de fantasía”,
decía Octavio Paz. En el mismo sentido Piglia escribió que
“la realidad está tejida de ficciones”. Porque lo imaginario
es una p arte esencial de lo real, la necesidad del relato, de
la n arrativización d e la vid a social, es fun d am en tal. Las
h istorias, los relatos, h acen la vid a sop ortable, n o sólo
ayu d an a sobrevivir, sin o qu e alien tan la creación d e
imaginarios. Si imaginar la ciudad equivale a construirla
(“Tu acto es el mundo”, decía Sartre), es imp rescindible la
invención literaria de la ciudad p ara p roveer de nuevos
sentidos al esp acio urbano. Y es que, en verdad, uno vive
en las rep resentaciones que se hace de la realidad. “Lo que
p erturba a los hombres no es la realidad, sino la op inión
que de ella se forman” (Ep icteto).
***
201
ciudad es la mirada de un voyeur. La ciudad es invisible. La
ciud ad es lo m argin al h ech o cen tro. La ciud ad es un
laberin to rizom ático. Tam bién es un juego d e p alabras:
ritual caótico. La ciudad es memoria y olvido: huella y ruina.
Sí, todo esto es la ciudad monsivaiana.
***
***
202
de la identidad. En p rincip io, p ermite un restablecimiento
sim bólico d e la ciud ad . Del m ism o m od o, p royecta un
p rogram a p ara la ciud ad an ización d el esp acio p úblico.
Además, restablece una forma de leer la H istoria, creando
una narrativa sobre la que se funda un rescate de la memoria
h istór ica: p rod uce un a p er sp ectiva cr ítica d el p roceso
h istórico y de la situación p olítica, de la cual es p osible
derivar consecuencias éticas y estéticas. Ap orta imágenes y
mitos a p artir de los cuales p ueden conformarse actores
sociales y p rovee referencias simbólicas p ara construir un
futuro y un horizonte utóp ico. Poca cosa.
***
***
203
Escritura n acid a d e un d iálogo vital con el con flicto —
conflicto social a la vez que caos interior—, la literatura
busca decir lo que la realidad esconde en torno a sí misma.
De ahí que leer sea como rescatar en los ojos de otro la luz
que a uno a veces le hace falta. La crónica realiza esta labor
a través de un p royecto dialógico donde las voces de la
otredad inducen al diálogo p osible.
***
***
204
de huellas, los imaginarios citadinos, p or más bor rosos que
p uedan ser.
***
***
205
Describir, inventar y leer la urbe es una forma de vivirla y
habitarla. Es también un modo de concebirnos a nosotros
mismos. Dice Gustavo Remedi: “nos transformamos en los
[esp acios] que habitamos, y construimos los esp acios que
re fle jan lo q u e so m o s, […] al co n str u ir e l m u n d o y
relacion arn os con él, in d irectam en te, n os con struim os a
n osotros m ism os”. Escribir es un acto d e resarcim ien to.
Provee señ as, referen cias, m arcas in teriores que vuelven
habitable un exterior hostil. En su H istoria de la civilización
en Europa, François Guizot escribió: “El estado visible de la
sociedad dep ende del estado interior del hombre”.
***
***
206
desorden urbanos, “barruntos o dejos de lo insólito”: “Señor,
las grandes ciudades están perdidas y disueltas./ En la más
grande se vive como quien huye de un incendio./ No hay en
ella consuelo capaz de consolar/ y el tiempo demasiado corto
cier r a el p aso…/ Allí viven seres h um an os, con gestos
angustiados,/ vidas malas y difíciles en cuartos profundos.../
Allí crecen niños en sótanos con ventanas/ siempre hundidas
en las mismas sombras/ y donde no saben que afuera los llaman
las flores/ a un día lleno de espacio, de júbilo y de viento”. Sí,
la literatura transforma el horror en belleza.
***
207
su ciudad, p or volverlos —en verdad— ciudadanos. En ese
sentido, Monsiváis estaría de acuerdo con Rousseau cuando
en El Contrato Social éste escribió que un conjunto de casas
crean un esp acio urbano, p ero sólo la ciudadanía p uede
conformar una ciudad. El p rop ósito central de la crónica
es así el de “contribuir a la forja de la nación describiéndola
y, si se p uede, moralizándola”.
***
***
“Eres mi ciudad,
la más bella y la más
d esd ich ad a.
Eres un grito de auxilio, quiero decir,
eres mi p aís;
las p isadas que cor ren hacia ti
son las mías”. (Nazim H ikmet)
208
O BRAS CITADAS DE C ARLOS MONSIVÁIS.
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211
212
Í NDICE
Advertencia 13
P RESENTACIÓN : CIUDAD Y LITERATURA 15
P RIMERA PARTE
ESCRITURA DEL ESPACIO : LA CIUDAD COMO RELATO 23
Monsiváis y la ciudad 25
La ciudad como esp acio simbólico 31
El edén subvertido: de la nostalgia
al desencanto 35
La op resión sin salida: el fin de la
utop ía urbana 43
La desap arición de lo urbano: la ciudad
p os-ap ocalíp tica 49
La cap ital del miedo: violencia y
segregación 57
Nueva Babel: desterritorialización y
m ulticulturalism o 63
El nuevo esp acio p úblico: fragmentación,
descentramiento y simultaneidad 69
Ciudad de doble signo: horizonte
p op ular y modernización cultural 77
213
SEGUNDA PARTE
ESPACIO DE LA ESCRITU RA: LA CRÓN ICA U RBAN A 91
La ciudad inabarcable: una estética
del fragmento 93
Una escritura tentativa: el sentido de lo fugaz 101
Ciudad virtual, ciudad del esp ectáculo 109
Tras una ciudad alternativa 117
Fronteras de la escritura, escritura
de las fronteras 125
Ciudad y memoria: la conquista
del esp acio p úblico 133
La calle y la mirada: del flâneur
al voyeur urbano 145
La ciudad como cuerp o (grotesco) 159
Festejar es territorializar: el carnaval urbano 169
Crónica e identidad: el orden (dialógico)
del caos 179
N ARRAR LA CIU DAD: DEL ESPACIO A
LA ESCRITURA (N OTAS A MANERA DE CIERRE) 189
O BRAS CITADAS DE CARLOS MONSIVÁIS 209
214
La ciudad como texto: la crónica urbana de Carlos
M onsiváis, d e Jezreel Salazar, ter m in ó d e
imprimirse en noviembre de 2006, en los talle-
res de la Imp renta Universitaria. En su com-
p osición se utilizaron los tip os New Baskerville
8, 9, 11, 16, 17, 22. El cuidado de la edición
estuvo a cargo de Juan Jesús Charles Cavazos.
Formato interior de Emanuel García Gutierrez.
Diseñ o d e p or tad a d e Fr an cisco Bar r agán
Codina. El tiraje de esta edición consta de 1000
ejemplares.
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