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FOSTER EL ARTISTA COMO ETNÓGRAFO

En el arte avanzado de izquierdas ha surgido un nuevo paradigma estructuralmente semejante


al viejo modelo del autor como productor, se trata del artista como etnógrafo.

LA POLITICA CULTURAL DE LA ALTERIDAD.

En el contexto histórico el objeto de crítica ha sido siempre la sociedad burgués - capitalista en


todas sus acepciones, incluida el arte. En la actualidad el contexto ha cambiado y la lucha se
centra fundamentalmente en el otro cultural o étnico, que es donde esencialmente el artista
está comprometido con el mundo cultural y social. El lugar de la transformación política es el
mismo lugar de transformación artística y el lugar donde se produce la obra se encuentra en
otro lugar, en el modelo del etnógrafo lo vemos con el otro cultural, el oprimido poscolonial.
El artista es percibido como otro y tiene acceso a la posibilidad de incitar al cambio social y
político. El peligro para el artista etnógrafo es el mecenazgo ideológico.

Este peligro viene dado de la propia definición, es decir, de la separación entre la identidad
del autor/artista y del trabajador/el otro. El peligro tendrá todavía mucho más calado cuando
se identifique al artista como un informante de lo que acontece en la sociedad y como
etnógrafo. De aquí se infiere que identidad no es lo mismo que identificación, y que la primera
no puede sustituir las complicaciones de la segunda. Para Foster el paradigma del etnógrafo,
como modelo de productor, no consigue reflejarse en su supuesto realista. El otro, se encuentra
en la verdad muy alejado de cualquier ideológica, se trata de un transformador de un
productor. Esta verdad es necesaria para afirmar una posición política o bien una opresión
social pero también podemos conceptuarla como fantasía primitivista para denunciar la
opresión sexual y estética.

Hay dos precedentes importantes del paradigma del etnógrafo en el arte contemporáneo en
el cual la fantasía primitivista es mucho más activo: el surrealismo y el movimiento de la
negritude. Ambos son formas rupturistas con la alteridad radical del otro cultural, muy
distanciadas del arte antropológico de hoy en día, pues la asociación primitivista del
inconsciente y de la otra rara vez se dan de ese modo. La versión primitivista del supuesto
realista, se encuentra ubicada en otro exterior con graves problemas de identidad, donde
podemos distraer la parte fundamental de la contestación inmanente.
En este punto encontramos el problema de la política de ese exterior-otro. En la sociedad de
consumo actual el exterior puro es casi imposible, pues es dependiente de forma casi total de la
sociedad consumista. La idealización de la otredad tiene a ser una línea temporal en la que un
grupo es privilegiado como nuevo sujeto de la historia, únicamente para ser desplazado por el
otro, lo que ocasionará grandes diferencias (sociales, étnicas, sexuales) y diferencias dentro de
los mismos grupos. La cuestión es dominar a los sujetos históricos antes de que sean
socialmente eficaces.

ARTE Y TEORÍA EN LA ERA DE LOS ESTUDIOS ANTROPOLÓGICOS.

Aquí Foster quiere hacernos ver una gran similitud entre el artista y el antropólogo, ¿será el
artista aquella persona en la que se rehace el antropólogo como un intérprete del texto
cultural?, en este punto podemos ver grandes similitudes entre aquellas personas que nos tratan
de manifestar los problemas culturales y sociales a la vez, como el antropólogo, el crítico, el
historiador muy asimilado al artista, es decir, el otro cultural.
FOSTER EL ARTISTA COMO ETNÓGRAFO
La nueva antropología entiende la cultura de modo diferente, como texto, lo que equivale a
decir que su proyección sobre otras culturas es tan textualista como esteticista. Este modo es el
que desafía a la autoridad etnográfica mediante paradigmas discursivos, todo ello desemboca
en la reducción de las relaciones sociales en relaciones comunicativas. En la actualidad se ha
puesto en evidencia las luchas teóricas entre el nuevo etnógrafo y los artistas y críticos. Los
antropólogos quieren explotar el modelo textual en la interpretación cultural, los artistas y
críticos aspiran al trabajo de campo en el que la teoría y la práctica parecen reconciliarse.

En el arte del siglo XX hay muchas alusiones al otro, vinculadas a la política de la alteridad
(mirada desde el punto de vista del otro) : 1) la antropología es considerada como la ciencia
de la alteridad 2) es la disciplina que toma la cultura como su objeto 3) La etnografía es
considerada como contextual 4) La antropología es concebida como árbitro de lo
interdisciplinario 5) Las últimas autocríticas de esta ciencia la hacen ver desde una perspectiva
muy atractiva.

De todo ello se infiere que la antropología cuenta con los modelos que dominan el arte, como
la ideología del texto y el giro lingüístico., poniéndose de nuevo de manifiesto las tensiones,
entre el etnógrafo, artistas y críticos.

LA UBICACIÓN DEL ARTE CONTEMPORÁNEO.

• LOS OTROS

El giro etnográfico (aquel que describe y estudia los pueblos y culturas) en el arte
contemporáneo es también impulsado por los desarrollos ascendentes del arte en los últimos
treinta años, como el arte minimalista, conceptual o performance. El arte se abre al mundo
exterior dejando los espacios tradicionales y tratando de resolver los problemas crecientes en
la sociedad de consumo, como la economía, la sexualidad y el problema étnico, recibiendo la
presión de los movimientos sociales. El arte, pues, pasó al campo ampliado de la cultura del
que se pensaba que la antropología debía ocuparse.

• MAPEO

Estos desarrollos constituyen también una serie de deslizamientos en la ubicación del arte, de
tal forma que muchos artistas, toman posición sobre diferentes fenómenos que acucian a la
sociedad como el sida, la carencia de hogar. Esta figura ha comportado la figura del mapeado,
es decir aquel artista que elige una situación o lugar, entra en su cultura e idioma y cuando
acaba se dirige a otro lugar para iniciar esta misma acción; el artista no sólo mapea ( registra,
revisa e inspecciona) sino que también trabaja.

MEMORIA DISCIPLINARIA Y DISTANCIA CRÍTICA.

Actuar como etnógrafo permite, entre otras cosas, ejecutar modelos que colaboren con
posibles problemas de género, raza, identidad y reflexionar sobre el activismo, la familia. De
aquí que Foster advierta que una sobre identificación reductora con el otro no es deseable; se
necesita una reflexión para evitar la autoalteración. Este modo de trabajo demanda que los
artistas y críticos conozcan no sólo la cultura para poderla mapear, sino también su historia
para narrarla.

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