Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Historia 9
Historia 9
Índice
1Antecedentes
o 1.1Consecuencias económicas de la Primera Guerra Mundial
o 1.2Crecimiento de Estados Unidos
2Causas
o 2.1Plan Dawes y Plan Young
3Desarrollo de la crisis
o 3.1El crac bursátil
o 3.2La quiebra del sistema bancario
4Efectos de la crisis
5La difusión de la crisis
o 5.1El hundimiento del comercio internacional
6El proteccionismo y la Gran Depresión
7La recuperación en los Estados Unidos
o 7.1El primer New Deal
o 7.2El segundo New Deal
o 7.3La Segunda Guerra Mundial
8La recuperación europea
o 8.1La recuperación en el Reino Unido
o 8.2La recuperación en Francia
o 8.3La recuperación en Alemania y el nacimiento del Nazismo
9Véase también
10Referencias
11Bibliografía recomendada
12Enlaces externos
Antecedentes[editar]
Consecuencias económicas de la Primera Guerra
Mundial[editar]
Artículo principal: Consecuencias económicas de la Primera Guerra Mundial
La crisis se originó en los Estados Unidos, a partir de la caída de la bolsa de Wall Street de
1929 (conocido como Martes Negro, aunque cinco días antes, el 24 de octubre, ya se
había producido el Jueves Negro), y rápidamente se extendió a casi todos los países del
mundo.
La coyuntura del alza, denominada allí Big Bull Market, descansaba así sobre una base
sumamente frágil. Todo el sistema se derrumbó en octubre de 1929, y en pocos días —en
cuestión de horas, incluso— las cotizaciones perdieron todo cuanto habían ganado
durante meses o, mejor dicho, durante años. Los pequeños especuladores quedaron
arruinados y tuvieron que vender con enormes pérdidas, y al cundir el pánico los
grandes capitalistas se encontraron también con dificultades.
El 23 de octubre de 1929 las cotizaciones registraron una pérdida media de 18 a 20
puntos, y pasaron de mano en mano unos seis millones de títulos; al día siguiente, nueva
caída de las cotizaciones, entre 20 y 30 puntos, e incluso de 30 a 40 para las grandes
empresas.
En tan crítico momento, los primeros bancos del país y los corredores de bolsa más
destacados intentaron salvar los negocios y reunieron 240 millones de dólares para
sostener las cotizaciones mediante compras masivas, y en aquella sola jornada cambiaron
de mano trece millones de acciones.
Tan desesperada tentativa produjo solo resultados de carácter momentáneo; el lunes 28
de octubre, se produjo un nuevo descenso de 30 a 50 puntos, y al día siguiente -que pasó
a la historia con el nombre de "Martes Negro"- fue la jornada más sombría de Wall Street.
El pánico fue absoluto: en pocas horas, dieciséis millones y medio de acciones se
vendieron con pérdidas a un promedio del 40 %.
Más tarde, en noviembre, cuando se habían calmado un poco los ánimos, las cotizaciones
habían descendido a la mitad desde el comienzo de la crisis de la bolsa, y no menos de
50 000 millones de dólares se habían desvanecido, con lo que quedaron en evidencia la
inseguridad y fragilidad de los sistemas financieros.
La quiebra de la Bolsa de Nueva York fue el momento más dramático de una crisis sin
precedentes; de todos modos, el derrumbamiento de Wall Street no fue el prólogo ni la
causa de la crisis económica mundial: fue solo su más espectacular síntoma.
Los primeros indicios de recesión se dejaban sentir ya en los países productores
de materias primas, mientras Wall Street vivía aún en plena euforia, primer síntoma de la
falta de vigilancia y prevención de las situaciones cambiantes, por exceso de confianza. La
depresión tenía causas múltiples: tras un periodo de fuerte expansión, sobrevino una crisis
de coyuntura y adaptación, que podría decirse "normal", pero que estalló con violencia
inaudita. De todas formas aquella crisis "normal" hasta cierto punto, era asimismo
estructural, resultado de la guerra y sus funestas consecuencias, tales como la presión
fiscal, las deudas de guerra y las reparaciones alemanas.[cita requerida]
La racionalización y las nuevas técnicas industriales y agrícolas contribuían igualmente a
la crisis. El aumento de producción por hora trabajada, sin aumentar la mano de obra, es
beneficioso para la industria, pero no en todas las circunstancias. Un ritmo de expansión
demasiado rápido acarrea dificultades de transición y adaptación. La racionalización del
trabajo suprime empleos, y los trabajos disponibles para otros sectores de la producción, al
haber desempleo, no pueden adaptarse siempre con suficiente rapidez; por tanto, este
problema de readaptación provoca, en la mayoría de los países, un bache importante
apenas transcurre el periodo de alta coyuntura. Aparte de ello, las dificultades internas y la
inestabilidad de la política mundial impedían entonces la elaboración de cualquier
planificación a largo plazo.
La quiebra estadounidense no fue en sus comienzos sino una quiebra de índole bolsística,
el brusco estallido y desmoronamiento de un mito creado por los especuladores; no
obstante, sus consecuencias fueron hondas y duraderas. Las personas arruinadas a causa
del derrumbamiento de la bolsa de valores limitaron sus gastos, los afortunados que
todavía disponían de algún capital quedaron atemorizados y se negaban a invertirlo de
nuevo, y las fuentes de crédito se agotaron. Las consecuencias de todo ello fueron fatales
en general para Europa y en particular para la economía alemana, que dependía casi por
entero de los préstamos de los Estados Unidos a corto plazo.
Efectos de la crisis[editar]
PIB estadounidense en el período 1910–1960. La franja rosa resalta los años de la Gran Depresión
(1929–1939).
Desempleo en los Estados Unidos en el período 1910–1960. La franja rosa resalta los años de la
Gran Depresión (1929–1939).
1930 9.9
1931 7.7
1932 14.9
La difusión de la crisis[editar]
La depresión estadounidense de la actividad económica fue acompañada por una
reducción adicional del préstamo hacia el extranjero y una fuerte contracción de la
demanda de importaciones. Esto produjo una gran reducción del flujo de dólares hacia
Europa y el resto del mundo. Dada la importancia de Estados Unidos en la economía
mundial, el impacto de su crisis sobre el resto del mundo fue fuerte; por eso se dice que
Estados Unidos exportó su crisis. Prácticamente todos los países padecieron declives
tanto en la producción industrial como en el PIB, y la URSS fue la principal excepción al
estar aislada del capitalismo moderno. El siguiente cuadro muestra la caída de la renta y la
producción industrial entre el comienzo de la crisis en 1929 y 1932, año que marcó el
momento de mayor profundidad en el descenso de los indicadores económicos.
Austria 80 62
Francia 86 74
Alemania 77 61
Japón 101 -
Reino Unido 95 89
Italia 98 86
Países Bajos 93
84
España 97
Estados Unidos 73 62
Fuente:12
A principios de 1931, si bien persistía la deflación y la desocupación era alta, los países
más afectados eran los exportadores de materias primas, y varios de ellos debieron
abandonar el patrón oro. Sin embargo, con la quiebra del Credit Anstalt, el principal banco
de Austria, se produjo una fuga de capitales en Alemania, Gran Bretaña y en los Estados
Unidos, quien decidió terminar con el patrón oro. Hacia finales de 1932, casi todos los
países del mundo lo habían hecho.
Alemania, logró una moratoria en el pago de las reparaciones de la deuda pero igual
decidió aumentar las tasas de interés. Esto provocó una profundización en la caída de la
actividad económica y un incremento de la desocupación. La devaluación del marco fue
descartada por temor a la inflación. La alta desocupación creó un clima de conflictividad
social y política que allanó el camino a la llegada de Hitler al poder. Gran Bretaña, por su
parte, abandonó el sistema monetario tradicional dejando flotar la libra, esto produjo su
depreciación. Esto fue la demostración del liderazgo británico y permitió que la economía
británica se recuperara de forma razonable librada de las condiciones impuestas por una
moneda sobrevaluada y altas tasas de interés.
En poco tiempo se produjo la desorganización y la destrucción parcial de la maquinaria
que movía la economía internacional. Los países buscaron una salida individual a la crisis
al desaparecer la cooperación financiera. Esto produjo un deterioro de los términos de
intercambio y significó el descenso de los precios de las materias primas respecto a los
productos manufacturados. En un contexto de escasez de crédito, el resultado para los
países periféricos fue la pérdida de reservas y la depreciación del tipo de cambio. Los
países periféricos adoptaron dos tipos de políticas: las pasivas y las activas. La pasividad
fue el mantenimiento de la ortodoxia monetaria y cambiaría con respecto a los países
centrales, y fue realizado por países pequeños con alta dependencia del mercado como
Haití, Honduras y Panamá. Las políticas activas fueron modificar el tipo de cambio,
controlar las importaciones, intervencionismo estatal e industrialización por sustitución de
importación. Estos fueron el caso de Argentina, Brasil y Uruguay.
Peter Temin, explica que un arancel es una política expansiva, como una devaluación, ya
que desvía la demanda de los productores extranjeros a los nacionales. Señala que las
exportaciones representaban el 7 % del PNB en 1929, cayeron un 1,5 % del PNB de 1929
en los dos años siguientes y la caída se vio compensada por el aumento de la demanda
interna a causa de los aranceles. Concluye que, contrariamente al argumento popular, el
efecto contractivo del arancel fue pequeño (Temin, P. 1989. Lessons from the Great
Depression, MIT Press, Cambridge, Mass).20
Ian Fletcher dijo que el arancel se aplicaba a solo un tercio del comercio de los Estados
Unidos: alrededor del 1,3 % del PIB. El arancel medio estadounidense sobre las
mercancías en cuestión21 pasó del 40,1 % en 1929 al 59,1 en 1932 (+19 %). Sin embargo,
estuvo constantemente por encima del 38 % cada año desde 1865 a 1913 (del 38 % al
52 %). Además, también aumentó fuertemente en 1861 (del 18,61 % al 36,2%; +17,6 %),
entre 1863 y 1866 (del 32,62 % al 48,33 %; +15,7 %), entre 1920 y 1922 (del 16,4 % al
38,1 %; +21,7 %) sin producir depresiones globales.22
En los albores del ingreso de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, doce
años después del fatídico 24 de octubre de 1929, el gasto federal equivalía al 10 %
del PIB de los Estados Unidos. De una fuerza laboral de 56 millones de trabajadores, el
gobierno federal empleaba a cerca de 1.3 millones, el 2.2 % en trabajos civiles y militares
regulares y a otros 3.3 millones (5.9%) en programas de emergencia de alivio laboral.
Otros 10 millones, que representaban el 20 % de la población activa, aún estaban
desempleados. La deuda nacional había crecido a casi 40 000 millones de dólares.
[cita requerida]
La recuperación europea[editar]
La recuperación en el Reino Unido[editar]
La política económica británica en los años 1930 estuvo marcada por la trascendente
decisión de abandonar el patrón oro en 1931. La flotación de la Libra no fue acompañada
de una mayor intervención estatal como en los otros países. La nueva política británica se
sustentó en el crédito barato y en el proteccionismo. Las posibilidades de acceso a
préstamos a bajo costo fue uno de los factores que contribuyó a impulsar el mercado de la
construcción. Por otro lado, el establecimiento de una política arancelaria dio por finalizado
un período de casi noventa años de libre comercio, con la importante consecuencia de
colocar al mercado interno como motor del crecimiento. Este rasgo se vinculaba con la
pérdida de competitividad de los productos ingleses y con las posibilidades de expansión
del consumo de masas que se desarrollaría plenamente en la posguerra.
Si bien la economía británica experimentó una recuperación más prolongada y sostenida
que la del resto de los países industriales, hubo dos aspectos negativos importantes: el
alto desempleo y la concentración empresarial producto del proteccionismo y la
preferencia imperial. Gran Bretaña, la potencia industrial menos concentrada en 1914.
La recuperación en Francia[editar]
La economía francesa, de buen comportamiento en la posguerra, se vio enfrentada a la
crisis, cuando en 1931, Gran Bretaña y otros numerosos países decidieron abandonar el
patrón oro. Hasta ese momento, la devaluación del franco y el proteccionismo hicieron que
Francia fuera alcanzada débilmente por la crisis. El problema se presentó ante la
disyuntiva de mantener el patrón oro, favorecido por su gran cantidad de reservas de este
material, o devaluar. La decisión de mantener el patrón oro, por el temor a la inflación,
impuso una línea de acción deflacionaria para adecuar los precios franceses a los niveles
mundiales en un marco de devaluación general. Así, se promovió la deflación mediante la
reducción de gastos, una baja en los salarios y el mantenimiento de altas tasas de interés.
Esto provocó tensión social, caída de las inversiones y ningún resultado positivo.
Sin embargo, en 1936, un nuevo gobierno de carácter socialista produjo un viraje de
significación. Se abandonó el patrón oro con la consecuente devaluación del franco, se
realizó un moderado plan de obras públicas, se regularon los precios agrícolas y se
aumentaron los salarios. El traslado inmediato de los incrementos salariales a los precios
relanzó la inflación y reapareció la tensión social. A principios de 1939 la economía
francesa pareció despegar debido al aumento de los gastos militares, pero la entrada en la
guerra y la ocupación por parte de Alemania al año siguiente cambiaron el rumbo de la
historia de Francia.