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Mateo 28:1

Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron


María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro.

Marcos 16:2

Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya


salido el sol.

Marcos 16:9

Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana,


apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete
demonios.

Lucas 24:1

El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo


las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con
ellas.

Juan 20:1

El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún


oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro.

Juan 20:19

Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana,


estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban
reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo:
Paz a vosotros.

Hechos 20:7

El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo
les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la
medianoche.

1 Corintios 16:1-2
1 En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la
manera que ordené en las iglesias de Galacia.

2 Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo,
según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se
recojan entonces ofrendas.

Sábado

S. Lucas 4:16

Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo[a] entró en la


sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.

Lucas 23:56

Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el


día de reposo, conforme al mandamiento.

Hechos 17:2

Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo[a]


discutió con ellos.

Isaías 66:22, 23

22 Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago


permanecerán delante de mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra
descendencia y vuestro nombre.

23 Y de mes en mes, y de día de reposo[a] en día de reposo, vendrán todos


a adorar delante de mí, dijo Jehová.

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Sábado
(heb. shabbâth, "[día de] reposo", "cesación"; shabbâthôn [una variante de

shabbâth]; ambas palabras derivan del verbo shâbath, "cesar", "descansar",


"guardar el sábado"; gr. sábbaton,"sábado").

El día de reposo semanal, instituido al final de la semana* de la creación y


observado por los adoradores de Dios, tanto judíos como cristianos, durante

toda la época abarcada por la historia bíblica. Cuando Dios acabó de crear
la

tierra, "reposó el día séptimo de toda la obra que hizo" (Gén. 2:1,2). Este

"reposo"* no fue consecuencia del cansancio o la fatiga (Isa. 40:28), sino


del

hecho de que la tarea estaba completa y el mundo era perfecto (Gén. 1:31).

Concordaba en todo sentido con su ideal, y le puso fin a su trabajo, porque


su obra ya no se podía mejorar. Entonces "bendijo Dios el día séptimo, y lo

santificó" como un monumento recordativo de su obra creadora (2:3).


Puesto que "el día de reposo [sábado] fue hecho por causa del hombre"
(Mar. 2:27) -es decir, en beneficio del hombre- es lógico llegar a la
conclusión de que la bendición divina con que el Creador invistió al 7º día
de la semana debía constituir un canal de felicidad para Adán y Eva.
Puesto que Dios también lo "santificó" (Gén. 2:3), o lo separó para uso
sagrado, podemos estar seguros de que nuestros primeros padres dedicaron
esas horas santas a Dios. Que el Creador tenía la intención de que la
bendición del sábado fuera para todos los hombres de todos los tiempos,
resulta evidente de la declaración de que "fue hecho por causa del hombre"
(Mar. 2:27), con el propósito de que éste descansara y lo empleara con
motivos santos. De acuerdo con esto, el 7o día es un día de reposo para
todos los que reconocen que son descendientes de Adán y Eva, y no sólo
para los judíos. En efecto, éstos recién aparecieron muchos siglos después
de la creación, y Dios nunca tuvo la intención de que ellos monopolizaran
la observancia del sábado.

Es evidente que nuestros primeros padres y sus descendientes entendieron


el significado del 7º día, porque: 1. Dios no llevó a cabo las obras de la
semana de la creación en beneficio propio, sino en favor del hombre. Y
puesto que el reposo de Dios en el 7º día no era consecuencia del
cansancio, y que ese día formaba parte de la semana de la creación, tal
como su nombre lo indica, resulta evidente que la bendición y la
santificación del sábado también eran en beneficio del hombre,
particularmente para su bien espiritual y moral. 2.

Desde los albores de la historia la semana de 7 días ha sido conocida y


aceptada como medida de tiempo (Gén. 7:4, 10; 8:10, 12; 29:27). Puesto
que su duración no depende de los movimientos de ninguno de los cuerpos
celestes, y no hay manera de trazar su origen aparte del relato de la
creación que encontramos en Gén. 1 y 2, la aceptación por parte del
hombre de la semana de 7 días en aquellas primeras épocas se debe
remontar al hecho de que Dios estableció el 7º día de la semana como día
de reposo, bendición y santificación.

La 1ª aparición de la palabra sábado en las Escrituras se encuentra en Exo.


16:21-30, en relación con la caída del maná antes de la llegada de Israel al
monte Sinaí. Dios puso énfasis en la importancia del 7º día de la semana,
como día de descanso, al proporcionar una doble ración en el día 6º y nada
en el 7º. Este milagro semanal comenzó el 2º mes después de la partida de
Israel de Egipto (vs 1, 14, 15), y duró 40 años, hasta el mes 1º (Jos. 5:10-
12; cf Exo. 12:2-11; 16:35), es decir, más de 2.000 sábados semanales
sucesivos.

En el monte Sinaí, Dios prescribió la observancia del reposo del 7º día con
las palabras del 4º mandamiento del Decálogo (Exo. 20:8-11). Escribió
esta ley con su propio dedo en tablas de piedra (Exo. 31:18; Dt. 9:10) y le
dio instrucciones a Moisés para que fuera puesta en el arca del pacto (Deut.
10:1-5). La palabra "acuérdate", con que comienza el mandamiento
relativo al sábado, no quiere decir que la observancia del 4º mandamiento
es más importante que la de los otros 9, porque todos son iguales (Jos. 2:8-
11; Stg. 2:10,11). El pueblo de Dios tenía que "acordarse" del sábado
porque "en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las
cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día"; es decir, el sábado es
un monumento recordativo del Creador y de la creación. Por eso, "Jehová
bendijo el día de reposo y lo santificó" en el mismo principio. Dios sabía
que la tendencia natural del hombre consistiría en preocuparse tanto de las
cosas que había hecho durante los 6 días de la creación, que olvidaría
Quién las había hecho, una tendencia universal y evidente desde aquellos
lejanos tiempos (Ro. 1:20-25).

Las Escrituras del AT a menudo diferencian al verdadero Dios de los dioses


falsos por su poder creador. Por ejemplo, en Sal. 96:5 leemos: "Todos los
dioses de los pueblos son ídolos; pero Jehová hizo los cielos". Era el
propósito del Señor que el hombre comprendiera "las cosas invisibles de él,
su eterno poder y deidad" por medio "de las cosas hechas" (Rom. 1:20). De
acuerdo con esto, el Creador infinitamente sabio instituyó el sábado con el
fin de que no se olvidara a Dios y se deslizara hacia la idolatría, y así fuera
una bendición para el ser humano y no una carga. El Señor declaró
definidamente que sería una "señal" permanente entre él y su pueblo, por
medio de la cual siempre reconocerían que el verdadero Dios era su Dios
(Exo. 31:13). Además de su importancia universal para todos los hombres,
el sábado tendría un significado adicional para Israel como recuerdo de que
el Señor los había librado de la esclavitud egipcia y les había dado
descanso (Deut. 5:12-15).

Aparte de los sábados semanales (Lev. 23:3) había 7 sábados ceremoniales


por año, diseminados a lo largo del calendario litúrgico: 1 y 2. Los días 1º y
último de la fiesta de los Panes sin Levadura (vs 7, 8). 3. El Pentecostés (v
21). 4. El 1er día del 7º mes (v 24). 5. El Día de la Expiación (v 27). 6 y
7. Los días 1º y último de la fiesta de las Cabañas (vs 34- 36). Los sábados
ceremoniales podían caer en cualquier día de la semana, y de vez en cuando
coincidían con el sábado semanal. Además de los sábados semanales y
anuales, cada 7 años había un año sabático,* durante el cual no se trabajaba
la tierra (25:3-7). Cada 50 años se proclamaba un jubileo,* que duraba un
año, durante el cual las propiedades volvían a sus dueños originales.

Al imponer la suspensión del trabajo, el 4º mandamiento proveía el tiempo


para el descanso físico y el refrigerio espiritual. Sin embargo, ese tiempo
no se debía dedicar a la ociosidad, porque Dios instruyó a su pueblo para
que se reuniera en "santa convocación" (Lev. 23:3; cf Ez. 46:3). La
preeminencia del sábado sobre los demás días de la semana se acentuó en
el ritual del antiguo tabernáculo y del templo mediante la ofrenda de un
cordero adicional (Núm. 28:9, 10) y de la renovación en ese día de los
panes de la proposición (Lev. 24:5-8; 1 Cron. 9:32). De acuerdo con la ley
levítica, la sanción que merecía la violación del sábado era la muerte (Exo.
31:14-16), y a lo menos se registra un caso de ajusticiamiento 1018 de
alguien que violó el sábado voluntariamente (Núm. 15:32-36).

La violación del sábado fue uno de los pecados que dio como resultado el
cautiverio babilónico (Jer. 17:19-27). Tal como Jeremías, el profeta
Ezequiel se lamentaba porque en sus días el sábado era ignorado en gran
medida (Eze. 20:12-24; 22:8; 26:23, 38). Al escrutar el futuro, Isaías
previó la conversión de los gentiles y prometió una bendición para quienes
guardaran el sábado (lsa. 56:2-6; cf 58:13). Después del cautiverio los
judíos cayeron de nuevo en el descuido con respecto a la observancia del
sábado, y Nehemías impulsó una reforma con el fin de fomentar dicha
observancia (Neh. 10:31-13:15-22).

Durante la época intertestamentaria los fariseos cargaron el sábado con una


cantidad de reglamentos triviales que hicieron de él una carga en vez de
una bendición. Esos pesados reglamentos, codificados más tarde en la
Mishná, formaban parte de la tradición que Jesús combatió tan
vigorosamente durante todo su ministerio (Mat. 23:4; Mar. 7:1-13). La
Mishná (Shabbath 7.2) hace una lista de 39 trabajos diferentes que no se
pueden llevar a cabo en ese día, y hay además una cantidad innumerable de
otros minuciosos reglamentos. En efecto, 2 tratados completos de la
Mishná, Shabbath y Erubin, se dedican a enumerar los diversos
reglamentos concernientes al sábado. Estaba prohibido, por ejemplo,
deshacer un nudo, escribir más de 2 letras del alfabeto o borrar un espacio
mayor del que da cabida a 2 letras, encender un fuego o apagarlo.

El reglamento más conocido es el que se refiere al "camino de un sábado",


que era de más o menos 1 km. También se consideraba violación del día de
reposo contemplarse en un espejo fijo en la pared. Se podía vender a un
gentil el huevo que la gallina ponía en sábado, pero no se lo podía comer;
también se podía contratar a un gentil para que encendiera una vela o el
fuego ese día: se consideraba ilegal escupir en tierra, no fuera que una hoja
de pasto recibiera irrigación por ese medio; no se permitía que alguien
llevara un pañuelo durante el sábado, a menos que una punta estuviera
cosida a la ropa, en cuyo caso ya no era técnicamente un pañuelo, sino
parte de las vestiduras. De este modo Los rabinos ponían énfasis en los
aspectos negativos de su observancia, es decir, en lo que no había que
hacer, y de esta manera magnificaban la importancia de las formas de la
religión mientras le restaban trascendencia a su contenido.

Hicieron del sábado un fin en sí mismo, y convirtieron a los hombres en


esclavos de él. Estos reglamentos negativos y minuciosos sirvieron
eficazmente para oscurecer su verdadero propósito. Este énfasis rabínico
sobre su rígida observancia llegó a su apogeo durante el ministerio terrenal
de nuestro Señor, y en ningún otro aspecto entró Jesús en un conflicto más
agudo con los dirigentes del judaísmo que con respecto a la observancia del
sábado. Enseñó que éste había sido instituido en beneficio del hombre (Mr.
2:27, 28), y enfatizó los aspectos positivos de su observancia, es decir, en la
clase de actividad que se puede llevar a cabo en ese día. Nada de lo que
dijo o hizo se puede interpretar como opuesto al sábado que aparece en los
Diez Mandamientos o en la ley levítica. Su protesta estaba orientada
exclusivamente contra los abusos que había sufrido el día de reposo en
manos de los rabinos, y su propósito consistió en liberar el día de los
pesados reglamentos con que lo habían sobrecargado (Mt. 23:13). Era su
costumbre dedicar el día a su participación en los servicios religiosos y a la
instrucción religiosa (Mr. 1:21; 3:1; Lc. 4:16-27; 13:10), a actividades
sociales apropiadas (Mr. 1:29-31; 2:23; Lc.14:1-3) y a obras de
misericordia. Llevó a cabo 7 de sus milagros de sanidad durante el sábado
(Mr.1:21-31; 3:1-5; Lc. 13:10-17; 14:1-4; Jn. 5:1-15; 9:1-7). Véase
Sábado, Camino de un.

Durante toda la época comprendida por el NT, los cristianos guardaron el


7º día de la semana como su día de reposo. En vista de la gran importancia
que los judíos le adjudicaban, y a la luz de la tormenta de oposición
suscitada por la inobservancia por parte de los gentiles de las
prescripciones rituales (Hch. 15; Gá. 2; 3), la más mínima desviación de la
observancia del sábado establecida por el Decálogo, ya sea por parte de
Pablo o de cualquiera de los dirigentes de los tiempos apostólicos,
inevitablemente habría producido una avalancha de protestas similar a la
que surgió con respecto a reglamentos como la circuncisión, a comer con
los gentiles y diversas otras disposiciones relativas a la liturgia (Hch. 11:1-
3; 15:1, 2; 21:20, 21; Gá. 3:1; 4:10; 5:1).

Parece imposible que, si hubiera habido una contienda acerca de la


observancia del sábado, no haya sido registrada en el NT. Pero los autores
del NT guardan un completo silencio al respecto. Por el contrario, se
menciona frecuentemente que el apóstol Pablo, al recorrer el mundo gentil
para proclamar el evangelio, entraba "en la sinagoga en un día de reposo
[sábado]" (Hch.13:14, 44; 16:13; 17:2; 18:4). Se puede argumentar que lo
hacía porque estaba seguro de encontrar en ese día una buena audiencia.
Pero, al mismo tiempo, el NT guarda silencio con respecto a cualquier
reunión religiosa cristiana celebrada en el 1er, día de la semana que pueda
proporcionar la más mínima evidencia de que los creyentes de aquel tiempo
le adjudicaban alguna importancia especial a ese día.

Entre los pasajes del NT que a veces se citan en un intento de probar la


observancia del 1er, día de la semana por los cristianos de los días
apostólicos, se encuentran Mt. 28:1, Hch. 20:7, 1 Co. 16:2 y Ap. 1:10, pero
cuando se los examina se descubre que estos versículos no proporcionan
evidencia alguna que indique la transferencia de la santidad del 7º día de la
semana al 1º, o que los cristianos de la iglesia primitiva hayan considerado
alguna vez que el 1er día era un día santo. La verdad absoluta es que desde
el principio hasta el fin la Biblia no reconoce otro día fuera del 7º de la
semana como día santo semanal de perpetua obligación. (Para una
explicación del problema presentado en el texto griego de Luc. 6:1, véase
CBA 5:726,147, 148.) Véanse Día del Señor; Primer día de la semana.

La 1ra mención al sábado proveniente de fuentes extrabíblicas aparece en


un óstracon con inscripciones, que se encontró en la isla de Elefantina*.
Estas inscripciones del s V a.C. fueron hechas por colonos judíos que
vivían en la isla, quienes eran mercenarios por cuenta de los persas. En los
registros de las naciones antiguas no se menciona nunca el sábado. El
término bab. shabatu, relacionado por algunos con el 7º día, no era de
descanso semanal, sino el nombre que se le daba al día en que caía la luna
llena, y que se celebraba como festividad una vez por mes. Algunos han
visto vestigios de la existencia del 7º día de la semana en los tabúes
especiales adjudicados a los días 7º, 14º, 21º y 28º del mes, que aparecen en
las antiguas hemerologías de Mesopotamia, es decir, en las listas de días
propicios y adversos, que contienen reglas acerca de lo que se debe hacer y
no hacer en ciertos días. Es posible que estas disposiciones reflejen en
cierto modo y en forma vaga el recuerdo de la semana original conocida
por los patriarcas. Un estudio de las prácticas religiosas de las naciones
paganas de la antigüedad pone en evidencia que el politeísmo y la idolatría
borraron casi totalmente el conocimiento de Dios y del verdadero culto.
Los paganos se enteraron de la existencia del sábado por medio de los
judíos de la Dispersión.

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