Está en la página 1de 3

CIENCIA Y FILOSOFÍA

Es lamentación difundida, no solamente entre los hombres de ciencia sino entre


los mismos filósofos, que la filosofía no posee la objetividad y el rigor de la ciencia.
Ésta procede a definir de manera exacta sus objetos, sus métodos y sus conceptos, y
sobre tales definiciones se determina el acuerdo universal entre los hombres de ciencia.
Este acuerdo no se verifica, en cambio, entre los filósofos: aun cuando se sirven de los
mismos términos, les dan un significado diferente y están entre ellos en desacuerdo en
torno al método y al objeto mismo de la filosofía. El resultado es que las conquistas de
la ciencia se suman cada vez y constituyen un cuerpo único que se acrecienta por la
contribución de los descubrimientos individuales, controlados y utilizados
inmediatamente por los otros; las conquistas de la filosofía son, en cambio, de otro
género: no se suman, se excluyen, y constituyen el patrimonio del filósofo que las logra,
patrimonio intransferible, del que los otros están más o menos constreñidos a prescindir.
Ahora bien: que la filosofía, después de milenios de historia, se encuentre aún en
esta situación es algo que, por lo menos, debería hacer nacer la sospecha de que
semejante situación no denuncia una inferioridad de la filosofía con respecto a la ciencia
(que, entre otras cosas, es mucho más joven que aquélla), sino más bien un carácter
suyo, esencial, ineliminable, que entraña una diversidad radical con la ciencia. Esta
diversidad es para el hombre de ciencia una hipótesis de trabajo, la cual, cuando se le
revele insostenible a él o a otro, puede ser desechada sin que cambie la directiva y los
métodos de su trabajo y sin que modifique su empeño fundamental frente a la ciencia.
Pero un filósofo no puede abandonar su doctrina sin una profunda crisis de su
personalidad y sin que su mismo empeño frente a la filosofía resulte modificado. Este
hecho puede tener un solo significado: que una doctrina filosófica no es una simple
hipótesis de trabajo, sino que forma parte integrante y constitutiva de la personalidad del
filósofo, y de una manera que no tiene parangón en las doctrinas científicas. Lo que
quiere decir que una doctrina filosófica no es simplemente una doctrina, es decir, un
sistema de conocimientos o un punto de vista cognoscitivo, sino que es mucho más que
una doctrina: es la actitud total de una personalidad, que en la búsqueda y a través de
ella tiende a realizarse y a poseerse.
La confrontación del procedimiento de la ciencia con el de la filosofía enfrenta
cosas diferentes y, por lo tanto, no puede dar lugar a conclusiones: la filosofía debe
confrontarse, no con la ciencia, sino con el empeño que el hombre de ciencia individual
pone en la ciencia, con los motivos y las últimas razones que alimentan su desinterés, su
laboriosidad, su dedicación a la investigación. Estas razones últimas, que determinan el
empeño, constituyen evidentemente la personalidad del hombre de ciencia; mas ellas no
pueden ser objetivadas y definidas con los criterios de que se sirve el hombre de ciencia
en su trabajo ni, por ende, valer genéricamente de tal manera que todos estén de acuerdo
sobre ellas…
… La verdad de la filosofía no es la verdad de la ciencia; la universalidad de la
filosofía no es la universalidad de la ciencia, y recíprocamente. La verdad de la ciencia
está determinada por la realidad del objeto; la verdad de la filosofía está determinada
por la autenticidad del empeño. La universalidad de la ciencia consiste en el acuerdo
puro y simple sobre conceptos y métodos y en la controlabilidad de los resultados; la
universalidad de la filosofía consiste en la capacidad de ayudar al hombre a
comprenderse en su verdadera relación consigo mismo, con los otros y con el mundo.
La filosofía no puede ignorar a la ciencia, que realiza la auténtica actitud del
hombre frente al mundo; y la ciencia no puede ignorar a la filosofía, de la que
únicamente puede obtener la conciencia de su esencial humanidad y la claridad en torno
a sus orientaciones fundamentales.

Nicola Abbagnano

LÓGICA MODERNA O GENERALIZADA

Esta lógica, conocida específicamente como moderna y a veces como lógica


generalizada, data de la publicación de la obra de Bertrand Russell [y de Alfred North
Whitehead], Principia Mathematica (1912). La publicación de esta obra dio un nuevo
impulso al estudio de la lógica y ocasionó una ruptura con la lógica aristotélica, que
había dominado en ese terreno durante dos mil años. La ruptura fue, sin embargo, con la
tradición aristotélica más bien que con Aristóteles mismo. En la Introducción moderna
a la lógica, el texto más conocido sobre el tema, la profesora Stebbing se esmera en
señalar que las opiniones del lógico moderno constituyen la evolución perfectamente
natural de las de Aristóteles. «A través de todo el libro –dice en la introducción de su
obra– se subraya la continuidad de algunas doctrinas de Aristóteles con las de los
lógicos matemáticos».
La introducción de la palabra “matemática” requiere alguna explicación. A la par
que sostiene la continuidad de desarrollo, los lógicos modernos se han apartado mucho
de la lógica aristotélica tradicional y rechazan algunas de las más importantes doctrinas
de Aristóteles (por ejemplo: la doctrina de que toda proposición asigna un predicado a
su sujeto, y la reducción de todos los procesos deductivos a la forma silogística).
La característica distintiva de la concepción moderna de la lógica es el estudio, no
tanto del proceso del razonamiento como de la naturaleza de la forma. La lógica, así
concebida, tiene mucho de común con la matemática pura; porque la matemática revela
que las pruebas son completamente perentorias solamente cuando son completamente
formales.

C. E. M. Joad

EL OBJETO DE ESTUDIO DE LA LÓGICA Y LAS ESTRUCTURAS Y PRINCIPIOS LÓGICOS

Para concebir a la lógica como una disciplina autónoma hay que tener presente
que su objeto es el estudio de las formas del pensamiento, abstracción hecha del
contenido.

El concepto, el juicio y el razonamiento son las tres formas del pensamiento. El


concepto se expresa mediante un término; el juicio se expresa mediante una
proposición, en la que se relacionan dos o más conceptos. El razonamiento es la
sucesión concatenada de varios juicios; se expresa mediante el discurso, cuya más
sintética forma es el silogismo.
Ejemplos de concepto son «montaña», «ser», «alta», «escalar», «poder»,
«grande». Ejemplos de juicio son «La montaña es alta», «No puedo escalar grandes
alturas». Ejemplo de razonamiento: «Como la montaña es alta y yo no puedo escalar
grandes alturas, no la escalaré».
Término es la expresión de un concepto, adopta la forma de un vocablo:
“montaña”. Proposición es la expresión de un juicio, adopta la forma de un enunciado:
«La montaña es alta». Discurso es la expresión de un razonamiento: «Yo no puedo
escalar grandes alturas; como la montaña es alta, entonces no puedo escalarla».

Los principios lógicos, por su carácter de principios generales del pensamiento,


rigen en todos los procesos de la actividad científica. Se distinguen cuatro principios
lógicos:

1. Principio lógico de identidad


2. Principio lógico de contradicción
3. Principio lógico de tercero excluido
4. Principio lógico de razón suficiente.

El primero, es decir, el principio lógico de identidad, es paralelo al principio de la


teoría general de los objetos (ontología) que dice:

«Un objeto es idéntico solamente a sí mismo»

El segundo, es decir, el principio lógico de contradicción, coincide con el


principio de la ontología que dice:

«Un objeto no puede tener un propiedad y no tenerla al mismo tiempo y de la misma


forma»

Es decir, «no puede tener y no tener simultáneamente una determinación dada».

El principio lógico de tercero excluido coincide con el principio de la ontología


que dice:

«Todo objeto puede tener una propiedad o no tenerla, no puede darse una situación
intermedia»

También podría gustarte