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Ética

2021

Módulo 2: Teorías éticas de


Aristóteles y Kant

Estudiantes:

Diaz, Oriana 5.074.941-6

Rivara, Agustina 5.046.099-3

Docente:

Carolina Pallas

2° MPI

Semipresencial
PARTE A: Aristóteles

1. a. ¿Cuáles de las siguientes acciones podrían ser consideradas buenas o malas


haciendo uso de la razón y cuáles se escaparían de ella?

Como señala Aristoteles, los hechos están compuestos por la causa, el desarrollo y el
fin. Por lo tanto, para definir una acción como “buena” o como “mala”, será necesario tener
en cuenta varios factores simultáneamente.
Aristóteles señala que es crucial conocer el fin, el motivo por el cual nuestras acciones
se ven impulsadas, la causa por la cual realizamos “X” cosa buscando “Y” como resultado.
Sostiene que existen fines que a su vez se convierten en medios para llegar a otros fines, pero
que siempre nos encontramos ante la presencia de un fin mayor a los demás, un “bien
supremo”.
Enfocándonos en el fenómeno de la felicidad, aristotelicamente hablando, podemos
afirmar que es el fin último, el bien supremo, al cual todos queremos llegar. Entiende que hay
factores externos que influyen y la condicionan, pero nunca perdiendo de vista que nosotros
como ciudadanos somos los responsables de nuestros propios actos y nuestras propias
elecciones (impulsadas por el deseo de lograr la felicidad), así como de los resultados de
estas. Podemos afirmar entonces que para Aristoteles la felicidad está directamente
condicionada por nuestra capacidad a la hora de actuar, la cual a su vez está directamente
condicionada por nuestra capacidad a la hora de razonar y elegir. Sostiene que debemos de
obrar bien, respecto a nosotros y a los demás, para así lograr ser seres virtuosos, seres que
tienen la capacidad de razonar correctamente, lo que permite actuar bien en relación a un fin
en concreto, y que a su vez deriva en ser feliz.
Teniendo en cuenta lo anteriormente mencionado, podemos debatir sobre si
determinadas acciones podrían, o no, ser condicionadas por los términos “bueno” y “malo”.
● Situación Nº1: robo por hambre.
Aristoteles señala que previo a toda acción existe un proceso de deliberación que
toma lugar en el instante previo a las acciones éticas. Sostiene que toda acción comienza por
un deseo deliberado que debe traspasar la racionalidad (fenómeno que actúa como filtro),
donde se establecen determinados medios que puedan satisfacer los fines establecidos. A su
vez, no deja de lado el hecho de que toda deliberación se encuentra manchada de deseo,
deseo que genera que en vez de actuar únicamente de manera racional, se haga a su vez de
forma impulsiva.
Asumiendo que estamos hablando de un hombre virtuoso, hombre que tiene la
capacidad de pensar racionalmente sobre cuáles son sus oportunidades, sus medios, y a cuáles
fines puede/quiere llegar, podemos concluir que el robo a causa de hambre escapa de este tan
drástico condicionamiento sobre si la acción es una buena o mala.
Teniendo en mente que el responsable del robo tuvo la capacidad de razonar sobre
cuál era su condición, cuáles eran sus oportunidades y a cuál fin pretendía llegar; y teniendo
en cuenta que este fin es algo tan sincero y tan necesario como comer, acción que todos
debemos realizar con el fin de sobrevivir, podemos llegar a la conclusión de que
definitivamente no nos encontramos ante una situación donde se dependa únicamente de la
razón para resolverla. Comer es un derecho humano el cual todos deberíamos, por deber del

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Estado, tener cubierto. Si tal derecho no está cubierto, la situación escaparía de las manos de
la racionalidad, teniendo en cuenta también que ningún ser humano podrá razonar de manera
eficaz si ni siquiera tiene la oportunidad de alimentarse medianamente bien.
En tanto, podemos destacar que en esta situación no se busca el bien supremo, no se
busca la felicidad, si no que se busca simplemente subsistir, acto que en determinadas
situaciones, puede/debe/necesita escapar de la razón.
● Situación Nº2: crimen por celos.
Para explicar esta situación en particular, es necesario entender que Aristoteles señala
que el valor ético de una acción determinada no reside en la acción en sí, sino que lo que ésta
busca, a aquello a lo cual quiere llegar.
A su vez, apoya la idea de desvinculación entre felicidad y placer. Para Aristoteles,
felicidad y placer no son sinónimos ya que el placer no forma parte de aquel “bien supremo”,
término que se remonta directamente a la felicidad.
Ante una situación de crimen por celos, podemos deducir que la persona en cuestión
no está razonando correctamente, se encuentra totalmente impulsado por sus deseos, aún
sabiendo que lo que hace y las maneras de hacerlo están mal.
Finalmente, podemos afirmar que esta acción es una mala acción. Para lograr el bien y
ser feliz, hay que obrar bien. Podemos afirmar que se deja de lado la idea de “bien supremo”
y simplemente se usa un fin con el propósito de lograr otro fin, dejando de lado la búsqueda
de la felicidad y actuando impulsivamente de acuerdo al deseo y el placer.
● Situación Nº3: mentira piadosa.
Aquí podemos observar el factor determinante, que será el fin condicionante.
Podemos concluir que, tal vez, el error no se encontró en el raciocinio, sino en actuar
conforme a un fin incorrecto, por lo cual los medios no serán éticamente válidos jamás, ya
que lo que se busca no se remonta a un bien correcto, ni claro, a la felicidad.
Dicha situación no impone que no haya existido un proceso de deliberación, elección
y actuación, si no que los resultados que estas acciones desprendan estarán estrechamente
vinculados con el hecho de que fueron realizadas enfocándose en un fin incorrecto.
En tanto, podemos afirmar que, racionalmente hablando, una mentira piadosa es una
mala acción que escapa del uso correcto de la razón. Destaca una persona capaz de razonar,
pero que no logra realizarlo en el sentido correcto, en el sentido necesario para no dejarse
llevar por el deseo y enfocarse en el verdadero fin, la felicidad.
● Situación Nº4: crimen por defensa propia.
Si bien depende de la situación en especial, podemos asumir que el hecho de causar
un crimen por defensa propia no necesariamente es una acción ni buena ni mala, ni donde
falte raciocinio.
Como señalamos previamente, Aristoteles sostiene que nuestras acciones se ven
impulsadas por los motivos por los cuales la realizamos. En tanto, es necesario tener en
cuenta a qué se quiere llevar con la acción en cuestión, a la hora de juzgar la misma.
Teniendo en cuenta entonces que el sujeto busca garantizar su propia seguridad, lo
que conlleva que esta se encuentra en peligro, podemos concluir que el fin por el cual se
obraba era un fin impuesto por otra persona, persona que causa que el otro se sienta
amenazado y deba obrar en cuanto a lo que en ese momento en concreto necesita, y no en
cuanto a aquello que le garantice felicidad, o lo éticamente correcto.

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En resumen, podemos afirmar que nos encontramos ante un caso que escapa de la
clasificación “bueno” o “malo” en tanto que la situación no permite hacer uso correcto de la
razón, ya que no se está obrando en relación a la felicidad y al raciocinio, sino al temor y la
impulsividad.

b. Selecciona una de estas acciones y presenta una situación donde se aplique lo


que Aristóteles denomina ¨prudente término medio¨.

Aristoteles hace referencia a la expresión “prudente término medio” para referirse al


término por el cual todos deberíamos de optar: aquel que deja de lado tanto los defectos como
los excesos, generando cierta certeza de carácter racional en lo que respecta a nuestros actos,
manteniéndonos justamente en el medio, no situándonos en ninguno de los dos limitantes.

Como mencionamos previamente, Arisoteles era consciente de la existencia de los


impulsos, sentimientos, pasiones y deseos, así como el de razón, racionalidad y virtuosidad,
donde un “prudente término medio” sería justamente la brecha mediadora entre dichos
términos.

Enfocándonos en la situación Nº2 donde una persona agrede a otra a causa de celos,
podríamos asentir en que esta solución no necesariamente es la única solución para dicha
situación. En un escenario en el cual la persona haya podido dejar de lado sus impulsos (en
este caso la sensación causada por los celos) a la hora de deliberar la acción (en este caso
cometer un crimen), es decir, en un escenario donde la persona en cuestión logre un equilibrio
entre la pasión y la acción, el defecto y el exceso, el deseo y la razón, la deliberación con
respecto a la acción podría haber sido distinta. Esto no ocurrió debido a que, por más que el
sujeto haya sido consciente que cometer un crimen está mal, dejó que su deseo y su
impulsividad, así como sus defectos y sus excesos, determinen su liberación (lo cual
determina su fin, el cual no es correcto), derivando entonces en una deliberación incorrecta y
poco balanceada que no se remite a un término medio en específico, sino a un extremo,

Para lograr un “prudente término medio” es necesario que el objetivo principal sea el
de obrar virtuosamente, ni en relación al deseo, impulsividad o pasión, ni en relación a la
acción, si no a la razón. Es un hecho que cometer un crimen va en contra de la ley sea cual
sea su causal, por lo que una buena deliberación comprendería la búsqueda de otra solución,
una solución legal y correcta que se amolde tanto a los fines, como a los medios o
circunstancias y que deje de lado tanto el defecto como el exceso; esta podría ser: dejar a la
persona que tantos sentimientos malos causa; o enfrentarla y decirle lo que sus acciones
generan y cómo hace que el otro se sienta, con el fin de llegar a un acuerdo; o trabajar en la
seguridad hacia uno mismo y entender que los celos son tan solo un impedimento para ser
feliz, entre otras.

Para obrar bien debemos de estar seguros que estamos siendo impulsados por un
deseo correcto que nos transporte a un fin correcto. Es importante elegir actuar virtuosamente
sea cual sea la situación. En este caso, es necesario repensar la situación, sus causas, sus
resultados, sus derivaciones. Un ser virtuoso capaz de lograr este término medio al cual

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Aristoteles se refiere, debe practicar dicha virtuosidad diariamente, teniendo en cuenta que
esta es una construcción lograda a través del ejercicio permanente de buenos hábitos.

Es importante recalcar que encontrándonos ante un crimen por celos, no nos


encontramos ante una situación limitante ni donde peligre una vida, lo que significa que
podemos y debemos de tomarnos un momento y un espacio para pensar, razonar, evaluar y
organizar las diversas soluciones de las cuales disponemos, como los medios disponibles para
cumplir con dichas soluciones, tratando de buscar siempre el equilibrio entre lo que deseo y
lo que debo hacer. Que no exista esta instancia de pienso nos expone a actuar de manera
incorrecta porque elegimos mal y actuamos ante un fin que también está mal. Es importante
recalcar el ejercicio al cual todos debemos someternos a la hora de aprender a controlar
nuestros deseos e impulsos. Tenemos y debemos de aprender a dominar nuestras acciones y
las razones que las encaminan, y no dejar que se basen en el mero deseo. Debemos
direccionarnos hacia la felicidad, ese debe ser nuestro fin último, y no el de satisfacer
momentánea e instantáneamente nuestros deseos, nuestras pulsiones. En resumen, para que
exista una correcta deliberación, debe haber una instancia de correspondencia entre el deseo y
la razón, así como una correcta evaluación sobre los posibles medios a ser utilizados o
dejados de lado.

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PARTE B: Kant
1. En una hermosa playa de Rocha un bañista está en peligro de ahogarse y es
contemplado por 4 personas desde la orilla: A, B, C y D... A, B y C saben nadar.
1.1. A se arroja al agua buscando posible recompensa y estima social
1.2. B se desentiende de la situación.
1.3. C se arroja al agua por el deber de solidaridad.
1.4. (Ejemplo planteado por las alumnas) D no sabe nadar, pero se tira al agua porque
quiere ayudar.
Según Kant, la ética debe estar fundamentada en conceptos vinculados a la razón,
independientemente de las circunstancias. Por ello, propone que la ética se base en la idea de
“sentido común del deber y de las leyes morales” (Pallas, s.f., p.3), argumentando que como
seres humanos racionales poseemos una voluntad libre para actuar; lo único que podría llegar
a ser absolutamente bueno en sí mismo, señala, es la buena voluntad, ya que es el fin de la
razón y es lo que nos lleva a la satisfacción del deber cumplido. De acuerdo a Pallas (s.f.),
Kant señala que la buena voluntad será aquella que posea un agente cuando actúe por deber,
y no cuando busque eficacia, adjudique fines ajenos a la necesidad de cumplir con el deber en
sí mismo, posea una intención, inclinación o preferencia subjetiva.
Kant sostiene entonces que “el ámbito moral es aquel de las acciones por deber sin
fines interesados y cuando se obra por la satisfacción del deber cumplido” (Pallas, s.f., p.6).
A raíz de ello, definirá entonces tres tipos de “obrar” relacionados a lo moral, como se señala
en el esquema expuesto en la consigna de la presente actividad: la acción por deber, la acción
contraria al deber y la acción de acuerdo o conforme al deber. El primero refiere a la
necesidad de llevar a cabo una acción por el respeto a la Ley Moral, regla objetiva sobre lo
que debemos hacer y lo que no. Estas acciones son moralmente buenas. Las acciones
contrarias al deber, sin embargo, refieren la desobediencia ante la Ley Moral, lo que las
transforma en moralmente malas. Sin embargo, expone un tercer tipo de acción, conforme o
de acuerdo al deber, que define como moralmente neutras pues si bien obedecen las leyes
morales, al verse motivadas por inclinaciones mediatas o inmediatas pierden cierto valor
moral. Únicamente serán acciones morales aquellas en las cuales el obrar no se vea
impulsado por ninguna inclinación.
Para explicar con mayor profundidad la acción por deber, Pallas (s.f.) explica las tres
proposiciones efectuadas por Kant respecto a ella:
1. “Cuando se actúa por deber no se sigue la inclinación
2. La acción por deber debe estar regido por máximas que la deciden... y no por sus
propósitos, fines o efectos
3. El deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley” (p.7)
Luego de haber explicado brevemente la teoría ética kantiana, proseguimos a analizar
cada una de las situaciones planteadas:
1.1. De acuerdo a la teoría analizada, la acción de A debería ser catalogada como una
acción conforme al deber, es decir, una acción moralmente neutra. Esto, pues si bien busca
ayudar al bañista - un deber imperfecto, que si bien es universal, no valen para todos por
igual -, su obrar se ve motivado por posibles recompensas y estima social y no por la buena
voluntad de cumplir con el deber marcado por las leyes morales.

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1.2. B, no obstante, evita completamente la búsqueda de cumplir con el deber de
ayudar a los demás. Se trata, por lo tanto, de una acción contraria al deber que, como
observamos, Kant cataloga como moralmente mala.
1.3. C, a diferencia de los dos agentes anteriores, ha obrado de acuerdo al deber de
solidaridad, buscando ayudar al bañista que se encuentra en peligro. Ha realizado, por lo
tanto, una acción moralmente buena pues no hay inclinaciones sino que únicamente hay una
búsqueda por obedecer la Ley Moral.
1.4. Sin embargo, esta última situación con D puede ser un tanto más compleja. D, a
diferencia de A, B, y C, no sabe nadar, por lo que al intentar ayudar al bañista se arroja al
agua y, consecuentemente, se pone a sí mismo en riesgo. Teniendo en cuenta el Imperativo
Categórico propuesto por Kant, que determina que hemos de obrar “según una máxima tal
que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal”, podríamos decir que si
bien su intención fue moralmente buena pues quiso cumplir con la máxima de solidaridad al
igual que C, la forma en que buscó llevar a cabo dicha ayuda no fue la correcta.
Ayudar, conforme a Kant, forma parte de los deberes imperfectos. Estos deberes en el
sentido amplio son universales, sí, pero no representan ni valen lo mismo para todos los
agentes, pues dependen de la vulnerabilidad de los sujetos. Si bien ayudar es un deber de
todos y todas, el cómo hacerlo no es algo que pueda estar definido por una máxima universal:
no todos podemos ayudar de la misma manera. En este caso, entonces, D tuvo la intención de
ayudar mas erró en la manera en que debería haberlo realizado. Ayudar poniendo nuestra
propia salud o integridad en riesgo no es una máxima que podamos desear que se convierta
en ley universal, pues a corto o largo plazo, no estaremos ayudando sino entorpeciendo el
proceso. En su lugar, D podría haber acudido a ayudar al bañista llamando la atención de
alguien que supiera nadar y pudiera socorrerlo, e igual habría estado ayudando.
¿Podría considerarse moralmente buena su acción? No, pues utilizando el Imperativo
Categórico como test de deberes éticos, podría afirmarse que su obrar no es universalizable:
si intento ayudar a alguien de una manera en que no me es físicamente posible, no sólo no
estoy ayudando en absoluto, sino que incluso podría estar afectando el proceso mediante el
cual otra persona podría colaborar en la ayuda de dicho sujeto. Ayudar también implica
buscar los medios oportunos para socorrer o ayudar a alguien en vez de intentar obrar
siempre por mano propia para resolver una situación, ya que puede resultar en el
entorpecimiento de una situación. Si lo definimos por lo que no es, método utilizado por Kant
para describir la buena voluntad, podríamos afirmar que la acción de D no es moralmente
buena pues si bien busca actuar de acuerdo al deber de ayudar, su razonamiento (o falta de él)
no debería ser aplicado a nivel universal. Tampoco es moralmente mala pues D no intentó
desobedecer la Ley Moral. Podría ser considerada, por lo tanto, neutra.
Como futuras docentes, esta situación nos llevó a considerar la importancia de tener
estos hechos presentes. No siempre seremos las personas indicadas para socorrer a un niño,
para actuar frente a una posible situación de violencia que pueda estar sufriendo o para
atender un trastorno o dificultad en el aprendizaje. Lo moralmente bueno sería adecuar
nuestro obrar respondiendo a la máxima de la solidaridad y buscar los recursos capacitados
para que el niño o niña puedan obtener la ayuda que necesitan, y no intentar resolverlo solas
pues seguramente acabemos perjudicando en vez de ayudando.

6
Bibliografía
Aristóteles, (349 a.C.). Ética a Nicómaco. 1a ed. Editorial Digital San José: Imprenta
Nacional (2016).
Kant, E., (1785). Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres (prólogo, cap.
1 & 2). Madrid: Alianza Editorial.
O’Neill, O., (1995). La Ética Kantiana. En Peter Singer (Ed.), Compendio de Ética
(cap. 14). Madrid: Alianza Editorial.
Pallas, C., (s.f.). Introducción a Kant.
Pallas, C., (s.f.). Introducción a la Ética Aristotélica.

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