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Texto: Felipe Gálvez

El México de 1920 fue tan impredecible como el Popocatépetl. Durante varios meses, el
volcán esparció resquemores y espanto por ambos lados de la cordillera. Es muy probable
que esto ocurriera cuando la voz de Paolo Tosti, manaba toscamente de los audífonos de los
radiorreceptores.
Los hermanos Adolfo Enrique y Pedro Gómez Fernández habían podido efectuar aquel
sencillo primer programa mexicano de radio trasmitido desde una cabina adaptada en una
añosa taquilla ubicada en los bajos del desaparecido Teatro Ideal de la calle de Dolores
número 5, próximo a la Alameda, en la Ciudad de México.
La emisora del doctor Gómez, como se la conoció entre sus contemporáneos, tuvo corta vida.
Apagó sus bobinas al iniciar 1922. Salió del aire cuando el disciplinado médico militar Adolfo
Enrique Gómez Fernández y su familia tuvieron que emigrar, por razones de orden suprema,
a Saltillo, Coahuila, en febrero de ese año.
Intocado hasta entonces, el aún transparente aire citadino, repentinamente se vio cruzado en
todas direcciones por voces, música y pájaros de acero. Fue así como un miembro del
Estado Mayor del presidente Obregón trepó el 28 de septiembre de 1921, al asiento extra del
avión Farman del Grupo Folk de radioexperimentación del Ejército Mexicano, del que
Fernando G. Proal era el piloto. El pájaro metálico sobrevoló aquella mañana los aires de
Balbuena para permitir que desde tierra el presidente de la República y los operadores del
radiorreceptor de Pachuca escucharan con claridad meridiana el diálogo que desde el aire
sostenían aquellos osados aeronautas.
Otro episodio similar tuvo lugar al siguiente día cuando un fonógrafo, colocado frente al
trasmisor de Pachuca, ejecutó la popular canción La Adelita. Una semana después, se ha
dicho quizá con cierta ligereza, la radiodifusión cundió por el norte del país. La noche del
domingo 9 de octubre de 1921, el trasmisor Tárnava Notre Dame (TND) habría dado por
terminada la primera emisión de su discutible existencia. El programa habría durado noventa
minutos. El técnico y locutor bilingüe de esa noche habría sido el mismísimo ingeniero
Constantino de Tárnava, a quien en 1971 la CNIR rindió honores por su trabajo en los
campos de la radiofonía.
Asentado lo anterior es legítimo aseverar que no fue en el noreste, sino en el noroeste del
país donde la radio se encendió en tercer término. El 21 de octubre de 1921 el diario
Excélsior consignó: "En los últimos días y con la asistencia del señor J. P Maher,
representante de !a Radio Telephone Company, se   han efectuado en presencia del
gobernador del estado, y .otros funcionarios, pruebas decisivas respecto a la eficacia del
teléfono inalámbrico que se ha instalado en esta ciudad, con aparatos comprados por el
gobierno local.
"En el curso de las pruebas se consiguió no solo ponerse al habla con Ciudad Juárez, sino
escuchar conversaciones y piezas de música , que estaban tocando en Los Ángeles y en la
isla Catalina, en la Alta California, a más de 3 mil kilómetros de esta ciudad."
Proliferan las antenas
Ese mismo año, y desde la capital del país, salió al aire, la emisora X-1 del señor Jorge
Peredo. En los meses por venir un fenómeno curioso empezó a delatar, en los más diversos
puntos de la capital y del país, la presencia de radio-trasmisores y radiorreceptores.
Incontables esqueletos de estructuras a base de madera o metal y alambre, mucho alambre,
brotaron a manera de coronas esperpénticas, sobre las azoteas de incontables casas y
edificios.
La radioafición iba en aumento al concluir 1922. Era tanto el entusiasmo que ni siquiera
menguó cuando el lo. de diciembre, casi al concluir el año, los capitalinos escenificaron la
primera gran guerra por el agua de su historia. Ocasión que dio oportunidad al jefe del
ejecutivo, general Álvaro Obregón, de dar muestra, una vez más, de su ingeniosa crueldad.
En la alborada de 1923 la posesión de un radiorreceptor de válvula o de galena era todo un
signo de distinción. Tanto que día tras día iba en ascenso el número de viviendas que
destinaban un cuarto o un amplio rincón a tan estridente huésped.
Esto era lo que decía, el aviso 2447, publicado en la página X del Directorio general de la
República Mexicana, que acompañó a la edición de El Universal del 1 de enero de ese año:
"Radiotelefonía inalámbrica. El gran invento del siglo XX. Puede usted oír todas las noches
en su casa conciertos de los Estados Unidos. Francisco P. Cabrera. República y Francisco l.
Madero. Apartado número 339."
Todo, incluido el cinematógrafo, otra maravilla de la técnica de la época, experimentó un
fuerte impacto al aparecer el nuevo ingenio tecnológico. Aunque pudo por aquellas horas, el
cine registró, por medio de la publicidad, la aparición del radioteléfono.
Con el paso de los días su presencia fue cada vez más notoria. La Secretaría de Relaciones
Exteriores no tardó en contar con equipo de radiocomunicación. El ingeniero Salvador F.
Domenzáin instaló un trasmisor con el que esa Secretaría entró en contacto de inmediato con
las plantas trasmisoras de Fort Worth, Texas y varias otras que irradiaban desde el territorio
nacional.
El éxito de las trasmisiones practicadas durante más de año y medio, hizo que los diarios
capitalinos volvieran la vista con interés hacia los trastos radiofónicos. Poco a poco El
Universal descubrió sus ventajas y no tardó en hacer uso de un radiorreceptor para
incrementar sus fuentes de información. En su edición del 2 de enero de 1923 hizo notar a
sus lectores que contaba con un aparato receptor que hacía posible obtener informaciones
exclusivas.
Fascinados por haber logrado descifrar algunas de las claves del aire, los mexicanos
prosiguieron en su tarea de encontrar nuevas aplicaciones para los aparatos de la nueva
época. Así, el 19 de febrero, apoyados en el teléfono, los redactores del vespertino El Mundo
divulgaron en exclusiva, veinte minutos después de concluida, la reseña de la corrida de toros
celebrada en la ciudad de Toluca.
Eran los días, además, en que el dueño de la Casa del Radio, señor Raul Azcárraga, hacía
pruebas con una planta de 50 watts introducida al país de contrabando, auxiliado por los
señores Gustavo Obregón y Jorge Marrón -locutores y técnicos de la emisora-Don Raúl
Azcárraga, con mucha visión pero con magra suerte, intuía que el aparato con el que
experimentaba indudablemente un enorme futuro.
Nuevas emisoras
El 4 de marzo, la Escuela de Ingenieros inscribió su nombre en la nómina de los precursores
de la moderna radio de México. Ese día puso en el aire la señal de su trasmisor y su locutor
lanzó a las ondas un telefonema aéreo. En dicho mensaje se habló de México; de su clima,
de su producción vegetal, de su portentosa riqueza mineral y petrolera, de su agricultura y de
sus industrias.
Una de las publicaciones de la capital que más temprano contó con un trasmisor en sus
instalaciones fue el semanario El Universal Ilustrado. El 8 de mayo de 1923 a las 20 horas
salió al aire, con una onda de trasmisión de 375 metros, la emisora de 50 watts que
patrocinaban La Casa del Radio y dicha revista.
En presencia de Carlos Noriega Hope y Raúl Azcárraga, director y gerente, respectivamente,
de la revista literaria de El Universal y de La Casa del Radio, tuvo lugar la trasmisión de un
selecto programa! radiofónico en el que tomaron parte destacados artistas de la época. La
emisión contó con la señalada participación del guitarrista Andrés Segovia, del gran
compositor mexicano Manuel M. Ponce y del pianista Manuel Barajas, quienes
bondadosamente se prestaron para desempeñar varios números de concierto.
Varias melodías de moda interpretó en su tumo la célebre cantante Celia Montalván.
Enseguida, el sumo sacerdote de la poesía estridentista, Manuel Maples Arce, leyó ante los
micrófonos las líneas de su TSH, el poema de la radiofonía. Por último, los señores Raúl
Azcárraga Vidaurreta y Carlos Noriega Hope, respectivamente, hicieron uso de la palabra.
Siete meses en el aire permaneció esa estación. Su lugar lo ocupó enseguida una planta más
potente.
El mismo diario aprovechó las ventajas que le brindaba su sociedad con La Casa del Radio.
La planta del Ilustrado hizo llegar a más de siete mil radioyentes, por primera vez en la
historia del periodismo mexicano y hasta sus propios hogares, un compendio de las
novedades que les ofrecería en su edición del 12 de mayo.
Durante la Feria Nacional del Radio celebrada el 16 de junio de 1923, en el Palacio de
Minería, se advirtió de inmediato que la palabra radio había permeado diversos campos de la
vida cultural y económica de la capital. Prueba de ello era que la empleaban por igual los
patrocinadores de la muestra, los embotelladores de aguas minerales, fabricantes de
aparatos de trasmisión y recepción, autos y cigarrillos.
Un fenómeno social
La influencia de la radio en la ! sociedad alcanzó su clímax en 1923, año en el que se
avecinaba el relevo en la presidencia de México. En ese momento, las palabras y siglas
electrodo, audión, TSH y otras del mismo cuño adueñaron del ambiente junto con las que
designaban a los diferentes tipos de antena en uso.
El espectro de una sociedad de masas rondaba ya todos los ámbitos de la vida mexicana.
Las páginas de los diarios empezaron a promover deportes tales como el pugilismo y
anuncios de ungüentos y remedios elaborados para los hombres del mundo deportivo.
Primogénita de la publicidad, la radio se transformó en breve, en medio promotor por
excelencia de las más diversas mercancías. El primer aviso comercial de la radio mexicana
fue, sin embargo, obra del agradecimiento. Jorge Marrón, el doctor IQ, y el empresario Raúl
Azcárraga, quienes en ocasiones solían trasmitir ataviados a la usanza charra, trasmitían una
noche en que los dueños de una casa de chufas de la avenida Salamanca les enviaron,
deseándoles éxito en sus pruebas, un par de botellas de fresca y espumosa sidra y otro tanto
de litros de exquisito helado.
Sorprendidos, Azcárraga y Marrón agradecieron, por medio de su micrófono, el envío de sus
obsequiosos escuchas y gustosos repitieron ante el mismo la marca de las sidras recibidas.
Diez años después aquel gesto habría sido tachado de locura o de herejía, solía comentar,
entre risas, don Jorge Marrón.
El aparato radiofónico llegó a tierras de San Luis Potosí semanas más tarde. El 11 de
septiembre de 1923. Desde su casa en la capital potosina, el radioexperimentador Francisco
P. Cabrera puso en los oídos de los radioadictos del país su primer gran programa destinado
a divulgar entre los potosinos las maravillas de la radiotelefonía.
En dicha audición tomó parte el notable compositor Manuel M. Ponce. La emisión de Cabrera
fue captada en las poblaciones potosinas y en las ciudades de Tampico, Guadalajara,
Monterrey, Saltillo y Mérida.
Tres días más tarde, el 14 de septiembre, con motivo de la primera emisión de la planta de El
Buen Tono S. A., los técnicos de la JH ajustaron las partes del flamante emisor que esa
cigarrera acababa de recibir de manos de don Raúl Azcárraga; y en punto de las 19:10 horas
del 14 de septiembre pusieron en vilo a los radioescuchas citadinos cuando en torno a
diferentes puntos de la urbe las multitudes se agolparon para seguir, puñetazo a puñetazo,
los pormenores de la pelea histórica entre el pugilista estadounidense Jack Dempsey y el
boxeador argentino Luis Ángel Firpo, el "Toro de las Pampas".
José Domingo Ramírez, Guillermo Garza Ramos, José de la Herrán Pau y José María
Velasco fueron los autores de esta histórica trasmisión indirecta desde la orilla del
cuadrilátero montado en el Polo Graund de Nueva York.
Aquello sucedió así: el cronista de la emisora WQD narraba al micrófono, los pormenores del
combate. Estos eran captados, en la ciudad de Pachuca por el radioexperimentador
hidalguense José María Velasco -hijo del pintor del mismo nombre- quien simultáneamente y
por la vía telefónica traducía a los técnicos de la CYB lo poco que escuchaba a través de la
estática.
Y éstos, de inmediato, valiéndose de la taquigrafía, tomaban nota de sus palabras. Seguido
de lo cual ponían a la vista de don José Domingo Ramírez una versión legible de lo que
escuchaban por el auricular.
Ramírez lo hacía llegar con acalorado énfasis hasta los azorados escuchas de la denominada
pelea del siglo.
Un instrumento político
Al finalizar 1923 el país contaba ya con cinco radiodifusoras que en diferentes noches de la
semana irradiaban atractivos programas. Varias de aquellas emisoras salieron
definitivamente del aire por la represión derivada de la sublevación delahuertista. En ese
lapso desapareció, junto con el periódico que la patrocinaba, la radio de El mundo, de Martín
Luis Guzmán. Ese diario y sus animadores estaban en favor del bando delahuertista, que al
final resultó derrotado considerándosele equivocado.
Vencidos los golpistas, Plutarco Elías Calles reanudó su campaña electoral y para tal efecto
eligió un medio novedoso: la telefonía sin hilos. La emisora de El Universal y La Casa del
Radio le facilitaron sus micrófonos. De manera casi simultánea, el Partido Liberal
Constitucionalista, inauguró también una planta radiofónica difusora de los principios que
animaban al candidato Calles.
En tanto esto ocurría, en Berna, Suiza, se adoptaron y distribuyeron las siglas de llamada
para todas las emisoras del mundo. A México, país que no estuvo representado en el curso
de esa reunión, le fueron otorgadas las siglas CYA a CZZ, y por todo el Distrito Federal las
plantas de telefonía sin hilos brotaron como hongos.
La gran emisora del año de 1924 fue la que instalaron los ingenieros Jorge Grajales y
Francisco Javier Staboly para la Secretaría de Educación Pública. Concebida por el
licenciado José Vasconcelos, quien desde el principio de su gestión vio en ella a un apoyo de
enorme importancia para llevar adelante los programas educativos que reclamaba el país, la
CYE fue inaugurada el día 30 de noviembre de 1924.
Dicha emisora llevó a los hogares de cientos de mexicanos los pormenores de la ceremonia
de protesta como presidente de la República del general Plutarco Elías Calles, acto que tuvo
lugar en un escenario concebido también por el genio de José Vasconcelos: el desaparecido
Estadio Nacional de la colonia Roma. Días más tarde, cuando la escritora María Luisa Ross
se hizo cargo de la emisora de la SEP, la estación cambió de siglas. En lo sucesivo se la
conocería como la CZE.
Loas a la tecnología
Al ver y escuchar tanta maravilla, poetas y prosistas de esos días cantaron, ya no a la mujer
ni a su entorno, sino a los frutos de la técnica. Los estridentistas primero y Enrique González
Martínez y Francisco Monterde más tarde, tomaron por musa a la urbe, el automóvil, el avión
y la radio. A esta última le cantaron Germán Lizt Arzubide, Manuel Maples Arce, Arqueles
Vela, Francisco Monterde y Enrique González Martínez. Unos desde las volanderas hojas y
manifiestos del movimiento estridentista, otros desde las páginas de la revista literaria
Antena.
Y en la edición número 4 de la misma, correspondiente a agosto de 1924, Salvador Novo
dejó para la posteridad su célebre Radioconferencia sobre el radio, texto en prosa donde
puso de relieve que en lo sucesivo los niños, además de biberón, reclamarían audífonos para
escuchar a sus mayores.
En los meses subsecuentes la radio mexicana llegó a otros puntos del país. En ese lapso
llegó a Oaxaca y a Tampico. El diario El Mundo de ese puerto contó también con un difusora
y otro tanto ocurrió con el cotidiano El Dictamen del Puerto de Veracruz, donde la SEP contó
igualmente con otro emisor. Y la empresa General Electric inauguró también una emisora
memorable, la XEN.
El 26 de abril de 1926, el gobierno del general Plutarco Elías Calles definió las bases legales
sobre las que en lo sucesivo operarían los sistemas telegráfico, radiotelegráfico y telefónico
del país. En esa fecha expidió la Ley de Comunicaciones Eléctricas, ordenamiento legal
mediante el cual la nación mexicana amplió a los aires los alcances del artículo 27
constitucional, donde la nación tiene dominio imprescriptible e inalienable.
Días de sangre
Eran días de sangre. Así que al sonar las 14 horas con 25 minutos del martes 17 de julio de
1928 mucha fue la sorpresa para los radioescuchas que a esa hora seguían la programación
de la emisora CZE, misma que luego de interrumpir la interpretación de una pieza musical dio
paso a una voz entrecortada que repentinamente se adueñó de las ondas para informar:
"amigos del aire: con profunda pena comunicamos a ustedes que hace cinco minutos fue
asesinado el general Álvaro Obregón, presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos
para el periodo 1928-1932. Un caricaturista cuyo nombre se desconoce le vació la carga de
su pistola durante un banquete servido en su honor en el restaurante La Bombilla, de la
lejana población de San Ángel, al sur de la capital".
Fue la primera vez en que la radio ganó a la prensa citadina la primicia de una noticia tan
importante, lo que no impidió que los periódicos de ese día vendieran toneladas de
ejemplares de sus diversas ediciones.
Semanas más tarde, cuando el proceso del homicida tuvo lugar, los micrófonos de la CZE
llevaron a los escuchas, los pormenores del candente proceso judicial.
Para el 30 de noviembre de 1928 México contaba ya con 17 estaciones de radio; en 1930
casi se habían duplicado, pues eran 32. Y podían ser mas, pero ese año la emisora de La
Casa del Radio y el diario El Universal abandonó el cuadrante.
Radio Mundial
En contraste con lo anterior, el periodista Félix F. Palavicini puso en el aire, el 5 de febrero de
1930, el primer diario hablado de la historia radiofónica de México. Ese día Radio Mundial
trasmitió como parte del mismo, en emisión extraordinaria, el mensaje presidencial del
ingeniero Ortiz Rubio.
Radio Mundial -hoy XEN- había salido al aire cinco años atrás, en 1925. Y don Félix F.
Palavicini, quien siempre había sido un entusiasta de la radio, acababa de adquirirla para dar
vida al periodismo radiofónico nacional.
Eso fue Radio Mundial bajo su dirección: el primer periódico radiofónico que conocieron los
nacionales, mismo que funcionaba de forma ininterrumpida al trasmitir únicamente noticias
que eran leídas y releídas una y otra vez. La idea de Palavicini, sin embargo, no alcanzó el
éxito que esperaba. Pocos eran todavía los receptores en uso en el país y Palavicini rápido
comprendió que debía arriar su bandera. Meses más tarde, y al igual que la emisora de Raúl
Azcárraga, dejó los aires.
Este doble apagar de trasmisores coincidió con la aparición en el cuadrante de la primera
planta radiofónica de talla nacional: la XEW, de Emilio Azcárraga Vidaurreta.
Igual que la CYL de El Universal y La Casa del Radio, propiedad de su hermano Raúl
Azcárraga Vidaurreta, la XEW salió al aire un 18 de septiembre. La emisora del hermano
mayor había empezado a irradiar un día como ese, pero siete años antes, en 1923.
La radio de los años que reseñamos acuñó los lenguajes sonoros que en el porvenir harían
de los nacionales hombres abismalmente distintos de aquellos que entre 1910 y 1920 dieron
vida al México fruto de la Revolución Mexicana.
Fuente: México en el Tiempo No. 23. Marzo-abril 1998
LOS RADIONOTICIEROS EN MÉXICO
Cuando Guillermo Marconi comenzó a experimentar con la radiotelegrafía inalámbrica se
encontraba lejos de concebir no sólo el alcance tecnológico de su trabajo, sino las
implicaciones políticas, culturales y sociales que traería consigo.
Es por eso que consideramos pertinente reflexionar sobre el significado social que se le ha
dado a la radio y del papel que han tenido en la configuración de una parte importante de
nuestra cultura, pues mas que explicarlo o determinarlo en sus ventajas y limitaciones, hay
que observar la relación que ha tenido con la sociedad.
La radio se ha convertido en una respuesta a los acontecimientos y cambios sufridos en la
sociedad.
Nace el periodismo
En un medio en que los patrocinadores y la música grabada eran elementos primordiales, los
empresarios decidieron ofrecer servicios informativos dentro de su programación, los
noticiarios.
Un noticiario es un espacio donde se dan a conocer los hechos mas relevantes de interés
nacional e internacional o, a través de los distintos géneros periodísticos, (nota, artículo,
editorial, columna, entrevista, reportaje y crónica).En el caso del periodismo radial, éste
incorpora la mesa redonda y los debates, además de aprovechar la inmediatez para transmitir
simultáneamente desde el lugar de los acontecimientos.
Es así como los primeros intentos de producir radio noticiarios se dieron en la década de los
veinte, cuando aparecieron estaciones que funcionaban como noticiarios radiales de algunos
periódicos como el mundo, el universal y excelsior.
Posteriormente, en los años treinta, tanto la radio como el resto de la emisora “Radio
Mundial”, el ingeniero Félix F. Palvacini, se dio cuenta de la importancia y trascendencia de los
“diarios al aire”, , comenzando sus transmisiones con duración de una hora, repitiéndose
inmediatamente. Contaba con dos ediciones matutinas, de 7 a 8 y de 8 a 9, por la noche salía
al aire de las 22 a las 23 horas.
El formato del noticiario consistía en que dos locutores daban lectura a los textos turnándose
cada 15 minutos, después de escuchas el sonido de una campaña, se mencionaba el santoral,
posteriormente la local, extranjera y cables (servicio que ofrecía la agencia de noticias United
Press).
Además contaban con el editorial Palavacini dice, que era una cuartilla y media, lo que
representaba dos minutos al aire; posteriormente se incluían las notas de sociales,personales,
el crimen de la víspera en la edición matutina, el crimen del día nocturna, anuncios
clasificados y la crónica del teatro y de cine.
Este noticiario radial duró al aire 13 meses, dejó de escucharse cuando Palavicini vendió la
emisora a la cervecería modelo.
Los radioescuchas extrañaban informarse a través de la radio y fu entonces que surgió en la
XEW el “Noticiario Carta Blanca”, patrocinado por la Cervecería Cuahutemoc.
En 1933, la XFX comenzó a transmitir cada hora pensamientos de un autor seleccionado
previamente, considerándose un “p0eriodico radiofónico cultural”, mismo que en 1934 se
convirtió en el “Noticiario general del periódico XFX” que se transmitía diario a las 19:30
horas.
Posteriormente se decidió inaugurar el servicio de información periodística de la estación
XEW, así que el 20 de Septiembre de 1935, surge “El Oído del Mundo”, idea original del
gerente de la estación Emilio Azcarraga Vidaurreta.
A principio s de la década de los cuarenta, comenzó a transmitirse el “Noticiero Continental”,
que esteba integrado por Pedro Freís Santacruz, Ricardo Medina, Emilio De Ygartua, Gonzalo
Castellot, Jacobo Zabludovsky, ellos se limitaban a leer las notas publicadas en los diarios.
Pese a que estos años fueron difíciles para la radio, emisiones como “Noticiero Nescafé” y
“Diario Relámpago del Aire”, fueron los primeros intentos de programas noticiosos mejor
estructurados, con un lenguaje y un trabajo periodístico propio. Quien destaco fue Jacobo
Zabludovsky con su noticiario “Leyendo a Novedades”, transmitido diariamente a las 7:45
horas.
Llegaron los años cincuenta y con ellos la televisión, fenómeno que motivo a la radio a
mantenerse en el gusto del público a través de la programación musical, pues se le empezó a
considerar como un medio de comunicación individual y de compañía, es por eso que los
programas hablados y de noticias disminuyeron y los temas que abordaba se manejaban
superficialmente. Sin embargo a finales de la década, el 15 de Diciembre de 1959 nació l
noticiario “Radio MIL -Carta Blanca”, que posteriormente se llamo “Primera Plana”; contaba
con dos emisiones diarias; 7:300y 20:30 horas de lunes a viernes conducido por Juan García
Márquez y Silvestre Razo. La información estaba constituida por las noticias más relevantes
del Excélsior, El Universal, Novedades, L Prensa, El Heraldo y El Sol de México, además de
contar con una sección editorial.
Radio Mil entablo acuerdos con algunas estaciones norteamericanas para transmitir
acontecimientos como: las sesiones de la ONU, los debates de los candidatos a la presidencia
de EUA: John F. Kennedy y R. Nixon, por supuesto traducidos al español, entre otros.
La información internacional comenzaba a tomar fuerza en la ciudad de México, sin olvidar
eventos de relevancia nacional como las reacciones del discurso pronunciado por el entonces
presidente Adolfo López Mateos en 1963 respecto al problema de “El Chamizal” y la toma de
rectoría por estudiantes inconformes con el Dr. Ignacio Chávez como titular de la máxima
casa de estudios en 1967.
El éxito que alcanzaron esas transmisiones aunadas a la estabilidad económica y al apoyo
político para que los reporteros tuvieran su acreditación en las diversas fuentes, originaron la
creación de la División Noticias entre 1969 y 1970, aglutinando los distintos estilos que cada
colaborador aportaba y poder así conformar el radio periodismo.
“Dar la nota antes que ninguna otra estación, decir mas noticias que otros en cinco minutos,
utilizar la s frases mas originales y ser lo mas institucionales posible constituyeron los puntos
notables de la competencia entre noticiarios radiofónicos”
Tiempo después, en 1973, Radioprogramas de México con su noticiario “Monitor” conducido
en un principio por Mario Iván Martínez y posteriormente por José Gutiérrez Vivó integró los
espacios informativos de larga duración; se tomo la noticia como su fuerza.
Radio red, fue sin duda pionera de la radio hablada, su competencia tardo 10años
aproximadamente; esto significo que hasta 1984 se realizara un noticiario llamado “Al Aire”
con Pedro Freís de Con, pero no obtuvo el éxito deseado; no lograron disminuir la audiencia
de “Monitor”, y además dieron lugar a que la red creciera, incluyendo transmisiones desde el
lugar de los hechos a través del sistemas de comunicación troncal y de banda civil.
Una noticia es una acontecimiento que repercute en la sociedad, la existencia de los espacios
informativos aparentemente responden a dos razones: satisfacer un grupo de concesionarios
necesitado9s de legitimación respecto al manejo que hacían del medio, manteniendo
informado al auditorio, es decir, con esto pretendían que la radio comercial prestara un
servicio público. La segunda se refiere a motivos exclusivamente mercantilistas, ya que dichos
programas implican un costo adicional para el anunciante.
El radio periodismo de los setenta y principios de los ochenta, pretendía utilizar un idioma
propio y así dejar la profundidad y el análisis o reflección a la prensa escrita.
Los grupos radiofónicos que adoptaron este sistema fueron: NRM, ACIR, ORC, Radiopolis y
Radioprogramas de México
El boom de los radionoticiarios
En la primera mitad de la década de los ochenta, el 88% de las estaciones del área
metropolitana de la Ciudad de México, transmitían noticias; 20 estaciones comerciales
presentaban al auditorio noticiarios cada hora con duración de tres a cinco minutos, mientras
que la XEW, XEQ y XERED, además de las estaciones culturales XEUN y XEEP, transmitían
noticiarios en varios horarios. Por su parte la XEB contaba con tres espacios informativos
diarios; la XEQK noticiarios cada media hora y la XERPM Radio Infantil una emisión diaria.
En este mismo periodo, la radio tuvo la oportunidad de explotar nuevamente las
características de comunicación de masas y sus características como medio de comunicación.
Lamentablemente, fue gracias al terremoto más devastador que ha vivido México, el 19 de
Septiembre de 1985 que tuvo una intensidad de 7.8 puntos.
En cuanto a medios de comunicación se refiere, Televisa dejo de transmitir por unas horas,
debido a que uno de sus edificios que sostenía una antena cayó y los periódicos no publicaron
hasta la tarde o al día siguiente.
La influencia social de la información por radio quedo manifiesta, al convertirse en el medio
verdaderamente efectivo para ayudar a la población en desgracia.
Es ahí como se marca aquella fecha triste para la capital del país, pero decisiva para la
radiodifusión nacional.
“La radio dejo de transmitir comerciales, abrió sus espacios para informar ampliamente sobre
las repercusiones del sismo y, lo mas importante, ofreció un servicio social muy valioso al
organizar el acopio de ropa, medicinas y comida para afectados.
BIBLIOGRAFÍA:
TREJO, González Martha Gabriel y Uribe, Espinoza Jose Luis
TESIS: “El impacto de los fenómenos sociales en los radionoticiarios del área metropolitana de
la Ciudad de México”
UNITEC; LICENCIADO EN CIENCIAS DE LA INFORMACIÓN
México D.F. 1999
ALVA, de la Selva Alma Rosa,
“Radio e ideología”
El caballito, 4° edición, México, 1986, p141.
SOSA, Plata Gabriel, y Esquivel, Villar Alberto
“Las mil y una radios, una historia, un análisis actual de la radiodifusión mexicana”.
Mc Graw Hill, México, 1997, p. 242.
Apuntes para el estudio de la radio informativa en México
Radio, periodismo radiofónico, géneros de opinión
(9.860 palabras - 21 páginas)
Lic. Rubí Aguiar Paz, Bernardo Laris, Irving Berlín ©
Programa doctoral en Ciencias de la Información UADY/ULL
Universidad Autónoma del Yucatán (Mérida, México)
 bvilla@tunku.uady.mx
irvingb@sureste.com
INTRODUCCIÓN
La radiodifusión en general es parte del campo mediático de producción de bienes culturales
integrado por sus propietarios, administradores, locutores, productores, periodistas que en su
práctica profesional desatan un capital de conocimientos, habilidades, intuiciones y técnicas
que son resultado de años de acumulación y de préstamos provenientes de la competencia
con otros actores, tales como la prensa, la televisión y el cine. Para lograr una posición
legítima, de prestigio, de dominación o de subordinación dentro de este campo, es
imprescindible que cada emisora y cada medio de comunicación desaten estrategias de lucha
simbólica de cara a los árbitros del campo que, dada la estructura comunicacional, son los
académicos en su papel de críticos y las audiencias que son las legitimadoras del "derecho
de decir y de ser escuchados" de las emisoras radiofónicas. Sobre todo a las audiencias, si
consideramos que la crítica de medios es aún un ejercicio incipiente en México.
En este sentido, el capital acumulado, así como la problematización de los saberes y técnicas
a través de las cuales se producen bienes radiofónicos (música, conciertos en vivo,
radionovelas, spots, jingles, formatos radiofónicos, etc.) no puede explicarse únicamente a
través de la observación de los lenguajes y las estructuras gramaticales utilizadas, sino del
papel que juegan dentro del campo en general y las condiciones históricas que permiten su
desarrollo. En México, por ejemplo, la radio ha tenido momentos históricos importantes que
permiten el desarrollo de ciertas habilidades, formatos y tipos de audiencia, que podrían
clasificarse en:
El auge de la música nacional.
La coexistencia dramatizada.
El "impasse" reproductor de músicas extranjeras.
El descubrimiento de la radio informativa.
En el primer caso, estamos hablando de los orígenes de la radio comercial en México - de la
década de los 20 hasta los 40- que desata la creatividad de músicos, artistas, declamadores,
productores, disqueros, locutores del "buen decir" que promueven una cultural nacional
media, válida para todo el territorio mexicano y buena parte del continente. "Así, Guty
Cárdenas, Agustín Ramírez, Lorenzo Barcelata o Pepe Guizar dejan de ser sólo yucatecos,
guerrerenses, tamaulipecos o tapatíos, y ellos y su música se convierten en folklore nacional"
(...) Gabilondo Soler y Manuel Bernal se convierten en leyendas para la infancia,
independientemente del lugar o grupo donde estén. Agustín Lara, en el proceso, trasciende
sus antecedentes de pianista en burdeles para convertirse en músico romántico para la clase
media"(1).
A partir de los años 40, y una vez comprobada la sensiblería melodramática no sólo en
México sino en todo el continente a través del auge de la industria cinematográfica mexicana,
la radio como mecanismo de competencia y en sintonía con las audiencias más maduras y
más ciertas en las historias reconocibles descubre un capital nuevo: el de los guionistas de
radionovelas, efectistas de sonido, musicalizadores, actores radiofónicos que se traducen en
bienes radiofónicos diferentes. Coexisten, en consecuencia, los formatos musicales -como los
conciertos en vivo, la hora de los aficionados, la hora azul de Agustín Lara, etc.- con los
dramatizados como las radionovelas, diálogos y cortos. De los años 60 a principios de los 80,
la radio mexicana fue entrando en un "impasse" derivado por la fuerza de la televisión y la
falta de proyectos para reconvertir su programación y su función social. Los jugadores del
campo, expertos en la musicalización, guionización, representación, etc., tuvieron que
dedicarse a otras actividades como el doblaje de películas o a la elaboración de boletines
oficiales del estado. Luis de Llano Palmer dice que "la radio y la televisión fueron perdiendo la
magia de sus inicios, cuando las agencias de publicidad únicamente se dedicaron a colocar
anuncios" y las emisoras a programar canciones (2).
El panorama de la radiodifusión mexicana se transformó notablemente en la década de los
años 80. La competencia mediática había sido trasladada entre radios a entremedios, pues la
televisión "jalaba" a los artistas y creativos formados en la radio disminuyendo sus
capacidades creativas y las audiencias preferían el consumo de la imagen televisiva, del cine
o de discos y revistas e, incluso de las nuevas transmisiones de FM respecto de las
tradicionales en AM. En algunos estudios hechos a raíz del aumento en la preferencia de la
audiencia por la FM, se confirma esa tendencia a registrar el 63% de los radioescuchas en la
banda de FM y el 25% en la de AM.
Las condiciones sociales mostraban tres fenómenos interesantes y convergentes: A) La
creciente profesionalización del campo periodístico que multiplicaba generaciones de
reporteros, periodistas, locutores, cuya inserción laboral no podía limitarse a la prensa. B) El
impulso a programas hablados o informativos provenientes de las emisoras de servicio
público como las radios universitarias, Radio Educación o Imevisión y C) La transformación
de las audiencias que pasaron de ser masas musicales, sensibles y melodramáticas a masas
ampliamente politizadas y exigentes de mayor participación cívica.
La radio informativa en México no nació ayer, pero tampoco tiene un capital tan antiguo como
el de los orígenes radiofónicos de principio de siglo. Es resultado de determinadas
transformaciones en el campo mediático, entre las que podemos resaltar nuevas necesidades
de reconversión programática de cara a la competencia entre radios (AM y FM) y entre
medios (prensa, radio, televisión, publicaciones, discos, etc.). La emergencia de audiencias
más participativas. La formación de periodistas especializados en el medio.
No es que los formatos informativos no hubieran existido antes, sino que es en estas dos
últimas décadas del siglo cuando se desarrollan ampliamente representando crecientes
porcentajes de la programación en antena. En AM, dice Beatriz Solís, "la información
noticiosa y la programación hablada registran el 45% de las respuestas a una encuesta, con
lo cual se demuestra la especialización que la audiencia asigna a cada banda de frecuencia"
y respecto de las programaciones, la AM tiene un 40% de su tiempo no dedicado a la música
y donde un 15% transmite información y un 14,92 % programación hablada (de servicio y de
opinión) (3).
Aunque estas tendencias corresponden a la realidad de la ciudad de México y no a la
totalidad de las entidades federativas del país, nos parecen sintomáticos de lo que ocurre
nacionalmente, pues las cadenas radiofónicas locales están afiliadas a emisoras centrales y
resienten de igual modo su propia competencia en la FM, aumentando sus espacios
informativos y hablados, como mecanismo de especialización competitiva. "En la actualidad
en el valle de México los ciudadanos podemos sintonizar más de 40 alternativas de
noticieros, de más de una hora de duración. Los horarios para las noticias ya no son en las
mañanas, sino también al mediodía e incluso tardes y noches; prácticamente todos los
puntos del cuadrante están cubiertos por noticieros. El cambio ha sido no sólo cuantitativo
sino también cualitativo. Sin duda el medio se está profesionalizando" (4).
En este nuevo juego, el campo radiofónico tiene actores nuevos, productos simbólicos
nuevos y mecanismos de prestigio y legitimación diferentes de cara a sus audiencias. Se
observan actores dominantes y subordinados, como pueden ser los periodistas salidos de la
televisión, como Ricardo Rocha, que en un afán por reconvertir dramáticamente las empresas
radiofónicas de la AM desarrollan un intenso trabajo junto con reporteros, periodistas,
columnistas, escritores e intelectuales en cadenas de gran audiencia. Están otros periodistas
de la prensa o de origen radiofónico, como Paco Huerta o Miguel Ángel Granados Chapa,
que, intentando desarrollar experiencias de periodismo civil, activista, de vital importancia en
los momentos más dramáticos de la ciudad, como los sismos del 85, inundaciones o períodos
electorales competidos como el de 1988, son sujetos de la censura velada o manifiesta tanto
de autoridades federales como de los propietarios de las emisoras en las que laboran.
Algunos de ellos, como los señalados, han terminado por refugiarse en las emisoras de
servicio público que existen en México, como Radio Universidad Nacional y Radio Educación.
 
LA RADIO INFORMATIVA Y LA LUCHA POR EL VALOR
"La radio se ha constituido en el principal generador y formador de opinión pública y se
convierte progresivamente en un espacio para la expresión de la diversidad social y política (y
además) se constituye en el medio de comunicación por el que más de la tercera parte de la
población se entera de lo que acontece tanto en el país como en el mundo entero" (5). Esta
nueva función social, muy diferente de aquélla relacionada con la formación de una cultura de
masas de carácter nacional, modifica, pues, algunos elementos del juego en el campo
comunicativo: se requieren periodistas especializados en el medio, un nuevo pacto de
legitimidad con las audiencias y formatos claramente identificables por ambos.
Sus productos son espacios hablados, de participación directa o telefónica de las audiencias;
de uso constante de los llamados géneros periodísticos destacando las columnas
radiofónicas, los reportajes, las entrevistas, etc. La relación de estos con las audiencias
también desata mecanismos de legitimación muy diferentes de aquellos que desataban los
conciertos en vivo, las radionovelas o las parrillas musicales. La legitimidad de los espacios
hablados tiene que ver directamente con el patrimonio o defensa de la verdad, o con el
"deseo de y semejanza con la verdad", necesidad de justicia, de denuncia, de respaldo de
grandes sectores sociales respecto de las arbitrariedades del gobierno. Es decir, pone de
manifiesto la necesidad de ampliar las libertades públicas y defender al individuo respecto del
poder del social. El "derecho a decir y ser escuchados" que subyace a los hábitos de
audiencia puede estar cimentado en dos variantes de sentido:
Tener la verdad.
Tener la valentía para denunciarla y decirla.
¿Quién tiene, entonces, el patrimonio de la verdad y la valentía? Parecen preguntarse todos
los días los periodistas radiofónicos de cara a sus audiencias y a los otros medios ¿Quién
tiene la voz segura para decirla? ¿Cuáles son las estrategias discursivas para persuadir de
que se tiene ese patrimonio? Las estrategias para demostrar la verdad y la valentía, como
efectos de sentido, son diferentes según la madurez del campo comunicativo, las exigencias
de las audiencias, la competencia entre jugadores y las capacidades para el juego.
En el campo periodístico, el mito de la objetividad nace con "la consolidación de la relación
entre la prensa y publicidad y el desarrollo de la prensa como negocio, enarbolando como
máximo valor de cambio la "independencia" respecto de los hechos y los políticos y
desatando teorías que permitan que el periodista puede y debe hacer una presentación
estrictamente objetiva de la realidad. De acuerdo con lo anterior, es posible separar la
exposición de los hechos de su evaluación crítica" (6)
A partir de estos supuestos, de ideales éticos y límites de referencia para normar la actividad
profesional del periodista, se han generado tesis jurídicas, estructuras lingüísticas,
mecanismos de control de la objetividad. En España, el Tribunal Constitucional -por invocar
una reflexión externa a la profesión- en su sentencia nº 107/1988, de 8 de junio, establecía la
doctrina de que la distinción «entre pensamiento, ideas y opiniones, de un lado, y
comunicación informativa de hechos, por el otro [...], tiene decisiva importancia [...], pues
mientras los hechos, por su materialidad, son susceptibles de prueba, los pensamientos,
ideas, opiniones o juicios de valor, no se prestan, por su naturaleza abstracta, a una
demostración de exactitud...». Sobre la base de esta sentencia, Martínez Albertos ha insistido
en la obligación profesional de esforzarse en separar hechos y opiniones, o, por lo menos,
que los relatos no sean intencionales y se juegue limpio en el comentario; y lamenta que sean
los propios periodistas «los primeros en no demostrar mucho interés en delimitar claramente
el campo de los hechos del campo de las opiniones" (7). Otros estudios transfieren la
polémica sobre la objetividad hacia la veracidad, como mecanismo de constatación rigurosa
de lo que se ha dicho, dejando por sentado que se trata de interpretaciones más o menos
controladas sobre la realidad y no verdades objetivas o absolutas (Navarro, 1998).
Uno de los elementos de control de la "credibilidad de la verdad periodística" es la consabida
separación entre los géneros de opinión y los informativos que generan sus efectos de
sentido mediante técnicas de redacción específicas como la eliminación de adjetivos y
predominancia de verbos y nombres, la descripción de hechos mediante preguntas básicas
de observación aparentemente incuestionables, la verificación de fuentes informativas, etc.
Es decir, la construcción del "hecho" y de la "opinión" supone la existencia de gramáticas y
estructuras especiales, cuya competencia, en el sentido que le da al término Noam Chomsky,
debe ser compartida por productores tanto como por reproductores. ¿Estos mecanismos de
control de la "objetividad periodística" son los únicos capaces de generar "ilusiones de
verdad", o pactos de credibilidad entre periodistas y sus audiencias, válidos en cualquier
campo comunicativo de cualquier parte del mundo? ¿Es posible repetir las mismas
estrategias discursivas independientemente de los códigos y canales utilizados para la
difusión de la información?
 
MEDIOS, CULTURA Y VEROSIMILITUD
Esta búsqueda de la verdad, de la objetividad y la necesidad de explicitarla a través de
géneros bien establecidos, es fruto de las luchas dentro del campo mediático. Tiene que ver
con la maduración de las formas de escritura, de los debates profesionales en torno de la
viabilidad de tal o cual formato, de los deslindes necesarios promovidos por la especialización
y por la demanda de amplios sectores de audiencia que requieren productos limpios, pulidos,
redondos, capaces, de generar efectos de sentido especializados, claros, reconocibles,
apreciados, por lo que son demandados y consumibles. Sólo en estos contextos pueden
separarse formas de escrituras y conformarse en géneros con características estructurales
propias.
Muchos profesionales, por ejemplo, no discuten ya las diferencias entre opinión e
información: "El libro de estilo del diario «El País», además de prohibir a sus redactores que
hagan valoraciones o juicios personales sobre la noticia que redactan, obliga a dar un
tratamiento tipográfico diferente a las noticias y a los artículos de opinión, así el lector
advierte con facilidad cuando se escribe información y cuándo opinión. En términos parecidos
se pronuncian los códigos deontológicos del periodismo, el más reciente en nuestro país es el
aprobado el 28-11-93 por la Federación Nacional de Asociaciones de la Prensa, que impone
a periodistas y empresas la distinción entre hechos y opiniones" (8).
Aunque, en lo general, se aceptan como válidos los deslindes entre exposición de hechos
(géneros informativos) y de opiniones (géneros interpretativos), como ideales éticos y
políticos de los contenidos periodísticos, no en todos los mercados comunicativos tienen igual
repercusión en la generación de la credibilidad frente a sus audiencias, ni en todos los
medios tienen la misma importancia. El efecto de verosimilitud no se genera por definición.
Menos en el caso de la radio.
Lo que es creíble en una sociedad y los modos para acceder a ese sentido están
entrañablemente unidos con su cultura y sus esquemas de interpretación que permiten que
una idea, hecho u opinión, sean aceptados como validos o posibles; que entren en el
lenguaje de las afirmaciones. Esto quiere decir que en algunas sociedades la credibilidad
pasa por el respeto irrestricto a ciertos géneros y en otras no. El mestizaje de las culturas
latinoamericanas, las supervivencias culturales tradicionales, los niveles de desarrollo
sociocultural y el goce por la oralidad, hacen muy difícil, en el caso de la radio, el deslinde del
que dice con lo que dice. La subjetividad y la objetividad han tendido un puente de doble
tránsito que subraya tanto el hecho como el implícito de la voz. La radio es habla pública, por
lo que cabe en ella todos los géneros literarios o periodísticos y todos los actos del habla
(preguntar, convencer, mentir, imprecar, etc.). "Todo lo que somos -dice Ricardo Rocha- y
hemos sido se encuentra en nuestra forma de hablar. Este invento del hombre que es la
palabra, según Eulalio Ferrer, nos transparente, nos descubre a los ojos de los demás, que al
oírnos hablar pueden averiguar de dónde venimos, cómo somos, qué comemos, cómo
actuamos, qué tenemos, qué admiramos. Somos lo que hablamos" (9). En consecuencia, la
credibilidad en los mercados radiofónicos mexicanos no tiene que ver directamente con el
respeto formal de los géneros periodísticos, sino con los implícitos de la voz; los modos
personales, emotivos, de exponer hechos y opiniones cargados de una identidad familiar que
genera entre el "yo" y el "otro" confianzas y delegaciones. Y también en España: Iván Tubau
en su libro "Periodismo oral" afirma que el periodista audiovisual debe ser un actor, quien se
encarga de hacer creer una verdad mediante los recursos de voz y de sonido de que dispone.
Pareciera que la credibilidad no está puesta únicamente en las características del discurso,
sino también en el actor y las huellas lingüísticas y extralingüísticas que éste va dejando
todos los días de ser lo más parecido al destinatario posible e ideal. Su poder de atracción,
en consecuencia, no se reduce al espacio pequeño que permiten algunos géneros como el
del comentario o la columna, sino que permean sobre todos los demás haciendo que todos
los géneros utilizados -tanto de opinión como informativos- vengan reforzados por la firma
subjetiva de quien les da vida a través de su voz. En síntesis, los estudios sobre la
credibilidad deben transitar de las relaciones texto-lector a las del texto-contexto, para
poderse explicar con mayor precisión.
 
LOS GÉNEROS INFORMATIVOS DE LA RADIO
La elaboración de taxonomías y clasificaciones más cercanas a las periodísticas remiten al
campo de la literatura y la lingüística. Con notables diferencias entre los campos por sus
niveles de sistematicidad, la formación de sus jugadores y el capital largamente acumulado,
el periodismo ha tratado de reconocer ciertas formas, enseñarlas, perfeccionarlas y
clasificarlas por medio de géneros.
Los diversos intentos pasan por la detección de ciertas convenciones reconocidas por
periodistas prestigiosos y académicos que acuerdan en el contexto limitado de su propia
experiencia variables tan subjetivas como intencionalidad, función, temas frecuentes, tamaño
de los textos, tipografías diferenciadas, estrategias narrativas que no siempre marcan
diferencias verdaderas -como aquello de redactar mediante una introducción, seguir con un
desarrollo y terminar con una conclusión- etc.
En lo general se pierde de vista que la comunicación es un hecho discursivo y social, por lo
que cualquier intento de clasificación de sus productos debe considerar ambos aspectos y
superar las frecuentes tendencias a elaborar tipologías con términos únicamente
estructurales y/o convencionales muy superficiales, como las ensayadas en la literatura
(Propp, 1927; Ortega y Gasset, 1963). En ese sentido, los géneros no pueden ser categorías
lógicas, sino prototipos o más bien, como dice Wenceslao Castañares siguiendo a M. Wolf,
categorías etnográficas, pues "funcionan en una determinada comunidad social y en relación
con el sistema de conocimiento que poseen sus miembros, como elementos de
reconocimiento de los actos comunicativos realizados" (1984:191). La labor del etnógrafo, en
consecuencia, no se limita al registro provisional y sensible de las formas, sus presencias y
ausencias, sino que debe elaborar un mapa de categorías que describan las características
de "cada género; cuáles son sus rasgos más relevantes; si las reglas de constitución del
género son detectadas en un texto que sirve de modelo o por, el contrario, obedecen a
categorías más amplias; cómo evolucionan los géneros; qué rasgos se mantienen y cuáles
van perdiendo importancia en el proceso de evolución, etc." (10).
La dificultad de la tarea queda de manifiesto si tenemos en cuenta que el campo
comunicativo tiene una lógica flexible de funcionamiento orientada por las determinaciones de
los códigos que manejan la radio, la prensa, la televisión y recientemente los lenguajes
multimedia, la acumulación poco sistemática de saberes durante una historia relativamente
corta y ciertas relaciones de re-producción que ponen el centro del valor competido en
grandes núcleos de audiencia. A diferencia de otros campos, en los que quienes guardan y
protegen de manera celosa los capitales, son profesionales prestigiosos de alto nivel de
especialización (filósofos, escritores, artistas) en los mercados mediáticos son los criterios de
cantidad de audiencias, amplias, heterogéneas, cruzadas por universos culturales y lenguajes
híbridos, quienes "reconocen el valor" y le dan el peso de existencia y legitimidad. Más
recientemente, en algunos países, se gana en sistematicidad mediante las asociaciones de
redactores y códigos de ética que le restan el movimiento anárquico que sugiere el campo.
Para definir estos géneros, entendidos como categorías etnográficas, es imprescindible
considerar los juegos específicos del campo, las limitaciones del uso social de los códigos
con los que se trabaja, así como las competencias de producción y lectura que se desatan
entre las audiencias.
"Las reglas de la competencia discursiva no pueden situarse sólo en el de la forma, en su
doble faceta expresiva y de contenido; es, ante todo, un problema de reglas pragmáticas que
involucran a los sujetos (sus creencias, saberes, valores, etc.), los actos de habla que
realizan, las circunstancias espaciales y temporales que los contextualizan. En la definición
de los géneros han de intervenir, por tanto, una enorme variedad de factores y muy diversas
combinaciones. Aceptar este hecho tiene importantes implicaciones metodológicas. Como
muy bien ha señalado M. L. Ryan, si no existe ningún método mecánico de detección que
permita identificarlos, "la única manera de elaborar un inventario de géneros es reconstruir el
paradigma de los términos con los cuales la gente responde a la pregunta: qué es este texto"
(1988:258)." (11).
A la pregunta "qué es este texto" corresponden tanto las creencias, saberes, habilidades
técnicas, expectativas de los diferentes actores del juego, así como los condicionamientos de
un uso social del discurso, en este caso, radiofónico. Olvidarnos de la pragmática y el
contexto supondría el simple traslape de géneros tipificados en determinados sistemas
culturales en otros, reproduciendo visiones etnocéntricas. En efecto, el traslado mecánico de
los géneros informativos y de opinión, tal y como se han desarrollado en la prensa a la radio,
está condenado al fracaso, lo mismo que la aplicación de una serie de normas y recetas
típicas que se enseñan en manuales de periodismo con pretensiones universales. En todo
caso, tales recomendaciones sólo son válidas en campos comunicativos cuyo desarrollo es
similar al que las generó.
El discurso radiofónico y su lenguaje formado con sonidos, voces, entonaciones, silencios,
músicas, etc., así como las mezclas posibles se caracterizan, a diferencia de los signos
lingüísticos, en su naturaleza analógica puesto que es más difícil determinar las lejanías entre
el signo y su significado si reparamos, por ejemplo, en los sonidos de una ambulancia o del
auricular telefónico. Estos signos tienen un gran parecido con la realidad. Como en la
televisión, lo que sucede en la radio es, de entrada, de verdad. No es una recreación fría y
distante, como la prensa, sino que, en efecto, percibimos personas de carne y hueso que
cantan, hablan, se equivocan, están ahí diciendo que están ahí y que nosotros estamos en
contacto con ellos, creyéndoles en toda la realidad que les da el habla directa y viva.
Creerles, en este caso, depende simplemente de su capacidad de mostrarse de manera
emotiva y auténtica; calurosa y personal. ¿Cuánta necesidad tienen, entonces, los formatos
radiofónicos de diferenciarse y ganar "independencia" respecto de hechos y opiniones como
la prensa para ser creíbles. ¿Es posible conseguir los mismos niveles de credibilidad que los
de la prensa sin recurrir a los prototipos periodísticos?
Quienes deciden estas respuestas son las audiencias. Vivas y diferentes como las voces de
la radio, las audiencias amplias están formadas por personas de muy diverso nivel
socioeconómico, pero que comparten las preocupaciones de la ciudad contemporánea; el
aislamiento, la necesidad de conversación en medio de las tareas rutinarias de la vida. En
este sentido, los factores de credibilidad mayor, se derivan de la particularidad del discurso
radiofónico, de la cercanía afectiva y no de los prototipos. En consecuencia, aparecen
mezclados en productos más híbridos aún y sólo reconocidos por su efecto general de
sentido: nos mantienen informados, son noticiosos, etc., sin reconocer especificidad en
formatos que en otros lugares son diferenciados. Como quiera que sea, la radiodifusión
mexicana ha aumentando en los últimos años sus programas informativos y esto supone un
despliegue tanto de actores, capitales, habilidades, formatos que deben ser construidos todos
los días por sus productores y, al mismo tiempo, poder ser leídos por las audiencias en un
proceso de competencia legitimadora. ¿En este proceso de reconversión temática, qué papel
tienen, en verdad los géneros periodísticos -informativos y de opinión, según las experiencias
de la prensa- en la construcción de la legitimidad del decir? ¿Cuáles de estos prototipos
aparecen mejor definidos que otros? ¿Cuáles son sus tendencias y porqué? ¿Qué formatos
nuevos o híbridos aparecen en la práctica mexicana?
Éstas son algunas de las preguntas que queremos resolver, de modo que podamos confirmar
las hipótesis planteadas con anterioridad. Responderlas requiere de un trozo de la realidad a
observar -las retransmisiones informativas de "Para empezar" y el noticiero radiofónico local
"Radionoticias"- y también un marco de referencia que retome los prototipos de los géneros
de opinión y las características discursivas del lenguaje radiofónico.
Después de la revisión de diversos textos clásicos sobre redacción y géneros periodísticos,
nos queda claro que no existen definiciones válidas para todas las comunidades de
académicos, alumnos y profesionales del periodismo, pese a los esfuerzos de los teóricos por
tipificarlas. "Sin embargo, dice Guillermina Baena, la tradición ha impuesto dos grandes
divisiones: el periodismo informativo y el periodismo de opinión. Los franceses llaman al
primero, periodismo de razón (journal de raison) y al otro, periodismo de emoción (journal
d'emotion) (...). Las distinciones son evidentes, a tal grado diría Mario Rojas Avendaño, que
los hechos son sagrados y el comentario es libre" y un periodista más comenta: "Los artículos
de fondo no son noticias, sino lo que el periódico piensa sobre las noticias" (12). Las ideas
sobre estos hechos son del carácter del sentido común, con muy bajo nivel de sistematicidad
y diferenciación, como lo demuestran los manuales que incorporan a estas dos tendencias de
práctica periodística un catálogo de formas informativas y formas de opinión, siendo las
primeras, los titulares, las noticias, las entrevistas informativas, mientras que las segundas
son columnas, comentarios, editoriales, crónicas, reportajes, artículos, ensayos, etc. Algunos
de los elementos que frecuentemente se utilizan para la caracterización de estas formas son
los siguientes: a) intencionalidad del autor, b) estructura gramatical y sintáctica, c) posición
respecto de los hechos. Se dividen en:
 
El reportaje
El reportaje tiene mayor libertad expositiva que la noticia, pero condicionado a su obligación
de informar. El gran reportaje debe ser de altos vuelos literarios; debe tener un buen
arranque, un "principio con gorro" y sin la idea de la pirámide invertida; los protagonistas son
los hechos, sus antecedentes y consecuencias. No son de autor, es más importante el
contenido que quien lo escribió. Se detectan con un "buen ojo clínico". Narrativa
descendente: comienzo atractivo, desarrollo interesante y final concreto. Se refleja el mundo
externo, aunque puede reflejarse el interno -el inconsciente- para lo cual hay que darle tono
informativo a las vivencias. Su propósito debe ser el de informar con detalle y con amplitud.
Se impone en el reportaje standard la pirámide invertida, titulación atractiva. Se recomienda
hacer un guión de investigación con ánimo científico, observación, reflexión y objetividad.
 
La crónica
La crónica es libre, sometida al mandato de la noticia, lo objetivo y lo subjetivo se
complementan, estilo indirecto. La crónica participa del reportaje por los hechos y del artículo
por el juicio personal del cronista. Forma informativo-narrativa. El cronista es un intérprete,
interesa su breve juicio de las cosas; la anécdota tiene gran valor. Es importante el autor de
la crónica, está pegado el quién hizo del qué. Es individualista. Debe ver de la noticia lo que
no ve el reportero. Ve los hechos desde su "más acá". Nos da hechos asimilados y digeridos.
La técnica de la crónica es la técnica del cronista; la anécdota. La frase corta y el párrafo
breve; vocabulario rico, trabajado y personal, metafórico.
 
La entrevista
La entrevista o la comunicación imaginaria. Las entrevistas de banqueta no dicen nada y
frecuentemente las entrevistas televisadas no hablan de temas, sino de las famas de los
entrevistados o los entrevistadores; sirven para mantenerlos en el estrellato. "De ahí la
sospecha de que los esforzados entrevistadores no persigan con sus preguntas el diálogo, la
anécdota, la confidencia, la explicación o la información sino la mera presencia del
entrevistado. El caso es robarle un poco de cara y de palabra. "Tenerlo". Es el reino de la
redundancia. Las de RTVE encaran el imperio de los sin sentidos.
El problema no está en los entrevistadores ni en los famosos. La trampa está en el propio
género y en las ocultables servidumbres que se derivan del medio. Es una ceremonia
secretamente codificada en sus mínimos detalles; como dice Morin, estamos ante un arte que
desconoce sus reglas, pero que conoce a sus artistas. El formato permite tener lo mismo al
jefe de estado español que al escritor renombrado o al jugador más valioso del balompié,
reuniendo lo prosaico con lo poético.
 
El editorial
El editorial es el punto de vista oficial del periódico, aparece en el mismo lugar siempre y con
firma del editor o sin ella. Sobre temas importantes para la opinión pública. Su estilo es serio
y a veces grandilocuente.
 
La columna
La columna entra en auge con la complejidad de los periódicos; el editorial queda sin firma y
las firmas atraen audiencias. Representa el formato por excelencia del periodismo de ideas,
muy crítico y de excelente calidad literaria. Es el género periodístico que analiza, interpreta y
orienta al público sobre un determinado suceso con una asiduidad, extensión y ubicación
concretas en un medio determinado. La independencia es la multidependencia; "se logra
aumentando el número de autoridades a las que oímos con simpatía". Así se han ampliado
las discusiones, incluso en torno de los mismos editoriales.
Martín Vivaldi dice que es el espacio fijo que un medio asigna a una determinada firma. Sus
características son: la responsabilidad, libertad, juicio crítico personal, intencionalidad
reflexiva, extensión uniforme, asiduidad, titulación general, tratamiento tipográfico especial.
Luisa Santamaría considera que el comentario y la columna son muy similares. Para ella el
comentario corresponde al mundo de las ideas y no al relato. Tiene finalidad idéntica a la
editorial, aunque la gama de tipos es mayor en la columna que en el editorial, donde también
hay limitaciones en el lenguaje. Hay tantas columnas como columnistas, siempre que eviten
la difamación y la obscenidad. La autonomía es lo más importante, aunque se contrapone
con las líneas editoriales que pueden someterlo a censura. Es importante la afinidad entre los
periódicos y sus columnistas pues lo contrario generaría un desconcierto de públicos.
Resulta poco probable que una columna supere las 750 palabras. En su extensión moderada
reside, en parte, el éxito que ha obtenido a lo largo de los años. Además, su lenguaje ameno,
sencillo y sugerente, provoca cierta facilidad de lectura y, por lo tanto, un aumento
significativo del número de receptores. El columnista, según Morán Torres "ha de ser
honesto, valiente y responsable" para que sea creíble.
La columna tiene un valor informativo y también de opinión; la actualidad y la relevancia. Los
contenidos han de ser llamativos, atrayentes, importantes y conocidos; la seducción de la
firma de modo que los lectores encuentren un interés. Su valor informativo es adicional al de
la opinión; (la relevancia y la actualidad de los temas). Son productos complementarios que
más allá de la imparcialidad del lenguaje informativo, penetran en argumentaciones de mayor
profundidad y revelan el estado de opinión de una persona influyente, cuya intención es crear
opinión pública. La columna tiene tres partes: introducción, desarrollo y conclusión. Tiene
semejanzas con el editorial.
El editorial es grandilocuente y al estilo típico de redacción de una empresa periodística; la
columna se identifica con la foto del columnista como modo de reforzar la paternidad de la
firma y su autenticidad. Morán Torres dice: "El buen columnista debe tener "dominio de la
pluma, la honestidad profesional, la valentía para explicar su opinión, el sentido de la
responsabilidad y el amor a la verdad". Debe ser crítico, agudo, inteligente, perspicaz, buen
observador, divertido, irónico para expresarse con corrección, autoridad, orden y seriedad.
La elaboración de una columna debe regirse por el principio de contraste. Es necesario
disponer de una documentación suficiente y de una experiencia profesional que avale la
firmeza de las argumentaciones. Hay quienes piensan que en los diarios modernos se están
desplazando los temas de la editorial a la columna, sobre todo en temas políticos; es de
influencia norteamericana que se introduce en España a través de ciertas modalidades de
crónicas y entronca con el moderno periodismo interpretativo. Eso no sorprende en el
periodismo latino, pues éste se ha nutrido de plumas y columnistas de gran envergadura.
Actualmente son tres razones las que introducen de lleno a esta práctica en España: el
crédito, la solvencia económica y el deseo de las empresas informativas por hacerse con los
servicios de colaboradores fijos u ocasionales que aumenten la calidad y el atractivo de las
publicaciones, artículo de fondo o la columna literaria.
 
El artículo
El artículo está limitado por el tiempo huyendo del ensayo y del esteticismo, puede ser libre
con predominio de un tema en especial, subrayando las ideas personales de quien escribe;
debe tener capacidad convincente e inductiva; interesan, más que los hechos, los puntos de
vista sobre ellos. En primer plano está el autor. Con preferencia de temas actuales y no
históricos. Se refleja el mundo externo. Poco recomendable el exhibicionismo y no hay
técnica propiamente dicha, sino modos de escribir: invención, disposición, elocución y
retoque. Todo artículo ha de tener unidad. Se pide cultura, aliento poético, sentido realista y
novedad.
El artículo como la columna, es el reflejo de la opinión de una persona que argumenta y
defiende sus impresiones y puntos de vista. El artículo es más elaborado, más denso y más
serio. Su extensión es variable, las construcciones sintácticas son complejas, el léxico
conceptualizado y las tesis se mantienen con argumentaciones más intelectualizadas.
 
El ensayo
El término se aplica a diversos tipos de escritos literarios expositivos y formales. Actualmente
se entiende por ensayo a cualquier prosa literaria que tenga una interpretación basada en la
observación y en el punto de vista personal. Desenvuelve una tesis doctrinal con tendencia
interpretativa o de investigación con libertad temática. Martínez Albertos dice que se trata de
un trabajo de divulgación científica expuesto brevemente y de manera esquemática. Por el
tema pueden ser de muchas maneras. El ensayo formal e informal: el primero es una
discusión argumentativa en la cual el escritor expone un tema acercándose a la realidad de
los hechos y a su conocimiento de ellos; el segundo es el periodístico que resulta de la
reflexión sobre un tema de interés general (juicios, relatos, descripciones, etc.)
Su estructura es semejante al del editorial: introducción, desarrollo, conclusión. Puede
valerse de giros humorísticos, formas narrativas, formas descriptivas, formas argumentativas.
En consecuencia, es difícil precisar su estilo. Algunas recomendaciones son: cada párrafo
debe constituir una unidad de pensamiento en torno de la temática general; las transiciones
entre párrafos deben ser suaves; debe haber cierta uniformidad en el modo de tratar los
temas; se escribe en primera persona gramatical; Sencillez y claridad; es un género
argumentativo; su propósito es dar a conocer las opiniones del ensayista respecto de un
acontecimiento que no es necesariamente actual; tiene tres partes: entrada, cuerpo,
conclusión.
La existencia de estas definiciones supone la posibilidad de identificar sus estructuras en los
noticieros mexicanos, clasificar sus rasgos, y elaborar alguna aproximación sobre su uso en
un mercado radiofónico específico, como el mexicano. En lo general, la diferenciación de
estos géneros se deriva de la combinación de rasgos que tienen que ver con: a) la
intencionalidad del autor, b) el grado de objetividad-subjetividad y c) las características de
redacción.
 
Géneros de opinión y discurso radiofónico
La observación de esta dimensión prototípica o de formas periodísticas de interpretación no
puede limitarse simplemente a la identificación de los rasgos constantes en el ejercicio de la
prensa, sino a las modalidades de adaptación que puede tener al someterse al imperio de un
código diferente, como puede ser el lenguaje radiofónico. En ese sentido, consideramos que
es necesario fijar otros conceptos y clasificaciones que permitan aproximarse a la dimensión
discursiva radiofónica que permita entender este proceso de asimilación de los estilos
periodísticos al lenguaje radiofónico. No se trata, sin embargo, de fijar la función social del
medio radiofónico o sus estrategias de reconversión competitiva frente de la televisión o la
prensa informativas, sino de verificar la existencia de géneros de opinión y la diferenciación
que supone su manejo radiofónico respecto de la clásica expresión de la prensa.
El lenguaje radiofónico está compuesto por componentes verbales y no verbales que
impactan los géneros periodísticos de diversas maneras. Así, tales estrategias comunicativas
que intentan generar un determinado efecto de sentido deben ser analizados no sólo desde
sus características periodísticas, sino también desde las diferentes dimensiones a través de
las cuales puede verse el discurso radiofónico. Estas dimensiones, al decir de María Cristina
Mata son, la dimensión referencial, la enunciativa y la estructural, cubriendo la primera todo el
universo al que remiten los signos utilizados en la construcción de los géneros de opinión y
que puede sintetizarse en: A) ideas explícitas o implícitas, B) valores y modelos de acción
respecto de los sucesos construidos, (descripciones, denuncias, propuestas, negociaciones,
conflictúa, consensua, defiende) C) temas tratados, D) fuentes frecuentes, E) ámbitos y
espacios de los temas, F) temporalidad, G) actores sociales representados.
La dimensión enunciativa hace referencia al imaginario que tanto el enunciador como el
destinatario tienen de sí mismos y que permite que las relaciones comunicativas sean
aceptadas por ambos como necesarios y/o útiles. Los criterios para observar esta dimensión
son: A) los recursos de apelación que son las expresiones del hablante en torno del supuesto
oyente y que, en general, pueden ser de distanciación o de inclusión mediante signos
familiares a los tipos de audiencia de que se trata, B) los modos para persuadir, entre los que
sobresalen, la argumentación, la presentación de ejemplos comprobatorios, las citas de
autoridades en la materia, citas de cantidad y calidad que avalen hechos o interpretaciones,
etc. C) las estrategias de legitimación, cómo hablar de la capacidad profesional de los
hablantes, el conocimiento vivencial de los temas que se aborda, la representatividad, la
tradición, D) las estrategias expresivas que le dan fuerza emotiva al discurso, como los
recursos literarios, los apoyos musicales o de efectos de sonido y los estilos de locución
radiofónica (fríos, formales, distantes, efusivos, mixtos, etc.).
La dimensión estructural está formada por "una particular manera de presentarse ante los
oyentes: tiene la forma de una sucesión de sonidos que se organizan temporalmente" (13),
originando las parrillas de programación o la organización por segmentos de programas
radiofónicos como los informativos. La programación y los programas informativos son una
estructura, "porque además de ser una secuencia de espacios, es un sistema en el cual los
diferentes elementos que lo componen guardan entre sí relaciones de interdependencia y se
articulan alrededor de algún eje que les da coherencia" (14). En relación con los formatos
informativos, el análisis estructural o secuencial de sus partes lleva a mostrar el predominio
de ciertos formatos periodísticos y, en consecuencia, del efecto de sentido deseado por los
enunciadores de los mensajes en función de públicos específicos. También incluye la
duración total del espacio estudiado así como la duración parcial y su ubicación en el plano
general de la programación (primeras horas de la mañana, media mañana, medio día, noche,
etc.), subrayando los mecanismos de encadenamiento o sucesión de las partes (cierres,
intermedios musicales o de voces, distribución de los géneros, etc.)
 
LA RADIO INFORMATIVA MEXICANA Y LA LEGITIMIDAD OMNIPRESCENTE
Los mercados mediáticos están compuestos de elementos similares en prácticamente todas
las partes del mundo. No obstante, la aparición, cantidad y calidad de sus actores, la
madurez de los valores en disputa, las reglas de las relaciones que se desatan en
determinados espacios históricos y culturales son diferentes. En este sentido, creemos que
es indispensable trabajar en modelos teóricos que permitan la observación simultánea de
fenómenos interconectados, de modo que las generalizaciones sean adecuadas y que den
espacio para los desarrollos diferenciales de cada lugar.
Una de las partes de este mercado, un fenómeno que no puede ser visto como hecho aislado
de los demás, es el de las formas de expresión utilizadas para referirse a la realidad y para
dar opiniones en torno a ella. Es claro que estas formas deben ser reconocidas como
valiosas para el campo tanto por los productores de las mismas, como por los reproductores
que, para el caso son las audiencias. El estudio de estas formas, llamadas también géneros
periodísticos, no puede agotarse, desde luego, con la preceptiva gramatical y sintáctica que
se enseña desde la academia, misma que desata enérgicos esfuerzos por ordenarlos en una
taxonomía que valga más allá de mercados específicos, tanto como necesidad docente de
transmisión, como para la investigación comunicacional.
Es claro que los académicos, investigadores, periodistas y escritores, forman parte de los
actores de peso del campo mediático, pero no representan la única variable que impone un
orden convencional, sino que la elaboración de los géneros debe tener en cuenta otras
variables como: a) el momento histórico y las necesidades sociales que se manifiestan en el
campo, b) el marco cultural en el que se insertan esos procesos y les dan sentido, c) la
dinámica de la lucha por el poder legítimo entre productores, competidores y consumidores,
d) los condicionamientos del código específico que se utilice para la construcción del
discurso, e) la identificación de los valores centrales que se disputan y el papel que juegan
los actores en su defensa o en su debilitamiento.
En diversos momentos de la historia reciente en México, la radio ha impulsado valores de
diversa índole que eran reconocidos en la competencia, en la producción y también por las
audiencias que, en este tipo de mercado de bienes culturales, tienen un peso decisivo pues
son quienes otorgan el verdadero sentido de legitimidad. No es sino hasta la década de los
años ochenta cuando el valor de las cantidades de audiencia empieza a exigir productos
informativos de mayor calidad, responsabilidad social y trascendencia política, como lo
demuestran el aumento significativo de noticieros nacionales y locales que va aparejado con
altos niveles de audiencia y participación.
El estudio de la radio informativa en México, en consecuencia, es reciente. Implica la
observación de los actores y cómo se disputan la credibilidad periodística traducida en
estrategias de producción, de programación y transmisión, así como los resultados que esto
genera en las audiencias legitimadoras de tales procesos. Un primer punto adyuvante de esta
credibilidad es la adecuada separación entre los géneros periodísticos y de opinión, como
ocurre en la prensa estándar y un segundo punto, las relaciones radio-prensa-televisión.
El análisis de los géneros se presenta como una tarea compleja pues no existen acuerdos
sustanciales entre los académicos que los definen y enseñan, sus prototipos se mueven y
adecuan a los códigos que se emplean y aún no existe un modelo holístico que los relacione
con las otras variables que hemos mencionado. Así, como hemos señalado en otra parte del
trabajo, vamos a considerarlos como categorías etnográficas válidas para determinados
grupos socioculturales. Vemos las mismas carencias, para el caso de las relaciones prensa-
radio.
Para muchos estudiosos de la comunicación, "prensa y radio son dos universos conceptuales
y metodológicos que han ido configurando profesionalmente su propio código de expresión,
dejando las puertas abiertas a nuevas experiencias comunicativas, gracias al desarrollo
tecnológico de la información y de la comunicación" (15). Sin contravenir la certeza de la
afirmación, nos parece que frecuentemente se definen sus diferencias con base en
determinadas prácticas históricamente bien situadas y concretas asumiendo que tales
diferencias son estructurales y no pragmáticas olvidando de nuevo, que son categorías
etnográficas.
Se dice, por ejemplo, que las características de la radio permiten una actualización veloz y
casi al instante que permite enterarse a través de este medio de las noticias más frescas y
profundizar el análisis en medios impresos con mecanismos diferentes de lectura e
interpretación. Creemos que puede ser así, dependiendo de ciertos usos sociales de la radio,
pero no tiene que ser así. La radio informativa en México muestra experiencias
comunicacionales en donde las distancias entre la prensa y la radio se acortan con un
aumento de la ventaja competitiva de la última, al diseñar formatos largos que sean capaces
no solamente de ofrecer la información más actual, sino fundamentalmente generar opiniones
y análisis con ciertos niveles de profundidad, muy cercanos a los que pueden leerse en la
prensa. Así, algunos noticieros nacionales duran más de 4 horas y tienen segmentos
dedicados al análisis profundo de las noticias y a su adecuada contextualización.
Evidentemente sus estrategias narrativas no son las mismas, como conviene a la adecuación
con canales diferentes: no tienen la elegancia ni la corrección que supone el compromiso con
la letra impresa, pero sí un lenguaje más vivo que une su credibilidad al de la persona que
inmediatamente habla; que tiene un rostro, unas manos, un énfasis en la emisión de las
palabras, que se ríe y problematiza de manera nerviosa, sin que por ello deba
necesariamente ser sencillo, superficial y descontextualizado.
El tratamiento informativo en la radio supone los ajustes lingüísticos y paralingüísticos y la
resemantización de los géneros periodísticos, pero también políticas derivadas del
reposicionamiento de la radio frente a las nuevas tecnologías y sus ofertas programáticas,
tales como la televisión por cable y las transmisiones vía satélite. En contraposición con estos
medios, que se encargan de simular las ideas macluhianas de la aldea global, encargándose
de ponernos cerca, lo que esencialmente está lejos, la radio mexicana ofrece como ventaja
competitiva su cercanía con los oyentes y con la realidad nacional. Se habla en mexicano, se
discute en mexicano y las noticias internacionales sólo ocasionalmente son espacios de
interés en nuestros noticieros. Incluso, la presentación de los resúmenes internacionales se
ubica al final del noticiero y no al principio. Lo cercano en la radio es realmente lo cercano y
se intenta en la mayoría de los casos unir la eficacia viva y corpórea del habla con los
problemas locales, regionales y nacionales, dejando que sean otros medios quienes exploten
el asombro de la aldea global. La radio y el habla son dos elementos constitutivos de la nueva
plaza pública que tiene formas radiofónicas y virtuales.
Como dicen Iván Tubau y Pastora Moreno, es necesario tener otro tipo de categorías para el
estudio de los géneros periodísticos en la radio, sobre la base de que la sorpresa, las
mezclas y la ruptura serán sus elementos esenciales. No solamente en cuanto a las
referencias lingüísticas y paralingüísticas, sino fundamentalmente con la estructura que las
integran y las matrices de sentido que generan sus diversos segmentos de cara a la
necesaria defensa del valor legítimo del campo. En nuestro análisis de dos noticieros
mexicanos, hemos identificado hibridismos como los siguientes: entrevistas que son pretextos
para el editorial y el comentario, reportajes de formato mínimo, columnas que tienen formatos
de entrevista, comentarios no deslindados de la noticia, etc.
Las características que observamos de los dos noticieros, uno local - transmitido por Candela
FM de la cadena RASA, en Mérida Yucatán, llamado Radionoticias- y el otro nacional
-transmitido tanto por radio como por televisión restringida- son las siguientes: la radio
informativa local tiene menores recursos financieros y profesionales, lo que se nota en burdas
imitaciones de estructuras programáticas, eslóganes, parrillas y estilos que han probado su
éxito en el ámbito nacional, que se cubren con información no adecuadamente adaptada por
lo que persiste la práctica de leer periódicos al aire como si fueran textos radiofónicos. Los
géneros que frecuentemente se utilizan son la noticia, el reportaje, la columna en sus
versiones política, revoltillo y económica, entrevistas, nota roja y el comentario.
Los noticieros nacionales se caracterizan por contar con amplios recursos financieros y
profesionales que permiten el despliegue tecnológico, incluyendo flotillas de motocicletas,
helicópteros, reporteros con unidades de control remoto, despachos informativos desde
diversos puntos del país vía satélite. Sus esquemas dependen del tipo de audiencia a la que
se dirigen, destacando informativos con amplias secciones de opinión y análisis como Plaza
Pública de Miguel Granados Chapa en Radio Universidad Nacional, cuyas entrevistas pueden
ser tan o más profundas que las publicadas en la prensa.
El noticiero analizado, llamado "Para empezar", dura 3 horas y reúne diversos géneros, como
la noticia, el comentario, la entrevista, el despacho informativo, la columna, cuya combinación
estructural produce una matriz de sentido capaz de generar "la ilusión de verdad" tan
necesaria para la credibilidad periodística. "Para empezar" es un informativo dirigido y
conducido por Pedro Ferriz, que a lo largo de las 3 horas despliega diversos géneros
informativos y de opinión poniéndolos al servicio de su propia personalidad, de modo que su
autoridad de decir omnipresente a lo largo de la emisión se fortalece con los saberes
parciales de los colegas que lo acompañan. No deslinda nunca entre la noticia y el
comentario, llegando incluso a explicar la información de modo que sea más accesible y viva
para la audiencia, orientando de manera discreta a ciertas líneas ideológicas afines al
gobierno actual, subrayando de manera paradójica, apariencias de independencia.
A diferencia de las tendencias informativas en radio, "Para empezar" es una emisión que
identifica la noticia central de la jornada y pone a su servicio gran parte de sus periodistas de
modo que, en diversos formatos y enfoques, se vaya formando una opinión bien
argumentada en torno de tal suceso, al mismo tiempo que fortaleciendo, como decíamos, el
derecho a decir de su conductor, quien hace los comentarios finales, contundentes y certeros
de cada segmento. No es raro pues, que los hechos noticiosos centrales puedan asociarse
con alguna anécdota profesional del periodista, con trabajos periodísticos de archivo que
puedan ser reutilizados con un sentido crítico diferente, acorde con las necesidades del día y
tampoco que los columnistas tengan siempre presente la voz y las ideas del conductor
central, quien acota, completa, reorienta, dialoga, negocia con los expertos de cada una de
las secciones, convirtiendo la columna en una pseudoentrevista.
Las entrevistas, que aparecen como tales, dentro de la emisión, son efectuadas también por
el propio Pedro Ferriz de Con, quien orienta la opinión de los expertos hacia sus puntos de
vista y generalmente termina con una opinión original, no sujeto de la entrevista en cuestión,
pero que goza de la aprobación del invitado, mismo que aumenta la credibilidad y poder
argumental del conductor. La entrevista, pues, se mezcla de manera indisoluble con el
comentario, muy parecido a la nota de la redacción que algunos periódicos utilizan para
aclarar algunos puntos señalados por alguna fuente.
Pese a su larga duración, este noticiero es uno de los más escuchados en todo el país y
mantiene su dinamismo a través de cortinillas novedosas, anuncios comerciales de bancos
que se enlazan, por ejemplo, con la información bursátil y las cotizaciones del día, y una
combinación de los formatos largos con cápsulas culturales y científicas generalmente con la
participación de voces femeninas.
Nos atrevemos a decir, que hemos llegado al noticiero con firma. La credibilidad que puede
gozar un espacio informativo no está directamente relacionado con la limpieza y el respeto
por los géneros de opinión y de interpretación, sino en la capacidad que tiene el conductor de
decir, analizar, involucrarse en los diferentes espacios y hechos informativos, quedando de
manifiesto su "ethos" personal; su forma particular de construir la verdad, defenderla,
enjuiciarla, contrastarla y oponerla a la mentira, utilizando cualquier recurso sonoro, literario o
expositivo que tenga a su alcance. Él es el noticiero número uno de la radio, no el noticiero ni
el equipo que está a su disposición. ¿Cómo explicar que el público mexicano otorgue
credibilidad a un conductor que media entre los hechos y el público diciendo frecuentemente
lo que piensa en lugar de lo que es? ¿A qué se debe que formatos periodísticos tan sólidos
como la columna se influyan hasta juntarse apenas con la entrevista para aumentar la
credibilidad y presencia de un periodista? ¿Qué relación existe entre los mecanismos
periodísticos de credibilidad y la idiosincrasia profunda de un pueblo? ¿Las deformaciones y
las violaciones a los límites internos de los géneros pueden explicarse por la presencia de la
letra hablada en lugar de la escrita, a la inmadurez del campo, a la cultura profunda del país,
o a todo esto junto?
Las audiencias radiofónicas en México son fundamentalmente las clases populares, medias
y, para emisiones especiales, profesionales o empresarios que suelen enterarse de la
información del día durante los traslados de la casa al trabajo. Pese a la existencia de
decenas de periódicos y revistas tanto en la capital del país y las principales ciudades de la
provincia y a datos estadísticos sobre la lectura que presentan nuestros organismos
gubernamentales en la UNESCO, el caso es que ni la certificación de tirajes es confiable ni
es claro que los mexicanos sean consumidores asiduos de medios impresos. Muchos de los
mexicanos, se enteran fundamentalmente por la radio y la televisión. En ese sentido, las
posiciones de la radio y la prensa, como difusores de la noticia más actual e inmediata y de la
reflexión más meditada y profunda, no siempre pueden ser comprobados en nuestro mercado
mediático, como dos pasos recorridos por el mismo lector
Estas observaciones nos llevan a afirmar que la dificultad para definir adecuadamente los
géneros periodísticos y sus prácticas mediáticas tiene que ver no solamente con la falta de
formalización diferencial y precisa de los géneros, sino al papel que hace que su desarrollo
sea fundamental o no, dependiendo de los juegos entre actores que se realicen en un
mercado de bienes culturales específico y que, además, su lógica de funcionamiento no
puede desprenderse de otros mercados culturales que le dan identidad a una región o país.
Es decir, que el impulso a la limpieza y el respeto a los géneros de opinión y de interpretación
en la radio mexicana tiene que ver más con las condiciones de disputa simbólica en el
campo, las necesidades manifiestas de productores y re-productores de formas de lograr la
verosimilitud, que con las certezas más o menos formales de la academia. Si, en cambio, es
altamente significativo que en un país con una herencia autoritaria importante, de
presidencialismo fuerte y de caudillos postrevolucionarios, la legitimidad periodística de un
noticiero, se construya sobre su conductor omnipresente y homodiegético.
Constantino de Tárnava, ingeniero que participaba en la compañía fundidora de
Monterrey, NL, es reconocido como el iniciador de la radio en México, ya que
desde 1919 instala en esta ciudad de Nuevo León la primera estación
experimental.
Su infancia no fue muy diferente a la de los chiquillos de su época, pero en la
adolescencia empezó a mostrar un gran interés por la electrónica hasta que en
octubre de 1921 su proyecto radiofónico que llevaba preparando se consolida al
inaugurar la emisora CYO, después llamada XEH. El 9 de Octubre de 1921, De
Tárnava transmitió formalmente su primer programa "en vivo de estudio" y decidió
regularizar las transmisiones con un horario fijo: todos los miércoles de 8:30 a 12:00
de la noche.
El primer programa radiofónico dio sus primeros pasos una noche de septiembre de
1921, en una cabina construida en la planta baja del desaparecido Teatro Ideal en la
Ciudad de México. En 1922 los radio-aficionados constituyen la liga nacional de radio y
así intercambian conocimientos. Pero mucho más importante para la historia de la
radio en México fue la fecha de 1923 cuando empiezan a emitir las emisoras CYL
denominada "El Universal Ilustrado, La Casa del Radio", propiedad de los Raúl
Azcárraga y Félix F. Palavicini y la CYB, que muchos años después cambiaría su
nombre XEB, de la compañía cigarrera El Buen Tono.
Durante esta década los programas estrella son los musicales, con artistas originales
que desarrollaban su propio estilo y daban una variedad a la radio de la época, algo
que no sucedía por ejemplo en los vecinos Estados Unidos. El 18 de septiembre de
1930, XEW, La Voz de la América Latina desde México, fundada por Emilio Azcárraga
e instalada por el ingeniero José Ruiz de la Herrán Ipao, lleva consigo una nueva
etapa en la industria, por su programación, alcance, idea y potencia, y supone el salto
definitivo para la consolidación de la radio durante las décadas posteriores. Es el
momento del uso combinado de los recursos radiofónicos (voz, música y efectos) y se
intenta reflejar de alguna manera la realidad sonora del receptor. La emisora XEQ se
inauguró en 1938, su primera puesta en el aire estaba constituida por quince
programas musicales que cubrían el día completo, una forma de hacer radio al servicio
del oyente, el comercio y la industria nacional.
Por esas mismas fechas, mientras Estados Unidos vive una noche de pánico el 30 de
octubre de 1938 cuando miles de norteamericanos quedaron aterrorizados por una
emisión de radio que describía la invasión de los marcianos, adaptación de la obra “La
Guerra de los Mundos” de H.G. Wells, y en Europa se estaba dando el mayor
desarrollo de la información radiofónica a través de las intervenciones de Hitler y el
nazismo, en México
En 1941 se producen las primeras concentraciones entre emisoras, este grupo de
estaciones de radio con fines comerciales se llamaba Radio Programas de México
fundado por Emilio Azcárraga Vidaurreta y Clemente Serna Martínez.
La radio en México estaba encabezada por la emisora XEW, que se dedicaba a
difundir programas musicales, radionovelas e información. La programación intentaba
entretener, dar espectáculo de una forma coherente y difundir la cultura musical entre
todos los mexicanos. Por otro lado había otras estaciones que no buscaban nuevos
artistas sino que preferían proponer otras posibilidades como la realización de
programas desde un salón de baile dando un servicio al auditorio. La radio en México
se preocupaba por mostrar su lado educativo y para ello no escatimaban esfuerzos en
emisiones culturales de toda índole, como un servicio a la sociedad que deben tener
todos los medios de comunicación. Son célebres de esta época programas didácticos
como "Los niños catedráticos", "El Dr. I.Q." y la "Campaña Cultural XEW". que
consistía en la difusión de pequeñas notas culturales de menos de un minuto. Se
decía que la misión de la radio no era educar, desde luego tenía muchas más
funciones que ésta, pero de una manera subliminal o poco palpable lo lograba con las
emisiones de algunos de los programas y con los anuncios de publicidad. De alguna
forma al intentar vender una cosa, si ésta era positiva podía significar la difusión de
esta actividad. Por ejemplo el anuncio de una determinada marca de bicicletas podía
llevar a fomentar la realización de este deporte, que como cualquier otro, es bueno
para la salud, y así con muchos más productos. Quizá la intención del vendedor era
simplemente deshacerse de esa bicicleta, pero al mismo tiempo, sin quererlo, difundía
su posterior utilización.
En 1947 nace la XEX. Fundada por Alonso Sordo Noriega, que había tenido mucho
éxito como locutor en la XEW, tendrá en un primer momento un espíritu
completamente moralizante. El programa de inauguración, el 30 de octubre, era de
género musical. El primer programa dialogado de XEW se llamaba "Policía
Doméstica", que estaba patrocinado por el insecticida del mismo nombre.
A fines de la década de los cuarenta, gracias a los avances tecnológicos en
radiodifusión, en México comienza a experimentarse con la Frecuencia Modulada
(F.M.). La XEOY, Radio Mil, realizó un experimento que hoy ya no suena tan extraño,
en 1949 intentó convertirse en una estación de sólo noticias, que transmitía durante 18
horas. Pero en ese momento la idea no cuajó por falta de planificación.
Entre 1940 y 1955 tuvieron su apogeo los programas dramáticos, las novelas
matutinas y vespertinas, los radio teatros nocturnos, estaban de boca en boca en esa
época en México. Así se pueden encontrar series que han sido verdaderos triunfos, tal
es el caso de "Corona de Lágrimas", "Anita de Montemar", "Chucho el roto" y sobre
todo "El Derecho de Nacer", todos grandes éxitos durante años.
El fenómeno de radio-tocadiscos, es lo predominante actualmente en el país; anuncios
comerciales, una gran labor de difusión de discos y algunos tímidos intentos en otras
áreas.

La radiodifusión llega a México


En 1921 se iniciaron las transmisiones radiofónicas en nuestro país. Su desarrollo fue
poco notorio hasta 1940, aunque destacó la fundación de la XEW, en 1930, y de la
XEQ, en 1938.
     En la programación de las pocas estaciones que había en la capital y el interior del
país, se incluían anuncios comerciales, música y noticiarios. Destacaron locutores
como Manuel Bernal, Álvaro Gálvez y Fuentes, Humberto G. Tamayo y Ramiro
Gamboa. También se dieron a conocer compositores como Agustín Lara, Guty
Cárdenas, y cantantes como Lucha Reyes, Jorge Negrete, Consuelito Velázquez y
José Ángel Espinoza, Ferrusquilla.
     Las radiodifusoras fueron instaladas en las siguientes fechas:
1921 Monterrey
1923 México
1925 Mazatlán, Mérida, México, Monterrey y Oaxaca
1928 Ciudad Juárez, Guadalajara, San Luis Potosí y Veracruz
1930 México
1932 Ciudad Juárez, Matamoros, Mexicali, México, Nuevo Laredo y Piedras Negras
1938 México
la popularidad de la radio crea importantes figuras como agustin lara
Apreciar y estudiar a los medios

 Quimeras e insuficiencias en la era de la globalidad


 Raúl Trejo Delarbre

Ahora sabemos que entre tantas otras descripciones visionarias, hace casi una
centuria y media Julio Verne predijo la creación de la Internet. En su novela París en el
siglo XX1Verne se refirió al "telégrafo fotográfico"
que permitía enviar facsímiles a miles de kilómetros
de distancia y a un sistema de correo masivo que
además hacía posible "una correspondencia directa
con los destinatarios".
Escrita en 1863 cuando él tenía 35 años, aquella
novela de Verne fue rechazada por el editor a quien
se la entregó porque era demasiado pesimista.
Según esa obra, a mediados del siglo XX el mundo
se habría puesto al servicio del dinero, la gente
viviría preocupada por las cotizaciones en la bolsa,
la educación y la tecnología no estarían al servicio
del conocimiento sino de la acumulación financiera.
Verne no sólo anticipó los viajes a la luna y según se sabe ahora la invención de la
Internet, sino también el utilitarismo de la sociedad que nos dejó el siglo XX.
Aunque a su editor le haya parecido catastrofista, el autor de Viaje al centro de la
Tierra no se equivocaba. El mundo vislumbrado por Verne y que nos ha tocado vivir
150 años después se encuentra en buena medida determinado por la comunicación y
ésta, por el dinero. La posibilidad de videocharlar en tiempo real con alguien que se
encuentre al otro lado del planeta, o la disponibilidad instantánea de millones de bases
de datos, eran hasta hace poco tema de fantasías literarias o de futurismos científicos.
Hoy tales realidades telefonía, correo electrónico, páginas Web son parte de nuestra
vida cotidiana. Pero el acceso a ellas suele estar condicionado por la capacidad
financiera de los países o individuos que apetezcan tales recursos informáticos.
Al reconocer esa exuberancia comunicacional nos consideramos afortunados e incluso
protagonistas de una nueva era. La aspiración de estar enlazados con sitios distantes
como una manera de aprehender al mundo, o para tener un mundo sin fronteras, ha
formado parte de prácticamente todas las utopías. 2 Hoy los nuevos medios de
comunicación consiguen abatir la lejanía pero al mismo tiempo que tenemos un
planeta repleto de información nos enfrentamos a la persistencia de rezagos como la
desigualdad social, que la quimera comunicacional no ha logrado allanar e incluso, en
varios sentidos, ha contribuido a empeorar.
La digitalización de mensajes escritos, así como de audio y video, permite su
propagación masiva y distante de manera tan copiosa que contamos con torrentes de
información que jamás aprovecharemos del todo. La información, y los medios de
comunicación que nos acercan a ésta, envuelven prácticamente todos los aspectos de
nuestras vidas personales y determinan al espacio público en nuestras sociedades.
Información y medios son dos de las grandes bendiciones contemporáneas pero,
como casi todos los dones que la humanidad ha fraguado o recibido, en su esencia se
encuentra su contrario.
La información y los medios nos permiten un ejercicio más enterado, creativo y
provechoso del ocio, el esparcimiento, la educación e incluso en la gestión de los
asuntos públicos. Pero disponer de más información no necesariamente nos hace más
ilustrados, más piadosos o más competentes para enfrentar los problemas de nuestras
sociedades. La información por sí sola no es garantía de entendimiento ni de
conocimiento. Peor aún, las visiones parciales de la realidad que suelen propagar los
medios de mayor cobertura llegan a distorsionar y enmascarar los rezagos e
insuficiencias de nuestros países. Los asuntos sustanciales se confunden con los
triviales, la información con la diversión, lo urgente con lo superfluo.
La comprensión de los medios implica, hoy, comprender las dimensiones del hombre.
Los medios permean todas las actividades humanas de manera tan insistente, intensa
y extensa, que el entendimiento de cómo funcionan, con qué contenidos, intereses y
resultados, es fundamental lo mismo para explicarnos las variaciones de la economía
que las tensiones (y distorsiones) de la política. Entender a los medios es necesario
tanto para prever los alcances de la educación, como para apreciar el estado de la
moral en nuestras sociedades. A diferencia de la metáfora de McLuhan tenemos un
sistema mediático que, lejos de ser extensión de los hombres, tiende a convertir a la
gente en extensiones suyas. De allí la enorme importancia que adquiere el estudio de
la comunicación.
Estudiar a los medios implica examinar la principal fuente de influencia sobre las
relaciones sociales, el factor más dinámico en la conformación de la cultura política, el
instrumento más sobresaliente en la instrucción o confusión de nuestras poblaciones.
Al mundo de hoy no se le puede entender sin los medios. Con ellos están imbricadas
todas las nociones de futuro, desarrollo y progreso de nuestros países. Además, los
medios constituyen el espacio privilegiado para la exposición de ideas.
El estudio de la comunicación se ha convertido en una tarea no sólo necesaria sino
incluso, en no pocas ocasiones, vistosa y llamativa. Es una ocupación que llega a
compartir algo del glamour que tienen las actividades mediáticas. Quien es capaz de
desentrañar a los medios tendría que ser capaz también al menos hipotéticamente de
entender muchas de las pulsiones y los valores que mueven a las sociedades
contemporáneas. Pero a menudo, más que comprender a los medios el estudio de la
comunicación se limita a describirla sin analizarla o, en otros casos, a disculparla o
descalificarla.
La presencia mediática es tan abrumadora que en no pocas ocasiones sus estudiosos
se estancan en la trivialización y la estupefacción, o en el enaltecimiento y la
mitificación de los propios medios. Las coordenadas que hace casi cuatro décadas
estableció Umberto Eco cuando distinguió entre integrados y apocalípticos siguen
siendo vigentes.
La investigación acerca de los medios aún se escinde entre quienes se empeñan en
legitimarlos y aquellos que consideran que están obligados a descalificarlos.
A quienes estudian a los medios, sostener esas actitudes extremas suele resultarles
más ventajoso en su presencia pública y en ocasiones también académica que optar
por enfoques menos drásticos. Deliberadamente o no, tales posiciones obedecen a la
lógica del espectáculo. Defender o impugnar apasionadamente a la televisión es más
llamativo que reconocerle valores y también limitaciones. Culpar a la prensa de los
defectos de nuestras democracias o atribuirle todas las virtudes suscita mayores
adhesiones, por una posición u otra, a diferencia del análisis que encuentra
contribuciones y abusos en el periodismo de nuestros días.
El lenguaje habitual en los medios, especialmente en la televisión y la radio, favorece
las orientaciones drásticas y los juicios categóricos. Gobernantes, partidos,
deportistas, cantantes o cómicos suelen ser calificados de la misma manera: en favor
o en contra, con aplausos o reprobaciones, en blanco o en negro. Los matices no
tienen la capacidad de seducción de las posiciones extremas. El carácter maniqueo de
los medios alcanza consecuencias harto conocidas en la trivialización y el
empobrecimiento del debate político y en el examen de la mayor parte de los asuntos
que se ventilan en el espacio público de las sociedades contemporáneas. El estudio
de los medios a menudo comparte esa simplificación excesiva. En él abundan los
enfoques apocalípticos o integrados que no escarban en la complejidad ni las
circunstancias de cada medio, cada coyuntura o situación nacional. Dicho examen se
subyuga o rebela frente a la enorme capacidad de atracción que tienen los medios
pero, estancado en una de esas dos formas de estupefacción, se queda en la
superficie. A la investigación comunicacional le cuesta un esfuerzo enorme definir una
agenda propia porque habitualmente está al garete de coyunturas novedosas. Sus
enfoques, en no pocas ocasiones, se reducen a parámetros maniqueos porque no ha
terminado de construir sus marcos de referencia.
La investigación mediática, a veces de manera explícita y en otras ocasiones por la
usual vía del ensayo y el error, ha tenido que buscar sus propios paradigmas
metodológicos. En ese afán los investigadores de los medios han recorrido variadas y
creativas vertientes conceptuales, desde la historiografía y la semiología hasta el
análisis estructural, de contenidos, económico, sociológico y psicológico de los
medios, entre otros senderos. A fuerza de tomar un poco de cada disciplina y sometido
a la necesidad de actualizar sus cánones analíticos para estar al día con los cambios
que constantemente experimenta su objeto de estudio, la investigación de los medios
no ha logrado conformar escuelas teóricas tan definidas como las que tenemos en
otras áreas del conocimiento. Incluso resulta aventurado hablar de ciencias de la
comunicación porque el estudio de los medios requiere de instrumentos y métodos de
diversas ciencias. Aunque algunos colegas consideran que reconocer esa necesaria
interdisciplinariedad nos quita identidad como gremio académico, quizá es más
pertinente hablar de historia, economía, psicología, análisis discursivo o sociología de
los medios entre otras vertientes posibles. El hecho de que habitualmente digamos, en
plural, ciencias de la comunicación, indica que mantenemos una búsqueda que no
existe en otras disciplinas. Nadie o casi nadie dice ciencias de la historia, o ciencias de
la economía.

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