Para entender fenómenos como la violencia, la desigualdad y la exclusión social, es necesario comprender la manera en que las vidas de los individuos se sitúan, se movilizan y se interrelacionan en el espacio social. Existen ciertos aspectos en las vidas humanas que son susceptibles de ser manejadas en beneficio del poder con el fin de establecer una dinámica social específica que sirva a sus intereses. Rastrear la naturaleza de dichos aspectos resulta fundamental para comprender la configuración de esta dinámica, pues en tanto que sitúan, movilizan y relacionan vidas humanas, no sólo nos ofrecen pautas para comprender las formas operativas del poder, sino también la manera en que los individuos habitan su mundo. Rastrearlos desde las miradas de algunos críticos de la modernidad nos puede ser de utilidad debido a que en ésta que época se complejiza de manera notable la naturaleza de dichos aspectos y nos abre la puerta para trazar un camino hacia la comprensión de las formas de subjetivación contemporáneas. Hannah Arendt y Simone Weil son pensadoras que, a través de sus preocupaciones particulares, –la vida obrera y la persecución judía– reflexionan acerca de las problemáticas que aquejan a la humanidad en la modernidad, centrándose, sobre todo, en el análisis sobre la opresión social y el desarraigo y, mostrándonos con ello, un panorama que describe los efectos que ésta causa en la vida de los individuos. Así, desde sus críticas a los distintos nodos de la configuración social de esta época, nos ofrecen claves para identificar los aspectos que nos interesan en la relación del poder con una forma específica de habitar el mundo. Tres son los aspectos que, específicamente, nos interesa analizar en conjunto con Hannah Arendt y Simone Weil. En primer lugar, un aspecto práctico: el lugar de la técnica en la vida de los individuos, así como los efectos que derivan de ella, como la movilidad y la comunicación social; en segundo lugar, un aspecto epistemológico: la relación del conocimiento o desconocimiento científico con las formas individuales de entender el lugar en el que se habita; y en tercer lugar, un aspecto contextual: la autopercepción que cada persona tiene y que se forja a partir de su relación con su entorno, es decir, su identificación dentro de un grupo social y un lugar específico que le otorgue una identidad definida, o el desarraigo que provoca la falta de ésta.