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EL DELITO DE DESAPARICIÓN FORZADA EN LAS SENTENCIAS DE LA SALA PENAL NACIONAL…

DEL DELITO PERMANENTE A LA “DOCTRINA HANKE VELASCO”

La desaparición forzada es una violación muy compleja y acumulativa de derechos humanos y del
derecho humanitario, que entraña violaciones a la libertad y la seguridad de la persona, el derecho
al reconocimiento de la personalidad jurídica, el derecho a no ser sometido a trato inhumano y
degradante, y como mínimo, una grave amenaza al derecho a la vida. A decir de la Comisión de la
Verdad y Reconciliación (CVR), este delito no solo afecta la libertad física, sino que además no se
limita a ella porque está continuada por la negativa de los hechos y la falta de información sobre el
paradero de la víctima.

En el Perú la práctica de desaparición forzada de personas fue un método contrasubversivo


utilizado por las fuerzas del orden, que asumió un carácter sistemático y generalizado en
determinados momentos del conflicto armado interno, razón por la cual este crimen puede ser
calificado como un crimen de lesa humanidad.

Por ello, no solo la CVR sino también el Ministerio Público, han investigado y denunciado
numerosos casos paradigmáticos de desaparición forzada de personas, los cuales han sido
juzgados y sentenciados por la Sala Penal Nacional (SPN). Instancia del sub sistema penal de
derechos humanos en el Perú, creada justamente por recomendación de la CVR.

En ese sentido, resulta de particular interés analizar brevemente el contenido de la jurisprudencia


y los fundamentos jurídicos desarrollados hasta la fecha por la SPN. Esto, toda vez que desde
nuestro particular punto de vista, la reciente sentencia emitida en el caso Los Laureles, significa un
sustancial cambio de las posiciones jurídicas que la SPN venía desarrollando en materia de
desaparición forzada de persona. Pareciera abrir una puerta falsa para permitir una inminente
exclusión de responsabilidades de quienes dictaron órdenes para que estos crímenes se ejecuten.
Haremos una presentación histórica de las decisiones de este tribunal.

La desaparición forzada como delito permanente

La primera sentencia que la SPN emitió sobre el delito de desaparición forzada de personas, es la
emitida en el caso del estudiante universitario Ernesto Castillo Páez, desaparecido el 21 de octubre
de 1990. Esta sentencia se emitió el 20 de marzo de 2006 y tiene la notable virtud de establecer a
nivel judicial dos asuntos fundamentales: las características fundamentales del delito y la
utilización de la prueba indiciaria para valorar las demás, en un crimen de esta naturaleza

Sobre el primer asunto, que es el que ahora nos interesa, la sentencia de la SPN define al delito de
desaparición forzada de personas a partir de los siguientes elementos,

“(…)

a) La participación de los agentes del Estado, personas o grupos de personas que actúan bajo
control con su autorización o aquiescencia en la privación de la libertad, cualquiera que
fuere la forma,
b) seguida de 1) falta de información o 2) la negativa a reconocer dicha privación de la
libertad o 3) a informar sobre el paradero de la persona, de forma que se impida a esta el
ejercicio de recursos legales y de las garantías procesales pertinentes.”
Junto a estos elementos, la SPN considera que “La segunda cuestión a resolver es si el delito de
desaparición forzada constituye un delito de naturaleza permanente”. Al respecto señalan –
siguiendo al profesor alemán H.H. Jescheck- que “Los delitos permanentes y los delitos de estado
son delitos de resultado cuya efectividad se prolonga un cierto tiempo. En los delitos permanentes
el mantenimiento del estado antijurídico creado por la acción punible depende de la voluntad del
autor, así que, en cierta manera, el hecho se renueva constantemente.”

Agrega el tribunal que “En tanto dure la permanencia, todos los que participen del delito serán
considerados coautores o cómplices, en razón de que hasta que la misma cese, perdura la
consumación”; señalando además que,

“… Al respecto debemos señalar que hasta el momento, se ignora el paradero del joven Castillo
Páez, situación que es una consecuencia directa del accionar típico del autor y por la que debe
responder en toda su magnitud. Si partimos de la circunstancia, al parecer indiscutible, de que aun
no se ha establecido el paradero del estudiante Ernesto Castillo Páez, debemos presumir que aun
se mantiene su privación de libertad, y por lo tanto que este delito, y de ahí su caracterización de
permanente se continúa ejecutando. En estos casos puede sostenerse que el delito ‘tuvo
ejecución continuada en el tiempo”.

Para sustentar esta posición, la SPN asume los fundamentos expuestos por el Tribunal
Constitución en la sentencia emitida el 18 de marzo de 2004, en el expediente 2488-2002-HC/TC,
caso Villegas Namuche (considerando número 7, inciso 26.

Siendo esto así, dice la sentencia de la SPN que “… de conformidad con lo establecido por el
artículo 285 - A del decreto legislativo 959, los hechos probados en autos, encuadran en el artículo
trescientos veinte del código penal vigente, esto es delito contra la humanidad – desaparición
forzada”.

De esta manera podemos verificar que la SPN señala la responsabilidad del autor a partir de
considerar que el delito permanece ejecutándose hasta la fecha, y que ello en consecuencia del
accionar típico del autor.

La consolidación de los criterios jurisprudenciales de la SPN

En un segundo momento podemos ubicar varias sentencias dictadas por la SPN en las cuales es
posible constatar una consolidación, e inclusive desarrollo de los criterios expuestos en la
sentencia del caso Castillo Páez.

En la sentencia emitida el 5 de febrero de 2007, en el caso de la desaparición forzada de las


autoridades de la comunidad de Chuschi, ocurrida el 14 de marzo de 1991, la SPN esencialmente
consolida el criterio establecido en el caso Castillo Páez un año antes. De esta manera la sentencia
sostiene respecto de las características fundamentales del delito lo siguiente:

“Una de las consecuencias de considerar al delito de desaparición forzada de personas como un


delito permanente, es que, si bien es cierto, conforme al principio de legalidad penal, la norma
prohibitiva deberá ser anterior al hecho delictivo, en los casos de delitos de naturaleza
permanente, la ley penal aplicable no necesariamente será la que estuvo vigente cuando se
ejecutó el delito, toda vez que la conducta subsiste mientras no se conozca nada del paradero de
la víctima; por tanto si aparece un tipo penal de mayor gravedad serán aplicables a las personas
que iniciaron la acción y que continúan en su ilícito”.

En esa dirección, postula una mayor precisión sobre las consecuencias de un delito permanente en
cuanto a los autores del crimen. La sentencia sostiene que,

“Respecto al tema de la autoría y participación unas de las consecuencias de considerar al delito


de desaparición forzada de personas como un delito permanente es que hace posible la autoría y
la participación aun después de la lesión instantánea o consumación inicial, continua la lesión al
bien jurídico y se sigue produciendo la conducta típica, la consumación se prolonga en un período
o fase consumativa, por tanto el tipo penal de desaparición forzada de personas continua
realizándose mientras no se da razón del paradero de la víctima, dando lugar a la posibilidad de
una autoría (autoría inmediata, mediata o coautoría) o participación de personas que no
estuvieron involucradas en el acto inicial de detención de los agraviados”.

Para ello en este caso la SPN vuelve a utilizar como parte de sus propios fundamentos los
expuestos por el Tribunal Constitucional en el caso Villegas Namuche, en la parte del fallo
constitucional que señala que:

“La garantía de la ley previa comporta la necesidad de que, al momento de cometerse el delito,
esté vigente una norma penal que establezca una determinada pena. Así, en el caso de los delitos
instantáneos, la ley penal aplicable será siempre anterior al hecho delictivo. En cambio, en los
delitos permanentes, puede surgir nuevas formas penales, que serán aplicables a quienes en ese
momento ejecuten el delito, sin que ello signifique aplicación retroactiva de la ley penal”.

Pero, además, en esta sentencia la SPN avanza sustancialmente en la dirección de considerar al


delito de la desaparición forzada de personas, como un crimen de lesa humanidad. Así, la
sentencia declara que:

“Otra característica que guarda relación con el tema de autoría y participación es el hecho de
considerar al delito de desaparición forzada de personas como un delito de lesa humanidad, es
que por lo general al tratarse de un ataque sistematizado de da a través de aparatos organizados
del poder estatal, es decir, que la desaparición forzada de personas por lo general se produce
como consecuencia de una política estatal contra determinadas personas o grupos de personas,
siendo por tanto una de las formas de autoría más común en estos casos la autoría mediata por
dominio en la organización.”

En el caso de la desaparición de Pedro Haro Cruz y César Mautino Camones, cuya sentencia fue
emitida por la SPN el 11 de Julio de 2008, este tribunal reafirma su propia jurisprudencia sobre el
crimen de desaparición forzada de personas al declarar que,

“… como se ha sostenido en reiteradas sentencias de esta Sala Penal Nacional, siguiendo la línea
jurisprudencial del Tribunal Constitucional peruano y la Corte Interamericana de Derechos
Humanos que no se limita a afectar la libertad física, sino que es seguida por la negativa de los
responsables a reconocer los hechos o a dar información respecto al destino o paradero de la
víctima, colocando a esta en un completo estado de indefensión...”
Además, reitera que,

“… como lo ha precisado el Tribunal Constitucional en la jurisprudencia señalada (Caso Villegas


Namuche) mientras se siga ejecutándose la conducta, se aplicarán a ésta de manera inmediata las
nuevas normas penales que entren en vigencia, sin que ello signifique una aplicación retroactiva
de la ley. En este caso se desconoce aun el destino o paradero de los agraviados, por lo que la
aplicación del artículo 320º del Código Penal para tipificar los hechos cometidos en su agravio se
encuentra perfectamente arreglada a ley y en consecuencia no vulnera los principios de legalidad
e irretroactividad de la ley penal más grave.”

En la sentencia dictada, el 8 de agosto de 2008, en el caso de la desaparición forzada de los


pobladores de la comunidad de Matero -hecho perpetrado el 25 de Julio de 1986- la SPN no emitió
ninguna consideración jurídica sobre el delito de desaparición forzada de personas.

En cuanto a la sentencia dictada por la SPN, el 18 de octubre de 2008, en el caso de la desaparición


forzada de Eladio Mancilla Calle, producida en Huamanga el 7 de Junio de 1990, si bien se sostiene
que,

“…[en] nuestro país, conforme se estableció en diversas sentencias de la Corte Interamericana de


Derechos Humanos sobre desaparición forzada de personas (Gómez Paquiyauri –Perú sentencia
del 22 de setiembre de 2006; Gómez Palomino –Perú, sentencia del 21 de noviembre de 2005),
entre los años 1989 y 1993 la desaparición forzada de personas se convirtió en una práctica
sistemática y generalizada implementada por el Estado peruano, como mecanismo de la lucha
contrasubversiva …”.

La SPN tampoco emite ninguna consideración jurídico penal sobre el delito de desaparición
forzada de personas.

En la sentencia emitida el 5 de octubre de 2009 , en el caso de la desaparición de Constantino


Saavedra, hecho perpetrado 1 de octubre de 1990, la SPN sostiene sobre los elementos del delito
de desaparición forzada que,

“….primero se necesita que prive la libertad por encargo o con el consentimiento del Estado o una
organización política. Debiendo existir requerimiento de información sobre el paradero de la
persona desaparecida y su posterior negación de información sobre su paradero o a reconocer
dicha privación de la libertad o brindar información falsa sobre la situación del detenido,
lesionando al mismo tiempo un deber jurídico de informar…”.

Sobre esa base agrega que, “…este ilícito penal no busca privar de su libertad al agraviado, sino
ocultar el paradero de la persona privada de su libertad, creando una situación de indefensión en
cuanto a la existencia de la víctima, sustrayéndolo de la protección legal…”.

En esta sentencia, una vez más, la SPN ratifica que,

“…La naturaleza de la desaparición forzada es de carácter permanente, es decir, permanece su


ejecución continuada en el tiempo mientras no se establezca el destino o paradero de la víctima,
conforme lo ha determinado el artículo III de la Convención Interamericana sobre Desaparición
Forzada de Personas, así como la jurisprudencia nacional (ejemplo Caso Castillo Páez) y el Tribunal
Constitucional en el caso Villegas Namuche el cual tiene el carácter de vinculante, siendo que en
los delitos de naturaleza permanente, se aplican de manera inmediata las nuevas formas penales
que entran en vigencia, sin que ello signifique una aplicación retroactiva de la ley penal y mucho
menos una vulneración al principio de legalidad…”

Adicionalmente, en la línea de la sentencia emitida en el caso Chuschi, la SPN declara que,


“Este delito adquiere la calidad de lesa humanidad cuando se realiza en forma sistemática y
reiterada, siendo su utilización una técnica destinada a buscar un estado generalizado de angustia,
inseguridad o temor, habiendo reconocido la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en el
caso Gómez Paquiyauri, Gómez Palomino), que en el Perú este accionar se convirtió en una
práctica sistemática reiterada y generalizada”.

En este conjunto de sentencias, más allá de que solo a excepción del caso Chuschi todas son
sentencias absolutorias, se logran consolidar cuatro asuntos jurídicos relevantes: se ratifican los
elementos típicos del delito de desaparición forzada; se ratifica que el sometimiento a proceso de
casos producidos antes de la puesta en vigencia del delito de desaparición forzada, no establece
ninguna afectación al principio de legalidad penal; que la sistematicidad con la que se perpetró
este crimen determina que estamos ante un crimen de lesa humanidad, y que la sistematicidad en
la ejecución de este delito propone la existencia de una autoría mediata por dominio de
organización.

El punto de quiebre de la SPN: La “doctrina Hanke Velasco”

La sentencia emitida en el caso de los desaparecidos en 1990 en el Cuartel Los Laureles, constituye
un punto de quiebre de la jurisprudencia de la SPN en materia de desaparición forzada de
personas. En la sentencia emitida el 13 de octubre de 2009, el tema central de la apreciación
jurídico penal de la SPN ya no son los elementos del delito o el carácter de delito permanente de
este crimen. El tribunal que juzgó el caso al momento de emitir su resolución final cambió el eje de
las consideraciones jurídico penales expuestas en las sentencias anteriores.
Colocó a la circunstancial pérdida de la condición especial del autor, como elemento central para
sustentar la absoluta desvinculación de aquel con el crimen.

En primer término, la SPN decide pronunciarse sobre el asunto del deber del funcionario público.
Señala que siendo el delito de desaparición forzada es un delito especial ya que la norma exige
como presupuesto esencial que el autor tenga la condición de funcionario público, por ende –dice-
es un delito de infracción del deber. Siendo así la sentencia propone una pregunta “¿cuál es el
deber?”.

El debate sobre este aspecto fue propuesto en el juicio oral del caso Los Laureles a partir de la
particular posición jerárquica del general EP ® Oswaldo Hanke Velasco, quien en noviembre de
1990 –mes en el que se perpetró la desaparición de una de las víctimas- fue el Jefe del Frente
Político Militar del Huallaga. Ante ello la SPN señala que el planteamiento de la defensa de
Oswaldo Hanke Velasco es que ese deber es “… el deber emanado de su cargo como Jefe
accidental del Frente Político Militar Huallaga”.

Sobre esa conclusión de la defensa de Hanke la sentencia señala lo siguiente:


“Al respecto la sala considera que dicho deber no puede restringirse como pretende la defensa al
deber que emana de dicho cargo solamente, puesto que bajo ese razonamiento jamás se podría
imputar el delito de desaparición forzada a título de autoría mediata por dominio de organización
como se hace en el presente caso, a los funcionarios públicos que habiendo cometido el delito
cambian de colocación dentro de la estructura organizada de poder no obstante la permanencia
del delito”.

Agrega el tribunal que,

“…la infracción de deber tiene que ser entendida en un plano más adecuado al sentido de justicia,
vinculado al bien jurídico protegido, al deber básico de neminen laeder (no dañar), que en el caso
de los miembros de las fuerzas armadas y policiales resulta de mayor exigencia pues debido al
cargo que tienen asignado conforme a la Constitución Política del Estado, tienen el deber de
protección del ciudadano, por tanto no se espera de ellos que infrinjan dicho deber y lo sustraigan
de su ámbito de acción, de su seno familiar y social y le impidan el libre ejercicio de sus derechos
fundamentales, sino que los cuiden, tienen una función de garantes”.

Por tanto, concluye la SPN que “…existe una particular vinculación entre el deber especial de
detener con el funcionario que lo realiza y en consecuencia, son sujetos activos del delito de
desaparición forzada…”

Inclusive sobre la base de estas afirmaciones, la SPN declara que siendo la desaparición forzada un
delito de infracción del deber,

“…este deber no se constriñe a la función específica del cargo eventual, sino al deber que tiene el
funcionario público de cautelar el derecho de los ciudadanos, por lo que nos apartamos de los
fundamentos expuestos en la Ejecutoria Suprema emanada de la Primera Sala Transitoria (Exp. Nº
1809-07) en dicho extremo, debido a que la misma no tiene carácter vinculante, no siendo de
obligatorio cumplimiento”

La ley aplicable: la puerta de escape

Pero si bien esta sentencia declara que se aparta de la sentencia emitida por la Corte Suprema de
Justicia en el caso de la desaparición de Marco Barrantes Torres lo cierto es que al final termina
asumiendo “de cabo a rabo” la insólita posición jurisprudencial que la suprema aprueba en la
mencionada sentencia y que la defensa de Hanke Velasco postuló en el juicio oral. Definitivamente
se trata de la creación de una puerta falsa de escape para quien tiene responsabilidad en este tipo
de crímenes.

La tesis que desarrolla la sentencia es simple: la SPN considera que como el delito de desaparición
forzada solo puede ser cometido por un funcionario público, por tanto el momento que el
funcionario público –el autor del crimen- deja de serlo en ese momento debe cesar la persecución
penal. ¿Cómo así? Aquí están los argumentos de la SPN.

Teniendo en consideración que en este caso se juzgó la desaparición de 3 personas producidas en


los meses de mayo y noviembre de 1990, la Sala señala que lo primero que hay que considerar es
que el artículo 6º del código penal, establece que “la ley penal aplicable es la vigente al tiempo de
comisión del hecho punible” salvo aplicación retroactiva de la ley penal más favorable en caso de
conflicto en el tiempo de leyes penales.

De igual manera considera que “…el artículo 9 del mismo ordenamiento sustantivo prescribe que,
el momento de comisión de un delito es aquel en el cual el autor o partícipe “ha actuado u omitido
la obligación de actuar”, independientemente del momento en que se produzca el resultado.

Sobre la base de esas consideraciones la SPN señala que,

“En el caso del acusado Hanke Velasco, tal como lo refiere la defensa, la imputación fiscal que
recae en él es, haber dado órdenes para la detención de Esaú Cajas Julca, la cual se habría
materializado con fecha 20 de noviembre de 1990, en consecuencia, la imputación en su contra
supone una acción independientemente de la fecha en que se produzcan los resultados. En el caso
materia del presente proceso los resultados se siguen produciendo en tanto no aparezca la
víctima, en consecuencia siendo el delito de desaparición forzada permanente sería aplicable la ley
posterior, en la medida que siga ejecutando el delito y se cumpla todos sus presupuestos (incluida
su condición de funcionario ó servidor público si el título de imputación es de autor)”.

Pero luego la SPN sostiene que “…Al haber sido derogado el artículo 323 del Código Penal de 1991
por Decreto Ley 25475, quedó un lapso de ausencia de tipificación del delito, es decir no existía ley
que sancionara la desaparición forzada de personas, en consecuencia en esa fecha dejó de ser
punible su conducta”.

A partir de este momento, la sentencia se desvincula de manera absoluta de la condición de delito


permanente de la desaparición forzada de personas.

Luego la sentencia sostiene que,

“…La ley posterior que tipifica nuevamente el delito (Decreto Ley 25592) y la posterior a ella, (Ley
26926) que incorpora el nuevo artículo 320 al código penal, no le son aplicables al acusado, debido
a que a la fecha que entraron en vigencia, 2 de julio de 1992, y 21 de febrero de 1998, Hanke
Velasco ya no detentaba la condición de funcionario público, elemento objetivo del tipo de
desaparición forzada de personas. Tampoco se le podría aplicar la ley posterior cambiando el título
de imputación a partícipe, toda vez que en la acusación fiscal no se le atribuye otra conducta que
la de haber dado órdenes desde su posición jerárquica, para la materialización de la detención de
Esaú Cajas Julca. Siendo que el delito de Desaparición forzada contiene dos supuestos, el primero
el de dar órdenes para la detención de la persona y el segundo realizar acciones destinadas a su
desaparición, éste último no ha sido considerado por el fiscal en su acusación, y ha fijado como
título de imputación la de autor”.

Ahora bien, aun cuando esta sentencia también vuelve a mencionar el fundamento 26, segundo
párrafo, de la sentencia del Tribunal Constitucional emitida en el caso Villegas Namuche (sentencia
2488–2008 –HC/TC) esta vez la SPN lo menciona para hacer una suerte de “interpretación
auténtica” del texto de dicha sentencia haciendo suyo el temerario cuestionamiento del abogado
defensor de Hanke Velasco, quien sostuvo que los jueces de la Corte Suprema y de la Sala Penal
Nacional habían leído mal la sentencia del TC.
Sobre la base de ese sorprendente reconocimiento, la SPN afirma que, efectivamente,

“… no se ha tomado en cuenta que la misma dice que las normas penales posteriores se aplicarán
a quienes en ese momento ejecuten el delito, y toda vez que en los delitos de infracción de deber
como es el delito de desaparición forzada de personas, la comisión del delito permanente se
prolonga por la voluntad del autor, y ésta cesa cuando se pierde la capacidad funcional de cumplir
(o quebrantar) los deberes específicos que emanan del cargo, en el caso de su patrocinado, se
debe considerar que éste ya no detentaba la condición de funcionario público con competencia
funcional, y por ende con capacidad de ordenar, ejecutar o negar información, ya no estaba en
capacidad de continuar ejecutando el delito a la fecha de entrar en vigor las leyes posteriores, por
tanto no le son aplicables…”

Así, en un casi perfecto juego de palabras la SPN concluye que,

“…Conforme se señala, la sentencia del Tribunal Constitucional establece la calidad de delito


permanente de la desaparición forzada y en ese sentido la aplicación de las leyes posteriores a
quienes en ese momento continúen ejecutando el delito, en el caso de Hanke Velasco en efecto
las leyes que entraron en vigencia con posterioridad a la derogatoria del artículo 321 del código
penal de 1991 no le alcanzarían toda vez que, a la fecha que vuelve a tipificarse el delito el
acusado ya no detentaba la calidad de funcionario público y no existe imputación de haber
realizado otro tipo de acciones tendientes a la desaparición de personas deviniendo en atípica su
conducta en virtud del Decreto Ley Veinticinco mil cuatrocientos setenta y cinco al haber
derogado la única norma penal que podría ser aplicable a su caso, lo que guarda armonía con lo
normado por el artículo II del Título Preliminar del Código Penal que contiene el principio de
legalidad “nadie puede ser sancionado por un acto no previsto como delito o falta por la ley
vigente al momento de su comisión…”

Por ello concluye que “… solo cabe emitir pronunciamiento de fondo y absolverlo de la acusación
fiscal”.

Conclusiones

De esta manera la SPN no solo cambia el eje de los fundamentos jurídico penales establecidos en
las sentencias anteriores sino que, además, vacía de contenido y de relevancia jurídica a la
condición de delito permanente de la desaparición forzada. De esta manera para la SPN la
condición de delito permanente deja de ser un elemento que define la naturaleza de este delito, y
en cambio coloca la condición especial del autor (ser funcionario público) y la pérdida de esa
condición como el eje central de sus fundamentos jurídicos y de la determinación -o mejor dicho-
de la exclusión de responsabilidades penales.

Para ello elabora –o mejor dicho-, asume de manera íntegra lo que podemos llamar como la
“interpretación auténtica” propuesta por la defensa de Hanke Velasco sobre el texto de la
sentencia del Tribunal Constitucional en el caso Villegas Namuche, contradiciendo lo que todas las
sentencias anteriores reconocen, insinuando ahora que lo que realmente exige el TC es que los
autores estén ejecutando actos destinados a desaparecer a la persona cuando la última ley se ha
promulgado.
Pero no solo eso. La SPN, además, contradice su propia jurisprudencia, ya que en más de una de
las sentencias anteriores, especialmente en la del caso Haro Y Mautino, consideraba que la
condición de delito permanente determinaba que era perfectamente legal aplicar a los autores
una ley posterior. Ahora en esta sentencia considera que eso sería inconstitucional. Es una
verdadera interrogante el por qué las mismas magistradas que suscribieron la sentencia del caso
Haro y Mautino ahora suscriben fundamentos jurídicos absolutamente contradictorios en la
sentencia del caso Los Laureles.

De igual manera resulta harto contradictoria la posición que las magistradas de la SPN emiten en
esta sentencia al referirse al asunto del deber del funcionario y la ley aplicable. Sobre el primer
asunto la sentencia declaró que “…la infracción de deber tiene que ser entendida en un plano más
adecuado al sentido de justicia.. .” ya que los militares tienen una “mayor exigencia pues debido al
cargo que tienen asignado conforme a la Constitución Política del Estado, tienen el deber de
protección del ciudadano, por tanto no se espera de ellos que infrinjan dicho deber…” Inclusive
sostuvieron que asumir que el deber del funcionario solo está vinculado al cargo que ocupó eso
significaría un grave impedimento para juzgar alguien como autor mediato. Pero al final de la
sentencia del caso Los Laureles en el asunto de la ley aplicable se sostiene que la responsabilidad
del funcionario público no puede ir más allá de la fecha que tuvo la condición de funcionario
público.

Más allá del juego de palabras que pretende desarrolla el texto de la sentencia Lo Laureles, no
cabe duda que estamos ante un cambio fundamental en la jurisprudencia de la SPN y en las
consideraciones jurídicos penales frente a un crimen de lesa humanidad que pareciera apuntar a
sustraer de responsabilidad penal a los jefes militares en los casos de graves violaciones a los
derechos humanos en los que se encuentran involucrados.

(Carlos Rivera Paz)

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