Está en la página 1de 2

Ensayo sobre El discurso del método de René Descartes, Julio Iván Salazar

González
René Descartes nos dice muy claramente en varias partes de su Discurso del método, que con
esta obra pretende presentar un método universal que pueda servir de guía general para
descubrir las verdades de la naturaleza y que nos permita distinguir entre lo que es verdadero
y lo que es falso.
Para exponer de forma breve las dos partes que considero más importantes de la obra
presente, quiero hacer dos consideraciones preliminares que ayudarán a comprender el
pensamiento de Descartes: 1) Desde mi lectura, y quizá contrario a como lo ha interpretado la
tradición, Descartes no se propone crear una doctrina ni un sistema metódico unívocamente
verdadero de forma universal, para él es únicamente importante exponer este método tal
como se exponen las guías que marcan sugerencias de trabajo. Veamos sus propias palabras:
“Mi propósito, pues, no es el de enseñar aquí el método que cada cual ha de seguir para
dirigir bien su razón, sino sólo exponer el modo como he procurado conducir la mía”
(pp.34-35). Esto, sin embargo, no excluye que Descartes intente y logre con gran
vehemencia, derribar una doctrina establecida y un sistema de creencias que han resultado,
cuando menos, inútiles. 2) Como bien lo podemos apreciar en las palabras que acabo de citar,
Descartes procede de forma individual y reflexiva, opuesta a una colectiva y experimental.
Ahora expongamos el método que nos propone el filósofo francés en modo general, el
cual comienza con cuatro principios simples:
1) Admitir sólo como verdadero aquello que esté libre de toda duda y que, por lo tanto,
se presenten todas las evidencias a su favor.
2) Dividir los problemas, dificultades y cosas a estudiar en cuantas partes sea posible
para llegar a su mejor solución.
3) Ir ordenadamente de lo simple a lo complejo.
4) Revisar y re-contar todo el procedimiento de manera que nada sea omitido.
Podemos ver en estos cuatro preceptos antecedentes de lo que muchas ciencias actuales
han tomado como sus principios (por ejemplo, en ciencias de la complejidad los preceptos 2 y
3 son de vital importancia; en matemáticas, lo son los preceptos 1 y 4), por lo que aquí vemos
evidencia tanto de la formación de Descartes en matemáticas y letras como de su influencia
posterior en las ciencias.
Ahora bien, el objetivo más importante de Descartes al presentarnos este método es, al
menos en esta obra, demostrar la existencia de Dios, y lo hace de la siguiente forma: primero,
se duda de todo lo que existe, pero al hacerlo uno no puede dudar de sí mismo, ya que
entonces no podría dudar de todo lo que existe, esto se puede resumir en su famoso principio:
“yo pienso, luego soy”, a partir del cual se pueden derivar creencias en, por ejemplo, las
verdades matemáticas o las verdades del alma (aquí se ve otro interesante tópico: el alma
cartesiana y su relación con el cuerpo, ¿es Descartes realmente dualista en este sentido? De la
respuesta, si la hay, habremos de ocuparnos en otro lugar), pero para pensar uno necesita ser,
entonces no hay algo que asegure con certeza absoluta que el principio “yo pienso, luego
soy” es verdad, excepto que se admitiera que todas las cosas que concebimos clara y
distintamente de hecho son verdad, pero debe de haber algo que nos haga pensar en todo eso,
que nos garantice tanto conocer como dudar, este algo tiene que ser Dios. Cierro con las
palabras de Descartes:
(...)era absolutamente necesario que hubiese algún otro ser más
perfecto de quien yo dependiese y de quien hubiese adquirido todo
cuanto yo poseía: pues si yo fuera solo e independiente de cualquier
otro ser, de tal suerte que de mí mismo procediese lo poco en que
participaba del Ser perfecto, hubiera podido tener por mí mismo
también, por idéntica razón, todo lo demás que yo sabía falsamente, y
ser, por lo tanto, yo infinito, eterno, inmutable, omnisciente,
omnipotente y, en fin poseer todas las perfecciones que podía advertir
en Dios. (p. 61).

REFERENCIAS:
Descartes, R. (2010). Discurso del método (trad. de Manuel García Morente). Madrid:
Colección Austral-Espasa Calpe.

También podría gustarte