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Arquímedes
Fue un Matemático griego, nacido en Siracusa, actual Italia, en el año 287 a.C y
falleció en esa misma ciudad en el año 212 a.C. a la edad de 75 años a manos de un soldado
romano, a pesar de que existían órdenes de que no se le hiciese ningún daño.
Sus escritos, de los que se han conservado una decena, son prueba elocuente del
carácter polifacético de su saber científico. Hijo del astrónomo Fidias, quien probablemente
le introdujo en las matemáticas, aprendió de su padre los elementos de aquella disciplina en
la que estaba destinado a superar a todos los matemáticos antiguos, hasta el punto de
aparecer como prodigioso, "divino", incluso para los fundadores de la ciencia moderna. Sus
estudios se perfeccionaron en aquel gran centro de la cultura helenística que era la
Alejandría de los Tolomeos, en donde Arquímedes fue, hacia el año 243 a.C., discípulo del
astrónomo y matemático Conón de Samos, por el que siempre tuvo respeto y admiración.
Allí, después de aprender la no despreciable cultura matemática de la escuela (hacía poco
que había muerto el gran Euclides), estrechó relaciones de amistad con otros grandes
matemáticos, entre los cuales figuraba Eratóstenes, con el que mantuvo siempre
correspondencia, incluso después de su regreso a Sicilia. A Eratóstenes dedicó Arquímedes
su Método, en el que expuso su genial aplicación de la mecánica a la geometría, en la que
“pesaba” imaginariamente áreas y volúmenes desconocidos para determinar su valor.
Regresó luego a Siracusa, donde se dedicó de lleno al trabajo científico.
Al parecer, más tarde volvió a Egipto durante algún tiempo como "ingeniero" de
Tolomeo, y diseñó allí su primer gran invento, la "coclea", una especie de máquina que
servía para elevar las aguas y regar de este modo regiones a las que no llegaba la
inundación del Nilo. Pero su actividad madura de científico se desenvolvió por completo en
Siracusa, donde gozaba del favor del tirano Hierón II. Allí alternó inventos mecánicos con
estudios de mecánica teórica y de altas matemáticas, imprimiendo siempre en ellos su
espíritu característico, maravillosa fusión de atrevimiento intuitivo y de rigor metódico.
Sus inventos mecánicos son muchos, y más aún los que le atribuyó la leyenda (entre
estos últimos debemos rechazar el de los espejos ustorios, inmensos espejos con los que
habría incendiado la flota romana que sitiaba Siracusa); pero son históricas, además de la
"coclea", numerosas máquinas de guerra destinadas a la defensa militar de la ciudad, así
como una "esfera", grande e ingenioso planetario mecánico que, tras la toma de Siracusa,
fue llevado a Roma como botín de guerra, y allí lo vieron todavía Cicerón y quizás Ovidio.
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compuesta sin romperla. Arquímedes meditó largo tiempo en el difícil problema, hasta que
un día, hallándose en un establecimiento de baños, advirtió que el agua se desbordaba de la
bañera a medida que se iba introduciendo en ella. Esta observación le inspiró la idea que le
permitió resolver la cuestión que le planteó el tirano: si sumergía la corona en un recipiente
lleno hasta el borde y medía el agua que se desbordaba, conocería su volumen; luego podría
comparar el volumen de la corona con el volumen de un objeto de oro del mismo peso y
comprobar si eran iguales. Se cuenta que, impulsado por la alegría, Arquímedes corrió
desnudo por las calles de Siracusa hacia su casa gritando «Eureka! Eureka!», es decir, «¡Lo
encontré! ¡Lo encontré!». La idea de Arquímedes está reflejada en una de las proposiciones
iniciales de su obra Sobre los cuerpos flotantes, pionera de la hidrostática, que sería
estudiada cuidadosamente por los fundadores de la ciencia moderna, entre ellos Galileo.
Corresponde al famoso principio de Arquímedes (todo cuerpo sumergido en un líquido
experimenta un empuje hacia arriba igual al peso del volumen de agua que desaloja), y,
como allí se explica, haciendo uso de él es posible calcular la ley de una aleación, lo cual le
permitió descubrir que el orfebre había cometido fraude.
Según otra anécdota famosa, recogida entre otros por Plutarco, Arquímedes se
hallaba tan entusiasmado por la potencia que conseguía obtener con sus máquinas, capaces
de levantar grandes pesos con esfuerzo relativamente pequeño, que aseguró al tirano que, si
le daban un punto de apoyo, conseguiría mover la Tierra; se cree que, exhortado por el rey
a que pusiera en práctica su aseveración, logró sin esfuerzo aparente, mediante un
complicado sistema de poleas, poner en movimiento un navío de tres mástiles con su carga.
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Conclusión
Arquímedes tenia un gran enfoque por la erudición y gracias a esta pasión
desenfrenada murió, fue también la que, en vida, se dice que hizo que se olvidara hasta de
comer y que soliera entretenerse trazando dibujos geométricos en las cenizas del hogar o
incluso, al ungirse, en los aceites que cubrían su piel.