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LA PRESENCIA DE LA SANTA
SEDE EN LOS ESTADOS Y ORGANISMOS
INTERNACIONALES. ACUERDOS, RELACIONES
DIPLOMÁTICAS
Vicente Prieto*
I. Introducción
*
Universidad de La Sabana, Bogotá, Colombia.
1
Annuario Pontificio per l´anno 2013, Ciudad del Vaticano, Librería Edición Vaticana,
2013.
2
Ibidem, pp. 1303-1328.
3 Ibidem, p. 1328.
229
DR © 2016. Universidad Nacional Autónoma de México,
Instituto de Investigaciones Jurídicas
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4
Naciones Unidas (Nueva York), Oficina de las Naciones Unidas e Instituciones Espe-
cializadas (Ginebra), Oficina de las Naciones Unidas e Instituciones especializadas (Viena),
Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), Organismos de Naciones Unidas para
el Ambiente y los Asentamientos Humanos (UNEP, UN-Habitat), Organización de las Na-
ciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Organización Mundial del Comercio
(OMC), Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPCW), Organización
Mundial del Turismo (OMT), Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Or-
ganización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), Organización de los
Estados Americanos (OEA), Organización de la Liga de los Estados Árabes, Unión Africana,
Asociación de las Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Comité Internacional de Medi-
cina Militar, Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado (UNIDROIT),
Comisión Internacional del Estado Civil (CIEC) (ibidem, pp. 1329-1332).
5 Comité Internacional de Ciencias Históricas, Comité Internacional de Historia del
Arte, Comité Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas, Comité Internacional
para la Neutralidad de la Medicina, Consejo Internacional de Monumentos, Alianza Inter-
nacional del Turismo, Asociación Mundial de Juristas. El Estado de la Ciudad del Vaticano
es miembro, por su parte, de la Unión Astronómica Internacional, del Instituto Internacio-
nal de Ciencias Administrativas, del Comité Técnico Internacional para la prevención y
extinción del fuego, de la Asociación Médica Mundial, del Consejo Internacional de Archi-
vos y de la Interpol (ibidem, p. 1333).
6 Sin la intención de hacer una enumeración exhaustiva, nos remitimos como fuente a
las recopilaciones de los concordatos de Martín de Agar, J. T., Raccolta di Concordati (1950-
1999), Ciudad del Vaticano, Librería Edición Vaticana, 2000; I Concordati dal 2000 al 2009,
Ciudad del Vaticano, Librería Edición Vaticana, 2000. En los últimos años destacan los
concordatos, acuerdos o convenciones con Israel (1993 y 1997), Francia (1999, 2001, 2005,
2008), Organización para la Liberación de Palestina (2000), Portugal (2004), Filipinas (2007),
Brasil y Andorra (2008), Montenegro (2011).
En América Latina existen acuerdos con Argentina (1957, 1966, 1992), Bolivia (1986),
Brasil (2008), Colombia (1973), Ecuador (1937, 1978, 1982), El Salvador (1968), Haití (1966,
1984), Panamá (2005), Paraguay (1960, 2002), Perú (1980), República Dominicana (1954,
1958, 1990) y Venezuela (1964, 1994).
Además de los países con tradición concordataria consolidada (España —1976, 1979—,
Italia —1984—, Alemania —Concordato de 1933 y acuerdos con los distintos länder—, Aus-
tria —1976, 1995, 2009—, Portugal —2004—), en Europa deben recordarse los acuerdos
suscritos con los Estados que antes de 1989 se encontraban bajo la directa influencia y control
de la Unión Soviética: Hungría (1990), Polonia (1993), Estonia (1999), Lituania, Letonia y
Eslovaquia (2000). En relación con la antigua Yugoslavia, están en vigor los acuerdos con
Croacia (1996) y Bosnia (2006). De la misma área geográfica es el Acuerdo con Albania
—país de mayoría musulmana— de 2002.
Aunque la mayoría de los acuerdos, convenciones o concordatos han sido suscritos con paí-
ses europeos y latinoamericanos, no faltan países de tradición islámica (Marruecos —1984—,
Túnez —1964—, Kazajstán —1998—) y del África subsahariana (Gabón —1997—, Costa
de Marfil —1989, 1992—, Camerún —1989, 1995—, Mozambique —2012—). Existe tam-
bién un acuerdo con una organizacion internacional (la Organización de la Unidad Africa-
na), suscrito en 2000. Para una descripción del panorama concordatario durante los ponti-
ficados de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, véase Ferrer Ortiz, J., “Acuerdos con la
Santa Sede y Estado laico: el caso español”, Iglesia católica y relaciones internacionales. Actas del III
Simposio Internacional de Derecho Concordatario. Almería, 7-9 de noviembre de 2007, Comares, Grana-
da, 2008, pp. 314 y 315. En relación con los concordatos latinoamericanos, véase el volumen
de Navarro Floria, J. G. (coord.), Acuerdos y concordatos entre la Santa Sede y los países americanos,
Buenos Aires, Editorial de la Universidad Católica Argentina, 2011.
7 Un excelente resumen de las distintas cuestiones se encuentra en el reciente estudio de
Bonet Navarro, J., “Presencia y actuación de la Iglesia católica en la sociedad internacional”,
en Martínez-Torrón, J. et al. (coords.), Religión, matrimonio y derecho ante el siglo XXI. Estudios en
homenaje al profesor Rafael Navarro-Valls, Madrid, Iustel, 2013, vol. I, pp. 101-127.
Se suele señalar como punto de referencia del nacimiento del moderno dere-
cho internacional la Paz de Westfalia, en 1648, que dio fin a la Guerra de los
30 Años entre Estados católicos y protestantes. Los principios consagrados en
Westfalia determinaron la evolución posterior de la moderna sociedad inter-
nacional y de su derecho.
Del concepto medieval de Cristiandad (la respublica sub Deo, el ordena-
miento general de la comunidad cristiana) se pasa a la comunidad de Estados
soberanos e independientes, entendida como una sociedad entre soberanos
superiorem non recognoscentes. Por tanto, se rechaza el reconocimiento de cual-
quier autoridad política o religiosa superior y se hace valer la propia sobe-
ranía como atributo originario, en modo alguno derivado de concesiones o
delegaciones por parte de otra autoridad.8 Como consecuencia, el derecho
internacional nace principalmente como derecho de “coexistencia”, de coor-
dinación, entre las diversas soberanías de los Estados europeos de la época.9
Con todo, en el “nuevo orden” el papa conservaba su calidad de sobe-
rano de un Estado (el Pontificio). Esta realidad permitía una situación de
“paridad”, desde el punto de vista político, con los demás soberanos. De este
modo, paradójicamente fueron éstos los siglos en los que se afirmó definiti-
vamente la personalidad internacional de la Santa Sede, a pesar del debili-
tamiento de su posición política internacional causado por las corrientes de
pensamiento hostiles al Papado.10
Actualmente se puede afirmar que superados los periodos de incerti-
dumbre y dudas, derivados de las circunstancias descritas, es un dato de
hecho la adaptación de la Iglesia católica, y en particular de la Santa Sede,
a las normas del ordenamiento internacional en diversos aspectos de sus
relaciones externas.
8 A la pluralidad de Estados soberanos e independientes se añade la diversidad religiosa,
consecuencia de la reforma protestante.
9 Cfr. Paniagua Redondo, R., “Aproximación conceptual al derecho internacional públi-
co”, Anuario de Derecho Internacional, 1998, vol. XIV, pp. 349-355; Prieto, V., Relaciones Iglesia-
Estado. La perspectiva del derecho canónico, Salamanca, Publicaciones Universidad Pontificia de
Salamanca, 2005, pp. 121 y 122.
10
Cfr. Barberini, G., Chiesa e Santa Sede nell´ordinamento internazionale, Turín, Giappichelli,
1996, pp. 9 y 10; Ferlito, S., L’attività internazionale della Santa Sede, Milán, Giuffrè, 1988, p.
161; Paniagua Redondo, R., op. cit., p. 349; Arangio-Ruiz, G., “Stati e altri enti (Soggettività
internazionale)”, Novissimo Digesto Italiano, 1982, vol. XVIII, p. 156.
11 Ferlito, S., op. cit., pp. 184 y 185. En la misma línea, Paniagua se refiere al derecho in-
ternacional contemporáneo como el sistema normativo de las relaciones de coexistencia y coope-
ración entre los miembros de la sociedad internacional (Paniagua Redondo, R., op. cit., p. 373).
12 Cfr. Martín de Agar, J. T., Raccolta di..., cit., pp. 9 y 10.
16
Meijknecht los denomina “Elements of Factual Existence”. Entre ellos menciona la
capacidad de celebrar tratados, de presentar reclamos ante otros sujetos, de asumir las conse-
cuencias de las violaciones del derecho internacional, actividad diplomática activa y pasiva,
etcétera ( Meijknecht, A., Towards International Personality: The Position of Minorities and Indigenous
Peoples in International Law, Intersentia, Antwerpen-Groningen-Oxford, 2001, pp. 35-44).
17
Ferlito, S., op. cit., pp. 57 y 58.
18
Buonomo, V., “Considerazioni sul rapporto Santa Sede-Comunità Internazionale alla
luce del diritto e della prassi internazionale”, Ius Ecclesiae, vol. 8, 1996, p. 5; “Convenios
internacionales (adhesión de la Santa Sede a)”, Diccionario general de derecho canónico, Navarra,
Universidad de Navarra-Aranzadi, Cizur Menor, 2012, vol. II, p. 722.
1. Apuntes históricos
Después del Concilio Vaticano II, hasta la década de los setenta, la San-
ta Sede suscribió numerosos concordatos y acuerdos: a) con países de mayoría
católica: Venezuela (1964), Argentina (1966), Colombia (1973); b) con países de
tradición cristiana pero religiosamente pluralistas: Austria (1964, 1968 y 1969), Baja
Sajonia (1965), Baviera (1966, 1968 y 1974), Renania-Palatinado (1969),
Saar (1966); c) con países socialistas, con el fin de garantizar a la Iglesia un
mínimo de libertad y de independencia: Hungría (1964), Yugoslavia (1966),
y d) con un país de confesión islámica: Túnez (1964).
La praxis de los últimos decenios demuestra que no ha disminuido la
actividad concordataria. Más aún, ha aumentado notablemente en los años
posteriores al Concilio confirmando, en la práctica, la vigencia de la insti-
tución concordataria y su compatibilidad con los principios conciliares.36
Algunos de los acuerdos postconciliares contienen una regulación general,
o por lo menos amplia, de los distintos asuntos (Argentina 1966, Colombia
1973, España 1976 y 1979, Perú 1980, Italia 1984, Marruecos 1984, Malta
1988 y 1991, San Marino 1992, Israel 1993, Polonia 1993, Croacia 1996,
Portugal 2004, Brasil 2008). Sin embargo, la mayoría trata de cuestiones
particulares de notable importancia como el nombramiento de obispos, la
definición de los límites de las diócesis, asistencia espiritual a las fuerzas ar-
madas, cuestiones económicas, etcétera.
2. Naturaleza jurídica
36
Cfr. Const. Past. Gaudium et Spes, núm. 76.
37
Prieto, V., op. cit., pp. 169-173.
3. Contenido
Derecho de los Tratados, a ésta se debe añadir la Convención de Viena sobre el Derecho de
los Tratados entre Estados y Organizaciones Internacionales, o entre Organizaciones Inter-
nacionales, del 21 de marzo de 1986.
46
Por tratado se entiende “un acuerdo internacional celebrado por escrito entre Estados
y regido por el Derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más
instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación particular” (Convención de
Viena sobre el Derecho de los Tratados, artículo 2o., a).
47
“El hecho de que la presente Convención no se aplique ni a los acuerdos internaciona-
les celebrados entre Estados y otros sujetos de Derecho internacional o entre ésos otros suje-
tos de Derecho internacional, ni a los acuerdos internacionales no celebrados por escrito, no
afectará: a) al valor jurídico de tales acuerdos; b) a la aplicación a los mismos de cualquiera
de las normas enunciadas en la presente Convención a que estuvieren sometidos en virtud
del Derecho internacional independientemente de esta Convención; c) a la aplicación de la
Convención a las relaciones de los Estados entre sí en virtud de acuerdos internacionales
en los que fueren asimismo partes otros sujetos de Derecho internacional” (Convención de
Viena sobre el Derecho de los Tratados, artículo 3o.).
48
Véase Finocchiaro, F., Diritto ecclesiastico, Bolonia, Zanichelli, 1997, vol. 6, pp. 39 y 40.
El autor recuerda además los trabajos de la Comisión de Derecho Internacional de las Na-
ciones Unidas, encargada de los proyectos preparatorios de la Convención, en los que se
encuentran referencias a la preocupación de salvaguardar en el ámbito del ordenamiento in-
ternacional los acuerdos suscritos o por suscribir por parte de la Santa Sede, reconociéndola
como el ejemplo tal vez más importante de sujeto de derecho internacional distinto de los
Estados. Consideraciones análogas, con las referencias oportunas a la documentación dispo-
nible sobre los trabajos preparatorios de la Comisión de derecho internacional, en Barberini,
G., Chiesa e Santa..., cit., p. 49. Sobre el mismo argumento, aunque con una interpretación
distinta del concepto de “Estado” utilizado por la Convención (que sería aplicable directa-
mente a la Santa Sede), véase Ferlito, S., op. cit., pp. 112 y ss.
miento interno del Estado, por otro, de los derechos y deberes de los ciu-
dadanos católicos en relación con el ejercicio del derecho civil de libertad
religiosa.49
Es frecuente el uso de la expresión “cuestiones mixtas” (res mixtae) para
indicar las materias en las que las partes tienen un interés común (desde
puntos de vista distintos), y por tanto, pueden convertirse en objeto de mutuo
acuerdo. Las más clásicas son el matrimonio, la educación, el estatuto jurí-
dico de los ministros sagrados, la atención pastoral de las fuerzas armadas,
etcétera.
Más concretamente, son objeto frecuente de acuerdo concordatario el
reconocimiento y estatuto jurídico de la Iglesia católica; la libertad de comu-
nicación entre la Santa Sede, los obispos y los fieles; la libertad de organi-
zación de la Iglesia, la libertad de culto y de predicación; el nombramiento
de obispos; las circunscripciones eclesiásticas; el reconocimiento de personas
jurídicas e instituciones de la Iglesia; el estatuto jurídico de clérigos y reli-
giosos; la atención pastoral de las fuerzas armadas, de centros hospitalarios,
asistenciales y penitenciarios; la enseñanza de la religión católica en la escue-
la pública; el reconocimiento de títulos académicos y derecho a erigir cen-
tros educativos en sus distintos niveles; el reconocimiento de efectos civiles
al matrimonio canónico, competencia eclesiástica en las causas de nulidad
matrimonial y efectos civiles de las respectivas sentencias; asociaciones de la
Iglesia; las cuestiones patrimoniales, exenciones fiscales, devolución de bie-
nes confiscados a la Iglesia, o bien la correspondiente indemnización; los
seminarios y centros de estudios eclesiásticos; las inmunidades y exenciones
para los lugares de culto; las limitaciones a eventuales actividades políticas de
la Iglesia o de eclesiásticos.
La lista, en cualquier caso, no puede ser determinada a priori. Las cir-
cunstancias cambian y también evolucionan los modos de resolver las cues-
tiones “mixtas”. En los últimos decenios el límite de las posibles materias
se ha ampliado en algunos sectores. Además de las cuestiones más clásicas
aparecen otras como la construcción de edificios dedicados al culto, la tutela
del patrimonio histórico y artístico, la posibilidad para los ciudadanos de des-
tinar a la Iglesia un porcentaje de sus impuestos, la objeción de conciencia,
etcétera.50
49
Cfr. Minnerath, R., “La libertà religiosa tra norme costituzionali e norme concordata-
rie”, Quaderni di Diritto e Politica Ecclesiastica, vol. I, 1999, pp. 87-96.
50
Véase Martín de Agar, J. T., Raccolta di..., cit., pp. 37-39.
5. ¿Institución superada?
tigaciones Científicas, Instituto San Raimundo de Peñafort, 1971, p. 13); para Condorelli,
los concordatos son “instrumentos cuya funcionalidad debe ser valorada en concreto, no a
la luz de esquemas abstractos” (Condorelli, M., “Concordati e libertà della Chiesa”, Il Diritto
Ecclesiastico, 1968, vol. I, p. 284). Véase Ferrer Ortiz, J., op. cit., pp. 315-317.
53 Dalla Torre, G., “L’attività concordataria di Giovanni Paolo II”, Stato, Chiese e pluralismo
confessionale, 2012, p. 6.
54
Martín de Agar, J. T., Raccolta di..., cit., pp. 16-21.
55
Cfr. Dalla Torre, G., “L’attività concordataria di...”, op. cit., p. 3.
56 Ferrari hace notar como la política de concertación entre el Estado y las organiza-
ciones sociales más relevantes (sindicatos, partidos políticos, grupos de presión, etcétera) ha
creado un sustrato favorable para la colaboración entre el Estado y las confesiones religiosas
(Ferrari, S., op. cit.).
57 Feliciani, G., “La laicità dello Stato negli insegnamenti di Benedetto XVI”, Stato, Chiese
e pluralismo confessionale, 2011, pp. 8 y 9.
annotazioni sulla diplomazia multilaterale della Santa Sede”, Ius Ecclesiae, 2007, vol. 19, 3, pp.
671-687.
62
Véase Código de Derecho Canónico, cánones 362-363 y Const. Apost. Pastor Bonus,
artículos 41 y 46.
63
Las organizaciones de las que la Santa Sede es miembro, y actúa a través de un delega-
do, son la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA), la Organización Mundial
para la Propiedad Intelectual (OMPI), la Unión Postal Universal (UPU) y la Unión Interna-
cional de Comunicaciones (ITU). En estas dos últimas, la Santa Sede actúa en nombre del
Estado de la Ciudad del Vaticano. Como consecuencia de su adhesión a algunos tratados
multilaterales, la Santa Sede es miembro, además, de la Organización para la Prohibición
de las Armas Químicas (OPCW) y de la Comisión Preparatoria de la Organización para la
Prohibición Mundial de los Experimentos Nucleares (CTBTO). A nivel regional, la Santa
Sede es miembro de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
64
Véase García-Martín, C., “El estatuto jurídico de la Santa Sede en las Naciones Uni-
das”, Ius Canonicum, 75, 1998, pp. 247-289.
65
Teniendo en cuenta la contribución de la Santa Sede para ayudar a resolver el pro-
blema de los refugiados durante la Segunda Guerra Mundial, se establecieron relaciones de
diverso tipo con la Organización Internacional para los Refugiados. Una de las formas de re-
lación fue el nombramiento, por parte de la Santa Sede, de un observador permanente ante
la OIR, en Ginebra. La OIR fue disuelta en 1952. En su lugar se instituyó la figura del
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Su trabajo comenzó el 1o.
de enero de 1951. De acuerdo con los Estatutos (artículo 4o.) fue constituido un Comité
Consultivo. El 10 de septiembre de 1951 a través de la Resolución 393 (XIII), el ECOSOC
nombró quince Estados, entre ellos la Santa Sede, como miembros del Comité, admitiendo
así la sugerencia de algunas delegaciones de aceptar Estados que no eran miembros de
Naciones Unidas, pero que estaban particularmente interesados en el problema de los refu-
giados. De esta manera, por primera vez, la Santa Sede fue llamada a formar parte de uno
de los organismos de las Naciones Unidas.
66
En el mes de julio de 1955 fue convocada la Conferencia de Ginebra sobre el uso
pacífico de la energía atómica, y en octubre de 1956 tuvo lugar la Conferencia de Nueva
73
Esta fórmula se consolidó en el sistema de Naciones Unidas desde la Conferencia
sobre refugiados convocada por la ONU en julio de 1951. La mención de la AIEA se añadió
después de su creación en 1957 (Cfr. Buonomo, V., “Considerazioni sul rapporto...”, op. cit.,
p. 32).
74 Cfr. Barberini, G., Chiesa e Santa..., cit., p. 49; Ferlito, S., op. cit., pp. 102-104.
75 No obstante, en ocasiones la Santa Sede ha preferido hacerse presente como observa-
dor, no como miembro (es decir, con voz y sin voto). Fue el caso de la Conferencia de Pekín
sobre la Mujer, en 1995.
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