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ARQUÍMEDES

Catia la Mar, 14 de Noviembre de 2Ø21


Introducción
Los grandes progresos de las matemáticas y la astronomía del helenismo son
deudores, en buena medida, de los avances científicos anteriores y del legado del saber
oriental, pero también de las nuevas oportunidades que brindaba el mundo helenístico. En
los inicios de la época helenística se sitúa Euclides, quien legó a la posteridad una prolífica
obra de síntesis de los conocimientos de su tiempo que afortunadamente se conservó casi
íntegra y se convirtió en un referente casi indispensable hasta la Edad Contemporánea, pero
el más célebre y prestigioso matemático fue Arquímedes.

Se considera que Arquímedes fue uno de los matemáticos más grandes de la


antigüedad y, en general, de toda la historia. Usó el método exhaustivo para calcular el área
bajo el arco de una parábola con el sumatorio de una serie infinita, y dio una aproximación
extremadamente precisa del número pi. También definió la espiral que lleva su nombre,
fórmulas para los volúmenes de las superficies de revolución y un ingenioso sistema para
expresar números muy largos.

A diferencia de sus inventos, los escritos matemáticos de Arquímedes no fueron


muy conocidos en la antigüedad. Los matemáticos de Alejandría lo leyeron y lo citaron,
pero la primera compilación integral de su obra no fue realizada hasta el año 530 d. C. por
Isidoro de Mileto. Los comentarios de las obras de Arquímedes escritos por Eutocio en el
siglo VI las abrieron por primera vez a un público más amplio. Las relativamente pocas
copias de trabajos escritos de Arquímedes que sobrevivieron a través de la Edad Media
fueron una importante fuente de ideas durante el Renacimiento, mientras que el
descubrimiento en 1906 de trabajos desconocidos de Arquímedes en el Palimpsesto de
Arquímedes ha ayudado a comprender cómo obtuvo sus resultados matemáticos.

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Arquímedes
Fue un Matemático griego, nacido en Siracusa, actual Italia, en el año 287 a.C y
falleció en esa misma ciudad en el año 212 a.C. a la edad de 75 años a manos de un soldado
romano, a pesar de que existían órdenes de que no se le hiciese ningún daño.

Sus escritos, de los que se han conservado una decena, son prueba elocuente del
carácter polifacético de su saber científico. Hijo del astrónomo Fidias, quien probablemente
le introdujo en las matemáticas, aprendió de su padre los elementos de aquella disciplina en
la que estaba destinado a superar a todos los matemáticos antiguos, hasta el punto de
aparecer como prodigioso, "divino", incluso para los fundadores de la ciencia moderna. Sus
estudios se perfeccionaron en aquel gran centro de la cultura helenística que era la
Alejandría de los Tolomeos, en donde Arquímedes fue, hacia el año 243 a.C., discípulo del
astrónomo y matemático Conón de Samos, por el que siempre tuvo respeto y admiración.
Allí, después de aprender la no despreciable cultura matemática de la escuela (hacía poco
que había muerto el gran Euclides), estrechó relaciones de amistad con otros grandes
matemáticos, entre los cuales figuraba Eratóstenes, con el que mantuvo siempre
correspondencia, incluso después de su regreso a Sicilia. A Eratóstenes dedicó Arquímedes
su Método, en el que expuso su genial aplicación de la mecánica a la geometría, en la que
“pesaba” imaginariamente áreas y volúmenes desconocidos para determinar su valor.
Regresó luego a Siracusa, donde se dedicó de lleno al trabajo científico.

Al parecer, más tarde volvió a Egipto durante algún tiempo como "ingeniero" de
Tolomeo, y diseñó allí su primer gran invento, la "coclea", una especie de máquina que
servía para elevar las aguas y regar de este modo regiones a las que no llegaba la
inundación del Nilo. Pero su actividad madura de científico se desenvolvió por completo en
Siracusa, donde gozaba del favor del tirano Hierón II. Allí alternó inventos mecánicos con
estudios de mecánica teórica y de altas matemáticas, imprimiendo siempre en ellos su
espíritu característico, maravillosa fusión de atrevimiento intuitivo y de rigor metódico.

Sus inventos mecánicos son muchos, y más aún los que le atribuyó la leyenda (entre
estos últimos debemos rechazar el de los espejos ustorios, inmensos espejos con los que
habría incendiado la flota romana que sitiaba Siracusa); pero son históricas, además de la
"coclea", numerosas máquinas de guerra destinadas a la defensa militar de la ciudad, así
como una "esfera", grande e ingenioso planetario mecánico que, tras la toma de Siracusa,
fue llevado a Roma como botín de guerra, y allí lo vieron todavía Cicerón y quizás Ovidio.

La biografía de Arquímedes está más poblada de anécdotas sabrosas que de hechos


como los anteriormente relatados. En torno a él tejieron la trama de una figura legendaria
primero sus conciudadanos y los romanos, después los escritores antiguos y por último los
árabes; ya Plutarco atribuyó una «inteligencia sobrehumana» a este gran matemático e
ingeniero. La más divulgada de estas anécdotas la relata Vitruvio y se refiere al método que
utilizó para comprobar si existió fraude en la confección de una corona de oro encargada
por Hierón II, tirano de Siracusa y protector de Arquímedes, y quizás incluso pariente suyo.
Se cuenta que el tirano, sospechando que el joyero le había engañado poniendo plata en el
interior de la corona, pidió a Arquímedes que determinase los metales de que estaba

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compuesta sin romperla. Arquímedes meditó largo tiempo en el difícil problema, hasta que
un día, hallándose en un establecimiento de baños, advirtió que el agua se desbordaba de la
bañera a medida que se iba introduciendo en ella. Esta observación le inspiró la idea que le
permitió resolver la cuestión que le planteó el tirano: si sumergía la corona en un recipiente
lleno hasta el borde y medía el agua que se desbordaba, conocería su volumen; luego podría
comparar el volumen de la corona con el volumen de un objeto de oro del mismo peso y
comprobar si eran iguales. Se cuenta que, impulsado por la alegría, Arquímedes corrió
desnudo por las calles de Siracusa hacia su casa gritando «Eureka! Eureka!», es decir, «¡Lo
encontré! ¡Lo encontré!». La idea de Arquímedes está reflejada en una de las proposiciones
iniciales de su obra Sobre los cuerpos flotantes, pionera de la hidrostática, que sería
estudiada cuidadosamente por los fundadores de la ciencia moderna, entre ellos Galileo.
Corresponde al famoso principio de Arquímedes (todo cuerpo sumergido en un líquido
experimenta un empuje hacia arriba igual al peso del volumen de agua que desaloja), y,
como allí se explica, haciendo uso de él es posible calcular la ley de una aleación, lo cual le
permitió descubrir que el orfebre había cometido fraude.

Según otra anécdota famosa, recogida entre otros por Plutarco, Arquímedes se
hallaba tan entusiasmado por la potencia que conseguía obtener con sus máquinas, capaces
de levantar grandes pesos con esfuerzo relativamente pequeño, que aseguró al tirano que, si
le daban un punto de apoyo, conseguiría mover la Tierra; se cree que, exhortado por el rey
a que pusiera en práctica su aseveración, logró sin esfuerzo aparente, mediante un
complicado sistema de poleas, poner en movimiento un navío de tres mástiles con su carga.

Análoga concentración mental y abstracción en la meditación demuestra el episodio de su


muerte. Según se dice, los ingenios bélicos cuya paternidad le atribuye la tradición
permitieron a Siracusa resistir tres años el asedio romano, antes de caer en manos de las
tropas de Marcelo. Mientras saqueaban Siracusa los soldados de Marcelo, que al fin habían
conseguido expugnar la ciudad, el viejo matemático estaba meditando, olvidado de todo, en
sus problemas de geometría. Sorprendido por un soldado que le preguntó quién era,
Arquímedes no le respondió, o, según otra versión, le respondió irritado que no le molestara
ni le estropeara los dibujos que había trazado en la arena; y el soldado, encolerizado, lo
mató. Marcelo se entristeció mucho al saberlo y mandó que le levantaran un monumento,
sacando su figura del tratado Sobre la esfera y del cilindro. Cicerón reconoció por esta
figura, muchos años más tarde, su tumba olvidada.

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Conclusión
Arquímedes tenia un gran enfoque por la erudición y gracias a esta pasión
desenfrenada murió, fue también la que, en vida, se dice que hizo que se olvidara hasta de
comer y que soliera entretenerse trazando dibujos geométricos en las cenizas del hogar o
incluso, al ungirse, en los aceites que cubrían su piel.

El esfuerzo de Arquímedes por convertir la estática en un cuerpo doctrinal riguroso


es comparable al realizado por Euclides con el mismo propósito respecto a la geometría.
Tal esfuerzo se refleja de modo especial en dos de sus libros; en el primero de ellos,
Equilibrios planos, fundamentó la ley de la palanca, deduciéndola a partir de un número
reducido de postulados, y determinó el centro de gravedad de paralelogramos, triángulos,
trapecios y el de un segmento de parábola. En la obra Sobre la esfera y el cilindro utilizó el
método denominado de exhaustión, precedente del cálculo integral, para determinar la
superficie de una esfera y para establecer la relación entre una esfera y el cilindro
circunscrito en ella. Este último resultado pasó por ser su teorema favorito, que por expreso
deseo suyo se grabó sobre su tumba, hecho gracias al cual Cicerón pudo recuperar la figura
de Arquímedes cuando ésta había sido ya olvidada.

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