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El proceso de socialización en la formación de hábitos y comportamientos sostenibles en los

estilos de vida saludables.

¿Cómo la familia forma un hábito saludable en el niño?

La primera infancia, a través de los años ha logrado posicionarse social y culturalmente en nuestro
contexto, de modo que le exige a los agentes cercanos al niño, cumplir con sus funciones como
mediadores entre este y la cultura. La participación, entrega, disposición y compromiso de los
diferentes agentes socializadores, determinan la forma en la cual el niño se relaciona y se
desarrolla de manera integral.

El ser humano aprende a relacionarse desde pequeño con la familia, es decir, allí se aprenden las
bases para la interacción con los demás; también los estilos de vida, las formas de pensar, los
valores, los hábitos, entre otros, que sirven para configurar la personalidad del individuo, que
posteriormente se desenvolverá en un contexto sociocultural.

Por lo anteriormente dicho es importante destacar también que el buen estilo de vida saludable,
es aquel en el que se mantiene una armonía y equilibrio en su dieta alimentaria, actividad o
ejercicio físico, vida sexual sana, conducción segura, manejo del estrés, capacidad intelectual,
recreación (sobre todo al aire libre) descanso, higiene, paz espiritual buenas relaciones
interpersonales, así como también la relación con nuestro entorno entre otras.

La socialización es un proceso que se da a lo largo de la vida y permite a los individuos, desde la


más temprana infancia hasta la vejez, adaptarse a las nuevas circunstancias del entorno, de tal
forma que logran en cada etapa de la vida una integración cabal al medio social.

El espacio de socialización inicial más importante para el niño lo constituye la familia, un grupo
que facilita la estructuración de la identidad a la vez que es fuente de afectos y refugio.
Una de las funciones primordiales de la familia es orientar las acciones presentes y futuras de los
niños, bajo los parámetros y las directrices propuestas por la sociedad a la que pertenecen los
miembros de la familia.

La familia incide directamente en los diferentes hábitos de salud, en la expresión del afecto, en la
posición moral y religiosa y en el tipo de vínculo interpersonal que se establece entre los
individuos.

Indiscutiblemente, la primera infancia es una etapa crucial en el desarrollo vital del ser humano.
En ella se asientan todos los cimientos para los aprendizajes posteriores, dado que el crecimiento
y desarrollo cerebral, resultantes de la sinergia entre un código genético y las experiencias de
interacción con el ambiente, van a permitir un incomparable aprendizaje y el desarrollo de
habilidades sociales, emocionales, cognitivas, sensoperceptivas y motoras, que serán la base de
toda una vida.

Los primeros años de vida son esenciales para el desarrollo del ser humano debido a que las
experiencias tempranas perfilan la arquitectura del cerebro y diseñan el futuro comportamiento.

La primera infancia es la etapa que abarca desde el nacimiento hasta los ocho años de edad, la
primera infancia marca el periodo más significativo en la formación del individuo, puesto que en
ella se estructu- ran las bases del desarrollo y de la personalidad, sobre las cuales las su- cesivas
etapas se consolidarán y se per- feccionarán. Es justamente en esta etapa que las estructuras
neuro- fisiológicas y psicológicas están en ple- no proceso de maduración y en este sen- tido, la
calidad y cantidad de influencias que reciban los niños y niñas del entorno familiar,
socioeconómico y cultural los moldearán de una forma casi definitiva.

En los hábitos saludables, el papel de los padres es fundamental pues los niños y niñas aprenden
en primera instancia del ejemplo, si los padres de familia son participes de este estilo de vida será
más ameno el aprendizaje y adquisición de estos.

El niño adquiere las primeras normas, actitudes y desarrollo de hábitos saludables en general, y a
través del juego y la lúdica, en particular. Como define (Cuadros, 2014) “la familia es el agente
clave para fomentar el discurso sobre hábitos de salud, donde se incluyen los hábitos físico-
deportivos saludables”. Este docente también afirma que el rol de los padres de familia es básico
en la enseñanza de hábitos de vida saludables, pues si la familia por medio del dialogo, la sana
alimentación, la compañía y el ejemplo enseñan buenas prácticas alimenticias, deportivas, de
actividad física, también tomar agua, etc. Los infantes vivenciarán diversas experiencias en pro de
su salud de manera significativa y las harán parte de su vida.

Para concluir esta categoría se invita a trabajar en dualidad con los padres de familia como
miembros activos del proceso enseñanza-aprendizaje que desde el hogar enseñan y forjan hábitos
y conocimientos, con esto se busca afianzar lazos comunicativos asertivos en los que propicie el
trabajo mancomunado en pro de la enseñanza de hábitos saludables para los estudiantes desde la
primera infancia, igualmente la oportunidad de jugar solo y en compañía de pares y mayores,
compartir con todos los compañeros, probar diversos juegos, hacer actividad física, comer varios
alimentos (verduras, carnes, frutas, granos, cereales, etc.) en las que los niños adquieran gusto por
la sana alimentación. Dar ejemplo, docentes y padres deben llevar una vida activa y con hábitos
sanos en la que los niños vean que si lo hace el adulto él también puede aprenderlo.
Es decir que la higiene, la alimentación y la actividad física se unen entre sí para generar hábitos
saludables para la vida.

Siendo la familia el primer y principal educador para la formación integral durante la primera
infancia, la cual ayuda a la estructuración de su personalidad y lo prepara para los diferentes
ámbitos de interacción social, se da la importancia de abordar el tema a desarrollar, sobre la
influencia de las relaciones familiares en la primera infancia, reconociendo que cada familia tiene
su propio sistema de relacionamiento y comunicación, el cual la hace diferente una de otra.
Muñoz (como se citó en Infante y Martínez, 2016) afirma que la familia es promotora del
desarrollo del individuo, por lo que se convierte en el elemento más propicio para la crianza y
educación del ser humano, ya que es donde se promueve su desarrollo personal, social y
cognitivo.

Cuando los padres y cuidadores dan ejemplo, y ofrecen confianza y seguridad al interior de la
familia, se propicia un ambiente cálido y de respeto que contribuye significativamente a la
autoestima positiva, el autoconcepto, la seguridad y confianza durante la primera infancia,
logrando que se valoren a sí mismos y a las demás personas.

El contexto familiar es de gran influencia para el desarrollo de la personalidad durante la primera


infancia; de este modo, es la familia quien le ofrece los soportes necesarios para su desarrollo
psicológico; el infante podrá ir modificando su conducta a través de sus experiencias adquiridas y
trasladarlas al entorno social.

Las experiencias en la infancia y las relaciones con los miembros de la familia son importantes para
el desarrollo social y emocional del individuo. Es necesario que las relaciones entre padres e hijos,
durante la primera infancia, sean experiencias positivas y constructivas, basadas en afecto,
confianza, respeto y buena comunicación, de manera que favorezcan la interacción con otras
personas. La sana convivencia propicia una satisfacción familiar entre sus miembros.

Los hábitos de vida saludables son estilos de vida, de comportamiento, de los cuales los más
conocidos son los que tienen que ver con la alimentación, la higiene, la actividad física, la
protección, los hábitos tóxicos… pero hay muchos otros que tienen que ver con actitudes básicas
necesarias para la salud mental.

Cuantos más pequeños los niños, más receptivos son a la influencia y al aprendizaje de hábitos y
rutinas de salud, y también a los riesgos y a las condiciones de inseguridad.

Esto permite evidenciar que efectivamente los hijos son el reflejo de las acciones y
comportamiento de los padres, por tal razón, es recomendable que el actuar de los padres esté
siempre orientado a proporcionar modelos dignos de imitar por parte de aquellos que están en
proceso de desarrollo personal.

Hábitos saludables en la infancia Educar a los niños y niñas en Hábitos Saludables desde temprana
edad, es la medida preventiva mas eficaz para mejorar la condición de salud a lo largo de toda la
vida del individuo.

Desarrollar en ellos hábitos y costumbres sanos, que los valoren como aspectos básicos de la
calidad de vida y que rechacen las pautas de comportamiento que impidan la adquisición de un
bienestar físico y mental, ayudará a lograr cumplir el objetivo de “vivir más, vivir mejor” al evitar
procesos patológicos desde su raíz, como las enfermedades cardiovasculares (ECV), aterosclerosis
e hipertensión arterial, la ingesta calórica excesiva con obesidad, niveles elevados de colesterol,
sedentarismo, hábito de fumar y beber alcohol.

Para introducir nuevos valores y que los niños adquieran hábitos saludables duraderos que
redunden en su bienestar y calidad de vida, sobre todo de cara a su posterior desarrollo físico e
intelectual, será conveniente que los padres sirvan de modelo.

Ha sido demostrado que los niños presentan una mayor predisposición a consumir alimentos
saludables y a llevar una vida activa si tienen el ejemplo de sus padres y de otros miembros de la
familia.

Es decir, si la familia practica hábitos saludables es mucho más fácil convencer a los hijos de que
hagan lo mismo, y sus efectos se prolongarán a lo largo de toda la vida.

Es importante que la familia se reúna, para comer juntos, y utilizar estos ratos para charlar,
compartir impresiones y hacer proyectos. Eduque a comer despacio.

No se debe utilizar la comida como sistema de castigo, no hay que buscar entretenimientos y hay
que evitar que los niños coman delante de la televisión.

Una buena comunicación familiar permite a sus miembros sentirse más a gusto con ellos mismos y
con los demás. A través de la comunicación se transmiten a los hijos las ideas, valores y creencias
que son insustituibles para su evolución y maduración personal (Moreno, Londoño y Rendón,
2015). En este sentido, se tiene en cuenta que es imprescindible saber escuchar y respetar las
opiniones de los demás, por muy distintas o extrañas que parezcan: cada miembro de la familia
debe hacerse responsable de sus opiniones y emociones y permitir, así, una mejor comunicación y
un ambiente de mayor comprensión

La actividad física hace referencia a cualquier movimiento corporal voluntario, repetitivo y


producido por los músculos esqueléticos, que exige gasto de energía (1,2). La cultura del
movimiento se relaciona con la manera en que las personas incorporan comportamientos y
conductas que implican actividad en todos los momentos del día para garantizar que el cuerpo
esté en movimiento. Al moverse, cada día, las personas cuidan su salud, aumentan su bienestar y
calidad de vida. ¡Se sienten felices!

Primera infancia La actividad física durante estos momentos del curso de vida se desarrolla a
través del juego, contribuye al desarrollo integral y bienestar de los niños y niñas, y fortalece el
proceso de aprendizaje del cuidado como estilo de vida. El juego, además de que divierte a niños,
niñas, padres y cuidadores, permite fortalecer la autoestima y la creatividad, ejercitar la atención y
la memoria, fomentar valores como la solidaridad, desarrollar capacidades como la resiliencia,
aprender el cumplimiento de normas, crear lazos sociales y mejorar las interacciones con las
personas, además de aprender a expresarse corporalmente y a tener control motor del cuerpo.
Padres y cuidadores juegan un rol fundamental pues en estos primeros años de vida son ellos
quienes, con el ejemplo y compañía, fomentan la práctica de actividad física y permiten a los niños
mantener su cuerpo en movimiento (11-13). Entre 0 y 12 meses Se debe fomentar la interacción
entre los padres, cuidadores, niños y niñas mediante juegos que permitan la estimulación
temprana, por medio del uso de objetos como: pelotas, sonajeros y otros juguetes que capten la
atención del bebé. Es recomendable que estas actividades se realicen en un lugar tranquilo y
seguro, al menos cada dos horas durante el día, con una duración aproximada de quince minutos
(8).

La alimentación y la nutrición son procesos complementarios, y con características diferentes,


esenciales para la vida de las personas y las comunidades (1).

La alimentación se relaciona con la manera en que se proporcionan los alimentos indispensables


para el cuerpo. Es un acto voluntario, y consciente, permeado por diferentes factores sociales,
culturales, económicos y ambientales (1). La nutrición hace referencia a aquellos procesos
involuntarios en los que la persona ingiere y digiere alimentos, los absorbe, transporta, aprovecha
los nutrientes, y las sustancias no nutritivas, y excreta los desechos del metabolismo. Es necesario
diseñar e implementar estrategias en los diferentes entornos que permitan promover el
aprendizaje

para lograr una mayor atención integral y educación de calidad para la primera infancia tenemos
que empezar a difundir y compartir información esencial que necesitan los padres, educadores y la
comunidad en general sobre esta etapa crucial del desarrollo humano, que dura tan poco tiempo y
que no regresará jamás, dejando sus marcas en toda una vida
Hábitos saludables para la primera infancia Siendo la primera infancia la etapa del ciclo vital que
nos compete, se establecen entonces estos hábitos saludables para niños y niñas (Medina, 2016):
➢ Hacer ejercicios físicos o deportes ➢ Jugar al aire libre y caminar ➢ Evitar el sedentarismo
(menos televisión y uso de aparatos electrónicos) ➢ Ofrecer buena, variada y equilibrada
alimentación ➢ Beber agua y evitar gaseosas ➢ Cuidar la higiene del cuerpo y los dientes ➢
Comer, siempre que sea posible, juntos y en la mesa ➢ No excederse en las comidas.

En primera instancia, dentro de la importancia de la enseñanza de la higiene y los hábitos


saludables (Locke, 1688) propone una “educación corporal”, la cual defiende que es importante
introducir al niño desde temprana edad en ejercicios desde la familia que implique los alimentos
saludables, las prevenciones para climas como frio o el calor, según el caso, así mismo se debe
entender las consideraciones del lavado e higiene del niño. Logrando fomentar el fortalecimiento
corporal y de la creación de hábitos saludables, los cuales a medida que va pasando el tiempo, no
es necesario recalcarlos, puesto que llegará un momento en el que se deje en libertad a los
jóvenes y apropiarlos a sus propias conductas en su vida cotidiana.Se invita a implementar la
higiene en el aseo diario y la limpieza de las personas, las viviendas y los lugares cotidianos del
entorno, los niños cuando aprenden a cuidarse, se quieren su autoestima crece, son más
independientes con el cuidado de su cuerpo y lo evidencian en su salud y con el respeto y el aseo a
su medio ambiente; si se da un buen ejemplo en el hogar y se lleva a cabo una enseñanza de esta,
serán estudiantes comprometidos consigo mismo y con el medio que los rodea. En esta
importante etapa, que es la primera infancia se trabajara la higiene no como un tema o un
concepto sino como un hábito, un estilo de vida, un valor, un derecho y un deber que se enseña de
manera significativa en un proceso integral, transversal y vivencial en los distintos escenarios en
que se desarrollan los infantes.

ALIMENTACIÓN SALUDABLE

Ha sido demostrado que los niños presentan una mayor predisposición a consumir alimentos
saludables y a llevar una vida activa si tienen el ejemplo de sus padres y de otros miembros de la
familia.

Es importante que la familia se reúna, para comer juntos, y utilizar estos ratos para charlar,
compartir impresiones y hacer proyectos. Eduque a comer despacio.

No se debe utilizar la comida como sistema de castigo, no hay que buscar entretenimientos y hay
que evitar que los niños coman delante de la televisión.

Lo ideal es hacer cinco comidas al día: desayuno, media mañana, comida, merienda y cena.

El desayuno es una comida importante, porque aporta la energía que su cerebro necesita para
rendir adecuadamente en el colegio, y puede incluir leche, que puede sustituirse por yogurt o
queso, cereales (pan, galletas, o diferentes formas de repostería o comerciales) y una ración de
fruta que puede ser entera o en zumo.
La comida y la cena deben incluir alimentos nutritivos complementarios. Enséñeles a comer
verduras, ensaladas, legumbres, verduras crudas o ensalada y, la carne y el pescado horneados,
asados a la parrilla o hervidos.

PROMOCIÓN DE ACTIVIDAD FÍSICA REGULAR

Es importante incluir actividades físicas en la rutina diaria de la familia entera, planificando los
horarios para que todos se muevan: pasear, montar en bici, ir a nadar, al parque o simplemente
salir al exterior a jugar, que ayudará a mantener en forma a toda la familia, y aprovechar para que
los niños jueguen con otros niños.

Se recomienda hacer al menos media hora de deporte al día, tres días a la semana, con las
protecciones necesarias, y en lugar seguro, pero concéntrese en la diversión más que en
habilidades determinadas. Los niños no deben hacer pesas. Utilice las escaleras.

Limite la cantidad de tiempo que los niños pasan delante del televisor y las videoconsolas,
ofreciendo como alternativa de ocio una mayor dedicación a la lectura, que fomenta la creatividad
y la imaginación de sus hijos. Si usted se interesa por los libros, su hijo le imitará.

Seleccione los programas de TV adaptados a la edad de sus hijos. Comente con ellos sobre lo que
ven, y enséñeles a rechazar los contenidos sexistas, sensacionalistas, o que fomenten la violencia o
competitividad. Evite los videojuegos que no sean adecuados a su edad, violentos o no
constructivos. Dedique tiempo, atención y afecto a sus hijos.

HIGIENE

Acostumbre a los niños y niñas a lavarse las manos, incluidas las uñas, antes de tomar alimentos y
siempre después de haber ido al cuarto de baño o de venir de jugar.

En cuanto tenga suficiente edad sustituya el baño diario por la ducha, de pocos minutos, a una
temperatura de 34 a 36º.

Para la higiene bucodental, los niños ya pueden cepillarse solos los dientes para los 2 años, aunque
durante los primeros años es conveniente revisarlos cuando termine. Acostúmbrele a que se
cepille, por lo menos dos veces al día, y siempre antes de acostarse. Si ven a los padres hacerlo,
aprenderán más fácilmente. No es recomendable que las niñas usen toallitas perfumadas para la
higiene íntima. Enséñele que los genitales se limpian desde delante hacia atrás. Eduque a sus hijos
a tener precaución con la exposición al sol, y acostúmbreles a la utilización de protectores solares.

La eficacia de las conductas saludables es mayor si se instauran desde la infancia.

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