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LA EXPEDICIÓN DE LA KON TIKI

INTRODUCCIÓN

Cierto día, un investigador noruego junto a su esposa conversaban sobre los imperios
sudamericanos y sus antepasados ubicados en el océano más grande del mundo.
Dicho estudiante de Zoología decidió abandonar la carrera para empezar la aventura
sobre el descubrimiento de pueblos primitivos, su plan era de cruzar el Pacífico en una
balsa india partiendo desde Perú hasta lograr encontrar Polinesia con el objetivo de la
identificación del héroe legendario Tiki (hijo del sol) y el nombre original del Dios-Sol
Virakocha, que ha sido el más usado en el Perú en tiempos antiguos, fue Kon-Tiki o
Illa-Tiki, que quiere decir Sol-Tiki, era sumo sacerdote y Rey Dios de los legendarios
hombres blancos de que hablaban los incas.
Así que, emprendió esta aventura y se trasladó hacia Nueva York con el motivo de
buscar personal para su tripulación. Después de conversatorios, armó su tripulación y
estuvo conformada por Herman Watzinger (investigador de termodinámica), Peter
Freuchen (explorador polar) , Knut Haugland (operador de radio en la operación de
Rjukan), Torstein Raaby (oficial, paracaidista y operador de transmisiones radiales
nocturnas), Erik Hesselberg (técnico de operaciones radiales) y Bengt Danielsson
(etnólogo sueco)[ CITATION Pre18 \l 12298 ].

DESARROLLO

El investigador se trasladó a Ecuador junto a Herman, se dirigieron a las selvas de


Quevedo y la recorrieron mediante un jeep, todo comenzó desde las 5:15 am
conducido por un Capitán de ingenieros, Agurto Alexis, el camino comenzó por las
callejuelas desiertas, donde la luna se reflejaba pálidamente en las encaladas paredes
de adobe, hasta que salimos al campo, donde comenzaron a correr hacia el sur, a
través de la región montañosa, donde se observaba gran número de indios que
cruzaron la ciudad de Latacunga mientras que en las montañas, se veía un racimo de
chozas; cada vez había menos hechas de barro y más eran, en cambio, las de caña
con techos de paja seca. Cuando el jeep llegó dando saltos y tumbos, el lugar pareció
cobrar vida y algunos nativos que hablaban español nos informaron que aquel río era el
Palenque y que Quevedo quedaba justamente al otro lado. Ahí no había puente y el
agua del río era veloz y profunda, pero ellos se manifestaron dispuestos a llevarnos en
balsa a nosotros y al jeep, así que colocando una tabla debajo de cada rueda llevaron
el jeep sobre los troncos.
Después de todo el recorrido, llegaron a las plantaciones de Don Federico, el cual tenía
conocimiento de las balsas desde temprana edad, cuando vivía a orillas del mar y los
indios venían en grandes balsas para vender pescado en las costas de Guayaquil. Los
trabajadores de Don Federico habían derribado un nuevo coloso para la balsa, que
constaban de doce troncos, los cuales fueron bautizados con Kane, Kama, Ilo, Mauri,
Ra, Rangi, Papa, Taranga, Kura, Kukara y Hiti, estos nombres fueron en honor de las
legendarias figuras polinesias cuyos nombres habían cruzado el mar, junto con Tiki,
desde las costas del Perú. Una vez conseguido el material para la balsa, el investigador
se trasladó hacia la Estación Naval de Perú para solicitar ayuda con la construcción de
la balsa, en primer lugar se colocaron los nueve troncos libremente en el agua, unos
junto a otros, para que tomaran su posición natural de flotación antes de amarrarlos; la
parte posterior de la balsa fue cortada en línea recta, con excepción de los tres troncos
centrales, que salían de esta línea, entonces la balsa quedó terminada amarrada con
trescientos trozos de cabo de diferentes longitudes; toda la construcción fue una copia
exacta de las antiguas embarcaciones del Ecuador y Perú. Todo parecía estar perfecto,
pero el Ministro de la Marina fue a inspeccionar el trabajo y su expresión delató
claramente la inconformidad con la construcción, tanto así que el investigador noruego
tuvo que firmar un papel librando a la Marina de toda responsabilidad, el problema fue
que la proa roma y sin perfil de nuestra tosca embarcación no podría aprovechar el
empuje del viento en la vela. A pesar de todos los comentarios negativos de la
embarcación, llegó el momento del bautizo, este fue el 27 de abril de 1947 y se izó la
bandera noruega, estuvo a cargo de Gerda Vold, la secretaria de la expedición y
agente de enlace en tierra firme, utilizó leche de coco, para estar en armonía con la
Edad de Piedra, el nombre de la balsa se quedó como Kon-Tiki.
El viaje se efectuó el 28 de abril con los 6 integrantes a bordo, salieron desde la Bahía
de Callao, dónde se encontraron con las frías masas de la corriente de Humboldt, en
este mismo lugar Pizarro, Zárate y los demás españoles observaron por primera vez
las inmensas balsas a velas que usaban los indios y las utilizaban para pescar atunes y
delfines[ CITATION Hey51 \l 12298 ].

CONCLUSIÓN

Pasaban las semanas y no se encontraban rastros de alguna civilización antigua en los


oceános sudamericanos. Después del nonagésimo quinto día de navegación, luego de
haber sobrevivido a tormentas y daños en la Kon Tiki, en el área del archipiélago de
Tuamotu, los navegantes lograron divisar una isla, según los cálculos de Hesselberg
se trataba de la isla Puka Puka, justo en la Polinesia; dicha isla daba la idea de una isla
móvil. No todo fue felicidad, pues la isla se ocultó con la subida de la marea, así que la
navegación continúo, en el nonagésimo séptimo día, finalmente lograron divisar la
anhelada isla polinésica y fueron recibidos por dos hombres morenos de raza
indígena. Al desembarcar fueron recibidos con cantos y mucho entusiasmo, esto
demuestra que la misión fue totalmente un éxito, puesto que los 6 navegantes llegaron
con vida a su destino, otro aspecto importante que destacar es que la distancia ni la
tecnología no son factores determinantes, sino el comportamiento de los vientos y las
corrientes. Por lo tanto, las migraciones marinas deber ser realizadas en base a esos
dos parámetros y la fabricación adecuada de la embarcación, no existe inconvenientes
con las balsas.

REFERENCIAS

Heyerdahl, Thor. (1951). La expedición de la Kon Tiki. Barcelona: Editorial Juventud.


Prego, Carlos. (2018). La “Kon-Tiki”: una expedición digna de los Óscar que despierta
vocaciones científicas. Noruega: Hipertextual.

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