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“Homenaje a una figura americana: Pedro Henríquez Ureña.

Otro modo del


ensayo”. En: Ensayismo y traducción en Sur (1945-1960). En prensa: Editorial
de la Universidad de Murcia, España. 2013.

Homenaje a una figura americana


Otro modo del ensayo

Aymará de Llano
CELEHIS (Centro de Letras Hispanoamericanas)
Universidad Nacional de Mar del Plata

A partir de un texto fundacional dentro de Sur tal como es la Carta a Waldo Frank

de Victoria Ocampo, publicada en el primer número de la Revista, se dirimen líneas de

sentido y señalan corrientes de pensamiento que les indicaron un camino a los participantes

de dicho proyecto editorial y, hoy, nos facilitan la vía interpretativa y dan fundamento a

quienes los estudiamos. En dicha carta, cuando la escritora argentina expresa sus

intenciones en lo referente a América, además de proclamarla como revelación, aclara que:

“…nada nos incita más al descubrimiento, nada nos pone más seguramente en el rastro de

nuestra verdad como la presencia, el interés y la curiosidad, las reacciones de nuestros

amigos de Europa”. Estas palabras señalan un itinerario y, a largo de los años, proliferarán

en un ideario que los miembros del Comité sustentaron mientras se publicó Sur y cuya

temática central circundaba la relación entre los países americanos y Europa. María Teresa

Gramuglio agrega que es “un proyecto destinado a “descubrir América” para los propios

americanos y para los europeos cultos en un medio en el que (…) todo estaba por hacerse”

(93). En este marco, una de las figuras que cobra valor respecto de la afirmación de los

valores sustentados por las culturas de Hispanoamérica es la de Pedro Henríquez Ureña ya

que, ante el avance de los regionalismos y otras corrientes nacionalistas, advertía acerca de
las dificultades que podía acarrear el aislamiento americano, además de insistir en la

necesidad de reconocer la herencia europea y sus proliferaciones en América. En la lectura

de su obra, no se hace evidente una ideología europeizante a ultranza, sino una mirada

crítica mesurada y ajustada respondiendo tanto a los nacionalismos mencionados como a la

corriente panamericanista que todavía incidía en la intelectualidad de los sectores que

promovían el pensamiento americanista. Él trabaja sobre el eje de la tradición europea pero

también rescataba los valores que permanecían ocultos en América. Ya en su libro La

utopía de América, de 1925, propugna su concepción sobre el hombre universal “por cuyos

labios habl[ará] libremente el espíritu, libre de estorbos, libre de prejuicios, espera[ndo] que

toda América (…) conserve y perfeccione todas las actividades de carácter original” (8).

Siempre sopesaba la importancia de América para la historia así como las perspectivas que

se podrían desarrollar en el futuro. Gutiérrez Girardot agrega en el prólogo a La utopía de

América que “su juicio no se [dejó] pertubar por la gravedad del más viejo, ni irritar por lo

exiguo del más reciente” (XXXI) apuntando, precisamente, al equilibrio de su pensamiento.

Estas ideas estaban en “el aire de los tiempos” —diría Gramuglio (98)— ya que se las

puede reconocer en otros escritores y críticos que se dedicaban a estudiar esas

problemáticas culturales hispanoamericanas.

De ahí nuestro interés en el N° 141 de la revista Sur, publicada en julio del año 1946

en la que aparece el Homenaje a Pedro Henríquez Ureña. El dossier armado a tal efecto

está compuesto por las palabras que Ezequiel Martínez Estrada profiriera ante un nutrido

público en el sepelio del escritor dominicano, una selección de poemas de Juan Ramón

Jiménez y tres ensayos recordando la figura homenajeada; el primero de Francisco Romero,

con quien había sido compañero de la docencia en la Universidad de Buenos Aires y de La

Plata; el segundo del español Amado Alonso, quien publicó su Gramática castellana en
1938 en la que colaboró Henríquez Ureña; y, finalmente, un ensayo de quien fuera su

alumno de Filología en la Universidad de la Plata, Enrique Anderson Imbert.

Tres figuras, Francisco Romero, Amado Alonso y Enrique Anderson Imbert, que

revisten un cuadro completo puesto que integran un marco muy bien armado en torno a la

vida del homenajeado: un compañero en la docencia universitaria, el autor de un texto

famoso con quien trabajó en colaboración y uno de sus alumnos de la universidad. Por ello,

la elección es significativa puesto que la trayectoria de los tres ensayistas también enaltece

la estampa del homenajeado. Tres prestigiosos escritores de prosa cuidada, especialistas en

la lengua castellana y la literatura en dicha lengua, estudiosos de reconocimiento académico

y público y, además amantes de la cultura y literatura hispanoamericanas.

El homenaje

Veamos, pues por otro lado, de qué trata y qué se refiere este género tan transitado,

el homenaje. En primera instancia, se lo puede caracterizar, como una muestra de

admiración y estima hacia otro manifiesta de manera escrita u oral. Hoy en día, en los

textos académicos de la más diversa índole, a veces, una alusión o hasta una imitación de

estilo o un comentario se interpreta como homenaje, siempre y cuando la intertextualidad

no esté oculta, como plagio, sino que aparezca a modo de reconocimiento, en percepción

cabal de lo que esa figura representa para un ámbito socio-cultural. Es una especie de guiño

cómplice, cuando se trata de una persona, hacia un maestro o ser admirado por sus colegas,

seguidores o discípulos. También el objeto de homenaje puede ser un país, una institución u

otra entidad. En todos los casos, el tipo discursivo linda con facetas de lo ensayístico; una

de ellas es lo explicativo. Al mismo tiempo opera desde otros ángulos y hasta puede

funcionar como referencia intertextual en el sentido de referir, a veces, la obra del


homenajeado mediante citas, paráfrasis o la simple mención. Entre este tipo de acto

celebratorio contemporáneo y el sentido medieval según el cual el homenaje funcionaba

como un juramento solemne de fidelidad por el que un hombre se convertía en vasallo de su

señor, existen variedades innumerables.

El Homenaje que la Revista Sur le dedica a Pedro Henríquez Ureña tiene un motivo

concreto, su reciente fallecimiento. Esta es la causa inmediata ya que había acaecido dos

meses antes. Se agrega a ello, la relevancia de la figura de Pedro Henríquez Ureña que

ameritaba dicha deferencia ya que formó parte de la Revista Sur desde sus primeros

tiempos como miembro del Consejo Extranjero junto con Alfonso Reyes, José Ortega y

Gasset, Jules Supervielle y Waldo Frank entre otros; mientras que Henríquez Ureña ya, en

el N° 2, hizo su primera intervención sobre José Martí —acerca de Lope de Vega en el N°

14 del año 35, o en el N° 23 del año 36 sobre Baldomero Sanín Cano—; y otras tantas

participaciones que se sucederán hasta su fallecimiento.

El humanista

El primer artículo en orden de aparición es el de Francisco Romero y lleva por

título: “Un humanista de nuestro tiempo”. Se destaca una estructura caracterizada por una

argumentación fuerte que se sustenta en la idea central por la que se presenta a Pedro

Henríquez Ureña como humanista. A partir de dicha formulación revisa el concepto para lo

cual se remonta al Renacimiento, pasa por el quiebre que sufre esa conceptualización

durante el siglo XVII y cómo llega a las Humanidades, además refiere las causas que

impidieron la transformación de esa cultura en lo que se llamó luego, Humanidades.

Cuando arriba en su descripción histórica a la “civilización moderna” hace centro en la


barbarie como núcleo que opera en contra del humanismo. Permanentemente establece las

diferencias de dicho concepto partiendo del medioevo hasta llegar al hombre moderno. A

partir de esa revisión, propone re-edificar la noción de las humanidades. Para volver a

Pedro Henríquez Ureña, caracterizándolo como un gran “humanista a la moderna” y

especialmente, un americanista. El final y la insistencia en los dos conceptos, humanismo y

americanismo, nos habilitan a pensar en su lucha por defender estas ideas ante otros que,

aunque compartían las bases de ese pensamiento, tenían disidencias. Dice Romero que

“América era asunto predilecto en sus estudios y meditaciones, y hasta habría razones para

calificar el suyo de americanismo militante” (26). Así introduce este núcleo de

significación que además funciona para justificar la participación de Henríquez Ureña en la

Revista Sur operando ante Victoria Ocampo y María Rosa Oliver como un “iniciador de

privilegio” en cuanto a temáticas americanas se refiriera (Gramuglio 97). Junto a Waldo

Frank y a Alfonso Reyes, el escritor dominicano exponía y desplegaba los conflictos

culturales del continente y en esa discusión se abrían nuevas perspectivas para proponer el

estudio y hasta posibles resoluciones de las problemáticas vigentes. Estas reuniones de

discusión son evocadas por Oliver en sus memorias. Lo interesante de Pedro Henríquez

Ureña reside en no dejar de lado la tradición ni la herencia europea pero reflotar lo

intrínsecamente americano.

El investigador

El artículo de Amado Alonso se titula, “Pedro Henríquez Ureña investigador”; este

perfil, el de investigador, es desde donde presenta al sujeto en cuestión. El comienzo de


este breve ensayo da la pauta de la composición del mismo ya que parte homologando al

homenajeado con otros dos “humanistas de primer orden, (…) grandes investigadores de

las letras (…) Andrés Bello, Rufino José Cuervo” (28). Coinciden en haber vivido gran

parte de sus vidas fuera de la patria natal pero la causa fundamental por la que Alonso

reúne a estas tres figuras es porque “sintieron (…) la existencia de una patria más grande, y

la vida en tierras de lengua extraña aclaró en sus mentes lo que de patria común tiene un

idioma común. Por eso fueron los tres valerosos y tenaces defensores de la unidad

lingüística latinoamericana” (28). Esta presentación tiene como motivo explícito poner a

Henríquez Ureña “en el nivel que le corresponde, y como nota previa para trazar la silueta

de su personalidad” (29).

Después de lo cual describe su trayectoria de investigador como un estilo de vida,

como “exponente completo de una cultura integral en una época de fragmentaciones” (29).

Comenta sus trabajos desde la publicación de un estudio sobre Don Juan Ruiz de Alarcón

en 1913. Destaca que a partir de este breve y luminoso estudio, que se tradujo rápidamente

al francés, Don Juan Ruiz de Alarcón fue incluido en todos los manuales de historia

literaria. Así recorre las publicaciones del experto y subraya su habilidad para ordenar la

información así como la prosa impecable. Resalta dos hallazgos de Henríquez Ureña; el de

haber sido el “primero en plantear la interpretación genética de los principales caracteres

del español americano (…) sin los prejuicios impresionistas que lo daban como mera

prolongación del lenguaje de los andaluces”; y además también haber sido el primero “en

describir y ordenar su complejidad regional, anulando la idea simplificadora que de él se

hacían hasta entonces los lingüistas” (32). Finalmente realza la importancia de Corrientes

principales en la literatura hispanoamericana —conocido como Corrientes Literarias en

la América Hispana, publicado en 1945— como el libro en el que pudo reunir “la historia
literaria, la idiomática, la del libro, la de la imprenta y la de las universidades” que

aparecieron “armonizadas y engranadas con la historia general de los pueblos de América”

(33). Así concluye un panegírico absolutamente fundado y cuyas pruebas argumentativas se

basan en la producción del investigador Henríquez Ureña.

El maestro

Enrique Anderson Imbert fue su alumno de la asignatura Filología en la Universidad

de Buenos Aires. El artículo de su autoría lleva por título solamente el nombre del maestro,

Pedro Henríquez Ureña. Se trata de un elogio como buen discípulo, cumplido y respetuoso,

lo presenta desde su experiencia personal, con la virtud de mostrarse como estudioso de la

obra de aquél y de mostrarlo como un profesor “preclaro e incorruptible” (7); del mismo

modo lo califica Ezequiel Martínez Estrada en las palabras pronunciadas en el acto de su

sepelio. También en este caso se lo muestra formando una tríada junto a Andrés Bello y

Eugenio María de Hostos, y esto por pertenecer a “la estirpe americana de patriarcas (…)

que fueron legando a una larga descendencia la tradición civilizadora” (34).

Esta forma diferente de mostrar su severa estampa física y la vida universitaria en la

ciudad de La Plata, así como también compartiendo la docencia y los ideales con Alejandro

Korn viene a completar el Homenaje desde otro ángulo, agregando la traza emocional de un

hombre sensible, con sonrisa irónica y dulce que sorprendía a sus alumnos por brindar

“tanto saber y tanta comprensión” (35) de manera sencilla. Anderson Imbert se posiciona

dentro de un grupo de discípulos y amigos de Henríquez Ureña, quienes consideraban que

su honorabilidad como persona aventajaba el “tamaño de su obra escrita” (36).


A continuación ofrece fragmentos de su autoría, sobre la obra del maestro, escritos

días antes de su muerte siguiendo el orden cronológico. Al igual que su antecesor,

Anderson Imbert se refiere a Corrientes Literarias en la América Hispana como la obra de

culminación de una vida dedicada al estudio de América, un trabajo en el cual “lo literario

aparece en primer plano, pero no separado de las demás manifestaciones de la vida

americana” (44); en este tercer ensayo según el orden de aparición dentro del dossier,

Anderson Imbert lo cita según la primera edición en inglés de 1945 publicada por Harvard

University Press, dato que también pone en claro la intencionalidad del autor por promover

el conocimiento sobre América hispánica fuera del ámbito propio y para un público de

habla inglesa.

En los tres ensayos del dossier surge un rasgo como una de las características más

destacables de Henríquez Ureña, la de haber podido establecer relaciones entre el sistema

literario y el socio-cultural, sosteniendo una mirada abarcadora pero profunda. Así siempre

estuvieron presentes tanto la música como las artes plásticas o la filosofía y la ciencia, lo

que contribuyó a presentar los problemas de forma equilibrada y en contexto.

El Volumen N° 141 de Sur (1946)

Hasta aquí hemos trabajado sobre el dossier que es el centro de este breve estudio,

aunque es necesario contextualizarlo brevemente dentro del tomo ya que hay otras dos

partes: una en la que se publican Orfeo de Jules Supervielle, el poema Tiziano de Rafael

Alberti y Cartas sobre la bomba atómica de Denis de Rougemont en la que afirma los
poderes de las armas nucleares y cómo se colocan los hombres ante un peligro mundial que

incita a sobrepasar la idea de soberanía nacional. Temáticas mundiales propias de la época

que contribuyen a situarnos temporalmente. En la tercera y última partes aparecen tres

notas y una sección de comentarios de libros en la que participan César Fernández Moreno

y Eduardo González Lanuza, por ejemplo. Mientras que una de las notas para destacar es

Nuestro pobre individualismo de Jorge Luis Borges. Los escritores y sus textos hablan por

sí mismos, a lo cual podemos agregar que este número de Sur reúne tanto distinción como

actualidad y profundidad en su armado, por lo que se presenta como un lugar propicio para

que esté incluido el Homenaje a Pedro Henríquez Ureña.

Pensando el ensayo

Desde otro ángulo de enfoque, si nos detenemos en el género discursivo utilizado,

es pertinente remitirnos a un libro clásico para la ensayística, tal como Pensar el ensayo,

Liliana Weinberg. En él, la autora perfila la figura de Alfonso Reyes como quien

reinaugura “para la inteligencia latinoamericana del siglo XX el problema del ensayo y lo

hace llegar a “tierra firme”” (79). Lo reconoce como quien “contribuyó a pensar el ensayo a

la luz de las demandas de la intelectualidad latinoamericana, la naciente crítica de la cultura

y la primera etapa de expansión de los medios de comunicación masiva”; y ve en él a quien

concilia “la tradición del ensayo crítico con el de creación, además de dar una nueva

dimensión a esa forma que (…) se había extendido y encontraba un nuevo espacio: el de las

revistas culturales” (79) y menciona entre otras a Nosotros, Sur, Repertorio Americano o

Cuadernos Americanos. Consideramos acertado lo enunciado por Weinberg y ratificado en


el presente trabajo a partir del dossier de referencia que exalta el perfil del dominicano

Henríquez Ureña como quien se esforzó por poner en discusión cuestiones silenciadas y

ahondar en ellas con el objeto de llevar la cultura a sectores más amplios de la población.

También, de alguna manera, continúa el tipo ensayístico que Weinberg estudia en Reyes y

se lo inscribe en esa tradición ensayística según lo presentan los tres escritores elegidos

para el dossier.

Entendemos estos ensayos/homenajes tal como lo caracteriza Aullón de Haro, es

decir, como libre discurso reflexivo. “La condición del discurso reflexivo del ensayo

[consiste] en la libre operación reflexiva, esto es, la operación articulada libremente por el

juicio” (17). Reflexión y juicio que facilitó la construcción de un dossier sobre Henríquez

Ureña de correctísima factura, desde la escritura, y máxima efectividad en la lectura. Al

mismo tiempo, como diría Michel de Montaigne, los ensayos se enrollan porque son

autosuficientes en sí mismos y no necesitan de otros textos para encontrar el sentido. Pero

también se desenrollan porque adquieren una capacidad de mediación entre ellos mismos y

el lector y, así, se constituyen en explicativos por su condición de producción.

El americanismo

Al estudiar la figura de Pedro Henríquez Ureña, no es una novedad tratar el

americanismo investigado, enunciado y difundido por él durante toda su vida. Sin embargo,

en este trabajo, hemos intentado pergeñar el campo intelectual que es la deriva de varias

intersecciones: del estudio del dossier, del tomo N° 141, de la textura ensayística y de los

autores intervinientes. Todos estos ámbitos funcionan semióticamente y se desprende un


trasfondo, un sentido: lo referente al americanismo en la revista Sur ya insinuado en el

principio y que, en esta instancia, podríamos ver de modo integral a partir de los materiales

en juego. Hemos recuperado el clima de época, que se vivía a mediados del siglo XX, en

nuestras lecturas actuales de los autores citados a lo largo de estas líneas. Los tres autores

emparientan a Henríquez Ureña con otras figuras de la intelectualidad latinoamericana,

todos estudiosos de los problemas americanos, Andrés Bello (Venezuela 1781- Chile

1865), Rufino José Cuervo (Colombia 1844- Francia 1911), Eugenio María de Hostos

(Puerto Rico 1839-República Dominicana 1903). No todos fueron contemporáneos a

Henríquez Ureña, el caso más alejado es el de Andrés Bello; esta comparación lo

engrandece no sólo por la significación del venezolano en la historia intelectual del

continente, sino porque lo inscribe en la tradición ensayística de América y sobre América

Latina.

Emilio Carilla, crítico de literatura argentino dedicado a los temas culturales

americanos, considera que Henríquez Ureña trabajaba con “el convencimiento de que la

profundización de lo americano [era] posible no sólo a través de lo propio o lo observado

en estas tierras, sino también a través de un adecuado enlace universalista, contrastador o

complementador” (Carilla 125). El afán por contextualizar impera en toda su obra hasta en

detalles que no escapaban a su mirada. En la “Introducción” a Corrientes literarias en

América Hispana hace explícito que éste es el nombre para el subcontinente ya que lo

considera “más satisfactorio que el de “América latina”” (sic 7). Ese espíritu es el que

sustentaba y compartía con otros colaboradores de la revista Sur, por ello insistía en la

necesidad de incorporar la tradición española y la europea en general. Del mismo modo

consideraba que, la indagación en las otras artes, funcionaba como complemento de los

estudios literarios. Todas contribuyendo en la búsqueda de las diferentes formas de


expresión americana. Ante esta lectura, el Homenaje al humanista, al investigador y al

maestro cobra un valor agregado por lo que esta figura significó para la revista Sur como

formación intelectual que, desde Argentina, incidió en el pensamiento de América.

Referencias bibliográficas

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Anderson Imbert, Enrique. 1946. “Pedro Henríquez Ureña”. En: Sur, revista mensual
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Carilla, Emilio. 1980. “El tema esencial de Henríquez Ureña” Thesaurus XXXV, 1. 122-
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Gramuglio, María Teresa. 2004. “Posiciones de Sur en el espacio literario. Una política de
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122.

Gutiérrez Girardot, Rafael. 1989. “Prólogo” a Henríquez Ureña, Pedro. [1925] La utopía de
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Henríquez Ureña, Pedro. [1925] 1989. La utopía de América. Prólogo: Rafael Gutiérrez
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Biblioteca Ayacucho.
------------ [1945] 1969. Corrientes literarias en América Hispana. Traducción al español
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“Homenaje a Pedro Henríquez Ureña”. En Sur Revista mensual publicada bajo la dirección
de Victoria Ocampo. Julio de 1946. Año XV. 7-44.

Montaigne, Michel de. 1968. [1580-1585]. Ensayos Completos. Tomos I, II y III.


Traducción del francés y notas por Juan G. de Luaces. Con notas prologales de Emiliano
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Ocampo Victoria. [Verano 1931]. “Carta a Waldo Frank”. En Sur [Publicaciones


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Oliver, María Rosa. 1969. La vida cotidiana. Buenos Aires: Sudamericana.

Romero, Francisco. 1946. “Un humanista de nuestro tiempo”. En: Sur, revista mensual
publicada bajo la dirección de Victoria Ocampo. N° 141, julio de 1946: 18-27. Buenos
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Weinberg, Liliana. 2007. Pensar el ensayo. México: Siglo XXI.

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