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Historia 10
Historia 10
Índice
1Antecedentes
o 1.1El Gobierno del Frente Popular (febrero-julio de 1936)
o 1.2La violencia política
2El detonante: el golpe de Estado de julio de 1936
o 2.1La conspiración militar
o 2.2El golpe del 17 al 20 de julio
3Las operaciones militares
o 3.1Los dos ejércitos
o 3.2Julio-octubre de 1936: avance sobre Madrid y campaña de Guipúzcoa
o 3.3Noviembre de 1936-marzo de 1937: la batalla de Madrid y la toma de
Málaga
o 3.4Marzo-noviembre de 1937: la campaña del Norte y las batallas de Brunete y
Belchite
o 3.5Diciembre de 1937-noviembre de 1938: de la batalla de Teruel a la batalla
del Ebro
o 3.6Diciembre de 1938-febrero de 1939: ofensiva sobre Cataluña
o 3.7Febrero-marzo de 1939: la vuelta de Negrín y la resistencia de la zona
Centro-Sur
o 3.8Marzo de 1939: derrota de la República
4La guerra naval
5La guerra aérea y los bombardeos sobre poblaciones
6Evolución de la zona sublevada
o 6.1La Junta de Defensa Nacional
o 6.2El general Franco, «generalísimo» y «caudillo»
o 6.3El Decreto de Unificación de abril de 1937
o 6.4El nacimiento del «Nuevo Estado»
7Evolución de la zona republicana
o 7.1La reacción del gobierno a la sublevación militar
o 7.2La revolución social de 1936 y el gobierno de José Giral (julio-septiembre de
1936)
o 7.3El gobierno de Largo Caballero (septiembre de 1936-mayo de 1937)
o 7.4El gobierno de Juan Negrín (mayo de 1937-marzo de 1939)
8La dimensión internacional del conflicto y la intervención extranjera
o 8.1La política de «no intervención» de Gran Bretaña y Francia
o 8.2La intervención extranjera en favor de los sublevados
o 8.3La intervención extranjera en favor de la República
o 8.4La financiación de la guerra y «el oro de Moscú»
9La Iglesia y la guerra civil española
o 9.1La Iglesia católica en la zona sublevada
o 9.2La Iglesia católica en la zona republicana
10La represión en las retaguardias
o 10.1Investigación de los crímenes
11Consecuencias
o 11.1Consecuencias económicas
o 11.2Víctimas de la guerra civil
o 11.3La represión franquista de la posguerra y el exilio republicano
o 11.4Relaciones internacionales
o 11.5Las regiones devastadas
12Memoria histórica
13La guerra civil en el arte
o 13.1Cine
o 13.2Novela
o 13.3Cuento y relato
o 13.4Literatura infantil y juvenil
o 13.5Teatro
o 13.6Poesía
o 13.7Música
o 13.8Revistas satíricas
o 13.9Historieta
o 13.10Pintura y escultura
o 13.11Artes gráficas, cartelismo y revistas
o 13.12Fotografía
o 13.13Videojuegos
14Véase también
15Notas
16Referencias
17Bibliografía
18Enlaces externos
Antecedentes[editar]
El nuevo gobierno de Casares Quiroga continuó con la política reformista que ya había
iniciado el gobierno Azaña que consistía fundamentalmente en volver a poner en vigor los
decretos que habían sido derogados o modificados durante el bienio radical-cedista, a los
que se añadieron algunos otros.42
Uno de los problemas a los que tuvo que hacer frente el gobierno fue la oleada de huelgas
que se produjeron declaradas y sostenidas muchas veces por comités conjuntos de la
CNT y la UGT, en las que en muchas de ellas se hablaba de revolución,43 pero ni UGT ni
CNT preparaban ningún movimiento insurreccional después de los fracasos continuos de
1932, 1933 y 1934, y la única posibilidad de que se produjese alguno sería como
respuesta a un intento de golpe militar.44
Otro de los problemas del gobierno de Casares Quiroga fue la división interna del PSOE,
el partido más importante del Frente Popular,45 que enfrentaba a los sectores «prietista» y
«largocaballerista», ya que Francisco Largo Caballero, que dominaba UGT y el grupo
parlamentario del PSOE, continuó oponiéndose a la entrada en el gobierno de los
socialistas y defendiendo el entendimiento entre las «organizaciones obreras» para
esperar el momento en que el fracaso de los «burgueses republicanos» facilitara la
conquista del poder por la clase obrera.46 Otro problema fue que el sector de la CEDA
liderado por Gil Robles se decantaba por realizar un boicot a las instituciones republicanas
y por apoyar la posición defendida de la derecha monárquica del Bloque Nacional de José
Calvo Sotelo, que propugnaba abiertamente por la ruptura violenta del orden constitucional
mediante un golpe de Estado militar en cuya preparación ya estaban colaborando (por su
parte los monárquicos carlistas aceleraron la formación de sus milicias requetés con vistas
al alzamiento militar con cuyos dirigentes mantenían contactos).47
La violencia política[editar]
Los gobiernos del Frente Popular también tuvieron que hacer frente a un aumento de la
violencia política provocada por el partido fascista Falange Española, que a principios de
1936 era una fuerza política marginal, pero que tras el triunfo del Frente Popular recibió
una avalancha de afiliaciones de jóvenes de derechas dispuestos a la acción violenta, y
por la respuesta que le dieron las organizaciones de izquierda. 48 El primer atentado
importante que cometieron los falangistas fue el perpetrado el 12 de marzo de 1936 contra
el diputado socialista y «padre» de la Constitución de 1931 Luis Jiménez de Asúa, en el
que este resultó ileso, pero su escolta, el policía Jesús Gisbert, murió.49 La respuesta del
gobierno de Azaña fue prohibir el partido y detener el 14 de marzo a su máximo
dirigente José Antonio Primo de Rivera, pero el paso a la clandestinidad no impidió que
siguiera perpetrando atentados y participando en reyertas con jóvenes socialistas y
comunistas.4850 También continuó realizando una labor de violencia e intimidación contra
los elementos del orden institucional de la República. En la noche del 13 de abril, dos
pistoleros falangistas asesinaban en la calle a Manuel Pedregal, magistrado del Tribunal
Supremo, como represalia por haber actuado como ponente en el juicio por intento de
asesinato a Jiménez de Asúa. El juez ya había recibido amenazas de muerte con
anterioridad por este motivo. Varios de los implicados huyeron a Francia en avión pilotado
por el entonces colaborador de Falange, Juan Antonio Ansaldo.515253 De hecho, Falange
difundió listas negras de jueces con el propósito de intimidarlos, y su boletín
clandestino No Importa amenazó a magistrados como Ursicino Gómez Carbajo o Ramón
Enrique Cardónigo, que habían intervenido en causas con sentencia desfavorable a sus
intereses.54
Los incidentes de mayor trascendencia se produjeron los días 14 y 15 de abril. El día 14
tuvo lugar un desfile militar en el Paseo de la Castellana de Madrid en conmemoración del
Quinto Aniversario de la República. Junto a la tribuna principal estalló un artefacto y se
produjeron a continuación varios disparos que causaron la muerte a Anastasio de los
Reyes, alférez de la Guardia Civil que estaba allí de paisano, e hirieron a varios
espectadores. Derechistas e izquierdistas se acusaron mutuamente del atentado. Al día
siguiente se celebró el entierro del alférez que se convirtió en una manifestación
antirrepublicana a la que asistieron los diputados José María Gil Robles, líder de la CEDA,
y José Calvo Sotelo, líder de la derecha monárquica, además de oficiales del ejército y
falangistas armados. Desde diversos lugares se produjeron disparos contra la comitiva que
fueron respondidos, produciéndose un saldo de seis muertos y de tres heridos. Uno de los
muertos fue el estudiante Andrés Sáenz de Heredia, falangista y primo hermano de José
Antonio Primo de Rivera.50 También resultó herido un joven tradicionalista (carlista), José
Llaguno Acha, y una muchedumbre intentó linchar al teniente José del Castillo Sáenz de
Tejada al que se le acusó de dispararle.
Entre abril y julio los atentados y las reyertas protagonizadas por falangistas causaron más
de cincuenta víctimas entre las organizaciones de izquierda obrera, la mayoría de ellas en
Madrid. Unos cuarenta miembros de Falange murieron en esos actos o en atentados de
represalia de las organizaciones de izquierda.50 También fueron objeto de la violencia los
edificios religiosos (un centenar de iglesias y conventos fueron asaltados e incendiados)55
aunque entre las víctimas de la violencia política de febrero a julio no hubo ningún
miembro del clero.56
El aumento de la violencia política y el crecimiento de las organizaciones juveniles
paramilitares tanto entre la derecha (milicias falangistas, requetés carlistas) como entre la
izquierda (milicias de las juventudes socialistas, comunistas y anarquistas), y entre los
nacionalistas vascos y catalanes (milicias de Esquerra Republicana de Catalunya y del
PNV), aunque no estaban armadas y su actividad principal era desfilar, provocó la
percepción entre parte de la opinión pública, especialmente la conservadora, de que el
gobierno del Frente Popular presidido por Santiago Casares Quiroga no era capaz de
mantener el orden público, lo que servía de justificación para el «golpe de fuerza» militar
que se estaba preparando.57 A esta percepción también contribuyó la prensa católica y de
extrema derecha que incitaba a la rebelión frente al «desorden» que atribuía al «Gobierno
tiránico del Frente Popular», «enemigo de Dios y de la Iglesia», aprovechando que la
confrontación entre clericalismo y anticlericalismo volvió al primer plano tras las elecciones
de febrero con continuas disputas sobre asuntos simbólicos, como el tañido de campanas
o las manifestaciones del culto fuera de las iglesias, como procesiones o entierros
católicos. Así mismo, en el parlamento, los diputados de la derecha, singularmente Calvo
Sotelo y Gil Robles, acusaron al gobierno de haber perdido el control del orden público.56
José Calvo Sotelo hablando en un mitin en el frontón Urumea (San Sebastián), en 1935.
La conspiración militar[editar]
Artículo principal: Conspiración golpista de 1936
Ruta del Dragon Rapide, el avión que llevó a Francisco Franco a Tetúan donde tomó el mando de
las tropas sublevadas.62
Nada más conocerse la victoria del Frente Popular en las elecciones, se produjo un primer
intento de «golpe de fuerza» por parte de la derecha para intentar frenar la entrega del
poder a los vencedores. Fue el propio Gil Robles el primero que intentó sin éxito que el
presidente del gobierno en funciones Manuel Portela Valladares declarase el «estado de
guerra» y anulara los comicios. Le siguió el general Franco, aún jefe del Estado Mayor del
Ejército, que se adelantó a dar las órdenes pertinentes a los mandos militares para que
declarasen el estado de guerra (lo que según la ley de Orden Público de 1933 suponía que
el poder pasaba a las autoridades militares), pero fue desautorizado por el todavía jefe de
gobierno Portela Valladares y por el ministro de la guerra el general Nicolás Molero.63
El 8 de marzo de 1936 tuvo lugar en Madrid, en casa de un amigo de Gil Robles, una
reunión de varios generales (Emilio Mola, Luis Orgaz Yoldi, Villegas, Joaquín
Fanjul, Francisco Franco, Ángel Rodríguez del Barrio, Miguel García de la Herrán, Manuel
González Carrasco, Andrés Saliquet y Miguel Ponte, junto con el coronel José Enrique
Varela y el teniente coronel Valentín Galarza, como hombre de la UME), en la que
acordaron organizar un «alzamiento militar» que derribara al gobierno del Frente Popular
recién constituido y «restableciera el orden en el interior y el prestigio internacional de
España». También se acordó que el gobierno lo desempeñaría una Junta Militar presidida
por el general Sanjurjo, que en esos momentos se encontraba en el exilio en Portugal.64
Desde finales de abril, fue el general Mola quien tomó la dirección de la trama golpista
(desplazándose así el centro de la conspiración de Madrid a Pamplona), adoptando el
nombre clave de «el Director». Este continuó con el proyecto de constituir una Junta Militar
presidida por el general Sanjurjo, y comenzó a redactar y difundir una serie de circulares o
«Instrucciones reservadas» en las que fue perfilando la compleja trama que llevaría
adelante el golpe de Estado.65 La primera de las cinco instrucciones la dictó el 25 de mayo
y en ella ya apareció la idea de que el golpe tendría que ir acompañado de una violenta
represión.66
Mola consiguió comprometer en el golpe a numerosas guarniciones, gracias también a la
trama clandestina de la UME pero tenía dudas sobre el triunfo del golpe en el lugar
fundamental, Madrid, y también sobre Cataluña, Andalucía y Valencia.65 Así pues, el
problema de los militares implicados era que, a diferencia del golpe de Estado de 1923,
ahora no contaban con la totalidad del Ejército (ni de la Guardia Civil ni las otras fuerzas de
seguridad) para respaldarlo.67 Una segunda diferencia respecto de 1923 era que la actitud
de las organizaciones obreras y campesinas no sería de pasividad ante el golpe militar
sino que como habían anunciado desencadenarían una revolución. Por estas razones se
fue retrasando una y otra vez la fecha del golpe militar, y por eso, además, el general
Mola, «el Director», buscó el apoyo de las milicias de los partidos antirrepublicanos
(requetés y falangistas) y el respaldo financiero de los partidos de la derecha.68 Al gobierno
de Casares Quiroga le llegaron por diversas fuentes noticias de lo que se estaba tramando
pero no actuó con contundencia contra los conspiradores.69
Mapas que representan los planes esbozados por Mola para dar el golpe de Estado que derribase a
la Segunda República.
A principios de julio de 1936 la preparación del golpe militar estaba casi terminada, aunque
el general Mola reconocía que «el entusiasmo por la causa no ha llegado todavía al grado
de exaltación necesario» y acusaba a los carlistas de seguir poniendo dificultades al
continuar pidiendo «concesiones inadmisibles». El plan del general Emilio Mola era un
levantamiento coordinado de todas las guarniciones comprometidas, que implantarían el
estado de guerra en sus demarcaciones, comenzando por el Ejército de África, que entre
los días 5 y 12 de julio realizó unas maniobras en el Llano Amarillo donde se terminaron de
perfilar los detalles de la sublevación en el Protectorado de Marruecos. Como se preveía
que en Madrid era difícil que el golpe triunfase por sí solo (la sublevación en la capital
estaría al mando del general Fanjul), estaba previsto que desde el norte una columna
dirigida por el propio Mola se dirigiera hacia Madrid para apoyar el levantamiento de la
guarnición de la capital. Y por si todo eso fallaba también estaba planeado que el general
Franco, después de sublevar las islas Canarias, se dirigiría desde allí al Protectorado de
Marruecos a bordo del avión Dragon Rapide, fletado en Londres el 6 de julio por el
corresponsal del diario ABC Luis Bolín gracias al dinero aportado por el financiero Juan
March, para ponerse al frente de las tropas coloniales, cruzar el estrecho de Gibraltar y
avanzar sobre Madrid.7071 Una vez depuesto el gobierno de la República, se instauraría
una dictadura militar siguiendo el modelo de la Dictadura de Primo de Rivera, al frente de
la cual se situaría el exiliado general Sanjurjo.70 «Los sublevados llevaron a cabo su acción
pretendiendo que se alzaban contra una revolución absolutamente inexistente en la época
en que actúan, inventan documentos falsos que compuso Tomás Borrás y que hablaban
de un gobierno soviético que se preparaba, y de hecho lo que representaban era la
defensa de las posiciones de las viejas clases dominantes, la lucha contra las reformas
sociales, más o menos profundas, que el Frente Popular pone de nuevo en marcha».72
El asesinato de José Calvo Sotelo en la madrugada del 13 de julio aceleró el compromiso
con la sublevación de los carlistas y también de la CEDA y acabó de convencer a los
militares que tenían dudas, entre ellos, según Paul Preston, al general Francisco Franco.73
Además, el general Mola decidió aprovechar la conmoción que había causado en el país el
doble crimen, y el día 14 adelantó la fecha de la sublevación que quedó fijada para los días
18 y 19 de julio de 1936.74
Situación el 23 de julio de 1936 tras el fracaso parcial del golpe de Estado. En azul las zonas
controladas por los sublevados.76
Batallas terrestres
Batallas navales
Ciudades bombardeadas
Campos de concentración
Masacres
Campos de refugiados
Así pues, el bando sublevado no tuvo que construir su ejército sino que contó desde el
primer momento con las unidades militares (y las fuerzas de orden público) sublevadas
durante el golpe ya organizadas y dirigidas por sus mandos, entre las que destacaba el
ejército del Protectorado de Marruecos, el llamado Ejército de África, compuesto por
la Legión Extranjera y los Regulares (tropas indígenas moras mandadas por oficiales
españoles) que constituía la fuerza militar más experimentada de todo el ejército español.82
Por otro lado las milicias carlistas (requetés) y las milicias falangistas que apoyaron a los
sublevados fueron integradas en el ejército del que se consideraban aliadas y no enemigas
(al contrario de lo que sucedió en el bando republicano donde las milicias obreras,
especialmente las milicias confederales anarquistas, siempre desconfiaron de la institución
militar, con la excepción de las milicias comunistas).83
En el bando sublevado el ejército alcanzó rápidamente la unidad de mando y dominó
completamente la vida civil de la zona sublevada, que ellos llamaban zona nacional.82 La
muerte en un accidente de aviación en los primeros días del golpe del general Sanjurjo,
que era el militar elegido por sus compañeros para encabezar la sublevación, hizo que el
mando en la zona sublevada quedara entonces repartido entre los generales Emilio
Mola y Francisco Franco, pero solo dos meses después, el 1 de octubre, el general Franco
asumió el mando único militar y político (el general Mola murió en otro accidente de avión
al año siguiente, el 3 de junio de 1937).82
«El fenómeno de la centralización militar del esfuerzo de guerra en la zona sublevada hizo
que no se permitiese nada que se asemejase a la desunión política, al rencor entre grupos
políticos y a la falta de confianza en los mandos y jefes de la campaña, todo lo cual se
manifestó especialmente en la retaguardia republicana del norte, en Aragón y en Cataluña,
que es donde se perdió realmente la guerra. (...) A medida que la República iba perdiendo
la guerra, aumentaban el hambre y las privaciones en la retaguardia, creándose una
situación infernal, con refugiados, bombardeos, escasez y frío».84
En cuanto a la ayuda extranjera, el bando sublevado recibió armas de todo tipo y aviones
prácticamente desde el primer día por parte de la Alemania nazi y la Italia Fascista a la que
pronto se añadieron unidades militares completas (la Legión Cóndor alemana y
el CTV italiano) en un flujo continuo que nunca se detuvo a largo de la guerra.85
Cartel propagandístico del bando republicano. Muestra al generalísimo Franco, como la Muerte,
apoyado por un general de los potencias del Eje, un capitalista y un sacerdote.
Por su parte el bando republicano no pudo contar con prácticamente ninguna unidad
militar completa organizada y disciplinada con todos sus mandos y suboficiales y durante
los primeros meses la fuerza militar que se opuso al ejército sublevado, tras la decisión del
gobierno de José Giral de licenciar a las tropas para evitar que la sublevación se
extendiera, estuvo constituida por columnas improvisadas integradas por unidades sueltas
y por las milicias de las organizaciones obreras, que cuando estaban mandadas por
oficiales de carrera estos a menudo suscitaban sospechas de traición entre los
combatientes. Fue a partir de la formación del gobierno de Largo Caballero el 5 de
septiembre de 1936 cuando se inició el proceso de construcción de un verdadero ejército,
con la militarización de las milicias y su integración en las Brigadas Mixtas, primer paso
para la creación del Ejército Popular que solo se logró tras la superación de la crisis de los
«sucesos de mayo de 1937» y la formación a continuación del gobierno de Juan Negrín.
Pero el ejército republicano siempre tuvo un problema estructural de difícil solución: la falta
de mandos profesionales (según los cálculos de Michael Alpert, solo un 14 % de los
militares que figuraban en el Anuario Militar de 1936 servían todavía en 1938 en el ejército
de la República). Un problema que fue especialmente acuciante en el caso de la Armada.82
Algo que reconoció el general republicano Vicente Rojo, que escribió:83
Hemos creado un ejército con el nombre de tal, con toda la nomenclatura y sistema de mandos de
un ejército regular... pero sólo hemos subido los primeros peldaños para alcanzar la cumbre.
Además en el bando republicano la unidad de mando solo se logró (y nunca fue completa)
a mediados de 1937 cuando el Ejército Popular estuvo completamente estructurado y, por
otro lado, solo a partir de ese momento las necesidades militares se impusieron sobre las
de la vida civil (marcada por la Revolución Social de 1936). Y también, a diferencia del
bando sublevado, era el gobierno quien tomaba las decisiones pero siguiendo casi siempre
las recomendaciones del Jefe del Estado Mayor, el coronel y luego general Vicente Rojo, y
de otros militares leales.82
En cuanto a la ayuda extranjera la República, a causa de que Francia y Gran Bretaña no
acudieron en su ayuda y además impulsaron el pacto que dio nacimiento al Comité de No
Intervención (cuya prohibición de suministrar armas a alguno de los bandos contendientes
no fue cumplida ni por Alemania ni por Italia, a pesar de haber firmado el acuerdo) la
República tuvo que adquirir el material bélico donde pudo, a menudo recurriendo a los
traficantes de armas que en ocasiones les vendieron material anticuado o en muy mal
estado a precios astronómicos. Esto le hizo depender de los suministros que le
proporcionó la Unión Soviética, después de que Stalin superara sus dudas sobre la ayuda
a los republicanos españoles, cuyo material bélico (armas automáticas, tanques y aviones)
acompañado de instructores y consejeros militares soviéticos, junto con las Brigadas
Internacionales reclutadas por la Internacional Comunista o Komintern, no comenzó a
llegar hasta octubre de 1936 y luego las sucesivas entregas se interrumpieron en varias
ocasiones en función de la coyuntura internacional europea (que determinaron, por
ejemplo, que el gobierno francés abriera o cerrara la frontera) y del creciente bloqueo
impuesto por la Armada sublevada en los puertos republicanos.85
Monedas acuñadas por los bandos en conflicto.
El frente a los cuatro meses de la rebelión militar. Leyenda Zona controlada por los
sublevados República Española Principales centros de los sublevados
Principales centros de la República
Nada más conocerse el 17 de julio por la tarde que la sublevación militar había triunfado
en el Protectorado de Marruecos, el ministro de Marina José Giral (que dos días después
acabaría presidiendo el gobierno de la República tras la dimisión de Santiago Casares
Quiroga y del gobierno «relámpago» de Diego Martínez Barrio) ordenó que varios barcos
de guerra de la Marina se dirigieran al estrecho de Gibraltar para que bloquearan las
plazas de Ceuta, Larache y Melilla y evitar así el paso a la península de las tropas
coloniales. De la base de Cartagena salieron los destructores Almirante
Valdés, Lepanto y Sánchez Barcáiztegui, con orden de navegar a máxima potencia hasta
el estrecho.86 Gracias a que las dotaciones de esos barcos se rebelaron contra sus
oficiales, que estaban comprometidos en el golpe, los sublevados no pudieron disponer
inicialmente del Ejército de África, compuesto por la Legión Extranjera y
los regulares (tropas formadas por marroquíes mandados por oficiales españoles).82
El mismo día 19 de julio en que fue sofocada la rebelión en Madrid, salieron de la capital
hacia la sierra de Guadarrama varias columnas compuestas por milicianos y por tropas de
las unidades militares que habían sido disueltas por orden del gobierno para evitar que se
pudieran sumar a la sublevación. Allí consiguieron impedir que las columnas de los
sublevados enviadas por el general Mola desde Castilla y León y desde Navarra
consiguieran atravesar los puertos de montaña de la sierra madrileña y llegar a la capital.87
El frente norte de Madrid quedó así estabilizado hasta el final de la guerra.88 Esta primera
campaña de la Guerra Civil fue conocida con el nombre de batalla de Guadarrama.89
Desde Barcelona, también una vez sofocada la rebelión, salieron varias columnas
formadas rápidamente por las organizaciones obreras y los partidos de izquierda para
dirigirse a Aragón. Junto con las columnas del POUM y del PSUC (y una de Esquerra
Republicana de Catalunya que salió desde Tarragona), el contingente más importante lo
aportaron las milicias confederales de las organizaciones anarquistas
(CNT, FAI, Juventudes Libertarias). La primera y más numerosa fue la columna Durruti, así
llamada porque estaba encabezada por el líder de la FAI Buenaventura Durruti, que salió
de Barcelona el día 24 en dirección a Zaragoza. Las también anarquistas columna
Ascaso y columna Los Aguiluchos de la FAI salieron en dirección a Huesca. pero ninguna
de ellas consiguió alcanzar sus objetivos de liberar las tres capitales aragonesas (desde
Valencia había salido hacia Teruel la columna de Hierro), y el frente de Aragón quedó
estabilizado, aunque los anarquistas llevaron la revolución a la mitad oriental de Aragón
donde crearon el Consejo Regional de Defensa de Aragón.90
También desde la ciudad condal se organizó una expedición a las islas Baleares, de las
que solo Menorca continuaba republicana. La operación iniciada el 8 de agosto al mando
del capitán Bayo tuvo un éxito inicial al conseguir ocupar una franja de la costa de
Mallorca, pero el desembarco de Mallorca acabó en un completo fracaso.90 Otro fracaso
fue la ofensiva de Córdoba, «donde la situación estaba indecisa, lo que constituyó una de
las pocas iniciativas estratégicas republicanas». Fue organizada desde Albacete por
el general Miaja, cuyo jefe de Estado Mayor era el teniente coronel José Asensio Torrado,
pero el avance se detuvo pronto (el general Miaja situó su cuartel general en Montoro) y
los republicanos no pudieron reconquistar la Andalucía occidental, en manos de los
sublevados especialmente después de la llegada de los primeras unidades procedentes
del Protectorado de Marruecos.90
La situación de bloqueo en que se encontraba el Ejército de África (la principal fuerza de
combate con que contaban los sublevados para tomar Madrid, una vez detenidas las
columnas del general Mola en la sierra de Guadarrama) se pudo superar gracias a la
rápida ayuda que recibieron los sublevados de la Alemania nazi y de la Italia fascista. El 26
de julio llegaron a Marruecos los primeros veinte aviones de transporte alemanes Junker,
que se podían convertir fácilmente en bombarderos, acompañados por cazas, y, cuatro
días después, el 30 de julio, los primeros nueve cazabombarderos italianos. Con estos
medios aéreos el general Franco, jefe de las fuerzas sublevadas de Marruecos, pudo
organizar un puente aéreo con la península para transportar a los legionarios y a los
regulares, y además conseguir la superioridad aérea en el estrecho. Así pues, el 5 de
agosto pudo cruzarlo con una pequeña flota llamada por la propaganda de los sublevados
«Convoy de la Victoria».10 Sin embargo, el desbloqueo completo del paso del estrecho no
se produciría hasta más tarde, cuando el gobierno republicano decidió transferir la mayoría
de sus barcos de guerra al Cantábrico, lo que según el historiador Michael Alpert
constituyó «quizá el mayor error de la Guerra Civil». Esta decisión estuvo motivada, entre
otras razones, por la negativa de Gran Bretaña, que contaba con la flota naval de guerra
más importante del Mediterráneo, a que el gobierno republicano detuviera el tráfico neutral
dirigido al territorio enemigo, por lo que los buques de guerra republicanos no podrían
impedir que los barcos mercantes alemanes e italianos desembarcaran material de guerra
en los puertos de Ceuta, Melilla, Cádiz, Algeciras o Sevilla, controlados por los
sublevados.10
Milicianas republicanas haciendo un descanso en los combates en el verano de 1936
El 1 de agosto el general Franco da la orden de que las columnas de legionarios, moros
regulares y voluntarios avancen en dirección norte desde Sevilla para dirigirse a Madrid a
través de Extremadura, teniendo el flanco izquierdo protegido por la frontera de Portugal,
cuyo régimen salazarista apoyaba a los sublevados. Siguiendo esta ruta para llegar a la
capital se unirían las dos zonas controladas por los sublevados. Se inicia así la Campaña
de Extremadura.10 La llamada «columna de la muerte»91 a causa de la brutal represión
que aplicó en las localidades extremeñas que fue ocupando, y cuyo hecho más destacado
fue la matanza de Badajoz, avanzó rápidamente a un promedio de 24 kilómetros por día.
El 10 de agosto tomó Mérida y el 15 Badajoz, estableciendo a continuación contacto con
las fuerzas sublevadas del norte. El avance se volvió entonces en dirección noreste para
alcanzar el valle del Tajo y el 2 de septiembre caía Talavera de la Reina, ya en la provincia
de Toledo.92 El rápido avance de los sublevados hacia Madrid, unido a la noticia de la
inminente caída de Irún (con lo que el norte quedaría completamente aislado del resto de
la zona republicana), provocaron que el presidente José Giral, sintiéndose falto de apoyos
y de autoridad, presentara la dimisión al presidente de la República Manuel Azaña. El 5 de
septiembre se formaba un nuevo gobierno de «unidad antifascista» presidido por el
socialista Francisco Largo Caballero, que asumió personalmente la cartera de Guerra, con
el objetivo prioritario de organizar un ejército que pudiera detener el avance de los
sublevados y ganar la guerra.93
La rapidez con que cayeron una tras otra las poblaciones en el avance por Extremadura y
el Tajo se debió fundamentalmente a que el Ejército de África estaba integrado por las
tropas mejor entrenadas y curtidas en combate (legionarios y regulares), quizá las únicas
verdaderamente profesionales en los primeros caóticos meses de guerra.94 En cambio las
fuerzas republicanas estaban integradas en su mayoría por milicianos a los que les faltaba
adiestramiento militar. «Eran indisciplinadas y tendían a huir, presas del pánico,
abandonando las armas, las cuales constituían fusiles y piezas sueltas de artillería, dado
que el desbarajuste originado en la capital por la sublevación no permitía una adecuada
planificación militar. En julio y agosto se perdió mucho material militar. En contraste, los
sublevados se armaban cada vez más con material extranjero, aparte del que tomaban al
enemigo».92 Además los milicianos, cuya inmensa mayoría procedía de las organizaciones
obreras y los partidos de izquierda, desconfiaban de los militares profesionales que
pretendían mandarlos y por motivos ideológicos rechazaban la disciplina y la organización
militares, a excepción de los comunistas que propugnaban la completa militarización de las
milicias y la creación de un Ejército Popular siguiendo el modelo del Quinto
Regimiento organizado por ellos.95
Heinrich Himmler visitando el alcázar de Toledo junto a José Moscardó en octubre de 1940, un año
y medio después del fin de la guerra civil.
Puente de los Franceses, sobre el río Manzanares. Disputado puente durante la batalla de Madrid.
A primeros de noviembre los sublevados daban por hecho la toma de la capital del
país. Radio Lisboa llegó a anunciar de forma precipitada, a comienzos de ese mes, la
caída de la ciudad (narrando incluso la entrada triunfal de Franco a lomos de un caballo
blanco).100 Ya el 5 de noviembre la columna jurídica que iba a encargarse de la represión
de los republicanos (ocho consejos de guerra, dieciséis juzgados instructores y una
Auditoría del Ejército de Ocupación), comandada por el coronel Ángel Manzaneque y
Feltrer, se agrupó en Navalcarnero -a treinta kilómetros de Madrid- para aguardar la
inminente victoria de las tropas franquistas.101
El 6 de noviembre, cuando parecía que el ejército sublevado estaba a punto de entrar en
Madrid, el gobierno de Largo Caballero decidió trasladarse a Valencia, encomendando la
defensa de la ciudad al general Miaja que debería formar una Junta de Defensa de Madrid.
«Una salida precipitada, mantenida en sigilo, sobre la que no se dio explicación pública
alguna».102 «Quienes se quedaron en Madrid no pudieron interpretar estos hechos sino
como una vergonzosa huida... sobre todo porque los madrileños fueron capaces de
organizar su defensa».103 Dos días después comenzó la batalla de Madrid.
Dado que las fuerzas de los sublevados no eran superiores a las fuerzas republicanas que
defendían Madrid (unos 23 000 soldados), la penetración en la capital tendría que ser
rápida y en un frente muy estrecho. Una columna atravesaría el río Manzanares al norte
del puente de los Franceses y avanzaría por la Ciudad Universitaria de Madrid para luego
bajar por el paseo de la Castellana. Otra columna cruzaría el parque del Oeste para seguir
por los bulevares y llegar a la plaza de Colón. Y una tercera cruzaría el barrio de
Rosales para alcanzar la plaza de España y la calle Princesa. Para apoyar este avance se
consideraba fundamental tomar el cerro de Garabitas en la Casa de Campo donde se
podía situar la artillería y desde allí bombardear la ciudad. El éxito de la operación
dependía de que los republicanos creyeran que el ataque se produciría por el sur y
concentraran allí sus fuerzas, pero en la noche de 7 al 8 de noviembre, precisamente en el
momento que iba comenzar la batalla de Madrid, el teniente coronel Vicente Rojo, jefe del
Estado Mayor de la defensa de Madrid, conoció los planes de los atacantes gracias a los
papeles encontrados en el cadáver de un oficial italiano del ejército sublevado.104
Entre los días 8 y 11 de noviembre se produjeron violentos combates en la Casa de
Campo. El día 13 los sublevados ocupaban el cerro de Garabitas y dos días después
lograban cruzar el río Manzanares adentrándose en la Ciudad Universitaria. Pero de allí no
pudieron pasar gracias a la resistencia que presentaron las fuerzas republicanas,
reforzadas por la llegada de las primeras Brigadas Internacionales, de unidades de
tanques soviéticos T-26 (cuya primera intervención se había producido en la batalla de
Seseña) y de 132 aviones rusos «Moscas» y «Chatos» que disputaron la superioridad
aérea a los 117 aviones de la Legión Cóndor alemana. El 23 de noviembre el general
Franco desistió de continuar el infructuoso ataque frontal a la capital y el frente quedó ese
día estabilizado.105
El tercer y último intento de envolver Madrid fue una iniciativa del Corpo di Truppe
Volontarie (CTV) fascista italiano, a la que accedió el generalísimo Franco, y que dio lugar
a la batalla de Guadalajara. La idea italiana de la ofensiva era atacar Madrid desde el
noreste dirigiéndose a Guadalajara y una vez tomada esta ciudad cortar la carretera de
Valencia y entrar en la capital. Para esta operación, en la que se seguiría la táctica de lo
que los generales italianos llamaban «guerra relámpago» (las previsiones eran que en una
semana, entre el 8 y el 15 de marzo de 1937, Madrid sería conquistada), se desplegaron
buena parte de los de los 48 000 soldados con que contaba entonces el CTV (integrados
en cuatro divisiones con 4000 vehículos, 542 cañones y 248 aviones).112
Soldados italianos del Corpo Truppe Volontarie durante la batalla de Guadalajara
Mapa del entorno donde se desarrolló la batalla de Belchite con indicación de las situaciones inicial y
final.
Mapa de España en julio de 1938 después de la ofensiva de Aragón y cuando comenzó la batalla
del Ebro.
Leyenda Zona controlada por los sublevados República Española Principales centros nacionalistas
Principales centros republicanos
La batalla de Teruel mostró las debilidades del ejército republicano lo que indujo a Franco
a posponer definitivamente el ataque a Madrid para en su lugar lanzar la ofensiva de
Aragón contra Cataluña y Valencia. El ataque, que iba a extenderse por todo el frente de
Aragón, comenzó al sur del río Ebro el 9 de marzo donde el frente se derrumbó ante la
gran concentración de fuego artillero y de aviación. El día 14 el CTV tomaba Alcañiz y el
17 los «nacionales» tomaban Caspe, después de haber «reconquistado» Belchite. Lo
mismo sucedió al norte del Ebro donde tomaron Fraga el 27 de marzo y a principios de
abril llegaron a Lérida (donde la 101.ª Brigada Mixta mandada por el jefe miliciano Pedro
Mateo Merino impidió que cruzaran el río Segre por allí). Al norte de Lérida avanzaron
hasta el Noguera Pallaresa y establecieron cabezas de puente en Balaguer y Tremp. Una
vez alcanzadas esas posiciones Franco descartó dirigirse hacia Barcelona y optó por
avanzar hacia el Mediterráneo al sur de la desembocadura del Ebro, objetivo que
alcanzaron el 15 de abril al llegar a Vinaroz, con lo que la zona republicana quedó dividida
en dos.131
El fracaso de la batalla de Teruel y el derrumbe del frente de Aragón provocaron la crisis
de marzo de 1938 en el bando republicano cuando el presidente del gobierno Juan
Negrín intentó que Indalecio Prieto cambiara de ministerio y dejara el de Defensa ya que,
como el presidente de la República Manuel Azaña, Prieto consideraba que lo que había
sucedido mostraba que el ejército republicano nunca podría ganar la guerra y que había
que negociar una rendición con apoyo franco-británico. Pero al no conseguirlo Negrín le
pidió a Prieto que abandonara al gobierno,132 recomponiendo a continuación su gabinete el
6 de abril y asumiendo Negrín personalmente el Ministerio de Defensa,133 con el coronel
comunista Antonio Cordón como subsecretario de Guerra, que procedió a la
reorganización de las fuerzas republicanas agrupadas en dos grandes grupos de ejércitos,
en consonancia con la división de la zona republicana provocada por la llegada de los
«nacionales» al Mediterráneo: el GERC (Grupo de Ejércitos de la Región Centro-Sur) y
el GERO (Grupo de Ejércitos de la Región Oriental).134 Las posiciones del nuevo gobierno
de Negrín con vistas a unas posibles negociaciones de paz quedaron fijadas en su
«Declaración de los 13 puntos», hecha pública en la significativa fecha del 1º de mayo de
1938.135
Una vez alcanzado el Mediterráneo, Franco decidió dirigir sus tropas contra Valencia en
lugar de contra Barcelona, sede del gobierno republicano, no porque temiera, según el
historiador Michael Alpert, que «Cataluña fuera un bocado difícil» sino porque «la
presencia de fuerzas alemanas e italianas en España hacía que un posible acercamiento
de Franco a la frontera francesa pudiera suscitar tensiones internacionales».136 Se inicia
así la ofensiva del Levante cuyo plan consistía en converger sobre Sagunto (a unos 20
kilómetros al norte de Valencia) avanzado por la costa desde Vinaroz y por el interior
desde Teruel, para desde allí tomar Valencia. La resistencia republicana fue dura
especialmente cuando las fuerzas «nacionales» tras conquistar Castellón de la Plana el 13
de junio alcanzaron la línea de fortificaciones llamada línea XYZ que se extendía
desde Almenara, unos kilómetros al norte de Sagunto, en la costa hasta el río Turia en el
interior. Allí las tropas «nacionales» tuvieron que detener su avance.137
El 25 de julio de 1938 el republicano Ejército del Ebro, uno de los dos grandes cuerpos del
ejército de que se componía el recién creado GERO, cruza en barcazas por sorpresa el río
Ebro entre Mequinenza y Amposta con el objetivo de atacar desde el norte al ejército
«nacional» que se acercaba a Valencia. Fue el inicio de la batalla del Ebro que se
convirtió para ambos bandos en una dura lucha de desgaste.138 Aunque el paso del Ebro
por Amposta en la costa fue pronto liquidado por las fuerzas «nacionales» el grueso del
Ejército republicano llegó a las puertas de Gandesa en el interior pero no logró tomar esta
localidad debido a la fuerte resistencia que opusieron las unidades de regulares y
de legionarios que la defendían y sobre todo porque inexplicablemente la aviación
republicana no protegió el avance y la Legión Cóndor enviada rápidamente por el general
Franco dominó los aires y bombardeó y ametralló constantemente las posiciones
republicanas. Así que hacia el 2 o el 3 de agosto la maniobra republicana había fracasado
ya que no se iba a producir ninguna irrupción de unidades republicanas en el territorio
dominado por los sublevados.139 A partir de ese momento las operaciones se centraron en
la bolsa de territorio ganado por los republicanos al sur del Ebro, que estos defendieron a
toda costa mientras que los «nacionales» intentaban desalojarlos de allí (a pesar de que
algunos de los colaboradores del general Franco le aconsejaron que abandonara el frente
del Ebro una vez detenido el avance republicano y reemprendiera la campaña contra
Valencia, pero Franco pensó, sin embargo, «que con la ayuda constante que recibía desde
Alemania e Italia en aviación y artillería pesada, con su mayor flexibilidad logística (frente a
un enemigo que no podía llevar refuerzos a sus tropas por estar cerrada la frontera
francesa) y con el virtual bloqueo marítimo de las costas, podría destruir lentamente lo
mejor de las fuerzas de la República»).140 Después de tres meses de duros combates, que
causaron más de 60 000 bajas por cada bando, los republicanos tuvieron que retirarse y
volver a cruzar el Ebro en sentido contrario. El 16 de noviembre lo hacían las últimas
unidades poniendo fin así a la batalla del Ebro, la más larga de la guerra y que supuso una
nueva victoria para el bando sublevado.141
Mientras se desarrollaba la batalla del Ebro estalló la crisis de
los Sudetes de Checoslovaquia que podía conducir a la guerra en Europa. Negrín decidió
entonces retirar las Brigadas Internacionales para conseguir una actitud favorable hacia la
República de las potencias democráticas Francia y Gran Bretaña y lo mismo hizo el
general Franco al reducir la presencia de tropas italianas (aunque conservando lo que
realmente le interesaba de la ayuda fascista italiana: la artillería, la aviación y los carros de
combate) y garantizar a Gran Bretaña y Francia que se mantendría neutral si estallara la
guerra en Europa. Sin embargo el cierre de la crisis con los acuerdos de Múnich del 29 de
septiembre de 1938, según los cuales Checoslovaquia debería entregar los Sudetes a
Hitler, supuso una nueva derrota para la República en el plano internacional porque el
acuerdo significaba que las potencias democráticas, Francia y Gran Bretaña, continuaban
con su política de «apaciguamiento» respecto de la Alemania nazi, y si no intervenían para
defender a Checoslovaquia menos lo harían para ayudar a la República española.142143
El 5 de marzo, al día siguiente del inicio de la sublevación de Cartagena, comenzó el golpe
de Casado apoderándose sus partidarios de los puntos neurálgicos de Madrid y
anunciando a continuación la formación de un Consejo Nacional de Defensa presidido por
el general Miaja. El Consejo emitió un manifiesto por radio dirigido a la «España
antifascista» en el que se deponía al gobierno de Negrín, pero no hablaba para nada de
las negociaciones de paz. Las unidades militares controladas por los comunistas opusieron
resistencia en Madrid y sus alrededores pero fueron derrotados (hubo cerca de 2000
muertos) firmando finalmente un acuerdo de «paso de mando del Ejército republicano al
Ejército sublevado».157 Al día siguiente Negrín y su gobierno, junto con los principales
dirigentes comunistas, abandonaron España en avión para evitar ser apresados por los
«casadistas».158
Consumado el golpe de Casado, el general Franco se negó a aceptar un nuevo «abrazo
de Vergara», como Mola también lo había rechazado en el primer día del golpe de 1936, y
no concedió a Casado «ninguna de las garantías imploradas casi de rodillas por sus
emisarios [que solo se entrevistaron con miembros de baja graduación del Cuartel
General], y contestó a británicos y franceses, deseosos de actuar como intermediarios en
la rendición de la República para así contener la influencia alemana e italiana sobre el
nuevo régimen, que no los necesitaba y que el espíritu de generosidad de los vencedores
constituía la mejor garantía para los vencidos».159
Comunicado emitido por el Cuartel General del generalísimo anunciando el fin de la guerra
Franco únicamente aceptaba una «rendición sin condiciones» por lo que solo restaba
preparar la evacuación de Casado y el Consejo Nacional de Defensa. Estos embarcaron
con sus familias el 29 de marzo en el destructor británico que los trasladó a Marsella (el
socialista Julián Besteiro decidió quedarse). Un día antes las tropas «nacionales» hicieron
su entrada en Madrid y rápidamente los sublevados en su ofensiva final ocuparon
prácticamente sin lucha toda la zona centro-sur que había permanecido bajo la autoridad
de la República durante toda la guerra (el 29 de marzo Cuenca, Albacete, Ciudad Real,
Jaén, Almería y Murcia; el 30 de marzo Valencia y Alicante, y el 31 de marzo la ciudad
de Cartagena).160161 En Alicante desde el día 29 de marzo unas 15 000 personas, entre
jefes militares, políticos republicanos, combatientes y población civil que habían huido de
Madrid y de otros lugares se apiñaban en el puerto a la espera de embarcar en algún
barco británico o francés, pero la mayoría no lo lograron y fueron apresados por las tropas
italianas de la División Littorio, al mando del general Gastone Gambara. Muchos de los
capturados fueron ejecutados allí mismo.162
El 1 de abril de 1939 la radio del bando rebelde (Radio Nacional de España) difundía
el último parte de la guerra civil española, que decía lo siguiente:
En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus
últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, 1º de abril de 1939, año de la victoria. El
Generalísimo. Fdo. Francisco Franco Bahamonde.
La guerra naval[editar]
Artículo principal: Guerra Civil Española en el mar
En la guerra civil española predominaron las acciones terrestres sobre las marítimas, y las
marinas de ambos bandos evitaron las grandes acciones de guerra por motivos políticos y
estratégicos.163 Así, después de los combates por el control del estrecho de Gibraltar de
1936, las dos flotas no tuvieron «encuentros decisivos en el mar» y «sus estrategias se
movieron en contextos muy conservadores, tendentes sobre todo a la conservación de sus
efectivos».164 El historiador Michael Alpert, en su estudio titulado La guerra civil española
en el mar, afirma que las «dos marinas de guerra españolas tuvieron que rehacerse», pero
que la «gubernamental no consiguió estar a la altura del momento y, a pesar de contar con
la mayoría de las unidades de la flota, desempeñó un papel defensivo durante la mayor
parte de la contienda». En cambio «la Marina de los sublevados aprovechó al máximo sus
exiguos recursos y la ayuda que recibió del extranjero».165
Desde principios del SIGLO XX, la función primordial de la marina de guerra ya no era
destruir los barcos del enemigo, sino bloquear sus rutas marítimas y sus puertos e impedir
sus movimientos en la costa. Esto es lo que realizó cada vez con más éxito la marina
del bando sublevado, mientras que la marina que permaneció fiel al gobierno abandonó
ese objetivo después de las primeras semanas y adoptó una posición defensiva cuyo
objetivo era proteger las comunicaciones marítimas propias, mientras los «nacionales» se
esforzaban en interferirlas.166
Al principio de la Guerra Civil, la marina republicana era muy superior a la que quedó en
manos de los sublevados, pues estaba integrada por la práctica totalidad de la Armada
española de aquel entonces: el acorazado Jaime I (botado en 1914);
los cruceros ligeros Libertad (botado en 1925), Miguel de Cervantes (botado en 1928)
y Méndez Núñez (botado en 1923); dieciséis destructores en servicio o a punto de
entregar; siete torpederos; doce submarinos (del submarino Isaac Peral (C-1) al submarino
C-6 y del submarino B-1 al submarino B-6); un cañonero; cuatro guardacostas y la casi
totalidad de la Aeronáutica Naval.167168
A pesar de contar con una flota tan importante, el problema residió en que a lo largo de la
guerra no se consiguieron superar los efectos de la represión que tuvo lugar en el
momento del golpe de Estado de julio de 1936 cuando la marinería y los suboficiales se
rebelaron para impedir que los barcos se sumaran a la sublevación, ya que la inmensa
mayoría de la oficialidad era partidaria del golpe.163 En una fecha tan avanzada como mayo
de 1938, un informe presentado al presidente Juan Negrín sobre la situación de la flota
señalaba la ausencia de eficacia y de disciplina. «En general la moral ofensiva de los
mandos es pequeña y la moral de combate de las dotaciones es baja». Además, apuntaba
la presencia de la quinta columna franquista tanto en la Flota como en la base naval de
Cartagena («Moral derrotista. Mucho fascista con entera libertad de acción», se decía).
Informes posteriores indicaban que la situación no había mejorado.169
A diferencia de lo que ocurrió con el bando sublevado, que fue apoyado por las armadas
italiana y alemana, la República solo recibió de la URSS cuatro lanchas torpederas
de clase G-5, además de unos pocos mandos y especialistas en submarinos que, según
un informe «reservado y confidencial» presentado al presidente Negrín, eran
«considerados —dentro de la Flota— como huéspedes molestos a los que hay soportar
con amabilidad. Lo mismo ocurre en la base naval de Cartagena».169 Por su parte, Francia
y Gran Bretaña solo participaron en alguna ocasión puntual para evitar el apresamiento de
buques propios por la flota «nacional».
Así pues, por encima de alguna victoria ocasional, como el hundimiento del Baleares a
principios de marzo de 1938 en la batalla del cabo de Palos, «la realidad era que la marina
republicana se había centrado en el servicio de protección del tráfico mercante, en el
mantenimiento de un canal suministrador de pertrechos de guerra y de alimentos».170 Pero
ni siquiera esa función de escolta la desempeñó con pleno éxito, como se señalaba en un
informe del servicio secreto republicano (SIM) de enero de 1939 en el que después de
afirmar la «notoria inferioridad» de la marina de guerra republicana respecto de la Marina
de los «nacionales» se decía:169
Lo cierto es que la Marina de Guerra facciosa se ha incrementado sin hostilización por nuestra
parte... y que su Marina Mercante navega sin contratiempos por todos los mares, en tanto la
nuestra, perseguida y prácticamente indefensa, es presa fácil de los facciosos.
La muerte el 20 de julio del general Sanjurjo, exiliado en Estoril, a causa del accidente que
tuvo nada más despegar el avión en el que tenía que dirigirse
desde Lisboa hacia Pamplona para ponerse al frente de la sublevación, dejó a los
generales sublevados sin el jefe que iba a encabezar el levantamiento.184 Para suplir en
parte la carencia de un mando único los generales y jefes sublevados constituyeron
en Burgos el 24 de julio una Junta de Defensa Nacional presidida por el general de más
graduación y más antiguo, Miguel Cabanellas.185 Su Decreto número 1 establecía que
asumía «todos los poderes del Estado»185 y en sucesivos decretos extendió el estado de
guerra que los sublevados habían proclamado en cada sitio a toda España (lo que sirvió
de base para someter a consejos de guerra sumarísimos a todos los que se opusieran a la
rebelión militar),186 ilegalizó los partidos y sindicatos del Frente Popular y prohibió todas las
actuaciones políticas y sindicales obreras y patronales «mientras duren las actuales
circunstancias» (Decreto del 25 de septiembre).187
Pero lo más urgente era lograr la unidad de mando militar.186 Así el 21 de septiembre de
1936 tuvo lugar en una finca de los alrededores de Salamanca la primera reunión a la que
asistieron los generales de la Junta de Defensa Nacional, con el añadido de los
generales Orgaz, Gil Yuste y Kindelán. Allí los reunidos discutieron sobre la necesidad del
mando único de las fuerzas sublevadas y nombraron para el cargo al general Franco pues
era quien mandaba el ejército que estaba a punto de conseguir la entrada en Madrid
(el Ejército de África estaba cerca de Maqueda a solo 100 kilómetros de la capital) y el que
había obtenido la ayuda de la Alemania nazi y de la Italia fascista, y que venía tratando
con ellos. Pero una vez decidido el mando único en el terreno militar aún quedaba por
dilucidar el mando político.188
Entonces el general Franco realizó una «jugada maestra»: ordenar que las columnas que
avanzaban hacia Madrid se desviaran hacia Toledo para liberar el Alcázar y así levantar el
cerco de dos meses al que llevaban sometidos un millar de guardias civiles y falangistas
además de algunos cadetes de la Academia de Infantería al mando de su director, el
coronel Moscardó,187 y que tenían retenidos «como rehenes a mujeres y niños de
conocidos militantes de izquierda».189 «La toma del Alcázar agrandó la leyenda del general
Franco. La famosa frase de Moscardó sin novedad en el Alcázar, repetida ante Franco y
numerosos periodistas dos días después de su liberación, fue adecuadamente propagada.
Franco era el salvador de los héroes sitiados, el símbolo de un ejército dispuesto a ganar
la guerra a cualquier precio».190
El 28 de septiembre de 1936, el mismo día en que el Alcázar de Toledo fue liberado, se
celebró la segunda reunión de los generales en Salamanca para decidir quién ostentaría el
mando político. El elegido fue el general Franco al que sus compañeros de sublevación
nombraban no solo «Generalísimo de las fuerzas nacionales de tierra, mar y aire», sino
también «Jefe del Gobierno del Estado español, mientras dure la guerra».98 Pero cuando
fue publicado al día siguiente el decreto n.º 138 de la Junta de Defensa Nacional con su
nombramiento se había introducido un importante cambio en el texto: se había suprimido
la coletilla «mientras dure la guerra», y al nombramiento del general Franco como «Jefe
del Gobierno del Estado Español» se le añadía «quien asumirá todos los poderes del
nuevo Estado». Este decreto de 29 de septiembre de 1936 sería el fundamento de la
legitimidad del poder del «Generalísimo» durante los siguientes 39 años.187
La primera ley que promulgó el generalísimo Franco fue la que creaba la Junta Técnica del
Estado (en sustitución de la Junta de Defensa Nacional), presidida por el general
Dávila (que en el verano de 1937 sería sustituido por el general monárquico Francisco
Gómez-Jordana, mucho más eficiente que su antecesor)192 y que contaba con
una Secretaría General del Jefe del Estado, cargo que desempeñó Nicolás Franco, el
hermano mayor del generalísmo. Su ocupación fue «rectificar toda la legislación
republicana volviendo las cosas a su punto anterior».187
La sede de la Junta Técnica del Estado se estableció en Burgos aunque la capital política
de la España nacional era Salamanca donde residía el poder militar, pues allí se
encontraba el Cuartel General de Franco.187
El siguiente paso en el afianzamiento del poder del nuevo «caudillo» se produjo cuando
tras el fracaso de la toma de Madrid (entre noviembre de 1936 y marzo de 1937) se
planteó la necesidad de crear un «partido único», siguiendo el modelo de la Dictadura de
Primo de Rivera, a partir de la fusión de los carlistas y falangistas.193
Desde el Cuartel General del Generalísimo el nuevo asesor de Franco Ramón Serrano
Súñer (cuñado del «caudillo» y antiguo diputado de la CEDA que había llegado a
Salamanca evadido de la «zona roja») propició un acercamiento entre la Comunión
Tradicionalista y Falange Española y de las JONS con vistas a su fusión, pero las
diferencias ideológicas y políticas que les separaban eran casi insalvables (pues eran las
que separaban el tradicionalismo del fascismo), y además había otro obstáculo que era
innegociable: que al frente del «partido único» se situara el propio general Franco. Es
decir, que ambas partes tenían que aceptar que la nueva formación política quedaría
supeditada al poder personal del «Generalísmo», vértice del poder militar y político. Para
apoyar esta idea se difundió desde el Cuartel General de Salamanca el lema Una patria,
un Estado, un caudillo, copia del lema nazi Ein Volk, ein Reich, ein Führer ('un pueblo, un
Estado, un caudillo').194
Se produjeron contactos entre falangistas y carlistas pero no fructificaron y todo el proceso
no dejó de crear tensiones en el seno de ambos partidos que se tradujeron en el caso de
los falangistas en los «sucesos de Salamanca» de abril de 1937, durante los cuales varios
falangistas murieron en los enfrentamientos entre los partidarios de la fusión y de la
supeditación al poder militar (encabezados por Sancho Dávila y Agustín Aznar) y los
contrarios a ella (encabezados por Manuel Hedilla).195
Finalmente, el Cuartel General de Franco decidió actuar, y el mismo día en que los
falangistas contrarios a la fusión celebraron un Consejo Nacional en el que eligieron a
Manuel Hedilla como «jefe nacional», el domingo 18 de abril,196 el propio general Franco
anunció que se iba a promulgar al día siguiente un Decreto de Unificación de Falange y la
Comunión Tradicionalista, que pasaban a estar ahora bajo su jefatura directa como «jefe
nacional» del mismo.197
Franco una semana después mandó detener a Manuel Hedilla (junto con otros falangistas
disidentes) cuando se negó a integrarse en la Junta Política del nuevo partido como simple
vocal y además comunicó a sus jefes provinciales que obedecieran únicamente sus
propias órdenes.198 «Para que no quedara duda sobre la ubicación del poder en lo que ya
comenzaba a llamarse Nuevo Estado, Hedilla fue juzgado y condenado a muerte por
su manifiesta actuación de indisciplina y de subversión frente al Mando y el Poder únicos e
indiscutibles de la España nacional. A todos debía quedar claro que la unidad de mando
militar sería en el futuro unidad de mando político».199 Pero Franco siguió los consejos de
la hermana del «Ausente» Pilar Primo de Rivera (líder del sector «puro» de Falange), de
Serrano Suñer y del embajador alemán e indultó a Hedilla, aunque este pasó cuatro años
en la cárcel y cuando salió de ella quedó apartado de la vida política.200
En los estatutos del «partido único», publicados el 4 de agosto, se estableció que el
«caudillo» solo sería «responsable ante Dios y ante la Historia», y ante nadie más.201
Dos meses antes, el 3 de junio, en plena Campaña del Norte el general Mola, el «director»
de la conspiración militar que había dado el golpe de Estado de julio de 1936 con el que
comenzó la Guerra Civil, moría cuando el avión en el que viajaba se estrelló en una colina
del pueblo de Alcocero, cerca de Burgos.202 Mola solía emplear el avión con frecuencia en
sus desplazamientos y no existen pruebas de que hubiera sabotaje, aunque la muerte
favorecía claramente a Franco al eliminar al «director» como rival.202 El embajador alemán
escribió poco después: «Sin duda Franco se siente aliviado por la muerte del general
Mola».203
En octubre de 1937 fueron nombrados por el «Generalísmo» Franco los 50 miembros
del Consejo Nacional de FET y de las JONS, pero no pasó de ser un órgano meramente
consultivo.204 Lo mismo se podía decir de la FET y de las JONS, cuya única actividad
quedaba reducida en la práctica a efectuar propaganda.205 Sin embargo, los dirigentes de
Falange ocuparon muchos de los puestos más importantes en la administración del
«Nuevo Estado» y en el partido.203
En enero de 1938, mientras tenía lugar la batalla de Teruel, se da el primer paso para la
configuración definitiva del «Nuevo Estado» con la promulgación por el «Generalísmo» de
la Ley de la Administración Central del Estado por la que se creaba una estructura
administrativa que adoptaba la forma ministerial, y con el nombramiento el 30 de enero de
su primer gobierno en el que el propio Franco asume la Presidencia, mientras
que Francisco Gómez-Jordana (hasta entonces presidente de la Junta Técnica del Estado)
era el Vicepresidente y Ministro de Asuntos Exteriores. Sin embargo, el personaje más
destacado del gabinete era Ramón Serrano Súñer, ministro de Gobernación y
el cuñadísimo de Franco.206 En este gobierno se prefiguró ya la amalgama ideológica que
sería siempre en el futuro el franquismo: «su conservadurismo tradicional, y
su derechismo reaccionario».207
Será este gobierno el que inicie el proceso de institucionalización del «Nuevo Estado», con
la promulgación del «Fuero del Trabajo», basado en la Carta del lavoro del fascismo
italiano,208 y que constituyó la primera de las siete Leyes Fundamentales de la Dictadura
Franquista que funcionaron a modo de «constitución» del nuevo régimen;209210 la
derogación del Estatuto de Autonomía de Cataluña de 1932 y la promulgación de una serie
de órdenes y decretos que prohibían el uso del catalán en los documentos públicos y en la
conversación privada;210 la Ley de Prensa que sometía a los periódicos a la censura previa
y atribuía al gobierno el nombramiento de los directores de periódicos;210 la reintroducción
de la pena de muerte que había abolido la República;209 la aprobación de una Ley de
Enseñanza Media que garantizaba a la Iglesia católica una absoluta autonomía en la
educación secundaria.210
Según Julián Casanova el fascismo y el catolicismo fueron las dos ideologías sobre cuya
amalgama se construyó el «Nuevo Estado». El proceso de fascistización era evidente por
la exaltación del líder, el «Caudillo», como el Führer o el Duce; el saludo brazo en alto
establecido como «saludo nacional»; los uniformes y la simbología falangista; etc. Y al
mismo tiempo proliferaban los ritos y manifestaciones religiosas católicas como las
procesiones, las misas de campaña o las ceremonias político-religiosas que imitaban
supuestas formas medievales.208
El 19 de abril de 1939, diecinueve días después del «último parte» en el que Franco
declaraba «la guerra ha terminado», se celebró en Madrid el desfile de la Victoria presidido
por el «caudillo». Antes de empezar la parada militar el general Varela le impuso «en
nombre de la Patria» a Franco la Gran Cruz Laureada de San Fernando, «que tanto había
ambicionado desde sus campañas africanas y que tuvo que acabar autootorgándosela» en
un decreto firmado por él mismo y que fue leído por el general conde de Jordana al inicio
del acto. Al día siguiente el diario ABC de Madrid titulaba su crónica: «España, en el gran
desfile militar ante el Caudillo, muestra al mundo el poderío de las armas forjadoras del
nuevo Estado». Un mes después el general Franco ofrendaba su espada de caudillo
victorioso a Dios en una ceremonia celebrada el 20 de mayo en la iglesia madrileña de
Santa Bárbara y presidida por el cardenal primado de Toledo Isidro Gomá.211
Escudo del Consejo Regional de Defensa de Aragón, órgano creado durante la Revolución social
española de 1936.
La entrega de armas a los partidos y organizaciones obreras hizo que estas constituyeran
rápidamente «milicias armadas para hacer frente a la rebelión en el terreno militar y para
proceder a una profunda revolución social (desentendiéndose de las autoridades
republicanas, a las que no derribaron): incautaron y colectivizaron explotaciones agrarias y
empresas industriales y mercantiles para asegurar la continuidad de la producción y
distribución de bienes, y se hicieron cargo del mantenimiento de las principales funciones
competencia del Estado. La producción, el abastecimiento de la población, la vigilancia, la
represión, las comunicaciones y el transporte, la sanidad, quedaron en manos de comités
sindicales, que en no pocas localidades suprimieron la moneda para sustituirla por vales.
Ante el hundimiento de los mecanismos del poder público [«un gobierno que reparte armas
es un gobierno que se ha quedado sin instrumentos para garantizar el orden público e
imponer su autoridad»], surgió en el verano de 1936 un nuevo poder obrero, que era a la
vez militar, político, social, económico».216 «En el País Vasco, sin embargo, donde
el PNV había rechazado la coalición con la CEDA en las elecciones de febrero de 1936 y
apoyado a la izquierda en la tramitación del Estatuto de Autonomía, finalmente aprobado el
1 de octubre de 1936, no hubo revolución social y un partido católico y nacionalista se
mantuvo hasta junio de 1937 al frente de un gobierno autónomo con poder sobre poco
más que el territorio de Vizcaya».217
Los comités que surgieron por todas partes eran autónomos y no reconocían límites a sus
actuaciones,218 pero la paradoja fue que al mismo tiempo la revolución no acabó con el
Estado republicano, sino que simplemente lo ignoró y lo redujo a la inoperancia. En
Cataluña se constituyó el Comité Central de Milicias Antifascistas, pero el gobierno de la
Generalidad no fue destituido y continuó en su puesto. En Valencia apareció el Comité
Ejecutivo Popular. En Málaga y Lérida surgieron sendos Comités de Salud Pública.
En Cantabria, Gijón y Jaén, comités provinciales del Frente Popular (Comité de Guerra de
Gijón, Comité Popular de Sama de Langreo, etc). En Vizcaya, una Junta de Defensa. En
Madrid se constituyó un Comité Nacional del Frente Popular, que organizaba milicias y la
vida de la ciudad, pero junto a él seguía existiendo el gobierno de José Giral formado solo
por republicanos de izquierda.219
Pero el gobierno Giral, a pesar de que el poder real no estaba en sus manos, no dejó de
actuar, especialmente en el plano internacional. Fue este gobierno el que pidió la venta de
armas al gobierno del Frente Popular de Francia, y al no conseguirla, luego a la Unión
Soviética, para lo cual dispuso de las reservas del oro del Banco de España. En el plano
interior destituyó a los funcionarios sospechosos de apoyar la sublevación y dictó las
primeras medidas para intentar controlar las «ejecuciones» indiscriminadas, arbitrarias y
extrajudiciales de «fascistas» que llevaban a cabo decenas de «tribunales
revolucionarios», también conocidos como «checas», montadas por las organizaciones y
partidos obreros que habían impuesto el «terror rojo» en Madrid y en otros lugares. Así el
gobierno Giral creó los tribunales especiales «para juzgar los delitos de rebelión y sedición
y los cometidos contra la seguridad del Estado». Sin embargo estos «tribunales
populares» no acabaron con las actividades de las «checas» que siguieron asesinando
«fascistas» mediante los «paseos» (detenciones ilegales que acababan con el asesinato
del detenido y cuyo cadáver eran arrojado en una cuneta o junto a la tapia de un
cementerio) o las «sacas» (excarcelaciones de presos que supuestamente iban a ser
puestos en libertad pero que en realidad eran llevados al paredón).220
Cuando el 3 de septiembre de 1936 el Ejército de África sublevado tomó Talavera de la
Reina (ya en la provincia de Toledo, después de haber ocupado Extremadura), y además
también caía Irún en manos de los sublevados (con lo que el norte quedaba aislado del
resto de la zona republicana), José Giral presentó la dimisión al presidente de la
República Manuel Azaña.93