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25 Años de Neoliberalismo en el Perú

julio 24, 2020

25 años de neoliberalismo en el Perú

25 años de neoliberalismo en el Perú


Análisis de la Constitución Política de 1993
Manuel Benza Pflücker

Biblioteca del Congreso del Perú


343
B38
Benza Pflücker, Manuel Germán
25 años de neoliberalismo en el Perú.
Análisis de la 
Constitución Política de 1993 / Manuel
Benza Pflücker. – Lima: [s.n.], 2018.
              148 p.; 20
cm.                                                             
               ISBN: 978-612-00-3928-1          
CONSTITUCIÓN, 1993 /
DEMOCRACIA / NEOLIBERALISMO
/
ECONOMÍA DE
MERCADO /  MODELOS
ECONÓMICOS /
IDEOLOGÍAS POLÍTICAS / DERECHO
CONSTITUCIONAL / PERÚ / SIGLO
XX
Manuel Benza
Pflücker                                                                                                     
                                   
25 AÑOS DE NEOLIBERALISMO EN EL PERÚ. ANÁLISIS DE LA
CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE 1993
Diseño de carátula:  Omar Garay
Corrección ortotipográfica y de estilo:  Ricardo Ramírez
Diagramación:  Tarea Asociación Gráfica
Educativa                                                                                      
Coordinación general:  Jessica Andrade
Autor-editor © Manuel Benza
Pflücker                                                                                     
       Grau 170, Int. D, Miraflores
      Primera edición, noviembre de 2018
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, incluido el
diseño tipográfico y de portada, sea cual fuere el medio, sin la
autorización expresa del titular de los derechos.

Impreso en Tarea Asociación Gráfica


Educativa                                                                                     
Pasaje María Auxiliadora 156,
Breña                                                                                                        
            Publicado en noviembre de
2018                                                                                                          
 

Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2018-


18778           Tiraje: 1000 ejemplares
Mi especial agradecimiento a mi esposa Soledad Llatas Arteaga, y a
mi hijo, Manuel Benza Llatas, por su apoyo incondicional a la
publicación de este libro.
                                                         

A mis padres,
María Luisa Pflücker de Benza y
Capitán de Navío Manuel Benza Chacón, quienes me
inculcaron dignidad y espíritu social

Índice

Presentación
Alberto Quintanilla Chacón                                                      11
Capítulo I
Gestación y orientación de la Constitución Política
del Perú de 1993                                                                 13
Capítulo II
Antecedentes                                                                     31
Capítulo III
Reflexiones en torno a las ideas de base del liberalismo
político y del liberalismo económico                                       45
Capítulo IV
El Consenso de Washington                                                 51
Capítulo V
La Constitución peruana de 1993 y su acervo neoliberal             63
Capítulo VI
Neoliberalismo y democracia                                                95
Capítulo VII
Resumen corregido y aumentado                                         123
Bibliografía                                                                    141
 
Capítulo I
Gestación y orientación de la constitución

Política del Perú de 1993
La Constitución Política del Perú fue promulgada el 29 de diciembre
de 1993. Producido el golpe de Estado del 5 de abril de 1992, la
Organización de Estados Americanos (OEA), poco después “de-
plora” débilmente el golpe, lo cual le otorga legitimidad internacional
al gobierno fujimorista. No toma ninguna medida de castigo
económico. Luego de un mes del golpe de Estado, el expresidente
Alberto Fujimori se compromete en sesión de la OEA en Bahamas, a
convocar el Congreso Constituyente Democrático (CCD) para
cambiar la Constitución, asunto que cumplió. El 22 de noviembre del
año del golpe se efectuaron las elecciones al Congreso Constituyente
Democrático (CCD), luego de una campaña electoral asimétrica que
no otorgó a los adversarios de la propuesta de Constitución
neoliberal oportunidad de defender sus posiciones.

El Movimiento Nuevo Perú, principalmente impulsado por el


economista Guillermo Aznarán (luego decano del Colegio de
Economistas y decano de la Facultad de Economía de San Marcos,
recientemente fallecido) y por mí, nunca fue invitado, ni como
movimiento político ni por intermedio de los dos dirigentes
fundadores del mismo, a alguna entrevista televisiva que permitiese
explicar nuestros puntos de vista contrarios al contenido neoliberal
que ya se vislumbraba: era una programación de TV controlada por
el Gobierno. Hoy sigue siendo el gran capital, a través de
sus lobbies y operadores, el que decide los límites de un debate
político, incluido en muchos casos, a quiénes se invita, o no, a cada
debate.

La proximidad entre el golpe de Estado y la convocatoria a una


Asamblea Constituyente nos muestra que la razón principal de
dicho golpe de Estado era la redacción de una nueva
Constitución a la medida del “Consenso de Washington”
(CW), documento que le fue entregado en Nueva York a Fujimori,
presidente electo, por autoridades del Fondo Monetario Internacional
(FMI), el Departamento del Tesoro de Estados Unidos de
Norteamérica y el Banco Mundial, instituciones controladas por dicho
país, días antes de prestar juramento a la Presidencia del Perú. El
CW había sido confeccionado pocos meses antes por los organismos
mencionados, a cargo de John Williamson y representantes
del establishment que mencionaremos.
En noviembre de 1989, el Instituto Internacional de Economía llevó a
cabo una conferencia bajo el título “Latin American Adjustment: How
Much Has Happened?”. En ella, John Williamson (profesor de dicho
instituto) presentó un resumen sobre las que él consideraba las
principales reformas que era necesario formular en Washington
para restablecer el crecimiento económico de América Latina.
Cuando se convocaron las elecciones generales en el Perú, fue el
candidato Mario Vargas Llosa el abanderado de dichas ideas,
mientras que el candidato Alberto Fujimori se opuso a ellas en ambas
vueltas electorales. Gran parte del electorado aprista y de izquierda,
sin mediar un pacto con Fujimori, votó contra Vargas Llosa
precisamente para evitar las privatizaciones y el shock.

La visita del presidente electo Fujimori a Nueva York y su sujeción al


CW es clave para entender su gobierno y el de todos los que lo
siguieron (Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro
Pablo Kuczynski y, ahora, Martín Vizcarra), todos regidos por la
misma Constitución neoliberal. A mi juicio, la de mayor liberalidad
económica del mundo y en la que el Estado tiene el rol menos
protagónico en la tuición de la sociedad: la de mayor liberalización
económica de la economía, lo cual ha estimulado un cambio en la
cultura política de un significativo sector de la población, convirtiendo
en “normal” o “natural” la percepción de la privatización de servicios
públicos básicos, la oferta y la demanda como único mecanismo de
fijación de precios, las tendencias a la especulación, y a la inserción
subyugada del Perú al poder económico y político transnacional.

Alberto Fujimori puso en operación las ideas del CW en forma


ortodoxa, con ello implementó el programa de su contendor en la
segunda vuelta, Mario Vargas Llosa, traicionando el sentido del voto
popular que le dio el triunfo. El candidato Fujimori había prometido
varias veces en su campaña electoral no privatizar empresas públicas
y no producir un shock en la economía (abrupta y significativa alza de
precios de todos los bienes y servicios) para combatir la hiperinflación
que dejaba el Gobierno de Alan García. Inmediatamente después que
asumió el poder aplicó las mismas políticas que habían sufrido un
fracaso estrepitoso en Argentina y Brasil. El presidente de Brasil,
Fernando Collor de Mello, propuso medidas radicales para controlar la
inflación, como el fin de la fijación de precios, las que a largo plazo
se mostraron ineficaces, adoptando el “Consenso de Washington”.
Collor de Mello fue vacado de la Presidencia de Brasil poco después
mediante el procedimiento de impeachment.

Las mismas políticas neoliberales aplicó Carlos Menem,


principalmente desde 1990, en Argentina. Las bases de dichas
políticas eran la implementación de una economía de mercado, la
reducción al mínimo del rol del Estado, la privatización de las
empresas estatales y el despido de miles de trabajadores que
fueron perdiendo derechos laborales. El fracaso de la política
económica de Menem fue total y devino en un repudio popular
que acabó con su gobierno.

Anterior a estas dos experiencias fue la del neoliberalismo en Chile,


impuesto por Augusto Pinochet dictatorialmente desde que asumió el
poder mediante el sangriento golpe de Estado de setiembre de 1973,
acompañando el autoritarismo político con medidas neoliberales hasta
el cambio de rumbo en la política económica que su Gobierno tuvo
que adoptar a fines de 1982, cuando fracasaron las políticas
sugeridas por Friedrich von Hayek y Milton Friedman, visitantes de
Chile en 1977 y 1981 el primero, y en 1975 el segundo (fundadores
del movimiento neoliberal en 1947). Pinochet gobernó desde 1973
hasta 1990. En resumen, tres experiencias de aplicación de
políticas neoliberales habían fracasado en América Latina antes
de que Fujimori las aplicara en el Perú.

Las declaraciones de Friedrich von Hayek al diario El Mercurio de


Chile, el 12 de abril de 1981, son muy elocuentes:
Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no
a un gobierno democrático donde todo liberalismo está
ausente (...). Desafortunadamente las democracias están
concediendo demasiado poder al Estado. Esta es la razón
por la cual soy muy cuidadoso en distinguir entre
«democracias limitadas» y «democracias ilimitadas». Y
obviamente mi elección es por las «democracias limitadas»
(...). Una dictadura puede ser un sistema necesario para un
período de transición.

En un simple análisis del texto, cuando dice “liberalismo” se refiere a


“neoliberalismo”.

El dilema sobre neoliberalismo y/o democracia es, a mi juicio, el


más importante de las democracias modernas. A mi entender, el
neoliberalismo contradice la democracia o la limita, la distorsiona
y, en última instancia, la impide, trabando las instituciones
estatales, contribuyendo a que la lógica de la oferta y la demanda
se introduzca como criterio de asignación de recursos por parte
del Estado, sustituyendo el concepto y la práctica de servicio por
los del lucro, y, a la vez, introduciendo la mayor corrupción en las
instituciones estatales en nombre de una supuesta democracia.
Democracia y neoliberalismo son en sí mismos términos
contradictorios en la medida en que la lógica excluyente del
mercado es de por sí incompatible con la lógica integradora
de la democracia[1].

Analizar la Constitución peruana sin tener en cuenta su


direccionalidad neoliberal impide comprender la propia
Constitución.

Los resultados de las elecciones al CCD en 1992, otorgaron 44


escaños (49.3%) a la alianza fujimorista Cambio 90-Nueva Mayoría.
Dicha cómoda mayoría se fortaleció con el apoyo de otras fuerzas
neoliberales: el PPC con 8 escaños, el FIM con 7, el Movimiento
Renovación, (liderado por Rafael Rey, aliado del fujimorismo) con 6, la
Coordinadora Democrática con 4, y Solidaridad y Democracia (SODE)
con 1. En resumen: 70 votos neoliberales contra 10 no expresamente
neoliberales. El 20% de la población votó viciado y el 4% en blanco
Para casi una cuarta parte del electorado no se contabilizó el voto
efectivo. El Movimiento Nuevo Perú en el que participé quedó fuera,
siendo el que más votos obtuvo entre los excluidos. El Jurado
Nacional de Elecciones (JNE), controlado por Fujimori y Montesinos,
manipuló los resultados.

El CCD se diseñó para 80 constituyentes que debían redactar la


nueva Constitución en pocos meses. El CCD se inauguró el 1º de
enero de 1993 y concluyó su trabajo el 27 de agosto del mismo año.
En realidad, menos de siete meses de labor efectiva, lo cual indica
que el texto no fue debatido seriamente, ni antes de las elecciones ni
durante el período de sesiones. Lo que quiere decir además que se
trató, en lo sustantivo, de una aprobación de mero trámite [2].

La Constituyente de 1979, en cambio, fue integrada por 100 miembros


que debían redactarla en un año. Sus integrantes fueron: 37 de la
Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), 25 del Partido
Popular Cristiano-PPC, 12 del Frente Obrero Campesino Estudiantil y
Popular (FOCEP), 6 del partido Socialista Revolucionario (PSR), 6 del
Partido Comunista peruano (PCP), 4 de la Unidad Democrática y
Popular (UDP), 4 del Frente Nacional de Trabajadores y Campesinos
(Frenatraca), 2 del Movimiento Democrático Peruano (MDP), y 2 del
Partido Demócrata Cristiano (PDC). La alianza APRA-PPC conformó
una mayoría, contando adicionalmente con los 2 votos del MDP. Pero
la bancada de las izquierdas sumó 26 votos, contando para la mayoría
de las votaciones con los 2 votos de la Democracia Cristiana (DC).

El PPC y un porcentaje de los votos apristas eran claramente


neoliberales, por lo que la alianza mayoritaria fue conservadora más
no neoliberal. En todo caso, se trató de una Asamblea con equilibrio
suficiente como para dar (como dio, efectivamente) una Constitución
(la de 1979) que concilió puntos de vista divergentes y resultó
ideológicamente equilibrada, resultado de un debate serio y plural. A
propósito de lo dicho, Pedro Planas opina:
Toda Constitución, por antonomasia, debería ser una norma
de consenso, en tanto se trata de un pacto institucional de
carácter supragubernamental, ubicado más allá de la
tendencias eventuales de un partido mayoritario o del
gobierno de turno”[3]. Claramente, la Carta de 1993 no fue
una Constitución de consenso. La organización de toda la
Constitución de 1993 obedece a una lógica neoliberal, tanto
en lo que respecta a derechos, como al régimen económico y
la estructura y atribuciones del Estado. Todo debe facilitar la
agilización de la interlocución entre el gran capital y el
Estado. ”El neoliberalismo, que es la nueva orientación del
capitalismo norteamericano-europeo desde 1975 (y de todas
sus zonas de influencia directa e indirecta) con la era Reagan
y Thatcher, desde 1980 en América Latina y 1990 en Europa
del Este ha implicado un retiro del Estado en tanto cogestor
de la economía (….) por las exigencias del gran capital para
agilizar la interlocución entre la representación del Estado
con los tenedores de dicho gran capital, crecientemente
concentrado. El gran capital requiere de ágiles
negociaciones[4].

La Constitución de 1993 contiene 206 artículos y 16 disposiciones


transitorias, desplegados en 6 Títulos y 20 Capítulos.

Cualitativamente, implican la creación de una serie de figuras


constitucionales no incluidas en la Constitución de 1979, organizadas
detrás de la lógica dominante neoliberal. La mayoría de esos
contenidos, además de no ser debatidos en forma concienzuda en el
CCD, no eran conocidos por la población pues no hubo debate
público.

Se buscaba una aprobación apresurada. El golpe neoliberal se


había producido y sus consecuencias transformaron el país
hasta los resultados que hoy se muestran, que serán expuestos
más adelante. Este golpe no se puede entender sino en el contexto
coyuntural del 5 de abril de 1992 y la subsiguiente redacción e
imposición de la Constitución Política del Perú, vigente a la fecha 26
años, desde fines de 1993 hasta la fecha en que escribo este capítulo:
2018.

El Gobierno de Fujimori arguyó que la principal razón que lo impulsó a


perpetrar el golpe de Estado del 5 de abril de 1992 era la de facilitar la
lucha antisubversiva así como tomar medidas para reactivar la
economía. Esa argumentación la sigue repitiendo el fujimorismo hasta
hoy. No solo se cerró el Congreso sino que se intervino el Poder
Judicial, el Ministerio Público, el Consejo Nacional de la Magistratura y
el Tribunal de Garantías Constitucionales. Se llegó al extremo de
intervenir el Colegio de Abogados de Lima (a pesar de no ser un
organismo estatal).

Se “negoció” la línea editorial de canales de televisión y de diarios de


circulación nacional. Algún tiempo después se intervino la Contraloría
y el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), el que, a la postre, quedó
dividido entre JNE, Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE)
y Registro Nacional de identificación y Estado Civil (RENIEC). El CCD
no fue un órgano democrático que posibilitara un acuerdo equilibrado
entre las distintas tendencias ideológicas y políticas.

Pedro Planas añade que, con prescindencia de encontrarse (en 1978)


en el ejercicio del poder político un Gobierno militar de facto, se
presentaron dos condiciones favorables para “el ejercicio genuino del
poder constituyente: a) ninguna agrupación política obtuvo mayoría
absoluta en la Asamblea y b) no hubo intervención alguna del poder
político que obstaculizara la reflexión institucional” [5].

Como es evidente, ninguna de las dos condiciones señaladas por


Pedro Planas se dieron cuando se convocó y desarrolló el CCD del
1993. El fujimorismo tuvo mayoría y el CCD se convocó y se
desarrolló durante el Gobierno de Fujimori.
El abogado constitucionalista Enrique Bernales Ballesteros señala:
El argumento del Presidente Fujimori en el sentido de que el
Parlamento (electo el 90 y disuelto el 5 de abril del 92) le
negó atributos normativos para enfrentar la crisis política y
económica del país carece de fundamento (…). Se registran
los siguientes datos: quince leyes autoritativas al Ejecutivo, al
amparo de las cuales se dictaron 158 Decretos leyes sobre
diferentes y trascendentales materias. La más importante de
las leyes autoritativas fue la Nº 25327 que debe ser
considerada como una Ley marco mediante la cual el
Parlamento otorgó facultades al Ejecutivo para que ajustara y
pusiera en práctica los lineamientos básicos de la política del
período: estabilización económica, pacificación, fomento del
empleo y crecimiento de la inversión privada. La Ley 25327
permitió al Ejecutivo expedir 126 decretos leyes, muchos de
ellos fuera del Marco legal autorizado[6].

Nunca Parlamento alguno había autorizado tantos decretos leyes al


Poder Ejecutivo de turno. Decretos leyes que fueron gravitantes no
solo por su número sino por su contenido, pues muchos de ellos
enfilaron a políticas neoliberales que contradecían la
Constitución de 1979.

Desde mi punto de vista, la exagerada laxitud del parlamento en el


periodo 1990-1992 fue uno de sus mayores errores estratégico-
tácticos: demostró una debilidad política que fue claramente
aprovechada por el creciente autoritarismo que ya mostraba el
Ejecutivo. Quien escribe estas líneas fue diputado nacional de
Izquierda Unida (1985-1990) y sostuvo en el Auditorio José Faustino
Sánchez Carrión de la Cámara de Diputados, en marzo de 1992, que
la debilidad mostrada por ambas Cámaras en lo arriba señalado y en
otros asuntos (como la ilegal aprobación del Presupuesto para 1992),
podía arrastrar al Gobierno de Fujimori a cerrar el Parlamento.
Fujimori, ya que se apoyaba en las Fuerzas Armadas más que en su
propio partido.
Cuando se produjo el golpe de Estado del 5 de abril de 1992 se emitió
el Decreto Ley Nº 25418, denominado “Ley de bases del Gobierno de
Emergencia y Reconstrucción Nacional”. Según el mismo, los
objetivos del Gobierno eran: “pacificación, moralización de la
administración de justicia, modernización de la administración pública,
lucha contra el narcotráfico, la inmoralidad y la corrupción, desarrollo
de la economía de mercado, reorganización de servicios sociales de
educación, salud, vivienda y empleo, etc”. (el resaltado es mío).
Cuando se leen los objetivos formulados por Fujimori en 1992, estos
podrían formar parte de los objetivos del actual Gobierno de Martín
Vizcarra y del actual Parlamento, controlado por los fujimoristas 26
años después. La ironía es también, en este caso, una tragedia.
Pocos autores que abordan el análisis de la Constitución peruana de
1993 han destacado, en primer lugar, el carácter neoliberal de la
misma. Menos aún, en segundo lugar, que dicho carácter sea el que
organiza y explica la direccionalidad principal de dicha Constitución.

En otras palabras, no se ha hecho un análisis económico-político


de la Constitución de 1993, que, a mi juicio, es fundamental y que,
por ello, justifica la necesidad de emprender el presente
trabajo. Hay, sin embargo, algunos aportes significativos en ese
sentido.

Entre los que señalo en primer lugar, mencionaré al constitucionalista


José Palomino Manchego, quien revela algunos de los rasgos
fundamentales de la Constitución del 1993.

A nivel de derechos fundamentales, aunque mantiene casi la


mayoría de los derechos civiles y políticos se ha suprimido
un contingente de dispositivos de carácter social o
derechos sociales, económicos y culturales
(aproximadamente hay cincuenta artículos suprimidos de
raíz). El fundamento de estas supresiones ha sido a través
de un razonamiento simple pero comprensible dentro del
pensamiento liberal: solo se deben precisar las normas
que no tienen “costo económico al Estado”[7].
Los derechos eliminados son denominados “de segunda generación”
por muchos autores y fueron incluidos en la Constitución de 1979
como una consecuencia del consenso alcanzado por constituyentes
de izquierda, centro y derecha, composición que no tuvo el CCD,
inmensamente constituido por constituyentes neoliberales y, por tanto,
de derecha y ultraderecha. Palomino Manchego denomina
“pensamiento liberal” al que muchos autores, incluidos yo mismo,
denominamos “ideología neoliberal”.

También fue en cierto momento explícito sobre lo señalado, el


constitucionalista Enrique Bernales Ballesteros:
Imbuidos como estaban por incluir la actividad económica en
el país en el funcionamiento de un neoliberalismo ortodoxo,
el gobierno desmontó muchas de las organizaciones
laborales de los trabajadores y redujo el costo financiero para
el Estado de obligaciones provenientes de derechos
adquiridos por los trabajadores en materias económicas (….)
En concreto y para lo que se refiere a esta Constitución
durante su vigencia en la década autoritaria de los noventa,
su aplicación fue fiel a la letra de su texto: neoliberalismo
puro en lo económico y abierto sesgo autoritario en el
modelo político que consagra[8].

Coincido íntegramente con lo manifestado por Bernales en la cita. Sin


embargo, en el desarrollo del mismo artículo el autor opina, veinte
años después de la aplicación de la Constitución del 1993, que la
misma ya se ha convertido “en un instrumento útil para la democracia
constitucional que se vive en el país”9, planteamiento con el cual
discrepo.

Constitucionalistas y políticos conservadores opinaron que la principal


causa que impulsó a Fujimori a convocar al CCD para elaborar una
nueva Constitución fue su pretensión de incluir una nueva Carta que
permitiera su reelección. No dudo que Fujimori tuviese esa intención,
ratificada por el empeño que tuvo luego en lograr –mediante una
“interpretación auténtica”- la re-reelección. Domingo García Belaúnde
opinó que ”tenemos a la presente Constitución, la de 1993, escrita
fundamentalmente para satisfacer a una persona: el Sr.Fujimori” 10. En
el mismo sentido, Lourdes Flores Nano, también neoliberal, dijo que
”la verdadera razón y casi la única (…) para la creación de la nueva
Constitución es hacer viable la reelección”11.

Frente a esa lógica exclusivamente jurídico-política, sostengo que una


lectura económico-política explica que la necesidad del gran capital de
imponer la lógica neoliberal fue la principal motivación para elaborar
dicha Constitución.
Más que solo saturar el significado y el contenido de la
democracia con valores del mercado, el neoliberalismo ataca
los principios, las prácticas, las culturas, los sujetos y las
instituciones de la democracia entendida como el gobierno
del pueblo12.

Una lectura económico-política de la Carta de 1993 nos permite


constatar que su principal objetivo fue y sigue siendo el de consagrar

mulgación a la fecha”; Pensamiento Constitucional, 18, 2013, p. 6. (El


resaltado es mío).
9        Bernales Ballesteros, Enrique; op. cit., p. 5.
10     García Belaúnde, Domingo; citado por Mc Farland, María,
artículo publicado en el New York University Journal of International
Law and Politics, vol. 33, 2, 2001, p. 8.
11     Flores Nano, Lourdes; citada por Mc Farland, María, op. cit., p.
8.
12     Brown, Wendy; El pueblo sin atributos. La secreta revolución del
neoliberalismo; Editorial Malpaso, Barcelona, 2016, p. 1
legalmente la inserción de la economía peruana en el sistema
capitalista neoliberal globalizado, y que las secuelas más evidentes
han sido y son la profundización del modelo primario-exportador, el
crecimiento de la informalidad, la imposibilidad de diversificación
económica (incluida la industria), la apertura ortodoxa al libre mercado
y un mayor sometimiento al gran capital transnacional.
La reelección de Fujimori era el mejor “candado” que se podía ofrecer
al gran capital extranjero para asegurar un programa autoritario de
largo aliento de privatizaciones y de eliminación de la soberanía
nacional, condición indispensable para la inserción en la lógica
transnacional del capital.

En el epílogo del libro Nueva estructura del Estado peruano, que


terminé de escribir en 1993 y fue publicado el mismo año, advertí de
la nociva tendencia que ya era perceptible en ese momento:
La aceptación significativa de algunos mitos neoliberales. La
“mitología” neoliberal plantea, por ejemplo, que la anhelada
prosperidad solo se alcanzará cuando se acceda a la total
libertad del mercado, que la competencia nos otorga igualdad
de oportunidades a todos, que la crisis actual se debe a la
dilación en la aplicación de políticas de liberalización
absoluta del comercio, del mercado, etc[9].

La trama constitucional es esencialmente neoliberal y su impronta se


ha trasladado a instituciones y leyes, a cosmovisiones y
comportamientos. Se ha trastocado la lógica de enunciación y defensa
de derechos por la lógica de generar las condiciones para el lucro,
sobre todo del capital transnacional pero también del comportamiento
ciudadano, cada vez más alejado de la participación, de la solidaridad
y del conocimiento y defensa de los derechos[10] de sí mismos y de
todos.

Uno de los pocos políticos y constitucionalistas peruanos que


identificó el carácter nocivo de la Constitución de 1993 es Francisco
Eguiguren. En agosto del 2011, siendo Ministro de Justicia, declaró a
RPP Noticias:
La Constitución de 1993 obstaculiza la transformación del
país (…) su techo ideológico es el de un Estado subordinado
al interés privado (…) en esa línea que el Estado no tiene por
qué verse, desde una visión ideológica anacrónica,
subordinado al interés individual, porque éste, en la actividad
económica, está guiado por un afán de lucro y ganancia
individual15.

Luego de una larga reflexión sobre la Constitución de marras,


ayudado por la lectura de varias constituciones de otros países, así
como de los aportes de varios autores, considero que no es posible
emprender una reforma parcial de la Constitución: la lógica neoliberal
de la misma no solamente está en el Título III, Del régimen
económico, Capítulo I, artículos 58-65 (título o temática inexistente en
todas las constituciones que he consultado), sino en la formulación de
los derechos de las personas (Título I, Capítulo I, Artículo 2), De los
Derechos Sociales y Económicos (Título I, Capítulo II, en particular en
los artículos 11 y 13, relativos a salud y educación); en fin, de casi
todos los Títulos y Capítulos, con pocas excepciones que haré
explícitos.

En cuanto al “núcleo económico neoliberal”, que se ha


convertido en lo más preciado para el gran capital,
preferentemente transnacional, considero que son los artículos
58, 60, 62 y 63, los que le otorgan un carácter explícitamente
neoliberal, conforme a la concepción que los fundadores del
neoliberalismo conceptúan.

la época en que se generó cada una. Los derechos de la primera


generación fueron- y continúan siendo- los clásicos derechos civiles
y políticos; los de la segunda generación emergen como derechos
sociales, económicos y culturales (o derechos sociales, en
conjunto) con el constitucionalismo social del siglo XX; los derechos
de la tercera generación atisban, incipientemente, desde hace
escaso tiempo, e incluyen el derecho a la paz, a la cultura, a un
medio ambiente sano, a la comunicación e información, etc.
Podrían denominarse derechos colectivos”.
15 Eguiguren, Francisco; declaraciones a RPP Noticias, 1º de agosto
del 2011.
Son los artículos que en la Constitución de 1993 le dan un sentido
específico a lo que la propia Constitución denomina “Economía social
de mercado”. Los artículos del régimen económico, serían para
algunos constitucionalistas, como el argentino Germán Bidart
Campos, que parece que acuñó el término ”contenidos pétreos”; es
decir, cláusulas que “si bien pueden reformarse, no pueden alterarse,
suprimirse o destruirse”[11], en este caso porque otorgan sentido al
conjunto de la Carta de 1993. Cualquier neoliberal ortodoxo peruano
defiende esa posición, a mi juicio deleznable pues contradice el
principio de la soberanía popular.

Fue el economista y sociólogo alemán Alfred Müller-Armack el creador


del término-concepto “economía social de mercado”, el cual es
sinónimo, para dicho autor, de “economía de mercado”, [12] al postular
que la economía privada es libre, promueve el libre comercio en todos
los casos y limita la intervención del Estado hasta el extremo de la
anulación de derechos fundamentales. Es por lo menos muy intrigante
que el señor Müller-Armack fuese, antes de escribir este libro luego de
la segunda guerra mundial, un pensador que perteneció al Partido
Nazi (NSDAP) y dirigió, por encargo de ese partido, el Instituto de
Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de Münster.

La Constitución de 1993 no considera en este importante extremo el


bienestar general. En efecto, el artículo 58 de la Constitución dice,
rotundamente: “La iniciativa privada es libre”. Si tan solo en nuestra
Constitución estuviese escrito: “La economía privada es libre. Dicha
libertad está condicionada por el interés general” [13], entonces el
equilibrio entre la libertad individual de propiedad y el disfrute social de
dicha iniciativa sería posible. Pensemos, por ejemplo, en los derechos
al agua, a la naturaleza, al acceso igualitario a las diversas
manifestaciones culturales, a la información democrática, plurilingüe y
multicultural, etc. La formulación del artículo 58 de la Carta de 1993,
además de rotunda, es antidemocrática y antinacional.

El principio de subsidiariedad del Estado (artículo 62) reduce en la


práctica política que se impuso desde el año 1993, la intervención
pública a aquello que es supletorio a la iniciativa privada; o sea,
aquello que la iniciativa privada no quiere o no puede convertir en
posibilidad de lucro[14]. La construcción y administración de escuelas o
postas de salud rurales, por ejemplo. Pero fallos del Tribunal
Constitucional y decisiones del Indecopi se sustentan en el principio
de que la iniciativa privada es libre y en el del rol subsidiario del
Estado. La falta de capacidad del Estado para cobrar impuestos
justos, equivalentes a los que pagan los pequeños propietarios, se ve
imposibilitada directamente por el Artículo 62 e indirectamente, por el
63. Esta incapacidad redunda en falta de recursos para satisfacer
necesidades básicas. El capital nacional se ve ante la imposibilidad de
competir con el transnacional y extranjero por el artículo 63, por lo
demás, único en el mundo.

La actual Constitución es perjudicial a la democracia y al pueblo


peruano cada día. Eso intentaré demostrar en el contenido de los
próximos capítulos.

En resumen, mi posición: es absolutamente necesaria para la


construcción de una sociedad más democrática y más justa, pues no
hay democracia sin justicia, la sustitución de la Constitución del 93
por otra, mediante una Asamblea Constituyente donde el
consenso prime y no la imposición de una aplastante mayoría
neoliberal.

Una nueva Constitución donde el principio de la solidaridad reemplace


al de la subsidiaridad, el bien común y el desarrollo sostenible sean
horizontes posibles, el Estado no sacrifique su función tuitiva y
promotora del bienestar de todos en función del afán de lucro de
minorías, la libertad de género se garantice, el trabajo se dignifique, la
ciencia, la tecnología y la innovación se posibiliten en beneficio de
cada ciudadano y de la Nación.

El daño económico, político y cultural que la actual Constitución causa


al pueblo peruano es significativo. Así mismo, la tendencia notoria al
debilitamiento de las instituciones del Estado y a la corrupción de las
mismas, no puede ser comprendida sin tener en cuenta la lógica
impresa por la Constitución.

Debo agregar que la Constitución de 1993 fue ratificada mediante


referéndum el 31 de octubre del mismo año. La consulta popular se
produjo sin haber mediado un debate pluralista en la televisión.

Fujimori planteó la ratificación de la Carta Magna como una consulta


que ponía en consideración la opinión de la población sobre su propio
gobierno. En ese momento, Fujimori gozaba de una popularidad que
bordeaba el 70%. Casi nada se explicó en esos medios, controlados o
autocensurados, sobre el contenido de la Constitución. A pesar de
todos los elementos que deben estar en juego en una elección tan
importante, estos no se dieron, favoreciendo con ello al Gobierno de
Fujimori.

El resultado del referéndum, a pesar de la manipulación mediática, fue


muy ajustado: 52% a favor y 48% en contra. Las circunstancias en
que se produjo el proceso electoral de consulta popular fueron
fraudulentas.

Al final del libro que concluí en 1993, ya citado, expresé:


Dada la composición predominante de congresales
(resultante de las elecciones) y examinando las propuestas
(o la carencia de ellas) creemos improbable que la nueva
Carta Constitucional se oriente al diseño de una nueva
estructura del Estado que de paso al auténtico ejercicio de la
democracia. Por el contrario, tememos que las tendencias
actuales nos conducen en el sentido equivocado. Por lo
demás, creemos que en relación al régimen económico es
imperativo un debate profundo (….) Nos comprometemos en
este empeño[15].

Veinticinco años después, abordo el cumplimiento de mi palabra


empeñada con los mismos ideales de servicio a la comunidad y desde
la misma perspectiva humanista, cuestionadora de la ideología
neoliberal.

caPítulo ii

antecedentes

a ideología neoliberal se instituye formalmente en el siglo XX, a


L partir de 1947, con la conjunción de ideas de aquellos que se
reunieron en Mont Pèlerin (Vevey, Suiza) a mediados del año 1947,
por iniciativa de Friedrich von Hayek, quien reunió a 36 pensadores,
economistas, sociólogos y políticos, predominantemente alemanes y
austriacos.

De dicha reunión surgieron dos instituciones: la Mont Pèlerin Society y


el Anuario ORDO, palabra que buscó sintetizar un título muy
largo: Jahrbuch fúr die Ordnung von Wirtschaft und Gesellschaft (que
traduzco libremente como: Anuario para la ordenación de la economía
y la sociedad).

Se trataba y se trata -pues dicha asociación sigue existiendo hoy- de


promover el neoliberalismo económico en el mundo, lo que implica la
reducción del rol del Estado en los procesos económicos, el
favorecimiento del libre comercio, la libre circulación del capital
financiero, la privatización de empresas estatales, la flexibilización
laboral y la institucionalización de la oferta y la demanda como único
mecanismo para la fijación de precios de cualquier bien o servicio.
Estas y otras reglas para el funcionamiento de la economía y de
la sociedad han tenido y tienen un enorme impacto en todo el
mundo, sintetizando las características de la actual etapa del
capitalismo. La globalización de la economía (principal, aunque no
exclusivamente en el plano financiero) debe entenderse como una
globalización neoliberal.

Como resultado de la presión de los intereses del capital, muchos


Estados han adecuado sus legislaciones a la globalización
neoliberal.

En casos extremos, las constituciones de algunos países han


incorporado la lógica neoliberal al funcionamiento de sus respectivos
regímenes económicos y sociales, además de crear o suprimir
instituciones estatales, reglas jurídicas e instituciones, acordes a dicha
ideología.

Por estas razones, el análisis de las constituciones y leyes no


puede ni debe restringirse a los aspectos puramente jurídico-
políticos, sino relacionarse a la economía política,
concretamente, a la mayor o menor presencia de la lógica
neoliberal en dicha normatividad.

Al haberse sancionado la Constitución peruana vigente desde 1993,


luego de la aplicación de políticas neoliberales en Brasil, Argentina y
Chile, y luego de la elaboración del Consenso de Washington (CW),
elaborado en esa ciudad capital de los Estados Unidos de América
(EUA), en el año 1989, por instituciones controladas por ese país,
como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el
Departamento del Tesoro de Estados Unidos, un cabal análisis de
dicha Constitución solo se puede emprender a partir de la
comprensión del neoliberalismo y de sus derivaciones
institucionales y legales.

En efecto, un integral análisis de las instituciones jurídicas y


políticas así como de la lógica que orienta la Constitución
peruana de 1993, no debe prescindir de tomar en cuenta el
sentido de la construcción neoliberal y su condicionamiento
ideológico en el rol del Estado y, por tanto, del régimen
económico, de la estructura del Estado y de la concepción de los
derechos, sobre todo sociales, económicos y culturales. Estos
asuntos atraviesan y le otorgan una unidad de sentido a toda
Constitución y son los que, principalmente, nos dan indicios sobre las
particularidades de la Constitución peruana de 1993.

En pocas palabras: no es posible una cabal comprensión de la


Constitución vigente en el Perú de hoy (2018) sin la comprensión
de los contenidos neoliberales de la misma.

Ese enfoque en el análisis de la Constitución peruana, quizá la más


neoliberal del mundo, es el que voy a desarrollar en los próximos
capítulos. Desarrollaré los contenidos del Consenso de Washington
en el siguiente capítulo.

Juzgo importante en el presente libro analizar brevemente algunas


ideas de varios pensadores que son anteriores a la iniciación del
neoliberalismo como ideología, en 1947:
 
•  Bernard de Mandeville, Países Bajos (1670-1733)

El egoísmo como virtud en la vida socio-económica. En su obra La


fábula de las abejas, Mandeville desarrolla la tesis de la utilidad
social del egoísmo. Según ella todas las leyes sociales resultan de la
voluntad egoísta de los débiles de sostenerse mutuamente para
protegerse de los más fuertes.
Si hay un libro en la historia del pensamiento que destaque
de otros no sólo por la originalidad de su contenido sino por
el originalísimo modo en que tuvo lugar su producción, es La
Fábula de las Abejas de Bernard de Mandeville. La
realización de esta obra comprende un período de
veinticuatro años y su germen primitivo fue un poema que no
llegaba a treinta páginas y llevaba por título El panal
rumoroso: o la redención de los bribones[16].
Su tesis principal es que las acciones de los hombres no pueden ser
separadas en correctas o incorrectas, y que los vicios privados
pueden contribuir al bien público mientras que las acciones altruistas
pueden en realidad destruirlo. Esta concepción de la vida social,
tomada de la vida en un panal de abejas, el autor asume que esa
realidad es perfectamente trasladable a la de los seres humanos. Este
médico afirma que los vicios de los ciudadanos particulares son
elementos necesarios al bienestar y a la grandeza de una
sociedad.

Por lo que a mí toca diré, sin la menor consideración al


amable lector ni a mí mismo, que concibo al hombre... como
un compuesto de varias pasiones y que todas, a medida que
se las provoca y van saliendo a la superficie, lo gobiernan por
turno, quiéralo o no[17].

Esta manera de entender al individuo y a las sociedades humanas


explicita, de una manera poco común (pues muchos, aunque
coinciden, no lo explicitan tan claramente) la idea que la economía
puede impulsar la inmoralidad y ello puede ser provechoso
económicamente. “El recorrido por las motivaciones de los actos
humanos le da a Mandeville la prueba de que no hay en ellas el
menor asomo de virtud, pero sí egoísmo, mentira e hipocresía en
abundancia”[18].

Egoísmo e inmoralidad no solamente son “efectos colaterales”, como


se diría en el lenguaje actual, sino naturales y convenientes
económicamente.

A mi juicio, pocos siglos después, estas ideas forman parte o son muy
tomadas en cuenta por los economistas y pensadores neoliberales.

•  Vincent de Gournay, francés (1712-1759)

Uno de los fundadores del liberalismo económico. Generalmente,


diversos autores consideran a De Gournay como pensador fisiócrata.
Fisiócratas clásicos como Quesnay y Turgot, enfatizaron que la
propiedad de la tierra era la base de la riqueza económica. De
Gournay, de acuerdo en términos generales con el pensamiento
fisiocrático, tomó distancia de los demás fisiócratas en este punto,
pues consideró a la industria y al comercio también como
fundamentos de la riqueza.

La fisiocracia  es una escuela de pensamiento económico que se


desarrolló, principalmente, en el siglo XVIII fundada por François
Quesnay en Francia. Afirma la existencia de una ley natural por la cual
el buen funcionamiento del sistema económico está asegurado sin la
intervención del Estado. El origen del término fisiocracia proviene del
griego y quiere decir «gobierno de la naturaleza».

El economista De Gournay acuñó la frase Laissez faire, laissez


passer, le mond va de lui mème (tradicionalmente traducida como
“Dejar hacer, dejar pasar, el mundo va por sí mismo”), que sirvió y
sirve de guía al actual pensamiento neoliberal.

Fue un adversario de la intervención del Estado en los procesos


económicos. También formuló la idea por la cual el mercado era
guiado por una supuesta mano invisible, lo que conduce a plantear
que cualquier intervención del Estado es perniciosa para la economía
y la sociedad. Los neoliberales de nuestra época son adversarios de
la intervención del Estado en la economía y partidarios, por tanto, de
la teoría de la mano invisible.
Los fisiócratas se convirtieron en los paladines del liberalismo
económico, del libre cambio y de la no intervención
gubernamental en los asuntos de la economía. También, del
individualismo económico, pues creyeron que la armonía del
orden natural se traducía en la armonía de los intereses
individuales y los de la sociedad[19].

El libre cambio y la no intervención del Estado en los asuntos de la


economía son recogidos hoy por los neoliberales.
•  François de Quesnay, francés (1694-1774)

Médico, líder del pensamiento fisiocrático. Quesnay, médico personal


del rey Luis XV, publicó el Tableau Économique en 1758,
acompañado de un suplemento Maximes Générales du
Gouvernement Économique d’un Royaume Agricole.

Es considerado como el pensador fisiócrata por excelencia y principal


difusor de dicho pensamiento económico.

Seguidor de la teoría del “orden natural”, consideró que ello


justificaba, por sí solo, la riqueza obtenida por el propietario, sin tomar
en cuenta el trabajo del ser humano como factor fundamental en el
proceso de generación de dicha riqueza.
El excedente agrario sobre los costes de producción es
un don que brota gratuitamente de la naturaleza; ésta
origina la creación física de bienes cuyo producto neto (o
excedente) es la base que sustenta a toda la sociedad [20]. 

La ley natural “más ventajosa” es “conseguir la mayor satisfacción con


el menor gasto, con la menor fatiga”. Es por esto que se opuso a las
barreras aduaneras, pues estas impiden el libre desarrollo de la
economía y hacen más complicadas las actividades económicas.
También en relación a este principio económico decía que cada
persona debía actuar individualmente por su bienestar propio y de
esta forma se alcanzaría las metas de la sociedad. Defendió la
libertad del comercio pues es la política más justa, segura y útil para la
nación.

Individualismo y libre comercio, ideas que subsisten y forman parte del


neoliberalismo de nuestros días.

•  Jacques Turgot, París (1727–1781)

Fue un político y economista francés, cofundador de la escuela de


pensamiento económico conocida como fisiocracia, considerada como
la primera escuela económica propiamente tal que haya existido en la
historia, tenía como principal bandera de lucha el eliminar al máximo
la intervención estatal.

Su premisa básica era que se debía, ante todo, respetar el orden


natural. Para los fisiócratas, los intereses individuales se armonizan
espontáneamente, al igual que la naturaleza, por lo que la autoridad
estatal debe incidir lo menos posible en la economía. Como señalé, el
orden natural, es un “principio básico de la escuela fisiócrata. La
naturaleza, regida por la ley natural, es la que debe gobernar todas las
instituciones humanas. El nombre de fisiocracia, extraído del griego,
tiene precisamente este significado: fisis=naturaleza y
cracia=gobierno”[21].

El interés individual coincide siempre con el interés general en el


mercado libre. El interés individual, que en una sociedad desigual es
manejado por el propietario, tiende a menospreciar al salario de los
trabajadores. “Los salarios, tanto de los labradores como de los
obreros, se determinan en el mínimo de subsistencia debido a la
competencia entre ellos mismos; como el trabajador no tiene más que
sus brazos, se ve obligado a vender su esfuerzo a cambio de un
salario con el que “no se gana más que la vida” [22].

Aquello de identificar el interés individual con el interés general como


principio “ordenador” de la economía y de la sociedad juega un rol
fundamental en la ideología neoliberal contemporánea. También la
propuesta de eliminar al máximo la intervención estatal en los
procesos económicos.

•    Adam Smith (1723 –1790)

Economista y filósofo escocés, considerado el mayor exponente de la


economía clásica. Es autor de la obra An inquiry into the nature and
causes of the wealth of nations, conocida como La riqueza de las
naciones (1776), acerca del proceso de creación y acumulación de la
riqueza, temas ya abordados por los fisiócratas, pero sin el carácter
científico de la obra de Smith. Fue, para muchos, el primer estudio
completo y sistemático sobre el tema.

A la obra de Smith se la conoce como el principal aporte a la


economía moderna. Estudia la división del trabajo, la moneda, el
mercado, naturaleza y origen de la riqueza, precio de las mercancías,
beneficios, acumulación de capital, etc.

Sustenta su pensamiento, como los fisiócratas, en la idea de un orden


natural, proyectando tal idea al concepto más elaborado y con
mayores consecuencias de “sistema de libertad natural”, es decir, que
el libre ejercicio del interés individual favorece al interés general, al
bien común, mediante la libre empresa, libre comercio y libre
competencia.

A diferencia de los fisiócratas, afirma que la libertad de mercado


requiere de un complejo de instituciones estatales que la garantice,
siendo, en este aspecto, un antecesor directo de los pensadores
neoliberales de dos siglos después.
Proscritos enteramente todos los sistemas de
preferencia o de restricciones, no queda sino el sencillo
y obvio sistema de la libertad natural, que se establece
espontáneamente y por sus propios méritos. Todo
hombre, con tal que no viole las leyes de la justicia, debe
quedar en perfecta libertad para perseguir su propio
interés como le plazca, dirigiendo su actividad o invirtiendo
sus capitales en concurrencia (en este contexto, se refiere a
competencia o competición) con cualquier otro individuo o
categoría de personas[23].

En el sentido que se señala en la cita precedente, su esfuerzo


científico es también, a mi juicio, una construcción ideológica.

Su ataque a los capitalistas, referidos a su afán monopólico y a su


constante “conspiración contra el público” es más una requisitoria
moral que una crítica al funcionamiento del capital, que como Marx
señala posteriormente, tiende, por lógica intrínseca, a concentrarse y
centralizarse en unos pocos acaudalados y, como contrapartida,
conduce al desempleo y a una depreciación de salarios de los
trabajadores.

•    John Locke, médico inglés (1632- 1704)

Considerado como uno de los más influyentes pensadores del


empirismo. Su formación como médico lo conduce -como en otros
casos ya citados- a considerar que la propiedad privada corresponde
al propio metabolismo humano.

El fin principal -y podríamos decir único- del gobierno debiera ser la


defensa de la vida y la libertad para poder asegurar la propiedad.

Locke planteó que la propiedad es anterior al Estado y que éste surge


precisamente para asegurarle a cada persona que su propiedad
estará protegida. Es considerado como uno de los principales
pensadores que forman parte del liberalismo clásico.

Locke sostuvo una defensa de la propiedad privada en su


libro Ensayo sobre el gobierno civil, en el que postuló que todo
hombre nace con determinados derechos naturales que el Estado
debe proteger. En primer lugar, el derecho a la propiedad privada. Su
concepción del mundo, sustentada en el “orden natural”, deriva en su
planteamiento por el cual la sociedad está gobernada por un conjunto
de leyes naturales, tal como en el universo.

Esto lo condujo a postular que es la ley natural, y no una ley humana,


la que debe fijar las tasas de interés y el valor de las monedas.

En otras palabras, una justificación del origen “natural” del libre juego
de la oferta y la demanda. Y la pretensión de considerar un absurdo
que la autoridad pretenda fijar reglas de juego en la economía.
Esta teoría, que puede ser comparada con la de la “mano invisible”
que conduce el mercado, es parte de la concepción neoliberal actual.

A mi juicio, es anticientífica y se aproxima a la de una creencia


religiosa, o si se quiere, a ”una supersticiosa exaltación del
mercado”[24].

•  David Ricardo, economista inglés (1772- 1823)

Un liberal ortodoxo, partidario de políticas económicas que impulsen


el crecimiento económico en base a garantizar a los capitalistas
altos márgenes de beneficio. Plantear el crecimiento como objetivo
y no el desarrollo, es parte del lenguaje y de la acción de los
neoliberales de nuestros días. Existe la creencia en el pensamiento
neoliberal que el crecimiento por “chorreo” va a beneficiar a todos.
Eso se ha demostrado que no es cierto.

Asegurar altos márgenes de beneficio para tratar de lograr dicho


crecimiento es parte también del discurso y de la acción neoliberal
que ha conducido a la apertura de la economía a capitales -externos a
cualquier precio, en el supuesto que el ansiado crecimiento
construido, en este caso, sobre el modelo primario-exportador- va a
generar condiciones para la mejora del nivel de vida de toda la
población, pasando por alto que vivimos en una economía desigual
(América Latina es la región más desigual del mundo).

David Ricardo planteó que los salarios no podían -ni debían- elevarse
sobre el nivel de la mera subsistencia.

En su obra más importante, Principios de Economía Política y


Tributación (1817), expone teorías basadas en sus estudios sobre la
distribución de la riqueza. En lo concerniente al comercio
internacional, enfatizó la importancia de la especialización de los
países en determinados bienes de exportación y defendió la libre
competencia. Según este autor, un país debe especializarse en
mercancías que le otorguen ventajas comparativas, tesis que lo
condujo a defender el libre comercio.

Los Tratados de Libre Comercio (TLC) actuales son una parte del
contenido esencial del neoliberalismo. Sus impulsores fundamentan la
necesidad de los TLC, principalmente por la búsqueda de facilitar la
inversión extranjera en nuestro país y las recíprocas facilidades que el
capital nacional debe recibir cuando invierta en aquel país con el que
firmó el TLC. Lo cierto es que esa apertura a las inversiones
extranjeras se sustenta, a su vez, en la estimulación del crecimiento
económico, que es la “medida” por excelencia, del éxito económico de
un país gobernado por neoliberales. Y es cierto que sin crecimiento
económico no hay desarrollo posible. Pero también es cierto que el
crecimiento es una condición indispensable más no suficiente para el
desarrollo. El crecimiento sin equidad tiende a favorecer el aumento
de la desigualdad y a consolidar un modelo primario-exportador con
poca intensidad en creación de mano de obra y sin planificación
posible.

La estructuración de nuestras economías bajo la teoría de las


“ventajas comparativas” como una verdad absoluta, ha conducido a la
economía peruana a renunciar a toda diversificación y a una
dependencia nociva de la exportación de minerales

Ricardo defendió la tesis de que los salarios reales tienden “de forma
natural” hacia un nivel mínimo, que corresponde a las necesidades
mínimas de subsistencia de los trabajadores. Cualquier incremento en
los salarios por encima de este nivel provoca que las familias tengan
un mayor número de hijos y por tanto un incremento de la población, y
el consiguiente aumento de la competencia por obtener un empleo
hará que los salarios se reduzcan de nuevo a ese mínimo.

Una tesis despiadada que, sin duda, se está aplicando en la economía


neoliberal peruana.
•  Jean-Baptiste Say, economista francés (1767-1832)

Un pensador liberal de gran significación para su época y, a mi juicio,


con influencia en las ideas neoliberales actuales.

En su libro más influyente, Tratado de economía política, sentenció


que “los particulares fabrican a menos costa que el
Gobierno”[25] (usaba indistintamente los términos Gobierno y Estado),
idea-fuerza que señala su afán privatista de todo tipo de propiedad,
aunque hace la salvedad de que el Estado es necesario para la
construcción de caminos, puertos e infraestructura que apoye la
producción privada[26].

Hizo hincapié en el impacto negativo que, según él, producen los


impuestos sobre la labor empresarial y la creación de riqueza,
impacto que se ve reflejado a lo largo del proceso de producción y del
crecimiento económico, puesto que los impuestos redundan en una
reducción de producción que resulta en reducción de demanda en un
círculo vicioso negativo para todos.

Con este aserto, contribuyó a la idea neoliberal, muy difundida


modernamente, de la exoneración de impuestos. Asunto que en el
Perú, por ejemplo, condujo a la defensa de la exoneración de
impuestos por siempre, consagrada en la Constitución de 1993, art.
62: “Los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes
u otras disposiciones contractuales de cualquier clase”.

Planteó que los productos se cambian por otros productos: el hombre


es insaciable y siempre quiere más; por lo tanto, para poder
intercambiar mercancías por dinero, y este a su vez por otras
mercancías, necesita en primer lugar vender mercancías por dinero.
El dinero es solamente un facilitador de cambio. La consideración de
la insaciabilidad del hombre como un hecho natural, tiende a justificar
la acumulación de capital sin límite, lo que conduce a aceptar la
condición inevitable de la desigualdad económica y de las enormes
desigualdades también sociales que se dan en nuestro medio.

•  Herbert Spencer, sociólogo inglés (1820-1903)

Intentó desde la teoría evolucionista de Charles Darwin establecer las


leyes generales del progreso humano, trasladando la “supervivencia
del más apto” al plano social desde lo biológico.

Las consecuencias de este error son varias. Se justifica así la


conquista de un pueblo por otro, pueblos subyugados como
consecuencia de la selección natural, sin alternativa histórica para
ellos, su destino es ser colonizados y sucumbir. Afirmó que los pobres
eran pobres porque eran biológicamente inferiores, los negros eran
esclavos como resultado de la selección natural, los blancos
superiores por ser los más aptos. 

Spencer era más bien adepto del “liberalismo”, de la no intervención


del Estado (una de sus obras, aparecida en 1850, lleva el título El
derecho a ignorar al Estado).

Defendió la idea de que el Estado no debe intervenir en los procesos


económicos por ser nociva, intrínsecamente, cualquier intervención.
Tal como apunta el neoliberalismo actual y precisa el Consenso de
Washington.

El darwinismo social tiende a justificar la lógica del dominio de los más


fuertes sobre los más débiles. Las políticas sociales que tiendan a
revertir dicha tendencia, no solamente no se justifican, sino deben ser
desterradas.

La “naturalización” del dominio y de la desigualdad social es parte de


la cosmovisión neoliberal.

 
caPítulo iii

reflexiones en torno a las ideas de base del

liberalismo Político y del liberalismo económico
a distinción entre liberalismo político y liberalismo económico es muy
importante. Hay varios autores de diversas especialidades que
identifican liberalismo económico con liberalismo político.
L
Algunos han escrito, airados, sobre el “equivocado afán” de
distinguir entre ambos.
Está muy generalizada en la actualidad la distinción
semántica entre los dos liberalismos, distinción que incluso
aparece en algunos tratados de teoría política, llegándose a
concebir posiciones antagónicas detrás de cada uno de ellos.
Uno designaría la filosofía política de la libertad y del
progreso intelectual; esta acepción liberal sería aceptada
generalmente y hasta reivindicada como parte de la ideología
de las fuerzas políticas más “progresistas”. El otro, el
liberalismo económico, no ha tenido tanta suerte. Se le han
imputado todos los males existentes en las sociedades
capitalistas[27]. 

Las revoluciones europeas, generalmente producidas por una alianza


de facto entre sectores populares y burgueses contra monarquías
absolutistas, que devinieron en el control del poder político y
económico por las respectivas burguesías y que se produjeron,
mayoritariamente, entre 1789 y 1848 dieron lugar a un nuevo tipo de
Estado que los historiadores denominan “liberal”. La ideología que
sustentaba estos regímenes es el denominado liberalismo. Algunos
autores consideran que tales términos se usaron por primera vez, en
idioma castellano, a propósito de la Constitución de Cádiz de 1812.
Por Estados liberales, se consideran aquellos sustentados en
constituciones en las que impera la vigencia de las libertades
individuales en la medida que se consagraron derechos individuales,
civiles y políticos (derecho a elegir, a ser elegido, a reunirse, a las
libertades políticas, etc).

Por extensión, luego de la Constitución de Querétaro de 1917


(México, la primera en llevar al Derecho positivo los derechos
sociales) y la Constitución de Weimar de 1919 (que incorpora con
mayor rigor los derechos económicos), se denominó Estado liberal a
aquellos que, incorporando dichos derechos, continuaron
construyendo su estructura de poder del Estado en base al principio
de la independencia y equilibrio entre sí de los poderes Ejecutivo,
Legislativo y Judicial, para evitar cualquier tiranía. Con el transcurso
del siglo XX, liberalismo político significó respeto y promoción de las
libertades ciudadanas y, antes que ello, vigencia de los derechos y
deberes ciudadanos, consagrados primero por la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano (Asamblea Nacional de
Francia, 1789) y, luego, más desarrolladamente, en la Declaración de
los Derechos Humanos (Naciones Unidas, Diciembre de 1948).

Algunos juristas hacen hincapié en que el Estado Liberal solo puede


imperar cuando hay “Estado de Derecho”, concepto que merece un
debate aparte. Únicamente nos detendremos en el tema de la división
de poderes como elemento central de un “Estado de Derecho” en las
democracias liberales. 
Fueron Locke y, sobre todo, Montesquieu quienes plantearon
esta clásica división. El poder y las decisiones no debían
concentrarse para evitar la tiranía. Así pues, debían existir
órganos de poder distintos que se controlarían unos a otros,
todo articulado en un sistema de equilibrios y contrapesos.
La división de poderes se convirtió en un puntal básico de las
Revoluciones liberales porque atacaba de lleno una de los
pilares de la Monarquía absoluta[28].
Manuel Benza Pflücker
Locke no coincide con Montesquieu (que fue posterior) en la
concepción de los tres poderes como iguales e independientes porque
subordina al poder legislativo los otros dos. Es, por tanto,
Montesquieu quien traza la división de poderes que fue y sigue siendo
uno de los pilares del “Estado de derecho” en las democracias
liberales.

Para llegar a la postulación de los tres poderes


independientes y autónomos entre sí, Montesquieu partió de
su afán de asegurar lo mejor posible la libertad política. Con
este objetivo, “el sistema jurídico distribuye el poder del
Estado en tres órganos: el Legislativo, representante de la
voluntad general del pueblo que expresa a través de las
leyes; el Ejecutivo, encargado de dar cumplimiento a dicha
voluntad, y el Judicial, que juzga los delitos y las diferencias
entre particulares”[29].

Al utilizar como foco el tema del sistema jurídico para Montesquieu, la


autora citada, Claudia Fuentes, anota que: “El principio de distribución
jurídica correspondería a una forma de organización moderna en la
que las funciones del Estado se relacionan con instituciones y no
con clases sociales”[30].

De esta manera no aborda, sino que separa lo político de lo


económico, asimilando de paso las ventajas económicas de la
monarquía existente en ese tiempo a las ventajas que hoy, y por
extensión, tiene el discurso de quienes predican democracia y
justifican, al mismo tiempo -esgrimiendo la entelequia liberal de
Montesquieu- ventajas antidemocráticas al capital extranjero,
nacional, o en alianza, sin que por ello consideren que están
atentando contra la democracia.

Mi posición, y la de muchos, es la de considerar que debe de


defenderse la democracia y la división de poderes, pero que, siendo la
democracia un “tipo ideal” en el sentido que otorgó a este concepto
Max Weber (un horizonte que sirve de referencia hacia el futuro, pero
que nunca se alcanza), la lucha por alcanzar mejores niveles
democráticos no solo es político-institucional, sino económico y
cultural.

Considero, por ello, que junto a este liberalismo político, el Estado


burgués del siglo XIX hasta nuestros días está asentado en el
liberalismo económico: un conjunto de teorías y de prácticas al
servicio del gran capital, antes predominantemente de origen industrial
y, hoy, financiero y transnacional.

La esencia del liberalismo económico fue la no intervención del


Estado en los procesos económicos, sociales, financieros y
empresariales. Hoy, y desde 1947, se le denomina “neoliberalismo”.

Se puede comprender por ello que el tránsito del liberalismo


económico, que se forjó desde el siglo XVIII y se fortaleció hasta
comienzos del siglo XX, hacia el neoliberalismo formalmente creado
como ideología dominante, no fue traumático: se dio de manera
pacífica.

Las ideas de Mandeville, Gournay, Quesnay, Turgot, Adam Smith,


Locke, David Ricardo, Say, Spencer y otros, fueron antecedentes
asumidos en mayor o menor medida por los neoliberales de nuestra
época, que ajustaron las ideas precedentes a la ideología neoliberal
que pretende aplicar las nociones económicamente liberales
precedentes al presente, más complejo y mundializado.
La aseveración de que el neoliberalismo es profundamente
destructivo para el carácter y el futuro de la democracia en
cualquiera de sus formas tiene su premisa en un
entendimiento de éste, el neoliberalismo, como algo más que
un conjunto de políticas económicas, una ideología o una
reconfiguración de la relación entre el Estado y la economía.
Más bien, como un orden normativo de la razón que, a lo
largo de tres décadas, se convirtió en una racionalidad
rectora amplia y profundamente diseminada, el
neoliberalismo transforma cada dominio humano y cada
empresa —junto con los seres humanos mismos— de
acuerdo con una imagen específica de lo económico. Toda
conducta es una conducta económica, todas las esferas de la
existencia se en-
Manuel Benza Pflücker

marcan y miden a partir de términos y medidas económicas,


incluso cuando esas esferas no se moneticen directamente.
En la razón neoliberal y en los dominios que gobierna, sólo
somos homo oeconomicus, y lo somos en todos lados, una
figura que por sí misma tiene una forma histórica
específica[31].

El núcleo de las ideas económicas de los autores citados fue recogido


por los neoliberales Ludwig Von Mises, Friedrich Von Hayek, Walter
Eucken, Alfred Müller-Armack, Heinrich Von Stackelberg, Wilhelm
Röpke, Karl Popper, Milton Friedman, Fritz Machlup, Friedrich Lutz,
Daniel Villey, Margaret Thatcher, Román Escolano, Luis de Guindos,
Emmanuel Macron y otros en América Latina, como Hernán Büchi,
Carlos Boloña, Domingo Cavallo, Salinas de Gortari, Vicente Fox,
Felipe Calderón, Pedro Pablo Kuczynski, Carlos Menem, Fernando
Henrique Cardoso, Mauricio Macri, Nicolás Dujovne, Iván Duque,
Alberto Carrasquilla, Jorge “Tuto” Quiroga, César Gaviria, Mauricio
Cárdenas, José Ramón Valente, Hernando de Soto y otros, entre jefes
de Estado, ministros e ideólogos.

Por último, los conceptos de liberalismo y, por ende, de


neoliberalismo, parten de lo que les da origen y sustento: el concepto
de libertad. Por razones puramente instrumentales vamos a utilizar
ambos conceptos derivados de libertad, pero no porque aceptemos
que la libertad se da “naturalmente” o proviene de “leyes naturales”.
En ello acepto explícitamente el raciocinio de Friedrich Engels, quien
en el Anti-Düring, precisa:
La libertad no reside pues en una soñada independencia de
las leyes naturales (…); la libertad consiste, pues, en el
dominio de nosotros mismos y de la naturaleza exterior,
basado en la conciencia de las necesidades naturales; es por
tanto un producto del desarrollo histórico (…) cada paso
dado en la senda de la cultura será un paso dado en la ruta
de la libertad.[32]

De ello se deriva que las libertades no sean concedidas por igual a


todos los ciudadanos, sino que su ejercicio real dependa de la
ubicación que individuos y grupos tengan en cada estructura de poder
económico-social.                                                                

caPítulo iV

el consenso de WashinGton
a formulación del llamado “Consenso de Washington” se debe a
L John Williamson, economista norteamericano, quien redactó el
documento titulado Lo que Washington quiere decir cuando se
refiere a reformas de las políticas económicas,  en 1990. El escrito
plantea diez temas de política económica en la línea de la ideología
neoliberal, en los cuales, según el autor, “Washington” está de
acuerdo en su afán de promover el crecimiento de las economías
latinoamericanas y de países que ellos llaman “emergentes” y que, a
mi juicio, deben denominarse subdesarrollados. “Washington”
significa, en este contexto, el aparato político-económico-intelectual,
integrado por organismos internacionales como el Fondo Monetario
Internacional, el Banco Mundial, el Departamento del Tesoro de EUA,
el Congreso de los EUA, la Reserva Federal, altos cargos de la
Administración y grupos de expertos.[33]

La compulsión de expansión del capital a mercados latinoamericanos


requería y requiere para los grandes capitales mineros, financieros y
especulativos, un marco de condiciones propicias a dichas inversiones
que aseguren la estabilidad, integridad y libertad de las mismas. Ello
implicaba e implica para los inversores de dichos capitales la
operación de reformas en la administración de los Estados, de manera
que puedan otorgar seguridades y ventajas a dichas inversiones de
capital.

De esa necesidad surgió el “Consenso de Washington”, un documento


que, al ser llevado a la práctica por los países receptores, tiende a
limitar la soberanía de los mismos.

¿Por qué los países latinoamericanos se acogieron y se acogen a


dichas condiciones, condicionantes de sus propias políticas internas?

Por un lado, es cierto que muchas administraciones no ofrecían o no


ofrecen condiciones de estabilidad económica. Pero, por otro lado, la
presión por el crecimiento, aunque sea bajo modelos extractivos y
primario-exportadores, fue y es aceptada por varios países para
obtener soluciones temporales al enorme subempleo y al desempleo,
así como a los visibles déficits en infraestructura vial y de servicios
básicos. En muchos casos se recurre al déficit monetario para
solventar sueldos y otros gastos urgentes.
Las corrientes de capitales que llegan a países en desarrollo
como los latinoamericanos vienen atraídas por ciertas
condiciones domésticas del país receptor, que intenta
adaptarse al paradigma de los mercados eficientes,
condensado en el Consenso de Washington y que propone
la apertura y liberalización económica, la privatización de
empresas públicas, la desregulación de mercados y un fuerte
manejo macroeconómico a indicadores como el de la
inflación. Durante los 90, la afirmación de tales políticas fue
la clave para asegurar el ingreso y la sostenibilidad del
capital externo. Es así como los países de la región
comenzaron a implementar cambios de vasto alcance cuyo
objetivo final era recortar el papel histórico del Estado en la
promoción del desarrollo y además, modificar el balance
tradicional entre los mercados nacionales

y el mercado internacional. Frente a esta tendencia, algunos


países fueron más complacientes que otros[34].
La dominación económico-financiera de parte del “centro” (economías
desarrolladas dominantes) hacia la “periferia” (economías
subdesarrolladas dominadas) del capitalismo se incrementa, ya no
solamente por la asimetría de poder y la división internacional del
trabajo (el centro produce manufacturas relativamente más caras que
la periferia, que produce principalmente materias primas), sino por la
intervención directa del FMI y del BM en nuestras economías, lo que
genera alivio temporal al costo de la sujeción de las mismas a las
condiciones impuestas por el Consenso de Washington.

Los países latinoamericanos se vieron obligados a adoptar rigurosos


programas de ajuste económico para, además de alcanzar la
estabilidad económica y social, responder a los compromisos de la
deuda internacional. Los países deudores podían acceder a nuevos
dineros provenientes de los organismos multilaterales de crédito y
también la de la banca comercial, siempre y cuando, implementaran
un profundo plan de reformas tendientes a una mayor apertura
comercial, la liberalización de los mercados financieros nacionales y
de los flujos de capital con el exterior, así como la reducción del papel
protagónico del Estado como agente económico, con el fin de
favorecer el emprendimiento privado.

Se consideraba prioritario reducir el déficit fiscal y controlar los


devastadores procesos hiperinflacionarios que habían afectado a gran
parte de los países de la región. De esta manera, los organismos
multilaterales fueron los encargados de difundir en la región la
implementación de medidas neoliberales: reducción del papel
público en la economía, disminución de los gastos sociales,
privatizaciones, reforma fiscal favorable al capital, desregulación
del mercado laboral, abandono de aspectos fundamentales de la
soberanía de los Estados, supresión de los controles de cambio,
desregulación de los intercambios comerciales, impulso a las
operaciones bursátiles (...). Todas estas medidas son aplicadas en
dosis variables según la relación de fuerzas sociales [35].
Las políticas económicas del Consenso de Washington combinan
asuntos de “sentido común” con recomendaciones invasivas en
relación a las políticas internas dirigidas a facilitar la inversión
extranjera, a la liberación comercial y financiera, a asegurar una
política sistemática de privatizaciones de manera que bienes y
servicios públicos dejen de ser propiedad estatal y se conviertan en
propiedad de grandes capitales, principalmente extranjeros y se
desregule la economía por parte del Estado.

Dichas recomendaciones son:

1.              Disciplina presupuestaria.
2.              Cambios en las prioridades del gasto público.
3.              Reforma fiscal encaminada a buscar bases imponibles
amplias y tipos marginales moderados.
4.              Liberalización financiera, especialmente de los tipos de
interés.
5.              Búsqueda y mantenimiento de tipos de cambio
competitivos.
6.              Liberalización comercial.
7.              Apertura a la entrada de inversiones extranjeras directas.
8.              Privatizaciones.
9.              Desregulaciones.
10.           Garantía de los derechos de propiedad.

Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el


principal problema de la aplicación de las políticas del Consenso de
Washington en Latinoamérica es que se trata del subcontinente más
desigual del mundo. Tal desigualdad tiende a profundizarse con la
aplicación de dichas políticas.

Uno de los ideólogos fundacionales del neoliberalismo, quizá el más


ortodoxo, Ludwig von Mises, llegó a considerar al mercado como lo
único que podía conducir a mejorar la condición de vida de las
poblaciones. Por tanto, toda limitación o regulación del mercado era
nociva. La búsqueda del bien común o de la solidaridad como
objetivos, los consideró vallas para para mejorar el nivel de vida.

A mi juicio, la lectura de las cinco primeras recomendaciones, que en


cualquier contexto, son de “sentido común”, debe hacerse tomando en
cuenta las consecuencias casi siempre negativas, de las cinco
siguientes. Por ejemplo: las medidas que apuntan a favorecer las
inversiones extranjeras directas (IED) tienden a favorecer inversiones
con muy baja intensidad en mano de obra y alta intensidad en capital,
como es el caso de la gran minería o del capital financiero.

Ello tiende a fomentar el crecimiento del subempleo y, en menor


rango, del desempleo, por la particular habilidad de nuestro pueblo
para crearse su propio empleo (por lo general, precario y mal
remunerado). Ello va en contra de los derechos humanos, y
particularmente, de los derechos laborales, que por eso son
flexibilizados en favor de las cada vez menos (en términos relativos)
empresas formales. La creciente informalidad anula la pretensión de
convertir en realidad la recomendación Nº 3.

Según el economista estadounidense Joseph Stiglitz, pues, los


objetivos de la política económica no pueden ser reducidos al
incremento del PBI. Se deben incluir:

Ø La mejora de los niveles de vida (incluyendo educación y salud).


Ø Un desarrollo sostenible ecológica y políticamente (en el sentido
de que las políticas aplicadas puedan resistir las vicisitudes del
proceso político).
Ø Un desarrollo igualitario.
Ø Un desarrollo democrático (incluyendo la participación consciente
de los ciudadanos en las decisiones colectivas que les afectan de
tantas maneras)[36].

El problema, sostengo, es que no se trata de “añadir” lo que no se


puede. Los buenos deseos de Stiglitz no son realizables. Mejores
niveles de vida, desarrollo sostenible desde una perspectiva ecológica
e institucional, desarrollo igualitario y democrático son buenos deseos
incompatibles con la naturaleza y el funcionamiento del “Consenso”.

Mejores niveles de vida para toda la población en sociedades


inequitativas que agudizan su inequidad por el Consenso de
Washington, es imposible.

Desarrollo sostenible desde una perspectiva ecológica y política


cuando lo que se promueve son inversiones mineras que en muchos
casos, por la fuerza económica de los lobbies que acompañan a dicha
inversión, se transforma en un negocio que tiende a perjudicar el
medio ambiente y tiende también a corromper aún más las
instituciones estatales que son endebles, tal como se ha comprobado
en los innumerables casos de corrupción en que las transnacionales
han participado. Sin duda, la tarea del combate a la corrupción es
responsabilidad de los Estados receptores de la inversión extranjera,
pero no se puede negar que, como repito, en muchos casos, dichas
transnacionales han perfeccionado métodos para encubrir sus
fechorías al interior de la administración pública de los Estados
latinoamericanos y peruano en particular.

Menos aún, es pensable que un conjunto de políticas económicas


destinadas preferentemente a favorecer la inversión extranjera, pueda
promover desarrollo igualitario y democrático.

Lo que pide Stiglitz es parte de su concepción. Razón tiene el jesuita


José María Serrano en afirmar que el Consenso de Washington se ha
convertido en una ideología42.

ment Economics, 1998, Washington, 1999, pp. 9-10.


42 Serrano, José María; “Consenso de Washington: ¿Paradigma
económico del capitalismo triunfante?”, Revista de Fomento Social,
Vol. 55, España, 2000, p. 44.
José Antonio Ocampo, un crítico benévolo del CW, sostiene que los
problemas fundamentales del “Consenso de Washington” radican en
cuatro áreas:
a) su concepto restringido de estabilidad macroeconómica,
un tema sobre el cual se han logrado algunos avances en los
últimos años; b) su falta de atención al papel que pueden
cumplir las intervenciones de política en el sector productivo
para inducir la inversión y acelerar el crecimiento; c) su
inclinación a sostener una visión jerárquica de la relación
entre las políticas económicas y sociales, que adjudica a las
segundas un lugar subordinado; y por último, d) su
tendencia a olvidar que son los ciudadanos quienes
deben elegir las instituciones económicas y sociales que
prefieren[37].

Resalto la cuarta área señalada por este autor porque pone de


manifiesto el desdén del CW y del neoliberalismo por el ciudadano y
por la democracia.

Como señala la politóloga estadounidense Wendy Brown, hay que


comprender al neoliberalismo, como algo más que un conjunto de
políticas económicas, una ideología o una reconfiguración de la
relación entre el Estado y la economía. Es un orden normativo de la
razón que, a lo largo de tres décadas, se convirtió en una racionalidad
rectora amplia y profundamente diseminada en el mundo Comparto
dichos cuestionamientos, que se sustentan en comprobaciones fáciles
de demostrar. Según otros autores, estos y otros problemas “se
agudizaron y se evidenciaron cuando ocurrió la crisis de 1994, la cual
dejó clara la inoperancia de las reformas y provocó una inestabilidad
macroeconómica que afectó a muchos sectores que no fueron
tomados en cuenta”[38].

En décadas recientes, América Latina se convirtió en uno de


los escenarios destacados para la instrumentación de las
políticas del “Consenso de Washington”. La región adoptó
con entusiasmo las políticas de liberalización económica
desde mediados del decenio de 1980, y en forma más
temprana en algunos países. Ahora, bien, los frustrantes
resultados de dichas reformas en la región deben
considerarse como una demostración de las debilidades en
las que se cimentó el programa de liberalización
económica[39].

Cito a estos importantes autores porque los tomo como base para mi
crítica a la puesta en operación del “Consenso”.

A mi juicio, los frustrantes resultados que Ocampo reconoce no se


deben a las “debilidades en la que se cimentó el programa de
liberalización económica”, como acabo de citar, sino a la aplicación
misma del “Consenso”, que, por su construcción, conlleva
irremediablemente a condicionamientos estructurales que conducen a
mantener y agudizar carencias en la industrialización y por ende en el
empleo formal, a la consolidación de una división internacional del
trabajo que tiende, ineluctablemente, a la mayor descapitalización de
los países que se acogen al “Consenso”, pues el precio internacional
de las materias primas que exportamos tiende a ser menor que el
precio de los productos manufacturados que importamos.

El propio John Williamson, inspirador del documento del Consenso de


Washington, reconoce que, en lo que concierne al mercado laboral, la
aplicación del “Consenso” resultó “en una informalidad cada vez más
creciente”[40]. Reconoce también “el decepcionante desempeño de la
región (….) la política quedó enfocada en el crecimiento acelerado y
no en un crecimiento con equidad”[41]. Este asunto medular es
observado, también, por Martínez y Soto, quienes sobre ello opinan
que este afán de crecimiento sin equidad “afectó directamente a la
distribución del ingreso y polarizó aún más la brecha entre ricos y
pobres, agudizando el problema de la pobreza en América Latina” [42].

La aplicación del “Consenso” reduce sensiblemente la capacidad


política de los Estados a tomar decisiones soberanas, convirtiéndolos
en más dependientes y en más dominados por las economías más
desarrolladas, tanto en el ámbito financiero como en los ámbitos
productivos y de comercio exterior.

Las políticas sociales tienden a recortarse, así como los derechos


laborales. La capacidad ciudadana a decidir democráticamente, se
reduce, como señala Ocampo en el acápite “c”, anteriormente citado.
El éxito alcanzado en términos de mayor participación en los
mercados mundiales y atracción de inversión extranjera
directa no se reflejó, sin embargo, en un crecimiento rápido
del producto interno bruto (PIB) o de la productividad. De
hecho, la tasa de crecimiento promedio en 1990-2003, de
2.6% por año, es inferior a la mitad de aquella obtenida en el
período de industrialización dirigida por el Estado: 5.5% por
año entre 1950 y 1980[43].

John Williamson, autor del documento primigenio del Consenso de


Washington, se une a Pedro Pablo Kuczynski, luego ministro de
Economía del Perú y presidente del Perú, para publicar Después del
Consenso de Washington. Relanzando el crecimiento y las reformas
en América Latina, y, por ese solo hecho, los autores ponen en
evidencia que el CW, según ellos, había que “perfeccionarlo” pues no
logró los resultados esperados. En el texto plantean diez
recomendaciones adicionales a las diez del CW, para obtener, según
ellos, un “CW extendido”:

Reforma político legal:

Ø  Instituciones reguladoras.
Ø  Anticorrupción.
Ø  Flexibilidad del mercado laboral.
Ø  Acuerdo con la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Ø  Códigos y estándares financieros.
Ø  Apertura “prudente” de la cuenta capital.
Ø  Regímenes de tipo de cambio no intermediados.
Ø  Redes de seguridad social. Ø Reducción de la pobreza.
De las diez medidas planteadas, las que ocupan el primer, segundo,
cuarto, quinto, sexto, séptimo y octavo lugar, están dirigidas a orientar
a los Estados hacia generar leyes e instituciones que aumenten o
aseguren las tasas de ganancia del capital.

La tercera, novena y décima, son la simple proclamación de “buenos


deseos” muy generales que no se pueden llevar a cabo.

En el contexto de la reducción del rol del Estado y de la generalización


de la lógica del lucro, la corrupción tiende a aumentar y la lucha contra
ella a dificultarse.

Lo mismo aplica para la ampliación de la seguridad social: los


menguados recursos económicos, institucionales y legales del Estado
y de la población, mayoritariamente informal y con trabajos precarios
explican, en gran medida, porque no hay esas “redes de seguridad
social”.

La reducción de la pobreza por el mecanismo del “chorreo” a partir del


crecimiento (cuando este se produce) se ha dado limitadamente.

Las políticas económicas neoliberales no están orientadas a la


redistribución equitativa de la riqueza.

En pocas palabras, el Consenso de Washington y su


pretendida “extensión” (que ya se aplicó parcialmente en el Perú)
es una de las herramientas fundamentales de consolidación de
las políticas neoliberales.

caPítulo V la constitución Peruana de 1993 y su acerVo neoliberal
A.  Algunas consideraciones sobre una Constitución
Hay muchas definiciones sobre lo que es una Constitución. En la
lógica del liberalismo político, la primigenia formulación, de enorme
valor histórico, es la del artículo 16 de la “Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano” de 1789: “Una sociedad en la que no
esté establecida la garantía de los derechos, ni determinada la
separación de los poderes, carece de Constitución”.

Para los efectos de lo que expongo es pertinente la definición que


plantea Marcial Rubio:
La Constitución puede ser definida como aquella norma legal
que declara los derechos más importantes de las personas,
que organiza el poder del Estado señalando quiénes lo
ejercen y con qué atribuciones, y que por ello mismo es la
norma legal suprema del Estado. Esto último quiere decir que
ninguna otra norma se le puede oponer porque
automáticamente deja de ser aplicable, es decir, de tener
fuerza jurídica [44].

Derechos de las personas que han evolucionado en las constituciones


desde los derechos individuales hasta los derechos sociales,
económicos, culturales y de tercera generación o colectivos. La
Constitución no determina en todos sus extremos, pero sí condiciona
el tipo de sociedad que se quiere o niega la que los constituyentes
rechazan. Héctor Cornejo Chávez era muy consciente de ello en el
debate constituyente de 1978-1979.

Hay que cambiar el sistema. Después de haber tenido el


sistema capitalista siglo y medio de oportunidad, ensayemos
otro camino, porque ese, ciertamente, no es el camino que
nos conduce al desarrollo. ¿Y cuál es el otro camino que
queda?: crear otro tipo de empresas, dándole al Estado una
intervención mayor que antes (…), intentemos eso, un
Estado más vigoroso y una empresa social diversificada con
predominio del trabajo.(…) Yo no veo porque razón vamos a
ocultar la necesidad nacional de que se intente ahora una vía
de desarrollo basada en una presencia estatal más grande y
una presencia de las empresas sociales, mucho mayor [45].
La empresa social a la que se refiere en la cita Héctor Cornejo
Chávez, no es propiedad estatal sino propiedad de los trabajadores,
autogestión o cogestión y distribución de las utilidades entre todos.

La definición precedente la formuló Marcial Rubio poco después de


haberse aprobado la Constitución Política del Perú de 1979. Asuntos
como el equilibrio de poderes, el control del poder político-formal, la
democracia como medio y fin fundamental para sustentar la teleología
de la Constitución o el valor del derecho positivo los considero
implícitos en la definición que Rubio formula.

No se incluye ni en esta ni en otras definiciones de este u otro autor


consideraciones que relacionen el poder con el rol del Estado. Ese rol
ha cambiado desde la cada vez mayor influencia de la ideología
neoliberal en varias constituciones posteriores a 1947. Mejor dicho, el
rol del Estado se ha transparentado, se ha “desnudado” desde el
momento en que el rol económico del Estado ha sido un protagonista
real pero oculto tanto en el marco de las políticas de Estado como en
los preceptos para el funcionamiento de las instituciones del mismo,
que le hacen a la vida cotidiana de las sociedades que cada Estado
pretende regular.

Algo de esto fue advertido por Diego Valadés cuando afirma:

En términos generales el Estado se encuentra en un proceso


de repliegue con relación a tareas que le eran y le son
consustanciales. El papel de árbitro de conflictos, de
equilibrador de los intereses y fuerzas sociales y de
distribuidor eficaz de la riqueza, se va diluyendo
paulatinamente[46].

Se trata de referirse a un Estado cuyo rol ya no debería seguir siendo


definido como lo hicieron los liberales. Se trata, en realidad, de un
aparato jurídico-político condicionado por el poder económico, pues
siempre estuvo controlado por lo que el filósofo italiano Antonio
Gramsci llama “bloque histórico.” Al respecto, Gramsci supera
interpretaciones marxistas sobre el Estado que ubican a éste como
epifenómeno o como instrumento neutral susceptible de usarse por
cualquier clase social.

En el contexto del bloque histórico, el Estado no sólo es un aparato de


dominación de una clase por otra, sino que refleja la síntesis coerción-
consenso y la síntesis hegemonía-dominación que caracterizan el
ejercicio del poder político.
 
...la estructura y las superestructuras forman un ‘bloque
histórico” (…) tenemos que el aporte fundamental de
Gramsci no consiste en la distinción estructura-
superestructura, sino en el vínculo orgánico entre ellas. Y es
fundamental por su gran utilidad en el análisis y la actividad
políticos. En efecto, negar la primacía de la estructura o de la
superestructura, afirmando la unidad dialéctica de ellas, evita
los errores del economicismo y del ideologismo (…) La
importancia que en el pensamiento gramsciano tiene la
sociedad civil implica la relevancia de la difusión de una
concepción del mundo (ideología) en la sociedad por parte
de la clase dirigente. A las clases “auxiliares” o “aliadas”, tal
difusión se dará por adhesión, mientras que las clases
subalternas serán absorbidas[47].

Es obvio que en una definición no podrían incluirse aspectos o


elementos que demandan de un mayor desarrollo. Aspectos, por
ejemplo, derivados de la naturaleza del poder, es decir, del poder
político, económico, social y/o cultural. En consecuencia, de las
diversas dimensiones que deben tomarse en cuenta para la
democracia.
Muchos señalamos (….) que no basta un sistema electoral
periódico para que haya verdadera democracia y que, por el
contrario, un verdadero sistema democrático es aquel en el
cual se consigue lo siguiente: democracia económica,
entendida como una adecuada distribución de la riqueza
entre todas las personas en función de su trabajo aportado y
de sus necesidades, democracia social, entendida como una
situación en la que cada persona pueda vivir en solidaridad
con los demás, sin marginaciones o postergaciones
educativas o culturales, y sin la explotación de unos hombres
por otros o por el Estado, democracia política que implica la
plena vigencia de los derechos de la persona (…) y la
verdadera y cotidiana participación de todo el pueblo en la
toma de decisiones políticas, en algunos casos mediante
representantes (…) y en otros casos directamente (…) [48].

Estoy de acuerdo con Rubio en lo citado: supera un enfoque liberal


clásico con la salvedad que lo que él discierne, evidentemente, se
refiere al ámbito del “deber ser“ y no de la realidad. Cobra validez aquí
el concepto de “tipo ideal” de Max Weber, en el entendido que la
democracia es precisamente un tipo ideal, una construcción que se
refiere a un horizonte.

La Constitución estadounidense federal de 1787 (o su precedente


más cercano, la del Estado de Massachusetts de 1780), la
Constitución de Francia de 1789; y otras, como la de México de 1917
(que fue la primera en el mundo en incorporar derechos sociales y
económicos) y la de Weimar de 1919, fueron referentes para las que
vinieron después en América Latina y España: todas incorporaron un
listado de derechos y plantearon la separación y autonomía de los
poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, tomando esto último de
Montesquieu, Rousseau Stuart Mill y otros autores seguidores del
liberalismo político.

El Estado social y democrático de Derecho, lo más avanzado del


constitucionalismo, tiende a ser ignorado, superado o, en la
práctica, desvirtuado, por la realidad y por las constituciones (en
algunos casos más explícitamente que en otros), pues la
formalización positiva o la realidad concreta de la aplicación de
políticas neoliberales dieron paso a poderes económicos que no
podían y no pueden ser frenados por la institucionalidad del
Estado, un Estado significativamente restringido y frecuentemente
avasallado por el gran capital.
La institucionalidad del Estado, por tanto, y la construcción y viabilidad
de una sociedad democrática no se hace posible con expandir el
mercado y llamarlo “democracia” bajo la forma de una crítica al
Estado. “La apropiación neoliberal de la idea de democracia tiene que
ver con expandir el mercado y llamarlo Democracia” [49].

Los poderes fácticos (poderes de hecho, no elegidos) tienen tal


fuerza, que tienden a condicionar las decisiones (de distinta manera
pero con parecidas consecuencias) de los poderes Ejecutivo,
Legislativo y Judicial, así como de los Organismos
Constitucionalmente Autónomos (OCA en adelante) que son en su
mayoría, incorporados a América Latina en el siglo XX, como la
Defensoría del Pueblo (Ombudsman, originaria de la Carta Magna de
Suecia-1809), los Bancos Centrales de Reserva, los órganos
recaudadores de impuestos (SUNAT, en el Perú), la Contraloría de la
República, los órganos de conducción y fiscalización de procesos
electorales (Jurado Nacional de Elecciones, Oficina Nacional de
Procesos Electorales-ONPE y Registro Nacional de Identificación y
Estado Civil -RENIEC, en la Constitución peruana de 1993), los
Gobiernos subnacionales, en el caso peruano, regiones y municipios
que reciben una parte significativa de sus ingresos de parte del
Gobierno; es decir del Poder Ejecutivo y, concretamente, del
Ministerio de Economía[50].

Es decir, el condicionamiento económico no solamente se refleja en el


rol del Estado sino, por extensión, en la estructura y funciones del
mismo.

B.   Rol del Estado

El rol del Estado es importante para la caracterización de la


orientación de cualquier Constitución.

El rol del Estado en la Constitución del 93 se define claramente por su


retracción: es un Estado subsidiario que solamente interviene en los
procesos económicos para suplir al interés del capital privado cuando
este no interviene o no podría intervenir.
Los gobiernos deben disminuir al Estado a su mínima
expresión y dejar en manos del sector privado la mayor parte
de su gestión aun cuando se trate de “servicios universales”
(como el acceso al agua potable o a la electricidad). El
Estado debe ser un mero facilitador de los negocios del
sector privado (estabilidad) un regulador ocasional de los
excesos del mercado (programas de alivio a la pobreza) [51].

El Informe final de la Comisión de Investigación de Delitos


Económicos y Financieros (CIDEF), comisión del Congreso de la
República del Perú presidida por el congresista Javier Diez Canseco,
entregado en junio del 2002, hizo una esforzada labor que esclareció
los métodos ilegales y fraudulentos a los que había recurrido el
Gobierno de Alberto Fujimori, su ministro de Economía Carlos Boloña
Behr y un conjunto de funcionarios y empresarios ligados a dicho
Gobierno para forzar la privatización de casi todos los activos del
Estado peruano.

Boloña había declarado que ”no existen razones técnicas para que el
Estado tenga empresas”. En el período estudiado, la comisión
declaró:
Hasta la fecha se han transferido mediante varias
modalidades más de 228 empresas públicas al sector
privado ,que han significado ingresos del orden de $9,221
millones, de los cuales sólo $6,993 han ingresado al Tesoro
Público. Del total de ingresos al Tesoro Público se han
gastado $4,363 en el período 1992-2000. Este gasto ha sido
incluido en los presupuestos anuales sin tener en
consideración que su origen era la venta de los activos del
Estado Peruano.

Con el desmoronamiento del Gobierno de Fujimori, a fines de


noviembre del 2000, Boloña declaró que de lo recaudado por las
privatizaciones solo quedaban en las arcas fiscales $543 millones de
dólares. En el 2001 ese dinero se redujo a $223 millones de dólares.
Una privatización que obedeció a razones ideológicas (Boloña estudió
en la Universidad de Iowa) pero también a la rapiña de los
privatizadores y compradores.

De acuerdo a lo estipulado en el artículo 62: ”Solo autorizado por ley


expresa, el Estado puede realizar subsidiariamente actividad
empresarial, directa o indirecta, por razón de alto interés público o de
manifiesta conveniencia nacional”. El principio de la solidaridad,
que es fundamental para la vida en comunidad, fue trocado por el
de la subsidiariedad, que alude a un rol del Estado supletorio en
lo económico y social.

Uno de los ideólogos fundacionales del neoliberalismo, quizá el más


ortodoxo, Ludwig von Mises, llegó a considerar al mercado como lo
único que podía conducir a mejorar la condición de vida de las
poblaciones. Por tanto, toda limitación o regulación del mercado era
nociva. La búsqueda del bien común o de la solidaridad como
objetivos, los consideró vallas para para mejorar el nivel de vida.

Tan ilimitada era su adhesión al mercado absoluto que llegó a afirmar


que “bajo la égida del mercado libre e inadulterado, el problema de la
pobreza surge tan sólo en relación con quienes, por razones
fisiológicas, no pueden ganarse la vida”[52].

Afirmó en la misma lógica:

No se puede achacar a las potencias occidentales la pobreza


de las masas coloniales. Los europeos invirtiendo enormes
sumas hicieron sin ellos mismos, desde luego, directamente
proponérselo cuanto estaba en su mano por elevar el nivel
de vida de aquellos pueblos[53].

Si la Constitución de 1979 se sustentó en los principios de primacía de


la persona humana, en que todos los hombres son iguales en
dignidad y derechos, en que la familia es célula básica de la sociedad,
en que el trabajo es deber y derecho de todos los hombres, en que la
justicia es valor primario de la vida en comunidad, en que el
ordenamiento social se cimenta en el bien común y la solidaridad
humana, explícitos en el preámbulo de dicha Constitución, pues la
Carta de 1993 no manifiesta explícitamente ningún propósito, pero se
deduce fácilmente: se trata de favorecer al capital, más aún, al gran
capital (que suele ser transnacional) en el supuesto neoliberal que la
mayor inversión de capitales generará crecimiento económico, que a
su vez mejorará el nivel de vida de todos los peruanos.

Crecimiento económico que, para darse, implicó e implica pérdida de


trabajos formales y subsecuente crecimiento superlativo de
trabajadores informales, además de la merma relativa en la
producción industrial nacional, la consolidación de un modelo
primario-exportador, la reducción significativa en la inversión estatal
en servicios esenciales (salud, educación, vivienda, etc.), tendencias a
la concentración de capital, inversión de gran capital en sectores
intensivos en capital y no en mano de obra, tasas de interés abusivas
en la banca privada, aumento de la “naturalización” de tendencias
especulativas y abusivas en la sociedad (tendencias que aproximan al
delito, la corrupción y al abuso en las relaciones sociales y culturales).
En suma, ”un retroceso para el ejercicio de los derechos económicos,
sociales e incluso culturales de las grandes mayorías” [54].

La mención de los derechos que, habiendo sido formulados en la


Constitución de 1979 no aparecen en la de 1993, ayuda a
comprender, sin duda, la orientación de ambas constituciones y
la que los constituyentes del CCD otorgaron a la de 1993:
restricción y/o anulación de derechos, sobre todo aquellos que
demandaban un rol protagónico del Estado en la tuición de los
ciudadanos. Ayuda, también, a comprender carencias,
deficiencias y ausencias que hoy son notorias en la sociedad
peruana. La mención pormenorizada de los derechos que contenía la
Constitución de 1978-1979 en relación a su eliminación en la carta de
1993 no pretende la defensa de cada uno de los planteamientos de la
Carta de 1978-1979. Pretende mostrar hasta qué punto la ideología
neoliberal que orienta la Constitución vigente prescinde de los
derechos sociales, económicos, culturales y colectivos (entre ellos los
de las minorías y los ambientales) para imponer la lógica del mercado,
desamparando al ciudadano y anulando la democracia.

Los artículos sobre derechos de la Constitución de 1979 no recogidos


en la de 1993 serán mencionados. Su sola eliminación ya tiene un
sentido: se tiende a eliminar compromisos del Estado para cautelar
derechos y abrirse, como ninguna otra Constitución en América Latina
y Europa, a la lógica del gran capital.

Del Título I, Derechos y Deberes fundamentales de la persona, se


cambia el enunciado de dicho Título por el De la Persona y la
Sociedad.

Contenía el Título I de la Carta de 1979 varios capítulos: Capítulo


I, De la Persona; Capítulo II, De la familia; Capítulo III, De la
seguridad social, salud y bienestar; Capítulo IV, De la educación, la
ciencia y la cultura; Capítulo V, Del trabajo. Los cuales estaban
desarrollados en los artículos 1 al 57.

En la Carta de 1993 el Capítulo I se denomina Derechos


fundamentales de la Persona y desaparece la enunciación de los
capítulos II, III, IV y V.

El contenido de los 57 artículos que consagraban derechos de la


persona, familia, seguridad social, salud, bienestar, educación,
ciencia, cultura y trabajo de la Carta de 1979 se reduce a 29 en la
Carta de 1993. Algunos se recogen, otros se liquidan total o
parcialmente. Hay, pues, un significativo recorte de derechos en este
Título I.

En el Capítulo I se eliminan los derechos de la persona a alcanzar un


nivel de vida que le permita asegurar su bienestar y el de su familia,
no hay delito de opinión, toda persona será informada inmediatamente
y por escrito de la causa y razones de su detención. Tiene derecho a
comunicarse y ser asesorado con un defensor de su elección desde
que es citado o detenido por la autoridad, nadie puede ser obligado a
prestar juramento ni compelido a declarar o reconocer culpabilidad en
causa penal contra sí mismo, ni contra su cónyuge, ni sus parientes
dentro del cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad,
ninguna persona puede ser desviada de la jurisdicción
predeterminada por la ley ni sometida a procedimientos distintos a los
previamente establecidos, ni juzgada por tribunales de excepción o
comisiones especiales creadas al efecto, cualquiera que sea su
denominación[55].

El Capítulo II, De la familia, que contenía 7 artículos, es recogido


parcialmente en únicamente dos (el 4 y el 5) en la Carta de 1993, con
el agravante del artículo 11 de la nueva Carta, por la que el Estado no
garantiza la salud sino “el libre acceso a prestaciones de salud y a
pensiones”, lo que ha abierto paso a la creciente privatización de los
servicios de salud y a la merma presupuestal del Estado en este rubro
fundamental.[56]

El Capítulo III, De la seguridad social, salud y bienestar, que contenía


en la Carta de 1979 un total de 9 artículos, es liquidado en la
Constitución de 1993 y de su contenido se rescatan parcialmente tres
artículos.

Resalto aquí algunos elementos fundamentales que fueron


suprimidos: Todos tienen derecho a la protección de la salud integral y
el deber de participar en la promoción y defensa de su salud, la de su
medio familiar y de la comunidad[57]; el Estado reglamenta y supervisa
la producción, calidad, uso y comercio de los productos alimenticios,
químicos, farmacéuticos[58] y biológicos; el Estado atiende
preferentemente las necesidades básicas de la persona y de su
familia en materia de alimentación, vivienda y recreación; la ley regula
la utilización del suelo urbano, de acuerdo al bien común y con la
participación de la comunidad local; el Estado promueve la ejecución
de programas públicos y privados de urbanización y de vivienda; el
Estado apoya y estimula a las cooperativas, mutuales y en general a
las instituciones de crédito hipotecario para vivienda y los programas
de autoconstrucción y alquiler-venta. Concede alicientes y
exoneraciones tributarias a fin de abaratar la construcción. Crea las
condiciones para el otorgamiento de créditos a largo plazo y bajo
interés. La persona incapacitada para velar por sí misma a causa de
una deficiencia física o mental tiene derecho al respeto de su dignidad
y a un régimen legal de protección, atención, readaptación y
seguridad. Las entidades que sin fines de lucro prestan los servicios
previstos en este régimen, así como quienes tienen incapaces a su
cargo, no tributan sobre la renta que aplican a los gastos
correspondientes; tampoco las donaciones aplicadas a los mismos
fines. Las pensiones de los trabajadores públicos y privados que
cesan temporal o definitivamente en el trabajo son reajustadas
periódicamente, teniendo en cuenta el costo de vida y las
posibilidades de la economía nacional.

El Capítulo IV, De la educación, la ciencia y la cultura, contenía 21


artículos. En la Carta de 1993 se rescatan en lo fundamental dos de
ellos, y parcialmente, uno más. Se suprimió, como en el caso de la
salud, el derecho a la educación y a la cultura, inherentes a la
persona. Con el agravante que en el artículo 13 de la nueva Carta de
1993 no se señala que el Estado garantiza la educación, sino “que el
Estado reconoce y garantiza la libertad de enseñanza”. Este articulado
debe relacionarse con el fenómeno creciente de la privatización de la
educación, que en todos sus niveles es ostensible, así como la merma
relativa del presupuesto estatal para dicho servicio fundamental del
Estado.

Adicionalmente, se suprimió de la Constitución de 1979 la formulación


de conceptos vinculados a principios y a derechos fundamentales
vinculados a la educación: La educación tiene como fin el desarrollo
integral de la personalidad. Se inspira en los principios de la
democracia social, el Estado garantiza a los padres de familia el
derecho de intervenir en el proceso educativo de sus hijos, promueve
la integración nacional y latinoamericana, así como la solidaridad
internacional. Corresponde al Estado formular planes y programas; y
dirigir y supervisar la educación con el fin de asegurar su calidad y
eficiencia según las características regionales, y otorgar a todos
igualdad de oportunidades, el régimen administrativo en materia
educacional es descentralizado.

Así mismo, la educación impartida por el Estado (…) se complementa


con la obligación de contribuir a la nutrición de los escolares que
carecen de medios económicos y la de proporcionarles útiles, el
Estado garantiza la formación extraescolar de la juventud con la
participación democrática de la comunidad, las empresas están
obligadas a contribuir al sostenimiento de centros de educación, las
escuelas que funcionan en los centros industriales, agrícolas o
mineros son sostenidas por los respectivos propietarios o empresas,
el Estado reconoce, ayuda y supervisa la educación privada,
cooperativa, comunal y municipal que no tenga fines de lucro, ningún
centro educativo puede ofrecer conocimientos de calidad inferior a los
del nivel que le corresponde, la comunidad y las universidades se
coordinan en la forma que la ley señala, el Estado preserva y estimula
las manifestaciones de las culturas nativas, así como las peculiares y
genuinas del folklore nacional, el arte popular y la artesanía.

El Estado promueve el estudio y conocimiento de las lenguas


aborígenes. Garantiza el derecho de las comunidades quechua,
aymara y demás comunidades nativas a recibir educación primaria
también en su propio idioma o lengua, los medios de comunicación
social del Estado se hallan al servicio de la educación y la cultura. Los
privados colaboran a dichos fines, el Estado promueve la educación
física y el deporte, especialmente el que no tiene fines de lucro. Les
asigna recursos para difundir su práctica, en cada ejercicio se
destina para educación no menos del 20% de los recursos
ordinarios del presupuesto del gobierno central [59], la investigación
científica y tecnológica goza de atención y estímulo del Estado. Son
de interés nacional la creación y la transferencia de tecnología
apropiada para el desarrollo del país, el profesorado en carrera
pública en las diversas ramas de la enseñanza oficial. La ley
establece sus derechos y obligaciones, y el régimen del profesorado
particular, el Estado procura la profesionalización de los maestros.

Del Capítulo V, Del Trabajo, la Carta de 1979 tenía 16 artículos


referidos a este rubro. En la Carta de 1993 se reducen a 7 (del 22 al
29) y se agrega uno más, el 42, que reconoce los derechos de
sindicalización y huelga de los servidores públicos, pero prohíbe
explícitamente este derecho a los funcionarios del Estado con poder
de decisión, a los que desempeñan cargos de confianza o de
dirección, así como los miembros de las Fuerzas Armadas y Policía
Nacional.

Los eliminados se referían a que el Estado reconoce al trabajo


como fuente principal de la riqueza, el trabajo es un derecho y un
deber social, corresponde al Estado promover las condiciones
económicas y sociales que eliminen la pobreza y aseguren por igual a
los habitantes de la República la oportunidad de una ocupación útil y
que los protejan contra el desempleo y el subempleo en cualquiera de
sus manifestaciones.

En toda relación laboral queda prohibida cualquier condición que


impida el ejercicio de los derechos constitucionales de los
trabajadores o que desconozca o rebaje su dignidad, el trabajo, en
sus diversas modalidades, es objeto de protección por el Estado, sin
discriminación alguna y dentro de un régimen de igualdad de trato, a
nadie puede obligarse a prestar trabajo personal sin su libre
consentimiento y sin la debida retribución, el trabajador tiene derecho
a una remuneración justa que procure para él y su familia el bienestar
material y el desarrollo espiritual, el trabajador, varón o mujer, tiene
derecho a igual remuneración por igual trabajo prestado en idénticas
condiciones al mismo empleador, la ley organiza el sistema de
asignaciones familiares en favor de los trabajadores con familia
numerosa, todo trabajo realizado fuera de la jornada ordinaria se
remunera extraordinariamente.

La ley establece normas para el trabajo nocturno y para el que se


realiza en condiciones insalubres o peligrosas, los trabajadores tienen
derecho a descanso semanal remunerado, vacaciones anuales
pagadas y compensación por tiempo de servicios, también tienen
derecho a las gratificaciones, bonificaciones y demás beneficios que
señala la ley o el convenio colectivo, la ley determina las medidas de
protección a la madre trabajadora, el Estado estimula el adelanto
cultural, la formación profesional y el perfeccionamiento técnico de los
trabajadores, para mejorar la productividad, impulsar el bienestar
social y contribuir al desarrollo del país, corresponde al Estado dictar
medidas sobre higiene y seguridad en el trabajo, el Estado reconoce
el derecho de estabilidad en el trabajo[60].

El trabajador solo puede ser despedido por causa justa, señalada en


la ley y debidamente comprobada, se reconoce al trabajador a
domicilio una situación jurídica análoga a la de los demás
trabajadores, el Estado propicia la creación del Banco de los
trabajadores y de otras entidades de crédito para su servicio, el
Estado reconoce a los trabajadores el derecho a la sindicalización sin
autorización previa, la huelga es derecho de los trabajadores, el
Estado reconoce el derecho de los trabajadores a participar en la
gestión y utilidad de la empresa[61], los derechos reconocidos a los
trabajadores son irrenunciables (...) Todo pacto en contrario es nulo.

De los artículos 64 al 71, De los derechos políticos, se consignan 8


artículos en la Carta de 1979, los cuales, por excepción, no solo son
recogidos sino cualitativamente mejorados en la Carta de 1993,
cuando se incorporan las figuras del referéndum, de la iniciativa
legislativa, la remoción o revocación de autoridades y la demanda de
rendición de cuentas. Se otorga el voto a los miembros de las Fuerzas
Armadas y Policía Nacional (aunque no pueden postular a cargos de
elección popular).

De los artículos 97 al 99, De la inviolabilidad del territorio, suelo,


subsuelo, dominio y soberanía marítima y del espacio aéreo, es
reemplazado por el artículo 54 en la Carta de 1993. En este como en
otros temas, importa la real posibilidad de cumplir con la letra de la
Constitución de 1993, pues lo aprobado se contradice con uno de los
artículos que organizan toda la Carta de 1993: el artículo 58. Si la
iniciativa privada es libre, sin condicionamientos, entonces la pesca
dentro de los límites señalados es libre para los barcos cada vez más
sofisticados y grandes que provienen del extranjero. Ello no solamente
atenta contra la alimentación proteica de los peruanos sino contra la
soberanía y jurisdicción proclamada por el artículo 54.

La enumeración que se ha hecho de los derechos que la Constitución


de 1979 formulaba hasta el artículo 57, y que no están en la de 1993,
no solo reafirman, repito, el carácter neoliberal de esta última, sino
que desmiente a aquellos autores que afirman que los cambios entre
una y otra Constitución no fueron muchos ni relevantes, o que si en
algún momento se pensó por algunos que había que sustituir la
Constitución de 1993, ahora ello ya no se justifica [62]. Al respecto creo
que cuando algo no es justo ni conveniente para el pueblo
peruano, siempre es necesario bregar para cambiar lo injusto.

Tal como he señalado, prosigo en citar los derechos que se han


eliminado, que estuvieron vigentes en la Constitución de 1979 y ya no
están en la de 1993.

Continúo con los artículos 64 al 71, De los derechos políticos. No han


sido considerados en la Constitución de 1993 los artículos 70 y 71 de
la Carta de 1979, referidos al acceso de los partidos políticos a los
medios de comunicación. El Estado no da trato preferencial a partido
político alguno. Proporciona a todos acceso gratuito a los medios de
comunicación social de su propiedad, con tendencia a la
proporcionalidad resultante de las elecciones parlamentarias
inmediatamente anteriores, durante las campañas electorales, los
partidos inscritos tienen acceso gratuito a los medios de comunicación
social de propiedad del Estado.

De los artículos 79  al 88, Del Estado y la Nación, de la Carta de 1979,


se advierte que el artículo 79 precisaba que la República del Perú es
democrática y social, independiente y soberana, basada en el trabajo.
El artículo 43 de la Carta de 1993 repite la formulación pero omite
“basada en el trabajo”. En el mismo sentido, el artículo 80 de la
Constitución de 1979 es reproducido por el 44 en la de 1993, pero en
esta última se omite  que el bienestar general también se basa en
eliminar toda forma de explotación del hombre por el hombre y del
hombre por el Estado. El artículo 88 de la Carta del 1979, que decía
que el Estado rechaza toda forma de imperialismo, colonialismo,
neocolonialismo y discriminación racial; además de ser solidario con
los pueblos oprimidos del mundo, fue suprimido. En el mismo sentido,
el artículo 80 en la de 1979 es reproducido por el 44 en la de 1993,
pero en este último se omite  que el bienestar general también se
basa en eliminar toda forma de explotación del hombre por el hombre
y del hombre por el Estado.

El Título II, Capítulo II, De la nacionalidad, que se desarrollaba en los


artículos 89 al 96, ha sido suprimido en la Carta de 1993 en sus ocho
artículos y sustituido por dos artículos, el 52 y 53, del Título II. El
artículo 91 decía que adquiere la nacionalidad peruana el extranjero
mayor de edad, domiciliado en la República por lo menos dos años
consecutivos, que solicita y obtiene carta de naturalización y renuncia
a su nacionalidad de origen. Dicho plazo mínimo de dos años
desaparece en el artículo 52  de la carta de 1993, que no demanda
plazo de residencia y solo se refiere a residencia en el Perú.

Entre los artículos suprimidos está el 92, que decía que los
latinoamericanos o españoles de nacimiento domiciliados en el Perú
pueden naturalizarse, sin perder su nacionalidad de origen, si
manifiestan expresa voluntad de hacerlo. Así mismo, que el peruano
que adopta la nacionalidad de otro país latinoamericano o la española
no pierde la nacionalidad peruana.

En el Título II, Del Estado y la Nación, Capítulo III, Del territorio, de la


Carta de 1979, se desarrollaba en los artículos del 97 al 99. Fue
copiado literalmente por el artículo 54 de la Carta de 1993. Se eliminó
en su integridad del Capítulo IV, De la integración, el artículo 100, que
decía que el Perú promueve la integración económica, política, social
y cultural de los pueblos de América Latina, con miras a la formación
de una comunidad latinoamericana de naciones [63].

También se eliminaron otros que consideramos significativos, como la


los artículos 110 al 117 y la modificación del 115. Fueron eliminadas,
entre otras, las siguientes formulaciones:

•       El régimen económico de la República se fundamenta en


principios de justicia social, orientados a la dignificación del
trabajo como fuente principal de la riqueza y como medio de
realización de la persona humana.

•       El Estado promueve el desarrollo económico y social mediante


el incremento de la producción y de la productividad, la racional
utilización de los recursos, el pleno empleo y la distribución
equitativa del ingreso.

•       Con igual finalidad, fomenta los diversos sectores de la


producción y defiende el interés de los consumidores. Me referiré
a otros artículos del Título III, Capítulo I más adelante.
El Título III, Capítulo II, De los recursos naturales, tenía seis artículos
que han sido sustituidos por tres en la Carta de 1993, que mutilan
contenidos  anteriores. También me referiré a ello más adelante.

En el Título III, Capítulo III, De la Propiedad, cabe subrayar la


supresión total del artículo 124 de la Carta de 1979.

•       La propiedad obliga a usar los bienes en armonía con el


interés social. El Estado promueve el acceso a la propiedad en
todas sus modalidades.

•       Eliminación de parte del 125. La posibilidad de expropiar con


fines de reforma agraria, remodelación de centros poblado o para
aprovechar fuentes de energía.

•       La sustitución del artículo 128, los bienes públicos cuyo uso es
de todos, no son objeto de derechos privados por el artículo por
el segundo párrafo del artículo 73 de la Carta del 1993,que a tono
con el resto de su contenido dice que los bienes de uso público
pueden ser concedidos a particulares conforme a ley, para su
aprovechamiento económico.

El Título III, Capítulo IV, De la empresa (que incluye desde el artículo


130 hasta el 137), fue eliminado en la Carta de 1993 aunque algunos
artículos han sido recogidos en otra parte.

El Capítulo V del mismo Título, De la Hacienda Pública, que contiene


los capítulos 138 al 147, también ha sido eliminado de la Carta de
1993. Ha sido sustituido por el Capítulo IV, del régimen tributario y
presupuestal, que añade la atribución del Poder Ejecutivo de regular
aranceles y tasas mediante Decretos Supremos.

Quedó eliminado, sin sustitución de ningún tipo, el contenido del


artículo 142 de la Constitución de 1979, que indicaba que la
tributación, el gasto y el endeudamiento público guardan proporción
con el Producto Bruto Interno (PBI).
Lo mismo sucedió con el contenido del artículo 144 de la Carta de
1978-79, que prescribía que la ley especifica las normas de
organización, funcionamiento, control y evaluación de las empresas
del Estado. El importante rol de los procuradores públicos estaba
consignado y definido en el artículo 147. En la Carta de 1993,
dicha  institución ha perdido rango constitucional, pues ya no se la
menciona.

Del Capítulo VI del mismo Título, De la Moneda y la Banca, que se


desarrolla desde el artículo 148 al 155 en la Constitución de 1979,
solo el artículo 148 es recogido literalmente en la Carta de 1993,
mientras que el artículo 149 parcialmente y el resto eliminados.

El Capítulo VIII del mismo Título, De las Comunidades Campesinas y


Nativas, estaba desarrollado en los capítulos 161 al 163. La Carta de
1993 los modifica e incluye en dos artículos: 88 y 89.

•       Se elimina que el Estado propicia la superación cultural de sus


integrantes, que promueve el desarrollo integral de las
comunidades campesinas y nativas y que fomenta las empresas
comunales y cooperativas.

•       Elimina que las tierras de las comunidades campesinas y


nativas son inembargables y que queda prohibido el
acaparamiento de tierras dentro de la Comunidad.

La vocación latinoamericanista de la Carta de 1979 se hace explícita


en el artículo 100[64], por el cual el Perú promueve la integración
económica, política social y cultural de los pueblos de América Latina,
con miras a la formación de una comunidad latinoamericana de
naciones.

Las bancadas del APRA y de las izquierdas promovieron este artículo.


La Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) fue
latinoamericanista bajo la conducción de su fundador, Víctor Raúl
Haya de la Torre, presidente de la Asamblea Constituyente que dio a
luz la Constitución de 1979. Hoy, bajo el mandato de Alan García ha
derivado en una fuerza política neoliberal y, por ende, prima en sus
dirigentes la ideología de la globalización neoliberal, lo que explica
también por qué el APRA defiende la Carta de  1993.

Con el mismo afán latinoamericanista se postuló en la Carta de 1979


(artículo 106), que los tratados de integración con Estados
latinoamericanos prevalecen sobre los demás tratados multilaterales
celebrados entre las mismas partes. Este artículo fue eliminado de la
carta de 1993.

También fue eliminado el artículo 105, que planteaba que los


preceptos contenidos en los tratados relativos a derechos humanos
tienen jerarquía constitucional. No existe esa explícita ponderación en
la Carta de 1993, lo cual sin duda puede interesar a los adversarios de
la suscripción del Perú a la jurisdicción de la Convención Americana
de Derechos Humanos (CADH), que buscan librarse de ser
condenados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
cuyos fallos son vinculantes para los países signatarios.

Volviendo al Título III, Capítulo I, como lo adelanté señalo que


al haberse suprimido los artículos 110 al 117 y modificado el
115 (del Título III, del Régimen Económico), la Constitución de 1993
se fundamenta en la creencia de que el mercado, por sí solo,
tenderá a resolver los diversos problemas económicos de los
ciudadanos.

En efecto, se ha eliminado toda alusión a la necesidad de


fundamentar el régimen económico en principios de justicia social. A
saber:

•       A la dignificación del trabajo como fuente principal de riqueza y


medio para la realización de la persona humana.

•       Al desarrollo económico y social.

•       Al incremento de la producción y de la productividad.


•       A la racional utilización de los recursos.

•       Al pleno empleo y la distribución equitativa del ingreso.

•       Al fomento de diversos sectores de producción.

•       A la defensa de los consumidores.

•       A la formulación de políticas económicas y sociales mediante


planes de desarrollo que regulen el sector público y orienten,
concertadamente, la actividad de los demás sectores.

•       Al cumplimiento obligatorio de lo planificado concertadamen-


te[65], [66],  [67], [68].
•       A la coexistencia de diversas formas de propiedad y de
empresa: estatal, privada, cooperativa, autogestionaria,
comunal[69].

•       Al deber del Estado de promover la economía, de prestar


servicios públicos, de reservar para el Estado o para los peruanos
-por interés social o seguridad nacional- determinadas actividades
productivas o de servicios[70].

•       Al deber de armonizar con el interés social la economía social


de mercado.

Con respecto a la enunciación de que la economía peruana “se ejerce


en una economía social de mercado”, tal como aparece en la Carta de
1993, artículo 58, se asocia a que “la iniciativa privada es libre”. En la
Carta de 19778-79 la misma enunciación se asocia a que el Estado
estimule y reglamente (la economía social de mercado)  para
armonizarla con el interés social. Así mismo:

•       A promover y proteger el cooperativismo, las empresas


autogestionarias, comunales y demás formas asociativas.
•       A que el comercio exterior sea libre dentro de la ley, es decir,
determinado por razones de interés social y de desarrollo del
país.

•       A la cooperación para la búsqueda de un orden internacional


justo.

Volviendo esta vez al Título III, Capítulo II, De los Recursos Naturales,
como señalé anteriormente, la Carta de 1979 disponía:

•       Que los recursos naturales, renovables y no renovables, sean


patrimonio de la Nación: los minerales, tierras, bosques, aguas,
todos los recursos naturales y fuentes de energía pertenecen al
Estado.

•       La ley fija las condiciones de su utilización por éste y de su


otorgamiento a particulares, el Estado.

•       Así mismo, evalúa y preserva los recursos naturales, fomenta


su racional aprovechamiento y promueve su industrialización para
impulsar el desarrollo económico, al impulso del desarrollo de la
Amazonía, y para ello, si se requiere, a regímenes especiales, a
crear una institución autónoma para el inventario, investigación,
evaluación y control de dichos recursos.

•       Se establece el derecho de habitar en ambiente saludable [71],


ecológicamente equilibrado para el desarrollo de la vida y
preservación de la naturaleza y el paisaje[72].

•       El Estado se obliga a prevenir y controlar la contaminación


ambiental[73].

En el mismo marco, el artículo 124, que pertenece a la carta del 1978-


79, Título III, Capítulo III, señala que la propiedad obliga a usar los
bienes en armonía con el interés social.
La mención al interés social o al bienestar general no es propio del
pensamiento neoliberal: es contrario a dicha ideología. En la
Constitución de 1979, en cambio, el concepto se vincula con varias
atribuciones del Estado. Está implícito, por ejemplo, en el segundo
párrafo del artículo 125, cuando señala que la expropiación por causa
de guerra, de calamidad pública, para reforma agraria o remodelación
de centros poblados o para aprovechar fuentes de energía, el pago de
la indemnización justipreciada puede hacerse en efectivo, por
armadas o en bonos de aceptación obligatoria y libre disposición,
redimibles forzosamente en dinero.

También cuando en los artículos 127 y 128 se plantea que la ley


puede establecer restricciones o prohibiciones especiales para la
adquisición, posesión, explotación y transferencia de determinados
bienes por su naturaleza, condición o ubicación, y que los bienes
públicos, cuyo uso es de todos, no son objeto de derechos privados.

Las consecuencias de la eliminación de este artículo se constatan


fácilmente: al quitarlo, se ha favorecido la privatización de playas,
calles, parques que eran públicos, caminos, etc.

Francisco Fernández Segado, citando a Marcial Rubio Correa, agrega


elementos muy significativos que perfilan la nueva dirección a la que
apunta la Constitución del 1993 en relación a la de 1979,
cuestionando “la práctica eliminación de todo rastro expreso de
las obligaciones sociales del Estado presentes en la Constitución
de 1979.

Varios aspectos resultan al respecto especialmente significativos:

A.             La eliminación de la amplia descripción contemplada por el


artículo 13 de la anterior Constitución del objeto de la seguridad
social, o, si se prefiere, de la cobertura de riesgos a que aquélla
debía hacer frente, circunstancia que ahora se obvia mediante
una insuficiente referencia a la «protección frente a las
contingencias que precise la ley» (art. 10 de la Constitución de
1993).

B.             La supresión de la obligación que en el artículo 18 de la


Carta de 1979 asumía el Estado de atender preferentemente las
necesidades básicas de la persona y de su familia en materia de
alimentación, vivienda y recreación.

C.             La supresión de la importante previsión constitucional (art.


39 de la Constitución anterior) de destinar a educación un mínimo
del 20 por 100 de los recursos ordinarios presupuestarios en cada
ejercicio.

D.            La desaparición del derecho, anteriormente reconocido, de


los trabajadores a las gratificaciones, bonificaciones y demás
beneficios que señalen la ley o los convenios colectivos.

E.             La ausencia de toda referencia al deber del Estado de dictar


medidas sobre higiene y seguridad en el trabajo, deber previsto
por el artículo 47 de la Carta anterior.

F.              La omisión de todo compromiso estatal sobre la necesidad


de propiciar la creación de un banco de los trabajadores y de
otras entidades de crédito para su servicio, prevista en el artículo
53 de la anterior Constitución de 1979.

La eliminación del Capítulo IV, De la empresa, se inscribe en la lógica


del artículo 58 de la Carta de 1993, “la iniciativa privada es libre”; y la
del artículo 60, “el Estado tiene un rol subsidiario”. Desarrollaremos
más ampliamente esta postura en lo que algunos constitucionalistas
denominan “cláusulas pétreas”.

De ese Capítulo IV, De la empresa, que tuvo ocho artículos en la


Carta del 1978-79, solo fue recogido el artículo en la segunda parte
del artículo 61 de la Carta de 1993, en el Título III, Del Régimen
Económico: aquel relativo a los medios de comunicación.
Se eliminó la vinculación empresa-bien común, cuando se planteaba
que las empresas, cualquiera sea su modalidad, son unidades de
producción cuya eficiencia y contribución al bien común son exigibles
por el Estado.

Se eliminó la vinculación entre libertad de comercio e industria con


interés social, moral, salud o seguridad pública cuando se planteaba
que el Estado reconoce  la libertad de comercio e industria. La ley
determina sus requisitos, garantías, obligaciones y límites. Su ejercicio
no puede ser contrario al interés social ni lesivo a la moral, salud, o a
la seguridad pública.

Se eliminó el rol del Estado en la actividad económica aún en casos


de emergencia, cuando se planteaba que en situaciones de crisis
grave o de emergencia el Estado puede intervenir la actividad
económica con medidas transitorias de carácter extraordinario.

Se eliminó el rol del Estado como promotor de pequeñas empresas o


de actividad artesanal (artículo 135 de la Constitución de 197879). Se
eliminaron, así mismo, normas constitucionales que obligaban a
empresas extranjeras domiciliadas en el Perú a estar sujetas, sin
restricciones, a las leyes de la República. También a que en todo
contrato que con extranjeros celebren el Estado o las personas de
derecho público o en las concesiones que se les otorgan, debe
constar el sometimiento expreso de aquellos a las leyes y tribunales
de la República y su renuncia a toda reclamación diplomática, con
excepción de los contratos financieros.

En todo caso, el Estado y las personas de derecho público pueden,


según decía la Carta de 1978-79, someter las controversias derivadas
de los contratos con extranjeros a tribunales judiciales o arbitrales
constituidos en virtud de convenios internacionales de los cuales es
parte el Perú.
Se eliminó en este capítulo, finalmente, la obligación del Estado de
autorizar, registrar y supervisar la inversión extranjera directa y la
transferencia de tecnología foránea como complementarias de las
nacionales, siempre que estimulen empleo, la capitalización del país,
la participación del capital nacional y contribuyan al desarrollo en
concordancia con los planes económicos y la política de integración [74].

En definitiva, mientras, como se ha señalado, la Constitución de


1979 postulaba un Estado de bienestar muy  marcado, de apoyo
social y vocación promotora en favor de los sectores menos
favorecidos; en cambio la nueva Carta de 1993 muestra una
notable falta de sensibilidad frente a los postulados básicos que
demanda la sociedad en su conjunto y que son mucho más
necesarios aún en un país con las enormes desigualdades
sociales como presenta el Perú[75].

El rol del Estado es mínimo para muchos efectos y nulo para otros. La
ciudadanía está desprotegida en beneficio del capital. 

Del artículo 138 se ha eliminado la disposición de que la ley determina


la preparación, aprobación, consolidación, publicación, ejecución y
rendición de cuentas de los presupuestos del sector público así como
la responsabilidad de quienes intervienen en su administración.

La orientación neoliberal de la nueva Carta, la Constitución de 1993,


implicó cambios institucionales varios.

Uno de ellos, un reforzamiento del presidencialismo y una reducción


del Parlamento, que de bicameral pasó a ser unicameral y pequeño.
También es pertinente que aquí se incluya la eliminación del Sistema
Nacional de Planificación, que como se dijo anteriormente citando a
Sánchez Albavera, se hizo por una connotación ideológica.

Resumiendo lo planteado por dicho autor sobre la necesidad del


planeamiento estratégico:
A.  Necesidad de una mediación entre el pasado y el futuro para
sistematizar la información en conocimiento y convertir a éste en
acción.

B.   Necesidad de una mediación entre el futuro y el presente (…)


El efecto de los actos de gobierno no se agota en el presente sino
que se prolonga en el tiempo.

C.   Necesidad de vislumbrar y anticiparse a las posibilidades del


mañana para diseñar con anticipación lo que debe hacerse hoy
(…) es mejor la aproximación a la ignorancia.

D.  Necesidad de una mediación entre el conocimiento y la acción.


Hay que pensar antes de actuar (…).

E.   Necesidad de anticiparse a las sorpresas y a la volatilidad de


los acontecimientos (…).

F.   Necesidad de concertar y coordinar para dar coherencia y


superar las discrepancias (…)[76].

Un parlamento bicameral como el anterior, que tenía 180 diputados y


60 senadores, fue sustituido por uno unicameral de 120 y luego 130
congresistas. Hoy, en el año 2018, el Perú tiene aproximadamente 31
millones de habitantes.

La subrepresentación es tan pronunciada que dicha cámara única


constituye el Parlamento más pequeño del mundo en relación a la
población del país[77].

Según Francisco Fernández Segado: “Los rasgos principales” que


caracterizaban a la Constitución económica en 1979 eran, en esencia,
los siguientes:

1.              Reconocimiento del pluralismo económico, garantizado por


el propio Estado, lo que es tanto como decir que la economía
nacional se sustentaba en la coexistencia de diversas formas de
propiedad y de empresa.

2.              Proclamación constitucional de un régimen de economía


social de mercado en el que la iniciativa privada, que era libre,
había de ser estimulada y reglamentada por el Estado con la
finalidad de armonizar su ejercicio con el interés social. La
fórmula «economía social de mercado» fue consensuada entre el
Partido Aprista y el Partido Popular Cristiano [78] ,(…) no en un
sentido neoliberal, sino en el más propio de una economía
socializada que mediante instrumentos extra-mercado, como la
planificación concertada y el concepto de interés social,
permitieran una acción reguladora del Estado que orientara al
mercado a cumplir fines que no puede conseguir por sí mismo,
pero que, en cualquier caso, habían de dotarle de un horizonte
social.

3.              Consagración constitucional del Estado como empresario y


como interventor de la vida económica en determinados sectores
por causa de necesidad nacional.

4.              Recurso a los planes de desarrollo para que el Estado


formulara a su través la política económica y social, planes que
habían de regular la actuación del sector público y orientar en
forma concertada la actividad de los demás sectores, siendo la
planificación, una vez concertada, de cumplimiento obligatorio.

5.              Rechazo constitucional del monopolio y oligopolio en


materia de medios de comunicación, circunstancia que se explica,
como la doctrina significó en su momento, por los frecuentes
abusos producidos en la época militar, al capturar el Estado
diarios y canales de televisión.

6.              Por último, papel fundamental en el ámbito socioeconómico


del Banco Central de Reserva (BCR), considerado como una
especie de motor del sistema económico por cuanto no sólo le
correspondía emitir billetes, sino que era de su competencia, así
mismo, también la regulación de la moneda, de los intereses, del
mercado de divisas y de la actividad importadora y
exportadora”[79].

caPítulo Vi
neoliberalismo y democracia

a ideología neoliberal está ganando adeptos activos y pasivos.


L Muchos, de buena fe, consideran un peligro contradecir los dogmas
del “mercado libre”. Una batería de argumentos se usan diariamente
en la prensa escrita, en la TV y también por muchos escritores
famosos -como el Nobel Mario Vargas Llosa- mediante los cuales se
tildan de “populistas” y otros epítetos, cualquier cuestionamiento a los
efectos nocivos del neoliberalismo en el mundo.

Últimamente, los fracasos de gobiernos como el de Venezuela son


exhibidos como “espantapájaros” para reprimir todo esfuerzo
intelectual o político que tienda a buscar o defender mejores
condiciones de vida, así como de cautelar los derechos de los
ciudadanos mediante un esfuerzo entre el Estado (que debe planificar
concertadamente) y los distintos sectores de la sociedad para reducir
la pobreza hasta acabarla. Esto implica eliminar brechas educativas,
de salud, de acceso a servicios básicos de agua potable, vivienda,
vestido, alcantarillado, alimentación, superación definitiva de la
anemia en todas las edades, información de calidad, diversas formas
de creación y producción cultural, acceso a la lectura y escritura,
recreación, comunicación (vial, radial, aérea, marítima, fluvial,
televisiva, internet), acceso a libre asociación para diversos fines
lícitos, libertad de cuestionamiento, etc.

Es cierto que en el siglo XXI dichas brechas no se reducen y, que


incluso tienden a aumentar. Es cierto que el libre mercado no ha sido
capaz de contribuir a cerrar dichas brechas y que, en muchos casos,
ha contribuido a profundizarlas. Es cierto que millones de personas
están al margen de lo que muchos llaman “los beneficios de la
modernidad” y que muchos preferimos denominar, los estándares
mínimos para la realización de la persona humana.
La mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive
precariamente el día a día, con consecuencias funestas.
Algunas patologías van en aumento. El miedo y la
desesperación se apoderan del corazón de numerosas
personas, incluso en los llamados países ricos. La alegría de
vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la
violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente. Hay
que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca
dignidad[80].

Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, vincula el actual


ordenamiento económico no solamente con la inequidad sino con
conductas antisociales y con la violación a derechos humanos.
Así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro
para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que
decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad».
Esa economía mata (...) Hoy todo entra dentro del juego de
la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el
poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta
situación, grandes masas de la población se ven excluidas y
marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se
considera al ser humano en sí mismo como un bien de
consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio
a la cultura del “descarte” (…). Ya no se trata simplemente
del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo
nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la
pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se
está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se
está fuera. Los excluidos no son “ explotados” sino desechos,
“sobrantes”. En este contexto, algunos todavía defienden
las teorías del “ derrame “, que suponen que todo
crecimiento económico, favorecido por la libertad de
mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad el
poder económico y en los mecanismos sacralizados del
sistema económico imperante.(….). e inclusión social en el
mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los
hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la
bondad de quienes detentan Para poder sostener un estilo
de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con
ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la
indiferencia.(….) La cultura del bienestar nos anestesia y
perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía
no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas
por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo
que de ninguna manera nos altera[81].

El firme cuestionamiento de Francisco a las políticas neoliberales no


ha sido difundido, como algunas de sus actividades a veces triviales.
Su cuestionamiento a las teorías del “derrame”, denominadas por
otros como “chorreo”, no solo se reduce al hecho que tal teoría jamás
ha sido comprobada, sino que ha servido a la mayor libertad del
mercado. Su afirmación por la cual señala enfáticamente que esta
economía mata, subraya la urgencia de superarla, de sustituirla.
Mientras las ganancias de unos pocos crecen
exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez
más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este
desequilibrio proviene de ideologías que defienden la
autonomía absoluta de los mercados y la especulación
financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los
Estados, encargados de velar por el bien común [82].
Aquí se expone no solamente un alegato contra la creciente
desigualdad sino contra la relación entre autonomía absoluta de los
mercados -especulación financiera- cada vez menos bienestar
general, así como crítica a la orientación neoliberal por la cual se quita
rol a los Estados en su papel de garantes del bien común.

La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una


versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en
la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo
verdaderamente humano[83].

La expresión “dictadura de la economía” es particularmente


cuestionadora de la economía de mercado, que organiza las
instituciones políticas y logra capturar a muchos en la lógica de la
cultura del bienestar que funciona como anestesia. La dictadura de la
economía atenta contra la democracia, genera una sensación falsa de
bienestar y no tiene al ser humano como eje-objetivo.

Finalmente, cito a Francisco cuando relaciona el ordenamiento


neoliberal con la creciente inseguridad y violencia, algo que nuestro
pueblo reclama como primera medida que todo gobierno debe
enfrentar:
Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero
hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro
de una sociedad y entre los distintos pueblos, será imposible
erradicar la violencia[84].

El neoliberalismo, pues, es una ideología institucionalizada no


solamente en determinadas reglas de funcionamiento económico, sino
jurídico, político, social y cultural. Constituye una cosmovisión, una
manera de entender la vida de las personas, de las naciones, bajo la
égida de la lógica de la libertad del capital, que, como se comprueba,
tiende a concentrarse y a convertirse mayoritariamente en capital
financiero transnacional.

Al respecto, la antropóloga argentina Cecilia Rossi sostiene:


El neoliberalismo se caracteriza por la preeminencia del
mercado como principal organizador de las relaciones
sociales. El avance de esta concepción durante el último
cuarto del siglo XX dio nuevos lugares al papel del Estado,
desplazándolo, del papel que le correspondió en el período
histórico previo. Las estrategias neoliberales promocionadas
por los Estados actuaron crecientemente como una forma
compulsiva que apuntaba a proveer un marco competitivo de
interacción social en el ámbito global en las esferas
tradicionales de la industria y también en muchos otros
campos sociales como salud, educación y en la producción y
acceso a los bienes públicos. Desde el punto de vista
económico, el diagnóstico se presenta, para el caso de
América Latina por ejemplo, como una apertura a la
competencia externa, la desregulación de múltiples
mercados, la privatización de activos del sector público y
como un manejo más prolijo y cuidadoso de las variables
fundamentales del ámbito macroeconómico y un nuevo clima
de mayor disciplinamiento competitivo que fuerza a los
agentes económicos individuales a modificar sus conductas
tradicionales y a racionalizar su operatoria corriente en
búsqueda de un mayor nivel de eficiencia y competitividad
doméstica e internacional[85]. 

La instalación de la lógica neoliberal en la economía ha tenido y tiene


una implicancia cultural muy importante. A propósito de ello, la
socióloga mexicana María Guadalupe Ortiz Gómez, señala, en lo que
considero un excelente resumen: “Cultura neoliberal, el protagonismo
del self”.

Para hacer un análisis de los principales rasgos culturales que se


promueven desde el discurso neoliberal debemos tomar como punto
de partida las ideas que lo sustentan. Si bien se trata de una gran
corriente en la que se aglutinan diferentes perspectivas, existen
características comunes que nos permiten conceptualizarla:

A.  Es un discurso basado en la defensa de la libertad


(especialmente la de mercado).
B.   Defiende el individualismo y la propiedad privada.

C.   Parte de la idea de que el mercado es el mecanismo más


eficiente para la distribución de la riqueza.

D.  Se sostiene en la creencia de que el Estado no tiene


responsabilidad social.

E.   Privilegia la defensa del capital en detrimento de los derechos


sociales.

F.   Promueve una cultura política y ciudadana que se cimienta en


los valores de la autogestión al estilo neoliberal también llamado
“emprendedurismo” en el Perú.

G.  Propicia una reificación a grandes niveles (todo es visto como


producto intercambiable en el mercado, incluso la cultura y las
relaciones sociales).

Tales características nos conducen a identificar un eje importante que,


como ya se señaló, tiene que ver con la promoción de una cultura de
autogestión (o “emprendedurismo”, en este contexto), limitada en
márgenes específicos. La expresión popular, “que cada quien se
rasque con sus propias uñas”, resume de manera muy clara la lógica
de la propuesta neoliberal. La racionalidad de mercado permea todos
los aspectos de la vida social, incluyendo las relaciones sociales” [86].

Wilhelm Röpke, uno de los fundadores del Grupo ORDO y de la


colectividad neoliberal que inició concertadamente su trabajo
intelectual desde 1947, denomina “orden mundial liberal” [87] a lo que
aquí llamamos ideología neoliberal.

En su alegato en favor de dicho “orden mundial liberal”, Röpke


plantea, que para darse como tal, son dos las condiciones previas
para posibilitarlo:
Tiene que existir, en primer lugar, un dinero estable, libre y
de circulación general, (….) y es preciso, en segundo lugar,
cuidar de que mediante un ordenamiento jurídico
inquebrantable (…) de normas, principios y valoraciones,
todos los miembros de la sociedad se sepan protegidos por
un mínimo de confianza recíproca y por una atmósfera de
seguridad y continuidad[88] .

Hay que reconocer que Röpke entrevió con sagacidad (desde 1952)
que el “orden liberal” demandaría libertad de circulación al dinero y al
capital (no pidió libertad a la circulación de personas) y un inmutable
ordenamiento que genere confianza y certeza de continuidad a dicha
libre circulación. Esto último obliga, sin duda, a la redacción de
constituciones neoliberales y tratados internacionales que aseguren
dicha libertad al capital, reglas de juego que hoy están aseguradas.

Desde 1945 existen el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario


Internacional (FMI), ambos con mayoría relativa en manos de cinco
países el primero (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia y Reino
Unido); en manos de seis el segundo (Estados Unidos, China, Japón,
Alemania, Francia, Reino Unido), aunque casi todos los países del
mundo posean una muy pequeña parte de la propiedad de ambas
organizaciones. No se puede dejar de mencionar que uno de los
mecanismos más importantes a través del cual opera el BM es el
Programa de Ajuste Estructural (PAE) por el cual, el BM interviene en
las economías y en las decisiones de los gobiernos deudores o con
problemas financieros mediante ajustes (que implican restricciones en
planes y presupuestos). También el FMI interviene en decisiones
internas que implican ajustes. En ambos casos, las decisiones
democráticas, ciudadanas no intervienen.

Muchas otras organizaciones multilaterales, entre la que destaca la


Organización Mundial de Comercio (desde 1995) y tratados de diversa
índole como el conformado por la Unión Europea: Alemania, Austria,
Bélgica, Bulgaria, Chipre,Croacia, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia,
España, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Irlanda, Italia,
Letonia, Lituania, Luxemburgo, Malta, Países Bajos, Polonia, Portugal,
Reino Unido, República Checa, Rumanía y Suecia. Otros son el
Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México
(de alcance subregional); los tratados económicos y comerciales
subregionales en América Latina como la Alianza del Pacífico: México,
Colombia, Perú y Chile; uniones bancarias como el Banco Central
Europeo, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN)
con Malasia, Indonesia, Brunei, Vietnam, Camboya, Laos, Birmania,
Singapur, Tailandia, Filipinas. Estados observadores: Papúa Nueva
Guinea y Timor Oriental.

También tenemos al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico


(APEC): Australia, Brunei, Darussalam, Estados Unidos, Filipinas,
Indonesia, Japón, Malasia, Nueva Zelandia, Corea del Sur, Singapur,
Tailandia, República Popular China, China Taipei, Hong Kong,
México, Papúa: Nueva Guinea, Chile, Perú, Rusia y Vietnam.

Además, existen acuerdos en la China, Japón y Corea del Sur (o


República De Corea); en ASEAN+6: China, Japón, Corea del Sur,
India, Australia y Nueva Zelandia; el recientemente firmado Tratado de
Libre Comercio de países africanos (marzo de 2018) que involucra a
44 de los 55 países que conforman la Unión Africana.

Así mismo, el Tratado de Agadir (subregional) que abarca a


Marruecos, Túnez, Egipto y  Jordania; el GAFTA, Área de Libre
Comercio Pan-Árabe que se pactó en 1997 y que luego se decidió
iniciar en el 2015: Argelia, Bahrein, Egipto, Irak, Kuwait, Líbano, Libia
Marruecos, Omán, Palestina, Qatar, Arabia Saudita, Sudán, Siria,
Túnez, Emiratos Árabes Unidos y Yemen.

En el siglo XXI se han multiplicado los tratados de libre comercio


subregionales en todo el mundo.
La institucionalidad neoliberal que pedía Wilhelm Röpke se ha
multiplicado.

Para construir el orden neoliberal existente, que crece


constantemente, se está siguiendo la ruta que Röpke demandaba
también en el año 1959: “poner fin con el equívoco juego que se lleva
a cabo con el concepto de soberanía”[89] y proseguir “el método de la
economía de mercado, de la integración económica internacional, que
implica una restricción de la soberanía político-económica de las
naciones en favor del mercado y del libre tráfico internacional de
pagos”[90].

La expansión de la ideología neoliberal no había tenido jamás una


escala mundial tan rápida. El neoliberalismo es la actual etapa que
asume la expansión capitalista.
Todo lo que podemos decir es que este es un movimiento
ideológico a escala verdaderamente mundial, como el
capitalismo jamás había producido en el pasado. Se trata de
un cuerpo de doctrina coherente, auto-consistente, militante,
lúcidamente decidido a transformar el mundo a su imagen,
en su ambición estructural y en su extensión internacional [91].

La ideología neoliberal ha avanzado en amplios sectores sociales


también, cómo no, en los sectores pobres y muy pobres. Nuestra
crítica a la Constitución de 1993 no es compartida mayormente por
una posible mayoría de nuestra población. No solamente porque
nunca se han debatido en TV abierta los términos de dicha
Constitución, sino porque el debate abstracto es menos potente que la
asimilación pasiva y paulatina a una lógica imperante que se vive en
concreto, día a día.

Este fenómeno ha sido observado por muchos autores desde diversas


perspectivas teóricas e ideológicas. El propio Friedrich von Hayek,
uno de los pilares del pensamiento neoliberal, también lo observó.
Parece que tales nuevas ideas (se refiere a las que
defienden la economía de mercado) generalmente no
penetran en amplios círculos en su forma abstracta, sino más
bien a través de su interpretación de determinados hechos [92].

Un cuestionamiento, a mi juicio necesario, de la Constitución de 1993


no será fácilmente tomado como bandera de lucha del pueblo. Hay
una aceptación pasiva del modelo neoliberal que tiene principalmente
un carácter político-ideológico aunque también juegue a su favor la
percepción de la necesidad de la estabilidad monetaria y la influencia,
en ámbitos académicos y periodísticos, de determinada formación
académica en universidades de Estados Unidos y, luego, en muchos
países, así como la influencia de dicha ideología a través de medios
de comunicación vinculados a intereses del gran capital.
De cualquier forma, el factor más poderoso del
neoliberalismo continúa siendo su dimensión político-
ideológica. Esto es, los gobiernos neoliberales tienen poco
prestigio pero en los momentos en los que se plebiscita la
estabilidad de la moneda obtienen mayorías electorales.
Menem, por ejemplo, a pesar de su imagen negativa, a la
hora de las elecciones y con la estabilidad de la moneda en
juego se las ingenió para obtener una votación masiva en las
elecciones que lo re-eligieron como presidente en 1995 (…).
Se trata de una cuestión esquizofrénica: las consecuencias
del modelo económico son malas, pero se sostiene que
enfrentamos una etapa inevitable, a partir de la cual no se
debe retroceder. De allí que las dimensiones político-
ideológicas de este modelo sean tan importantes [93].

Oswaldo de Rivero, diplomático peruano y destacado estudioso de la


economía global, autor del Mito del Desarrollo (1996) afirma:
En las universidades de los Estados Unidos y de Europa la
enseñanza de la economía ha dejado de ser confiable
porque lo que se enseña es la ideología económica que
precisamente causó el Crash del 2008 y la actual crisis
económica y ecológica global. Esta situación ha llevado a
protestar a los estudiantes y organizar un movimiento global
llamado: International Student Initiative for Pluralist
Economics (ISIPE), que acaba de lanzar un Manifiesto,
pidiendo un cambio radical de la enseñanza de la economía.

Todo se originó con las protestas de los estudiantes de


economía de Harvard, Cambridge y otras universidades
norteamericanas, británicas y alemanas, donde los
alumnos acusaron a los profesores de enseñar, como
única opción, el modelo de mercado neoliberal que ha
llevado al mundo a la crisis. Este movimiento está
organizando 41 grupos de protesta en las universidades de
Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Rusia, Brasil y
otros países.

El argumento central de estos grupos es que la


enseñanza de la economía está hoy dominada por un
enfoque ideológico y matemático que respaldan la teoría
de que el mercado se regula a sí mismo, algo que la
realidad ha probado ser totalmente falso.

“El mundo real debe ser traído al salón de clase con un


debate pluralista donde participen todas las escuelas
económicas”, dice el Manifiesto, pidiendo que se incluya un
curso sobre el análisis del crash del 2008 y también otro
sobre el cambio climático y seguridad alimentaria, y que la
economía se transforme en una ciencia interdisciplinaria
donde participe la ciencia política, la sociología y la ecología,
para poder comprender los efectos morales y ecológicos de
las decisiones económicas.

El Manifiesto termina invitando a los estudiantes de todos los


países a unirse al movimiento para crear la masa crítica
necesaria para cambiar la enseñanza de la disciplina
económica en todo el mundo.

Esta protesta de los estudiantes coincide con el best


seller del profesor Thomas Piketty, Capitalismo en el Siglo
XXI, una investigación grandiosa de 452 páginas, donde
critica a los profesores que siguen usando modelos
matemáticos que han sido destruidos por la realidad. Y para
ello, Piketty, nada menos, recurre a 200 años de historia
estadística para demostrar sólidamente que el capitalismo
del siglo XXI ha creado un abismo de desigualdad social en
el mundo.

También este movimiento global de estudiantes coincide con


el “Movimiento por una Nueva Economía (The New Economy
Movement) creado por destacados profesores de economía
norteamericanos para revisar los fundamentos de la
economía, que como ciencia está en crisis[94].

El mismo autor señala que:


El Crash del 2008 también ha transformado la economía
global con el trillón de dólares, que la Reserva Federal de los
EEUU y los Bancos Centrales europeos, le dieron a su banca
privada para salvarla de la bancarrota. Esta enorme
inyección de liquidez, no solo salvó a los bancos privados
sino que los hizo más fuertes, hasta el punto que las finanzas
se han convertido en la actividad principal de la economía
global. Hoy, el enorme casino financiero de los bancos
transnacionales y el lavado de dinero en los paraísos
fiscales, es muy superior a las inversiones productivas en la
economía global real. La Bolsa de Nueva York está más alta
que nunca. Todo el mundo quiere hacerse rico en la bolsa y
así cada vez la riqueza en el mundo se concentra en las
manos de pocos financistas.

La otra gran transformación de la economía global,


debido al Crash del 2008, es que el modesto crecimiento
del PBI global, se financia contrayendo una deuda
creciente. Hoy la deuda global llega a unos 250 trillones
de dólares mientras que la producción global de bienes y
servicios, de los países industrializados y de los
emergentes, es de solo 83 trillones. Este mediocre
crecimiento de la economía global, ligada a una enorme
deuda que no deja de aumentar, no es otra cosa que el
fracaso del neoliberalismo. También, hoy el mundo es
cada vez más turbulento e inestable debido al abismo social
que han creado treinta años de políticas neoliberales. Hoy el
1% de la población mundial acapara más del 70% de los
ingresos globales[95].

Uno de los principales fundadores de la Mont Pèlerin Society y del


Grupo ORDO, precisamente quien convocó a la reunión en 1947 que
instituyó ambos instrumentos fue Friedrich Von Hayek. Él llamó
“meros mitos” que no se apoyan en hechos probados, al “crecimiento
progresivo del monopolismo, sobre la destrucción deliberada de
existencias de mercancías como consecuencia de la competencia
(…), sobre la no utilización de descubrimientos beneficiosos, sobre las
causas y efectos del “imperialismo” (las comillas son de dicho autor),
y,  finalmente, sobre el papel de la industria de armamento en
particular, o de los “capitalistas” (nuevamente, las comillas son del
autor) en general, en la provocación de las guerras” (...), ”leyenda
política” destinada a “desacreditar el sistema económico al que
debemos nuestra civilización actual.

Se trata de la leyenda de que la situación de las clases trabajadoras


empeoró como consecuencia de la implantación del
“capitalismo”[96] (las comillas son del autor).

A esta larga lista de supuestos mitos que Hayek enumera, habría que
agregar otros que han cobrado mucha importancia en los últimos
años, como el del calentamiento global y la creciente destrucción
medio-ambiental, así como de la creciente dominación-dependencia
que la mayoría de las poblaciones de países periféricos del
capitalismo padecen desde el centro del mismo, lo que genera una
asimetría creciente por la descapitalización de unos en favor de los
otros. Menciono dos de los más importantes elementos que
caracterizan al capitalismo neoliberal de nuestros días porque también
son negados por múltiples autores, políticos y gobernantes
neoliberales. Estos últimos elementos, como los anteriores, se dan.
No son “mitos” ni “leyendas”.
La lucha ideológica contra los supuestos básicos de las bondades del
libre mercado ha arreciado en los últimos años.
El neoliberalismo está agotado como proyecto ideológico y
político definido de forma estricta. La posibilidad misma de su
continuidad se vincula no tanto al carácter unitario de su
proyecto político y si a sus lazos de articulación con el
gigantesco proceso de cambio estructural producido en el
mundo capitalista. Es decir, con las transformaciones
ocurridas en el triángulo institucional del capitalismo
(empresas, mercados y Estados), y con las variaciones en el
tamaño relativo de cada una de estas tres esferas (...) El
proceso que caracteriza estos últimos diez o quince años del
desarrollo capitalista es una extensión enorme de los
mercados (especialmente de los mercados de divisas y,
sobre todo, de finanzas), los cuales expanden su dominio
sobre los Estados como sobre las empresas. Comienza el
auge del poder anónimo del mercado frente al poder de los
ciudadanos de los Estados y de los trabajadores de las
empresas. Es en este contexto que debemos situar al
neoliberalismo[97].

La rápida expansión de la lógica neoliberal ha sido del interés de


varios autores. Para algunos de ellos, dicha rapidez está asociada al
rol de los Estados, permeados por los intereses del capital privado a
través de los lobbies y la corrupción que ellos estimulan en
autoridades estatales y por el rentismo.
El neoliberalismo no es un proyecto tecnocrático basado en
la aplicación desinteresada de una ortodoxia económica, sino
un proyecto político donde los intereses y ambiciones de
coaliciones rentistas se imponen a la racionalidad
económica[98].

Este enfoque ha sido particularmente explorado en América Latina. La


autora citada, Irma sandoval, es mexicana e indaga con mucho detalle
los eventos producidos en la orientación de la política económica de
México en los últimos 25 años.
La mayor parte de la literatura sobre la economía política de
las reformas económicas de las últimas décadas en América
Latina, se concentra en explicar las razones por las que
ciertos países han transitado por un proceso liberalizador
más profundo que otros. La única variación importante para
estos autores es el nivel y tipo de liberalización emprendida.
Este enfoque limita el alcance de las conclusiones al eliminar
innecesariamente el análisis de los continuos procesos de
reafirmación de la autoridad estatal y la constante presencia
de fenómenos de corrupción y rentismo que, por desgracia,
han caracterizado a la mayoría de los procesos de liberación
a nivel internacional[99].

El Perú ha sido y es sacudido por el “caso Odebrecht”. En doce


países logró esta empresa brasileña ganar licitaciones, financiar
campañas electorales de varias fuerzas políticas coimeando a
funcionarios públicos, a personajes del mundo empresarial y de la
prensa: Angola, Argentina, Colombia, Ecuador, Estados Unidos de
Norteamérica, Guatemala, México, Mozambique, Panamá, Perú,
República Dominicana y Venezuela.

Los sobornos están también presentes en los gobiernos


subnacionales: regionales y locales. La voracidad del capital
financiero y, en menor medida, industrial (como en los rubro
farmacéutico y de construcción) han conducido a que la corrupción-
que siempre ha existido-sea aún más fácil de extenderse. ”Los
intereses siempre se han impuesto sobre las ideas y las
instituciones”[100].

Esta tendencia que Hall observaba, se ha agudizado encarnándose


de diversas maneras en cada país. No hay país en el mundo (salvo
que la violación del secreto, en ellos, sea peligroso) que esté exento
de un aumento en los casos de corrupción de funcionarios por efecto
de grandes grupos de interés.
Citaré solo algunos casos, todos recientes: Enron, Worldcom y Madoff
en Estados Unidos de Norteamérica; Interbolsa y Foncolpuertos en
Colombia; Viglioni, Blaksley en Argentina; HSBC, Fobaproa en
México; Société Générale, Kerviel en Francia: MOP-Gate, caso
“chispas” en Chile; Barclays Bank, Leeson-Barings en Reino Unido;
BNDES-JBS, Petrobras en Brasil; Bankia, Gürtel, Bárcenas en
España, etc. El caso de los “Panamá papers” involucró a
personalidades de casi todo el mundo. Varios políticos y empresarios
peruanos, aún no investigados, están entre ellos.

La absoluta liberalización y el recorte del Estado, la creciente


competencia, son factores que explican en gran medida dicha
tendencia.

Las reformas económicas son hoy, en estos tiempos de


globalidad, un fenómeno esencialmente nacional basado en
el interés. El flujo internacional de ideas ha tenido algún
impacto, no hay razón para negarlo, pero esta influencia se
reprocesa y se concreta en alianzas e intereses particulares
de los que tienen el poder en el país[101]. 

Que los intereses particulares pueden, en los tiempos actuales, obrar


por encima del interés general como consecuencia del financiamiento
de las campañas políticas fue observado por Susan Stokes:
Desde el otro extremo del debate se plantea que con el
advenimiento de elecciones competitivas, se pueden generar
incentivos para el aumento de la corrupción y el rentismo, ya
que “la política del dinero” adquiere una mayor importancia
en las campañas políticas, pero sobre todo, porque los
intereses particulares de los representantes pueden llegar a
predominar por encima del interés genera[102].

El mercado en reemplazo del Estado, también ha desarrollado


tendencias absolutistas, con la diferencia que este último puede
morigerar su postura en ciertos casos, por la presión ciudadana. La
capacidad de coerción por parte del mercado puede ser más opresiva
y extensiva que la de los políticos déspotas que hoy ocupan algún
puesto de mando como resultado de elección popular.
Ningún déspota antiguo hubiera soñado con penetrar de
manera tan minuciosa y efectiva las vidas de sus súbditos
-sus elecciones, preferencias, opiniones, y relaciones- como
el mercado, cuyos imperativos de competencia y
rentabilidad tienen una fuerza coercitiva suficiente para
reducir todos los valores y relaciones sociales a
mercancías[103].

La fuerza coercitiva del mercado -algo que los tradicionales creado res
del neoliberalismo entrevieron bajo el concepto de “orden liberal”- se
sustenta en varios elementos. Uno de ellos, nada desdeñable, de
naturaleza sociológica y antropológica, resulta de la combinación del
individualismo, el “apoliticismo”, la “cosificación” de las personas, la
disolución de lazos de solidaridad, la competencia inevitable de “todos
contra todos”, y el “todo vale” para lograr un empeño individual. Emilia
Castorina subraya, de este proceso de deterioro ciudadano, al menos
tres niveles:

1.              El desplazamiento progresivo del ciudadano por el


consumidor, donde el ciudadano se despolitiza y se desconecta
del poder y la participación política.

2.              El modo en que pequeños ahorristas, trabajadores y


consumidores en general se ligan perversa y jerárquicamente.
Predomina la tendencia a individualizar los problemas sociales y
las respuestas a los mismos, particularmente mediante políticas
sociales focalizadas (y no universales) contra la pobreza.” [104]A
vincular el éxito o fracaso de las estrategias de valorización de los
sectores más concentrados de capital bajo la forma de fondos
privados de jubilación, pensión y/o inversión.
3.              Una interpretación individualista de la pobreza, los
derechos sociales y el bienestar”. En otras palabras, el régimen
neoliberal no es un retiro simple del Estado de su supuesto deber
tuitivo o protector de los derechos del ciudadano.

¿Requiere el ciudadano circular por cierta vía? Paga peaje por el uso
de la carretera que se construyó con sus impuestos y hoy, pues, debe
pagar:su “derecho de paso”. Está controlado por un consorcio que
desconoce, al cabo de un proceso en que el Estado concesionó sin su
conocimiento ni consentimiento dicha carretera a una compañía
desconocida, cuyas ganancias y el destino de dichas ganancias
tampoco conoce. Cualquier día sube el precio del peaje y no sabe por
qué.

¿Requiere el ciudadano prender la luz de su casa? Suma una deuda


de consumo que va a parar al reciente accionista mayoritario de la
empresa proveedora de electricidad, que obtuvo el derecho del
anterior accionista mayoritario, que a su vez lo obtuvo por alguna
venta que cierto Gobierno del Estado realizó del sistema de
generación y distribución de electricidad sin que el ciudadano se
enterase ni pudiera fiscalizar.

¿Requiere el ciudadano un balón de gas en su domicilio? Paga la


suma que el distribuidor de balones de gas le indica, que es un
distribuidor que no pertenece a la empresa de gas, pues esta ha
“tercerizado” la distribución a otra empresa cuya razón social no
conoce y que es diferente a otras empresas “tercerizadas” que llegan
a proveer a los vecinos por desconocida razón por parte del
ciudadano, que supone que todo ello algo tiene que ver,
probablemente, con la oferta y la demanda de balones en
determinada zona de la ciudad o del país, gas que probablemente sea
importado o no, pues la existencia de gas en el subsuelo peruano (en
este caso) no interesa para el precio que paga dicho ciudadano.
¿Se muere el ciudadano? Su familia tendrá que averiguar cuánto le
corresponde cobrar de su dinero por el hecho de haber cotizado
diferente a otros ciudadanos a una empresa administradora privada
de pensiones, vinculada a capitales de riesgo en el extranjero y sujeta,
por tanto, a los vaivenes, aciertos y errores de administradores
anónimos y a otras contingencias del mercado. Esto es, si es que el
ciudadano  ha cotizado a alguna Administradora de Fondos de
Pensiones (AFP), pues la mayoría no lo ha hecho.

La enorme cantidad de ejemplos que aquí puedo seguir mencionando


apuntan a mostrar una sociedad atomizada, en la que el ciudadano se
ha convertido en un simple consumidor en un Estado al servicio del
mercado de capitales.
Mientras el capital corporativo está cada vez más
organizado, la población está dispersa, se tienen miedo los
unos de los otros, no pueden construir lazos solidarios y se
fragmenta cada vez más[105].
La dispersión y consiguiente “individualización ciudadana” difi culta y,
en las más de las veces, torna imposible el reclamo colectivo. El
ciudadano suele encontrarse solo frente a un Estado cómplice que no
lo defiende. Por lo tanto, cuando puede hacerlo, el ciudadano
responsabiliza de su indefensión a dicho Estado, denigra del
Parlamento, no solo se siente, está muy lejos del poder. ¿Es
Democracia lo que en ese trance define la sociedad de cada día?
(demos, pueblo; kratías, gobierno).
El Estado se ha retirado, o está a punto de hacerlo, de cierto
número de sectores de la vida social que le correspondían y
de los que se responsabilizaba: la vivienda social, la
televisión y la radio públicas, la escuela pública, la sanidad
pública, etcétera (...), un Estado por lo menos, que
garantizara el servicio público como servicio abierto y
ofrecido a todos, sin distinciones (...). Lo que se describe
como una crisis de lo político, un antiparlamentarismo, es, en
realidad, una desesperación respecto al Estado como
responsable del interés público[106].
Junto a esa responsabilidad del Estado y de sus instituciones, visibles
ante el ciudadano, también son visibles los políticos.
Se ha hablado mucho del silencio de los intelectuales. Lo que
me sorprende es el silencio de los políticos. Carecen por
completo de ideales movilizadores. Sin duda porque la
profesionalización de la política y las condiciones exigidas de
quienes quieren hacer carrera en los partidos excluyen cada
vez más las personalidades inspiradas.(….) (Para la mayoría
de los políticos) es mejor hablar de gestión que de
autogestión y lo más conveniente, en cualquier caso, es
asumir las apariencias (es decir el lenguaje) de la
racionalidad económica. Prisioneros del estricto
economicismo corto de vista de la visión del mundo del FMI,
(…) todos esos aprendices en materia de economía omiten,
evidentemente, tener en cuenta los costes reales, a corto y,
sobre todo, a largo plazo, de la miseria material y moral que
es la única consecuencia segura de la Realpolitik
económicamente legítima: delincuencia, criminalidad,
alcoholismo, accidentes de tráfico, etcétera. También en este
caso la mano derecha, obsesionada por el problema de los
equilibrios financieros, ignora lo que hace la mano izquierda,
enfrentada a las consecuencias sociales, a menudo muy
costosas, de las “economías presupuestarias”[107].

El sociólogo Pierre Bourdieu (1930-2002) planteó sus ideas contra el


neoliberalismo cuando en Francia se había acabado, hacía
relativamente poco, el “Estado de Bienestar”, por el que los
ciudadanos habían obtenido, luego de décadas de lucha, una
sociedad que les permitía -con bastante regularidad- una vida
asegurada. Las carencias y sometimientos del ciudadano de un país
subdesarrollado lograban la comprensión  y la adhesión de
intelectuales como él, pero no las había vivido en su propia sociedad,
por lo menos en términos cuantitativos y cualitativos como en los
países subdesarrollados. No obstante ello, sus agudas críticas a las
consecuencias de lo que él denomina ”la invasión neoliberal” son
válidas para nosotros.
El reinado conjunto del mercado y el consumidor, sustituto
comercial del ciudadano, se ha apoderado del Estado; ha
convertido el bien público en bien privado, la cosa pública, la
República, en su cosa. Lo que está en juego, actualmente,
es la reconquista de la democracia contra la tecnocracia: es
preciso acabar con la tiranía de los “expertos”, estilo Banco
Mundial o FMI, que imponen sin discusión los veredictos del
nuevo Leviatán, “los mercados financieros”, y no quieren
negociar, sino “explicar”; es preciso romper con la nueva fe
en la inevitabilidad histórica que profesan los teóricos del
liberalismo[108].

La voracidad del capital transnacional y la lucha irracional por la


conquista de mercados y por el dominio geopolítico a cualquier precio,
está conduciendo a la humanidad al desastre ecológico.

El desarrollo se torna un horizonte inasible por la falta de perspec


tivas razonables que le den sustento: el agotamiento de recursos
vitales como el agua dulce por acción irracional proveniente de la
producción de seis gases tóxicos; la destrucción irreversible de
campos de cultivo por contaminación, erosión y deterioro del suelo
cultivable; la paulatina pero relativamente rápida contaminación de los
océanos; la irracional utilización de fuentes de energía no renovable y
contaminante; la complicidad de las grandes potencias en la
administración negligente y asesina de los factores que regulan el
clima mundial; entre otros factores, son también una consecuencia
desatada de la aceleración de la lógica neoliberal en las políticas
económicas. Tomo nuevamente de Oswaldo de Rivero una parte de
una reciente crónica relacionada con lo que afirmo:
91 científicos integran el Panel sobre Cambio Climático de la
ONU. En efecto, coincidiendo con el desastre que sufrimos,
este Panel de la ONU ha llegado a la conclusión de que si
nuestra civilización urbana global no cambia su patrón de
energía fósil, es decir, si no reemplaza, antes del año 2040,
el uso del carbón, petróleo y gas por energías limpias como
la solar, la eólica y otras, el clima de la Tierra se calentará
1,5 grados con consecuencias catastróficas para la especie
humana.

Según los científicos del Panel de la ONU, el clima del


planeta recalentado en 1,5 grados causará la desaparición
de los glaciares de las montañas del mundo, y con ello una
escasez de agua y alimentos para nuestra civilización, que
en el año 2040 será urbana y global, puesto que más de las
2/3 de la humanidad vivirá en ciudades.

Al mismo, tiempo, el deshielo del Ártico, Groenlandia y de un


trozo de la Antártida, originará una peligrosa alza del nivel de
los océanos y la inundación de estuarios, playas y puertos y
la desaparición de muchos pequeños Estados, que son islas.
Todo esto causará millones de refugiados ecológicos. A
pesar de que el Informe del Panel de la ONU coincide con el
desastre de Carolina del Norte, Donald Trump sigue negando
el cambio climático. El Presidente de los EEUU está contra la
ciencia. En un acto insano; acaba de anular las normas que
reducían las emisiones CO2 que ocasiona el uso del
petróleo, gas y carbón. Si se suma a esto la reluctancia de
China e India y de otros grandes países a reducir
severamente sus emisiones de CO2, como lo piden los
científicos del Panel de la ONU, estamos ya marchando
hacia un desastre climático que provocará el colapso de
nuestra insostenible civilización urbana global”(….), ”en el
Perú pagaremos los destrozos de un cambio climático que no
hemos producido, y que él dice que no existe” (…) “No hay
duda, nuestros descendientes en el año 2040 enfrentarán un
planeta con un clima letalmente hostil. En el Perú, hay que
prepararse para niños cada vez más severos y para la
desaparición de los glaciares andinos que causará una crisis
nunca vista del agua[109].

Trump es solo una pieza importante de una maquinaria: el capitalismo


neoliberal globalizado.

Este maligno y crucial proceso de autodestrucción del planeta poco o


nada tiene que ver con los deseos ciudadanos, con su cada vez más
recortado poder de decisión en cada sociedad.
Los ideales democráticos, en mayor o menor medida realizados por
algunos países, son absolutamente inalcanzables, en tanto se refieren
a un “horizonte” en el que todo el pueblo tiene todo el poder. Pero hay
sociedades donde dichos ideales se acercan o se distancian más de
dichos ideales. La liberalización de la economía y su correlato en el
subsecuente tejido de poderes fácticos tornan aún más difíciles y
lejanos los ideales ciudadanos del poder del pueblo. Las democracias
viven la peor crisis de realización desde que se intentó su
construcción en la modernidad, digamos, desde la Revolución
Francesa y la creación de los Estados Unidos de Norteamérica.
¿Qué relación hay entre el vaciamiento neoliberal de la
democracia liberal contemporánea y la puesta en peligro de
imaginarios democráticos más radicales? Las prácticas y las

instituciones democráticas liberales casi nunca llegan a


cumplir su promesa y en ocasiones la invierten de modo
cruel; sin embargo, los principios democráticos liberales
contienen —y ofrecen— ideales de libertad e igualdad
compartidas universalmente y de un gobierno político del
pueblo y para él. La mayoría de las otras formulaciones de la
democracia comparten estos ideales, los interpretan de modo
distinto y suelen buscar su realización de modo más
sustantivo de lo que el formalismo, el privatismo y el
individualismo liberales, así como su complacencia hacia el
capitalismo, hacen posible. No obstante, sí (….)  la razón
neoliberal está despojando a las democracias liberales
realmente existentes de estos ideales y deseos [110].

La democracia, ciertamente, es una aspiración,  su concreción y las


narrativas alrededor de ella en cada caso, difieran de manera radical.
La opinión de Wendy Brown en este tópico, es muy lúcida:
Aceptar el significado abierto y debatible de la democracia es
esencial, pues busca liberarla de su contención en cualquier
forma particular, a la vez que insiste en su valor para
connotar el autogobierno político del pueblo, sea quien fuere
el pueblo. En esto, la democracia no sólo se opone a la
tiranía y a las dictaduras, al fascismo o al totalitarismo, a la
aristocracia, la plutocracia o la corporatocracia, sino también
a un fenómeno contemporáneo en que, en el orden que
produce la racionalidad neoliberal, el gobierno se transmuta
en gobernanza y administración[111].

La concentración de la riqueza en pocas manos es un fenómeno


mundial que se ha agudizado en los últimos años, también mediante
la deslocalización de grandes capitales (que se han trasladado a
zonas del mundo con menores costos laborales) y la traslación del
capital industrial a capital financiero, la
“financiarización”(especulación, complejos instrumentos financieros,
manipulación de divisas). El sector de privilegiados que ha resultado
de ese proceso de concentración de capitales es denominado
“plutonomía” por Noam Chomsky (quien toma el término del
Citigroup). Chomsky coloca, al otro extremo de la escala de ingresos
al “precariado”, señalando de paso que estos fenómenos se han
agudizado recientemente.
Plutonomía y precariado. Citigroup, uno de los bancos más
grandes que existen, publicó recientemente un estudio para
sus inversores donde se identificaba una nueva categoría,
“plutonomía”: aquellos que poseen una riqueza sustancial.
Esta nueva clase es la principal impulsora de la economía-
son los principales consumidores y allí es donde va a parar
toda la riqueza-,por lo que Citigroup ha creado una “cartera
de inversiones para la plutonomía” que existe desde
mediados de los ochenta, cuando Reagan y Thatcher en
Inglaterra impulsaron políticas que enriquecían a los más
ricos y hacían sufrir al resto. Citigroup señala que dicha
cartera de inversiones ha proporcionado unos beneficios muy
superiores al mercado y urge a los inversores a que se
concentren en ella. De manera que hay que centrarse en el
pequeño porcentaje de la población que cada vez acapara
más riqueza…y a olvidarse del resto[112].
Utilizando la terminología de Chomsky, la aspiración por pertenecer a
la “plutonomía” se ha convertido en objetivo para los tenedores de
capital, predominantemente de origen financiero.

La “libertad” para acumular tiene algunas barreras, a pesar de la


captura del Estado por el capital. Tiene que ver con los valores afines
a la democracia, como la solidaridad. En la medida que algunos
resortes de la democracia funcionen, los gobiernos se ven
presionados a llevar a cabo acciones decididas o estimuladas por la
población. Los movimientos de capital no requieren de las decisiones
de la gente. Pero un gobierno puede ser permeable, en ciertos casos,
a dichas decisiones.

 Está claro, entonces, que para la libre movilidad de los capitales, su


acumulación y hasta su poder de influenciar en decisiones que
afecten a los demás, la democracia y los gobiernos son, en cierta
medida, un estorbo, una valla. Salvo en los casos de potencias
financieras y militares, que requieren un Estado que pueda movilizar a
los contribuyentes para que los rescaten o para solventar los gastos
militares que sirven, finalmente, para asegurar el dominio de los
intereses de los más fuertes. A esto último juegan también los
neoliberales de ciertos países latinoamericanos, como Chile o Brasil.

El valor de la solidaridad se ha convertido en un valor subversivo


en la ideología neoliberal. Dicho valor, al ser desdeñado, impide la
educación gratuita, el acceso gratuito a los servicios de salud. En ese
contexto deben ser entendidos los artículos 11 y 13 de la Constitución
de 1993, por los que el Estado no garantiza ni la salud ni la educación,
dando paso a la creciente privatización de ambos servicios básicos.

Una versión muy importante de la ideología neoliberal que ha


cambiado radicalmente la relación Estado-ciudadano y, por ende, las
obligaciones del Estado para con el ciudadano y los derechos que el
ciudadano pueda reclamarle al Estado, es la conocida en el Perú
como ideología del “emprendedurismo”, que está presente en muchos
de los contenidos que se difunden en prensa escrita y TV, y forman
parte de políticas de Estado.

La fuerte campaña por la que se promueve la formación de micro y


pequeñas empresas en la que se exaltan los supuestos triunfadores
en ese empeño están presentes por doquier. La solución al
subdesarrollo, según Hernando de Soto, está en la formalización de
millones de productores, comerciantes y emprendedores. Sus obras,
como El otro sendero o El misterio del capital, han sido financiadas y
difundidas en casi todos los países, desde antes de la dación de la
Carta de 1993 .Luego, Hernando de Soto fue asesor de Fujimori. En
los medios de comunicación, somos testigos, encontramos mensajes
que asocian el “éxito” a asuntos como “perdí el miedo a emprender y
ahora tengo ocho pizzerías”; “decidí arriesgarme a emprender y ahora
tengo mi fábrica”; ”cuando empecé no sabía, pero me capacité y logré
el éxito”.

El Estado ha abandonado sus responsabilidades. Si existe pobreza es


culpa del ciudadano que no se atrevió a emprender, a capacitarse para
algún emprendimiento individual. El ciudadano está dejando de existir:
se ha convertido en consumidor y en aspirante a “emprendedor”.

Millones de pobres no tienen otra alternativa que inventar su propio


trabajo. Es cierto que, abandonado a su suerte, el ciudadano tiene
que sobrevivir como sea.

En el Perú es muy frecuente que sea taxista, mototaxista o pequeño


comerciante informal. No tiene sueldo no tendrá pensión cuando la
edad le impida seguir produciendo. En el Perú el Programa Prompyme
(Centro de promoción de la pequeña y micro empresa) ayuda en
capacitación y ha logrado que una pequeña parte de las compras
estatales se hagan a las micros y pequeñas empresas. Dicho
programa está adscrito al Ministerio de Trabajo.

Según datos aparecidos en el Diario Gestión[113] más del 60% de los


micros y pequeños emprendedores tienen dificultades por falta de
liquidez y apoyo del Estado. Solo el 9.7% confía en la rentabilidad de
su idea
En resumen, “El Estado, en su papel de facilitador de las condiciones
de libre mercado, se enfoca en tal labor, dejando de lado la garantía
de derechos para el ciudadano”[114].

Precisamente los derechos que fueron eliminados en la Constitución


de 1993 y que transcribimos de la Carta de 1978-1979.

caPítulo Vi
resumen correGido y aumentado
A partir de lo expresado, es claro que, en resumen, he afirmado:
1.-  La Constitución de 1993 fue la concreción
del inicio de una nueva etapa histórica en
el Perú: la de la estructuración de la
economía de libre mercado y, por lo
tanto, del inicio y formalización de la
lógica neoliberal en el funcionamiento del
Estado.
2.-  La imposición formal del neoliberalismo
se inició antes del golpe del 5 de abril de
1992, mediante la dación de decenas de
Decretos de Urgencia y Decretos
Legislativos, en el lapso entre el 28 de
julio de 1990 y el 5 de abril de 1992. La
mayoría de dichos decretos se orientaron
a generar las condiciones para imponer la
lógica neoliberal en procesos económicos
y políticos. En ese lapso se dieron 562
Decretos de Urgencia y 156 Decretos
Legislativos. El Congreso bicameral dictó
140 leyes.[115] Entre 1990-2000 el
Gobierno de Alberto Fujimori emitió 1655
Decretos de Urgencia, 303 Decretos
Legislativos y el Congreso dictó 1373
leyes[116].
3.-  El golpe de Estado del 5 de abril de 1992
tuvo varias motivaciones. A mi juicio, la
principal fue la de instalar una economía
de mercado legitimada en una
Constitución. Si bien es cierto en la
Constitución de 1978-79, artículo 115, se
formalizaba que “La iniciativa privada es
libre. Se ejerce en una economía social
de mercado. El Estado estimula y
reglamenta su ejercicio para armo-
nizarlo con el interés social”, hay varias diferencias de contexto
que otorgan a la Carta de 1993 un carácter neoliberal que no
tenía la anterior. No solamente porque, en sintonía con la
concepción neoliberal la Carta vigente no hace en este ni en
ningún artículo referencia al “interés social” o al “bienestar
general”, formulaciones que abundan en la Carta de 1978-79 para
fundamentar derechos, sino porque la Constitución de 1993 no
solamente retira al Estado de decenas de compromisos de
derechos de los ciudadanos (convirtiéndolos en consumidores),
sino que sitúa al artículo 58, aquel que refiere: ”La iniciativa
privada es libre. Se ejerce en una economía social de mercado.
(…)”, en el contexto de los artículos 58 al 65, que pertenecen al
Título III, Del Régimen Económico, Capítulo I, Principios
generales.

 Los constituyentes del 93 crearon un Título para este rubro, lo cual es


único en las constituciones del mundo. En otras cartas, si es que
se menciona lo de la economía de mercado (que no aparece en
la mayoría de las constituciones occidentales), no es en relación
a cláusulas que refuerzan y desarrollan explícitamente los
extremos del concepto.
4.-  En el artículo 60 del Título mencionado, se plantea que “solo
autorizado por ley expresa, el Estado puede realizar
subsidiariamente actividad empresarial, directa o indirecta, por
razón de alto interés público o de manifiesta conveniencia
nacional”. De esta manera, el Estado no puede desarrollar
empresas, pues se supone que es un tópico reservado al sector
privado.

 El Ministro de Economía de Alberto Fujimori, Carlos Boloña, se


expresó en este sentido más de una vez, poniendo de manifiesto
que era una postura ideológica. El principio de la subsidiariedad
del Estado complementa y acota, en este caso, los principios
enunciados en el artículo 58:”La iniciativa privada es libre. Se
ejerce en una economía social de mercado”.

 En todo caso, si bien el artículo 60 se refiere solamente a la actividad


empresarial del Estado, el contexto, las circunstancias y la
realidad han conducido a un retiro del Estado de casi toda
actividad económica no eludible, como lo es la elaboración del
Presupuesto General de la República.

 Un Sistema Nacional de Planificación, como se denominó


anteriormente al que existió en el Perú, es impensable. La
Constitución de España, dice en su Artículo 131:

A.   El Estado, mediante ley, podrá planificar la actividad


económica general para atender a las necesidades colectivas,
equilibrar y armonizar el desarrollo regional y sectorial y
estimular el crecimiento de la renta y de la riqueza y su más
justa distribución.

B.   El Gobierno elaborará los proyectos de planificación, de


acuerdo con las previsiones que le sean suministradas por las
Comunidades Autónomas y el asesoramiento y colaboración de
los sindicatos y otras organizaciones profesionales,
empresariales y económicas. A tal fin se constituirá un
Consejo, cuya composición y funciones se desarrollarán por
ley.

 La ortodoxia neoliberal en la Carta del 93 ha generado una “cultura


del abstencionismo estatal” hasta en rubros estratégicos. La
fabricación de repuestos para material de guerra, por ejemplo.
Con mayor razón, en esa misma dirección, la producción de
insumos y repuestos para el sector privado, incluidos el sector
minero, pesquero o agrícola. Hasta un tornillo se debe importar.
Hay un serio problema para la producción de medicamentos. Este
último asunto se “resuelve” para el supuesto libre mercado
mediante tratados comerciales, muchos de ellos llamados TLC,
tratados que limitan aún más la soberanía, concepto reñido con
las concepciones neoliberales.

 
5.-  El artículo 62 de la Carta de 1993 dice:
”Los términos contractuales no pueden
ser modificados por leyes u otras
disposiciones de cualquier clase”. La
absoluta seguridad al capital (sobre todo
transnacional) condujo a esta formulación
que, al ser parte de la Constitución, es
regla inamovible, eterna, y por tanto,
atentatoria contra la soberanía
ciudadana, contra la democracia.
  Este artículo actúa en consonancia con
los artículos 58 y 60, ya mencionados. Lo
cierto es que la supuesta “regla
inamovible” no lo es tal, si nos atenemos
al hecho de que muchos términos
contractuales han sido modificados por
iniciativa de las empresas contratantes
con el Estado, por supuesto, en su propio
beneficio.
6.-  El artículo 63 de la Carta de 1993 dice:
“La inversión nacional y la extranjera se
sujetan a las mismas condiciones”. Es
evidente que, salvo excepciones, la
capacidad de inversión extranjera es
bastante mayor que la nacional. Por ello,
es fácil observar que la propiedad de los
negocios mineros, gasíferos, eléctricos,
bancarios, de seguros, AFP, portuarios,
aeroportuarios, carreteros, agrícolas
modernos, pesqueros, grandes tiendas
comerciales y supermercados,
ferrocarrileros, de comercialización de
combustibles, etc., está en manos del
capital transnacional, el cual ya está
incursionando en parqueos, colegios,
universidades, farmacias, construcción,
gastronómicos, servicio de taxis, etc. La
renta de esos negocios no está regulada,
de manera que puede ser íntegramente
extraída del país. La lógica que se
impone a las inversiones especulativas-
financieras es la misma que la que se
impone a cualquier actividad económica.
  El artículo 63, además, solo se puede
entender a cabalidad como complemento
de los artículos 58, 0 y 62. El tenor del
artículo 63 es único en el mundo, lo cual
contribuye a que la Carta de 1993 sea la
más neoliberal, si cabe el término, de
América y Europa.
7:-  Uno de los supuestos en el cual se basa
la construcción de un esquema
rígidamente neoliberal, es el de favorecer
la inversión
para facilitar el crecimiento. Siendo el crecimiento económico el
objetivo que se persigue, y no el desarrollo ni el fortalecimiento y
defensa de los derechos ciudadanos. La democracia se convierte en
un rito vacío de contenido. El desarrollo es la mejora del nivel de
vida de toda la población en un sentido constante. Hay la suposición
entre los neoliberales de que el “chorreo” que resulte de las
inversiones mejorará el nivel de vida; es decir, contribuirá al
desarrollo. Pero la realidad muestra que las “ventajas comparativas”
que sirven de base de legitimación para la apertura total de los
mercados, se constriñen enormemente, a pesar de la disposición de
minerales.

Ø  En primer lugar, porque la mayor parte de nuestras exportaciones


son de eso: de minerales. No se propugna una real diversificación
productiva. En muchos casos, no se puede propugnar.

Ø  En segundo lugar, porque los minerales son recursos no


renovables.

Ø  En tercer lugar, porque la explotación minera es intensiva en


capital y no en mano de obra, por lo que en vez de contribuir a
resolver el grave problema del subempleo, contribuye a lo
contrario.

Ø  En cuarto lugar, porque la explotación de minerales suele generar


contaminación, y el Estado neoliberal es, por lo menos, muy débil y
en muchos casos, cómplice.

Ø  En quinto lugar, porque el precio de los minerales no es controlable


por el Perú, lo que nos hace vulnerables a la variabilidad de
precios.

Ø  En sexto lugar, porque no hay regulaciones suficientes para evitar


el daño que producen los pasivos mineros (PAM). Decir esto no me
convierte en antiminero. Simplemente en un peruano contrario a la
Constitución de 1993.

 
8.-  Los artículos 58, 60, 62 y 63 son, sin
duda, el núcleo de la Constitución de
1993. El constitucionalista argentino
Germán Bidart Campos, formuló el
concepto de “cláusulas pétreas” o
“contenidos pétreos” por primera vez. Se
refería a cláusulas que “si bien pueden
reformarse, no pueden alterarse,
suprimirse o destruirse”, tal como ya he
citado anteriormente. El concepto es, a
mi juicio, no aceptable: su concepción
atenta contra la soberanía popular, que
puede cambiar, modificar o anular, lo que
considere de una
Constitución.
  Pues bien, a mi juicio los neoliberales,
por su posición ideológica, han convertido
en “cláusulas pétreas” los artículos
mencionados, y seguramente algunos
más. Nunca se ha debatido en medios de
comunicación la Constitución de 1993 o
este Título II.
9.-  El dilema sobre neoliberalismo y/o
democracia es, a mi juicio, el más
importante de las democracias
modernas. A mi juicio, el
neoliberalismo contradice la
democracia, o la limita, la distorsiona
y, en última instancia, la impide,
trabando las instituciones estatales,
contribuyendo a que la lógica de la
oferta y la demanda se introduzca
como criterio de asignación de
recursos por parte del Estado,
sustituyendo el concepto y la práctica
de servicio por la del lucro, y, a la vez,
a la mayor corrupción en las instituciones
estatales en nombre de una supuesta
democracia.
  La lógica excluyente del mercado se
contradice con la lógica incluyente de la
democracia. La reducción del papel
público en la economía, la disminución de
los gastos sociales, las privatizaciones, la
reforma fiscal favorable al capital, la
desregulación del mercado laboral, el
abandono de aspectos fundamentales de
la soberanía de los Estados, la supresión
de los controles de cambio, la
desregulación de los intercambios
comerciales para el favorecimiento de las
economía más fuertes, el impulso a las
operaciones bursátiles, y otras medidas
que devienen en anticiudadanas y
antidemocráticas, configuran lo que
Wendy Brown denuncia como un
ordenamiento que “más que sólo saturar
el significado y el
contenido de la democracia con valores del mercado, el
neoliberalismo ataca los principios, las prácticas, las culturas, los
sujetos y las instituciones de la democracia entendida como el
gobierno del pueblo”.[117]

 El neoliberalismo, de acuerdo a la misma autora, es considerado


como “algo más que un conjunto de políticas económicas, una
ideología o una reconfiguración de la relación entre el Estado y la
economía. Más bien, como un orden normativo de la razón que,
a lo largo de tres décadas, se convirtió en una racionalidad
rectora amplia y profundamente diseminada”. [118]Coincido
totalmente con ella.

10.-  En el presente trabajo se intenta mostrar algunos hilos


conductores del pensamiento liberal-económico de algunos
precursores, como Mandeville, Gournay, Quesnay, Turgot, Adam
Smith, Locke, David Ricardo, Jean-Baptiste Say y H.Spencer, con
la instauración formal de la ideología neoliberal, en 1947, por los
teóricos y pensadores reunidos en Mont Pèlerin (Vevey, Suiza)
creadores de la Mont Pèlerin Society y del Grupo ORDO, como
Walter Eucken, Alfred Müller-Armack, Wilhem Röpke, Fritz
Machlup, Ludwig Von Mises, Friedrich Von Hayek, Karl Popper y
Milton Friedman.

 Ideas principales son que la búsqueda del pleno empleo es


incompatible con la economía de mercado, que aquella política
presupuestaria y monetaria que pretende conseguir la ocupación
total produce inflación, que la introducción de controles en la vida
económica es nociva. Uno de ellos, Friedrich von Hayek, sostiene
que en un mercado puedan existir formas monopolistas
(Economía de mercado y política económica). La idea central que
subraya el inventor del concepto “economía social de mercado”,
Alfred Müller-Armack, en el sentido que es lo mismo “economía
de mercado” que “economía social de mercado”. Planteamientos
de Walter Eucken, son reconocer que la presencia del
neoliberalismo implica no garantizar derechos fundamentales y se
pregunta, con pertinencia: “¿Cómo ha modificado el
ordenamiento jurídico “el derecho creado por la economía
misma?”

 Uno de los ideólogos fundacionales del neoliberalismo, quizá el más


ortodoxo, Ludwig von Mises, llegó a considerar al mercado como
lo único que podía conducir a mejorar la condición de vida de las
poblaciones. Por tanto, toda limitación o regulación del mercado
era nociva. La búsqueda del bien común o de la solidaridad como
objetivos, las consideró vallas para para mejorar el nivel de vida.

11.- Algunos fracasos de los primeros intentos neoliberales en


América Latina acicatearon al FMI, el BM y el Departamento del
Tesoro de Estados Unidos de Norteamérica, a coincidir en
Washington alrededor de un documento de John Wolfenson que
se denominó el Consenso de Washington (CW), consistente en
diez recomendaciones de política económica para América
Latina. Es este el documento que en Washington le entregaron y
explicaron al presidente electo, Alberto Fujimori, para que lo
aplique en el Perú desde su asunción de mando, asunto que
efectivamente hizo.

 El CW no es sino la búsqueda de la consolidación de un consistente


rumbo neoliberal. Todas las políticas económicas y sociales
aplicadas desde antes de la dación de la Constitución de 1993,
así como el texto de dicha Constitución, tendieron a la
legitimación de la aplicación de nuevas direcciones económicas,
sociales, políticas y culturales, que fueron y siguen siendo
inspiradas en el CW y en sus antecedentes teóricos y políticos
neoliberales.

 La continuación de la vigencia de dicha Constitución indica que la


orientación de las políticas de Estado hasta hoy, en el Gobierno
de Vizcarra, es la misma. Lo que quiero afirmar es que los
Gobiernos de Toledo, García, Humala, Kuczynski y Vizcarra no
solamente han gobernado con dicha Constitución vigente, sino
que han aplicado sus mandatos. Esa es también la opción de
varios movimientos políticos en el Congreso o con la expectativa
de gobernar a partir del 2021: Fuerza Popular, Alianza para el
Progreso, Peruanos por el Kambio, APRA, Acción Popular,
Partido Popular Cristiano, Todos por el Perú o Partido Morado,
dirigido por Julio Guzmán.

 Están en desacuerdo con la Constitución vigente las izquierdas


parlamentarias como Frente Amplio y Nuevo Perú, así como las
no-parlamentarias, como Perú Libertario, Fuerza Social, Partido
Comunista Peruano, Partido Comunista del Perú (Patria Roja),
Democracia Directa y otros colectivos, así como algunas
personalidades políticas, como Yonhy Lescano de Acción Popular
y agrupaciones no inscritas como la Democracia Cristiana.

 La Constitución de 1993 también ha sido, recientemente, objeto de


análisis crítico por la Escuela de Antropología de la  Pontificia
Universidad Católica del Perú (PUCP). Percibo que el
cuestionamiento a la Constitución de 1993 es creciente. El
reclamo de un sector significativo del pueblo: “cierre del
Congreso”, suele asociarse con la elaboración de una nueva
Constitución.

12.-  El neoliberalismo se ha expandido rápidamente en el mundo.


Son los países más desarrollados los que más capacidad tienen
de imponerlo a otros, pero, a la vez, de limitar su expansión
interna mediante múltiples medidas políticas y económicas, como
barreras arancelarias, imposición de condiciones a través de TLC,
subvenciones a varios de sus rubros de producción, planificación
de sus recursos y políticas a mediano y largo plazo, etc. El
neoliberalismo no es un fenómeno “externo” a los Estados: los ha
permeado convirtiéndolos en herramientas de su lógica de
expansión. En ese mismo sentido, ha permeado y desfigurado la
democracia y el ejercicio ciudadano. “La apropiación neoliberal de
la idea de democracia tiene que ver con expandir el mercado y
llamarlo Democracia”.

13.-  Los resultados económicos y sociales de la aplicación de


políticas neoliberales en América Latina son visibles: crecimiento
económico esporádico dependiente del precio de
los commodities y consolidación de una enorme desigualdad, que
es la mayor del mundo. Un informe conjunto de la CEPAL y el
PNUD sobre el estado de la región en relación con las metas del
milenio destaca que “en todos los países de América Latina, sin
excepción, los coeficientes Gini (que miden la desigualdad en la
distribución de los ingresos) superan los promedios
internacionales y de la OCDE.
 El Banco Mundial en su informe sobre desigualdad plantea que
“América Latina sufre de una enorme desigualdad (...). Se trata
además de un fenómeno invasor que caracteriza a cada
aspecto de la vida, como el acceso a la educación, la salud y
los servicios públicos; el acceso a la tierra y a otros activos;
el financiamiento de los mercados de crédito y laborales
formales y la participación e influencia política”.[119]

14.-  En una visión de conjunto, las ideas liberal-económicas de los


siglos XVII-XIX fueron la base en la cual se fundamentaron varias
de las propuestas más organizadas y ambiciosas de los
fundadores del neoliberalismo en 1947.

 La acción del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional así


como la puesta en operación del Consenso de Washington
impulsaron la enorme y rápida intensificación y extensión de las
políticas de libre mercado con sus subsecuentes consecuencias.
 La corriente neoliberal de pensamiento traza una línea de continuidad
entre las ideas que desde Friedrich von Hayek, pasando por
Milton Friedman, llegan hasta el denominado “Consenso de
Washington”.

 No obstante, la pérdida de injerencia del Estado frente al mercado en


la regulación de los procesos sociales no ha cumplido la promesa
de crear un modelo de crecimiento económico exitoso, ni ha
reducido la brecha entre ricos y pobres por el llamado efecto
“derrame”, que se suponía la acumulación de riqueza iba a
generar ni, a un nivel político, ha eliminado la corrupción y
fortalecido las democracias de la región. Más bien, el resultado de
estas políticas de liberalización parece indicar todo lo contrario,
puesto que los niveles de crecimiento registrados han sido
iguales o inferiores en muchos casos a la etapa histórica que
precedió al neoliberalismo: la concentración de la riqueza
aumentó en una escala sin precedentes y la confianza en las
instituciones democráticas se vio seriamente afectada.

 Pero sólo si consideramos que la “intención” manifiesta de las


políticas de ajuste fue la de promover el crecimiento y la
modernización de los países de la región podemos hablar de un
“fracaso” Si entendemos que su propósito consistió en buscar una
salida rentable para la especulación del capital financiero
internacional, entonces no hubo ningún “fracaso”, aquellas
políticas obtuvieron un “éxito” indiscutible[120].

 La visión de conjunto que tiene Matías Cristobo nos induce a citarlo
en su versión sobre la mundialización del neoliberalismo:
Ante la crisis de legitimidad sufrida por el Estado de
Bienestar, la lógica mercantil comienza a regir el conjunto de
las relaciones sociales en un contexto signado por el
desplazamiento de los capitales desde el sector productivo
hacia el sector financiero. En cuanto a su alcance éste ha
sido reducido, ya que sólo fue implantado en los países
anglosajones y América Latina, lo cual no impide que
ideológicamente fuese hegemónico a nivel mundial
constituyéndose en el sentido común de la época.
Finalmente, en cuanto a sus efectos, el neoliberalismo no sólo
no redujo las desigualdades sociales, sino que aumentó las
ya existentes al punto de conformar una sociedad “dual” de
integrados y excluidos[121].

15.  El Papa Francisco hace una crítica profunda al neoliberalismo.


Desde la perspectiva católica es una voz importante que, a mi
juicio, ha sido silenciada cuando se refiere a este tópico.
Cuestiona la lógica de la competitividad como un “juego” que
conduce a la desigualdad creciente, a la opresión, a la
explotación y a la exclusión. Critica la falsa suposición de que el
“derrame”(que también suele denominarse “chorreo”) generado
por el afán de crecimiento pueda lograr equidad.
Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la
ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil.
Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la
población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin
horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí
mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego
tirar. Hemos dado inicio a la cultura del “descarte” que,
además, se promueve. Ya no se trata simplemente del
fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo
nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la
pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se
está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se
está fuera. Los excluidos no son “explotados” sino desechos,
“sobrantes” (…). En este contexto, algunos todavía
defienden las teorías del  “derrame”, que suponen que
todo crecimiento económico, favorecido por la libertad
de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad
e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás
ha sido confirmada por los hechos, expresa una
confianza burda e ingenua en la bondad de quienes
detentan el poder económico y en los mecanismos
sacralizados del sistema económico imperante.

 Francisco denomina con acierto “ideología” a las ideas neoliberales


que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la
especula-

ción financiera y defiende el derecho de los Estados a velar por el


bien común: “Mientras las ganancias de unos pocos crecen
exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más
lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio
proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta
de los mercados y la especulación financiera. De ahí que
nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de
velar por el bien común.

 Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone,
de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas.
Finalmente, considero remarcable que Francisco vincule
directamente este sistema con la destrucción del medio ambiente:
“En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a
acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el
medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado
divinizado, convertidos en regla absoluta” [122].
16.- En el marco de una crítica radical a la actual “democracia liberal”
no es posible soslayar la contradicción que se da entre el modelo
capitalista neoliberal y la democracia parlamentaria. Al respecto
Cristian Guille opina:
Uno de los problemas ideológicos centrales que enfrenta el
modelo capitalista neoliberal, es el lograr legitimar la
democracia parlamentaria en el marco de un proceso de
concentración creciente del poder económico y político. En la
democracia liberal, cuyos fines como la “libertad” y la
“igualdad” se deprecian cada vez más debido a una pobreza
en aumento y a que las posibilidades de encontrar un empleo
estable se desvanecen. La igualdad de oportunidad
económica se ha convertido en un mito y la libertad de los
que no cuentan con recursos resulta ser una simple
burla[123] (…) La democracia representativa se ha convertido
progresivamente en un simple mecanismo de mercado: los
votantes son los consumidores, y los políticos los
empresarios[124].

17.-  Un asunto fundamental para los que negamos el neoliberalismo


como alternativa política útil y democrática es el de poseer una
correcta visión frente al rol de un Estado alternativo al estado
neoliberal. No se trata de defender el estatismo. Se trata de
postular un modelo de Estado basado en la solidaridad y no en la
subsidiariedad, como señala el artículo 60 de la Constitución de
1993.
Debemos comprender el significado del mercado y su
relación con un Estado de nuevo tipo; aunque, ciertamente,
no con el modelo de Estado que los neoliberales nos
atribuyen. Frente al efecto negativo de estas políticas
debemos plantearnos varios problemas. En primer lugar, la
cuestión misma del aparato estatal. Nosotros no
defendemos un modelo de Estado corrupto. Defendemos
una concepción política en la cual, efectivamente, la
intervención estatal debe basarse en la solidaridad
social. Es decir, en la disminución de las desigualdades
y no solamente en la mera eficacia económica. Por otro
lado, debemos preguntamos cuáles son los objetivos
éticos de ese Estado, cuál es el proyecto de sociedad
que él implica. Creo que, frente al desastre, enormemente.
Sin embargo, los efectos de las políticas neoliberales no
concluyen ahí. Todavía más grave es que las desigualdades
han crecido entre los mismos pobres. Nos enfrentamos a un
proceso nuevo: la pauperización de la pobreza [125].

18.-  A los pretendidos “contenidos pétreos” que señalé en el acápite 8


del presente resumen (artículos 58,60, 62 y 63), es preciso añadir
artículos de la Constitución de 1993 que se desarrollan “en sinto-

nía” con los mencionados. Son artículos que aluden a cuestiones


sociales. El artículo 11 dice:
El Estado garantiza el libre acceso a prestaciones de salud y
a pensiones, a través de entidades públicas, privadas o
mixtas. Supervisa asimismo su eficaz funcionamiento.

 De acuerdo a la lógica que se prescribe, cada ciudadano es “libre” de


acercarse a una clínica privada o a un hospital estatal. En la
práctica, el Estado no cubre las necesidades para los hospitales a
su cargo: presupuestos insuficientes, corrupción tolerada y
generalizada; ausencia de planificación, de seguimiento, de
rendición pública de cuentas y de participación ciudadana;  en fin,
de una adecuada política de prevención y atención de salud,
generan carencias graves que se muestran en la ausencia de
infraestructura suficiente y conveniente, ausencia de producción y
provisión de medicamentos así como de personal
adecuadamente pagado.

 Todo ello explica las carencias graves que derivan en una


organización desacertada y, sobre todo, en la incapacidad de
atender fluidamente a la ciudadanía, la que se ve obligada a
aceptar plazos muy largos para recibir servicios de toda índole
(sobrecarga de pacientes). Ello atenta contra los Derechos
Humanos de la población mayoritariamente pobre, y obliga a una
parte de esa población pobre a buscar atención en clínicas
privadas. El camino indicado por el artículo 11 estimula la
privatización de los servicios de salud y convierte en “letra
muerta” el inicio del artículo 7 de la misma Constitución: ”Todos
tienen derecho a la protección de su salud”.

 Lo mismo ocurre con la formulación del artículo 13, que en su


segundo párrafo señala: “El Estado reconoce y garantiza la
libertad de enseñanza”. No dice que garantiza la enseñanza o la
educación, por último. Así que el ciudadano es “libre” de buscar
instituciones educativas privadas o públicas, solo que a las
públicas (sean estas escuelas, colegios, universidades o centros
de educación superior) no les otorga el presupuesto requerido y,
por parecidas razones a las señaladas en el caso de la salud
pública, la educación pública ha decaído ostensiblemente.

 El esfuerzo mal remunerado de profesores y catedráticos salva en


algunos casos el déficit pero es notoria la carencia de
infraestructura adecuada, de materiales educativos, de
implementos para el desarrollo del arte, de la educación
deportiva, de laboratorios para la investigación, y también de
facilidades para la formación de profesores y catedráticos. Desde
la dación de la Constitución de 1993 han proliferado cadenas de
colegios que pertenecen a capitales transnacionales y más de
115 universidades privadas, que con sus filiales (puesto que “la
iniciativa privada es libre”) se acercan a 600 universidades
privadas en todo el Perú, de las cuales, solo una pequeña minoría
cumple con ciertos estándares educativos convenientes. También
se ha desarrollado una iniciativa perversa: la de los “colegios
emblemáticos”, que gozan de ciertos privilegios con respecto a
los demás, lo cual es antidemocrático y demagógico.
 En términos generales, embebidos en el afán de educar a sus hijos,
muchos ciudadanos pobres se esfuerzan por colocar a sus hijos
en los colegios o universidades privadas, lo cual estimula la
privatización de la educación. Las universidades-empresa han
resultado un negocio rentable que sirve para catapultar muchos
vicios, como los títulos profesionales productos de plagio o la
provisión de políticos que se encargan de mantener y desarrollar
este régimen nocivo.

19.-  El retiro del Estado en muchas de sus obligaciones anteriores y


la baja capacidad de solventar inversiones en rubros básicos
como salud y educación también se explican por la baja presión
tributaria (cociente entre el PBI y la masa tributaria). Las
exoneraciones tributarias al gran capital, la evasión así como la
elusión tributaria, dan como resultado, este año 2018, una presión
tributaria de 13.9%. En América Latina, el promedio es 22.7%, en
los 36

países que conforman la OCDE es 34.3%, en la Unión Europea es


45% y en países como Noruega, Suecia y Finlandia (donde la
educación pública es gratuita y de calidad), que suelen estar siempre
entre los cinco primeros lugares del mundo en “índice de desarrollo
humano”, las cifras oscilan entre 53% y 55%.
  Es evidente que el Estado corrupto es,
además, un Estado al servicio de los
grandes capitales. Eso le impide tener
recursos mínimos.
20.- El “orden mundial liberal” que pedía
Wilhelm Röpke -fundador del
neoliberalismo en 1947- en un artículo
que escribió en 1952, se ha instalado. En
el texto hemos señalado la enorme
cantidad de acuerdos multilaterales y
bilaterales elaborados en la lógica
neoliberal.
  La Constitución de 1993 es una pieza
ortodoxa, extremista, en ese “orden”.  El
análisis de dicha Constitución nos ha
demostrado que también es muy
importante para comprender lo que no
dice: los derechos ciudadanos que
cercena, el rol del Estado que deriva de sí
misma, un Estado sumiso y herramienta
del capital y el mercado, un ciudadano
aislado y, de esa manera, impotente de
decidir, una democracia,por tanto,
restringida, tergiversada y anulada.
21.- El análisis económico-político del texto
precedente nos conduce y compromete a
abordar la elaboración de un nuevo texto,
que en la línea de lo expuesto, plantee
“elementos de base” para una nueva
Constitución.
  No tengo duda de que van a surgir varias
iniciativas en ese sentido, que merecerán
un debate nacional. En el planteamiento,
por supuesto, se deberán incluir
elementos de juicio relacionados con
propuestas que le hacen a una nueva
estructura del Estado, asunto que esta
vez estuvo ausente.

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crecimiento y las reformas en América Latina. Lima: UPC.

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Noviembre 2018 Lima - Perú

[1] Castorina, Emilia, “Neoliberalismo democrático: una nueva forma


de poder”, en Revista Question, Vol. 1, Nº 53, Instituto de Altos
Estudios Sociales, Universidad San Martín, Universidad de Buenos
Aires; Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
Buenos Aires, 2017, p. 21.

[2] Sostengo que la Constitución del 1993 no es, como opinan


algunos, un “copia” de la mayor parte de la de 1979, sino que es una
innovación en todo lo fundamental y una anulación de lo principal de
la Carta de 1979.

[3] Planas, Pedro; “La Constitución peruana de 1993 ¿Es una


Constitución de consenso?”; Anuario de Derecho Constitucional
Latinoamericano, 1999, Konrad-Adenauer-Stiftung, CIEDLA, Buenos
Aires, p. 558.

[4] Fernández, Roberto; Llatas, Soledad; & Benza Pflücker, Manuel; El


Parlamento, Fondo Editorial de los Diputados, La Paz, 2001, p. 4.

[5] Planas, Pedro; op. cit., pp. 558 y 559.


[6] Bernales Ballesteros, Enrique; La Constitución de 1993, Análisis
comparado; con la colaboración de Alberto Otárola Peñaranda,
Editora RAO, Quinta Edición, set. 1999, p. 65.

[7] Palomino Manchego, José; “Problemas escogidos de la


Constitución peruana de 1993”, en Constitucionalismo latinoamericano
del Siglo XXI; coordinadores: Valadés,

Diego, & Carbonell, Miguel; UNAM, p. 286. (El resaltado es mío)

[8] Bernales Ballesteros, Enrique; “El desarrollo de la Constitución de


1993 desde su pro-

[9] Benza Pflücker, Manuel; Nueva estructura del Estado peruano,


Talleres Gráficos Precisa, Lima, 1993, p. 85.

[10] Bidart Campos, Germán; Manual de la Constitución perforada;


Tomo I, Ediar, Buenos Aires, 2007, p. 489. Dice: “Se habla, así, de tres
«generaciones» de derechos por

[11] Bidart Campos, Germán; op. cit., p. 879.

[12] Müller-Armack, Alfred; Wirtschaftslenkung und


Marktwirtschaft (Conducción de la economía y economía de mercado),
Universität Münster, 1946, pp. 55 y 76.

[13] La apelación al “interés general” o al “bienestar general” está


presente en varias constituciones de países democráticos. Se trata de
tomar en cuenta dicho interés general como fórmula que contradice el
afán por el interés individual, propio del pensamiento económico
liberal clásico y del neoliberalismo actual, que considera al interés
individual como el núcleo fundamental que debe ser garantizado por el
Estado.

[14] Delgado Taboada, Bruno; La Constitución económica peruana de


1993 como cláusula pétrea: ¿constitucionalización del desarrollo o
menoscabo de la Democracia?; PUCP, Lima, 2008, p. 9.

[15] Benza Pflücker, Manuel; op. cit., p. 85.


[16] García-Trevijano, Carmen, “El reverso de la Utopía. Actualidad de
«La Fábula de las abejas de Bernard de Mandeville», Universidad
Complutense, Revista Psicología Política, 9, Madrid, 1974, p. 7.

[17] Mandeville, Bernard de; citado por García-Trevijano, op. cit., p. 10.

[18] García-Trevijano, Carmen, op. cit, p. 11.

[19] Escartín González, Eduardo; Historia del pensamiento económico,


Universidad de Sevilla, 1999, p. 140.

[20] Escartín González, Eduardo; op. cit., p. 135.

[21] Escartín González, Eduardo; op. cit., p. 137.

[22] Turgot, Jacques; citado por Escartín González, Eduardo, op. cit.,


p. 151.

[23] Smith, Adam; Investigación sobre la naturaleza y causas de la


riqueza de las naciones; Fondo de Cultura Económica, México, 1958,
p. 620.

[24] Borón, Atilio; “La sociedad civil después del diluvio neoliberal”,


en La Trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusión social,
CLACSO, Buenos Aires, Eudeba, 2003, p. 60.

[25] Say, Jean-Baptiste; Tratado de Economía Política o Exposición


sencilla del modo con que se forman, se distribuyen y se consumen
las riquezas, Tomo primero, traducción por Juan Sánchez Rivera,
imprenta de Fernando Villalpando, Madrid, 1821, p. 252.

[26] Say, Jean-Baptiste; op. cit, p. 252.

[27] Martín, Victoriano; La equivocada distinción entre liberalismo


político y liberalismo económico; Universidad Complutense, Madrid,
1999, p. 3.

[28] Montagut, Eduardo; “La división de poderes de Locke y


Montesquieu”; nuevatribuna.es, 7 de agosto de 2017.
[29] Fuentes, Claudia; “Montesquieu: teoría de la distribución social del
poder”, Universidad Diego Portales, Revista de Ciencia Política, vol.
31, 1, Santiago, 2011, p. 3.

[30] Fuentes, Claudia, op. cit., p. 4.

[31] Brown, Wendy; op. cit., p. 1.

[32] Engels, Federico; Anti-Dühring, Editorial Hemisferio, Buenos


Aires, 1956, p. 107.

[33] Entre los miembros de los altos cargos de la administración del


Gobierno de EUA y grupos de expertos del sector privado financiero
cercanos a dicha administración, hay que mencionar, por ejemplo, al
secretario del Tesoro norteamericano de entonces, Robert Rubin,
proveniente de Wall Street, al igual que los anteriores secretarios,
Roger C. Altman y Nicholas Brady, bajo la Administración Bush.
Todos estuvieron o están trabajando en sociedades de inversión.
Ernest Stern, antiguo presidente del Banco Mundial, era en ese
momento el director del banco de inversión J.P. Morgan, al igual que
el presidente actual de dicho banco James Wolfensohn, que trabajó
antes en un banco de inversión. No puedo asegurar que Pedro Pablo
Kuczynski peruano-norteamericano y luego presidente del Perú, haya
participado en la elaboración de este documento, pero lo menciono
aquí, porque elaboró años después el segundo Consenso de
Washington con el autor principal del primero, John Williamson. Varios
de los datos expresados aquí los he tomado de Jagdish Bhagwati,
hindú-EUA, economista.

[34] Batista Polo, Johanna; El condicionamiento al capital externo


como instrumento para la implementación de reformas neoliberales en
América Latina: la aplicación del Consenso de Washington en
Argentina, Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario,
Bogotá, 2009, p. 2.

[35] Batista Polo, Johanna, op. it., p. 12.

[36] Stiglitz, Joseph; “Knowledge for Development: economic science,


economic policy and economic advice”. The World Bank. Annual World
Bank Conference on Develop-
[37] Ocampo, José Antonio; Más allá del Consenso de Washington:
una agenda de desarrollo para América Latina, CEPAL, Naciones
Unidas, México, 2005, p. 8.

[38] Martínez Rangel, Rubí y Soto Reyes Garmendia, Ernesto; “El


Consenso de Washington: la instauración de políticas neoliberales en
América Latina”, Política y Cultura, México, 2012, p. 53.

[39] Ocampo, José Antonio; op. cit., p. 11

[40] Williamson, John; “Visión general. Una visión para relanzar el


crecimiento y las reformas”, en Kuczynski, Pedro Pablo y John
Williamson, Después del Consenso de Washington. Relanzando el
crecimiento y las reformas en América Latina, UPC, 2015, Lima, p. 26.

[41] Williamson, John; Una visión para relanzar el crecimiento y las


reformas, op. cit., p. 28.

[42] Martínez Rangel, Rubí y Soto Reyes Garmendia, Ernesto; op. cit,


p. 55.

[43] Ocampo, José Antonio; op. cit., p. 14

[44] Rubio, Marcial; Para conocer la Constitución peruana, Mesa


Redonda Editores, Lima, 1983, p. 7.

[45] Héctor Cornejo Chávez, citado por Acosta Iparraguirre,


Vicente; La Constitución económica del Perú en el derecho
comparado, UNMSM, Lima, 2003, p. 189.

[46] Valadés, Diego; El control del poder, UNAM, México D.F., 1998, p.


180.

[47] Betancourt, Carlos Emilio, Gramsci y el concepto del Bloque


Histórico, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1988, pp. 6 - 9.

[48] Rubio, Marcial; op. cit., p. 70.

[49] Castorina, Emilia; op. cit., p. 3.


[50] Los Gobiernos regionales y locales (municipios provinciales y
distritales) son también receptores de tributos del canon y regalías por
parte de ciertas concesiones mineras y de hidrocarburos, montos que
dependen de las ganancias declaradas por dichas empresas, todas
ellas privadas.

[51] Martínez Rangel, Rubí y Soto Reyes Garmendia, Ernesto; op. cit.,


p. 49.

[52] Von Mises, Ludwig; La acción humana, Unión Editorial, Madrid,


1986, p. 1208.

[53] Von Mises, Ludwig, op. cit., p. 1212.

[54] Tantaleán Odar, Christian; “Análisis e interpretación del régimen


económico de la Constitución del Estado”, Revista Derecho y cambio
Social, Año 2, Nº 3, Lima, p. 1.

[55] La eliminación del Artículo 2, inciso 20, sub-inciso L de la Carta


de 1979, facilitó posteriormente la instalación por el régimen de
Fujimori y al amparo de la carta de 1993, el juzgamiento por parte del
Tribunal de Justicia Militar (TJM) de civiles. Tal error fue observado
por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) lo que
condujo a que se vuelva a juzgar a los sentenciados por el TJM en
tribunales civiles.                                                 

[56] Se  destina a salud en el presente año, 2018, un 10% del


presupuesto. Esto equivale a un 2.1% del PBI  total. En Argentina es
del 5.4 % y en Brasil 5.0%.

[57] Este artículo de la Carta de 1979 (Art. 15) fue sustituido por el


artículo 11 de la Carta de 1993, que, al plantear que el Estado
garantiza el libre acceso a prestaciones de salud y a pensiones a
través de entidades públicas, privadas o mixtas, genera las
condiciones a la creciente privatización de los servicios de salud. Ya
no se proclama el derecho a la protección de salud integral sino el
“libre acceso” a prestaciones, sean privadas o públicas. La
experiencia demuestra que se han reducido, relativamente, los
presupuestos para salud pública y han proliferado los negocios
privados en salud. Se ha sustituido un derecho fundamental por el
criterio del lucro.
[58] La eliminación de este articulado ha contribuido al caos de
precios de productos farmacéuticos y a la desaparición o menoscabo
de los medicamentos genéricos. También a la desaparición de las
farmacias (y su sustitución por boticas sin farmacéuticos) así como a
la desaparición de farmacias de turno nocturno.

[59] Lo destinado a educación en el presente año 2018 es del 17.5%


del Presupuesto Nacional. Esto significa el 3.6 % del Producto Bruto
Interno, PBI, mientras Bolivia destina el 6.9% de su PBI. El Acuerdo
Nacional fija en 6% del PBI el mínimo de inversión que debe hacerse
en educación en el Perú.

[60] Obviamente, la estabilidad en el trabajo, como la salvedad por


la que el trabajador solo puede ser despedido por causa justa, ha
desaparecido. “La deconstrucción del derecho del trabajo que no
constituye sino en desactivar el andamiaje jurídico laboral
construido y sustentado en virtud, no solamente al influjo de la
doctrina y jurisprudencia laboral, sino de las conquistas laborales
logradas a lo largo de muchas décadas. Recientemente se ha
difundido la sentencia del Tribunal Constitucional emitida en la STC
01647-2013-PA/TC, según la cual la estabilidad laboral absoluta no
encuentra asidero en nuestro ordenamiento constitucional y, por
tanto, en ningún caso podrá utilizarse la vía del amparo para tutelar
un inexistente derecho a la estabilidad en el trabajo o reposición
laboral”. Toledo Toribio, Omar; “El Tribunal Constitucional y la
deconstrucción del derecho a la estabilidad en el trabajo”, Revista
Diálogo con la jurisprudencia, Lima, 2017, 227, p. 294.

[61] Participar en las utilidades de la empresa más no en la gestión,


fue reconocido por la Constitución de 1993, artículo 29. La
participación en la gestión, utilidades y parte de la propiedad de la
empresa fue llevada a la Constitución de 1979. El Estado reconoció el
derecho de los trabajadores a participar en la gestión y utilidad de la
empresa, y en la propiedad cuya naturaleza jurídica no lo impide (las
estatales, por ejemplo) derecho que había sido conquistado por las
comunidades industriales, pesqueras y mineras durante el Gobierno
de Juan Velasco Alvarado.

[62] “No hay, no existe y al parecer no existirá por ahora un «ambiente


constituyente» ni «pre-constituyente» que permita la vuelta a la
Constitución de 1979 o la convocatoria a una constituyente. Siendo la
política el arte de lo posible, y la Constitución el fruto de una decisión
política, es obvio que las cosas seguirán así. Lo más sensato es,
pues, dejarlas como están”. García Belaunde, Domingo; “La
Constitución peruana de 1993: sobreviviendo a todo pronóstico”,
Tribunal Constitucional, Revista peruana de Derecho Constitucional,
Lima, 2013,  p. 32.

[63] La búsqueda de la formación de una Comunidad latinoamericana


de Naciones ha sido abandonada. Los lazos históricos, étnicos y
sociales evidentes, han sido reemplazados por acuerdos económicos
entre los que aceptan los TLC. El número de países que no aceptan la
lógica de la globalización neoliberal está disminuyendo.

[64] En consecuencia con el punto 2 del “Programa Máximo” del


APRA, Por la unidad política de América Latina, la Asamblea
Constituyente de 1978-1979 incluyó este texto. Hoy ya no es
postulado que defiendan desde las posiciones neoliberales adoptadas
por Alan García y sus seguidores.

[65] ”Es indispensable que el plan sea compulsivo en todo lo esencial


e indicativo o concertado en lo accesorio o secundario”. Héctor
Cornejo Chávez, líder de la Democracia Cristiana peruana en el
debate de la Constituyente de 1979, citado por Acosta Iparraguirre,
Vicente;  op. cit., p. 189.

[66] La planificación “es una herramienta que, bien utilizada,


produce grandes beneficios al desarrollo, especialmente, de los
países subdesarrollados como el nuestro”; Rubio Correa,
Marcial; Para conocer la Constitución peruana, op. cit., p. 104.
[67] “Otro de los puntos a resaltar en la Constitución de 1993, no
por su presencia sino por su ausencia, es la planificación. Se
suprime toda alusión a la misma, aún en el caso de la del tipo
indicativo, a contracorriente de un moderno constitucionalismo”(…)
Lo cierto es que dentro de la lógica de economía de mercado
adoptada en la Constitución de 1993, no se admite ningún asomo
de planificación, (….), a nuestro ver estamos frente a un modelo
ortodoxamente liberal”; Acosta Iparraguirre, Vicente, La
Constitución económica en el Perú y en el derecho comparado, op.
cit., p. 201.

[68] Sánchez Albavera, Fernando; Constitución política, Acuerdo


nacional y planeamiento estratégico en el Perú, CEPAL, Santiago,
2003, p. 2. ”La disolución del Sistema nacional de Planificación tuvo
más una connotación de carácter ideológico (...) se trataba de reducir
el margen de intervención del Estado (…) lo que quedó plasmado en
la Constitución de 1993.

[69] Se constata fácilmente que las empresas autogestionarias han


desaparecido y que las comunales han disminuido, además que
muchas se han desvirtuado. Las empresas estatales que quedan,
como Petroperú, son agredidas. Petroperú no puede retomar su
integración vertical: explotación, refinación y comercialización, lo que
alentaría la competencia y beneficiaría al consumidor. Esta desventaja
solo se puede explicar por razones ideológicas: el neoliberalismo
ortodoxo se aplica en el Perú.

[70] La consideración de bienes o servicios estratégicos, que por tal


condición deben ser reservados al Estado, ha desaparecido.

[71] Los Pasivos Ambientales Mineros (PAM), según el MINEM, son


más de 8,600 en 21 departamentos del Perú, de los cuales más de la
mitad son de alto riesgo.

[72] De acuerdo a informes de diversas fuentes, la deforestación en


nuestra selva se produce a un ritmo no menor de 150,000 hectáreas
al año. Entre sus principales causas están la expansión de la minería
aurífera y la gran explotación de la palma aceitera, además de la
pequeña y mediana explotación agrícola y ganadera.

[73] En la Carta de 1993 los derechos de la naturaleza y,


específicamente, la lucha contra la contaminación ambiental y todo lo
que ello implica, denominados por algunos autores como derechos de
tercera o cuarta generación, se sacrifican para otorgar validez a
“cláusulas pétreas” en los artículos 58 y 60, que consagran el libre
mercado y el rol subsidiario del Estado.
[74] Esta afirmación no se puede dar en la Carta de 1993 por las
mismas razones señaladas en el punto anterior.

[75] Rubio Correa, Marcial; “El modelo del Proyecto Constitucional del


Congreso Constituyente y Democrático”, en Revista del Foro, Colegio
de Abogados de Lima, LXXXI, 1, enero-junio 1993, p. 11, citado por
Fernández Segado, Francisco; “El nuevo ordenamiento constitucional
del Perú: aproximación a la Constitución de 1993”, Revista de
estudios políticos 84, Nueva Época, 1994, Madrid, pp. 37-38.

[76] Sánchez Albavera, Fernando; op. cit., p. 4.

[77] Conscientes del error, los congresistas han aprobado en los


primeros días de octubre del 2018 la bicameralidad, que debe ser
sometida a referéndum el 9 de diciembre. 130 Diputados y 50
Senadores. Un error que, de ser enmendado, lo sería el año 2021, 28
años después de haber sido generado. Ad portas de la realización del
referéndum la pregunta sobre la bicameralidad ha perdido aceptación
por haber sido aprobada con la adición de restarle capacidad al Poder
Ejecutivo para disolver el Parlamento.

[78] En efecto, el concepto “economía social de mercado” fue


acordado por el APRA y el PPC. Mi hipótesis es la siguiente: las
fundaciones Friedrich Ebert Stiftung y la Konrad-Adenauer-Stiftung,
que apoyaron al APRA y al PPC, respectivamente, son fundaciones
alemanas que coinciden en postular dicho concepto.

[79] Fernández Segado, op. cit., p. 3

[80] Papa Francisco; Exhortación apostólica Evangelii gaudium,


Tipografía Vaticana, 2013, p. 43.

[81] Ibid, op. cit., pp. 46-47.

[82] Ibid, p. 48.

[83] Ibid, p. 53.

[84] Ibid, p. 56.
[85] Rossi, Cecilia Brenda; “¿El descentramiento teórico del mundo
del trabajo como forma de resistencia al neoliberalismo?”,
en Theomai, 23, Red de Estudios sobre Sociedad, Naturaleza y
Desarrollo, Proyecto “Modos de acumulación y conflictos sociales”.
Buenos Aires.

[86] Ortiz Gómez, María Guadalupe; “El perfil del ciudadano neoliberal:


la ciudadanía de la autogestión neoliberal”, en Sociológica, año 29, 83,
México, 2014, pp. 165-200

[87] Röpke, Wilhelm; “Sistema económico y orden internacional”, En


La Economía de Mercado, Tomo I, Sociedad de Estudios y
Publicaciones, 1963, Madrid, p. 207.

[88] Röpke, Wilhelm, op. cit., p. 192.

[89] Röpke, Wilhelm; Balance provisional de la integración económica


europea. Examen crítico, en La Economía de Mercado, Tomo II,
Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid, 1963, p. 168.

[90] Ibid, p. 180.

[91] Anderson, Perry; “Neoliberalismo: un balance provisorio”. En Emir


Sader y Pablo Gentili (compiladores), La trama del neoliberalismo.
Mercado, crisis y exclusión social.

CLACSO, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 2003, p. 37.

[92] Von Hayek, Friedrich; “Historia económica y pensamiento político”,


en La Economía de Mercado, Tomo II, op. cit., p. 36.

[93] Sader, Emir; “La trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y


exclusión social”, Capítulo VI. En Emir Sader y Pablo Gentili
(compiladores), La trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y
exclusión social. CLACSO, Editorial Universitaria de Buenos Aires op.
cit., p. 160.

[94] De Rivero, Oswaldo, “Rebelión global de estudiantes de


economía”, Diario Uno, Lima, 15 de mayo de 2014.
[95] De Rivero, Oswaldo; “Como el crash del 2008 transformó al
mundo”, Diario Uno, Lima, 15 de mayo de 2014.

[96] Von Hayek, Friedrich; op. cit., p. 43

[97] Therborn, Göran; La trama del neoliberalismo, op. cit., p. 95.

[98] Sandoval, Irma, “Economía política del neoliberalismo: ideas,


intereses y reversibilidad”, en Revista Argumentos, Vol. 20,  54,
UNAM, Instituto de Investigaciones Sociales, México, 2007, p. 1.

[99] Sandoval, Irma, op. cit., p. 2 (Nota: Ahí donde dice “liberación” lo


entendemos mejor como ”liberalización del capital”).

[100] Hall, Peter; The Political Power of Economic ideas:


Keynesianism across Nations, Princeton University Press, Princeton,
1989, p. 19.

[101] Sandoval, Irma, op. cit., p. 64.

[102] Stokes, Susan; Mandates and Democracy: Neoliberalism by


Surprise in Latin America, Cambridge University Press, Cambridge, p.
159.

[103] Castorina, Emilia, op. cit., p. 30.

[104] Castorina, Emilia, op. cit., p. 28.

[105] Castorina, Emilia, op. cit., p. 32.

[106] Bourdieu, Pierre; Contrafuegos, reflexiones para servir a la


resistencia contra la invasión neoliberal, Editorial Anagrama,
Barcelona, 2000, p. 13.

[107] Bourdieu, Pierre, op. cit., p. 16.

[108] Bourdieu, Pierre, op. cit., p. 40.

[109] De Rivero, Oswaldo, “El cambio climático en carne propia”,


2018, Diario Uno, Lima, 31 de octubre.
[110] Brown, Wendy; El pueblo sin atributos. La secreta revolución del
neoliberalismo, op.

cit., p.7.

[111] Brown, Wendy, op. cit., p. 8.

[112] Chomsky, Noam; Réquiem por el sueño americano, Los diez


principios de la concentración de la riqueza y el poder, Editorial sexto
piso, Madrid, 2017, pp. 55-56.

[113] Diario Gestión, 08.11.2018.

[114] Ortiz Gómez, María Guadalupe, op. cit., p.19.

[115] Landa, César; “Los decretos de urgencia en el Perú”,


en Pensamiento Constitucional, año IX, 9, Lima, 2003, p. 132.

[116] Landa, César, op. cit., p. 140.

[117] Brown, Wendy, Ibid.

[118] Brown, Wendy, Ibid.

[119] Kliksberg, Bernardo; “América Latina: la región más desigual”,


en Democracia/Estado/Ciudadanía: Hacia un Estado de y para la
Democracia en América Latina, 2007, Lima, PNUD, p. 60.

[120] Cristobo, Matías; “El neoliberalismo en Argentina y la


profundización de la exclusión y la pobreza”, en Revista Margen, 55,
Córdova, 2009, p. 2.

[121] Cristobo, Matías, op. cit., p. 5.

[122] Papa Francisco; Exhortación Apostólica Evangelii gaudium,


Tipografía vaticana, 2013, pp. 44-51.

[123] Guillén, Cristian; Cómo superar el neoliberalismo, alternativa


emancipadora, Editorial Horizonte, Lima, 2006, p. 193.

[124] Guillén, Cristian, op. cit., p.195.


[125] Salama, Pierre; “La trama del neoliberalismo: mercado, crisis y
exclusión social”, Capítulo IV. En Emir Sader y Pablo Gentili
(compiladores), La trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y
exclusión social. Buenos Aires: CLACSO, Editorial Universitaria de
Buenos Aires,  pp. 96-97.

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