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la razón práctica, para evitar que esta última contamine a la prime- 4. El doble vínculo y la conversión
ra, para no tratar como instrumento cienáfico lo que te dría
que ser el obj to del conocimiento, esto es, todo lo que consti- El ejel plo ue acabo de dar respe to de la noción de pr
tuye el sentido práctico del mundo social, las presupo iciones, fesión no e sino un caso par .cular de na dificultad general.
los esquemas de percepción y compren ión que dan al mundo De h cho, es la tradición académica de la ociol gía en su o-
vivido su estructura. Tomar como objeto el entendimiento del talidad lo que debemo c e tionar todo el ti mpo y aquello de
sentido común y la experiencia primaria del mundo social co- lo que debemos de confiar m tódicamente. De allí el double
mo una aceptación noética de un mundo que no está consti- bind en que todo soci 'logo digno de ese nom re u da atrapa-
tuido como un objeto frente a un ujeto es precisamente el me- do: sin los i trumentos intelectuales que le on legados por su
di de evitar quedar "atrapado" dentro del objeto. Es el medio para tradición académica, es poco m' que un aficionado, un auto-
someter a escrutinio científico todo lo que hace posible la xperien- didacta, un intuitivo (y por cierto no el mejor equipado de to-
cia dóxica del mundo, esto e ,no sólo la representación precons- dos los legos, dada l limitada extensión de las experiencias so-
truida de este mundo sino también los esquemas cognitivos que ciales de la mayor parte de los académicos ; pero al mismo
subyacen a la con trucción de e ta imagen. Yaquellos entre los tiempo eso instrumentos lo mantienen en el peligro con tan-
etnometodólogos que se contentan con la mera descripción de te de no hacer más que sustituir la doxa ingenua del entido
esta experi ncia sin cue rionar las condiciones ociales que la común de los 1 gas por la no meno ingenua doxa d I enti-
hacen posible ~s decir, la correspondencia entre las estruc- do común académico (sens commun savante), aquel que imi
turas sociales y las estructuras mentales, la estructura objetiva como un loro, con una jerga técnica y bajo a tramposa ap 'en-
del mundo y las estructuras cognitivas a través de las cuales es- cia oficial del discurso científico el discurso del sentido común
te último aprehendido-- no hacen más que repetir los cues- (esto es lo que llamo el "efecto Diafoirus") .46
tion iento más tradicionales de la I1osofia más tradicional No es fácil escapar a los cuernos de este dilema, esta alterna-
acerca de la realidad de la re lidad. Para sope ar las limitacio- tiva entre la ignorancia inerme del autodidacta privado de ins--
nes de esta semblanza de la radicalidad que su populismo episté- trumentos de con trucción cien ' ca y la seudoci ncia del seu-
mico les impone (debido a su rehabilitación del pensamien to co- docientífico que inadvertida y acríticam nte acepta categorías
mún), sólo tenemos que observar que los etnometodólogos no de percepción ligadas a un determinado estado de las relaciones
han visto nunca las imp/i.cacimzes políticas de la experiencia dóxica sociales, conceptos semicon truido que toma directamente del
del mundo que, en tanto que aceptaci' n fundamental del orden mundo social. unca se siente tanto esta contradicción como en
establecido situada fuera del alcance de la crítica, es el funda- el caso de la etnología, donde debido a la diferencia entre las tra·
mento más seguro de un conservadurismo incluso más radical dicione culturales y al extrañamiento resultante uno no puede
que aquel que trabaja para establecer una ortodoxia política. 45 vivir, como en sociología, bajo la ilusión del entendimiento in-
mediato. En este caso, o bien tillO no ve nada o bien se queda
45 Véase en la pane 2, sección 1, una discusión ulterior. Es fácil entender
cómo di h e nservadurismo, baj determinadas circun rancias hi "tóricas,
Con las categorías de percepción y I modo de pensar (ellegalis--
puede convenirs en su opuesto: c mo ha demosrraedo Calh un (1979 en mo de lo antropólogos de sus predecesores, quien a menudo
su crítica revisionista del análisis de Thompson de la formación de la clase
trabajadora ingl sa, una visión dóxica del mundo, es decir, una "tradición"
cultural sin cuestionar y unifi d p de, cuando se la de afia, proporcionar 46 Por el nombre del médi o d Moliere, que habla un latin pret ncioso
el mecanismo cogni 'vo necesari para la acción radical colectiva, y falsamente académico en El enJtmIW imaginario.
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los recibieron a su vez de otra tradición académica la del Dere- A rie go de parecer un partidario de llevar la duda radical
ch Rom la, por jemplo . Todo esto nos inclina hacia una uer- a una expresión hiperbólica, me gu taría evocar una vez más
te de conservaáurismo estructural que con uce a la reproducción las perniciosa formas que el pensamiento ind lente puede
de la doxa académica. 47 adoptar en sociología. Tengo n mente un caso muy paradóji-
De allí la peculiar antinomia de la pedagogía de la investi- co, donde un pensamiento crítico como el de Marx funciona
gación: debe transmitir tanto instrumentos probado de cons- en el estado de impensado (impensel, no sólo en las mentes de
trucción de la realidad (problemáticas, conceptos, técnicas, los investigad re (y esto se aplica tanto a 1 s defensores como
métodos) como una formidable disposición crítica, una incli- a los crítico de Marx) sin también dentro de la realidad que
nación a cuestionar despiadadamente tales instrumentos (por registran como pura hipótesis observacional. Llevar adelante
ejemplo las taxonomías ocupacionales del INSEE u otras, que sondeos sobre las clases sociales sin ninguna reflexión ulterior
no son dadas como regalo del cielo ni se ofrecen listas para acerca de su existencia o no existencia, su dimensión y si on o
usar fuera de toda realidad. o hace falta decir que, e mo no an gónicas, como se ha hecho más de una vez, sobre todo
con todo mensaje, las chances de que esta pedagogía tenga con el obj tivo de d sacreditar la teoría marxista, es tomar co-
éxito varían sustancialmen te de acuerdo a las disposiciones so- mo objeto inadvertidamente las huellas, en la realidad, de los
cialmente constituidas de sus receptores. La situación más fa- efectos ejercidos por la teoría de Marx, en particular por me-
vorable para su transmisión se presenta cuando uno está fren- dio de las actividades de los partidos y sindicatos que han tra-
te a gente que combina un dominio avanzado de la cultura bajado para "hacer surgir la conciencia de clase".
científica y cierta rebeldía contra, o distancia de, esa cultura Lo que estoy diciendo sobre el "efecto teoría" que la teo-
(por 10 general, arraigada en una experiencia extrañada del ría de clas s pueda haber ejercido, y del que la "conciencia
universo académico), que los empuja a no "comprarla" a su de clase" tal como la medimos empíricamente es en parte un
precio de expendio o, simplemente, a una forma de resisten- producto, no más que una ilustración particular de un fe- 1
cia con tra la represen tación aséptica y desrealizada del mun- nómeno más general. Debido a la existencia de una ciencia
do social que ofrece el discurso dominante en sociología. Aaron social y de prácticas sociales que proclaman su parentesco con
Cicourel es una buena ilustración de ello: ha rondado con "de- esta ciencia (tal como las encuestas de opinión, los conse-
lincuentes" en los barrios bajos de Los Angeles durante el jos mediáticos, la publicidad, etc.)48 pero también a la peda-
tiempo suficiente en su juventud como para estar espontánea- gogía e incIu o, con frecuencia cada vez mayor, a la conduc-
mente inclinado a cuestionar la representación oficial de la ta de los políticos o de los funcionarios de gobierno, los
"delincuencia". Sin duda es esta íntima familiaridad con ese hombres de negocios y los periodistas, dentro del mundo so-
universo, unida a un sólido conocimiento de las estadísticas y cial mismo hay cada vez más agentes que invocan un conoci-
de las prácticas estadísticas, el qu lo predispuso a plantear a miento académico, si no científico, en su prácticas y -lo que
las estadísticas de "delincuencia" preguntas que todos los pre- es más importan te- en su trabajo de producción de represen-
ceptos metodológicos del mundo han sido incapaces de generar taciones del mundo social y de manipulaciones de esas repre-
(Cicourel1968). sentaciones. Así que la ciencia corre el peligro cada vez mayor de

47 Este punto es sostenido de manera más completa en Bourdieu 1986a 'lB Véase Champagne 1988 1990, sobre los usos de la ciencia social y de
y 1986c. la seudociencia social en el "nuevo espacio político' de Francia.
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regís inadvertidamente el re ultado de prácticas que preten- tan lO la ingenuidad primaria como la verdad objetiva que esa
den derivarse de la ciencia. ingenuidad oculta yen la que s detienen los .demi-hw..iles, a ue-
Finalmente, y de manera más salil. sucumbir a los hábito Uos que pi nsan que son más astutos que nadie, enganados p~r
de pensamiento, incluso a aquellos que bajo otras circunstan- olra forma d ingen idad. ( o puedo contenerme de deCLr
cias pueden ejercer un poderoso efecto de rupt , sólo pue- aquí que la excitación de ser astuto, desmitificador y desmiti-
de conducir a formas inesperadas de ingenuidad. No vacilaré ficado, de h cer el papel del desencantado de encantador, es
en decir que el marxismo, en sus usos ociales más comunes, un ingrediente crucial en buena parte de las vocaciones socio-
con tituye a menudo la arma par excellence de I académicamen- lógicas... Yel sacrificio que el riguroso método exige es por
te preconstruidc porque está por encima de la uspicacia. Supon- ello de lo más costoso.)
gamos qu nos ponemos a estudiar la idelogía "Ieg 1", "religio- No hay riesgo de sobreestimar la dificultad y los peligro
sa" o "profesoral". La misma palabra ideología supone marcar cuando se trata de pensar el mundo social. La fuerza de lo pre-
un quiebre con las representaciones que los agent s preten- construido reside en el hecho de que, estando escrito tanto en
den dar a u propia práctica: significa que no deberíamo to- las cosas como en las mentes, se presenta bajo el manto de lo
mar sus d claraciones al pie de la letra, que tiel en intereses. autoevid nte que pasa desapercibido porque por d finición se
etc. Pero en su iolencia iconoclasta, la palabra nos lleva a ol- da por sentado. La ruptura requiere una conversión de la. mirada
vidar que la dominación de la que debemos arranc rnos para de uno y es posible decir acerca de la enseñanza de la ociolo-
objetivar logra ejercer e en gran medida en tanto es de cono- gía que primero debiera" ar nuevos ojos", como han icho a
cida como tal. Por tanto no hace lvidar que deb mo rein- veces los filósofos iniciáticos. La tarea es producir, i no una
tr ducir n el modelo científico el hecho de que la represen- "nueva persona", al meno una "nueva mirada", un ojo sociológi·
tación objetiva de la práctica tuvi se que ser con truida contra ca. Y esto no puede hacerse sin una genuina conver ión, una
la experi ncia primaria de la práctica o si lo prefieren, que la metanoia, una revolución m ntal, una tran formación de la pro-
"verdad objetiva" de e ta experiencia s inacce ible a la expe- pia visión del mundo social en su totalidad.
riencia misma. Marx nos ermite abrir de un portazo 1 s puer- que se llama "ruptura epi temológica",49 es decir la pues-
tas de la doxa, de la adherencia dóxica ala experiencia prima- ta entre paréntesis de las preconstrucciones habituales de lo
ria. Pero detrá de esta puerta yace una trampa, y el demi-habile principios comúnmente en funcionamiento en la elaboración
que ca la en el sentido común académico 01 'da retornar a de dichas construcciones, a menudo presupone una ruptura
la experiencia primaria que la construcción académica había con modo de pensar, conceptos y métodos que tienen a favor
puesto entre parénte is y dejado a un lado. La "ideología" toda la apariencia del sentido común, del sentido ordinario. y del
(realmente a esta. altura haríamos mejor en llamarla de al buen sentido cienúfi o (todo aquello que la tradición positi 's-
na otra manera no se nos aparece como tal, a nosotros y a sí la dominante honra y reverencia). Ustedes seguramente com-
misma, y es este desconocimiento el que le da su eficacia im-
bólica. En urna, no alcanza con romper con el sentido común 49 La noción de "ruptUl epi temológica" ( amo la de "perf¡! epistemo-
ordin rio, o con el sentido común académico en su forma ha- lógic "), que muchos lectores angloamericanos asocian con A1thusscr (o con
Foucault) se origina con Gaston Bachelard y ha sido utilizado muy ext nsa-
bitual. Debemos romper también con los instrumentos de ruptura que mente por Bourdieu mucho antes del apogeo del ma ,ismo cstruCLUrah. La
niegan la. experiencia misma contra la cual han sido construidos. Esto (nótese el CSLatuto de piv te que se le da en Bourdieu, Chamboredon y Pas-
debe hacerse para erigir modelo más completo, que abarquen seron 1973, originalmente publicado en 1 8).
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prenderán que, cuando uno es ' convencido, como yo, de qu francés, decimo "director de conciencia" , un papel bastan te
la tar a más decisiva de la ciencia oci 1, y por tanto de la ense- peligroso, que no tiene justificación, bajando de nuevo a la rea-
ñanza de la investigación en ciencias sociales, s esta lecer c~ lidad a qui n "ve demasiado a lo grande" e inyectando más am-
mo norma fundamental de la práctica científic la conversión bición en quienes se dejan atrapar en la seguridad de empren-
de! pensamiento, la re olución de la mirada, la ruptura con lo dimiento fácile y humildes.
preconstruido y con todo aquello que lo apuntala en e! orden De hecho, la ayuda más decisiva que el investigador novato
social -yen el orden científico-, se está condenado a la so - puede esperar de la experiencia es aqu lla que lo anime a t~
pecha permanente de querer ej rcer un magisterium profético mar n cuenta, en la definición de su proyecto, su condjci~
y exigir una conversión personal. nes reale de realización, e decir, los medios que tiene a su dis-
Agudamente consciente de las contradicciones específica- posición (especialmente en términos de tiempo y competencia
mente sociales de la empresa científica tal como he tratado de específica, dada la naturaleza de us experiencias ciales y de
describirla, cada vez que juzgo un trabajo de investigación, sue- su formación) y las posibilidades de acceso a los informantes y
lo preguntarme a mí mismo si debiera tratar de imponer la vi- a la información, documentos y fuentes, etc. Con frecuencia,
ión crítica que a mí me parece la condición necesaria de cons- es sólo en la conclusión de un prolongado trabajo de socioaná-
trucción de un objeto científico genuino poniendo n lisis, a través de toda una secuencia de fases de sobreinvestidu-
m vimiento una crítica del objeto preconstruido que probable- ras y desp seimientos, que el ajuste ideal entre un investigador
mente parezca un coup de force, una suerte de Anchluss intelec- y "su" objeto puede lograrse.
tual. Esta dificultad es muy seria porque en las ciencias sociales La sociología de la sociología, cuando adopta la forma muy
e! principio de los errore casi siempre se funda, al menos n concreta de la ciolo ía del soci 'lago, de su proyecto cientí-
mi experiencia, en disposiciones socialmente constituidas así fico, de sus ambiciones y omisiones, de sus audacias y miedos,
como en miedos y fantasías sociales. De manera que siempre no es un supptérnent d'ameo una esp cie de lujo narcisista: la t~
es dificil pronunciar públicamente un juicio crítico que, más ma de conciencia de las disposiciones, avarabIes o desfavora-
allá de las prácticas científicas, toque a las di posiciones más bles, asociadas a los propio orígenes sociales, con u trasfon-
profundas del habitus aquéllas íntimamente ligadas a los orí- do académico y de género, frece la oportunidad, aun si es
genes sociales y étnicos, al género y también al grado de con- limitada, de llegar a controlar tales disposiciones. Incluso así,
sagración académica previo. Tengo en mente aquí la humildad son incontables los trucos de las pulsiones sociales, y hacer una
exagerada de algunos investiga ores (más frecuente entre las sociología de! propio universo a veces puede ser otra manera,
mujeres que entre los hombres, o entre aquellos que provienen más perver a, de satisfacer de manera indirecta esos impulsos
de un trasfondo social "m d sto", como decimos a veces) que reprimidos. Por ejemplo, un ex teólogo que se hizo sociólogo
no es menos fatal que la arrogancia. En mi opinión, la postura puede experimentar una especie de regresión y empezar a ha-
correcta consiste en una combinación altamente improbable blar como teólogo o, peor aún, usar la sociología com un ar-
de una determinada ambición, que lleva a uno a adoptar una ma para establecer us pasadas posiciones teológicas. Lo mis-
mirada amplia (a voir gral1,d) , y la modestia indispen able para mo puede ocurrir con un ex filósofo: también él corre el riesgo
enterrarse en el más completo detalle del objeto. Así el direc- de encontrar en la ociología de la filosofía el modo encubierto
tor de investigación que realmente quiera cumplir su función de librar las guerras filosóficas por otros medios.
tendrá a veces que adoptar el papel de confesor o gurú en

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