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Nueva Democracia
Nueva Democracia
AVANCEMOS EN TORNO A LA
RECONSTITUCION DEL PARTIDO
DE MARIATEGUI
PRESENTACIÓN
En este difícil camino, atravesado por mil dificultades se requiere necesariamente deslindar con
todas aquellas posiciones aventureras y oportunistas que se precipitan hacia el fracaso, como
producto del capricho o deseo subjetivo de caudillos que buscan sólo el interés personal ajeno a
los intereses de la clase trabajadora; de allí la necesidad de entender que la sociedad y la lucha
de clases, se desenvuelve bajo determinadas leyes sociales, en ese sentido, el Plan de Estudios
que ponemos a su disposición esta constituido por tres partes, unidas estrechamente entre sí: la
filosofía, la economía y el socialismo científico.
NECESARIO SU DESARROLLO”.
PLAN DE ESTUDIO
FILOSOFIA
TEMA N0 1
“MATERIALISMO FILOSOFICO”
3. Filosofía marxista.
Bibliografía:
Lenin.- Carlos Marx.
1.- “La doctrina marxista”
2.- “El materialismo filosófico”, pág. “Cuestiones del leninismo”.- “Sobre el materialismo
dialéctico e histórico”
pág. 635-642.
TEMA N0 2
“SOBRE LA DIALÉCTICA”
1. Sobre la dialéctica marxista.
Bibliografía:
Lenin: Carlos Marx.- “Sobre la dialéctica” pág 10-13.
Engels: “Dialéctica de la naturaleza”.- 36.- 42
Sobre dialéctica, pág. 52.- 56
Lenin: “Cuadernos Filosóficos”:
1.- Resumen del libro de Hegel.- “Ciencia de la lógica”, pág. 208-222.
2.- “Sobre el problema de la dialéctica”, pág. 327-333.
Stalin: “Sobre el materialismo dialéctico e histórico”, pág. 635-642.
2. Sobre la contradicción.
Bibliografía:
Mao Tse Tung: Sobre la contradicción.- O.E.- ti, pág 333-369.
TEMA N0 3
SOBRE EL CONOCIMIENTO
2. Sobre la ciencia.
Bibliografía:
Marx: “El Capital” t -i .- XVII-XXIV
TEMA N0 4
2. Base y superestructura.
Bibliografía:
Marx — Engels: O.E. ti pág. 52 1-530, “Prólogo de la contribución a la crítica de la economía
política”.
TEMA Nº1
MATERIALISMO FILOSOFICO
I. LAS DOS CONCEPCIONES DEL MUNDO
A lo largo de la historia del conocimiento humano, siempre han existido dos concepciones
acerca de las leyes del desarrollo del universo: la concepción metafísica y la concepción
dialéctica, que constituyen dos concepciones del mundo opuestas. Lenin dice:
“Las dos concepciones fundamentales (¿o las dos posibles? ¿o las dos que se observan en la
historia?) del desarrollo (evolución) son: el desarrollo como disminución y aumento, como
repetición, y el desarrollo como unidad de los contrarios (la división del todo único en dos
contrarios mutuamente excluyentes y su relación recíproca).”3
Lenin se refiere aquí precisamente a estas dos diferentes concepciones del mundo.
Durante largo tiempo en la historia, tanto en China como en Europa, el modo de pensar
metafísico formo parte de la concepción idealista del mundo y ocupó una posición dominante en
el pensamiento humano. En Europa, el materialismo de la burguesía en sus primeros tiempos
fue también metafísico. Debido a que una serie de países europeos entraron, en el curso de su
desarrollo económico-social, en una etapa de capitalismo altamente desarrollado, a que las
fuerzas productivas, la lucha de clases y las ciencias alcanzaren en esos países un nivel sin
precedentes en la historia y a que allí el proletariado industrial llegó a ser la más grande fuerza
motriz de la historia, surgió la concepción marxista, dialéctica materialista, del mundo.
Entonces, junto al idealismo reaccionario, abierto y sin disimulo, apareció en el seno de la
burguesía el evolucionismo vulgar para oponerse a la dialéctica materialista.
La concepción metafísica del mundo, o concepción del mundo del evolucionismo vulgar, ve las
cosas como aisladas, estáticas y unilaterales. Según ellos, la explotación capitalista, la
competencia capitalista, la ideología individualista de la sociedad capitalista, etc., pueden ser
halladas igualmente en la sociedad esclavista de la antigüedad, y aun en la sociedad primitiva, y
existirán sin cambio para siempre. En cuanto al desarrollo social, lo atribuyen a factores
exteriores a la sociedad, tales como el medio geográfico y el clima. En China, el modo
metafísico de pensar expresado en el dicho ‘El cielo no cambia y el Tao tampoco”, ha sido
durante largo tiempo sostenido por la decadente clase dominante feudal. En cuanto al
materialismo mecanicista y al evolucionismo vulgar, importados de Europa en los últimos cien
años, son sostenidos por la burguesía.
Esta concepción dialéctica del mundo nos enseña principalmente a observar y analizar el
movimiento de los contrarios en las distinta cosas, y a determinar, sobre la base de tal análisis,
los métodos pan resolver las contradicciones. Por consiguiente, es para nosotros de singular
importancia comprender concretamente la ley de la contradicción en las cosas.
Lo haré así porque la universalidad de la contradicción puede ser explicada en pocas palabras,
pues ha sido ampliamente reconocida desde que Marx, Engels, Lenin y Stalin, los grandes
creadores y continuadores del marxismo, descubrieron la concepción dialéctica materialista del
mundo y aplicaron con notables éxitos la dialéctica materialista al análisis de numerosas
cuestiones de la historia humana y de la historia de la naturaleza y a la transformación, en
muchos terrenos, de la sociedad y la naturaleza (en la Unión Soviética, por ejemplo); en cambio,
muchos camaradas, especialmente los dogmáticos, todavía no comprenden claramente la
particularidad de la contradicción. No entienden que es precisamente en 1 particularidad de la
contradicción donde reside la universalidad de la contradicción. Tampoco comprenden cuán
importante es, para dirigir el curso de la práctica revolucionaria, el estudio de la particularidad
de la contradicción en las cosas concretas que tenemos ante nosotros. Es necesario, entonces,
estudiar con detenimiento la particularidad de la contradicción y dedicar suficiente espacio a
explicarla. Por esta razón, en nuestro análisis de la ley de la contradicción en las cosas,
comenzaremos por la universalidad de la contradicción, luego dedicaremos especial atención al
análisis de la particularidad de la contradicción, y volveremos finalmente a la primera.
Engels dijo: “El movimiento mismo es una contradicción”. Lenin definió la ley de la unidad de
los contrarios como “el reconocimiento (descubrimiento) de las tendencias contradictorias,
mutuamente excluyentes, opuestas, en todos los fenómenos y procesos de la naturaleza (incluso
del espíritu y de la sociedad)”. ¿Son correctas estas ideas? Sí, lo son. La interdependencia y la
lucha entre los contrarios existentes en cada una de las cosas determinan su vida e impulsan su
desarrollo. No hay cosa que no contenga contradicción; sin contradicción no existiría el mundo.
“Si ya el simple cambio mecánico de lugar encierra una contradicción, tanto más la encierran
las formas superiores del movimiento de la materia y muy especialmente la vida orgánica y su
desarrollo. [. . .] Vimos igualmente cómo tampoco en el mundo del pensamiento podemos
librarnos de las contradicciones , y cómo, por ejemplo, la contradicción entre la interiormente
ilimitada capacidad cognoscitiva humana y su existencia real sólo en hombres exteriormente
limitados y que conocen limitadamente, se resuelve en la sucesión, para nosotros al menos
prácticamente infinita, de las generaciones, en un progreso ilimitado.”
“[. . ] una de las bases fundamentales de las matemáticas superiores es precisamente la
contradicción [...]”
“Pero ya en las matemáticas inferiores hormiguean las contradicciones.”
“En mecánica: acción y reacción.”
ENGELS
LUDWING FEUERBACH Y EL FIN
DE LA FILOSOFIA CLÁSICA
ALEMANA
II
Los filósofos se dividían en dos grandes campos, según la contestación que diesen a esta
pregunta. Los que afirmaban el carácter primario del espíritu frente a la naturaleza, y por tanto
admitían, en última instancia, una creación del mundo ‘bajo una u otra forma (y en muchos
filósofos, por ejemplo en Hegel, la génesis es bastante más embrollada e imposible que en la
religión cristiana), formaban en el campo del idealismo. Los otros, los que reputaban la
naturaleza como lo primario, figuran en las diversas escuelas del materialismo.
Pero el problema de la relación entre el pensar y el ser encierra, además, otro aspecto, a saber:
¿qué relación guardan nuestros pensamientos acerca del mundo que nos rodea con este mismo
mundo? ¿Es nuestro pensamiento capaz de conocer el mundo real; podemos nosotros, en
nuestras ideas y conceptos acerca del mundo real, formarnos una imagen refleja exacta de la
realidad? En el lenguaje filosófico, esta pregunta se conoce con el nombre de problema de la
identidad entre el pensar y el ser y es contestada afirmativamente por la gran mayoría de los
filósofos. En Hegel, por ejemplo, la contestación afirmativa cae de su propio peso, pues, según
esta filosofía, lo que el hombre conoce del mundo real es precisamente el’ contenido discursivo
de éste, aquello que hace del mundo una realización gradual de la idea absoluta, la cual ha
existido en alguna parte desde toda una eternidad, independientemente dcl mundo y antes que
él;’ y fácil es comprender que el pensamiento pueda conocer un contenido que es ‘ya, de
antemano, un contenido discursivo. Pero esto no impide a Hegel, ni mucho menos, sacar de su
prueba de la identidad del pensar y el ser otra conclusión: que su filosofía por ser exacta para su
pensar, es también la única exacta, y que la identidad del pensar y el ser ha de comprobarla la
humanidad, trasplantando inmediatamente su filosofía del terreno teórico al terreno práctico, es
decir, transformando todo el universo con sujeción a los principios hegelianos. Al contrario. Lo
que en la realidad les impulsaba eran, precisamente, los progresos formidables y cada vez más
raudos de las Ciencias Naturales y de la industria. En los filósofos materialistas, esta influencia
afloraba ya a la superficie, pero también los sistemas idealistas fueron llenándose más y más de
contenido materialista y se esforzaron por conciliar panteísticamente la antítesis entre el espíritu
y la materia; hasta que, por último, el sistema de Hegel ya no representaba por su método y su
contenido más que un materialismo puesto cabeza abajo de una manera idealista.
Se explica, pues, que Starcke, para caracterizar a Feuerbach, empiece investigando su posición
ante este problema cardinal de la relación entre el pensar y el ser. Por fin le gana con fuerza
irresistible la convicción de que la existencia de la “idea absoluta” anterior al mundo, que
preconiza Hegel, la “preexistencia de las categorías lógicas” antes que hubiese un mundo, no es
más que un residuo fantástico de la fe en un creador ultramundano; de que el mundo material y
perceptible por los sentidos, del que formamos parte también los hombres, es lo único real y de
que nuestra conciencia y nuestro pensamiento, por muy supersensuales que parezcan, son el
producto de un órgano material, físico: el cerebro. Esto es, naturalmente, materialismo puro.
Dice:
“El materialismo es, para mi, cl cimiento sobre el que descansa el edificio dcl ser y dcl saber
dcl hombre; pero no es para mí lo que es para el fisiólogo, para cl naturalista en sentido
estricto, por ejemplo, para Moleschott, lo que forzosamente tiene que ser, además, desde su
punto de vista y su profesión: el edificio mismo.
Aquí Feuerbach confunde el materialismo, que es una concepción general del mundo basada en
una interpretación determinada de las relaciones entre la materia y el espíritu, con la forma
concreta que esta concepción del mundo revistió en una determinada fase histórica, a saber: en
el siglo XVIII. Pero, al igual que el idealismo, el materialismo recorre una serie de fases en su
desarrollo. Cada descubrimiento trascendental, operado incluso en el campo de las Ciencias
Naturales, le obliga a cambiar de forma; y desde que el método materialista se aplica tam bién a
la historia, se abre ante él un camino nuevo de desarrollo.
El materialismo del siglo pasado17 era predominantemente mecánico; porque por aquel entonces
la Mecánica, y además sólo la de los cuerpos sólidos —celestes y terrestres—, en una palabra, la
mecánica de la gravedad, era, de todas las Ciencias Naturales, la única que había llegado en
cierto modo a un punto de remate. La Química sólo existía bajo una forma incipiente,
flogísticat8.
La segunda limitación específica de este materialismo consistía en su incapacidad para concebir
el mundo como un proceso, como una materia sujeta a desarrollo histórico. Sabíase que la
naturaleza se hallaba sujeta a perenne movimiento. Pero, según las ideas dominantes en aquella
época, este movimiento giraba no menos perennemente en un sentido circular, razón por la cual
no se movía nunca de sitio, engendraba siempre los mismos resultados. Por aquel entonces, esta
idea era inevitable. La historia del desarrollo de la Tierra, la Geología, era aún totalmente
desconocida y todavía no podía establecerse científicamente la idea de que los seres animados
que hoy viven en la naturaleza son el resultado de un largo desarrollo, que va desde lo simple a
lo complejo. La concepción antihistórica de la naturaleza era, por tanto, inevitable. En éste, la
naturaleza, como mera enajenación” de la idea, no es susceptible de desarrollo en el tiempo,
pudiendo sólo desplegar su variedad en el espacio, por cuya razón exhibe con junta y
simultáneamente todas las fases del desarrollo que guarda en ‘su seno y se hasta condenada a la
repetición perpetua de los mismos procesos. Y este contrasentido de una evolución en el
espacio, pero al margen del tiempo —factor fundamental de toda evolución, se lo cuelga Hegel
a la naturaleza precisamente en el momento en que se habían formado la Geología, la Embrio -
logía, la Fisiología vegetal y animal y la Química orgánica, y cuando por todas partes surgían,
sobre la base de estas nuevas ciencias, atisbos geniales (por ejemplo, los de Goethe y Laniarck)
de la que más tarde había de ser teoría de la evolución.
Esta concepción antihistórica imperaba también en el cambio de la Historia. Y el idealismo, que
había agotado ya toda su sapiencia y estaba herido de muerte por la revolución de 1848, podía
morir, al menos, con la satisfacción de que, por el momento, la decadencia del materialismo era
todavía mayor. Feuerbach tenía indiscutiblemente razón cuando se negaba a hacerse
responsable de ese materialismo; pero a lo que no tenía derecho era a confundir la teoría de los
predicadores de feria con el materialismo en general.
En segundo lugar, Feuerbach tiene toda la razón cuando dice que aunque el materialismo
puramente naturalista es:
“el cimiento sobre el que descansa el edificio del saber humano no constituye el edificio
mismo”.
En efecto, el hombre no vive solamente en la naturaleza, sino que vive también en la sociedad
humana, y ésta posee igualmente la historia de su evolución y su ciencia, ni más ni menos que la
naturaleza. Tratábase, pues, de poner en armonía con la base materialista, reconstruyéndola
sobre ella, la ciencia de la sociedad; es decir, el conjunto de las llamadas ciencias históricas y
filosóficas.
“Feuerbach es idealista, cree en el progreso de la humanidad”. ¿Acaso la compasión, el amor
y la pasión por la verdad y la justicia no son fuerzas ideales?”.
Las impresiones que el mundo exterior produce sobre el hombre se expresan en su cabeza, se
reflejan en ella bajo la forma de sentimientos, de pensamientos, de impulsos, de actos de
voluntad; en una palabra, de “corrientes ideales”, convirtiéndose en “factores ideales” bajo esta
forma.
La filosofía misma debe disolverse en la religión.
Ahora bien; las relaciones sentimentales entre seres humanos, y muy en particular entre los dos
sexos, han existido desde que existe el hombre. no son pura y sencillamente lo que son de suyo,
sin retrotraerlas en el recuerdo a una religión particular, que también para él forma parte del
pasado, sino que adquieren su plena significación cuando aparecen consagradas con el nombre
de religión. Por tanto, toda unión de dos seres
2
JOSE STALIN
CUESTIONES DEL LENINISMO
El. materialismo filosófico marxista. Se caracteriza por los siguientes rasgos fundamentales:
a) Por oposición al idealismo, que considera el mundo como la materialización de la “idea
absoluta”, del “espíritu universal”, de la. “conciencia”, el materialismo filosófico de Marx parte
del criterio de que el mundo es, por su naturaleza, algo material; de que los multiples y variados
fenómenos del mundo constituyen diversas formas y modalidades de la materia en movimiento;
de que los vínculos mutuos y las relaciones de interdepedencia entre los fenómenos, que él
método dialéctico pone de relieve, son las leyes con arreglo a las cuales se desarrolla la materia
en movimiento, de que el mundo se desarrolla con arreglo a las leyes que rigen el movimiento
de la materia sin necesidad de un “espíritu universal”
Refiriéndose a la concepción materialista de un filósofo de la antigüedad, Heráclito, según el
cual “el mundo forma una unidad por si mismo y no ha sido creado por ningún dios ni por
ningún hombre, sino que ha sido, es y será eternamente un fuego vivo que se enciende y apaga
con arreglo a las leyes”, dice Lenin:
“He aquí una excelente definición de los principios del materialismo dialéctico”.
b) Por oposición al idealismo, el cual afirma que sólo nuestra conciencia tiene una existencia
real y que el mundo material, el ser la naturaleza, sólo existen en nuestra conciencia, en nuestras
sensaciones, en nuestras percepciones, en nuestras ideas, el materia materialismo filosófico
marxista parte del criterio de que la materia la naturaleza, el ser, son una realidad objetiva,
existen fuera de nuestra conciencia e independientemente de ella, de que la materia es lo
primario, ya que constituye la fuente de la que derivan las sensaciones, las percepciones y la
conciencia, y está lo secundario lo derivado, ya que es la imagen refleja de la materia, la
imagen refleja del ser; parte del criterio de que “el pensamiento” es un producto de la materia al
llegar a un alto grado de perfección en su desarrollo y más concretamente, un producto del cere -
bro, y este el órgano del pensamiento, y de que, por tanto, no cabe, a menos de caer en un craso
error, separar el pensamiento de la materia.
Refiriéndose al problema de la materia y el pensamiento, manifiesta Marx:
“El materialismo en general reconoce la existencia real y objetiva del ser (la materia),
independientemente de la conciencia, de las sensaciones, de la experiencia... 266-267,
“Empiriocriticismo y materialismo histórico”).
Y en otros pasajes:
“Es materia lo que, actuando sobre nuestros órganos sensoriales, produce las sensaciones; la
materia es la realidad objetiva, que las sensaciones nos transmiten... materia, la naturaleza, la
existencia, lo físico, es lo primario; el espíritu, la conciencia, las sensaciones, lo psíquico, lo
secundario”. (Obra cit., (Obra cit., (Obra cit., c) Por oposición al idealismo, que discute
la posibilidad de conocer el mundo y las leyes por que se rige, que no cree en la veracidad de
nuestros conocimientos, que no reconoce la verdad objetiva y entiende que el mundo está lleno
de “cosas en sí”, que jamás podrán ser conocidas por la ciencia, el materialismo filosófico
marxista parte del principio de que el mundo y las leyes por que se rige, son perfectamente
cognoscibles, de que nuestros conocimientos acerca de las leyes de la naturaleza, comprobados
por la experiencia, por la práctica, son conocimientos veraces, que tienen el valor de verdades
objetivas, de que en el mundo no hay cosas incognoscibles, sino simplemente aún no conocidas,
pero que la ciencia y la experiencia se encargará de revelar y dar a conocer.
(Carlos Marx, Obras escogidas, t.I, pág. 409).
“El fideísmo moderno no rechaza, ni mucho menos, la ciencia; lo único que rechaza son las
“pretensiones desmesuradas” de la ciencia, y concretamente, sus pretensiones de verdad
objetiva. Si existe una verdad objetiva (como entienden los materialistas) y si las ciencias
naturales, reflejando el mundo exterior en la “experiencia” del hombre, son las únicas que
pueden darnos esa verdad objetiva, todo fideísmo queda refutado incontro VertilemeIi”. 102
“La teoría del conocimiento del materialismo dialéctico y del empiriocriticismo).
Tales son, brevemente expuestos, los rasgos característicos del materialismo filosófico marxista
Fácil es comprender la importancia tan enorme que tiene la aplicación de los principios del
materialismo filosófico al estudio de la vida social, al estudio de la historia de la sociedad, la
importancia tan enorme que tiene el aplicar éstos principios a la historia de la sociedad y a la
actuación práctica del Partido del proletariado.
Si la conexión entre los fenómenos de la naturaleza y su interdependencia representa la ley por
la que se rige el desarrollo de la naturaleza, de esto se deduce que la conexión e interdependen -
cia de los fenómenos de la vida social representan también no algo fortuito, sino la ley por la
que se rige el desarrollo de la sociedad.
Esto quiere decir que la vida social y la historia (le la sociedad ya no son un conglomerado de
hechos “fortuitos”, pues la historia de la sociedad se convierte en el desarrollo de la sociedad
con arreglo a sus leyes, y el estudio de la historia de la sociedad adquiere categoría de ciencia.
3
LENIN
LA DOCTRINA MARXISTA
LA DOCTRINA DE MARX
EL MATERIALISMO FILOSOFICO
Desde 1844-1845, años en que se formaron sus concepciones, Marx fue materialista y,
especialmente, partidario de Ludwig Feuerbach, cuyos puntos débiles vio, más tarde, en la
insuficiente consecuencia y amplitud de su materialismo. Para Marx, la significación histórica
universal de Feuerbach, que “hizo época”, residía precisamente en el hecho de haber roto en for-
ma resuelta con el idealismo de Hegel y proclamado el materialismo, que ya “en el siglo XVIII,
sobre todo en Francia, representaba la lucha, no sólo contra las instituciones políticas existentes
y al mismo tiempo contra la religión y la teología, sino también [. . .] “Para Hegel escribía
Marx , el proceso del pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto
con vida propia, es el demiurgo de lo real […] para mí lo ideal no es, por el contrario, más que
lo material traducido y transpuesto a la cabeza del hombre” (C. Marx, El Capital, t. I, “Palabras
finales a la 2a ed.”). Mostrándose plenamente de acuerdo con esta filosofía materialista de Marx,
F. Engels escribía lo siguiente, al exponerla en su Anti-Dübring (véase), obra cuyo manuscrito
conoció Marx: …”La unidad del mundo no existe en su ser, sino en su materialidad, que ha sido
demostrada […] en el largo y penoso desarrollo de la filosofía y de las ciencias naturales […].
El movimiento es la forma de existencia de la materia. Jamás, ni en parte alguna, ha existido ni
puede existir materia sin movimiento, ni movimiento sin materia […]. Pero si seguimos
preguntando qué son y de dónde proceden el pensar y la conciencia, nos encontramos con que
son productos del cerebro humano y con el mismo hombre no es más que un producto de a
naturaleza, que se ha desarrollado en un e determinado ambiente natural y junto con éste; por
donde llegamos a la conclusión lógica de que los productos del cerebro humano, que en última
instancia no son tampoco más que productos de la naturaleza, no se contradicen, sino que
corresponden al resto de la concatenación de la naturaleza”. “Hegel era idealista, es decir, que
para él las ideas de nuestra cabeza no son reflejos [Abbilder, esto es, imágenes, pero a veces
Engels habla de “reproducciones”] más o menos abstractos de los objetos y fenómenos de la
realidad sino que los objetos y su desarrollo se le antojaban, por el contrario, imágenes de una
idea existentes no se sabe dónde, ya antes de que existiese el mundo.” En Ludwig Feuerbach6,
obra en la que Engels expone sus ideas y las de Marx sobre la filosofía de Feuerbach, y cuyo
original envió a la imprenta después de revisar un antiguo manuscrito suyo y de Marx, que
databa de los años 1844-1845, sobre Hegel, Feuerbach y la concepción materialista de la
historia, escribe Engels: “El gran problema cardinal de toda filosofía, especialmente de la
moderar es el problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza
[…]. ¿Qué está primero: el espíritu o la naturaleza? […] Los filósofos se dividieron en dos
grandes campos, según la contestación que diesen a esta pregunta. Los que afirmaban que el
espíritu estaba antes que la naturaleza y que por lo tanto, reconocían, en última instancia, una
creación del mundo bajo una u otra forma […], constituyeron el campo del idealismo. Los
demás, los que reputaban la naturaleza como principio fundamental, adhirieron a distintas
escuelas del materialismo”. Todo otro empleo de los conceptos de idealismo y materialismo (en
sentido filosófico) sólo conduce a la confusión. Marx rechazaba enérgicamente, no sólo el
idealismo — vinculado siempre de un modo u otro, a la religión —, sino también los puntos de
vista de Hume y Kant, tan difundidos en nuestros días, es decir, el agnosticismo el criticismo y
el positivismo en sus diferentes formas; para Marx esta clase de filosofía era una concesión
“reaccionaria” al idealismo y,- en el mejor de los casos, una “manera vergonzante de aceptar el
materialismo bajo cuerda y renegar de él públicamente”. La libertad no es otra cosa que el
conocimiento de la necesidad” (Engels, Anti-Dübring)= reconocimiento de la sujeción objetiva
le la naturaleza a leyes y de la trasformación dialéctica de la necesidad en libertad (a la par que
de la trasformación de la cosa en si no conocida aún, pero cognoscible, en “cosa para nosotros”,
de la “esencia de las cosas” en “fenómenos”). El defecto fundamental del viejo materialismo,
incluido el de Feuerbach (y con mayor razón aún el del materialismo “vulgar” de Buchner, Vogt
y Moleschott) consistía, según Marx y Engels en lo siguiente:
I) en que este materialismo era “predominantemente mecanicista” y no tenía en cuenta los
últimos progresos de la química y de la biología (a los que habría que agregar en nuestros días
los de la teoría eléctrica de la materia);
II) en que el viejo materialismo no era histórico ni dialéctico (sino metafísico, en el sentido de
antidialéctico) y no mantenía consecuentemente ni en todos sus aspectos el punto de vista del
desarrollo;
III) en que concebían “La esencia del hombre” en forma abstracta, y no como el conjunto de las
relaciones sociales’- (históricamente concretas y determinadas), por cuya razón se limitaban a
“explicar” el mundo cuando en realidad se trata de “transformarlo” es decir, en que no
comprendían la importancia de la “actividad práctica revolucionaria”.
LA DIALECTICA
La dialéctica hegeliana, o sea, la doctrina más multilateral, más rica en contenido y más
profunda del, desarrollo, era para Marx y Engels la mayor conquista de la filosofía clásica
alemana. “Marx y yo fuimos casi los únicos que nos planteamos la tarea de salvar [del
descalabro del idealismo, incluido el hegelianismo] la dialéctica conciente para traerla a la
concepción materialista de la naturaleza.” “La naturaleza es la confirmación de la dialéctica, y
precisamente son las modernas ciencias naturales las que nos han brindado un extraordinario
acervo de datos [¡y esto fue escrito antes de que se descubriera el radio, los electrones, la
trasformación de los elementos, etc!.]
“La gran idea fundamental — escribe Engels — de que el mundo no se compone de un conjunto
de objetos terminados y acabados sino que representa en sí un conjunto de procesos, en el que
las cosas que parecen inmutables, al igual que sus imágenes mentales en nuestro cerebro, es
decir, los conceptos, sé hallan sujetos a un continuo cambio, a un proceso de nacimiento y
muerte; esta gran idea fundamental se encuentra ya tan arraigada desde Hegel en la conciencia
común, que apenas habrá alguien que la discuta en su forma general. Y esta misma filosofía es
un mero reflejo de ese proceso en el cerebro pensante.” Así, pues, la dialéctica es, según Marx.
“la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensa-
miento humano”
JOSE STALIN
MATERIALISMO DIALECTICO
E HISTORICO
SOBRE EL MATERIALISMO DIALECTICO
Y EL MATERIALISMO HISTORICO
SEPTIEMBRE DE 1938
Mi método dialéctico dice Marx no sólo es fundamentalmente distinto del método de Hegel,
sino que es, en todo y por todo, su reverso. Para Hegel, el proceso del pensamiento al que él
convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo (creador)
de lo real y esto, la simple bruna externa en que toma cuerpo. (C. Marx, Palabras finales a la
segunda edición alemana del t. I del Capital)
Por eso, el método dialéctico entiende que los procesos de desarrollo no deben concebirse como
movimientos circulares, como una simple repetición del camino ya recorrido, sino como
movimientos progresivos, como movimientos en línea ascensional, como el transito del viejo
estado cualitativo a un nuevo estado cualitativo, como la evolución de lo simple a lo complejo,
de lo inferior a lo superior.
Engels, del socialismo utópico al socialismo científico)
En física... todo cambio es tina transformación dc cantidad en calidad, una consecuencia del
cambio cuantitativo de la masa de movimiento de cualquier forma inherente al cuerpo o que se
transmite a éste. Las llamadas constantes de la física [los pinitos de transición dc un estado a
otro. no son, la mayor parte de las veces, Iuús.
los nombres de los plintos nodulares en que la Simia o la sustracción cuantitativas cambios
cuantitativos) de movimientos provocan cambios cualitativos en el estado del cuerpo de que se
trata, y en que, por lo tanto, la cantidad. Se trueca en calidad (Y. Engels, “Dialéctica de la
naturaleza, pág. 503).
»Podríamos decir que la química es la ciencia de los cambio cualitativos de los cuerpos por
efectos de los cambios producido en los cambios de su composición cuantitativa. (Y. Engels,
AntiDühng», pág. 49).
d) Por oposición a la metafísica, la dialéctica parte del criterio de que los objetos y los
fenómenos de la naturaleza llevan siempre implícitas contradicciones internas todos ellos
tienen »u lado positivo y su lado negativo, su pasado y su futuro su lado de caducidad y su lado
de desarrollo; del criterio de que la lucha entre lados contrapuestos, la lucha entre lo viejo y lo
nuevo, entre lo que agoniza y lo que nace, entre lo que caduca y lo que se desarrolla, forma el
contenido interno del proceso de desarrollo, el contenido interno de la transformación de los
cambios cuantitativos en cambios cualitativos.
Por eso, el método dialéctico entiende que el proceso de desarrollo de lo inferior a lo superior
no discurre a modo de un proceso de desenvolvimiento armónico de los fenómenos, sino po -
niendo. siempre de relieve las contradicciones inherentes a los objetos y a los fenómenos, en un
proceso de «lucha» entre las tendencias contrapuestas que actúan sobre la base de aquellas
contradicciones .
Y más adelante:
Tales son, brevemente expuestos, los rasgos fundamentales del método dialéctico marxista.
No es difícil comprender cuán enorme es la importancia que la difusión de los principios del
método dialéctico tiene para el estudio de la vida social y de la historia de la sociedad y qué
importancia tan enorme encierra la aplicación de estos principios a la historia de la sociedad y a
la ‘actuación práctica del Partido del proletariado.
Si en el mundo no existen fenómenos aislados, si lodos los fenómenos están vinculados entre sí
y se condicionan unos a otros, es evidente que todo régimen social y todo movimiento social
que aparece en la historia debe ser juzgado, no desde cl punto dc vista de la «justicia cierna» o
de cualquier otra idea preconcebida, que es lo que suelen hacer los historiadores, sino desde cl
plinto de vista de las condiciones que han engendrado este régimen y este movimiento sociales
y a las cuales se hallan articulados.
Esto quiere decir que el régirmen capitalista puede ser sustituí-do por el régimen socialista, del
mismo modo que, en su día, el régimen capitalista sustituyó al régimen feudal.
Esto quiere decir que hay que orientarse, no hacia aquellas capas de la sociedad que han llegado
ya al terminado su desarrollo, aunque en e! momento presente constitúyan ley fuerza
predominante hacia aquellas otras que se están desarrollando y que tienen un porvenir, aunque
no sea la fuerza predominantes en el momento actual.
Pero el proletariado se estaba desarrollando como clase, mientras que los campesinos, como
clase, se disgregaban. Y no se equivocaron, puesto que, como es sabido, el proletariado se
convirtió, andando el tiempo, de una fuerza insignificante en una fuerza histórica y política de
primer orden.
Esto quiere decir que en política, para no equivocarse, hay que mirar hacia adelante y no hacia
atrás.
Si el tránsito de los lentos cambios cuantitativos a los rápidos y súbitos cambios cualitativos
constituyen una ley del desarrollo , es evidente que las transformaciones revolucionarias
llevadas a cabo por clases oprimidas representan un fenómeno absolutamente natural e
inevitable.
Esto quiere decir que el paso del capitalismo al socialismo y La liberación de la clase obrera del
yugo capitalista no puede realizárse por rncdio. de cambios lentos, por medio de reformas, sino
sólo -mediante la transformación cualitativa dcl régimen capitalista es decir, mediante la
revolución. Esto quiere decir que en política, para no equivocarse, hay que ser revolucionario y
no reformista.
A) Por oposición al idealismo, que considera el mundo como la materializacion de las ideas
absolutas del espiritu universal de la conciencia , el materialismo filosofico de marx parte del
criterio de que el mundo parte que el mundo es por su naturalesa , algo materia ; de los
multiples y variados fenómenos del mundo constituyen diversas formas de modalidades de la
materia en movimiento ; de los vinculos mutuos y de las relaciones de interpendencia entre los
fenómenos , que el metodo dialectico pone relieve , son las leyes con arreglo a las cuales se
desarrolla la materia en movimento ; de que el mundo se desarrolla con leyes que rigen el
movimiento de la materia , sin necesidad de ningun espiritu universal.
b) Por oposición al idealismo, el cual afirma que sólo nuestra conciencia tiene una existencia
real y que el mundo material, el ser la naturaleza, sólo existen en’ nuestra conciencia, en
nuestras sensaciones en nuestras percepciones, en nuestras ideas, el materialismo filosófico
marxista parte del criterio que la materia y la naturaleza, el ser, son una realidad objetiva existen
existen fuera de nuestra concienciae independiente de ellas y que la materia es lo primario, ya
que constituye la ,fuentede la que unica de las sensaciones, las percepciones y la conciencia, y
esta secundariolo derivado ya que es imagen que refleja de la materia la imagen refleja del ser;
parte del criterio de que el ensamiento es un producto de la materia al llegar a un alto grado de
perfeccion en’ su desarroÍllo concretamente, un producto del cerebro y de que, por tanto cabe, a
menos de caer en un craso error, separar. el pensamiento de la materia.
Y más adelante:
«El mundo material y perceptible por los sentidos, del que formamos parte también los
hombres, es el único mundo real... Nuestra conciencia y nuestro pensamientos por muy
desligados de los sentidos que parezcan, son el producto de un organo material, con el cerebro.
La materia no es.
Refiriéndose al problema de la materia y el pensamiento, manifiesta ‘Marx:
“Yo declaro solemnemente: el sentido interno, el alma de mi filosofía es que el hombre no tiene
nada en general fuera de la experiencia; el hombre no llega a todo lo que llega más que por la
experiencia” . . . Por la historia de la filosofía es sabido que la interpretación del concepto
experiencia ha dividido a los materialistas y a los idealistas clásicos. La filosofía profesoral de
todos los matices disfraza hoy día su reaccionarismo con declamaciones variadas sobre la
“experiencia”. En el prólogo de la 2a edición de su Conocimiento ~> error Mach alaba el libro
del profesor W. Jerusalén, en el que leemos: “La admisión del ser primero divino no contradice
a ninguna experiencia” (Der krit. Cuando dice: “La conciencia y la experiencia psíquica directa
son conceptos idénticos” (Empiriomonismo, II, 53), y que la materia “no es la experiencia”, sino
“lo desconocido de donde nace todo lo conocido” (Empiriomonismo, III, XIII), Bogdánov
interpreta la experiencia de forma idealista.
Asimismo Mach, partiendo del punto de vista del idealismo (los cuerpos son complejos de
sensaciones o “elementos”), se desvía a menudo hacia la interpretación materialista de la
palabra experiencia. “No hay que extraer la filosofía de dentro de nosotros mismos (nicht aus
uns herausphilosophiren) — dice en su Mecánica 3° edición alemana, 1897, Pág. I4) —, sino de
la experiencia”. La experiencia está aquí opuesta a la filosofía extraída de nosotros mismos, es
decir, está tratada como algo objetivo, algo dado al hombre desde fuera de él; está tratada de
forma materialista. Aquí la naturaleza está considerada como lo primario, y la sensación y la
experiencia como lo derivado. Un tercer ejemplo: “La estrecha conexión del pensamiento con la
experiencia crea las ciencias naturales modernas. La experiencia engendra el pensamiento.
(Erkenntnis und Irrtum [Conocimiento y error], pág. 200). Aquí la “filosofía” especial de Mach
ha sido tirada por la borda, y el autor pasa a adoptar espontáneamente el punto de vista habitual
de los naturalistas, que ven la experiencia de forma materialista.
En resumen: cl término “experiencia”, sobre el cual construyen sus sistemas los adeptos de
Mach, ha servido desde hace mucho tiempo para encubrir los sistemas idealistas y sirve ahora a
Avenarius y Cía. para su ecléctico tránsito de la posición idealista al materialismo, e
inversamente. Las variadas “definiciones” de este concepto no hacen más que expresar las dos
líneas fundamentales de la filosofía, tan claramente reveladas por Engels.
LENIN
MATERIALISMO Y
EMPIROCRITICISMO
5. EL ESPACIO Y EL TIEMPO
“El espacio y el tiempo dice Feuerbach no son simples formas de los fenómenos, sino
condiciones esenciales (Wesensbedingungen) . . . del ser” (Obras, II, 332). Al reconocer como
realidad objetiva el mundo sensible que conocemos a través de las sensaciones, Feuerbach
rechaza, naturalmente, la concepción fenomenalista (como diría Mach) o agnóstica (como se
expresa Engels) del espacio y del tiempo: así como las cosas o los cuerpos no son simples
fenómenos; no son complejos de sensaciones, sino realidades objetivas que actúan sobre
nuestros sentidos, así también el espacio y el tiempo no son simples formas de los fenómenos,
sino formas objetivas y reales del ser. En el universo no hay más que materia en movimiento, y
la materia en movimiento no puede moverse de otro modo que en el espacio y en el tiempo. Las
representaciones humanas sobre el espacio y el tiempo son relativas, pero la suma de esas
representaciones relativas da la verdad absoluta, esas representaciones relativas van, en su
desarrollo, hacia la verdad absoluta y a ella se acercan. La mutabilidad de las representaciones
humanas sobre el espacio y el tiempo no refuta la realidad objetiva de uno y otro, como la
mutabilidad de nuestros conocimientos científicos sobre la estructura y las formas del
movimiento de la materia tampoco refuta la realidad objetiva del mundo exterior.
¿Por qué hubo de recurrir Engels, en la primera mitad de esa frase, a la repetición casi literal de
un texto de Feuerbach, y en la segunda mitad al recuerdo de la lucha contra los mayores
absurdos del teísmo, con tanto éxito sostenida por Feuerbach? Porque Dühring, como se ve en el
mismo capítulo de Engels, no supo atar cabos en su filosofía sin recurrir, bien a la “causa final”
del mundo, bien al “primer impulso” (otra expresión para designar el concepto de Dios, como
dice Engels). Probablemente, Dühring quería ser materialista y ateo, no menos sinceramente que
nuestros adeptos de Mach quieren ser marxistas, pero no supo aplicar de un modo consecuente
el punto de vista filosófico que quitara verdaderamente toda base a los absurdos idealistas y
teístas. Al no admitir la realidad objetiva del tiempo y el espacio o por lo menos no
admitiéndola clara y terminantemente (pues Dühring vaciló y se confundió en este punto)
‘Dühring va resbalando, no por casualidad, sino indefectiblemente, por un plano inclinado hasta
las “causas finales” y los “primeros impulsos”, por haberse privado del criterio objetivo que
impide salirse de los límites del tiempo y del espacio. Si el tiempo y el espacio no son más que
conceptos, la humanidad que los ha creado tiene derecho a salir de sus limites, y los profesores
burgueses tienen derecho a recibir emolumentos de los gobiernos reaccionarios para defender la
legitimidad de tal salida, para defender directa o indirectamente el medieval “absurdo”.
Engels demostró a Dühring que la negación de la realidad objetiva del tiempo y del espacio es
teóricamente una confusión filosófica y, en la práctica, una capitulación o una declara ción de
impotencia ante el fideísmo.
Ahora ved la “doctrina” del “novísimo positivismo” sobre esta materia. Mach dice: “El espacio
y el tiempo son sistemas ordenados [o armonizados, wohlgeordnete] de las series de
sensaciones” (Mecánica, 3a ed. alemana, pág. 498). Esto es un absurdo idealista evidente,
consecuencia obligada de la doctrina según la cual los cuerpos son complejos de sensaciones.
Según Mach resulta que no es el hombre con sus sensaciones quien existe en el espacio y el
tiempo, sino que son el espacio y el tiempo quienes existen en el hombre, quienes dependen del
hombre, quienes son creados por el hombre. Mach se siente resbalar hacia el idealismo y se
“resiste”, multiplicando las reservas y ahogando, como Diihring, la cuestión con disertaciones
interminables (y. sobre todo Conocimiento y error) sobre la mutabilidad de nuestros conceptos
del tiempo y del espacio, sobre su relatividad, etc. Construye una teoría gnoseológica del tiempo
y del espacio sobre el principio del relativismo y se contenta con ello.
Resistiéndose a las conclusiones idealistas que sus premisas le imponen, Mach se alza contra
Kant, sosteniendo que el origen del concepto del espacio está en la experiencia (Conocimiento y
error, 2a cd. alemana, págs. Pero si la realidad objetiva no nos es dada en la experiencia (como
enseña Mach), esa objeción lanzada a Kant no cambia en nada la posición del agnosticismo
común tanto a Kant como a Mach. Si el concepto del espacio está sacado de la experiencia sin
reflejar la realidad objetiva existente fuera de nosotros, la teoría de Mach es idealista. La
existencia de la naturaleza en el tiempo, medido en millones de años, en ¿pocas anteriores a la
aparición del hombre y de la experiencia humana, demuestra lo absurdo de esa teoría idealista.
“En el sentido fisiológico escribe Mach, el tiempo y el espacio son sensaciones de orientación
que, con las sensaciones provenientes de los órganos de los sentidos, determinan el
desencadenamiento (Auslósung) de reacciones de adaptación biológicamente adecuadas. En el
sentido físico, el tiempo y el espacio son interdependencias de los elementos físicos” (loe.
“El relativista Mach se limita a analizar el concepto del tiempo en diversos aspectos! Y no sale
de ahí, como Dühring. Si los “elementos” son sensaciones, la dependencia de los elementos
físicos entre sí no puede existir fuera del hombre, anteriormente al hombre, anteriormente a la
materia orgánica. Si las sensaciones de tiempo y espacio pueden dar al hombre una orientación
biológicamente adecuada, es exclusivamente a condición de que estas sensaciones reflejen la
realidad objetiva exterior al hombre: el hombre no podría adaptarse biológicamente al medio, si
sus sensaciones no le diesen una idea de él objetivamente exacta. La doctrina sobre el espacio y
el tiempo está indisolublemente unida a la solución de la cuestión fundamental de la
gnoseología: nuestras sensaciones ¿son imágenes de los cuerpos y de las cosas, o los cuerpos
son complejos de nuestras sensaciones? Mach no hace más que errar entre estas dos soluciones.
En la física moderna dice se mantiene la idea de Newton sobre el tiempo y el espacio absolutos
(págs. 442-444), sobre el tiempo y cl espacio considerados como tales. Dicha idea “nos” parece
absurda continúa Mach, sin sospechar, evidentemente, de la existencia de los materialistas y de
la teoría materialista del conocimiento. Pero en la práctica esa idea era inocua (unschádlich,
pág. 442), por lo que durante mucho tiempo no ha sido sometida a crítica.
“Esta ingenua observación sobre la inocuidad de la concepción materialista descubre a Mach de
pies a cabeza! En primer lugar, es falso decir que “durante mucho tiempo” los idealistas no han
criticado esa concepción; Mach simplemente ignora la lucha entre la teoría idealista y la teoría
materialista del conocimiento sobre esa cuestión; elude exponer concreta y claramente ambos
puntos de vista. Pues, ¿cómo su falta de justeza podría permanecer inocua a lo largo de los
siglos? ¿Qué se ha hecho del criterio de la práctica, con el que pretendía Mach coquetear? La
concepción materialista de la realidad objetiva del tiempo y el espacio puede ser “inocua” sólo
porque las’ ciencias naturales no salen más allá de los limites del tiempo y del espacio, más allá
de los límites del mundo material, dejando aquella ocupación a los profesores de la filosofía
reaccionaria. “Nociva” es la concepción idealista de Mach sobre el espacio y el tiempo, porque,
en primer término, abre de par en par las puertas al fideísmo, y, en segundo lugar, induce al
mismo Mach a conclusiones reaccionarias.
El razonamiento, desde el punto de vista de la doctrina franca y clara defendida por Mach en
1872, es absolutamente incontestable: si las moléculas, los átomos, en una palabra, los
elementos químicos no pueden ser percibidos por los sentidos, eso quiere decir que “no son más
que cosas puramente mentales” (das bloss Gedachte). El razonamiento de Mach es el paso del
campo de las ciencias naturales al campo del fideísmo. Desde 1872, en el curso de más de tres
decenios de progreso gigantesco, vertiginoso, de la ciencia en la cuestión de la estructura de la
materia, la concepción materialista del espacio y del tiempo ha continuado siendo “inocua”, es
decir, conforme en un todo, como antes, a las ciencias naturales, mientras que la concepción
contraria de Mach y Cia. Las novísimas matemáticas — dice Mach han planteado la cuestión,
muy importante y útil, del espacio de n dimensiones, como un espacio imaginable, aunque como
“caso real” (cm wirklicher Fall) queda tan sólo el espacio de tres dimensiones (3°ed., Pero
¿cómo se aparta de ellos en su teoría del conocimiento? ¡ Diciendo que sólo el espacio de tres
dimensiones es el espacio real! Pero ¿qué vale este alegato contra los teólogos y compañía si no
reconocéis al espacio y al tiempo una realidad objetiva? Resulta que empleáis el método de
tomar tácitamente de prestado ideas al materialismo cuando tenéis necesidad de precaveros
contra los espiritistas. Pues los materialistas, reconociendo el mundo real, la materia que
percibimos, como la realidad objetiva, tienen derecho a deducir de ello que las humanas
fantasías que salen de los límites del espacio y del tiempo son irreales, cualesquiera que sean
sus fines. ¡Y vosotros, señores adeptos de Mach, negáis, en vuestra lucha contra el
materialismo, la “existencia” de la realidad objetiva, la cual volvéis a introducir de contrabando
cuando se trata de luchar contra cl idealismo consecuente, franco e intrépido hasta cl fin! Si en
el concepto relativo del tiempo y del espacio no hay nada más que relatividad, si no hay una
realidad objetiva (=que no depende ni del hombre ni de la humanidad), reflejada por esos
conceptos relativos, ¿por qué la humanidad, por qué la mayor parte de la humanidad no ha de
tener derecho a concebir seres existentes fuera del tiempo y del espacio? Si Mach tiene derecho
a buscar los átomos de la electricidad o los átomos en general fuera del espacio de tres
dimensiones, ¿por qué la mayoría de la humanidad no había de tener derecho a buscar los
átomos o los fundamentos de la moral fuera del espacio de tres dimensiones?
“Todavía no se ha visto — escribe Mach en ese mismo lugar ningún comadrón que haya
asistido a un parto a través de la cuarta dimensión”.
Excelente argumento, pero Únicamente para aquellos que vean en el criterio de la práctica la
confirmación de la verdad objetiva, de la realidad objetiva de nuestro mundo sensible.
“Espero continúa Mach, remitiéndose a su trabajo, de 1872 que nadie invocará en defensa de las
patrañas de los fantasmas (die Kosten einer Spukgeschichte bestreiten) lo que yo haya dicho o
escrito sobre esta cuestión”.
Poincaré dice que los conceptos de espacio y de tiempo son relativos y que, por consiguiente
(este “por consiguiente” es, desde luego, para los no materialistas), “no es la naturaleza la que
nos los da [o impone, impose]” (estos conceptos), “sino que somos nosotros los que los damos a
la naturaleza, pues los encontramos cómodos” (loc. Esto es idealismo franco y neto. La con -
clusión final de K. Pearson, expuesta como de costumbre en tesis precisas y claras, dice así: “El
espacio y el tiempo no son realidades del mundo de los fenómenos (phenomenal world), sino
modos (formas, modes) de percibir las cosas. No son infinitos ni divisibles al infinito, estando,
en su esencia misma (essentially), limitados por el contenido de nuestras percepciones” (pág.
191, conclusiones del capítulo V sobre el espacio y el tiempo).
“Las ciencias naturales, como tales, tienen pleno fundamento, en mi opinión, para tratar el
espacio y el tiempo como categorías puramente objetivas. Lloyd Morgan es un representante de
ese agnosticismo que Engels calificó de “materialismo vergonzante”, y por muy “conciliadoras”
que sean las tendencias de esa filosofía, no le ha sido posible conciliar las concepciones de
Pearson con las ciencias naturales. “Está fuera de duda contestaba R. J. Ryle, defensor de
Pearson que la doctrina sobre el espacio y el tiempo que va unida al nombre de Kant, es la mas
im portante adquisición positiva de la teoría idealista del conocimiento humano desde los
tiempos del obispo Berkeley.
Así, pues, en Inglaterra ni los propios machistas, ni sus adversarios del campo de los
naturalistas, ni sus partidarios del campo de los filósofos profesionale5~ tienen la menor duda
en cuanto al carácter idealista de la doctrina de Mach en la cuestión del tiempo y del espacio.
Los únicos que “no lo han notado” son algunos autores rusos que pretenden ser marxistas.
67, y entre ellas su idea del tiempo y del espacio ‘puros’, han envejecido hoy”.
¡Ya lo creo! ¡Las concepciones del materialista Engels han envejecido y las concepciones del
idealista Pearson y del confuso idealista Mach son novísimas! Lo más curioso de todo es que
Basárov ni siquiera duda de que las ideas sobre el espacio y el tiempo, a saber: el
reconocimiento o la negación ‘de su realidad objetiva, pueden ser consideradas como
“concepciones aisladas” en oposición al “punto de partida de ‘la concepción del mundo” de la
que ‘se trata en la frase siguiente del mismo autor. Pues oponer el “punto de partida” de la
concepción materialista del mundo de Marx y Engels a la “concepción aislada” de los mismos
sobre la realidad objetiva del tiempo y del espacio, es incurrir en un contrasentido tan flagrante
como si se pretendiera oponer el “punto de partida” de la teoría económica de Marx a su
“concepción aislada” sobre la plusvalía. Separar la doctrina de Engels sobre la realidad objetiva
del tiempo y del espacio de su doctrina de la transformación de las “cosas en si en cosas para
nosotros’, de su admisión de la verdad objetiva y absoluta, a saber: de. la realidad objetiva que
nos es ‘dada en la sensación de su admisión’ de las leyes objetivas, de la causalidad y de la
necesidad en la naturaleza, es hacer un revoltijo de una filosofía que es coherente. Basárov,
como todos los machistas, ha equivocado el camino al confundir la mutabilidad de los
conceptos humanos de tiempo y de espacio, su carácter exclusivamente relativo, con la
inmutabilidad del hecho de que el hombre y la naturaleza sólo existen en el tiempo y el espa cio;
los seres fuera del tiempo y del espacio, creados por los curas y admitidos por la imaginación de
las masas ignorantes y oprimidas de la humanidad, son productos de una fantasía enfermiza,
trucos del idealismo filosófico, engendro inútil de un régimen social inútil. Puede envejecer y
envejece cada día la doctrina de la ciencia sobre la estructura de la materia, sobre la
composición química de los alimentos, sobre el átomo o el electrón, pero no puede envejecer la
verdad de que el hombre no puede alimentarse con pensamientos y engendrar hijos con el solo
amor platónico. Y la filosofía que niega la realidad objetiva del tiempo y del espacio es tan
absurda, tan corrompida por dentro y tan falsa como la negación de estas últimas verdades.
¡Los subterfugios de los idealistas y de los agnósticos son, en suma, tan hipócritas como la
prédica del amor platónico por los fariseos!
Para ilustrar esta distinción entre la relatividad de nuestros conceptos del tiempo y del espacio y
la oposición absoluta de la línea materialista y de la línea idealista en los límites de la
gnoseología, citaré además unas líneas características de un “empiriocriticista” muy antiguo y
muy puro, SchulzeAenesidemus, precisamente discípulo de Hume, quien escribía en 1792:
El tiempo es, como el espacio, “una forma de coordinación social de la experiencia de hombres
diferentes” (loe. 34); SU “objetividad” está en la “significación universal” (loc. La religión, que
expresa una coordinación social de la experiencia de la mayor parte de la humanidad, tiene
también una significación universal. Pero a la doctrina de la religión sobre el pasado de la tierra
o sobre la creación del mundo, por ejemplo, no corresponde ninguna realidad objetiva. A la
doctrina de la ciencia según la cual existía la tierra con anterioridad a toda sociedad, con an-
terioridad a la humanidad, con anterioridad a la materia orgánica, y existió durante un período
de tiempo determinado, en un espacio determinado con relación a los demás planetas; a esta
doctrina (aunque sea tan relativa en cada fase del desarrollo de la ciencia como es relativa cada
fase del desarrollo de la religión), corresponde una realidad objetiva. Según Bogdánov, resulta
que a la experiencia de los hombres y a su capacidad cognoscitiva se adaptan diferentes formas
del espacio y del tiempo. En realidad tiene lugar precisamente lo contrario: nuestra
“experiencia” y nuestro conocimiento se adaptan cada vez más al espacio y al tiempo objetivos,
reflejándolos cada vez más exacta y profundamente.
4
LENIN
CARLOS MARX
EL MATERIALISMO FILOSOFICO
Desde 1844-1845, años en que se formaron sus concepciones, Marx fue materialista y,
especialmente, partidario de Ludwig Feuerbach, cuyos puntos débiles vio, más tarde, en la
insuficiente consecuencia y amplitud de su materialismo. Para Marx, la significación histórica
universal de Feuerbach, que “hizo época”, residía precisamente en el hecho de haber roto en for-
ma resuelta con el idealismo de Hegel y proclamado el materialismo, que ya “en el siglo XVIII,
sobre todo en Francia, representaba la lucha, no sólo contra las instituciones políticas existentes
y al mismo tiempo contra la religión y la teología, sino también [. . .] “Para Hegel escribía
Marx ‘ el proceso del pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto
con vida propia, es el demiurgo de lo real [. . ’ (C. Marx, El Capital t. 1, “Palabras finales a la 2a
cd.”). Mostrándose plenamente de acuerdo con esta filosofía materialista de Marx, F. Engels es-
cribía lo siguiente, al exponerla en su Anti-Dühring (véase), obra cuyo manuscrito conoció
Marx: . . . “La unidad del mundo no existe en SU ser, sino en su materiabilidad, que ha sido
demostrada [. . .] en el largo y penoso desarrollo de la filosofía y de las ciencias naturales [. . .]
El movimiento es la forma de existencia de la materia. Jamás,’ ni en parte alguna ha existir
materia sin movimiento, ni movimiento sin materia [. . Pero si seguimos preguntando qué son y
de dónde proceden el pensar y la conciencia, nos encontramos con que son productos del
cerebro humano y con que cl mismo hombre no es más que producto de la naturaleza, que se ha
desarrollado en un determinado ambiente natural y junto con éste; por donde llegamos a la
conclusión lógica que los productos del cerebro humano, que en última instancia no son que
mas producto que productos de la naturaleza, no se contradicen, sino que corresponden al resto
de la concatenación de la naturaleza”. “Hegel era idealista, es decir, que para él las ideas de
nuestra cabeza no son reflejos [ Abbilder, esto es, imágenes, pero a veces Engels habla de
“reproducciones”] más o menos abstractos de los objetos y fenómenos de la realidad , sino que
los objetos y desarrollo se le antojaban, por cl contrario, imagenes de una idea existentes no se
sabe dónde, ya antes de que existiese el mundo.” En Ludwig FeuerbachG, obra en la que Engels
expone sus ideas y las de Marx sobre la filosofía de Feuerbach, y cuyo original cnvió a la
imprenta después de revisar un antiguo manuscrito suyo y de Marx, que databa de los años
1844-1845, sobre Hegel, Fcuerbach y la concepción materialista de la historia, escribe Engels:
“El gran problema cardinal de toda filosofía, especialmente de la moderna es el problema de la
relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza [. . ¿Qué está primero: el
espíritu o la naturaleza? [. . .] Los que afirmaban que el espíritu estaba antes que la naturaleza y
que, por lo tanto, reconocían, en última instancia, una creación del mundo bajo una u otra forma
[. . .] constituyeron el campo del idealismo. Los demás, los que reputaban la naturaleza como
principio fundamental, adhirieron a distintas escuelas del materialismo”. Todo otro empleo de
los conceptos de idealismo y materialismo (en sentido filosófico) sólo conduce a la confusión.
Marx rechazaba enérgicamente, no sólo el idealismo vinculado siempre. La libertad no es otra
cosa que el conocimiento de la necesidad” (Engels, Anti-Dühríng ) reconocimiento de la
sujeción objetiva de la naturaleza a leyes y de la trasformación dialéctica de la necesidad en
libertad (a la par que de la trasformación de la “cosa en si no conocida aún., El defecto
fundamental del “viejo” materialismo, incluido el de Feuerbach (y con mayor razón aún el del
materialismo “vulgar” de Buchner, Vogt y Moleschott) consistía según Marx y Engels, en lo
siguiente:
ENGELS
ANTIDUHRING
FILOSOFIA DE LA NATURALEZA.
TIEMPO Y ESPACIO
“La forma más precisa de una infinitud pensable sin contradicción es la ilimitada acumulación
de los números en la serie numérica. . . Del mismo ¡nodo que siempre podemos añadir a
cualquier número otra unidad, sin agotar nunca la posibilidad de seguir contando, así se añade a
cada estado del ser otro estadio más, y la infinitud consiste en la ilimitada producción de esos
estados. No sólo el número de cuerpos celestes existentes tienen que ser en cada momento
determinado, sino que tiene que serlo incluso el número total de las partes mínimas individuales
de la materia que existen en el mundo. lodo estado de división real tiene siempre una determi -
nación finita, y tiene que tenerla para que no se produzca la contradicción de la infinitud
contada. No sólo tiene que ser, por la misma razón, el número actual de revoluciones de la
Tierra alrededor del Sol un número determinado, aunque no aducible, sino que todos los
procesos naturales tienen que haber tenido algún principio, y toda diferenciación y todas las
multiplicidades de la naturaleza que se siguen en el tiempo tienen que, arraigar en un estado
idéntico consigo mismo. Este sí que puede haber existido sin contradicción desde la eternidad,
pero también esta representación debería excluirse si cl tiempo mismo constara de partes reales,
y no fuera más bien simplemente dividido arbitrariamente por nuestro entendimiento con la
posición ideal de las posibilidades. Asunto propio es el contenido real y diversificado del
tiempo; este real relleno del tiempo con hechos de diversa especie, así como es formas de
existencia de este ámbito, pertenecen precisamente, a causa de su diversidad, a lo enumerable.
Imaginemos un estado o situación sin transformaciones y que no ofrezca en su autoidentidad
ninguna diferencia de sucesión: entonces el especial concepto de tiempo se convierte en la idea
general del ser. los elementos de la concepción universal del espacio y del tiempo, tan
sencillamente construidos por nuestra presente agudización y profundización.
El mundo tuvo un comienzo en el tiempo y está también limitado en. cuanto al espacio.—
Prueba: supóngase que el mundo no tiene un comienzo temporal, de tal modo que hasta
cualquier punto dado del tiempo ha transcurrido una eternidad y, por tanto, ha discurrido en el
mundo una serie infinita de estados sucesivos de las cosas. Luego un mundo no es infinito desde
el punto de vista de la extensión en el espacio, sino que está contenido en sus límites; y esto era
lo segundo que habla que probar.
Al señor Dühring no pertenece en esto más gloria que la de haber pegado a una idea expuesta
por Kant el nombre de ley de la cantidad discreta determinada, así como el haber descubierto
que hubo un tiempo en el que no había tiempo, aunque sí había un mundo. La sucesión infinita
traducida a términos espaciales es la de una línea trazada hasta el infinito en determinada
dirección y desde un punto determinado. Kant vio esto tan claramente que no proyectó
directamente su serie numérica sobre la especialidad del mundo, sino indirectamente y por un
rodeo. Aplicada al tiempo, la línea infinita por ambas partes, la sucesión de unidades, tiene
cierto sentido figurativo. Damos a la infinitud del tiempo un carácter unilateral y a medias; pero
una infinitud unilateral y partida es ya una contradicción en sí, lo contrario, precisamente, de
una “infinitud pensada sin contradicción”.
Pero ¿qué hay de la contradicción de las “sucesiones numéricas infinitas y sin embargo
contadas”? Podremos estudiarla mejor en cuanto que el señor Dühring nos exhiba la habilidad
de contarlas. Cuando el señor Dühring afirma que la serie infinita del tiempo transcurrido está
contada, afirma con eso que el tiempo tiene un comienzo, pues en otro caso no podría empezar
siquiera a “contar’.’. Por tanto, está siempre dando como presupuesto lo que tiene que probar.
La idea de la sucesión infinita y sin embargo enumerada, o, dicho de otro modo, la ley
dühringiana universal de la cantidad discreta determinada, es, pues, una contradicción in
adjecto, contiene una contradicción en sí misma, y más precisamente una contradicción
absurda.
Pero la necesidad ideal del matemático está muy lejos de ser una ley necesaria y constrictiva del
mundo real.
Por lo demás, el señor Dühring no conseguirá jamás pensar sin contradicciones la infinitud real.
La infinitud es una contradicción y está llena de contradicciones. La limitación del inundo
material lleva a no menos contradicciones que su ilimitación, y todo intento de eliminar esas
contradicciones lleva, como hemos listo, a nueva si peores contradicciones. Precisamente
porque la infinitud es una contradicción, es infinita, un proceso que se desarrolla sin fin en el
espacio y en el tiempo. La superación de la contradicción seria el final (le la infinitud. Así, pues,
el tiempo ha tenido un comienzo. Y como en ese estado no se siguen transformaciones, el
especial concepto de tiempo se transforma en la idea mías general del ser. Ante todo, lo que
importa en esta cuestión no es en absoluto cuáles son los conceptos que se transforman en la
cabeza del señor Dühring. No se trata del concepto de tiempo, sino del tiempo real, del que cl
señor .Dühring no conseguirá liberarse a tan bajo precio. En segundo lugar, por mucho cine se
transforme al concepto de tiempo en la idea más general del ser, eso no nos hará adelantar nada.
Pues las formas fundamentales (le todo ser son el espacio y cl tiempo, y un ser situado fuera del
tiempo es un absurdo tan descomunal como un ser fuera del espacio. El “ser atemporalmente
cielo” de Hegel y el “ser inmemorial” neosebelingiano son incluso nociones racionales,
comparados con este ser fuera del tiempo. No es aquí del todo indiferente, en efecto, lo que
puede significar esa acumulación; lo que se pregunta es si el mundo en el estado presupuesto del
señor Duhring dura, recorre un lapso de tiempo. Según el señor Dühring, el tiempo existe
exclusivamente por la traósfonxmaci6n, no la transformación en y por el tiempo. Y el tiempo en
el que no se produce ninguna transformación perceptible está muy lejos de no ser ningún
tiempo; es más bien el tiempo puro, sin afectar por nada ajeno, es decir, el tiempo verdadero, el
tiempo como tal. Con esto no dejamos disolverse el concepto de tiempo en la idea general del
ser, sino que llegamos finalmente al concepto puro de tiempo.
Pero todas esas contradicciones e imposibilidades no son sino juegos de niños al lado de la
confusión en que se sume cl señor Dühring con su estado inicial e inmutable del mundo. Por
tanto, tiene que haber venido de afuera, de fuera del mundo, un primer impulso que le pusiera
en movimiento. El Dios y el Más Allá que el señor Dühring pretendía haber eliminado tan
lindamente en su esquematismo universal vuelven a introducirse aquí por obra suya, agudizados
y profundizados, y en la misma filosofía de la naturaleza.
El señor Dühring dice:
Cuando la magnitud afecta a un elemento fijo del ser permanece sin alterar en su determinación.
Esto vale… de la materia y de la fuerza mecánicaa.
del señor Dühring: cuando la magnitud no cambia, se mantiene inmutada. En sustancia, la
cantidad de fuerza mecánica presente una vez en el mundo sigue siendo eternamente la misma.
Pero ¿dónde se encontraba la fuerza mecánica en la época del estado sin alteración? El señor
Dühring se niega tenazmente a darnos respuesta a esta pregunta.
¿Dónde, señor Dühring, estaba entonces la fuerza mecánica eternamente idéntica a sí misma?
¿Y a qué se dedicaba? Respuesta:
El estado originario del universo, o, por caracterizarlo más precisamente, de un ser de la materia
desprovisto de alteración y sin ninguna acumulación temporal . Pero nosotros, que hemos visto
ya algunos ejemplos de la capacidad genesiaca del se-flor Dühring, podemos permitirnos pasar
por alto el elegante insulto, al menos por ahora, y volver a preguntar: pero, señor Dühring, por
favor, ¿qué hay de lo que preguntábamos sobre la fuerza me-canica?
El señor Dühring se turba entonces:
De hecho, balbucea, “la identidad absoluta de aquel inicial estado-limite no ofrece por sí misma
ningún principio de transición. Además de la mecánica de las masas hay, según el señor
Dühring, una transformación del movimiento (le las masas en movimiento de partículas
mínimas, pero “no disponemos hoy de ningún principio general” acerca de cómo se produce esa
transformación, “y por eso no puede asombrarnos el que estos procesos discurran hasta cierto
punto en la oscuridad”.
Eso es todo lo que tiene que decirnos el señor Dühring. El señor Dühring confiesa que por sí
misma la absoluta identidad no puede llegar a la alteración. No hay en esa identidad ningún
medio por el cual el equilibrio absoluto pueda pasar al movimiento ¿Qué hay entonces? Tres
insanas formas de palabrería.
La indicación argumentad a de las particulares transiciones y conexiones de los mínimos
miembros de la cadena de la existencia es precisamente el contenido de la ciencia de la
naturaleza, y cuando en el cumplimiento de esa tarea hay algo que no sale, nadie, ni el señor
Dühring, piensa en explicar el movimiento, partiendo de la nada, sino siempre por la
comunicación, transformación o continuación de un movimiento anterior. De lo que se trata, y
según confesión de parte, es de hacer surgir el movimiento de la ausencia de movimiento, es
decir, de nada.
Tercera: mientras siga vigente la actual mecánica, que es, según el señor Dühring, una de las
palancas más esenciales para la educación del pensamiento, es imposible indicar cómo se pasa
de la ausencia de movimiento al movimiento. Pero la teoría mecánica del calor nos muestra que
el movimiento de las masas se transforma en ciertas circunstancias en movimiento molecular
(aunque también aquí el movimiento procede de otro movimiento, jamás de la ausencia de
movimiento), y esto, indica tímidamente el señor Dühring, podría ofrecer tal vez un puente entre
lo rigurosamente estático (en equilibrio) y lo dinámico (en movimiento). Y en la oscuridad nos
deja plantados el señor Dühring.
Esto, empero, inquieta poco al señor Dühring.
ENGELS
DIALÉCTICA DE LA
NATURALEZA
Todo movimiento está unido a algún cambio de lugar, se trate del de los cuerpos celestes, las
masas terrestres, las moléculas, los átomos u otras partículas. Cuanto más elevada la forma de
movimiento, menor es ese cambio de lugar. En modo alguno agota la naturaleza del movimiento
de que se trata, pero es Inseparable de él. En consecuencia, es lo que hay que estudiar primero.
Toda la naturaleza que nos es accesible forma un sistema, una totalidad de cuerpos
interrelacionados, y por cuerpos entendemos aquí todas las existencias materiales que van desde
las estrellas hasta los átomos, y en verdad hasta las partículas del éter, en la medida en que se
admite la existencia de este último. Y como la filosofía habla llegado a ese reconocimiento
mucho antes de que adquiriese vigencia real en las ciencias naturales, se puede entender por qué
la filosofía, doscientos años antes que estas últimas, extrajo la conclusión de la increabilidad e
indestructibilidad del movimiento. Inclusive la forma en que lo hizo sigue siendo superior a la
formulación actual de las cien 4cias naturales. Por otro lado, dos expresiones de la misma ley
tienen hoy vigencia en las ciencias naturales: la ley de Helmholtz, de conservación de la fuerza,
y la nueva y más exacta, de conservación de la energía.
Cuando dos cuerpos actúan el uno sobre el otro, de modo que ocurre un cambio de lugar de uno,
o de los dos, dicho cambio de lugar sólo puede consistir en una aproximación o una separación.
O, como lo expresa la mecánica, las fuerzas que actúan entre ellos son centrales, funcionan
según la línea que une sus centros. Hoy se acepta como evidente que ello es así, que así ocurre
en todo el universo sin ‘excepción, por complicados que muchos movimientos parezcan ser. De
ahí que la forma fundamental de todo movimiento sea la aproximación y la contracción y la
expansión; en una palabra; los antiguos opuestos polares de la atracción y repulsión.
Es preciso señalar de manera expresa que la atracción y la repulsión no se consideran aquí como
presuntas “fuerzas’, sino como simples forma de movimiento, tal como Kant ya había
concebido la materia como la unidad de la atracción y la repulsión. A su debido tiempo se
mostrará qué debe entenderse por “fuerzas”.
Todo movimiento consiste en el juego reciproco de atracción y repulsión. Pero el movimiento
sólo es posible cuando cada una de las atracciones queda compensada por una repulsión
correspondiente en algún otro lugar. De lo contrario, con el tiempo predominaría un lado sobre
el otro y al cabo terminaría todo movimiento. Así, la ley de la indestructibilidad e increabilidad
del movimiento se expresa en la forma de cada movimiento de atracción del universo debe tener
como complemento uno equivalente de repulsión, y viceversa; O, como lo expresaba la filosofía
antigua —mucho antes de la formulación, por las ciencias naturales de la ley de conservación de
fuerzas o la energía— la suma de todas las atracciones del universo es igual a - la suma de todas
las repulsiones.
Para la concepción dialéctica, estas posibilidades se excluyen desde el comienzo. Por lo menos,
desempeña cierto papel en la teoría física. Sobre esto se tratará el lugar que corresponde.
Tomemos ahora una masa en forma de un cuerpo de nuestra tierra misma. Está unido a ésta por
gravitación, tal como ella, a su vez, lo está respecto del sol, Pero a diferencia de la tierra, es
incapaz de movimiento planetario libre. Atracción por un lado y por el otro una forma de
movimiento que se da en dirección contraria, es decir, una forma de movimiento de repulsión.
Pero en la esfera de la mecánica terrestre punta (que se ocupa de masas en estados de
agregación y cohesión dados, supuestamente inalterables), esa forma de movimiento de
repulsión no ocurre en la naturaleza. Por oso, en la mecánica terrestre pura, el movimiento de
repulsión, de elevación, debe producirse do manera artificial: por medio de la fuerza humana, la
fuerza animal, la energía del agua o el vapor, etc. Y esta circunstancias, esta necesidad do
combatir de modo artificial la atracción natural hace que los mecanicistas adopten la concepción
de que la atracción, la gravitación o, conducen ellos, la fuerza de la gravedad, sea la forma más
importante, más aun, la fundamental, del movimiento en la naturaleza.
Actúa como fuerza Impulsora... Al contrario, como Helmholtz lo señala con exactitud, la
atracción, la pesantez, es lo que era antes, y hablando en términos precisos, aumenta. La
repulsión de las masas se convierte en repulsión molecular.
Como ya se dijo, el calor es una forma, de repulsión. También en este estado, por continua
adición de calor, aumenta el movimiento de las moléculas hasta llegar a un grado en que éstas
se separan del todo de la masa y, a una velocidad definida, determinada para cada molécula por
su constitución química, se apartan y se mueven en estado de libertad.
Pero el calor es una forma de la denominada “energía”. Una vez ésta demuestra ser idéntica -a
la repulsión;
Esta fuerza [la afinidad química] pueda concebirse como una fuerza de atracción... Esta fuerza
de fricción entre los átomos de carbono y oxigeno ejerce tanto trabajo como el que se ejerce en
un pero levantado por la tierra con forma de gravitación... -
Por lo tanto, ya no tenemos las dos simples formas fundamentales de atracción y repulsión, sino
toda una serie de subformas en las cuales el proceso de acumulación y - desgaste del
movimiento universal se desarrolla sin la oposición de la atracción y la repulsión. Pero en modo
alguno es nuestra mente el lugar en que esas múltiples formas de aparición son englobadas bajo
la expresión tónica de movimiento. Por el contrario, ellas mismas demuestran, en la acción, que
son formas del mismo movimiento, al pasar de una a otra en condiciones dadas. El movimiento
mecánico de las masas se convierte en calor, en electricidad, en magnetismo; el calor y la elec -
tricidad, en descomposición química; la combinación química, a su vez, desarrolla calor - y
electricidad, y por medio de ésta, magnetismo. Y por último, el calor y la electricidad producen
más movimiento mecánico do masas. Lo que es más, estos cambios ocurren de tal manera, que a
una cantidad dada en movimiento de una forma, siempre le corresponde una cantidad, fija con
exactitud, de otra forma. Además, es indiferente cuál sea la forma de movimiento que
proporciona la unidad según la cual se mida la cantidad de movimiento, ya sea que sirva para
medir el movimiento de masas, el calor, la llamada fuerza electromotriz o el movimiento que se
trasforma en los procesos químicos.
Se trata de los conceptos de buena o energía y trabajo.
Pero en cualquier momento nuestro sistema solar lanza al espacio enormes cantidades de
movimiento, y de movimiento de una calidad muy definida, por ejemplo el calor del sol, es
decir, repulsión. Pero nuestra tierra misma permite la existencia do la vida en ella sólo debido al
calor del sol, y a su vez, por ultimo, irradia al espacio el calor recibido del sol, después do haber
convertido una porción de ese calor en otras formas de movimiento. Sin el movimiento de
repulsión que nos irradia el sol, cesaría todo movimiento en la tierra. Pero el movimiento, tanto
de las masas como de las moléculas y los átomos, llegaría lo que consideraríamos una detención
absoluta. Todo el movimiento activo lo debemos a la repulsión que nos aporta el sol. Por lo
tanto la escuela moderna —aunque no sea clara en lo que respecta a la naturaleza de la relación
do movimiento— tiene toda la razón, en rigor y en lo relativo a los procesos terrestres, al
concebir la energía como repulsión.
El término “energía” no expresa correctamente toda la relación de movimiento, pues sólo abarca
un aspecto, la acción, no la reacción Todavía hace parecer como si la energía» fuese algo
exterior a la materia, algo implantado en ella. Pero en cualquier circunstancia es preferible a la
expresión “fuerza”.
Hablamos do fuerza muscular, de la fuerza elevadora de los brazos de la fuerza do salto do las
piernas, do la fuerza digestiva del estómago y el tubo Intestinal, de la fuerza sensorial de los
nervios, de la secretora de las glándulas, etc. En otras palabras, para ahorramos la necesidad de
dar la verdadera causa de un cambio producido por una función de nuestro organismo, la
sustituimos por una causa ficticia, una presunta fuerza correspondiente al cambio. Luego
trasladamos este tan conveniente método, también al mundo exterior, y así Inventamos tantas
fuerzas como fenómenos.
En la época de Hegel las ciencias naturales (tal vez con excepción a. la mecánica celeste y
terrestre) se encontraban todavía en su estado do ingenuidad, y muy bien hace Hegel en atacar el
modo predominante do denotar fuerzas (citar pasaje), Lo mismo en otro pasaje:
- “Es mejor [decir] que un Imán tiene alma [como lo expresa Thales], y no que posee fuerza
de atracción. La fuerza es una especie do propiedad que, separable de la materia, se postula
como predicado mi tanto que el alma, por otro lado. Es ese mismo, idéntico a la naturaleza de
la materia.
Hoy ya no nos facilitamos tanto las cosas respecto de las fuerzas. Así, la ley nos enfrenta como
un poder objetivo, y por consiguiente la denominamos, fuerza. La ley de las afinidad a químicas
como una fuerza de la afinidad de distintas sustancias entre sí. Así hablamos de la fuerza
eléctrica del contacto do los metales, de la fuerza do adhesión, la fuerza capilar etc. Estos
nombres objetivizan leyes que mi primor lugar sólo abarcan una simple muy limitada de
procesos naturales, cuyas condicionas son tan bastante complicada,”... ‘te fuerza no es más que
la ley objetivizada de la acción... es una ley obligatoria do lo. fenómenos. De ahí que nuestra
exigencia de entender los fenómenos de la naturaleza, es decir, de encontrar sus leyes, adopte
otra forma de expresión, por ejemplo, la de que tenemos que buscar las tuerza, que son causas
de los fenómenos” (Loc. Ni la ley, una vez establecida, ni su objetividad o la de su acción,
adquieren la menor proporción de nueva objetividad porque le interpolemos una fuerza. Pero el
significado secreto de esta interpolación se advierte en cuanto Helniboltz nos ofrece ejemplos:
refracción de la luz, afinidad química, electricidad de contacto, adhesión, capilaridad, y eleva
las leyes que gobiernal3 a estos fenómenos al rango no era objetiva”, como fuerzas. “Estos
nombres objetivizan leyes que en primer lugar sólo abarcan una serle muy limitada de procesos
naturales, cuyas condiciones son aún bastante complicadas.” Porque todavía no tenemos
claridad sobre las “condiciones bastante complicadas” de dichos fenómenos, nos refugiamos a
menudo en la palabra fuerza. Con ella expresamos, no nuestro conocimiento, sino nuestra falta
de conocimientos sobre la naturaleza de la ley y de su nodo de acción. Con el mismo derecho
con que Helmholtz explica ciertos fenómenos físicos con la llamada fuerza de refracción, fuerza
eléctrica de contacto, etc., Todos los procesos naturales son bilaterales, se basan por lo menos
en la relación de dos partes actuantes, la acción y la reacción. Pero la Idea de fuerza, debido a
que tiene su origen en la acción-del organismo humano sobre el mundo exterior, y 4 más aun en
la mecánica terrestre, implica que sólo una parte es activa, actuante, en tanto que La otra es
pasiva, receptiva. La reacción de la segunda parte, sobre la cual actúa la fuerza, aparece cuando
mucho como una reacción pasiva, una resistencia. La fuerza de refracción reside tanto en la luz
como en los cuerpos trasparentes. Pues la condiciones fundamentales de la mecánica terrestre
son, primero, la negativa a Investigar las causas del impulso, es decir, la naturaleza de la fuerza
de que se trata, y segundo, la noción de la unilateralidad de la fuerza, a la cual se opone en todas
partes una fuerza gravitacional idéntica, tal que, en comparación con cualquier distancia
terrestre de la calda, el radio de la tierra.
Pero sigamos viendo cómo “objetiviza” Helmholtz sus “fuerzas” en leyes naturales. sentido, ya
sólo en forma de la fuerza general de atracción de todas sus partes entre si.”Y más adelante:
“También deben de haber estado presentes, y prontas a actuar, las (nasas químicas; pero como
estas fuerzas sólo podían entrar en acción íntimo contacto con distintos tipos de masas, tenía
que producirse la condensación ante que entrasen en juego” [pág. 1201.
Si como lo hace Helmholtz más arriba, consideramos estas fuerzas químicas como fuerzas de
afinidad, y por lo tanto como atracción, nos vemos obligados a decir otra vez que la suma de
esas fuerzas químicas de atracción sigue existiendo, intacta, en el sistema solar.
Pero en la misma página Helmholtz nos da el resultado de sus cálculos, “de que tal vez sólo la
45ava parte do la primitiva fuerza mecánica existe como tal”, es decir, en el sistema solar.
¿Cómo es posible encontrar sentido a esto? La fuerza de atracción, la general tanto como la
química, todavía se encuentra intacta en el sistema solar. Helmholtz no menciona ninguna otra
fuente’ segura de fuerza. Sea como fuere, según Helmholtz, dichas fuerzas han ejecutado un
trabajo enorme. ¿Qué se perdió, entonces? ¿Y qué fuerza” ejecuté el tremendo trabajo que es
453 veces mayor que aquel que, segáis sus cálculos, todavía puede realizar el sistema solar?
Hasta este momento Helmholtz no ofreció una respuesta. Pero más adelante dice: -
“No sabemos si [en la primitiva nebulosa esférica existía otra reserva de fuerza en forma de
calor “[pág. 120]. Por lo tanto si, de acuerdo con Helmholtz, la reserva de fuerza primitiva está
compuesta de atracción general y química, una reserva extraordinaria de calor no deberla
sumarse a esa reserva de fuerza, sino restarse de olla. supuesta “reserva’ de fuerza de calor”. De
ahí que si una causa de movimiento se denomina fuerza, ello no perjudica a la mecánica como
tal.
Para el concepto de trabajo, véase el capitulo siguiente.
TEMA N°2
SOBRE LA DIALÉCTICA
1
LENIN
CARLOS MARX
LA DIALECTICA
La dialéctica hegeliana, o sea, la doctrina más multilateral, mas rica en contenido y más
profunda del desarrollo, era para Marx y Engels la mayor conquista de la filosofía clásica a
emana. “Marx y yo fuimos casi los únicos que nos planteamos la tarea de salvar (del descalabro
del idealismo, incluido el hegelianismo] la dialéctica conciente para traerla a la concepción
materialista de la naturaleza.” “La naturaleza es la confirmación de la dialéctica, y precisamente
son las modernas ciencias naturales las que nos han brindado un extraordinario acervo de datos
[¡y esto fue escrito antes de que se descubriera el radio, los electrones, la trasformación de los
elementos, etc.!]
“La gran idea fundamental escribe Engels — de que el mundo no se compone de un conjunto
¿le objetos terminados y acabados, sino que re presenta en sí un conjunto de procesos, en el que
las cosas que parecen inmutables, al igual que sus imágenes mentales en nuestro cerebro, es
decir, los conceptos, sé hallan sujetos a un continuo cambio, a un proceso de nacimiento; esta
gran idea fundamental se encuentra ya tan arraigada desde Hegel en la conciencia común, que
apenas habrá alguien que la discuta en su forma general. “Para la filosofía dialéctica no existe
nada establecido de una vez para siempre nada absoluto, consagrado; en todo ve lo que hay de
perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del carecer y desaparecer, del
infinito movimiento ascensional e lo inferior a lo superior. Y esta misma filosofía es un mero
reflejo de ese proceso en el cerebro pensante.” Así, pues, la dialéctica es, según Marx. “la
ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento
humano
Las ciencias naturales empíricas han acumulado una masa tan tremenda de de matériales
positivos para el conocimiento, que la necesidad dc clasificarlos de modo sistemático en cada
uno de los campos de la investigación, y en consonancia con su interrelación interna, ha llegado
a ser un iranerativa absoluto. Pero al hacerlo, las ciencias naturales entran en el terreno de la
teoría, donde no sirven los metodos del empirismo y sólo puede ayudar el pensamiento teórico.
En consecuencia, la ciencia e pensamiento es, como cualquier otra, una ciencia histórica, la
ciencia del desarrollo histórica del pensamiento, humano. tiene Importancia para la aplicación
práctica del pensamiento en campos empiricos. Pero precisamente la dialéctica es a forma de
mas importante de pensamiento para las ciencias naturales de hoy, porque procesos evolutivos
que ocurren en la
Naturaleza, las interelaciones en general y las transiciones de un campo de investigación a otro
y por lo tanto ofrece tambien el metodo para explicar todo eso.
La primera es la filosofía griega. Pero el otro motivo es e1.de ,que las múltiples formas de la
filosofía griega contienen en embrión, en estado naciente, casi todos los demás modos
posteriores dc visión del mundo. Por lo tanto, las ciencias naturales teóricas también se ven
obligadas a volver a los griegos si quieren trazar la historia del origen y desarrollo de los
principios generales que, hoy sustentan. Son ya cada vez menos los casos de naturalistas que,
mientras trabaja con fragmentos de la filosofía griega.
La segunda forma de la dialéctica, que es la que más se acerca a los naturalistas alemanes, es la
filosofía clásica alemana, de Kant a Hegel. Desde el descubrimiento de que Kant era el autor de
dos brillantes hipótesis, sin las cuales las ciencia’. naturales de hoy sencillamente no pueden
progresar la teoría, antes atribuida a Laplace, sobre el origen del sistema solar, y la teoria del
retardo de la rotación de la tierra por las mareas—, Kant vuelve a ser honrado entre los
naturalistas, como se lo merece. - Ante todo hay que establecer que aquí no se trata de
defender el punto de partida de hegel: el de que cl espíritu, la mente, la idea, es lo primario, y
que cl mundo real no es más que una copia de la idea. Todos admitimos que en todo los campos
de la ciencia tanto en las naturales como enlas historicas, hay que partir de los hechos dados y
por lo tanto las ciencias naturales , delas distintas formas materiales y de las diversas formas de
movimiento de la materia . Por lo tanto, con la calda del punto de partida, idealista también cae
el sistema construido sobre él, y en especial la filosofía natural hegeliana.
Después dc tener en cuenta todo esto, la dialéctica hegeliana sigue en pie. Es mérito dc Marx el
hecho de que, en contraste con los “EidyovoL gruñones, presuntuosos y mediocres” que ahora
vociferan en Alemania, fuese el primero en volver a poner en primer plano el olvidado método
dialéctico, su relación con la dialéctica hegeliana y su diferencia con estas, y al mismo tiempo,
el primero en aplicar ese método, en El capital, a los hechos de tina ciencia empírica, la
economía política. Mas como dice Marx: ‘Pero si bien, debido a su confusión, Hegel desfigura a
la dialéctica por medio del misticismo, es, sin embargo, el primero expone su movimiento de
conjunto. En él se encuentra cabeza abajo; basta con ponerla sobre sus pies para encontrarle su
fisonomía en todo sentido racIonal”
Sin embargo, en las ciencias naturales encontramos con frecuencia teorías en las cuales la
verdadera relación aparece cabeza abajo, en las que el reflejo se confunde con la fórma
primitiva, y que por consiguiente hay que volver d poner cabeza arriba. Es muy frecuente que
estas teorías predominen durante mucho tiempo. Cuando durante más de dos siglos el calor se
consideró como una misteriosa sustancia especial, en lugar de una forma de movimiento de la
materia común, se trató precisamente de uno de esos casos, y la teoría mecánica del calor llevó a
cabo la inversión. Al contrario.
ENGELS
DIALÉCTICA DE LA
NATURALEZA
DIALÉCTICA
Por lo tanto, las le es de la dialéctica se extraen de la historia de la es no son otra cosa que Las
leyes mas generales es de estos dos aspectos del desarrollo, así como del pensamiento mismo, Y
en verdad, solas puede reducir principalmente a tres:
Aquí no deseamos escribir un manual de dialéctica, sino sólo mostrar que las leyes
dialécticas son verdaderas le y es del desarrollo de las ciencias naturales teóricas.
1. La ley de trasformación dc la cantidad en calidad, y a la inversa. Para nuestros fines, esto
podemos expresarlo diciendo que en la naturaleza, en una formá fijada con exactitud para cada
caso individual, los cambios cualitativos sólo pueden producirse por adición o sustracción
cuantitativas de materia o movimiento (la llamada energía).
«De tal manera, la temperatura del agua, en primer lugar, es sin punto carente de Importancia
respecto de su estado liquido; pero con el aumento o la disminución de la temperatura del agua
liquida, llega un momento en que se modifica ese estado de cohesión, y el agua se convierte en
vapor o hie1o’ (Hegel.)En una palabra, las llamadas constantes físicas no son, en su mayor
parte, otra cosa que designaciones de los puntos nodales en los cuales la adición o sustracción
cuantitativa de movimiento produce el cambio cualitativo en el estado del cuerpo de que se
trata, y en el cual, entonces, la cantidad se convierte en calidad.
Pero la esfera en que la ley de la naturaleza descubierta por Hegel celebra sus triunfos más
importantes es la de la química. Los primeros miembros permiten nada más que un único
ordenamiento mutuo dc los átomos. Pero el haber formulado, por primera vez en su forma
universalmente válida, una ley general del desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el
pensamiento, seguirá siendo, para siempre, un acto de importancia histórica.
3) la unión del análisis y la síntesis. Tales, aparentemente, son los elementos de la .éctica.
7) la unión del análisis y la síntesis — la ruptura de las partes separadas y la totalidad, la suma
de dichas partes.
no sólo son múltiples, sino generales, universalcs. Cada cosa (fenómeno, proceso, etc.)
9) no sólo la unidad de los contrarios, sino la TRANSICIÓN de CADA determinación, cuali-
dad, rasgo, aspecto, propiedad, a CADA UNO de los otros 1 ¿a su contrario?
10) el infinito proceso del descubrimiento de NUEVOS aspectos, relaciones, etc.
11) el infinito proceso de profundización del conocimiento por el hombre de la cosa, de los
fenómenos, los procesos, etc.,
12) de la coexistencia a la causalidad y de una forma de conexión y de interdependencia a otra
forma más profunda, más general.
El rechazo de la forma> la trasformación del contenido.
En resumen, la dialéctica puede ser definida como la doctrina de la unidad de los contrarios.
Esto encarna la esencia de la dialéé4ica, pero requiere explicaciones y desarrollo.
“La dialéctica es una de aquellas antiguas ciencias que han sido más menospreciadas en la
metafísica moderna ) aqui, evidentemente teoría del conocimiento y lógica j y en la filosofía
popular, tanto de los filósofos antiguos como de los modernos”... (336). Es un muy importante
mérito de Kant el haber vuelto a introducir la dialéctica, el haberla reconocido como “necesaria
[una propiedad] de la razón” (337), pero el resultado (de la aplicación de la dialéctica) tiene que
ser lo “colorario” (del kantismo) véase más abajo.
“Por lo tanto no hay que considerar com<~ culpa de un objeto •o del conocer el que, por su
naturaleza y ior una conexión exterior, se manifiesten como dialécticos”
“Así, todos los opuestos que son entendidos como fijos, tales, por ejemplo, lo finito y lo
infinito, o lo individual y lo universal, son contradictorios no en virtud dc alguna conexión
exterior sino que son más bien transiciones en y para sí como lo demostró la consideración de su
naturaleza”...y para sí muestra ser su propio otro”.’.. (340).
Pero el pensamiento formal hace dc la identidad su ley, y permite que el contenido
contradictorio que se encuentra ante él caiga en la esfera de la representación sensible, en el
espacio y el tiempo, donde los términos contradictorios son mantenidos aparte en yuxtaposición
espacial y temporal, y por lo tanto se presentacion a la conciencia SIN CONTACTO MUTUO”
(342).
Dc: paso, en cierto sentido, la representación sensible, por supuesto, es inferior. El fondo del
problema reside en cl hecho de que el pensamiento debe aprehender toda la “representación» en
su movimiento, pero para eso el pensamiento debe ser dialéctico. El pensamiento, salido dc la
representación sensible, refleja también la realidad; el tiempo es una forma de ser de la realidad
objetiva. Aquí, en el concepto dc tiempo (y no en la relación de la representación sensible con el
pensamiento), está el idealismo de hegel.
“En este sentido este pensamiento se crea cl principio fijo de que la contradicción es
impensable; pero en verdad el pensamiento de la contradicción es cl momento esencial del
concepto; en rigor cl pensamiento formal piensa la contradicción, pero inmediatamente la
descarta y, con la afirmación de ese principio [la declaración de que la contradiccion es
impensable] pasa a la negacion abstracta” (342’).
“La negatividad que se acaba dc considerar es 31 punto dc viraje (101 movimiento dcl
concepto. — El segundo negativo, lo negativo de lo negativo, al que hemos llegado, es esa
trascendencia de la contradicción, pero tampoco constituye la actividad de una reflexión
exterior, como no lo es la contradicción; es el momento sus intimo u mas objetivo, dc la vida y
del espíritu, en virtud (Id cual un sujeto, la persona, cl libre, tiene ser” (342-343).
LENIN
CUADERNO FILOSÓFICO
SOBRE EL PROBLEMA DE LA DIALÉCTICA
La justeza de este aspecto del contenido de la dialéctica debe ser verificada por la historia de la
ciencia. Lo mismo rige en cuanto a Engels. 1~ y no como una LEY DEL CONOCIMIENTO (y
como una ley del mundo objetivo).
En mecánica: acción y reacción.
En química: combinación y disociación dc los átomos.
En la ciencia social: la lucha de clases.
En cierto sentido ambos son correctos) es el reconocimiento (descubrimiento) de las tendencias
contradictorias, mutuamente excluyente es, opuestas, de ionos los fenómcnos y procesos de la
naturaleza exclusiva del espíritu y la sociedad). La condición para el conocimiento dc todos los
procesos del mundo en su “auto movimiento”, en su desarrollo espontáneo, en su vida real, es cl
conocimiento dc los mismos como una unidad de contrarios. El desarrollo es la “lucha” dc
contrarios. Las dos concepciones fundamentales (los dos posibles?, ¿o dos históricamente
observables?) Del (lcsarrollo (evolución) son: el desarrollo como aumento y disminución, como
repeticion, en el desarrollo como unidad dc contrarios (la division de una unidad en contrarios
mutuamente excluyentes y su relación recíproca).
Tal debe ser también cl método dc exposición (o estudio) dc la dialectica en general (porque
para Marx la dialéctica de la sociedad burguesa es sólo un caso particular de la dialéctica). con
cualquier proposición: las hojas de un árbol son verdes; Juan es un hombre; Chucho es un perro,
etc. Aquí tenemos ya dialéctica (como lo reconoció el genio de Hegel): lo individual es lo
universal. Por consiguiente, los contrarios (lo individual se opone a lo universal) son idénticos:
lo individual existe sólo en la conexión que conduce a lo universal. Todo universal es (un
fragmento, o un aspecto, o la esencia de) un individual. Todo universal entra en forma
incompleta en lo universal, etc., Todo individual está vinculado por miles de transiciones con
otros tipos de individuales (cosas, fenómenos, procesos), etc. AQUÍ YA tenemos los elementos,
los gérmenes de los conceptos de necesidad, de conexión objetiva en la naturaleza, etc. Así, en
cualquier proposición podemos (y debemos) descubrir como en un “núcleo” (“célula”) los
gérmenes de todos los elementos dc la dialéctica, y con ello mostrar que la dialéctica es una
propiedad de todo conocimiento humano en general. La dialéctica. ES la teoría del
conocimiento (de Hegel y) del marxismo.
El conocimiento es representado en forma de una serie de círculos tanto por Hegel (véase la
Lógica) como por el moderno “gnoseólogo” de la ciencia natural, el ecléctico y enemigo del
hegelianismo (¡que él no entendió!) Paul Volkmann (véase su Erkenntnistheo•retische
Grundzüge 5. 118).
La dialéctica como conocimiento vivo, multilateral (con una cantidad de aspectos que aumenta
eternamente), con una infinita cantidad de matices de cada enfoque y aproximación a la realidad
(con un sistema filosófico que se convierte en un todo a partir dc cada matiz) — he aquí un
contenido inmensamente rico en comparación con el materialismo “metafísico”, cuya desdicha
fundamental es su incapacidad para aplicar la dialéctica a la Bildertheorie *, al proceso y
desarrollo del conocimiento.
En cambio, desde el punto de vista del materialismo dialéctico, el idealismo filosófico es un
desarrollo unilateral, exagerado, übersehsvengliches (Dietzgen) * * (inflación, abultamiento) dc
uno de los rasgos, aspectos, facetas del conocimiento hasta convertirlo en un absoluto,
divorciado de la materia, de la naturaleza, llevado a la apoteosis. El idealismo es oscurantismo
clerical.
2
MAO TSE TUNG
SOBRE LA CONTRADICCION
SOBRE LA CONTRADICCION*
Agosto de 1937
La ley de la contradicción en las cosas es decir, la ley de la unidad, de los contrarios, es la ley
más fundamental de la dialéctica materialista. Lenin dijo: “La dialéctica, en sentido estricto, es
el estudio de la contradicción en la esencia misma de los objetos [...]” Lenin solía calificar esta
ley de esencia de la dialéctica y también de núcleo de la dialéctica 2. Por consiguiente, al estudiar
esta ley, no podemos dejar de abordar una gran variedad de temas, un buen número de
problemas filosóficos. Si obtenemos una clara noción de todos estos problemas,
comprenderemos en su esencia misma la dialéctica materialista. Estos problemas son: las dos
concepciones del mundo, la universalidad de la contradicción, la particularidad de la
contradicción, la, contradicción principal y el aspecto principal de la contradicción, la identidad
y la lucha entre los aspectos de la contradicción, y el papel del antagonismo en la contradicción.
El-idealismo de Debonin ha ejercido muy mala influencia en el Partido Comunista de China, y
no se puede decir que el pensamiento dogmático en nuestro Partido nada tenga, que ver con
dicha escuela.
1. LAS DOS CONCEPCIONES DEL MUNDO
A lo largo de la historia del conocimiento humano, siempre han existido dos concepciones
acerca de las leyes del desarrollo del universo: la concepción metafísica y la concepción
dialéctica, que constituyen dos concepciones del mundo opuestas. Lenin dice:
“Las dos concepciones fundamentales (dio las dos posibles? ¿O las dos que se observan en la
historia?) del desarrollo (evolución) son: el desarrollo como disminución y aumento, como
repetición, y el desarrollo como unidad de los contrarios (la división del todo único en dos
contrarios mutuamente excluyentes y su relación recíproca).”3
Lenin se refiere aquí precisamente a estas dos diferentes concepciones del mundo.
Durante largo tiempo en la historia, tanto en China como en Europa> el modo de pensar
metafísico formó parte de la concepción idealista del mundo y ocupó una posición dominante en
el pensamiento humano. En Europa, el materialismo de la burguesía en sus primeros tiempos
fue también metafísico. Debido a que una serie de países europeos entraron, en el curso de su
desarrollo económico-social, con una etapa de capitalismo altamente desarrollado, a que las
fuerzas productivas, la lucha de clases y las ciencias alcanzaron en esos países un nivel sin
precedentes en la historia y a que allí el proletariado industrial llegó a ser la más grande fuerza
motriz de la historia, surgió la concepción marxista, dialéctica materialista, del mundo.
Entonces, junto al idealismo reaccionario, abierto y sin disimulo, apareció en el seno de la
burguesía el evolucionismo vulgar para oponerse, a la dialéctica materialista.
La concepción metafísica del mundo, o concepción del mundo del evolucionismo vulgar, ve las
cosas como aisladas, estáticas y unilaterales. pueden ser hallados igualmente en la sociedad
esclavista de la antigüedad, y aun en la sociedad primitiva, y existirán sin cambio para siempre.
De manera simplista, tratan de encontrar las causas del desarrollo de las cosas fuera de ellas
mismas, y rechazan la tesis de la dialéctica materialista según la cual el desarrollo de las cosas
se debe a sus contradicciones internas. En cuanto al materialismo mecanicista y al
evolucionismo vulgar, importados de Europa en los últimos cien años, son sostenidos por la
burguesía.
En oposición a la concepción metafísica del mundo, la concepción dialéctica materialista del
mundo sostiene que, a fin de comprender el desarrollo de una cosa, debemos estudiarla por
dentro y en sus relaciones con otras cosas; dicho de otro modo, debemos considerar que el
desarrollo de las cosas es un automovimiento, interno, y. necesario, y que, en su movimiento,
cada cosa se encuentra en interconexión e interacción con las cosas que la rodean. Todas las
cosas entrañan este carácter contradictorio; de ahí su movimiento, su desarrollo. El carácter
contradictorio interno de una cosa es la causa fundamental su desarrollo en tanto que su
interconexión, y su interacción con otras cosas son causas secundarias. Así, pues, la dialéctica
materia1ista refuta categóricamente teoría metafísica de la causalidad externa o del impulso
externo, teoría sostenida por el materialismo mecanicista y el evolucionismo vulgar. De hecho,
hasta el movimiento mecánico, impulsado por una fuerza externa, tiene lugar también a través
del carácter contradictorio interno de las cosas. De la misma manera, el desarrollo de la
sociedad no obedece principalmente a causas externas, sino interna. Más aún, en un mismo país
se producen enormes cambios sociales sin que haya cambiado su geografía ni su clima. Según la
dialéctica materialista, los cambios en la naturaleza son ocasionados principalmente por el
desarrollo de las contradicciones internas de ésta, y los cambios en la sociedad se deben
principalmente al desarrollo de las contradicciones internas de la sociedad, o sea, las
contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, entre las clases y
entre lo viejo y lo nuevo. Es el desarrollo de estas contradicciones lo que hace avanzar la
sociedad e impulsa la sustitución de la vieja sociedad por la nueva. ¿Excluye la dialéctica
materialista las causas externas? No. La dialéctica materialista considera que las causas externas
constituyen la condición del cambio, y las causas internas, su base, y que aquéllas actúan a
través de éstas. Existe constante influencia mutua entre los pueblos de los diferentes países. En
la época del capitalismo, especialmente en la época del imperialismo y de la revolución pro -
letaria, son extremadamente grandes la influencia mutua y la interacción entre los diversos
países en los terrenos político, económico y cultural. La Revolución Socialista de Octubre
inauguró una nueva era no sólo en la historia de Rusia, sino también en la historia mundial. Ha
ejercido influencia en los cambios internos de los demás países del mundo y también, con
especial profundidad, en los cambios internos de China. Tales cambios, sin embargo, han tenido
lugar a través de las respectivas leyes internas de dichos países, incluida China. En China, la
derrota que la gran burguesía infligió al proletariado en 2927 se produjo por obra del
oportunismo que existía entonces en el seno del proletariado chino (dentro del Partido
Comunista de China). Cuando liquidamos ese oportunismo, la revolución china volvió a
desarrollarse. El que más tarde la revolución china haya sufrido de nuevo serios golpes de sus
enemigos es consecuencia del aventurerismo que surgió en nuestro Partido. La concepción
dialéctica del mundo surgió ya en la antigüedad, tanto en China como en Europa. Hegel, célebre
filósofo alemán de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, hizo importantísimas
contribuciones a la dialéctica, pero su dialéctica era idealista. Sólo cuando Marx y Engels, los
grandes protagonistas del movimiento proletario, crearon la gran teoría del materialismo dia -
léctico y del materialismo histórico sintetizando todo lo positivo conquistado en la historia del
conocimiento humano y, en particular, asimilando críticamente los elementos racionales de la
dialéctica hegeliana, se produjo en la historia del conocimiento humano una gran revolución sin
precedentes. Esta gran teoría ha sido desarrollada posteriormente por Lenin y Stalin. Al ser
introducida en nuestro país, provocó enormes cambios en-el pensamiento chino.
Esta concepción dialéctica del mundo nos enseña principalmente a observar y analizar el
movimiento de los contrarios en las distintas cosas, y a determinar, sobre la base de tal análisis,
los métodos para resolver las contradicciones. Por consiguiente, es para nosotros de singular
importancia comprender concretamente la ley de la contradicción en las cosas.
Lo haré así porque la universalidad de la contradicción puede ser explicada en pocas palabras,
pues ha sido ampliamente reconocida desde que Marx, Engels, Lenin y Stalin, los grandes
creadores y continuadores del marxismo, descubrieron la concepción dialéctica materialista del
mundo y aplicaron con notables éxitos la dialéctica materialista al análisis de numerosas
cuestiones de la historia humana -y de la historia de la naturaleza y a la transformación, en
muchos
terrenos, de la sociedad y la naturaleza (en la Unión Soviética, por ejemplo); en cambio, muchos
camaradas, especialmente los dogmáticos, todavía no comprenden claramente la particularidad
de la contradicción. No entienden que es precisamente en la’ particularidad de la contradicción
donde reside la universalidad de la contradicción.
Es necesario, entonces, estudiar con detenimiento la particularidad de la contradicción y dedicar
suficiente espacio a explicarla. Por esta razón, en nuestro análisis de la ley de la contradicción
en las cosas, comenzaremos por la universalidad de la contradicción, luego dedicaremos
especial atención al análisis de la particularidad de ha contradicción, y volveremos finalmente a
la primera.
La universalidad o carácter absoluto de la contradicción significa, primero, que la contradicción
existe en el proceso de desarrollo de toda cosa, y, scgund~7~T~c movimiento de los contrarios
se., presenta... desde el comienzo hasta el fin del proceso de desarrollo de cada cosa.
Engels dijo: “El movimiento mismo es una contradicción” 5. Lenin definió la ley de la unidad de
los contrarios como “el reconocimiento (descubrimiento) de - las tendencias contradictorias,
mutuamente excluyen es, opuestas, en todos los fenómenos y procesos de la naturaleza (incluso
del espíritu y de la sociedad)” 6. ¿Son correctas estas ideas? Sí, lo son. No hay cosa que no
contenga contradicción; sin contradicción no existiría el mundo. -
La contradicción es la base de las formas simples del movimiento ~,j (por ejemplo, el
movimiento mecánico) y tanto más lo es de las formas complejas del movimiento.
Engels explicó la universalidad de la contradicción en los siguientes términos:
“Si ya el simple cambio mecánico de lugar encierra una contradicción, tanto más la encierran
las formas superiores-del movimiento de la materia y muy especialmente la vida orgánica y su
desarrollo. [. . .] La vida, pues, es también una contradicción que, presente en las cosas y los
procesos mismos, se está planteado y resolviendo incesantemente; al cesar la contradicción,
cesa la vida y sobreviene la muerte. Vimos igualmente cómo tampoco en el mundo del
pensamiento podemos librarnos de las contradicciones, y cómo, por ejemplo, la contradicción
entre la interiormente ilimitada capacidad cognoscitiva humana y su existencia real sólo en
hombres exteriormente limitados y que conocen limitadamente, se resuelve en la sucesión, para
nosotros al menos prácticamente infinita, de las generaciones, en un progreso ilimitado.”
“. [. . .] una de las bases fundamentales de las matemáticas superiores es precisamente la
contradicción [. . .]”
“Pero ya en las matemáticas inferiores hormiguean las contradicciones.”7 -
La oposición y la lucha entre ideas diferentes tienen lugar constantemente dentro del Partido.
Este es el reflejo en su seno de las contradicciones entre las clases y entre lo nuevo y lo viejo en
la sociedad. Si en el Partido no hubiera contradicciones ni luchas ideológicas para resolverlas, la
vida del Partido tocaría a su fin.
Así, pues, queda claro que la contradicción existe universalmente, en todos los procesos, tanto
en las formas simples del movimiento como en las complejas, tanto en los fenómenos objetivos
como en los fenómenos del pensamiento. Pero ¿existe la contradición tanbién en la etapa inicia
cada proceso? ¿Existe el movimiento de los contrarios desde el comienzo hasta el fin del
proceso de desarrollo de cada cosa?
La escuela de Deborin, a juzgar por los artículos en que la critican los filósofos soviéticos,
sostiene que la contradicción no aparece en el comienzo de un proceso> sino sólo cuando éste
ha alcanzado determinada etapa. Si así fuera, el desarrollo del proceso hasta ese momento no
obedecería a causas internas sino externas. Al analizar la Revolución Francesa, sostiene que
antes de la Revolución existían asimismo sólo diferencias, pero no contradicciones, dentro del
Tercer Estado, integrado por los obreros, los campesinos y la burguesía. Esta escuela ignora que
toda diferencia entraña ya una contradicción, y que la diferencia, en si es contradicción.
Trabajadores y capitalistas han estado en contradicción d~sdc el nacimiento mismo de estas dos
clases, sólo que la contradicción no se agudizó al comienzo. Aun en las condiciones sociales de
la Unión Soviética, existen diferencias entre los obreros y los campesinos, y estas diferencias en
sí mismas constituyen una contradícción, sólo que ésta, no se intensificara hasta el punto de
transformarse en antagónica ni tomará la forma de lucha de clases como es el caso de la
contradicción entre trabajadores y capitalistas; los obreros y los campesinos han formado una
sólida alianza en el curso de la construcción socialista y van resolviendo, gradualmente esa
contradicción en el proceso de desarrollo del socialismo al comunismo. De lo que aquí se trata
es de contradicciones de distinto carácter, y no de la presencia o ausencia de contradicciones. La
contradicción es universal, absoluta; existe en los procesos de desarrollo de todas las cosas y
recorre cada proceso desde el comienzo hasta el fin.
¿Qué es la aparición de un nuevo proceso? La vieja unidad y los contrarios que la constituyen,
dejan lugar a una ‘nueva unidad y sus correspondientes contrarios; así nace un nuevo proceso en
reemplazo del viejo. Termina el viejo proceso y comienza el nuevo. El nuevo proceso contiene
una nueva contradicción e inicia su propia historia, la historia del desarrollo de su contradicción.
Como señaló Lenin, Marx dio en El Capital un modelo de análisis del movimiento de los
contrarios, que recorre todo el proceso de desarrollo de una cosa desde el comienzo hasta el fin.
Este es el método que ha de emplearse al estudiar el proceso de desarrollo de cualquier cosa.
“En El Capital, Marx comienza por analizar la relación más simple, ordinaria y fundamental,
más común, más cotidiana de la sociedad burguesa (mercantil), una relación miles de millones
de veces presente: el intercambio de mercancías, el análisis revela en este fenómeno
sencillisimo (en esa ‘célula’ de la sociedad burguesa) todas las contrádicciones (o los gérmenes
de todas las contradicciones) de la sociedad contemporánea. La posterior exposición nos
muestra el desarrollo (a la vez crecimiento y movimiento) de dichas contradicciones y de esa
sociedad en la [sumatoria] de sus partes individuales, desde su comienzo hasta su fin.”
Lenin agregó: “Tal debe ser el método de exposición (o de estudio) de la dialéctica en general
[...]”9
Los comunistas chinos deben asimilar este método, pues sólo así podrán analizar correctamente
la historia y la situación actual de la revolución china y deducir sus perspectivas futuras.
LA PARTICULARIDAD DE LA CONTRADICCION
Debemos tener presentes sus palabras. Esta forma de proceder lleva inevitablemente a
consecuencias funestas. La unilateralidad y la superficialidad son también subjetivismo, porque
todas las cosas objetivas se hallan en realidad ligadas unas con otras y se rigen por leyes
internas; sin embargo, hay personas que en lugar de reflejar las cosas tal como son, las
consideran de modo unilateral o superficial ignorando sus relaciones reciprocas y sus leyes
internas; por tanto, el método que siguen es subjetivista.
No sólo el proceso total del movimiento de las contradicciones en el desarrollo de una cosa,
consideradas en sus interconexiones, y cada uno de los aspectos de cada contradicción tienen
rasgos particulares, a los que debemos prestar atención, sino que cada etapa del proceso tiene
también sus rasgos particulares, que deben ser igualmente atendidos.
La contradicción fundamental del proceso de desarrollo de una cosa y la esencia de éste,
determinada por dicha contradicción, no desaparecen mientras el proceso no termina; sin
embargo, en un proceso de desarrollo prolongado, la situación generalmente varía de etapa a
etapa. La razón es que, si bien no cambia ni la naturaleza de la contradicción fundamental del
proceso de desarrollo de la cosa ni la esencia del proceso, la contradicción fundamental se va
agudizando a medida que pasa de una etapa a otra en este proceso prolongado. Además, de las
numerosas contradiciones, grandes y pequeñas, determinadas por la contradicción fundamental
o sujetas a su influencia, unas se agudizan y otras son temporal o parcialmente resueltas o
atenuadas y surgen algunas nuevas; es por esto que hay etapas en el proceso. Si no se presta
atención a las etapas del proceso de desarrollo de una cosa, no se puede tratar apropiadamente
sus contradicciones.
Por ejemplo, cuando el capitalismo de la época de la libre competencia se desarrolló y convirtió
en imperialismo, no cambió ni la naturaleza de las dos clases radicalmente contradictorias, el
proletariado y la burguesía, ni tampoco la esencia capitalista de la sociedad; pero se agudizó la
contradicción entre estas dos clases, surgió la contradicción entre el capital monopolista y el no
monopolista, se agudizó la contradicción entre las metrópolis y las colonias, y se manifestaron
con especial intensidad las contradicciones entre los distintos países capitalistas, originadas en
la desigualdad de su desarrollo; así surgió una fase especial del capitalismo: el imperialismo. El
leninismo es el marxismo de la era del imperialismo y de la revolución proletaria precisamente
porque Lenin y Stalin han explicado correctamente estas contradicciones y han formulado la
teoría y las tácticas correctas de la revolución proletaria para resolverlas.
SOBRE EL CONOCIMIENTO
LENIN
El camarada Trotski ha dicho ya todo lo esencial, y lo ha dicho muy bien, sobre las tareas
generales planteadas a la revista Pod Známenem Marzizma en el número 1-2. Quisiera
detenerme en algunas cuestiones que determinan más de cerca el contenido y el programa de la
labor que se propone realizar la redacción de esta revista, según se declara en el preámbulo al
núm. 1-2.
En dicha declaración se dice que no todos los que se agruparon en derredor de la revista Pod
Známenem Marxizma son comunistas, pero que todos son materialistas consecuentes. Por el
contrario, para el éxito de todo trabajo revolucionario serio, es necesario comprender y saber
aplicar en la práctica el concepto de que los revolucionarios sólo son capaces de desempeñar el
papel de vanguardia de la clase verdaderamente vital y verdaderamente de vanguardia. En todo
caso, entre nosotros, en Rusia, hay todavía —e indudablemente los habrá aún durante bastante
tiempo— materialistas del campo de los que no son comunistas, y nuestro deber indiscutible es
el de atraer a todos los partidarios del materialismo consecuente y militante al trabajo común, a
la lucha contra la reacción filosófica y los prejuicios filosóficos de la llamada “sociedad
intelectual”. Dietzgen-padre —al que no se debe confundir con el tan presuntuoso como
fracasado literato Dietzgen-hijo—, al decir que los catedráticos de filosofía en la sociedad
moderna, en la mayoría de los casos, son de hecho nada más que “lacayos diplomados del
clericalismo”, expresó de un modo justo, acertado y claro, el concepto fundamental del
marxismo acerca de las tendencias filosóficas predominantes en los países burgueses y que son
objeto de la atención de sus sabios y publicistas.
De lo expuesto se deduce que la revista, que quiere ser órgano de prensa del materialismo
militante, debe ser, primeramente, un órgano combativo en el sentido del desenmascaramiento y
persecución sin tregua de todos los “lacayos diplomados del clericalismo” de nuestros tiempos,
lo mismo si actúan en calidad de representantes de la ciencia oficial o en calidad de
francotiradores que se tildan a sí mismos de publicistas “demócratas de izquierda o
ideológicamente socialistas”.
Una revista así debe ser, en segundo lugar, un órgano de prensa del ateísmo combativo. Claro
está que en las obras ateas dé los revolucionarios del siglo XVIII encontraremos no pocos ele-
mentos no científicos e ingenuos. Ya están traducidas al ruso todas las obras de alguna
importancia de Marx y Engels. No hay absolutamente motivo alguno para temer que el viejo
materialismo y el viejo ateísmo queden sin complementar con las correcciones aportadas por
Marx y Engels. Por otra parte, fijaos en los representantes de la moderna crítica científica de las
religiones. Esto no significa que no haya que traducir la obra de Drews. Esto significa que re-
huir la alianza con los representantes de la burguesía del siglo XVIII, es decir, de la época en
que ésta era revolucionaria, equivaldría a la traición al marxismo y al materialismo, puesto que
la “alianza” con los Drews, en una u otra forma, en mayor o menor grado, es obligatoria para
nosotros en la lucha contra los oscurantistas religiosos dominantes.
La revista Pod Známenezn Marxizma, que se propone ser el órgano de prensa del materialismo
militante, debe dedicar mucho espacio a la propaganda atea, a la información sobre la literatura
respectiva y subsanar las enormes faltas de nuestra labor estatal en este terreno. Son
extraordinariamente importantes todos los materiales que se refieren a los Estados Unidos de
América del Norte, donde se revela, en grado menor, la relación oficial, gubernamental, de
Estado, entre la religión y el capital. Por lo tanto, seguir de cerca los problemas que la novísima
revolución en la esfera de las ciencias naturales destaca y atraer a esta labor, en la revista
filosófica, a los investigadores naturalistas, es una tarea sin cuyo cumplimiento el materialismo
militante no puede ser, en modo alguno, ni militante ni materialismo. Y para no abordar
semejante fenómeno de un modo inconsciente, debemos comprender que sin una sólida
fundamentación filosófica ningunas ciencias naturales, ningún materialismo podrían soportar la
lucha contra el empuje de las ideas burguesas y el restablecimiento de la concepción burguesa
del mundo. Para soportar esta lucha y llevarla a cabo con pleno éxito hasta el fin, el naturalista
debe ser un materialista moderno, un partidario consciente del materialismo representado por
Marx, es decir, debe ser un materialista dialéctico. Basándose en el modo cómo Marx aplicaba
la dialéctica de Hegel, concebida de una manera materialista, podemos y debemos desarrollar
esta dialéctica en todos sus aspectos, publicar en la revista fragmentos de las principales obras
de Hegel, interpretarlas de un modo materialista, comentándolas con ayuda de ejemplos dé la
aplicación de la dialéctica por Marx y también con ejemplos de la dialéctica aplicada al terreno
de las relaciones económicas y políticas, ejemplos que la historia contemporánea, sobre todo la
guerra imperialista y la revolución actuales, nos ofrecen en cantidad extraordinariamente
abundante. Los naturalistas modernos encontrarán (si saben liívestigar y si nosotros aprendemos
a ayudarles en ello) en la interpretación materialista de la dialéctica de Hegel una serie de
respuestas a las cuestiones filosóficas que plantea la revolución en las ciencias naturales y con
las cuales “caen” en la reacción los admiradores intelectuales de las modas burguesas.
Sin plantearse semejante tarea y sin cumplirla sistemáticamente, el materialismo no puede ser
materialismo militante. Cierto señor P. A. Sorokin publica en dicha revista unos estudios
seudosociológicos titulados Acerca de la influencia de la guerra. El artículo científico está lleno
dé citas científicas de los trabajos “sociológicos” del autor y de sus numerosos maestros y
cofrades del extranjero. En realidad, la única revolución consecuentemente democrática con
respecto a cuestiones como las del matrimonio, el divorcio y la situación de los hijos naturales,
es, precisamente, la revolución bolchevique. Sólo la revolución bolchevique, por primera vez, a
pesar de la enorme cantidad- de revoluciones burguesas que la precedieron y que se llamaban
democráticas, ha llevado a cabo una lucha decidida en dicho sentido, tanto contra la reacción y
el feudalismo como contra la hipocresía habitual de las clases pudientes y gobernantes.
Cualquiera que conozca, por poco que sea, las condiciones sociales de los países burgueses,
sabrá que el número real de los divorcios reales (naturalmente, no sancionados por la Iglesia y
por la ley) es, en todas partes, inconmensurablemente más grande. La revista marxista tendrá
que hacer la guerra también a semejantes feudales “cultos” de nuestros tiempos.
SOBRE LA PRACTICA*
ENGELS
LUDWING FEUERBACH
El fin de la filosofía clásica alemana
C. MARX
TESIS SOBRE FEUERBACH
La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y
de la que, por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una
educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien
las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado.
La vida social es, en esencia, práctica. Todos los misterios que desarrolla la teoría hacia el
misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta
práctica.
10
El punto de vista del antiguo materialismo es la sociedad “civil”; el del nuevo materialismo, la
sociedad humana o la humanidad socializada.
F. ENGELS
CARLOS MARX.
En todos los campos de la ciencia los alemanes han demostrado hace tiempo que valen tanto,
y en muchos de ellos más, que las otras naciones civilizadas. No había más que una ciencia que
no contase entre sus talentos ningún nombre alemán: la Economía Política. La separación de
Holanda del Imperio alemán280 apartó a Alemania del comercio mundial y redujo de antemano
su desarrollo industrial a las proporciones más mezquinas. Hasta la fundación de la Liga
aduanera166, los alemanes no se encontraron en condiciones de poder entender, únicamente, la
Economía política. En efecto, a partir de entonces comienza 1 importársela Economía Política
inglesa y francesa, en provecho de la burguesía alemana. Entre la gente de sentido práctico se ha
formado en primer término la escuela de los industriales proteccionistas, cuya primera
autoridad, List, sigue todavía siendo lo mejor que ha producido la literatura económica burguesa
alemana, aunque toda su obra gloriosa esté copiada del francés Ferrie, padre teórico del sistema
continental5. Todo el contenido de la teoría do este partido emanaba del estudio de la Economía
Política, y del instante de su advenimiento data también la Economía Política alemana, como
ciencia con existencia propia. Esta Economía Política alemana se basa sustancialmente en la
concepción materialista de la historia, cuyos rasgos fundamentales se exponen concisamente en
el prólogo de la obra que comentamos. La tesis de que “el modo de producción de la vida
material condiciona el proceso de la vida social; políticamente espiritual en general», de que
todas las relaciones sociales y estatales, todos’ los sistemas religiosos y jurídicos, todas las ideas
teóricas que brotan en la historia, sólo pueden comprenderse cuando se han comprendido las
condiciones materiales de vida de la época de que se trata y se ha sabido explicar todo aquello
por estas condiciones materiales; esta tesis era un descubrimiento que venía a revolucionar no
sólo la Economía Política, sino todas las ciencias históricas (y todas las ciencias que no son
naturales, son históricas). «No es la conciencia del hombre la que determina su ser, simio, por el
contrario, el ser social es lo que determina su conciencia». Pero esto no sólo encierra
consecuencias eminentemente revolucionarias para la teoría, sino también para la práctica: «Al
llegar a Lina determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad
entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la
expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han
desenvuelto hasta-allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se
convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Las relaciones
burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción;
antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que
proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que
se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones
materiales para la solución de este antagonismo»**. Por tanto, si seguimos desarrollando
nuestra tesis materialista y la aplicamos a los tiempos actuales, se abre inmediatamente ante
nosotros la perspectiva de una potente revolución, la revolución más potente de todos los
tiempos.
La revolución de Febrero lanzó a nuestro partido a la palestra política, impidiéndole con ello
entregarse a empresas puramente científicas. En todas ellas se demuestra, caso por caso, cómo
la acción brota siempre de impulsos directamente materiales y no de las frases que la
acompañan; lejos de ello, las frases políticas y jurídicas son otros tantos efectos de los impulsos
materiales, ni más ni menos que la acción política y sus resultados.
Tras la derrota de la revolución de 1848-49, llegó un momento en que se hizo cada vez más
imposible influir sobre Alemania desde el extranjero, y entonces nuestro partido abandonó a los
demócratas vulgares el campo de los líos entre los emigrados, única actividad posible de tales
momentos. Llevaba a los demás la gran ventaja de tener por base teórica una nueva concepción
científica del mundo, cuya elaboración le daba bastante que hacer, razón suficiente, ya de suyo,
para que no pudiese caer nunca tan bajo como los «grandes hombres» de la emigración.
No; este libro tiende desde el primer momento a una síntesis sistemática de todo el conjunto de
la ciencia económica, a desarrollar de un modo coherente las leyes de la producción burguesa y
del cambio burgués. Y como los economistas no son más que los intérpretes y los apologistas de
estas leyes, el desarrollarlas es, al mismo tiempo, hacer la crítica de toda la literatura económica.
Desde la muerte de Hegel apenas se había intentado desarrollar una ciencia en su propia
conexión interna. Y así era, en efecto. Sin embargo, pese a su suficiencia, estos señores tenían
tanta conciencia de su pequeñez que rehuían, en cuanto les era posible, los grandes problemas;
la vieja ciencia pedantesca mantenía sus posiciones por la superioridad de su saber positivo.
¿Con qué método había de tratarse la ciencia? De un lado estaba la dialéctica hegeliana, bajo la
forma completamente abstracta, «especulativa», en que la dejara Hegel; de otro lado, el método
ordinario, que volvía a estar de moda, el método, en su esencia metafísico, wolffiano, y del que
se servían también los economistas burgueses para escribir sus gordos e incoherentes libros. Por
otra parte, el método hegeliano era de todo punto inservible en su forma existente. Era un
método esencialmente idealista, y aquí se trataba de desarrollo una concepción del mundo más
materialista que todas las anteriores. Un método que, según su propia confesión, «partía de la
nada, para llegar a la nada, a través de la nada» 284, era de todos modos impropio bajo esta forma.
Y no obstante, este método era, entre todo el material lógico existente, lo único que podía ser
utilizado. Lo primero era, pues, someter a una crítica a fondo el método hegeliano.
Lo que ponía al modo discursivo de Hegel por encima del <le todos los demás filósofos era el
formidable sentido histórico que lo animaba. Por muy abstracta e idealista que fuese su forma,
el desarrollo de sus ideas marchaba siempre paralelamente con el desarrollo (1-e la historia
universal, que era, en realidad, sólo la piedra de toque de aquél. Y aunque con ello se invirtiese
y pusiese cabeza abajo la verdadera relación, la Filosofía nntríasc toda ella, no obstante, del
contenido real; tanto más cnant.o que Hegel se distinguía de sus discípulos en que no alardeaba,
como
éstos, (le ignorancia, sino que era una de las cabezas más eruditas de todos los tiempos. En la
Fenomenología, en la Estética, en la Historia de la Filosofía, en todas partes vemos reflejada
esta concepción grandiosa de la historia, y en todas partes encontramos la materia tratada
históricamente, en una determinada conexión con la historia, aunque esta conexión aparezca
invertida de un modo abstracto.
- Esta concepción de la historia, que hizo época, fue la premisa teórica directa de la nueva
concepción materialista, y ya esto brindaba también un punto de partida para el método lógico.
Pero, el acometer la crítica de este método, empresa que había hecho y hace todavía recular a
toda la filosofía oficial, no era ninguna pequeñez.
Marx era y es el único que podía entregarse a la labor de sacar de la lógica hegeliana la médula
que encierra los verdaderos descubrimientos de Hegel en este campo, y de restaurar el método
dialéctico despojado de su ropaje idealista, en la sencilla desnudez en que aparece como la única
forma exacta del desarrollo (Id pensamiento. El haber elaborado el método en que descansa la
crítica de la Economía Política por Marx es, a nuestro juicio, un resultado que apenas desmerece
en importancia de la concepción materialista fundamental.
Aqui el método descubierto de acuerdo con la crítica (le la Economía Política podía acometerse
de dos modos: el histórico o el lógico. Como en la historia, al igual que en su reflejo literario,
las cosas se desarrollan también, a grandes rasgos, desde lo más simple hasta lo más complejo,
el desarrollo histórico de la literatura sobre Economía Política brindaba un hilo natural de
engarce para la crítica, pues, en términos generales, las categorías económicas aparecerían aquí
por el mismo orden que en su desarrollo lógico. Además la historia de la Economía Política no
podría escribirse sin la de la sociedad burguesa, con lo cual la tarea se haría interminable, ya que
faltan todos los trabajos preparatorios. Por tanto, el único método indicado era el lógico. Allí
donde comienza esta historia debe comenzar también el proceso discursivo, y el desarrollo
ulterior de éste no será más que la imagen refleja, en forma abstracta y teóricamente
consecuente, de la trayectoria histórica; una imagen refleja corregida, pero corregida con arreglo
a las leyes que brinda la propia trayectoria histórica; y así, cada factor puede estudiarse en el
punto de desarrollo de su plena madurez, en su forma clásica.
Nos encontramos con contradicciones, que reclaman una solución. Después de aclarar el valor
de uso y el valor de cambio, se estudia la mercancía como unidad directa de ambos, tal como
entra en el proceso de cambio. A qué contradicciones da lugar esto, puede verse en las págs. ha
sido modificada, en gran parte. El capítulo III, 1 (“Medida de valor”) ha sido cuidadosamente
revisado, pues en la primera edición este capítulo aparecía descuidadamente escrito, por haber
sido’ tratado ya el problema en mi obra Contribución a la crítica de la economía política,
Berlín, 1859. El capítulo VII, principalmente la parte. Un hombre que económicamente pisa,
terreno burgués, el señor Mayer, fabricante de Viena, dijo acertadamente en un folleto
publicado durante la guerra francoprusiana, que las llamadas clases cultas alemanas habían
perdido por completo el gran sentido teórico considerado como patrimonio tradicional de
Alemania, el cual revive, en cambio, en su clase obrera.
La economía política ha sido siempre y sigue siendo en Alemania, hasta hoy, una ciencia
extranjera. principalmente en los dos primeros volúmenes, publicados en 1830, las causas
históricas que entorpecieron en nuestro país el desarrollo del régimen de producción capitalista
y, por tanto, el avance de la moderna sociedad burguesa. Faltaba en Alemania el cimiento vivo
sobre que pudiera asentarse la economía política. Esta ciencia se importaba de Inglaterra y de
Francia como un producto elaborado; los profesores alemanes de economía seguían siendo
simples aprendices. Cuando habían podido investigar libremente la economía política, la
realidad del país aparecía vuelta de espaldas a las condiciones económicas mo dernas. Y, al
aparecer estas condiciones, surgieron en circunstancias que no consentían ya un estudio
imparcial de aquéllas sin remontarse sobre el horizonte de la burguesía. La economía política,
cuando es burguesa, es decir cuando ve en el orden capital no una fase históricamente transitoria
de desarrollo, sino la forma absoluta y definitiva de la producción social, sólo puede mantener
su rango de ciencia mientras la lucha de clases permanece latente o se trasluce simplemente en
manifestaciones aisladas.
Su economía política clásica aparece en un período en que aún no se ha desarrollado la lucha de
clases. Es su último gran representante, Ricardo, quien por fin toma conscientemente como eje
de sus investigaciones la contradicción de los intereses de clase, la contradicción entre el salario
y la ganancia y entre la ganancia y la renta del suelo, aunque viendo simplistamente en esta
contradicción una ley natural de la sociedad. Al llegar aquí, la ciencia burguesa de la economía
tropieza con una barrera para ella infranqueable. El período siguiente, de 1820 a 1830, se
caracteriza en’ Inglaterra por una gran efervescencia científica en el campo de la economía po-
lítica. -
La burguesía había conquistado el poder político en Francia y en Inglaterra. A partir de este
momento, la lucha de clases comienza a revestir, práctica y teóricamente, formas cada vez más
acusadas y más amenazadoras. Había sonado la campana funeral de la ciencia económica
burguesa. La revolución continental de 1848-1849 repercutió también en Inglaterra. Hombres
que todavía aspiraban a tener cierta importancia científica, a ser algo más que simples sofistas y
sicofantes de las clases dominantes, esforzábanse en armonizar la economía política del capital
con las aspiraciones del proletariado, que ya no era posible seguir ignorando por más tiempo. Es
la declaración en quiebra de la economía “burguesa”, expuesta ya de mano maestra, en su obra
Apuntes de economía política segun Stuart Mill por el gran erudito y crítico ruso N.
Chernichevski.
También en Alemania llegó a su madurez el régimen de producción capitalista en una época en
que su carácter antagónico había tenido ya ocasión de revelarse ruidosamente, en la serie de
luchas históricas sostenidas en Francia e Inglaterra, y en que el ‘proletariado alemán poseía ya
una conciencia teórica de clase mucho más fuerte que la burguesía de su país. Pero, cuando
parecía que iba a ser posible la existencia de una ciencia burguesa de la economía política, ésta
aviase hecho de nuevo imposible.
En estas condiciones, los portavoces de la economía política - burguesa alemana dividiendose
en dos campos. El peculiar desarrollo histórico de la sociedad alemana impedía, pues, todo
florecimiento original de la economía “burguesa”; lo que no era obstáculo para que se
desarrollase la crítica de este tipo de economía. Y esta crítica, en la medida en que una clase es
capaz de representarla, sólo puede estar representada por aquella clase cuya misión histórica es
derrocar el régimen de producción capitalista y abolir definitivamente las clases: el proletariado.
Ya en 1871, el señor N. Sieber, profesor de Economía política en la Universidad de Kiev, en
una obra titulada Teoría Zennosti i Kapitala D. Rikardo (“La teoría del valor y del capital en D.
Ricardo”), había informado sobre mi teoría del valor, del dinero y del capital, en sus rasgos
fundamentales, presentándola como el necesario desarrollo de la doctrina de Smith y Ricardo.
Contra la acusación de metafísica, escribe el profesor Sieber: “En lo que se refiere a la teoría en
sentido estricto, el método de Marx es el método deductivo de toda la escuela inglesa, cuyos
defectos y cuyas ventajas comparten los mejores economistas teóricos.” 427 a 436) encuentra
que mi método de investigación es rigurosamente realista, pero el método de exposición, por
desgracia, dialéctico alemán. Y dice: “A primera vista, juzgando por la forma externa de su
exposición, Marx es el filósofo más idealista que se conoce; idealista en el sentido alemán, es
decir, en el mal sentido de la palabra. No hay ni asomo de razón para calificarlo de idealista.
Después de transcribir unas líneas de mi prólogo a la Crítica de la economía política (Berlín,
1859, pp. IV -VII), en las que expongo la base materialista de mi método, el autor prosigue: “Lo
único que a Marx le importa es descubrir la ley de los fenómenos en cuya investigación se
ocupa. Para ello, le basta plenamente con probar, a la par que la necesidad del orden presente, la
necesidad de un orden nuevo hacia el que aquél tiene inevitablemente que derivar, siendo igual
para estos efectos que los hombres lo crean o no, que tengan o no conciencia de ello Marx
concibe el movimiento social como un proceso histórico natural regido por leyes que no sólo
son independientes de la voluntad, la conciencia y la intención de los hombres, sino que además
determinan su voluntad, conciencia e intenciones... Pero es, se dirá, que las leyes generales de la
vida económica son siempre las mismas, ya se proyecten sobre el presente o sobre el pasado.
Para él, no existen tales leyes abstractas.. . Según su criterio, ocurre lo contrario: cada época
histórica tiene sus propias leyes. Tan pronto como la vida supera una determinada fase de su
desarrollo, saliendo de una etapa para entrar en otra, empieza a estar presidida por leyes
distintas. Marx niega, por ejemplo, que la ley de la población sea la misma para todos los
lugares y todos los tiempos. Al cambiar el desarrollo de la capacidad productiva, cambian
también las relaciones sociales las leyes que las rigen. El valor, científico de tales
investigaciones estriba en el esclarecimiento, de las, leyes especiales que presiden el
nacimiento, la existencia, el desarrollo y la muerte de un determinado organismo social y su
sustitución por otro más elevado. Éste es, indiscutiblemente, el valor que hay que reconocerle a
la obra de Marx.”
Claro está que el método de exposición debe distinguirse formalmente del método de
investigación. La investigación ha de tender a asimilarse en detalle la materia investigada, a
analizar sus diversas formas de desarrollo y a descubrir sus nexos internos. Sólo después de
coronada esta labor, puede el investigador proceder a exponer adecuadamente el movimiento
real. Para Hegel, el proceso del pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea,
en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real, y esto la simple forma externa en que toma
cuerpo. El hecho de que la dialéctica sufra en manos de Hegel una mistificación, no obsta para
que este filósofo fuese el primero que supo exponer de un modo amplio y consciente sus formas
generales de movimiento. Donde más patente y más sensible se le revela al burgués práctico el
movimiento lleno de contradicciones de la sociedad capitalista, es en las alternativas del ciclo
periódico recorrido por la industria moderna y en su punto culminante: el de la crisis general.
Esta crisis general está de nuevo en marcha, aunque no haya pasado todavía de su fase prelimi -
nar.
CARLOS MARX
Londres, 24 de enero de 1873.
3
ENGELS
ANTIDURRING
XI
MORAL Y DERECHO.
Un hombre que tiene derecho a hablar así de sí mismo tiene por fuerza que inspirar confianza
desde el primer momento, especialmente frente al “estudio jurídico, breve y descuidado según
propia confesión, del señor Marx”.
Tenemos, por tanto, que comprobar que el único código burgués moderno, basado en las
conquistas sociales de la gran Revolución Francesa, conquistas que traduce al terreno jurídico,
que el moderno derecho francés, en una palabra> es completamente desconocido para el señor
Dühring.
Pero cuando se emprende la tarea de Componer una filosofía del derecho para todos los tiempos
y todos los mundos, habría que saber un poco de la situación jurídica de naciones como la fran-
cesa, la inglesa y la americana, las cuales han desempeñado en la historia un papel muy distinto
del asumido por el rincón de Alemania en el que florece el derecho territorial prusiano.
Sigamos, empero, nuestro estudio.
Bismarck ha resuelto mediante tina sencilla ley lo que el señor Dühring no consigue sino por
medio de una futura situación “socialitaria”. El terreno jurídico y de la ciencia del Estado, cuyos
resultados nos expone consecuentemente el señor Dühring, “coincide” con el ámbito de
vigencia del derecho territorial prusiano. Lo que pasa de eso procede para el señor Diihring del
Malo, tanto el moderno derecho burgués de Francia como el derecho inglés, con su peculiar
desarrollo y su garantía de la libertad personal, desconocida en todo el continente. No es posible
tratar adecuadamente de moral y derecho sin tocar la cuestión de la llamada voluntad libre, de la
responsabilidad del hombre, de la relación entre necesidad y libertad. La filosofía de la realidad
tiene para este problema no ya una solución, sino dos soluciones.
Según esto, la libertad consiste en que la comprensión racional tira del hombre hacia la derecha,
los instintos irracionales tiran de él hacia la izquierda, y en este paralelogramo de fuerzas el mo -
vimiento real tiene lugar según la diagonal. Hegel ha sido el primero en exponer rectamente la
relación entre libertad y necesidad. Para él, la libertad es la comprensión de la necesidad. Esto
vale tanto respecto de las leyes de la naturaleza externa cuanto respecto de aquellas que regulan
el ser somático y espiritual del hombre mismo: dos clases de leyes que podemos separar a lo
sumo en la representación, no en la realidad. La libertad consiste, pues, en el dominio sobre
nosotros mismos y sobre la naturaleza exterior, basado en el conocimiento de las necesidades
naturales; por eso es necesariamente un producto de la evolución histórica. En el umbral de la
historia humana se encuentra el descubrimiento de transformación del movimiento mecánico en
calor: la producción del fuego por frotamiento; en el último estadio de la evolución ocurrida
hasta hoy se encuentra el descubrimiento de la transformación del calor en movimiento
mecánico: la máquina de vapor. Pues el fuego producido por frontamiento dio por vez primera
al hombre el dominio sobre una fuerza natural, y le separó así definitivamente del reino animal.
la transformación del calor en movimiento mecánico.
En las obras del señor Dühring, la historia recibe, por supuesto, otro tratamiento. Hay que ser el
Ricardo ‘Wagner de la filosofía —aunque sin el talento de Wagner-’ para pasar por alto que
todo desprecio que se proyecte sobre el desarrollo histórico sido afecta también a sus resultados
supuestamente últimos, es decir, a la sediciente filosofía de la realidad.
Una de las piezas más características de la nueva ciencia radical es la sección sobre la
individualización y la valorización de la vida. En una vida que se acumula sobre sí misma, se
apaga para los individuos y para los pueblos toda pasión y todb interés por la existencia. Todos
esos fenómenos resultan explicables por nuestra ley de la diferencia.
La velocidad con que el señor Dühring elabora sus resultados radicalmente propios supera toda
expectativa.
También para la estimación del valor intelectual de su público por el señor Dühring: el señor
Dühring debe creer que su público se compone de asnos y de cursis.
LENIN
MATERIALISMO
Y
EMPIRIOCRITICISMO
6. LIBERTAD Y NECESIDAD
En las páginas 140 y 141 de los Ensayos A. Lunacharski cita los razonamientos de Engels en el
Anti-Dühring sobre esta cuestión y se adhiere sin reservas a la característica del asunto,
“asombrosa por su claridad y precisión”, que traza Engels en la correspondiente “página
maravillosa”* de dicha obra.
De maravilloso aquí verdaderamente hay mucho. Y lo más “maravilloso” es que ni A.
Lunacharski ni un montón de otros machistas, que pretenden ser marxistas, “han notado” el
alcance gnoseológico de los razonamientos de Engels sobre la libertad y la necesidad. Para él, la
libertad no es otra cosa que el conocimiento de la necesidad. La libertad no reside en la soñada
independencia ante las leyes naturales, sino en el conocimiento de estas leyes y en la
posibilidad, basada en dicho conocimiento, de hacerlas actuar de un modo planificado para fines
determinados. Y esto rige no sólo con las leyes de la naturaleza exterior, sino también con las
que presiden la existencia corporal y espiritual del hombre: dos clases de leyes que podremos
separar a lo sumo en nuestra representación, pero no en la realidad. La libertad consiste, pues,
en el dominio de nosotros mismos y de la naturaleza exterior, basado en el conocimiento de la
necesidad natural (Naturnotwendigkeiten)”… (págs. alemana).
En primer lugar, Engels reconoce, desde el comienzo mismo de sus razonamientos, las leyes de
la naturaleza, las leyes de la naturaleza exterior, la necesidad de la naturaleza, es decir, todo lo
que Mach, Avenarius, Petzoldt y Cía. califican de “metafísica”. Si Lunacharski hubiese querido
reflexionar seriamente sobre los “maravillosos” razonamientos de Engels, no habría podido
dejar de ver la distinción capital entre la teoría materialista del conocimiento, por una parte, y
por otra el agnosticismo y el idealismo, que niegan las leyes de la naturaleza, o no ven en ella
más que leyes “lógicas”, etc., Engels toma el conocimiento y la voluntad del hombre, por un
lado, y la necesidad de la naturaleza, por otro, y en lugar de cualquier definición, dice
sencillamente que la necesidad de la naturaleza es lo primario, y la voluntad y la conciencia del
hombre lo secundario. Los machistas rusos son los únicos que podían quejarse de la definición
general del materialismo dada por Engels (la naturaleza es lo primario; la conciencia, lo secun-
dario: ¡ acordaos de las “perplejidades” de Bogdánov con este motivo!), y al mismo tiempo
¡hallar “maravillosa” y “de una precisión asombrosa” una de las aplicaciones particulares que
hizo Engels de esa definición general y fundamental!
En tercer lugar, Engels no duda de la existencia de la “ciega necesidad”. Reconoce la existencia
de la necesidad no conocida por el hombre. El desarrollo de la conciencia de cada individuo
humano por separado y el desarrollo de los conocimientos colectivos de toda la humanidad, nos
demuestran a cada paso la transformación de la “cosa en si no conocida en “cosa para nosotros”
conocida, la transformación de la necesidad ciega, no conocida, la “necesidad en sí”, en la
“necesidad para nosotros” conocida. Gnoseológicamente, no hay en absoluto ninguna diferencia
entre una transformación y la otra, pues el punto de vista fundamental es el mismo en ambos
casos, a saber: el punto de vista materialista, el reconocimiento de la realidad objetiva del
mundo exterior y de las leyes de la naturaleza exterior; tanto ese mundo como esas leyes sotf
perfectamenté cognoscibles para el hombre, pero nunca pueden ser conocidas por él hasta el fin.
No conocemos la necesidad natural en los fenómenos meteorológicos, por lo que
inevitablemente somos esclavos del tiempo que hace. ¿De dónde procede tal conocimiento?
Tiene el mismo origen que el conocimiento de que las cosas existen fuera de nuestra conciencia
e independientemente de ella, a saber: el desarrollo de nuestros conocimientos, que demuestra
millones de veces a cada hombre que la ignorancia deja el sitio al saber cuando el objeto obra
sobre nuestros órganos de los sentidos, y al contrario: el conocimiento se convierte en
ignorancia cuando queda descartada la posibilidad de dicha acción.
En cuarto lugar, en el razonamiento citado aplica Engels manifiestamente a la filosofía el
método del “salto vital”, es decir, da un salto de la teoría a la práctica. Para ellos, una cosa es la
teoría dcl conocimiento, donde hay que cocinar con la mayor sutileza las “definiciones”
verbales, y otra completamente distinta es la práctica. En Engels, toda la práctica humana viva
hace irrupción en la teoría misma del conocimiento, proporcionando un criterio objetivo de la
verdad: en tanto que ignoramos una ley natural, esa ley, existiendo y obrando al margen y fuera
de nuestro conocimiento, nos hace esclavos de la “ciega necesidad”. El dominio de la
naturaleza, que se manifiesta en la práctica de la humanidad, es el resultado del reflejo objetivo
y veraz, en la cabeza del hombre, de los fenómenos y de los procesos de la naturaleza y
constituye la prueba de que dicho reflejo (dentro de los límites de lo que nos muestra la
práctica) es una verdad objetiva, absoluta, eterna.
¿A qué resultados llegamos? Cada paso en el razonamiento de Engels, casi literalmente cada
frase, cada tesis, están completa y exclusivamente fundadas en la gnoseología del materialismo
dialéctico, en premisas que son la refutación contundente de todos los embustes machistas sobre
los cuerpos como complejos de sensaciones, sobre los “elementos”, sobre la “coincidencia de la
representación sensible con la realidad existente fuera de nosotros”, etc., Toman de Mach un
poco de agnosticismo y un tantico de idealismo, mezclándolo con algo de materialismo
dialéctico de Marx, y balbucean que tal ensalada es el desarrollo del marxismo. Solamente una
ciencia perfecta o una ciencia probadamente imposible, resolvería este problema. alemana,
págs. He aquí un reparto muy amistoso*: ¡ La teoría, para los profesores; la práctica, para los
teólogos! O bien: en teoría, el objetivismo (es decir, un materialismo “vergonzante”); en la
práctica, el “método subjetivo en sociología”. 434 de la traducción francesa). Así, pues, no hay
necesidad de materialismo (“inaprehensibles átomos” o electrones, es decir, reconocimiento de
la realidad objetiva del mundo material), no hay necesidad de un idealismo que reconozca el
mundo como una “modalidad particular” del espíritu; ¡ pero es posible un idealismo que
reconozca el mundo como voluntad! Estamos no solamente por encima del matcrialismo, sino
también del idealismo de “un” Hegel, 1 pero esto no nos impide andar coqueteando con el
idealismo a lo Schopenhauer! Nuestros machistas, que toman un aspecto de ofendida inocencia
a cada alusión a la afinidad entre Mach y cl idealismo filosófico, han preferido, una vez más,
guardar simplemente silencio sobre este punto delicado. Y cl manual de la historia de la
filosofía moderna de Ueberweg-Heinze**** comprueba asimismo que Mach es un fenomenalita
“nada extraño al idealismo voluntarista”.
En una palabra, el eclecticismo dc Mach y su propensión al idealismo son evidentes a los ojos
de todo el mundo, excepto tal vez a los de los machistas rusos.
TEMA N°4
EL MATERIALISMO Y LA
SOCIEDAD
1
MANIFIESTO DEL PARTIDO
COMUNISTA
BURGUESES Y PROLETARIOS*
La historia de todas las sociedades hasta nuestros días** es la historia (le las luchas de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros*** y oficiales, en
una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante,
velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación
revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna.
En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa
diferenciación de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de
condiciones sociales. La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la
sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas
clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas.
Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las
contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes
campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el
proletariado.
Este desarrollo influyó, a su vez, en el auge de la industria, y a medida que se iban extendiendo
la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, desarrollábase la burguesía,
multiplicando sus capitales y relegando a segundo término a todas las clases legadas por la Edad
Media.
La burguesía moderna, como vemos, es ya de por sí fruto de un largo proceso de desarrollo, de
una serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio.
Cada etapa de la evolución recorrida por la burguesía ha ido acompañada del correspondiente
progreso político. El Gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los
negocios comunes de toda la clase burguesa.
La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario.
Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. La conservación del antiguo modo
de producción era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases
industriales precedentes. Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción
de todas las condiciones sociales, tina inquietud y un movimiento constantes distinguen la época
burguesa de todas las anteriores. Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus
productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en
todas partes, crear vínculos en todas partes.
Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la
producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha
quitado a la industria su base nacional. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción
se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no
emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más lejanas regiones
del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes
del globo. En una palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza.
- La burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad. La burguesía suprime cada vez
más el fraccionamiento de los medios de producción, de la propiedad y de la población. Las
provincias independientes, ligadas entre sí casi únicamente por lazos federales, con intereses,
leyes, gobiernos y tarifas aduaneras diferentes han sido consolidadas en una sola nación, bajo un
solo Gobierno, una sola ley, un solo interés nacional de clase y una sola línea aduanera.
¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas
dormitasen en el seno del trabajo social?
Hemos visto, pues, que los medios de producción y de cambio, sobre cuya base se ha formado
la burguesía, fueron creados en la sociedad feudal. Al alcanzar un cierto grado de desarrollo
estos medios de producción y de cambio, las condiciones en -que la sociedad feudal producía y
cambiaba, la organización feudal de la agricultura y de la industria manufacturera, en una
palabra, las relaciones feudales de propiedad, cesaron de corresponder a las fuerzas productivas
ya desarrolladas. Era preciso romper esas trabas, y las rompieron.
En su lugar se estableció la libore concurrencia, con una constitución social y política adecuada
a ella y con la dominación económica y política de la clase burguesa.
Ante nuestros ojos se está produciendo un movimiento análogo. Basta mencionar las crisis
comerciales que, con su retorno periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la
cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa. En la misma proporción en que se
desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarrollase también el proletariado, la clase de -los
obreros modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran
únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Masas de obreros, hacinados en la fábrica,
son organizados en forma militar. No son solamente esclavos de la clase burguesa, del Estado
burgués, sino diariamente, a todas horas, esclavos de la máquina, del capataz y, sobre todo, del
burgués individual, patrón de la fábrica. Cuanta menos habilidad y fuerza requiere el trabajo
manual, es decir, cuanto mayor es el desarrollo de la industria moderna, mayor es la proporción
en que el trabajo de los hombres es suplantado por el de las mujeres y los niños. Por lo que
respecta a la clase obrera, las diferencias de edad y sexo pierden toda significación social. De tal
suerte, el proletariado se recluta entre todas las clases de la población.
El proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra la burguesía comienza
con su surgimiento.
Todo el movimiento histórico se concentra, de esta suerte, en manos de la burguesía; cada
victoria alcanzada en estas condiciones es una victoria de la burguesía.
Pero la industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el número de proletarios, sino que los
concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y adquieren mayor conciencia de la
misma. Los intereses y las condiciones de existencia de los proletarios se igualan cada vez más
a medida que la máquina va borrando las diferencias en el trabajo y reduce el salario, casi en
todas partes, a un nivel igualmente bajo. Como resultado de la creciente competencia de los
burgueses entre sí y de las crisis comerciales que ella ocasiona, los salarios son cada vez más
fluctuantes; el constante y acelerado perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en
situación cada vez más precaria; las colisiones entre el obrero individual y el burgués individual
adquieren más y más el carácter de colisiones entre dos clases. El verdadero resultado de sus
luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros. Y basta ese
contacto para que las numerosas luchas locales, que en todas partes revisten el mismo carácter,
se centralicen en una lucha nacional, en una lucha de clases. Mas toda lucha de clases es una
lucha política. Aprovecha las disensiones intestinas de los burgueses para obligarles a reconocer
por la ley algunos intereses de la clase obrera; por ejemplo, la ley de la jornada de diez horas en
Inglaterra.
En general, las colisiones en la vieja sociedad favorecen de diversas maneras el proceso de
desarrollo del proletariado. La burguesía vive en lucha permanente: al principio, contra la
aristocracia; después, contra aquellas fracciones de la misma burguesía, cuyos intereses entran
en contradicción con los progresos de la industria, y siempre, en fin, contra la burguesía de
todos los demás países. En todas estas luchas se ve forzada a apelar al proletariado, a reclamar
su ayuda y arrastrarle así al movimiento político. Además, como acabamos de ver, el progreso
de la industria precipita a las filas del proletariado a capas enteras de la clase-dominante, o al
menos las amenaza en sus condiciones de existencia. También ellas aportan al proletariado
numerosos elementos de educación.
Finalmente, en los períodos en que la lucha de clases se acerca a su desenlace, el proceso de
desintegración de la clase dominante, de toda la vieja sociedad, adquiere un carácter tan
violento y tan agudo que una pequeña fracción de esa clase reniega de ella y se adhiere a la
clase revolucionaria, a la clase en cuyas manos esta el porvenir. Y así como antes una parte de
la nobleza se pasó a la burguesía, en nuestros días un sector de la burguesía se pasa al
proletariado, particularmente ese sector de los ideólogos burgueses que se han elevado hasta la
comprensión teórica del conjunto del movimiento histórico.
De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase
verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el
desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar.
No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, son reaccionarios, ya que
pretenden volver atrás la rueda de la Historia. El lumpemproletariado, ese producto pasivo de la
putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad, puede a veces ser arras trado al
movimiento por una revolución proletaria; sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de
vida está más bien dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus maniobras.
Las condiciones de existencia de la vieja sociedad están ya abolidas en las condiciones de
existencia del proletariado. Las leyes, la moral, la religión son para él meros prejuicios bur -
gueses, detrás de los cuales se ocultan otros tantos intereses de la burguesía.
Todas las clases que en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de consolidar la
situación adquirida sometiendo a toda la sociedad a las condiciones de su modo de apropiación.
El movimiento proletario es un movimiento propio de la inmensa mayoría en provecho de la
inmensa mayoría. Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la
burguesía es primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de cada país deba
acabar en primer lugar con su propia burguesía.
Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado, hemos seguido el curso de la
guerra civil más o menos oculta que se desarrolla en el seno de la sociedad existente, hasta el
momento en que se transforma en una revolución abierta, y eh proletariado, derrocando por la
violencia a la burguesía, implanta su dominación.
Todas las sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado en el antagonismo entre
clases opresoras y oprimidas. El obrero moderno, por el contrario, lejos de elevarse con el
progreso de la industria, desciende siempre más y más por debajo de las condiciones de vida de
su propia clase. Es, pues, evidente que la burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el
papel de clase dominante de la sociedad ni de imponer a ésta, como ley reguladora, las
condiciones de existencia de su clase. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación; lo que
equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la de la
sociedad.
La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El trabajo asalariado descansa
exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre sí. Así, el desarrollo de la gran
industria socava bajo los pies de la burguesía las bases sobre las que ésta produce y se apropia
lo producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Sin hundimiento y la
victoria del proletariado son igualmente inevitables.
II
PROLETARIOS Y COMUNISTAS
La cuestión del Estado adquiere en la actualidad una importancia singular, tanto en el aspecto
teórico como en el aspecto político práctico. La guerra imperialista ha acelerado y agudizado
extraordinariamente el proceso de transformación del capitalismo monopolista en capitalismo
monopolista de Estado. La cuestión de su actitud hacia el Estado adquiere una importancia
práctica.
Los elementos de oportunismo acumulados durante decenios de desarrollo relativamente
pacífico crearon la corriente de social chovinismo imperante en los partidos socialistas oficiales
del mundo entero. Esta corriente (Plejánov, Potrésov, Breshkóvskaya, Rubanóvich y, luego,
bajo una forma levemente velada, los señores Tsereteli, Chernov y Cía., Y la guerra imperialista
es precisamente una guerra por el reparto y la redistribución de esta clase de botín. La lucha por
arrancar a las masas trabajadoras de la influencia de la burguesía en general y de la burguesía
imperialista en particular es imposible sin luchar contra los prejuicios oportunistas en lo
concerniente al “Estado”. -
Comenzamos por examinar la doctrina de Marx y Engels sobre el Estado, deteniéndonos de
manera particularmente minuciosa en los aspectos de esta doctrina, olvidados o tergiversados de
un modo oportunista. Finalmente, haremos el balance fundamental de la experiencia de la
revolución rusa de 1905 y, sobre todo, de la de 1917. Esta última cierra, evidentemente, en los
momentos actuales (comienzos de agosto de 1917), la primera fase de su desarrollo; pero toda
esta revolución, en términos generales, sólo puede comprenderse como un eslabón de la cadena
de revoluciones proletarias socialistas suscitadas por la guerra imperialista. De tal modo, la
cuestión de la actitud de la revolución socialista del proletariado ante el Estado adquiere no sólo
una importancia política práctica, sino la importancia más candente y actual como cuestión de
explicar a las masas lo que deberán hacer para hiberarse, en un porvenir inmediato, del yugo del
capital.
17 de diciembre de 1918.
CAPITULO 1
Con la doctrina de Marx ocurre hoy lo que ha ocurrido en la historia repetidas veces con las
doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha
por la liberación. En semejante “arreglo” del marxismo se dan la mano actualmente la burguesía
y los oportunistas dentro del movimiento obrero. Hacen pasar a primer plano, ensalzan lo que es
o parece ser aceptable para la burguesía. Todos los social chovinistas son hoy —bromas aparte!
“marxistas”. Y cada vez con mayor frecuencia los científicos burgueses alemanes, que todavía
ayer eran especialistas en pulverizar el marxismo, hablan hoy ¡de un Marx “nacional-alemán”
que, según ellos, educó estas asociaciones obreras tan magníficamente organizadas para llevar a
cabo la guerra de rapiña!
Ante tal situación, ante la inaudita difusión de las tergiversaciones del marxismo, nuestra misión
consiste, sobre todo, en restaurar la verdadera doctrina de Marx acerca del Estado. Para ello es
necesario citar toda una serie de pasajes largos de las obras mismas de Marx y Engels. No hay
más remedio que citar del modo más completo posible todos los pasajes, o, por lo menos, todos
los pasajes decisivos de las obras de Marx y Engels sobre la cuestión del Estado, para que el
lector pueda formarse por su cuenta una noción del conjunto de ideas de los fundadores del
socialismo científico y del desarrollo de estas ideas, así como -para probar documentalmente y
patentizar con toda claridad la tergiversación de estas ideas por el “kautskismo” hoy imperante.
Conviene traducir las citas de los originales alemanes, pues las traducciones rusas, con ser tan
numerosas, son en gran parte incompletas o deficientes sobremanera.
“El Estado —dice Engels, resumiendo su análisis histórico— no es de ningún modo un poder
impuesto desde fuera a la sociedad; tampoco es “la realidad de la idea moral”, ni “la imagen y
la realidad de la razón” como afirma Hegel. Es más bien un producto de la sociedad cuando
llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha
enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos
irreconciliables, que es impotente para conjurarlo8. 177-178 de la sexta edición alemana) ’33.
Aquí aparece expresada con plena claridad la idea fundamental del marxismo en cuanto al papel
histórico y a la significación del Estado. El Estado es producto y manifestación del carácter
irreconciliable de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en el
grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la
existencia del Estado demuestra que las contradicciones irreconciliables de clase son
irreconciliables.
De una parte, los ideólogos burgueses Y especialmente los pequeñoburgueses, obligados por la
presión de hechos históricos indiscutibles a reconocer que el Estado sólo existe allí donde
existen las contradicciones de clase y la lucha de clases, “corrigen” a Marx de tal manera que el
Estado resulta ser un órgano de conciliación de las clases. Según Marx, el Estado no podría ni
surgir, ni mantenerse si fuese posible la conciliación de las clases. Según Marx, el Estado es un
órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del
“orden” que legaliza y alianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases. Por
ejemplo, durante la revolución de 1917, cuando el problema de la significación y del papel del
Estado se planteó precisamente en toda su magnitud, en el terreno práctico, como un problema
de acción inmediata y, además, de acción de masas, todos los social revolucionarios (eseristas) 39
y todos los mencheviques20 cayeron, de pronto y por entero, en la teoría pequeñoburguesa de la
“conciliación” de las clases “por el Estado”. “Teóricamente”, no se niega ni que el Estado sea el
órgano de dominación de clase, ni que las contradicciones de clase sean irreconciliables.
En el pasaje citado, Engels plantea teóricamente el mismo problema que cada .gran revolución
plantea ante nosotros prácticamente, de un modo palpable y, además, sobre un plano de acción
de masas: el problema de la relación entre los destacamentos “especiales” de hombres armados
y la “organización armada espontánea de la población”. Hemos de ver cómo ilustra de un modo
concreto esta cuestión la experiencia de las revoluciones europeas y rusas.
Pero volvamos a la exposición de Engels.
.La fuerza pública se fortalece a -medida que los antagonismos de clase se exacerban dentro
del Estado y a medida que se hacen más grandes y más poblados los Estados colindantes. Y si
no, examínese nuestra Europa actual, donde la lucha de clases y la rivalidad en las conquistas
han hecho crecer tanto la fuerza pública, que ésta amenaza con devorar a la sociedad entera y
aun al Estado mismo...¡Y los canallas del socialchovinismo de los años 1914-1917,
precisamente cuando esta rivalidad, agudizándose más y más, ha engendrado la guerra imperia-
lista, encubren la defensa de los intereses rapaces de “su” burguesía con frases sobre “la defensa
de la patria”, sobre “la defensa de la república y de la revolución” y con otras por el estilo!
Para mantener un poder público especial, situado por encima de la sociedad, son necesarios los
impuestos y la deuda pública.
- .Dueños de la fuerza pública y del derecho a recaudar los impuestos dice Engels, los
funcionarios, como órganos de la sociedad, aparecen ahora situados por encima de ésta. Se
dictan leyes especiales sobre la santidad y la inmunidad de los funcionarios.
Aquí se plantea la cuestión de la situación privilegiada de los funcionarios como órganos de
poder del Estado. No sólo el Estado antiguo y el Estado feudal fueron órganos de explotación de
los esclavos y de los siervos, también “el moderno Estado representativo es el instrumento de
que se sirve el capital para explotar el trabajo asalariado. Sin embargo, por excepción, hay
períodos en que las clases en lucha están tan equilibradas, que el poder del Estado, como
mediador aparente, adquiere cierta independencia momentánea respecto a una y otra.. .“ Hay
que advertir, además, que Engels, con la mayor precisión, llama también al sufragio universal
instrumento de dominación de la burguesía. El sufragio universal, dice Engels, basándose,
evidentemente, en la larga experiencia de la socialdemocracia alemana, es “el índice de la
madurez de la clase obrera. Una explicación minuciosa de toda la falsedad de esta idea,
rechazada aquí por Engels, la encontraremos más adelante en nuestra exposición de los puntos
de vista de Marx y Engels sobre el Estado actual”.
En la más popular de sus obras, Engels hace un resumen general de sus puntos de vista en los
siguientes términos:
“Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Al llegar a cierta fase del desarrollo
económico, que estaba ligada necesariamente a la división de la sociedad en clases, esta división
hizo del Estado una necesidad. Ahora nos aproximamos con rapidez a una fase de desarrollo de
la producción en que la existencia de estas clases no sólo deja de ser una necesidad, sino que se
convierte en un obstáculo directo para la producción. Las clases desaparecerán de un modo tan
inevitable como surgieron en su tiempo. Con la desaparición de las clases, desaparecen
inevitablemente el Estado. En la mayoría de los casos, no se ve ni siquiera la comprensión de lo
que Engels llama la máquina del Estado.
Las palabras de Engels sobre la “extinción” del Estado gozan de tanta celebridad, se citan con
tanta frecuencia y muestran con tanto relieve dónde está el quid de la adulteración corriente del
marxismo por la cual éste es adaptado al oportunismo, que se hace necesario detenerse a
examinarlas detalladamente. Citaremos todo el pasaje donde figuran estas palabras:
“El proletariado toma el poder estatal y comienza por convertir los medios de producción en
propiedad del Estado.
La sociedad, que se ha movido hasta ahora entre antagonismos de clase, ha tenido necesidad del
Estado, o sea de una organización de la clase explotadora para mantener las condiciones
exteriores de producción, y por tanto, particularmente, para mantener por la fuerza a la clase
explotada en las condiciones de opresión (la esclavitud, la servidumbre, el trabajo asalariado),
determinadas por el modo de producción existente. El estado era el representante oficial de toda
la sociedad, su síntesis en una corporación visible; pero lo era tan sólo como Estado de la clase
que en su época representaba a toda la sociedad: en la antigüedad era el Estado de los
ciudadanos esclavistas; en la Edad Media, el de la nobleza feudal; en nuestros tiempos es de la
burguesía. Cuando el Estado se convierta finalmente en representante efectivo de toda la
sociedad, será por sí mismo superfluo. Cuando ya no exista ninguna clase social a la que haya
que mantener en la opresión; cuando desaparezcan, junto con la dominación de clase, junto con
la lucha por la existencia individual, engendrada por la actual anarquía de la producción, los
choques y los excesos resultantes de esta lucha, no habrá ya nada que reprimir ni hará falta, por
tanto, esa fuerza especial de represión, el Estado. El primer acto en que el Estado se manifiesta
efectivamente como representante de toda la sociedad la toma de posesión de los medios de
producción en nombre de la sociedad es a la par su último acto independiente como Estado. El
gobierno sobre las personas será sustituido por la administración de las cosas y por la dirección
de los procesos de producción. El Estado no será “abolido”: se extinguirá. Partiendo de esto es
como hay que juzgar el valor de esa frase que habla del “Estado popular libre”, frase que
durante cierto tiempo tuvo derecho a la existencia como consigna de agitación, pero que, en
resumidas cuentas, carece en absoluto de fundamento científico. Partiendo de esto es también
como debe ser considerada la exigencia de los llamados anarquistas de que el Estado sea
abolido de la noche a la mañana” (Anti- Dühring o la subversión de la ciencia por el señor
Eugenio Dühring, págs. 301-303 de la tercera edición alemana) 136
Sin temor a equivocarnos, podemos decir qué de estos pensamientos sobremanera ricos,
expuestos aquí por Engels, lo único que ha pasado a ser verdadero patrimonio del pensamiento
socialista, en los partidos socialistas actuales, es la tesis de que el Estado, según Marx, “se
extingue”, a diferencia de la doctrina anarquista de la “abolición” del Estado. Hablar de la
extinción” del Estado, en el sentido corriente, generalizado de masas, si cabe decirlo así,
equivale indudablemente a esfumar, si no a negar, la revolución.
En realidad, Engels habla aquí de la “destrucción”’ del Estado de la burguesía por la revolución
proletaria, mientras ‘que las palabras relativas a la extinción del Estado se refieren a los restos
del Estado proletario después de la revolución socialista. El Estado burgués no se “extingue”,
según Engels, sino que “e s d e s t r u i d o” por el proletariado en la revolución.
El que se extingue, después de esta revolución, es el Estado o semi Estado proletario.
En segundo lugar, el Estado es una “fuerza especial de represión”. Y de ella se deduce que la
“fuerza especial de represión” del proletariado por la burguesía, de millones de trabajadores por
unos puñados de ricachos, debe sustituirse por una “fuerza especial de represión” de la
burguesía por el proletariado (dictadura del proletariado). En esto consiste precisamente la
“destrucción del Estado como tal”. Todos sabemos que la forma política del “Estado”, en esta
época, es la democracia más completa.
El Estado burgués sólo puede ser “destruido” por la revolución. Y Engels coloca en primer
plano aquella conclusión de su tesis sobre la “extinción del Estado” que va dirigida contra los
oportunistas.
¡Pero la conclusión contra los oportunistas la han esfumado y “olvidado”!
El “Estado popular libre” era una reivindicación programática y una consigna en boga de los
socialdemócratas alemanes en la década del 70. En esta consigna no hay el menor contenido
político, fuera de una filistea y enfática descripción del concepto de democracia. Pero esta
consigna era oportunista, porque expresaba no ‘sólo el embellecimiento de la democracia
burguesa, sino también la incomprensión de la crítica socialista de todo Estado en general.
Nosotros somos partidarios de la república democrática, como la mejor forma de Estado para el
proletariado bajo el capitalismo, pero no tenemos ningún derecho a olvidar que la esclavitud
asalariada es el destino del pueblo, incluso bajo la republica burguesa mas democrática. Todo
Estado es una “fuerza es esencial para la represión” de la clase oprimida. Por eso, todo Estado ni
es libre ni es popular. Marx y Engels explicaron esto reiteradamente a sus camaradas de partido
en la década del 70.
En quinto lugar, en esta misma obra de Engels, de la que todos recuerdan la idea de la extinción
del Estado, se contiene un pasaje sobre la importancia de la revolución violenta. El análisis
histórico de su papel lo convierte Engels en un verdadero panegírico de la revolución violenta.
Sobre la importancia de esta idea no se suele hablar ni aun pensar en los partidos socialistas
contemporáneos: estas ideas no desempeñan ningún papel en la propaganda ni en la agitación
cotidiana entre las masas. cuando en realidad no da ninguna interpretación completa y
revolucionaria del proceso del desarrollo social.
Ya hemos dicho más arriba, y demostraremos con mayor detalle en nuestra ulterior exposición,
que la doctrina de Marx y Engels sobre el carácter inevitable de la revolución violenta se refiere
al Estado burgués. Este no puede sustituirse por el Estado proletario (por la dictadura del
proletariado) mediante la “extinción”, sino sólo, como regla general, mediante la revolución
violenta. La necesidad de educar sistemáticamente a las masas en esta precisamente en esta idea
de la revolución violenta, constituye la base de toda la doctrina de Marx y Engels. La
sustitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta.
La supresión del Estado proletario, es decir, la supresión de todo Estado, sólo es posible por
medio de un proceso de “extinción”.
Marx y Engels desarrollaron estas ideas de un hiedo minucioso y concreto, estudiando cada
situación revolucionaria por separado, analizando las enseñanzas sacadas de la experiencia de
cada revolución.
2
CARLOS MARX. CONTRIBUCIÓN
A LA CRITICA DE LA ECONOMÍA
POLÍTICA.
En todos los campos de la ciencia los alemanes han demostrado hace tiempo que valen tanto, y
en muchos de ellos más, que las otras naciones civilizadas. No había más que una ciencia que
no contase entre sus talentos ningún nombre alemán: la Economía Política. Hasta la fundación
de la Liga aduanera’«6, los alemanes no se encontraron en condiciones de poder entender,
únicamente, la Economía política. En electo, a partir de entonces comienza a importarse la
Economía Política inglesa y francesa, en provecho de la burguesía alemana. Finalmente, entre
los dómines y los burócratas, a cuyo cargo corría el lado teórico de esta ciencia, tenemos áridos
herboristas sin sentido crítico, como el señor Rau, especuladores seudo-ingeniosos como el
señor Stein, que se dedicaba a traducir las tesis de los extranjeros al lenguaje indigerido dc
Hegel, o espigadores literaturizantes dentro del campo de la “historia de la cultura», como el
señor Riehl. Todo el contenido de la teoría de este partido emanaba del estudio de la Economía
Política, y del instante do su advenimiento data también la Economía Política .alemana, como
ciencia con existencia propia. Esta Economía Política alemana se basa sustancialmente en la
concepción materialista de la historia, cuyos rasgos fundamentales se exponen concisamente en
el prólogo de la obra que comentamos. La tesis de que «el modo de producción de la vida
material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general», de que todas
las relaciones sociales y estatales, todos los sistemas religiosos y jurídicos, todas las ideas
teóricas que brotan en la historia, sólo pueden comprenderse cuando se han comprendido las
condiciones materiales de vida de la época de que se trata y se ha sabido explicar todo aquello
por estas condiciones materiales; esta tesis era un descubrimiento que venia a revolucionar no
sólo la Economía Política, sino todas las ciencias históricas (y todas las ciencias que no son
naturales, son históricas). «No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el
contrario, el ser social es lo que determina su conciencia». Pero esto no sólo encierra
consecuencias eminentemente revolucionarias para la teoría, sino también para la práctica: «Al
llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad
entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la
expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han
desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se
convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Las relaciones bur -
guesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción;
antagónica, no en el sentido do un antagonisino individual, sino de un antagonismo que
proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que
se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones
materiales para la solución de este antagonismo»**. Por tanto, si seguimos desarrollando
nuestra tesis materialista y la aplicamos a’ los tiempos actuales, se abre inmediatamente ante
nosotros la perspectiva de una potente revolución, la revolución más potente de ‘todos los
tiempos.
La revolución de Febrero lanzó a nuestro partido a la palestra política, impidiéndole con ello
entregarse a empresas puramente científicas. No obstante, aquella concepción fundamental
inspira, une como hilo de engarce, todas las producciones literarias del partido. En todas ellas se
demuestra, caso por caso, cómo la acción brota siempre de impulsos directamente materiales y
no de las frases que la .acompañan; lejos de ello, las frases políticas y jurídicas son otros tantos
efectos de los impulsos materiales, ni más ni menos que la acción política y sus resultados.
Tras la derrota de la revolución de 1848-49, llegó un momento en que se hizo cada vez más
imposible influir sobre Alemania desde el extranjero, y entonces nuestro partido abandonó a los
demócratas vulgares el campo de los líos entre los emigrados, única actividad posible de tales
momentos. No; este libro tiende desde el primer momento a una síntesis sistemática de todo el
conjunto de la ciencia económica, a desarrollar de un modo coherente las leyes de la producción
burguesa y del cambio burgués. Y como los economistas no son más que los intérpretes y los
apologistas de estas leyes, el desarrollarlas es, al mismo tiempo, hacer la crítica de toda la
literatura económica.
Desde la muerte de Hegel apenas se había intentado desarrollar una ciencia en su propia
conexión interna. Y así era, en efecto. Sin embargo, pese a su suficiencia, estos señores tenían
tanta conciencia de su pequeñez que rehuían, en cuanto les era posible, los grandes problemas;
la vieja ciencia pedantesca mantenía sus posiciones por la superioridad de su saber positivo.
¿Con que método había de tratarse la ciencia? De un lado estaba la dialéctica hegeliana, bajo la
forma completamente abstracta, «especulativa», en que la dejara Hegel; de otro lado, el método
ordinario, que volvía a estar de moda, el método, en su esencia metafísico, wolffiano, y del que
se servían también los economistas burgueses para escribir sus gordos e incoherentes libros. Por
otra parte, el método hegeliano era de todo punto inservible en su forma existente. Era un
método esencialmente idealista, y aquí se trataba de desarrollar una concepción del mundo más
materialista que todas las anteriores. Un método que, según su propia confesión, «partía de la
nada, para llegar a la nada, través de la nada» 284, era de todos modos impropio bajo esta forma.
Y no obstante, este método era, entre todo el material lógico existente, lo único que podía ser
utilizado. Lo primero era, pues, someter a una crítica a fondo del método hegeliano.
Lo que ponía al modo discursivo de Hegel por encima del de todos los demás filósofos era el
formidable sentido histórico que lo animaba’. Por muy abstracta é idealista que fuese su forma,
el desarrollo de sus ideas marchaba siempre paralelamente con el desarrollo de la historia
universal, que era, en realidad, sólo la piedra (le toque de aquél. Y aunque con ello se invirtiese
y pusiese cabeza abajo la verdadera relación, la Filosofía nutríase toda ella, no obstante, del
contenido real; tanto más cuanto que Hegel distinguía de sus discípulos en que no alardeaba,
como éstos, de ignorancia, sino que era una de las cabezas más eruditas de todos los tiempos.
En la Fenomenología, en la Estética, en la Historia de [a Filosofía, en todas partes vemos
reflejada esta concepción grandiosa de la historia, y en todas partes encontramos la materia
tratada históricamente, en una determinada conexión con la historia, aunque esta conexión
aparezca invertida de un modo abstracto.
Esta concepción de la historia, que hizo época, fue la premisa teórica directa de la nueva
concepción materialista, y ya esto brindaba también un punto de partida para el método lógico.
Pero, el acometer la crítica de este método empresa que había hecho y hace todavía recular a
toda la filosofía oficial, no era ninguna pequeñez.
Marx era y es el único que podía entregarse a la labor de sacar de la lógica hegeliana la médula
que encierra los verdaderos descubrimientos de Hegel en este campo, y de restaurar el método
dialéctico despojado de su ropaje idealista, en la sencilla desnudez en que aparece como la única
forma exacta del desarrollo del pensamiento. El haber elaborado el método en que descansa la
crítica de la Economía Política por Marx es, a nuestro juicio, un resultado que apenas desmerece
en importancia de la concepción materialista fundamental.
Aun el método descubierto de acuerdo con la crítica de la Economía Política podía acometerse
de dos modos: el histórico o el lógico. Además la historia de la Economía Política no podría
escribirse sin la de la sociedad, burguesa, con lo cual la tarea se haría interminable, ya que
‘faltan todos los trabajos preparatorios. Por tanto, el único método indicado era el lógico. Nos
encontramos con contradicciones, que reclaman una solución. Después de aclarar el valor de
uso y el valor de cambio, se estudia la mercancía como unidad directa de ambos, tal como entra
en el proceso, de cambio. A qué contradicciones da lugar esto, puede verse en las págs.
Traducido del alemán.
Escrito por F. Engels del 3 al 15 do agosto do 1859. texto del periódico
Publicado en Das Volk, en los números 14 y 16, del 6 y 20
de agosto de 1859.
3
LENIN
CARLOS MARX
LA LUCHA DE CLASES
Todo el mundo sabe que en cualquier sociedad las aspiraciones de una parte de sus miembros
chocan abiertamente con las aspiraciones de otros, que la vida social está llena de contradic -
ciones, que la historia nos muestra una lucha entre pueblos y sociedades, así como en su propio
seno todo el mundo sabe también que se suceden los períodos de revolución y reacción, de paz
y de guerras, de estancamiento y de rápido progreso o decadencia. El marxismo nos proporciona
el hilo conductor que permite descubrir una sujeción a leyes en este aparente laberinto y caos, a
saber: la teoría de la lucha de clases. Ahora bien, la fuente de que brotan esas aspi raciones
contradictorias son siempre las diferencias de situación y de condiciones de vida de las clases en
que se divide cada sociedad. “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros
días — dice Marx en el Manifiesto Comunista (exceptuando la historia del régimen de la comu-
nidad primitiva, añade más tarde Engels) — es la historia de las luchas de clases. Hombres
libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales; en una pa labra:
opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas
veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la trasformación revolucionaria
de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes… La moderna sociedad
burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las
contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de
opresión, las viejas formas de lucha, por otras nuevas. Nuestra época, la época de la burguesía,
se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad
va dividiéndose cada vez mas en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases que se
enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.” A partir de la Gran Revolución
Francesa, la historia de Europa pone de relieve en distintos países, con especial evidencia, el
verdadero fondo de los acontecimientos, la lucha de clases. pone de manifiesto de un modo
todavía más patente (aunque a veces en forma unilateral, “pacífica” y “constitucional”) que la
lucha de clases es la fuerza motriz de los acontecimientos. El siguiente pasaje del Manifiesto
Comunista nos revela lo que Marx exigía de la ciencia social en cuanto al análisis objetivo de la
situación de cada clase en la sociedad moderna y en relación con el examen de las con diciones
de desarrollo de cada clase: “De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el
proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y
desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto
más peculiar. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son
reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la historia. En una serie de obras
históricas (véase la Biblia grafía), Marx nos ofrece brillantes y profundos ejemplos de his-
toriografía materialista, de análisis de la situación de cada clase en particular y a veces de los
diferentes grupos o capas que se manifiestan dentro de ella, mostrando palmariamente por qué y
cómo “toda lucha de clases es una lucha política”. En el arte, pueden desarrollarse libremente
distintas formas y estilos y, en la ciencia, competir libremente diferentes escuelas.
Consideramos perjudicial al desarrollo del arte y de la ciencia recurrir a medidas administrativas
imponiendo un particular estilo de arte o una determinada escuela y prohibiendo otros. La teoría
de Copérnico sobre el sistema solar y la de Darwin sobre la evolución fueron considerada
erróneas en un tiempo y tuvieron que atravesar una ardua lucha. La historia de China ofrece
numerosos ejemplos análogos. En la sociedad socialista, las condiciones para el crecimiento de
lo nuevo son radicalmente distintas y mucho más propicias que en la vieja sociedad. Sin
embargo, aún ocurre con frecuencia que las fuerzas nacientes son frenadas, y ahogadas las
opiniones racionales. Creemos que esta actitud puede contribuir a un desarrollo más o menos
feliz de la ciencia y del arte.
También el marxismo se ha desarrollado en medio de luchas. Esto sucede todavía hoy en
muchos lugares del mundo. Sin embargo, el marxismo goza de una posición muy diferente en
los países socialistas. En China, aunque ha culminado básicamente la transformación socialista
en lo tocante a la propiedad y han terminado en lo fundamental las vastas y tempestuosas luchas
clasistas de las masas, características de los períodos de revolución, subsisten remanentes de las
clases derrocadas: la clase terrateniente y la burguesía compradora; subsiste la burguesía,.y la
transformación de la pequeña burguesía acaba de empezar. La lucha de clases no ha terminado.
La lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, entre las diferentes fuerzas políticas y
entre el proletariado y la burguesía en el terreno ideológico, será aún larga, tortuosa y a veces
incluso muy enconada. El proletariado aspira a transformar el universo según su concepción del
mundo, y a otro tanto aspira la burguesía. Lo correcto se desarrolla siempre en el proceso de la
lucha contra lo erróneo. Esta lucha no cesara jamás. Esta es la ley del desarrollo de la verdad y,
desde luego, también la ley del desarrollo del marxismo.
Esto se debe a que la influencia de la Gurguesía y de los intelectuales provenientes de la vieja
sociedad, su ideología de clase, subsistirá por largo tiempo en nuestro país. Esta última difiere
de otras formas de lucha. Hoy el socialismo cuenta con condiciones ventajosas para la lucha
ideológica. La fuerza básica del Poder se halla en manos del pueblo trabajador dirigido por el
proletariado. El Partido Comunista es fuerte y goza de alto prestigio. El marxismo es una verdad
científica y no teme a la crítica. Si la temiese, si pudiera ser derribado con críticas, no tendría
valor alguno. ¿Cuál debe ser nuestra política con respecto a las ideas no marxistas? En lo que
concierne a los contrarrevolucionarios comprobados y a los saboteadores de la causa socialista,
la cosa es fácil: Basta privarlos de la libertad de palabra. La práctica de métodos simplistas para
tratar problemas ideológicos en el seno del pueblo, problemas referentes al mundo espiritual del
hombre, no sólo es ineficaz sino sumamente perniciosa. Por eso, sólo empleando los métodos de
discusión, crítica y razonamiento podemos realmente fomentar las ideas correctas, superar las
erróneas y solucionar en forma efectiva losa los problemas.
La burguesía y la pequeña burguesía exteriorizarán indefectiblemente su ideología. Se
expresarán, obstinadamente y por todos los medios posibles, sobre las cuestiones políticas e
ideológicas. Está fuera de duda que debernos criticar las ideas erróneas de toda índole. Todo
error debe ser criticado y toda hierba venenosa, combatida. Sin embargo, la crítica no debe ser
dogmática; al hacerla, no se debe emplear el método metafísico, sino esforzarse por aplicar el
método dialéctico. Combatimos toda clase de hierbas venenosas, pero debemos distinguir con
cuidado cuáles son verdaderas hierbas venenosas y cuáles auténticas flores fragantes. Combaten
o tergiversan el materialismo y la dialéctica; combaten o intentan debilitar la dictadura
democrática popular y la dirección del Partido Comunista; combaten o intentan debilitar las
transformaciones socialistas y la construcción socialista. Incluso después de la victoria
fundamental de la revolución socialista en nuestro país, quedan todavía cierto número de
personas que sueñan con restaurar el sistema capitalista y que luchan contra la clase obrera en
todos los frentes, incluido el ideológico. Cada clase, cada capa y cada grupo social tienen su
propio punto de vista acerca de qué son flores fragantes y qué hierbas venenosas.
De estos seis criterios, los más importantes son tos relativos al camino socialista y a la dirección
del Partido. Dichos criterios son criterios políticos. No obstante, los seis criterios políticos son
aplicables a cualquier actividad científica o artística. Las condiciones de cada uno de los países
socialistas y Partidos Comunistas no son las mismas. La idea de la coexistencia duradera nació
hace mucho tiempo. ¿Por qué, pues, hay que admitir una larga coexistencia de los partidos
democráticos de la burguesía y de la pequeña burguesía con el partido político de la clase
obrera? Porque no tenemos motivos para no adoptar la política de coexistencia duradera con
respecto a todos aquellos partidos que se dediquen verdaderamente a la tarea de unir al pueblo
para la causa del socialismo y se hayan granjeado su confianza.