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LA CATEQUESIS DEL

BUEN PASTOR

Elaborado por: Margarita Ma. del Valle Cantú


PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL


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Contenido
LA CATEQUESIS DEL BUEN PASTOR DE SOFÍA CAVALLETTI BASADA EN
LOS PRINCIPIOS DE MARÍA MONTESSORI

a) La catequesis del Buen Pastor


b) Los signos
c) Cultivando el asombro en el niño
d) El método de las parábolas
e) Ofrecer un tesoro
f) Principios Montessori aplicados a la catequesis
1) El ambiente
2) El silencio
3) El material
4) Periodos sensitivos

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LA CATEQUESIS DEL BUEN

PASTOR
a) LA CATEQUESIS DEL BUEN PASTOR
La catequesis del Buen Pastor es un método de formación religiosa para niños
basada en los principios más esenciales de la pedagogía de María Montessori y
comenzó por Sofía Cavalletti en Roma, Italia en el año de 1954. El nombre de este
trabajo está tomado de la primera y esencial presentación que se les da a los niños;
La Parábola del Buen Pastor.

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La Catequesis se lleva a cabo en un ambiente preparado llamado “Atrio”"/>*, en
donde los niños van experimentando la catequesis a través de la oración,
meditación, canciones, arte y trabajo. Una serie de atractivos materiales invitan al
niño a explorar y a tener experiencias profundas a su propio ritmo; mapas y
ambientes en miniatura representando los elementos de las parábolas y los eventos
históricos de la Sagrada Escritura han demostrado satisfacer las necesidades
espirituales del niño.

El atrio es uno de los lugares que ayudan a que


la relación entre Dios y el niño florezca; es un
lugar de trabajo en donde el niño conversa con
Dios. Después de que un tema ha sido
presentado, el niño es libre para elegir una
actividad que hará posible el diálogo con su
maestro interior; es un lugar para vivir la
religión, no es una clase dedicada a la
instrucción.

Una relación interpersonal es siempre un


misterio y más cuando esta relación es entre
Dios y el niño.1

Más de cuarenta años de trabajo con niños han


llevado a Sofía Cavalletti al desarrollo de la
catequesis del Buen Pastor.

La pedagogía de Sofía Cavalletti está inspirada en los principios más esenciales de la


pedagogía de María Montessori, por lo que corresponde a su visión antropológica del
niño.

Sus estudios y acción están dirigidos a los niños entre los tres y los doce años, aunque
por su concepto de catequesis, puede ser aplicado para la educación religiosa de todas
las edades.

“La catequesis del Buen Pastor es mucho más que un método: es una pedagogía que
inspirándose en los principios de la pedagogía de María Montessori, descubre y
puntualiza, por medio de una diligente observación, marcada con el sello de lo
científico, ciertos datos esenciales de la psicología religiosa del niño, que constituye el

El nombre es dado por María Montessori en el año de 1922 cuando incorporó un ambiente de trabajo
"/>*

para la religión en su escuela de Barcelona. El atrio en los primeros años de la Iglesia era el lugar en
donde los catecúmenos se preparaban. Para los niños el atrio es el lugar en donde se preparan para
desarrollar más adelante su trabajo dentro de la comunidad.

1 Cfr., Catechesis of the Good Shepherd www.cyberroad.com/saintandrew/goodshepherd.html

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alma de la catequesis del Buen
Pastor”.2

El eje de esta experiencia, lo


compone el hecho de que en lo más
profundo e íntimo del hombre; y en
este caso, del niño; existe una
necesidad de amor, que en el fondo
es una verdadera hambre del amor
de Dios.
“Sofía Cavalletti, observa con toda
razón que el anhelo de amar y ser
amado es inequívocamente un
anhelo religioso que, cuando es
sabiamente encauzado por la pedagogía de la
revelación del amor de Dios, conduce al niño a admirables experiencias de
contemplación y de comunión con el Señor”.3

Es Jesús el personaje principal de esta catequesis; es por eso importante poner al


niño en contacto con los Evangelios y de manera especial con las parábolas. Sofía
Cavalletti coloca a la Parábola del Buen Pastor en un lugar muy especial, ya que a
través de ésta, el niño logra captar el amor redentor, misericordioso y tierno de Dios.

El método que ha seguido en su trabajo ha sido el de la observación de niños en


lugares de catequesis cuidadosamente preparados. Ahí los niños han tenido la
oportunidad de realizar actividades con materiales que han sido desarrollados y poco a
poco perfeccionados con base en sus
manifestaciones.

Ella dice: “Hemos evitado, salvo


rarísimas excepciones las
investigaciones sistemáticas, tratando
en cambio de recoger el pensamiento
del niño durante el transcurso de
conversaciones de grupo o personales.
Ha sido particularmente indicativo ver
a los niños pedir que se repitieran
muchas veces determinados
argumentos y el uso que ellos hacían del
material”.4

2 Sofía, Cavalletti; El potencial religioso del niño; p. 14

3 ibidem p. 15

4 Sofía, Cavalletti; El potencial religioso del niño; p. 18

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Sofía Cavalletti al observar que los niños
quedaban como cautivados ante la presentación
de ciertos argumentos y que utilizaban repetidas
veces el material; y ver que esto se iba
repitiendo en diversos ambientes con niños más o
menos de la misma edad; creyó ver la indicación
de que los argumentos y el modo de presentarlos
respondían a los intereses y exigencias del niño.

Así se fue delineando lentamente un conjunto de


elementos, pocos y esenciales, que el niño
demostró que recibe con alegría y naturalidad, y
que conoce no en forma escolástica, sino como si
formaran parte de él, casi como si los hubiera
conocido desde siempre.5

Este experimento que nació en Roma con niños de


clase media, poco a poco se fue extendiendo a otros ambientes y a otros países como
lo son África, Brasil, México, Estados Unidos, Canadá y Argentina y lo que se observó
es que niños de diferentes culturas y ambientes sociales reaccionaban de la misma
manera ante los argumentos y materiales presentados.

Sofía Cavalletti cree importante basar la catequesis sobre pocos elementos


esenciales, capaces de abrirse ante el niño a medida que llega a ser adolescente y
adulto, y de llevarlo hacia una penetración
cada vez más profunda de lo real.6

Ella , después de una observación y estudio


riguroso de los niños, da una
sistematización a esta catequesis
“indicando un cierto número de argumentos
para presentar y hasta un orden sucesivo,
ligado al año litúrgico”.7

Los actores principales dentro de esta


catequesis son Dios, el niño y el adulto;
Sofía Cavalletti se pregunta ¿es
constitutiva de su personalidad o no, la
experiencia religiosa en el niño?, y dice que es el mismo niño el que debe dar la

5 idem

6 ibidem p. 23

7 idem

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respuesta. En la relación entre Dios y el niño
ella ve un gran misterio en el que muchas
veces se ha podido penetrar. Ella se basa en
una serie de documentos y ejemplos que van
revelando la existencia de una religiosidad
espontánea en el niño. Niños que sin ninguna
educación religiosa han demostrado llegar, a
través de deducciones lógicas, a la
existencia de Dios. La manifestación
constante de hechos y actitudes de los niños
que se repite en diversos países y de
semejante manera, la llevan a pensar que
existe una relación profunda entre Dios y el
niño.

Sofía Cavalletti menciona : Todo lo que hemos podido observar en estos años, ya sea
directamente o por medio de colaboradoras y exalumnos, nos hace pensar en el niño
como un ser metafísico que se mueve a su gusto en el mundo trascendente, y goza –
satisfecho y sereno- en el contacto con Dios.8

En su catequesis, el niño ha demostrado una atracción ante el hecho religioso; además


de demostrar una gran alegría y gozo; una alegría que los pone en paz, los hace serenos
y tranquilos. La experiencia religiosa parece involucrarlos en lo profundo.

Después de la catequesis, después de la oración, después de la Misa no hay nunca


reacciones desordenadas - carreras, gritos - que indicarían que los niños hicieron un
esfuerzo o que fueron reprimidos; al contrario, ellos prolongarían – satisfechos y
tranquilos – la experiencia, continuando su trabajo recogidos, hablando en voz baja o
cantando con alegría intensa y serena. 9

María Montessori también observó, en el


tiempo de su primer experimento en el
campo religioso en el año de 1915, la
respuesta llena de gozo y entusiasmo que los
niños manifestaron. Ella preparó, en una
escuela católica de Barcelona un ambiente
para que los alumnos pudieran experimentar
la religión con bancos bajos, pequeños
reclinatorios, pilas de agua bendita que los
niños pudieran alcanzar con facilidad,
cuadros colocados a la estatura de los niños,
estatuitas o grupos que representaban el

8 ibidem p.41

9 ibidem p. 39

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Nacimiento, la huída a Egipto, etc...
Los niños eran los encargados de
cuidar la pequeña Iglesia; encendiendo
las velas, poniendo flores junto al
altar, etc... Ella dijo que “La Iglesia
parecía casi el fin de la educación que
el Método se propone dar” y que las
actividades que los niños realizaban
eran “casi todas repeticiones de lo
que el niño había aprendido a hacer
dentro de las paredes de la clase.
Estas actividades, por lo tanto,
deben aparecer a esas tiernas
inteligencias como la meta del
esfuerzo pacientemente mantenido de donde brota para
ellos un sentido agradabilísimo de alegría y de dignidad nueva”. 10

...En cuanto estuvo dispuesta la capillita y fue abierta a la actividad de los


pequeñuelos, apareció de manera sorprendente un fruto del método del que casi no nos
habíamos dado cuenta. La iglesia, en efecto, es el fin de la mayor parte de la
educación que el método se propone dar. Algunos ejercicios que en otra parte no
tendrían objeto externo determinado, tienen allí su natural aplicación. El silencio, que
ha preparado al niño a recogerse en sí mismo, se convierte en el recogimiento interior
que se ha de tener en la casa de Dios, en el ambiente semiobscuro, al suave titilar de
la luz de las velas. Andar silenciosamente, evitando todo ruido; apartar sin estrépito
las silla, levantarse y sentarse con compostura; marchar por entre mesas y armarios
sin tropezar con los muebles; llevar
en las manos objetos frágiles, con
mucho cuidado para que no se
rompan, como, por ejemplo, floreros
llenos de agua, y ponerlos al pie del
altar; o velas encendidas sin que las
gotas de cera caigan sobre las manos
o en los vestidos, eran repeticiones y
a la vez aplicaciones de lo que el niño
había aprendido a hacer en las clases.
Así, pues, debía parecerles a sus
tiernas inteligencias que era aquello
el objeto del esfuerzo pacientemente
sostenido y experimentaban un
sentimiento gratísimo de alegría y de
nueva dignidad. Los niños hacían antes
esos ejercicios por un impulso interior, pero sin finalidad práctica; pero tuvieron luego

10 María , MONTESSORI., El método de la pedagogía científica., p.311

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como la revelación de una diferencia entre dos tiempos y dos lugares diversos, como
entre la siembra y la recolección. El diferenciar actos parecidos, pero de distinta
aplicación, constituye por sí mismo otra fuente de desarrollo intelectual.11

El adulto debe ser un “siervo inútil”,


como lo llama Sofía Cavalletti, en donde
tiene que estar al servicio de una
Palabra que no le pertenece y al
servicio de una potencialidad en el niño
que no es suya. Debe estar junto con el
niño a la escucha de un mensaje, que a
través de hechos y palabras, Dios
dirige a su pueblo. Mensaje, que
muchas veces es adquirido con mayor
fuerza y profundidad por el niño que
por el adulto.

Dentro del atrio; adulto y niño, son a


la vez “anunciadores y oidores” del
Evangelio. Es diferente la relación que tiene un niño con Dios que la del adulto. Para el
niño es una relación fácil y pacífica; es por esto que el adulto debe aprender de esta
relación, “la esencialidad, que es uno de los aspectos más característicos de la
personalidad del niño. Entre más pequeños son los niños, tanto más capaces son de
captar cosas grandes y esenciales”.12 Debe escuchar de una manera sencilla y humilde,
que es la manera en el que el niño la realiza.

El adulto debe estar en una búsqueda


constante de esta esencialidad, es por
eso que Sofía Cavalletti pide al adulto el
“estudio y la oración” para acercarse
cada vez más al núcleo vital de las cosas.

Es tarea del adulto iniciar al niño a


ciertas realidades; hay acontecimientos
en la base del cristianismo que le debe
dar a conocer, hay un patrimonio de
verdades y valores que el adulto debe
transmitir con toda su vida vivida, pero
también con la palabra.13

11 idem

12 Sofía, Cavalletti., El potencial religioso del niño., p. 43

13 ibidem., p. 46

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Sofía Cavalletti dentro de su catequesis pone al niño en contacto con las “fuentes” a
través de las cuales Dios se revela y comunica con el hombre de una manera viva: LA
BIBLIA Y LA LITURGIA.

Los temas tratados con los niños de


tres a seis años∗ son: Cristo Buen
Pastor, Cristo Buen Pastor y la
Eucaristía, Cristo Luz y el Bautismo,
Los eventos históricos de la Vida de
Jesucristo (Las profecías, El Nuevo
Testamento – La Encarnación - , La
geografía bíblica, La muerte y
resurrección, La liturgia de la Luz,
Pentecostés), la oración, la educación
al estupor∗∗ y el Reino de Dios.

Los temas que va presentando al


niño, los realiza a través del método
de los signos; ella dice que este es indispensable cuando se quiere hablar de la
realidad trascendente. Dice que el método debe de ir de acuerdo a la naturaleza del
contenido que se quiere transmitir; que además de ser un método necesario en la
iniciación al cristianismo, en donde Cristo es el “signo máximo del Padre”, también es
“un instrumento de formación a la mentalidad de fe, una manera para habituarse, a no
limitar nuestro campo cognoscitivo a la realidad tangible y visible, para aprender a
leer los signos no sólo en la Biblia y en la Liturgia, sino también en el mundo que nos
rodea”14 .

Para Sofía Cavalletti, el niño antes de los


seis años requiere de una catequesis
impregnada de amor y de protección que
no tenga ninguna referencia moral, para
que sea la base de la vida moral del niño
(después de los seis años); en donde el
niño podrá afrontar de manera positiva y
entender el mal como pérdida del amor
de Dios. “Si el niño llegó a ser consciente
de una cierta realidad, si de alguna
manera experimentó y gozó, y si se

∗ Aunque la experiencia expuesta en este informe académico fue realizada con alumnas de tercero de
primaria, se exponen estos temas ya que fueron algunos los que se utilizaron en la clase por coincidir
con los temas del programa de este grado.

∗∗ Se refiere a la capacidad que tiene el niño de asombrarse ante los misterios del Reino.

14 Sofía Cavalletti., El potencial religioso del niño., p. 21

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enamoró de ella, entonces ésta florecerá en la niñez (después de los seis años), y
teñirá las primeras inquietudes morales con su luz, que es la luz del amor”.15

Como punto final, cabe destacar, que Sofía Cavalletti llega a la conclusión de que esta
catequesis puede ser llamada antropológica, no porque esté basada en la experiencia
individual del niño, sino porque responde a las exigencias vitales del niño, es decir a
su estructura de fondo.16

FUENTE: INFORME ACADÉMICO DE MARGARITA DEL VALLE CANTÚ. FACULTAD


DE PEDAGOGÍA. UNIVERSIDAD PANAMERICANA. 2002

15 ibidem p. 149

16 cfr., ibidem p. 169

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b) LOS SIGNOS

El poder de los signos

La Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia nos permiten responder a este


llamado de comunión mediante la pedagogía de los signos. ¿Cuál es el significado
de los signos en este contexto?

El significado de los signos


El signo esta constituido por un elemento visible y tangible que indica y
contiene una realidad que va mas allá de nuestros sentidos Refiriéndose al signo
san Agustín dijo “Se ve una cosa, se comprende otra”. Dios habla al hombre a
través de la creación visible. “La luz y la noche, el viento y el fuego, el agua y la
tierra, el árbol y los frutos hablan de Dios, simbolizan a la vez su grandeza y su
proximidad” (Catecismo, 1147). Además la liturgia de la Iglesia presupone,
integra y santifica elementos de la creación y de la cultura humana

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confiriéndoles la dignidad de signos de la gracia, del
don de Dios que nos ha sido dado en Jesucristo.

El signo se refiere a una realidad diferente a lo que


percibimos por los sentidos; se refiere a realidad que
va más allá de lo que pueden percibir nuestros
sentidos externos. El signo no limita nuestra
percepción. Más bien, el signo siempre deja la puerta
abierta para una mayor profundización.

Si bien el signo es de carácter sensorial, el significado


no se queda encerrado en lo material. Esta
característica hace que el signo sea especialmente
compatible con la transmisión de la fe. El signo invita a los niños a recibir el
anuncio que encierra sin limitar ni agotar su significado.

Los signos como fuente de admiración


El signo, aunque pobre en sí mismo, nos ofrece una
fuente inagotable y un camino para adentramos en
la riqueza del misterio cristiano.

La persona que contempla un signo advierte que,


independientemente del nivel de comprensión
alcanzado, hay otro nivel y aún otro, dando se
cuenta de que nunca llega a alcanzar
completamente su significado. La persona que
contempla el signo mira la realidad con un sentido de asombro y admiración
permanente.

El asombro es una actitud esencial del espíritu humano y de nuestra vida


religiosa también. Es el fundamento de todo conocimiento. Bien constaron los
primeros filósofos que el asombro es el inicio de la sabiduría. El asombro nos
lleva a comprender que nunca podremos percibir en su totalidad la realidad que
estamos viviendo.

EL SIGNO
• contiene una realidad que va más allá de nuestros sentidos,

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• no limita nuestra percepción,

• “Se ve una cosa, se comprende otra”,

• tiene su raíz en lo visible y tangible,

• siempre deja la puerta abierta para una mayor


profundización,

• invita a los niños a recibir el anuncio que encierra sin


limitar ni agotar su contenido.

FUENTE: El Buen pastor y el Niño. Un camino de


gozo.

Selección: Capítulo 4: “Fuentes”.

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C) CULTIVANDO LA CAPACIDAD DE ASOMBRO

Los niños pequeños son ricos en el don del asombro.  Pero la capacidad de asombro
debe cultivarse para que subsista, crezca y florezca.

¿Qué podemos hacer para cultivar este don en los niños?  La capacidad de asombro
comienza con el simple hecho de ser conscientes, darnos cuenta, ponerle cuidadosa
atención a algo.

Los niños pequeños naturalmente se


quedan absortos en lo que capta su
interés.  Sofia Cavalletti, quien ha
trabajado con niños pequeños y sus
maestras por muchos años, ofrece
una guía invaluable para cultivar el
asombro en los niños pequeños:
“Sírvanle al niño buen alimento, y
no en demasía”.  En otras palabras,
pongan enfrente del niño pocas
cosas (solo algunas) que puedan
mantener su interés y satisfacer su
curiosidad.  La capacidad para poner atención se desarrolla a través de la actividad. 
Una actividad enfocada, requiere de movimiento controlado: por ejemplo hacer torres
con bloques de madera, ponerle agua a la planta de la ventana o lavarse las manos).

A medida que el cuerpo del niño se enfoca, el niño también adquiere enfoque a nivel
mental y espiritual.  Podemos motivar este tipo de actividad enfocada ofreciéndole al
niño juguetes simples (apropiados a la etapa de desarrollo en la que se encuentre) que
promuevan el movimiento de las manos.  Le motivamos al invitarlo a hacer tareas
simples de la vida diaria, demostrándole primero cómo hacerlas; así como al permitirle
pasar el mayor tiempo posible afuera, no solamente con juguetes comprados y
estructuras para juego tales como resbaladillas y columpios,  pero también con cosas
tan simples como piedras, tierra y agua.  Cuidar el jardín y a las mascotas son de las
actividades más satisfactorias y que fomentan la capacidad de asombro en los niños
pequeños, así como lo son las excursiones y caminatas en el campo para los niños
mayores.    Nuestro deseo de cultivar la capacidad de asombro en los niños puede

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ayudarnos a nosotros a des-acelerarnos y simplificar nuestras vidas.  Puede ayudarnos
a tomar más descansos en nuestro día lleno de ocupaciones para que podamos notar y
disfrutar cosas con los niños:  la araña tejiendo su red, la sensación de masa pegajosa
entre nuestros dedos, el olor del pan recién horneado o el sonido de los insectos en la
noche y los pájaros en la mañana.

Pero la capacidad de asombro es más profunda que la conciencia física o intelectual. 


La capacidad de asombro es una manera de ver con el corazón.  Los niños,
especialmente los más pequeños, necesitan escuchar la Buena Nueva de “quien ha
hecho todo esto para mi.”  Ellos necesitan escuchar los mejores “secretos” de Dios,
los que Jesús nos cuenta, acerca del reino de Dios dentro de nosotros y a nuestro
alrededor.  Algunos de los mejores “alimentos” para nutrir el don de asombro en los
niños pequeños se encuentra en las parábolas del reino que constan de  pocas palabras
y también en los evangelios.

Al comparar el reino con una pequeña


semilla de mostaza que crece para
convertirse en un árbol (Sn. Mateo
13:31-32 y en la levadura que hace que
el pan se esponje (Sn. Mateo 13:33),
Jesús nos ayuda a ser la maravillosa
fuerza de Dios.  Nos ayuda a empezar
a entender el reino como un misterio
de crecimiento y transformación, el
misterio de la vida misma.  Al
comparar el reino a un tesoro
escondido en un campo (Sn. Mateo
13:44) y a una perla preciosa de gran valía (Sn. Mateo 13:45), Jesús nos invita a
darnos cuenta de lo hermoso y preciado que es el reino, y como está dispuesto para
nuestro más profundo gozo.

El misterio del reino se comunica a través de realidades simples y concretas:  semillas


que crecen para convertirse en árboles, masa que se esponja, tesoros que se
encuentran.  Dios opera en maneras que podemos ver y tocar.  Y asi también es la
liturgia:  A través de los signos concretos de la luz, el pan, los gestos, los santos oleos
y el agua y el vino, somos invitados a experimentar la presencia de Dios y empezar a
entender sus más grandiosas realidades.  Los niños pequeños disfrutan estos signos y
tienen una gran capacidad de verlas con su corazón.  Solo tenemos que mostrarles los
signos e identificar simplemente lo que representan.  Cultivamos la capacidad de

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asombro en los niños (y en nosotros mismos) al
ayudarlos a poner atención, ofrecerles
oportunidades de enfocarse en alguna actividad,
y, sobre todo, ayudándoles a acercarse a Dios
en la palabra y en la liturgia.  El don de la
capacidad de asombro nos permite encontrar y
disfrutar a Dios cada día y en cualquier lugar.

Por Rebekah Rojcewicz, Traducido al español


por rmg 2006

https://es.scribd.com/document/270273677/
Cultivando-La-Capacidad-de-Asombro

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d) EL MÉTODO DE LA PARÁBOLA
Por Sofía Cavalletti

La Biblia ha vuelto a adquirir en tiempos recientes el lugar que le corresponde en la


catequesis.  Yo creo que ahora podemos decir que no hay catequesis que no sea, en
gran medida, bíblica.

Esto es ciertamente un elemento en extremo positivo, pero creemos sin embargo que
no se ha hecho todo lo que se podría en este campo.  En nuestra opinión, debe existir
una afinidad natural entre el contenido y el método, ya que la fuerza de éste último es
tal que puede distorsionar al primero, si no hay una correspondencia en naturalidad
entre ellos.

Creemos que la catequesis ha reencontrado su contenido bíblico pero no ha


reencontrado el método bíblico.  Un cierto tipo de mentalidad “formalista” o
“declaradora” muere dificilmente, pero fórmula y definición fallan al abordar el
Misterio, y el problema no se resolverá (y acerca de esto debemos ser muy
cautelosos) deshaciéndonos de las malas para poder encontrar algunas mejores, son la
fórmula y la definición en  si mismas que son un error.  Ellas son, de hecho, métodos
que tienden a encapsular o “definir” (como el mismo término lo indica) y por ello limitan
lo que es por su propia naturaleza ilimitado.

Si la catequesis ha de ser un apoyo que se ofrece para entrar en contacto con Dios,
asimismo debe darse cuenta de su inadecuación, debe renunciar a dar respuestas
prefabricadas que se le imponen al que las escucha, cerrando así la puerta a la
exploración posterior, y por ello al contacto vivo con la realidad trascendente.

El viejo catecismo, compuesto de definiciones, podría ser comparado con Procrustes,


el casero, que tenía muchos huéspedes diferentes, pero las camas eran todas iguales,
así que le cortó la cabeza a uno y los pies al otro.  En la Biblia, Dios se vuelve hacia su
criatura, el Buen Pastor llama a sus ovejas “por su nombre”.  El texto que mejor ilustra
el método bíblico son las parábolas.  Las parábolas son un género literario, y también
un método de enseñanza cuya característica más evidente es que propone puntos para
la meditación.  Generalmente, la parábola une dos niveles de realidad: un elemento
cotidiano que sorpresivamente se yuxtapone con el más alto nivel de la realidad: el
Reino de Dios es como la mujer que amasa el pan, un campesino que ara el campo, la
más pequeña de las semillas. Al oyente se le pone frente a este hecho que le hace ver
hacia una profundidad sin fronteras detrás de la realidad que él vive: perspectivas

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insospechadas se abren ante el que escucha, y el mundo que lo rodea se vuelve
gradualmente transparente, revelando horizontes cada vez más ricos y más amplios.

La parábola nos abre una puerta, pero el caminar por el sendero que parte desde ahí---
eso nos toca a nosotros.  La parábola, sin embargo, no nos abandona en el trayecto, ya
que propone dos elementos que nos guían constantemente.  Estos dos elementos son
como dos barandales sobre los cuales avanzan nuestra búsqueda y nuestra meditación,
evitando que nos perdamos o nos abandonemos a la arbitrariedad.  Más aún, en este
sendero cada persona lleva su propio paso, su propio ritmo, un grado de penetración
diferente.  Alguno hará una pausa por un rato, atraído por un punto en lo particular,
otro será llevado por otra cosa, uno ponderará un aspecto hoy y solamente el día de
mañana verá otros.

Por esta razón la parábola se adapta a la catequesis para niños y adultos por igual. 
Respeta la capacidad de cada persona y le da los medios a cada persona para tomar de
ella lo que más corresponde a sus propias necesidades.  (Cuantas veces los niños nos
han sorprendido con su increíble capacidad de percepción.)

Por esta razón la parábola no se explica.  El explicar una parábola es tratarla como una
definición, quitarle toda la fuerza que tiene, limitarla a la interpretación que nosotros
sugiramos.  Pero, como los antiguos rabinos decían, en el Monte Sinai la Palabra de
Dios resonaba en setenta lenguas, y nosotros queremos aislar una nota del concierto e
imponerla a todo, para que todos la reciban de la misma manera.  El explicar una
parábola es traicionar su naturaleza, faltarle al respeto a su riqueza infinita, la
explicación de la parábola es el alfiler que inmoviliza a la mariposa.

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Llama la atención lo que Jeremías con su
habitual agudeza y  preparación académica ha sido capaz de observar acerca de la
explicación de las parábolas del sembrador, el grano de trigo y el darnel, las cuales se
encuentran en el Evangelio  (Sn Mateo. 13, 18-23, 36-43).  Al estudiar su idioma ha
sido capaz de probar que no corresponde al idioma de Jesucristo sino al idioma de la
Iglesia primitiva.  Entonces Jesús no explicó las parábolas.
La catequista debe presentar la parábola e iniciar la meditación en torno a ella con la
comunidad, estando bien atenta a no imponer a los demás su forma de entender el
texto.  Entonces debe poner muchos “signos de interrogación” en su meditación y no
“altos completos.”  El propósito de la meditación comunal es la de plantear preguntas
en los presentes, formulándolas más para sí misma que hacia los que escuchan,
preguntas que a menudo quedan como tales y esperan una respuesta que vendrá, no
sabemos cuándo.  De esta manera, el texto se convierte en una fuente de búsqueda sin
fin y así, una maravilla que no termina, una fuente a la cual uno se acerca con
veneración, ya que nunca veremos el fondo.

Es un hecho digno de resaltar que Jesús multiplicó las parábolas en temas similares, el
Reino de Dios se relaciona con una semilla, la levadura, la perla de gran valía, el tesoro
escondido, el banquete, etc… Este hecho pone en evidencia la innegable naturaleza de
esa realidad que llamamos el Reino de Dios, y por lo tanto la imposibilidad de que un
texto pudiese agotar el contenido.  Solo cuando yuxtaponemos la parábola podremos
penetrar gradualmente en esa realidad, debemos contemplarla desde más ángulos para
tener éxito en acercarnos a ella.
Es urgente--- en nuestra opinión--- que las parábolas vuelvan a adquirir en la
catequesis el lugar que tenían en el predicar de Jesús, el no enseñó más que en

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parábolas (Sn. Mateo 13,34).  Es
urgente por la riqueza de su contenido,
Jesús nos ha revelado en parábolas el
misterio de su persona y el de su
relación con nosotros (el Buen Pastor y
la Vid verdadera) nos ha dado a conocer
la realidad de su Reino, ha revelado
secretos de algunas acciones de Dios,
las cuales norman nuestra conducta (los
cobradores, los talentos, el amigo
insistente, etc.).

Más aún, la catequesis podría volver a aprender, de las parábolas, lo que debiera ser el
método de transmisión del Misterio Cristiano.

Nos parece que existe, una afinidad en la naturaleza entre la parábola y el Misterio
Cristiano.  La parábola-  constituida como se ha dicho de la relación entre un elemento
cotidiano de la existencia con otro trascendental-  se nos presenta “encarnada” y por
lo tanto es un instrumento privilegiado en la transmisión del Misterio de la
Encarnación.

Sin embargo, la Biblia es Una, y no sólo está “encarnada” cuando la Encarnación llega a
su culmen: en Cristo, “hijo de un carpintero” e hijo del Dios vivo.  La Biblia en su
totalidad se nos presenta como una mezcla de lo divino con lo humano, por lo tanto la
alianza con Abraham, el sacrificio de Isaac, el Éxodo de Egipto son eventos humanos y
al mismo tiempo revelaciones de Dios y su eterna voluntad por el Bien.  Si esto es
cierto, entonces debemos extrapolar las consecuencias también en el plano de la
metodología y recordar entonces que toda la Biblia se resiste al método de fórmulas y
definiciones.

Nos enfrentamos a una trampa similar


a la de las fórmulas y definiciones
cuando nos permitimos extraer del
texto un versículo que pudiera ser
muy ilustrativo para nosotros, para
presentarlo a la audiencia en
sustitución del texto completo.  Nos
parece que este también es el caso
cuando el catequista se interpone

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entre la Palabra y el destinatario, en tal caso, el catequista no se pone en una posición
de quien presta un servicio a la Palabra y a quienes la escuchan, sino que de manera
avasalladora impone su experiencia, su encuentro con el texto a los demás.  Tal o cual
versículo, fuera de contexto, puede resultar muy preciado para mí, porque para mí tal
vez fueron la ocasión de un encuentro vivo con la Palabra de Dios y porque me hacen
evocar el texto completo.    Sin embargo el catequista, al proponer versículos aislados
a sus escuchas, se reserva el momento álgido del encuentro con la Palabra para sí
mismo, y le da a su audiencia el resultado de su elección.  No los pone en condición de
tener esa experiencia directa por sí mismos con la Palabra de Dios, y de elegir lo que
en particular corresponde a sus necesidades, y que puede ser diferente a lo que dejó
huella en el catequista.  Debemos darle a los escuchas los textos completos, de
manera que le sea posible establecer un diálogo con ellos, tener un encuentro vivo con
ellos.

La tarea del catequista es maravillosa, con la condición de que reconozca sus límites, y
sepa como detenerse en el umbral de ese “lugar” en el que el diálogo interior entre el
Creador y su criatura ha empezado.  San Agustín, quien fuera un gran maestro, dijo: 
“Yo no puedo enseñar” (“Ego numquam possum docere”).

Traducido del Italiano por Patricia Coulter

Fuente:  The Biblical Apostolate VII/4/77

Traducido del Inglés por rmg 2006

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E) OFRECER UN TESORO

Las siguientes indicaciones generales podrán ayudar para que esto ocurra:

-Relate el contenido de la parábola con sus propias palabras y luego ayude a los niños a
penetrar en su significado comprometiendo su capacidad natural de asombro.
-Ofrezca a los niños motivos de reflexión (formulando preguntas en vez de
afirmaciones) para provocar su respuesta personal a la parábola. Veremos, con
frecuencia, que la respuesta de los niños se expresa con una actitud de calma y
meditación que se percibe en sus expresiones faciales y corporales más que por medio
de sus palabras.
-Recuerde que estas reflexiones deben favorecer la meditación personal de los niños y
también la nuestra. Con la parábola del Buen Pastor, mencione por ejemplo: “¡Cuánto
cuida el Buen Pastor a sus ovejas!.. Él las conoce.. .las llama por su nombre... ¿Quiénes
serán estas ovejas?”.
-Comprenda que la respuesta personal y profunda necesita tiempo para salir a la luz.
Por lo tanto, no espere que los niños respondan de manera inmediata cuando
reflexionen con ellos de esta manera. El énfasis debe ponerse en ayudar a los niños a
comprender que hay una infinidad de cosas a descubrir en las parábolas y que
penetramos gradualmente en su inmenso significado sólo cuando las incorporamos a
nuestras vidas.

El espíritu al que nos referimos consiste en ofrecer a los niños las parábolas como lo
haríamos con un tesoro, de manera que se implante en ellos profundamente y que
puedan saciarse del mismo cuando lo necesiten, aunque nosotros no sabremos ni el
cómo ni el cuándo (Marcos 4:27).
La experiencia muestra que cuando la parábola es presentada de esta manera,
continúa actuando como la levadura en el espíritu del niño y lo invita a profundizar su
significado.

REGALOS PARA NOSOTROS

Es importante tener presente, cuando


hablamos de Dios a los niños, que el
mensaje que anunciamos sé dirige tanto a
los niños como a nosotros. El niño que
comienza a conocer y experimentar cosas
nuevas necesita escuchar la proclamación
de la Palabra de Dios; esto es igualmente
necesario para nosotros. Necesitamos
tener la posibilidad de profundizar cosas
que frecuentemente quedan en la
superficie de la vida, de manera que
nuestra experiencia de encuentro se

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mantenga vibrante y que el mensaje conserve en nosotros su cualidad vivificadora y activa.
(Hebreos 4:12)

Sin embargo, proclamar la Palabra de Dios no significa asumir el rol de un experto, sino

simplemente servir a Dios y a los niños de manera particular. Servir de esta manera no cambia
lo que debería ser nuestra postura habitual frente a la Palabra de Dios: una actitud de
apertura,
en un espíritu de gozo, asombro y gratitud por la presencia de un don que se nos revela tanto
más inmenso. Disponernos a escuchar la Palabra de Dios con los niños puede convertirse en una
experiencia muy valiosa para nosotros. Por lo general, los niños nos envuelven
fácilmente en su propia admiración maravillada, nos ayudan a revivir algunos
aspectos del mensaje cristiano y a mantener activas ciertas fuentes vitales en nuestro
interior. Gracias a los niños, la percepción de que la relación con Dios es de gozo — por encima
de todo — permanecerá especialmente viva en nosotros.
Escuchar la Sagrada Escritura con otros siempre es una experiencia enriquecedora. Esto
ocurre especialmente cuando la escuchamos junto a los niños ya que la Palabra de Dios resuena
de manera diferente en los niños y en los adultos. A través de los niños, llega a nosotros otro
eco de la Palabra de Dios. Esto ocurre siempre y cuando estemos dispuestos a escucharlos.

EL ADULTO

Necesita profundizar para que el mensaje esté en él vivo y activo, no debe asumir el
rol de un experto, mantener un espíritu de gozo, asombro y gratitud por la presencia
de un don que se nos revela tanto más inmenso, necesita la ayuda de los niños para
revivir el mensaje cristiano y mantener activas algunas fuentes vitales de su interior,

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debe saber que la palabra de Dios resuena diferente en niños y adultos, le llega otro
eco de la Palabra de Dios a través de los niños, debe dispuesto a escucharlos.

FUENTE: El Buen pastor. Un camino de gozo.


Selección: Capítulo 4: “Fuentes”.


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F) PRINCIPIOS MONTESSORI APLICADOS A LA
CATEQUESIS

1) el Ambiente
Al inicio de este siglo fueron determinantes las observaciones hechas por M.
Montessori(1870-1952) en un ambiente preparado por ella para proporcionar a los
niños independencia y autonomía. Fue en este ambiente preparado en donde ella logró
el descubrimiento del niño, en él se le revelaron las características particulares del
ser humano en vía de desarrollo, una mente absorbente capaz de absorber sin
esfuerzo, y unos periodos sensitivos o sensibilidades interiores especiales en las
diversas fases del desarrollo.

El 16 de enero de 1907 María Montessori abrió la primera Casa del Niño en la colonia
más pobre de Roma, San Lorenzo. Allí inició la experiencia de pedagogía científica, que
se extendió por todo el mundo y reveló y revela todavía hoy en día su genial
descubrimiento.

La experimentación y observación permitió descubrir la doctora Montessori


caracteres desconocidos del comportamiento del niño como: constancia en el trabajo,
obediencia, orden, progreso intelectual, silencio, concentración, absorción espontánea
de la cultura. El ambiente se transformó en un entorno de desarrollo científicamente
preparado.

El ambiente está constituido ante todo por las


personas y también por las cosas que las personas
predisponen y que son instrumentos indirectos de
educación.

Es una tarea del adulto preparar tales


instrumentos en correspondencia con la edad del
niño y por lo tanto con las exigencias que cambian
según la edad. El ambiente puede ayudar o por el
contrario impedir el desarrollo de la persona. Es
importante prepararlo de manera que corresponda
a las exigencias del niño y ayude a la realización de su personalidad.
“Las cosas que nosotros preparamos para el niño son la expresión del adulto, que sabe
observar al niño de manera que, podemos decir, que se construyó un ambiente apto
para el niño, sobre la guía de lo que él mismo indicó”.

El ambiente tiene pues una doble función:

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a) Educador y constructor, porque ayuda al desarrollo del ser humano, educándolo a
la conquista de la autonomía, estimulando la laboriosidad y el control de si.
b) Revelador de los intereses , y de las capacidades del niño:

Importancia del ambiente y su


función.

La palabra ambiente tiene un significado


muy vasto y por ella se puede entender:
todo lo que circunda a un organismo
viviente: la tierra, el universo. El
ambiente es esencial para que la vida
pueda nacer y desarrollarse.

Los organismos vivos, animales y


vegetales tienen necesidad de ambientes
biológicos especiales que nosotros
conocemos como mar, montaña, desierto,
etc.

Tales ambientes presentan diversos elementos cualitativos y cuantitativos, según las


exigencias de cada especie viviente. Un pez por ejemplo no puede vivir fuera del agua.

Los seres humanos tienen la capacidad de adaptarse a cualquier ambiente biológico,


pero necesitan también de otro género de ambiente donde se manifiesten las

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características culturales, sociales,
morales, que caracterizan nuestra vida
históricamente situada.

El primero en el tiempo y por


importancia es la familia; está después
la escuela y otras instituciones. El
ambiente para la vida religiosa es la
comunidad de los creyentes: la Iglesia.

Cada ambiente humano presenta


diferencias no sólo en base a
condiciones físicas climáticas, sino en
relación al fin que el hombre quiera
alcanzar y por lo tanto al trabajo que se desarrolla.

La pedagogía moderna subraya mucho la importancia del ambiente para la formación


del ser humano.

El ambiente en la educación de la fe: el Atrio

¿Porqué preparar un ambiente?

Toda vida tiene necesidad de un ambiente para ser vivida. La vida de fe encuentra una
ayuda en un ambiente intermedio entre el aula y la Iglesia. Un ambiente para
responder a las exigencias religiosas del niño; un lugar donde él pueda vivir la vida de
fe y conocer aquellas realidades que la alimentan.

La doctora Montessori preveía en la escuela un


lugar particularmente dedicado a la educación
religiosa del niño, que llamó atrio refiriéndose
al espacio que en las basílicas antiguas
preparaban física y espiritualmente a los fieles
para entrar en la Iglesia para participar en la
acción litúrgica.

En líneas generales, como todo ambiente


educativo, el atrio debe favorecer la autonomía,
el perfeccionamiento de los movimientos y el
control de si de los niños, respetando su
actividad que en muchas ocasiones será
expresión de una exigencia natural de su
desarrollo.

El atrio, sin embargo, presenta también

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características y metas particulares
que lo diferencian del aula. Deberá
tener una cierta solemnidad, si bien
diferente también a la de la Iglesia,
pues será un lugar donde el niño podrá
escuchar el anuncio de la fe, meditarlo
y vivirlo según su ritmo de niño
diferente del ritmo del adulto. A
diferencia de la Iglesia, el atrium no es
sólo un lugar donde se anuncia y se
celebra; el atrio es un lugar donde
además se trabaja, es un ambiente
especial en el cual el trabajo se
convertirá fácilmente en meditación y
oración.

Esto requiere de una decoración y una disposición de los muebles y de los objetos que
faciliten e inviten a este trabajo. El atrio será un poco lo que para los adultos es un
lugar de retiro espiritual, un lugar por tanto que a través de elementos externos,
ayude a la concentración y a la meditación; un adulto encontrará ayudas de este tipo
sobre todo en libros apropiados para ello, el niño las encontrará en un material
específico.

La decoración de este ambiente será de


dimensiones adaptadas a sus capacidades para
que puedan moverse libremente, sentarse,
levantarse, mover y usar con facilidad los
objetos según su uso y fin. Todo el ambiente
debe inducir al orden y a la organización del
trabajo que allí debe desempeñarse.

La disposición de los muebles y del material de


trabajo deben atraer la atención del niño y servir
d e gu í a par a los con t en i d os q u e ser án
presentados durante el año.

El atrio de los pequeños de 3 a 6 años tendrá en


el centro el material de la parábola del Buen
Pastor, acompañado por el texto evangélico.

La Palabra de Dios, presentada con una Biblia solemne, tendrá un lugar de honor en el
ambiente, si los niños saben leer será aconsejable tener pequeños libros que
contengan un episodio del Evangelio presentados en su texto original, pero escritos en
caracteres sencillos que sean fáciles de leer. Un cuidado especial será dado al rincón
de la oración, donde los mismos niños podrán colocar una imagen sagrada sobre la

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estantería o sobre una mesa con un
paño de color, según el tiempo litúrgico
que se vive en la Iglesia; estos objetos
deben de poder ser cambiados por los
mismos niños siguiendo la liturgia de la
Iglesia. Habrá flores que cuidar, velas
que encender y un pequeño reclinatorio
o al menos un simple cojín en el suelo, y
un pequeño tapete que permita a los
niños pararse a rezar aislándose del
grupo. Conviene poder atenuar la luz
hasta oscurecer el ambiente, por
ejemplo con cortinas, para llevar a cabo
algunas celebraciones, por ejemplo la
celebración pascual.

Habrá un área dedicada al Bautismo y


otra al altar para la Eucaristía con los
modelos de los objetos sagrados en
proporciones reducidas (no de
dimensiones proporcionadas a las de
los niños). Estas cosas deben
presentarse en orden y de manera que
sean atractivas para que inviten a los
niños a la actividad ayudando al orden
de su mente. El orden en todas las
cosas que se usan, una vez
establecido, debe ser respetado por
los adultos, mostrando a los niños la
colocación y uso correcto de las cosas.

En el atrio:

-Se proclamada la Palabra de Dios.


-Hay en el centro el material de la Misa.
-Hay todo aquello que el niño encuentra en la iglesia y se vive en la Liturgia:

1) Cambio del color según el tiempo litúrgico,


2) Oraciones según el tiempo litúrgico
3) Ritos litúrgicos celebrados con solemnidad, con una forma didáctica adaptada al
ritmo de aprendizaje del niño

“El niño que entra en su casa para trabajar (en nuestro caso en el atrio) debe por así
decirlo tener su foto exacta en la mente, sintiendo el placer de conocer cada objeto y
el lugar que ellos ocupan” dice la doctora Montessori. Al principio del año el material

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no estará todo expuesto en el atrio. El adulto establece la calidad y la cantidad de los
objetos que realmente se requieren para la actividad de los niños al inicio de los
encuentros.

Por ejemplo: la solemne vigilia pascual que se desarrolla en el atrio tiene los momentos
más importantes y las oraciones correspondientes, aisladas y revividas con un ritmo
más lento, como el de los niños.

Los niños viven en el atrio todas esas


experiencias que sirven como preparación
a la vida litúrgica que vivirán junto con los
adultos en la iglesia.

-Es un lugar donde el niño vive una


actividad libre, libre para escoger, cosa
que no podría hacer en la iglesia.

-Es un ambiente preparado para ayudar


a la vida religiosa del niño a través de un
material hecho de imágenes, y de cosas
que se prestan a la reflexión ayudando al
niño a concentrarse.

Para preparar un atrio funcional, no es necesario grandes gastos. Algunos ambientes


creados en Italia responden muy dignamente al significado del atrium aún habiendo
sido creados en ambientes del todo insólitos y con mobiliarios que les fueron donados.
Recuerdo a propósito de esto la parroquia de Santa Maria en Aquiro, donde el párroco,
Padre Temofonte, con sus propias manos, pulió y reordenó los recovecos detrás de la
Iglesia utilizando parte de objetos y muebles viejos en desuso; y Sor Verdiana, que
restauró sola el establo de un convento adaptándolo como atrium. Ambos ambientes
resultaron funcionales, de gran dignidad y aptos para el trabajo de los niños. Como
también el de Santa Lucía en México y muchos otros en parroquias muy pobres en
México.

El atrio reflejará las condiciones y las características del lugar, de las culturas, de las
capacidades económicas y sociales de quien lo organiza.

FUENTE:
- Algunos Principios Montessorianos Aplicados a la Catequesis de los Niños:
Selección: Capítulo 1, “El ambiente”

-M. Montessori Manuale di Pedagogía Scientífica ed. A. Morano 1935 pág. 31

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2) El Silencio

Un elemento esencial para enseñar a rezar a los niños es el silencio. No nos referimos
sólo al silencio entendido como ausencia de ruido en el momento de rezar, sino más
bien en una educación en el silencio por la cual se convierta en algo que el niño desee y
ame, en el que se encuentre completamente a gusto.

La Dra. Montessori da mucha importancia a la “lección del silencio”; y la considera un


elemento importantísimo de sus escuelas. Los niños han demostrado deleitarse en la
inmovilidad completa que dicha “lección” naturalmente comporta, en el recogerse en la
escucha de algo que no tiene sonido. La Dra. Montessori relata cómo muchas veces le
sucedió, que al empezar a escribir sobre la pizarra la palabra “silencio” veía a todo el
grupo dejar el trabajo e inmovilizarse, antes de terminar siquiera de escribir la
palabra completa. Este es un fenómeno muy frecuente en las escuelas Montessori.

“Todo me gusta en la catequesis —escribía Chiara—, pero


el silencio es la cosa que más me gusta”. No se trata de un
silencio vacío, del tipo que se puede obtener tal vez
alzando la voz, en cualquier escuela, sobre todo cuando los
niños están inquietos. Se trata de un silencio que surge
poco a poco a través del control hasta del más mínimo
movimiento, y que acaba por envolver al grupo de los niños.
No viene del exterior; es un silencio interior, que responde
a la inexpresada petición del niño de ser ayudado a estar
en el recogimiento. No se deberá por lo tanto pedir a los
niños, cuando se siente que no están dispuestos para ello;
no es una ayuda para la profesora para lograr el orden en la clase, es una ayuda al
espíritu contemplativo del niño.

El propósito del silencio debe ser dar a


los niños la oportunidad de gozar del
verdadero y propio silencio. Sin embargo,
alguna vez, cuando el silencio es completo,
se puede sugerir, en voz baja y solemne,
un versículo de un salmo. Si este es un
elemento esencial de la escuela
Montessori, lo es de manera particular de
cada centro de catequesis. No habrá
escucha —esa escucha cuya importancia hemos puesto en evidencia en otras ocasiones
— sin el hábito del silencio; no habrá tampoco verdadera oración.

FUENTE: El potencial religioso del niño de 3 a 6 años

Selección: página 131, “El silencio”


Página 32
3) El material

En el método Montessori hay un material


sensorial, compuesto por una serie de objetos
reagrupados según una determinada cualidad
física como: color, forma, dimensión,
sensación táctil, sonido, peso, temperatura,
etc. que interesan al niño y lo invitan a
ejercitarse libremente y tienen por objeto el
desarrollo y perfeccionamiento de los
sentidos.

Se trata de un material que no está hecho


para ayudar al profesorado sino al niño.

E l
material sensorial es como una guía que
ordena y clarifica las impresiones que el niño
absorbe y acumula a través de las cosas del
mismo ambiente, es como un alfabeto que le
permite leer las cosas. Creando claridad y
orden mental que se convierten en cauce de
trabajo espontáneo, llevan a la repetición del
ejercicio y a la concentración. En la escuela
primaria, se hace uso de un material que
tiende a la abstracción, que sirve de
instrumento para el progreso del niño en el
desarrollo de la personalidad y en la
adquisición de la cultura.

Página 33
Material de la Catequesis

El material usado en la catequesis


tiene como objeto el encuentro vital
con una Persona concreta no
pretende dar a conocer un concepto,
ni a considerar ideas, sino que
pretende llevar a la oración; es una
ayuda a la vida de fe.
En el campo de la catequesis el
material es una ayuda para la
meditación del niño. Está constituido
por objetos que “materializan”, hacen
perceptibles por los sentidos las
realidades anunciadas y ayudan a
asimilarlas.
La preparación del ambiente y por lo
tanto el uso de material son muy importantes para el niño, pero también para el adulto.
A través de él encontrará un medio para ayudar al niño manteniéndose en una posición
de discreción y respeto, que asegura la autonomía del niño y estimula su actividad
personal. El primer momento del anuncio es sin duda necesario, pero también es
necesario que en un determinado momento el adulto se haga a un lado, sosteniendo al
niño en forma indirecta y dejando que la Palabra de Dios haga su trabajo en el diálogo
personal.

Cuando el adulto ha presentado un


tema, muestra al niño el material
didáctico, le enseña cómo se usa y
después lo deja a su disposición en el
atrio, siempre en el mismísimo lugar,
para que el niño pueda usarlo cuando
quiera y todas las veces que quiera.
El niño trabajará con el material sin
la ayuda directa del adulto así que el
trabajo con el material se convierte
en un momento de diálogo interior
con el único y verdadero Maestro.
El niño en el ambiente preparado
manifiesta la capacidad de elegir el
material que corresponde a sus necesidades interiores según la fase del desarrollo por
la que atraviesa.

Este material permite al niño repetir el ejercicio el número de veces que le sea
necesario, demostrando con frecuencia una gran concentración en el trabajo y el logro
de una disciplina espontánea (auto disciplina) en una atmósfera de gran silencio. Es
Página 34
este el momento en el que el niño
interioriza lo que le ha sido
anunciado y lo hace suyo. Por
ejemplo para la parábola del buen
Pastor: la catequista relata el
contenido del texto, guía a los
niños a entender que el relato
esconde un significado que ha de
ser descubierto, lee con
solemnidad el texto, presenta el
material constituido por pequeñas
figuras de madera en dos
dimensiones de los protagonistas
del relato (Buen Pastor, ovejas,
redil); mueve las figuritas según la acción descrita por el texto y deja después el
material a disposición del niño. La tarea del adulto es poner al niño en contacto con el
material y dejarlo trabajar solo. Con mucha frecuencia los niños (aún los más
inquietos) durante el trabajo se aíslan del resto del mundo manifestando en la cara
una alegría y una seriedad insólitas, y esto por mucho tiempo sin interrupción. Otras
veces hacen comentarios aplicados a su vida ligando la protección afectuosa del Pastor
con la protección de una persona por ellos querida: la mamá, un hermanito o bien los
compañeros.

Las primeras actividades con el material, por


ejemplo: el pequeño altar, la mesa, los objetos para
la Misa, la presencia de Jesús en el sagrario, la
parábola del Buen Pastor y otros materiales o
trabajos iniciales, ayudan a consolidar y a
desarrollar la experiencia religiosa, a través del
movimiento y de la coordinación de los movimientos:
la experiencia religiosa de hecho corresponde a una
profunda exigencia de vida, que en el niño se realiza
con la participación de toda la persona global. Es
importante que el niño de tres a seis años acoja los
contenidos religiosos no sólo a través de la Palabra,
sino a través de las acciones, de los gestos, que él
mismo realiza.

Los materiales que se ponen en el atrium no están


repetidos, es decir hay uno para cada tema, aunque
los niños sean muchos. Para trabajar con orden,
desde un principio se establece la norma de que
hasta que un niño no haya terminado su meditación y devuelto el material a su lugar, no
se puede coger: es necesario esperar ya sea cerca observando, o realizando otro
trabajo.

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Es necesario cuidar que el número de materiales en el atrium junto con las actividades
de la vida práctica, collages, dibujos, etc., sean más o menos igual que el número de
niños. Hacer el material, entiendo por esto construirlo, es una experiencia formativa
para el profesorado. También para nosotros catequistas, hacer el material es una
ayuda a la meditación y a nuestra maduración como adultos

Las características del material de la catequesis

Todo lo que forma parte de un ambiente educativo -muebles y


objetos- influyen sobre la formación del niño en el plano físico,
psíquico, intelectual, y aun sobre el espiritual.

Los materiales ayudan al niño, directa o indirectamente, al control


de sí mismo, predisponiéndolo a la atención, al razonamiento y a la
reflexión.
Después del anuncio que nosotros hacemos para ayudar a la
meditación personal del niño, proponemos al niño un trabajo con el
material. Los materiales de cada tema de la catequesis tienen como
finalidad el conocimiento de un asunto que se convierte en
meditación y algunas veces en oración.

La actividad que el niño desarrolla con este material no es solo


sensorial e intelectual, si no que tiene la capacidad de ayudarle a
superar el objeto y de hacerle penetrar en el “signo”.
Podemos decir que en los “signos litúrgicos” se da la
“materialización” de una realidad trascendente: nuestra tarea como
adultos es la de ayudar a los niños a penetrar en el “signo”.

Otro principio Montessoriano es el de aislar las dificultades:

-En el material de catequesis se aplica aislando los puntos de


especial significado teológico del conjunto del anuncio. Por ejemplo,
en el Bautismo, la luz y la vestidura; en la Misa los gestos de la epíclesis, la ofrenda y
el signo de la paz, etc.
-Todo el material que se presenta para acompañar el anuncio cristiano, ya sea de la
Palabra o de la Liturgia, debe tener un carácter específico, estar estrechamente
ligado al contenido y limitado a este. La primera cualidad indispensable es el límite:
límite en los contenidos doctrinales que se enuncian, límite en los elementos formales
de éstos, expresados en el material. Me refiero por ejemplo a uno de los episodios de
la infancia y a su diorama.

Como el anuncio que se proclama hablando, el material debe evidenciar el contenido


religioso aislándolo de elementos nuestros con frecuencia superfluos o complejos para
el niño, haciendo visible tan solo ese contenido.

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El material debe ser objetivo, y hablar directamente al
niño por sí mismo. Podemos usar objetos y material que
nos ayuden, pero éstos no son para nosotros, como un
apoyo didáctico. Un material auténtico no es el producto
de una creación establecida por nosotros, que brota sólo
de nuestra creatividad, interés y apoyo a nosotros como
adultos. “Un verdadero material debe tener algo que
produzca en el niño un trabajo, una actividad que lo
envuelve profundamente, que lo lleva a una experiencia
personal, a un descubrimiento y conquista, a un paso adelante en su propia formación.”

Otras cualidades comunes a todo lo que en el ambiente educativo circunda al niño:


características de estética, como luminosidad del objeto, color, armonía de las
formas, para que los objetos y las cosas sean atractivas y llamen la atención del niño.
Hay después cualidades físicas, necesarias para el uso del niño: objetos manejables,
adaptados a las proporciones, fuerza, y sobre todo al tamaño de sus manos.

El ambiente y el material deben ofrecer una


posibilidad que lleve al niño “sobre el camino del
perfeccionamiento de su obrar”. Tales
posibilidades en jerga montessoriana se llama “el
control de error”. Esta es la segunda
característica importante. Dicha posibilidad se
encuentra por ejemplo en los objetos frágiles, en
el mobiliario claro que se mancha fácilmente y en
algunos materiales; es un elemento importante
que contribuye a evidenciar materialmente un
error, predispone a la atención y al razonamiento,
conduce a la independencia responsable, ayuda en
cierto sentido a una educación moral indirecta.

Cuando el objetivo directo de la presentación es


aislar el “signo” litúrgico como por ejemplo el
cáliz y la patena en el gesto de la epíclesis.

Lo importante es que a través del gesto el


niño capte esa realidad escondida de la
fuerza del Espíritu Santo que viene de lo
alto, mandada por el Padre a nosotros y que
transforma el pan y el vino en la presencia
de Jesús. En este momento pan y vino no
representan el centro de la presentación;
“aislar las dificultades” en este caso es
focalizar el gesto, porque es éste el
elemento que nos interesa. No es

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indispensable que el niño vea realmente el vino, nosotros lo decimos y el niño ve que el
sacerdote lo pone durante la Misa. En tantos años, los niños nunca nos han hecho la
observación de que falta el vino; somos nosotros los adultos los que pensamos que
falta el vino, y si lo pusiéramos le daríamos una importancia que en este momento no
sería adecuada porque aquí no es el vino lo más importante; debe ser el gesto lo que
llame toda la atención sobre su significado escondido y hacer ver, con los ojos de la
imaginación, lo que sucede sobre el altar: el descenso del Espíritu Santo.

En el material de catequesis la mayor


parte del control de error es la
correspondencia con el mensaje, y ésta
no es controlable. En otros casos está
limitado a pocos casos, como por ejemplo
con el mapa de la Tierra de Israel en
que se trata de situar y nombrar algunos
lugares. Es especialmente importante el
cuidado en la elección de este tipo de
objetos usados en presentaciones de
temas litúrgicos. Son los detalles los que
ayudan al niño a obtener un resultado y
lo animan a la repetición y a la
profundización: un recipiente
proporcionado a sus manos, no demasiado pesado,las jarritas con la boca apta para
verter lentamente el líquido, el vaso transparente, todo ayuda al niño. Para esta
presentación se usa un pequeño vaso en forma de cáliz, y un pequeño plato de vidrio,
con un modelo de hostia de papel. El modelo de hostia no distrae de la acción, mientras
que llenar el cáliz en este momento lo haría, porque se atraería todo el interés de los
niños sobre la acción de verter. Es necesario tener presente que los niños están
todavía en esa fase de gran interés por verter, y esto distraería la atención de aquello
que es el objetivo principal de ese encuentro: el significado del gesto, leer el signo.
Nosotros debemos ayudar a los niños a tomar consciencia de que los gestos de la Misa
nos hablan, nos dan un mensaje de Dios, poniéndonos en relación con El.

FUENTE: Algunos Principios Montessorianos Aplicados a la Catequesis de los Niños:


Selección: Capítulo 3, “El material”

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4) LOS PERÍODOS SENSITIVOS

Un concepto que en los últimos años ha tenido gran auge, principalmente en la


educación temprana es el de los “Períodos Sensitivos”.

En todos los seres vivos existen Períodos Sensitivos, no voluntarios, en los que el
organismo tiende intuitivamente a realizar una determinada acción. Se habla de
períodos porque corresponden a una determinada etapa y se llaman sensitivos porque
son independientes de la voluntad.17

Hugo de Vries, un científico Holandés, fue el


primero en descubrir que en los animales existen
estos períodos; en donde son más sensibles a
ciertos aspectos del ambiente que los rodea (por ej.
la luz), para adquirir ciertos aspectos para su
desarrollo o superviviencia y que más adelante se
hacen indiferentes a estos.

Pero fue María Montessori, en su escuela, la que


encontró estos períodos sensitivos en el
crecimiento infantil y los utilizó para la educación.18
Ella consideraba que el descubrimiento de los
periodos sensitivos fue una gran contribución al
desarrollo del niño, e insistía a los educadores que
estudiaran estos periodos sensitivos
detalladamente.

En los humanos el fenómeno de los períodos sensitivos no es igual al de los animales ya


que para estos son necesarios para el mantenimiento de la vida misma, mientras que
con los seres humanos trata con el desarrollo psicológico del ser.

Son sensibilidades especiales que se encuentran en el período infantil, en los cuales el


ser humano adquiere y desarrolla ciertas habilidades y características determinadas.
Estos periodos duran un determinado tiempo. Si la habilidad no se desarrollo o
adquirió en este tiempo, se puede adquirir más tarde pero va a ser con esfuerzo y
fatiga.

María Montessori escribió sobre los periodos sensitivos cuando ya había trabajado y
observado niños por un largo periodo de tiempo. Una de sus observaciones fue que

17 Fernando COROMINAS., Educar hoy., p. 37

18 María MONTESSORI., El niño, el secreto de la infancia., p. 76

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durante los periodos sensitivos, el niño
se olvida casi completamente del resto
del mundo. Es un periodo de gran
actividad intelectual, en el cual el niño
observa y descubre muchas cosas.

Los períodos sensitivos nos describen los


patrones que el niño sigue para conocer el
ambiente. No todos tienen la misma duración
de tiempo, sin embargo hay periodos en la
vida del niño en que uno es más fuerte y
permite que el niño este interesado en una
característica especial de su ambiente. Una
vez que el período sensitivo pasa, este
desaparece.

Si el periodo sensitivo se pierde, se puede remediar, sin embargo no se puede repetir


la facilidad del aprendizaje que es la consecuencia de los periodos sensitivos.

El periodo sensitivo permite al niño absorber de manera más natural los conocimientos
y habilidades. Cuando el interés es generado por el niño mismo, él aprende sin trabajo
y sin cansarse. Se puede decir que viene renovado por la actividad física y mental. Si
el trabajo del niño no es originado por él mismo, se cansará y será necesario cambiar
con frecuencia las actividades.

Cuando el adulto percibe el periodo sensitivo, tiene que darle al niño la actividad
específica necesaria, y hay que permitirle que trabaje libremente, sin interrumpir su
concentración arbitrariamente.

María Montessori observó que en el niño existían períodos sensitivos para la


adquisición del orden, del lenguaje, del refinamiento del movimiento y refinamiento de
los sentidos; entre otros.

Más adelante, en una escuela Montessori de Barcelona cuya finalidad era la enseñanza
de la religión católica, logró ver en los niños un período sensitivo para la religión. Vio
en ellos el gran interés que mostraban por todo lo simbólico; el altar, el misal, los
vasos sagrados, los ornamentos sacerdotales, los actos de culto, la señal de la cruz, las
genuflexiones, etc., estos verdaderamente atraían la atención del niño. Este manifestó
ir penetrando cada vez más profundamente en el significado místico que se encierra

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en cada uno de estos actos. María Montessori
expresó lo siguiente en sus primeros experiencias
con niños con relación a la religión:

De
esta manera, los niños, desde su más
tierna infancia, viven, por decir así, en
la Iglesia y adquieren insensiblemente
un conocimiento en materia de religión
verdaderamente extraordinario con relación a su edad.
Además, el hábito que han adquirido en la escuela de aplicación al trabajo, al silencio, a
la calma de un ambiente donde son continuas las relaciones sociales entre los niños,
que deben obrar escogiendo las propias acciones y amoldando sus propias necesidades
a las de sus compañeros, les predispone a otra adquisición moral de grandísima
importancia. Tienen una tendencia, evidentemente preparada por ese hábito, a
reconocer el bien y el mal y, de consiguiente, a examinar su conciencia para
purificarla.19

Así María Montessori en su libro el método de la


pedagogía científica, se atreve a hablar de un
período sensitivo religioso al ver que el niño era
capaz de distinguir con facilidad lo sobrenatural
de las cosas naturales, y ver la intuición que
tenían. Dice que la primera edad, refiriéndose a
niños de tres a seis años, parece estar ligada a
Dios como el desarrollo del cuerpo está ligado a
leyes naturales que lo van transformando.
Sofía Cavalletti, en su libro el potencial religioso
del niño, al ver que niños de diferentes clases
sociales y diferentes países mostraban las
mismas reacciones de atracción irresistible, de

19 María MONTESSORI; El método de la pedagogía científica., p.314

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alegría, de gozo hacia ciertos temas u objetos de la religión que se les iban
presentando, habló también de períodos sensibles.

Los temas a los que los niños entre los tres y los seis años respondieron siempre de la
misma manera son los siguientes:∗

−La parábola del Buen Pastor, captada por los


pequeños, sobre todo como expresión del amor
protector de Dios, aspecto que se integra con
otros conforme poco a poco se pasa de la
infancia (antes de los seis años) a la niñez (de
los siete a los doce años), a la adolescencia y a
la edad madura.
−El misterio pascual presentado como
tinieblas-luz, y por lo tanto el bautismo como
medio de transmisión a los hombres de la luz
de la resurrección, es decir, como
participación a la luz-vida de Cristo
resucitado;
−La Eucaristía, ligada a la parábola del Buen
Pastor y presentada como “sacramento del
don” de su presencia en nuestra vida;
− Las parábolas del Reino, que lo presentan como una misteriosa y
poderosa realidad, que se realiza pasando de lo pequeño a lo
grande. 20

En la edad de seis a doce años, Sofía


Cavalletti habla del interés que tiene
el niño sobre la moral y la apertura a la
socialización.

Fernando Corominas en su libro


“Educar Hoy” también habla de los
períodos sensitivos en los animales y
en las personas. La diferencia que
existe entre los dos es que a las
personas no las determina ya que
somos seres trascendentales y
poseemos voluntad.

∗ Se incluyen los temas que interesan de tres a seis años para una futura investigación ya que esta edad
es la base para el desarrollo de los niños de 7 a 12 años.

20 Sofía CAVALLETTI., El potencial religioso del niño., p. 170

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La persona puede llegar a dominar sus períodos sensitivos, no llevar a cabo la acción
que corresponde a cierto período sensitivo o realizar la acción pasado el tiempo del
período. Dice, que de poder se puede, pero una vez pasado el tiempo natural propicio
se necesitará una fuerza de voluntad mayor, nos costará mayor trabajo y será difícil
alcanzar la perfección que se hubiera alcanzado si se hubiera realizado en la etapa
correspondiente.

Cada una de las acciones que se


integran en la formación de una
persona tienen sus momentos
oportunos de desarrollo. Así, el
habla de períodos sensitivos
relacionados con adiestrar, instruir
o educar. ∗ ∗

EN EL ADIESTRAMIENTO: La forma de manejar su cuerpo.


EN LA INTELIGENCIA: La adquisición de nuevos
conocimientos.
EN LA VOLUNTAD: El comportamiento externo e
interno, el uso de su libertad y de
su responsabilidad.

Fernando Corominas describe el proceso de aprendizaje de las personas diciendo que


primero se percibe un modelo, después lo imita por su instinto-guía21 , y más adelante
repite las acciones, por la existencia de los períodos sensitivos.

Saber imitar es uno de los Instintos Guía que primero se manifiestan. Se desarrolla en
la primera infancia, al principio en forma mecánica hasta que se convierte en hábito.
Una vez que la voluntad empieza a despertar, la capacidad de IMITAR, se convierte
en uno de los primeros cauces de la libertad.

∗∗ VER ANEXO 2. Resúmen de los períodos sensitivos correspondientes a cada edad.

21 Son los conocimientos innatos transmitidos de padres a hijos a través de los genes. Son
conocimientos primarios que permiten el desarrollo de los conocimientos adquiridos, y ambos
constituyen la base del saber humano. Ordenan las acciones primarias de todos los seres vivos. En los
seres humanos esta infrormación, de carácter innato, interviene en el desarrollo de las personas en sus
tres facetas: Materia, Inteligencia y Voluntad. (Corominas, p.30)

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El niño imita según su propio antojo. Pero la capacidad de IMITAR no actúa sola en el
aprendizaje, sino que va acompañada de un Período Sensitivo expresado en las ganas
de repetir la acción que ha contemplado.
Es obvio que el proceso no se realiza sin tener un
modelo a imitar.
Durante los Períodos Sensitivos las células
cerebrales se acomodan a una determinada acción,
que dan por aprendida de una manera natural. Por
otra parte son capaces de repetir dicha acción de
forma también natural y sin esfuerzo, durante el
resto de su vida, siempre que funcione el
mecanismo de la memoria, que a su vez también
requerirá el entrenamiento y la preparación
correspondientes.
Cuando se aprende algo fuera del Período
Sensitivo, a base de voluntad y esfuerzo, las
células cerebrales se encuentran con una cierta
rigidez que le dificulta su adaptación. Como
consecuencia no pueden realizar la acción de
aprender con la misma perfección22 .

Los animales racionales viven los períodos sensitivos de una manera automática. Es el
ser humano el único, por su libertad, que puede anular la acción de los períodos
sensitivos. En los primeros años de vida la manifestación de los períodos sensitivos es
mas clara ya que la voluntad no se manifiesta o lo realiza de una manera débil.

El aprendizaje que se va
adquiriendo queda reflejado como
hábito, que más adelante, si tiende
al bien y la voluntad así lo desea se
convertirán en virtudes. Es por eso
importante orientar de manera
positiva, en los primeros años, la
adquisición de hábitos.23

Los periodos sensitivos propios para


desarrollar las virtudes en los niños
entre los 6-7 años a 11-12 años son
las siguientes: sinceridad (3 a 9
años), obediencia (4 a 10 años), generosidad, laboriosidad, responsabilidad,
reciedumbre, justicia, constancia, afán de superación, compañerismo y desarrollo
moral básico.

22 Fernando COROMINAS., Educar hoy., p. 43

23 Cfr., ibidem p. 74

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Fernando Corominas en el libro educar hoy distingue tres etapas de los periodos

sensitivos relacionados con la consolidación de las creencias de la religión católica:


De 2 a 6 años De 7 a 12 años De 14 a 18 años
-Es la edad apropiada para -Es la edad apropiada para -Es la edad en que se consolida
creer en la existencia de hacer suyas las creencias en la fe, pasando a ser la parte más
Dios y en todos los Dios. importante de su vida.
acontecimientos -Durante estos años, deben -Junto con las prácticas de
relacionados con su venida llegar a conocer la doctrina de piedad, frecuencia de
al mundo. la Iglesia en profundidad. Sacramentos y dirección
-El amor a Dios debe ser -Continuar las prácticas de espiritual, deben continuar con
una consecuencia del piedad por amor, sin rutina, y una formación doctrinal más
ejemplo de sus padres. acercarse con frecuencia a la profunda.
-Deben vivir las prácticas Confesión Sacramental y a la -El amor a Dios es el resultado
de piedad propias de la Sagrada Eucaristía. Es del ejercicio de su libertad.
edad, hasta que lleguen a conveniente que empiecen a -La carencia de problemas es la
constituir un hábito. tener un director espiritual consecuencia natural de haber
que los guíe. vivido bien las dos etapas
anteriores.

FUENTE: INFORME ACADÉMICO DE MARGARITA DEL VALLE CANTÚ.


UNIVERSIDAD PANAMERICANA. FACULTAD DE PEDAGOGÍA. 2002.


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PÁGINAS WEB

https://catequesisdelbuenpastormexico.org

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Sobre la autora de esta guía:

Margarita Ma. del Valle Cantú

Margarita del Valle Cantú es educadora Montessori


por la Asociación Montessori Internacional.
Licenciada en Pedagogía y especialista en
estrategias didácticas por la Universidad
Panamericana.

Ha trabajado con niños y jóvenes por más de 35


años; su interés por acercarlos a Dios la han llevado
a especializarse en la Pedagogía y Didáctica de la
Religión. Tiene estudios específicos en la
“Catequesis del Buen Pastor” basada en los
principios pedagógicos de María Montessori.

Es coautora y colaboradora de un proyecto para la


educación de la fe de niños de 3 a 6 años – Proyecto
Benjamín de editorial Casals- con mas de 150,000 ejemplares vendidos en América y
España.


Ha impartido cursos y conferencias en México y Latinoamérica a profesores de
religión y catequistas tratando de transmitir esta gran pasión que es la
Evangelización de los niños y jóvenes.

Es directora y co-fundadora de Grupo Educativo Kolibrán cuya misión es la de formar


padres, profesores y alumnos a través de diferentes proyectos educativos para
Instituciones Educativas; destacan entre ellos los de religión para las diferentes
edades y el Proyecto de lectura para niños y jóvenes.

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